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Tolerancia, cultura, democracia y otros ensayos (página 3)


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

Educar para la tolerancia es educar para la libertad. Educar para la libertad es educar para el pluralismo. Una educación para la tolerancia es una educación para la cultura. En los espacios construidos por la libertad es posible la cultura como realización humana y emancipación individual y social. La cultura es la salida del hombre de su estado de barbarie. El ejercicio de la tolerancia permite reconocer al otro como un igual haciendo posible el entendimiento racional con el otro. Este reconocimiento de la alteridad a su vez permite ir en la búsqueda de la verdad, saber que no esta la verdad en el ámbito de mi perspectiva sino también en la perspectiva del otro y en ese sentido es posible un diálogo sobre la sociedad que vivimos y queremos construir. Reconocerse en los otros es salir de mí para afirmarme en tanto que los otros me dan plena existencia. La subjetividad u objetividad en las interpretaciones del mundo tiene que reconocerse en la cultura desde donde emergen las diferentes perspectivas que hace la diferencia. La pluralidad ideológica permitirá hacer una lectura del mundo desde diversas perspectivas que enriquecerá el espectro del conocimiento y el pensamiento humano y asegurará la libertad social para poner en tela de juicio las concepciones teóricas que no posibilitan el desarrollo del mismo conocimiento y el de la sociedad que se fundamente en una participación democrática, libre y autónoma.

La utopía de una sociedad tolerante tiene que resolverse en la distribución equitativa de sus bienes materiales y espirituales, porque mientras persista la desigualdad y la contradicción de la producción social y la apropiación privada, el conflicto que genera el no – acceso a la cultura y al disfrute de los bienes que produce la sociedad, se mantendrá socialmente y nunca será posible una "acción comunicativa" sobre la base del entendimiento o el consenso. Una solución política al conflicto tiene que fundarse sobre los presupuestos de una "ética argumentativa" donde las opciones políticas fuera del marco de la legalidad constitucional serán reconocidas como fuerzas políticas que también hacen parte del escenario del ejercicio de la política, entendiéndola como la facultad de pensar las soluciones económicas, sociales y culturales para la consolidación de la sociedad.

Negar el reconocimiento político al movimiento insurgente, por ejemplo, como fuerza política alternativa que también quiere acceder al poder y hacer parte de la sociedad como partido, es negar la posibilidad de la existencia del pluralismo como fuente de reflexión y participación, a las diversas opciones políticas a las que puede aspirar un país, una sociedad.

El exterminio de fuerzas políticas alternativas por parte de oscuras y reconocidas fuerzas paramilitares es el más vivo ejemplo de intolerancia política que persiste sobre la sociedad. Del odio por opciones políticas diferentes, por la defensa de privilegios y dogmatismos, se ha pasado al odio por la alegría y la ternura que movimientos sociales asumen cuando asumen la defensa por la vida. Una cultura por la defensa de la vida son los valores humanos universales que ya no tendrá retroceso en la sociedad porque se habrá ganado una lucha contra la muerte que quieren imponer los que no se pueden imaginar la vida y el mundo de otra manera.

EL RECONOCIMIENTO DE LA DIFERENCIA

Para que pueda ser he de ser otro,

salir de mí, buscarme entre los otros,

los otros que no son si yo no existo

los otros que me dan plena existencia.

OCTAVIO PAZ

En el ámbito de la cultura han surgido múltiples subculturas que esperan un reconocimiento político y social por parte de la sociedad. El reconocimiento en la sociedad debe comenzar por fundarse sobre la base del reconocimiento de la existencia de la pluralidad en el sentido de intuir las diferentes racionalidades que circulan en el mundo de la cultura. La sociedad contemporánea debe fundarse sobre el reconocimiento y legitimidad de la pluralidad y no sobre el reconocimiento y legitimidad de los valores únicos y tradicionales donde el reconocimiento y legitimidad del orden social está configurado sobre la base de una racionalidad que proscribe, censura o excluye otras subculturas que históricamente ha intentado ocupar un espacio en la sociedad y habitar el mundo como seres humanos y no como individuos marginados donde no se reconocen ni se toleran sus valores, política o socialmente. El reconocimiento de una sociedad como una sociedad pluralista es un acto político donde se institucionaliza el reconocimiento de las múltiples subculturas como una sociedad heterogénea en sus ethos donde se reconoce la diferencia, las otras racionalidades, cosmovisiones y la identidad de un grupo social donde la verdadera identidad cultural está mediada por el reconocimiento y legitimidad de la pluralidad, esto es: las minorías étnicas, raciales, sexuales o culturales. Se hace necesario formular para la sociedad una ética de la diferencia, de la pluralidad en tanto que el reconocimiento de la diferencia esté fundado sobre el reconocimiento de la pluralidad. Un reconocimiento del otro dentro de sus propios valores, su concepción del mundo y la vida, implica asumir una compresión más sensible y humana de las cosas, una sensibilización y humanización que sólo es posible a través de la inmersión en la cultura, ese espacio mental y físico que nos conecta lúdicamente con el mundo y lúcidamente nos acerca hacia una valoración de la racionalidad del otro. En la diferencia se reconoce la pluralidad. En la pluralidad se reconoce la cultura. La sociedad ignora o desprecia a los grupos sociales que no están dentro de la esfera de los códigos morales, la lengua o la ideología dominante. Esa visión unidimensional de la sociedad es una visión deshumanizada. Una visión dogmática y autoritaria o totalitaria de la sociedad porque niega las raíces de su propia cultura o el desarrollo de esa misma cultura con relación a las necesidades o cosmovisiones particulares de determinadas subculturas.

Ahora bien, reconocernos en la diferencia es reconocernos en la tolerancia esa facultad humana que permite a los individuos acercarse sensiblemente a la esfera cotidiana del otro. La sociedad contemporánea postmoderna es fundamentalmente una sociedad de la diversidad o la pluralidad cultural, de la puesta en escena de las diferentes expresiones del arte y la cultura donde se mezcla lo antiguo y lo moderno, lo clásico y lo barroco, es decir, es una cultura híbrida donde se ensamblan como en una especie de collage lo impresionista y lo expresionista, lo cubista y lo surrealista, lo figurativo y lo hiperrealista. La sociedad postmoderna es una sociedad de la pluralidad en donde no se erigen verdades absolutas en el conocimiento de las ciencias humanas en tanto que la verdad se relativiza y cada área del conocimiento tiene su parte de verdad. En la sociedad postmoderna las minorías étnicas, raciales, sexuales o culturales encuentran su espacio mediante una "toma de la palabra" como diría Vattimo y entrar en el escenario no sólo de la sociedad sino de la historia exigiendo sus derechos como los grupos sociales que durante décadas estuvieron al margen de la sociedad. Es una lucha por el reconocimiento por la dignidad y el respeto por la diferencia. Los homosexuales marchan por las calles de París junto con las lesbianas en Dinamarca, Berlín o Bogotá. Los negros se rebelan contra el Apartheid en Sudáfrica. Los indígenas de Chiapas se levantan en una insurrección armada en México. En la sociedad postmoderna hay un intento por realizar un reconocimiento a los valores de la diferencia, la pluralidad y la tolerancia. Hay un proyecto político por realizar una sociedad más abierta donde nos reconozcamos en la diferencia dentro de una pluralidad cultural en los límites de la tolerancia que haga posible una existencia más digna y solidaria dentro de una dimensión cultural universal en tanto somos habitantes del mundo.

La cultura postmoderna ha entrado en una esfera de vasos comunicantes que ha propiciado que los medios de comunicación reflejen ese aspecto de la cultura como quiera que en la radio se oye una música que tiene una diversidad de ritmos y fusiones. Una música crossover, esto es: reggae, jazz, tecnopop, pop, rock, tropical pop, etc. Hay una diversidad de sonidos electrónicos a través de sintetizadores que caracterizan una radio postmoderna. La planetarización del mundo conduce a las sociedades a abrirse económicamente y culturalmente a otras culturas donde la cultura propia se enriquece con la cultura ajena, lo que permite no ver realizada la cultura en detrimento de otra. No hay epicentros desde donde se realiza la historia en contra de otras historias sino que la cultura y la historia de dan dentro de una multiplicidad de racionalidades donde hay diversos dialectos y valores y se tiene conciencia de su carácter contingente. Vattimo lo denomina como una "liberación de las diferencias" que los medios de comunicación, las mass media ha originado en la sociedad postmoderna, lo que hace que en el escenario de la cultura hayan surgido múltiples subculturas como resultado de la multiplicación de la comunicación. En la perspectiva de una sociedad pluralista en lo político, la sociedad debe proponerse una salida política negociada al conflicto armado donde se efectúe un reconocimiento de los grupos beligerantes en su acción político militar como fuerza política que intenta, por la vía armada, la toma del poder político para la transformación de la sociedad. En la perspectiva de una sociedad tolerante en lo social, la sociedad debe proponerse la legalización de la droga, el aborto, el derecho a morir dignamente, etc. El reconocimiento de la diferencia en la pluralidad y la tolerancia debe tener en la sociedad una función social, materializarse en la esfera de lo político, lo cultural y lo social, cubrir todas las esferas de la sociedad, es decir, debe legitimarse en la vida cotidiana de los individuos y en la vida institucional de la sociedad, de lo contrario es un discurso que no tiene una función social, una abstracción teórica sin fundamento en el orden social. Ahora bien, un reconocimiento de la diferencia y la pluralidad no trae necesariamente una liberación política de la sociedad pero una liberación política de la sociedad debe pasar por la posibilidad concreta de abrir un espacio en la sociedad a los grupos sociales que intentan una reivindicación social, una liberación de las discriminaciones.

Los espacios que se puedan abrir en la sociedad son espacios posibles que hay que construir y desarrollar para un proyecto político de fomento de la tolerancia. Existe inevitablemente el peligro que esos grupos sociales contestatarios o de contracultura sean asimilados por la sociedad y se vanalice la esencia de sus causas, convirtiéndolas en causas triviales o inofensivas. La figura del Che Guevara ha terminado convertida en una mercancía, un adhesivo que se coloca en los guardafangos de los buses urbanos, como el símbolo de paz y amor del movimiento hippie y ciertos movimientos insurgentes convertidos en oscuros partidos políticos institucionales tradicionales. La incorporación a la sociedad civil exige que los grupos sociales cambien su lenguaje político y sus símbolos y entren en la corriente dominante de la legalidad imperante. Allí se estaría transgrediendo la pluralidad en la diferencia y la tolerancia. La tolerancia es el respeto por la diferencia; una opción política étnica, racial o sexual diferente a los códigos del orden social, al estado de cosas existentes, a las costumbres o tradiciones, etc. En la tolerancia se funda la diferencia. En la diferencia se funda el reconocimiento. Una sociedad emancipada políticamente tendrá la opción social de construir espacios de pluralidad de reconocimiento de sus propias diferencias en relación con otras culturas. Se hará posible un enriquecimiento cultural en la medida que permita la libre circulación de las ideas y las corrientes del conocimiento humano en el ámbito de lo social. Habrá una universalización de las diferentes perspectivas sobre el mundo y la vida que enriquecerán las diversas expresiones del pensamiento humano. Un diálogo fraternal y lúcido con otras culturas. Una apropiación de los diversos universos que contiene la cultura. Una sensibilización frente a la cultura propia y ajena que contribuirá a reafirmar la propia identidad dentro de una pluralidad. Una sociedad más universal con individuos más universales situados en el mundo. Una universalización de la vida donde la sociedad se reconoce en diversas culturas que ha originado la especie humana. El mundo es una aldea donde crecen los girasoles de Van Gogh. Una universalización de la cultura que tiene que afirmarse también con un sentido de pertenencia a un lugar de la tierra, desde donde se afirme lo propio frente a lo ajeno, pero sin dejar de abrirse a lo ajeno para que se afirme lo propio sin que lo ajeno domine a lo propio sino que lo enriquezca y lo universalice. Una cultura que se apropia de sí misma para conjugarse con otras, asimilándola y decantándola en sus propias fuentes originarias. Una sociedad que haya alcanzado estos niveles de desarrollo de la cultura será una sociedad más tolerante y por lo tanto, más humana en su interior, en sus relaciones cotidianas en relación con sus propias diferencias. Una liberación de las diferencias en la sociedad propicia el reconocimiento de los grupos sociales que también propician la cultura, y al propiciarse la cultura se establecen los fundamentos teóricos para la formulación de una ética de la diferencia. Una ética de la diferencia cuyos principios rectores son la valoración de la dignidad de los individuos donde la diferencia de pensar distinto de los demás se eleva también a la categoría de derechos humanos. Pensar distinto, lo otro, también es una opción, un ejercicio de la libertad y de la imaginación. La imaginación también como el derecho a pensar la vida de otra manera y a vivirla utópicamente. Creemos que la formulación de una ética de la diferencia es una ética válida para toda sociedad, independientemente de su ordenamiento político-económico. Los individuos no se pueden homogeneizar como rebaños. En la diferencia está la libertad. En la libertad está la pluralidad. La dignidad del otro no puede estar fundada sobre presupuestos morales o ideológicos para que haya un reconocimiento de la diferencia. En Cuba, después del triunfo de la revolución, los homosexuales fueron marginados de la sociedad como leprosos y otros fueron fusilados en nombre de la revolución que quería construir un "hombre nuevo". Fueron acusados de contrarrevolucionarios. Ni siquiera la más digna y sagrada condición de escritores y poetas fue respetada por un régimen intolerante en relación a la orientación sexual de sus militantes críticos de la revolución. En Nicaragua, después del derrocamiento de la dictadura somocista, los indígenas miskitos se resistieron de ser incorporados "de facto" a los nuevos ideales y economía del sandinismo. La comunidad indígena defendió el reconocimiento de su cultura y de sus territorios. Los ejemplos en América Latina son infinitos. La intolerancia humana no tiene límites. En la diferencia el hombre se reconoce igual a otros porque los hombres estarán en las mismas condiciones de igualdad social en términos de reconocimiento. Este reconocimiento de la otredad es un reconocimiento de sí mismo en tanto que el otro se reconoce en mí y a su vez en mí se reconoce el otro, y sólo cuando la sociedad se reconoce a sí misma en su diferencia puede reconocer a los otros en su propia diferencia. En esa perspectiva hay que subrayar que ampliar el espacio social en el que pueda darse la otredad, establecer y mantener un pluralismo múltiple y amplio, parece por el contrario que exige que inculquemos principios universales de tolerancia y respeto y que estabilicemos las instituciones que aseguran los derechos e impone límites. De otro modo, ¿cómo se combina la tolerancia de la diferencia con las exigencias de vivir juntos bajo normas comunes?[66] La identidad de los individuos y de la sociedad tiene su base en el reconocimiento mutuo. La sociedad hace un reconocimiento y los individuos hacen un reconocimiento de la sociedad que los reconoce y ese reconocimiento de individuo – sociedad fomenta la tolerancia; la estabilidad de las instituciones, la profundización y consolidación de las libertades civiles, una reconciliación con la vida. La lucha por el reconocimiento de las minorías étnicas, raciales, sexuales o culturales es una búsqueda por la libertad y la igualdad de la realización humana sobre la base de la diferencia. Ahora bien, ese reconocimiento social tampoco puede ser un reconocimiento en abstracto, es decir, que se limite a permitir la existencia de la pluralidad. La sociedad debe resolver las necesidades básicas de los individuos, las condiciones materiales de existencia. Las necesidades espirituales o simbólicas. A medida que la sociedad se desarrolla van surgiendo nuevas necesidades y nuevas formas de satisfacer esas necesidades. Una nueva teoría de las necesidades debe crearse sobre la base del desarrollo humano y social. Las necesidades son históricas y culturales. La única necesidad alienada que crea la sociedad es la necesidad de dinero y esta determina la satisfacción de todas las demás necesidades. En esa perspectiva hay que subrayar que la sociedad debe resolver su más fuerte contradicción: la producción social y la apropiación privada, esto es, que no se producen las cosas socialmente si no que se producen para quien pueda adquirirlas mediante el dinero. No por una vía coercitiva sino humanamente regulada por la sociedad. Un reconocimiento social implica un reconocimiento de la existencia digna que los individuos aspiran y por la que luchan y mueren. ¿La sociedad fundada bajo estos presupuestos de reconocimiento es una sociedad utópica?

El hombre tiene necesidad también de crear una sociedad de la utopía. La utopía como el principio o ideal del hombre por construir una sociedad mejor, más justa y humana. Una sociedad que no crea una sociedad de la utopía en prospectiva es una sociedad que está condenada a los dogmatismos y a una dictadura de la vida. La utopía es el ejercicio de la libertad y de la lucidez del hombre. La sociedad de hombres de "espíritus libres" es la más hermosa utopía a comenzar a imaginar.

CONCLUSIONES

La tolerancia como presupuesto fundamental para la construcción de una cultura de la democracia no debe interpretarse como la fundación de una sociedad permisiva donde no haya límites a sus libertades porque la tolerancia también tiene sus límites. La sociedad no debe tolerar los actos terroristas, la corrupción administrativa y las políticas antidemocráticas, porque ello sería negarse como sociedad que pretende fundar una cultura de la democracia en sus prácticas sociales o políticas. La sociedad debe tolerar todas las manifestaciones culturales que profundicen en el reconocimiento y respeto por el otro, en las prácticas sociales que fomente el pluralismo, el multiculturalismo y la ética y, debe tolerar todas las manifestaciones culturales y políticas donde la sociedad se reconozca a sí misma al reconocer a los demás. Ahora bien, el modelo de la democracia representativa y pluralista consideran muchos analistas que en la realidad no existe porque en este continente han imperado las dictaduras y los regímenes militares, y la democracia ha sido una excepción que la mayoría de los casos son democracias restringidas.

Sus sociedades fundadas en el modelo de Estado de Derecho no distribuye la justicia social y la libertad individual se ve coartada, no hay una distribución de la riqueza ni del poder y las desigualdades sociales son muy profundas. Una democracia sólida se fundará siempre sobre los principios de la tolerancia, el reconocimiento del otro y el respeto por las minorías y por la manifestación de las diversas expresiones de la cultura.

En los pensadores del período de la ilustración hubo una separación de la actividad política y la ética, donde la teoría política era la ciencia del ejercicio del poder,[67]esto es, la política no tenia una fundamentación ética para su ejercicio si no que lo que importaba era la obtención del poder Se hace necesario, en consecuencia, articular el ejercicio de la política, la democracia y la cultura con un fundamento desde la ética. La tolerancia debe fundarse sobre un componente ético que garantice el ejercicio de una ética pública y de una ética privada.

Humberto Maturana en su obra "La democracia es una obra de arte" (1995) ha señalado que para saber cómo surgió la democracia hay que reflexionar sobre la cultura porque la democracia en América Latina hace parte de una cultura patriarcal (cultura greco-judeo-cristiana) que genera conflictos por la continua presión patriarcal para su supervivencia y por la restitución de la apropiación de los temas de la comunidad por una o por un grupo pequeño de personas y esta es la primera fuente de conflictos de la historia occidental, en la historia del intento del vivir democrático. La segunda fuente de conflicto es el intento de expandir la ciudadanía. Las guerras griegas fueron guerras internas por el intento de expandir la ciudadanía, para que fueran ciudadanos no solamente algunos si no también los extranjeros, denominados "bárbaros".

Señala Maturana además que la democracia no está en la elección de representantes ni en los sistemas electorales sino en una convivencia en el cual todos los ciudadanos tienen acceso a la cosa pública que son los temas que interesan a los ciudadanos en una convivencia en comunidad.

Maturana se pregunta ¿cómo es posible una convivencia en el mutuo respeto, en la igualdad, en la colaboración bajo una cultura centrada en la guerra y la negación? La convivencia democrática es posible solamente si uno aprende el emocionar que hace posible la convivencia democrática y este emocionar se da desde la infancia, se aprende en la infancia porque hemos tenido una infancia matrística y en ese ámbito aprendimos a participar, a conversar, a no resolver las discrepancias en la mutua negación y se aprendió el emocionar que es propio de la democracia. Se aprendió a vivir en el mutuo respeto. El vivir democrático es una obra de arte, es el deseo de convivencia en la fraternidad. La democracia es un proyecto de convivencia, afirma Maturana, que para vivirla tiene que dar lugar a la emocionalidad.[68] Para construir una convivencia democrática se tiene que asumir que la democracia se funda en el respeto por el otro y que el respeto se aprende en la relación materna infantil y en la cultura. (el subrayado es mío).

La tolerancia debe entenderse hoy como un principio ético más que como una norma jurídica, como una actitud del espíritu humano que se manifiesta en la voluntad política de los individuos, como una expresión solidaria y humana que habita el mundo, la sociedad y la vida, como un fundamento de la convivencia pacífica y como un ejercicio de la comprensión, la benevolencia y la condescendencia.

Ahora bien, Voltaire señalaba que el derecho natural es el que la naturaleza indica a todos los hombres y en esa dirección el derecho humano no puede estar basado en ningún caso más que sobre el derecho natural y que por lo tanto, el derecho de la intolerancia es absurdo y bárbaro, es el derecho de los tigres y que es mucho más horrible porque los hombres sólo matan para comer. La intolerancia se caracteriza por la negativa a soportar la diferencia y la consecuente voluntad de eliminarla, afirmaba Voltairé. Una sociedad o un individuo intolerante es quien rechaza con hostilidad a quienes por razones culturales que pueden ser el comportamiento, la religión o la ideología, no comparte sus actitudes, creencias u opiniones. Rechaza el diálogo y el pluralismo. Ser tolerante es apartarse de toda intransigencia sin renunciar por ello a los principios. La intolerancia es la raíz de la persecución y el exterminio.[69]

La Organización de la Naciones Unidas consagró en 1995 como el Año Internacional de la Tolerancia que hizo posible que ese concepto político, cultural, ético – jurídico recorriera el mundo. La tolerancia en la sociedad contemporánea tiene que llevarse hasta la esfera racial, étnica, religiosa, lingüística, cultural, social, política y sexual, esto es, a todos los componentes de la cultura porque el etnocentrismo, el racismo, la xenofobia, el sexismo, la sexofobia son manifestaciones de la intolerancia que fractura el respeto por la diferencia y sus libertades. Los perjuicios son las consideraciones que fomentan la intolerancia en tanto que impiden reconocer al otro en su diversidad. La diversigética como una nueva disciplina del conocimiento estudia la diversidad como condición inherente del hombre para vivir pacíficamente, reconociendo el valor del pluralismo, la diferencia y el valor de ser único e irrepetible. Leopoldo Zea afirma, citando a Descartes, que todos los hombres pueden poner a su servicio la razón y pueden por ello comprender el mundo, los otros y hacerse comprender. Por esta capacidad que tiene el hombre de usar bien o mal la razón es que los hombres se van a dividir, estableciéndose discriminaciones y con ellas expresiones de intolerancia. La intolerancia del que sabe usar bien la razón contra el no sabe usarla. No todos los hombres saben usar bien la razón. Y allí radica que unos hombres sean distintos a otros. Todos los hombres son hombres que poseen la razón, pero se distinguen entre sí por el uso que hacen de ella. La razón es por tanto, la fuente de la tolerancia pero puede surgir otra forma de intolerancia y es la del hombre que cree y posee la verdad por la fe y la del hombre que se sabe poseedor de la verdad por su capacidad de hacer buen uso de la razón. La fe también levanta hogueras como el racionalismo autoritario decide lo que conviene a los hombres y pueblos, esto es, la inquisición, los imperialismos y el fundamentalismo. La tolerancia es fundamentalmente el reconocimiento del otro en sus diferencias y el reconocimiento del derecho a ser diferentes, y no indiferencia hacia los demás. La tolerancia es una construcción social, cultural, política que se construye a través de un proceso de socialización, de reconocimiento de la alteridad. La tolerancia no es neutralidad, y se aplica ese concepto a la aceptación de credos religiosos o posiciones políticas, filosóficas o culturales diferentes de la propia. Por tolerancia política debemos entender la capacidad que tiene la sociedad y el sistema en general para poder asimilar todas las manifestaciones culturales sin que se desestabilice su organización social y su identidad.

La tolerancia política es una capacidad del sistema para asimilar las diferentes expresiones de la cultura. Norberto Bobbio sostiene que el principio de la tolerancia prepara y en parte anticipa, el de la libertad política y transfiere de la política económica a la actividad general la teoría del laisser-faire 70. Ahora bien, Adela Cortina afirma que "pluralismo" significa que en una sociedad distintos grupos proponen distintos modelos de felicidad (ética de máximos) y comparte unos mínimos de justicia. Sin los mínimos compartidos es imposible construir la vida conjuntamente y en ese sentido el pluralismo es uno de los de los valores fundamentales de la sociedad civil. 71 En la sociedad hay una pluralidad de culturas que hace necesario construir una ética de la diferencia que se traduzca en un cambio de hábitos y convicciones en una sociedad multicultural que atenúe los conflictos. El pluralismo debe garantizar la convivencia pacífica. El reconocimiento del otro como diferente y como interlocutor válido, es ya el primer principio ético que se articula en la comunicación cuando ésta es auténtica conversación y no una simple imposición de la opinión propia. La segunda etapa de la comunicación en la ética discursiva se dirige a encontrar los mínimos sin los cuales no es posible la convivencia humana. Los mínimos como los derechos humanos. En el reino de la diferencia se llega a un pluralismo gracias al reconocimiento del otro que en igualdad de derechos y de perspectivas distintas confluyen en la reciprocidad, la solidaridad y la cooperación social. Esta ética de mínimos debe garantizar la convivencia social. 72.

70. Bobbio, Norberto. De derecha e izquierda. Taurus. Madrid, 1994.

71. Cortina, Adela. La ética de la sociedad civil. En ética ciudadana y derechos humanos de los niños. Ed Magisterio. Bogotá, 1998.

72. Hoyos, Guillermo. Ética y educación para la paz. En Ética ciudadana y derechos humanos los niños. Ed Magisterio. Bogotá, 1998. pág. 73.

La tolerancia debe trascender ese nivel del respeto por la diferencia y acentuarse hacia un reconocimiento del otro para confluir en un pluralismo que garantice el diálogo y la concertación política. El pluralismo abre espacios en la sociedad para el reconocimiento político y la reconstrucción social de un país en sus diferencias multiculturales. Este es un proceso ético y político bajo los presupuestos de la sensibilidad social que descubre el sentido genérico de la solidaridad y la reciprocidad.73 La concepción del respeto no es la de la aceptación, sin lugar a ser susceptible de duda, en donde se anula la crítica ni la del acatamiento por la imposición vertical de una autoridad en donde se expresan comportamientos como la obediencia, cumplimiento del deber y temor.

La concepción de respeto no debe estar mediada por relaciones de poder, en términos de Foucault, sino de debate y crítica y la mayor expresión de la tolerancia hoy debe ser el respeto a la vida, el derecho de existir. En Colombia, el espíritu de intolerancia se viene originando desde las guerras civiles del siglo XIX donde se ha dado un proceso de negación sistemática de las minorías, del dominio político de las hegemonías, el monopolio de la tierra, la discriminación religiosa, de raza, origen social. La intolerancia ha diseñado nuevas estrategias y ha formado nuevos dispositivos en la sociedad contemporánea donde la descomposición ética ha generado enriquecimiento ilícito y corrupción. Darío Botero Uribe ha señalado que la violencia es causa y consecuencia de una perturbación de la expresión de la cultura. La paz sólo es posible reconstruyendo el tejido roto de la cultura. No existe la cultura que permita el aparecimiento de la democracia por eso nunca ha habido democracia en Colombia. La democracia es una forma de interactuar en la vida cotidiana un espíritu de tolerancia, de solidaridad y una confianza en el poder da la palabra. Desde la antigua Grecia la democracia es una confianza en el poder de la palabra. La cultura no se configura en el juego de categorías abstractas sino en el actuar cotidiano y en la forma como prima un espíritu de tolerancia, de respeto, de negociar las diferencias.74

73. Ibid, pág 78

74. Botero Uribe, Darío. Cultura de la violencia y cultura de la paz. Magazín Dominical No. 789. El Espectador. Bogotá, 1998 pág. 4.

En la Constitución Política de Colombia, Artículo 67, está consagrado la formación en el respeto a la vida y los derechos humanos, en los principios democráticos de convivencia, pluralismo, justicia y solidaridad y equidad como en el ejercicio de la tolerancia y de la libertad, pero para que esto no sea letra muerta debe imperar en la sociedad la justicia social que es la que hace posible los demás principios éticos y humanos. El profesor Rubén Jaramillo Vélez ha escrito que la experiencia de la tolerancia corresponde a un período de la secularización de la cultura y de afirmación universal de los valores humanos a través del humanismo del Renacimiento.

La burguesía naciente del siglo XI que se enfrentaba contra el feudalismo, formula una teoría universal del hombre que se opone a la concepción de la nobleza feudal, ante la pretensión particularista de la "nobilitas " la universalidad de la humanitas"," esto es, la existencia de valores universalmente válidos, la creación de una cultura del hombre en cuanto hombre que debería realizar su proyecto. La única posibilidad de instaurar la tolerancia – escribe Jaramillo Vélez – es una política de la verdad y una política de la verdad tiene que ser radical en el reconocimiento de los síntomas. 75 Ahora bien, los presupuestos teóricos que subyacen en el proyecto de construcción son el reconocimiento y el respeto por el otro, sin esos fundamentos no es posible entender ni practicar una cultura de la democracia. El reconocimiento como el valor y la dignidad por la que el hombre arriesga su vida por alcanzar su realización humana en la dimensión teórica analizada por Francis Fukuyama y el respeto en tanto confrontación, critica y debate en la dimensión teórica analizada por Estanislao Zuleta.

El ejercicio de la tolerancia social tiene una dimensión política en tanto se reconoce la pluralidad y el multiculturalismo en la esfera de lo social y lo cultural y, se comprende con inteligencia el desarrollo del pensamiento y la ciencia sin que la investigación científica deje de tener una fundamentación ética. La compresión de este problema nos sitúa en la perspectiva de la investigación genética, la investigación que se hace con seres humanos donde se manipula los códigos genéticos. ¿Cómo ejercer la tolerancia frente a este problema? Mientras la investigación científica sea éticamente desarrollada (en un respeto por la vida y sin violar los derechos humanos) son legítimas sus aspiraciones por descubrir los secretos de la naturaleza humana. Las implicaciones éticas que estos procesos de investigación generan es un problema político como es un problema político la tolerancia social. Los limites que el ejercicio de la tolerancia le impone a la sociedad y a los individuos radica en las prácticas, o usos y costumbres que degradan la condición humana. En Occidente hay diferencias que causan horror pero en otras sociedades es un ritual profundamente arraigado, como por ejemplo, la ablación del clítoris a las mujeres en las culturas musulmanas. Allí el respeto por la diferencia se encuentra en conflicto.

75. Jaramillo Vélez, Rubén. Colombia: la modernidad postergada. Argumentos. Bogotá 1998

Es el choque de civilizaciones culturalmente opuestas. La privación de la libertad individual como es el secuestro, es otro de los limites que una sociedad que se encauza en la construcción de una cultura en la democracia no debe tolerar, por que la construcción de una cultura de la tolerancia como es la construcción de una cultura de la democracia, debe respetar y dignificar la condición humana. Entretanto si la existencia de los individuos estuviera articulada desde la ética, como en los griegos, en tanto no hay ninguna diferencia entre el pensar y el actuar, entonces es posible la construcción de una cultura de la democracia donde el ejercicio de la razón hace posible el ejercicio de la tolerancia como su fuente originaria; ejercicio de la tolerancia que se traduce en el respeto por las minorías como presupuesto de la tolerancia política. En el ejercicio de la tolerancia social hay que ser político en tanto ello implica la facultad de comprender y reflexionar, aunque no se comparta, pero se respeta y se reconoce la dimensión cultural o política del otro. La cultura de la democracia es una cultura de la responsabilidad, los deberes y la transparencia. 76

Una democracia es una sociedad política que garantiza la paz interna, asegura la libertad individual, se rige por las reglas de la mayoría, posee una tabla de mínimos de bien común y se funda en un conjunto de valores que significa con las practicas y ritos adecuados. La reunión de todas estas características la transforma en una cultura, en el sentido antropológico del término, en cuanto conjunto de prácticas y de representaciones.77. El fundamento de la democracia es la creación de un nuevo ciudadano y de un nuevo concepto de ciudadanía con contenido social y un sistema de valores (cultura) fundamentados en la ética. Los griegos forjaron la palabra "idiota" como insulto para denominar al que sólo se ocupa de sus propios intereses y no participa de las tareas de la democracia. El nuevo ciudadano debe inscribirse dentro de esa dimensión filosófica, esto es, debe hacer de la participación política su praxis social para la creación de una cultura de la democracia que profundice más allá del respeto por los derechos individuales y políticos y de la celebración de elecciones libres.

76. Varcárcel, Amelia. Cultura y democracia. En la cultura de la democracia: el futuro. Ariel. Barcelona, 2000. Pág. 132.

77. Ibid, Pág. 118.

Fernando Savater afirma que es necesario hacer una reformulación de la ciudadanía como opción frente a la generación social de la violencia. Cree necesario reforzar la ciudadanía por la vía de la educación y el convencimiento. La educación debe formar a un ciudadano integral, completo, con sentido de sus obligaciones, con respeto a lo que hay que respetar, y también con capacidad de critica y de autonomía frente al poder como este no funciona cuando es debido. Se debe formar en valores, la capacidad de razonar y argumentar como la de aceptar y ser movido por razones ajenas. Ambas necesitan una formación y son imprescindibles para la democracia. Una educación para la democracia hace fundamentalmente una educación que valore la reflexión sobre el conocimiento. Es necesario confiar en lo fundamental en el conocimiento y no en la superstición, en hipótesis irracionales, en gurús o en magias. Se debe educar para desconfiar en los absolutos. La educación debe desarrollar la capacidad de deliberar con argumentos racionales. La educación tiene la misión de formar ciudadanos en tanto que el concepto de "ciudadanos", solo se da en la democracia. Hay que preparar a los individuos para la ciudadanía que es también el ejercicio del gobierno. Nadie puede ejercer la función de gobernar si no ha recibido una formación adecuada. En la democracia todos somos políticos, somos a la vez gobernantes y gobernados. La formación de ciudadanos son las personas capaces de "participar" y no solamente de "pertenecer". La madures ciudadana no implica el abandono de sus pertenencias pero si el desarrollo de las formas de participación. En la democracia cada ciudadano debe ser educado con total libertad. No se debe educar a nadie para ser súbdito. Se debe preparar a los individuos para ser dirigentes. De lo contrario se educaría para obedecer.78 En conclusión, las manifestaciones de la cultura se hacen posibles mediante un espíritu de tolerancia y un espíritu de tolerancia se hace posible mediante la cultura; esto es, el hombre adquiere un espíritu de tolerancia por el conocimiento y la formación que proporciona la cultura, como la cultura se hace posible por el espíritu de tolerancia que impera en la sociedad. Allí se da una simbiosis, que quiere decir que entre más alto sea el nivel de la cultura de una sociedad, más alto será el nivel de espíritu tolerante, como entre más alto sea el espíritu de tolerancia, más alto será el nivel de la cultura porque estar inmersos en la cultura define una postura ética, una visión de respeto por las diferencias, un reconocimiento del otro.

78. Lecturas Dominicales. Entrevista. El Tiempo. Bogota, Dic 16, 2001

BIBLIOGRAFIA

ABBAGNANO, NICOLAS. Historia de la filosofía. Hora. Tomo 3. Barcelona 1982.

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EL CONOCIMIENTO Y LA FELICIDAD

El conocimiento humano como resultado de la investigación debe contribuir a la obtención de la felicidad del hombre en la medida que el hombre es el resultado de su inteligencia y de sus conocimientos, un conocimiento de si mismo, un conocimiento de su mundo y de la sociedad en la que está inmerso. Desde los clásicos griegos el conocimiento es una virtud que contribuye a la obtención de la felicidad porque realiza la naturaleza humana en una búsqueda permanente para hacerla más humana y para hacer más humano el mundo en el que se vive. Los griegos llamaban a la felicidad eudaimonìa y la usaban para expresar bienestar, felicidad, buena fortuna, abundancia. Era consideraba por los filósofos como el mayor bien, "eu" que significa bien y "daimòn" que significa divinidad, y al asociarse a las divinidades malignas derivó hacia nuestra palabra "demonio" (eudaimòn) quien lleva un buen espíritu o quien tiene buen ánimo o quien es un dios bueno.1 Un regalo de los dioses consideraban los griegos a la felicidad como resultado de una vida de bien.

El hombre no es feliz por naturaleza sino que debe buscar la felicidad también en el conocimiento porque el conocimiento también lo realiza como ser humano. Hay quienes buscan la felicidad en el dinero y en la obtención de las cosas materiales pero ellas no la dan, al lo sumo se obtiene confort pero no la felicidad. La felicidad es algo más que tener una vida confortable. La felicidad es un estado más íntimo del hombre que tiene que ver con la realización de su espíritu y de su intelecto. La concepción de concebir el conocimiento como una de las formas de la felicidad no es una concepción romántica ni idealista sino una visión intelectual y humanista que desde los griegos se ha concebido. Sócrates identificaba la virtud con el conocimiento, la veía como un bien supremo para el ser humano sin la cual no podemos ser felices, aunque para Sócrates no existía felicidad sino virtud y la virtud es la condición necesaria y suficiente para la felicidad. El verdadero conocimiento es el que transmite sabiduría y no se agota en la información sino que va hasta la reflexión y la creación de una visión nueva de las cosas, es aquel que inaugura un nuevo horizonte o una concepción distinta de pensarnos y de ser. 2.

El filósofo inglés John Stuart Mill afirmaba que la dignidad del ser humano está en nuestra inclinación al conocimiento, la satisfacción de los deseos intelectuales y que no debemos renunciar a este tipo de placer aunque parezca que no nos hace tan felices como la permanencia en la ignorancia, ya que la felicidad que nos depara, no siendo igualmente intensa, puede calificarse como más humana 3, y con esto no pretende insinuar que haya hombres sean más que otros o más digno de serlo por el mero hecho de saber más 4. Como seres humanos que somos, dice Mill, deberíamos renunciar al cúmulo de placeres primarios por los intelectuales, pues aún siendo estos más difíciles de satisfacer y más lenta su culminación, son beneficiosos, según el principio de utilidad, por otorgar una felicidad mayor 5. Las religiones señalan que la felicidad solo se logra en la unión con Dios, que no es posible ser feliz sin esta comunión, la felicidad como obtención definitiva de la plenitud, pero la felicidad de las religiones está concebida para alcanzarla después de la muerte. Aristóteles, por su parte, señala que la felicidad es el fin último, el bien supremo, pero que es difícil definirla y describirla.

El conocimiento, que epistemològicamente tiene su origen cuando el sujeto se relaciona con el objeto, obteniendo imágenes que se convierten en ideas, es una aventura del pensamiento que produce felicidad porque es la búsqueda por explicarnos el mundo y las cosas, por más dolorosas o injustas que ellas sean. Sin embargo, el conocimiento también produce dolor porque pronto descubrimos que vivimos en un mundo injusto y duro, pero la aventura de pensar también tiene sus momentos de felicidad aunque a veces nos vuelva un poco amargos, escépticos o pesimistas. La educación superior, no obstante, debe estar dirigida a que el conocimiento nos vuelva más feliz sin perder el espíritu crítico. El conocimiento puede contribuir a la felicidad humana porque no hace más sabios de las cosas, nos hace entender mejor el mundo y sus contradicciones y, como se ha concebido desde siempre, el conocimiento es poder, pero no un poder para explotar o esclavizar al otro, sino para liberar y fortalecer la condición humana. El conocimiento debe formar seres humanos, personas y no déspotas ilustrados. El hombre es hombre gracias al conocimiento que determina su condición humana.

El conocimiento hace que el hombre se construya a si mismo y tenga una sensibilidad social más humana sin perder de vista sus orígenes y su lugar en el mundo. El conocimiento no puede seguir siendo un arma para la destrucción masiva, ni para el fomento del mercantilismo salvaje que quiere hacer de todo lo humano un negocio, una transacción económica, aunque esta seria la utopía del conocimiento. El conocimiento debe promover una cultura de la justicia, una cultura de la paz, una cultura ciudadana, una cultura de la tolerancia, una cultura de la solidaridad y una cultura de respeto por la diferencia. El conocimiento tiene que ser ante todo una cultura de vida antes que una cultura de muerte. La "cultura de la muerte" es la cultura del pensamiento autoritario que reduce la condición humana. Los medios de comunicación nos venden una felicidad artificial que se reduce a los objetos, que esta fundamentada en el tener antes que en el ser, un mundo deshumanizado sin conocimiento ni espíritu critico, un mundo donde todo se compra y se vende sin importar la dignidad humana de las personas. En esta perspectiva, sólo el conocimiento crítico de cómo funciona el sistema puede darnos el necesario espacio de libertad de conciencia situado fuera de los condicionamientos de aquél.6.

El conocimiento afianza una recuperación de la dignidad del hombre y de sus valores porque lo sitúa en su condición humana para hacerlo más feliz, si es una educación verdadera, y cuando es verdadera no permite que el hombre caiga en la trampa del consumismo que pretende vendernos la felicidad en cómodas cuotas mensuales cuando adquirimos un auto o un artefacto eléctrico. La educación superior no puede dar clases de cómo ser feliz, en ninguna universidad se enseña a ser feliz, pero el conocimiento tiene la virtud, cuando se interioriza con lucidez, de hacernos feliz como una defensa contra las ofensas de la vida, como diría Pavese refiriéndose a la literatura. En la universidad y en los libros se puede aprender a tener una visión del mundo y ese estado de ánimo que es la felicidad, se puede incrementar cuando el conocimiento nos hace más sensibles y humanos, en tanto que nos acerca más al dolor y a las injusticias ajenas. No obstante, el conocimiento también tiene sus déspotas ilustrados, individuos que pasaron por la universidad pero la universidad nunca paso por ellos, y el conocimiento los dejó igual o peor. La máxima virtud del conocimiento no es sin embargo la felicidad sino salvarnos del autoritarismo que son las expresiones propias de la mediocridad. La ideologización del conocimiento crea las dictaduras y fomenta los sectarismos. El conocimiento posibilita la construcción del mundo y de si mismo, porque un hombre sin conocimientos es un hombre fragmentado, inacabado, incompleto que requiere de la síntesis del conocimiento para edificarse a si mismo, y cuando ha logrado realizar esa construcción de si mismo puede sentirse satisfecho, realizado y por lo tanto un poco feliz con la obra de sus propios logros. Hay que fomentar en la educación superior esa idea de la realización humana a través del conocimiento, es allí donde más deberíamos realizarnos y no en otra parte.

La creación de una ética para la felicidad debe ser viable en la medida en que nadie puede ser feliz de cualquier manera, pasando por encima de los demás y excluyendo al otro y condenándolo a la marginación. Ya no es posible pensar con seriedad las condiciones de la felicidad sin las condiciones de la justicia, es preciso reconstruir el sentido que pueda tener una ética de la felicidad desde la posibilidad real de una vida humana digna para todos.7.La ética del conocimiento está en la transparencia de pensar honradamente, sin robarle nada a nadie, pero reconociendo la sabiduría del conocimiento universal, con el que es imprescindible contar a la hora de pensar. El conocimiento tiene la propiedad fundamental de enseñar a pensar, ese debe ser su propósito y su razón de ser, enseñar a pensar para crear nuevos conocimientos y para que cumpla su función social en la sociedad. La función social del conocimiento está en la virtud de formar antes que deformar, formar para la vida y para la profesión que se ejerce, es lo que se ha denominado una educación integral, formar personas y profesionales altamente competentes.

La búsqueda de la felicidad es una búsqueda permanente del hombre aunque a veces nos extraviamos en esa búsqueda porque creemos encontrarla en las cosas más superficiales o banales, sin saber que está a nuestro alcance también en el conocimiento que tiene el saber, porque no hemos hecho del conocimiento nuestro proyecto de vida, y hacer del conocimiento nuestro proyecto de vida es una de las facultades de la lucidez.

La educación superior debe proponerse educar para la lucidez y no sólo para el mercado laboral, tener esa sola visión es reducirla a una educación alienada. La universidad no educa para la felicidad y mucho menos para la lucidez, ese debe ser el propósito sin embargo de un nuevo modelo de educador, alguien que eduque para la lucidez y no sea sólo transmisor de información, que es en lo que se ha convertido el conocimiento en muchas universidades. La creación de nuevos conocimientos en la reflexión o análisis teóricos desde las ciencias humanas, que se traduce en la investigación, son proyectos que se deben tener si queremos hacer universidad, y se hace universidad si se crean líneas de investigación y se fortalecen los departamentos de humanidades para formar individuos antes que burócratas, en un aporte al desarrollo social e intelectual de la nación. El conocimiento debe realizarse en los individuos para que los individuos lo realicen en la práctica social, que seria el escenario donde también contribuya al desarrollo social para una existencia feliz.

Volviendo sobre la visión de la felicidad en los griegos, la felicidad que los griegos llamaban sabiduría no es una felicidad que se obtiene a base de diversiones o ilusiones sino que se obtiene en relación con la verdad, esto es, una felicidad verdadera, porque el conocimiento propicia la verdad de las cosas y sus universos. La filosofía como búsqueda del conocimiento, como amor al conocimiento, es el mayor grado de sabiduría que el hombre obtiene, y en la sabiduría se reconoce la felicidad del hombre. Los griegos tuvieron la osadía de pensar la felicidad como también muchos escritores y filósofos contemporáneos. Albert Camus afirmaba que no hay que avergonzarse de ser feliz, porque la felicidad consiste en una lucha implacable contra el miedo, aunque Michel Foucault afirmará que la felicidad no existe y menos aún la felicidad de los hombres. Los filósofos modernos, como Nietzsche, afirmaba que el hombre no es concebido para la felicidad, sino que está siempre destinado a sufrir.

La felicidad que el conocimiento nos propicia tiene la virtud de hacernos sentir más seguros de si mismos, de no sentirnos indefensos frente a la vida, en tanto que un hombre sin conocimientos es un hombre indefenso que no tiene como hacerle frente. Los conocimientos no son necesariamente la obtención de los títulos académicos pero son también una vía para adquirirlos. En la era de la globalización el conocimiento está más a nuestro alcance a través de la biblioteca universal que es la Internet. El libro no será reemplazado por esta nueva tecnología sino que lo enriquecerá y lo hará llega más lejos a través de las autopistas de la red en donde la información y el conocimiento será más accesible y su creación tendrá un carácter más universal, democrático y participativo. En la red podemos descubrir también el amor, la recreación, el entretenimiento, y aparte de la información y el conocimiento, también habrá lugar para descubrir la felicidad. El físico y cosmólogo Stephen Hawking ha afirmó que el gran enemigo del conocimiento no es la ignorancia, sino la ilusión del conocimiento, esto quiere decir que mientras no se cree un conocimiento verdadero no alcanzaremos tampoco una felicidad verdadera, y viviremos en la ilusión de un conocimiento que no nos sirve para la vida, y menos aún para la felicidad.

REFERENCIAS

1. Mariano Amal. La felicidad. Pág, 1.

2. El conocimiento es: interiorizado, estructurado, sólo puede crecer lentamente, sólo es humano y conduce a la acción. La información en cambio es: externa, informe, rápidamente acumulable, se puede automatizar y es inerte. (J.A. Millán 2004) 2. Citado por Martínez Berriel, S. Sociología urbana.

3. Victoria del Blanco Pérez. La felicidad y el saber. Revista El Recreo, EU de Magisterio de Toledo, # 13 Dic, 2006. Pág. 1

4 Ibíd., Pàg,1

5. Ibib,1 Pàg,1

6. Mario Roberto Morales. Sólo el conocimiento crítico de cómo funciona el sistema puede darnos el necesario espacio de libertad de conciencia, Art. La Ventana, Portal informativo de la Casa de las Amèricas, 2007

7. Agustín Domingo, La felicidad. Pág, 1

EPISTEMOLOGIA, CIENCIAS SOCIALES Y NACION

La invención del conocimiento surge como una actividad del instinto del hombre (Nieztsche) y tiene un carácter fundamentalmente social dirigido a la satisfacción de sus necesidades y desarrollo de su calidad humana de vida. Los que trabajan en el área de las ciencias sociales o naturales con sus investigaciones intervienen en el desarrollo de los procesos sociales o naturales y producen nuevos conocimientos o técnicas. En esa perspectiva requiere la investigación de un método que conduzca a la formulación de teorías tanto en las ciencias naturales como en las ciencias sociales y por supuesto también de una metodología que explica las leyes del método que proporciona un sistema con sus propias leyes porque cada ciencia tiene su método, esto es, su categoría. Estas leyes son postulados o hipótesis que contribuyen a crear conocimientos sin el estatuto de absolutos que sirven para emprender nuevas investigaciones.

Ahora, la epistemología como disciplina que estudia la naturaleza, la posibilidad, la invención y esencia del conocimiento, no sólo analiza la relación entre un sujeto y un objeto sino que también que abarca los procesos sociales, los factores y circunstancias de la realidad que se quiere conocer. La epistemología cuestiona la forma como el hombre conoce y la forma como el objeto se nos da analizando las teorías de las ciencias, sus métodos y procedimientos (Hernando Barragán, Epistemología, Bogotá, 1997) pero en este texto abordaremos fundamentalmente la relación entre la epistemología y las ciencias sociales, esto es, los fundamentos epistemológicos de las ciencias sociales y su función en relación con la sociedad y la nación.

La interpretación de los hechos sociales requiere de un método pero las ciencias humanas no utilizan el mismo método científico que las ciencias naturales. Piaget clasifica las ciencias humanas como aquellas que tiene como objeto de estudio al hombre. La sociología o la antropología cultural como ciencias que buscan establecer leyes. La historia y la crítica literaria como las disciplinas que buscan reconstruir e interpretar el pasado. El derecho o la política como las disciplinas que buscan establecer normas y la metafísica y la ética como las disciplinas filosóficas que meditan sobre la totalidad de experiencia y la existencia humana. (Jean Piaget. Epistemología la ciencias humanas. Buenos Aires, 1972.)

Allí se pone de presente el carácter intersciplinario de estas ciencias y disciplinas. La epistemología como teoría del conocimiento tiene un carácter intersciplinario cuya teoría se fundamenta en hacer adaptar el pensamiento con la realidad en un proceso de interacción entre sujeto y el objeto. En un estudio sobre la problemática del hombre y la sociedad es pertinente una articulación entre las ciencias humanas con las ciencias formales o naturales, como las matemáticas, por ejemplo. La sociología como disciplina que estudia al hombre o los grupos en el conjunto de sus relaciones sociales, tiene necesidad de articularse con la economía o la antropología. En esa misma dirección ocurre otro tanto con la psicología, que a su vez necesita articularse con la sociología o la biología, etc. Todo esto conduce a determinar que a veces no hay necesidad de establecer para las ciencias humanas un método distinto al de las ciencias naturales en tanto que en las ciencias humanas también se hace pertinente el cálculo, la mediación o la estadística, etc. No obstante, son los problemas sociales los que condicionan un método y unas estrategias para el abordaje de los hechos sociales con una metodología que implica la puesta en escena de un procedimiento como la medición, la estadística, la interpretación, etc…

La epistemología en las ciencias sociales se fundamenta en un análisis crítico de sus teorías con el fin de problematizarlas y cuestionar el método científico en el estudio del hombre como quiera que considerar al hombre como objeto de estudio origina desacuerdos y resistencias. Las teorías del estructuralismo, el funcionalismo, el conductismo, el psicoanálisis aplicados en el estudio de la conducta humana tienen en la perspectivas de la epistemología una dimensión crítica de sus postulados y teorías que cuestionan el carácter científico que puede llegar a tener al analizar la conducta humana como los comportamientos sociales de los grupos o individuos en el conjunto de sus interacciones, relaciones y estructuras.

En el estudio del mundo de lo social la epistemología tiene en las relaciones e interacciones de los individuos con la sociedad otra dimensión crítica de sus postulados y teorías. En esa dirección las ciencias sociales estudian al grupo social como la relación entre individuos y sociedad en el nivel de su praxis o su psicología bajo una dimensión epistemológica donde se somete a la crítica las teorías positivistas, racionalistas o relativistas que están inmersas en sus análisis. Una epistemología de las ciencias humanas tiene como objeto fundamentar críticamente que las hipótesis, la observación de los hechos, la formulación de los problemas, etc., tengan un soporte científico en el proceso de conocimiento con el fin de establecer una ley o una norma que explique los comportamientos sociales.

Ahora, las ciencias sociales bajo una dimensión epistemológica deben abrirse a las demás corrientes y teorías de la modernidad que le permitan contar con un instrumental teórico para el análisis de la realidad social. En las ciencias sociales contemporáneas han surgido nuevas ciencias y disciplinas que intentan comprender los procesos cognitivos de la mente y crear sistemas de control de la sociedad como la cibernética, la teoría de la información, la lingüística estructuralistica, la inteligencia artificial, la teoría general de sistemas, la sociobiologia. La naturaleza del objeto de las ciencias sociales, la relación entre sujeto y objeto, la neutralidad y la objetividad han estado bajo los análisis epistemológicos como los fundamentos para establecer el método científico de la ciencias sociales pero se hace pertinente ahondar en la investigación sobre los problemas sociales que en nuestros días han llevado a la sociedad a un proceso de disolución como el deterioro de la calidad de vida o la descomposición ética con sus factores generadores de violencia y muerte; que un presidente reforme la Constitución para reelegirse a sí mismo es el antedecente más inmediato de una pequeña dictadura civil que se quiere instaurar en la sociedad con el argumento de la seguridad y otros sofismas. Mientras que en otros países de América Latina los pueblos están votando por gobiernos progresistas o nacionalistas, aquí en Colombia estamos haciéndolo por gobiernos de ultraderecha, las ciencias sociales pueden esclarecer porque estamos leyendo mal la realidad política nuestra que impide que los pueblos sean libres.

A las ciencias sociales también le cabe la responsabilidad histórica de indagar y reflexionar sobre los agudos conflictos sociales pero los que atraviesa la sociedad. Un análisis de lo que somos como individuos, sociedad, nación y estado contribuirá a encontrar una salida a los profundos y complejos conflictos sociales en los que la sociedad se ha inmerso. Las ciencias sociales tienen que contribuir a esclarecer como fue que llegamos al borde del precipicio si es que todavía no nos damos cuenta de que ya estamos en el fondo.

En el informe de la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo se analizó que la investigación en ciencias sociales y en la ciencias humanas está llamada a desempeñar un papel central en la mejor comprensión de los procesos de transformación social y de sus causas, y que tienen un papel vital en fomentar la capacidad de convivencia y lograr un consenso social para que se creen las bases de un nuevo pacto social. Señala igualmente que el estudio y la reflexión sobre la realidad del país por medio de la investigación en ciencias sociales y la búsqueda de nuevos arreglos sociales, son la principal fuente para consolidar la nacionalidad y culturas, y para buscar el desarrollo de una sociedad más participativa y equitativa. La investigación en ciencias sociales y el conocimiento generado de ella desempeñan un papel central en la consolidación de nuestra identidad cultural. (Colombia: Al filo de la oportunidad, Bogotá, 1995)

El filósofo Guillermo Hoyos ha señalado que hay quienes reclaman para la ciencias sociales más consecuencia con sus raíces en la condición humana y en el nivel hermenéutico de la significación pero también advierte que las ciencias sociales no están exentas de caer en un nuevo escepticismo, esto es, en el relativismo propio de las propuestas postmodernas y por ello se hace necesario evitar que la frivolidad y la fragmentación de la crítica posmodernista se apodere de las ciencias sociales y humanas (Colombia: el despertar de la modernidad, Bogotá, 1991) visión más lúcida que la de los que no reconocen su pertinencia para el análisis social como disciplina del conocimiento de la ciencia. La polarización en todos los niveles en la sociedad tiene en las ciencias sociales un desafío en sus análisis como la legitimidad de los procesos sociales y del poder desarrollado desde diferentes visiones de la vida política de la sociedad que han de contribuir al conocimiento de la sociedad y a propiciar su crítica.

PENSAMIENTO RELIGIOSO, SECULARIZACION Y MODERNIDAD

En este texto queremos analizar la idea del profesor Jorge Aurelio Díaz al comentar la ponencia de Manuel Martínez Casanova 1 en el IX Congreso Internacional de Filosofía Latinoamericana y, es aquella que dice que en gran medida el catolicismo en América Latina nos ha vacunado contra la modernidad.

Para sustentar esta idea el profesor Jorge Aurelio Díaz señala que el catolicismo en su mentalidad se caracteriza por un dogmatismo de la verdad, que la actitud del católico propende a vaciar de contenido lo subjetivo e individual, al desconocer la idea de conciencia moral y, al situar en el exterior el origen de las normas de conducta, lo que conduce a una tolerancia ante las conductas morales y, como el origen de las normas de conducta no se halla en el exterior de la conciencia, sino en la autoridad eclesiástica, el católico no tiene manera de acudir a su conciencia moral, lo que da como resultado el origen de los mesianismos donde se añora la aparición de un líder o salvador que conducirá a su pueblo a un paraíso, todo ello conduce, reitera el profesor Jorge Aurelio Díaz, a un predominio de la imaginación y de la voluntad por encima de un control reflexivo, y a un predominio del sentimiento. En efecto, el pensamiento religioso, históricamente, de alguna manera, ha limitado el desarrollo del pensamiento mismo en tanto la concepción dogmática de su doctrina.

La filosofía nos enseña que la verdad de las cosas se origina mediante una búsqueda permanente y no por un acto de revelación. El pensamiento religioso tiene una verdad revelada para todas las cosas, lo que hace que entre en conflicto la razón y la fe. El camino para llegar a la verdad de las cosas tiene su fundamento filosófico en la razón, y la verdad de las cosas es una construcción social muchas veces originadas por el poder, la tradición o las creencias. No obstante, la razón como instrumento para llegar a la verdad de las cosas tampoco se ejerce de manera objetiva, esto es, la verdad de las cosas también está permeada por los dispositivos del poder. Michel Foucault en su teoría sobre la microfísica del poder ya lo ha dilucidado. El hombre se ha imaginado un ser superior que le ha dado su origen, a imagen y semejanza, tal vez por el miedo que tiene a morir, y se ha imaginado una vida después de la muerte. Borges decía que si hay otra vida después de la muerte, la muerte tenía que ser una broma estúpida.

Todas las culturas y civilizaciones han creído en un ser superior y ello deja entrever en el hombre la necesidad de un sentimiento religioso. El hombre ha adorado el sol, las estrellas y la luna por la necesidad mítica que tiene de afirmar su existencia, pero no hay un solo ser superior, sino que cada cultura y civilización ha creado el suyo y ha creado su propia mitología con respecto a su origen y al origen del universo y de la naturaleza. No obstante, la fe le sirve al hombre para vivir y de alguna manera justifica su existencia, pero la fe es un acto individual y no debe considerarse como doctrina universal posible de imponerse 2. El proselitismo religioso también es una injerencia contra la libertad de conciencia y de espíritu de los individuos El sentimiento religioso pertenece al fuero interno, íntimo de los individuos y, cualquiera que sea la idea que tenga de un ser superior, eso reafirma su existencia sobre la tierra, pero a nivel del pensamiento la mentalidad religiosa puede tener limitaciones en la comprensión de la realidad social en tanto que muchas de sus contradicciones y conflictos se explican sobre la base de un fundamento divino. La religiosidad popular está contenida de esos imaginarios, lo que la mantiene en su estado de postración social y resignación.

La fe es el mayor mito inventado por el hombre que le ha hecho creer que él fue la creación de un ser superior y no por un proceso biológico de evolución histórica, configurando el mayor estado de alienación del hombre que lo alucina en la creencia de un cielo en donde encontrará la salvación de su alma, ha sido históricamente la más profunda creencia que ha hecho girar la vida espiritual del hombre alrededor de este mito. Nietzsche, el más radical critico de la moral religiosa, ha señalado que el hombre de fe, el "creyente" de todo tipo, es un hombre dependiente, alguien que no puede ponerse a sí mismo como finalidad, que no puede erigir finalidades a partir de sí mismo. El "creyente" no se pertenece, sólo puede ser un medio, tiene que ser un medio, tiene necesidad de que alguien lo use y que todo tipo de fe, es por si misma, una expresión de despersonalización, de autoalienación. La fe no mueve montañas sino que pone las montañas donde no las hay.

Por otra parte, en nombre de un Dios se han justificado muchos crímenes y se ha borrado la memoria cultural y mítica de los pueblos antiguos. Los fundamentalismos mantienen intacta la verdad de las cosas en un dogmatismo furioso que impide el desarrollo del pensamiento. La modernidad frente a estos dogmatismos nos llega tarde y, de alguna manera y, por otras razones, es una modernidad inconclusa, postergada o fragmentaria. El fundamentalismo religioso generalmente crea un fundamentalismo político o económico. Ahora, los procesos de secularización que se han dado en América Latina, generados por la cultura y el pensamiento heterodoxo ha situado al hombre en un mundo no concebido como un acto divino, lo que contribuye un desarrollo del pensamiento no mediado por la fe y guiado por la razón. Manuel Martínez Casanova señala que la secularización en América Latina ha generado una independencia progresiva de la cultura, la política y la sociedad con respecto a la visión de la religión sobre el hombre y la sociedad y, una desacralización de la naturaleza que refleja el creciente dominio que sobre esta ejerce el hombre con la ciencia y la tecnología. Así las cosas, la secularización del pensamiento hará posible una entrada a la modernidad entre nosotros, en tanto que el pensamiento religioso difícilmente podrá hacerlo por el espíritu de su mentalidad escolástica en tanto que todo pensamiento religioso es alienante por definición, porque saca a los individuos de la realidad y lo pone a vivir en otra realidad fuera de este mundo.

Allí están sus limitaciones como pensamiento que quiere situar al hombre en su plena realización y salvación. El pensamiento secularizado está en una constante búsqueda por la verdad de las cosas y, esa es una lección original de la filosofía, en cambio el pensamiento religioso ya tiene una verdad revelada de las cosas. El pensamiento no se puede fundamentar en dogmas ni en verdades reveladas ni fundamentarse en creencias religiosas porque ello no contribuirá a su desarrollo como expresión de la cultura y el conocimiento. La razón ilustrada y no la fe, es la que debe guiar el desarrollo del pensamiento. La relación entre ciencia y religión es conflictiva por esa injerencia del pensamiento religioso sobre las investigaciones humanas y sociales.

El pensamiento libre, como la ideología liberal, afirma el profesor Jorge Aurelio Díaz, fue originado de alguna manera por el protestantismo y ello históricamente tiene un enorme valor en el desarrollo del pensamiento en tanto que esa corriente preparó a sus fieles para la democracia liberal. En esa dirección el pensamiento libre permitió pensar nuevas formas de organización social y política. Las leyes de un país no pueden fundamentarse igualmente en creencias religiosas o supuestos teológicos pertenecientes a un determinado grupo social y tampoco puede el estado de una nación regirse por dogmas religiosos sino sobre leyes civiles 3 y, en esa dirección el desarrollo las ciencias humanas tampoco puede regirse bajo los preceptos religiosos porque el acceso a la modernidad se haría más traumático como efectivamente ha ocurrido en la historia de América Latina. La injerencia de la iglesia en maridaje con el estado sobre el cuerpo femenino, por ejemplo, es una relación de poder que ha coartado su libertad y el libre desarrollo de la sexualidad en una práctica propia de las sociedades premodernas. La intromisión de la iglesia sobre el cuerpo femenino es una injerencia de poder fundada en principios religiosos que niega su autodeterminación y su autonomía individual. Con el argumento de la defensa de la vida se vulnera los derechos de la mujer.

El pensamiento requiere de una fundamentación no automática de las cosas que le permita al hombre pensar por cuenta propia y que se sirva de su propio entendimiento para ejercicio de la crítica, la libertad intelectual, el discernimiento y la autonomía. La modernidad hizo de la razón ilustrada la esencia del hombre.

REFERENCIAS

1. Secularización y reconfiguración religiosa en América Latina: características y tendencias.

2. Cristiane Lelivre. Aborto: problema multifacético, polémica candente. Dominical. V.L. julio, 2001. Pág. 3.

3. Ibíd, Pág. 3.

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