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Multiculturalismo y democracia liberal


Partes: 1, 2, 3

    1. Resumen
    2. Introducción
    3. Conceptos previos
    4. Aproximación al debate
    5. Conclusiones a modo de flases
    6. Bibliografía

    Resumen

    Este trabajo aborda los debates filosóficos actuales acerca del multiculturalismo. Se define éste desde una doble perspectiva: descriptiva y normativa. Y se resumen las principales razones que a favor y en contra aportan las dos grandes corrientes que han abordado este fenómeno: el liberalismo y el comunitarismo. El trabajo se ilustra con múltiples citas, y se centra en tres campos: sociológico, filosófico y político. Se completa, al fin, con unas conclusiones personales y una abundante cita bibiográfica.

    1. PRÓLOGO

    El multiculturalismo: aprendiendo a ver

    Comenzar un discurso como éste nunca es fácil, ni para quien lo escribe, ni para quienes lo leen, seguramente porque uno y otros tienen intereses diferentes. Lo que aquél quisiera breve por nerviosismo y miedo al ridículo, acaso éstos lo quieren por probar la destreza de quien expone. De todas formas, avisado de esta circunstancia, permíteme, lector, comenzar mi texto con la finalidad de desbrozar brevemente esas claves de que tratan los manuales de periodismo: el qué, el quién, el cómo y el por qué.

    Son preguntas arduas, máxime cuando uno, como es mi caso, tiene mucho que contar y pocas artes para hacerlo.

    ¿Por qué este trabajo? La pasión por la filosofía y la dedicación al derecho, instrumento de mi profesión, me han traído hasta aquí. La veneración por la labor investigadora y docente constituye, especialmente, el combustible del que me he alimentado. ¿Por qué sobre este tema? La respuesta, en realidad, está al alcance de la mano. Es actual, afecta a los derechos fundamentales de las personas, supone un recurrente tema de conversación y discusión en nuestro país, y por añadidura no ha agotado todavía toda su amplitud, profundidad y capital bibliográficos.

    Claro que el multiculturalismo, así a secas, es posiblemente una cuestión tan general y amplia, que internarse en ella bien podría resultar peligroso para la claridad (que es la cortesía del filósofo, según enseñaba Ortega). Podría ser una ciénaga en la que dar un paso en falso resultará no poder salir. Pero, aun así, merecía la pena correr el peligro. Porque andar caminos poco trillados nunca ha sido descansado ni inocuo, pero a veces reporta los más valiosos hallazgos.

    Por suerte, ya hay una cantidad no desdeñable de estudios sobre el tema. Quizá todavía escasa, en comparación con otros, pero ya inspiradora. Autores extranjeros como Taylor, Kymlicka o Sartori, y españoles como Torbisco, De Lucas o Del Águila, ya habían realizado una labor esclarecedora y dialéctica muy valiosa. El tema, pues, estaba a punto para un estudio aproximativo. Y yo lo que he hecho ha sido, por tanto, recoger el testigo, aprovechar la ocasión; "carpere diem", en definitiva, con un ensayo modesto y con un afán más recopilatorio que exhaustivo.

    Entremos en materia. Podría haber planteado la investigación sobre el multiculturalismo desde algunos de los múltiples caracteres que visiblemente presenta, o ciñéndome a la perspectiva puntual de alguna de las disciplinas que pueden considerarlo como objeto de estudio. Pero, aunque es obvio que mi estudio está condicionado por el "humus" vital e intelectual del que parto, he preferido ampliar todo lo posible mi campo de visión, abrir mis ojos hasta llegar al límite mismo del dolor, para alcanzar de este modo una comprensión lo más general posible de este fenómeno. Lo he hecho así para evitar, en la medida de mis capacidades, reducirlo hasta amputarle alguna faceta esencial que pudiera esclarecer su sentido.

    Y aunque me siento, usando palabras de Einstein, como "un niño pequeño entrando en una gran biblioteca llena de libros en muchos idiomas", mi investigación ha superado el ámbito de lo jurídico, ha evitado asimismo adherirse sin retorno a los vaivenes de la actualidad política, y ha cobijado una multiplicidad de perspectivas, desde la puramente sociológica, a la más políticamente polémica, pasando, por supuesto, por la propiamente filosófica. He dado, como es lógico, mayor importancia a ésta, que reputaba desde el comienzo el verdadero móvil de mi trabajo; pero nunca la reflexión ha volado tan alto que perdiese de vista contacto con la realidad, ni con las consecuencias que las ideas podrían tener en los acontecimientos.

    En el fondo, lo que está en juego son los hechos: cómo se desarrollan, cómo analizarlos y cómo afrontarlos. Claro está, en el bien entendido sentido de que también el debate ideológico se presenta, analíticamente, como un hecho.

    Dentro de este debate, destacan sin duda dos corrientes más o menos opuestas. Por un lado, las que enfrentan el "hecho" del multiculturalismo desde presupuestos en general "individualistas", que llevan aplicándose en Occidente durante muchos años a todo tipo de problemas, comúnmente bajo la rúbrica del "liberalismo". Por otro lado, aquellas otras corrientes que parten de posiciones "comunitaristas", y que ponen precisamente en tela de juicio la propiedad y validez de ciertos postulados liberales (y por tanto individualistas) en relación con esta cuestión, pues están convencidos en general de que aquí el liberalismo tradicional se ha encontrado con la "horma de su zapato", con su gran negación, que tiene que provocar su "desuetudo" o pérdida de vigencia.

    El multiculturalismo se ha convertido, por tanto, en un problema filosófico que los expertos tienen que enfrentar con la sensación de estar quizá, sin ánimo de ser grandilocuentes, ante el tema de nuestro tiempo. El debate en torno al multiculturalismo es complejo debido a las implicaciones teóricas, éticas y políticas. Lo es desde el momento en que la filosofía política se enfrenta con el hecho de las desigualdades sociales provenientes de las diferencias culturales; esto es, con el conflicto intercultural. Y entonces pretende darle solución, y se encuentra acaso con que el hecho es polimórfico, y que la respuesta sólo puede ser interdisciplinaria, y nunca basarse en unas sencillas máximas omnicomprensivas.

    En primer lugar, porque es posible distinguir entre el multiculturalismo como una noción descriptiva (como un hecho social que se da en las sociedades contemporáneas, pues muchas sociedades son fuertemente multiculturales), y el multiculturalismo como un concepto normativo (según el cual, es moralmente bueno que las sociedades sean multiculturales). El segundo, evidentemente, es una consecuencia del primero, y trata de dar una respuesta satisfactoria a los problemas morales y jurídicos provocados por la intensa diversidad cultural de nuestras sociedades. Desde este planteamiento, el multiculturalismo se define como una ideología que se ve a sí misma como la promotora de las culturas oprimidas hasta ahora, y de sus derechos como grupos. En este contexto, existe un núcleo fuerte de postulados cuya conjunción identifica la faz de esta ideología; incluso a pesar de que, como ha puesto de manifiesto una cantidad de autores, hay distintos tipos de multiculturalismo, en función de la mayor o menor audacia de sus planteamientos. Pero todos ellos comparten en su mayoría tesis como un cierto relativismo cultural, la creencia general en la primacía del grupo (cultura) sobre el individuo y de la cultura sobre la política, y una voluntad de reparar injusticias históricas sufridas por algunos grupos sociales y culturas minoritarias.

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