La economía bipolar (la "nueva normalidad" que la crisis nos legó) – Parte I (página 3)
Enviado por Ricardo Lomoro
"Entre el estado-providencia que pretende hacerlo todo -y lo hace mal- y los ultraliberales persuadidos de que el estado no puede hacer nada bien, ¿no hay sitio para un camino intermedio, que redistribuya las responsabilidades a diferentes niveles, en función de la naturaleza de los problemas a tratar?" (Jean Marie Guehenno).
"El mercado destruye los antiguos sistemas de control social de la economía o los obliga a transformarse profundamente. Una conmoción de este tipo no exige la formación de movimientos sociales sino, más bien, de movimientos históricos, que opongan el pueblo a las elites, quienes sufren los cambios a quienes los dirigen" (Alain Touraine).
"La teoría del conflicto de olas, sostiene que el más grave con el que nos enfrentamos no es entre el islam y occidente o el de "todos los demás contra occidente", según señaló recientemente Samuel Huntington. Ni está en decadencia Estados Unidos, como declara Paul Kennedy, ni nos hallamos ante el "final de la historia" conforme a la expresión de Francis Fukuyama. El cambio económico y estratégico más profundo de todos es la próxima división del mundo en tres civilizaciones distintas, diferentes y comercialmente enfrentadas a las que no cabe situar según las definiciones convencionales. Tres civilizaciones tajantemente separadas, en contraste y competencia: la primera simbolizada por la azada, la segunda por la cadena de montaje y la tercera por el ordenador" (Alvin y Heidi Toffler).
"Actualmente y en el futuro, los conflictos sociales y políticos no serán entre el capital y el trabajo, sino entre los bien situados y los relativa o específicamente pobres. Es posible que dichos conflictos no sean pacíficos. La participación política es un disolvente de las tensiones, y, cuando no se dispone de dicha participación, la única alternativa es la violencia… Una amenaza más clara a la (era de la) satisfacción procede de aquéllos a los que se deja afuera del bienestar: la subclase de los barrios pobres urbanos en los que ha sido ampliamente confinada. La posibilidad de una rebelión de la subclase profundamente inquietante para la satisfacción, existe y se refuerza. (¡El Motín Urbano!) (John Kenneth Galbraith).
"La obsesión por la competitividad no es sólo equivocada, sino peligrosa, sesgando las políticas nacionales y amenazando el sistema económico internacional" (Paul Krugman).
"Si buscamos el momento histórico que más se asemeje al nuestro, inevitablemente señalamos esa hora oscura en que la civilización materialista y el espíritu científico y racional del mundo antiguo sufrió un descalabro que allanó el camino de la civilización medieval" (Taichi Sakaiya).
"La historia vuelve a ser ese túnel en que el hombre se lanza, a ciegas, sin saber a dónde lo conducirán sus acciones, incierto de su destino, desposeído de la ilusoria seguridad de una ciencia que dé cuenta de sus actos pasados. Privado de Dios, el individuo democrático, ve tambalearse sobre sus bases, en este fin de siglo, a la diosa historia: esta es una zozobra que tendrá que conjurar" (François Furet).
"En épocas turbulentas, en tiempos de grandes cambios, las personas optan por uno de los dos extremos: el fundamentalismo o la experiencia espiritual o personal" (John Naisbitt y Patricia Aburdene).
"En los albores del siglo XXI los estadounidenses afirman que el sueño de prosperidad y seguridad se ha convertido en un sueño imposible de alcanzar. Del american dream al american downsizing" (Mercedes Odina y Gabriel Halevi).
"En el plano financiero hemos asistido a un formidable crecimiento de la internacionalización… que ha llevado a hablar de una verdadera "financierización" de la economía… con riesgos reales de formación de una "economía de casino", centrado en el corto plazo y la especulación en detrimento de la industria y el largo plazo" (Benjamin Coriat y Dominique Taddei).
"El compromiso es un camino de ida y vuelta, y los empresarios que esperan obtener lealtad, flexibilidad y cooperación de sus trabajadores, sin darles nada a cambio, ya sea en forma de seguridad, beneficios o capacitación son, lisa y llanamente, explotadores" (Francis Fukuyama).
Ante esta situación de irracionalidad, frente a un estado de desesperanza, nos planteamos algunos interrogantes que servirán para el análisis y propuesta a desarrollar:
¿Por qué las empresas impulsan la globalización? ¿Por qué los países o bloques aceptan la globalización? ¿Por qué los trabajadores y consumidores aceptan la globalización? ¿Adónde nos lleva esta situación? ¿Quiénes ganan? ¿Quiénes pierden? ¿Cuáles son los costos? ¿Será posible que la globalización globalice las crisis? ¿Es cierto que el libre comercio beneficia a todos los países? ¿Por qué se debe flexibilizar "sólo" el mercado de trabajo? ¿Quién se beneficia con el aumento de la productividad? ¿Estamos llegando a la paradoja de un capitalismo sin consumidores? ¿El paro se tornará endémico? ¿Puede Europa competir? ¿Puede el capitalismo morir de éxito? ¿Estamos ante el fin de la historia o ante el fin del futuro? ¿Puede la economía de casino seguir especulando ante el peligro del estallido social?
Resulta poco menos que increíble, ante este panorama de capitalismo asesino, que buena parte de los que tienen algo que decir o hacer -políticos, intelectuales, académicos, gobernantes y hasta empresarios- disimulen, finjan, mientan a sabiendas, en una actitud cínica, que cuanto menos podríamos llamar cómplice, frente a la economía del miedo imperante.
Así y todo, la duración de los aplausos se apagará en una generación. Estos "sopistas" que denostan el "estado de bienestar" recurrirán a los gobiernos -como lo han hecho tantas veces como han necesitado- para que les resuelvan las consecuencias -como siempre, imprevistas, no deseadas- del próximo crack bursátil, inestabilidad, pánico o huida financiera, hija de sus especulaciones, de sus volatilidades y de sus frivolidades culposas.
¿Cómo podemos, sin mentir, no enterrar la esperanza?
Ante la irracionalidad, la mediocridad, la corrupción, el desprecio; conviviendo con el miedo, la incertidumbre, la desigualdad, la insolidaridad, el déficit de porvenir, la desilusión, debemos hacer frente a este holocausto laboral, a esta globalización de la miseria.
Mientras la mano invisible -del mercado- tira de la horca, el fundamentalismo económico nos condena al analfabetismo democrático.
Están dadas todas las condiciones para que entremos al nuevo siglo caminando hacia atrás en el futuro. Este cambio indigerible del atletismo económico quiere dar por bueno al trabajador de usar y… tirar.
La miopía capitalista ha puesto al hombre contra el mercado. La óptica del "ganador se lleva todo" puede llevar a la "rebelión de los esclavos" en busca de una nueva fe.
De la economía del miedo, hemos pasado al salario del miedo, como escala previa a la globalización de la miseria.
En esta guerra sin frente, que impone un mercado de trabajo brutal, ¿puede Europa competir?, ¿debe Europa competir?
¿Cuál será el voto de los perdedores? ¿Cuánto se demorará la rebelión de los trabajadores ante el espiral descendente de la globalización? ¿Se podrá detener el sida económico? ¿Tendrá remedio la bacteria asesina del empleo? ¿Estamos todos atrapados en la red? ¿Iremos todos juntos a la quiebra?
(Si parece que fue ayer ) Este último Apartado fue extraído de mi Ensayo: "Globalización económica – El imperio de la mediocridad", publicado en octubre de 1998, hace casi18 años, mucho antes de la pikettymanía y de la pikettyfobia.
Sin ser Nassim Taleb (autor del Cisne Negro) que escribió sobre el impacto de lo altamente improbable, ni Nouriel Roubini (el Doctor Muerte), que predijo la crisis financiera de 2008, no me podrán negar que mi "antiglobalización" viene desde antes que se notaran sus "daños colaterales". La amargura de la victoria.
Sin modelos matemáticos, sin matrices y derivadas, sin correlaciones, ni variables aleatorias, por conocimiento de la historia (esa de la que reniegan muchos académicos, porque nunca tuvieron que pagar una nómina) y por pura lógica económica (esa a la que renunciaron muchos académicos, para no ofender a los que le pagan la nómina), vi venir la cachetada desde antes del inicio del primer round. La tierra no es plana.
La crisis financiera era previsible (por exceso y avaricia) y la crisis laboral y de ingresos era previsible (por defecto y competencia desleal). Lo difícil es despertar.
Durante mucho tiempo se permitió que la ciudadanía, las empresas, y los Estados pidieran prestado para crecer aunque fuera por encima de sus posibilidades. Pero ese modelo está agotado y los bancos centrales tienen un problema.
A esta crisis se llegó cuando se agotó la capacidad de endeudamiento. Llegados a este punto, los incrementos de la base monetaria o las políticas expansivas en todos los ámbitos seguirán sin funcionar porque primero hay que digerir la deuda que ya se ha contraído. Los bancos centrales no pueden suplir con "el gas de la risa monetario" (sic. Daniel Lacalle) los desequilibrios de los países.
Estamos en una situación en la que sobra producto ("oferta") y falta trabajo ("capacidad de absorción"). Los estímulos monetarios, además de innecesarios, son peligrosos.
Estados Unidos y Europa desmantelaron su industria con el cuento de garantizar la libre competencia. Fue tanta la competencia que generaron, que se quedaron sin fábricas.
Mientras los países asiáticos se pasaban por el forro tales remilgos, carcajeándose de la ceguera política y el suicidio económico que Estados Unidos y Europa se auto infligían a cámara lenta, sus Gobiernos apuntalaban su sector industrial a costa de los países "librecambistas", pasándose por el arco del triunfo cualquier atisbo de juego leal y justo.
China y Corea del Sur, entre otros, dedican recursos públicos ingentes a afianzar su industria a costa de los pardillos norteamericanos y europeos. Saben que cada dólar o euro dedicado a tales menesteres genera por lo menos dos o tres más para sus propias economías, permitiendo que arrasen en el exterior. Si a eso le añadimos la tradicional manipulación de sus monedas, el resultado es el conocido: Estados Unidos y Europa dejan de ser competitivas.
La otra manera de arrasar industrialmente y eliminar la competencia sin mayores contemplaciones es cometiendo "dumping" humano, medioambiental y generacional. China es especialista, de ahí su polución y sus graves problemas para el hábitat.
La única manera de generar empleo abundante y de calidad es haciendo que los multiplicadores de Keynes se vuelvan positivos de nuevo, mediante inversión selectiva en el sector industrial, en vez de gasto corriente incongruente. Las nuevas tecnologías no lo van a hacer.
Destruir es fácil. Construir cuesta mucho más. Hay que darse prisa. Estados Unidos y Europa no pueden permitir que su clase media se siga desangrando,
El empresario industrial ha dejado de existir por pura inanición. Hay que fomentar su resurgimiento. Hay que Establecer un juego comercial justo implantando medidas fiscales y arancelarias que desincentiven allende las fronteras norteamericanas y europeas el dumping humano, medioambiental, y generacional. Gravando mediante aranceles o incluso prohibiendo importar aquellos productos que no sean fabricados con unos estándares de decencia y de ética mínimos.
La Organización Mundial del Comercio, ideologizada como está, ha demostrado no servir para nada más que para fomentar la ley de la selva. Estados Unidos y la Unión Europea, si quieren terminar con este calvario, deberán tomar de manera unilateral la iniciativa, mediante nuevas directivas que impidan que la competencia desleal extra regional continúe actuando como le venga en gana en perjuicio de todo el planeta.
Para crecer es posible y angustiosamente necesario reindustrializar Estados Unidos y Europa aprovechando los menores costes salariales y la todavía de momento alta cualificación de sus trabajadores.
Es necesario establecer los mecanismos financieros y de gestión adecuados, y legislar por una vez en beneficio de sus ciudadanos y dejar de actuar a órdenes de la ideología que los ha arruinado.
Tal crecimiento económico es el único capaz de reducir la deuda, la única manera de crear empleo de calidad, y de generar crecimiento económico sostenible y de verdad.
No se puede admitir, ni tolerar, que la creación de una clase media en los países emergentes y en vías de desarrollo, justa y necesaria, se haga aniquilando las clases medias de los países avanzados (ahora, lamentablemente, en vías de subdesarrollo).
En el Paper – La clase media y su proceso de movilidad social descendente – Parte I: De "clase media" a "nuevos pobres", publicado el 15/8/2007, escribí:
Dice un graffiti, a la entrada de una "villa miseria" (barrios marginales de las grandes ciudades) en Buenos Aires: "Bienvenida clase media".
La realidad económica y la "proletarización" de la clase media
Últimamente se está hablando mucho de un informe de 91 páginas publicado en enero por el Ministerio británico que lleva por título "Global Strategic Trends Programme 2007-2036. Como su nombre sugiere, se trata de anticipar y combatir los riesgos para el desarrollo de nuestro mundo globalizado y la estabilidad del sistema internacional en los próximos 30 años, enfocando con luz concentrada la evolución probable de la economía y el comportamiento de los diversos grupos sociales.
El horizonte imaginado por los militares británicos es tremebundo. Vislumbran una terrible amenaza que se cierne sobre las clases medias occidentales, acosadas por un creciente desorden social en sus hábitats urbanos, casi destruidos por la violencia, la ausencia de servicios y poblado por unos residentes envejecidos y con pensiones cada vez más bajas. Sus hijos sólo encuentran empleos precarios, en una competencia feroz con inmigrantes asiáticos o africanos, mientras contemplan que el poder y las riquezas en la sociedad transnacional en la que viven son patrimonio de un elitista club de ricos del que -sin posibilidad alguna de movilización- han sido excluidos para siempre.
El contralmirante Chris Parry, coordinador del trabajo, considera probable que las clases medias abandonen su actual relativismo moral, que ya no les rendirá beneficios, y abracen sistemas de creencias más rígidos como el marxismo. Los burgueses se reencarnarían en una inédita "clase universal" capaz de transformar el orden social según sus necesidades, sustituyendo al extinto proletariado de las antiguas economías industriales.
La prospección de los militares británicos analiza el comportamiento de las clases medias como un nuevo poder insurgente estructurado a escala internacional y definido por su posición socioeconómica y su acceso a la sociedad del conocimiento. Podrían, de esta forma, movilizar a sus simpatizantes de manera espontánea e inesperada para las fuerzas del orden.
A la vez que impulsa el nacimiento de clases medias en las economías emergentes, la globalización las está socavando en los países industrializados. A escala global, según el estudio prospectivo impulsado por el Ministerio de Defensa británico, las clases medias se pueden ver distanciadas de un grupo reducido muy rico, y esas diferencias hacerse más explícitas "incluso para aquéllos que van a ser materialmente más prósperos que sus padres y abuelos". A más largo plazo, todas ellas pueden sentirse amenazadas, con lo que las clases medias podrían convertirse en revolucionarias, sustituyendo en ese papel al proletariado en la tradicional visión de Marx, concluye dicho estudio. No es descabellado.
Van a afrontar mayor desorden social y más violencia en un entorno urbano de menor bienestar social y sistemas de pensiones en crisis. La revolución del "proletariado de clase media", como lo llama el estudio, consistiría en que las clases medias del mundo se unirían, haciendo uso de su acceso al conocimiento y sus instrumentos, "para transformar los procesos transnacionales de acuerdo con sus propios intereses de clase", es decir, para construir "otra" globalización, aunque no esté aún definida.
Estamos ante una pleamar de las clases medias a nivel global y en esa revolución podrían participar las chinas, que se cuentan en decenas o centenares de millones de personas, a cuyos intereses ha respondido el régimen comunista introduciendo en la Constitución y desarrollando por ley la propiedad privada.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) observa por su parte el efecto de la globalización sobre el mercado laboral y los salarios. No es que estos hayan bajado en términos absolutos, ni estemos en un juego de suma cero en el que lo que unos ganan con la globalización lo pierden otros, porque como indica el estudio del Fondo, el tamaño de la tarta de la economía ha aumentado. Aunque las ganancias en productividad también han empujado el peso relativo de los salarios a la baja (un 8% desde 1980, la mayor parte desde 1990), casi todos han ganado, si bien ha crecido también la desigualdad.
Con la entrada de China, India y la otrora Europa del Este, Rusia incluida, en la economía global, se ha multiplicado por cuatro la oferta global de mano de obra efectiva. Es lo que Clyde Prestowitz, en un libro famoso llamó los "3.000 millones de nuevos capitalistas", que hacen que el poder se desplace hacia Oriente. Pero también éste y el Sur van a Occidente. El Fondo recuerda que los países desarrollados no sólo importan más productos y servicios de las economías emergentes, sino también mano de obra: la fuerza laboral de EEUU cuenta ahora con un 15% de inmigrantes, proporción comparable a la de importaciones en relación con el PIB.
Además, en las economías de los países desarrollados se ha producido una precarización del empleo, especialmente entre los más jóvenes y también entre los hijos de las clases medias con situaciones más fijas, además de entre los menos cualificados. Esta precarización es la que está detrás del aumento de algunos movimientos de extrema derecha en países europeos. Y es la que puede contribuir a que se cumpla el pronóstico del Ministerio de Defensa británico. Pues, aunque sus integrantes vivan mejor, los fundamentos de las clases medias occidentales -y de las bajas, claro- se están viendo demediados.
La ONU proyecta que la población en edad laboral aumente en el mundo en un 40% de aquí a 2050. O se encuentra trabajo, especialmente en países que ya tienen población joven, como África y América Latina, o se convertirá en pasto de los radicales, con efectos que estamos viendo estos días en Argel y en Casablanca, después de Nueva York, Bali, Madrid y Londres, por no contar los que se han evitado. Un radicalismo alimentado, no sólo por los "malditos de esta tierra", sino también por los que en sus países son, a menudo, los "hijos frustrados de las clases medias".
Desigualdad y cambio
A principios de los años 70, un envejecido pero aparentemente lúcido Franco se entrevistaba con un enviado del gobierno estadounidense de Nixon, Vernon Walters (viejo "conocido" de Latinoamérica), sobre el futuro de España. La preocupación de "imperio" americano era saber que pasaría en España después de la muerte del dictador, y Franco se mostró accesible ante esa pregunta: todo iría como los americanos, franceses e ingleses querían, una democracia con el hasta entonces príncipe como rey. Vernon Walters quiso saber el porqué de tanta seguridad en sus palabras, a lo que Franco contestó que su mejor creación era "la clase media española". Diga a su presidente que confíe en el buen sentido del pueblo español. No habrá otra guerra civil".
El "caudillo" creó así una clase económica y social fuertemente estructurada y organizada en base a las economías medias y el bienestar socio-económico que el estado subsidiario podía brindarles. Una clase de contención tanto hacia abajo como hacia arriba, una especie de clase vertical sobre la cual reposaban y reposa la realidad política española. Una clase contrarrevolucionaria, una pequeña apisonadora de cambios, la merma desatomizada de la disidencia. La contención pequeñoburguesa numéricamente superior. Una clase y un estado, pero sobre todo una conciencia: la burguesa.
Los análisis marxistas ya hablaron de la proletarización de las clases medias, sobre todo en el marco de crisis económica, en el capitalismo. Según algunos autores, existen dos formas de proletarizar la clase burguesa: la económica y la de conocimiento. La primera es circunstancial y depende del estado económico, aunque en su fase explosiva es más visceral y de éxtasis -y exotismo- revolucionario. La segunda es más profunda y lenta, pues depende de la conciencia de clase -clase trabajadora- que cada individuo o colectividad adquiera.
Actualmente asistimos a una proletarización parcial, pues es económica. Mientras la conciencia mayoritaria es burguesa, conformista, consumista e individualista; la situación socio-económica es cada vez peor, un futuro nada halagüeño -más bien paupérrimo en todos los sentidos– que conformará, modulará y establecerá las nuevas clases económicas. La ruptura de las clases medias podría venir por el incremento de las desigualdades sociales entre la propia clase media, lo que podría ser el embrión de nuevos estados sociales que difícilmente podrían convivir en un mismo sistema político.
Algunos episodios históricos han demostrado que la proletarización forzada por una crisis económica ha servido para crear una conciencia comunitaria de lucha social -y patriótica-. Sin embargo otros tantos episodios han mostrado como una débil proletarización -nula comunalización-, o incompleta, ha devenido es sistemas nuevamente oligárquicos de nuevas clases dirigentes, con la misma estructura que las anteriores situaciones injustas, simplemente cambiando las personas -y los nombres- de las instituciones.
La desigualdad económica ¿realmente se ha incrementado en las últimas dos décadas, conocidas como "la era de la globalización"? ¿Dónde y cuánto? Y lo que es más importante, ¿por qué? ¿Cuál es la relación, si existiera, entre la desigualdad y el desarrollo económico? ¿Cuál es el efecto sobre la desigualdad de las crisis económicas, las guerras, las revoluciones y los golpes de Estado? ¿Cuál es el efecto sobre la desigualdad de las turbulencias financieras en los países en desarrollo y, más específicamente, sobre las crisis de la deuda y los colapsos cambiarios? ¿Cuál es el efecto de factores nacionales como las políticas públicas y cuál es el efecto de factores globales como el nivel internacional de los tipos de interés?
La "nueva pobreza"
Les voy a contar una historia, una historia de sueños, de "sueños argentinos"
El proceso de empobrecimiento que sufrió la gran mayoría de la sociedad argentina casi no tiene parangón en otras sociedades del planeta. Baste decir que el conjunto de los trabajadores perdió en las dos últimas décadas alrededor de un 40 por ciento del valor de los ingresos. En el Gran Buenos Aires, entre 1980 y 1990 la pobreza creció un 67 por ciento, dentro del cual se destaca un grupo, el de los ex integrantes de las clases medias que ingresan en el territorio de la pobreza: los nuevos pobres, que se acrecentaron en un 338 por ciento. La profundidad y persistencia de la crisis iniciada a mediados de 1970 hizo que centenares de miles de familias de clase media y de ex pobres estructurales -es decir, pobres de vieja data-, que en el pasado habían podido escapar de la miseria, hayan visto reducir sus ingresos hasta caer por debajo de la "línea de pobreza", que representa el ingreso necesario para adquirir la llamada canasta básica de bienes y servicios.
Los nuevos pobres se parecen a los no pobres en algunos aspectos socioculturales, como el acceso a la enseñanza media y superior, el número de hijos por familia -más reducido que entre los pobres estructurales-, etc.; y a los pobres de vieja data, en los aspectos asociados a la crisis: el desempleo, la precariedad laboral, la falta de cobertura de salud, entre otros. La pauperización de las capas medias argentinas no es un hecho del pasado, sino que persiste en la actualidad. Un estudio de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL, 1994), organismo dependiente de la Naciones Unidas, muestra que, a pesar del crecimiento económico experimentado, el empobrecimiento de los sectores medios del país ha continuado en los últimos años.
No es fácil captar en toda su extensión las consecuencias que la pauperización de una parte considerable de la clase media argentina tiene tanto en aquellos que la sufren en carne propia como en la sociedad argentina en su conjunto. Es que este hecho marca un punto de no retorno, el fin de un tipo determinado de sociedad. Hasta entonces, la Argentina había sido una sociedad relativamente integrada -al menos en comparación con la mayoría de los países latinoamericanos- en la que una importante clase media había surgido como resultado de un proceso de movilidad social ascendente cuya continuidad no se ponía en cuestión. Hoy, luego de más de dos décadas, no hay duda de que como decían muchos nuevos pobres, "este país ya no es el mismo".
El empobrecimiento de una parte importante de las clases medias no fue un acontecimiento natural ni una catástrofe inexorable, ni tampoco un hecho que pueda ser analizado en forma aislada. Fue el resultado de una serie de factores de orden externo e interno; un proceso para cuya comprensión sería necesario referirse a la poderosa transferencia de recursos desde el sector público hacia el sector privado producido en las dos últimas décadas, al endeudamiento externo, la pérdida de derechos sociales y la falta de una intervención estatal eficaz dirigida a los sectores más vulnerables. Simultáneamente, se conformó la contracara indisociable del empobrecimiento masivo: la nueva riqueza, que emerge y alcanza su apogeo en gran medida en individuos y grupos económicos muy vinculados con el poder político. En suma: el empobrecimiento fue un hecho económico, un hecho social y un hecho político.
Debo remontarme a la historia de mis abuelos (árabes en la rama materna e italianos en la rama paterna) de principios del siglo XX y a la ayuda de Alberto Minujiin y Gabriel Kessler (autores de "La nueva pobreza en la Argentina" – Editorial Temas de Hoy – 1995), para relatar la historia de los sueños de los "sueños argentinos":
"Yo había oído hablar de la Argentina, muchos de los nuestros habían venido y se comentaba en el pueblo que estaban bien, que habían comprado casa, que habían puesto negocios y que les iba bien, muy bien. Era un país riquísimo decían, como Estados Unidos, hasta más Cuando escuchaba eso yo empezaba a pensar y pensar, miraba el pueblo, miraba la pobreza, me imaginaba otra cosa y empecé a pensar por qué yo no, por qué no ir yo también
El 25 de marzo de 1916 Adolfo Torentano llegó al puerto de Buenos Aires en el vapor "Magenta", que había zarpado de Génova casi un mes antes, nada más sabemos de él. Su historia, quizás, no difiere de la de los más de 5.000.000 de inmigrantes de España, Italia, Polonia, Uruguay, Paraguay, Alemania, Siria, Bolivia, Chile, Rusia, Hungría, Armenia y tantos otros países que desde 1860 eligieron a la Argentina como destino.
Viendo hoy sus sueños, sus esperanzas de antaño, nos preguntamos qué habrá sido de Adolfo Torentano; cuál habrá sido su suerte; qué se hizo de sus esperanzas.
Adolfo Torentano llega a una Argentina que exportaba del 25 al 30 por ciento de su producto bruto interno, cuyo maíz, trigo, carne y lana constituían la mayor parte o tenían un lugar prioritario en las exportaciones mundiales; que en las décadas siguientes llegó a extender su ferrocarril hasta poseer el 43 por ciento de todas las vías de América del Sur y donde se consumía el 56 por ciento de todo el papel para imprimir del subcontinente. Una Argentina que millones de inmigrantes habían elegido como futura morada de sus hijos, de sus nietos, de los descendientes que no llegarían a conocer. Colectivamente se construyó el "sueño argentino": una sociedad naciente iba poblando un país desierto, y sólo se avizoraba el progreso. Las perspectivas de esa época permitían vislumbrar un futuro venturoso para ese país, comparable sólo al de los Estados Unidos, Canadá o Australia. Pero no fue así
Ciertamente la Argentina de hoy no es la de ayer. No sólo por lo que una serie de cifras indiquen sobre el producto bruto, sobre su lugar en el ranking de las naciones. La Argentina se había pensado a sí misma como una nación de modo distinto de lo que hoy puede pensarse. O, mejor dicho, los argentinos se soñaron como otro tipo de sociedad: más justa, más solidaria y, sobre todo, siguiendo un acompasado movimiento conjunto de progreso. En el imaginario argentino del siglo XX, cerrando la brecha social entre una cúpula y su base, aparecía la imagen de una multitudinaria clase media que los diferenciaba de otros países latinoamericanos donde entre los pudientes y los miserables se abría un abismo de temor y violencia recíprocos.
Investigaciones sucesivas demuestran que más del 70 por ciento de la población se consideraba miembro de la clase media, que podía albergar a todo aquel que gozara de un trabajo formal, del acceso real o potencial a ciertos bienes y servicios. La clase media argentina era notablemente homogénea: podrían encontrar cobijo dentro de ella tanto un obrero del conurbano como un aventajado profesional de Palermo (barrio de nivel medio-alto de Buenos Aires), un empleado público del interior o un pequeño propietario del campo. Tal es su capacidad de bienvenida a tan diferentes formas de vida, que se puede pensar a la clase media como lo más cercano a esa identidad nacional moderna de siempre tan costosa definición.
¿Qué pasó en las últimas décadas con gran parte de la clase media? La primera respuesta que surge es: ha desaparecido. Y sin embargo, esto no es cierto. La clase media no desapareció: una parte pequeña se ha mantenido en su lugar sin perder nada; otra porción, escasa, ha mejorado su posición y la gran mayoría se ha empobrecido. Es que la sociedad en su conjunto ha perdido casi un 40 por ciento de sus ingresos entre 1980 y 1990. Los empleados públicos, un 41 por ciento; los cuentapropistas, un 45 por ciento; los trabajadores de la construcción, un 49 por ciento, y así el resto
La sociedad argentina ha perdido mucho, muchísimo más de lo que en un primer pantallazo puede parecer. Si chequeáramos cosa por cosa, bien por bien, gusto por gusto lo que se ha modificado, contraído, suprimido y posteriormente olvidado, la lista parecería hablar de otra vida. Desde ir al club hasta los postres, desde el diario hasta el coche, desde el servicio de salud hasta la ropa nueva, desde las vacaciones hasta invitar a cenar a los amigos; distintos sectores de la clase media, dependiendo de su ubicación original y la magnitud de su caída, han perdido en casi todo los terrenos. Pero al empobrecerse como sociedad han perdido también bienes y servicios que colectivamente les pertenecían en tanto ciudadanos: hospitales deteriorados, escuelas sobrecargadas, rutas pagas que reemplazan a las gratuitas, espacios privatizados que antes eran públicos, un medio ambiente descuidado, servicios encarecidos, nuevos impuestos sin un aumento en el polo de los ingresos, son algunos capítulos del empobrecimiento colectivo de una ciudadanía. También en tanto trabajador, el ciudadano ha perdido: las nuevas leyes de flexibilización laboral implican el cercenamiento de derechos sociales adquiridos.
Empobrecimiento individual o familiar, empobrecimiento como ciudadano y como trabajador son las facetas de una caída colectiva comenzada hace más de dos décadas y que hoy continúa
Con la caída económica cae un valor central de nuestro imaginario: la creencia en el progreso ¿Qué lugar queda entonces para la esperanza? ¿Qué futuros nos esperan?
La nueva pobreza es también una miseria difusa, dispersa en las grandes ciudades. Mientras que los viejos pobres viven en barrios y enclaves reconocibles por todos, los nuevos pobres no. Casi cualquier barrio, prácticamente cualquier edificio de clase media puede albergarlos. Es una pobreza privada, de puertas adentro. Esta dispersión y la desorientación que produce transforman la nueva pobreza en una pobreza invisible
El gran ausente en el escenario de la nueva pobreza es el Estado Una característica central de lo que Eduardo Bustelo (1991) llamó el "Estado del Malestar" es que abandonó a sus ciudadanos justamente cuando más necesitaban de él. Si en la última década tantos cientos de millones de habitantes de la Argentina no pudieron evitar su ingreso en el territorio de la pobreza, se debió no sólo al tipo de políticas de estabilización y ajuste llevadas a cabo, sino también a la inexistencia de políticas "preventivas" a las que se pueda recurrir antes de verse arrojado a la pobreza y la exclusión
Empobrecidos por la paulatina pérdida de valor de sus ingresos, por el desempleo, por haber perdido uno de los dos o tres trabajos que mantenían en pie a la familia: pauperizados por estar condenados a peores trabajos que aquéllos para los que están calificados, por el casamiento, por el nacimiento de hijos o la enfermedad terminal de uno de los padres, por ser madres solteras o por un forzado cambio de rumbo, de las malas hacia una peor, lo cierto es que estamos ante un fenómeno nuevo, la "nueva pobreza", que modificó la estructura de la sociedad argentina
Los empobrecidos y los nuevos pobres constituyen -como sus hogares- un "estrato híbrido". Un grupo social caracterizado por la combinación de prácticas, costumbres, creencias, carencias y consumos hasta hoy asociados a diferentes sectores sociales
La hibridez resulta de tres procesos de presencia simultánea en la nueva pobreza:
a) carencias y necesidades insatisfechas del presente;
b) bienes, gustos y costumbres que quedan del pasado, y
c) posibilidad de suplir algunas carencias gracias al capital social y cultural acumulado
El empobrecimiento conlleva dos movimientos simultáneos y de sentido inverso. En una dirección se debe contraer, recortar, resignar y modificar todo tipo de hábitos relacionados de un modo u otro con lo económico. Y en la otra dirección, se hace necesario aprender, inventar, permutar, incorporar, recorrer inusitados circuitos en busca de nuevas opciones de consumo, de obtención de ingresos o cualquier oportunidad de mejorar la situación. Al empobrecerse, no sólo se pierde todo lo que se pierde sino que, para evitar una mayor desestructurización, deben adoptarse nuevos criterios rectores de la organización económica familiar, lo cual no es otra cosa que un cambio cultural profundo. Se debe, ni más ni menos, aprender a ser pobre, proceso para el cual no existen en nuestra cultura comportamientos-guía a seguir. No hay en las sociedades modernas conocimientos disponibles que permitan a un individuo o familia que está cayendo saber desde un comienzo qué conviene hacer, por dónde empezar a ajustar, cómo racionalizar recursos que serán más tarde imprescindibles. El camino hacia la pobreza es un constante ensayo y error en el que cada error sale caro y lleva a perder un capital que ya será difícil recuperar.
En muchos casos la historia de la caída es una historia de pérdidas sucesivas: primero, para mantener el estilo de vida acostumbrado y, más tarde, para intentar hacer pie en medio de la debacle. Se hacen inversiones que fracasan, o se sacrifica un bien para salvar otro que a su vez también terminará perdiéndose Insuficiente información, nulo entrenamiento y ningún punto de apoyo para, al menos, no seguir cayendo
La sociedad actual es diferente de aquella que en el pasado imaginaron tantos inmigrantes y, más tarde, muchos de los que hoy se empobrecieron. ¿Qué perdura y qué se ha desvanecido de las creencias que postulaban a esa nación nueva y casi deshabitada como el escenario de una promesa de sociedad integrada, próspera y con equidad creciente? Imaginario de progreso colectivo cuyo consenso social residía en gran medida en la integración de dos ideas: la del país rico, la tierra naturalmente dotada -resabios de tiempos pasados donde la posesión de materias primas podía definir el grado de riqueza de un país- y la fe en la persistencia de una dinámica social distributiva que había originado ciertos grados de bienestar y equidad a partir de una movilidad social ascendente efectivamente producida, legislaciones sociales avanzadas, una participación importante de los trabajadores en el total de los ingresos, etcétera
La pauperización de la clase media es quizás la desmentida más cruda de la promesa originaria de progreso colectivo
No preguntamos si acaso las imágenes de la pauperización no conllevan una carga de culpabilización hacia las víctimas por su suerte, como si las causas de la pobreza estuvieran en gran medida en su propio accionar. No una culpabilización abierta, pero sí una cierta estigmatización, una discriminación encubierta al tratarlos, por ejemplo, como contingentes de población que han quedado a la vera de un camino inexorable, como resabios del pasado; en especial cuando se hace referencia al sector público, a las áreas menos dinámicas de la economía o a los jubilados. Una suerte de "costo" a ser pagado por la modernización o la estabilidad que beneficia al "país"; como si pudiéramos hablar en términos de "costos y precios" al referirnos a hombres y mujeres y como si la situación de un país pudiera ser realmente pensada en términos absolutos, sin tomar en cuenta las desigualdades internas, los "costos" que determinados sectores "pagan" y otros tipo de clivajes.
Esto nos lleva a preguntarnos acerca de nuestra tolerancia hacia la desigualdad ¿No nos estará empezando a parecer perfectamente normal que ante la pobreza, la vulnerabilidad social o la exclusión, cada cual deba arreglárselas por sus propios medios, sin contar con una red de resguardo provisto por el Estado y la sociedad? ¿Habremos comenzado a habituarnos a ser una sociedad más equitativa, sin que esto suscite cuestionamientos ni un profundo debate acerca de cuáles deberían ser los criterios de justicia rectores en la distribución de bienes y servicios en las distintas esferas de la vida social?
Una sociedad puede crecer en lo económico, y a la par no sólo no disminuir las desigualdades, sino más aún, puede producirse simultáneamente un aumento de la pobreza y de la inequidad en la distribución de los ingresos"…
Recorriendo el relato sobre la nueva pobreza en la Argentina (según lo publicado por Alberto Minujin y Gabriel Kessler), espero y deseo que muchos lectores se hayan visto reflejados en su situación particular, aunque pertenezcan -aún y por poco tiempo- a la "sociedad de los conformes" (Europa, Estados Unidos o Japón).
Mi padre me decía en la remota y lejana Argentina de los "sueños" (allí por 1955): si tú estudias y terminas la escuela primaria, no tendrás que trabajar de peón en la agricultura; si estudias y terminas la escuela secundaria, no tendrás que trabajar de peón en la construcción; y si estudias y terminas la universidad, tendrás la vida asegurada. Ese hijo de inmigrantes italianos, sabía bien lo que era ser peón. Lo llevaba en los genes. En esa época y en esa circunstancia, estuvo acertado. En esa época y en esa circunstancia, salvo en casos excepcionales, los hijos estaban "llamados" a tener un éxito económico mayor que el de sus padres. El ascensor social funcionaba.
En la actualidad, en la "sumergente" Argentina, en la "satisfecha" Europa, en el "incuestionable" Estados Unidos o en el "opaco" Japón, salvo casos excepcionales, los hijos están "llamados" a tener unos ingresos inferiores a los de sus padres, para similar profesión. El ascensor social está: "out of order".
En el Paper – La "argentinización" de la economía mundial – Lecciones de la historia: Un amargo despertar (el único modelo económico que transformó a un país rico en uno pobre), publicado 15/6/2009, escribí:
Para desatar una crisis de proporciones globales hizo falta más que la avaricia de los bancos, el despilfarro de los consumidores estadounidenses y una regulación débil. Según Galbraith, la mejor vacuna para evitar crear la siguiente burbuja no es ya leer sobre las crisis anteriores, sino realmente haber vivido una en carne propia Esa desafortunada experiencia (podría utilizar el plural), es lo que me impulsa a escribir esta guía. Ojalá sirva de ayuda para evitar la próxima conmoción.
Atrapado en el tiempo (el Día de la Marmota)
Hoja de ruta
Según Wikipedia: Groundhog Day (en español El Día de la Marmota), conocida en España como Atrapado en el tiempo y en Hispanoamérica como Hechizo del tiempo o a veces también como El día de la Marmota es una comedia romántica dirigida por Harold Ramis y estrenada en 1993. Bill Murray y Andie MacDowell protagonizan esta comedia fantástica, cuya temática puede recordar al mito de Sísifo.
El meteorólogo de una cadena de televisión, Phil Connors (Bill Murray), acompañado de su nueva redactora Rita (Andie MacDowell), acude con su técnico de grabación a Punxsutawney, una pequeña población de Pennsylvania en la que cada 2 de febrero, en pleno invierno, el comportamiento de una marmota en la fiesta local determina cuánto tiempo queda hasta que termine la estación fría, el famoso Día de la Marmota. A primera vista vemos que Phil es un hombre frustrado en sus ambiciones y aburrido con su trabajo, y en su arrogancia piensa que su carrera profesional no avanza todo lo rápido que merecería.
Realizadas las tomas de la marmota y transmitidas por televisión, el pequeño grupo se dispone a regresar a Pittsburg para poder cubrir el noticiario de las 5. Sin embargo, una tormenta de nieve les obliga a pasar la noche en el pueblo. A la mañana siguiente suena el despertador con la misma música del día anterior (I Got You Babe) de Sonny & Cher. A medida que se viste y acude al comedor para desayunar, el incrédulo Phil se va dando cuenta de que está viviendo de nuevo el día de la marmota.
Tras repetirse varias veces esta situación, Phil comienza a pensar que no tiene sentido vivir día tras día lo mismo, por lo que decide cambiar drásticamente los acontecimientos. Aprovecha la información que obtiene cada día para beneficiarse "al día siguiente", más tarde decide enamorar a su redactora sin tener suerte. Día tras día es rechazado, así que decide suicidarse al pensar que nunca saldría de este bucle temporal. Coge un coche y se lanza a un acantilado, luego prueba otras formas de suicidarse (se arroja de un edificio, se mete en la bañera con un tostador, etc.), hasta que se rinde. Viendo que esto no funciona empieza a deprimirse pero, aconsejado por Rita se da cuenta que puede mejorar su vida como un benefactor que ayuda a los demás.
De esta manera comienza una vida diaria haciendo el bien a quien necesite, como ayudar a un atragantado aplicándole la maniobra de Heimlich, o salvando a un niño de caer de un árbol. Sin embargo se desanima al no ser capaz de salvar la vida de un anciano sin hogar, a pesar de llevarle a un hospital para que le atiendan. Cuando quiere ver el expediente del occiso la enfermera le da algo de consuelo al decirle que "ya era su momento".
Finalmente se puede ver que Connors mejora sus habilidades, al punto de aprender a tocar el piano, esculpir en hielo, hablar en francés y memorizar la vida de todos los habitantes del pueblo. Y a la vez que mejora sus habilidades físicas también realza su comportamiento, haciendo que sea apreciado por la gente de Punxsutawney. Así mismo confiesa su verdadero amor a Rita, por lo cual ella le acepta y así al fin puede romperse el ciclo al despertarse ya el 3 de febrero. Phil entonces sugiere a Rita quedarse a vivir en el pueblo y así una nueva vida comienza para ellos.
Rendición (Tango cósmico, en dos actos – I -)
En mis épocas de Argentina (hace más de 20 años) se decía que había tres tipos de países en el mundo: los países desarrollados, los países subdesarrollados y la Argentina.
Un caso único, paradigmático, que sorprendía (por su enigma) a los investigadores y catedráticos de economía de las universidades más prestigiosas del mundo.
Un humorista argentino muy popular (Enrique Pinti) relataba en uno de sus monólogos teatrales (Salsa Criolla) que un estudioso norteamericano se había pasado un largo período en Buenos Aires intentando descubrir el misterio de la decadencia nacional. Frustrado, con más dudas que certezas, finalmente le preguntaba al actor: "¿Cómo han llegado ustedes hasta aquí?", a lo que Pinti contestaba: "Y de a poquito"
De a poquito, esos argentinos que se creían franceses que hablaban en inglés, un día descubrieron que eran italianos que hablaban en español
De a poquito, esos argentinos que creían vivir en un país rico -entre París y Londres o, como mínimo, Nueva York-, un día descubrieron que vivían en "Villas Miseria" (chabolas) o rodeados de ellas
Rendición (Tango cósmico, en dos actos – y II -)
Luego de más de 20 años en el exilio y de haber apostado por vivir (supuestamente) en una parte del mundo más predecible, transparente, sostenible y ética vengo a descubrir (tarde y mal) que al fin nada es cierto.
¿Amargura? No, pena.
De un país de fracasos desmesurados he pasado al descalabro global del sistema económico capitalista (esta vez, sin escapatoria planetaria). La sumatoria de desaciertos, intentos fallidos, inventos mesiánicos, dogmas desatinados, torpezas o dislates, que han caracterizado la historia económica argentina, se ha propagado por el mundo en una globalización siniestra del descalabro y la decepción.
Si Argentina pudiera cobrar "derechos de autor" por sus diversos y desastrosos modelos económicos, a tantos "usuarios" internacionales, tal vez hoy, podría ser un país "fracaso-dólar", resolver su problema de la deuda "eterna" y sobrarle para hacer inversión extranjera directa (mira tú por donde ). Un "Fondo Soberano" del absurdo.
En uno de sus pocos aciertos (tal vez el único) la presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner (Ms. Botox, la Virreina del Plata), dijo que Obama era como Perón, pero que aún no se había dado cuenta (todo se andará, cuestión de tiempo).
Por buscar paralelos personales podríamos asemejar a Berlusconi con Menem (basta ver sus escándalos matrimoniales y de faldas o rastrear entre sus frivolidades y bufonadas).
Otro parecido interesante podría darse entre Rodríguez Zapatero y De la Rúa (incapacidad, impotencia, falsedad, majadería y memez). Personajes entre Peter Pan y Alicia en el País de las Maravillas. Bobos solemnes. Errores democráticos.
En el archivo de "sexo, mentiras y cintas de video" no puedo dejar de destacar (otros que merecerían el DNI argentino) a Sarkozy, Brown o a Gyurcsany (no me olvido de Blair, que se nos fue, pero aún me guía )
Si de la política pasamos a la economía, cómo no equiparar a Martínez de Hoz con "burbujita" Greenspan o a Cavallo con "helicóptero" Bernanke. Grandes "desreguladores" grandes "empapeladores" (profetas de fracasos anunciados).
También encuentro correlación entre Lucio García del Solar (licuación de las deudas) y Paulson o entre Pedro Pou (tratado de asociación monetaria con EEUU) y Geithner.
Entre la inepcia y la idiocia. La lista podría continuar
Para comenzar, les presento algunos artículos periodísticos sobre el esperpento (casi "familiar", digamos), que ayudan a poner "letra" al segundo acto del "Tango cósmico". La "música" sigue siendo argentina. O sea
Pasen y lean. Pueden juzgar por ustedes mismos (o marcarse un tango, si lo desean)
(Febrero 2015) Un modo de reconfirmar la "argentinización" (bajemos al quiosco)
En vez de la hemeroteca presentada en el Paper de junio de 2009, les ofrezco dos Apartados: Estados Unidos: detrás de un vidrio oscuro y Europa: el efecto perverso de la crisis, con una abundante documentación actualizada, para que puedan formarse un juicio personal sobre el tema, dando o quitando razón a mi análisis y conclusión.
En la Parte II del Paper se publica como Anexo una versión resumida de varios Informes de Organismos Internacionales, con amplia información estadística.
Fuentes consultadas (base de datos):
– Eurostat Statistical Books – Income and living conditions in Europe – 2010
Income quintile share ratio (S80/S20) – Gini coefficient – GDP per cápita – People at risk of poverty or social exclusion – At-risk-of-poverty threshold – Inequality of income distribution – Income inequality for older people.
– Informe "Neoliberalismo y distribución del ingreso en los Estados Unidos de América", de febrero de 2009, el Profesor Carlos Encinas Ferrer, investigador y académico de la Universidad de La Salle Bajío en León, México, publicado en la Revista Latinoamericana de Economía Problemas del Desarrollo, nos presenta -entre otros- los siguientes gráficos (numerados del 1 al 12), que abarcan del año 1959 al 2007.
– Table 693 – "Share of aggregate income received by each fifth and top 5 percent household: 1970 to 2008", cuya fuente es el U.S. Census Bureau – The 2011 Statistical Abstract – The National Data Book.
– "Distribution of wage eaners by level of net compensation, correspondientes a los años 2005 al 2009", extraídas del Wage Statistics – Social Security on line – USA.
– Ingresos de los hogares publicados por el U.S. Department of Commerce y Eurostat: http://www.census.gov/hhes/www/income/data/historical/inequality/IE-1.pdf
– Desigualdad Global: La distribución del ingreso en 141 países – Documento de trabajo sobre política social – UNICEF – Agosto 2012
– National Income and Its Distribution – IMF Working Paper – June 2014
– Income Inequality Update – Rising inequality: youth and poor fall further behind – OECD – June 2014
– Income inequality: nearly 40 per cent of total income goes to people belonging to highest (fifth) quintile – Income inequality statistics – Eurostat – June 2014
– Europe 2020 indicators – poverty and social exclusion – Eurostat – September 2014
– Income, Poverty, and Health Insurance Coverage: 2013 – U.S. Department of Commerce – U.S. Census Bureau – September 2014
– Income and Poverty in the United States: 2013 Current Population Reports – U.S. Department of Commerce – U.S. Census Bureau – September 2014
– Pensions at a Glance 2013 – OECD and G20 indicators
– Informe sobre el Trabajo en el Mundo 2014 – El desarrollo a través del empleo – OIT – Mayo 2014
– Informe Mundial sobre Salarios 2014 / 2015 – Salarios y desigualdad de ingresos – OIT – Diciembre 2014
– Global Wage Report 2014/15 – Wages and income inequality – OIT – December 2014
– Society at a Glance 2014 – OECD Social Indicators – The crisis and its aftermath
– Estados Unidos: detrás de un vidrio oscuro
Clase media americana: del sueño a la pesadilla (documento original)
– 36 Facts Which Prove The American Dream Is Turning Into A Nightmare For The Middle Class (Business Insider – 4/5/11)
(Michael Snyder, The American Dream) Lectura recomendada
The U.S. middle class is being shredded, ripped apart and systematically wiped out. If you doubt this, just check out the statistics.
The American Dream is being transformed into an absolute nightmare.
Once upon a time, the rest of the world knew that most Americans were able to live a middle class lifestyle. Most American families had nice homes, most American families had a car or two, most American families had nice clothes, most American families had an overabundance of food and most American families could even look forward to sending their children to college if that is what the kids wanted to do. There was an implicit promise that this was the way that it was always going to be.
Most of us grew up believing that if we worked really hard in school and that if we stayed out of trouble and that if we did everything that "the system" told us to do that there would be a place for us in the middle class too. Well, it turns out that "the system" is breaking down. There aren't enough good jobs for all of us anymore. In fact, there aren't very many crappy jobs either. Millions are out of work, millions have lost their homes and nearly all of the long-term economic trends just keep getting worse and worse. So is there any hope for the U.S. middle class?
No, there is not.
Unless fundamental changes are made economically, financially and politically, the long-term trends that are destroying the U.S. middle class will continue to do so.
The number of good jobs has been declining for a long time. The good jobs that have been lost are being replaced by a smaller number of low paying "service jobs".
Meanwhile, the cost of everything is going up. It is getting really hard for American families to be able to afford to put food on the table and to put gas in the tank. Health care costs are absolutely outrageous and college tuition is now out of reach for millions of American families.
Every single month more American families fall out of the middle class. Today there are 18 million more Americans on food stamps than there were just four years ago. More than one out of every five U.S. children is living in poverty. Things are getting really, really bad out there.
(Read more: http://www.businessinsider.com/american-dream-middle-class-2011-5#ixzz1LSS0Qizg)
36 Statistics Which Prove That The American Dream Is Turning Into An Absolute Nightmare For The Middle Class
The U.S. middle class is being shredded, ripped apart and systematically wiped out. If you doubt this, just check out the statistics below. The American Dream is being transformed into an absolute nightmare. Once upon a time, the rest of the world knew that most Americans were able to live a middle class lifestyle. Most American families had nice homes, most American families had a car or two, most American families had nice clothes, most American families had an overabundance of food and most American families could even look forward to sending their children to college if that is what the kids wanted to do. There was an implicit promise that this was the way that it was always going to be. Most of us grew up believing that if we worked really hard in school and that if we stayed out of trouble and that if we did everything that "the system" told us to do that there would be a place for us in the middle class too. Well, it turns out that "the system" is breaking down. There aren't enough good jobs for all of us anymore. In fact, there aren't very many crappy jobs either. Millions are out of work, millions have lost their homes and nearly all of the long-term economic trends just keep getting worse and worse. So is there any hope for the U.S. middle class?
No, there is not.
Unless fundamental changes are made economically, financially and politically, the long-term trends that are destroying the U.S. middle class will continue to do so.
The number of good jobs has been declining for a long time. The good jobs that have been lost are being replaced by a smaller number of low paying "service jobs".
Meanwhile, the cost of everything is going up. It is getting really hard for American families to be able to afford to put food on the table and to put gas in the tank. Health care costs are absolutely outrageous and college tuition is now out of reach for millions of American families.
Every single month more American families fall out of the middle class. Today there are 18 million more Americans on food stamps than there were just four years ago. More than one out of every five U.S. children is living in poverty. Things are getting really, really bad out there.
The following are 36 statistics which prove that the American Dream is turning into an absolute nightmare for the middle class….
#1 The competition for decent jobs in America has gotten absolutely insane. There have been reports of people actually getting down on their knees and begging for jobs. Many Americans are starting to wonder if they will ever get a decent job again. According to the U.S. Bureau of Labor Statistics, the average duration of unemployment in the United States is now an all-time record 39 weeks….
#2 According to the Wall Street Journal, there are 5.5 million Americans that are unemployed and yet are not receiving unemployment benefits.
#3 The number of "low income jobs" in the U.S. has risen steadily over the past 30 years and they now account for 41 percent of all jobs in the United States.
#4 Only 66.8% of American men had a job last year. That was the lowest level that has ever been recorded in all of U.S. history.
#5 Once upon a time, anyone could get hired at McDonald's. But today McDonald's turns away a higher percentage of applicants than Harvard does. Approximately 7 percent of all those that apply to get into Harvard are accepted. At a recent "National Hiring Day" held by McDonald's only about 6.2 percent of the one million Americans that applied for a job were hired.
#6 There are now about 7.25 million fewer jobs in America than when the recession began back in 2007.
#7 The United States has lost an average of about 50,000 manufacturing jobs per month since China joined the World Trade Organization in 2001.
#8 A New York post analysis has found that the rate of inflation in New York City has been about 14 percent over the past year.
#9 The average price of a gallon of gasoline in the United States is now up to $ 3.91 a gallon.
#10 Over the past 12 months the average price of gasoline in the United States has gone up by about 30%.
#11 Spending on energy now accounts for more than 6 percent of all consumer spending. Every time this has happened since 1970 we have also had a recession that followed.
#12 The average American driver will spend somewhere around $ 750 more for gasoline in 2011. Unfortunately, it seems likely that the price of oil is going to go up even higher. Already the price of oil is closing in on the all-time record….
#13 In the United States, over 20 percent of all children are living in poverty. In the UK and in France that figure is well under 10 percent.
#14 According to the U.S. Census, the number of children living in poverty has gone up by about 2 million in just the past 2 years.
#15 The wealthiest 1% of all Americans now own more than a third of all the wealth in the United States.
#16 The poorest 50% collectively own just 2.5% of all the wealth in the United States.
#17 The wealthiest 1% of all Americans own over 50% of all the stocks and bonds.
#18 According to a new report from the AFL-CIO, the average CEO made 343 times more money than the average American did last year.
#19 In 1980, government transfer payments accounted for just 11.7% of all income. Today, government transfer payments account for 18.4% of all income.
#20 U.S. households are now receiving more income from the U.S. government than they are paying to the government in taxes.
#21 59 percent of all Americans now receive money from the federal government in one form or another.
#22 The average cost of tuition, room and board at America's public universities is now $16,000 a year. For America's private universities, that figure is, $ 37,000 a year.
#23 The cost of college tuition in the United States has gone up by over 900 percent since 1978.
#24 Approximately two-thirds of all college students graduate with student loan debt.
#25 17 million college graduates are doing jobs that do not even require a college degree.
#26 According to the Bureau of Economic Analysis, health care costs accounted for just 9.5% of all personal consumption back in 1980. Today they account for approximately 16.3%.
#27 One study found that approximately 41 percent of working age Americans either have medical bill problems or are currently paying off medical debt.
#28 Back in 1965, only one out of every 50 Americans was on Medicaid. Today, one out of every 6 Americans is on Medicaid.
#29 Total credit card debt in the United States is now more than 8 times larger than it was just 30 years ago.
#30 During the first three months of this year, less new homes were sold in the U.S. than in any three month period ever recorded.
#31 Now home sales in the United States are now down 80% from the peak in July 2005.
#32 U.S. home prices have now declined 32% from the peak of the housing bubble.
#33 For most middle class families, the family home is the number one financial asset. Unfortunately, U.S. home values have declined an astounding 6.3 trillion dollars since the housing crisis first began.
#34 According to a recent census report, 13% of all homes in the United States are currently sitting empty.
#35 The housing crisis just seems to keep on getting worse. 31 percent of the homeowners that responded to a recent Rasmussen Reports survey indicated that they are "underwater" on their mortgages.
#36 Unfortunately, it looks like millions more middle class Americans could soon be in danger of losing their homes. According to the Mortgage Bankers Association, at least 8 million Americans are at least one month behind on their mortgage payments at this point
El 46,5% de los norteamericanos vive al límite de sus posibilidades financieras
"Sólo el 24,9% de los norteamericanos podrían conseguir 2.000 dólares en 30 días, según un estudio publicado por el National Bureau of Economic Research. Annamaria Lusardi de la George Washington School of Business, Daniel J. Schneider de Princeton University y Peter Tufano de la Harvard Business School preguntaron: "¿Cuánto confía usted en que podría conseguir 2.000 dólares si surgiese una necesidad inesperada durante el mes que viene?" Un 24,9% afirmó estar seguro de que podría, un 25,1% dijo que probablemente podría, un 22,2% dijo que probablemente no y un 27,9% que seguro que no"… Casi la mitad de los estadounidenses vive al día (Libertad Digital – 26/5/11)
Los investigadores puntualizan que preguntaron específicamente "si podrían conseguir" los fondos en vez de peguntar si disponían de esa cantidad en forma de ahorros, "pues los individuos puede que no recurran sólo a los ahorros para enfrentarse a los imprevistos".
La conclusión del estudio es clara: "La capacidad de los americanos para enfrentarse a imprevistos es sorprendentemente limitada", ya que "si consideramos a los que responden que están seguros o que probablemente no podrían hacer frente con un imprevisto financiero ordinario de esta magnitud, encontramos que casi la mitad de los americanos son financieramente frágiles".
La cifra de 2.000 dólares "refleja el orden de magnitud del coste de una reparación de coche inesperada, un copago grande en gasto médico, gastos legales o una reparación del hogar", según los autores, es decir, gastos no previstos pero que pueden darse perfectamente en la vida de cualquier ciudadano común.
Los resultados concuerdan con otros estudios anteriores. A la pregunta de si habían "guardado fondos de emergencia para cubrir gastos durante tres meses, en caso de enfermedad, pérdida del trabajo, problemas económicos u otras emergencias" sólo el 49% dijo que sí.
Cabe tener en cuenta que el estudio se ha realizado sobre datos correspondientes al año 2009 y que, desde entonces, Estados Unidos ha experimentado cierta mejora. Pero no hay motivos para suponer que esta leve mejora haya sido suficiente para variar significativamente esta preocupante fragilidad.
La clase media en apuros
Posiblemente, uno de los hallazgos más sorprendentes del estudio es que una parte importante de la clase media norteamericana también se considera frágil. Según los autores, "resulta algo increíble que casi una cuarta parte de los hogares que ingresan entre 100.000 y 150.000 dólares afirmen no ser capaces de conseguir 2.000 dólares en un mes, pero este hecho puede resultar menos chocante cuando uno considera los costes de vida en las zonas urbanas, costes de vivienda y cuidado infantil, el sustancioso servicio de la deuda y otros factores".
Los investigadores preguntaron, a continuación, cómo conseguirían los fondos, ofreciendo 14 opciones agrupadas en 6 categorías:
Ahorros: (1) retirar ahorros, (2) liquidar o vender inversiones, (3) liquidar inversiones de jubilación aunque suponga pagar una penalización, (4) tomar presta contra mis ahorros de jubilación en mi lugar de trabajo.
Familia o amigos: (5) tomar prestado o pedir ayuda a mi familia, (6) tomar prestado o pedir ayuda a mis amigos (no miembros de mi familia).
Crédito típico: (7) usar tarjetas de créditos, (8) abrir o usar una línea de crédito o hacer una segunda hipoteca, (9) pedir un préstamo.
Crédito alternativo: (10) conseguir que me adelanten la paga, (11) empeñar un activo que poseo.
Trabajar más: (12) trabajar horas extras, conseguir un segundo empleo o que lo haga un miembro de mi hogar.
Vender posesiones: (13) vender cosas que poseo, excepto mi hogar, (14) vender mi hogar.
Un 18,6% del total contestó que para conseguir el dinero tendría que empeñar o vender algo, o bien recurrir a algún préstamo. "Añadido al 27,9% que considera que seguro que no podría hacer frente a la emergencia, esto sugiere que aproximadamente un 46,5% de los encuestados están viviendo muy cerca del borde financiero".
Comparativa de ocho países
Los investigadores dirigieron la misma pregunta a ciudadanos de otros países. En el Reino Unido los resultados fueron muy similares. En Canadá los que respondieron que seguro que podrían fueron un 44,3%. En Holanda, un 57,7%, el mejor resultado de los ocho países del estudio.
Es interesante observar que los que más confían en poder hacer frente al gasto inesperado son también los que más recurrirían para ello al ahorro. Destacan en este sentido los holandeses que no son sólo los que más recurrirían al ahorro sino que, además, disponiendo de 6 respuestas alternativas entre las que elegir son el único país que considera también "otros" métodos. No acaban ahí las particularidades de los holandeses, pues son también los que menos recurrirían a trabajar más o vender posesiones para conseguir los 2.000 dólares.
¿Cómo les ha ido durante la crisis a los que viven "del lado bueno de la vías del tren"?
"2010 fue otro buen año para los millonarios, aunque el ritmo de crecimiento de sus fortunas se desaceleró"… Los millonarios controlan 39% de la riqueza del mundo (The Wall Street Journal – 1/6/11)
Según un nuevo informe de Boston Consulting Group divulgado a finales de mayo (2011), la cantidad de familias millonarias en el mundo creció 12,2% en 2010, a 12,5 millones. (BCG define a los millonarios como aquellos con US$ 1 millón o más en activos invertibles, excluyendo viviendas, bienes de lujo y participación en su propia compañía)
La tendencia más importante, sin embargo, es una que tiene que ver con la distribución global de la riqueza. De acuerdo con el reporte, los millonarios del mundo representan 0,9% de la población mundial pero controlan el 39% de su riqueza, por encima del 37% de 2009. Su riqueza hoy llega a US$ 47.400 billones (millones de millones) en riqueza invertible, por encima de los US$ 41.800 billones (millones de millones) de 2009.
¿Y a los que viven "del lado malo de las vías del tren"?
"Agobiados por unos salarios estancados y unos precios al alza, los consumidores estadounidenses creen que las probabilidades de traer más dinero a casa en el próximo año son las más bajas de los últimos 25 años, según un análisis de Goldman Sachs". (El Economista – 3/6/11)
En la recesión de 2001, el país perdió el 2% del empleo desde el máximo de empleo y entonces los recuperó en un ciclo de 48 meses. En 1990, los empleos perdidos en la recesión se recuperaron en 30 meses.
Pero ahora, 38 meses después del máximo del empleo durante el boom inmobiliario, todavía hay un 6% menos de puestos de trabajo. Y recuperar ese empleo en menos de 10 meses no tiene precedentes, si es que no es imposible.
Una verdad incómoda
– La verdad sobre la economía de EEUU (El Economista – 4/6/11) Lectura recomendada
(Por Robert Reich)
La economía estadounidense sigue estancada. El consumo es bajo. Los salarios, también. Es vital que comprendamos cómo hemos pasado de la Gran Depresión a 30 años de Gran Prosperidad; de ahí a 30 años de ingresos estancados y crecientes desigualdades, para terminar en la Gran Recesión, y de ésta a una recuperación anémica.
Desde 1947 a 1977, la nación aplicó lo que podría denominarse una negociación básica con los trabajadores estadounidenses. Los empresarios les pagaban lo suficiente para comprar lo que producían. La producción y el consumo en masa demostraron ser complementos perfectos. Casi cualquiera que quería un trabajo podía encontrarlo con un salario decente. Durante estas tres décadas crecieron los sueldos de todos, no sólo de quienes estaban arriba. Y el Gobierno hizo cumplir esa negociación básica de muchas maneras. Utilizó una política keynesiana para conseguir casi el pleno empleo. Brindó a los trabajadores comunes más capacidad de negociación. Proporcionó el seguro social. Y amplió la inversión pública. Por consiguiente, creció la parte de los ingresos que iba a la clase media mientras mermó la porción destinada a lo más alto. Pero no consistía en un juego de suma cero: a medida que la economía crecía, casi todo el mundo mejoró, también los que estaban en lo más alto.
La paga de los trabajadores incluidos en el 20 por ciento más pobre creció un 116 por ciento en estos años, más rápido que los ingresos del 20 por ciento más rico (que subió un 99 por ciento).La productividad también subió más rápido. El rendimiento por hora trabajada se dobló, así como los ingresos medios. Expresadas en dólares de 1997, las rentas de una familia media se elevaron de unos 25.000 a 55.000 dólares. La clase media tenía los medios para comprar, y al hacerlo creaba nuevos empleos. A medida que la economía crecía, la deuda nacional reducía su peso.
La Gran Prosperidad también trajo una reorganización del trabajo. A los empresarios se les exigía por ley dar una paga extra -la hora y un 50 por ciento más- por lo que rebasara las 40 horas a la semana. Esto creó un incentivo para que se contrataran más trabajadores cuando la demanda repuntaba. Además, estaban obligados a abonar un salario mínimo, lo que mejoró los sueldos más pobres. Cuando se despedía, normalmente durante una recesión, el Gobierno concedía prestaciones por desempleo que solían durar hasta la recuperación. Lo que no sólo sacaba a las familias del apuro, sino que les dejaba seguir comprando, un estabilizador automático para una economía en receso.
Quizá lo más significativo sea que el Gobierno elevó la fuerza negociadora del trabajador común. Se le garantizaba el derecho a afiliarse a sindicatos, con los que los empresarios tenían que negociar de buena fe. A mediados de los 50, más de un tercio de los empleados del sector privado estaba afiliado. Y los sindicatos exigían una ración justa del pastel. Las compañías sin sindicatos, temiendo que sus trabajadores quisieran uno, ofrecían tratos similares.
Los estadounidenses también disfrutaban de una seguridad económica frente a los riesgos, no sólo con prestaciones de desempleo, sino también a través de la Seguridad Social, el seguro por discapacidad, por pérdida del sostén económico de la familia, por lesión en el lugar de trabajo o por incapacidad de ahorrar lo suficiente para la jubilación. En 1965, llegó el seguro sanitario para las personas mayores y pobres (Medicare y Medicaid). La seguridad económica fomentó la prosperidad. Al exigir a los estadounidenses compartir los costes de la adversidad, les permitía compartir los beneficios de la tranquilidad. Y eso los dejaba libres para consumir los frutos de su trabajo.
El Gobierno patrocinó los sueños de las familias estadounidenses de tener su hogar en propiedad, facilitando hipotecas de bajo coste y deducciones de los intereses. En muchas zonas del país, subvencionó la electricidad y el agua para que las casas fueran habitables. Y construyó carreteras que conectaban sus hogares con los principales centros comerciales.
El Gobierno también amplió el acceso a la educación superior. Pagó la de quienes volvían de la guerra. Y la expansión de las universidades públicas hizo que la clase media pudiera acceder a ella. El Estado sufragó todo con los ingresos fiscales procedentes de la creciente clase media. Los ingresos también se vieron impulsados por quienes estaban en lo alto de la escala de ingresos, cuyos impuestos marginales eran mucho más altos. El tipo marginal máximo del impuesto sobre la renta durante la II Guerra Mundial era superior al 68 por ciento. En los años 50, con Eisenhower, a quien pocos llamarían un radical, subió al 91 por ciento. En la década hasta 1970, el tipo marginal máximo estaba en torno al 70. Incluso después de explotar todas las posibles deducciones y créditos, el contribuyente medio de ingresos altos pagaba un impuesto federal marginal de más del 50 por ciento. Pero en contra de lo que los conservadores habían predicho, los altos tipos no redujeron el crecimiento. Al contrario, permitieron ampliar la prosperidad de la clase media.
Durante la Gran Prosperidad de 1947-1977, la negociación básica había garantizado que la paga de los trabajadores estadounidenses coincidiese con su rendimiento. Pero después de este punto, el rendimiento por hora siguió subiendo. Sin embargo, se dejó que la retribución real por hora se estancase. Es fácil echarle la culpa a la globalización, pero los avances tecnológicos han desempeñado un papel equivalente. Las fábricas que quedan en EEUU han ido echando trabajadores según se automatizan. Y lo mismo le ha ocurrido al sector servicios. Pero en contra de lo que dice la mitología popular, el negocio y la tecnología no han reducido el número de trabajos estadounidenses. Su efecto más profundo ha sido sobre la paga. En lugar de quedarse sin empleo, la mayoría de los estadounidenses se ha contentado con salarios reales inferiores o que se han elevado más lentamente que el crecimiento de la economía. Aunque el desempleo que vino después de la Gran Recesión sigue siendo alto, los puestos de trabajo lentamente vuelven. Pero, para conseguirlos, muchos tienen que aceptar una paga inferior.
Hace más de tres décadas, el comercio y la tecnología empezaron a abrir una brecha entre las ganancias del nivel más alto y las demás. La paga de los titulados por prestigiosas universidades ha remontado el vuelo. Pero la paga y prestaciones de la mayoría de los trabajadores se han mantenido o bajado. Y la consiguiente división también ha hecho que las familias estadounidenses de clase media se sientan menos seguras.
El Gobierno podría haber hecho cumplir la negociación básica. Pero hizo lo contrario. Redujo drásticamente los bienes públicos y las inversiones, golpeando los presupuestos escolares, incrementando el coste de la educación pública superior, reduciendo la formación laboral, recortando el transporte público y dejando que los puentes, puertos y autopistas se deterioraran.
Hizo trizas las redes de seguridad, reduciendo la ayuda para las familias desempleadas con hijos, endureciendo las condiciones para optar a los cupones de alimentos, y recortando el seguro de desempleo tanto que, en 2007, sólo el 40 por ciento de los parados estaba cubierto. Redujo a la mitad el tipo máximo del impuesto sobre la renta, pasando del ámbito del 70-90 que prevalecía durante la Gran Prosperidad al del 28-35 por ciento; permitió a muchos ricos tratar sus ingresos como ganancias de capital sometidas a un impuesto del 15 por ciento; y contrajo los impuestos de sucesiones que sólo afectaban al 1,5 por ciento de los asalariados del máximo nivel. Pero al mismo tiempo, EEUU impulsó los impuestos sobre el consumo y las nóminas, que se llevaron un trozo de la paga de la clase media y los pobres mayor que de los ricos.
Tres mecanismos de supervivencia
Pero Estados Unidos siguió comprando mediante tres mecanismos de supervivencia. El primero: las mujeres entran en el trabajo retribuido a partir de finales de los 70, y subiendo en los 80 y 90. Para la parte relativamente pequeña de mujeres con títulos universitarios, era la consecuencia natural de oportunidades educativas más amplias y de las nuevas leyes contra la discriminación, las cuales abrieron posibilidades profesionales. Pero la gran mayoría lo hizo para aumentar los ingresos familiares cuando los hogares se vieron golpeados por el estancamiento de los salarios de los hombres. Esta transición de la mujer al trabajo remunerado ha sido uno de los cambios sociales y económicos más importantes de las últimas décadas. En 1966, el 20 por ciento de las madres con hijos pequeños trabajaba fuera de casa. A finales de los 90, la proporción se había elevado al 60. Para las mujeres casadas con hijos de menos de 6 años, la transformación ha sido aún más dramática, del 12 de finales de los 60 al 55 por ciento a finales del siglo XX.
Mecanismo de supervivencia número dos: todos trabajan más horas. En 2005, no era extraño que los hombres trabajaran más de 60 horas a la semana y las mujeres, más de 50. Es decir, el estadounidense medio hacía más de 2.200 horas al año, 350 por encima del europeo medio, más incluso que un japonés.
Mecanismo de supervivencia número tres: gastarse los ahorros y tomar prestado hasta las cejas. Tras agotar los dos primeros mecanismos, era la única forma en que los estadounidenses podían seguir consumiendo como antes. Durante la Gran Prosperidad, la clase media ahorraba el 9 por ciento de sus ingresos. A finales de los 80 y principios de los 90, esa parte se había cercenado al 7 por ciento. Después, la tasa de ahorro cayó al 6 en 1994, y siguió bajando hasta el 3 en 1999. En 2008, los estadounidenses no ahorraron nada. Mientras, la deuda de los hogares explotó. En 2007, el estadounidense medio debía el 138 por ciento de sus ingresos después de impuestos.
Los tres mecanismos se han agotado. El desafío consiste en restaurar la enorme clase media estadounidense. Esto exige resucitar la negociación básica que relaciona los salarios con las ganancias generales, y facilitarle a la clase media una porción de la tarta suficiente. Como deberíamos haber aprendido de La Gran Prosperidad, no es posible una economía creciente y vibrante sin una clase media creciente y vibrante.
"The Truth About the Economy", by Robert Bernard Reich:
Expone lo que considera es la verdad sobre la economía actual, sobre cuál es el principal error que estamos cometiendo.
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