1- Europa y América del Norte en la segunda mitad del siglo XIX 2- Napoleón III y el Segundo Imperio Francés 3- El gobierno de Francia 4- 5- La fase revolucionaria 6- La fase diplomática y militar 7- Unificación Alemana 8- Bismarck y la cuestión de Schleswig-Holstein 9- La Guerra Austro-prusiana (1866) 10- La Confederación de Alemania del Norte 11- La Guerra Franco – prusiana y la unificación alemana 12- La Inglaterra Victoriana 13- Inglaterra durante el reinado de Victoria 14- Estados Unidos 15- La guerra de Secesión 17- La controversia regional 18- La aprobación de la esclavitud 19- La crisis secesionista 20- La guerra civil 21- La guerra y las relaciones exteriores 22- El final de la esclavitud 23- Resultados de la guerra 24- La Reconstrucción en los estados del Sur 25- Lo ocurrido en America y Europa a mediados del siglo XIX 26- Bibliografía
1- Europa y América del Norte en la segunda mitad del siglo XIX
La Revolución Francesa y la Revolución Industrial habían determinado el nacimiento de una nueva sociedad en la que la burguesía iba a ocupar el lugar de clase dominante. La formación de Estados Nacionales fue uno de los procesos característicos de la constitución de la sociedad burguesa. Así, Estados poderosos (basándose en la similitud del idioma, el parentesco racial, la religión común o la situación geográfica) alegando el principio de identidad nacional y la comunidad de intereses, confederaron grupos íntegros de naciones.
Entonces, los acontecimientos mas importantes de esta época fueron, en Europa, la constitución de los Estados Nacionales, y en América fue la guerra civil de los Estados Unidos.
2- Napoleón III y el Segundo Imperio Francés.
Carlos Luis Napoleón Bonaparte nació en París el 20 de abril de 1808. Era el menor de los tres hijos de Luis Bonaparte (rey de Holanda) y Hortensia Beauharnais, y sobrino de Napoleón I Bonaparte. Su familia había sido desterrada de Francia después de la caída de su tío, por lo que el joven se educó en Suiza y Baviera. Su madre le instruyó en la gloria de la leyenda napoleónica y orientó su camino para que restableciera el poder de los Bonaparte.
El joven Luis escribió ensayos y tratados con el propósito de adquirir popularidad y exponer su programa político, en el que se presentaba como un reformador social de talante liberal, un militar con experiencia y un firme promotor del desarrollo agrícola e industrial.
Encabezó entonces dos rebeliones destinadas a derrocar el régimen del rey Luis Felipe I de Orleans en 1836 y 1840. Fue condenado a cadena perpetua tras ser capturado en la última revuelta, pero consiguió escapar de prisión en 1846, atrayendo nuevamente la atención del pueblo sobre su persona.
3- El gobierno de Francia
Una vez que Luis Felipe fue derrocado en 1848, Luis Napoleón se presentó como candidato a la presidencia de la nueva República francesa y, ante el asombro de los políticos veteranos, ganó por una mayoría abrumadora, ya que recibió mas de 5.000.000 de los 7.000.000 de votos.
Napoleón III reformó el ministerio para asegurarse un gabinete devoto de su persona. Desacreditó a los legisladores al apelar directamente al pueblo por encima de sus cabezas.
La Constitución prohibía un segundo periodo consecutivo para el presidente, y cuando no logró que se hiciera una enmienda a esa disposición, Luis Napoleón y sus consejeros íntimos prepararon un golpe de Estado que estalló el 2 de diciembre de 1851. Destacados periodistas y diputados de la oposición fueron detenidos durante la noche; un levantamiento popular en el barrio de Saint Antoine fue aplastado con gran derramamiento de sangre; se proclamó el estado de sitio en las provincias trastornadas; y Luis Napoleón anunció que había salvado las libertades del pueblo.
Después del golpe, se promulgó la constitución de 1852 que estableció el régimen imperial; el poder ejecutivo estaba concentrado en las manos de Napoleón III y el poder legislativo, dividido entre el emperador y dos asambleas, el Senado y el Cuerpo Legislativo, que carecían de poder.
A pesar de que existían pequeños grupos de oposición, el amplio respaldo popular alentó a Luis Napoleón a trasformar la II República en el Segundo Imperio. Dado que el hijo de Napoleón I fue conocido entre sus seguidores como Napoleón II, Luis decidió adoptar el título imperial con el nombre de Napoleón III.
Los historiadores dividen su reinado en dos periodos: uno de carácter dictatorial o Imperio autoritario, que se mantuvo hasta 1860 y una segunda etapa marcada por una serie de reformas liberales que culminó en una monarquía limitada —el Imperio liberal— hasta 1870.
Durante la primera etapa, Napoleón III ejerció un poder despótico. Suprimió casi todas las libertades políticas. La prensa fue vigilada y amenazada incesantemente. Se suprimieron las libertades de asociación y de reunión; la oposición fue amordazada por la policía. En 1858, a raíz de un atentado, se dicto la Ley de Seguridad General, que otorgo al gobierno un arma terrible contra todos lo adversarios políticos. La oposición fue imponente. La mayoría del país, satisfecha del orden y de a notable prosperidad, y seducida por los éxitos aparentes de la política exterior, aprobaba y sostenía al gobierno.
El casamiento de Napoleón con la condesa española Eugenia de Montijo y el nacimiento del príncipe imperial parecieron consolidar el régimen.
La segunda etapa liberalizadora se caracterizó por el desarrollo de una legislación sobre asuntos laborales, la apertura hacia el librecambismo y la rehabilitación de los partidos de la oposición. Es posible que la empresa más perdurable de Napoleón III fuera la reordenación urbanística de París planificada y dirigida por George Eugène Haussmann. No obstante sus éxitos se vieron ensombrecidos por una política exterior demasiado idealista en ocasiones, que impidió al emperador advertir los peligros que se cernían sobre Francia:
- Napoleón III hizo intervenir a Francia en la guerra de Crimea: el desarrollo de la potencia rusa en Oriente y las pretensiones del zar Nicolás I sobre Turquía, desataron la guerra de Crimea; la batalla de Alma y el sitio de Sebastropol fueron sus principales episodios; el tratado de Paris puso fin al conflicto.
- Apoyó al Piamonte en las guerras que tuvieron como consecuencia la unificación italiana: la alianza de Francia el Piamonte, afianzada por la entrevista de Plombieres, provoco la guerra con Austria; la campaña de 1859, señalada por las victorias de Magenta y Solferino, termino con la Paz de Zurich; la Lombardia quedo para Piamonte, que cedió a Francia la Saboya y el condado de Niza.
- Inició una serie de expediciones cuyo fin era aumentar el prestigio y el territorio del Imperio tanto en Indochina como en América Latina, concretamente en México donde con el apoyo de los grupos políticos más conservadores promovió la instauración de un efímero Imperio, en la persona de su sobrino Maximiliano de Austria.
- La amenaza que representaba Prusia, concretamente, fue percibida demasiado tarde y el país no estaba preparado para hacer frente al conflicto que sobrevino en 1870.
La derrota fulminante del ejercito francés en la batalla de Sedan durante la Guerra Franco-prusiana. La ruptura estallo en 1870, entre Francia y Prusia. Tuvo como pretexto la candidatura de Leopoldo de Hohenzollern al trono de España; desde el principio de la guerra, los ejércitos franceses fueron aplastados en Alsacia y Lorena. Metz fue sitiada y obligada a capitular. La derrota de Napoleón en Sedan provocó la captura del emperador, y su régimen fue derrocado en París el 4 de septiembre de 1870. Huyó al exilio y falleció en Chislehurst (Inglaterra) el 9 de enero de 1873.
4- Unificación Italiana
En el Congreso de Viena de 1815, posterior a las Guerras Napoleónicas, Italia quedó totalmente dividida, sin ningún tipo de institución unificadora. Existían tres obstáculos para la unidad. El primero era la ocupación del reino de Lombardía y Venecia, bajo soberanía austríaca, en el norte y noreste de la península Itálica. El segundo eran los Estados Pontificios, bajo la soberanía del Papa, situados en el centro de la península. El tercer obstáculo lo constituían un grupo de estados independientes.
El reino de Piamonte-Cerdeña se ocupaba la region noroeste de Italia, que se había ido extendiendo lentamente desde la edad media y era el Estado más avanzado de Italia, con capital en Turín. Un segundo reino, el de las Dos Sicilias, ocupaba la mitad sur de la península. Tres ducados más pequeños, Toscana, Parma y Módena, eran gobernados por miembros de la dinastía Habsburgo austríaca. Todos estos estados eran absolutistas.
Con anterioridad a 1848, el sentimiento nacionalista italiano se limitaba a pequeños grupos de la aristocracia y de la clase media. Entre estos últimos eran muy numerosos los oficiales del Ejército retirados que habían luchado contra Napoleón. En 1820 estos grupos ya habían formado sociedades secretas, siendo la más importante la de los carbonarios. Posiblemente estuvieron más interesados en conseguir constituciones y reformas liberales para sus reinos absolutistas que en lograr un gran objetivo nacional. En 1820 se produjeron revoluciones en Nápoles y Piamonte, encabezadas por los carbonarios, y en 1831 tuvieron lugar otras en Bolonia, contra el papa Gregorio XVI, y en los pequeños ducados de Parma y Módena. Todos estos levantamientos fueron reprimidos por la intervención armada de Austria.
El movimiento revolucionario adquirió un marcado carácter nacionalista gracias al trabajo de Giuseppe Mazzini. Creía que Italia debía conseguir, no sólo la independencia, sino también la unidad como república integrada. Su sociedad secreta, Joven Italia, formó células revolucionarias en toda la península. El nuevo papa, Pío IX, elegido en 1846, se sumó al fervor nacionalista que culminó en las revoluciones de 1848. La primera de ellas obligó a Fernando II de Borbón, rey de las Dos Sicilias, a otorgar una Constitución a todo su reino. Mientras tanto, en Roma, Pío IX concedía reformas sorprendentemente radicales. El rey de Piamonte-Cerdeña, Carlos Alberto, levantó la censura impuesta a la prensa y otorgó el denominado Estatuto Fundamental. Tras la revolución en Viena se sucedieron los levantamientos italianos en contra de los austríacos en Milán y Venecia, y Carlos Alberto se convenció de la necesidad de declarar la guerra a Austria.
En la primavera de 1848 la independencia, o incluso la unidad, de Italia parecía una posibilidad inmediata. Sin embargo, los piamonteses fueron derrotados por los austríacos, y Carlos Alberto hubo de abdicar en favor de Víctor Manuel II. La intervención francesa, que fue solicitada por el Papa (lo que le supuso la antipatía de numerosos patriotas italianos), acabó con la República instituida por Mazzini en Roma, a pesar de la heroica defensa de Giuseppe Garibaldi. Sólo en Piamonte logró sobrevivir un régimen constitucional. El nombramiento del conde Camillo Benso di Cavour como presidente del Consejo en 1852, que mantuvo el sistema parlamentario y permitió un gran desarrollo económico del reino, atrajo la simpatía de numerosos liberales italianos que apoyaban la unificación. Una política perspicaz, oportunista y flexible permitió realizar la unificación de Italia en poco más de una década.
6- La fase diplomática y militar
Cavour, tras involucrar a Piamonte en la guerra de Crimea como aliada de Francia, planteó en el Congreso de París (1856) la cuestión italiana a Europa. Después intentó asegurarse el apoyo diplomático y militar del II Imperio Francés, encabezado por Napoleón III. En la entrevista y acuerdo secreto de Plombières ambos planearon una guerra contra Austria, y acordaron que Francia recibiría la cesión de Niza y Saboya por parte del Piamonte.
En la primavera de 1859 Cavour provocó que los austríacos enviaran un ultimátum a la capital piamontesa de Turín exigiendo el desarme piamontés. Cavour rechazó el ultimátum, y en la guerra posterior los franceses apoyaron a los piamonteses. Los austríacos fueron derrotados en las dos sangrientas batallas de Magenta y Solferino; Napoleon III firmo, con el emperador Francisco José, el armisticio de Villafranca, ratificado por un tratado de paz mediante el cual Austria cedía la Lombardia, con su gran ciudad de Milán, al Piamonte.
Los ducados de Toscana, Parma y Módena, y la provincia pontificia de la Romania, optaron, mediante plebiscitos populares, por la unión con Piamonte, que se había convertido en el reino de Italia del Norte en el transcurso de la primera mitad de 1860. La inquietud que estos cambios provocaron en Napoleón III se calmó con la decisión de Cavour, acordada en el Tratado de Turín (1860), de ceder las provincias de Saboya y Niza a Francia. Esta medida no tuvo buena aceptación en Italia, y enfureció a Garibaldi, que había nacido en Niza.
Cavour, con mucha habilidad, no procedió a la anexión del reino de las Dos Sicilias, sino que dejó, en apariencia, la iniciativa a un independiente: José Garibaldi. Garibaldi en mayo de 1860 embarcó en dos pequeños barcos, desde un punto próximo a Génova, con un contingente formado por poco más de mil jóvenes soldados (‘expedición de los Mil’, también llamados los ‘camisas rojas’). Desembarcó en Sicilia, que fue ocupada rápidamente. Su extraordinaria campaña culminó en el mes de septiembre con la entrada en Nápoles, poniendo fin al reino de las Dos Sicilias. Garibaldi creó un sistema dictatorial en Nápoles y se preparó para marchar a Roma, lo que provocaría un conflicto internacional.
Con el fin de recuperar la iniciativa, y para contrarrestar la proyectada marcha de los Mil hacia Roma, Cavour ocupó los territorios pontificios y trasladó un ejército piamontés a Nápoles, donde el antiguo republicano reconoció como rey a Víctor Manuel. Un parlamento que representaba a toda Italia, excepto a Roma y a Venecia, proclamó a Víctor Manuel II rey de Italia el 17 de marzo de 1861. Cavour murió poco después.
Tras su intervención en la Guerra Austro-prusiana (1866) como aliada a Prusia, Italia obtuvo el Estado de Venecia por la Paz de Viena.
A fines de 1861, solo faltaba para completar la unidad del reino, incorporar Venecia (en poder de los austríacos) y el Lacio, ultima provincia pontificia. El Lacio era importante, porque allí estaba Roma, única capital posible para los italianos. Los sucesores de Cavour, siguiendo sus métodos, terminaron la unión nacional.
La cuestión veneciana se resolvió mediante una nueva guerra con Austria, llevada a cabo en 1866. La firma de la Paz de Viena permitió la incorporación de Venecia a Italia después de otro plebiscito.
La cuestión romana solo fue resuelta después de la caída del Segundo Imperio Francés, en 1870. Los italianos ocuparon Roma. La proclamación de la milenaria ciudad como capital de Italia fue ratificada, por la mayoría del pueblo romano, en octubre de 1870. Pero el Papa Pío IX rehuso de reconocer el hecho consumado, y se considero prisionero en su palacio de Vaticano. Desaparecieron los Estados Pontificios y, transitoriamente, el poder temporal del Papado.
En 1929, por el tratado de Letrán, firmado por el cardenal Gasparini y Benito Mussollini, el Estado italiano reconoció la soberanía papal dentro del pequeño Estado del Vaticano.
Alemania, como Italia, había repetido desde 1850, el modelo político previo a 1848: dividida en múltiples Estados, la Confederación Alemana era solo un nombre. Restablecido el régimen reaccionario, la influencia austríaca se hizo sentir nuevamente. Esta situación no mejoró entre 1850 y 1862. Los gobiernos se volvieron cada vez más autoritarios y Austria reforzó su predominio. Todo parecía impedir la puesta en marcha de un plan de unidad nacional.
A pesar de los graves factores que conspiraban contra la unidad alemana, había algunos que le eran favorables. En primer lugar, la potencia económica de Prusia; en segundo lugar, las industrias prusianas que revitalizaron a Alemania gracias a la Unión Aduanera; por ultimo, la construcción de una importante red ferroviaria. Y si muchos patriotas desconfiaban de Prusia, como Estado reaccionario, los hombres de negocios alemanes deseaban la unión del país bajo la dirección prusiana. Consideraban que una Alemania, así unificada, llegaría a ser la nación mas prospera de Europa.
Otto von Bismarck, un aristócrata prusiano y el artífice de la unificación alemana, fue nombrado ministro – presidente de Prusia por el kaiser Guillermo I en septiembre de 1862. En estas fechas, el gobierno prusiano y la Dieta (parlamento) de Berlín se hallaban enfrentados a causa del proyecto de reforma del ejército elaborado por el Ministerio de la Guerra, y que consistía en la ampliación del periodo de servicio militar obligatorio y en la abolición de los Landwehr, una milicia compuesta por ciudadanos. El sector liberal de Prusia, que contaba con mayoría en el Landtag (parlamento), rechazó esta propuesta por considerarla un conjunto de medidas reaccionarias destinadas a incrementar los poderes de la corona prusiana y se negó a aprobar el presupuesto de defensa. Bismarck, decidido a vencer, gobernó el país y recaudó los impuestos sin contar con el consentimiento del parlamento.
8- Bismarck y la cuestión de Schleswig-Holstein
El ministro – presidente deseaba ampliar el territorio de Prusia y aumentar su poder a expensas de los estados vecinos de Alemania del norte; a su juicio, este plan uniría a la mayoría de los prusianos en torno a la Corona y, por lo tanto, los liberales quedarían aislados.
Bismarck no contaba con un plan diseñado de antemano para llevar a cabo la unificación alemana, como declaró en sus memorias. Era un hombre implacable y estaba dispuesto a aprovechar las divergencias entre las otras grandes potencias para lograr sus objetivos. El ejército prusiano, recientemente reorganizado y mejor equipado, sería el instrumento con el que alcanzaría sus objetivos en política exterior.
Su oportunidad llegó en 1863, cuando la Confederación Germánica, una unión de estados alemanes presidida por el Imperio austriaco, protestó ante el intento de Cristián IX de Dinamarca por incorporar a su reino el ducado de Schleswig, que en esa época se encontraba bajo el control oficial de Dinamarca. En el Protocolo de Londres de 1852, se había dispuesto que Schleswig quedara "indisolublemente" unida al ducado vecino de Holstein, que, además, también era miembro de la Confederación Germánica. Bismarck pretendía sacar provecho de esta complicada disputa en favor de los intereses de Prusia y persuadió al emperador austriaco, Francisco José I, para que se uniera a Prusia en su defensa de los términos del Protocolo de Londres, lo que obligaría a Dinamarca a renunciar a su soberanía sobre las dos provincias. Se inició así la llamada guerra de los Ducados. Las fuerzas austríacas y prusianas invadieron Jutlandia. El rey de Dinamarca se vio forzado a transferir Schleswig-Holstein a los dos vencedores tras la derrota de su ejército en el mes de agosto, y las fuerzas de Austria y Prusia ocuparon el territorio conquistado.
9- La Guerra Austro-prusiana (1866)
Después de la victoria, era preciso decidir el futuro de los dos ducados: Bismarck deseaba anexionarlos a Prusia, una solución a la que Austria se oponía rotundamente. Se intentó resolver este asunto de distintas formas: en primer lugar, se celebró una conferencia en Londres a la que asistieron las grandes potencias; tras el fracaso de esta reunión, negociaron directamente las naciones en conflicto. Esta última vía tampoco condujo a ningún acuerdo y, finalmente, Prusia y Austria entraron en guerra el 14 de junio de 1866. Austria contaba con el apoyo de gran parte de la Confederación Germánica. Prusia firmó una alianza con Italia (a la que prometió la provincia austriaca de Venecia en el caso de que vencieran), con el fin de presentar dos frentes de batalla.
Los estados alemanes proaustriacos no tardaron en ser derrotados por Prusia. El ejército austríaco fue completamente aniquilado en Sadowa (Köninggrätz), situada en Bohemia, el 3 de julio de 1866. Austria se vio obligada a firmar el Tratado de Praga en el que se comprometía a renunciar a sus anteriores competencias en Alemania.
10- La Confederación de Alemania del Norte
Prusia se anexionó el reino de Hannover, los ducados y otros Estados pequeños. La Confederación Germánica fue disuelta. Prusia constituyó, con los demás Estados del norte del Main y Sajonia, la Confederación de Alemania del Norte. Los reinos de Baviera, Wurttenberg y el gran ducado de Baden permanecieron independientes, pero firmaron alianzas con Prusia en el campo militar y aduanero.
Tras la victoria prusiana, Italia se apoderó de Venecia a pesar de que había sido derrotada por Austria tanto en los combates terrestres como navales.
Bismarck promulgó una nueva Constitución para la recién creada Confederación en 1867. Guillermo I, rey de Prusia, fue nombrado presidente hereditario de la Confederación, mientras que el poder real de la misma era otorgado a Bismarck como canciller. Se constituyó un Reichstag (parlamento o asamblea representativa), elegido por sufragio universal masculino, pero con poderes limitados. Los ministros del nuevo gabinete fueron nombrados por el Rey. Los liberales prusianos apoyaron a Bismarck en esos momentos por sus éxitos recientes, y la Dieta prusiana aprobó una ley de indemnización para absolverle de todas las acciones ilegales realizadas desde 1862.
11- La Guerra Franco – prusiana y la unificación alemana
Las otras grandes potencias, Francia, Gran Bretaña y Rusia, que habían permanecido neutrales durante el conflicto, no habían previsto la rapidez y magnitud de la derrota austríaca. Napoleón III, el emperador francés, exigió a Prusia compensaciones por la ampliación de su territorio, y sugirió a Bismarck la cesión de algunas zonas de Renania, Bélgica o Luxemburgo como posibles retribuciones.
Hacia finales de la década de los sesenta, España, cuya reina, Isabel II, había sido depuesta recientemente, por la revolución de 1868, ofreció su trono al príncipe Leopoldo de Hohenzollern, pariente de Guillermo I. Napoleón III, que no deseaba verse rodeado por Prusia, protestó por esta propuesta y la candidatura de Leopoldo fue retirada bajo la presión del Kaiser. No obstante, Napoleón III insistió nuevamente para que Guillermo I ofreciera garantías de que la candidatura de Leopoldo no se volvería a presentar. Ante esta situación, el embajador francés de Prusia se trasladó a Ems para entrevistarse con Guillermo, que se encontraba descansando. Éste, indignado porque se pusiera en duda su palabra, telegrafió a Bismarck, que se encontraba en Berlín, para comunicarle que se negaba a ofrecer ninguna otra confirmación al embajador francés, al que había despedido. Bismarck manipuló el telegrama para que produjera la impresión de que un rey de la dinastía Hohenzollern había sido insultado, y lo publicó en la prensa. Las opiniones de corte nacionalista proliferaron en ambos países y Francia declaró la guerra a Prusia el 19 de julio, encolerizada por el supuesto agravio cometido contra su embajador.
Bismarck también hizo públicas las demandas de Napoleón III sobre Bélgica y Luxemburgo, lo que reafirmó a Gran Bretaña en su decisión de permanecer neutral en el conflicto. Los estados alemanes del sur, irritados por los proyectos previstos por el Emperador francés para el territorio renano, que Bismarck también se encargó de filtrar a la prensa, se unieron a Prusia. Los ejércitos de Napoleón III fueron derrotados en la batalla de Sedan y en Metz; a continuación, los prusianos sitiaron París. Napoleón abdicó y se proclamó la III República en Francia.
Se formó un Gobierno de Defensa Nacional que intentó organizar la resistencia en las zonas no ocupadas del sur del país. Los nuevos ejércitos franceses, apoyados por guerrilleros, lucharon durante un tiempo contra unas fuerzas muy superiores, pero las autoridades se vieron obligadas a firmar un armisticio con Prusia el 28 de enero de 1871, que incluía la capitulación de Parias, agotada por el largo sitio sufrido. Francia tuvo que ceder a Prusia las provincias de Alsacia y Lorena y pagar una gravosa indemnización de guerra (5 mil millones de francos) en virtud de lo establecido en el Tratado de Frankfurt.
El rey de Prusia, Guillermo I, fue proclamado emperador de Alemania por otros príncipes alemanes en enero de 1871; la ceremonia tuvo lugar en Versalles, donde se encontraba en estos momentos el cuartel general del ejército prusiano. La Constitución de la ya inexistente Confederación de Alemania del Norte fue aprobada definitivamente el 16 de abril de 1871, por el segundo Imperio alemán.
Victoria de Hannover
Alejandrina Victoria nació en el palacio de Kensington (Londres) el 24 de mayo de 1819. Su madre, Victoria María Luisa, era hija del duque de Sajonia-Coburgo-Saafeld; su padre, Eduardo Augusto, duque de Kent, era el cuarto hijo de Jorge III y el hermano menor de Jorge IV y Guillermo IV, reyes ambos de Gran Bretaña. Cuando Guillermo IV ascendió al trono en 1830, Victoria se convirtió en su futura sucesora, dado que su tío no tenía descendencia legítima. Guillermo IV falleció el 20 de junio de 1837 y Victoria fue coronada reina a los 18 años.
Victoria contrajo matrimonio en 1840 con su primo carnal, Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha, a quien había conocido cuatro años antes. A pesar de que se trataba de un matrimonio de Estado, ambos cónyuges se enamoraron, y la reina se ocupó de los asuntos de la vida familiar. Tuvo nueve hijos.
Su primogénita, Victoria Adelaida María Luisa, fue más tarde emperatriz de Alemania. Su primer hijo, Alberto Eduardo, príncipe de Gales y posteriormente el rey de Gran Bretaña con el nombre de Eduardo VII, nació en 1841. Cuando el príncipe Alberto, de mentalidad conservadora, convenció a Victoria de que la política liberal hacía peligrar el futuro de la Corona, comenzó a disminuir la admiración de la reina por este partido.
A partir de 1841, tras la caída del gobierno de Melbourne y el ascenso de sir Robert Peel, era ya una ferviente defensora del Partido Conservador. Asimismo, la influencia de su marido la llevó a cuestionarse hasta qué punto el soberano británico debía limitarse a desempeñar un papel consultivo.
En 1850, Victoria desafió la autoridad de lord Palmerston, ministro de Asuntos Exteriores del gabinete liberal que asumió el poder en 1846. En opinión de la reina, se debería al menos discutir con el monarca lo referente a la política exterior del país. Palmerston, independiente y enérgico, ignoró la solicitud de la reina. Esta pugna alcanzó su momento de máxima tensión en 1851, cuando el primer ministro, lord John Russell, que también desaprobaba los métodos arbitrarios de Palmerston, le destituyó de su cargo. La estima que el pueblo sentía por los soberanos disminuyó a causa de sus diferencias con Palmerston, uno de los líderes políticos más populares de Gran Bretaña. Su imagen pública se vio aún más afectada en 1854, cuando intentaron impedir la guerra de Crimea. No obstante, brindaron su apoyo incondicional a esta causa una vez iniciado el conflicto. La reina instituyó en 1856 la Cruz Victoria, el más alto reconocimiento al valor en tiempo de guerra.
Victoria concedió a Alberto el título de príncipe consorte en 1857. Éste falleció cuatro años después, y la reina acusó este hecho durante el resto de su vida. Evitó las apariciones en público y dejó que fuera el príncipe de Gales quien cumpliera con la mayoría de los deberes protocolarios de la Corona. No obstante, persistió su gran interés por los asuntos de Estado.
Varios políticos ocuparon el cargo de primer ministro durante la última etapa del reinado de Victoria I, pero únicamente el jefe del Partido Conservador, Benjamin Disraeli, que presidió el gobierno en 1868 y desde 1874 a 1880, se ganó su confianza gracias a su gran cultura y talento para los halagos. Asimismo, le permitió seguir su propio criterio en el nombramiento de cargos religiosos, militares y, en ocasiones, políticos.
Victoria respaldó firmemente la política de fortalecimiento y expansión del Imperio Británico de su primer ministro; gracias a la política emprendida por Disraeli en este sentido, Victoria se convirtió en emperatriz de la India en 1876 (a lo que ella correspondió otorgándole el título de conde de Beaconsfield). Sin embargo, Victoria I no mantuvo el mismo entendimiento con el jefe del Partido Liberal, William E. Gladstone, quien ejerció como primer ministro en cuatro ocasiones entre 1868 y 1894; desaprobó las reformas democráticas que éste anunció, tales como la abolición de la compra de nombramientos militares y la legalización de los sindicatos, y se opuso firmemente a la concesión del Home Rule (autogobierno) a Irlanda propugnada por Gladstone. El líder del Partido Conservador, lord Salisbury, que presidió el gobierno en tres ocasiones entre 1885 y 1902, contó con mayor respaldo por parte de la reina.
La popularidad de la reina Victoria entre todas las clases sociales del país culminó en las dos últimas décadas de su reinado. Las celebraciones de su quincuagésimo (1887) y sexagésimo aniversario (1897) en el trono fueron motivo de gran regocijo popular. Muchos de sus súbditos disfrutaban en esos momentos de un periodo de prosperidad sin precedentes, y el entusiasmo con que emprendió la Guerra Boer (1899-1902), hizo aumentar la admiración que se sentía por ella en Gran Bretaña y en el extranjero.
Falleció el 22 de enero de 1901. Su reinado, que duró 63 años, fue el más largo de la historia de Gran Bretaña. La mayoría de sus descendientes, entre los que se contaban cuarenta nietos, contrajeron matrimonio con miembros de diversas casas reales europeas.
El reinado de Victoria I, al que se denominó 'Era Victoriana' se convirtió en símbolo de la consolidación del Imperio Británico, fue testigo del ascenso de las clases medias y se caracterizó por una moralidad profundamente conservadora y un intenso nacionalismo.
13- Inglaterra durante el reinado de Victoria
El cartismo.
En 1838, algunos miembros del partido liberal organizaron una nueva campaña política en favor del sufragio universal. Su programa, la Carta del Pueblo, incluía Seis Puntos:
- sufragio universal
- votación secreta
- elecciones anuales
- distritos electorales
- iguales salarios para los miembros del Parlamento
- abolición de los requisitos de la propiedad para quienes se presentaban a una elección.
Los carlistas organizaron mitines, manifestaciones y petitorios durante 1838, 1842 y 1848. Los Seis Puntos del cartismo (que hoy son inofensivos) parecieron demasiado extremistas en 1839 y 1840, y desagradaron a una legislatura dominada por las clases acomodadas. El Parlamento rechazó las reformas v encarceló a los agitadores.
Después de 1848 el cartismo, desgastado, perdió fuerza. Las revueltas y las manifestaciones fueron duramente reprimidas; la oposición y el desprestigio minaron sus filas. El cartismo fracasó. No obstante, años más tarde, muchas de sus demandas fueron satisfechas.
La transformación política inglesa.
La transformación de las estructuras políticas inglesas comenzó en 1832. Las camarillas aristocráticas perdieron influencia en los partidos políticos e hicieron lugar a los nuevos dirigentes burgueses. Los lories y wighs se convirtieron en conservadores y liberales. Se estableció un régimen parlamentario por el cual, la elección del primer ministro dependería, en adelante, del resultado de una elección.
La vida política, dentro del nuevo esquema, mantuvo gran regularidad. Ambos partidos alternaron en el poder. Hasta 1851, hubo una sucesión de ministerios liberales y conservadores. Robert Peel fue, sin duda, el hombre de Estado más notable. Entre 1851 y 1865, existió un período de predominio liberal, durante el cual Henry Palmerston mantuvo la dirección de los negocios. Un tercer período se inició después de su muerte, con la entrada de dos hombres prestigiosos: el conservador Benjamín Disraeli y el liberal William Gladstone. Aquél hizo votar una segunda reforma electoral que otorgó el sufragio a casi un millón de nuevos electores; Gladstone instituyó el voto secreto, para reforzar la honestidad del sufragio.
El librecambio: motor de la economía británica.
El librecambismo era un sistema económico que apuntaba a la supresión de todas las tarifas aduaneras. Organizado y dirigido por industriales de Manchester tuvo, en Richard Cobden, su iniciador. Según él, el establecimiento de este sistema resolvería el problema social, al mismo tiempo que acrecentaría la riqueza de la industria. Se podría, en adelante, importar a bajo precio el trigo de América; bajaría el costo de vida; podrían reducirse los salarios y aumentaría la exportación de las manufacturas británicas.
En 1846, Gran Bretaña adoptó el sistema. El ministro conservador Richard Peel (apoyando las ideas de Cobden) propuso e hizo votar la ley. Tal como Cobden asegurara, el librecambio impulsó las industrias británicas. Las exportaciones hacia la India y los países orientales, así como las dirigidas hacia el continente, se multiplicaron cada vez más y sus beneficios fueron considerables.
La condición de los obreros especializados (recargados a causa del progreso de la producción) mejoró sensiblemente. Sin embargo, el crecimiento de la población y la ausencia de una verdadera legislación social, hicieron que las masas obreras, a pesar del menor costo de vida, continuaran en la indigencia.
La situación social.
Ya en 1815, Inglaterra había experimentado un avance sobre los otros países, desde el punto de vista técnico y económico, que se acrecentó hasta 1840. Durante esos veinticinco años el problema social se agudizó. La población había crecido rápidamente: de 18 millones de habitantes en 1815, se pasó a más de 26 millones hacia 1840. La miseria popular aumentó en forma paralela.
Los campesinos, todavía numerosos, eran apenas arrendatarios reducidos por los grandes terratenientes. Los obreros, hacinados en tugurios, trabajaban 15 horas por día por un salario insignificante. Una Ley de Indigentes permitía, en caso de desempleo, su internación en Casas de Trabajo, más parecidas a prisiones que a asilos. No obstante, el escándalo mayor consistía en la suerte reservada a las mujeres y a los niños, empleados masivamente en las nuevas manufacturas o en las minas.
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