El pensamiento marxista, nutriéndose de toda la obra de creación humana que le antecedió, sitúa al hombre no sólo como centro de sus preocupaciones filosóficas, sino que propone las vías para lograr una verdadera existencia humana, y en ese sentido proyecta la formación de un hombre nuevo, un individuo superior, plenamente emancipado y desarrollado multifacéticamente en todos sus aspectos, es decir, perfeccionado espiritual, moral, físico y estéticamente.
El humanismo marxista no se basa en una concepción general abstracta del hombre, sino en una visión histórica y social, es decir concreta de lo humano; donde el hombre es, a la vez que creador, resultado de la sociedad en que vive.
Para Marx el hombre es ante todo el conjunto de sus relaciones sociales "… la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo. Es, en su realidad, el conjunto de sus relaciones sociales". Relaciones que no son puramente espirituales, entre conciencias, sino la unidad de lo espiritual y lo material, relaciones establecidas a través de la interacción del hombre con la naturaleza en el proceso de producción y reproducción de su vida material y espiritual.
Por medio del trabajo el hombre transforma la naturaleza y crea objetos. El producto es obra humana, proyección u objetivación del hombre. Por medio del trabajo el hombre pone la naturaleza a su servicio, la humaniza, pero, al mismo tiempo el hombre se eleva sobre ella, se remonta sobre su ser natural; en una palabra, se humaniza a sí mismo. Si el trabajo es de este modo, la autoexpresión del hombre y el proceso de su autodesarrollo, debería ser pues, fuente de satisfacción para éste, pero pierde esta posibilidad en el proceso de su enajenación, en la conversión del trabajador en mercancía, efecto de la división social del trabajo, que en las condiciones de la propiedad privada, lo reduce a una fracción de hombre.
Marx analiza la relación existente entre propiedad privada y trabajo enajenado. El trabajo enajenado se vincula con la naturaleza esencial de la propiedad privada y con su desarrollo, por lo que la liquidación de la propiedad privada en un estadio dado del desarrollo social- a través de la revolución social del proletariado- implica simultáneamente la eliminación del trabajo enajenado.
Ya Hegel, en la Fenomenología del Espíritu, había tratado el problema de la enajenación, visto como un recurso de negación dialéctica que permite un autoconocimiento del Espíritu Absoluto, en tanto desaparece la relación sujeto-objeto, para nivelarse en la relación sujeto-sujeto. Para Marx, la enajenación es el concepto que permite explicar aquellas relaciones que conducen a una forma de trabajo en la cual queda anulada la libre actividad humana, sustituyendo la función social del trabajo, orientada hacia el establecimiento de vínculos humanos entre los hombres, por la cosificación de esas relaciones.
El hombre se afirma como ser humano cuando realiza la actividad de forma libre, capaz de proporcionar placer y no una actividad forzada. En el capitalismo, donde la actividad humana se realiza en los marcos de la propiedad privada, la explotación del trabajo asalariado se convierte en un medio de obtención de riquezas. Las relaciones entre los hombres pierde su carácter esencialmente humano y se potencian las necesidades no satisfechas y la descomposición de los valores espirituales.
En el devenir histórico, la propiedad privada limitó el proceso natural de desarrollo del individuo, quedando frustradas las posibilidades de revelar libremente sus capacidades creativas, y el propio proceso del trabajo, dejó de ser un elemento de reafirmación del hombre en la sociedad. Es por ello que en la sociedad burguesa el hombre se ve impedido de desarrollar plenamente sus potencialidades humanas.
Un elemento importante de las reflexiones de Marx, lo constituye la idea acerca de la necesidad de superar la propiedad privada como causante de la deshumanización. Feuerbach consideraba la exteriorización de la esencia humana únicamente como alienación, Marx ve en ella la forma en que se concretan las fuerzas creadoras del hombre, fuerzas que se alienan sólo en condiciones determinadas y por tanto de forma transitoria.
Mientras que Feuerbach no toma en cuenta la práctica transformadora del hombre, Marx define al hombre no sólo en su aspecto genérico, sino esencialmente en su determinación social, como resultado del medio y como fuerza esencial de su transformación. Asume de Feuerbach, la idea de que la alienación constituía la característica de la sociedad deshumanizada, y que la supresión de ella resultaba una condición necesaria para devolver al hombre sus condiciones de ser humano, superándolo al sustentar el criterio de que la transformación de la sociedad exige la supresión del trabajo alienado y esto se logra con la revolución del proletariado, con el cambio del carácter de las relaciones de propiedad. En Marx se presenta la definición de la actividad, como modo específicamente humano de relación entre los hombres, y de éstos con la naturaleza, en el curso de la cual se forma el hombre y se transforma el mundo.
El hombre creador es analizado por Marx no como un ente abstracto, aislado y dotado de propiedades innatas, sino como individuo concreto, que encuentra la medida y el grado de realización de su esencia en el carácter del régimen socioeconómico en que vive y se desenvuelve.
En la sociedad en que está establecida la división del trabajo (basada en la propiedad privada), "las actividades espirituales y materiales, el disfrute y el trabajo, la reproducción y el consumo, se asigna a diferentes individuos, y la posibilidad de que no caigan en contradicción reside solamente en que vuelva a abandonarse la división del trabajo" ; por lo que ello genera distribución desigual del trabajo y de sus productos; o lo que es lo mismo la propiedad, "… división del trabajo y propiedad privada -escribió Marx- son términos idénticos: uno de ellos dice, referido a la actividad, lo mismo que el otro, referido al producto de ésta". Marx hace este planteamiento en el sentido de que la división del trabajo es la que sirve de base a la división de la sociedad en clases. Quiere decir, que la base material de la producción mercantil es la división social del trabajo, pero no su causa, puesto que la causa de la producción mercantil es la propiedad privada sobre los medios de producción, en tanto aislamiento de los productores.
De esta forma, la división social del trabajo provoca que cada hombre cree con su trabajo, sólo un fragmento de la cultura humana, el resto de la riqueza de la humanidad se mantiene para él como algo ajeno, situado fuera de él y que se le contrapone como una fuerza ajena. Lo que significa que la enajenación del hombre aumenta en la medida que aumentan las riquezas que él mismo produce y reproduce con su trabajo, que crea fuera de sí y contra sí.
La división social del trabajo y el nivel de desarrollo logrado por las fuerzas productivas, a la vez está enlazada estrechamente con el carácter del régimen social y es un indicador de las relaciones sociales en cuyo ámbito se realiza el trabajo. Bajo el capitalismo, la división del trabajo se desarrolla de modo espontáneo, las industrias y producciones se desenvuelven de manera desigual y no dejan de surgir desproporciones entre ellas. El ahondamiento de la división del trabajo imprime al proceso de producción un carácter cada vez más social, mientras que la apropiación de los resultados del trabajo sigue siendo cada vez más privada. Sólo al cambiar el carácter de esa división se crean las condiciones para el completo desarrollo del hombre.
Al analizar el planteamiento de Marx y Engels acerca de la eliminación de la división social del trabajo, aspecto que tratan en varias de sus obras, entendemos que el mismo está encaminado no a la eliminación de la división del trabajo, sino al carácter enajenante que le imprime a ésta la existencia de la propiedad privada sobre los medios de producción. Es necesario analizar la división social del trabajo como dos lados de un mismo proceso: por un lado el desarrollo de las fuerzas productivas, su desarrollo, genera el aislamiento de los productores, condicionada por la existencia de la propiedad privada, por el otro, genera un mayor nivel de especialización de los productores, lo que hace que cada vez más, para producir un producto se necesite del trabajo de un mayor número de productores. De todos modos en el comunismo el individuo tendrá que atender una parte del trabajo productivo, pero el empleo de forma social y planificada de los medios de producción y el desarrollo de la ciencia y la técnica, brindarán la posibilidad de desarrollar todas sus capacidades. Quiere decir que lo que cambia es el carácter enajenador de la división del trabajo.
La sociedad se adueña de todos los medios de producción y los emplea de forma social y planificada, de esta forma acaba con el sojuzgamiento a que se ha visto sometido el hombre bajo el dominio de sus propios medios de producción, y como condición, debe desaparecer la vieja división del trabajo. Al respecto Engels plantea:
Su lugar debe ocuparlo una organización de la producción en que, de un lado, ningún individuo pueda desatenderse de su parte de trabajo productivo, que es condición natural de toda existencia humana, cargándola sobre otros y en la que, de otra parte, el trabajo productivo se convierta, de medio de esclavización, en medio de emancipación del hombre, que brinde a todo individuo la posibilidad de desarrollar y ejercitar en todos los sentidos todas sus capacidades, tanto físicas como espirituales, y se transforme de una carga en un goce.
El despliegue de las potencialidades humanas está dado en el contenido social de toda la realidad, en la realidad humanizada que debe ofrecer la sociedad futura. La socialización de la propiedad sobre los medios de producción aparece así como condición indispensable para el progreso de la humanización del hombre, y, por tanto, para el despliegue de todo su ser social.
La socialización de la propiedad sobre los medios de producción, es ante todo la socialización de la actividad, la socialización del trabajo, la planificación y dirección consciente de las fuerzas productivas; "sustituir al individuo parcial, simple instrumento de una función social de detalle, por el individuo desarrollado en su totalidad, para quien las diversas funciones sociales no son más que otras tantas manifestaciones de actividad que se turnan y revelan". Lo que equivale a decir que debe crearse una generación de productores dueños de sus condiciones de producción y reproducción, formados y capacitados universalmente, que conozcan las bases científicas de toda la producción industrial y cada uno de los cuales haya aprendido prácticamente toda una serie de ramas de la producción desde el principio hasta el fin.
Para Lenin la expropiación capitalista permitirá un gigantesco desarrollo de las fuerzas productivas y con ello la eliminación de la vieja división del trabajo. Lo que no se puede precisar es qué tiempo se empleará para lograr ese desarrollo, ni "la rapidez con que se llegará a romper con la división del trabajo, a suprimir el contraste entre el trabajo intelectual y manual, a convertir el trabajo 'en la primera necesidad vital' ."
La transformación de las fuerzas personales en materiales provocada por la división del trabajo no puede eliminarse, quitándose de la cabeza la idea acerca de ella, sino logrando que los hombres sometan bajo su mando estos poderes materiales y supriman la vieja división del trabajo.
El carácter esencialmente humano de la sociedad futura estará dado en las posibilidades que tendrá el hombre de desplegar todo su potencial humano, hacerse verdaderamente un hombre rico, un individuo cuya vida abrace una esfera de variadas actividades de relaciones prácticas con el mundo, que lleve una vida multilateral, que su pensamiento tenga el mismo carácter de universalidad que cualquier otra manifestación de vida de este individuo.
Es decir, para los clásicos del marxismo, la sociedad comunista liquidará la vieja división del trabajo sustituyéndola por una distribución racional de los diversos tipos de actividad, una distribución entre individuos, rica y multilateralmente desarrollada.
El filósofo de la otrora URSS, E.V.Ilienkov, en su obra De ídolos e ideales, al referirse a esta problemática, considera que un modelo de comunidad organizada al modo comunista, se puede construir sólo de individuos multilateralmente desarrollados, un modelo de organización donde el único objetivo de la actividad humana es aquí el propio hombre, y todo lo demás sin exclusión, se convierte en medio que por sí mismo no tiene significación alguna. Es por ello que el comunismo es la única doctrina que contempla la completa liquidación de la enajenación, manteniéndose como ideal a alcanzar.
El descubrimiento de las leyes del desarrollo social y la consolidación de una teoría filosófica científica, le permitieron a Marx afirmar que el hombre es un ser que realizará su esencia humana en la medida y el grado en que lo permita el carácter del sistema social en que vive, por ello plantea la necesidad de superar la sociedad capitalista como causante de la deshumanización moderna, y crear una sociedad que propicie la plena realización del hombre.
De todo este análisis se infiere que para Marx, el hombre nuevo es el individuo que corresponde a la sociedad comunista, sociedad que permitirá el libre desarrollo pleno y armónico del hombre, un productor capacitado universalmente, conocedor de las bases científicas de la producción, y con un pensamiento universal que le permita la plena satisfacción de las necesidades materiales y espirituales, con un alto desarrollo ideopolítico, estético y moral.
El triunfo de la Revolución Socialista de Octubre transformó en realidad las ideas liberadoras de Marx, Engels y Lenin, multiplicándose en todo el mundo la doctrina emancipadora de los clásicos del marxismo, no solamente en Europa sino también en América Latina. En el caso de Europa, se destacó sobremanera el filósofo y luchador italiano Antonio Gramsci, quien fundó en su vida y obra la más estricta fidelidad al espíritu creador del marxismo. Este reconocido marxista, puso en el centro de su análisis la cuestión de la cultura espiritual y el papel de la intelectualidad en el proceso revolucionario.
Antonio Gramsci, al igual que Marx, considera que el hombre es el conjunto de sus relaciones sociales; el hombre activo que modifica el ambiente, entendiendo por ambiente el conjunto de las relaciones en las que interviene cada individuo. Por tanto, si la individualidad propia es el conjunto de las relaciones sociales, hacerse una personalidad significa adquirir conciencia de tales relaciones, de ahí que planteara que "… la actividad revolucionaria que crea al "hombre nuevo", […] crea nuevas relaciones sociales".
Para Gramsci, en el período de la creación revolucionaria y de la fundación de la nueva sociedad, la resistencia y el sacrificio no tienen límites, y el hombre nuevo tendrá que luchar constantemente con el "burgués" al acecho. Utiliza el término hombre nuevo para referirse al hombre que se forma en la actividad práctica, al hombre que se va cambiando en tanto cambian las circunstancias. Como veremos más adelante las coincidencias del Che con estas visiones filosóficas de Gramsci son significativas.
Para Gramsci, en el Partido Comunista como organización que agrupa la vanguardia, puede encontrarse el germen de libertad que tendrá su desarrollo y expansión plena una vez que el Estado obrero haya organizado las condiciones materiales necesarias.
La obra de este autor se difunde en América Latina a partir de los años 50, y por los puntos de coincidencia que encontramos en la concepción guevariana con la de este autor, pudiera afirmarse que su obra fue conocida por el Che, pues es bien conocido que en éste se da lo que Aricó dijo de Gramsci: "Ante todo y por sobre todo fue un político práctico". Ambos planteaban la necesidad de transformar al hombre en la misma medida que se transforma la sociedad que construye el socialismo, donde el hombre adquiere nuevos valores en la actividad práctica, "el socialismo no se impone con un fiat mágico: el socialismo es un desarrollo, una evolución de momentos sociales cada vez más ricos en valores colectivos"
Como ya hemos señalado, al igual que para todo el mundo, para América Latina, la Revolución de Octubre también constituyó un extraordinario hecho histórico. Al influjo de este acontecimiento, toma auge la difusión del marxismo-leninismo aún cuando desde antes, esas ideas habían entrado en la región, divulgándose a través de diferentes vías, aunque muchas veces en formas tergiversadas.
En el caso de Cuba, varios intelectuales revolucionarios no solo colocaron al hombre en el centro de sus concepciones e ideales, como fue el caso de Julio Antonio Mella, sino que intentaron crear las condiciones objetivas y subjetivas para su logro. En el resto de Latinoamérica encontramos también dignos ejemplos de pensadores marxistas de una amplia y profunda concepción humanista como fue el caso del peruano José Carlos Mariátegui, del argentino Aníbal Ponce, el también argentino Carlos Astrada y el mexicano Vicente Lombardo Toledano, por solo mencionar algunos de los más destacados.
José Carlos Mariátegui analiza la realidad de América Latina desde un enfoque dialéctico, considerando la correlación sociedad-individuo a partir de las particularidades de la región, por ello señala: "no queremos que el socialismo sea en América calco y copia. Debe ser creación heroica. Tenemos que dar vida, con nuestra propia realidad, en nuestro propio lenguaje, al socialismo indoamericano. He aquí una visión digna de una generación nueva," se trata de pensar con ideas propias, de buscar soluciones a los problemas devenido de nuestra realidad, tarea que debe enfrentar un hombre que piense diferente, pero sin menospreciar los valores morales creados por las sociedades que le antecedieron, hace un análisis objetivo de los problemas socio-culturales y clasistas de la realidad latinoamericana. Es la línea que sigue al analizar la realidad peruana, según su opinión, "El socialismo nos ha enseñado a plantear el problema indígena en nuevos términos. Hemos dejado de considerarlo abstractamente como problema étnico o moral para reconocerlo concretamente como problema social, económico y político y entonces lo hemos sentido, por primera vez esclarecido y demarcado". Ello le permite proponer soluciones a los problemas del momento y trazar la estrategia de la lucha latinoamericana, ve el socialismo como porvenir de América, y a las nuevas generaciones como sus protagonistas, quienes deben crear y realizarse en el trabajo; por eso expresó: "El destino de un hombre es la creación. Y el trabajo es creación, vale decir liberación. El hombre se realiza en su trabajo". Es decir que para este pensador, el trabajo es la vía hacia la realización humana, por lo que se debían crear las condiciones que hicieran posible que el individuo se viera realizado en su obra.
Para Anibal Ponce, la existencia de la propiedad privada sobre los medios de producción, hace que la máquina triture al obrero y lo degrade. En el comunismo, en cambio, la máquina liberará al obrero con la reducción de la jornada laboral y el bienestar creciente, le dará posibilidad de asomarse al mundo de la cultura. Al respecto planteó:
[…] La máquina, que es por esencia liberadora, acentúa bajo el capitalismo la estrechez de las especialidades con el "idiotismo profesional" que en poco tiempo crean […] ¿Cómo devolver al individuo mutilado por la especialidad, su desarrollo completo, su sed de totalidad? Por la conquista del poder político que será el resultado de la victoria proletaria.
Para este pensador, la eliminación de la división social del trabajo, es el fundamento de la formación de la personalidad de nuevo tipo, que junto a la educación, que es la encargada de combinar la teoría con la práctica, asegurarían el desarrollo universal de las capacidades humanas. Sostenía que "El socialismo, aunque digan lo contrario sus enemigos, aspira a realizar la plenitud del hombre, es decir a liberar al hombre de la opresión de las clases para que recupere con la totalidad de sus fuerzas, la totalidad de su yo […]".
De aquí que para Ponce, el término hombre nuevo, esté referido al hombre de desarrollo integral, para quien las diversas funciones sociales no serían más que maneras diferentes y sucesivas de su actividad; hombres que pueden formarse en determinado momento del desarrollo histórico. La formación del hombre nuevo, se fundamenta en dos premisas: en la conquista del poder político por el proletariado y en la eliminación de la división social del trabajo, así como en la posibilidad que tendrán los hombres de dominar la cultura.
Otro argentino, Carlos Astrada quien fuera en sus inicios seguidor del existencialismo (corriente ético-filosófica que ganó muchos adeptos en América Latina); se separa de éste al comprender la incapacidad de dicha filosofía para resolver los problemas del hombre, desembocando finalmente en el marxismo.
Astrada, siguiendo la concepción marxista, ve en el proletariado la clase emancipadora, que al cumplir su misión histórica de superarse a sí misma como clase, debe abolir la sociedad clasista, provocando el advenimiento del hombre humano, rotas las ataduras de la enajenación, mediante el salto al "reino de la libertad". Partiendo de Marx, ve al comunismo como positiva superación de la propiedad privada, como condición necesaria del retorno del hombre a sí mismo como ser social, donde puede llegar a ser un "hombre total", es decir, devenir universalmente humano. "Ahora -señala Astrada- se encamina a una nueva realización de su ser, a una nueva imagen suya. Aspira a realizarse y concebirse en todas sus posibilidades inmanentes, a integrarse en sus potencias, reencontrarse, en fin, a sí mismo en una plenaria concreción de su humanidad esencial". Astrada tiene en cuenta la formación de un hombre nuevo en correspondencia con la sociedad sin clases, donde se afirme a sí mismo como humano, movido por nuevas necesidades, nuevos fines y nuevos valores. Aborda la problemática, teniendo en cuenta factores económicos, políticos y ético-filosóficos.
Este análisis ha permitido entender que el problema de la formación del hombre nuevo, que ha sido tratado a través del decursar de la historia y comprendido desde ópticas diferentes, fue tema de preocupación esencial de los fundadores del marxismo y de sus seguidores.
En nuestro tiempo, pensadores de la talla de Ernesto Che Guevara, Fidel Castro y otros revolucionarios, han hecho suyos los legados del marxismo para encauzar en la práctica la formación de las nuevas generaciones.
Tomando como fundamento la teoría marxista, concebimos al hombre nuevo, como aquel hombre capaz de transformarse a sí mismo, de apropiarse de forma dialéctica de valores nuevos, de interpretar y transformar la realidad, al tiempo que se enriquece su propia esencia. Un hombre que pueda autovalorarse deliberadamente como sujeto y objeto del desarrollo; un hombre que sólo puede ser alcanzable cuando desaparezcan todas las formas de enajenación social, en primer lugar las económicas.
Notas y Referencias
C. Marx, Tesis sobre Feuerbach. O.E. en 3 tomos, T.I, p.9
C.Marx y F.Engels-La ideología alemana. O.E. en 3 tomos, T.I, p..30.
Op. Cit., p.31.
Aunque el término comunismo, prácticamente ha desaparecido de la palestra teórica, aun mantiene la validez de su contenido, al expresar el proyecto, el ideal del desarrollo futuro de la sociedad. Ideal al que no renunciaremos; aunque aun esté muy lejano para la humanidad.
F. Engels- Anti- Dühring. Editora Pueblo y Educación, p.358.
C.Marx- El Capital, T.I, volumen I, pp.535-536.
V.I.Lenin- El Estado y la revolución. O.E. en 3 tomos, T.II, p.369.
E. V. IIienkov: De ídolos e ideales, Traducción al español inédita realizada por Rafael Plá León (UCLV)
A. Gramsci- Antología. Editora Ciencias Sociales, La Habana, 1973, p.285.
Citado por P. Guadarrama- América Latina: Marxismo y postmodernidad, p. 145
Antonio Gramsci, Antología, Op. Cit.,pp. 49
José Carlos Mariátegui: Aniversario y Balance, en Obras, T. II, Casa de las Américas, La Habana, 1982, p.241
José Carlos Mariátegui: Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, Casa de las Américas, La Habana, 1969, p. 24
Ibídem, p. 136
Anibal Ponce, Humanismo proletario. En Obras, Casa de las Américas 1975, p. 302
Anibal Ponce, Educación y lucha de clases. En Obras, Casa de las Américas, La Habana, 1975, p. 207
R. Frondizi, Antología El hombre y los valores en la filosofía latinoamericana del SXX. Editorial Fondo de Cultura económica de México, p.164
Autora:
Dra. Yolanda Corujo Vallejo
Profesora Titular. Universidad de Oriente. Santiago de Cuba. Cuba
Yorkys Santana González