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El Tango

Enviado por cesart


    Este relato sobre el tango argentino tiene necesariamente que empezar situándose, y, ésta localización, no puede ser otra que la de Buenos Aires y más concretamente lo que se conoce como el arrabal.

    Es en el arrabal donde se desarrolla lo que se puede llamar el criollismo resentido de los suburbios frente al criollismo romántico del interior.

    Es, el criollismo, un sentimiento muy propio del argentino, que le define no sólo físicamente no también sentimentalmente, lo auténtico se hace en Argentina a la criolla, viene a ser una forma de identificación nacional, una forma de enriquecer su propio ser, cosa a la que todo argentino aspira.

    Por orilleros, también, eran conocidos los habitantes del arrabal. Podemos asimilar los versos orilleros y con acento gauchesco a Joaquín Castellanos y a Almafuerte (Pedro B. Palacios) con sus "milongas " pero, éstos no eran escritores de letras de tango. Evaristo Carriego como poeta y romántico fue el primer espectador de nuestros barrios pobres y para la historia de nuestra poesía ésto es importante. Las letras del tango nacen en el arrabal, allí en la calle Corrientes.

    La calle popular se hace patio, se une al discutidero eterno de la calle Florida y así el tango puede quebrarse con diablura y bochinche por las aceras y, el cielo es sólo para los varones.

    Allí en las casas malas del barrio del Temple se bailaba el tango, en estos salones que por diez centavos había habitación y compañera. La guitarra, el bandoneón y el barrio se unen, es la música de la calle, pues, es Buenos Aires, quien lo crea y quien lo vive.

    En las orillas se representó el tango y al mismo tiempo las definió el propio tango y el arrabalero, cada tango nuevo fue redactado en este idioma popular marcado por la sombra de Buenos Aires.

    Muy cerca del tango se encuentra la milonga y, sin duda, en ocasiones se complementan cuando se escuchan, sin embargo, el tango ha alcanzado una tan marcada personalidad que lo aleja y lo distancia de la milonga.

    Mientras que, la música del tango se asocia en un principio a los burdeles, la milonga fue siempre mas representativa del barrio, su versión corriente es como un infinito saludo, los aires y los argumentos suelen cambiar pero lo que no varia es la entonación del cantor que parece mas bien un contador de historias.

    El tango está y vive en el tiempo, en los desaires y contrariedades que la vida nos causa y siendo como fue su origen tan local y tan concreto, con unos personajes y un ambiente tan característico, ha llegado a adquirir una dimensión universal que para muchos admiradores de sus notas se les hace eterno.

    En nuestro paseo por el barrio y el arrabal nos encontramos necesariamente unido al tango, a ese prototipo que es el "guapo" enfrentado a la idea de mujer, que transmite el tango: así, a veces, es esa triste figura de mujer de todos, eternamente sola; a veces, ese amor ideal que llegó tarde o perdió su oportunidad; a veces, sólo la encarnación de un desengaño. Este "guapo", también, llamado "compadrito" es aquel que cultiva el "coraje", es un estoico en el mejor de los casos y en el peor un profesional del barullo, un especialista de la intimidación, un veterano en el ganar sin pelear, ganador a pura presencia y cobarde. Educado en cualquier esquina de la ciudad, si obró muertes entiende que el destino fue quien lo hizo a través de él. A veces, también, es el perro solitario y sin ley.

    "El compadrito" encuentra su alter ego en el " gaucho", el primero pertenece a la ciudad y el segundo al campo, siendo tan diferentes han sido igualmente calumniados.

    El "gaucho" es el hombre rechazado por la civilización, Martín Fierro no es el poema de la pampa sino del hombre desterrado a la pampa, apartado de la civilización pastoril centrada en las estancias donde se creaban pueblos. Al todovaleroso Fierro, le dolía aguantar la soledad, tal vez quería decir la pampa. Hoy, y no sabemos si gracias a la literatura gauchesca es más un prototipo, está más cercano a la mitología de la nación que a la realidad y como tal, sólo, es el reflejo de las virtudes y defectos que se le han atribuido con el tiempo.

    Así, tendríamos a hombres de pobrísima vida, a gauchos y orilleros de las regiones ribereñas del Plata y del Paraná, creando, sin saberlo, una religión, con su mitología y sus mártires, la dura y ciega religión del coraje, de estar listo a matar y a morir. Esta religión es vieja como el mundo, pero habría sido redescubierta y vivida, en estas repúblicas, por pastores, matarifes, troperos, prófugos y rufianes. Es como una profesión de fe en la vanidad de lo viril.

    Hará ya más de cien años se nombraba " compadrito " a los porteños pobres; Ascasubi, el gran periodista y poeta, los define como: " mozo, soltero, bailarín, enamorado y cantor "; Maner Sans como: " individuo jactancioso, falso, provocativo y traidor".

    Sin embargo, en general, el " compadrito ", es el plebeyo ciudadano que tira a fino, otras atribuciones son el coraje con el que se adorna y su dicharareria, así como que en su entorno arrabalero se genera su propia forma de expresión que es el "Lunfardo". El "Lunfardo" nace casi al tiempo del tango y forma todo un repertorio de términos que desde finales del XIX muestra como se pudo llegar de forma festiva a aglutinar la gran avalancha de inmigración que arribó a Buenos Aires.

    Su indumentaria fue la común a su tiempo, con la acentuación propia de algunos detalles, hacia el 1890 fueron sus características el sombrero negro de copa altísima, la chaqueta cruzada, el pantalón francés con trencilla, el botín negro y de tacón alto, sobre 1929 el sombrero pasa a ser gris, se adornaban el cuello con un gran pañuelo, la camisa rosa o granate, la chaqueta abierta, algún dedo lleno de anillos y el botín negro resplandeciente.

    Los naipes también ayudan a enmarcar a este prototipo que define a la ciudad y se centra en el boliche (taberna), el juego y su forma de afrontarlo, el propio hecho de jugar tiene dos connotaciones, el propio juego y lo mágico, los naipes siempre diferentes en su combinación, sometidos al azar de la mano que los mezcla aúna su propio misterio al de los números en su misma combinación.

    Todo jugador no hace más que reincidir en bazas remotas, su juego es una repetición de juegos pasados, vale decir, de vivires pasados. Se trasluce que el tiempo es una ficción y así casi nos hemos acercado a la metafísica: al parecer, única finalidad y justificación de todos los temas.

    Entre el juego de los naipes surge otra clave a tener en cuenta, el puñal o el flacón, característicos del "compadrito" y del "gaucho", quienes lo ven tienen que jugar con él, es más que una estructura hecha de metales; los hombres lo pensaron y lo formaron para un fin muy preciso, es de algún modo, eterno, desde el que una noche mató a un hombre en cualquier lugar, hasta los que mataron a Cesar. Puede dormir un sencillo sueño guardado en algún sitio pero su función es la de derramar sangre.

    Así, hemos ido desgranado las diferentes claves que nos llevan al tango: el arrabal y el compadrito, los naipes y el boliche, el puñal y el destino, el baile y la mujer, así, como dice Borges: "El infinito tango me lleva hacia todo".

    En una versión, que podríamos llamar sentimental, el tango habría nacido en el suburbio, en los conventillos, el patriciado lo habría rechazado al principio; hacia 1910, siguiendo el ejemplo de París habría franqueado las puertas de los aristócratas.

    Otros muchos acuerdan que el origen del tango esta en los lupanares donde surgiría hacia 1880 o 1890 recibiendo, posteriormente, quizás alguna influencia del apache francés.

    Su instrumental primitivo son las orquestas formadas por: guitarra, piano, flauta, violín, incorporándose después el bandoneón y el bajo.

    En el tango siempre se han advertido dos manifestaciones, una de índole sexual y otra pendenciera, modos que al fin son la manifestación de un mismo impulso que genera el hombre, al fin es posible que pelear pueda ser una fiesta.

    El tango antiguo, como música, es como la misma música en general, voluntad y pasión, aquel tango antiguo, suele transmitir esa belicosa alegría cuya expresión verbal ensayaron en edades remotas otras culturas en el mundo.

    La música del tango va literalmente, en algunos casos, al ritmo del corazón, no llega a ser totalmente sexual, pero si es sensual y sentimental, según las diferentes canciones. Es una expresión de sentimientos que a veces se refieren a la pareja o en general a la propia vida, al fin, todo es siempre un amor sentimental ya se refiera a una ciudad, a un hecho, a una mujer o a un hombre. Sólo el universal sentimiento humano podía habernos unido en su ilusión, en la propia ilusión del tango.

    Los compositores de letras y música se suelen centrar en ejercicios de nostalgia de lo que fue, llantos por lo perdido, esencialmente tristes aunque la tonada sea alegre.

    Tal vez la misión del tango sea esta: dar a los argentinos la certidumbre de haber sido valientes, de haber cumplido ya con las exigencias del valor y el honor.

    Admitiendo, en este caso, una función compensatoria del tango queda un breve misterio por resolver. Nuestro pasado militar es copioso, pero es indiscutible que el argentino en trance de pensarse valiente, no se identifica con él ( pese a la presencia que en las escuelas se da al estudio de la historia) sino con las vastas figuras genéricas del gaucho y del compadre.

    Las letras del tango provienen de plumas heterogéneas, normalmente populares, lo que despierta la veneración de los eruditos.

    Al principio el tango no tuvo letra, y cuando la tuvo era casual o se nutría de historias gauchescas, entonces los arrabales no eran materia poética. Después el género empezó a historiar las vicisitudes locales centrándose especialmente en el amor clandestino o sentimental, de recriminación, de odio, de burla y de rencor, toda la ciudad con su más íntimo latir fue entrando en el tango, todo lo que mueve a los hombres desde el deseo a las intrigas más bajas, así se fue formando una especie de "comedia humana " de la vida de Buenos Aires.

    De esta forma, fue convirtiéndose el tango argentino en un espejo de la realidad de los bonaerenses a la vez que un influjo sobre ellos mismos.

    El tango en sus orígenes fue quizás ingenuo pero alegre y valeroso, posteriormente, adopta un aire pesimista que con gran lujo, recrea las desdichas propias y las desvergüenzas ajenas.

    Vemos, pues, que se puede opinar y hasta discutir sobre las letras y la música del tango, sin embargo, hay algo cierto que como todo lo verdadero, encierra un secreto, y es que pertenece a Buenos Aires sin sus atardeceres, sin sus noches, sin su paisaje no puede hacerse un tango Finalmente, como paradoja podemos concluir que su misma localidad lo hacen al mismo tiempo tremendamente universal y eterno.

    Madrid 18 agosto 1998.

    ESCRITO POR JULIA AIDA TELLARINI LOPEZ

    LICENCIADAD EN CIENCIAS DE LA INFORMACION POR LA

    UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID.

     

     

    Autor:

    cesart[arroba]medialabs.es