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La "argentinización" de la economía mundial (página 15)

Enviado por Ricardo Lomoro


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A pesar de todos sus defectos, el dólar es atractivo como divisa de reserva debido a que es el lenguaje común en el comercio y las finanzas globales. En otras palabras, su atractivo es proporcional al número de participantes del mercado que lo usan. Durante décadas, el dólar ha sido un medio conveniente de intercambio para todo el mundo, desde los bancos centrales que buscan comprar bonos del Tesoro estadounidense hasta empresas latinoamericanas que exportan materias primas a Asia.

El funcionamiento de una nueva moneda global exigirá, dicen economistas, que alguien subsidie el costo de reunir a compradores y vendedores durante el tiempo necesario para que la moneda cobre atractivo.

Mercados grandes, diversificados y con altos volúmenes de transacciones de una moneda en particular "no aparecen espontáneamente sólo porque el presidente del banco central de China sugiere que sería una buena idea", dice Barry Eichengreen, economista de la Universidad de California en Berkeley.

Es más, una moneda supranacional no tendría usuarios potenciales o país de origen donde pueda ganar aceptación gradualmente.

La Unidad Monetaria Europea (ECU) fue creada como una divisa de integración en 1979 y no tuvo una acogida significativa hasta que esfuerzos concretos (y una buena cantidad de dinero) de las autoridades europeas la transformó en el euro dos décadas después.

Incluso el euro, considerada la innovación monetaria más exitosa del último tiempo, sigue siendo una segunda opción después del dólar en el uso internacional. La crisis financiera global también ha dejado al desnudo los inconvenientes inherentes a una moneda común.

– China mete presión para sustituir el dólar como divisa de reserva mundial (Negocios27/3/09)

El país asiático comienza una campaña para que el FMI tutele una moneda de reserva que reemplace a la norteamericana.

(Por David Barboza – IHT)

Un síntoma más de que China está preocupada por poseer enormes reservas en dólares es que el jefe de su banco central ha hecho un llamamiento para la eventual creación de una divisa de reserva internacional que reemplace al dólar.

En una nota publicada el lunes, Zhou Xiaochuan, gobernador del Banco del Pueblo de China, dijo que un sistema con una nueva divisa de reserva controlada por el Fondo Monetario Internacional podría ser más estable y viable económicamente.

Se necesita un nuevo sistema, dice, porque la crisis económica global ha puesto de relieve la "vulnerabilidad intrínseca y los riesgos sistémicos del sistema monetario internacional vigente".

Aunque pocos analistas creen que el dólar vaya a ser desplazado a corto plazo como la divisa dominante en las reservas del mundo, la propuesta sugiere que China se está preparando para asumir un papel más influyente en el mundo. Rusia hizo recientemente una declaración parecida.

La idea general de China, desvelada una semana antes de la reunión de los líderes del G-20 en Londres para celebrar una cumbre sobre economía global, también indica que a Pekín le preocupa que su gran fondo de reservas en divisas, denominadas en dólares, pueda sufrir una significativa pérdida de valor en los próximos años.

Preocupación

China ya tiene las mayores reservas en divisas del mundo, valoradas en casi dos billones de dólares, más de la mitad de las cuales se estima que están integradas por bonos del Tesoro americano y otros bonos en dólares.

El 13 de marzo, el primer ministro chino, Wen Jiabao, dijo estar preocupado por la seguridad de esos activos, concretamente porque los enormes paquetes de estímulo podrían disparar el déficit de Estados Unidos, lo que hundiría el valor del dólar.

Si China perdiera su apetito por los bonos del Tesoro, los gastos de los préstamos de Estados Unidos aumentarían, lo que elevaría el coste para Washington de sus paquetes de estímulo y el de las hipotecas para los americanos.

Nicholas Lardy, economista y especialista en China del Peterson Institute de Washington, dice que con dicha propuesta, China sugiere que el largo predominio del dólar era intrínsecamente injusto, permitiendo a Estados Unidos asumir enormes déficit pidiendo prestado en el extranjero, y que los riesgos de los bonos del Tesoro están aumentando.

edu.red

"Los chinos están muy preocupados porque el enorme déficit del gobierno estadounidense dispare la inflación, lo que erosionaría el poder de compra de los activos financieros denominados en dólares que ellos poseen -dice Lardy-. Es una preocupación legítima".

El momento elegido por los chinos para hacer esta declaración, dicen los analistas, también podría estar destinado a conceder a Pekín un mayor poder de presión para negociar con Estados Unidos y con otras naciones en Londres, sobre comercio y propuestas para estabilizar la economía global.

Miedo a los mercados

Pero China se muestra cautelosa cuando habla de comprar o vender bonos del Tesoro, por miedo a lanzar un mensaje que pudiera afectar a los mercados de divisas.

Por eso, en una nueva declaración efectuada el lunes, China dijo que seguiría comprando bonos del Tesoro, algo que Estados Unidos ha impulsado. En la nota de Zhou, publicada en inglés y en chino en la página web del Banco Central, dice que la comunidad internacional debería considerar una expansión de los Derechos Especiales de Emisión del FMI.

Una propuesta similar ya había sido planteada antes por los países desarrollados. Pero Estados Unidos siempre ha pensado que eso podría resultar inflacionario y afectar al papel preponderante del dólar. Como parte de ese sistema, se usaría una moneda para comercializar productos basándose en una fórmula deducida del valor de varias monedas.

Zhou dice que el objetivo de reformar el sistema monetario es "crear una moneda de reserva internacional que esté desvinculada de cualquier país concreto y sea capaz de permanecer estable".

– El dólar defiende en Londres la primacía conquistada en Bretton Woods en 1944 (El Economista – 30/3/09)

(Por Pedro Calvo

Estados Unidos se ha encontrado con un motín inesperado entre los miembros del G-20, en vísperas de la reunión que tendrá lugar este jueves en Londres. La cruzada, encabezada por China y Rusia, tiene por objeto dudar de la supremacía mundial del dólar y proponer como alternativa la creación de una divisa internacional. Curiosamente, fue en una cumbre similar, la celebrada en Bretton Woods (EEUU) en 1944, donde el billete verde conquistó la hegemonía que ahora ostenta.

El nuevo orden cambiario que se fraguó en aquella cita situó al dólar como la moneda de referencia internacional, una condición que a comienzos del siglo XX aún poseía la libra esterlina, que la acabó cediendo tras los problemas que pasó en la época de entre guerras y su fallido retorno al patrón oro en 1925. La ventajosa posición en la que quedó la moneda norteamericana quedó preservada, incluso cuando, a comienzos de los 70, el Sistema de Tipos de Cambio de Bretton Woods saltó por los aires.

En buena forma

Estos precedentes, que subrayan el longevo liderato del dólar en los mercados financieros, explican la trascendencia de la petición pública cursada por las autoridades chinas y rusas. Éstas, sin embargo, han entendido que es el momento de alzar la voz, en un paso al frente que se apoya tanto en las grietas que está abriendo la crisis financiera en las principales potencias como en la situación financiera de estos países emergentes. Sobre todo, en el caso chino, que posee las mayores reservas en divisa extrajera del mundo y que tiene en su poder más bonos estadounidenses que ningún otro país. Ambas armas le dan un poder de negociación extra en la reunión de Londres.

Pero Estados Unidos tampoco llega con las manos vacías. Aún tiene argumentos para defender el cetro que ocupa su moneda. El primero tiene que ver con que, según los últimos datos del Banco Internacional de Pagos, el dólar está presente en 86 de cada 100 operaciones que se llevan a cabo en el mercado de divisas. Además, y pese a que la crisis tiene su epicentro en EEUU, los inversores han seguido protegiéndose en el billete verde, que conserva su vitola de activo refugio en los mercados. Y en tercer lugar, en lo que va de año figura como la segunda moneda más fuerte entre las diez más importantes del mundo. Sólo le supera la corona noruega y se aprecia contra el euro, la libra esterlina y el yen japonés.

Juega con fuego

Estos escudos, junto a la dificultad que entrañaría poner en marcha una divisa mundial, protegen al dólar, aunque las autoridades norteamericanas no pueden confiarse por ello. La solicitud de China y Rusia obligará al secretario del Tesoro, Timothy Geithner, a redoblar su compromiso con un "dólar fuerte". Más aún en un entorno en el que las políticas expansivas de la Reserva Federal (Fed) ponen más billetes en circulación y amenazan con debilitar más a la moneda norteamericana, un riesgo que, de manifestarse, acentuaría las presiones contra el dólar.

– Rusia aboga por restablecer el patrón oro como nueva moneda de reserva mundial (Libertad Digital – 31/3/09)

Arkady Dvorkevich, asesor económico del Kremlin, defiende incluir los lingotes de oro en la cesta de divisas que serviría de base para establecer una nueva moneda mundial en sustitución del dólar, basada en los Derechos Especiales de Giro del FMI, tal y como propone junto a China.

(Libertad Digital) Nuevo movimiento de Rusia de cara a la reunión del G-20 en Londres. Moscú propone junto a China crear una nueva divisa de reserva internacional en sustitución del dólar, basada en la cesta de monedas que conforman los denominados Derechos Especiales de Giro que administra el Fondo Monetario Internacional (FMI). Sin embargo, tal y como avanzó LD, ambas potencias consideran que el valor de la nueva moneda debe estar respaldada por activos reales, más allá de una mera divisa fiduciaria (papel moneda), tal y como acontece en la actualidad con el billete verde.

¿Alternativa? En este sentido, Moscú apuesta por restablecer el patrón oro, cuyo abandono tuvo lugar a principios de los 70 tras la suspensión de los acuerdos de Bretton Woods. Arkady Dvorkevich, asesor económico del Kremlin, defiende la inclusión de lingotes de oro en la cesta de divisas que conformaría la nueva moneda global. En concreto, Dvorkevich consideró "lógico" que la nueva divisa internacional incluyera la ponderación del rublo y el yuan (divisa china), y añadió que "también podríamos pensar en un uso más eficaz de oro en este sistema".

El patrón oro fue el eje del sistema monetario internacional durante el siglo XIX, tal y como explica Ambrose Evans-Pritchard, analista del diario británico Telegraph. Sin embargo, su decadencia comenzó durante la I Guerra Mundial, cuando las grandes potencias incurrieron en un gasto público sin precedentes y abogaron por abandonar las restricciones en la impresión de billetes que establecía el metal amarillo.

Dicho sistema monetario colapsó en la década de los 30, cuando el Gran Bretaña, EEUU y Francia abandonaron la paridad de sus monedas con el oro. Posteriormente se retomó, tras los acuerdos de Bretton Woods, al término de la II Guerra Mundial, hasta que la inflación que generó en EEUU la Guerra de Vietnam obligó al presidente Richard Nixon a abandonar nuevamente el patrón oro para evitar la suspensión de pagos.

Desde entonces, la impresión de papel moneda ha carecido de anclajes de ningún tipo para evitar la expansión monetaria. El aumento del crédito y, por tanto, del nivel de endeudamiento que se ha producido a lo largo del último cuarto de siglo habría sido imposible de haberse mantenido el patrón oro, ya que éste establece una estricta disciplina monetaria a la banca central a la hora de crear moneda.

Rusia es un importante productor de oro, y cuanta con grandes reservas aún por explotar. De ahí su interés en restablecer dicho estándar monetario. De hecho, el Banco Central de Rusia (BCR) está aumentando sus reservas de metal amarillo, al igual que los principales bancos centrales del planeta. Las reservas de oro y divisas (reservas internacionales) de Rusia en los últimos siete días aumentaron en 9.200 millones de dólares y el pasado día 20 sumaron 385.300 millones de dólares, según dicho organismo.

Según la entidad emisora, para el 13 de marzo las reservas internacionales de Rusia totalizaban 376.100 millones de dólares. Sin embargo, los activos en divisas y oro en poder del Banco Central y del Ministerio de Finanzas se calculan en dólares estadounidenses, y su valor depende del cambio oficial rublo-dólar que establece el BCR en el momento de ser contabilizados. Mientras, el régimen chino parece optar por una moneda internacional cuyo valor dependa del respaldo real de 30 productos básicos, una idea propuesta por John Maynard Keynes en 1944.

– El euro y la Europa del este (Expansión – 7/4/09)

(Por Lex. Financial Times)

Una nueva divisa es la bala de plata que supuestamente acaba con todos los males económicos. Panamá, El Salvador y Ecuador tienen el dólar; Montenegro y Kosovo cuentan con el euro.

Ahora, se ha sugerido que los miembros centroeuropeos de la UE que no pertenecen a la eurozona podrían adoptar también el euro de forma unilateral. El Fondo Monetario Internacional considera que esto podría ayudar a prevenir una crisis regional de tal severidad que obligase en cualquier caso a adoptar el euro. Mejor adelantarse a lo inevitable y optar por el euro ahora.

Sin embargo, resulta difícil dilucidar sus posibles efectos duraderos. El principal problema de la Europa del este es su deuda exterior. Cerca del 60% de todos los créditos húngaros están denominados en divisas extranjeras; en el caso de Letonia y Estonia esta cifra asciende a casi el 100%. La adopción del euro podría ayudar a la región a refinanciar los 413.000 millones de dólares (305.987 millones de euros) que vencerán este año, al imposibilitar una devaluación. Esto reduciría la necesidad inmediata de la región de fondos del FMI. Pero ese es todo. El problema de la deuda seguiría existiendo, sólo que denominado en otra divisa.

Una nueva divisa no es garantía de estabilidad. En todo caso, hace que la gestión adecuada del resto de políticas cobre más importancia. Un país que adopte el euro sólo podrá incrementar sus reservas de dinero aumentando las exportaciones o las entradas de capital.

Como ninguno de ellos nada actualmente en la abundancia, son necesarios otros ajustes dolorosos. Esto requeriría una flexibilidad de la que carece la mayor parte de la región -excepto, tal vez, los estados bálticos-. Cuando Ecuador adoptó por primera vez el dólar, por ejemplo, se le comparó con una mujer optimista pero con sobrepeso que había comprado un vestido dos tallas más pequeño. Ecuador aún sigue luchando por entrar en ese vestido.

Existen cuestiones técnicas que habría que resolver -como el tipo de cambio que empleasen a la hora de adoptar el euro-. También surgirían problemas políticos. La adopción unilateral del euro podría amenazar la integridad del tratado de Maastricht y reducir aún más la credibilidad del conjunto de la eurozona. En cualquier caso, las reformas económicas que requeriría la adopción del euro pueden hacerse a través de programas respaldados por el FMI -que dispone ahora de más fondos-, que además harían el proceso menos doloroso. La adopción del euro no es ninguna panacea.

(The Financial Times Limited 2009. All Rights Reserved)

– Regresa la fiebre del oro (Reuters – 9/4/09)

La inversión en oro podría aumentar con fuerza en este año, debido a la posible caída de dos dígitos en la demanda de joyería, dijo el presidente ejecutivo de la consultora de metales GFMS, Philip Klapwijk

De acuerdo con el reporte de Oro de 2009 de GFMS, la inversión mundial en oro subió a 26 mil millones de dólares en 2008 desde los 14 mil millones del año previo.

"No hay razón por la que no puedan verse más de 40 mil millones de dólares entrando al mercado (este año)", indicó Klapwijk.

GFMS destacó que el oro podría sobrepasar los mil 100 dólares la onza, superando su actual máximo histórico de mil 030.80 dólares alcanzado en marzo de 2008.

"Las condiciones son muy propicias para las inversiones en oro". Más inversores probablemente se verán atraídos por el oro gracias a la creciente inflación, un dólar más débil y una prolongada inestabilidad en el sector financiero, añadió.

La demanda de joyería, que disminuyó diez por ciento en 2008 desde el año anterior, se prevé siga cayendo y la participación total de la demanda de ese mercado también podría bajar cerca de 50 por ciento desde más de 60 por ciento del año pasado, apuntó Klapwijk.

– En busca de un futuro dorado (BBCMundo – 11/4/09)

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Las escenas de la fiebre del oro son parte de la cultura popular.

Mucho se habla de que el mundo retrocedió a 1929, al caer en otra Gran Depresión. Pero a algunos, el viaje al pasado los lleva más bien a 1849.

Fue entonces cuando cientos de miles de personas acudieron a California en busca de su fortuna luego de que se descubrió que allá había oro.

Las imágenes de hombres parados con el agua hasta las rodillas examinando minuciosa y desesperadamente el sedimento en busca de un tesoro se convirtieron con el tiempo en parte del bagaje cultural universal.

Y ahora están empezando a llegar los ecos de esa época, con cantidades récord de gente volviendo a las lomas y riachuelos californianos y de otros estados del oeste de Estados Unidos con la esperanza de volverse ricos.

En el lecho del río

Según la Asociación Americana de Buscadores de Oro (GPAA, por sus siglas en inglés), el número de miembros aumentó en un 20% el año pasado, como resultado de la recesión y del alto precio del oro.

"Empieza como un pasatiempo con posibilidades de algo más", le dijo a la BBC Corey Rudolph, miembro de la GPAA y buscador de oro de tiempo completo.

Aquellos que van en pos del oro buscan principalmente pedazos pequeños que se han desprendido de las montañas y que se asientan en el fondo de los ríos y valles.

La GPAA dice que las solicitudes para explotar minas en California, que es el estado más rico en oro, han aumentado en más de 3.000 en los últimos dos años.

Y añade que eso no refleja la realidad, pues en muchos lugares de Estados Unidos no es necesario registrar el derecho a minas.

Por los cielos

edu.red

El precio del oro llegó a niveles récord en marzo del año pasado, de US$ 1.011 por onza.

El oro alcanzó su precio más alto de todos los tiempos en marzo del año pasado, con US$ 1.011 por onza, y desde entonces se comercializa por cerca de US$ 900, pues los inversores buscan el tradicional santuario que ofrece para evitar el caos en el resto del mercado financiero.

Rudolph ha sido buscador de oro durante las últimas tres décadas y cuenta que en el verano boreal a menudo va a Alaska, donde una vez encontró 60 onzas de oro en cuatro semanas.

Hoy en día las habría podido vender por US$ 35.000.

"Mucha gente espera volverse rica pero eso no ocurre usualmente hasta que uno ha aprendido todos los truquitos", señala.

Otras áreas que prometen son Arizona, el estado de Washington y Nuevo México.

Sueños de oropel

Pero hay quienes se preocupan por el impacto que pueda tener esta nueva fiebre del oro en el medio ambiente.

Aunque muchos buscadores van con bateas y examinan el sedimento y la arena para encontrar las doradas lentejuelas, otros están usando dragas para succionar el lecho, separar las pepitas y botar lo que sobra.

Los críticos dicen que eso matará la vida fluvial y perjudicará los ríos. La GPAA por su parte, dice que más bien mejora la condición de estos pues remueve el plomo y el mercurio.

La mayoría de quienes se dedican a buscar el metal precioso en sus fines de semana no pueden realmente vivir de su agotadora actividad: las compañías mineras se llevan la mayor parte del oro encontrado en EEUU.

Sin embargo, ese hecho no parece tener mucha fuerza disuasoria.

– Asia in, USA out (El Confidencial – 17/4/09)

(Por Fernando Suárez)

Fue pura casualidad. Uno de esos caprichos del destino que brinda el encuentro de quienes, compartiendo vecindad, por divergentes circunstancias vitales rara vez están llamados a conocerse. Se disculpa por no hablar español y departimos trivialmente hasta que, poco a poco, se siente familiar, como en casa. La comodidad hace que el insider, curtido top NCO, cambie de registro, devenga outsider y confiese, con sorprendente entereza, America's broke.

La nación ha vuelto a ser seducida con un nuevo crédito de ilusión y confianza: Roosevelt tuvo la radio, Kennedy la televisión y, la gran esperanza negra, internet y los medios sociales. Presidente 3.0 en histórica ocasión. Conjeturamos sobre la duración del optimismo prestado por tanta expectativa fabricada a golpe de marketing político. Tarde o temprano, le pedirán cuentas. El éxtasis mediático tras el consenso del G-20, turning point & unprecedented steps, dejará atrás la cuarentena de buenos propósitos, imagen de unidad y parches baldíos, pese a que algunos seguirán abonados al ingenuo buenismo o la estulticia talantosa. Vivan las fotos de familia.

Convenimos en la idea de unos Estados Unidos históricamente ligados a la economía de casus belli, con un presupuesto de defensa que ha doblado en la última década, incremento del 62% sólo entre 2001 y 2008, época en la que la apelación al miedo y al mesianismo desviaron la atención mediática de los verdaderos problemas norteamericanos. La Guerra Fría como última gran contienda ideológica global. La IV Guerra Mundial, tan silenciosa y silenciada, se libra en otros campos de batalla, en pos del control de recursos estratégicos. Recursos escasos versus ilimitados papelillos de colores. Times have changed.

Policromía fiduciaria para un mecanismo de asignación de factores, según libre albedrío entre oferta y demanda, roto, kaput, finito. Unidades monetarias y precios expresados en ellas, pura entelequia. Lo sé, argumento reiterativo, circular, pero es que no hay más. A nuestros ínclitos patriarcas sólo les interesa su economía-ficción de palco vip, sin querer enterarse de qué va realmente la película en el gallinero. O peor aún, fuerzan súbitos giros de guión, desde comedia romántica a melodrama, ocultando la improvisación de un terrorífico final con tintes gore. Ni la cansina insistencia en el fracaso conceptual de Bretton Woods y del sistema fraccional de reservas como origen de esta catástrofe financiera, les priva de cantar milongas. Décadas de desequilibrios superpuestos y siguen mirando hacia otro lado, no vaya a ser que les toque poner algo de cordura, lo único que al parecer no gastan.

Empeñados en combatir la ya inadmisible irracionalidad acumulada con mayores dosis de irracionalidad, insisten en la consabida estrategia de cartelización fiscal para, según la versión oficial, proteger nuestras finanzas públicas y sistemas financieros. Hay que tener la jeta pétrea. El objetivo último, tan evidente, repatriar los millones de millones que llevan fundidos en rescates y estímulos inservibles a costa del sufrido contribuyente y sus herederos, sin necesidad de desmantelar sus obscenos despilfarros públicos, prebendas y gollerías. Ah, y con barra libre de extorsión tributaria a la vista. Adicionales e imaginativos planes de estímulo hacen buenas las peores previsiones del FMI sobre déficits públicos y crecimiento global. El problema sigue siendo el mismo, pero las aparentes soluciones no hacen sino agravarlo. Desperdiciada otra oportunidad histórica de ser medio cabal, medio decente y medio honesto.

Baile de malditos en la lista negra, ora dentro, ora fuera. Adivina, adivinanza. Mortero bastardo de cal, cemento, y osada arena. Los azares de la vida estrechan relaciones. Quid pro quo. Hace tiempo referí que, tarde o temprano, el socio más poderoso del Consejo de Administración de la Aldea Global estaba llamado a dejar de serlo. La imposición de su propia moneda, impregnada del humo de las impresoras fiduciarias, en inaceptable estado comatoso. Los YATEs norteamericanos (IOU, Ya Te pagaré) hacen agua, se hunden. Y el resto de socios, atrapados en el dilema del prisionero, vacilan entre cooperar o no cooperar, that is the question. Seguir aceptando al dólar como divisa de referencia y reserva internacional, o buscar su propia utilidad de manera independiente, primando el interés propio y la posible salvaguarda de sus economías y áreas comerciales, mediante una desvinculación más o menos progresiva del greenback vía decoupling. El tiempo pasa, poniendo todo y a todos en su lugar.

Hasta ahora, la estrategia seguida ha sido la de Tit for Tat pero, una vez sobrepasado el punto de no retorno, sólo queda una huída desesperada hacia la única salida de emergencia, antes de la segura e incendiaria quiebra del sistema. Arde Roma. Las dos opciones sobre la mesa ya las conocen: una nueva divisa de reserva internacional, basada en los Derechos Especiales de Giro del FMI, atendiendo a la propuesta original china; y/o una moneda global, según la iniciativa que pasó de bluf kazako a la gran promesa del Acmetal en un santiamén. La visita de Estado seguro incluye un intenso debate al respecto. ¿Hiper-regionalización monetaria como paso previo a una única divisa mundial…?

De momento, China ya ha emprendido su camino. Siendo el mayor tenedor de instrumentos financieros denominados en dólares, trata de evitar el consabido círculo perverso de dinero = deuda a través una superdivisa y el refuerzo de sus programas de currency swaps. Todo ello en un contexto de intensa cooperación regional, tanto en el seno de la ASEAN cuanto del particular desarrollo de la ASEAN+3, habida cuenta la vital importancia de su área comercial. La esperada reunión de la EAS, al traste por los disturbios en Tailandia.

Su estrategia parece tener varios objetivos, entre los que se me ocurren, en primer lugar, presionar para acabar con el abyecto sistema fiduciario internacional del dollar standard mediante la imposición de la susodicha divisa de reserva, en añoranza de la pretérita propuesta keynesiana del Bancor, basado en los precios de una treintena de materias primas esenciales. Segundo, responder a la insistente amenaza norteamericana sobre la manipulación del yuan, promoviendo un descenso en la demanda de dólares y posicionando su propia moneda como referencia en el comercio internacional. En tercer lugar, reivindicar su papel como actor principal en cualquier reforma financiera global, a pesar de sus particularidades geopolíticas y las dificultades en la relación entre los miembros del Plus Three, con India y, en menor medida, Australia y Nueva Zelanda, haciendo de contrapeso ante su creciente poder en la zona Asia-Pacífico. Y, finalmente, reforzar los lazos comerciales con productores de materias primas y recursos estratégicos, mediante su irrupción en áreas de influencia tradicionalmente vetadas por ser su moneda aún inconvertible.

Imparable proceso. Del gold dinar como reemplazo del dólar estadounidense en países islámicos, al khaleeji del Consejo de Cooperación del Golfo, cada vez más inclinado hacia una currency board frente al peg cambiario con el billete verde. Oriente aparenta tenerlo claro: Asia in, USA out.

– Goldfinger (El Confidencial – 17/4/09)

(Por Paula Mercado)

La fascinación por el oro del famoso personaje de Ian Fleming le llevaba no sólo a sacarlo de su país perfectamente camuflado como carrocería de automóvil, Goldfinger lo utilizaba además como instrumento de muerte. Aquellos de sus colaboradores que traicionaban su confianza corrían el riesgo de terminar sus días recubiertos de pintura de oro que impedía la respiración cutánea y llevaba a la asfixia.

El oro siempre se ha considerado un símbolo de poder y riqueza, una moneda de intercambio internacional canjeable en cualquier lugar del mundo.

El Fondo Monetario Internacional ha anunciado recientemente su propósito de venta de 403 toneladas de oro (algo menos de 13 millones de onzas) para financiar el apoyo a la economía mundial en el entorno de crisis actual. Como consecuencia, su cotización cayó en los días previos a la reunión del G-20 el pasado día 2 de abril. Aún así, considerando el trimestre completo, el oro subió un 4,3 por ciento, subida sostenida principalmente por precios bursátiles descendentes y temores inflacionistas globales.

El precio de este metal precioso, considerado tradicionalmente como el último refugio inversor, lleva una carrera ascendente de ocho años y se cree que, dadas las condiciones actuales, esta tendencia puede continuar un año más, alcanzando o superando su máximo histórico de 1.033,90 dólares la onza el pasado marzo.

Los fondos inyectados en el sistema financiero estadounidense, como parte de las iniciativas de estímulo económico y de rescate de instituciones financieras, están reforzando los miedos inflacionarios. Incluso considerando el rally bursátil de las últimas semanas, el índice IBEX retrocede un 12 por ciento en el primer trimestre de 2009 y el Standard & Poor"s 500 un 11,67 por ciento, lo que ha hecho que muchos inversores busquen alternativas para la obtención de rentabilidades.

Además de los 789.000 millones de dólares aprobados en febrero, el Secretario del Tesoro Americano Timothy F. Geithner ha declarado que está dispuesto a dedicar hasta 1 billón de dólares a iniciativas diversas para reforzar los bancos americanos, si con ello consigue reactivar la concesión de préstamos.

La lógica nos dice que toda esa cantidad de dinero inyectada en la economía puede eventualmente generar tensiones inflacionistas, lo que podría tener como consecuencia que los precios del oro alcanzaran los 1.500 dólares la onza hacia final de año.

Los acontecimientos recientes son prueba de esta lógica. La cotización del oro subió 70 dólares la onza, su máxima ganancia en seis meses, tras el anuncio de la Reserva Federal de su plan de adquisición deuda, anuncio que afectaría la cotización del dólar y reactivaría los temores de subida de precios. Una semana más tarde, el 25 de Marzo, el Departamento Americano de Comercio anunció el aumento del IPC por segundo mes consecutivo. Esa misma mañana, la cotización del oro subió 22 dólares la onza en el mercado de Nueva York.

La inversión en oro se ha utilizado tradicionalmente como protección frente a la inflación, pero ha de tenerse en cuenta que en el momento en que los precios alcanzan cotas altas es ya demasiado tarde para invertir en este metal precioso. Una forma de pulsar las expectativas de variación en los precios es seguir el mercado de futuros de materias primas agrícolas, cuyos precios se ven afectados directamente por la inflación. Cuando la inflación comenzó su escalada a finales de 2007, los precios de materias primas se dispararon, especialmente el petróleo, que alcanzó la cotización record de 147 dólares el barril en Julio pasado. Como consecuencia, se produjo un recorte en los presupuestos, tanto corporativos como de los consumidores, que llevó a la recesión que comenzó en diciembre de 2007 en Estados Unidos. El declive en la demanda y en la confianza de los consumidores estranguló el consumo, produciéndose la situación inversa en la cotización de las materias primas.

A finales del primer trimestre de este año los precios de materias primas se han recuperado nuevamente de sus mínimos. Si la cotización del cobre ha subido un 32 por ciento, el petróleo lo hizo en un 11 por ciento y los futuros de gasolina un 29 por ciento.

La inflación en Estados Unidos, sin embargo, se ha mantenido a niveles bajos por el momento, un 1,8 por ciento anualizada, dentro del rango aceptable para la Reserva Federal.

Así pues, la reciente recuperación en la cotización de las materias primas podría ser la antesala de un rally similar al vivido durante 2008, derivado en gran parte de los paquetes de estímulo económico

Una mirada a la evolución de fondos de inversión sectoriales que invierten su cartera en materias primas, revela una extraordinaria revalorización en sus rentabilidades durante 2009. Aunque el oro no se sitúa en primera posición del ranking, sin duda los fondos que invierten en este metal precioso, bien directamente o bien en compañías ligadas a su extracción o explotación, obtienen revalorizaciones muy interesantes.

Un ejemplo destacado, por alcanzar una rentabilidad de 14,23 por ciento durante 2009, es el subfondo DWS Invest Gold and Precious Metals Equities NC, gestionado por DWS Investments (grupo Deutsche Bank). Su inversión se concentra en empresas del sector de metales preciosos de emisores cuyos rendimientos deriven de la búsqueda, obtención, procesamiento o distribución de oro, plata, platino u otros metales preciosos. Al alcance de cualquier inversor, requiere sólo una participación como aportación mínima. El coste de esta participación, según los últimos datos del valor liquidativo del fondo de VDOS, sería de 85,36 euros, aunque en este caso las comisiones son más altas: fija de 2 por ciento y de suscripción de hasta un 3 por ciento.

También destacable, en este caso por su calificación como un cinco estrellas de VDOS, el BGF World Gold Fund E2 Cap Eur, que se revaloriza un 10,49 por ciento desde comienzos de año. Blackrock Investment Management busca maximizar la rentabilidad del fondo invirtiendo en empresas de todo el mundo cuya actividad predominante sea la extracción de oro. Su aportación mínima es de 5.000 dólares y sus comisiones son fija de 0,75 por ciento, de depósito de 0,61 por ciento y de suscripción de hasta un 3 por ciento.

Son pues fondos de alto riesgo que no invierten directamente en oro, sino en empresas con actividades relacionadas con la extracción, tratamiento o distribución del metal, por lo que están expuestos a los vaivenes de los mercados bursátiles.

El oro continúa haciendo gala de su enorme atractivo como último refugio, aún cuando para John Maynard Keynes mereciera el calificativo de "reliquia bárbara".

Correlación histórica con el "caso" argentino (Alarmantes coincidencias)

(1863) La cuestión de cómo organizar la moneda, su convertibilidad con el oro y los límites a la emisión rodeaban a estos fenómenos en el terreno productivo. Norberto de la Riestra, ministro de Hacienda de Buenos Aires, promovía transformar al Banco de la Provincia en un banco privado; Vélez Sarsfield proponía su nacionalización, y los comerciantes porteños sugerían la formación de un banco comercial popular.

Finalmente, prosperó la iniciativa de Díaz Vélez de la Ley de Bancos Libres, que habilitó a las provincias a instalar sus primeras instituciones financieras.

(1864) A partir de este "saneamiento" la idea era poner en práctica una moneda convertible. La primera convertibilidad impulsada en el país se inició oficialmente con la Ley de Conversión de papel moneda, del 26 de octubre de 1864, que preveía la entrada en vigencia del sistema a mediados del año siguiente. La decisión, instrumentada a través de la provincia más rica, creó el peso fuerte y fue acompañada por medidas complementarias de fomento y obligación de la utilización del papel moneda para las transacciones comerciales, el pago de impuestos y la fijación de salarios.

Sin embargo, la ley no se pudo poner en práctica debido al conflicto bélico con Paraguay y las emisiones de moneda que se autorizaron para financiar las operaciones militares. Como la emisión no podía ser infinita, el Gobierno Nacional fue autorizado a contratar un empréstito de doce millones de pesos fuertes y el ministro De la Riestra consiguió un primer anticipo de 518.000 libras, cuya colocación en la "City" londinense alcanzó la magra cotización del 73 por ciento.

(1866) Así, hacia 1866 la guerra provocó un efecto paradojal sobre la economía. Los empréstitos externos produjeron un importante ingreso de oro y lo mismo ocurrió como resultado de las grandes compras efectuadas por Brasil -aliado en la guerra- para abastecer su ejército.

Estas circunstancias, junto a los ingresos por exportaciones que aumentaban ya que Buenos Aires y el comercio exterior no estaban afectados por los avatares fácticos de la guerra, provocaron una revalorización del peso papel.

Los importadores -que dejaban en la Aduana grandes rentas- se favorecían de esta situación, que en definitiva resultaba gravosa para la economía global.

Los exportadores preferían lo contrario, puesto que sus ventas se pagaban en oro y sus deudas se saldaban con papel moneda inconvertible. Por lo tanto, presionaban por una política inflacionaria y de papel moneda inconvertible.

El tipo de cambio comenzaba a convertirse en uno de los grandes parteaguas de la historia argentina.

El debate sobre proteccionismo o librecambio tomó un giro ascendente cuando Estados Unidos, el principal comprador de lana argentina, estableció la Ley de Lanas y Manufacturas, imponiendo una barrera por vía de un aumento en los derechos de aduana y cerrando la importación.

Desde 1866 hasta 1873, muchas voces se alzaron contra la dependencia de los mercados mundiales y el libre cambio, sin hallar más que paliativos temporarios, como la reducción de los aranceles de exportación de los productos ganaderos, gestionada por la Sociedad Rural.

(1875) El nuevo presidente, Nicolás Avellaneda, logró recomponer la confianza internacional luego de aplicar una política restrictiva -de "ajuste"- que implicó rebaja de sueldos y reducción de empleados de la administración pública, y el aumento "temporario" de los aranceles aduaneros de importación para acrecentar los recursos. Además, encargó a Carlos Casado -tiempo después- el estudio de un nuevo sistema monetario nacional.

(1876) Sin embargo, la Oficina de Cambio tuvo que cerrar y el papel moneda provincial fue declarado inconvertible en mayo de 1876. La primera convertibilidad había durado poco más de nueve años.

Alberdi que veía con horror este "empréstito forzoso" que el gobierno hacía, declarando inconvertibles los billetes propuso:

No hay más tierra firme en materia de crédito público, que la responsabilidad unida de toda la nación, o la unificación de todas las deudas en una sola deuda pública consolidada.

Simultáneamente, Alberdi proponía nacionalizar el Banco de la Provincia y sujetar al Congreso la emisión monetaria.

El propio Avellaneda había hecho una descripción vibrante de la crisis en su Mensaje al Congreso de 1875:

Grandes cantidades de dinero afluyeron en los últimos años a la plaza de Buenos Aires, teniendo principalmente su origen en los empréstitos que la nación y esta provincia contrajeron en Londres. De ahí su acumulación en los bancos, el bajo interés y las facilidades tan seductoras como desconocidas del crédito. El país no estaba en actitud de aplicar de improviso tan considerables capitales al trabajo reproductivo y sobrevinieron las especulaciones sobre terrenos estériles, que acrecentaban artificialmente su precio de una transacción a la otra, los gastos excesivos y la acumulación de mercancías importadas, exagerada aún más por la competencia que se desarrolla en estos casos. Con la hora inevitable de los reembolsos ha sobrevenido la crisis.

Al año siguiente, en similar ocasión, el tema volvió a estar en el centro del discurso presidencial:

La república tiene un honor y un crédito, como sólo tiene un nombre y una bandera. Hay dos millones de argentinos que economizarán hasta sobre su hambre y su sed, para responder a los compromisos de nuestra fe pública ante los mercados extranjeros.

La crisis económica que llevó a la puesta en entredicho del credo liberal pronto se superó a fuerza de empréstitos ingleses y franceses y del banco provincial. El entramado de negocios ferroviarios y comerciales urdido por Inglaterra, colaboró en forma decisiva para que Avellaneda torciera el brazo de la poderosa Buenos Aires cuando Carlos Tejedor, gobernador de la provincia de Buenos Aires y competidor de Roca en las elecciones presidenciales de 1880, resistió el resultado electoral adverso.

(1881) Un hito trascendente en la historia económica argentina fue la sanción de la Ley 1.130 que unificó monetariamente al país, estableciendo qué monedas tendrían curso legal y forzoso. Esa ley ponía en vigencia el patrón bimetálico en oro y plata que dos años después fue sustituido por un régimen exclusivo de patrón oro. Simultáneamente, sólo un conjunto de bancos fueron autorizados a emitir la nueva moneda convertible: Banco Nacional, de la Provincia de Buenos Aires, de Santa Fe, Córdoba y Otero y Cía.

Comenzaba así el segundo período de convertibilidad, con una paridad uno a uno entre el peso papel y el peso oro y un breve derrotero por delante.

Las necesidades fiscales y, en especial, el importante déficit comercial y los compromisos de pago de la deuda externa debilitaron rápidamente el sistema. A ello se sumó la ausencia de un control centralizado sobre la emisión, de manera tal que la convertibilidad comenzó por resquebrajarse en la práctica a fines de 1884. Frente a esa situación, en enero de 1885 el gobierno decretó nuevamente la inconvertibilidad.

Liberada de ataduras, la cantidad de dinero en circulación, creció velozmente desde 50 millones en 1884 a 85 millones en 1886.

(1885) El camino de salida de la crisis de 1884 fue pavimentado exitosamente por Carlos Pellegrini, quien a mediados de 1885 fue enviado a Europa a gestionar un nuevo arreglo financiero. Pese a la comprometida situación de las finanzas públicas, Pellegrini consiguió de un consorcio de banqueros franceses 8.400.000 libras, que se suscribieron al 75% de su valor. Claro que, como la confianza en el país no abundaba, el repago fue garantizado con una hipoteca sobre las rentas de la Aduana.

Por ese entonces la deuda pública representaba el 62% del producto bruto interno y los servicios de la misma eran casi una tercera parte del valor de las exportaciones.

Pero a pesar de estos tropiezos la economía seguía adelante. La incorporación de un millón de kilómetros cuadrados de tierras quitadas a los indios y la eliminación física de éstos, la inmigración, el impulso de los ferrocarriles, el despertar del frigorífico y la explosión del trigo generaban un amplio horizonte de confianza en los negocios privados.

(1886) A pesar de los profundos cambios, se mantuvo un sistema impositivo regresivo que libraba de pagar tributos a los sectores de mayor capacidad contributiva y seguía cargando sobre el consumo popular -a través de impuestos aduaneros- el costo del mantenimiento del Estado.

En este clima contradictorio de un Estado severamente comprometido en términos financieros, una economía privada próspera y la presencia dominante de Gran Bretaña, el elegido por Roca, Miguel Juárez Celman, su cuñado, asumió la presidencia en 1886.

Entre 1886 y 1889 la economía creció un vertiginoso 44%. Sin embargo, la situación financiera seguía siendo comprometida. La suspensión de la convertibilidad en 1885 había sido establecida por un período de dos años y durante ese tiempo los bancos comenzaron a recomponer sus reservas con vistas a una nueva etapa monetaria.

Sin embargo, el funcionamiento de la economía impedía retornar a la rigidez de una nueva convertibilidad. Se requería disponer de oro para los pagos externos y de abundante papel moneda para mantener aceitada la economía nacional, ambas cosas conspiraban contra una regla monetaria rígida. Había que tener libertad para emitir.

La solución fue un experimento financiero denominado Ley de Bancos Garantidos, copiado de un sistema aplicado exitosamente por la misma época en Estados Unidos. Claro que la versión criolla contenía un par de diferencias que la convirtieron en un rotundo fracaso.

(1890) En los primeros meses de 1890, súbitamente, la prosperidad ilimitada que indujo al derroche y a la especulación se trocó en pánico, rencor y caos. "Para los que habían vivido en un paraíso de tontos, el noventa fue un amargo despertar".

Los sectores urbanos ensanchados por la inmigración volvieron sus miradas hacia el gobierno en busca de una explicación, al tiempo que retiraban sus depósitos de los bancos para guardarlos en los colchones.

Con la contracción del comercio exterior, los ingresos fiscales dependientes de la Aduana languidecieron a la vez que los empréstitos escaseaban. La devaluación del papel moneda redujo adicionalmente la recaudación aduanera de estaba fijada en moneda nacional. El ministro de Hacienda José Evaristo Uriburu intentó revertir la situación obligando a pagar el 50% de los impuestos aduaneros en oro, pero no pudo evitar que el costo de la conversión de papel a oro con motivo de los pagos externos aumentara las obligaciones del Estado en libras u oro en un 45%. Ninguna economía podía soportar eso.

A mediados de 1890 la crisis alcanzó un pico cuando el Banco Nacional comunicó a la casa Baring la imposibilidad de seguir pagando los servicios de la deuda. La Argentina estaba en "default". Por entonces la deuda pública equivalía al 101% del producto bruto interno.

La inmigración detuvo su marcha y una proporción creciente de los que habían llegado buscó el camino de retorno, drenando la mano de obra que con tanto afán la Generación del 80 había atraído a estas playas.

Los oídos sordos a los reclamos de la clase media incipiente fecundaron la idea de que la revolución era la única salida. Así, en julio de 1890 estalló la Revolución del Parque (de Artillería) que convocó a una mezcla heterogénea de civiles y militares que tenían en común la convicción de que la Argentina debía pasar por un proceso de "depuración moral".

El flanco más estragado del gobierno seguía siendo el económico. Roque Sáenz Peña, encargado de las Relaciones Exteriores, comunicaba al Congreso que, a la brevedad, vencían obligaciones del gobierno colocadas en Europa (bonos y garantías ferroviarias) por valor de 500.000 libras, de las cuales el Tesoro Nacional sólo contaba con 35.000. Como ministro ante los acreedores, sugería desistir de la idea de colocar más cédulas hipotecarias que 25.000 leguas de la Patagonia, porque más valía "pasar por insolvente que por fraudulento".

Como se dijo en la época, el gobierno estaba muerto, y finalmente Juárez Celman renunció.

Pellegrini -el vicepresidente- no estaba convencido de tomar las riendas del ejecutivo si carecía del apoyo económico necesario para salvar al país de la quiebra. Por lo tanto convocó a una reunión de banqueros para que hicieran una "contribución inmediata, patriótica y reservada". Esta se convino y Pellegrini fue presidente.

Vicente Fidel López urdió un plan económico de emergencia para equilibrar las finanzas públicas, normalizar el servicio de la deuda externa, echar las bases para la conversión de billetes y auxiliar a los bancos oficiales que estaban a un paso de la quiebra.

El plan incluía un alza de aranceles de importación con el fin, a corto plazo, de mejorar los ingresos fiscales y, en un horizonte mayor, proteger a la industria nacional.

El Congreso autorizó la emisión de sesenta millones de pesos papel, la conversión de los billetes de los Bancos Nacionales Garantidos, la infaltable negociación de un empréstito nacional externo, empréstitos externos provinciales, y la caducidad de las concesiones ferroviarias que aún estaban en marcha y la nulidad de las garantías respectivas.

El gobierno hacía esfuerzos desesperados por dominar la crisis echando mano a cuanto recurso parecía razonable. En octubre de 1890 el Congreso sancionó una ley creando la Caja de Conversión, mediante la cual se unificaba toda la emisión monetaria en una sola institución. Era una señal trascendente de compromiso con el orden económico en medio del caos.

Con ese activo por detrás partió a Londres Victorino de la Plaza con la misión de lograr un nuevo empréstito. Al llegar se encontró con que la Casa Baring había quebrado y, dada la posibilidad de que su caída afectara al resto del sistema financiero, el Banco de Inglaterra se aprestaba a intervenir en su auxilio a través de un comité internacional de banqueros encabezado por el barón de Rothschild.

La Comisión Rothschild no fue el único interlocutor de Don Victorino. Lo esperaban también comités de bonistas, acreedores ferroviarios, tenedores de cédulas hipotecarias y acreedores de las provincias, que en su mayor parte también estaban en "default".

Sin amedrentarse, De la Plaza expuso sin ambages que "el gobierno ya no puede continuar pagando sus obligaciones mediante la adquisición de valores en el mercado libre (.) la vida sería intolerable, salvo para las clases ricas y hasta podría estallar una revolución.

(1897) A partir de 1897 se comenzó a debatir nuevamente la cuestión del sistema monetario y cambiario. La doctrina dominante en la época era el patrón oro y la Argentina, a pesar de tener una Caja de Conversión, no tenía una paridad fija. La discusión se centró en el valor que debía asignarse al peso en relación con el oro. Entre 1891 y 1899, la moneda nacional había aumentado de valor, desde el nivel de cuatro unidades por peso oro hasta 2,27.

El sector de opinión más alineado con las prácticas internacionales propiciaba una paridad uno a uno, es decir el esquema abandonado en 1885, lo que significaba una revaluación adicional importante de la moneda, que los exportadores resistían. Nuevamente fue Pellegrini quien empuñó el timón de una trascendencia para el futuro de la economía y, finalmente, en 1899 la convertibilidad arrancó a 2,27 inaugurando un nuevo ciclo de estabilidad que habría de extenderse hasta 1914.

(1914) Así, cuando en agosto de 1914 estalló la guerra, los depositantes se volcaron una vez más a los bancos, provocando una corrida que hizo que los banqueros reclamaran y obtuvieran del gobierno una medida en cierto modo clásica en la historia económica argentina: una semana de feriado bancario.

Simultáneamente, el gobierno suspendió las operaciones de la Caja de Conversión y prohibió la exportación de oro.

Como la corrida era de grandes proporciones, se sancionó una Ley de Redescuentos que permitía al Banco Nación asistir con liquidez a los restantes bancos. Así, este banco actuó como una suerte de Banco Central y el sistema financiero, aunque quedó maltrecho, se salvó. El Banco de la Nación -en cambio- se quedó en su cartera con multitud de activos de baja calidad entregados en garantía de los redescuentos.

Ese año, la economía acusó el cimbronazo a través de una caída de 11,1% en el producto bruto interno, que se prolongó en los años posteriores. Entre 1914 y 1917 la contracción acumulada alcanzó el 23 por ciento.

Esta circunstancia impulsó el desempleo hasta un 17% en promedio provocando -junto al llamado a las armas en sus países de origen- que 170.000 inmigrantes retornaran a su patria, revirtiendo el flujo migratorio, que sólo sería recuperado luego de 1918 y a un ritmo lento.

Durante la Primera Guerra Mundial mermaron considerablemente las exportaciones de granos; por ello las tierras disponibles se destinaron al pastoreo y muchos colonos debieron emigrar a las ciudades donde serían los actores del embrión industrializador que se avecinaba, aunque esto se diera por razones ajenas a la voluntad de los gobernantes.

La conducta económica desplegada por la dirigencia argentina desde 1880 hasta 1914 que, con matices, tampoco varió demasiado hasta la década de 1940, nunca se despegó del modelo agroexportador. A valorización de sus productos impulsaba la constante valorización de la tierra, lo que ponía en jaque a la agricultura -generadora importante de la expansión entre 1895 y 1913- a través del aumento de los arrendamientos.

La ganadería era especialmente soberana en la campiña bonaerense. Allí, los arrendatarios italianos sembraban alfalfa, trigo, avena y lino. El trigo se destinaba a la exportación, mientras que los restantes cultivos alimentaban el ganado, cuyo refinamiento fue impuesto por la exigencia de calidad cárnica de los frigoríficos.

En cuanto a la industria, Adolfo Dorfman describe con claridad su situación: "el desarrollo industrial de la Argentina en 1913 conserva su carácter elemental, primario, ya observado en 1895; sigue a remolque de la producción agropecuaria básica".

El estallido de la Primera Guerra Mundial también impuso el temor a los inversionistas británicos y europeos en general. Esta situación se reflejó en la falta de inversión en las empresas ferroviarias inglesas, que luego de la fabulosa expansión inicial de la red, sólo creció 1.200 kilómetros entre 1914 y 1927 y gracias a la acción del gobierno.

Desde la euforia del Centenario hasta el golpe de Estado de 1930, pasando por el intento de establecer un sistema político que contemplara a los hijos de los inmigrantes, componentes fundamentales de la clase media en formación, la Argentina asistió al agotamiento de una forma de insertarse en el mundo y de reproducir su sociedad, desviándose del sendero de crecimiento recorrido por países jóvenes en cierto modo similares como Australia y Canadá.

La convicción en el modelo agroexportador cerró el camino a una estructura productiva más diversificada. El socio natural de aquel esquema -Gran Bretaña, en plena decadencia económica- seguía manteniendo un gran predicamento entre la clase dirigente argentina.

Desde el punto de vista macroeconómico se acentuaba en la Argentina -con el correr de las crisis- una distribución del ingreso desigual que tenía por efecto desalentar el consumo, con el consiguiente desincentivo para el crecimiento y consolidación de una producción local de bienes industrializados. La clase alta -donde se concentraba el ingreso- consumía artículos suntuarios importados y hacía viajes de ultramar, en tanto que las clases populares apenas ganaban para subsistir.

Esta composición peculiar de los que los economistas llamamos demanda agregada, no favoreció la creación de un mercado interno de productos manufacturados. Sólo el bloqueo obligado por la guerra mundial trajo como consecuencia la casi ineludible industrialización de aquellos productos de consumo masivo que ya no podían obtenerse de Europa.

(1922-1928) La obra del gobierno de Alvear fue escasa. Le tocó una época de bonanza que coincidió con su estilo de gobierno propicio para la delegación, opuesto al de Yrigoyen.

Cuidó la administración financiera del Estado, pero no por ello se privó de aumentar un 50% el gasto público, en un período en que los precios al consumidor cayeron 6%. En términos relativos el gasto se expandió más que con Yrigoyen, aunque también los ingresos aumentaron, de modo que, salvo en 1927 -año en que el déficit alcanzó el 4,3% del producto bruto interno– las finanzas se mantuvieron equilibradas.

A ello contribuyó el aumento simultáneo de las tarifas aduaneras y de las importaciones, que hizo que en 1828 los ingresos por impuestos a la importación representaran el 35% de todo lo recaudado.

Luego de la desaceleración de 1921 resultante del fin de la guerra y el intento de que la economía mundial volviera al patrón oro, el ritmo de las exportaciones e importaciones y el "paraguas" arancelario movilizaron los mercados argentinos y las producciones regionales tradicionales: azucarera, frutera, vitivinícola y yerbatera. Hacia esas economías regionales se dirigió una oleada de inmigrantes de nuevo cuño. Polacos, rusos, cientos de hombres y mujeres del centro y este de Europa diezmadas por la guerra llegaron a diversos rincones de la Argentina.

Así, entre 1922 y 1928 la economía creció un 42%. La industria se expandió a tasas aun mayores y la producción se diversificó, con la alimentación dando paso a otras ramas como la textil y la metalúrgica.

Simultáneamente con esta bonanza, desde mediados de la década de 1920 las importaciones, que en un 80% eran bienes de consumo, se incrementaron estructuralmente. Como tantas veces en la historia, el ciclo de crecimiento se vio amenazado por la escasez de divisas, pero eso sólo se vería algunos años más tarde. Por entonces nadie pensaba en interrumpir la "fiesta".

Simultáneamente con el repliegue de los capitales ingleses, las inversiones norteamericanas comenzaron a llegar a la Argentina, sobre todo en forma de empréstitos, aunque también como emprendimientos frigoríficos, petroleros, cementeros, radicación de fábricas de maquinaria agrícola y de zapatería, entre otros, iniciando en la década de 1920 el pasaje de la órbita de la libra a la del dólar.

En 1927, ante la sostenida entrada de oro, la Caja de Conversión volvió a ponerse en funcionamiento, acompañando la tendencia mundial de intentar volver al patrón oro. Unos años más tarde, el mismo Prebisch decía: "el país retornó al patrón oro, pero a la deriva, arrastrado por las circunstancias favorables que, en éste como en otros casos de su historia financiera, solucionaron espontáneamente sus problemas, sin hacerle soportar de inmediato el costo de sus errores y su imprevisión".

Alvear era rico. Gastó varias veces su fortuna y otras tantas nuevas herencias se la repusieron. Creía que la Argentina también era un país rico y probablemente su época marcó un pico de bonanza que avalaba esa idea y que quedó imborrablemente marcado en la memoria histórica de los argentinos.

Tuvo suerte, como en toda su vida. Inició su gobierno en medio de la recuperación de posguerra y lo culminó en los umbrales de la crisis de 1929.

No cambió nada. Se dejó llevar elegantemente y sin desbordes por la bonanza de la época. A diferencia de Yrigoyen cumplió escrupulosamente con todo el rito de la función presidencial y la vida republicana. No faltó nunca a la inauguración de las sesiones del Congreso ni a los actos públicos y recepciones, que proliferaron tal vez como nunca.

Como era su amigo, el "establishment" no le criticó ni la expansión del gasto público, ni el aumento del empleo estatal. También pasaron desapercibidas las 500 huelgas que hubo durante su mandato y hasta las siete intervenciones federales a distintas provincias.

Cuando todo terminó, se volvió a Francia, a "Manoir de Coeur Volant", la villa cercana a Paris que le había comprado a doña Regina cuando se casaron en 1906.

(1937) El régimen de tenencia de la tierra se modificó poco, aunque se hicieron algunos cambios importantes en materia de alquileres. Pese a esto, poco cambió el desarraigo provocado por el régimen de tenencia de la tierra. En 1937 unos 20.000 propietarios, sobre un total de 1.500.000 habitantes de la pampa húmeda, poseían el 70% de los títulos de propiedad. Esto sin contar la acción de los testaferros y la novedosa constitución de sociedades mercantiles.

Para los núcleos más conservadores de la dirigencia, el andamiaje conservador intervencionista de la década se hizo para mantener el "statu quo", sosteniendo las actividades tradicionales por la acción del Estado y esperando que el mundo volviera a desempañarse como lo había hecho a fines del siglo XIX. Mientras tanto se financiaba la espera con el creciente auge manufacturero.

La influencia británica se acentuó cuando el comercio mundial se desarrollaba en forma compartimentada. El abandono generalizado del patrón oro llevó a que predominaran acuerdos comerciales circunscriptos al área de influencia de los países. De esa manera, los ingleses decidieron circunscribir los flujos comerciales a sus dominios imperiales, lo que amenazaba con dejar de lado las tradicionales relaciones comerciales con la Argentina. Esto movilizó al gobierno conservador de Justo a negociar con ese país "como si fuera" parte de sus dominios, a la vez que inició tratativas y firmas de acuerdos con Alemania, Estados Unidos y Brasil, entre otros.

El Convenio Comercial y de Pagos firmado con los alemanes el 1934, a un año del ascenso de Hitler al poder, y el "Acuerdo de Comercio Recíproco" con los Estados Unidos -recién efectivizado en 1939- no escapaban al esquema económico tradicional, en el que se vendían productos primarios y se importaban manufacturas.

El célebre pacto Roca-Runciman, suscripto con Gran Bretaña, reflejó el poder del complejo exportador de carnes, que logró sostener su ritmo de actividad mediante la creación de cuotas de exportación hacia Inglaterra a cambio de otorgar ventajas en el sistema de control de cambios, el cual permitía a las empresas inglesas comprar una cantidad de divisas para remitirlas a Londres, en una proporción igual a las ventas de las exportaciones argentinas a Gran Bretaña. Se sorteaba así el problema que supuso la devaluación de 1930 y el control de cambios, que detuvo el envío de las ganancias inglesas a sus casas matrices.

Además, se redujeron los aranceles de unos 350 productos manufacturados ingleses -retrotrayéndolos a los valores anteriores al aumento ordenado por el efímero gobierno de Uriburu- y se acordó una reducción de los impuestos aduaneros al carbón, que era un insumo clave de las empresas ferroviarias inglesas.

En definitiva, el pacto beneficiaba al sector agroexportador más concentrado, cuyos resortes principales estaban en manos de las empresas inglesas.

En ese contexto el senador socialista Alfredo Palacios se refería a la conformación de la economía argentina de la época, en los siguientes términos:

Tenemos una patria cuyos órganos fundamentales no nos pertenecen. El organismo económico es del extranjero y extranjeros son los medios de comunicación y transporte. Una nación cuyos instrumentos insuplantables de circulación comercial y vital son extranjeros, no es todavía una nación; es una esperanza.

Era una buena descripción de la realidad y, además, mostraba que el particular socialismo argentino estaba virando de sus tradicionales posiciones librecambistas hacia otras más nacionalistas.

Pese al fracaso político de las posiciones más nacionalistas y de quienes impulsaban un proceso de cambio, las exportaciones de carne congelada, enlatada y enfriada aumentaron entre 1933 y 1938 debido a la diversificación de mercados, en la que Alemania e Italia ocuparon un lugar preponderante.

El efecto del pacto sobre las golpeadas relaciones argentino-norteamericanas fue importante, ya que las compañías de ese país quedaron afectadas por el pago de altos impuestos de importación, comparados con los aranceles preferenciales de los ingleses. No obstante, por contrapartida, durante esos años se impulso la radicación en el país de unas catorce filiales de empresas estadounidenses. Entre éstas se contaban fábricas de neumáticos, lámparas eléctricas y empresas de la industria del automóvil; estas últimas progresaron merced a la extensión de las carreteras que el gobierno de Justo llevó a 30.000 kilómetros en toda la década.

Las nuevas rutas, en su mayoría, tenían un despliegue paralelo a los ramales ferroviarios ingleses, lo que respondía a la voluntad de hacer más eficiente el modelo agroexportador, pero seguía sin atender una idea más amplia de integración económica del país.

El despliegue de inversiones públicas en infraestructura tenía, además, el propósito de generar empleo con rapidez, coadyuvando de ese modo a la recuperación del mercado interno, lo que a su vez estimulaba a las industrias sustitutivas de importaciones. A ello también contribuía el mantenimiento de un tipo de cambio alto y mayores tarifas aduaneras.

Toda esta combinación de factores hizo que durante el período 1930-1938 el sector industrial estuviera a la cabeza de la tasa de crecimiento. Durante ese lapso la economía en su conjunto creció 16%, mientras que la industria se expandió 30% y el agro creció un 11 por ciento.

El florecimiento se orientó, como era lógico, hacia las manufacturas livianas, como la textil y las derivadas de productos agropecuarios. En cambio, la metalurgia seguía estancada y reducida a pequeños talleres.

Luego del cimbronazo de 1929, la corriente mundial de mayor intervención del Estado en la economía se extendió al área financiera. La creación de Bancos Centrales -allí donde no existían- fue parte de ese proceso.

El ministro Pinedo comprendía cabalmente que la vulnerabilidad externa de la Argentina tenía su mayor punto débil en la rápida entrada y salida de divisas, según lo determinara el ciclo económico. En ese sentido, en mayo de 1935, con la aprobación de la Ley 12.155, se concretó la creación de una institución que actuara de manera anticíclica, acumulando reservas durante el auge para utilizarlas en épocas de recesión, que inspeccionara y controlara la acción de los bancos y que se encargara de la emisión de moneda y del control de cambios.

El nacimiento del Banco Central de la República Argentina (BCRA) tuvo una larga discusión, porque el proyecto final -pergeñado por Raúl Prebisch- difería de las recomendaciones iniciales del especialista británico Sir Otto Niemeyer, cuyo esquema -calcado del que acababa de recomendar a Brasil- le reservaba al capital privado el control del banco y, operativamente, no era más que una Caja de Conversión sofisticada.

Para Prebisch, el BCRA debía estar controlado por una mayoría accionaria gubernamental, como reaseguro de la equilibrada emisión de moneda -respaldada en un 25% con oro y divisas- y la regulación del crédito.

Sin embargo, luego del debate parlamentario, la constitución accionaria final del BCRA dio gran peso en el control al capital privado, predominantemente extranjero, debido a que los fondos mayoritarios aportados por el estado tenían una paradojal menor representación que aquellos del capital privado.

En forma simultánea se fundó el Instituto Movilizador de Inversiones Bancarias, con el propósito de hacerse cargo de los créditos incobrables que algunos bancos cargaban en sus carteras con motivo de la crisis. El capital para tal fin provino de la revaluación de las reservas en pesos como producto de la devaluación. En efecto, al producirse un cambio de paridad, automáticamente el valor en pesos de las reservas aumenta en la misma proporción, lo que produce una ganancia contable, que en este caso llegó a 701 millones de pesos, de los cuales 390 millones fueron destinados a este instituto.

Se trató de una verdadera operación de rescate del sector bancario, que incluyó al Banco Nación y a un conjunto de bancos privados amenazados por el quebranto.

Aunque la crisis internacional experimentó una recaída en 1938, a partir de 1934 la economía argentina comenzó una sostenida recuperación. No fue ajena a ésta una gran sequía que afectó las cosechas en Estados Unidos y Canadá entre 1934 y 1937.

(1938) A fines de 1937 debían celebrarse elecciones presidenciales y Justo eligió como candidato de su partido a Roberto M. Ortiz, quien había sido en su momento ministro de Alvear y, más recientemente, había sucedido a Federico Pinedo en el ministro de Hacienda, cuando este renunció, arrastrado por la investigación de las carnes.

El candidato radical era Marcel T. de Alvear, quien resultó derrotado mediante un fraude que involucró principalmente a la provincia de Buenos Aires, gobernada por Manuel Fresco.

El nuevo presidente era un radical antipersonalista cuyo exitoso estudio de abogados atendía a los ferrocarriles ingleses y otras empresas británicas.

(1992-1994) Con ese poder en la mano, el presidente Menem inició un tramo exitoso de gobierno que, hasta fines de 1994, se deslizó casi sin sobresaltos. La convertibilidad y el proceso de privatizaciones, apertura de la economía y desregulación de los mercados dieron sus frutos. Entre 1991 y 1994 la economía creció un 34% impulsada fundamentalmente por el consumo y la inversión.

Para un gran sector de la población el camino se presentaba mucho menos esforzado que lo anunciado por el Presidente en sus primeros días al frente del gobierno. Pero ¿de dónde provenía este efecto casi milagroso?

Como en otras épocas de la historia nacional, la explicación era la cuantiosa entrada de capitales del exterior. Ésa era la droga que permitía consumir por encima de lo que se producía e invertir por encima de lo que se ahorraba. Con una tasa de interés internacional extremadamente baja, el nuevo programa económico argentino se convertía en un imán para el flujo de capitales hacia los países emergentes.

Entre 1991 y 1994 el ingreso de capitales totalizó casi 35.000 millones de dólares. La tercera parte de esa suma provino de los pagos en efectivo de las privatizaciones, mientras que en concepto de inversiones directas, destinadas a la producción, sólo ingresaron 2.250 millones de dólares, poco más del 6% del total. El resto tuvo como destino un importante endeudamiento del sector privado, refinanciación de deudas públicas y colocaciones en el sistema financiero.

Semejante aluvión de divisas contribuyó de un modo esencial al equilibrio fiscal y al sostenimiento del tipo de cambio, lo que, junto con la apertura a la competencia externa, mantuvo la tasa de inflación en los niveles más bajos de los cuarenta años previos.

Siguiendo el esquema de la convertibilidad, los capitales que ingresaban se incorporaban a las reservas internacionales y se emitía una suma igual de moneda nacional. En consecuencia, la cantidad de dinero en la economía aumentaba -impulsando el consumo- y los depósitos en los bancos crecían, favoreciendo la aparición del crédito de un modo que hacía largo tiempo que no se conocía en el país.

Claro que este costado "rosa" de la convertibilidad también tenía su contrapartida. Entre 1991 y 1994 el saldo de la balanza comercial cambió abruptamente de signo, pasando de un superávit de 3.700 millones de dólares a un déficit de 5.700. Es que aunque las exportaciones aumentaron en ese lapso un 30%, las importaciones crecieron un explosivo 160%. El gobierno minimizaba toda señal negativa asociada al crecimiento en las compras externas, destacando que la tercera parte eran maquinarias y equipos que a la postre permitirían una mayor competitividad de la economía. Un aumento similar se había producido en las importaciones de bienes de consumo pero, salvo en los sectores industriales afectados, pocos querían escuchar voces que se alzaran contra el derecho de los consumidores argentinos a disfrutar de los mejores productos de todo el mundo.

En este fuerte crecimiento de los primeros años de la convertibilidad participaron casi todos los sectores de la economía, aunque con un sesgo muy marcado hacia la construcción y los servicios, en especial los asociados a la banca y los seguros. La industria manufacturera creció a la mitad del ritmo global de la economía y el sector agropecuario permaneció casi estancado.

Este juego de luces y sombras sobre la trayectoria de la economía mantenía alejado -una vez más- cualquier debate sobre cuál era el proyecto de construcción de riqueza a largo plazo para el país. Mientras tanto, la falta de trabajo comenzaba a instalarse en la agenda de más y más hogares. En octubre de 1994 la tasa de desempleo superó el 12%, el doble que al inicio del proceso y la cifra más alta que registraba la memoria estadística del país.

En el clima predominantemente exitista de la época, el proceso de privatizaciones no detenía su avance: Segba (1992); Transportadoras y distribuidoras de gas (1992); Somisa (1993); Aceros Paraná S. A. (1992); YPF (1992-1993); El Chocón (1993); Alicurá (1993); Piedra del Águila (1993); Cerros Colorados (1993); Caja Nacional de Ahorro y Seguro (1994); ELMA (1994); Fábricas Militares varias (1994); buques petroleros (1994).

La reforma del Estado se extendió a una de las instituciones más complejas de la Argentina: el sistema de jubilaciones y pensiones. Al gobierno no le resultó tan fácil como en otros temas imponer el modelo en boga de fondos privados de pensión pero, tras largos meses de discusión parlamentaria, en octubre de 1993 se promulgó la ley que creaba una nueva institución, las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP), de carácter privado, a cuyo cargo quedaba un sistema de retiros basado en la capitalización de los fondos personales de los aportantes.

Como el traspaso al nuevo sistema era voluntario, en los meses siguientes tuvo lugar una intensa campaña comercial que logró captar la voluntad de tres millones y medio de afiliados.

Como consecuencia, a fines de 1994 la mitad de los fondos transferidos al incipiente sistema de AFJP ya estaba colocada en títulos públicos. Ahora, el Estado pagaba por utilizar recursos que hasta poco antes había recibido sin cargo, mientras que la mitad del dinero de los futuros jubilados se usaba, en la práctica, para financiar el gasto público.

Pero en la euforia de aquellos días esto contaba poco, de modo que en abril de 1994 el gobierno afrontó sin dificultades las elecciones para Convencionales Constituyentes, que conducirían a la reforma constitucional que habilitó a la reelección presidencial.

La Convención Constituyente comenzó a fines de mayo y el 22 de agosto quedó consagrada una nueva Constitución.

Era el broche de oro de un período que había modificado profundamente las reglas de funcionamiento de la economía y que se presentaba como el inicio de una era de prosperidad sin precedentes.

Sin embargo, detrás del suave deslizarse de la economía comenzaron a aparecer, desde principios de 1994, algunas acechanzas. Para un programa económico extraordinariamente basado en el ingreso de capitales, la tasa de interés internacional es un dato clave. Cuando es baja, hay más capitales dispuestos a tomar el riesgo que representan mercados como la Argentina a cambio de un mayor rendimiento, y el fenómeno inverso ocurre cuando la tasa aumenta. En esa circunstancia se dificulta el acceso al mercado internacional de capitales.

Desde esta perspectiva, la convertibilidad había arrancado en un buen momento. La tasa de interés en Estados Unidos -la tasa de referencia de la Reserva Federal- estaba en un ciclo descendente. En abril de 1991 se situaba en un 5,91% anual y a fines de 1993 era del 2,96%.

Pero a partir de enero de 1994 ese panorama se alteró. La Reserva Federal comenzó a incrementar la tasa y un año más tarde el nivel era de 5,45%. Estos movimientos no pasaron desapercibidos para la economía argentina. A lo largo del año los precios de los títulos de la deuda pública perdieron entre 30% y 40% de su valor y el gobierno comenzó a adoptar diversas medidas para dar solidez al sistema bancario.

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