En el trasfondo del desarrollo del proceso, uno de los impulsos principales provenía de la inmanejable puja distributiva presente en la sociedad.
Frente a tamaña situación, el ministro Pugliese y su equipo sólo disponían de un puñado de medidas de escasa eficacia. El tiempo de las reformas estructurales había quedado atrás. El gasto público aumentaba vertiginosamente, empujado por los vencimientos cada vez más frecuentes de la deuda interna contraída en períodos anteriores. Los bancos demandaban cada vez más efectivo para hacer frente a las astronómicas tasas de interés de los depósitos a plazo fijo.
El Plan Pugliese contemplaba un mercado único y libre de cambios, aumentos de tarifas y retenciones a las exportaciones para mejorar los ingresos fiscales y el regreso a un sistema de precios "administrados", que suponía autorización de aumentos a medida que se iban produciendo los mayores costos.
Para la población, los aumentos de precios se convirtieron rápidamente en una obsesión y el principal y casi excluyente tema de conversación. Pero el gobierno estaba lejos de poder detener una hiperinflación que avanzaba de modo meteórico. Eso recién ocurriría de una manera efectiva casi dos años después, con otro gobierno y tras cinco ministros de Economía derrotados en el intento.
Antonio Tróccoli, un viejo dirigente radical, que había sido ministro del Interior de Alfonsín, encontró un modo singular de caracterizar el momento: "sólo queda rezar".
Virtualmente así era, pero tanto los dirigentes políticos como la población esperaban algo más y lo único a la mano eran los controles de precios, que, aunque acumulaban una larga lista de fracasos, acreditaban el éxito inicial del Plan austral.
De modo que el gobierno fue pasando raudamente por listas de precios máximos de efímera duración, un congelamiento de precios previo a las elecciones que casi no existió y un sistema de precios "concertados" con ajustes semanales, con el que llegó hasta el final del mandato. Como era obvio, ninguna de estas medidas podía ordenar semejante caos, pero al menos permitía mantener cierto activismo público e inducir un mínimo punto de referencia en los mercados.
El desequilibrio en los precios pronto comenzó a manifestarse en situaciones de desabastecimiento, que no hacían más que agravar el panorama, dado que la población procuraba hacerse de "stocks" de los productos no perecederos y, con ello, aumentaba artificialmente la demanda.
En esta etapa la carne y los productos frutihortícolas no fueron sometidos a mecanismos de control, de modo que -como además estos últimos son productos perecederos- en general el desabastecimiento no los alcanzó, lo que probablemente evitó escenas de pánico, como las que se vivieron en otras hiperinflaciones.
Una de las situaciones más conflictivas se presentó en el sector de los productos medicinales, donde el desabastecimiento alcanzó grandes proporciones, hasta que el gobierno autorizó aumentos que entre marzo y junio estuvieron en el orden del 300 por ciento.
Finalmente, el día de las elecciones llegó y el binomio Menem-Duhalde se impuso sobre la fórmula radical de Angeloz-Casella por 52% contra 40 por ciento.
En los días previos, el gobierno había convocado al justicialismo para intentar algún tipo de acuerdo en el terreno económico que permitiera administrar la situación, pero las negociaciones avanzaron poco. Tras los comicios, el Ministerio de Economía formalizó la iniciativa, proponiendo una suerte de programa económico para el período de transición, que contemplaba esencialmente medidas de ajuste del gasto y mejora de los ingresos.
Los equipos técnicos del gobierno y del justicialismo mantuvieron extensas reuniones y en un momento pareció que algún consenso podía alcanzarse. Incluso Menem y Alfonsín se reunieron, pero finalmente no se llegó a ningún acuerdo. El fracaso de las negociaciones precipitó la renuncia del ministro Pugliese, que fue sustituido por el economista y por entonces diputado nacional Jesús Rodríguez.
El 28 de mayo el nuevo ministro lanzó un paquete de medidas que incluía centralmente un regreso al tipo de cambio controlado, diversas modificaciones que requerían la aprobación del Congreso, un compromiso de no emisión para financiar al Tesoro a partir de julio y aumentos en las jubilaciones y pensiones. El esquema también ratificaba el calendario de pagos de los bonos de la deuda externa e interna.
La situación era tan crítica que el gobierno había decretado un feriado bancario desde el 22 al 29 de mayo, en espera de que las medidas adoptadas contuvieran los crecientes retiros de depósitos del sistema financiero.
Cuando llegó el momento de reabrir los bancos, el equipo económico se enfrentó a banqueros exaltados que temían la quiebra masiva del sistema. Es que desde hacía largo tiempo la forma de retener a los ahorristas eran no sólo elevadas tasas de interés -que en mayo de 1989 alcanzaron el 135% mensual- sino una amplia gama de depósitos ajustables por indicadores tales como el valor del dólar, índices de precios al consumidor y la evolución de las cotizaciones bursátiles y de títulos.
Como consecuencia, los depósitos crecían exponencialmente y los retiros demandaban una fuerte asistencia del Banco Central, que tenía a la Casa de Moneda trabajando a tres turnos y al borde de sus existencias de papel y tinta para imprimir semejante cantidad de dinero. Este problema operativo era tan importante que se autorizó la circulación de billetes de 50.000 australes, equivalentes a uno 200 dólares, cuando tan sólo cuatro años antes cada uno de esos billetes se hubiera podido cambiar por 62.500 dólares.
A fines de mayo el complejo panorama se completó con una serie de saqueos, que tuvieron como epicentro importantes supermercados en el Gran Buenos Aires, Rosario y Córdoba.
La situación de reservas era tan angustiante que en la agenda del ministro de economía Rodríguez se instaló de manera relevante la cuestión de la venta del edificio de la Embajada Argentina en Japón. La Argentina lo había comprado en 1977 por siete millones de dólares y a mediados de 1989 se logró venderlo en nos 470 millones, de los cuales ingresaron 270 en efectivo, con el consiguiente júbilo ministerial.
Rodríguez adoptó diversas medidas para contener la emisión monetaria, pero el efecto acumulativo de los aumentos de precios sobre la población era devastador.
A fines de junio, la inflación alcanzaba el 20% por semana. Entre abril y junio el precio de una botella de aceite había pasado de 69 a 282 australes, un litro de cerveza de 12 a 55, un kilo de azúcar de 34 a 139 y un detergente de 19 a 215.
El mandato presidencial culminaba el 10 de diciembre, pero la situación no admitía un período de transición de semejante extensión. De algún modo, el Presidente era víctima de su propia estrategia. Conociendo el peligro de que la crisis se precipitara, había adelantado todo lo posible el calendario electoral. Si el radicalismo triunfaba, había tiempo y condiciones para tomar medidas más estructurales para afrontar la situación.
Pero transcurrió de un modo diferente. La crisis se había precipitado en febrero, las elecciones se habían perdido y ahora quedaba un extenso y solitario tránsito hacia la transmisión del mando. Una larga reflexión y multitud de consultas al interior de su partido. llevaron a Alfonsín a presentar su renuncia ante el Congreso el 30 de junio. Una semana después Carlos Menem asumía la presidencia, luego de protagonizar la transición más corta de la historia argentina.
El período 1980-1990 es conocido como la "década perdida" para América Latina, lo que alude a una condición de estancamiento generalizado en la región. Sin embargo, el deterioro de la economía argentina fue largamente superior al promedio y acumuló sus efectos sobre el negativo desempeño y las periódicas crisis de la década de 1970.
Entre 1983 y 1989 el producto bruto cayó algo más del 3% y el ingreso por habitante disminuyó alrededor del 10%. En el mejor momento -a principios de 1986- la inversión apenas rozó el nivel necesario para reponer el equipo de capital que se tornaba obsoleto.
A pesar de los múltiples intentos por controlar la situación fiscal en 1989 el déficit fue equivalente al 7% del producto bruto y a lo largo de los cinco años y medio de gobierno la deuda externa pública pasó de 31.076 a 58.800 millones de dólares.
Durante un tiempo el poder adquisitivo del salario se remontó casi un 30% por encima del nivel de 1983, pero la hiperinflación volvió a empujarlo un 35% por debajo del punto de arranque del gobierno. Es que entre enero y julio de 1989 los precios al consumidor aumentaron un 2.015 por ciento.
En esos años el desempleo creció del 4% al 7%, lo que para la época fue un impacto negativo importante, aunque nadie suponía que se trataba sólo del principio de un fenómeno doloroso y duradero…
(Gobierno de Menem) Desbordado por la situación, el equipo económico intentó un nuevo programa de ajuste -el BB II- consistente en una devaluación del 54%, alzas de tarifas y de retenciones a las exportaciones, modificaciones en los salarios públicos y privados y una reprogramación de los vencimientos de la deuda interna.
Lejos de contener la situación, las nuevas medidas acentuaron la desconfianza, los ahorristas retiraron masivamente los depósitos de los bancos, las tasas de interés llegaron al 50% mensual y el dólar comenzó a trepar a un ritmo de más del 10% diario.
Inevitablemente la situación condujo a la renuncia del ministro Rapanelli en medio de fuertes discusiones sobre el rumbo de la economía al interior del gobierno y del Partido Justicialista. Sin muchos recursos a la mano y con el consabido período de feriados bancarios y cambiarios, el Presidente apeló a Erman González, un contador público muy cercano, que había sido ministro de Economía de La Rioja cuando Menem gobernaba esa provincia.
En un improvisado paquete de medidas, el nuevo ministro liberó el mercado de cambios, dejando flotar libremente el dólar, volvió atrás con el aumento de las retenciones, para incentivar la liquidación de divisas por parte de los exportadores agropecuarios y mantuvo el aumento de tarifas dispuesto por su antecesor.
Diciembre cerró con una inflación del 40%, acumulando casi un 5.000% en el año, una caída del poder de compra del salario del 33% y una contracción de la economía del 4,8%. Ese mes, el valor del dólar, que había sido fijado en 650 australes por unidad al inicio del gobierno, alcanzó un promedio de 1.137 australes. La hiperinflación se había instalado nuevamente.
Las elecciones presidenciales del 24 de octubre de 1999 consagraron al binomio Fernando de la Rúa-Carlos Álvarez como claro triunfador con un 48,4% de los votos.
El primer gabinete de la gestión de la gestión Fernando de la Rúa tenía una singularidad: cuatro de sus integrantes eran economistas. José L. Machinea, designado ministro de Economía; Ricardo López Murphy, ministro de Defensa; Adalberto Rodríguez Giavarini, ministro de Relaciones Exteriores, y Juan Llach, ministro de Educación.
El discurso inaugural del Presidente fue breve y eminentemente retórico. Su preocupación fundamental era el equilibrio del presupuesto. Todo era conceptos vagos y generales. Uno de los párrafos de su discurso era premonitorio: "(.) para este presidente lo importante no es el aplauso, que naturalmente se recibe en el momento de llegar y asumir, sino el que pueda recibir en el momento de dejar la función y entregar el mando a otro presidente elegido por el pueblo".
Su despedida no pudo estar más distante de los aplausos.
Al haber rechazado la dolarización y la devaluación, el gobierno sólo tenía una opción de política económica: lograr una reestructuración voluntaria ordenada de la deuda que, en teoría, podría restituir el equilibrio, al menos durante algún tiempo. Si eso se lograba, ya habría ocasión después de ensayar alguna otra salida. Hacia allí se encaminaron los esfuerzos de Machinea.
El prerrequisito indispensable para recorrer ese camino era un ajuste fiscal que demostrara que la Argentina tenía voluntad política para ordenar sus cuentas y una capacidad de pago razonable hacia futuro. De lo demás se encargarían los bancos de inversión.
De la Rúa pidió a la dirigencia política tres herramientas para reordenar la economía: un pacto fiscal con los gobernadores provinciales, la aprobación del presupuesto para el año siguiente y una reforma tributaria. Con rapidez inusitada, todas las leyes necesarias estuvieron aprobadas a fines de diciembre.
(2000) La reforma tributaria -conocida como el impuestazo- fue un duro golpe, en especial para la clase media, ya que estableció que el impuesto a las ganancias alcanzaría a niveles salariales hasta entonces exentos. Además, se extendió el impuesto al valor agregado a rubros como el transporte y la medicina prepaga y se aumentaron los impuestos internos sobre los cigarrillos, el agua mineral y bebidas gaseosas y alcohólicas. Fue un comienzo duro.
Después de una breve tregua inicial, los industriales volvieron a ponerse en primera fila de los reclamos por la falta de competitividad frente a Brasil. Todavía en el sector productivo se evitaba hablar abiertamente de devaluación. La Unión Industrial Argentina elaboró un documento en el que afirmaba que a lo largo de 1999 unas cien empresas habían emigrado a Brasil. Los gobernadores de Santa Fe, Córdoba, Buenos Aires y otros distritos con presencia industrial se reunieron con el Presidente para tratar la situación. El gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Carlos Ruckauff, dio un paso más y propuso que se fijara un dólar especial para exportar a Brasil. Con su calma habitual, el primer mandatario les aseguró que "ni una fábrica más abandonará el país".
A principios de febrero el gobierno recibió una bocanada de oxígeno bajo la forma de un nuevo acuerdo con el FMI por 7.200 millones de dólares, que el organismo calificó como de carácter "precautorio". Este tipo de préstamos tiene la característica de que no son efectivamente desembolsados, sino que se mantienen a disposición del país como una suerte de seguro frente a una emergencia.
Pero la economía seguía estancada y a los pocos meses -en mayo- tuvo lugar otro ajuste fiscal que incluía una reducción entre 12% y 15% en los sueldos del sector público mayores a 1.000 pesos y un nuevo impulso al proceso de desregulación de las obras sociales.
Tras cuatro meses de debate, el Congreso también aprobó una ley de reforma laboral que, entre otras cuestiones, introducía cambios en la negociación salarial y extendía la duración del período de prueba.
Como reacción al nuevo ajuste, el 9 de junio tuvo lugar un paro general que alcanzó gran adhesión en todos los sectores. Todavía el gobierno conservaba un grado importante de apoyo política, a la vez que era crecientemente cuestionado por la falta de reacción de la economía frente a las medidas que ponía en marcha.
En el exterior, especialmente en el FMI, la situación era seguida con atención. En su discurso público los funcionarios del FMI aparentaban calma. En el mundo financiero internacional, sin embargo, desde hacía algún tiempo se desarrollaba una intensa discusión sobre las operaciones de salvataje encabezadas por el FMI. Varios destacados economistas planteaban que los acreedores externos no debían ser eximidos de sus pérdidas en caso de crisis.
En febrero de 1998, Charles Calomiris, un conocido académico de la Universidad de Columbia, realizó una larga exposición sobre el tema ante el Comité Económico Conjunto del Congreso de los Estados Unidos. Decía Calomiris:
En primer lugar los que toman las decisiones deberían conocer que los salvatajes ("bailouts") del FMI, como los de México y Asia son contraproducentes. El FMI puede contribuir mejor a la estabilidad financiera internacional comprometiéndose a no aislar de las pérdidas a los acreedores internos y externos. Cuanto más se fuerce a los países en desarrollo a hacerse cargo de sus propias insolvencias fiscales, y cuanto más se obligue a los inversores extranjeros a cargar con los costos de sus decisiones de inversión, más se sentirán atraídos los países en desarrollo por los beneficios de una economía libre.
Adoptando una solución a medio camino, en abril de 1999 el FMI introdujo un mecanismo denominado Líneas de Crédito Contingente, que tenía el propósito de proporcionar ayuda especial de gran magnitud a países que enfrentaban dificultades en sus cuentas externas, pero sólo si se trataba de un "efecto contagio", es decir, como resultado de crisis en otros países.
Sin embargo, el debate seguía en pie. Nouriel Roubini, un prestigiosa economista, por entonces asesor económico de la Casa Blanca y del Tesoro de los Estados Unidos, sostenía que debía ser el propio FMI el que encabezara estas operaciones de reducción de deuda.
Según el periodista del "Washington Post", Paul Blustein, el FMI decidió en sigilo encargar a un grupo de expertos un plan para la Argentina siguiendo esos lineamientos: el "Plan Gamma".
A fines de octubre, en una conferencia de prensa, un periodista le preguntó al director de Relaciones Externas del FMI, Thomas Dawson, si la Argentina estaba buscando obtener una línea de crédito contingente del tipo de las creadas en 1999. El avezado vocero del FMI no pudo evitar que sus respuestas fueran tan contradictorias como para que los periodistas insistieran una y otra vez sobre el punto. Al final quedó relativamente "claro" que Argentina estaba participando en un rediseño de ese mecanismo para hacerlo más accesible y que los funcionarios argentinos había expresado interés en el mismo, aunque formalmente no lo habían pedido. Una diferencia sutil.
Hacia noviembre el "Plan Gamma" ya había tomado forma a través de un documento secreto. El plan contemplaba dos escenarios. En el primero, el gobierno reestructuraba su deuda, no se producía una corrida bancaria y la convertibilidad sobrevivía. En el segundo, la corrida tenía lugar y la convertibilidad colapsaba.
La burocracia del FMI no estaba nada dispuesta a tomar este riesgo sobre sus espaldas, de modo que la solución se fue encaminando hacia un nuevo acuerdo de tipo convencional. Las condiciones exigidas para ese acuerdo aumentaban la tensión política y social, pero el gobierno ya estaba embarcado en un camino sin retorno. En un breve mensaje personal, el 9 de noviembre De la Rúa anunció nuevas medidas de ajuste.
El apoyo del FMI llegó a la mañana siguiente en la voz del propio director gerente, Horst Kölher: "Los pasos anunciados por el presiente De la Rúa anoche demuestran su fuerte liderazgo y representan un significativo fortalecimiento de la política económica argentina como también una evidencia más del compromiso con el tipo de políticas que se han seguido tan exitosamente por más de una década".
El 24 de noviembre el gobierno enfrentó un nuevo paro general, mientras los mercados contenían el aliento en espera del resultado de las negociaciones con el FMI.
Finalmente, el 18 de diciembre el paquete se hizo realidad bajo la forma de una ayuda sin precedentes denominada "blindaje", que configuraba un monto global en dólares de 39.700 millones, aportados por el FMI (13.700 millones), el BID y el Banco Mundial (2.500 millones cada uno), las AFJP locales (3.000 millones), el gobierno de España (1.000 millones), los principales bancos locales (10.000 millones) y un mecanismo de canje de la deuda (7.000 millones).
La magnitud de la operación era la respuesta a una realidad acuciante y fue vista por muchos analistas -en especial en el exterior- como una "última oportunidad" de sostener la paridad uno a uno del peso con el dólar.
El año concluyó bastante peor de lo que se había previsto. La economía se achicó un 0,8% y en los sectores industrial, agropecuario y de la construcción la recesión fue incluso bastante más fuerte. La inversión cayó casi un 7%, acumulando en dos años un 20% de retracción.
A lo largo del año, los argentinos terminaron por incorporar a su lenguaje cotidiano un concepto extraño, el "índice de riesgo país". El indicador proviene del corazón del mundo financiero y, en esencia, mide la diferencia entre la tasa de interés que se obtiene por los bonos de la Tesorería de Estados Unidos y los rendimientos de los títulos de la deuda locales. Cuanto mayor la diferencia entre estos dos rendimientos, mayor es el "riesgo país". Cuando De la Rúa llegó al gobierno, este índice marcaba 690 "puntos básicos", a mediados de año el índice llegó a 858 puntos y después del blindaje bajó a 584 puntos.
En situaciones de incertidumbre, los ahorristas son reacios a mantener sus depósitos en los bancos. Para retenerlos, éstos les ofrecen tasas de interés cada vez mayores. A fines del 2000 los bancos argentinos pagaban algo más del 9% anual por los depósitos a plazo fijo a 30 días; el doble que a nivel internacional.
Durante el año, los vencimientos de la deuda demandaron una emisión de bonos de 12.359 millones de dólares, por los que se llegó a pagar hasta 12% anual. La mitad de esas emisiones fueron en euros o yenes que fueron a parar a las manos de codiciosos -aunque, un tanto ingenuos- ahorristas alemanes, italianos y japoneses, que nunca cobrarían los jugosos dividendos prometidos, ni recuperarían íntegramente su capital.
A lo largo de la historia, los bancos colocadores de estos bonos han sido socios destacados en la difusión del mito del país rico. Sólo a partir de una visión optimista del futuro es posible conseguir clientes dispuestos a invertir.
Como, de todos modos, el mercado internacional no todo el tiempo estaba dispuesto a recibir los papeles argentinos, ese año se emitieron en el mercado local títulos por 10.969 millones de dólares, la tercera parte de los cuales fue comprado por las AFJP.
(2001) El blindaje trajo un alivio temporario, se recuperó algo la confianza y las tasas de interés bajaron. La ilusión duró poco tiempo. En febrero la crisis de Turquía acentuó la desconfianza internacional sobre los países emergentes y el estancamiento de la economía local se siguió profundizando.
Sin más alternativas para ofrecer, el 5 de marzo Machinea renunció y fue reemplazado por Ricardo López Murphy, uno de los economistas de reserva que habitaban el gabinete.
López Murphy, un destacado exponente del sector de economistas conservadores, se encerró con su equipo doce días a pensar qué haría y, finalmente, el viernes 16 de marzo pronunció un discurso exponiendo su programa de acción.
Su presentación es un buen exponente del predominio de la retórica ideológica por sobre las respuestas concretas que una crisis demanda de los gobernantes.
En uno de los párrafos introductorios en nuevo ministro decía:
La nostalgia de la Argentina grande viene de un período en que nuestro país era un actor importante en el escenario internacional (.) Fue cuando estuvimos integrados al mundo cuando mejor nos fue, y es por ello que un eje insoslayable de una política económica ganadora debe estar en una mayor integración a la economía mundial.
¿De qué hablaba este hombre que el Presidente había convocado para conjurar la crisis? El atraso cambiario había conducido a un aluvión de importaciones y un enorme déficit en la balanza comercial. No había restricción alguna a la inversión extranjera ni a las transferencias de utilidades al exterior. Las empresas de servicios públicos habían sido privatizadas con predominante participación de capitales internacionales. En suma, la apertura de la economía era total.
Con un tono altisonante que ocultaba la falta de un diagnóstico adecuado de la situación, el ministro afirmaba: "Sobre este punto quiero ser claro, lo diré una sola vez: salir de la convertibilidad sería un error de proporciones impensables para la Argentina".
A cambio, el nuevo ministro proponía un programa centrado en corregir el déficit fiscal. Un propósito laudable, sin duda, pero que a esas alturas no podía ser abordado aisladamente, ni resolvía por sí mismo los enormes desequilibrios de la economía.
Para colmo, varias de las medidas que propuso eran sumamente impopulares, en medio de una situación política que se deterioraba rápidamente: despido de empleados públicos, nuevas privatizaciones y la reducción de las transferencias a las provincias con destino a la educación, así como el recorte del presupuesto de las universidades nacionales.
Los ministros de Educación e Interior renunciaron en desacuerdo con las medidas. Los gremios docentes y otros sectores sindicales anunciaron medidas de fuerza para los días siguientes y luego la calle se pobló con las manifestaciones estudiantiles de rechazo al recorte en el presupuesto educativo.
El clima de confusión se empinó, cuando trascendió que se habían iniciado contactos con Domingo Cavallo, con vistas a su incorporación al gobierno, en el marco de un desesperado intento del Presidente por conformar un gobierno de unidad nacional que también incluyera al FREPASO y al justicialismo.
Finalmente, López Murphy renunció y el 20 de marzo de 2001, Domingo Cavallo volvió al Ministerio de Economía. Por extraña coincidencia ese día se cumplían diez años del anuncio del envía al Congreso del proyecto de ley de convertibilidad de la moneda.
A partir de marzo del año 2001, la nueva gestión económica argentina impulsó un conjunto de cambios que funcionalizaron la institucionalidad económica del país al solo objetivo de mantener en pie la convertibilidad, creando condiciones que -tras el colapso del sistema- harían mucho más compleja y costosa la salida.
El Congreso aprobó una legislación que delegaba en el Poder Ejecutivo importantes facultades legislativas en materia económica. Casi de inmediato se puso en vigencia el impuesto a los créditos y débitos bancarios y un sistema de incentivos a la producción denominado "planes de competitividad" que proveía beneficios fiscales a cambio de diversos compromisos en materia de producción y empleo. El complejo sistema atomizó la estructura tributaria y rindió escasos resultados.
Hasta la sacrosanta apertura de la economía experimentó cambios drásticos. Se aumentaron los derechos de importación de bienes de consumo desde fuera del Mercosur y se redujeron a cero los de bienes de capital. El resultado fue una reorientación del comercio hacia Brasil.
En abril, el gobierno envió una nueva Ley al Congreso incluyendo al euro dentro del cálculo de la convertibilidad, lo que aumentó la desconfianza del mercado en la solidez del sistema cambiario. En junio se puso en marcha un sistema de canasta de monedas entre el peso, el dólar y el euro, denominado factor de convergencia, mediante el cual se gravaban importaciones y se subsidiaban exportaciones. En julio se sancionó una reforma tributaria que modificaba impuestos e imponía una regla de "déficit cero" para el manejo del gasto público, limitando las erogaciones al nivel de los ingresos efectivamente percibidos.
En agosto -presionado por los gobernadores- el Gobierno Nacional instrumentó un programa de cancelación de su deuda con las provincias, mediante la emisión de un título, denominado LECOP, que también se incorporó como una cuasi moneda y que, en la práctica significó una ruptura del límite de emisión para financiar el gasto público establecido por la Ley de Convertibilidad.
Acuciado por un calendario de vencimientos de la deuda pública que hacía poco creíble cualquier ajuste fiscal, en junio y en noviembre el gobierno realizó diferentes operaciones de canje de títulos de la deuda, apelando, esencialmente, a los inversores institucionales y a los tenedores de deuda nacionales, que muy escasamente tenían un camino distinto que aceptar las nuevas condiciones. El mercado de nueva deuda, en cambio, estaba virtualmente cerrado. En abril, el gobierno tuvo que suspender una licitación de títulos públicos por falta de demanda y en julio pagó una tasa del 14% por la colocación de US$ 827 millones en bonos a 90 días.
En ese contexto, mantener el apoyo de los organismos internacionales de crédito pasó a transformarse en una cuestión crucial. En mayo de 2001, pese a la caótica situación, el FMI aprobó la revisión de metas del programa vigente desde enero de ese año y en agosto concedió 8.000 millones de dólares adicionales de financiamiento que -junto a los desembolsos previos- se consumieron en la imparable hoguera de la fuga de capitales.
Ninguna de estas medidas lograba contener los retiros de depósitos, cada vez más masivos, ni la contracción en los préstamos, que, junto a los intentos de estabilizar la situación fiscal, habían sumido a la economía en una profunda situación de iliquidez.
En agosto el Congreso sancionó una ley de intangibilidad de los depósitos que impedía adoptar cualquier medida de restricción sobre la libre disponibilidad de los mismos y prohibía su canje por bonos u otros activos del Estado nacional. Lo que la ley no decía era cómo se procedía frente a la corrida de depósitos que había en curso. En realidad, cerrada cualquier alternativa de intervención en el mercado, la opción era la quiebra de las entidades insolventes. El Poder Ejecutivo se abstuvo de promulgar la ley, pero tampoco la vetó y ésta quedó firme por el sólo transcurso de los plazos legales. Así, una vez más, el gobierno y la dirigencia política transmitían mensajes equívocos a una sociedad cada vez más sumida en la confusión.
El Banco Central, por su parte, inundaba al sistema bancario con multitud de disposiciones que intentaban infundir confianza en medio de un clima de creciente incertidumbre.
El 14 de octubre se celebraron elecciones para la renovación parcial de la Cámara de Diputados y el Senado. El justicialismo se impuso en 17 de los 24 distritos electorales. Era un escalón más de debilitamiento del gobierno; para el triunfante candidato a senador Eduardo Duhalde se trataba de un "ultimátum de las urnas".
En un último intento por contener el colapso, Cavallo lanzó un nuevo plan con la intención de reactivar el consumo: rebaja de los aportes previsionales, devolución del IVA en las compras con tarjeta de débito y crédito y extensión del pago de las asignaciones familiares. Además se incluía una nueva moratoria impositiva, se habilitaba la posibilidad de repatriar capitales y se reestructuraba parte de la deuda pública con los bancos locales y las AFJP.
Pero ya no había margen para revertir la situación. El diario "Jornal do Brasil" decía:
La fría realidad de los números indica que el mantenimiento del régimen de paridad fija entre el peso y el dólar americano se encuentra en su momento final. La capitulación, seguida de rendición incondicional al régimen de libre fluctuación, es una cuestión de días.
Finalmente, el 1º de diciembre de 2001 el gobierno impuso un particular congelamiento de los depósitos bancarios, conocido como el "corralito", que establecía que no se podían realizar extracciones en efectivo superiores a los US$ 250 semanales por cuenta, mientras que los depósitos a plazo fijo eran convertidos en depósitos a la vista a media que se producía su vencimiento. El dinero inmovilizado en los bancos podía ser utilizado mediante emisión de cheques o a través de tarjetas de débito o crédito. El 30 de noviembre, día anterior a la imposición de la medida, los depositantes del sistema financiero habían retirado en una sola jornada 1.500 millones de dólares.
La estructura del corralito seguía la filosofía de huida hacia delante propia de casi todas las medidas del período. En los 16 días posteriores a su implantación se registró la apertura de 600.000 nuevas cuentas bancarias, con lo que -aunque a menor ritmo- los retiros de depósitos continuaron. Miles de nuevos titulares de cuentas se abalanzaban a retirar 250 dólares semanales. El fenómeno fue conocido como el "goteo".
Junto a las medidas sobre la disponibilidad de los depósitos, se impuso un severo control de cambios que paralizó las operaciones de comercio exterior.
En la práctica, la convertibilidad había dejado de existir y sólo se conservaba una ficción. Así lo entendió el FMI, que en esos días anunció la suspensión de sus desembolsos y opinó públicamente que consideraba que la combinación de déficit fiscal, deuda pública y régimen cambiario ya no era "sostenible".
Como es conocido, el presidente De la Rúa renunció el 20 de diciembre, en medio de graves alteraciones del orden público y, luego de un breve interinato, fue sucedido por Adolfo Rodríguez Saá, cuyo principal acto de gobierno fue la declaración de "default" de la deuda externa.
El balance del año 2001 es propio de una economía en situación de colapso. El PBI se contrajo 4,4%, siguiendo un derrotero de declinación que se agravó a medida que transcurría el año. En los últimos meses de éste la actividad económica retrocedía a un equivalente anual del 11 por ciento.
A lo largo del año, los depósitos en el sistema financiero se redujeron en 20.854 millones de dólares, es decir que se perdió aproximadamente la cuarta parte del total. A partir de mediados de año varios importantes bancos del sistema agotaron sus recursos propios para atender los retiros de los ahorristas y el Banco Central comenzó a auxiliarlos mediante crecientes préstamos (denominados operaciones de pase y redescuento). La contracción del sistema se tradujo en una disminución de casi 12.000 millones de dólares en el "stock" de préstamos al sector privado.
El déficit total del sector público ascendió a la sideral suma de 17.000 millones de dólares, la deuda pública se elevó a 144.000 millones de dólares y se perdieron 12.371 millones de las reservas internacionales, es decir el 46% de las que existían al comienzo de la crisis.
El país se inundó de títulos provinciales que circulaban como moneda corriente y que llegaron a totalizar uno 8.000 millones de dólares: Lecop, Patacón, Lecof, Federal, Cecacor, Bocado, Quebracho Boncafor, Petrom y algunos más incorporaron, junto con un nuevo léxico, una anarquía monetaria similar a la de fines del siglo XIX.
En el plano social, el desempleo ascendió al 18,3% y la población por debajo de la línea de pobreza llegó al 38% del total.
Lo ocurrido en los nueve meses finales de la gestión del presidente De la Rúa es un compendio de la debilidad institucional de la Argentina, la falta de liderazgo político y la proclividad de un amplio sector de la población a adherir a políticas engañosas que producen positivos -aunque ilusorios- efectos en el corto plazo.
También es un buen testimonio de la inexistencia de un sistema financiero internacional capaz de actuar responsablemente respecto de los cientos de miles de pequeños inversores que cotidianamente colocan sus ahorros siguiendo los consejos de los bancos que los asesoran. En este contexto, el papel del FMI, el fiel de la balanza en esta materia, es posiblemente la máxima expresión de un fracaso profundo que cuestiona las bases del sistema montado en Bretton Woods después de la Segunda Guerra Mundial.
Efectos colaterales: And the winner is. (Todas las "esperanzas" (?) puestas en el Fondo Monetario Internacional)
– Rumanía negocia con el FMI y la UE un préstamo de 19.000 millones (El Economista – 18/3/09)
El Gobierno rumano está negociando con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Unión Europea (UE) la concesión de un crédito de emergencia por 19.000 millones de euros para evitar un colapso financiero del país balcánico, asegura la prensa local hoy.
Según la agencia Mediafax, el primer ministro rumano Emil Boc informó a los miembros de su gabinete ayer que 12.000 millones provendrán del FMI y el resto del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD), la UE y el Banco Mundial. El acuerdo para el crédito será firmado por un período de dos años, agregaron las fuentes citadas por la agencia.
El presidente del país, Traian Basescu, aseguró anoche en una entrevista en televisión que la cantidad del préstamo podría ser de cerca de 20.000 millones de euros.
– El pinchazo de las burbujas de Europa del Este (Libertad Digital – 18/3/09)
(Por Richard M. Ebeling)
Los antiguos países soviéticos tienen una deuda total de entre 1,5 y 2 billones de dólares contraída con sus acreedores occidentales. De este total, alrededor de 400.000 millones de dólares tienen que repagarse o refinanciarse en 2009.
Mientras la economía americana continúa sufriendo la debacle del pinchazo de las burbujas de la vivienda, la inversión y la deuda al consumo, las economías europeas también están atravesando su propia recesión post-burbuja. Pero el declive de sus economías puede empeorar pronto debido a una grave crisis de deuda en la Europa del Este.
Desde el colapso del comunismo en Europa del Este en los primeros años de los 90, todas las economías cautivas que habían estado bloqueadas dentro del Telón de Acero, han caminado hacia reformas de mercado de sus economías. Algunas de ellas, especialmente Polonia, República Checa, Hungría y las repúblicas bálticas de Estonia, Letonia y Lituania, dieron pasos importantes para superar décadas del fracaso socialista de la planificación centralizada.
La inversión directa extranjera y la formación de capital doméstico respiraron nueva vida, en economías estancadas durante mucho tiempo. La industria y agricultura florecieron, siguiendo la restauración de los derechos de propiedad privada y un relativamente amplio grado de competencia en el mercado. También experimentaron grandes incrementos en el turismo, a medida que las grandes y encantadoras ciudades del viejo mundo como Praga y Budapest, atraían cada año a decenas de miles de visitantes de todo el mundo.
Pero una buena parte de esta vitalidad económica fue financiada con capital prestado, siendo una proporción importante proveniente de bancos e instituciones financieras de la Europa occidental. Estos antiguos países soviéticos tienen una deuda total de entre 1.5 y 2 billones de dólares contraída con sus acreedores occidentales. De este total, alrededor de 400.000 millones de dólares tienen que repagarse o refinanciarse en 2009.
La tabla de abajo muestra que muchos de estos países se enfrentan a una significativa carga en la financiación de la deuda como porcentaje de su Producto Interior Bruto (PIB), y que son muy dependientes de sus ventas exportadoras para pagar lo que deben.
Fuente: Economist.com
Letonia y Hungría están enfrentándose a una de las peores de las crisis domésticas debido a la carga de sus deudas. Los inversores y consumidores letones y húngaros vieron más atractivo pedir prestado dinero a los bancos y fuentes de financiación de la Europa occidental que pedir prestado de sus mercados financieros nacionales, debido a los tipos de interés más bajos de los primeros.
El problema es que estos préstamos estaban denominados y eran pagaderos en euros, no en sus monedas locales. Si las exportaciones se reducían o el valor de las monedas locales caía en relación con el euro, los costes de financiar estas deudas serían más gravosos. Eso es exactamente lo que ha estado sucediendo.
Durante el último medio año, la economía letona empeoró drásticamente. Es probable que la economía se contraiga un 12% en 2009, según el Fondo Monetario Internacional (FMI). La economía húngara se estima que lo haga en un 6% este año. La mayor parte de esta contracción se está debiendo a la reducción de las exportaciones.
En Letonia se sucedieron violentas manifestaciones el último mes, cuando el gobierno propuso implementar las demandas del FMI para la austeridad fiscal, con el fin de recibir asistencia financiera. Eso llevó al derrocamiento del gobierno de Riga. El FMI ya había prestado alrededor de 4.000 millones de dólares a Letonia, pero ha retrasado cualquier ayuda financiera hasta que no se produzcan recortes en el sistema de bienestar u otros programas gubernamentales.
Al mismo tiempo, muchas de las monedas de los países de Europa del Este que no se han unido todavía al euro, han estado experimentando notables caídas en los mercados de divisas. En los últimos seis meses, por ejemplo, el Zloty polaco ha caído cerca de un 30% contra el euro. El Florín húngaro se ha reducido en un 22%, y la Corona checa más del 12%. La Hryvnia ucraniana ha perdido alrededor de un 40% de su valor en relación con el euro. Esto ha tenido su impacto en los gobiernos, los inversores privados y los consumidores.
En Hungría, muchos propietarios de casas pidieron prestado dinero del exterior y tienen sus pagos hipotecarios denominados en euros. Como ha caído el valor del florín, eso ha aumentado dramáticamente el coste de los pagos mensuales de la hipoteca, con lo que los impagos y las confiscaciones de casas están creciendo. El FMI ha prestado al gobierno húngaro, hasta ahora, algo más de 8.000 millones de dólares para ayudar al gobierno a cubrir los gastos de su deuda.
El grado en que esta crisis de la deuda está afectando a la Europa del este no es uniforme. Las economías checa y polaca permanecen relativamente fuertes en comparación con algunos de sus vecinos más tocados. Ambas naciones pueden incluso acabar 2009 con tasas de crecimiento moderadas si la recesión global no empeora demasiado.
El impacto sobre los bancos en la Europa occidental tampoco es uniforme. Las instituciones financieras que pueden ser más fuertemente afectadas están en Italia y Austria, que son las que tienen una mayor exposición. Los bancos austriacos, por ejemplo, han prestado a Europa del este sumas que están cerca del 70% de su PIB, y los bancos italianos no están muy por detrás.
A principios de marzo, los analistas de JP Morgan estimaron que los bancos europeos necesitarían al menos 50.000 millones de dólares antes de 2010 para compensar los peores "préstamos tóxicos" que están en sus balances, concedidos a la emergente Europa del este. Muchos de estos bancos han criticado las estimaciones de Morgan como exageradas. Pero cualesquiera que estos números lleguen a ser este año o el siguiente, los prestatarios de Europa del este y sus prestamistas occidentales están en apuros.
(Artículo elaborado por Richard M. Ebeling, publicado originalmente en American Institute for Economic Research)
– El FMI modifica una línea de crédito para atraer interesados (The Wall Street Journal – 20/3/09)
Los países en desarrollo han evitado el préstamo "flexible" por temor a que parezcan débiles
(Por Bob Davis)
Con la intención de ayudar a países en desarrollo a hacerle frente a la crisis global, el Fondo Monetario Internacional planea incrementar un programa de préstamos de US$ 100.000 millones anunciado en octubre que no atrajo siquiera a un solo prestatario.
Altos funcionarios del FMI dijeron que el programa revisado, conocido como la línea de crédito flexible, actuaría como una línea de crédito para países con políticas económicas que el FMI considera saludables, pero que enfrentan marcados declives en su crecimiento.
Aunque esos países han evitado hasta ahora lo peor de la crisis, están siendo golpeados por una caída precipitada en los préstamos bancarios y el comercio. Funcionarios del FMI dicen que su intención es evitar que los problemas se agraven en dichos países, algo que podría debilitar aún más a los bancos de EEUU y Europa, así como a los exportadores.
Para el FMI, la revisión constituye un nuevo esfuerzo para labrarse un rol principal en el manejo de la crisis global antes de que los líderes del G-20, el grupo de 20 países industrializados y en desarrollo, se reúnan en Londres para una cumbre el 2 de abril. Los líderes probablemente aprobarán al menos duplicar las reservas de préstamos del FMI a US$ 500.000 millones y gran parte de esos fondos se destinarían a la línea de crédito flexible.
Un estudio del FMI publicado el jueves, que previó que la recesión global está empeorando, propulsará el trabajo del FMI al corazón de la agenda del G-20. El informe estimó que el PIB global se reducirá de 0,5% a 1% en 2009, la primera contracción desde la Segunda Guerra Mundial, y se recuperaría algo en 2010, a un crecimiento de entre 1,5% y 2,5%. El FMI considera un crecimiento global de menos de 2,5% una recesión.
En el cuarto trimestre de 2008, según el informe del FMI, el crecimiento cayó 5% en una base anualizada. Un funcionario del FMI dijo que la economía mundial se está contrayendo a "una tasa similar" en el trimestre actual.
A fines de 2008, el FMI empezó una campaña para combatir décadas de desconfianza, especialmente en América Latina y Asia, donde el organismo tiende a ser asociado con la imposición de duras demandas a países en crisis.
Bajo el programa de préstamos flexibles, el FMI anunció que "preaprobaría" a los países cuyas políticas consideraba acertadas. El Fondo también aseguró que no exigirá cambios significativos de política económica a los países que pidan préstamos.
La mayoría de países no cumplía los requisitos para recibir este tipo de préstamo. Turquía, por ejemplo, que está negociando un acuerdo de préstamo con el FMI, ha postergado su aprobación hasta después de las elecciones municipales del 29 de marzo. El país no quiere aceptar restricciones sobre gastos del FMI potencialmente impopulares, aunque el FMI ha relajado sus demandas a medida que la economía turca empeoraba.
El FMI dice que ni un solo país solicitó este tipo de préstamo. La principal razón es el temor de repercusiones negativas en los mercados local e internacional, que podrían interpretar el préstamo como una señal de debilidad.
Los ministros de Finanzas dijeron al FMI que algunos detalles de los préstamos eran poco atractivos. El FMI ofrecía préstamos de tres meses de hasta cinco veces su contribución financiera al Fondo. El nuevo programa, que se espera sea aprobado por la junta ejecutiva del FMI la próxima semana, busca eliminar los puntos criticados por ministros de finanzas y economistas. El Fondo planea ofrecer estos préstamos como líneas de crédito, para que los países sólo los utilicen si los necesitan, y no paguen intereses a menos que usen el dinero.
Los detalles finales están siendo concretados. Pero el FMI espera eliminar los límites a las sumas que pueden tomar prestadas los países, aunque en la práctica probablemente limitará esa cantidad a 10 veces su cuota de contribución. También reducirá tarifas y alargará el plazo del préstamo a entre seis meses y un año.
El FMI espera persuadir a algunos países en desarrollo con economías más sanas a que utilicen la línea de crédito y así darle credibilidad al programa. Un blanco es México, cuyo secretario de Hacienda, Agustín Carstens, es un ex vicedirector del Fondo, dicen dos funcionarios del FMI.
El Fondo no tiene la promesa de ningún país de que tomará prestado bajo la nueva línea de crédito, en parte, porque los miembros quieren examinar los detalles del acuerdo de préstamo. La secretaría de Hacienda de México no ha respondido los pedidos de comentarios.
– Europa tranquiliza a sus socios más necesitados (Negocios – 20/3/09)
La UE ha querido dejar clara su voluntad de ayudar a los países más golpeados por la crisis. Para demostrarlo, doblará hasta 50.000 millones de euros los fondos para apoyar a los socios con desequilibrio en la balanza de pagos y dará un crédito de 75.000 millones al Fondo Monetario Internacional.
Los líderes de los Veintisiete, reunidos ayer y hoy en Bruselas, han descartado adoptar nuevas medidas de estímulo fiscal para reactivar la economía, como reclama Estados Unidos, y han reiterado que la prioridad ahora es la reforma del sistema financiero internacional. Pero también han tratado de dejar patente la solidaridad europea y su compromiso tanto con los Estados miembros más débiles como con los de otras áreas económicas.
Por eso, y aunque consideran que todavía hay dinero suficiente (15.400 millones de euros) en la línea de crédito para asistir a los Estados miembros fuera del euro cuya estabilidad financiera se vea amenazada, anunciaron un aumento de su límite hasta 50.000 millones. Los Veintisiete ya incrementaron en diciembre el citado umbral de 12.000 a 25.000 millones de euros y hoy volvieron a hacerlo, para confirmar que, si hace falta, "cuenta con margen", explicó el primer ministro checo, Mirek Topolanek, al término del encuentro.
Asimismo, los europeos han anunciado que están dispuestos a facilitar un préstamo al FMI por un importe total de 75.000 millones de euros (algo más de 100.000 millones de dólares) para mejorar su respuesta a la crisis y garantizar que puede asistir a las economías más acuciadas.
El FMI dispone de 250.000 millones de dólares para ese objetivo -de los que ya ha utilizado 50.000 millones-, pero calcula que va a necesitar el doble de esa cantidad.
En el marco de los preparativos de la cumbre del G20 el 2 de abril en Londres, la UE decidió unirse a Japón, que ya se había ofrecido a facilitar a la institución con sede en Washington un préstamo de 100.000 millones de dólares.
Además, tras varios meses de negociación, los líderes de los Veintisiete dieron también su visto bueno a la utilización de 5.000 millones de euros del presupuesto comunitario para proyectos energéticos y medioambientales y para extender la banda ancha en zonas rurales.
Los países han batallado duramente sobre el reparto de los fondos, de los que España obtendrá en total 337,5 millones de euros para interconexiones de electricidad y gas y para un proyecto de captura de carbono.
Para satisfacer las exigencias de Alemania, se han comprometido a que la ejecución de los proyectos beneficiarios comience antes del fin de 2010, aunque esto parece difícil en el caso del gasoducto Nabucco (al que se destinarán 200 millones de euros), cuya conclusión no está prevista hasta 2013.
La reforma del sistema financiero, prioridad
Desde la presidencia de turno de la UE, Topolanek, volvió a resaltar el cuantioso esfuerzo que está haciendo Europa para combatir la crisis -que cifró en el 3,3 por ciento del PIB de la UE, cerca de 400.000 millones de euros, entre 2009 y 2010- y vaticinó que las medidas irán teniendo efecto gradualmente.
Antes de decidir si son necesarias nuevas inyecciones de dinero a la economía, los europeos prefieren esperar a ver el efecto de las iniciativas ya puestas en marcha, como explicó al término de la reunión el presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, que consideró que gran parte de las medidas están empezando a tener reflejo en la economía real.
Aunque en el Consejo Europeo ha quedado claro que la UE no va a responder en la cumbre de Londres a la petición estadounidense de aprobar nuevos paquetes fiscales, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, ha tratado de minimizar las diferencias de estrategia entre los dos bloques del Atlántico.
Los socios europeos del G20 consideran que éste es el momento de concentrarse en la reforma del sistema financiero y acudirán a la cita de la capital británica con un amplio catálogo de propuestas en ese sentido, que van desde reforzar el FMI a endurecer la regulación de los bancos y las agencias de calificación de riesgos y aumentar la presión sobre los llamados "paraísos fiscales".
"Tenemos que trabajar en todos los frentes", recalcó Durao Barroso, que insistió en que, a nivel global, hace falta tanto un estímulo fiscal coordinado como la reforma del funcionamiento de los mercados internacionales.
"Sin estímulo no tendremos recuperación, pero sin reforma financiera la recuperación no será sostenible", señaló el mandatario portugués.
– Polvorín en la Europa emergente (Expansión – 22/3/09)
(Por S. Pérez / A. Redondo)
La gran promesa europea se desvanece. Las perspectivas económicas de los países del Centro y el Este de Europa se han deteriorado significativamente, en especial en Hungría, Rumanía y Bulgaria.
La gran promesa económica europea se desvanece. Después de unos años de crecimiento efervescente, los países del centro y el este del viejo continente atraviesan por dificultades sin precedentes y amenazan la frágil estabilidad de sus vecinos.
La delicada situación de la región ha disparado las alarmas de los líderes de la Unión Europa y de los organismos multilaterales, que se están mostrando prestos a brindar ayudas multimillonarias a unos estados que, en medio de la recesión económica mundial, se enfrentan a una crisis en sus balanzas de pagos y a un grave riesgo de colapso financiero.
No pocos expertos sostienen que Europa emergente se vislumbra como un polvorín para la economía global, y particularmente para los bancos de determinados países de Europa Occidental, como Austria, Italia y Alemania, ya que sus entidades financieras tienen una significativa exposición a la región.
Desplome de la divisas
De momento, la cotización de las divisas de varios países del este y centro de Europa se han visto fuertemente castigadas durante los dos primeros meses de 2009. Pese a que en las últimas semanas la agitación se ha moderado, el zloty polaco se ha depreciado un 10,37% respecto al euro en lo que va de año; el florín húngaro se ha dejado un 12,24%, y el leu rumano, un 6,36%.
Esta depreciación generalizada de las monedas está impactando en los gobiernos, los inversores y los consumidores, que se han visto obligados a despertar de golpe del sueño de abundancia que trajo el proceso de reformas puesto en marcha para la incorporación de muchos de los países de la región a la UEM.
¿Qué ha fallado? "Los bancos de Europa Occidental empezaron a prestar dinero a la región, atraídos por los altos intereses de los márgenes y la fuerte demanda de créditos. Los inversores financieros también vieron la oportunidad que se les presentaba con la convergencia europea y durante años los ingresos de su cartera aumentaron con el rally de las divisas de la zona, así como de los bonos y las bolsas. Ahora las perspectivas en Europa del Este se han deteriorado significativamente por causa de la inflación, la sobrevaloración de los mercados de renta variable, una mayor y más dura competencia y unas monedas más fuertes", explica Alastair Reynolds, director de inversión en renta variable de mercados emergentes mundiales de Scottish Widows Investment Partnership (SWIP).
Según José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney, el problema surgió porque la fuerte creación de empleo derivada de la inversión extrajera activó un boom de demanda interna y la apreciación de sus divisas coincidió con la Edad de Oro del crédito mundial, lo cual incrementó los incentivos para endeudarse en moneda extranjera. Los tipos de financiación en euros o francos suizos eran inferiores a los domésticos y la apreciación de sus divisas reducía el servicio de la deuda.
La UE está dispuesta a aumentar el fondo de emergencia para los socios del Este
"Esta estrategia es lo que se denomina estructura de financiación invertida, ya que cuando la economía se encuentra en su fase expansiva reduce el coste de servicio de la deuda, pero cuando entra en recesión lo aumenta. El efecto es procíclico, intensificando los desequilibrios en la expansión y el ajuste en la recesión", explica Díez.
Según Henry Stipp, gestor del fondo de mercados emergentes de Threadneedle, lo que está ocurriendo en la región es muy complicado porque gran parte de la deuda no es pública, sino privada. Por ejemplo, en el caso de Ucrania, esta última representa el 80% del total". Se calcula que los países del centro y este de Europa tienen una deuda total de entre 1,5 billones y 2 billones de dólares contraída con sus acreedores occidentales, 400.000 millones de los cuales deben pagarse o refinanciarse durante 2009.
Vacas flacas
Han llegado las vacas flacas, entre otras cosas por las exportaciones de estos países, "concentradas básicamente en Europa Occidental han caído dramáticamente por la desaceleración económica, al tiempo que han perdido valor por la depreciación de las divisas", explica Stipp.
Así las cosas, los expertos coinciden en señalar que las perspectivas para el área son bastante negativas, aunque, como argumenta Stipp, también hay que contar con la vigilancia y respaldo de los responsables económicos de la UE y de los organismos multilaterales, como el Fondo Monetario Internacional (FMI), "que tienen recursos para ayudar, como hicieron en su momento con otros países –Brasil, México o Turquía– y lo harán". Según Díez, los estados menos afectados serán Polonia y, sobre todo, República Checa, pero Bulgaria, Rumanía y Hungría son firmes candidatos a sufrir una depresión económica este año, con caídas del PIB de dos dígitos.
Con todo, el momento es delicado. "Los inversores tienen buenas razones para estar asustados. La convergencia permitió a los países de Europa del Este crecer rápido y, además, a endeudarse fuertemente. El desapalancamiento que actualmente está en marcha en el sistema financiero mundial hace improbable que los países del este europeo sean capaces de colocar emisiones cerca de los niveles anteriores y es probable que lleve a una desaceleración acentuada de la actividad económica", concluye Reynolds.
Auxilio para los bancos
Una razón de peso por la que preocupa tanto el debilitamiento de Europa emergente es el riesgo que el frágil sector bancario europeo tiene contraído en la región. Según los analistas de Citi, este riesgo está valorado en más de 250.000 millones de dólares, mientras que los expertos de JPMorgan calculaban hace unas semanas que los bancos europeos necesitarían al menos 50.000 dólares antes de 2010 para compensar los peores préstamos tóxicos que están en sus balances, concedidos en los países del centro y este de Europa. ¿Cómo se ha conformado este problema?
Según explicaba José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney, recientemente en EXPANSIÓN, "la banca local había comercializado en la red minorista hipotecas en divisas y había obtenido la financiación de bancos de la Eurozona". (Las entidades austriacas son las que están más afectadas, ya que han prestado a Europa del este cantidades próximas al 70% de su PIB, de acuerdo con los cálculos de varias firmas.
Y es escenarios sería "particularmente problemático para Raffeissen, UniCredit, Erste y Swedbank, entidades donde las pérdidas podrían acceder el 70% de su valor tangible", de acuerdo con un informe publicado esta semana por Deutsche Bank).
"El problema para los bancos locales es que sus pasivos en moneda local se incrementan en la misma proporción que la depreciación de la divisa, en el momento en el que la economía entra en recesión y comienza a destruir empleo, por lo que la morosidad impedirá hacer frente a la deuda contraída", añadía Díez.
Ante la gravedad de la situación, tres bancos internacionales -el Banco Europeo de Inversiones (BEI), el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD) y el Banco Mundial-, lanzaron a finales de febrero un programa común, dotado con 25.000 millones de euros, para reflotar las entidades del Este de Europa y evitar las quiebras.
– FMI reforma política de préstamos (BBCMundo – 25/3/09)
El Fondo Monetario Internacional (FMI) anunció que reformará el proceso mediante el cual presta dinero a los países miembros de la institución.
En un comunicado, el FMI indicó que las modificaciones harán más eficientes las condiciones del préstamo, simplificará costos y ampliará el acceso a los recursos financieros.
"Estas reformas representan un cambio significativo en la manera en que el Fondo puede ayudar a los países miembros y que se necesita especialmente en este momento de crisis global", expresó el director gerente, Dominique Strauss-Kahn.
Entre los cambios figura un mayor período de tiempo para cancelar el préstamo (que aún así no podrá superar los cinco años), los países podrán recibir sumas superiores de dinero y, una vez que califiquen para recibir la ayuda, no se les aplicará la serie de polémicas condiciones que la institución suele exigir a los deudores.
El FMI expresó su confianza de que el nuevo sistema sea visto por los países miembros, como más conveniente.
Para unos y para otros
El corresponsal de asuntos económicos de la BBC, Andrew Walker, informó que una de las reformas clave es una nueva línea flexible de crédito dirigida a naciones con sólidas políticas económicas que todavía están potencialmente vulnerables a la crisis financiera.
Sin embargo, agregó nuestro corresponsal, pocas naciones de bajos recursos podrán calificar para este tipo de préstamos.
La mayoría de los que cumplen los requisitos de elegibilidad son países ricos o con altos niveles de desarrollo.
Para las naciones más pobres el Fondo Monetario Internacional dice estar trabajando en fortalecer su capacidad para brindar asistencia de emergencia.
– Rumanía acuerda un crédito de 20.000 millones de euros con el FMI, la UE y el Banco Mundial (Cinco Días – 25/3/09)
Rumanía recibirá un paquete de ayuda de unos 20.000 millones de euros del Fondo Monetario Internacional (FMI), la Unión Europea (UE) y el Banco Mundial (BM) para afrontar la crisis económica y evitar el hundimiento de su economía.
Así lo anunció hoy en Bucarest Jeffrey Franks, representante de la delegación del FMI que ha negociado estos días con las autoridades rumanas el acuerdo.
– México quiere evitar otro "tequilazo" (BBCMundo – 1/4/09)
El jefe del Banco de México, Guillermo Ortiz, confirmó este miércoles que el gobierno solicitará al Fondo Monetario Internacional (FMI) una línea de financiamiento contingente que asciende a US$ 47.000 millones.
Horas antes el presidente Felipe Calderón había adelantado en Londres detalles de esta línea de crédito que tendrá vigencia de un año.
Según Ortiz, la solicitud de dinero fresco forma parte de las llamadas políticas contracíclicas para hacer frente a la crisis financiera mundial.
En un comunicado conjunto entre la Secretaría de Hacienda y el Banco de México se detalla que la "línea constituirá una muestra de confianza respecto del marco actual de la política económica de nuestro país".
Buscando confianza
Ortiz también aseveró que lo que se busca es recuperar de manera más rápida la confianza de los consumidores, de las empresas y además reactivar la inversión y la generación de empleos.
Según fuentes del FMI la línea de crédito no tendría condiciones una vez sea aprobada, por lo que podría ser usada por el gobierno mexicano a discreción.
Analistas del mundo financiero mexicano destacan que es la primera vez que el gobierno de ese país solicita una línea de crédito al FMI desde 1995, cuando México experimentó el llamado "tequilazo".
Tal como indica el periodista de BBC Mundo, Alfredo Ochoa, "el tequilazo" fue provocado por la falta de reservas internacionales, lo que originó una repentina devaluación del peso mexicano, algo que justamente se está tratando de evitar en estos momentos de contracción económica global.
Ochoa destaca que la actual caída abrupta de las exportaciones mexicanas a su principal mercado, EEUU, unida al descenso de los precios del petróleo, han encendido la luz roja en las instituciones que elaboran la política económica de México.
Durante "el tequilazo" México recibió de Estados Unidos unos US$ 20.000 millones. Luego, al país le fueron otorgados otros US$ 30.000 millones, de los cuales US$ 17.000 millones provinieron del FMI.
El jefe del Banco Central de México aseguró este miércoles que los fondos servirán justamente para apoyar las reservas internacionales debido a que el órgano emisor ha estado utilizando las reservas para contener el debilitamiento del peso.
– La depresión llega al este – Ucrania, tocada y hundida: El PIB se desploma un 30% interanual a inicios de 2009 (Libertad Digital – 1/4/09)
Ucrania se enfrenta a su particular colapso, tal y como avanzó LD. El PIB del país se ha hundido entre un 25% y un 30% interanual en enero y febrero de 2009. Una contracción récord. El Gobierno de Yushchenko reclama un rescate urgente al FMI.
LD (M. Llamas) Depresión en Ucrania. No hay otro término para poder calificar la contracción récord que ha experimentado la república ex soviética en los primeros meses de 2009. El colapso monetario y financiero que azota a las economías emergentes del Este de Europa, tal y como adelantó LD, se está materializando en un desplome económico sin precedentes. El PIB del país se ha derrumbado entre un 25% y un 30% en enero y febrero de 2009 con respecto al mismo período del pasado año.
El presidente de Ucrania, Viktor Yushchenko, abogó el martes por aprobar cuanto antes urgentes medidas económicas y políticas en un intento desesperado por afrontar la caída de la producción nacional. El objetivo del Gobierno es abrir el camino al Fondo Monetario Internacional (FMI) para poder recibir ayuda financiera cuanto antes. Mientras, la primera ministra, Yulia Tymoshenko, puso de relieve la profundidad de la crisis económica que sufre Ucrania, el país europeo más afectado por la contracción del crédito, informa la agencia Reuters.
El Gobierno trata de adaptarse a las exigencias del FMI, centrado en reducir el déficit público, para poder descongelar la concesión de un crédito por valor de 16.400 millones de dólares. En un primer avance, Ucrania recibió 4.500 millones el pasado otoño para tratar de estabilizar su frágil sistema financiero y monetario (su moneda se ha depreciado un 40% en un año). Ante este panorama Yushchenko instó al Gobierno a reducir el déficit a menos del 3% del PIB, pero Tymoshenko se negó a recortar el gasto o a subir las tarifas de los servicios públicos, insistiendo en que sería una carga demasiado pesada para los ciudadanos. Una pugna que evidencia la lucha política que vive el país.
El corte de suministro de gas por parte de Rusia al que se tuvo que enfrentar Ucrania en pleno invierno, sumado a la elevada dependencia del crédito exterior y el hundimiento del precio de sus exportaciones, sobre todo del acero, ha duplicado la tasa de paro del país desde el pasado otoño y ha disparado las protestas sociales en contra del Gobierno por todo el territorio. Además, la debilidad financiera ha provocado la retirada de casi un tercio de los depósitos bancarios, obligando a instaurar límites a la retirada de dinero (corralito financiero).
A ello, se suma que la exposición de la banca del centro de Europa a Ucrania asciende al 20% de sus activos, al igual que sucede con el resto de economías del Este, tal y como avanzó este periódico. La situación es extrema y crecen las dudas sobre la capacidad del Estado para salvar de la quiebra a las 180 entidades que operan en el país mediante la nacionalización bancaria. Islandia optó por nacionalizar su banca, cuyo tamaño multiplicaba por más de 10 el PIB nacional. Poco después quebró el propio país, y tuvo que solicitar ayuda urgente a los organismos internacionales.
"La reanudación de la cooperación con el FMI es crucial para apuntalar la confianza", según Alexander Valchyshen, analista jefe en un fondo de inversión de Kiev (capital de Ucrania), informa Financial Times. Tymoshenko ha solicitado un préstamo de hasta 5.000 millones de dólares a los países más ricos del planeta (ahora reunidos en Londres en la cumbre del G-20) para cubrir el déficit presupuestario.
La deuda pública de Hungría es basura
Pero Ucrania no es el único país en problemas. Letonia (14,4%) y Lituania (13,7%) lideran, junto a España, el paro de la UE, según los últimos datos de Eurostat. Asimismo, la agencia de calificación de riesgo Standard & Poor's anunció el pasado lunes que ha reducido el "rating" a largo plazo de Hungría de 'BBB' a 'BBB-', mientras que evaluó las perspectivas para el futuro como "negativas". Es decir, que la calidad de su deuda pública es prácticamente basura (subprime) debido al elevado riesgo de impago. En octubre del año pasado, el país ex comunista recibió un crédito de emergencia del FMI y de la Unión Europea (UE) de 20.000 millones de euros para evitar el colapso de su sistema financiero, informa Efe.
Debido a la crisis y otras tensiones de política interna, el primer ministro, el socialista Ferenc Gyurcsány, presentó la semana pasada su dimisión y será sustituido por el economista independiente Gordon Bajnai. "La reducción de las calificaciones reflejan el deterioro continuado de los indicadores económicos y fiscales clave de Hungría", aseguró en un comunicado el analista crediticio de Standard & Poor's Kai Stukenbrock.
La agencia internacional estima que la economía de Hungría se contraerá este año un 6% y que en el año 2010 lo hará en otro 1%. Eso dificultará cumplir con los objetivos de déficit del 2,9% del Producto Interior Bruto (PIB) para el año 2009, especialmente después de la renuncia de Gyurcsány. "El programa del FMI y de la UE ofrece significante aunque no infinita asistencia para las finanzas del Gobierno", señala el informe de Standard & Poor's.
Rumanía también está en la UVI
Por último, Rumanía recibirá ayudas por unos 20.000 millones de euros del Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Unión Europea (UE) y otros organismos internacionales para evitar una posible bancarrota por la crisis financiera y económica mundial. Así lo anunció la pasada semana en rueda de prensa en Bucarest Jeffrey Franks, representante de la delegación del FMI que ha negociado con las autoridades locales este acuerdo.
Según lo pactado, el país balcánico, miembro de la UE desde 2007, deberá reformar sus políticas fiscales y limitar su déficit presupuestario este año a un 4,5 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB), tras un déficit del 5 por ciento en 2008. La UE, por su parte, aportará al paquete unos 5.000 millones de euros en virtud de un acuerdo por cinco años, mientras que el Banco Mundial (BM) concederá otros 1.500 millones de euros. El paquete lo completarán otras instituciones internacionales, como el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD).
"Rumanía importa mucho más de lo que exporta. Esto no es un problema para un país, en general, mientras exista un flujo de capital suficiente para financiar el déficit. Pero a causa de las nuevas condiciones, no es tan fácil obtener liquidez", dijo Franks.
En todo caso, Hunya destacó que el déficit comercial y por cuenta corriente es "una gran preocupación" para ese país, que está previsto que se estanque este año después de crecer casi un 8% el año pasado. La depresión se adentra, pues, en Europa del Este.
– El FMI insta a la Eurozona a suavizar las normas de ingreso para dar paso a los países del Este (El Economista – 6/4/09)
Los países de la Europa central y del Este que forman ya parte de la Unión Europea y han sido golpeados por la crisis deberían adoptar el euro incluso antes de entrar como miembros de pleno derecho de la Eurozona, según afirma el Fondo Monetario Internacional (FMI) en un informe filtrado al diario británico Financial Times. Por su parte, la zona euro debería relajar sus normas de ingreso, tal y como han venido solicitando algunos de estos países candidatos.
El FMI explica que, de esta forma, los países que lo deseen puedan unirse a ella en calidad de "casi miembros", aunque sin ocupar ningún puesto en el consejo del Banco Central Europeo. "Para los países miembros de la Unión Europa, la adopción del euro ofrece los mayores beneficios a la hora de resolver el problema de la deuda acumulada en divisas, eliminando la incertidumbre y restableciendo la confianza", indica el FMI.
Intento infructuoso
Sin una medida de ese tipo, algunos de esos países tendrían que acometer políticas de ahorro interno de muy difícil aplicación debido a las resistencias de los ciudadanos, señala esa institución multilateral.
Este informe del FMI, redactado hace un mes, formaba parte de una campaña conjunta con Banco Mundial y del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo, para persuadir a la Unión Europa y los países del Este de que apoyen una estrategia anticrisis que abarcase toda la región. Sin embargo, este proyecto fracasó debido a la oposición que encontraron tanto por parte de los países del Este como los de la Europa occidental.
Los miembros de la zona del euro, al igual que el Banco Central Europeo, se oponen a cualquier flexibilización de las normas de ingreso en la misma.
Según ha calculado el Fondo Monetario Internacional, los países "emergentes" de Europa, incluida Turquía, han acumulado deudas del orden de 413.000 millones de dólares que vencen en principio en 2009 mientras que sus déficits por cuenta corriente llegan a 84.000 millones.
Según el informe filtrado al diario británico, para cubrir sus necesidades de financiación, esos países requerirán este año el equivalente de 123.000 millones de dólares y 63.000 millones el año próximo, de las instituciones financieras internacionales, la Unión Europea y los gobiernos. Parte de ese dinero podría salir del propio FMI, pero el resto tendría que salir de otras fuentes, según el informe, incluida la propia Unión Europea.
– La crisis reescribe el papel del FMI (Cinco Días – 8/4/09)
(Por Ana B. Nieto)
El mes que viene iba a ser el último para algunos de los 380 empleados del FMI que aceptaron la indemnización por despido ofrecida hace un año. Eran los coletazos de una crisis financiera, de relevancia y legitimidad en una institución que ahora, parece conjurada.
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