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Economía: administración recta y prudente de los bienes

Enviado por gustavoolmedo


    Indice: Definición Historia Economía política Capital Capitalismo Fisiocracia Liberalismo Neoliberalismo Mercantilismo Comunismo

    Definición: administración recta y prudente de los bienes./ Riqueza pública, conjunto de ejercicios y de intereses económicos.

     

    Historia: el hambre dio origen a las primeras medidas del estado en la esfera económica. En la Edad Media la escasez reinante obligó a los municipios a regular la cantidad de alimentos, evitando los acaparamientos y vigilando los precios. A veces las autoridades tomaban a su cargo la venta de los alimentos al consumidor para impedir maniobras especulativas. En los primeros años de las colonias americanas se observan los mismos actos por idénticas causas. En general, las medidas estatales se dirigían contra el pequeño comercio y el pequeño productor. Además, la Iglesia Católica establece normas de conducta que tienen gran influencia, destacándose la prohibición del préstamo a interés, y el precio y la ganancia justa. La afluencia de metales preciosos de América modifica la vida europea, y las naciones, a fin de retener la mayor cantidad posible, prohíben la exportación de oro y plata.

    En la Edad Moderna, el comercio internacional alienta la producción interna que en su evolución ascendente se considera perjudicada por la competencia externa, exigiendo medidas proteccionistas. El liberalismo consigue anular estas normas defensivas hasta que la guerra de 1914-1918 lleva a las naciones a implantar estrictos controles en la economía externa. Durante la década 1920-1930 se trató con mayor o menor éxito de volver a la política liberal anteguerra, pero la crisis mundial iniciada en 1929 coloca a las reglamentaciones del estado en el primer plano de la actividad económica interna.

     

    Economía política: ha sido definida en las más diversas formas. Comúnmente se la conoce como la ciencia que tiene como objeto la riqueza (Adam Smith; J. B. Say). Para la escuela austriaca es la ciencia del valor. La definición de Gide acierta al incorporar el concepto de lo humano y lo social: "La economía política tiene por objeto, entre las relaciones de los hombres que viven en sociedad, sólo aquellas que tienden a la satisfacción de sus necesidades materiales o cuanto concierne a su bienestar."

    La palabra economía tiene su origen en Grecia; por primera vez la utiliza Jenofonte en su sentido etimológico: "ley o administración de la casa".

    La economía a través de la historia: en la Edad Antigua se desconoce como disciplina científica. En Grecia, además de Jenofonte, se ocupan temas relacionados con la riqueza material, Platón y Aristóteles. Roma sienta los principios jurídicos que rigen los contratos y la propiedad privada, Catón y Cotumela son los principales expositores.

    La Edad Moderna ve comenzar el s. XVII con el tratado de Montchrétien, que por primera vez nombra a la economía política. Contemporáneamente se desarrolla la primera escuela orgánica que crea una teoría económica y la aplica sistemáticamente: es el mercantilismo. Su doctrina se estructura sobre la base del principio en que los metales preciosos son más apreciables que otra clase de bienes, tanto para las naciones como para los individuos. Mediante una reglamentación proteccionista, se favorece la producción manufacturera y su exportación, con el fin de acumular reservas de oro y plata.

    A mediados del s. XVIII como reacción contra el mercantilismo, surge la escuela fisiocrática. Sus fundamentos se nutren en las ideas filosóficas de los enciclopedistas. El lema laisser faire, laisser passer condensa el sentido de la fisiocracia, cuyos precursores fueron Quesnay y Turgot.

    Mientras tanto, en Inglaterra aparece el libro fundamental de Adam Smith: Investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las Naciones (1776). Queda así fundada la escuela clásica inglesa, también llamada liberal u ortodoxa. La escuela clásica toma las bases de la fisiocracia, pero las desarrolla de manera más completa y original. Su influencia dura casi un siglo, durante el cual la economía política alcanzó real categoría científica.

    Al promediar el s. XIX y en el s. XX, se produjo una revisión integral de los principios inmutables de la escuela liberal, pues el pretendido orden natural que rige las relaciones económicas fue varias veces sacudido por conmociones políticas, sociales y de otros órdenes. Nuevamente el estado ha tomado partido en el campo privado para tratar de nivelar los desequilibrios destructores de la riqueza.

    Sistemas económicos: en el curso del desarrollo histórico, las formas sociales de la producción han evolucionado continuamente. Se pueden distinguir cuatro sistemas de organización social: el comunismo primitivo, la esclavitud, el feudalismo y el capitalismo.

    El capitalismo primitivo está ligado a los primeros datos históricos sobre la vida humana en la tierra. Los hombres vivían en estado semisalvaje, integrando clanes cuya economía era administrada colectivamente. El perfeccionamiento de los instrumentos de trabajo, la introducción de la cría de los animales y el uso de los metales, provocaron la descomposición del orden comunitario.

    La esclavitud nace como consecuencia del adelanto en la producción y la división de trabajo. Se comenzó a observar la importancia del factor humano para aumentar el rendimiento de las explotaciones, motivando que los mismos clanes convirtieran en esclavos a los prisioneros de guerra. La esclavitud se extiende indefinidamente. En Atenas vivían 365.000 esclavos junto a 90.000 hombres libres; en Corinto la proporción era de un habitante libre por cada diez esclavos. Estos eran propiedad absoluta de su amo y carecían de todos los derechos civiles. Hacia el fin del Imperio Romano se produce la decadencia de las grandes explotaciones y el paso a la pequeña producción. Con ello pierde importancia la esclavitud.

    El feudalismo surge cuando –en el siglo IX- los invasores germánicos hacen el reparto de las tierras conquistadas entre los nobles y los guerreros. El siervo ocupa el lugar que antes ocupó el esclavo. Estaba adscrito a la tierra de su señor y debía trabajar gratuitamente la mayoría de la semana. Mientras tanto, en las ciudades, los artesanos libres hacen del taller la unidad típica de producción y crean así el antecedente de la fábrica moderna.

    El capitalismo aparece naturalmente, hacia el s. XVIII, cuando se propaga el comercio internacional y los adelantos técnicos y científicos irrumpen en Gran Bretaña y Europa Occidental. Su vigencia llega hasta nuestros días.

    Metodología de las ciencias económicas: desde sus orígenes, la economía ha oscilado entre dos corrientes metodológicas: la deductiva y la inductiva.

    El método deductivo se basa en la adopción de un núcleo de principios axiomáticos, a partir de los cuales desarrolla el razonamiento hasta las últimas consecuencias. Las escuela clásica fue esencialmente deductiva. Postulados que se consideraron inconmovibles, como el hedonismo, el orden natural, etc, sirvieron de cimiento a todos los análisis parciales. De allí que se lo clasificara como método abstracto, pues llegó a divorciarse de la realidad.

    El método inductivo o realista, consiste en la observación de los hechos particulares para hallar luego las leyes que los rigen; va de lo específico a lo general. La escuela histórica lo aplica al estudio de la experiencia recogida a través del tiempo. Cuando se lo utiliza para estudiar la realidad presente, los economistas se valen de la estadística y la encuesta.

    La ciencia económica no puede ser exclusivamente deductiva o inductiva. Necesita de la captación constante de la realidad para fundar sus leyes y para controlar los resultados de su aplicación.

    Escuelas económicas: pueden distinguirse tres grandes divisiones:

    1. la doctrina individualista tiene su más cabal exteriorización en la escuela clásica o liberal, ya analizada, y que, en resumen, sostiene: a) la existencia espontánea de las leyes naturales; b) la vigencia del principio hedónico, según el cual el ser humano trata de proporcionarse el máximo de satisfacción con el mínimo de pena; c) la no-intervención del estado. Sin embargo, entran en esta gran clasificación doctrinas que, aunque respondan a principios diferentes a los enunciados, tienen como base común el respeto a la propiedad privada.
    2. Las escuelas colectivistas coinciden en los siguientes postulados: a) con referencia a la propiedad privada, reclaman su abolición en algunos casos y su restricción, en otros; b) aspiran a que sea más igualitaria la distribución del producto social; c) desean que la organización económica está basada en la coordinación social de los factores, antes que en la competencia.

    El colectivismo comprende: El socialismo, que propugna la abolición de la propiedad privada de los bienes de producción; el comunismo, que desea la propiedad colectiva de todos los bienes, incluidos los de producción y los de consumo; el socialismo agrario, que propone la colectivización de la tierra, pero no de los restantes bienes de capital; el socialismo de cátedra, que busca solo corregir los excesos de la propiedad privada y la libre concurrencia, mediante la acción del gobierno; el socialismo de estado, que asigna a éste la misión de expropiar o incautar la mayoría de las empresas privadas y de controlar las restantes.

    3. Las escuelas eclécticas abarcan ciertas formas moderadas del socialismo, entre las cuales se podría considerar el socialismo de cátedra. Además entran en este grupo: a) el cooperativismo, tendencia que propone la unión de los sectores productivos y consumidores, en procura de una repartición más equitativa de la riqueza, en que el capital pierda su tradicional preponderancia; b) la doctrina de la Iglesia, que inspiradas en las encíclicas papales, desea atemperar los extremos del capitalismo y da a la caridad y el solidarismo un lugar preponderante en el mejoramiento de las relaciones económicas; c) otras corrientes modernas, como la promovida por la escuela sueca, la economía del bienestar, etc.; casi todas ellas pretenden hacer una revisión del capitalismo que excluya sus características negativas por tal motivo suelen ser designadas doctrinas neocapitalistas.

    Economía del bienestar: hacia el tercer lustro de este siglo, numerosas modalidades de opinión en boga encontraron cauce en el libro de Pigou La economía del bienestar. Su influencia fue decisiva sobre economistas posteriores y sobre la política económica de varias naciones.

    La obra consta de cuatro partes. En la primera sostiene que el mayor bienestar de la comunidad en su conjunto se obtiene a medida que el ingreso nacional se obtiene de forma más justa. En la segunda parte hace referencia a la regulación de precios como principio de excepción al libre juego de oferta y demanda, a la ingerencia del gobierno a las actividades privadas y al control de los monopolios. En la tercera parte se hace un análisis entre las relaciones del capital y el trabajo, el planteamiento de conflictos colectivos y su solución, la incidencia de los mismos sobre el monto y la repartición del ingreso. En el último capítulo estudia los caminos que facilitan las transferencias de riqueza: el impuesto a la renta y a la herencia, un sistema de pensiones a la vejez, salarios mínimos garantizados por el estado y que aseguren vivienda, alimentación, servicios médicos, etc.

     

    Capital

    Conjunto de bienes que constituyen el patrimonio de una persona o empresa, y elemento necesario en toda actividad económica propiamente dicha.

      1. Privado, el que pertenece a particulares;
      2. Público, el de propiedad del estado;
      3. Nacional, abarca al privado y al público;
      4. Material, abarca los productos acumulados;
      5. Inmaterial, o sea la aptitud y el conocimiento (se lo considera como un factor de la producción bajo el nombre de la organización de la empresa)
      6. Fijo, el que persiste y conserva su identidad luego de ser usado
      7. Circulante, el que se consume en la producción, incorporándose al nuevo artículo
      8. Monetario (sí bien el dinero es coadyuvante de la producción, las modalidades de la producción capitalista lo han convertido en fundamental, al extremo que, vulgarmente, se entiende por capital, solamente el monetario);
      9. de Producción, el que produce nuevos capitales
      10. de Consumo, los bienes destinados al consumo.
    1. Clasificación

      Algunas de estas teorías están muy estrechamente relacionadas con las que se refieren a la tasa de interés.

      Dos teorías explican la formación del capital desde el punto de vista de su costo de producción. Una de ellas es la teoría de la abstinencia, que fue expuesta por Senior. Afirma que el capital se forma mediante la abstinencia de consumir quienes ahorran; esta abstención es penosa, y para decidirse realizarla una persona, requiere que se la remunere mediante el interés. Es decir, que el tipo de interés vigente en el mercado en cada momento contribuye a determinar la cantidad de capital que se oferta. A su vez, la cantidad de ahorro y su oferta en el mercado influyen sobre la tasa de interés. Lassalle criticó esta teoría, diciendo que parece ridículo pensar que un rico propietario, con sus necesidades saciadas, hace una abstención penosa cuando ahorra parte de su ingreso.

      La teoría del costo explica el capital como fruto de la espera; fue enunciada, entre otros, por Bohm-Bawerk, quién afirmo que los poseedores de ingreso piensan que los bienes presentes valen mas que los bienes futuros porque los bienes que se poseen en el presente tienen una capacidad de producción que permite, con su posesión, obtener un ingreso. Por ello, para decidirse a ahorrar y entregar el fruto de ese ahorro (capital) en uso a otra persona, se exige el pago de un interés.

      La teoría de la demanda dice que lo que da su valor al capital es el servicio productivo que presta. Los empresarios que necesitan capital para invertirlo en sus empresas están dispuestos a pagar por ese uso un interés que está en relación con el producto neto que les permitirá obtener.

      La teoría ecléctica trata de explicar el interés combinando la teoría de la oferta y la demanda del capital. El mercado de capital se comporta como el de cualquier otro tipo de bienes. Hay una oferta, constituido por el ahorro ofrecido en cada momento; una demanda por parte de los empresarios que la necesitan y un precio que se le paga por el uso del capital, que es la tasa de interés. Si en un momento dado la cantidad de ahorro ofrecido es menor que la cantidad demandada, la competencia entre los usuarios para conseguirlo tenderá a hacer subir algún tipo de interés, lo que a su vez inducirá a los ofertantes a ahorrar más, por cuanto esa espera tiene un precio mayor que antes; este aumento de la tasa de interés también desalentará a una parte de los inversores, lo que hará bajar. El proceso continuará hasta que se llegue a una posición de equilibrio.

      Otra teoría afirma que el capital es trabajo acumulado, diciendo que todo bien de capital es el resultado de una acumulación anterior del trabajo que se dedicó a fabricarlo. Esta teoría fue elaborada por Ricardo, y más adelante desarrollada por Marx.

      En los últimos lustros se han desarrollado teorías del interés, que lo consideran como un hecho monetario. La teoría de la preferencia de la liquidez, elaborada por Keynes, afirma que el interés remunera más que nada la circunstancia de entregar los ahorros a otra persona.

    2. Teorías que explican la formación y la valuación del capital privado:

      En las ultimas décadas ha crecido en importancia relativa el capital de propiedad del estado. Éste efectúa inversiones básicas en caminos, otros medios de transporte, industria pesada, etc. Estas funciones están destinadas a complementar la iniciativa privada, que no se muestra inclinada a penetrar en campos de actividad en los que se requieren grandes inversiones y hay poca seguridad respecto a los resultados. Los motivos a que obedece la formación de este capital son distintos a los considerados en puntos anteriores para el capital privado. La diferencia principal radica en que la inversión privada generalmente requiere rendimientos a plazo corto, que beneficien a quien lo hace; la inversión pública, en cambio, puede hacerse para que se produzcan sus efectos a plazos más largos y aún cuando los mismos no se traduzcan en un rendimiento percibido por quién la efectuó; p. Ej. La construcción de un ferrocarril que sirva a regiones poco desarrolladas. El estado puede efectuarla si estima que ello puede contribuir a poblar esas regiones y a explotar sus recursos; en este caso, una parte del rendimiento de la inversión consistirá en su contribución al progreso de la zona.

    3. Capital público
    4. Relación entre el capital y otros factores de la producción

    Los factores de la producción son: capital, tierra, trabajo y empresa. La distinción entre el capital y los restantes presenta en algunos casos problemas de difícil solución.

    La tierra ha sido considerada por los economistas clásicos como un factor independiente respecto al capital, porque la tierra, tomada como potencia creadora de la naturaleza, no era elaborada por el hombre. Su remuneración, por lo tanto, no debería compensar ningún costo de producción y obedecía solamente a su escasez. Esta diferenciación ha sido discutida en tiempos recientes. Se dice que la tierra tiene un costo: las sumas invertidas para su descubrimiento y colonización y las mejoras incorporadas, que en algunos casos no pueden separarse del elemento natural. Si así fuera, no podría distinguirse a la tierra de otro tipo de bien capital. Es indudable que no siempre la explotación de nuevos recursos naturales requiere inversiones en relación con los mismos. Además, la capacidad natural de la tierra para producir no se desgasta fácilmente, y por lo tanto, no necesita reposición, de modo que los propietarios pueden utilizarla sin disminuir su valor. Por otra parte, en la mayoría de los casos el aumento del valor de las tierras obedece a factores ajenos al propietario, como son el crecimiento de población en sus cercanías, los caminos, etc. Estas concepciones son importantes por cuanto la remuneración que estos obtienen puede ser absorbida en parte por el estado mediante un impuesto, sin que por ello los propietarios se desalienten. Si la tierra, en cambio, se desgastara y su reposición costara dinero, los propietarios la usarían mientras existiera, pero una vez desgastada podrían no reponerla por considerar que la remuneración obtenida no es lo suficientemente apetecible. Por ello, una aplicación de un impuesto sobre la renta podría afectar la oferta de tierra. Los problemas de distinción entre el capital y la tierra se aplican también a la diferenciación entre el interés y la renta.

    Otra distinción importante es la que debe hacerse entre el capital y el trabajo, que por razones éticas no deben confundirse.

    También se ha identificado en muchos casos el capital con los bienes del capital. El primero está constituido por el valor abstracto, expresado en una cantidad de dinero, que representa la aptitud de producir. Los segundos son generalmente objetos que se desgastan. La tendencia moderna, con el enfoque dado por la productividad marginal como explicación del proceso productivo, tiende a considerar al capital en esta última acepción.

    Finalmente, el capital ha sido confundido, como factor de producción, con la empresa. Vale decir, que la función del empresario ha sido identificada, en las primeras épocas, con la de dueño del capital; el interés y el beneficio, por lo tanto, no se distinguían entre sí.

     

    Capitalismo

    Sistema social o económico basado en la propiedad privada de los medios de producción y en el cumplimiento de las funciones productivas por parte de entidades privadas que actúan buscando un lucro.

    Historia: el régimen capitalista ha existido desde la antigüedad. En el período grecorromano fue más bien comercial que industrial. En Roma existían banqueros y mercaderes que comercializaban con otras naciones. En la Edad Media gran parte de ese tráfico desapareció o al menos perdió importancia; durante este período feudal había comercio, pero la economía no era básicamente de producción para el mercado. La decadencia del feudalismo fue acompañada por la expansión de la producción para el cambio, dando nacimiento a la fábrica.

    1. El descubrimiento de nuevas rutas para el comercio con África y Asia y la colonización del continente americano, fueron acontecimientos de gran importancia para la intensificación del comercio. Ya a fines del s. XVIII la revolución industrial completó este proceso, pues representó la introducción de nuevas técnicas de producción. Los nuevos inventos también afectaron a los transportes; la adopción del vapor produjo un mejoramiento notable de la navegación e hizo posible la construcción de los ferrocarriles. En la misma época (fines del s. XVIII) surgió el liberalismo, cuyo auge en el terreno político también facilitó su aplicación a lo económico. Todos estos factores permitieron la expansión del capitalismo, que llego rápidamente a imperar como sistema económico y social dominante en Europa.

      También se fue desenvolviendo paulatinamente el papel preponderante de los bancos en la economía capitalista, a tal punto que se afirma que el capitalismo actual es financiero, con lo que se quiere significar que los bancos son los verdaderos directores del sistema económico.

    2. A través de su desarrollo, el capitalismo ha ido asociándose con una serie de elementos que le han dado sus características actuales. Uno de ellos es la especialización en la producción. Cada fábrica se dedica a producir unos pocos tipos de artículos, por lo cual la mano de obra y la dirección técnica pueden lograr una experiencia notable en el proceso; además, la producción en gran escala que esto significó, hizo posible la adopción de métodos de producción en serie. Otro de los elementos ha sido la competencia. El capitalismo del s. XIX se caracterizó precisamente por la intensidad con la que los empresarios se disputaban los mercados. Esto los impulsó a buscar constantemente la introducción de métodos más eficientes de producción, para reducir los costos y ofrecer al público mayor calidad o nuevos productos. Durante el siglo actual, sin embargo, comenzó a notarse en el mercado de numerosos productos una disminución de la competencia, por la concentración de las pequeñas empresas en grandes establecimientos que dominan el mercado. Todos estos factores dieron al régimen capitalista su fisonomía en forma notable, permitiendo un mejoramiento del nivel de vida.

      Una de las críticas se refiere a los periodos de depresión que suceden a los de prosperidad durante el ciclo económico. En estos períodos se produce desempleo que, además de sus serias consecuencias sociales, significa derroche de recursos económicos. Durante la crisis de 1930, por ejemplo, en Europa y América las proporciones de recursos sin utilización eran muy considerables.

      Otra de las objeciones que se hacen al capitalismo se vincula con las desigualdades económicas y sociales a las que da lugar; ellas están también relacionadas con las grandes concentraciones de poder económico en pocas manos y con la tendencia hacia el monopolio observada en algunos campos de la actividad económica privada.

      La aparición de monopolios da lugar también a otra objeción. La competencia, órgano motor de progreso en el capitalismo liberal del siglo pasado ha sido sustituida en algunos casos por formaciones alejadas de la misma. Las crisis internas de los países capitalistas más adelantados serían combatidas sólo a cambio de la explotación de los países menos evolucionados, a quienes se mantiene en conducción de productores de materia prima exclusivamente, las que a su vez son adquiridas a precios demasiado bajos. Este proceso, que se denomina imperialismo es negado por los autores de las escuelas liberales.

      Finalmente, se señala que la empresa privada, base del régimen capitalista, no se muestra dispuesta a encarar aquellos tipos de actividad que requieren grandes inversiones o que presentan un grado considerable de riesgo.

    3. Prácticamente, desde su expansión en el s. XVIII, el sistema capitalista está sujeto a numerosas críticas. Algunos de los autores que más fuertemente lo ha atacado han sido Karl Marx y los componentes de su escuela, si bien numerosos escritores de distintas tendencias también han señalado los defectos que se resumen a continuación.
    4. Las características del régimen capitalista han variado notablemente a través del tiempo, y aún en cada época ha representado formas distintas de uno a otro país. En el terreno teórico hay dos posiciones extremas (laissez-faire absoluto y planeación total), y toda una gama de matices intermedios. En el campo práctico, puede decirse que en términos generales el capitalismo liberal y competitivo del siglo pasado ha sido sustituido por formas que asignan cierto papel al Estado, y en las que la competencia está más restringida y condicionada. En todos estos casos se conserva la propiedad de los medios de producción básicamente en manos privadas.

    La corriente intervencionista ha obedecido en muchos casos a la necesidad de solucionar algunos de los defectos del capitalismo, de que se hablo en la sección III, tratando al mismo tiempo de mantener sus aspectos positivos, en especial la eficiencia para producir. Así ha nacido el control de los mercados para evitar monopolios, la utilización de la política fiscal o monetaria para detener las crisis, el control de comercio exterior para desarrollar los países menos industrializados, y la política de la redistribución de ingresos destinada a evitar las desigualdades más flagrantes.

     

    Fisiocracia

    Sistema económico que afirmaba la existencia de una ley natural por la cual, si no hubiera intervención del gobierno, el buen funcionamiento del sistema económico estaría asegurado.

    Los fisiócratas consideraban que toda la riqueza venía de la tierra y que, de todas las demás ramas de la actividad, sólo la agricultura producía más de lo que se necesitaba para mantener a los que se ocupaban de ella. Al provenir de la tierra el único excedente, hacia ella debía dirigirse el estado para obtener fondos, por lo que propugnaban el impuesto único sobre la tierra y sugerían la anulación de todos los establecidos por los mercantilistas. La tendencia general de los fisiócratas es el libre cambio. La tarea del economista se reduce a descubrir el juego de las leyes naturales. La intervención del estado es inútil, pues no haría otra cosa que interferir ese orden esencial. De allí nace la célebre expresión: "laisser faire, laisser passer" (dejar hacer, dejar pasar) que durante un siglo mantendría su influencia.

    La primera de estas proposiciones fue corregida por la Escuela Clásica. En cambio, la segunda fue adoptada y desarrollada ampliamente por Adam Smith y sus discípulos. En este punto reside la importancia del pensamiento fisiocrático.

    El fundador y principal teórico de la doctrina fue François Quesnay, médico de Louis XV, que publicó en 1758 el Cuadro Económico. Los fisiócratas defendían sus doctrinas desde un periódico titulado Las Efemérides del Ciudadano.

     

    Liberalismo

    Es un orden de ideas o conjunto de principios y doctrinas que suponen a la razón individual absolutamente libre. El liberalismo político y filosófico del s. XVIII tuvo sus derivaciones en el campo de la economía. En Francia, los fisiócratas echaron los cimientos teóricos del liberalismo económico, haciéndose célebre desde entonces el conocido principio del laissez faire, laissez passer –"dejad hacer, dejad pasar"- atribuido a Gournay, y que implica la total prescindencia del estado en la actividad económica de los individuos. En Inglaterra halló expresión en las doctrinas enunciadas por Adam Smith y los llamados "clásicos".

    El liberalismo como sistema económico es una orientación ideológica que propugna la libertad de la vida económica, o sea, el libre juego de las fuerzas económicas, basándose en que la eficaz colaboración y el equilibrio de estas fuerzas presupone su libertad de movimiento. En economía, liberalismo es entonces sinónimo de libre concurrencia y ausencia de restricciones y regulaciones por parte del estado.

    Las bases teóricas del liberalismo económico pueden sintetizarse así:

    1. la sociedad está regida por leyes naturales universales permanentes;
    2. la esfera económica está regida únicamente por el interés personal, y la competencia de los esfuerzos individuales asegura el triunfo de los más hábiles y mejores;
    3. el destino humano se realiza por la libre acción individual. El estado debe limitarse a lograr la seguridad interna y la defensa del país, pues en los demás problemas, cuando fomenta, entorpece, y cuando reglamenta, desorganiza.

    Los clásicos consideraron en cierto modo la libre concurrencia como el estado natural de la vida económica y como una ley prescripta a los hombres por la naturaleza, que no podía ser alterada. En verdad, la libre concurrencia se basa supuestos, tales como la plena movilidad de los factores de la producción y la existencia de un tipo de estructura de mercado denominada competencia perfecta.

    Para el pensamiento liberal, el afán de lucro y la concurrencia son las fuerzas fundamentales de una organización económica sana. El liberalismo espera de la libertad económica el desarrollo de la división del trabajo, no sólo en el ámbito interno de las naciones, sino también en el plano internacional, siendo quizá su fruto más importante la teoría librecambista.

    Estas teorías alcanzaron su punto más alto y el campo más propicio en la Inglaterra del s. XIX. Pero con el correr del tiempo, el estado, en casi todos los países, no se mantuvo ajeno a las actividades económicas y la primera Guerra Mundial, y especialmente la crisis mundial de 1929, colocaron todo el engranaje económico bajo las directivas estatales. Hoy, aunque pueda existir aún en doctrina, el liberalismo económico ha sido desterrado en todos los países del mundo.

     

    Neoliberalismo

    Liberada al fin de la pesada confrontación este-oeste y, con ello, de la falsa alternativa de la planificación económica socialista, hoy en día, la denominada economía de libre mercado se está  zafando, también en el mundo occidental, de las últimas ataduras impuestas en los pasados cien años por los movimientos obreros y las ideas de economistas como John Maynard Keynes. Desde su nuevo centro, Chicago, comenzó su victoriosa marcha por el mundo bajo la bandera del neoliberalismo. Su llamamiento declarada, "dejar el mercado al libre juego de las fuerzas de la competencia", se ha constituido en un concepto de bienestar que reconoce en estas fuerzas la única regulación que, elevadas al rango de fuentes de la riqueza, garantiza no solamente el bienestar social sino también, en última instancia, el bienestar individual.

    No es algo nuevo decir que el concepto básico de la ideología neoliberal descansa, sobre todo, en la idea de que la libertad del hombre es debida a la protección de la propiedad y al ilimitado aprovechamiento e igualmente ilimitado intercambio de los bienes producidos. En los Bill of Rights de Norteamérica y en la Declaración de los Derechos del Hombre de la Revolución Francesa ya estaban establecidos estos derechos fundamentales que hasta hoy pertenecen a las irrenunciables garantías fundamentales que otorga el Estado de Derecho. Esta es la protección asegurada por tribunales independientes de la libertad, igualdad y propiedad. Cuando el 8 de junio de 1774, el ciudadano Robespierre, armado con un ramo de flores en una mano y una antorcha en la otra, proclamó la Religión de la Humanidad en París, ya era común entre la opinión pública creer que la naturaleza divina, a la cual en última instancia le debemos todo, también encierra los poderes que prometen la felicidad y el bienestar del hombre. El reino de estos poderes sin límites automáticamente garantiza esto. La meta señalada por los economistas liberales es abolir cualquier limitación artificial del comercio y de la industria a fin de que los hombres sean libres para perseguir sus intereses individuales.

    El poder de interpretación y por ello en parte también el poder político que hasta entonces correspondía a los representantes de dios en la Tierra se trasladó, en la Ilustración, a los mediadores entre la naturaleza y la sociedad. Con la misma autoridad con la que los líderes eclesiásticos proclamaron la voluntad de Dios y supieron imponer sus intereses, ahora los revolucionarios liberales podían citar el Libro de la Naturaleza, interpretar las leyes naturales y, cuando les era posible, aprovecharlas en su favor. También se podría decir que los liberales sustituyeron a la Biblia por el Libro de la Naturaleza. Cuando antes el benevolente o encolerizado dios dirigía tanto la economía como la sociedad, era entonces la mano invisible la fuerza dinámica e impulsora que, desde atrás, arreglaba la reciprocidad de acción entre oferta y demanda.

    La nueva religión de la humanidad, que reconoce al hombre como único ser supremo, ha liberado sus necesidades psíquicas y sus cualidades de carácter de la tutela social, ignorando sus condiciones de desarrollo tanto históricas como sociales y, en consecuencia, las ha elevado al rango de formas naturales de expresión y existencia que no deben ser restringidas. Esta condición del hombre está libre de cualquier responsabilidad social. Perseguir sin límites sus intereses personales también quiere decir perseguir a la naturaleza inconscientemente; ahí donde domina la ley de la selva, donde el instinto lo es todo y la reflexión y la responsabilidad sociales están canceladas. De este modo, la sociedad se convierte en una sociedad de sacrificio total, es decir, el sacrificio pierde su elemento racionalizante y la masacre social lo sustituye.

    Sustituir al todopoderoso y también injusto dios creador por una no menos todopoderosa pero inhumana naturaleza significa dejar a la sociedad en manos de un – en muchos sentidos -desconocido sujeto que, como dios, está reconocido como creador de la sociedad humana pero no es responsable de los hombres ni de la sociedad. La naturaleza como sujeto no establece ninguna relación humana con la sociedad. El amor y el odio sobre los que se constituye la sociedad son objetos de investigación de las ciencias sociales, aunque para la naturaleza inconsciente, estas emociones no sean elementos de una formación reactiva. La naturaleza no piensa ni siente. No es un ente social.

    Además, las leyes de la naturaleza, que para el liberalismo también incluyen a la economía y la sociedad, están formuladas por un interés dirigido hacia la sumisión y la explotación. Su carácter provisional – las ciencias siempre entienden las leyes de la naturaleza como hipótesis -, el cual amplía el conocimiento de la naturaleza, esto es, la imagen que nosotros nos hacemos de ella, indica, sobre todo, el progreso de las técnicas de explotación de la naturaleza misma. Francis Bacon, quien como accionista de la East Indian Company debía saber esto, en su Nueva Atlantis deja que un representante de la Casa Salomon -una sociedad secreta o consorcio – explique las metas de la empresa: la Casa Salomon tiene la tarea de arrancarle a la naturaleza sus leyes para ponerlas a disposición del bienestar de los ciudadanos de Nueva Atlantis. Con otras palabras, leer el Libro de la Naturaleza quiere decir ganar poder sobre ella. Quien conoce su nombre aprehende sus leyes, es decir, tiene poderes sobre la naturaleza, como nos lo enseña el cuento de los hermanos Grimm del enanito Rumpelstilzchen. Para los revolucionarios liberales del nuevo orden económico, la naturaleza era un dios y un demonio al mismo tiempo; como una arcaica figura de culto que tenían que poner a su servicio.

    Pero hay algo que añadir: la meta de la aspiración humana era bajada del cielo a la tierra. Puesto que el paraíso prometido por la religión todavía tenía que ser comprado por medio de sacrificios, éste ya no fue colocado en el más allá, sino en la vida terrenal, como un fuego fatuo brillando en el horizonte del progreso social. Sólo la acumulación de la riqueza social e individual, es decir, la ambición de fortuna – en la vida económica la persecución imperturbable de los intereses personales – automáticamente conduce a la tierra prometida. Así lo planteó en todos los casos la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica. Desde entonces, la ambición de fortuna no fue un derecho humano sino un deber. En el país de las grandes oportunidades, hasta hoy en día, juventud, fortuna y éxito económico son los requisitos del prestigio social.

    Finalmente, la idea del progreso condujo – y para entonces ya estamos en el siglo XIX – a ese concepto de evolución que formuló Charles Darwin como la ley de la supervivencia de los más aptos (survival of the fittest). Como lucha por la existencia, este principio de la evolución de las especies se convirtió en un lema empleado para la descripción de liberales procesos económicos y sociales. Con todo esto, muchas veces no se entiende que la lucha por la existencia en la naturaleza no tiene lugar entre el gato y el ratón sino entre el ratón que se traga el gato y el ratón que escapa, una oportunidad de sobrevivir que, en la lucha económica, no existe para los débiles. Tampoco resulta claro que las leyes de la naturaleza, formuladas por Darwin, de hecho son una proyección de las leyes del liberalismo económico de su tiempo a la naturaleza. Lo que se busca se encuentra. De todos modos, la experiencia de que cualquier progreso es el resultado de una lucha ha influido profundamente en el pensamiento y las acciones de la sociedad. Hasta hoy, no existe ninguna doctrina económica influyente que de alguna manera no tenga sus bases en el postulado de la libre competencia como fundamento del progreso, el crecimiento y bienestar sociales. Y la única ley que admite el neoliberalismo es la de Darwin pero formulada con un poco más de elegancia: el lugar del survival of the fittest ha sido retomado por el laissez faire.

    Una parte de las drásticas transformaciones de nuestro tiempo ha sido la liberalización económica y social de aquellas sociedades que por decenios estuvieron sometidas a la absoluta tutela de un partido único y de una economía de planificación burocrática: los Estados de la antigua Unión Soviética y también una serie de Estados del llamado Tercer Mundo que se orientaron al modelo soviético o que se desarrollaron en una sociedad caracterizada por caudillos nacionales y una dictadura de partido. Todos estos países, en conjunto, siguen un supuesto político económico neoliberal establecido por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional que les permite obtener créditos. Esta condición se atribuye a la influencia que ha tenido la escuela de Chicago en el grupo de las siete potencias industriales dirigentes. Como en la época del liberalismo, Gran Bretaña ha jugado aquí, otra vez, un papel protagónico. Bajo el nombre de Thacherismo, el neoliberalismo entró, como un costoso experimento, a la historia económica de Inglaterra, destruyendo las posibilidades de vida de amplios estratos sociales. A través de sus principales instrumentos (el comercio mundial, los acuerdos sobre aranceles y las comunidades económicas) este modelo se convirtió en la doctrina general de la política económica contemporánea.

    Cuando en 1962 Milton Friedman con su libro Capitalism and Freedom en cierto modo fundó la escuela del neoliberalismo en Chicago, el público casi no tomó nota de su intento para revitalizar el liberalismo económico radical. Un hecho que también Friedrich Hayek y algunos de sus colegas de la London School of Economics padecieron cuando combatieron al Estado benefactor, inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial. Las dos grandes guerras, en donde tuvo lugar la lucha por la existencia en el ámbito económico y, en consecuencia, también en el ámbito nacional, no se habían olvidado; así como la idea del socialismo, a pesar del terror y la represión en los Estados socialistas, no estaba tan arruinada como para que un contramovimiento pudiera ganar terreno. Al contrario, los movimientos para la liberación nacional en el Tercer Mundo y la crítica a la guerra de Vietnam emprendida por los Estados Unidos, junto con movimientos políticos de protesta, hicieron que las ideas socialistas y sus modelos fueran todavía atractivas.

    Finalmente, la crisis económica y la descomposición del mundo socialista que se avizoró a fines de los setentas, en conexión con la crisis económica y del Estado benefactor ocurrida en Occidente, provocaron un cambio en la política económica mundial. Al hacerse evidente que el Estado benefactor no podía financiarse más por los caminos acostumbrados y cuando la alternativa socialista cayó en el descrédito total, la recurrencia a viejas doctrinas de salvación fue notable. La crisis y el miedo a las catástrofes, que siempre han favorecido la creación de atmósferas religiosas, evidentemente han dejado en el olvido que todos los movimientos sociales, desde la mitad del siglo pasado, surgieron de la protesta contra el crecimiento salvaje del liberalismo económico y que la crítica a la inhumanidad de este salvajismo, si bien fue insuficiente, no era injusta. Quizá el fracaso del llamado experimento socialista ha impedido entender que la economía mundial, por lo menos en lo que se refiere a las metas humanas del liberalismo, también ha fracasado miserablemente. ¿Qué es la libertad política sin libertad económica, sin que la mayor parte de la población lleve una vida humana con libertad de información y formación?

    Si la economía quiere hacer alguna declaración relevante acerca de la sociedad debe entenderse a sí misma como una ciencia social. Bajo estas condiciones, tendríamos entonces que leer la historia de los movimientos políticos y sociales como la historia del fracaso del liberalismo económico radical. Precisamente, las sociedades socialistas y fascistas de este siglo no estuvieron al margen del proceso económico sino que siempre formaron parte de la economía mundial. Ambas se entendieron como respuestas al liberalismo, ambas radicalizaron parte del liberalismo: en la sociedad nazi, la idea del progreso retornó en eugenesia, en criaderos de raza pura, en el salvajismo del mundo de las especies, cuando la misma idea para la sociedad socialista se reducía, como en las sociedades arcaicas tribales, a un simple plan de distribución. Ambas sociedades retradujeron la máxima de la competencia en un concepto de lucha: lucha de razas o lucha de clases. En lugar de retomar la Razón del Siglo de las Luces para criticar al liberalismo con el fin de transformar la sociedad en una sociedad humanizada y justa para los individuos, las respuestas al liberalismo siempre se refirieron a quimeras sobre el mito del origen: aquí la horda del origen germánico, allá el paraíso de la sociedad tribal del comunismo primitivo.

    La Primera Guerra Mundial aumentó la conciencia del fracaso de los Estados nacionales y del liberalismo económico entre un vasto público. Como reacción, provocó movimientos de salvación cuyas ideologías basadas en mitos del origen borraron, radicalmente, en este siglo, los restos de las actitudes y el pensamiento humanista. Con la reducción de la Ilustración a la racionalidad de la acumulación capitalista o socialista fue posible, a través de una crítica igualmente simplificada, quitarle a la Ilustración su fundamento en el humanismo universal. Lo que ha quedado ha sido el caos de sociedades en descomposición en las cuales se han podido extender los organismos supervivientes del salvajismo económico: formaciones mafiosas que con terror y violencia han arrebatado la riqueza de las naciones.

    Parece una burla de la historia que precisamente fuera Chicago – donde en los años veinte la mafia de Al Capone se apropió de la ciudad, la policía, los tribunales y todas las instituciones sociales y a donde el gobierno en Washington pensó enviar al ejército – el lugar en donde se desarrolló una doctrina de salvación que tradujo la praxis de la mafia en una teoría económica pseudo científica y que, además, se vendiera al mundo con éxito como neoliberalismo. Por supuesto, hoy en día, aunque los orfanatorios y dispensarios de Al Capone se llamen pacto de solidaridad, estos sirven para un mismo fin: a la carnicera lucha económica por la sobre vivencia le da un toque de carácter social con el objeto de influir, como un calmante, sobre la población asustada y apelar a una conciencia humana que desapareció desde hace mucho tiempo de la realidad social.

    La catastrófica situación económica y social, en que gracias a una economía monopolizada por el Estado o monopolista liberal, se encuentran ahora la mayor parte de los hombres, ha desencadenado una angustia y letargia generales; pero no ha dejado entender que toda una época de la economía mundial ha fracasado y que todos los imperativos sociales de la humanidad y de la moral que organizaban la cohesión social se encuentran hoy en descomposición. Todos los temas o religiones de moda, desde el postmodernismo hasta el supuesto "fin de la Historia" o la entrada a una nueva época de libertad absoluta, con los que se intenta explicar la situación actual de la sociedad, son solamente la expresión de una específica condición social; son los síntomas de la crisis general en la que se encuentra tanto la economía como la sociedad.

    El hecho de que una parte importante de la economía se encuentre desde hace mucho tiempo en manos de bandas internacionales no es un secreto. Los cárteles de drogas, los cárteles de armas, las bandas de los mercados informales del Este y el Oeste que ponen casi todo a la venta – desde el vulgar contrabando hasta el plutonio -, todos lavan su dinero ilegalmente ganado en el archipiélago de los restos de la economía formal que, casi completamente controlada por monopolios, ha abandonado todas las relaciones y compromisos sociales. El gobierno de los cárteles, conectado con grandes capitales no controlados, en muchos países ha cambiado ya la economía en una economía de bandas y ha contribuido a una enorme barbarización de la sociedad. Este es un fenómeno que el Secretario General de las Naciones Unidas, Boutros Gahli, ha señalado como el mayor peligro para la paz en el mundo, porque los cárteles, pueden transferir, en tiempos más cortos, sus enormes capitales especulativos a cualquier destello de crisis y con ello atizar conflictos armados de grandes dimensiones. En las sociedades en descomposición, a esta selva corresponde una disposición y necesidad de violencia que se descarga en conflictos de religión, de regiones o de naciones, o como violencia cotidiana en las pandillas de kids en los patios de las escuelas y en los barrios miserables que llaman la atención de los mass media. También se puede decir: los marginados de la economía ejecutan el neoliberalismo a su manera emulando los métodos y valores de los grupos dominantes.

    Con el abandono de la Ilustración y la reflexión, el liberalismo económico radical dejó todos los fines humanos de la sociedad para convertirse en un apologeta de la brutal lucha de la competencia social. La batalla por la supervivencia en su forma más desnuda, como lo ha vivido y elogiado Ernst Jünger con respecto a las trincheras de la Primera Guerra Mundial, se ha extendido hasta los últimos rincones del mundo. En relación con esto, el proceso de destrucción social no ha generado una reflexión sobre la economía, la sociedad y la historia, acerca de las perspectivas y metas de vida, sino solamente ha preparado el terreno para la emergencia de nuevos movimientos salvacionistas.

    El miedo a la catástrofe y la fascinación a ella favorecen el surgimiento de movimientos fundamentalistas de salvación que, como en la época medieval, protestan contra la miseria y prometen la salida de la crisis universal. Esto conecta el frente de salvación del Islam con el nuevo fundamentalismo del Vaticano y con las numerosas sectas y movimientos de salvación guiados por gurúes. En este contexto, el neoliberalismo aparece como una variante adicional en la asociación de las nuevas doctrinas de salvación, todas ellas vinculadas por un consenso común fundamentalmente antiiluminista. El regreso a mitos eternos y la tendencia a la mistificación del mundo parecen ser características de las doctrinas de salvación posmodernas. En lugar de ilustrar acerca de los fines sociales y de reflexionar en torno a sus perspectivas, se espera que potencias oscuras y místicas salven al mundo: las desconocidas fuerzas del mercado regulándose por sí mismas.

    • Este es el efecto imperial del mercado neoliberal, que no deja espacio alguno a otras formas económicas, a otras formas de vida, fuera de este mercado. El mercado neoliberal es el "mercado total", así subrayen incansablemente sus propagandistas su fin totalitarista.
    • Esto es la ideología. En realidad, el neoliberalismo aprovecha más la ayuda del Estado – a través de políticas fiscales, subvenciones, etcétera – que ninguna otra forma económica anterior.
    • Combatiendo al nazismo así como al estado de bienestar, Hayek escribió, en 1944, Camino a la Servidumbre. El argumento era que "la social-democracia moderna inglesa conduce al mismo desastre que el nazismo alemán". En 1947 un grupo de simpatizantes del neoliberalismo se reunió en Mont Pèlerin, Suiza, y fundó una sociedad de amigos fraternos que, como las órdenes de caballería o, como dice Perry Anderson, la francmasonería, perseguía el fin de combatir al comunismo. Entre ellos estaban: Milton Friedman, Karl Popper, Ludwig von Mieses, Walter Lippman y Salvador de Madariaga. Este grupo existe hasta hoy y se reúne cada dos años para discutir las estrategias para implantar el neoliberalismo en todo el mundo. Se trata de un grupo de conspiradores que se amplía cada año con nuevos miembros como el economista neoliberal Gary Becker y escritores propagandistas del neoliberalismo como Vargas Llosa.

     

    Mercantilismo

    Doctrina económica que agrupa diversas tendencias inspiradas en la idea de que el bienestar económico de una nación es proporcional a la cantidad de moneda circulante y existente en la misma. La regla fundamental de toda su política económica era la de conservar y aumentar el monto de la moneda y de los metales preciosos existentes en el país.

    Esta doctrina fue iniciada a mediados del s. XV, o sea, en una época en que las exhuberancias de la vida cortesana y las guerras continuas exigían elevados medios financieros. Los problemas más importantes eran entonces el problema del dinero y del comercio exterior, pues la superioridad de la economía del dinero sobre la economía natural y la peculiaridad lucrativa del comercio exterior parecieron a los economistas de ese tiempo los apoyos principales del aumento de la riqueza, que a su vez se reconoció como base de las finanzas del estado y del poder político.

    Algunos autores dividen la historia del mercantilismo en tres etapas:

    1. La fase monetaria, cuyas manifestaciones principales consisten en prohibir la exportación de las monedas, en alterarlas y en fijar el curso legal de los cambios.
    2. La fase del balance de los contratos, prácticamente en Inglaterra desde los últimos siglos de la Edad Media, y que consistía en un conjunto de normas que establecían para los contratos entre comerciantes ingleses y extranjeros las siguientes estipulaciones: obligación para los comerciantes ingleses de traer al país en metálico una parte del precio de sus ventas al extranjero, obligación de los comerciantes extranjeros que vendían sus artículos en Inglaterra, de emplear el dinero recibido en pago en la compra de productos ingleses, y otras obligaciones similares.
    3. La fase de la balanza de comercio, concepto éste en que se basa el mercantilismo como doctrina y que constituye su rasgo distintivo. El principio de la balanza de comercio sostiene que el único medio para enriquecer al país y al estado consiste en dirigir el conjunto de las operaciones comerciales de manera tal que el valor de las exportaciones supere al de las importaciones, obteniéndose de esta manera un residuo activo que se debe pagar en metálico. El principal representante del mercantilismo como teoría económica es Tomas Mun, inglés, con sus libros Examen de las exportaciones inglesas hacia las Indias (1621) y El balance de nuestro comercio exterior es la regla de nuestro tesoro (1664).

    En el mercantilismo no existe una exacta distinción entre "balanza de comercio" y "balanza de pagos". Además, tiene un concepto equivocado de lo que constituye la riqueza de una nación, y de ahí su exaltación del comercio exterior como único medio de obtenerla.

    El gran mérito del mercantilismo reside en haber advertido la relación de dependencia que existe entre el estado y la vida económica, pues propugnaba diversas formas de intervención del Estado en la economía.

    En el concepto mercantilista, la economía estaba sometida a la política, pero a la política de la época, en la que la llamada "razón de Estado" justificaba todos los actos de reyes y príncipes por censurables que estos fueran. Por otra parte, existía en los mercantilistas el pleno convencimiento de que hay una posición sistemática de intereses entre una nación y otra, y de él se deriva que tanto la teoría como la práctica se proponen investigar y poner en actuación los medios más convenientes para el enriquecimiento del país y del estado, con perjuicio de los otros países.

     

    Comunismo

    Sistema por el cual se quiere abolir el derecho de propiedad privada y establecer la comunidad de bienes.

    La voz comunismo designa a todo sistema social caracterizado por la comunión de bienes, sea este el fruto de una ordenación tradicional (como el hipotético comunismo primitivo), o de exigencias ascético-religiosas (sectas u órdenes religiosas), o provenga de la aplicación de un programa político-social. Pero, a partir de 1917, la palabra adquiere sentido más limitado, al aplicarla Lenin a su interpretación del socialismo y de la situación histórica en que éste actuaba, a la luz de los principios marxistas. Para Lenin, el s. XX se caracterizaba por el predominio del imperialismo, última etapa del capitalismo, en que éste, perdido ya el impulso creador de su período juvenil (que había sido objeto del examen de Marx), anula sus propios principios de libertad económica para constituir monopolios apoyados por el poder político de los estados nacionales. Con esta ayuda se lanzan a la conquista, aún armada, de nuevos mercados que conduce a luchas y conflictos propios del imperialismo. Esos conflictos internos crean una situación revolucionaria, que no presenta sin embargo la misma madurez en todo el mundo capitalista; de ahí la necesidad de una táctica variable de parte de los revolucionarios, según las circunstancias locales y nacionales. Esa actitud más flexible no implica una renuncia al internacionalismo, que era parte de la tradición marxista: toda actividad emprendida por los comunistas está encuadrada en un plano de estrategia universal. Esta lucha requiere un organismo político más fuerte y complejo, constituido por el partido comunista, como expresión política de la clase obrera, diferenciado de ésta. El partido recibe una estructura fuertemente centralizada y mantiene una rígida disciplina que se quiere sin embargo compatible con un funcionamiento democrático (es la teoría del "centralismo democrático"). Así, en el comunismo, la actividad política recibe mayor atención que en el socialismo del s. XIX.

    El pensamiento político-social de Lenin alcanzó eco primero en el partido social-demócrata ruso, en el que logró la adhesión de la fracción mayoritaria o bolchevique, desde 1903. A partir de 1917, gracias a la revolución rusa, obtiene eco universal; desde 1919 importantes fracciones socialistas adhieren al comunismo y forman una Internacional opuesta a la socialista. Los problemas nacidos de la instauración del socialismo en Rusia, en un mundo dominado por el Capitalismo, fueron planteados por Lenin y más detalladamente por Stalin (teoría del "socialismo en un sólo país"), en tanto que Trotski proclamaba necesario provocar rápidamente la revolución universal para evitar la involución del socialismo así confinado.

    La elaboración del socialismo marxista por Lenin y sus seguidores ha asegurado al movimiento por ellos iniciado una indudable eficacia política. Para los adversarios del comunismo, esa eficacia no se ha alcanzado sin sacrificios muy importantes en cuanto a los ideales primitivos del socialismo; así, el aparato partidario, pese a las declaraciones de principios, tenderá a aislarse cada vez más de la clase obrera y a formar un grupo privilegiado; la importancia atribuida al aparato estatal dará lugar, una vez adquirido el poder, a la formación de una burocracia igualmente privilegiada; la flexibilidad de la táctica política sólo se consigue gracias a una disciplina ciega que hace ilusoria toda afirmación acerca de la subsistencia de una organización democrática en el partido comunista.

     

    Biografías:

    Marx, Karl: (1818-1883): sociólogo, economista y filósofo alemán nacido en Treveris (Prusia). Fue su padre, un abogado judío convertido al protestantismo, quién lo educó dentro de las tendencias liberales de la época. En el liceo, Marx tomó contacto con el saintsimonismo, y en las universidades de Bonn y Berlín se vinculó a las corrientes hegelianas de la izquierda, recibiendo especialmente el influjo de Ciezskowski y Feuerbach; el primero lo condujo a la noción de la praxis o filosofía práctica de la acción, y el segundo, a la interpretación de las religiones que termina en el ateísmo. Por otra parte, el barón de Westphalen, su futuro suegro, lo inició en la literatura y especialmente en el romanticismo. En 1841 se estableció en Bonn, como profesor privado y como abogado; pero poco tiempo después abandonó estas actividades, en las que había demostrado su hegelianismo, al ver las dificultades entre Bruno Bauer y el gobierno prusiano, que lo convencieron de la imposibilidad de desarrollar sus doctrinas sociológicas y filosóficas, opuestas a las tendencias conservadoras de las autoridades de Berlín. Entró entonces en el Rheinische Zeitung (diario renano) que acababa de ser fundado, donde sus artículos contra la dieta renana le valieron el cargo de redactor-jefe del periódico. Suprimido este por disposición gubernamental, Marx, junto con su esposa Jenny von Westphalen, se trasladaron a París para completar sus estudios económicos. Allí entró en la redacción del Deustche Französische Jahrbücher (Anuario franco-alemán). Marx se convirtió al socialismo, influido por los socialistas franceses. En dicho periódico, que habría de desaparecer enseguida por las divergencias entre ambos redactores, Marx sostuvo que si la "reforma fue la obra de un monje, la revolución será de un filósofo". Posiblemente fue esta la deducción que, consciente o inconscientemente, lo condujo a la acción política directa. En 1844 se efectuó su encuentro con F. Engels, dos años más joven que él y que habría de convertirse en su inseparable compañero. Juntos publicaron La sagrada familia, atacando a Bruno Bauer y al idealismo hegeliano. Expulsado Marx de Francia a raíz de las reclamaciones prusianas, se radicó en Bruselas, donde escribió en francés Discurso sobre el librecambio (1846) y Miseria sobre la filosofía (1847), contestación a Filosofía de la miseria, de Proudhon. En 1847, con motivo del Congreso realizado en Londres por la liga, se le encomendó, junto con Engels, la redacción del Manifiesto, cuya última frase: "¡Proletarios de todos los países, unios!", habría de convertirse en el grito de guerra del comunismo y del socialismo internacionales. Al estallar la revolución francesa de 1848, Marx fue expulsado de Bélgica; pero, invitado por el gobierno provisional francés, se trasladó a París. Pocas semanas después, al producirse en Alemania la sublevación de marzo, dejó París y se instaló en Colonia, donde fundó y dirigió el Neue Rheinische Zeitung (Nuevo Diario Renano). El cambio de la política en Alemania lo obligó de nuevo a exiliarse, radicándose definitivamente en Londres, donde se dedicó al estudio de los economistas ingleses y a la investigación de las cuestiones económicas y sociales; como medio de sustento actuó como corresponsal del New York Times y de otros periódicos menos importantes. En 1859 apareció su libro Sobre la crítica de la economía política. Tres años después, un grupo de obreros franceses visitó la exposición de Londres y se puso en contacto con dirigentes obreros ingleses para estudiar la posibilidad de llegar a un acuerdo internacional entre las fuerzas obreras de ambos países. Tal idea se concretó un año más tarde, después del mitín del St. Martin’s, presidido por el doctor Beesly y realizado en adhesión a la insurrección polaca. La Asociación internacional de trabajadores (más conocida como Primera Internacional) quedó fundada el 25 de septiembre de 1864. poco después se confió la dirección del movimiento a Marx, quién redactó la comunicación inaugural y los estatutos. A pesar de que Marx poseía la dirección intelectual del movimiento, los proudhonianos tuvieron predominio dentro de la asociación hasta 1867; sólo entonces se hizo más fuerte la influencia marxista. En 1868 se había adherido a la A.I.T., Mikhail Bakunin, quién se caracterizó enseguida por su oposición a Marx, y fundó, dentro de la misma A.I.T., una sociedad secreta, la Alianza Internacional, no reconocida por los dirigentes de aquella. Se entabló así una lucha entre los partidarios de Marx (centralistas o autoritarios) y los de Bakunin (anarquistas o federales). Posteriormente, la sede de la A.I.T. se trasladó de Londres a Nueva York y por propia resolución de sus dirigentes se disolvió en 1876. Marx, que había publicado en 1867 el primer libro de su obra principal, El Capital, se retiró de la vida pública al perder su prestigio y su influencia a raíz del fracaso de la Internacional. Los otros dos libros de El Capital fueron editados después de su muerte (en 1885 y 1894, respectivamente). Entre 1905 y 1910, Kautsky, aprovechando apuntes inéditos de Marx, publicó Teorías sobre la plus-valía, que algunos tratadistas consideraban como el cuarto libro de El Capital. Dentro de la producción de Marx pueden recordarse: Sobre Feuerbach (1845); Las luchas de clases en Francia (1848); Revolución y contrarrevolución en Alemania (1852).

    Keynes, John Maynard: (1883-1946) economista inglés nacido en Cambridge. Durante la guerra de 1914-1918 fue consejero de la Tesorería británica y asistió como delegado de la conferencia de Paz en París. En 1919 dimitió del cargo para tener libertad de acción, y en el mismo año publico el libro Consecuencias económicas de la paz, que le valió fama universal por sus atrevidas críticas sobre el tratado de paz de Versalles.

    Poseedor de datos, por el cargo que ocupó, Keynes pudo refutar las obras de los aliados, considerándola perjudicial para la paz. En Inglaterra y EE.UU. sus teorías hicieron muchos adeptos, formándose un ambiente favorable a la aminoración de condiciones de paz impuestas a Alemania.

    En su segundo libro, Reforma del Tratado (1922), propone Keynes la reducción de la deuda alemana con arreglo a la capacidad de pago de ese país y vierte juicios muy duro sobre la política de posguerra los aliados. En su 3er. libro Proyecto de reformas monetarias (1923), estudia los efectos desastrosos de las fluctuaciones del valor de la moneda., produciendo cambios injustos en la distribución de la riqueza. Propone una reforma monetaria, cuyo objetivo esencial es asegurar una distribución rentable y equitativa de las rentas de cada país.

    Keynes es uno de las principales representantes de aquellas tendencias que vieron en la estabilidad del nivel de precios la misión más importante de la política económica. La escuela keynesiana, basados en su idea de que la inestabilidad de la inversión es la causa fundamental de las fluctuaciones que acosan a las sociedades capitalistas modernas. Al decir de Keynes, el paro forzoso es resultado de la insuficiente demanda de bienes de consumo y bienes de capital. La insuficiente demanda de artículos de consumo es provocada por la propensión del hombre a ahorrar una parte de sus ingresos, y la de bienes de producción, por el hecho de amortiguarse cíclicamente los capitalistas el interés por invertir. Keynes sostiene que para que aumente el empleo de la población, hace falta que se incremente la inversión de capitales.

    Toda la doctrina de Keynes se encuentra en su obra capital, Teoría general sobre la ocupación, el interés y la moneda (1935), donde resulta formulada teóricamente la visión de un proceso económico en el cual se desvanencen las oportunidades de inversión, mientras permanecen invariados los hábitos del ahorro, por medio de tres conceptos básicos: la función de consumo, la función de eficiencia del capital y la función de la preferencia de liquidez, que unidas a la unidad-salario dada y a la cantidad de dinero dada, determinan la renta e, ipso facto, la ocupación.

    Smith, Adam: (1723-1790). Economista inglés nacido en Kirkcaldy. Enseñó filosofía moral en Glasgow. En su obra filosófica Teoría de los sentimientos se atiene a principios morales y basa las relaciones humanas en la simpatía; pero al estudiar el problema de la riqueza, fundamenta sus análisis en el egoísmo humano.

    Según Smith, el trabajo anual de cada nación es la fuente que lo surte de todo lo necesario y útil para la vida y que se consume anualmente en ella. Consiste en el producto inmediato del trabajo o en lo que con este producto inmediato se obtiene de las demás naciones. De la proporción de este producto, o lo que con él se adquiere, con el número de consumidores depende el mayor o menor abastecimiento. Esta proporción se regula por dos circunstancias distintas: la pericia, destreza y juicio con que se aplique generalmente el trabajo, y la relación que se guarde entre el número de los que se emplean en el trabajo útil y de los demás. El hombre ha de poder vivir de su trabajo, y su salario ha de ser por lo menos suficiente para atender a su sustento y al de su familia. El producto del trabajo constituye la remuneración o el salario natural. En el estado primitivo que procedió a la apropiación de la tierra y a la acumulación del capital, el producto íntegro del trabajo pertenecía al trabajador. Si ese estado de cosas hubiere continuado, el salario del trabajo habría ido aumentando con toda esa intensificación de capacidad productiva a que conduce la división del trabajo. Todas las cosas habrían ido abaratándose o se hubieran ido produciendo con menor trabajo. Pero ese estado primitivo no hubiera podido perdurar después de introducida la propiedad de la tierra y la acumulación del capital.

    En cuanto a la moneda y a la formación de los precios, Smith considera que con la propiedad privada de la tierra y la acumulación del capital, el trabajo ya no es la única medida de valor, pues existen la ganancia del empresario y la renta de la tierra. El papel moneda es ante todo un medio de economizar metálico. Dentro de un país no pueden circular más billetes de banco que las monedas metálicas que circularían si esos billetes no existieran.

    Ampliar la venta de sus productos y restringir la competencia es siempre el interés de los comerciantes. La ampliación del mercado conviene por lo regular al interés público, pero no la limitación de la competencia, ya que ésta aumenta con exceso las ganancias, e impone en beneficio del comerciante una especie de carga sobre el resto de la población. El consumo es el único fin de toda la producción en que intervienen la industria del hombre, y por tanto no debe existir otro medio de mirar por los intereses del productor que atender a los del consumidor. Sin embargo, en el sistema mercantil se sacrifica el interés del consumidor a favor del productor, y, en consecuencia, la producción y no el consumo se tiene por único fin y objeto de la industria y del comercio. No es difícil advertir quienes pudieron ser los que proyectaron semejante sistema y como reformarlo. Obra fundamental: Investigación de la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones (1776).

     

     

     

     

    Autor:

    Gustavo Olmedogustavoolmedo[arroba]hotmail.com