El aumento de los conflictos interétnicos y interculturales, el racismo y la xenofobia; la ampliación de la brecha que existe entre ricos y pobres; la exclusión y marginalidad del más del 60% de la humanidad; la destrucción del medio ambiente; la progresiva violación de los derechos humanos; el genocidio silencioso del hambre; el nihilismo de una parte considerable de la juventud de las sociedades más acomodadas, la drogadicción, el alcoholismo, la anorexia y otras formas de evasión autodestructiva,… plantean a las nuevas generaciones el desafío de equiparse con valores y destrezas que les permitan actuar con una nueva visión en favor de la vida, de su propia vida, y de la dignidad de todos los seres humanos. Es por ello que la educación debe dar un giro total a su actual dirección. Pero no un giro técnico, sino humano. Las nuevas generaciones deben reinventar la paz en el actual contexto, lleno de artificios, de instrumentos y tecnologías, pero vacío de dirección y objetivos éticos. Por todo ello, la educación para la paz debe incluir la educación para la democracia, la justicia, el desarme, los derechos humanos, la tolerancia, el respeto a la diversidad cultural, la preservación del ambiente, la prevención de los conflictos, la reconciliación, la no violencia y la cultura de paz.
La educación para la paz es un proceso de participación en el cual debe desarrollarse la capacidad crítica, esencial para los nuevos ciudadanos del mundo. Se deben enseñar y aprender soluciones a los conflictos, a la guerra, a la violencia, al terrorismo, a la explotación de género, a combatir el daño ambiental y oponerse a todo lo que sea contrario a la vida y a la dignidad humana. Hay que aprender a comportarse para favorecer la transición de una cultura de guerra y de fuerza a una cultura de paz.
La educación para la paz es mucho más que un curso, es más que una materia de valores. Debe ser el contenido "transversal" de la educación. Pero este contenido no vendrá por sí solo ni tendrá un impacto real de cambio si no es a través de la voluntad política, decidida y expresa, de los gobiernos, de los parlamentos y de los consejos municipales. Escuela y voluntad política son dos grandes pilares pero no pueden actuar solos. En el mismo sentido deben actuar la familia, los medios de comunicación y la sociedad en general.
El derecho a la educación de todos los ciudadanos del mundo continúa constituyendo el gran desafío que tenemos que abordar en estos inicios de siglo y de milenio, especialmente después de los acontecimientos terroristas que se han sucedido después del 11 de septiembre del 2001. La educación para la paz es una necesidad y debe ser intercultural, debe alcanzar a todos los rincones del mundo. Somos 6 mil 100 millones los habitantes de la tierra – "todos libres, todos iguales en dignidad", como establece el artículo primero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos- y cada día llegan alrededor de 240 mil "pasajeros" más. La riqueza, el mayor tesoro de estos miles de millones de seres humanos únicos es la diversidad cultural. Si esta diversidad sin fin es la mayor riqueza, hallarse unidos por unos valores comunes constituye su fuerza. La identidad es un hecho cultural que da cohesión a las sociedades y facilita la integración de los individuos. El gran reto es convivir, es vivir juntos, es aprender a practicar en nuestro comportamiento diario una actitud de alteridad, de solidaridad humana. Especialmente cuando, desde siempre, se vive en un contexto de la ley del más fuerte. Se vive en una cultura de imposición que ahora debe transformarse en una cultura de diálogo, de no violencia y de paz. Con frecuencia, la diferencia se ha utilizado como un argumento que justifica la dominación de unos sobre otros en razón de la raza, el sexo, la lengua, la cultura. La educación para la paz debe enseñar no sólo los beneficios de la concordia y del entendimiento sino a desaprender la violencia, a "desprogramar" conductas de predominio e intolerancia. En la violencia social-urbana, la cultura y la identidad son hoy con frecuencia utilizadas como afirmación frente a los inmigrantes y los refugiados. (Menchú Tum 1) La educación tiene que proporcionar herramientas para que los ciudadanos entiendan el complejo mundo en el que viven, lo gestionen democráticamente, usen equilibradamente los recursos naturales y construyan y defiendan un sistema de valores en el que esté integrada la tolerancia, la justicia, el respeto a las diferencias. Es decir, la paz y no la violencia, desoyendo el famoso adagio de "si quieres la paz prepara la guerra". (Menchú Tum 1) Desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 se ha dado nuevo impulso a la idea de un choque de civilizaciones entre el Islam y Occidente. No es cierto: los extremistas –sean del país que sean, tengan las creencias que tengan- son los que pretenden imponer sus opiniones y sus creencias por la fuerza, provocando una espiral de violencia de resultados imprevisibles. De nuevo, como Alejandro Magno, se pretenden deshacer los nudos con la espada. De nuevo, la fuerza tan sólo, sin adoptar simultáneamente las medidas que permitan conocer las causas y atajarlas en sus orígenes. Ante este estado de cosas de particular complejidad ¿por dónde empezar?, ¿cómo involucrar a los gobiernos y parlamentos?, ¿cómo crear conciencia en la familia, y en los medios de comunicación, incluyendo las nuevas tecnologías? Es preciso un plan de acción para "globalizar" la educación para la paz y frenar la violencia en todas sus formas, yendo a las raíces de los problemas y estudiando las circunstancias que originan estos comportamientos que hacen imposible la convivencia pacífica y que son utilizados como disculpa para las acciones de fuerza frente a los síntomas.
Teniendo en cuenta los conocimientos existentes, las experiencias acumuladas Y la gravedad de los problemas globales, es indispensable un compromiso a escala nacional e internacional para impulsar estrategias educativas globales e interactivas.
Los Estados son los actores políticos que deben asumir y articular estos planes, pero es la sociedad civil a través de sus múltiples formas la que debe influir para que se adopten las medidas correspondientes con la rapidez exigible.
El compromiso de los Estados se concreta en un conjunto de acciones orientadas a la reforma de los "curriculums" escolares, promover la investigación sobre programas y métodos, conocer los materiales y recursos pedagógicos existentes y, cuando sea necesario, adaptarlos a los diferentes grados educativos, de modo particular para la formación de docentes. La cooperación regional e internacional entre los diversos actores y la creación de redes educativas es esencial para avanzar en este terreno.
En la Carta de la Tierra se indica: "A medida que el mundo se vuelve cada vez más interdependiente y frágil, el futuro depara, a la vez, grandes riesgos y grandes promesas. Para seguir adelante, debemos reconocer que en medio de la magnífica diversidad de culturas y formas de vida, somos una sola familia humana y una sola comunidad terrestre con un destino común. Debemos unirnos para crear una sociedad global sostenible fundada en el respeto hacia la naturaleza, los derechos humanos universales, la justicia económica y una cultura de paz". (Menchú Tum1) En el artículo primero de la Declaración de Principios sobre la Tolerancia, proclamada el 16 de noviembre de 1995, se establece: "La tolerancia consiste en el respeto, la aceptación y el aprecio de la rica diversidad de las culturas de nuestro mundo, de nuestras formas de expresión y medios de ser humanos. La fomentan el conocimiento, la actitud de apertura, la comunicación y la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión. La tolerancia consiste en la armonía en la diferencia. No sólo es un deber moral, sino además una exigencia política y jurídica. La tolerancia, la virtud que hace posible la paz, contribuya a sustituir la cultura de guerra por la cultura de paz.
Tolerancia no es lo mismo que concesión, condescendencia o indulgencia.
Ante todo, la tolerancia es una actitud activa de reconocimiento de los derechos humanos universales y las libertades fundamentales de los demás. En ningún caso puede utilizarse para justificar el quebrantamiento de estos valores fundamentales. La tolerancia han de practicarla los individuos, los grupos y los Estados. (Menchú Tum 2) La tolerancia es la responsabilidad que sustenta los derechos humanos, el pluralismo (comprendido el pluralismo cultural), la democracia y el Estado de derecho. Supone el rechazo del dogmatismo y del absolutismo y afirma las normas establecidas por los instrumentos internacionales relativos a los derechos humanos.
Conforme al respeto de los derechos humanos, practicar la tolerancia no significa tolerar la injusticia social ni renunciar a las convicciones personales o atemperarlas. Significa que toda persona es libre de adherirse a sus propias convicciones y acepta que los demás se adhieran a las suyas. Significa aceptar el hecho de que los seres humanos, naturalmente caracterizados por la diversidad de su aspecto, su situación, su forma de expresarse, su comportamiento y sus valores, tienen derecho a vivir en paz y a ser como son.
También significa que uno no ha de imponer sus opiniones a los demás." Respetar las opiniones de los demás y argüir en defensa de las propias. Y participar y elevar un gran clamor de voces. El 15 de febrero del año 2003 ha representado, por vez primera, la expresión de la voz de todos los pueblos del mundo a favor de la paz y de la justicia. En contra de la guerra, especialmente de una guerra "preventiva", que contraviene los principios fundamentales del derecho internacional. La voz de todos para volver a "Nosotros, los pueblos…", mediante unas Naciones Unidas revigorizadas y dotadas de los recursos financieros y humanos que necesitan para el cumplimiento de su misión. Para garantizar a las generaciones venideras paz y concordia. Por fin, la voz de todos los seres humanos, elevándose hasta los oídos de los líderes mundiales. "No en mi nombre"!. "Otro mundo es posible"!. (Menchú Tum2) Otro mundo que nos permita asegurar que podemos ofrecer, intacto, el futuro a nuestros hijos y nietos para que puedan escribirlo a su modo, las manos juntas. El pasado ya está escrito y sólo puede describirse. Debe describirse fidedignamente. El presente es irremediable, pero el futuro es nuestra responsabilidad suprema.
Que nadie guarde silencio. Que nadie diga que no puede hacer nada o que no hay nada que hacer. Todo grano de arena cuenta en la construcción de la paz, en la elaboración comprometida y tenaz del horizonte menos sombrío que tenemos el deber de ofrecer a nuestros hijos. La gran "asignatura pendiente" es compartir. No hemos sabido –ni por sentimientos de solidaridad ni por miedo a un futuro turbulento- evitar las asimetrías económicas y sociales, que se han ido ampliando en lugar de reducirse y que han sido y son caldo de cultivo de los grandes flujos emigratorios de personas desesperadas, frustradas, porque los países más prósperos de la aldea global no han cumplido sus promesas y han alzado su mano en lugar de tenderla. Vivir – sobrevivir- en condiciones que llegan a ser realmente inhumanas, puede conducir al rencor, a la animadversión, al uso de la violencia.
La paz es un comportamiento, es traducir a la práctica los principios de convivencia, de solidaridad, de fraternidad. Habiendo confundido valor y precio, abandonado los principios y recurrido, una vez más, a la imposición y la fuerza, andamos sin rumbo, sin brújula, desconcertados. Se ciernen sobre nosotros, en estos albores de siglo y de milenio, amenazas sobrecogedoras. Todos juntos podemos, unidas las voces, libres las manos para la ayuda y el abrazo, trabajando sin descanso, esclarecer los horizontes sombríos. Y se cumplirá así la esperanzada profecía de Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz, que tanto nos ayuda a mirar: "Vendrá, el amanecer. Brillará mucha luz en nuestros caminos". (Menchú Tum 2) •Rigoberta Menchú Tum: "Vendrá el amanecer". Poema 1994.
Formas de Violencia Las principales percibidas por Daniel Prieto Castillo son:
Por exclusión,
Por silencio,
Por difusión de modelos de vida,
Por trivialización,
Por reducción al espectáculo,
Por generalización.
La violencia por exclusión ha tenido siglos y siglos de historia y no desaparece. Prieto utiliza en sentido del ostracismo, de la falta de espacios para hacer valer los propios derechos, de la condena al gheto, a los espacios de la propia comunidad un derecho al intercambio y a la participación social.
Existiendo sectores excluidos como por ejemplo: los niños de la calle, de la pobreza, del hambre, la miseria; en las comunidades indígenas, en los ancianos, en las mujeres a las cuales les toca seguir peleando por su lugar en la sociedad, el odio a los extranjeros.
En comunicación la exclusión según Prieto significa presencia o la ausencia lisa y llana.
Una de las formas extremas de la exclusión es el silencio que han caracterizado en dos líneas:
El callar
El acallar.
La primera lleva a no mencionar a quienes podrían ser objeto de atención social, como si no existieran ni tuvieran lugar para la existencia.
Padecen en algunas relaciones de la familia, cuando se impone una voz y se sume a las otras en el silencio. Pero también en muchas instituciones, como la escuela cuando se la organiza para frenar la espontaneidad y la participación de los niños y jóvenes. El acallar es más duro.
Toda la sociedad difunde modelos de vida, en ello se juega su supervivencia. Hay que asumir la responsabilidad por los modelos que se difunden, sea desde la familia, la escuela o los medios de comunicación.
Ejemplo: la difusión de modelos guerreristas en no pocas coyunturas de diferentes países. La difusión de modelos machistas, a través de los cuales son acentuadas desigualdades sociales.
Los medios de comunicación son constantes difusores de modelos, exitismo, de superficialidad de las relaciones, soluciones mágicas, de competencias despiadadas, de desconfianza mutuas, de resolución de problemas por eliminación del contrario o por astucia, de formas de seducción ligadas a la belleza.
La trivialización es el sentido de reducir todo a superficies, como si los seres humanos no tuvieran también alternativas para preguntarse por su propia condición, para ahondar en su situación social y en su destino. La vida cotidiana es el espacio de lo trivial, cuando todo se diluye en el comentario de la vida ajena, cuando se ponen en juego relaciones que consisten en la distancia y la indiferencia.
En los medios la trivialización ocupa un espacio muy grande. Pienso en las propuestas de vida y de conducta de mundo de la farándula, que se dedica a repetirse a sí mismo y a tomar la existencia como un juego y un pasatiempo. Pienso en los programas montados sobre la burla directa a seres desprevenidos, pienso en las competencias para ganarse unos miserables productos, en, precisamente, la trivialización de la competencia, reducida a golpes de suerte y a exhibición de pobres cualidades. (Prieto 263).
Acogemos las palabras de Don Simón Rodríguez decía que la vida demasiado dura como para no tener la necesidad de salirse de uno mismo y de distraerse. Estamos de acuerdo, pero la trivialización sin límites se convierte en una forma de violencia, porque no permite acceder a lecturas más profundas de la propia realidad.
Hemos aludido ya a la violencia por reducción al espectáculo. Existe en los seres humanos un mecanismo de reducción de la violencia al relato u al enfriamiento de la misma por distancia. Explica Daniel Prieto Castillo: frente a un acto violento se generan versiones sobre versiones y pronto el impacto de su presencia se convierte en narraciones de hechos que no se ha enfrentado directamente. La distancia permite espectacularizar la violencia en el juego de relatos en la vida cotidiana. (Prieto 263) En esta dirección nos alerta Daniel Hermant cuando nos habla de la violencia disociada del contexto que termina por convertirse en algo lúdico. No le preocupa tanto que la meditación exagere la violencia, sino que deforma su sentido, la desconecta de sus facetas políticas o sociales y la sitúa al margen de la realidad. La tarea de quien se dedica a trabajar con la información es reintegrar la violencia a su contexto para explicarla.
El mecanismo de la generalización que situamos a la base de muchos actos de violencia. Se trata de hacer notas que corresponden a algunos representantes de ese universo o incluso a ninguno. Recordemos una terrible generalización de nuestro siglo: la raza aria como superior. Enzensberger, pensador alemán contemporáneo que ha reflexionado mucho sobre el racismo y los excesos del nacionalismo, declara luego de analizar la composición de Alemania (caracterizada por irrupciones de millones de seres a través de sus fronteras a lo largo de años) "el ario no ha pasado de ser nunca una ridícula construcción intelectual". (Prieto 263).
Sin embargo, esa generalización en manos de quienes controlaron la ideología desde los años 30 en el país llevó el intento de construir esa raza sobre la base de los puros y mediante el secuestro de niños de los países que iban subyugando por la fuerza a fin de educarlos en familias alemanas. La generalización causó estragos, sobre todo si no olvidamos que tuvo su contrapartida en comunidades como las de los judíos y los gitanos, que fueron asesinados por millones.
Este tipo de generalizaciones están a la base de los nacionalismos y de los intentos de descalificar al otro por su lugar de nacimiento o por determinados rasgos étnicos.
Los medios de comunicación son agentes constantes de generalizaciones. Afirmamos estos con todo el cuidado del mundo, porque no nos interesa ponerlos en el mismo plano de la barbarie del fascismo, pero no podemos dejar de reconocer la presencia de aquéllas a través de tipos humanos, de conductas como reacción a determinadas situaciones, de maneras de relacionarse y de resolver los problemas cotidianos. (Prieto 263).
Esto se exacerba cuando hay conflictos bélicos: los medios terminan casi siempre por alienarse en una sola voz y ella es la de la prédica en contra del enemigo común, como si país con el que se da el enfrentamiento fuera un espacio para lo monstruoso y para los monstruos. Millones de seres se convierten en lo extraño como un absoluto, allí ya no hay otro sino sujetos capaces de dañar la vida y la base de la nación, frente a los que sólo queda la razón (o la sinrazón, en realidad) del exterminio. (Prieto 264).
Se podrá argumentar que estamos ante mecanismos defensivos y hace falta llevar consignas a la población para la defensa. Pero esos mecanismos defensivos y hace falta llevar consignas a la población para la defensa. Pero esos mecanismos son sólo reactivos y nos toca pensar en nuestro papel, como comunicadores, para avanzar en una cultura de paz y de tolerancia.
Las formas de violencia a las cuales aludimos no se dan porque las siembren los medios de comunicación, existen siempre en cualquier comunidad humana y nos toca aclararlas en sí mismas y reconocerlas en nuestra labor de comunicadores, sea como empresas o como personas. La cuestión pasa por el fortalecimiento de esas maneras de enfrentar la relación humana a través de la prédica constante a través de los medios. (Prieto 264).
Daniel Prieto retoma aquí la carta que Freud escribió a Einstein, poco tiempo antes de la Segunda Guerra, cuando el físico le preguntaba por los motivos profundos de la violencia. Luego de reconocer que las tendencias destructivas son parte de la condición humana y que no se las puede suprimir el padre del psicoanálisis señalaba:
"Todo lo que trabaja a favor del desarrollo de la cultura trabaja también en contra de la guerra. (…) Las concepciones psíquicas hacia las cuales nos arrastra la evolución de la cultura son incompatibles con la guerra". (Prieto).
Para combatir las tendencias destructoras del hombre es necesario apelar a engendrar lazos sentimentales, relaciones de amor (al prójimo como a ti mismo) y de identificación con los otros.
La presencia de la paz.
La presencia de la tolerancia y de la paz también forman parte consustancial de la condición humana. Si el hombre hubiere sido desde sus orígenes solo violencia, no habríamos llegado hasta el presente. No podemos adherir a la frase de Nietzsche "vergüenza, vergüenza, vergüenza, ésa es la historia del hombre" (Prieto 265).
No hay ninguna sociedad de puro odio, de pura tolerancia, porque la supervivencia y la relación florecen desde la tolerancia y el amor.
Las sociedades son posibles porque en ellas se convive, es decir, se entrelazan vidas. Si todo consistiera en violencia y en agresión no podríamos avanzar ni siquiera más allá de la primera infancia.
Esbocemos una explicación: el ser humano es uno de los más precarios de todos los vivientes. Su proceso de convertirse en un adulto independiente le lleva años, tanto desde la gestación como de lo que significa completar el desarrollo intelectual. Esa precariedad (esa vulnerabilidad) lo ha llevado a sostenerse en los otros para lograr la humanización. Porque no nacemos ya humanos para siempre, nos vamos reafirmando en esa condición gracias a las interacciones con los demás.
La supervivencia de la especie se ha edificado sobre la base de la tolerancia, del reconocimiento de la vida ajena. Y ello ha significado siempre ofrecer oportunidades de existencia a los recién llegados.
Los ejemplos sobran: lo mejor de una sociedad se manifiesta en el compromiso por la infancia. Una sociedad es más digna cuando mejores son las condiciones de desarrollo de sus niños.
Lo mejor de una sociedad se manifiesta en la reducción al máximo de la pobreza. Una sociedad es más digna cuando mejores son las condiciones de desarrollo de su población.
Lo mejor de una sociedad se manifiesta en las oportunidades de salud, empleo y acceso a la cultura para todos sus habitantes. Una sociedad es más digna cuando más ricas son esas oportunidades para toda su gente.
Lo mejor de una sociedad se manifiesta en la promoción de la convivencia de sus diferentes grupos étnicos y culturas. Una sociedad es más digna cuando mayor es su diversidad y mayor el respeto por la misma.
En síntesis: una sociedad es más digna cuando construye civilización y esto significa, como afirmaba Popper con insistencia antes de morir, disminuir la violencia. Por eso afirmaba Voltaire que sólo la tolerancia puede hacer soportable la sociedad.
Piensa Daniel Prieto en las redes de información que se vienen extendiendo a través del cable, en los intercambios de expresiones culturales posibilitados por iniciativas como la Asociación Iberoamericana de Televisión Educativa, en la presencia de prensa en algunos países como garantía de justicia, mediante investigaciones y tomas de posición que han llevado incluso a frenar excesos del poder político, en la apuesta a la divulgación de distintos puntos de vista sobre un mismo suceso, lo que permite lecturas diferenciadas y la ruptura de un solo ángulo de mira sobre la realidad, en el rescate de manifestaciones de grupos étnicos para ponerlas al alcance de la comunidad toda, en la presencia sostenida de otra voces y de otros rostros. (Prieto 267).
La gran tarea de los medios de comunicación viene pasando por esas prácticas, aún cuando no estén todo lo extendidas como quisiéramos, aún cuando haya que insistir una y otra vez en ellas.
Prieto dice de una vez:
Así como en cualquier agrupamiento social está lo mejor y lo peor del hombre, así también en los medios de comunicación (síntesis de la expresión de nuestra época) está también lo mejor y lo peor de nuestra condición humana.
En esas manifestaciones son endiosadas la guerra y la violencia, son ofrecidas soluciones a conflictos que significan la eliminación del adversario, son exaltadas maneras de resolver problemas que rayan en el delirio (como cuando un héroe destroza a alguien luego de haberlo forzado a confesar), son presentadas como normales conductas contrarias a la convivencia y la cooperación.
Y a la vez los medios nos muestran vidas en las cuales se toma en cuenta al otro, se lo hace objeto de amor y se lo ayuda a crecer; nos muestran rostros y expresiones culturales, nos ayudan a exigir justicia y a respetar las diferencias.
Nos movemos los comunicadores, ¿a qué negarlo?, en el terreno de la ambivalencia, en un mismo día de programación o en una misma publicación andamos a menudo oscilando entre la promoción de la violencia y la defensa de la vida. (Prieto 267)
Construir la tolerancia
La tolerancia nace como elemento de reflexión a la hora de poner frenos a los excesos del fanatismo religioso, en tiempos de las guerras entre católicos y protestantes, y sobre todo para hacer frente a la Inquisición.
Con ese impulso inicial para a constituirse en la base de la libertad política, con el reconocimiento de los derechos inalienables del individuo y del ciudadano. Se pasa de la eliminación o el sojuzgamiento del "contrario" a la búsqueda del respeto mutuo, la voluntad de diálogo y de disenso. Esto lo expresa de una manera preciosa Isidro Cisneros:
"La libertad del otro constituye la principal condición de la propia libertad".
Por lo tanto, los enemigos de la tolerancia serán siempre los dogmas, las verdades absolutas, los fanatismos y la violencia. (Prieto 268).
La tarea de construir la tolerancia en infinita, porque con cada hombre hay que recomenzarla. En ese sentido señala Edgar Morin:
"Estamos comprometidos a escala planetaria con la obra esencial de la vida, que es resistir a la muerte. Civilizar y solidarizar la Tierra, transformar al género humano en humanidad, es el objetivo fundamental". (Morin 46).
Decimos "con cada hombre hay que recomenzarla", porque las asechanzas de la intolerancia y de la violencia están siempre presentes.
Y no sólo ellas, por que los vientos de fin de siglo nos han traído, una vez más como en tantas otras coyunturas históricas, la propuesta de una tolerancia como la aceptación de todo, como una suerte de fatiga ante una realidad considerada como incambiable, o bien la actitud cínica de señalar que todo vale. El relativismo moral lleva a desentenderse del destino de la sociedad en general y de cada ser en particular.
No hay manera de escaparnos a la construcción de la tolerancia, en tanto nos hemos elegido como hombres empecinados en trabajar con otros hombres. Es esa la condición de los educadores, de los políticos y, sin lugar a dudas, de los comunicadores sociales, como individuos o como empresas. Nuestra labor es pública, volcada a los otros.
Y nuestra labor no puede ser la de quien viene a apagar un incendio cuando las llamas ya cubren hasta el cielo mismo. Retorno para explicar esto palabras del director de la UNESCO, Federico Mayor.
"Las operaciones de mantenimiento de la paz exigen ¿por ejemplo? Una inversión de 1500 millones de dólares. Pero fallan las acciones preventivas. Sucede que las acciones preventivas no traen consigo gloria ni reconocimiento para quienes las ejecutan… (…) Cuando el conflicto no estalla nadie viene a felicitarlo a uno por haberlo impedido.(…) no hemos aprendido a invertir en lo intangible". (Prieto 269).
Es que lo intangible no es fácilmente espectacularizable, no se lo puede llevar a la pantalla como las acciones de un teatro de guerra o de un accidente.
Las propuesta de Daniel Prieto Castillo.
Las siguientes sugerencias se enmarcan en el contexto latinoamericano y pretenden recoger experiencias ya en marcha y a la vez insistir en alternativas posibles.
Conocer la cultura de la violencia y la cultura de la paz
Ambas tienen toda la complejidad del mundo y no se puede analizar fuera de contexto. Recuero acá la novela de Alejo Carpentier El reino de este mundo, en la que el autor sitúa la cultura de la violencia y de la paz, en un aquí y en un ahora, con su dolorosa o su hermosa historia. Necesitamos apropiarnos de sus bases ideológicas, de sus fundamentos éticos, de sus recursos, de sus maneras de manifestarse en cualquier sociedad.
Para avanzar en este punto es siempre valioso el sistema de seminarios permanentes de reflexión, en los que puede confluir gente de los medios, de las universidades y de la sociedad en general. Se trata de grupos acotados, unas veinte personas, que se dediquen a estudiar a fondo, con la participación de todos, ambas culturas para hablar de ellas con fundamento y en la búsqueda de alternativas.
Y, ligado a ello, las asociaciones en las cuales se integren comunicadores, educadores, investigadores de la cultura.
Las experiencias
Es duro reconocerlo, pero en estos tiempos de globalizaciones y de necesarias integraciones, sabemos muy poco de lo que se hace en nuestras fronteras. Planteamos la necesidad de relevar en cada país las experiencias, las instituciones y los mensajes (programas, secciones de medios impresos…) que impulsan la convivencia, la tolerancia y la paz.
Cuando uno comienza esta búsqueda descubre que no esta tan solo y que, sobre todo, que cuenta con referentes para alimentar la tarea comunicacional.
Repertorios
Apuntar a la concreción de repertorios de materiales impresos y audiovisuales sobre nuestros temas. Aspiramos, en este sentido, a la creación de bibliotecas para la paz y la tolerancia, de espacios donde pueda uno consultar materiales y a la vez encontrarse con quienes persiguen idénticos ideales.
En esto tienen que aportar los establecimientos educativos y los medios de comunicación. Muchos de estos últimos cuentan con espacios de lectura y de archivos que podrían ser destinados también a la cultura de la paz.
Memoria de paz.
Si uno recorre los libros de texto y buena parte de la oferta de los medios de comunicación, se encuentra que lo más común es armar una memoria de la guerra y de la violencia. Es como señala Federico Mayor: la paz aparece como intangible y que nadie debe historiar.
La memoria de la paz consiste en rescatar periodos de convivencia, experiencias felices en que los seres humanos han hecho mucho más que odiarse y destruirse. Podríamos impulsar estudios desde las universidades sobre dicha memoria que está por escribirse en todos nuestros países.
Difusión de modelos
El Diario Clarín de la Argentina, sacó hace dos meses un aviso con dos rostros: el de Valeria Mazza y el de la Madre Teresa de Calcuta. Al pie del primero decía: la modelo; al pie del segundo, el modelo.
La modelo (y los de sexo masculino) han ganado la escena social con una fuerza excesiva. Necesitamos una presencia permanente de otros modelos (no pido que se censure nada), a fin de ofrecer el pensamiento y la vida de quienes trabajan por la construcción de civilización.
Premios nacionales e internacionales
En Centroamérica me tocó ser algunos años jurado del Premio UNICEF, a los periodistas y empresas que dedicaran su atención a la niñez. En menos de tres llamados, la producción de materiales se había incrementado mucho y también la manera de tratar el tema.
Podemos aspirar a la creación de premios nacionales e internacionales a experiencias por la paz y la tolerancia, a comunicadores y empresas que dediquen sus esfuerzos a esa causa.
Análisis de mensajes
Hemos trabajado mucho tiempo en esa línea, pero aquí queremos sugerir una variante: analizar los mensajes de nuestros medios por ausencia:
¿Qué no estamos diciendo, mostrando, impulsando de la tolerancia y de la paz?, ¿Qué excluimos? Esto nos dará la dimensión de nuestra posible ausencia en esta verdadera misión.
Contra las generalizaciones
Aquí Daniel Prieto Castillo es taxativo: luchar en todos los frentes contra las malas generalizaciones, contra los estereotipos que nos condenan a ver a los otros como si se resolvieran en unas pocas notas, como si nada hubiera más allá de ellas. Y para vencer las generalizaciones necesitamos revisarlas en nosotros mismos, evaluar con firmeza nuestras propias percepciones para luego abrirnos a las ajenas.
En este esfuerzo resulta imprescindible impulsar el intercambio de programas y otros materiales entre países, la generación de puntos de encuentro entre culturas, la búsqueda de la integración a través del mutuo conocimiento. Nada de esto es imposible, lo sabemos. Existen materiales y maneras de intercambiarlos. La alternativa pasa por la voluntad de promover nuestros ideales.
Verdad y Violencia
Gandhi afirmaba, y lo demostró toda su vida, que los caminos hacia la verdad no pueden ser violentos. Hemos aprendido en estos duros años de fin de siglo que hay también verdades, que la diversidad es nuestra riqueza, que las múltiples voces son el resultado de múltiples formas de ser y de percibir. (Prieto 272) Si los caminos hacia la verdad no son violentos, la base de nuestra relación se funda entonces en el respeto, preciosa palabra que significa "ver al otro, captarlo como él es".
No pretendemos de los medios de comunicación ni la censura ni la autocensura, pero podemos insistir en que los caminos hacia la verdad y el entretenimiento no necesariamente son violentos. (Prieto 272)
Conclusiones:
Pensamos que la violencia en la educación es una enfermedad enquistada como la corrupción en nuestros pueblos tercer mundistas. Es difícil combatirla y siendo optimistas padeceremos de este mal por mucho tiempo, mientras tengamos pobreza, miseria y abandono; es una dura realidad, y como podemos observar en este documento que acabamos de realizar y analizar: la violencia nace desde un inicio mismo de la educación y se manifiesta con todos sus tentáculos en nuestras instituciones, enraizándose sobretodo en los pueblos donde la ignorancia florece y donde la capacidad de discernimiento es nula, cabe la reflexión que depende de nosotros para realizar un cambio, pero este cambio no debe ser superficial, sino profundo y realmente integral donde las propuestas no sean utópicas más bien ciertas, sustentables y sostenibles, para el bien de la educación.
"Trabajos Citados"
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Por Marta Aguirregomezcorta | 26 de octubre de 2004
Cerbino, Mauro. Análisis sobre Derecho a la Comunicación Revista ARCA,
Prieto, Daniel. El Aprendizaje en la Universidad. Modulo II. Universidad del Azuay. Tercera Edición. Cuenca – Ecuador- Marzo 2004
La realidad es concebida como un subconjunto de lo posible
UNIDAD 11
¿Cómo apreciamos a los jóvenes?
Una visión adulta de los jóvenes
Desde varios ámbitos se habla de crisis. De una en particular, que es considerada la más preocupante: la crisis de valores. Los que la afirman, en buena medida, tienden a endosarla a un sujeto social, a la juventud. En resumidas cuentas, lo que se dice es que son los jóvenes que han roto con lo sano de la tradición, que viven sin rumbo, que están inmersos en prácticas fútiles, a veces incluso violentas y que se caracterizan por el desempeño y por el fácil hedonismo.
Se trata, evidentemente, de una visión adulta sobre los jóvenes que de forma reiterada desconoce, muchas veces por incomprensión, otras por prejuicio, los mundos simbólicos y expresivos de buena parte de la juventud actual. Junto con incomprensiones y prejuicios es observable en el mundo adulto, entre las instituciones que trabajan con jóvenes, autoridades públicas e incluso universidades y centros de investigación, una cierta tozudez en desconocer y resistirse a asumir los cambios que se están dando en la cultura contemporánea.
Muchos son los ejemplos de esta actitud. La insistencia en pensar la juventud desde los ámbitos tradicionales de la educación formal y de ésta la obstinación en torno a las virtudes del libro y el rechazo de otras formas de educar a través de audiovisuales y del uso apropiado de las nuevas tecnologías de la comunicación. La reiterada cantaleta sobre el entorno familiar como responsable de la buena conducta juvenil, sin plantearse el mínimo interrogante sobre el estado de salud de la familia y sobre todo de qué familia se habla cuando asistimos a cambios radicales en su conformación y sus prácticas.
Mercancías para el mercado moral
La preocupación por la supuesta crisis de valores se produce desde una opinión que esgrime sus argumentos basándose en la convicción de que los valores son como substancias, esencias e ideales que se adquieren en el mercado abierto de una bolsa moral. Me parece que se da aquí una posición más ideológica que axiológica: es decir una posición que establece lo que está bien o mal a partir del desconocimiento de otros mundos y formas morales o éticas.
Se dice si no son "estos" valores, los de la tradición o del pasado que se defienden a ultranza, siendo que cualquier nuevo es una degradación de los de antaño, entonces si no son estos, hay crisis de valores. La insistencia y el empecinamiento en el apego de valores abstractos es una actitud hipócrita, precisamente porque no se sustenta en una conducta o práctica. Y es que las normas morales se introducen con las costumbres y las prácticas y no al revés. (Norbert Bilbeny 1) Por el contrario, las valoraciones (término preferible a valores por su carácter dinámico) son apropiaciones subjetivas que se dan a consecuencia de la sociabilidad. Están íntimamente ligadas a la experiencia que todos hacemos de la relación con el otro y con la interrogación por los encuentros o desencuentros con los enigmas de la vida.
Existe una pregunta central ineludible: ¿Por qué un sujeto debería asumir algo abstracto que le habla del bien común? Por ejemplo, ¿por qué un sujeto debería ser tolerante con la diferencia? Una respuesta posible es decir que cuando la presencia del otro diferente es conveniente (ojo con este término) para uno, cuando por ejemplo es considerado como parte de un juego en el que representa, como jugador, el competidor, elemento básico para que haya juego.
El cuerpo, lugar de enunciación de una nueva politicidad
Lo que hay que entender es que, en los tiempos que corren, ya no podemos seguir hablando de valores "duros" y duraderos, fortalezas de las que serían portadores los espíritus virtuosos, sino de valoraciones "suaves", mutables, nómadas e híbridas, relacionadas con la cotidianidad e inscritos en "nuevos" ámbitos de interés, de participación y reconocimiento, como son la cuestión ecológica o el mundo de la estética.
En particular éste último, que una investigadora mexicana, Rossana Reguillo ha sugerido definir como socioestética, es la dimensión más relevante en la que se inscribe la acción juvenil. La cual se sustenta en un fondo de nuevas significaciones culturales organizadas en torno a expresiones ligadas a lo más valioso que los jóvenes tienen, el cuerpo. Con el cuerpo, las culturas juveniles habitan la ciudad, se hacen visibles y reconocibles bajo las múltiples formas de expresión y de consumo simbólico. El cuerpo es elemento mediador y lugar de enunciación de una nueva politicidad, de un modo de ocupar y dar sentido al espacio público y de construir una ciudadanía cultural más allá de la de derecho.
La ropa, los tatuajes, el pearcing, los bailes, las "figuras acrobáticas", las patinetas y el walkman, como elementos incorporados (a manera de prótesis), nos remiten a un uso del cuerpo que podría estar dibujando un escenario de biopolítica, es decir de un quehacer político que ya no se articula en la formulación de un proyecto ideológico tradicional, sino de una politicidad que proviene de la vida, de la vida cotidiana, que se hace carne en el andar por la calle, mostrando una estética corporal que "devuelve" a veces trasformados y neutralizados, los signos de la violencia y del estigma, de la exclusión y del dominio.
En la generación de nuevas sensibilidades, modas y estilos de vida, valoraciones y conflictos, hoy los jóvenes operan y actúan con complejos ámbitos imaginarios, sostenidos a partir de la apropiación de bienes simbólicos, signos, sueños y mercancías visuales que circulan sobre todo en los medios de comunicación y que son la materia prima para las adscripciones identitarias, la afirmación y la diferenciación social. Es posible además, que la incorporación de fragmentos generados por las industrias culturales sean disueltos y neutralizados en su poder de manipulación, a través de la capacidad de descontextualizarlos; porque duplicar o serializar ciertos iconos mediáticos puede significar la "rendición" de estos iconos. (Cerbino 4) Finalmente, si bien se dice que las apariencias engañan, en el caso de las culturas juveniles las apariencias enseñan. Habrá que tratar de leerlas más allá de los prejuicios si queremos entender nuestros tiempos.
NOTA
1. Creo que un ejemplo de esta operación se da para aquellos jóvenes que se tatúan el código de barras en alguna parte de su cuerpo: ahí el cuerpo juega a hacerse mercadería para disolver su originario poder fetichista. ( Cerbino 4) Cuando nos detenemos a pensar en la forma en que la sociedad se ocupa de los jóvenes encontramos, en una primera aproximación, tres líneas generales.
-una corriente empecinada en pregonar el ideal de ser joven en todas las edades, con el consiguiente mercado de productos para rejuvenecer o para envejecer, -un sistema de mensajes y mercancías para los jóvenes -un abandono de los jóvenes a su suerte, por una escuela incapaz de ofrecer alternativas a sus vidas a causa de sistemas obsoletos y por la disolución de la estructura familiar y la agresividad de ofertas distintas a servir de modelos sociales.
El bosquejo es así.
-idealización de la juventud en tanto sinónimo de no envejecimiento como algo valido en sí mismo.
-existencia de un segmento de mercado para los jóvenes.
-abandono de estos por parte de la sociedad para dejarlos a meced de la oferta de los medios de comunicación y de situaciones de riesgo.
El juego de la idealización de la juventud dice Prieto que tiene una presencia planetaria a través de los medios de comunicación y de la oferta de mercancías. (Prieto 215) La promesa de una juventud eterna es pregonada desde las pasarelas, la publicidad, las telenovelas, la permanencia de algunas divas cuyo rostro parece detenido en el tiempo.
La vejez constituye una suerte de acto contra la naturaleza, a la luz de tanto y rostro y actitud juveniles. De hecho es necesario ocultarla, luchar contra ella por todos los medios, tratar de frenar la marcha del tiempo en la piel, la mirada y el andar. En todo caso, la cultura mediática permite la exhibición de ancianos, siempre que los cuales se encuentren en estereotipos de energía y vitalidad o en una vejez perfecta, sin dolencia alguna, a cargo de seres puestos en la vida para gozar y para dar algún consejo. (Prieto 216) El actual mundo del espectáculo tiene como uno de sus ejes fundamentales la belleza del cuerpo juvenil. En torno a él giran infinitas propuestas de mercancías y de maneras de percibir y de vivir.
Los jóvenes son objeto de consumo manifiesta Prieto. El mercado los tiene como publico importante, a tal punto que las identificaciones con productos suelen constituirse en modos de relación en determinados grupos ´´ yo soy de Nike ´´…Y el consumo no es igual en todo el planeta, Cuando en los países industrializados se producen campañas y hechos para enfrentar algún tipo de consumo, las grandes compañías transnacionales intensifican sus acciones publicitarias en los nuestros a fin de equilibrar la pérdida de clientes. Los ejemplos de ventas de alcohol y de tabaco son por demás claros. En el caso de este último, una de las estrategias apuntada a incorporar a casi niños al consumo, a través de la difusión de todo tipo de modelos para lograr la temprana identificación.
No hay mercado sin jóvenes, tanto en cuanto promotores de mercancías a través de la publicidad y de la venta directa, o como consumidores claramente definidos por sus posibilidades adquisitivas.
Si nos atuviéramos exclusivamente a lo que se ve en la televisión, el mundo estaría poblado en su casi totalidad por jóvenes, poco ancianos. Se trataría de un mundo caracterizado por el tiempo para el ocio y la aventura, para el buen vivir y el buen comer, para gozar la naturaleza y la sociedad de manera permanente.
Pero no solo los ancianos están fuera de escena. También millones de jóvenes en sus reales condiciones de existencia. El fin del siglo no ha sido precisamente benigno con ellos. Cuando se vive desde la niñez inmersa en privaciones y en la miseria, es muy difícil acceder al grado de idealización indicado. Los medios ponen en escena en nuestros países latinoamericanos una minoría cada vez más estrecha, entre la que se cuentan buena parte de quienes acceden a la universidad. Ese mundo feliz, lo sabemos con demasiada claridad a esta altura de los tiempos, es para pocos.
No podemos negar que la mayoría también asoma a la oferta de los medios de comunicación. Muchos programas insisten en la juventud como portadora de violencia, como anomia social. Ello desde las películas basadas en las bandas juveniles, hasta la insistencia en presentar hechos violentos en los cuales los jóvenes aparecen a menudo con un papel protagónico. La contracara de la idealización es la amenaza. Los jóvenes pueden ser fuente de vida y de goce, o bien un peligro para la sociedad.
Lo que menos vemos en ese mundo de la cultura mediática es el abandono de los jóvenes por parte de los gobiernos y de la sociedad en general. Con la retirada del Estado benefactor, con la precarización de la vida de buena parte de la población, con los problemas económicos que obligan a padres y a madres a condiciones laborables De supervivencia, con el crecimiento de ciudades caracterizadas por condiciones indignas, inhumanas de vida, poco se puede hacer para una contención de los jóvenes en los momentos más cruciales de su desarrollo. Abandonados primero a la televisión, en la niñez, miles y miles de adolescentes son abandonados luego a la suerte de la calle, aun cuando tengan una casa y una familia. Sin duda esto varía de contexto, pero aparecen ya muchas constantes de ese tipo en ciudades grandes y medianas. Los procesos de socialización tienden a no producirse de manera profunda en el seno de las familias y a menudo esto tampoco ocurre en el caso de los establecimientos escolares, sin contar las grandes mayorías de jóvenes que no pueden acudir a las aulas.
Y, en este cuadro que oculta la oferta mediática, la existencia de quienes ingresan a temprana edad al mercado del trabajo. Esto tiene un doble juego. La salida a esos espacios adultos para sobrevivir y la postergación de estudios y de la capacitación por ese hecho. De modo que se va generando el círculo cada vez más estrecho de trabajos poco calificados, que no requieren de preparación y que, por lo mismo son menos remunerados. Se cuenta por millones los jóvenes trabajadores mal pagos en nuestra América Latina.
Otro enfoque dentro de los considerados más generalizados, es el delo postmodernismo.Como se sabe, esta corriente se refiere al fin de modernidad, en el sentido de la clausura de viejos ideales de grupales. Estaríamos en una sociedad sin parámetros generales y sin ideales validos para todos los seres humanos.
Dentro de esa "ruptura", aparecen argumentos referidos a una sociedad diseñada por la cultura mediática, con lo que esta aportada para habituarnos a ritmos e intensidades diferentes, propias de un mundo que requiere seres con capacidad de reacción, con un juego de cintura suficiente como para salir airosos de situaciones de creciente complejidad. Los medios aparecen como una escuela que nos prepara y sobre todo a los jóvenes para vivir en un mundo fragmentado y cada vez más incierto.
Todo esto se plasma en la cuestión de los lenguajes modernos y posmodernos. Los primeros están representados por los viejos ritmos de la escuela y los segundos alcanzan su clímax en el video clip, con su velocidad, su fragmentación constante y su ausencia de argumentos.
Cuando llega la adolescencia, quienes la viven ya habrían sido formados por esos lenguajes casi desde la cuna.
Los jóvenes oscilan entre el abandono y la idealización, en medio de sistemas que no alcanzan a adaptarse a las necesidades y demandas de una sociedad cada vez más compleja.
La inclusión de un capítulo del texto ("La disolución de lo social en la sociedad de una comunidad emocional") tiene sentido para este Módulo por el rico acercamiento a la cultura juvenil desde lo que significan las relaciones de pertenencia, inclusión y exclusión de seres provenientes de distintos sectores sociales. Esa trama, siempre tan compleja, está también presente en nuestras aulas, aún cuando a ellas lleguen integrantes de una minoría del país.
Los autores se mueven en un marco teórico apoyando en bibliografía actualizada, sobre todo en el terreno de la comunicación social y los estudios antropológicos. Se trata de temas muy abordados en nuestro tiempo por autores latinoamericanos: el consumo, la cultura de lo audiovisual, modernidad y posmodernidad, lo público y lo privado, lo urbano y dentro de ello las tribus urbanas, nuevos rituales, entre otros conceptos fundamentales para comprender la cultura juvenil.
Queremos destacar aquí la preocupación de los investigadores por la presencia de prejuicios raciales, sociales y regionales en las relaciones entre los jóvenes. "Los sistemas de creencias y prejuicios sociales están altamente codificados, cerrados, lo que evita la permeabilidad real, (la cual) a lo sumo es episódica. La dimensión simbólica, reflexiva, sopesada desde la historia de las migraciones internacionales está supeditada a la imaginaria, al color de la piel, a las formas de habla, a imágenes de la violencia urbana, la corrupción, la viveza criolla, o el mercantilismo nacional o internacional". (Prieto 216) Ante esta problemática, los que más saben reconocen que hay alternativas, voluntad de cambio al menos incipiente, en un "no más", ganas de nuevas realizaciones entre olvidos que vuelven las cosas al comienzo.
¿Cómo percibimos a los jóvenes?
Prieto Daniel trae una cita de una cita de don Simón Rodríguez:
"El modo de pensar se forma del modo de sentir, el de sentir del de percibir, y el de percibir, de las impresiones que hacen las cosas, modificadas por las ideas que nos dan de ellas los que nos enseñan". (Prieto 217) Nos interesa recalcar aquí la cercanía entre sentir y percibir. En las relaciones humanas es imposible percibir desde una distancia en la que no intervendría ningún sentimiento. La percepción está muy lejos de ser algo frío, ejercitado como si nos moviéramos en un plano puramente experimental, a distancia de lo percibido. Y esto vale sobre todo para la relación con seres humanos. Siempre nos movemos.
Todo educador universitario trabaja con jóvenes, más aún, su labor cotidiana consiste en relacionarse con jóvenes.
¿Cómo percibe usted a los jóvenes?
Por favor manifiesta Daniel Prieto: antes de contestar, no conteste. Le sugerimos elaborar una guía para organizar y registrar su reflexión.
Se trata de reflexionar sobre quienes dan sentido a nuestra práctica pedagógica, y hacerlo desde la percepción y desde el sentir.
"Trabajos Citados"
UNIDAD 12
¿Cómo se aprecian los jóvenes?
DESARROLLO COGNITIVO Y APRENDIZAJE EN LA ADOLESCENCIA
Carretero, Mario y León Coscón, José en su parte introductoria nos señalan que la adolescencia abre la puerta a un nuevo mundo que conlleva importantes y profundos cambios no sólo en la propia imagen del individuo y en la manera de interactuar con sus ideales y el resto de las personas, sino que se extiende también a nuevas formas de pensamiento. Los adolescentes alcanzan un nuevo y superior nivel de pensamiento que va a permitirles concebir los fenómenos de manera distinta a como lo habían hecho hasta entonces. Este pensamiento, caracterizado por una mayor autonomía y rigor en su razonamiento, se ha denominado, en la tradición piagetiana, pensamiento formal, y representa al estadio del mismo nombre, el estadio de las operaciones formales. (Carretero 311)
La concepción piagetiana de las operaciones formales
2.1. Características generales Hace más de treinta años, Inhelder y Piaget (1955) presentaron una de las caracterizaciones más precisas y posiblemente la más ambiciosa hasta la fecha, del desarrollo cognitivo durante la adolescencia. En aquel trabajo se exponían las características del nuevo estadio de las operaciones formales, que emerge entre los 11-12 años y se consolida, según lo expuesto en esa obra, hacia los 14-15, sobre la base de las operaciones concretas ya presentes. Este nuevo estadio, que es cualitativamente distinto del anterior, también ha ocupado una posición central en el estudio de la secuencia del desarrollo cognitivo y en ofrecer un marco coherente para comprender la naturaleza de dicha maduración cognitiva.
Al igual que en otras investigaciones piagetianas, el trabajo empírico en el que se fundamenta la existencia de este estadio se llevó a cabo haciendo uso del denominado método clínico. Este consistía en presentar a sujetos de edades comprendidas entre 5-16 años, una serie de tareas relacionadas con la física, química y otras disciplinas que respondían, en su mayoría, a tareas muy relacionadas con la física newtoniana. A través de ellas, se solicitaba a los sujetos que explicasen los factores que intervienen e influyen en problemas tales como la oscilación de un péndulo, la flotación de los cuerpos, los vasos comunicantes y otras cuestiones parecidas. En cada caso, el sujeto disponía del material o los instrumentos necesarios (un péndulo, una balanza, etc.), que podía manipular, realizando, así, pequeños experimentos. El sujeto verbalizaba sus explicaciones y acciones, que eran observadas y registradas por el experimentador. El objetivo de la tarea no era otro que determinar si el niño y adolescente poseían una determinada habilidad o estrategia cognitiva. Sin embargo, no se le preguntaba específicamente ni se tenía en cuenta en la entrevista si el sujeto comprendía o no los conceptos en los que se basaba la tarea, como podían ser los de velocidad, densidad, etc. (Carretero 312) Inhelder y Piaget (1955) consideran que el estadio de las operaciones formales podía resumirse en una serie de características que se han denominado características estructurales y funcionales. Las primeras se refieren a las estructuras lógicas utilizadas por Piaget en su intento de formalizar el comportamiento de los sujetos ante las tareas que se les presentaron.
Es ésta una característica esencial que diferencia de manera extraordinaria las estrategias cognitivas utilizadas por el adolescente y adulto respecto al niño del estadio anterior. El sujeto que se encuentra en el estadio de las operaciones concretas sólo suele ser capaz de pensar sobre los elementos de un problema tal y como se le presentaron, es decir, se plantea sólo los datos reales presentes. Puede a veces concebir situaciones posibles adicionales, pero siempre restringidas a una prolongación de lo real y después de realizar algunos tanteos empíricos; podríamos señalar que en este nivel de pensamiento, lo posible está subordinado a lo real. Por el contrario, el adolescente, cuando se le presenta un problema, no sólo tiene en cuenta los datos reales presentes, sino que además prevé todas las situaciones y relaciones causales posibles entre sus elementos. Estas relaciones, que serán analizadas de manera lógica por el sujeto de este estadio, tratarán posteriormente de contrastarlas con la realidad a través de la experimentación. Podríamos señalar, pues, que a diferencia del estadio anterior, ahora es lo real lo que está subordinado a lo posible. Así pues, ante una tarea formal, el adolescente ya no preocupado exclusivamente por la restringida ocupación de organizar la información que recibe de los sentidos. Gracias a esta nueva propiedad, posee ahora la capacidad potencial de concebir y elaborar todas o casi todas las situaciones posibles que podrían coexistir con la situación dada, conceptualizando con una mayor precisión el planteamiento y resolución de un problema determinado. Es fácil imaginar la importancia que esta característica del pensamiento ejerce sobre situaciones de la vida académica o cotidiana. Así, por ejemplo, ante una tarea escolar o una situación de la vida diaria en la que un determinado efecto (e.g., la comprensión del éxito de la invasión musulmana o la imposibilidad de arrancar el motor de nuestro coche), pueda haberse producido por un conjunto de causas o factores (tales como la situación política y económica de los imperios invadidos, debilidad y desunión de sus ejércitos o la habilidad del enemigo en sus incursiones, en el caso de la invasión; o tener la batería descargada, el motor de arranque estropeado, el circuito eléctrico desconectado o, simplemente, tener el motor , en el caso del problema cotidiano), el adolescente y, por ende, el adulto, gracias a esta característica del pensamiento y al dominio de la combinatoria, será capaz no sólo de relacionar cada causa aisladamente con el efecto, sino también de considerar todas las combinaciones (dos a dos, tres a tres, etc.) posibles entre las distintas causas que determinan dicho efecto. Esta habilidad cognitiva es para Piaget la que mejor define el estadio de las operaciones formales.
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