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La diplomacia pública: Una oportunidad para recontar la Argentina a los italianos (página 5)

Enviado por Mat�as Marini


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Estos rivales consuetudinarios convocaron a los italianos a formar parte de la vida política: la Dc los aunaba en las parroquias, las Asociaciones Cristianas de los Trabajadores Italianos (ACLI), la Federación Universitaria Católica Italiana (FUCI) y los Comité Cívicos. Por su parte, el Pci lo hacía en las llamadas "Casa del pueblo". "La primacía de la política representa así –explica Remo Bodei-, en forma miniaturizada y parcelada, la continuidad (aunque con los medios de la persuasión democrática) del intento fascista de integrar a los ciudadanos en la vida de la colectividad" (Bodei op. cit., 27).

Católicos y comunistas generaron lo que Bodei llamó el "noi diviso" ("nosotros divididos"), un cuerpo social compacto y compuesto por antítesis. Un oxímoron (como el concepto de diplomacia pública), destinado a durar casi cuatro décadas e inmortalizado por la versión cinematográfica de la saga "Peppone e Don Camillo", los relatos de Giovanni Guareschi que, en clave cómica, cuentan el enfrentamiento entre un párroco y un intendente comunista por el control de los habitantes de un pequeña ciudad italiana.

Ambas organizaciones partidarias promovieron una idea de Italia alejada de los principios de patriotismo y de nacionalismo que habían caracterizado al discurso político fascista. En el imaginario popular, nación, patria y fascismo se fundían en una simbiosis. "Luego de la decadencia nacionalista y fascista –comenta Rusconi-, el patriotismo y el sentido de pertenencia nacional no serían un recurso cívico y político activable en una democracia" (op. cit., 13, 14). La idea de patria se volvió políticamente incómoda. Así, para la izquierda fue una "idea de derecha"; para la cultura católica, un obstáculo. (Recién a partir de 1999 Carlo Azeglio Ciampi, jefe de Estado italiano proveniente del centroizquierda, tuvo el coraje político de restaurar el uso del "tricolore" en las fiestas patrias, los tres colores de la bandera italiana que habían quedado pegados al imaginario nacionalista de la derecha. En efecto, el lema "tricolore" es aún hoy empleado como distintivo por una rama política en el exterior del ex fascista partido Alianza Nacional).

Ya no era el destino imperial de la Roma del Duce y su concepto patrimonialista del Mare Nostrum (en alusión al Mar Mediterráneo come eje del proyecto neoimperial). Por el contrario, ambas formaciones políticas propugnaban una lectura universal de la política. La idea de patria quedaba a la vez comprendida y superada por la referencia a comunidades ideales omnímodas como el "internacionalismo proletario" y el "ecumenismo católico", respectivamente (Bodei op. cit., 21). Se reconocían referentes más allá de las fronteras nacionales: la Dc, desde el Vaticano, sobrevolaba el Atlántico hasta Washington; el Pci abrevaba en Moscú (o, en menor medida, en la Yugoslavia comunista del mariscal Joseph Tito), hasta que con el dirigente Enrico Berlinguer adquirió un perfil autónomo al despegarse del núcleo soviético (el llamado "strappo") mucho antes de que este implosionase. Desde entonces, el Pci se orientó hacia el eurocomunismo y los valores democráticos de los países occidentales; abrió la posibilidad de relaciones maduras y amistosas con EE. UU.

Con la Casa Blanca y el Kremlin jugando directamente en territorio italiano, en este período histórico la política internacional dejaba a la interna magros márgenes de acción autónoma. La toma de posición frente a la bipolaridad mundial se fundía con el concepto de interés nacional. Con una Democracia Cristiana erigida en escudo de Occidente y con el más fuerte partido comunista del mundo capitalista abocado a la llamada transformación socialista, el sistema político italiano quedó fuertemente ligado al sistema internacional, casi en una posición subalterna y de inevitable referencia. Así, Italia fue uno de los países occidentales que con mayor intensidad reflejó en su interior la división bipolar del mundo. Con el fin de la contienda Este-Oeste se terminaron para Italia muchas de las ventajas que durante el período había logrado obtener gracias a su condición geopolítica de "territorio de frontera" entre ambos bloques, para ingresar luego en un etapa definida como "limbo geopolítico" (Mammarella 2006, 269).

Las antinomias políticas comenzaron a encresparse en ambos lados del Atlántico. En la Argentina los opuestos peronismo/antiperonismo o peronismo/radicalismo imprimieron la dinámica de al menos tres décadas, con una tercera variante: la del "yo argentino", una pretendida posición de neutralidad asumida por los ciudadanos que consideraban a la política como la negación de la patria. También en Italia, cuando la atmósfera de la amenaza terrorista alcanza su ápice, algunos ciudadanos desconfían hasta del cuerpo político que debería combatirla, tanto que muchos proclaman no alinearse "ni con el Estado ni con las Brigadas Rojas", invocando también una suerte de extraterritorialidad política (Bodei op. cit., 126).

De las polaridades italianas durante el siglo pasado pueden reconocerse desencuentros del tipo monárquicos/republicanos, Sur/Norte, laicos/católicos, intervencionistas/neutrales, proteccionistas/liberales, fascistas/antifascistas, comunistas/anticomunistas. Mientras los argentinos comenzaban a popularizar el uso del término "gorila" para designar al antiperonista, entre los italianos el debate fascistas vs comunistas ya tenía un polémico sucedáneo en la figura de los partisanos, de los miembros de la mafia y de los actores del orden público de posguerra.

La literatura y el cine se ocuparon con abundancia del tema. Magistral es el retrato que de esta división maniquea hace el escritor siciliano Leonardo Sciascia. En Il giorno della civetta (El día de la lechuza), una de sus mejores novelas sobre la mafia italiana meridional, relata la vivencia de un oficial norteño de los Carabineros que enviado en misión a Sicilia debe descifrar el asesinato de un empresario, de apellido Colasberna, ultimado por el crimen organizado que opera en un ambiente social de viejos intereses y con la complicidad tácita de la omertà. Sciascia retrata la antinomia en un diálogo telefónico entre el oficial protagonista y un superior suyo que le solicita el prontuario del empresario asesinado:

"Aveva precedenti penali, sí: nel millenovecentoquaran… ecco: quaranta, tre novembre del quaranta… Viaggiava in autobus, a quanto pare gli autobus erano jettatura sua, e si parlava della guerra che avevamo attaccata in Grecia; uno dice ‘entro quindici giorni ce la succhiamo’, voleva dire la Grecia; e Colasberna fece ‘e che è, un uovo?’ Sull’autobus c’era un milite: lo denunciò… Come?… Scusate, voi mi avete chiesto se aveva precedenti penali, io con le carte in mano dico: li aveva… Va bene: non aveva precedenti penali… Fascista io? Ma io quando vedo il fascio faccio gli scongiuri… Sí signore, agli ordini.

Attaccò il telefono alla forcella con esasperata delicatezza, si passò il fazzoletto sulla fronte. – Questo qui ha fatto il partigiano –disse– mi mancava provare proprio uno che ha fatto il partigiano." (Sciascia 1961, pp. 14, 15).

La lectura periodística de Beppe Severgnini -columnista del matutino italiano Il Corriere della Sera– subraya la pasión de sus conciudadanos por los debates inconclusos: "El mismo Garibaldi –a diferencia de los padres de la patria estadounidenses, venerados por todos– ha tenido problemas: la unidad de Italia, de la cual es uno de los artífices, no es aún pacífica. Ciento cuarenta y cuatro años después, Norte y Sur se vigilan y se acusan recíprocamente (…). Los alemanes han metabolizado el nazismo, los franceses han dejado de lado Vichy, los ingleses han borrado ciertas páginas coloniales, los estadounidenses han digerido Vietnam (…). Nosotros los italianos seguimos dividiéndonos sobre el fascismo que hemos tenido, sobre el comunismo que hemos arriesgado, sobre el terrorismo que hemos experimentado, sobre la corrupción que hemos tolerado" (2005, 210).

El concepto enunciado por Severgnini fue ya anticipado por Bodei. Sin dejar de reconocer que Italia no ha querido borrar su pasado al estilo de la llamada "Alemania sin luto" o de Francia y su república di Vichy, el intelectual admite que "indudablemente hubo una fase en la que, incluso a nivel popular, la tentación del olvido, especialmente en algunas clases [sociales], ha sido fuerte. Esto ocurrió sobre todo después del trauma representado, para el Frente popular, de la clamorosa victoria de la Democracia cristiana en las elecciones de 1948" (Bodei op. cit., 60). Es "el pasado que no pasa" que Galli della Loggia subraya cuando concluye que "la modernidad italiana no logra borrar la antimodernidad, no es capaz ni de superar ni de resolver en sí el pasado; simplemente se superpone a él, se mezcla torpemente produciendo sólo incongruencia y ineficiencias" (op. cit., 139). En un filme italiano, un profesor de medicina le dice a uno de sus más brillantes alumnos: "¿Usted tiene alguna ambición profesional? Entonces váyase de Italia. Este es un país para destruir. Un lugar hermoso e inútil. Aquí todo permanece inmóvil, igual; destinado a morir".

La propensión del italiano al revisionismo histórico recuerda al insistente retorno de viejos debates en la retórica política argentina. Paradigmático al respecto es el caso de las fiestas nacionales, que en Italia como en la Argentina siguen siendo objeto de enconados debates acerca de quién tiene la autoridad de gestionar la memoria y herencia de los acontecimientos. Particular atención merece en Italia la conmemoración del 25 de abril de 1945, día de la liberación de Italia del fascismo y la ocupación nazi, y recuerdo de la Resistencia partisana. Cada aniversario es una renovada ocasión de debate mediático entre movimientos de izquierda que reivindican la lucha armada de los partisanos comunistas en la resistencia antifascista (combate que algunos veían como la antesala de la revolución comunista en Italia) y agrupaciones católicas que defienden la tesis de una resistencia masiva, popular, en el sentido de "resistencia pasiva", no violenta, conducida por la Iglesia (Rusconi op. cit., 47). "La guerra de liberación la pelearon en su mayoría los comunistas, pero las elecciones las ganaron los democristianos", escribió Norberto Bobbio y, en un golpe de pluma, resumió la antinomia que signó la vida política italiana en los años de posguerra.

Aún hoy los italianos, en particular la población anciana, emplean el rótulo "comunista" para resumir la miríada de partidos del centroizquierda. Para un argentino, en tanto ciudadano de un país con escaso arraigo electoral del comunismo o del socialismo, luego de que el peronismo fagocitara ambos electorados, el uso del término "comunista" puede parecer extemporáneo, démodé, cuando no vacío de significado. Igualmente desconcertante puede resultar para un argentino definir la política local en términos de centroizquierda y centroderecha, tan caros al léxico cotidiano de los italianos. Tales rótulos no forman parte ni siquiera del más rudimentario discurso político mediático argentino, por la razón que no sirven como ejes discursivos de un sistema de partidos en donde los actores partidarios, como el mismo peronismo, asumen roles alternativos según el clima electoral imperante. No así para un italiano, cuyo país ostenta la condición de cuna del partido comunista más grande y fuerte de Occidente (y a la vez sede del Vaticano; lo que enriquece toda posible contradicción de la vida política italiana), el Pci inspirado en los conceptos de Antonio Cabriola, retomados por Gramsci, uno de los fundadores junto con Togliatti y Berlinguer. En la actualidad al menos dos partidos relevantes del sistema político de la Península llevan la palabra "comunismo" en su nombre (Refundación Comunista y Comunistas Italianos).

Sorprendentes y turbios fueron los años setenta. La Argentina ingresaba en su noche más larga con la dictadura de 1976, nacida del golpe de Estado contra la fallida experiencia peronista de María Estela Martínez de Perón quien, como su marido, supo mantener relaciones con la francmasónica italiana P2 (Propaganda Due) de Licio Gelli, cofradía que alcanzó gran influencia en las altas esferas del Estado italiano a fines de los años setenta. Años de sorpresas para Italia, que no obstante su denso arraigo católico y la presencia política del Vaticano, protagonizó dos hitos históricos: los resultados de los referéndum sobre el divorcio (12 de mayo de 1975, con 59,3% por la aprobación) y sobre el aborto (17 de mayo de 1980, con 67,9% de votos favorables). Turbios porque, como sucedió en Argentina, la política tomó forma de terrorismo. En nombre de una "rebelión operaria contra el patrón y contra el Estado de los patrones" emergieron las Brigadas Rojas, la organización clandestina de extrema izquierda que en 1978 asesinó al ex primer ministro Aldo Moro, dirigente de la Dc que intentaba un histórico acercamiento a la oposición, una especie de acuerdo que durante su gobierno (1963-1968) fue denominado "apertura hacia la izquierda".

Conocida como "los años de plomo", el aire de guerra civil y el clima ideológico de esta década fueron la clara contraposición entre democristianos y comunistas, entre "negros y rojos". El sólo proclamar o demostrar pertenencia a alguno de ambos sectores podía ser el pasaporte a la muerte. Las Brigadas Rojas causaron graves atentados en ciudades política y económicamente relevantes como Milán, Roma y Génova.

Pero el terrosismo italiano también tuvo, como en la Argentina de la misma época, una cara de derecha: las fuerzas anticomunistas del grupo paramilitar Gladio, operación presente en varios países y que en Italia habría estado pronta a perpetrar un golpe de Estado si el comunismo ganaba las elecciones. En la Argentina esta lógica funcionó sistemáticamente, activando golpes de Estado cada vez que el peronismo, proscripto, ganaba elecciones provinciales con otros lemas electorales. El terrorismo de derecha comenzó a consolidarse a partir de 1974 con la Alianza Anticomunista Argentina, gestada y dirigida desde el Estado para combatir el ala izquierdista y socialista del peronismo que más tarde se organizó como guerrilla urbana bajo el nombre de Montoneros.

Por aquellos años, el orgullo de ser italiano estaba estigmatizado por las secuelas del nacionalismo fascista y por las críticas de la Comunidad Económica Europea de los setenta que definían a Italia como "anillo débil" y "gran enferma de Europa", se repondrá más tarde en clave comercial y futbolera. Los años ochenta son la época en que florece el Made in Italy y el mundo comienza a asociar a los productos italianos con símbolo de estatus, buena vida, calidad, estilo y elegancia. La Ferrari ofrece buen diseño e inmejorable motor. La moda de Giorgio Armani y Gianni Versace comenzaba a esplender en las pasarelas del mundo.

En el plano mundial, Italia retomaba su autoridad internacional con misiones de paz en el Líbano: mientras soldados franceses e ingleses sufrían bajas en la región, los italianos demostraban al mundo su idoneidad en la tarea. Sus dos ex aliados bélicos, Alemania y Japón, no colocarían pie fuera de sus fronteras por mucho tiempo: la primera misión militar alemana en el exterior fue recién en 1999, en Kosovo; mientras que para ingresar en Oriente Medio, Alemania aguardó sesenta años hasta mandar sus primeros militares al sur del Líbano, en 2006 (alemanes custodiando las fronteras de Israel era una imagen internacional muy fuerte). Veinticuatro años más tarde, esta vez con mandato de la ONU, Italia regresó al Líbano, un escenario del que se había retirado prácticamente sin bajas: 75 heridos y 1 muerto.

También en los años ochenta apareció en escena una opción intermedia en el continuo bipartidista de la arena política: el Partito Socialista Italiano (Psi) cuyo conductor, Bettino Craxi, primer líder político nativo de Milano, gobernó por medio de alianzas con la Dc y la marginación del Pci. Craxi leyó la tendencia de un nuevo "patriotismo económico", superador de la precedente antinomia Dc-Pci, y gestionó el ingreso de Italia en el reciente G5, nacido en Helsinsky, que junto a la simultánea admisión de Canadá pasó a denominarse G7. En 1986 el líder milanés anunció ufanado que Italia había sobrepasado nada menos que a Gran Bretaña en la carrera económica, colocándose en el quinto puesto entre las naciones occidentales más industrializadas.

Al orgullo económico se sumó el político. Un año antes, en octubre de 1985, Craxi, que mantenía buenas relaciones con el líder de Palestina, Yasir Arafat, rechazó la solicitud del presidente de EE.UU. Ronald Reagan de deportar a Mohammed Abu Abbas, miembro del Frente para la Liberación de Palestina acusado de asesinar a un hebreo de EE. UU. y detenido en la base militar estadounidense de Sigonella, en Sicilia. Ambos países se disputaban la jurisdicción del caso. Italia, aquel país famélico y descalzo que se reconstruyó con los dólares del Plan Marshall, ahora se daba el lujo de desoír a EE. UU. con el argumento de la soberanía territorial. Otro motivo para reafirmar el renovado orgullo nacional italiano de los ochenta.

Craxi era un milanés que eligió un hotel para pasar sus días como primer ministro en Roma; una opción que hablaba por sí sola de la nueva geografía septentrional del poder político del país. Con él ya Milano despuntaba como centro de gravitación del país y del comercio mundial; sería luego la capital económica de Italia, posterior hipocentro de proyectos políticos como el partido Fuerza Italia, de Silvio Berlusconi, y la secesionista Liga del Norte, de Umberto Bossi. Para Severgnini, "Milán explica y anticipa a Italia. Resurgimiento y socialismo, fascismo y antifascismo, resistencia y boom económico, Tangentopoli y Mani Pulite, craxismo, leguismo, fútbol y moda, editoriales y televisión, publicidad e informática: todo pasa antes por aquí" (op. cit, 61).

En el mismo año de su llegada al Líbano, Italia obtuvo la tercera de sus cuatro copas del Mundo en fútbol, una pasión popular cuya intensidad es sólo comparable a la argentina o a la brasileña. Y es desde el fútbol que algunos dirigentes de la Península comenzaron a construir sus carreras políticas. Es el caso del fundador de Forza Italia y dos veces jefe de gobierno Silvio Berlusconi, presidente del club Milan y accionista y padre del vicepresidente del potente grupo mediático Mediaset, titular de los derechos televisivos de los campeonatos del fútbol italiano. También es el caso del empresario Diego della Valle, dirigente del club de fútbol Fiorentina y luego miembro del sindicato Confindustria, tribuna de relevancia política desde donde desafió al magnate milanés. Fue su carácter innovador y su corta vida lo que según Bodei permitió a Forza Italia evitar raíces en el pasado, asociar su nombre a la jerga futbolística y acercar la política a la cultura de "hinchada" colocándola en sintonía con las pasiones populares deportivas (Bodei op. cit., 143).

El fenómeno Berlusconi ha sido a menudo comparado con la figura del ex presidente argentino Carlos Menem. Si bien el carisma, el populismo y la tendencia neoliberal de ambos líderes marcaron coincidencias epidérmicas de conducción política, no es fácil hallar analogías en sus respectivos historiales políticos ni en las condiciones sociales que abrieron paso a sus liderazgos.

La mixtura entre política, deporte, medios de comunicación y éxito en el mundo empresarial (tribuna idónea para profesar un sentido de extrañeza y hasta de desprecio por "el teatro de la política") no es sólo patrimonio italiano. El ex vicepresidente argentino y luego gobernador de la mayor provincia del país, Daniel Scioli, debe su fama local e internacional a su ex condición de regatista. El empresario Mauricio Macri, ex presidente del club de fútbol Boca Juniors e hijo de un acaudalado empresario italiano, se convirtió en 2007 en jefe de gobierno de la ciudad autónoma de Buenos Aires. Un dirigente cuyo perfil es congruente con algunos elementos de la nueva política italiana: empresario, escasa o nula formación intelectual, ausencia de militancia partidaria, gran patrimonio personal y gestor de empresas populares (como el mercado del fútbol o de los medios de comunicación). La riqueza y la pertenencia a familias adineradas se colocan como el parámetro global que vuelve idóneo a quien pretenda actuar en política.

A comienzos de los años noventa, mientras los argentinos comenzaban a vivir con euforia los primeros resultados de un plan económico que liquidaría la inflación, el clásico bipolarismo político de Italia se resquebrajaba. En 1992 la justicia italiana condujo uno de los más grandes procesos contra la corrupción política de la historia reciente que sacudió a la Milán política. Se lo conoció como Mani pulite (manos limpias) o Tangentopoli (ciudad de la coima). Casi una década después de aquel megaproceso, la Argentina rozaba la posibilidad de una tempestad judicial análoga por su magnitud y por los actores implicados. Se trató del escándalo institucional por las coimas que un ministro de Trabajo habría pagado a un grupo de legisladores de distintos partidos para que aprobaran la ley de reforma laboral propuesta por el Ejecutivo. Se supone que la maniobra contó con el aval del jefe de Estado.

El Mani pulite marcó el fin de los partidos políticos clásicos y dio inicio, según algunos, a la segunda república italiana aunque, en rigor, la constitución del país siga siendo esencialmente la misma de 1948 –a diferencia de las cinco repúblicas francesas y sus propios diseños constitucionales. De la implosión nació una miríada de agrupaciones, simplificadas luego con los rótulos "centroderecha" y "centroizquierda"; una pléyade electoral que obligó a concertaciones multipartidarias para gobernar el país. Desde entonces, basta el disenso de uno de los aliados de la coalición para que el ejecutivo nacional caiga y se convoque a nuevas elecciones (los italianos suelen llamar a este proceso "ribaltone").

La experiencia de coaliciones partidarias post Mani pulite resultaría ajena a la cultura política argentina, sobre todo luego del fracaso de la llamada Alianza (1997-2001), híbrido entre la Unión Cívica Radical (UCR) y el Frente País Solidario (Frepaso). En 1999 el entonces primer ministro italiano Massimo D’Alema visitó la Argentina y se entrevistó con el candidato presidencial de la Alianza, Fernando de la Rúa. Ya los Democráticos de Izquierda (DS) italianos se acercaban al Frepaso, luego de años de diálogo político exclusivo con el radicalismo. El mandatario italiano explicaba a los argentinos el éxito de El Olivo, una coalición fundada en 1995 por el ex democristiano Romano Prodi, expresión que unía a los mayores partidos del centroizquierda italiano (excluido Refundación Comunista). Más tarde, esa formación fue sustituida por La Unión, también liderada por Prodi, una mega coalición partidaria de centroizquierda que tiene dentro a católicos y a comunistas, los viejos protagonistas del "nosotros dividido" de Bodei. Una ingeniería política de extrema delicadeza, casi ajena en la experiencia política argentina de no ser por la heterogeneidad de la coalición que en 1946 acompañó a Perón en su primera elección presidencial. Gobernaron Italia desde mayo de 2006 hasta abril de 2008, cuando el gobierno cayó y el liderazgo del espectro de la izquierda moderada fue retomado por el Partido Democrático, la nueva experiencia política encabezada por el ex alcalde de Roma, Walter Veltroni, que reemplazó a La Unión en su intento por crear un bipolarismo al estilo estadounidense o español.

La proliferación de sistemas de alianzas, tanto de un lado como del otro, no significó necesariamente la consolidación del protagonismo de los partidos como actores de la democracia. Por el contrario, se incrementó la personificación de la política en la figura de líderes carismáticos o de persistente presencia mediática. El fenómeno fue acompañado por el ingreso en la arena política de los técnicos, hombres del mundo financiero y académico que acuden al servicio de la política para gestionar crisis cuando el sistema partidario colapsa. Los interinatos de Carlo Azeglio Ciampi (1993-1994), ex director del Banco Central italiano, y de Lamberto Dini (1995-1996), su vicepresidente en el directorio del Banco, fueron llamados "gobiernos técnicos" que condujeron el epílogo de legislaturas truncas.

Desde entonces, la figura del técnico fue intercambiable, transversal a los partidos políticos gracias a su versátil perfil apartidario y a su cartera de contactos internacionales con los centros de poder financiero mundial. El técnico se convirtió en interlocutor válido para cualquier coalición de gobierno. Domingo Cavallo, en la Argentina, fue ministro de Economía de dos gobiernos sucesivos (el PJ de Menem y la UCR de De la Rúa), encabezados por los partidos históricamente rivales que en la campaña electoral se presentaban como antinomias insalvables. Cavallo solía ser un punto de referencia para las negociaciones con Washington y el Fondo Monetario Internacional.

Otra figura de perfil técnico fue la de Roberto Lavagna, convocado en 2002 por el gobierno de transición de Eduardo Duhalde ante la casi acefalía de la cartera de Hacienda. Los hombres de partido se agotaban; no deseaban truncar sus carreras políticas tratando de encauzar una economía desquiciada. Se recurrió entonces a este embajador argentino ante la UE que había servido al radicalismo en tiempos de Alfonsín como ideólogo del Mercosur. De ser una figura de emergencia, provisional, Lavagna pasó a ser el pilar del modelo de recuperación económica argentina conducido por el peronismo (ver Marini op. cit, pp. 52-57).

Tampoco faltaron en ambas naciones descontentos masivos contra el sistema político de partidos y la idea, por momentos fascista, de hacer política sin políticos. En Argentina, el hastío hacia la clase dirigente se cristalizó en la frase "Que se vayan todos", en 2001. "Vaffanculo", en la Península, fue la expresión soez de los italianos contra sus políticos, en 2007. Estos movimientos de la anti-política fueron capitalizados en ambos casos por dos cómicos, Nito Artaza y Beppe Grillo, respectivamente.

Tanto la Argentina como Italia padecieron violencia, terrorismo, inflación, corrupción, mafias, fracturas. Luego de gobiernos neoliberales que orientaron la política exterior hacia Washington en desmedro de la atención a sus socios regionales, ambas naciones retomaron la vía de los proyectos comunitarios. Pero la Argentina, que tiene más riquezas naturales y energéticas, está notablemente más atrasada. Mientras Italia, que vivió en medio de la Guerra Fría 47 de sus 60 años de república, alcanzó el estatus de séptima economía mundial (aún hoy Italia forma parte del G8), posición que todavía conserva a pesar de su nulo nivel de crecimiento económico en 2003 y en 2005. Según el instituto alemán de investigaciones económicas IWD, el PIB de Italia aumentó entre el 2000 y el 2006 tan sólo un 0,9 por ciento real anual: el último lugar en Europa. Mientras en este período el comercio mundial creció un 40%, las exportaciones italianas lo hicieron sólo un 2%. Debido al euro, Roma ya no puede compensar como antes la productividad con una devaluación de la lira, lo que antes de la introducción del euro impulsaba las exportaciones y era una práctica más que recurrente de sus gobiernos.

III.3.2. Migraciones

Hasta los años sesenta, década del boom económico, Italia exportaba población masivamente. Las remesas enviadas por los emigrados a sus familias representaron un beneficio sustancial para la economía italiana de posguerra y su balanza internacional de pagos. En el decenio de 1902 a 1912 las remesas cubrieron el 61% del excedente de las importaciones sobre las exportaciones causado por la necesidad de aprovisionamiento de materias primas para la embrionaria industria siderúrgica. El senador italoargentino Luigi Pallaro, electo en Argentina como representante de la jurisdicción América del Sur, estimó que "en los diez años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, cuando en Italia la situación era muy difícil, de los emigrantes llegaron 30 mil millones de dólares". Hoy el mayor flujo de dinero que sale de Italia pertenece a las remesas de los inmigrantes. En 2004 sólo los brasileños enviaron 3.443.000 euros.

El último estudio de la Fundación Migrantes, presentado en abril de 2007, estima en 3.568.532 la cantidad de italianos residentes fuera de la Península (una cifra ligeramente superior a la registrada en el A.I.R.E. consular -Anagrafe degli Italiani all’Estero) y entre 60 y 70 millones los oriundos, quienes tienen derecho a la ciudadanía italiana. A estos números se suman 150 millones de personas que en el planeta hablan el idioma italiano.

Los tres millones y medio de nativos se distribuyen así: Europa es el continente con mayor presencia, con el 57,3% del total. Sigue América con el 34,3% y Oceanía con el 3,6%. Más lejos se ubican África, con 1,3%, y Asia, con 0,7%. Las comunidades residentes en Suiza, Alemania y Argentina superan el medio millón, las más numerosas del mundo.

"Durante el llamado siglo de la emigración italiana de masa, desde 1865 a 1975, desde Italia partieron alrededor de 27 millones de ciudadanos", precisó el senador italiano Franco Danieli (ver entrevista en Anexo). Literalmente, otra Italia más allá de las fronteras, que conserva códigos de valor ya en desuso (un "ethos arcaico", diría Bodei), quizá olvidados o hasta desconocidos por la actual generación de italianos peninsulares. Sicilia, Campania y Lombardia son las mayores comunidades regionales en el exterior.

Pero aquel flujo migratorio, inmortalizado en el imaginario popular por las valijas de cartón y los abrigos reciclados, se extinguió hacia la mitad de los años setenta y, en menos de una generación, Italia invirtió la tendencia para convertirse en uno de los principales receptores de flujos inmigratorios de Europa. Mientras los últimos movimientos migratorios de hace treinta años eran intraeuropeos (Francia, Suiza y Alemania recibían italianos meridionales, españoles, griegos, yugoslavos, polacos, etc.) y activamente promovidos para reclutar fuerzas de trabajo, el actual proceso absorbe a tientas la llegada de extracomunitarios en puestos precarios, secundarios o directamente en negro.

La posición geográfica de Italia en el Mediterráneo es un puente para los países de la Europa del Este (Albania, ex Yugoslavia) y para naciones del norte africano (Marruecos, Argelia, Túnez, Libia). El problema es europeo. La inmigración desarticulada ya cambió la geografía social de Europa. Etnias que en las urbes conviven sobre la base de una mutua desconfianza e indiferencia. Si España e Italia son las puertas de acceso al continente, países como Alemania suelen ser el destino final. La metáfora usada por el periodista Severgnini deviene realista: "Italia pende como un fruto sobre la cabeza de los pobres de África, de los Balcanes y del Cercano Oriente". Con sólo observar en el mapa la permeabilidad de las riberas occidental y oriental de la Península "se comprende bien –escribe Ernesto Galli della Loggia– hasta qué punto Italia ha sido por razones naturales predispuesta a convertirse en terreno de encuentro elegido por corrientes migratorias y de experiencias culturales (…) No asombra que en tantos ámbitos haya sido justamente Italia el primer paso, el punto de tránsito, gracias al cual llegaron a la Europa continental cosas, conocimientos y culturas de orígenes no europeos" (op. cit., 8).

La Argentina, por su lado, recorrió un camino en sentido inverso: desde 1880 hasta 1955 fue un masivo receptor de inmigrantes europeos. Su legislación nacional promovió la llegada de los extranjeros ofreciéndoles tierras, trabajo y ciudadanía. Pero a partir de los años sesenta –por motivos políticos- y ochenta –por razones económicas-, los argentinos iniciaron una lenta pero constante emigración hacia EE. UU. y Europa mientras el país recibía el aflujo de ciudadanos de naciones limítrofes, atraídos por la sobrevaluación de la moneda argentina.

Pero Italia envejece. El promedio de ancianos es superior al resto del continente, como récord de ancianidad alcanzó su clase dirigente. La Comisión europea ha estimado que en 2050 las italianas vivirán hasta los 89 años y los hombres hasta los 84, con el 27% de la población entre los 60 y 79 años. La llamada "tasa de sustitución", que designa el número de hijos que cada mujer debería tener para que la población mundial permanezca constante, es de 2,1. Pero en Occidente la natalidad está muy por debajo de este dígito. El promedio de la UE es de 1,47 hijos por mujer y el de Italia, un record: 1,32 hijos (datos del Istat, 2006). Sin embargo, la población italiana no desciende porque es compensada por una inmigración permanente que suele ocupar las tareas y oficios abandonados por los italianos. Ya en 2006 nacieron en el país muchos más hijos de extranjeros.

La caída de la tasa de natalidad y el envejecimiento de la población (por cada niño italiano hay cinco abuelas) representan también la reducción progresiva de la fuerza laboral que sostiene los costos de los sistemas de previsión social y sanitario. Mientras, los pedidos de asistencia a los ancianos aumentan. La economía del Estado social europeo siente las consecuencias de su recalentamiento debido a este desfase. Italia destina al pago de jubilaciones 14,2% de su PIB, lo que colocó en la agenda política el debate sobre la extensión de la edad mínima para jubilarse. Pero la longeva población italiana –y del resto de Europa occidental- puede aumentar las riquezas del país: si la tendencia se sostiene y los italianos modifican su actitud laboral, cada nueva generación tendrá una vida productiva mayor a la anterior.

Según estimaciones de la organización Caritas, difundidas el 31 de mayo de 2006, en diez años Italia se convertirá en el segundo país de inmigración de Europa después de Alemania, y en uno de los mayores del mundo. Los datos prevén que el total de inmigrantes con permiso de residencia se redoblará al pasar de los 3 millones del 2005 a alrededor de 6 millones en 2015. La población extranjera, considerando los recién nacidos, aumentará en 300 mil personas.

La merma, sin embargo, es evitable si se mantienen ciertos niveles de inmigración. El estudio calcula que gracias a los extranjeros el saldo migratorio puede ser positivo en 5,7 millones. Ante la disminución y el envejecimiento de las poblaciones, la ONU ha propuesto programas de migraciones de reemplazo. Italia, por ejemplo, necesitaría 6.500 inmigrantes por año por cada millón de habitantes.

Muchas pequeñas y medianas empresas, que representan la estructura económica regional italiana, deberían cerrar o reducir drásticamente su producción sin la presencia de trabajadores extranjeros. Sin el aporte de los inmigrantes, el producto per cápita de las economías alemana e italiana habría caído 1,5% y 1,2%, respectivamente, desde 1995 a 2005. El dato lo aportó Caixa Catalunya, la institución financiera española cuyo estudio reveló cómo en dicho decenio el crecimiento anual de 1,8% en el PIB per cápita de los entonces quince Estados de la UE fue posible gracias a la aportación de los inmigrantes. La mayoría de los países europeos sufriría caídas de su producto por habitante si se prescindiese de la contribución de los inmigrantes al mercado de trabajo.

III.3.3. Economía, industria y energía

Entre 1850 y 1914, Iberoamércia representaba el 8% del comercio mundial. En las décadas previas a la Segunda Guerra Mundial, las 2/3 partes de las exportaciones mundiales eran alimentos y materias primas, justo lo necesario para el modelo agropecuario y no industrializado de la Argentina, el único país que mejoró su posicionamiento internacional sin haber participado en la Revolución Industrial (Ferrer 2000, 360).

Pero el cambio en las condiciones sistémicas y en los patrones de relación hizo que hoy la misma región apenas alcance 3% del comercio mundial, la misma medida que actualmente ocupa sólo Italia. Hace más de medio siglo el ingreso per cápita de la Argentina era casi el doble del de Italia. Hoy es tres veces inferior.

En la relación comercial de la Argentina con la UE, Italia ha sido dentro del bloque continental uno de sus mayores socios, aunque hoy la balanza comercial del país sudamericano sea deficitaria con Italia. "Italia es el principal exportador hacia Argentina dentro de la Unión Europea, con una cuota de mercado del 4% en una escala global en 2000. Esto le permitió [a Italia] ser la tercera entre los países exportadores hacia Argentina y la quinta economía entre los importadores. Respecto del flujo de inversiones, Italia se ha convertido en uno de los mayores inversores en Argentina, con una participación de alrededor del 5% de las inversiones extranjeras directas en el período 1995-2000. Esto le permite (…) seguir a España, EE. UU., Francia y Canadá en la clasificación de los mayores inversores mundiales en el país sudamericano" (Girandi op. cit.). Destacados grupos financieros y económico-productivos italianos operan en Argentina: Benetton, Camuzzi, Ferrero, Fiat, Italgas, Pirelli, Banca Nazionale del Lavoro, Banca Intesa, Generali Assicuazioni, Sea-Aeroporti di Milano.

Con un cuadro regional de similares características al argentino, persisten en el interior de Italia desequilibrios entre el Norte rico, industrializado, y el Sur, con rentas más bajas, y estigmatizado por un pasado y un presente de cultura mafiosa. Las regiones septentrionales producen algo más del 70% del PIB del país.

Pero si se tiene en cuenta la heterogeneidad del territorio italiano, la tradicional bipolaridad Norte-Sur se vuelve una realidad cuádruple. Las cuatro italias son la del Sur, aún de predominante base agraria; la del Noroeste, con el ex triángulo industrial Milán-Turín-Génova; la Italia del Noreste, dueña de un llamado capitalismo molecular caracterizado por la presencia de micro emprendimientos, a diferencia de la industria de escala propia de las grandes empresas al estilo fordista; la Italia central, formada por las "regiones rojas", así conocidas por sus tradicionales gobiernos de centroizquierda (Toscana, Umbria, Emilia-Romagna y Marche). En el centro se destacan las pequeñas industrias cuya producción se caracteriza por la relevancia del territorio donde opera, como lo demuestran la producción del cuero toscano y del calzado marchigiano. La Italia del Noreste se mantiene como timonel de la economía del país.

Por décadas, Italia fue "la economía enferma de Europa". Pero a diferencia de los países del Mercosur, especialmente de los más pequeños, la economía italiana –como la española- ha recibo un impulso notable con la participación en la Comunidad Económica Europea. Hoy se basa principalmente sobre la industria, la agricultura y el turismo –actividad, la última, que representa entre 10 y 12% de su PIB. La industria textil puede considerarse la más antigua industria italiana. La alimentaria, por su parte, se encuentra muy ligada a las actividades primarias (agricultura y ganadería); sin embargo, utiliza gran cantidad de productos importados que lesionan la industria local por la competencia de precios. La agricultura italiana, desde el punto de vista territorial, no está favorecida por la naturaleza: el 80% del territorio es zona montañosa, pero no hay un solo centímetro de tierra desaprovechado. Como en Argentina, la vid, el olivo y los cítricos constituyen los cultivos leñosos de gran renombre y difusión.

Mientras Italia es un importador neto de energía en materia de gas, carbón y petróleo, la Argentina cuenta con abundantes recursos energéticos y con una significativa diversidad de fuentes, como la hidroeléctrica y el gas, además del petróleo, carbón y uranio. Según el estudio "Panorama Internacional de la Energía 2006" de la Administración para la Información Energética de EE. UU., la Argentina puede incrementar sus volúmenes de producción petrolera en al menos 65.000 barriles por día en los próximos tres años y convertirse en productor de 1 millón de barriles por día, en diez años. El país también está dotado de fuentes no convencionales de energía, tal el caso de la geotérmica, eólica, mareomotriz, solar y biomasa. Sus centrales nucleares Atucha I y II (esta última construida en un 80%), generan energía nucleoeléctrica con 319 MW y 600 MW de potencia, respectivamente. En 2006 las autoridades argentinas anunciaron la prolongación de la vida útil de la central nuclear Embalse y la terminación de la construcción de Atucha II. Además, se informó sobre la creación de una cuarta central y sobre la reanudación de la producción de uranio enriquecido en el complejo tecnológico Pilcaniyeu, en la provincia de San Juan.

Particular relevancia tiene en la Península el mundo de las pequeñas y medianas empresas (pymes): son el 95% de las firmas y tienen un promedio de menos de diez personas empleadas. Las pymes representan el 26% de las exportaciones de Francia; el 40% de Corea y el 56% de Taiwán. En Italia los datos difieren, pero no bajan de 60%. De este porcentaje, 36% de las exportaciones las realizan empresas con menos de doce empleados. Hasta esa cantidad, son subsidiadas, no pagan impuestos, ni siquiera los laborales. Existen 11 mil pymes, con buen nivel tecnológico en diseño de producto. Se distinguen por la amalgama de buen proceso, buen diseño, buen producto y buena coordinación empresarial, lo que les abrió mercado en 65 países. Con su conocimiento y experiencia en el rubro, el país hizo de las pymes un sólido modelo de desarrollo industrial que aún hoy constituye el corazón de su economía.

En cuanto al proceso de internacionalización de sus pymes, la diplomacia comercial italiana junto a actores privados se propuso asistir, tutelar y promocionar el sistema productivo de su país en el proceso de radicación en el exterior. Busca fortalecer el concepto de "made by Italy" frente al de "made in Italy" (cfr. Mastrojeni 2005). Con la ley 56 del 31 de marzo de 2005 Italia racionalizó la acción del Estado a favor de sus empresas y, al menos en la letra de la disposición, creó en el exterior un estructura central de referencia dentro de la red diplomático-consular: el "Portal Único" o "Portal Italia", una sede en donde los empresarios italianos deberían encontrar toda la asistencia para insertarse en mercados extranjeros. Las embajadas y consulados, dueños de una comunicación privilegiada con las autoridades del país hospedante, desempeñarían junto con las oficinas del Instituto Italiano de Comercio Exterior, las Cámaras de Comercio italianas y las asociaciones de los italianos en el exterior un rol de defensores de las necesidades de las empresas frente a la administración pública extranjera, ofreciendo apoyo en las licitaciones públicas, acceso a los mercados y protección de los inversiones. ExTender es el sistema operativo informático que pretende unir toda la red diplomático-consular con las cámaras de comercio que están fuera y dentro de Italia.

III.3.4. Caminos que se bifurcan: la crisis de los bonos

La Argentina fue el primer país latinoamericano en reconocer formalmente al Estado de Italia, cuya conformación unitaria concluyó el 17 de marzo de 1861. Tal gesto anticipaba la voluntad europeísta argentina y los vínculos que señalarían la vida común de ambos Estados. Pero los recientes resquemores bilaterales interfirieron –y siguen haciéndolo- en la prosperidad de sus relaciones comerciales. Tensas fueron las reuniones entre ambas naciones en las rondas del FMI, por la reestructuración de la deuda externa argentina durante el bienio 2004-2005, operación que aplicó sobre los tenedores de bonos de la deuda (entre ellos, muchos italianos) un quita de casi 75% del valor de sus títulos. Aproximadamente 400 mil italianos tenían un total de 20 mil millones de bonos argentinos en sus carteras de inversión, ahorro y jubilación, algo así como 14,5 millones de dólares, según estimaciones del Ministerio italiano de Economía. Italia es el país con mayor cantidad de bonistas afectados por el canje de deuda.

Aunque el gobierno argentino capitalizó internamente la hazaña de la deuda como un paso histórico sin precedentes contemporáneos, dicha reducción en sus obligaciones puso en discusión la confiabilidad que se supone un país debería inspirar para relanzar su imagen internacional y estimular nuevos procesos de inversión extranjera. De allí, una seguidilla de vórtices con Italia.

La opinión pública italiana, además de la alemana y la japonesa, resultó ser la más irritada con la Argentina. El gobierno italiano fue vocero de la Banca, se sumó al malestar de su opinión pública y criticó con enjundia a la administración argentina por la quita en sus pasivos. La respuesta no se hizo esperar y, desde aquel cenit, las relaciones bilaterales atraviesan frecuentes momentos de desconfianza mutua y discordia. La diplomacia pública tiene una gran tarea de cara a la ciudadanía italiana.

Respecto a la crisis de los bonos, Severgnini observó que "hay 450 mil personas a las que les han dicho: tomen los bonos, un estado no puede fracasar. Son 450 mil personas que no dicen cosas agradables de la Argentina, pequeños embajadores que no les están haciendo a ustedes buena publicidad. Si les sumamos familias y amigos, estamos hablando de dos millones de personas. Tener dos millones de embajadores en contra es un problema muy serio".

Ante la opinión pública europea, el gobierno argentino ensayó dos estrategias: por un lado, la de mostrarse como víctima de planes económicos propuestos por el FMI y aplicados con la complicidad interna de una dirigencia política ligada a la especulación del sector financiero y bancario. Por el otro, la clave de la gestión del equipo económico en su gira por Italia y Alemania fue convencer a los bonistas sobre la responsabilidad de los bancos de sus países en la colocación de bonos a sabiendas de la vulnerabilidad de la economía argentina. Mientras los títulos de la deuda pública italiana arrojaban una renta de 4,75%, los bonos argentinos daban intereses de 12%; más atractivos, aunque de mayor riesgo.

El riesgo conciente que significaba la compra de títulos argentinos fue el centro de la argumentación usada por el gobierno de Kirchner para trasladar responsabilidades a la banca italiana y legitimar su propuesta de quita. Táctica que tuvo por marco la estrategia general de lograr la aceptación de los mercados sin comprometer el sustento del modelo económico argentino. La reestructuración de la deuda era presentada como la "única compatible con un proceso de crecimiento y equidad continuado" (cfr. discurso del ex ministro argentino de Economía y Producción, Roberto Lavagna, 12.01.2005).

Pero la estrategia argentina adoleció de coordinación. En nombre del Estado, el secretario argentino de Finanzas utilizó la pantalla de la RAI para, literalmente, pedir perdón a los italianos afectados por el default y la reestructuración de la deuda externa. Este paso en falso comprometió la táctica de sobreseer a la Argentina de su culpabilidad, mostrarla como presa de condiciones macroeconómicas no buscadas, al tiempo que estigmatizar el rol de la banca europea y su usura en la venta de bonos argentinos.

De la prensa europea, la italiana fue la más crítica en cuanto al canje de deuda y la que más espacio dedicó en las primeras planas de sus periódicos. Lo demuestra el monitoreo de medios del centro argentino de estudios Global News (2004), cuyo informe asegura que mientras el resto de los medios europeos, estadounidenses y latinoamericanos incluyeron algunas valoraciones positivas sobre la reestructuración de la deuda, en Italia no se publicó ninguna nota positiva sobre el canje. Dos de los diarios italianos más leídos comentaron:

Il Sole 24 Ore: "Según el dicho popular, la esperanza es lo último que muere. Sin embargo, no es así para los italianos que rechazaron la oferta de canje argentina y que actualmente tienen US$ 8.000 millones de viejos bonos tango, aislándose del resto del mundo que adhirió en masa. En la atormentada y complicada reestructuración de la deuda en default de Argentina, la mayor de todos los tiempos, los bonistas poseedores de viejos títulos ahora no saben qué deben esperar. La última esperanza, si la hay, ¿dónde está? Los italianos que no adhirieron a una pérdida de capital equivalente al 70%, han comprometido la recuperación del otro 30% y se están enfrentando con el fantasma de una pérdida total".

La Repubblica: "Venció Argentina. La adhesión global al canje de bonos tango en default es de 76,07%. (…) En tanto, se delinea un ‘caso Italia’, donde 350.000 ahorristas (3 de cada 4) no adhirieron a la oferta. Ahora tienen dos caminos: hacer juicio a los bancos que les vendieron los bonos, o bien, confían en la Task Force Argentina (apoyada por los bancos italianos) que pretende denunciar a la Argentina en sede internacional y pedir el embargo de los bienes del país".

Numerosos titulares del diario argentino Clarín daban a entender el deterioro de la histórica relación bilateral:

27.11.2004

COMPLICACIONES EN EL FRENTE EXTERNO: DECLARACIONES DEL PRESIDENTE DURANTE UN ACTO EN CHUBUT

Kirchner: "Nos duele la actitud de Italia y pedimos que se rectifique"

Dijo que el reproche "es para Berlusconi" por rechazar la propuesta argentina por la deuda. Y culpó a los bancos que les vendieron "bonos insolventes" a los jubilados italianos.

28.11.2004

COMPLICACIONES EN EL FRENTE EXTERNO: DESPUÉS DE LAS CRITICAS DE KIRCHNER A BERLUSCONI Deuda: aumenta la tensión e Italia ya prepara una respuesta

Así lo admitió una fuente de la Embajada a Clarín. Dijo que la Cancillería italiana se pronunciará mañana. Kirchner le había reprochado al primer ministro por el endurecimiento de su gobierno ante el tema del default.

28.11.2004

COMPLICACIONES EN EL FRENTE EXTERNO: VICTORIO TACCETTI, EMBAJADOR ARGENTINO EN ROMA "Las relaciones están deterioradas"

El representante argentino dice que la deuda lesionó el vínculo. Y que el sector económico "es el que demuestra menos comprensión en Italia".

30.11.2004

Argentina e Italia acordaron bajar el tono al entredicho por los bonistas

Kirchner había criticado a Berlusconi por las trabas a la salida del default. Ayer el embajador pidió una audiencia y expresó "la sorpresa y amargura" de su país por estos dichos. Argentina justificó su postura.

19.01.2005

LA SALIDA DEL DEFAULT | LA CANCILLERIA ITALIANA AMENAZA CON PEDIR SANCIONES INTERNACIONALES CONTRA ARGENTINA

Por la deuda, la relación con Italia "está en etapa de crisis"

25.04.2005

LA SITUACION POR EL CANJE DE LA DEUDA

Una señal del presidente Ciampi en el vendaval de los bonistas italianos

El mandatario fue a saludar a Kirchner, mientras Roma endurece su postura.

01.07.2005

LAS DEBILITADAS RELACIONES ENTRE BUENOS AIRES Y ROMA LUEGO DEL CANJE

Tras la reunión de Berlusconi y Bielsa, anuncian que viene el canciller italiano

Gianfranco Fini vendrá en enero. Así, Argentina e Italia buscan recomponer relaciones.

La estrategia argentina, rechazada por la intransigencia del gobierno conservador de Silvio Berlusconi, encontró más tarde en el gobierno del centro-izquierda posiciones cercanas, según puede deducirse de las declaraciones del subsecretario de Asuntos Exteriores de Prodi: "Lamentablemente, eran alrededor de 450 mil personas físicas, con una familia a cargo, personas modestas que probablemente mal aconsejadas han invertido parte relevante de sus patrimonios con un resultado catastrófico. Esto, objetivamente, ha determinado un problema serio que no concierne al Gobierno. Este es un problema entre bancos, personas individuales y una realidad de un Estado que vivió una fase tan dramática" (cfr. Di Santo, art. cit. en Anexo).

 

IV. La política exterior y la imagen argentina. Temas de agenda, países objetivo y percepciones

Sin desconocer las prácticas de Realpolitik que nunca dejaron de caracterizar a las relaciones internacionales, una hipótesis de máxima para los objetivos de la política exterior de un país como Argentina o como Brasil podría ser la de contribuir a la disminución de las asimetrías de poder, empezando por las que se registran entre los socios menores del Mercosur (Paraguay y Uruguay), y contrarrestándolas con la mencionada participación idónea y oportuna en los asuntos mundiales. La UE ofrece un saludable ejemplo de cómo la presencia y el aporte de los países menores -económica y geográficamente- pueden equilibrar la presencia de los más grandes e inyectar dinamismo a los debates intrabloque.

No se trata aquí de abonar una concepción idealista de la realidad mundial ni de recluirse en el pesimismo hobbesiano (el camino debiera ser más bien ecléctico). Pero sí de suponer, apoyados sobre el citado concepto de autonomía relacional, que la confluencia de voluntades entre Estados y actores no estatales puede contribuir con una mejor gobernabilidad del sistema mundial. No en vano las actuales agendas argentina y brasileña de política exterior colocan al Mercosur en primer lugar, entre otras coincidencias que se suponen coordinadas, como la cancelación por parte de ambos países de sus deudas con el FMI, en el segundo semestre de 2005, y la decisión de no enviar tropas a la frontera líbano-israelí en agosto de 2006.

En este apartado se examinarán los intereses y objetivos de la política exterior argentina, a partir de los cuales construir una estrategia de diplomacia pública que, como se dijo, mira a aumentar la presencia en la agenda de asuntos internacionales y a que sociedades extranjeras comprendan el porqué de las decisiones externas del país. Asimismo, conocer la agenda internacional argentina ayudará a determinar cuáles son los países centrales para su estrategia mundial.

Algunas de las cuestiones sensibles que integran las prioridades externas de un país pequeño como Argentina son:

a. la profundización de la alianza estratégica con Brasil como modo de fortalecer la base de inserción política y económica argentinas en el contexto internacional; el fortalecimiento de la asociación estratégica con Chile, la estabilización de los vínculos con Venezuela y con Bolivia, la mejora de la relación bilateral con los otros países limítrofes;

b. la integración regional de tipo político, económico, cultural y educativo, no sólo aduanero y comercial; la ampliación del comercio interregional; impulsar el empleo de monedas locales (el Peso y el Real) en el comercio bilateral intrabloque argentino-brasileño, en sustitución del dólar;

c. el desendeudamiento externo y, paralelamente, la recuperación de la credibilidad exterior del país frente a sus principales interlocutores en el mundo industrializado (entre ellos, Italia);

d. la reforma de la ONU hacia una mayor multilateralidad y democratización en su estructura y proceso de decisión; y del FMI, para mejorar la representación de los países en el organismo, según sus posiciones relativas en la economía mundial, y reforzar la representación de los países menos desarrollados. La política exterior argentina, en consonancia con la brasileña, propone cambiar el sistema de representación en el directorio del FMI, flexibilizar sus condiciones para el otorgamiento de créditos a los países en desarrollo y solicitar el consentimiento de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ante ciertas reformas laborales sugeridas por el FMI como condición para alguno de sus préstamos;

e. la creación de una alianza política y económica (asociación estratégica) entre la UE y el Mercosur;

f. la promoción de una mayor equidad y beneficio en las relaciones comerciales internacionales y fortalecimiento de la posición negociadora de los países socios. En la reunión de la OMC de Hong Kong en diciembre de 2005, la Argentina solicitó reformulaciones en las condiciones de intercambio comercial, objetando los subsidios agrícolas de la UE y las subvenciones a la exportación. En particular, se pide la modificación de la Cuota Hilton (un límite que Europa mantiene a las importaciones de carne argentina), de la PAC (Política Agrícola Común de la UE), la apertura del mercado estadounidense para los productos agrícolas y cárnicos y, con ello, la exclusión progresiva de aranceles y subsidios agrícolas. Este grupo de objetivos coincide con los propuestos en la Ronda Doha de la OMC, en noviembre de 2001. El proteccionismo del comercio agrícola mundial aplicado por EE. UU., Europa y Japón mediante incentivos a los productores domésticos y la imposición de barreras arancelarias contribuye a limitar las exportaciones argentinas. La PAC de la UE tiene subsidios que representan casi 50% del presupuesto total comunitario. Europa es proteccionista en los sectores donde la Argentina es competitiva;

g. la exploración de formas alternativas de energía como la nuclear, la solar, la eólica y la hídrica. La Argentina forma parte del directorio de quince países del Organismo Internacional de Energía Atómica. Junto con Brasil ha construido su propia tecnología de enriquecimiento de uranio. Ambas naciones buscan la independencia energética nuclear. Son las únicas en América latina que han desarrollado el ciclo completo de combustible nuclear: dominan desde la extracción del mineral de uranio de las minas hasta su conversión en pastillas de uranio ligeramente enriquecido para alimentar centrales nucleares. Argentina es hoy uno de los treinta y dos países que posee reactores nucleares con fines comerciales. La energía eléctrica producida en Argentina a través del recurso nuclear representa 8% del total. Así, el porcentaje argentino es cercano al de Sudáfrica y Rumania, y el doble de lo que se genera en Brasil, Holanda o la India, en términos de porcentaje con respecto al total de electricidad producida. El país se ha posicionado como líder mundial en la categoría de reactores de investigación, exportando su tecnología a Perú, Argelia y Egipto.

 

Esta serie de objetivos en política exterior, que puede resumirse en la tríada integración regional / comercio internacional / política energética, sirve como matriz para diagramar un esquema con las naciones del mundo funcionales a estos propósitos y que, por lo tanto, formarán parte del objetivo internacional argentino (ver Tabla 4) y, por consiguiente, de la "audiencia nicho" para su proyecto de diplomacia pública. Además, la selección de los países tiene en cuenta la cercanía cultural, el vínculo político-económico y su propio nivel de influencia sobre el escenario internacional.

La presencia de militares y civiles en misiones de paz en el exterior también compromete los objetivos internacionales de un país. La Argentina, por ejemplo, mantiene una contingente en Haití desde el derrocamiento de su presidente. Cumple así una acción de recomposición institucional en el país caribeño. Además, forma parte del llamado Grupo de amigos de Haití, que integra junto con otros miembros de la Organización de Estados Americanos: Bahamas, Belice, Canadá, Chile, EE. UU., Guatemala, México, República Dominicana, Venezuela y, en su rol de "observadores permanentes", Alemania, España, Francia y Noruega. La presencia italiana en la Península de los Balcanes, Bosnia, Kosovo y Albania, por ejemplo, es decisiva en la prosperidad de la región desde los conflictos de 1999, tanto como lo es su misión en Afganistán, Darfur, Líbano y sus gestiones diplomáticas en Somalia. Con casi ocho mil militares en el exterior, hoy las fuerzas armadas italianas están comprometidas en 24 misiones, en 18 países, con un total de 7.730 militares. Estos y otros datos hacen de Italia uno de los países más comprometidos en el mundo con sus fuerzas armadas: el sexto en número de militares en el exterior, con unos ocho mil soldados empeñados en misiones de paz (el tercero en este tipo de operaciones, luego de EE.UU. e Inglaterra).

Tabla 4. Países clave para la política exterior argentina (2003-2007)

Tipo de relación

Target

Objetivos

Bilateral o birregional

(o competitiva)

Grupo 1: Brasil, Chile, Venezuela, Uruguay, Paraguay, Bolivia, México.

Grupo 2: Alemania, EE. UU., España, Francia, Italia, Canadá, Inglaterra, Japón, Israel.

Grupo 3: India, China, Rusia, Sudáfrica.

Influencia política;

redes de política común;

mejorar el intercambio comercial;

fortalecimiento relaciones interbolques.

Multilateral

(o cooperativa)

Miembros del Mercosur, Grupo de Río,

UE, NAFTA, CAN, CARICOM,

ONU, OMC, OCDE, Asen, Organismo Internacional de Energía Atómica, G77, G20, NOAL (Países No Alineados).

Redes de gobernabilidad post-conflicto y (re)construcción institucional (Haití, Bolivia);

favorecer el desarrollo y la estabilidad mundial;

reducir la pobreza;

promover nuevas formas de energía mundial.

IV.1. Atributos de la imagen internacional argentina. Variables de percepción en Italia

A efectos teóricos, los atributos de un país pueden clasificarse en objetivos y subjetivos. Argentina, como nación que reúne características de todos los continentes, ofrece los siguientes atributos del primer tipo: es el octavo país del mundo en superficie, con 2,7 millones de km² y una población estimada de 39.537.943 habitantes en 2005. Tiene una densidad de 14 hab/km², aproximadamente. Posee todo tipo de climas: tropical al Norte, templado en el Centro y muy bajas temperaturas en la Patagonia; diversidad en flora y fauna, con ecosistemas de praderas, desiertos, montañas, selvas, bosques, llanura. Su economía tradicional está basada sobre la agricultura y la ganadería, con la zona pampeana central del país como uno de los territorios más fértiles del planeta. Es el segundo exportador mundial de miel y se colocó en primer puesto cuando China se apartó del mercado en 2003 por haber alterado sus productos. Es rico en producción de carne, pesca y minería. Exporta energía hidroeléctrica y es uno de los mayores productores de energía nuclear en América latina (Rosales, op. cit., 23). Es autosuficiente en petróleo pero sus recursos de gas, exportados a Chile, escasean, por lo que importa de Bolivia y de Venezuela (cuarto exportador mundial de petróleo). Según datos de la UNESCO de 2004, Argentina es el segundo país en índices de alfabetización de América latina, con una tasa de 97,2%, igualada por Cuba y sólo superada por Uruguay en el primer puesto (con 98,1%).

Veamos ahora la dimensión subjetiva. Para mejorar los esfuerzos oficiales por promover una percepción positiva en el exterior, el British Council conduce a menudo un sondeo mundial para determinar la imagen del Reino Unido en la opinión pública extranjera de países de su interés. Se conoce como Through Others' Eyes ("A través de los ojos de otros") y en su edición de 2000 encuestó en dos años a más de 6 mil jóvenes líderes en 30 países. Los resultados revelaron que el mundo se ha forjado una imagen ambigua de los ingleses. Si bien se descubrió que una nueva generación de líderes globales ve a Inglaterra con ojos positivos, a escala individual asocian al ciudadano inglés con una serie de percepciones negativas tales como la incapacidad de adaptarse a los nuevos tiempos y actitudes hostiles hacia los extranjeros (Cfr. "Do they mean us?" en BBC News Online, 10 de noviembre de 2000).

Pero además de este sistema de encuestas a una población clave, la percepción de un país en el exterior puede evaluarse mediante un monitoreo de medios como el que durante cuatro años (2000-2004) realizó el citado centro argentino de estudios Global News, analizando 78 periódicos internacionales. Entre los matutinos italianos, el estudio determinó que la Argentina

"tiene en las columnas deportivas de los diarios italianos una presencia significativa, producto de la actuación de jugadores y deportistas argentinos en el país desde hace mucho tiempo. Eso hace que los medios, sobre todo los especializados, muestren un flujo más o menos constante de información sobre el deporte argentino. Más allá de eso, los ‘otros’ temas que ocupan a la prensa diaria varían. Por supuesto, desde diciembre de 2001, el default sobre la deuda externa, que afectó a casi medio millón de ahorristas italianos, es el único que accedió a las primeras planas. Il Corriere della Sera, por ejemplo, sostiene que Argentina es la única responsable de la situación. Esta posición está claramente alineada con los reclamos de Task Force Argentina, el grupo de ahorristas apoyado por la asociación bancaria italiana que se rehusó a participar en la oferta de canje de títulos. Lo llamativo es que cuando comenzó a hacerse más evidente que la reestructuración iba a ser exitosa, el diario, que hasta ese momento publicaba con asiduidad información al respecto, dejó de informar sobre el tema casi por completo. La posición de La Repubblica en este asunto es más conciliadora, y refleja la responsabilidad compartida de los bancos italianos en la venta de títulos de deuda argentina. El diario económico Il Sole 24 Ore mantiene también una posición neutra (…). Salvo los directamente afectados por el canje de bonos luego del default, en general se aprecia a la Argentina como el país más glamoroso de Latinoamérica, de donde siempre provienen noticias inesperadas, pero que no terminan de hacer cambiar la concepción de que se trata del gran país de Sudamérica, sobre todo por lo que hace a las manifestaciones de su cultura, personalidades deportivas y recursos naturales" (Global News op. cit.).

Del malestar por la reestructuración de la deuda emergió el uso retórico del caso argentino como sinónimo de descomposición institucional y bancarrota de las naciones. En 2005 y 2006, la prensa italiana reflejó a menudo la opinión de personalidades y ciudadanos que veían en la desaceleración de la economía de Italia el camino hacia un desenlace como el de la crisis argentina. Conclusiones del tipo "otros cinco años de gobierno de Berlusconi nos habrían hecho terminar como la Argentina" (Tutto Perugia, 27 de abril de 2006, opinión de un ciudadano encuestado); "Italia sigue a la Argentina por el mismo camino de la ruina" (Financial Times, 24 de marzo de 2006); "Bajo crecimiento y reformas no implementadas, terminarán como Buenos Aires". Titulares que ocuparon páginas destacadas en diarios de tirada nacional: "Italia sigue las huellas de la Argentina" (Corriere della Sera, 25 de marzo de 2006), "La economía italiana corre el peligro de una deriva como la argentina"; "Que el gobierno se despierte o terminaremos como la Argentina"; "Alarma roja para Italia: riesgo de ‘deriva Argentina" (La Repubblica, 26 de marzo de 2004).

La crisis sirvió de ejemplo para tematizar en la agenda pública el proceso de "argentinización", término que sustituyó a la idea de "balcanización", concepto a menudo empleado por los europeos para referirse a la desintegración territorial de los Estados, el eclipse de las sociedades nacionales (dos variables que, sin embargo, no aplican al caso argentino) y el desorden socioeconómico. Una nueva instancia para valorar los Estados fallidos (failed states). Ante la pregunta sobre qué tipo de semejanzas encuentra entre Argentina e Italia, uno de los funcionarios consultados por este estudio respondió que "lamentablemente, en los últimos años veo más a Italia parecerse a la Argentina que viceversa".

Otros temas que la retórica de ciertos italianos suele identificar con Argentina son los desaparecidos, el autoritarismo, la riqueza natural del país, la desorganización política e institucional, la corrupción, la pobreza, la inseguridad jurídica y física, el fútbol, el tango, la Patagonia, Maradona, Eva Perón, el default, atentados, etc. A la hora de definir a la Argentina como país, también resuenan vocablos como soberbia, inestabilidad, descontrol, caos, crisis, inseguridad, militarismo, caudillaje, machismo y populismo. A estas adjetivaciones se suma un frecuente desconocimiento de la existencia del Mercosur, de sus miembros y de procesos internos. El embajador argentino en Roma, Victorio Taccetti, observó que el Mercosur "se encuentra en estos momentos en una etapa similar a la que atravesaba la Comunidad Económica Europea en los años setenta y este es un punto a explotar a la hora de hacer comprender al europeo la importancia del Mercosur como mercado regional de proyección continental" (ver entrevista en Anexo).

A propósito de las imágenes sobre la sociedad argentina, encuentran arraigo los conceptos de autoritarismo y populismo, rasgo que a su vez se identifica con el resto de América latina. En los artículos y notas sobre la Argentina, el diario estadounidense The New York Times ha empleado frases del tipo "país territorio de nazis" o pueblo de "actitudes autoritarias y machistas" (Global News op. cit.). Por su parte, el populismo, que tuvo su cuna en Europa con el fascismo, es ahora vinculado por los dirigentes italianos como prerrogativa latinoamericana y, particularmente, patrimonio del peronismo argentino.

En una entrevista al diario italiano La Repubblica, Francesco Rutelli, líder político del centroizquierda, ex alcalde de Roma y ex vice primer ministro de Italia, comparó el gobierno de Berlusconi (2001-2006) con el peronismo:

– "Peronismo. No me viene en mente ningún otro modelo para describir a esta derecha de viejo estilo, para nada liberal, que gobierna Italia".

– "Rutelli, Italia no es Argentina: ¿de dónde viene este acercamiento entre Berlusconi y Perón?", le preguntó el periodista.

– "De la evidencia de los hechos. Luego de más de un año, están demostrando lo que valen: propaganda martilladora y populismo".

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