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La codicia de los mercados (el virus mutante) ? Parte II (página 5)

Enviado por Ricardo Lomoro


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Porque, vamos a ver. Lo que ha trascendido hasta ahora es que las autoridades van a establecer un vehículo para comprar activos financieros considerados como tóxicos, por un importe cercano a los 800.000 millones de dólares. Si añadimos todos los compromisos financieros adquiridos simultáneamente y con anterioridad, dicha cifra se dispara a cerca de dos billones de dólares, que es alrededor de un 15% del Producto Interior Bruto de los Estados Unidos. El único modo que hay de financiar un conjunto de operaciones de esta magnitud es a través de una emisión masiva de deuda pública. Hay capacidad para hacerlo: antes de que se iniciara el proceso de degradación del concepto de riesgo sistémico con la intervención encubierta de Bear Stearns, allá por el mes de marzo, la renta fija soberana del país apenas superaba el 30% del P.I.B, un nivel bastante similar al español. Sin embargo, e igual que ocurre en nuestro país, el problema no es la capacidad de endeudamiento, que puede llegar a ser ilimitada como prueba, es una exageración, el caso japonés, sino los términos en los cuales dicha necesidad de financiación se puede completar.

Y es aquí donde Estados Unidos puede, en su intento por salvaguardar su sistema financiero, condenar a su economía real a una larga travesía en el desierto. Por tres motivos. A nivel presupuestario, el aumento de los costes financieros ligados a la deuda podría tener un impacto relevante sobre sus deficitarias cuentas públicas y provocar aumentos de impuestos y restricciones de gasto de la administración con objeto de corregirlo. Por lo que respecta al sector exterior, el saldo negativo de la balanza por cuenta corriente obligaría, para atraer nuevos capitales, a una devaluación de la divisa (que chirriaría en las naciones con su moneda vinculada) o a un aumento de los tipos de interés. Más volumen, más coste. Ufff. Estamos hablando, por tanto, de medidas de política monetaria y fiscal de corte eminentemente restrictivo. Finalmente, la retención en el balance de activos dudosos en un momento en el que las incertidumbre sobre los mercados últimos que los han originado, fundamentalmente inmobiliario, aún permanece, supone, y aquí no cabe el condicional, un ejercicio de confianza en el futuro excesivamente generoso para la banca y oneroso para los contribuyentes. Es realmente una pena que los americanos no hayan tirado de una Ley de Memoria Histórica que les permitiera ver las nefastas consecuencias que, para el ciudadano medio, han tenido actuaciones similares de sus autoridades en el pasado, especialmente en la década de los treinta.

No se han equivocado ustedes de Crónica. Estos siete días van a cambiar el mundo. Pero no sólo en el ámbito financiero. Aparentemente ha ganado la guerra el intervencionismo frente al libre mercado, cierto. Un libre mercado que defenderé siempre desde los límites que marcan, tanto el peligro de un riesgo sistémico (no arbitrario sino real), como la operativa dentro de las normas de regulación y supervisión que se determinen en la medida en que están encaminadas a evitar dicho peligro para el conjunto del sistema se materialice. De esa burra no me pienso apear. Me sitúo en la Resistencia. ¿Saben qué? Pronto seremos multitud. No sabemos que habría ocurrido si hubiera seguido el natural curso de los acontecimientos. Pero de lo que sí tenemos certeza es de que Estados Unidos sale de esta crisis no más fuerte, sino debilitada; con una hipoteca sobre sus cuentas públicas que pesará como una losa a futuro; con riesgo, por tanto, de perder una hegemonía mundial basada en costosas actuaciones exteriores y con la tentación inflacionista como modo de rebajar el valor real de su endeudamiento. Algo que ha explicado, con mucho más dramatismo que McCoy, Nouriel Roubini en su blog. Un coste, a todas luces, excesivo que afectará al orden mundial. No pierdan, por tanto, la perspectiva, que no es tan alentadora como pudiera parecer. Y, mientras tanto, ya saben: Carpe Diem. Disfruten el hoy mirando el mañana, que ya tocaba.

– ¿Es Greenspan culpable de la crisis? (El Confidencial – 19/9/08)

(Por Carlos Sánchez)

Hace algún tiempo, un lector de El Confidencial envió un delicioso comentario que rezaba lo siguiente: Ocurrió en el año 1921, cuando la inflación en Austria había provocado aumentos de precios del 300% mensual. Ante tal coyuntura, el ministro de Hacienda del Gobierno austriaco le pidió consejo a un economista para atajar la situación. Este le dijo que se reuniera con él a las 12 del mediodía de esa misma mañana en la entrada de la Fábrica de Moneda. Y así se hizo. A la hora convenida, se encontraron ambos, y el ministro le preguntó: ¿Cómo podemos parar la inflación? El economista pegó una mano a su oreja y le respondió: ¿Oye ese ruido? Pues acabe con él". El economista se llamaba Ludwig Von Mises, quien junto con Hayek, según nuestro interlocutor, fue el único en predecir la Gran Depresión de 1929.

A estas alturas de la película económica hay pocas dudas de que el tsunami financiero que recorre el mundo (y que ha hecho emplearse a fondo a los bancos centrales y quebrar los principios ideológicos de muchos defensores del libre mercado) tiene que ver con la oferta monetaria. Es decir, con el número de horas que trabaje esa máquina "infernal" de hacer billetes que tanto chirriaba a los oídos de Von Mises.

Para muchos, estamos ante la madre de todos los problemas: el exceso de liquidez genera inflación, y si esa abundancia llega a alcanzar niveles desorbitados -como ha ocurrido en los últimos años de la mano de una política monetaria extraordinariamente laxa- la fiesta del dinero puede acabar en una tragedia griega en forma de credit crunch. Dicho en otros términos, alguien ha retirado las copas en medio de la fiesta. Y los invitados tienen sed. Mucha sed. Tienen dos opciones: o dejar de beber (lo que abocaría al mundo a una recesión) o irse a un bar clandestino de los que había durante la Ley Seca (los legendarios speakeasies de Nueva York) en forma de ventanilla de emergencia regentada por los banqueros centrales para aguantar el tirón.

Burbuja inmobiliaria

¿Y quién ha sido el maestro de ceremonias? ¿El gran brujo que ha dirigido este oficio de tinieblas? ¿El encargado de apretar cada mañana el botón que hace funcionar la máquina de hacer billetes? Para un número creciente de analistas, el hacedor de tantos entuertos responde al nombre de Alan Greenspan, asesor de tres inquilinos de la Casa Blanca y presidente de la Reserva Federal durante 18 años y medio, a quien se acusa de mirar para otro lado y de alimentar la burbuja inmobiliaria en EEUU con su irresponsable estrategia monetaria. No es una acusación cualquiera. Recae sobre alguien de quien el New York Times llegó a decir: "Para qué queremos a Dios si tenemos a Greenspan". De él también se dijo, como recordaba el otro día Financial Times, que estábamos ante "el hombre que salvó al mundo" tras el derrumbe de las torres gemelas.

Al "maestro", como le llamó Bob Woodward en su biografía casi oficial, le llueven ahora chuzos de punta. Se acusa a Greenspan de ser el principal culpable de situar los tipos de interés en niveles extraordinariamente bajos durante un periodo prolongado de tiempo, creando el caldo de cultivo idóneo para que la burbuja (¿o habría que decir las burbujas?) estallaran. Y de aquellos polvos vienen estos lodos. Y no sólo por eso. El anterior presidente de la Reserva Federal respaldó la suicida bajada de los impuestos decretada por George W. Bush para estimular artificialmente el consumo, lo que provocó un gigantesco déficit presupuestario del que EEUU todavía no se ha recuperado. Y para más inri, permitió que los tiburones de Wall Street camparan a sus anchas cometiendo todo tipo de tropelías con salarios de escándalo.

No acaba ahí la lista de agravios. El principal de sus errores fue, según sus críticos, haber permitido a los bancos de inversión (Morgan, Merrill, Lehman…) asumir riesgos imposibles de cumplir. Creando, en una palabra, monstruos financieros con pies de barro que tarde o temprano tendrían que desmoronarse a la misma velocidad que ha estallado la burbuja inmobiliaria.

No es casualidad que a Greenspan se le llamara el "amigo" de los mercados, con quien siempre mantuvo algo muy parecido a un compadreo, dicho en tono castizo. Una sola insinuación suya, sin necesidad de alterar los tipos de interés, era capaz de mover Wall Street, ya que sus "amigos" sabían de antemano lo que quería decir el "maestro". Alguien ha escrito que el Greenspan de la Reserva Federal era una mezcla de político y rigor técnico, y sin duda que así actuó durante casi dos décadas. Dando "toques" a los mercados en forma de advertencia (su célebre expresión de exuberancia irracional), pero sin intervenir de forma resuelta y decidida. Como cuando en la primavera de 1998 el jefe de la CFTC (Commodity Futures Trading Commission) le mostró su preocupación sobre el imparable crecimiento del mercado de derivados. Greenspan no mostró inquietud alguna y sugirió que una regulación más estricta sólo perturbaría su funcionamiento.

Un hombre del establishment

Como se ve, muchas acusaciones contra un personaje acostumbrado a los cenáculos de Washington, y que durante tres décadas formó parte del establishment del poder político republicano (si bien es verdad que los demócratas no hicieron ascos a su compañía), al contrario que su sucesor, Ben Bernanke, procedente del mundo académico y que no quiere saber nada de contubernios políticos ni de guiños al poder de los mercados. Al contrario que el ex presidente de la Reserva Federal, para quien los reguladores sólo entorpecen el buen funcionamiento de los mercados.

¿Es culpable Greenspan de tanto desorden? Lo primero que hay que decir es que la abundancia del dinero barato no es un fenómeno nuevo. Como se ha podido acreditar empíricamente, la mayoría de las principales crisis bancarias en los últimos 25 años se han producido a raíz de períodos de muy rápido crecimiento del crédito. Sin embargo, como admite un reciente estudio de los profesores Giovanni Del´Áriccia, Deniz Igan y Luc Laeven, no Yet, not all credit booms are followed by banking crises, todos los auges de crédito necesariamente acaban en una crisis bancaria como la actual, que puede costar a los contribuyentes entre 400.000 y 500.000 millones de dólares, una cantidad equivalente a la tercera parte del PIB español. Según los autores citados, la mayoría de estudios concluye que, mientras que la probabilidad de una crisis del sistema financiero aumenta significativamente (entre un 50% y un 75%) durante los auges de liquidez, lo cierto es que históricamente sólo un 20% de los episodios de "boom" han terminado en una crisis.

Es decir, que la orgía de liquidez no tenía por qué haber acabado necesariamente en tragedia. Pero lo cierto es que así ha sido. José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney, lo exculpa en parte. No lo considera culpable de su política monetaria teniendo en cuenta que en los años 90 el mundo vivió una doble deflación, por un lado la vinculada con la caída de precios procedentes de China, y por otro la relacionada con los avances tecnológicos, que abarataron las transacciones internacionales. Había peligro real de caer en un proceso de deflación generalizado (con las consecuencias negativas que ello conlleva), y Greenspan, en su opinión, no tenía más remedio que relajar su política monetaria para estimular el consumo. Las consecuencias de esa estrategia son de todos conocidas. Tras el pinchazo de la burbuja tecnológica, se incubó una enfermedad más importante, la relacionada con el mercado inmobiliario.

Un error de cálculo

Un par de datos ilustran el fenómeno. En el año 2000, se construyeron en EEUU 1,5 millones de viviendas, pero es que en enero de 2006 el número superaba ya los 2,3 millones de casas, lo que supone un aumento de prácticamente el 50% en apenas un quinquenio. Desde luego, mucho más que el crecimiento de su población. Y aquí entra la opinión de uno de los mayores críticos de Greenspan, el Premio Nobel Joseph Stiglitz, para quien el presidente de la Reserva Federal no se dio cuenta con el tiempo suficiente de la que se le venía encima. Y en lugar de endurecer su política monetaria para evitar la formación de una burbuja, lo que hizo fue contentar a los mercados con tipos de interés anormalmente bajos. Cuando vio que el peligro acechaba, cambió el sesgo de sus decisiones monetarias, pero era ya demasiado tarde.

La burbuja había estallado, y con ella los cimientos del capitalismo financiero que hemos conocido en los últimos 20 años, desde que George Bush padre aprobara la Ley de Modernización de los Servicios Financieros, con Greenspan en la cresta de la ola. Se rompía una tradición "proteccionista" (para los depositantes y los accionistas) inspirada por la Gran Depresión. La Ley Glass-Seagall (de 1933) impuso la radical separación entre las actividades de banca comercial y las operaciones de banca de inversión. Los bancos, incluso, fueron privados de ofrecer una amplia gama de productos de seguro a sus clientes, toda vez que la supervisión la ejercían los propios Estados, y no una agencia específica.

Ese modelo de banca fue el que se quebró en 1999 con la aprobación de la Ley Gramm-Leach-Blieley, que permitió a las compañías tenedoras de acciones bancarias convertirse en sociedades holding que a su vez podrían emprender cualquier tipo de actividad financiera. Aquí empezó el lío. Greenspan permitió que se creara un "mercado en la sombra", opaco para la SEC, el organismo encargado de supervisar las actividades de la banca de inversión. Y no hay ninguna duda de que con su capacidad de influencia sobre la clase política de Washington, la Fed hubiera tenido más poderes de supervisión. El final de la película es de sobra conocido. Entidades con pocos recursos propios y escasamente capitalizadas asumieron riesgos inimaginables que finalmente han estallado en sus propias manos. O mejor dicho, en las de todos nosotros.

– Hacia un nuevo orden financiero mundial – El puzzle del nuevo escenario global de la banca (Cinco Días – 20/9/08)

Quiebra del fondo Long Term Capital, crisis rusa, implantación del euro… Son algunos de los episodios que han trastocado en los últimos años el mapa financiero mundial, pero ninguno de estos acontecimientos ha conseguido provocar cambios tan profundos como los que se esperan de las turbulencias desatadas por los productos subprime, un género financiero cuya factoría estuvo ubicada en EEUU y que desde allí ha salpicado a Europa.

(Por Ana Perona)

A esta crisis le han bastado 13 meses para poner contra las cuerdas a los pesos pesados de la banca de inversión en EEUU, con la caída de tres -Bear Stearns, Lehman Brothers y Merrill Lynch- de las cinco mayores entidades del sector, forzar el rescate de las dos sociedades hipotecarias más grandes del país, nacionalizar AIG, la mayor aseguradora del mundo, colgar el cartel de venta a Washington Mutual y sembrar serias dudas sobre el futuro de Morgan Stanley. En el Reino Unido, el Banco de Inglaterra tuvo que intervenir Northern y Lloyd's ya ha acordado la compra de HBOS. En Alemania las autoridades se vieron obligadas a salir en ayuda del banco público IKB, mientras que Deutsche ganaba la puja por Postbank. Un terremoto financiero que ha sido capaz de romper el equilibrio de fuerzas bancario de los últimos años.

La incógnita es cuál será el alcance de la crisis y cuántas víctimas se cobrará. Los expertos reconocen que otras grandes entidades ya están dañadas de muerte. La pasada semana, los rumores acechaban a Goldman y regresaban con fuerza las especulaciones de fusiones entre la banca mediana española. La situación es de tal gravedad que las autoridades financieras de EEUU han anunciado la creación de una agencia permanente para auxiliar a las empresas con graves problemas.

En este rompecabezas de combinaciones, el enigma es qué entidades terminaran por ser absorbidas por sus rivales y cuáles aprovecharán la debilidad de algunos de sus competidores para salir a la caza de oportunidades. "En EEUU es muy probable que aparezcan nuevas víctimas. Los bancos regionales (comerciales, no de inversión) también van a tener problemas por el efecto dominó de avales, contrapartes y su cartera de títulos pierde valor en el mercado", afirma Robert Tornabell, profesor de Finanzas y ex decano de Esade.

Sin duda, los primeros en caer han sido los bancos de inversión, después de reconocer que el agujero generado en sus cuentas por la crisis subprime es mucho más elevado de lo previsto, aunque su bancarrota se ha fraguado en buena medida en el dardo envenenado que les ha lanzado el mercado al retirarles su confianza. Pero se teme que no sean los únicos. El problema ahora son las tensiones de liquidez, que mantienen vedada la obtención de fondos a todas las entidades mundiales. Y entre los fortalecidos, los expertos apuntan a los bancos comerciales con suficiente liquidez y un balance sólido, libre de activos subprime.

"Es una crisis que no hemos vivido desde los años ochenta. Se trata de un escenario sin antecedentes, en el que se desconoce cuándo va a acabar y cómo. Además, la desconfianza que se ha instalado en los mercados financieros y entre sus intervinientes multiplica por dos los efectos de esta crisis", afirma Diego López Abellán, socio de Accenture.

Este desconcierto provocará que el ajuste sea más brusco. Para Esteban Sánchez, de AFI, "el volumen de activos que se ha generado en torno a productos subprime ha sido de tal magnitud (se calcula que hay más de 900.000 millones en créditos concedidos a personas insolventes y posteriormente empaquetados para ser vendidos a institucionales) que su impacto es desconocido. Y no hay que olvidar los efectos de segunda ronda, con todos los depósitos estructurados que puede haber implicados".

La consecuencia será una reducción en el número de jugadores, aunque más acusada en unos mercados que en otros (EEUU todavía tiene pendiente culminar el proceso de concentración del sector financiero a pesar de que el volumen de entidades ha descendido de 20.000 a 9.000), así como notables cambios en los primeros puestos del ranking mundial. Algo que ya ha sucedido otras veces, como cuando a finales de los noventa los grandes bancos japoneses cedieron los primeros lugares en la clasificación a los británicos o cuando el gigante Citi, fruto de varias fusiones, desplazó a éstos. Ahora, y aunque la fotografía definitiva aún no está preparada, se espera que el baile de puestos sea aún más patente. De momento, el desplome de las cotizaciones ha mermado a la mitad la capitalización de muchos de los grandes bancos, dejándoles, a merced de sus rivales. La adquisición de Bear Stearns por JPMorgan, así como la llevada a cabo por Bank of America de Merrill Lynch, son una muestra de ello. También Barclays ha aprovechado la coyuntura para comprar el área de corretaje de Lehman. Y todavía quedan muchos candidatos.

Según Robert Tornabell, los más susceptibles de ser absorbidos son aquellas entidades que tengan unas ratios de morosidad por encima del 6%, junto a los que hayan agotado las líneas de financiación de los bancos centrales y no puedan renovarlas por falta de activos y los que no cuenten con una rentabilidad sobre recursos propios del 10% como mínimo. Tornabell añade que también están más expuestos a recibir una opa los bancos que hayan perdido ya en Bolsa más de un 40% de su valor por la desconfianza de los inversores y cuya calidad de activos sea buena. En esta reordenación del mapa bancario mundial, Santander y BBVA están bien colocados en la parrilla de salida, aunque sólo el grupo que preside Emilio Botín ha enseñado sus cartas. Hace unos meses se hizo con el británico Alliance & Leicester y acaba de reconocer haber participado en la puja por Postbank. En general, los expertos esperan que aumenten las fusiones transnacionales, un proceso que arrancó con lentitud con la puesta en marcha del euro pero que aún no se ha materializado.

"El panorama bancario en Suiza cambiará y no se descarta una fusión entre los grandes. En Europa, los más afectados son los ingleses por la crisis del mercado inmobiliario, mientras que los alemanes están capeando mejor el temporal. Los franceses, salvo Natixis, también, aunque en un primer momento recibieron el impacto de la crisis", afirma Ignacio Cantos, director de renta variable de Atlas Capital. Este experto no ve descabellado que alguna de las entidades estadounidenses que sobreviva a las turbulencias, como Bank of America, irrumpa en el mercado europeo.

Los economistas añaden que también se producirá un cambio en algunos modelos bancarios. "Se valorará más el modelo de banca comercial; antes algo infravalorado. Además, se pondrán en duda algunos de los valores en los que se sustentaba la banca de inversión independiente. Y es probable que algunas entidades opten por separar sus unidades de banca de inversión de la comercial y la gestión de grandes patrimonios", asegura Jorge Soley, profesor de dirección financiera del IESE.

Un puzzle, en definitiva, que tardará bastante tiempo en recomponerse…

– Bush pide al Congreso 700.000 millones de dólares para rescatar al sistema financiero (Cinco Días – 20/9/08)

El presidente de EEUU, George W. Bush, defendió hoy la contundencia de la intervención que va a realizar su gobierno para mitigar la crisis, que podría suponer 700.000 millones de dólares, y dijo que es un "precio grande para un problema grande".

Bush, que compareció en la Casa Blanca junto al presidente de Colombia, Álvaro Uribe, aseguró que no ha querido ser "tímido" en la acción contra la crisis, y se mostró confiando en que el Congreso apruebe "pronto" el paquete de medidas que negocia con el Gobierno.

El Ejecutivo de George W. Bush, la Reserva Federal y el Congreso están embarcados desde el jueves por la noche en la negociación de un paquete de medidas contundente que mitigue la actual crisis financiera, que en los últimos días ha sacudido con intensidad los mercados mundiales.

El propio presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, se dirigió ayer a un grupo de Congresistas y les dijo, a puerta cerrada, que la economía estadounidense se precipitaba a un "cataclismo" si no se actuaba pronto, según informa hoy "The New York Times".

La medida más importante que hay sobre la mesa es el plan para que el Tesoro recompre los activos dañados que tienen en su cartera las entidades financieras estadounidenses, debido a la crisis de las hipotecas "basura" y a la caída de los precios de las casas.

Algunos congresistas han afirmado que este plan podría suponer el desembolso de entre 500.000 y un billón de dólares, aunque algunos medios financieros hablan de 700.000 millones, en lo que supondría la mayor intervención pública desde la Gran Depresión de los años 30.

Hoy, Bush no quiso confirmar esta cifra, pero sí reconoció que el tamaño económico del paquete que lanzará el Gobierno debe ser monumental, porque le preocupa el impacto que la crisis financiera pueda tener en el resto de la economía. "El riesgo de no hacer nada supera el riesgo del (montante) del paquete. Con el tiempo, recuperaremos parte de este dinero", afirmó.

El presidente reconoció en su comparecencia que su Gobierno, tradicionalmente un firme defensor del libre mercado, sea criticado ahora por las fuertes medidas intervencionistas para corregir los desajustes del mercado.

Según explicó, "cambié de parecer cuando me informaron los expertos de la gravedad significativa de este problema. Se actuó para evitar el descalabro total". "Tome la decisión con los expertos -dijo- y a largo plazo estaremos bien".

Por otra parte, en su discurso radiofónico de los sábados, Bush indicó que "nuestro sistema de libre empresa se basa en la convicción de que el gobierno federal debe intervenir en el mercado sólo cuando es necesario".

"Dada la situación precaria de nuestro mercado financiero -y su vital importancia en la vida cotidiana del pueblo estadounidense- la intervención del gobierno no sólo se justifica, sino que es esencial", explicó. El presidente defendió en el discurso el paquete de medidas, y se mostró confiando en que "a largo plazo, los estadounidenses pueden tener seguridad en nuestra solidez económica".

(Nota del autor: En este Anexo (del Aniversario) he intentado no introducir comentarios personales. Creo que los artículos y documentos resultan suficientemente elocuentes como para que, con el sólo subrayado de algunos párrafos, puedan ustedes guiarse y sacar sus propias conclusiones. No obstante ello, el siguiente artículo, con la firma de Jesús Cacho, no sólo merece una especial atención, de allí el subrayado total, además de mi aplauso y admiración, sino que puede servir también para confirmar, tarde, muy tarde tal vez, muchos de mis debates, postulados y propuestas. Tras años de ultraliberalismo fundamentalista, los mercados constatan que el Gobierno -y la regulación- no es el problema, es la solución… Viejas y queridas causas perdidas o la amargura de la victoria. Sólo queda ver algunos de los "Superclass" en la cárcel… Gracias, Don Jesús Cacho por iluminar el camino y continuar dando caña. He aprendido mucho, con usted, en los 20 años que llevo siguiendo sus artículos y libros.)

– San Mercado contra el Imperio del Mal (El Confidencial – 21/9/08)

(Por Jesús Cacho)

"Este Paulson me parece un tío cojonudo". Quien así se manifestaba, hace apenas 24 horas, es un economista español de pura cepa y más de derechas que el caballo de Santiago, encantado con la orgía intervensionista desplegada por la Administración Bush. El mundo al revés. Mientras la progresía patria despotrica contra la intervención del Estado en la economía, porque es USA, claro está, y es el malvado Bush, la derechona bate palmas entusiasmada. El fin del paradigma y al cubo de la basura las teorías económicas que acompañaron nuestros años mozos. Todo patas arriba. "Ni un minuto más podíamos seguir con esta incertidumbre en los mercados", decía, en rueda de prensa, el secretario del Tesoro de USA. ¿Y eso cuánto va a costar?, preguntaba un emocionado periodista. "Cientos de miles de millones de dólares", respondía rotundo. Sin especificar. Sin cálculo posible. Cientos de miles. "Este es un gran sacrificio para el taxpayer americano", aclaraba el mister, "pero la alternativa era infinitamente peor para ese taxpayer".

¿Cómo puede ser que un entramado financiero y bancario, sometido a todo tipo de controles, inspecciones, auditorias, agencias de rating, medios de comunicación, etc., haya devenido en este gran fiasco? ¿Qué ha pasado aquí? "Se ha demostrado que el sistema regulatorio estaba obsoleto, lo que ha hecho posible estas irregularidades", responden en la Reserva Federal. El controlado caminando siempre por delante del controlador. El delincuente, siempre por delante de la ley. "Y yo les garantizo que esto no va a volver a pasar", remacha Paulson, ex Goldman Sachs, y una carcajada universal recorre las cuatro esquinas del planeta. ¿Será capaz el trío Bush, Bernanke y Paulson de acabar con los sueldos astronómicos, las indemnizaciones millonarias y los bonus escandalosos que se reparte un ramillete de CEO"s?

Un puñado de altos ejecutivos, seguramente no más de 50 personas al frente de la gran banca comercial y de negocios, hace y deshace a su antojo, poseídos de esa "fatal arrogancia" de la que hablaba Hayek, con la vista puesta en el enriquecimiento ilimitado. Tras asegurar que llamar "economía de mercado" al sistema en el que vivimos carece de sentido, J. K. Galbraith (La economía del fraude inocente) prefiere bautizarlo como sistema corporativo: "Que nadie lo dude: en cualquier empresa suficientemente grande, los accionistas, esto es, los propietarios, y sus supuestos representantes, los miembros del consejo de administración, están subordinados por completo a la dirección. Aunque parezca que es el propietario quien detenta la autoridad, este no tiene en realidad ningún poder. Una vez más estamos ante un fraude aceptado".

Lo advirtió el ex ministro francés Raymond Barre, un liberal de tomo y lomo: "el sistema financiero internacional no cuenta con medios institucionales propios para enfrentar los desafíos de la globalización y la apertura general de los mercados". En la misma línea se expresó Butros Ghali, ex secretario general de la ONU: "la realidad del poder mundial escapa totalmente del control del Estado. La globalización implica el surgimiento de nuevos poderes que trascienden las estructuras estáticas". Frente a ese ramillete de avariciosos chairman dispuestos a empaquetar hipotecas basura y venderlas por el ancho mundo contaminando el sistema financiero internacional para poder cobrar sus bonus, el ciudadano, el simple consumidor, está inerme, víctima de una avalancha de noticias que, en la aldea global, le impide saber cuándo y cómo llegará esa próxima recesión que le pondrá en el paro. Lo dijo nuestro Gracián: "Vívese lo más de información, es lo menos lo que vemos: vivimos de fe ajena. Es el oído puerta segunda de la verdad y principal de la mentira".

Decía también Gracián que "la Verdad siempre llega la última y tarde, cojeando, con el Tiempo…". Los mercados han reaccionado con una euforia desmedida a la operación rescate de Bush & Co., mientras San Mercado se bate en retirada, víctima del avance imparable del Imperio del Mal, el intervencionismo del Gobierno americano. "Los bancos centrales, el propio Tesoro USA, son monopolios públicos gestionados por políticos dispuestos a seguir echando leña al fuego a base de inyectar liquidez", asegura un irreductible liberal madrileño. "El intervencionismo de los poderes públicos ha demostrado hasta la saciedad su ineficacia. El ajuste, la purga a tanto exceso, tendrá que hacerla el mercado y eso significa, en USA y en España, liquidación de activos, fusiones y adquisiciones y quiebras. San Mercado no está muerto"…

– Tres folios para cambiar el mundo (El País – 21/9/08)

La propuesta legislativa enviada ayer al Congreso de Estados Unidos recoge en unos tres folios los amplios poderes que se pretenden otorgar al secretario del Tesoro para salvar al sistema financiero. A continuación se ofrece un amplio resumen del texto.

(…) Sec 2. Compras de activos relacionados con hipotecas.

(a) Autoridad para comprar. El secretario (del Tesoro) está autorizado a comprar, (…) en los términos y condiciones que determine el secretario, activos relacionados con hipotecas de cualquier institución financiera que tenga su sede en EEUU.

(b) Acciones necesarias. El secretario está autorizado a emprender las acciones que el secretario considere necesarias para llevar a cabo las medidas autorizadas en esta ley, que incluyen, sin limitaciones:

(1) nombrar a los empleados que sean necesarios (…) y definir sus obligaciones;

(2) firmar contratos, incluidos contratos de servicios (…) sin tener en cuenta ninguna otra disposición legal sobre contratos públicos;

(3) designar instituciones financieras como agentes financieros del Gobierno, que realizarán todas las tareas razonables derivadas de esta ley, (…) que puedan ser necesarias;

(4) establecer vehículos que estén autorizados y sujetos a la supervisión del secretario para comprar activos relacionados con hipotecas y emitir bonos; y

(5) elaborar las normativas y directrices que puedan ser necesarias o apropiadas para definir los términos y llevar a cabo las medidas autorizadas en esta ley.

Sec. 3. Consideraciones. En el ejercicio de las autoridades otorgadas por esta ley, el secretario tendrá en consideración los medios para (1) proporcionar estabilidad o evitar perturbaciones en los mercados financieros y el sistema bancario; y (2) proteger al contribuyente.

Sec. 4. Informes al Congreso. En el plazo de tres meses desde el primer ejercicio de los poderes concedidos en la sección 2(a), y con carácter semi-anual a partir de ese momento, el secretario informará a los Comités de Presupuesto, Servicios Financieros y Recursos de la Cámara de Representantes, y los de Presupuestos, Finanzas y Banca, Vivienda y Asuntos Urbanos del Senado, sobre los poderes ejercidos en virtud de esta ley y las consideraciones exigidas en la sección 3.

Sec. 5. Derechos; Administración; venta de activos relacionados con hipotecas.

(a) Ejercicio de derechos. El secretario puede, en cualquier momento, ejercer cualquier derecho recibido (…).

(b) Administración de activos. El secretario tendrá autoridad para administrar los activos (…) incluidos los ingresos y riesgos de cartera derivados de ellos.

(c) Venta de activos relacionados con hipotecas. El secretario puede, en cualquier momento, con arreglo a términos y condiciones determinados por el secretario, vender, acordar préstamos de valores, transacciones de recompra o cualquier otra transacción financiera (…)

(d) Aplicación de Sunset (fin del periodo de vigencia de una ley extraordinaria) (…). La autoridad del secretario para conservar cualquier activo relacionado con hipotecas (…) antes de la fecha límite en la sección 9, o para comprar o dotar la compra (…) en virtud de un compromiso firmado antes de la fecha límite en la sección 9, no está sujeta a las disposiciones de la sección 9.

Sec. 6. Máximo importe de compras autorizadas. (…) No podrá superar la cantidad de 700.000.000.000 dólares (…).

Sec. 7. Dotación. (…) El secretario puede emplear los beneficios de las ventas de cualquier valor emitido en virtud del capítulo 31 del título 31 del Código Federal de Estados Unidos, y los propósitos para los que pueden emitirse valores en virtud del capítulo 31 del título 31 del Código Federal de Estados Unidos quedan ampliados para incluir las acciones autorizadas en esta ley, incluido el pago de los gastos de administración. Cualquier dinero gastado en acciones autorizadas por esta ley, incluido el pago de los gastos de administración, se considerará apropiado (…).

Sec. 8. Inspección. Las decisiones del secretario (…) están libres de inspección, dependen de la discreción del organismo y no están sujetas a la inspección de ningún tribunal ni organismo del Gobierno.

Sec. 9. Fin del periodo de autorización. Los poderes otorgados por esta ley, con la excepción de los poderes otorgados en las secciones 2(b)(5), 5 y 7, quedarán rescindidos a los dos años de la fecha de entrada en vigor de esta ley.

Sec. 10. Aumento del límite estipulado para la deuda pública. (…..) 11.315.000.000.000 dólares (frente a los 10,6 billones actuales).

Sec. 11. Reforma del crédito. Los costes de las compras (…) en virtud de la sección 2(a) (…) se determinarán con arreglo a la Ley Federal de Reforma del Crédito de 1990, como sea apropiado.

Análisis: Primer plano – El fin del juego de la crisis (El País – 21/9/08)

(Por Paul Krugman)

El domingo, el secretario del Tesoro, Henry Paulson, intentó trazar una línea en la arena contra rescates adicionales de entidades financieras en crisis; cuatro días después, frente a una crisis financiera fuera de control, muchos en Washington parecen haber decidido que el Gobierno no es el problema, es la solución. Lo impensable -una asunción estatal de mucha de la deuda contaminada del sector privado- se ha convertido en lo inevitable.

Así es la historia hasta aquí: el auténtico shock tras el fracaso de la Fed en el rescate de Lehman no fue el desplome del Dow Jones, fue la reacción de los mercados crediticios. Básicamente, los prestamistas se pusieron en huelga: los inversores agotaron las existencias de deuda pública de Estados Unidos, que todavía se percibe como la más segura de todas las inversiones -¿si el Gobierno se va a la quiebra, cuánto puede valer cualquier otra cosa?-, y eso a pesar de que prácticamente no daba rentabilidad alguna, mientras que los prestatarios privados se quedaban ahogados.

Los bancos son normalmente capaces de prestarse dinero entre sí a tipo de interés sólo ligeramente por encima de las letras del Tesoro. Pero el jueves por la mañana, el tipo de interés interbancario medio era del 3,2%, mientras que el tipo de interés de los títulos del Tesoro a ese plazo era del 0,05%. No, no es un error de imprenta.

Esta huida hacia lo seguro ha cortado el crédito de muchos negocios, incluyendo el de los principales actores de la industria financiera, y eso, a su vez, nos conduce a nuevas grandes quiebras y más pánico. También está deprimiendo el gasto de las empresas, un mal asunto cuando las señales apuntan que la contracción económica se está agudizando.

Y la Reserva Federal, que normalmente asume el liderazgo en la lucha contra las recesiones, no puede hacer mucho esta vez, porque las herramientas tradicionales de política monetaria han perdido su eficacia. Normalmente, la Fed responde a la debilidad económica comprando letras del Tesoro, con el fin de hacer caer los tipos de interés. Pero a efectos prácticos, el tipo de interés de esos títulos es cero; ¿qué más puede hacer la Fed?

Bueno, puede prestar dinero al sector privado -y ha estado haciéndolo a una escala impresionante-, pero estos préstamos no han evitado que la situación se deteriore.

Hay sólo un destello de luz en el panorama: los tipos de interés hipotecarios han caído bruscamente desde que el Gobierno federal tomó el control de Fannie Mae y Freddie Mac y garantizó su deuda. Y hay una lección para aquellos preparados para escucharla: las tomas de control estatal pueden ser la única vía para hacer funcionar de nuevo al sistema financiero.

Algunos han estado elaborando esa tesis desde hace tiempo. Más recientemente, el antiguo presidente de la Fed Paul Volcker y otros dos veteranos de crisis financieras pasadas publicaron una carta abierta en The Wall Street Journal señalando que la única manera de evitar "la madre de todas las contracciones crediticias" es crear una nueva agencia estatal que "compre todo el papel problemático", es decir, que los contribuyentes asuman los activos dañados generados por el estallido de las burbujas inmobiliaria y crediticia. Viniendo de Volcker, esa propuesta tiene alta credibilidad.

Miembros influyentes del Congreso, incluyendo la senadora Hillary Clinton y el demócrata Barney Frank, presidente del Comité de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes, han estado manejando argumentos similares. Y el jueves, el senador Charles Schumer, presidente del Comité de Finanzas del Senado (y partidario de crear una nueva agencia para resolver la crisis) dijo a los periodistas que "la Reserva Federal y el Tesoro se están dando cuenta de que necesitamos una solución más integral".

El presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, y Paulson se reunieron el jueves por la noche con los líderes del Congreso para debatir una "aproximación integral" al problema.

No sabemos todavía en qué consistirá esa "aproximación integral". Ha habido esperanzadoras comparaciones con el rescate financiero ejecutado por el Gobierno sueco a principios de los noventa, un rescate que supuso la toma de control pública temporal de una gran parte del sistema financiero del país. No está claro, sin embargo, si las autoridades de Washington están preparadas para ejercer un grado semejante de control.

Y si no lo están, éste podría convertirse en la clase equivocada de rescate, un salvamento de los accionistas y del mercado, librando a la industria financiera de los efectos de su propia avaricia.

Más aún, incluso un rescate bien diseñado costaría un montón de dinero. El Gobierno sueco dedicó el 4% de su producto interior bruto, lo que en nuestro caso serían unos 600.000 millones de dólares, si bien la carga final para los contribuyentes suecos fue mucho menor, porque el Gobierno fue ocasionalmente capaz de vender los activos que había adquirido, a veces con un agradable beneficio.

Pero no merece la pena lloriquear (disculpe, senador Gramm) sobre las perspectivas de un plan de rescate financiero. El sistema político de hoy en día en Estados Unidos no va a seguir el infame consejo que Andrew Mellon (secretario del Tesoro de Estados Unidos de 1921 a 1932, durante el crash de 1929 que condujo a la gran depresión) le dio a Herbert Hoover (presidente de Estados Unidos de 1929 a 1933): "Liquida la mano de obra, liquida las acciones, liquida a los granjeros, liquida los bienes raíces". El gran rescate se acerca; la única duda es si se hará bien.

(Paul Krugman es profesor de Economía en la Universidad de Princeton. (c) 2008 New York Times Service)

Entrevista: Primer plano Joseph Stiglitz Premio Nobel de Economía – "La crisis de Wall Street es para el mercado lo que la caída del muro de Berlín fue para el comunismo" (El País – 21/9/08)

(Por Nathan Gardels)

Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía en 2001, sostiene que la crisis de Wall Street pone de manifiesto que el modelo de fundamentalismo de mercado no funciona. En su opinión, la crisis que ha sacudido Wall Street la última semana es para ese modelo el equivalente a lo que fue la caída del muro de Berlín para el comunismo. Stiglitz critica la complejidad de los productos financieros que han provocado la crisis y los incentivos al riesgo de los sistemas de retribución de los directivos.

Pregunta. Barack Obama afirma que el hundimiento de Wall Street es la mayor crisis financiera desde la gran depresión. John McCain dice que la economía está amenazada, pero es básicamente fuerte. ¿Cuál de ellos tiene razón?

Respuesta. Obama se acerca mucho más a la verdad. Sí, Estados Unidos tiene talentos, grandes universidades y un buen sector de alta tecnología. Pero los mercados financieros desempeñan un papel muy importante; supusieron en los últimos años el 30% de los beneficios empresariales. Los directivos de los mercados financieros han cosechado esos beneficios con el argumento de que ayudaban a gestionar el riesgo y a asignar el capital con eficacia, y afirmaban que por eso "merecían" unos rendimientos tan altos. Se ha demostrado que no es cierto. Lo han gestionado todo mal. Ahora el tiro les ha salido por la culata, y el resto de la economía pagará porque las ruedas del comercio se ralentizan debido a la quiebra del crédito. Ninguna economía moderna puede funcionar bien sin un sector financiero vibrante.

De modo que el diagnóstico de Obama, cuando dice que nuestro sector financiero está en un estado deplorable, es correcto. Y si está en un estado deplorable, significa que nuestra economía está en un estado deplorable. Aunque no observásemos la conmoción financiera, sino la deuda doméstica, nacional y federal, el problema es serio. Nos estamos ahogando. Si observamos la desigualdad, que es la mayor desde la gran depresión, el problema es serio. Si observamos el estancamiento de los salarios, el problema es serio. La mayor parte del crecimiento económico de los últimos cinco años se basaba en la burbuja de la vivienda, que ahora ha estallado. Y los frutos de ese crecimiento no se repartieron ampliamente. En resumen, los cimientos no son buenos.

P. ¿Cuál debería ser la respuesta política al hundimiento de Wall Street?

R. Está claro que no sólo necesitamos volver a regular, sino también rediseñar el sistema regulador. Durante su reinado como jefe de la Reserva Federal en la que surgió esta burbuja hipotecaria y financiera, Alan Greenspan tenía muchos instrumentos a su alcance para frenarla, pero no lo consiguió. Después de todo, Ronald Reagan le escogió por su actitud contraria a la regulación.

A Paul Volcker, el anterior presidente de la Reserva Federal, conocido por mantener la inflación bajo control, le cesaron porque el Gobierno de Reagan no creía que fuera un liberalizador adecuado.

Por consiguiente, nuestro país ha sufrido las consecuencias de escoger como regulador supremo de la economía a alguien que no creía en la regulación. De modo que para corregir el problema, lo primero que necesitamos son líderes políticos y responsables que crean en la regulación. Además, necesitamos establecer un sistema nuevo, capaz de soportar la expansión de las finanzas y los instrumentos financieros mejor que los bancos tradicionales.

Por ejemplo, necesitamos reglamentar los incentivos. Las primas tienen que pagarse basándose en los resultados de varios años, y no de un solo año, porque esto último fomenta las apuestas. Las opciones de compra de acciones fomentan la adulteración de la contabilidad y hay que frenarlas. En resumen, ofrecimos incentivos para que se diese un mal comportamiento en el sistema, y nos salimos con la nuestra.

También necesitamos frenos, bandas sonoras. Históricamente, todas las crisis financieras han estado asociadas con una expansión muy rápida de determinados tipos de activos, desde los tulipanes hasta las hipotecas. Si frenamos eso, podremos impedir que las burbujas se descontrolen. El mundo no desaparecería si las hipotecas creciesen un 10% y no un 25% anual. Conocemos tan bien el patrón que deberíamos poder hacer algo para dominarlo. Ante todo, necesitamos una comisión de seguridad de los productos financieros, como la que tenemos para los productos de consumo. Los financieros estaban inventando productos que no gestionaban el riesgo, sino que lo producían.

Por supuesto, creo firmemente en una mayor transparencia. Sin embargo, desde el punto de vista de los criterios reguladores, estos productos eran transparentes en un sentido técnico. Pero eran tan complejos que nadie los entendía. Aunque se hicieran públicas todas las cláusulas de estos contratos, no le habrían aportado a ningún mortal información útil sobre el riesgo.

Demasiada información equivale a nada de información. En este sentido, quienes piden más revelaciones como solución al problema no entienden la información. Si uno compra un producto, lo que necesita es conocer el riesgo, así de sencillo. Ésa es la cuestión.

P. Los activos hipotecarios que han provocado el caos están en manos de bancos o fondos soberanos de China, Japón, Europa y el Golfo. ¿Cómo les afectará esta crisis?

R. Es cierto. Las pérdidas de las instituciones financieras europeas por las hipotecas subprime han sido mayores que en Estados Unidos. El que Estados Unidos diversificase estos activos hipotecarios entre tenedores de todo el mundo gracias a la globalización de los mercados ha suavizado de hecho el impacto en Estados Unidos. Si no hubiéramos diseminado el riesgo por todo el mundo, la crisis sería mucho peor. Una cosa que ahora se entiende, a consecuencia de esta crisis, es la información asimétrica de la globalización. En Europa, por ejemplo, no se sabía muy bien que las hipotecas estadounidenses son hipotecas sin recurso: si el valor de la casa baja más que el de la hipoteca, uno puede devolverle la llave al banco y largarse. En Europa, la casa sirve de garantía, pero el prestatario sigue endeudado por la cantidad debida, pase lo que pase.

Éste es uno de los peligros de la globalización: el conocimiento es local, porque uno sabe mucho más de su propia sociedad que de las otras.

P. ¿Cuál es entonces en último término el impacto del hundimiento de Wall Street en la globalización regida por el mercado?

R. El programa de la globalización ha estado estrechamente ligado a los fundamentalistas del mercado: la ideología de los mercados libres y de la liberalización financiera. En esta crisis, observamos que las instituciones más basadas en el mercado de la economía más basada en el mercado se vienen abajo y corren a pedir la ayuda del Estado. Todo el mundo dirá ahora que éste es el final del fundamentalismo del mercado. En este sentido, la crisis de Wall Street es para el fundamentalismo del mercado lo que la caída del muro de Berlín fue para el comunismo: le dice al mundo que este modo de organización económica resulta insostenible. Al final, dicen todos, ese modelo no funciona. Este momento es señal de que las declaraciones de liberalización del mercado financiero eran falsas.

La hipocresía entre el modo en el que el Tesoro estadounidense, el FMI y el Banco Mundial manejaron la crisis asiática de 1997, y el modo en que se está manejando ésta, ha acentuado dicha reacción intelectual. Ahora los asiáticos dicen: "Un momento, a nosotros nos dijisteis que imitásemos a Estados Unidos que vosotros sois el modelo. Si hubiéramos seguido vuestro ejemplo, ahora estaríamos en el mismo lío. Vosotros tal vez podáis permitíroslo. Nosotros, no".

((c) Global Viewpoint. Distribuido por Tribune Media Services)

– ¿El fin del capitalismo "salvaje"? (El Mundo – 21/9/08)

(Por Pablo Pardo / Washington)

El Monumento a Franklin Delano Roosevelt no está entre los lugares más llamativos del Mall, el inmenso parque que rodea el Capitolio y la Casa Blanca, en el centro de Washington. Eso se debe, en parte, a que no es un edificio de aspecto monumental, sino que está formado por una serie de muros de piedra con algunas frases célebres del presidente grabadas en ellos, de pequeños estanques y de esculturas. Entre ellas, una estatua de Roosevelt, el hombre que sentó las bases del Estado de Bienestar en EEUU. Y otra de cuatro hombres en fila india en una de las llamadas "colas del pan": las acumulaciones de personas que, en la Gran Depresión de los años 30, esperaban pacientemente en las casas beneficencia.

El Monumento a Roosevelt es también poco conocido porque, en un parque que ocupa la superficie de 500 campos de fútbol, está en una esquina. Es como si los estadounidenses no quisieran recordar no sólo la Gran Depresión, sino a Roosevelt. Y en cierto modo así es. Desde finales de los años 70, con Jimmy Carter, Estados Unidos se ha ido alejando progresivamente del modelo económico de Roosevelt. El país ha avanzado por la desregulación, y la mayor parte de los programas del New Deal (El nuevo trato) rooseveltiano sólo han sido expandidos cuando las necesidades políticas lo requerían. Por ejemplo, por George W. Bush en 2004, cuando reforzó las ayudas a la compra de fármacos por los jubilados en un claro esfuerzo de ganarse su voto. Pero nunca por ideología. El mayor ataque al New Deal probablemente llegó el 3 de noviembre de 2004, cuando Bush, tras ganar las elecciones declaró: "Tengo capital político. Y voy a gastarlo". No hablaba de una guerra con Irán o de poner al hombre en Marte. Su mensaje era otro. Estados Unidos iba a privatizar la joya del New Deal: el sistema público de pensiones. El Estado de Bienestar se iba a acabar para siempre.

Menos de cuatro años después, Bush gastaba el viernes por la mañana todo el capital político que le quedaba en la mayor intervención de los poderes públicos en la economía de la historia: un gigantesco plan para que el Estado asumiera los activos no líquidos de todo el sistema financiero estadounidense. Washington se hacía, así pues, cargo de gran parte de la deuda hipotecaria que ha llevado a las entidades financieras de todo el mundo a registrar minusvalías de más de 350.000 millones de dólares en 13 meses. Pero además, EEUU limitaba la venta a corto de acciones, es decir, la posibilidad de que un inversor apueste por que el precio de un titulo va a bajar. Y el presidente de Estados Unidos anunciaba que las inversiones en fondos de dinero, que invierten en deuda a corto plazo, estarán garantizadas por la FDIC, el equivalente del Fondo de Garantía de Depósitos, una institución creada por Roosevelt.

Así que Bush, el liberal, ha acabado dirigiendo la mayor intervención del Estado en la economía de la historia. Una intervención que va a salir, según el secretario del Tesoro (y ex presidente de Goldman Sachs, un gigante de Wall Street cuyo futuro ahora tampoco está claro) «por cientos de miles de millones de dólares». Pero miembros del Congreso, citados por la publicación especializada Político, ya elevaban ayer la factura para el contribuyente a un billón de dólares, o 700.000 millones de euros. Súmese esa cantidad a los 900.000 millones que ya van a costar las medidas aprobadas por la Casa Blanca y el Congreso y 13 meses de crisis financiera le habrán salido al contribuyente estadounidense más de tres veces más caros que cinco años y medio de Guerra en Irak.

El plan llega, además, tras la mayor nacionalización de la historia, que tuvo lugar el 4 de septiembre, cuando el Estado rescató las agencias hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac a un coste de 200.000 millones de dólares. Y tras la alambicada operación del miércoles en virtud de la cual la Reserva Federal se hizo con el control de AIG, la tercera mayor aseguradora del mundo, aunque no de todo su capital, sino tan solo del 79,9%, con lo que, desde el punto de vista contable, no lo tiene que consolidar en sus balances. En otras palabras: Washington no sólo ha decretado barra libre a cuenta del contribuyente. También ha puesto en marcha su propia ingeniería financiera para combatir la ingeniería financiera de Wall Street.

Así que George W. Bush se ha convertido en el mayor intervencionista de la historia. Es algo, en cierto sentido, comprensible, porque su retórica del libre mercado nunca se ha correspondido con la realidad de muchos de sus actos ni con la filosofía económica de algunos de sus asesores. Ahí está, por ejemplo, Wayne Angell, ex miembro de la Reserva Federal y principal asesor económico del vicepresidente Dick Cheney, a quien no se le ha ocurrido mejor cosa que justificar la intervención del Estado en la economía con una frase alegando que «la Reserva federal tiene un balance ilimitado». Efectivamente, Angell está en lo cierto. La Fed puede imprimir todo el dinero que quiera. A cambio, eso sí, puede sepultar a EEUU en una hiperinflación.

Esa actitud contradictoria se ha reflejado en el plan de rescate, que ha irritado a los hedge funds, a los líderes del mercado, a los contribuyentes, a los liberales y a los intervencionistas.

Todos tienen algún motivo de queja. Los hedge funds se quejan de la prohibición de venta a corto, que van a llevar a los tribunales, ya que consideran que es casi tanto como decir que se prohíbe vender acciones. Los liberales lo ven como un nuevo intervencionismo de unos poderes públicos que primero alentaron la burbuja inmobiliaria con una política monetaria ultra expansiva. Y también recuerdan que la masiva impresión de dinero que la Reserva Federal está haciendo para inyectar liquidez en el sistema, unida a la explosión del déficit público necesario para financiar estos rescates, va a acabar siendo pagada por el consumidor en forma de mayor inflación y un dólar más débil. Los defensores de un papel fuerte del Estado en la economía recuerdan que la Administración Bush puso todo el énfasis en la autorregulación del mercado y lamentan que este rescate no impide casos como el de Stan O'Neal que, tras quebrar el banco de inversión Merrill Lynch, se llevó una indemnización de 188 millones de dólares cuando lo echaron del banco, en diciembre pasado.

El plan no ha sido motivado por la ideología. Lo ha sido por el pánico. El jueves por la tarde, antes de que se empezara a filtrar la decisión de la Casa Blanca de intervenir, Robert, de 44 años, licenciado en Empresariales se preguntaba si sus ahorros "están seguros". La posibilidad de un pánico que provocara una retirada masiva de depósitos de los bancos de la primera economía mundial no era impensable.

Esa combinación de terror y caos era resumida por Hugo Dixon y Edward Hadas en Breakingviews.com el viernes, "las buenas noticias son que los políticos, los reguladores, los banqueros centrales, y los líderes del mercado estaban tan asustados que estaban dispuestos a llegar a cualquier acuerdo. Las malas noticias, que esto va a ser engañoso, caro y con un enorme riesgo moral". Efectivamente: a partir de ahora, queda claro que si una empresa financiera es lo suficientemente grande y lo hace lo suficientemente mal para caer, siempre podrá contar con el respaldo del Estado. Y el plan de rescate no soluciona las tendencias kamikazes de Wall Street o de las familias estadounidenses, como su incapacidad manifiesta para el ahorro.

Al final, la solución a todos esos problemas que amenazaban con llevarse por delante la economía mundial ha sido este plan. Acaso no fuera posible hacer otra cosa. El éxito del mercado es lo que ha hecho imposible una solución a la antigua usanza, como cuando estalló la crisis de la deuda latinoamericana a principios de los años 80: juntar en una mesa a los banqueros y a los acreedores y hacerles llegar a un acuerdo de caballeros. Hoy el mercado tiene miles de agentes y ninguno de ellos posee la capacidad de influir de forma decisiva en los acontecimientos.

Al final, cada operador tiene sus propias armas de destrucción masiva. Así lo veía el miércoles el consejero delegado de Fusion IQ, una consultora de Wall Street, Barry Ritholtz, en una explicación "para el lego" en la cadena de televisión Cmedy Central: "Lehman era como el niñito que está tirando de la cola a un perro. Sabes que el perro le va a morder, pero sólo le va a hacer daño a él. Bear Stearns (el banco que la Reserva Federal entregó a JP Morgan en marzo con 29.000 millones de dólares de dinero público) es el pirómano: el chaval que siempre juega con cerillas y que puede prender la casa y hasta incendiar el barrio entero. Y AIG es el chaval que por casualidad entra en un laboratorio de guerra biológica, encuentra un montón de frascos sin etiquetas, los coge y se va a al parque a jugar con ellos".

Así pues, no estamos en un mercado, sino en un campo de tiro. Y acaso ésa sea la mayor crítica que se ha formulado a las autoridades económicas estadounidenses: el paquete de ayuda es sólo una solución temporal y apresurada. Y sus efectos serán sólo temporales. Pero los tiempos han cambiado y no parece que hoy nadie vaya a crear un nuevo marco regulatorio que reduzca el riesgo de estas catástrofes de forma significativa y modernice los sistemas de supervisión de forma efectiva. Desde su pequeño y recóndito Monumento, Roosevelt sigue, 64 años después de su muerte, dirigiendo la política económica de Estados Unidos.

– La urgente reforma de la raíz del caos (Cinco Días – 22/9/08)

(Por Ana B. Nieto)

Hay un misterioso ciclo en el curso de los eventos humanos. A algunas generaciones se les da mucho. De otras se pide mucho. Esta generación de americanos tiene una cita con el destino'. Con esta frase, Franklin D. Roosevelt se ganó una ovación en el discurso con el que aceptaba repetir como candidato demócrata en 1936. Roosevelt creó el New Deal, la mayor intervención económica en EEUU, y dejó reformas que duran hasta ahora.

Su herencia fue un sistema capitalista con red social y regulado (prestación de desempleo, fondo de garantía de depósitos, Fannie Mae, la SEC, entre otros). Décadas después, y siguiendo el dogma de la desregulación, nadie actualizó esos pilares mientras el sistema se sofisticaba y crecía hasta que los cimientos no han dado más de sí.

El libre mercado está hoy en cuidados intensivos y la intervención que se prepara se compara a la de los treinta. El Gobierno dice que no hay alternativa y parece creíble.

El presidente George Bush dijo el viernes que habrá "oportunidades para debatir el origen del problema pero ahora es momento de solucionarlo". No tan deprisa. Es posible que muchos contribuyentes quieran que su Gobierno identifique inmediatamente los problemas y los solucione mientras escribe cheques con la otra mano ¿Para qué esperar? Tras la debacle del LTCM hubo un compromiso para regular los hedge funds que se quedó en nada.

Es vital que el Gobierno deje clara su intención de arreglar un problema cuya base es una cadena de incentivos para generar riesgos de los que en última instancia no se ha hecho responsable nadie porque han pasado de mano en mano hasta que al último, cómplice en la cadena, le han explotado. Así, el riesgo se desboca.

Roosevelt dijo que solo había que temer al miedo y pidió sacrificios. A los ciudadanos les conviene que los candidatos les recuerden estos dos principios, pero también les tienen que mostrar que se va a la raíz del problema para evitar el mismo error y así reparar, en parte, el agravio moral a unos contribuyentes a los que tanto se les va a pedir.

– El coste económico del "plan Paulson" (Cinco Días – 23/9/08)

Estados Unidos tendrá el respaldo político, si es que lo necesitaba, del resto de las economías para aplicar su plan de rescate del sistema financiero. Pero no tendrá una réplica similar en cada una de las economías del G-7, y menos tras anunciar el fin de semana el propio secretario norteamericano del Tesoro que la agencia que se hará cargo de los fallidos y activos infectados comprará también los adquiridos por los bancos extranjeros. No obstante, el polo europeo del librecambio y la desregulación, el Reino Unido, ya ha puesto dinero público a disposición del sistema financiero para neutralizar los efectos perversos de la crisis cuando intervino el Northern Rock. Además, la semana pasada utilizó toda su influencia para que Lloyds TSB absorbiera a un desahuciado Halifax Bank of Scotland. Y llegado el momento a pocos le quedan dudas de que ninguno de los Gobiernos asiático o europeo esquivará la suprema responsabilidad de intervenir para evitar la caída de un banco y desencadenar un efecto dominó que destruya todo el sistema.

No hay una cuantificación ni aproximada del coste del plan Paulson, más allá de las barajadas por algunos senadores que oyeron su exposición, y que la sitúan nunca por debajo de los 500.000 millones de dólares. Pero la expresión "cientos de miles de millones" todo el mundo la tradujo como "el dinero que haga falta", en el que debe contabilizarse también la nada desdeñable bolsa gastada ya en el rescate de las hipotecarias semipúblicas, el salvamento de la primera aseguradora del mundo (AIG) y de las aseguradoras de bonos municipales (monolines), el dinero despachado para hacer atractiva la compra de Bear Stearns o el coste de pueda derivarse de colaterales admitidos en las financiaciones de la Reserva Federal y que no sean ejecutables.

Pero el coste para Estados Unidos del plan del Tesoro va más allá de su arqueo presupuestario, y numerosas voces ya han alertado del desgaste que sufrirá la economía de EEUU a medio y largo plazo con este programa de salvamento. Pasar de un déficit fiscal de 400.000 millones de dólares como el actual a un desajuste de más de un billón de dólares en un solo ejercicio hay pocas economías que lo aguanten sin reacciones contraproducentes. La emisión de deuda para costear las compras de activos deberá hacerse a un precio razonable para atraer el capital extranjero, con el consiguiente incremento de los tipos de interés y apreciación de la divisa, en un contexto de déficit exterior notable. A largo plazo, por contra, bien podría traducirse en una depreciación del billete verde como mecanismo forzado para equilibrar sus cuentas.

Pero si las consecuencias económicas del plan son una incógnita, Paulson y Bush tenían pocas alternativas. Los riesgos de no haber hecho nada y dejar a la selección natural la solución habrían sido mayores. La cultura económica americana es liberal y ha profanado su propio credo. Pero su carácter pro activo es la mejor garantía de que sacará a la economía de la crisis, a la suya y, por simpatía, a las demás. Pero las demás no pueden cruzarse de brazos. Cada país debe endurecer el tono de exigencia con sus agentes financieros y colaborar en la normalización de la confianza, activo sin el cual nada volverá a ser como antes.

– Diez años del serio aviso que Wall Street olvidó: la quiebra del Long Term Capital Management (LTCM) (El Confidencial – 24/9/08)

(Por Vicente Varó)

La precipitada muerte de la banca de inversión americana quizá se habría evitado si Wall Street no hubiese olvidado una de las lecciones más importantes de la historia de los mercados: la que recibió hace diez años cuando el gigantesco hedge fund Long Term Capital Management (LTCM) estuvo cerca de cortocircuitar el sistema financiero. El desastre de estos últimos días ha sido como una brutal secuela de aquella crisis, en la que esta vez el guionista ha querido dejar finiquitada la trama con la práctica desaparición del sector. Un remake en el que se han repetido errores intrigas, personajes, entidades y escenarios, todo aderezado con enigmáticos requiebros del destino.

– El mal de ojo sobre Bear Stearns

En septiembre de 1998, Jimmy Cane, el presidente de Bear Stearns, se negó a participar en el rescate de LTCM, pese a ser uno de los bancos que había ganado más dinero dando servicio al hedge fund. Su negativa supuso un duro golpe para las negociaciones de rescate que había convocado Will McDonough, presidente de la Reserva Federal de Nueva York. "Esto lo pagará en el futuro, se juró Herb Allison número dos de Merrill Lynch entonces", relata Roger Lowenstein en el libro When Genius Failed. (Cuando los genios cayeron) La fatídica suerte de Bear Stearns ya la saben: fue el primero en caer, comprado con urgencias el pasado marzo por JPMorgan a precio de quiebra y con la ayuda de la Fed.

– En el mismo sitio y casi a la misma hora

Las reuniones que tuvieron lugar hace apenas unos días, el 13 y 14 de septiembre, en el edificio de la Reserva Federal en Nueva York guardan enorme parecido con las mantenidas en la cuarta semana de septiembre de 1998. Los presidentes y consejeros delegados de las grandes entidades de inversión acudieron allí para negociar sobre las fórmulas para garantizar la estabilidad del sistema. Aunque quien manda en Estados Unidos es el presidente de la Reserva Federal, la Fed de Nueva York es la que vigila más de cerca Wall Street. Al final llegaron a un acuerdo bajo los auspicios de McDonough.

– Richard Fuld y Lehman, en la cuerda floja…

En aquellas reuniones cargadas de tensión, en las que los teléfonos echaban humo, Richard Fuld estaba al límite. La culpa la tenían los insistentes rumores sobre la más que posible caída de Lehman Brothers, el banco que presidía, por su exposición a LTCM. Su hado le ha estado esperando todo este tiempo en la puerta de su despacho. Diez años después, Fuld ha tenido que abandonar la nave mientras su barco se hundía camino de la suspensión de pagos.

– …Y Merrill Lynch era el siguiente en la lista

Otra extraña coincidencia. El tercer banco donde los inversores veían más riesgo en 1998 era Merrill Lynch, (precisamente la entidad que había ayudado a John Meriwether, el fundador de LTCM a encontrar los primeros clientes), que en aquellos días de nervios e histeria veía desplomarse su acción sin piedad. La historia se ha vuelto a repetir este septiembre y esta vez el banco no ha tenido más remedio que echarse en los brazos de Bank of America para evitar la suspensión de pagos.

– Las ofertas fantasmas de Buffett

Hace tres semanas, antes de la quiebra de Lehman Brothers se rumoreó que Warren Buffett podía acudir al rescate del banco de inversión. Sin embargo, el oráculo de Omaha desapareció de escena, como también hizo en 1998 cuando se fue a navegar con su amigo Bill Gates. Se fue entonces a los fiordos de Alaska, en alta mar y con poca cobertura, después de hacer una oferta para hacerse a precios de ganga con los activos de LTCM. Algo también muy parecido a la propuesta que hizo en febrero de 2008 para quedarse con los activos de calidad de las aseguradoras monoline, que lógicamente rechazaron la oferta.

– El fracaso de los modelos académicos

John Meriwether, el fundador de LTCM, fue uno de los primeros en contratar a cerebros del prestigioso Massachussets Institute of Technology (MIT) para que aplicaran sus teorías sobre los mercados a la gestión de carteras. Y más en concreto, para que crearan modelos matemáticos que permitieran hacer arbitraje entre los distintos bonos. Primero lo hizo en Salomón Smith Barney, hasta que un escándalo de un miembro de su equipo le hizo abandonar la firma y se lanzó a crear el hedge fund más famoso de la historia.

Para mantener sus teorías, incluso incorporó al equipo a Myrón Scholes y Robert Merton, a la sazón premio Nóbel de Economía. Pero su modelo, basados en la eficiencia de los mercados, falló: sólo era perfecto en los laboratorios, pero no estaba preparado para lo imprevisible, para lo que el autor de best seller y ex broker Nassim Nicolas Thaleb definiría como cisnes negros. La volatilidad histórica de aquel verano le sobrepasó. Sus herederos en las finanzas actuales, los llamados fondos quant, también han encabezado la lista de damnificados por las subprime.

– El detonante: caída de "hedge funds" hiperendeudados

En la actual crisis, el punto de inflexión llegó en junio de 2007 con los problemas de dos hedge funds de Bear Stearns, que se habían sobreapalancado para sacar el máximo al arbitraje de titulizaciones crediticias. Ambos quebraron a principios de agosto provocando el primer estallido de histeria en los mercados. Una secuencia similar a la de 1998, cuando LTCM se vio ahogado por las pérdidas en sus arbitrajes de volalitidad. En su peor momento, llegó a tener activos por más de 100.000 millones (sin contar con la exposición a derivados) con unos recursos propios inferiores a los 1.000 millones.

– La envidia y la codicia: nadie conoce a nadie

El énfasis desmedido por ganar dinero, ignorando los riesgos, ha sido otro nexo. En LTCM, dentro del propio hedge, los socios quisieron quedarse toda la riqueza y llegaron a echar literalmente a algunos clientes; y entre la banca de inversión que hacía negocios con ellos, que estaba dispuestos incluso a no cobrar comisiones porque Meriwether les dejara invertir en una caja negra. Todo, bajo el influjo de sus fabulosas rentabilidades entre 1994 y 1997: un dólar invertido en marzo de 1994 llegó a revalorizarse hasta más de cuatro dólares a principios de 1998. Cuando cayó LTCM, como todos pensaban que el de al lado podría estar peor, no se fiaban unos de otros, como sucede ahora con los activos tóxicos.

– Y, por supuesto, Meriwether

Él nunca se rinde. Después del fracaso de LTCM, su fundador creó otro hedge fund en 1999 llamado JWM Partners, que fue muy bien durante los primeros años, en los que pasó de 400 a 3.000 millones de dólares, pero tras sufrir un primer trimestre de fuertes perdidas en 2008 el patrimonio llegó a caer a la mitad, según las últimas informaciones sobre este obscurantista gestor.

(Vicente Varó es periodista y community manager en Unience)

– Un sistema financiero para el siglo XXI – El fin del epicentro financiero (Cinco Días – 27/9/08)

(Por Miguel Rodríguez)

El pasado 8 de agosto, un mes antes de la quiebra de Lehman Brothers, el secretario del Tesoro estadounidense, Henry Paulson, recibió una carta firmada por los representantes de 16 de las mayores instituciones financieras del país, en la que entonaban una suerte de mea culpa. "Consideramos que la crisis de 2007 y 2008 es la más severa desde la II Guerra Mundial. Mientras que el desarrollo de los acontecimientos tiene múltiples causas y factores que han contribuido, la raíz de los excesos tanto al alza como a la baja del ciclo es el comportamiento humano colectivo: optimismo desenfrenado en las subidas y miedo -bordeando el pánico- en las bajadas".

El grupo firmante, entre los que figuran la quebrada Lehman y otras víctimas como Merrill Lynch, Morgan Stanley y Goldman Sachs, reconoce que el financiero es un sector que requiere de una especial vigilancia, aunque aboga porque la supervisión se vea complementada por la autorregulación.

Pero, cuando aún está por ver la eficacia del plan de rescate del Gobierno de EEUU -estimado en 700.000 millones de dólares-, el mercado ya descuenta que en el mundo después de Lehman, como podría llamarse la próxima era financiera, las reglas van a ser más estrictas.

"En Nueva York la frase que predomina en estos momentos es regular, regular y regular", afirma el profesor de Esade Robert Tornabell. Por el momento, la estructura que regía las finanzas estadounidenses desde los años 30 se ha quebrado. La banca de inversión como entidad autónoma ha desaparecido: Lehman ha certificado su bancarrota, Merrill Lynch se ha integrado en Bank of America y Morgan Stanley y Goldman Sachs se han convertido en conglomerados sujetos a la normativa de la banca comercial.

¿Significa esto que desaparece un negocio, el de la banca de inversión? En absoluto, pero a partir de ahora las prácticas de la banca de inversión quedarán supervisadas bajo el paraguas de la Reserva Federal y no de la SEC, el regulador de los mercados estadounidenses. Y esto se traduce en mayor control y bonus menos millonarios. "Los bancos de inversión apalancados que veíamos hace 15 días ya no existen", explica Leonardo Mathias, director general de Schroders para España. "A partir de ahora pertenecerán a grandes conglomerados y serán los grupos más pequeños, las boutiques, las que harán el trabajo que hacían estas entidades".

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