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La codicia de los mercados (el virus mutante) ? Parte II (página 2)

Enviado por Ricardo Lomoro


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La combinación de ambos factores dio lugar a la aparición de una gran burbuja inmobiliaria fundamentada en una enorme liquidez.

En el caso estadounidense, la compra-venta de vivienda con fines especulativos fue acompañada de un elevado apalancamiento, es decir, con cargo a hipotecas que, con la venta, eran canceladas para volver a comprar otra casa con una nueva hipoteca, cuando no se financiaban ambas operaciones mediante una hipoteca puente. El mercado aportaba grandes beneficios a los inversores, y contribuyó a una elevación de precios de los bienes inmuebles, y, por lo tanto, de la deuda.

Pero el escenario cambió a partir de 2004, año en que la Reserva Federal de los Estados Unidos comenzó a subir los tipos de interés para controlar la inflación.

Hasta el 2006, el tipo de interés pasó del 1% al 5,25%. El crecimiento del precio de la vivienda experimentó una crecida espectacular entre los años 2001 y 2005. En agosto de 2005 el precio de la vivienda y la tasa de ventas cayeron en buena parte de los Estados Unidos de forma brusca.

El impago de la deuda hipotecaria creció a límites nunca vistos y numerosas entidades comenzaron a tener problemas de liquidez para devolver el dinero a los inversores o recibir financiación de los prestamistas.

El total de ejecuciones hipotecarias del año 2006 ascendió a 1.200.000, lo que llevó a la quiebra a medio centenar de entidades hipotecarias en el plazo de un año. Para el 2006, la crisis inmobiliaria ya se había trasladado a la Bolsa: el índice bursátil de la construcción estadounidense (U.S. Home Construction Index) cayó un 40%.

En el año 2007 el problema de la deuda hipotecaria subprime empezó a contaminar los mercados financieros internacionales.

– Tribuna: Laboratorio de ideas Joseph E. Stiglitz – ¿El fin del neoliberalismo? (El País – 20/7/08)

El mundo no ha sido amable con el neoliberalismo, esa caja de sorpresas de las ideas que se basa en la noción fundamentalista de que los mercados se corrigen a sí mismos, asignan los recursos con eficiencia y sirven bien al interés público. Este fundamentalismo del mercado estuvo detrás del thatcherismo, la reaganomía y el denominado "consenso de Washington", todos ellos a favor de la privatización, de la liberalización y de los bancos centrales independientes y preocupados exclusivamente por la inflación.

Durante un cuarto de siglo, los países en vías de desarrollo han estado en pugna, y está claro quiénes son los perdedores: aquellos que siguieron políticas neoliberales no sólo han perdido la lotería del crecimiento, sino que cuando esos países crecían, los beneficios iban a parar desproporcionadamente a las clases más altas.

Aunque los neoliberales no quieren admitirlo, su ideología también ha fracasado en otra prueba. Nadie puede afirmar que los mercados financieros hicieran un trabajo estelar en la asignación de recursos a finales de la década de 1990, cuando un 97% de las inversiones en fibra óptica necesitaron años para ver la luz. Pero al menos ese error tuvo una ventaja inesperada: con la bajada de los costes de la comunicación, India y China se integraron más en la economía mundial.

Pero es difícil ver muchas ventajas en la enorme e inadecuada asignación de recursos al sector de la vivienda. Las casas construidas recientemente para familias que no podían pagarlas se están deteriorando a medida que millones de estas familias se ven obligadas a dejar su hogar y sólo quedan en pie las fachadas. En algunas comunidades el Gobierno ha tomado por fin cartas en el asunto y está retirando los restos. En otras, la destrucción se extiende. De modo que incluso aquellos que han sido ciudadanos modelo, endeudándose con prudencia y manteniendo sus casas, descubren ahora que los mercados han hecho que disminuya el valor de su vivienda más allá de las peores pesadillas.

Ciertamente, este exceso de inversión en el sector inmobiliario tuvo sus beneficios a corto plazo: algunos estadounidenses disfrutaron, aunque sólo fuera durante unos meses, de los placeres de ser propietarios y de vivir en una casa más grande de lo que podían permitirse. ¡Pero a qué precio para sí mismos y para la economía mundial! Millones perderán los ahorros de su vida con la casa. Y las ejecuciones de hipotecas de viviendas han precipitado una recesión mundial. Cada vez se coincide más en el pronóstico: esta crisis será prolongada y extensa.

Y los mercados tampoco nos prepararon bien para el encarecimiento del petróleo y los alimentos. Por supuesto, ninguno de los sectores es un ejemplo de economía de libre mercado, pero ése es en parte el argumento: la retórica del libre mercado se usa selectivamente; se asume cuando sirve a intereses especiales y se descarta cuando no es así.

Quizá una de las pocas virtudes del Gobierno de George W. Bush es que el desfase entre retórica y realidad es menor que con Ronald Reagan. A pesar de toda su retórica de libre mercado, Reagan impuso restricciones comerciales a mansalva, incluidas las famosas restricciones de exportación "voluntarias" a los automóviles.

Las políticas de Bush han sido peores, pero el grado en que ha servido abiertamente al complejo industrial y militar estadounidense ha sido más meridiano. La única vez que el Gobierno de Bush se volvió ecológico fue cuando empezó a subvencionar el etanol, cuyas ventajas para el medio ambiente son dudosas. Las distorsiones del mercado de la energía (en especial a través del sistema tributario) continúan, y si Bush hubiera podido salirse con la suya, las cosas estarían peor.

Esta mezcla de retórica de libre mercado e intervención estatal ha funcionado especialmente mal para los países en vías de desarrollo. Se les dijo que dejasen de intervenir en la agricultura, con lo cual sus agricultores quedaron expuestos a una devastadora competencia por parte de Estados Unidos y Europa. Sus agricultores habrían podido competir con los estadounidenses y los europeos, pero no con las subvenciones estadounidenses y europeas. No es de extrañar que las inversiones en agricultura en los países en vías de desarrollo desaparecieran y que el desfase alimentario se agravara.

Los que prodigaron este mal consejo no tienen que preocuparse de mantener un seguro contra demandas por negligencia. Los costes los soportarán los países en vías de desarrollo, en especial los pobres. Este año veremos un gran aumento de la pobreza, sobre todo si la medimos correctamente.

Dicho de manera más sencilla, en un mundo de abundancia, millones de personas en los países en desarrollo siguen sin poder pagar las necesidades nutricionales básicas. En muchos países, la subida de precios de los alimentos y la energía tendrá consecuencias especialmente devastadoras para los pobres, porque estos artículos constituyen una parte más elevada de sus gastos.

El enfado en todo el mundo es palpable. Los especuladores son blancos de buena parte de esa ira, lo cual no es sorprendente. Los especuladores sostienen que no son la causa del problema, sino que simplemente se dedican al "descubrimiento de precios", o en otras palabras, están descubriendo -un poco tarde para hacer mucho respecto al problema este año- que hay escasez.

Pero ésa es una respuesta poco honrada. Las expectativas de subida y volatilidad de los precios animan a cientos de millones de agricultores a tomar precauciones. Puede que ganen más dinero si guardan un poco de su grano hoy para venderlo más tarde; y si no lo hacen, no podrán pagarlo si la cosecha del año siguiente es menor de lo esperado. Un poco de grano sacado del mercado por cientos de millones de agricultores de todo el mundo se convierte en mucho.

Los defensores del fundamentalismo del mercado quieren achacar la culpa no a los fallos del mercado sino a los fallos del Gobierno. Cuentan que un alto cargo chino decía que el problema era que el Gobierno estadounidense debería haber hecho más por ayudar a los estadounidenses de rentas bajas con sus viviendas. Estoy de acuerdo. Pero eso no cambia los hechos: los bancos estadounidenses gestionaron mal el riesgo en una escala monumental, y esto tuvo repercusiones mundiales, mientras que los que dirigen estas instituciones se han ido con miles de millones de dólares como compensación.

Actualmente percibimos un desajuste entre los beneficios sociales y los privados. Pero a menos que estén escrupulosamente alineados, el sistema de mercado no podrá funcionar bien.

El fundamentalismo de mercado neoliberal siempre ha sido una doctrina política que sirve a determinados intereses. Nunca ha estado respaldado por la teoría económica. Y, como debería haber quedado claro, tampoco está respaldado por la experiencia histórica. Aprender esta lección tal vez sea un rayo de luz en medio de la nube que ahora se cierne sobre la economía mundial.

(Joseph E. Stiglitz es catedrático de la Universidad de Columbia y recibió el Premio Nobel de Economía en 2001. Su último libro, escrito con Linda Bilmes, es La guerra de los tres billones de dólares. Project Syndicate, 2008)

– Aniversario de una hecatombe (Intereconomía – 1/8/08)

(Por Álvaro Jesús Medina)

En sólo un mes, la crisis subprime deja en quiebra a más de 90 entidades

Cronología de una debacle anunciada en febrero de 2007. La economía mundial entra en una crisis financiera y crediticia, que algunos se han atrevido a comparar con el crack de la bolsa de Nueva York ocurrido en 1929. Las máximas autoridades monetarias y económicas de Estados Unidos y Europa comenzaron a inyectar liquidez y bajar los tipos de interés. No obstante, estas medidas sólo surtieron efecto a muy corto plazo. Respecto a los valores bursátiles, la hecatombe se hizo más palpable, las noticias negativas, como quiebras, suspensión de pagos, despidos, datos macroeconómicos nefastos, no alentaban a los inversores. Entraba en juego los inversores a muy corto plazo, el conocido trading, y los valores se desplomaban. El verdadero tentáculo de la crisis nació en agosto de 2007. Dos quiebras que metían el miedo en el cuerpo a las economías mundiales, se trataba de Blackstone y American Home Mortgage, y la anunciaron el 2 de agosto. En esa misma semana también la Nacional City Home Equity se declaraba en la misma situación. La crisis no hacía más que empezar a andar.

AGOSTO 2007

El 2 de agosto Blackstone hace oficial su quiebra.

El 6 de agosto American Home Mortgage, una de las principales hipotecarias estadounidenses anuncia su quiebra, dos días antes anunciaba el despido de todo su personal y el día 6, la Nacional City Home Equity también se declara en bancarrota. Para entonces ya se sabe que la crisis financiera ha llegado a Europa de mano del banco alemán IKB, expuesto a inversiones en hipotecas subprime, que ha sido rescatado por una entidad financiera pública para evitar la bancarrota

El 9 de agosto, el mercado bursátil mundial comienza a presentar efectos negativos, empezando por el estadounidense que registra una baja del 2.83%. Ese mismo día, el banco francés BNP Paribas prohíbe a sus inversionistas rescatar fondos de inversión por mil seiscientos millones de euros, obligando al Banco Central Europeo a inyectar liquidez por valor de 130.500 millones de dólares en el mercado de dinero de Europa, de igual forma la Reserva Federal inyecta 24.000 millones de dólares.

El principal banco alemán, Deutsche Bank, sufre también pérdidas sustanciales en uno de sus fondos vinculados a la financiación inmobiliaria.

Pese a todo, al final del día 10 se conoce la bancarrota de otra entidad, en este caso el Home Bank. Todas las bolsas del mundo registran importantes pérdidas de capitalización al terminar la semana.

El ministro de economía español, Pedro Solbes, descarta el día 12, que la crisis de las hipotecas de EEUU vaya a incidir en España.

La semana termina con ese mismo ánimo, al grado que es necesario que el Presidente de Estados Unidos, George W. Bush, pida calma a los inversionistas para evitar el pánico y al mismo tiempo caídas sustanciales en los mercados financieros.

Hasta el martes 14 de agosto se había registrado la inyección de hasta 400.000 millones de dólares por parte de los bancos centrales de Europa, Canadá, Estados Unidos y Japón.

El lunes 13 de agosto las bolsas presentan ligeras apreciaciones en sus índices, sin embargo el 14 vuelven a decrecer con la noticia de que dos grande bancos, que son Santander y Citigroup, tienen exposición a créditos inseguros.

Dado lo anterior era de esperarse que el 15 de agosto las bolsas del mundo continuasen a la baja.

El 16 de agosto, las plazas globales experimentan una gran caída y ese mismo día se sabe que la principal hipotecaria de Estados Unidos anuncia que ha ocupado una línea de 11.500 millones de dólares ya que la crisis había reducido de forma importante el acceso al dinero, explica que dicha línea de crédito proviene de 40 bancos. Estas cifras meten un mayor miedo y nerviosismo en el mercado que hace pensar en una posible quiebra.

Además, en esta jornada se hace público que la Banca March congela un fondo de inversión, el Parvest Dynamic ABS, afectado colateralmente por la exposición de riesgo de BNP Paribas.

Asimismo, la entidad hipotecaria australiana Rams Home Loans cae en su cotización más del 50%, y el primer banco hipotecario norteamericano, Countrywide, sufre pérdidas en sus cotizaciones ante rumores, no confirmados, de bancarrota. También circulan rumores del inminente colapso de un gran hedge fund, recordando lo ocurrido en 1998, durante la crisis de Long-Term Capital Management, LTCM, – en ese año la entidad había declarado unas perdidas de 4.600 millones de dólares en menos de cuatro meses y se convirtió en un destacado ejemplo del potencial de riesgo en el sector de los fondos de cobertura.

El 17 de agosto, la Reserva Federal anuncia un recorte de tipos, del 6.25 al 5.75 por ciento, dando cierta confianza al mercado, la medida ayuda a las principales bolsas del mundo a registrar avances como el CAC de Francia que subía un 1.86%, el Nasdaq 2.2% y como la BMV que registra un avance de 2.58 puntos porcentuales. No obstante, las bolsas asiáticas presentan una de sus peores ciclos bursátiles. Así, el Nikkei registra una pérdida del 5.42%. Por su parte, el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, afirma que "las condiciones de los mercados financieros se han deteriorado", lo que se evidencia en el hecho de que la hipotecaria Countrywide deba acudir a financiación de emergencia por valor de 11.500 millones de dólares, todo ello en un clima de preocupación ante su posible situación financiera al tiempo que se conocen las millonarias pérdidas de un fondo de pensiones británico, por valor de 27.000 millones de libras.

La semana del 20 al 24, las bolsas continúan con su recuperación, sin embargo hay noticias que parecen inquietar a los inversores. Los principales bancos de China tienen 8.000 millones de euros invertidos en hipotecas subprime; y además la compañía First Magnus Financial, una de las principales hipotecarias estadounidenses, anuncia su quiebra.

El día 20, en concreto, tras la rebaja de tipos de interés de la FED las bolsas comienzan a recuperarse, y en el caso de las asiáticas de manera espectacular, si bien algunos analistas, como el diario The Economist, lo consideran un compás de espera. Ese mismo día se conoce que el banco regional público germano Sachsen LB era rescatado por un grupo de cajas de ahorro por valor de 17.300 millones de euros, dada su peligrosa relación con las hipotecas subprime.

El día 23 se hace pública la quiebra de una de las entidades hipotecarias más importantes de Estados Unidos, la First Magnus Financial. En total, ya son 90 entidades las afectadas por la crisis en ese país. Por su parte, el FMI destaca que la crisis financiera dañará el crecimiento mundial.

El 24 de agosto continúa la inquietud por la marcha de la crisis. Los bancos centrales siguen inyectando liquidez en el mercado, y ese mismo día se conocen los primeros datos de la exposición a hipotecas subprime en China: sus dos bancos principales (Commercial Bank of China (ICBC) y Bank of China) tienen 8.000 millones de euros en inversión hipotecaria de alto riesgo.

– "Sigan el rastro de las comisiones" (El País – 7/8/08)

(Por David Fernández)

La crisis financiera que estalló hace un año a partir de las hipotecas basura en EEUU se ha contagiado. Y no se ve el fin del túnel.

El 18 de julio de 2007, el banco estadounidense Bearn Stearns anunció la quiebra de dos fondos de inversión. Entonces parecía un problema aislado, producto de la mala gestión de riesgos de la entidad. Pero era mucho más que eso; era el primer síntoma de una enfermedad que se ha extendido como una hidra por el sistema financiero mundial. Aún no se ha descubierto la vacuna que acabe con esta bacteria destructiva de nombre subprime. Ya se ha cobrado 93.600 empleos. Además, bancos y aseguradoras han reconocido pérdidas por valor de 284.500 millones de euros y han tenido que captar 210.000 millones para tapar los agujeros de sus balances.

¿Es la peor crisis de la historia? "Yo no diría tanto, pero sí creo que habrá mucha gente que lo pase muy mal en los próximos meses". El diagnóstico es de Stuart E. Lucas, miembro de una de las grandes fortunas familiares estadounidenses (vinculada a la fabricación de leche en polvo) y experto en asesorar a otros ricos sobre dónde y cómo invertir su dinero.

El epicentro de la actual crisis hay que buscarlo en el mercado hipotecario de EEUU. Durante un largo periodo de tiempo se habían concedido créditos a mansalva para la adquisición de viviendas a deudores que no ofrecían grandes garantías (préstamos conocidos como subprime). El negocio iba como un tiro; tanto, que los bancos necesitaban liquidez para seguir dando créditos. ¿Qué hacer? Aprovechar la globalización financiera, que para algo está. Las entidades acudieron a los mercados de capitales para refinanciar las hipotecas mediante complejos productos estructurados en los que invertían desde hedge funds hasta los agricultores franceses a través de sus planes de pensiones. Así se diversificaba el riesgo, pero, al subir la morosidad, lo que debería haber sido un problema local se convirtió en una crisis planetaria.

Como en las novelas negras, en las que el detective aconseja seguir a la mujer para resolver el caso, Lucas dice que la crisis da una lección para el futuro: "Sigan el rastro de las comisiones". Compara el caso de estas hipotecas con el de una cinta de embalaje. "La hipoteca inicial se empaquetaba en un producto llamado titulización que se vendía a un tercero. Éste volvía a empaquetarlo y se lo vendía a otro cliente…".

El activo había cambiado tanto desde el origen que el cliente final no sabía exactamente qué estaba comprando ni las agencias de calificación de riesgo (otros de los grandes perdedores) lo que estaban calificando. "Cuando alguien me recomienda una inversión, en primer lugar, trato de comprender el producto y, a continuación, saber quién recibirá dinero si yo lo compro y por qué", añade Lucas.

El repunte de los morosos puso contra las cuerdas a los bancos estadounidenses. Éstos, a su vez, empezaron a incumplir sus compromisos con aquellos que les habían dado dinero para conceder más préstamos, y así sucesivamente. El miedo que el agujero había provocado llevó a las entidades a no fiarse de sus rivales. El mercado interbancario, donde se prestan dinero entre sí, se secó, forzando a los bancos centrales a inyectar miles de millones.

Este caos coincidió con los primeros síntomas de desaceleración económica a ambos lados del Atlántico. Todo manual de economía señala que cuando ésta se atranca, una de las armas son las rebajas de los tipos de interés. Sin embargo, el repunte de la inflación dificulta rebajar el precio del dinero. La tormenta perfecta, según los expertos.

Uno de los nubarrones de esta tormenta es el encarecimiento de las materias primas, especialmente del crudo y de los alimentos básicos. El maíz y el arroz se han convertido en un activo de inversión más y, por tanto, en su precio influyen factores al margen de oferta y demanda. "La especulación forma parte de la naturaleza humana. El problema es cuando hay un exceso de especuladores".

La crisis financiera ha reforzado la creencia de Lucas acerca de que no todo vale para ganar dinero. Como si se tratase de una letanía, recuerda a sus clientes las ventajas de la inversión ética y sostenible. "La riqueza, sin valores, es sólo dinero".

– Un año devastador de crisis "subprime" (El Mundo – 8/8/08)

(Por Pablo Pardo – Especial para El Mundo)

El 8 de agosto de 2007 la Reserva Federal inyectó 100.000 millones de dólares para garantizar la liquidez del sistema, en lo que supuso el inicio de la mayor crisis financiera tras la Gran Depresión, que ha tenido unos efectos inesperados

En realidad, todo empezó el 5 de diciembre de 2006, cuando Ownit Mortgage Solutions, un banco hipotecario de California especializado en productos de alto riesgo, informaba "con profunda tristeza" que cesarían sus operaciones y despediría a sus 800 empleados el día siguiente. Fue el primer banco hipotecario especializado en créditos subprime, es decir, a clientes que no cumplían los requisitos habituales para acceder a financiación para la compra de una vivienda. Entre sus damnificados estaba Merrill Lynch, que en el año anterior había colocado en el mercado 4.000 millones de dólares (3.000 millones de euros al tipo de cambio de entonces) en titulizaciones de créditos de Ownit.

El colapso de Ownit pasó totalmente desapercibido. Nadie esperaba que ocho meses y cuatro días después, el 8 de agosto, el Banco Central Europeo y la Reserva Federal tuvieran que inyectar más de 100.000 millones de euros en el mercado para garantizar su liquidez. La crisis iniciada con el colapso de Ownit había ido creciendo hasta el punto de provocar una contracción del crédito en las economías desarrolladas y la que, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), es la mayor crisis financiera que sufre Occidente desde la Gran Depresión. Y todo, por los oscuros e ignorados productos financieros practicados por Ownit: créditos hipotecarios a personas con pocos recursos económicos.

Justo un año después de la primera intervención concertada de los bancos centrales, la crisis continúa. A pesar de todos los llamamientos a la calma y, de lo que es mas importante, de la mayor inyección de liquidez en las economías desarrolladas desde la Segunda Guerra Mundial, la contracción del crédito se mantiene. Los problemas financieros se han extendido a la economía real. Y los países más afectados son, precisamente, los que hasta hace un año siempre se citaban como máximos ejemplos de crecimiento y de apertura económica: España, Estados Unidos, Reino Unido, Irlanda y Nueva Zelanda.

Ayer, un informe del economista Nouriel Roubini, de la Universidad de Nueva York -uno de los pocos expertos que predijo la crisis y cuyo pesimismo sin matices siempre parece verse corroborado por los hechos- vaticinaba que esas economías entraran en recesión, junto con Japón, Canadá, Italia y acaso Alemania y Francia. En otras palabras: una crisis del mundo industrializado.

Los bancos siguen sin prestarse dinero unos a otros, y sin facilitar créditos a los consumidores. Nadie sabe exactamente la solvencia del otro. Y, frecuentemente, ni siquiera la suya propia. A fin de cuentas, 200 expertos de JP Morgan Chase fueron incapaces de determinar el valor exacto de mas máximo de 20.000 millones de dólares (12.900 millones de euros) del balance de Bear Stearns, el quinto mayor banco de inversión de EEUU, que se colapsó en marzo.

Las dudas de JP Morgan sobre esos activos desaparecieron cuando la Reserva Federal anunció que garantizaba el 94% de esos títulos. Una decisión que el banco central no tomaba desde hacia más de tres décadas, y que refleja una de las consecuencias inesperadas de esta crisis: el final de la era de liberalización de los mercados financieros iniciada con la desaparición del patrón oro, en 1971, y reforzada tras la llegada al poder de Ronald Reagan en EEUU y Margaret Thatcher en el Reino Unido. El estallido de la crisis ha puesto de manifiesto que, como dicen algunos cínicos, en el sistema financiero "se privatizan los beneficios y se nacionalizan las pérdidas".

Unas veces han sido nacionalizaciones directas, como la de Northern Rock en el Reino Unido. Otras, encubiertas, como las garantías dadas por el Tesoro de EEUU a los inversores en las empresas titulizadoras de hipotecas Fannie Mae y Freddie Mac, o la entrada de fondos estatales de Asia y Oriente Medio en los bancos de Occidente.

Porque esta crisis también ha dejado claro que EEUU, Europa y Japón no controlan ya la economía mundial. Los mercados emergentes -y en particular los BRIC, es decir, Brasil, Rusia, India y China- son ya potencias por derecho propio. Y el hecho de que no se hayan visto afectadas por la crisis ha sido, precisamente, el salvavidas de la economía mundial en estos doce meses.

Pero la expansión de esas economías también ha tirado para arriba de la demanda de materias primas, agrícolas y energéticas. Eso se ha sumado al intento de Occidente de reducir su dependencia del petróleo aumentando el uso de biofueles, que a su vez ha disparado los precios de los alimentos. La consecuencia es que no solo hay ya caída del crecimiento, sino que la inflación está en máximos como no se habían visto en más de dos décadas. Un año después de la crisis, el sector financiero está paralizado, el mundo desarrollado

– La crisis financiera cumple un año y amenaza con cumplir muchos más (El Confidencial – 9/8/08)

(Por Eduardo Segovia)

Hoy se cumple un año de la inyección de emergencia de 95.000 millones de euros que realizó el BCE para evitar el colapso del mercado monetario, y lo que parecía un problema puntual -afectaba sólo a un pequeño segmento del mercado hipotecario en EEUU llamado subprime- se ha convertido en la mayor crisis de liquidez y solvencia de los últimos 70 años. Y lo peor es que no se ve ni de lejos su final; los expertos más optimistas auguran otros dos años hasta que la situación se normalice.

Las cifras son aterradoras. En el último año, el BCE y la Reserva Federal han inyectado más de 250.000 millones de liquidez a corto plazo para evitar el derrumbe del sistema financiero mundial; el Dow Jones ha bajado el 14% y el Ibex, el 22% (si bien ambos índices se recuperaron tras el primer golpe y marcaron máximos históricos en noviembre antes de volver a caer con el "lunes negro" de enero); el crecimiento económico en EEUU se ha reducido a la mitad y el español ha pasado del 4,1% al 2,7%; y los precios de la vivienda se han desplomado un 40% en algunas zonas de EEUU y aquí empiezan a bajar con fuerza.

Si nos centramos en el sector epicentro de la crisis, la banca mundial ha sufrido pérdidas de 476.000 millones de dólares por la amortización de activos que han perdido su valor, ha efectuado ampliaciones de capital por 354.000 millones y ha despedido a varios presidentes y a miles de trabajadores; Bear Stearns, el quinto banco de inversión de Wall Street, tuvo que ser rescatado por la Fed y JP Morgan, y Lehman Brothers ha estado a punto de seguir sus pasos; ocho bancos comerciales han quebrado en EEUU; uno de los principales bancos hipotecarios británicos, Northern Rock, tuvo que ser rescatado por el Banco de Inglaterra y finalmente nacionalizado; y Fannie Mae y Freddie Mac, los pilares del mercado hipotecario en EEUU, seguramente correrán la misma suerte para evitar su quiebra.

A estas alturas de la película, no hace falta volver a explicar cómo se originó esta crisis, con la burbuja de crédito fácil, barato y sin requisitos (de ahí lo de subprime), y la titulización y venta masiva de estas deudas entre millones de inversores en todo el mundo. Cuando el precio de la vivienda empezó a bajar y comenzaron los impagos, la burbuja estalló, los activos en que se habían empaquetado los créditos se hundieron, la liquidez se secó en el mercado y comenzó la reacción en cadena que dura hasta hoy…

El exceso de fe en los mercados financieros

Con la perspectiva de estos 12 meses, la primera gran pregunta que hay que plantearse es "cómo es posible que los problemas con las hipotecas subprime, que son un sector muy pequeño de los mercados financieros globales, hayan provocado este desastre", en palabras del Banco Internacional de Pagos. Gillian Tett, jefa de mercados de capitales en el Financial Times y experta en la crisis japonesa, cree que la clave está en el concepto de "fe" en el mercado financiero, que explica la innovación sin precedentes en este campo mediante la creación de sofisticados vehículos para trocear y empaquetar el riesgo bancario.

La emisión de instrumentos de crédito se multiplicó por 12 entre 2000 y 2006, pasando de 250.000 millones de dólares al año a 3 billones (trillones americanos) anuales, y eso permitió bajar drásticamente el coste del crédito, disparar el apalancamiento (endeudamiento) y rebajar los estándares para conceder créditos. Detrás de esta fe, Tett identifica tres grandes asunciones (o artículos de fe) que se han demostrado trágicamente erróneos.

La primera asunción era que los mercados de capitales habían llegado a tal grado de desarrollo que los bancos siempre iban a poder vender activos de deuda, es decir, que siempre iba a haber liquidez. Eso les llevó a dar crédito a manos llenas porque asumían que siempre iban a poder traspasar el riesgo, a lo cual ayudó la presión competitiva por crecer en un entorno tan positivo. La segunda era la confianza de los inversores en las calificaciones otorgadas por las agencias de rating a este tipos de activos, asumiendo que si eran triple A no había riesgo, aunque en muchos casos no entendieran el producto que compraban. Finalmente, el error más importante fue pensar que repartir el riesgo entre millones de inversores en vez de entre unos pocos bancos daba más estabilidad al sistema financiero.

Cuando se descubrió que estas supuestas verdades reveladas no eran tales, se hundió todo el edificio. La pérdida de fe en los ratings hizo que muchos inversores dejaran de comprar estos instrumentos, lo que impidió a los bancos seguir titulizando hipotecas y, además, dejó sin financiación sus vehículos especiales de inversión (los famosos SIV), que emitían papel comercial a corto plazo para comprar activos a largo. Lo imposible había pasado: la iliquidez. Estos vehículos tuvieron que ser asumidos por los bancos, lo que se sumó a las pérdidas de sus propios instrumentos de deuda, destrozó sus balances y acabó con el mito de que la dispersión del riesgo les protegía de una crisis sistémica. En esas condiciones, empezaron a acaparar liquidez y dejaron de prestarse entre ellos por la desconfianza sobre lo que había en los balances. Resultado: el credit crunch y el desapalancamiento, con la venta de estos activos a cualquier precio o directamente su amortización por falta de mercado…

Un futuro muy negro

¿Y ahora qué? Ésa es la segunda gran pregunta de este aniversario. La respuesta del consenso de economistas es que esto va para largo y que posiblemente lo peor todavía no ha quedado atrás. Un pesimismo que ha aumentado con la frustración de las expectativas de mejoría en varios momentos durante este año: el otoño pasado después del golpe inicial, enero, cuando los bancos centrales lanzaron su ofensiva conjunta, y marzo, con el rescate de Bear Stearns.

"Dudo que hayamos recorrido más de un tercio de la crisis", opina Michael Burry, gestor del hedge fund Scion. "No tendremos una recuperación de verdad hasta finales de 2010 o principios de 2011, porque muchas de las facturas de la burbuja de crédito todavía no se han pasado al cobro", añade. Otro gestor de hedge funds entrevistado por MarketWatch, Eric Hovde, es un poco más optimista: quedan entre uno y dos años de crisis, afirma, y recuerda que la nueva caída del precio de la vivienda tardará entre tres y seis meses en reflejarse en los balances de las entidades. La gran banca española coincide en que puede durar hasta 2010.

Para que se solucione la crisis, los expertos creen que es condición sine qua non que se estabilice el mercado inmobiliario en EEUU y que los bancos eliminen definitivamente todos los instrumentos de crédito en cartera y sus propios créditos impagados (el FMI cifró el impacto total de la crisis en 800.000 millones). Además, hay que solucionar la gravísima situación de Fannie Mae y Freddie Mac. Tett cree que la clave está en devolver la confianza al sector financiero, para lo que sugiere más ampliaciones de capital y un proceso de titulización más transparente. "Pero llevará años, no meses, restablecer la confianza, porque se han venido abajo las grandes asunciones de las finanzas del Siglo XXI", concluye.

Mientras tanto, las expectativas mayoritarias son de que EEUU acabará entrando en recesión porque, a pesar de las bajada de tipos más rápida de la historia (del 5,25% al 2% en sólo siete meses) y de los estímulos fiscales (cheque de 600 dólares a los contribuyentes), el consumo está seriamente tocado. Para Europa hasta ahora las previsiones eran más halagüeñas, pero el crecimiento negativo en Italia y Alemania ha empeorado notablemente el panorama. El propio Jean-Claude Trichet alertó el jueves de las amenazas sobre el crecimiento. Para España el panorama no es mucho mejor, porque hay que sumar el estallido de nuestra burbuja inmobiliaria; algunas entidades, como Funcas, ya hablan directamente de recesión.

– Un año de crisis – Nada volverá a ser como antes (El Mundo – 10/8/08)

Aniversario / 12 meses después de su estallido, la crisis "subprime" ha cambiado muchos de los preceptos que hasta ahora se daban por válidos en el orden económico mundial.

(Por J. G. Gallego y Pablo Pardo)

Ha hecho falta un año de intensa crisis para darse cuenta de que muchos de los preceptos que hasta ahora se daban por válidos en el sistema económico mundial han acabado desmoronándose como un castillo de naipes.

Desde la incipiente fase del estallido de las hipotecas subprime hasta un contexto de recesión mundial, las turbulencias financieras han cambiado el rumbo económico del planeta y amenazado la hasta ahora incontestable supremacía de Occidente. La gran banca ha pagado con multimillonarias pérdidas los excesos cometidos a través de sofisticados instrumentos de inversión; los reguladores han puesto en entredicho el concepto del libre mercado al "privatizar los beneficios y socializar las pérdidas"; los países emergentes han terminado salvando el capital de históricas sociedades occidentales y el modelo de crecimiento basado en el ladrillo se ha derrumbado de un plumazo.

Hoy hace un año comenzaba a sonar un concepto apenas conocido incluso por los analistas. La crisis subprime tenía entonces el epicentro en Estados Unidos, pero su efecto ya empezaba a dejarse notar en el resto de continentes. Como diría más tarde el magnate Warren Buffet, la marea comenzaba a subir y ya se advertían los primeros bañistas desnudos. Sin embargo, nadie esperaba que un problema hipotecario en EEUU fuese a propagarse por el resto de sectores y países con tanta rapidez y violencia. La crisis subprime era a los pocos días una crisis de liquidez y confianza que inundó de pánico a los mercados y obligó a las instituciones monetarias a actuar con inyecciones históricas de liquidez. Sólo en las dos primeras semanas desde el inicio de la crisis, el Banco Central Europeo (BCE) y la Reserva Federal (Fed) inyectaron más de 400.000 millones de euros para evitar que el sistema bancario se colapsara.

La incertidumbre sobre qué entidades podían estar afectadas por deuda respaldada con hipotecas basura -las mismas que dejaron de pagarse en cuanto se hundió el mercado inmobiliario en EEUU- asfixió a la banca, suprimió los créditos y, entonces, lo que era un problema hipotecario terminó convirtiéndose en la crisis mundial más aguda desde la recesión de los años 30.

Desde entonces el goteo de cifras negativas ha sido constante. También en España, donde el fin de la fiesta inmobiliaria ha desembocado en una crisis sin precedentes que mandará en 2008 a casi tres millones de ciudadanos al paro y que asfixia cada día un poco más a los miles de hogares endeudados.

Para medir los efectos de las subprime no basta sólo con calcular las cifras del desastre, y eso que sus magnitudes son escalofriantes. En los últimos 12 meses, España ha perdido 155.510 millones de euros, teniendo en cuenta la brusca desaceleración del PIB y la pérdida multimillonaria de capitalización bursátil.

Las consecuencias más notables de este año de turbulencias tendrán un impacto definitivo e irreparable en la economía mundial. Lo que al principio fue una crisis financiera, ha desembocado finalmente en cuatro grandes azotes económicos. El mercado de materias primas, el sector inmobiliario, los precios energéticos y el modelo financiero han cambiado definitivamente y no volverán a ser como antes.

El cambio más obvio parece el creciente intervencionismo estatal en el sector financiero. La crisis ha obligado a la Administración Bush a aparcar su retórica en favor del libre mercado y a tratar de extender las competencias de los reguladores al sector inmobiliario, los hedge funds, el capital riesgo y la banca de inversión, que hasta ahora estaban en gran medida fuera de la jurisdicción de las autoridades. Es una transformación dramática en un país que desde la presidencia de Bill Clinton llevaba exigiendo a los países en vías de desarrollo -y a algunos industrializados con problemas, como Japón- más y más liberalización.

Ahora, Washington ha extendido la protección del Estado a los tenedores de hipotecas, a los bancos de inversión (a quienes está permitiendo, con carácter temporal, financiarse en las subastas de tipos de la Reserva Federal, de las que estaban excluidos) y a los dos grandes monstruos que compran bonos hipotecarios, Fannie Mae y Freddie Mac, que cuentan con unos activos que suman la friolera de 3,37 billones de euros y cuyos problemas de liquidez podrían llevar al colapso a toda la economía estadounidense.

Para el economista Douglas Elmendorf, ex funcionario de la Reserva Federal y del Tesoro, la explicación de este intervencionismo es simple: "Algunas instituciones son demasiado grandes como para dejarlas caer. Y no hay más". Todo un cambio en la filosofía política de la primera economía mundial, que ha dejado sin palabras a más de un político, como el senador republicano Jim Bunning quien, tras enterarse del rescate estatal de Fannie Mae y Freddie Mac, declaró: "Cuando agarré el periódico esta mañana, creí que me había despertado en Francia. Pero no, resulta que el socialismo ya estaba en Estados Unidos, y le está yendo muy bien".

Claro que esta dinámica no se circunscribe a EEUU. En el Reino Unido, el Gobierno privatizó en noviembre el banco Northern Rock después de que sus depositantes protagonizaran el primer pánico bancario en ese país desde 1866.

Esa expansión del poder del Estado también ha tenido sus propios ganadores y perdedores dentro de la propia Administración estadounidense. Por ejemplo, la Reserva Federal podría ver reforzada su posición como supervisor del sistema financiero, en detrimento de la SEC, si el plan de Bush para transformar a los supervisores se lleva a cabo, lo que no está claro. Aunque algunos perdedores notables tienen nombre y apellidos. Por ejemplo, Hank Paulson, el actual secretario del Tesoro de EEUU y ex presidente de Goldman Sachs, por su incapacidad para frenar la crisis.

Las turbulencias financieras han generado otro punto y aparte en la historia económica. Los que hasta ahora eran mercados emergentes parecen haberse convertido en la única salvación de la economía mundial. Los países exportadores de petróleo de Oriente Medio, Rusia, China y las economías dinámicas del Sureste de Asia han sido capaces de mantener su crecimiento y de reforzar su peso internacional porque están entrando en el capital de las empresas financieras occidentales, desesperadas por algo de liquidez.

De los más de 270.000 millones de dólares que, según Investors Business Daily, los bancos de todo el mundo habían obtenido de diferentes inversores para cubrir sus pérdidas en mayo, el 23% procedía de fondos soberanos. El financiero George Soros también se apuntó a esta tesis cuando en enero vaticinó que "la actual crisis provocará un cambio en el orden económico mundial".

Paradójicamente, a la vez que se han erigido como salvadores, estos países emergentes han agudizado más la crisis en Occidente con el repunte de las materias primas. Al margen de la especulación o su carácter refugio ante la inestabilidad de la renta variable, el repunte de los alimentos y el petróleo tiene un claro componente de desequilibrio entre oferta y demanda. Durante estos 12 meses los países de la OPEP han hecho oídos sordos a las peticiones de medio planeta para aumentar la producción de crudo. La consecuencia: el precio del petróleo ha llegado a dispararse hasta los 145 dólares y, según Shokri Ghanem, presidente de la Compañía Nacional Libia de Petróleo y miembro del cártel exportador, "la era de los dos dígitos para el precio del crudo se ha acabado".

Los excesos de la banca

El modelo financiero también cambiará a partir de esta crisis. Concretamente el que se ha estilado en Estados Unidos en los últimos años, catalogado como los supermercados financieros, propios de gigantes como Citigroup, que cubren todo el espectro del mercado, desde hedge funds hasta banca al por menor, pasando por seguros, banca de inversión o gestión de patrimonios.

El mayor banco de Estados Unidos por activos financieros acumula unas pérdidas de 10.970 millones de euros. En realidad no es mucho más que otras entidades del país, como Merrill Lynch, Bank of America o Morgan Stanley, pero su trascendencia va más allá por el modelo de negocio que ha defendido en esta década. Las agresivas políticas de inversión han dejado al desnudo las cuentas de las entidades más prestigiosas del planeta, más preocupadas en los últimos años por abultar un poco más los bonus a sus consejeros que por mantener un crecimiento seguro y estable.

Uno de los culpables de este desastre ha sido el ex secretario del Tesoro Robert Rubin, que en los 90 destacó por ser un defensor a ultranza de la liberalización de los mercados y que después, en Citigroup, se convirtió en uno de los principales defensores de la estrategia que ha llevado a este banco a tener graves problemas de liquidez.

"Si no hubiera habido una crisis subprime, habríamos tenido otra cosa", dijo Kenneth Rogoff, profesor de la Universidad de Harvard y ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional, en una clara alusión al desenfreno y la manga ancha con la que han actuado los bancos.

Aunque, igual que vencidos, también ha habido vencedores. En España, donde la banca apenas ha sufrido los efectos directos de la crisis hipotecaria, el modelo bancario ha sido aplaudido por los organismos internacionales, que destacan la eficacia del regulador para impedir que las entidades tomen posiciones de riesgo que afecten a su solvencia.

Al mismo tiempo, en Estados Unidos, uno de estos supermercados financieros, JP Morgan Chase, se está perfilando como uno de los grandes vencedores de las turbulencias. La entidad ha comprado, con la protección de la Fed, el quinto mayor banco de inversión, Bear Stearns, a precio de ganga: 150,5 millones de euros, un 93% menos de lo que valía unos días antes de la adquisición que, por cierto, incluye la sede del banco, un rascacielos valorado en casi 1.000 millones de euros.

En España, unos meses antes del estallido de las hipotecas basura, el sector inmobiliario empezaba a mostrar síntomas de agotamiento. El desplome en Bolsa de Astroc adelantó en el mercado financiero lo que un tiempo después ocurriría en el mercado real: la era del ladrillo tocaba a su fin con duras consecuencias para la economía española.

La reciente suspensión de pagos de Martinsa-Fadesa, la mayor inmobiliaria del país, es el culmen del fin de un ciclo económico apoyado en exceso sobre la construcción -el 15% del crecimiento del PIB lo aportaba este sector-. A la vez, en Estados Unidos el ajuste inmobiliario también ha sido el más violento en décadas y la crisis subprime ha acelerado el proceso de descomposición de este sector en ambos países. Porque la falta de crédito impidió en una primera fase el desarrollo de nuevos proyectos y, segundo, porque la inflación galopante que sufre España (5,3% la más alta en 11 años) ha disparado el Euribor y endurecido la situación financiera de las familias.

Otros damnificados de la crisis subprime han sido las agencias de calificación de riesgos, aunque no está claro que puedan catalogarse como víctimas. Cada vez que hay una crisis -ya sea la de los mercados emergentes en 1997, la de las puntocom en 2000 o ésta-, siempre se destaca la incapacidad de esas empresas para detectar los problemas antes de que estallen. Esta vez no ha sido una excepción y su papel fue decisivo en la gestación de la crisis.

Porque, como declaró con un sarcasmo feroz el empresario tecnológico Bill Gross, los inversores "quedaron cautivados por los señores Moody's y Poor's, por los tacones de 15 centímetros, por el maquillaje y por los tatuajes donde la espalda pierde su nombre. Pero muchas de esas chicas guapas no eran activos de primera que valieran a 100 centavos el dólar. Y ahora el problema es que hay cientos de miles de millones de dólares de basura tóxica".

Un año después, aún es difícil medir las consecuencias finales que tendrá esta crisis, sobre todo porque sigue siendo igual de complicado averiguar cuándo tocará a su fin. Fueron muy pocos los que, como el economista de Yale Robert Shiller, o el Nobel de Economía Joseph Stiglitz, predijeron que las subprime podrían tener las consecuencias desesperadas que hoy conocemos.

De hecho, el mercado ha transmitido la impresión de ir siempre por detrás de los acontecimientos. En ocasiones, de forma sangrante. Por ejemplo, hace un año, cuando la crisis estaba empezando a explotar, una entidad británica emitió un informe declarando que "los partícipes del mercado no saben si vender con los rumores o comprar con las noticias, hacer lo opuesto, hacer ambas cosas, o no hacer nada, dependiendo de en qué dirección sople el viento".Pocos días después, cuando las cosas habían mejorado momentáneamente, los analistas de ABN Amro Morgans declaraban: "Hemos vuelto a los días felices".

Apoyos

Las cifras

21,3%. El Ibex ha caído más de un 21% desde el inicio de la crisis "subprime". Entre enero y junio de este año cerró el peor semestre de toda su historia.

11.799,9. En los últimos 12 meses la Bolsa española ha retrocedido 3.204 puntos, desde los 15.004 que marcó el ocho de agosto de 2007, cuando arrancó la crisis hipotecaria.

-50%. BME y Sacyr Vallehermoso han perdido la mitad de su valor en lo que va de año. Sólo cuatro valores se mantienen en positivo.

Impulso monetario

La Reserva Federal ha rebajado los tipos de interés en Estados Unidos hasta el 2,0% desde el 5,25% de agosto de 2007. El BCE, sin embargo, los ha subido en 0,25 puntos.

Caída del "ladrillo"

Las suspensiones de pagos en el sector inmobiliario se han sucedido desde comienzos de año. Llanera, Lábaro, Cosmani y Seop, entre otras, precedieron al proceso concursal de Martinsa-Fadesa, que el 14 de julio protagonizó el mayor concurso de acreedores de la historia de España.

Euribor

BCE El 4 de junio, Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo, avanzó la posibilidad de subir los tipos de interés un 0,25%. La advertencia disparó la cotización del Euribor, el índice de referencia de la mayoría de las hipotecas, que cerró en julio al 5,393%, su récord histórico.

La OPEP

Shokri Ghanem, presidente de la Compañía Nacional Libia de Petróleo, advierte al mundo de que "la era de los dos dígitos para el precio del petróleo se ha acabado".

Al rescate de la banca

Northern Rock. En septiembre de 2007 el Gobierno británico decide intervenir en el banco hipotecario Northern Rock y garantizar el 100% de los depósitos.

Bear Stearns. En marzo, JP Morgan compra Bear Stearns con el respaldo de la Fed y un descuento del 93%.

Hipotecarias. EEUU rescata de la quiebra a Fannie Mae y Freddie Mac.

– Reportaje: Primer plano – Un año de "thriller" financiero (El País – 10/8/08)

(Por Claidi Pérez)

Los bancos, las autoridades y los expertos no ven el final de la crisis al menos hasta 2010

El capitalismo es un galimatías que combina propiedad privada y libre mercado; una extraña mezcla de matemáticas y psicología, mucha psicología. En la versión que ha ido ganando enteros en los últimos años, la psicología se sustituye por grandes dosis de fe. El Nobel Joseph Stiglitz define el neoliberalismo como "ese amasijo de ideas basadas en la concepción fundamentalista de que los mercados se corrigen a sí mismos, asignan los recursos eficientemente y sirven al interés público". Con esos mimbres, en las tres últimas décadas el sistema financiero -el brazo armado de la economía- se ha ido desarrollando a la misma velocidad que se eliminaba regulación. Años de grandes excesos salpicados por varios sobresaltos: el crash de 1987, la crisis de los emergentes en los noventa, el 11-S y las puntocom. Y desde ahí, un último tramo vertiginoso en el que campó a sus anchas "la magia del mercado", según el epítome acuñado por Ronald Reagan. Hasta que, hace justo un año, la magia -la fe- desapareció.

Día 9 de agosto de 2007, 8.25 de la mañana. El banco central de Estados Unidos se ve obligado a inyectar miles de millones de dólares ante el riesgo de que el sistema bancario se vaya al garete. Setenta minutos más tarde, a las 9.35, repite la operación. El Banco Central Europeo (BCE) hace lo mismo al otro lado del Atlántico. La economía está a punto de incorporar una nueva palabra a su vocabulario: subprime, una endiablada modalidad hipotecaria estadounidense traducida como hipoteca basura, tóxica o incluso loca. Y los banqueros centrales están a punto de desmentir su bien ganada fama de aburridos y predecibles: medidas excepcionales como las de hace ya un año, que se han ido repitiendo y amplificando desde entonces, son un buen indicio de la magnitud de la tragedia. El tiempo no ha hecho sino confirmar esos temores.

En el cine, las secuelas suelen ser pálidas sombras del original. Pero en el thriller en el que se ha convertido la crisis, cada capítulo supera al anterior. La metástasis de las subprime -un mercado muy acotado y de dimensión reducida, apenas el 13% de las hipotecas estadounidenses- se ha ido extendiendo sin dramatismos, sin viernes negros bursátiles, pero en un crescendo doloroso. La alianza entre economía y globalización es para lo bueno y para lo malo. Y el elenco de perdedores de la crisis no deja de aumentar en todo el mundo.

Las turbulencias se han cobrado casi 100.000 empleos financieros. Han dejado varios cadáveres bancarios salvados in extremis por el sector público. Y un agujero en la banca de medio billón de euros que va en aumento. La crisis ha hecho jirones en la credibilidad de los bancos centrales y sobre todo de las autoridades financieras. Ha disuelto como un azucarillo la confianza de la banca. Su potencial destructivo ha ido contaminando paulatinamente la economía real. Ha acelerado el desplome inmobiliario en mercados como el norteamericano, el británico y el español. Países tan lejanos como Nueva Zelanda y Dinamarca han entrado en recesión. Estados Unidos se acerca a ese temido fantasma. Y Europa -con España a la cabeza- empieza a verle las orejas al lobo.

"Nosotros ya lo habíamos advertido" es una de las frases preferidas de los economistas. En este caso, es falsa. La verdad es que la crisis llegó de sopetón. Tras unos meses, se argumentó que lo peor había pasado. Otro error. Muchos pensaron que sería una breve interrupción en el desarrollo económico de Occidente. Una vez más, falso. Ya nadie cree que el final del túnel llegue antes de 2010. Menos aún con la complicación añadida de la crisis alimentaria y energética. Pero a la espera de nuevos episodios, las turbulencias financieras siembran una duda más profunda. "El edificio económico del capitalismo de mercado, que ha promovido esta expansión económica, se ha puesto ahora en entredicho", explicó hace unos días Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal.

En otras palabras: la tormenta ha gestado una crisis de fe en el sistema, que se traduce en una falta de confianza general en la banca. No lo dice un cualquiera. Greenspan es una de las figuras de los últimos años, un gran gurú de los mercados. En algún momento fue casi un oráculo para la Bolsa. Siempre se ha destacado como uno de los más férreos defensores del neoliberalismo, por cierto. Y así sigue. Pero su legado está ahora en la picota.

Porque las raíces de esta tormenta financiera hay que buscarlas en la crisis anterior -el 11-S y los estertores de la burbuja puntocom- y en la reacción de Greenspan. La Reserva Federal atacó esos problemas con una fuerte bajada de los tipos de interés, que se situaron en mínimos históricos. También en Europa. Eso generó una fiesta de gasto en consumidores y empresas: endeudarse era muy barato y se generó "una superburbuja", tal y como la define el inversor-especulador George Soros. Las cotizaciones en la Bolsa estadounidense (y en la española) se duplicaron entre 2002 y 2006; los precios de las casas se dispararon en EEUU (y en España); los beneficios de la banca y de las empresas no dejaban de subir. Hasta que las subprime, apenas una gota en el océano del sistema financiero, lo cambiaron todo prácticamente de golpe. Según Greenspan, eso es propio de la naturaleza humana: "Del temor a la euforia y viceversa".

La semilla de la crisis financiera está justamente ahí, "en esa política monetaria con bajísimos tipos de interés, en la laxitud de los controles financieros que permitían acumular riesgos porque todo se vendía después con un pelotazo, en ese largo periodo de dinero fácil", explica desde Londres Antonio Villarroya, de Merrill Lynch. Los bancos de inversión, el capital riesgo, los hedge funds y la gran (y no tan gran) banca empezaron a hacer ingeniería financiera -transgénicos financieros, según algunos analistas- para no perder el tren de los beneficios multimillonarios.

Así empezaron los pecados del mercado, permitidos por bancos centrales y autoridades. Los bancos estadounidenses empezaron a conceder créditos hipotecarios a mansalva a personas que no ofrecían garantías de cobro. Eso son las hipotecas basura. Mientras la vivienda subió, miel sobre hojuelas: el negocio era redondo. Tanto, que los bancos necesitaban más liquidez para seguir concediendo créditos. Metían las subprime en paquetes de deuda bendecidos por las agencias de calificación, como si no tuvieran riesgos asociados. Los sacaban fuera de su balance y los colocaban por todo el mundo, con la absurda creencia de que dividir la deuda supondría amortiguar el golpe si las cosas se torcían.

Sucedió lo contrario. El tortazo fue monumental. Cuando los primeros morosos empezaron a perder sus casas en EEUU, los precios de la vivienda iniciaron su declive. "Ése fue el detonante", resume Villarroya. A través de los complejos productos estructurados que extendieron las subprime por todo el sistema bancario, las turbulencias se propagaron rápidamente por los mercados financieros internacionales. Nadie quería activos contaminados, y ningún banco compraba nada de nada para no verse salpicado.

Los bancos centrales reaccionaron para evitar que las tensiones en los mercados interbancarios -totalmente secos- actuaran como un canal amplificador de la inestabilidad. En los mercados de capitales, las primas de riesgo de crédito alcanzaron valores desconocidos desde 2001. Y en esas estamos. "Hay un endurecimiento de las condiciones de crédito y una revisión de las perspectivas de crecimiento, porque los mercados financieros y la economía real funcionan como vasos comunicantes. Sigue habiendo miedo, y ha habido episodios de pánico. Y nada de eso cambiará hasta que se restablezca la confianza en el sector financiero", asegura desde Bélgica Paul De Grauwe, uno de los grandes expertos europeos en mercados financieros y bancos centrales.

Planteamiento y nudo del thriller financiero están retrasando el desenlace más de lo esperado. Guillermo Calvo, catedrático de la Universidad de Columbia, asegura que la crisis "es complicada, y no se vislumbra una reactivación". El papel de los bancos centrales es discutible, pero Calvo afirma que los rescates bancarios -Bear Stearns, Freddie Mac y Fannie Mae, por ejemplo- "han evitado un colapso financiero y en el fondo una caída generalizada del PIB y del empleo como sucedió en los años treinta". "El problema es que eso trae problemas de riesgo moral [los bancos asumen riesgos a sabiendas de que el sector público los salvará si las cosas se tuercen], y que al prevenir que la economía toque fondo rápidamente, la recuperación puede tomar mucho tiempo. La recesión no va a ser profunda, pero la recuperación va a ser lenta", vaticina desde Nueva York.

Los expertos suelen decir que los agentes económicos tienen mala memoria. Los excesos que conducen a una crisis se olvidan con rapidez. Entre los economistas hay cierto consenso en que de esta crisis deben extraerse al menos dos lecciones: "No hay que comprar nada que no se entienda", aconseja a la banca el economista francés Charles Wyplosz. En el gremio hay progresistas y conservadores, pero hasta los neocons se apuntan a una segunda petición: "Una de las lecciones que deja la crisis es que el sector financiero estaba infrarregulado y hay que cambiar eso", asegura Desmond Lachman, analista de un think tank en Washington. "El Banco de España ha sido un ejemplo en eso: impidió que la banca española se metiera donde no debía", añade Wyplosz.

Pero tampoco hay que esperar milagros: "Los políticos tienen tendencia a prepararse para la guerra que ya sucedió. Esta batalla ya se perdió. La regulación tiene que mejorar, pero el sistema financiero está especializado en buscarle las vueltas a las regulaciones con nuevos instrumentos. Pasada la crisis, la banca volverá a sorprender", añade Calvo desde Nueva York. "La regulación, la supuesta solución a la crisis actual, nunca fue capaz de eliminar las crisis en la historia". Palabra de Greenspan.

-Tribuna: Paul Krugman – Perspectivas económicas en "L" (El País – 10/8/08)

Los precios de las viviendas están en caída libre. El desempleo aumenta. La confianza de los consumidores está alcanzando profundidades no vistas desde 1980. ¿Cuándo acabará todo? La respuesta es que probablemente no antes de 2010 o después. Barack Obama debería tomar nota.

Es cierto que algunos expertos en pronósticos siguen esperando una recuperación en "V", en la que la economía se recupere rápidamente de su contracción. Según este punto de vista, uno de estos días volverá a amanecer en Estados Unidos.

Pero si la experiencia de los últimos 20 años sirve de guía, la perspectiva para la economía no tiene forma de "V", sino de "L": en lugar de una recuperación, tendremos un periodo prolongado de resultados planos o, en el mejor de los casos, una lenta mejora.

Empecemos por la vivienda. De acuerdo con el índice Case-Shiller, ampliamente utilizado, el precio medio de la vivienda en Estados Unidos caía un 17% el año pasado. Pero estamos deshinchando una enorme burbuja inmobiliaria, y es probable que el precio de las viviendas siga bajando mucho más. En concreto, los precios reales de las viviendas, es decir, los precios ajustados a la inflación experimentada por el resto de la economía, subieron más del 70% entre 2000 y 2006. Desde entonces han bajado bastante, pero siguen estando un 30% por encima del nivel de 2000.

¿Deberíamos esperar que bajen hasta alcanzar ese nivel? Bien, a finales de la década de 1980, Los Ángeles experimentó una gran burbuja inmobiliaria localizada: los precios reales de las viviendas aumentaron aproximadamente un 50% antes de que la burbuja estallase. Los precios empezaron a caer un 25%, lo cual, combinado con la inflación constante, hizo que los precios reales de la vivienda cayesen otra vez hasta el nivel anterior a la burbuja.

Y he aquí el tema: este proceso tardó más de cinco años. Los precios de la vivienda en Los Ángeles no alcanzaron su punto mínimo hasta mediados de los años noventa. Si la actual contracción inmobiliaria sigue el mismo calendario, no veremos una recuperación hasta 2011 o más tarde.

¿Y qué hay de la economía en general? Podríamos sentir la tentación de consolarnos con el hecho de que las dos últimas recesiones, la de 1990-1991 y la de 2001, fueron bastante cortas. Pero en ambos casos, el fin oficial de la recesión fue seguido por un largo periodo de lento crecimiento económico y un aumento del desempleo que a la mayoría de los estadounidenses les parecía una recesión continuada.

Así, la recesión de 1990 acabó oficialmente en marzo de 1991, pero el paro siguió creciendo durante buena parte de 1992, y eso permitió a Bill Clinton ganar las elecciones basándose en la frase "es la economía, estúpido". La siguiente recesión empezó oficialmente en marzo de 2001 y acabó en noviembre, pero el desempleo siguió aumentando hasta junio de 2003.

Estos prolongados episodios parecidos a una recesión probablemente reflejan la naturaleza cambiante del ciclo empresarial. Las recesiones anteriores fueron más o menos diseñadas deliberadamente por la Reserva Federal, que subió los tipos de interés para controlar la inflación. Las contracciones modernas, en cambio, han sido como resacas después de los brotes de exuberancia irracional: el ahorro y el crédito inmobiliario gratis para todos en la década de 1980, la burbuja tecnológica en los años noventa y ahora la burbuja inmobiliaria.

Poner fin a las antiguas recesiones era fácil, porque todo lo que la Reserva Federal tenía que hacer era aminorar el ritmo. Acabar con las contracciones modernas es mucho más difícil, porque la economía necesita encontrar algo que sustituya a la burbuja pinchada.

A la Reserva Federal, en concreto, le está resultando difícil encontrar tracción en las recesiones modernas. En 2002, se tenía la fuerte sensación de que estaba "tirando de un hilo": seguía rebajando los tipos de interés, pero nadie quería endeudarse hasta que empezó la burbuja de la vivienda. Y ahora está volviendo a ocurrir. The Onion, como es habitual, daba directamente en el clavo con su reciente titular: "Nación plagada de recesiones busca nueva burbuja en la que invertir".

Pero probablemente no encontraremos otra burbuja, o al menos una lo suficientemente grande como para alimentar una recuperación rápida. Y esto tiene, entre otras cosas, importantes implicaciones políticas.

Teniendo en cuenta la situación de la economía, es difícil ver cómo puede Barack Obama perder las elecciones de 2008. Una anécdota: esta semana, al pasar por delante de una multitud que esperaba ante una sucursal de IndyMac, el banco que ha quebrado, un conductor gritó al pasar: "¡La economía de Bush no ha funcionado! ¡Ladrones republicanos de derechas!". La multitud lo vitoreó.

Pero lo que la economía da, también lo quita. Si la actual recesión sigue el típico patrón moderno, la economía seguirá deprimida hasta bien entrado 2010, o incluso más; suficiente tiempo para que la ciudadanía empiece a culpar al nuevo titular, y lo castigue en las elecciones de mitad de mandato.

Para evitar ese destino, Obama -si se convierte en el próximo presidente- tendrá que moverse con rapidez y energía para dar solución al descontento estadounidense con la economía. Eso supone otro plan de incentivos, mayor, mejor y más sostenido que el que ha aprobado el Congreso a principios de año. También significa aprobar medidas a más largo plazo para reducir la ansiedad económica: sobre todo, atención sanitaria para todos.

Si me preguntan a mí, no hay mucho suspense en las elecciones de este año: si no comete errores extraordinarios, Obama ganará. Suponiendo que gane, la verdadera cuestión es qué hará con su victoria.

(Paul Krugman es profesor de Economía de la Universidad de Princeton. © The New York Times News Service)

– Tribuna: Laboratorio de ideas Paul A. Samuelson – Al rescate obligado de bancos y Wall Street (El País – 10/8/08)

Debido al fracaso total que ha tenido anteriormente la regulación firme por parte del gobierno de los bancos comerciales, los bancos de inversión, los fondos de cobertura, las entidades de crédito hipotecario y otros fondos privados de capital riesgo, Estados Unidos se encuentra ahora sumido en una crisis financiera semiletal, y seguirá así durante un tiempo considerable.

Las alzas y los bajones del mercado inmobiliario son algo que se ha ido repitiendo a lo largo de siglos de historia económica. En una columna anterior, en mayo, aparecían especificados los sospechosos de rigor a los que tenemos que culpar de provocar este último desplome financiero, el peor de la historia, en Estados Unidos y fuera de sus fronteras. Desgraciadamente, una semana tras otra, los titulares ponen ahora en evidencia lo grave que es el desastre que han dejado tras de sí estos sospechosos.

Por consiguiente, mi tarea en este artículo es proporcionar un análisis serio de cómo y por qué será necesario un gasto gubernamental de calado en ayudas para restablecer la estabilidad en los principales bancos, en Wall Street y en los mercados extranjeros.

Las pérdidas tanto de prestamistas como de prestatarios son tan inmensas que ningún banco privado de inversión, ningún banco privado comercial, ningún grupo privado de inversiones y ningún superrico Warren Buffet podrían verse impulsados jamás a rescatar a los principales afectados.

Sí, es verdad que el interés público exige que se salve a Fannie Mae y a Freddie Mac. Pero sólo un ingenuo podría pensar que cuando se les salve, sus bienhechores gubernamentales vayan a librarse de sufrir pérdidas grandísimas.

El capitalismo privado puro nunca se puede salvar a sí mismo después de haber generado burbujas especulativas muy extendidas. Ésa es la razón por la que se fundaron en un principio los bancos centrales, como el Banco de Inglaterra, el Banco de Suecia y el sistema de la Reserva Federal de 1913. A todos los sistemas capitalistas de mercado les resulta imprescindible una "entidad crediticia de último recurso".

La tarea del Gobierno consiste en perder dinero, no en favor de magnates ricachones ni de especuladores cegatos, sino de organismos de interés público, como Reconstruction Finance o las agencias nacionales de la vivienda.

La policía y los bomberos consumen la recaudación fiscal presente y futura. Esto no es un despilfarro. Es una asignación razonable y prudente de los recursos de la sociedad.

El presidente Franklin Roosevelt no llevó a Estados Unidos a la bancarrota cuando salvó al capitalismo de la Gran Depresión. Todo lo contrario: en 1939, cuando Hitler amenazó con conquistar el mundo entero, el Estados Unidos de Roosevelt era tan sólido económicamente que fue capaz de derrotar a los agresores alemanes por segunda vez, en 1945, al igual que lo había hecho en 1918.

Los lectores se preguntarán si la Reserva Federal y los sistemas financieros estadounidenses podrían acabar quebrando como consecuencia de la carga que representan actualmente los rescates.

La comprensión profunda de los recursos macroeconómicos del Gobierno da a entender que entre el gasto fiscal deficitario del Tesoro estadounidense, primero, y el dinero nuevo que crea el sistema de la Reserva Federal, en segundo término, se podrían saldar todas las deudas del erario público denominadas en dólares, incluso si el caos de las hipotecas subprime fuera el doble de fuerte de lo que va a ser entre ahora y 2010. Por tanto, no hay realmente que temer que vaya a producirse la clase de depresión que el presidente republicano Hoover le legó al presidente demócrata del New Deal, Franklin Roosevelt.

Una vez que hayan comprendido este punto, deberían seguir preguntándose si el éxito de la ayuda a Fannie Mae, a FDIC y a otros organismos nuevos de préstamo hipotecario no hará que Estados Unidos se convierta en una economía típica de una república bananera, con una inflación galopante como la Alemania de 1923 o el Zimbabue de 2008.

Mi sobria respuesta a esto hace referencia una vez más a la historia económica de la Gran Depresión, entre 1929 y 1939, y a las macrohistorias de la II Guerra Mundial, entre 1940 y 1946. Durante la guerra, cerca de la mitad de nuestro PIB se gastaba en librar la guerra

En comparación con esa época y con la de la Depresión, las actividades futuras del presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, y del secretario del Tesoro estadounidense, Henry Paulson, parecerán nimias. De hecho, hasta el momento, nuestra inflación anual actual del 5% se debe a los sobresaltos de la oferta microeconómica y no a la expansión de la moneda impresa.

Actualmente, el dinero no es en absoluto "fácil". El crédito está anormalmente restringido para cualquier inversión que implique un riesgo considerable. Como estamos en una época de bancarrotas y de embargos, casi todo será arriesgado ahora mismo. Pregúntenle a cualquier pistolero de un fondo de cobertura o intenten lograr financiación para comprarse una ganga de casa que se ha puesto barata en su barrio.

Durante demasiado tiempo, los expertos de Wall Street y los economistas de la Casa Blanca contaban con que hubiera un aterrizaje suave y modestamente débil. En sus habituales cálculos "consensuados" incluían una caída en torno al 1% en el crecimiento del PIB por los empleos perdidos en la construcción y quizás un descenso adicional del 1,5% por la pérdida de valor neto de los propietarios de viviendas. Y está claro que nadie podía dejar de notar que los efectos de los elevados precios del petróleo y de los productos básicos de la cámara de comercio estadounidense iban a sentirse en el gasto de los consumidores en 2008.

Esto es igual que la diferencia entre diagnosticar una gripe suave y un cáncer en fase de metástasis. Utilizo esta temida palabra a propósito: la radiación puede frenar el crecimiento del cáncer en el cuello, pero no hay ningún escáner moderno ni Rayos X que puedan detectar a priori en qué parte del dedo gordo del pie va a aparecer ese tipo de cáncer.

Un colapso financiero se le parece mucho. Ayudar a la moribunda empresa Bear Stearns puede mantener su caparazón con algo de vida. Pero en pocas semanas, Merrill Lynch y Lehman Investment Bank estarán a las puertas de la muerte. Y quizás un centenar de bancos comerciales locales sean los siguientes en la lista de rumores. Quizás.

Todo se vuelve "quizás" cuando la transparencia se acaba y tiene lugar un hiperapalancamiento no realizado.

Una vez que se devuelva con seguridad a Bush a su rancho de Crawford, Tejas, un nuevo Congreso recuperará para el pueblo estadounidense la base fiscal original que el presidente Bush y el vicepresidente Cheney han estado desperdiciando en las clases con ingresos multimillonarios.

Después de 1929, ninguna democracia razonable va a volver a seguir el lema del secretario del Tesoro Mellon: liquida, liquida y liquida; paciente, cúrate a ti mismo.

El poeta Robert Frost escribió: "El hogar es el lugar en el que, cuando tienes que ir a él, te tienen que acoger". Lo mismo ocurre con los votantes de la actualidad.

Cuando las cosas se vienen abajo, tenemos que empezar a reconstruir el lugar en el que vivimos.

(Paul A. Samuelson. Distribuido por Tribune Media Services (c) 2008)

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