- Naturaleza de los ángeles
- La Creación de los ángeles ¿Se debe creer en la existencia de los ángeles?
- Los ángeles. El Ángel Custodio
- Angeles de las comunidades sociales.
- Valiosos consejeros celestes
- Bondad de Dios en enviar a sus ángeles como custodios
- Servicio que prestan al hombre. Nuestra correspondencia con los ángeles
- Oraciones a los ángeles
- Los "otros" ángeles
- La existencia de los ángeles revelada por Dios
- La misión de los ángeles
- Naturaleza de los ángeles
- La caída de los ángeles malos
- El pecado y la acción de Satanás
- La acción de Satanás y la victoria de Cristo
- Nombres de los ángeles
- Ángeles en las Sagradas Escrituras y el Catecismo
- Jerarquía de los ángeles
- Iglesia Católica y Ángeles
- Representaciones de los ángeles
- Bibliografía
Naturaleza de los ángeles
¿Quiénes son los ángeles? ¿Para qué los creó Dios? ¿Cómo sabemos de su Existencia?
La existencia de los Ángeles es una verdad de fe continuamente profesada por la Iglesia, que forma parte desde siempre del tesoro de piedad y de doctrina del pueblo cristiano. La iglesia los venera, los ama y son "motivo de dulzura y de ternura" (Juan XXIII, 9-VIII-1961). Es de fe, además, que muchos ángeles, abusando de su libertad, cayeron en pecado y se hicieron malos, quedando así perpetuamente constituidos enemigos de Dios y condenados a la pena eterna. Estos ángeles malos son llamados también demonios. Los ángeles son seres espirituales, personales y libres; dotados, por tanto, de inteligencia y voluntad, creados por Dios de la nada. Dios creó a los ángeles para que le alaben, le obedezcan y le sirvan; además, para hacerlos eternamente felices y para que ayuden y guíen a cada persona, a cada familia, nación, institución y muy especialmente a la Iglesia.
Conocemos de su existencia porque Dios la reveló. Así en el Antiguo Testamento, se nos dice que: • Cerraron el paraiso terrestre después del pecado de Adán y Eva. • Protegieron a Lot en Sodoma. • Salvaron a Agar y a su hijo Ismael en el desierto. • Anunciaron a Abraham y aSara que tendrían un hijo. • Detuvieron la mano a Abraham cuando iba a sacrificar a su hijo Isaac. • Asistieron al profeta Elía. En el Nuevo Testamento, se nos dice que • Avisaron a Zacarías el nacimiento de San Juan el Bautista. • San Gabriel anunció a la Virgen María que sería la Madre dle Redentor. • Alabaron a Dios por el nacimiento de Cristo. • Revelaron a San José el misterio de la Encarnación. • Confortaron a Jesús en su agonía en el Huerto de Gethsemaní. • Aparecieron en la Resurrección de Cristo. Creer en la existencia de los ángeles es una verdad de fe. Así lo definió el Magisterio de la Iglesia: "Dios creó de la nada a una y a otra criatura, la espiritual y la corporal, es decir, la ángelica y la mundana (…)" (Concilio IV de Letrán y Concilio Vaticano I). Quien niegue su existencia con pertinacia, sabiendo que es dogma de fe, comete pecado mortal e incurre en excomunión (cfr. Código de Derecho Canónico, canon 1364). Durante la consagración como Papa de San Gregorio XV (1621), una terrible peste estaba devastando Roma San Gregorio organizó a su pueblo en torno de una gran procesión que estaba encabezada por una pintura de la "Virgen Gloriosa" (obra atribuida a San Lucas Apóstol). Estando la procesión en marcha, una densa nube de aire nauseabundo se detuvo ante la pintura. Los presentes escucharon, entonces, a un coro angélico cantar con alegría. "Regina Coeli, laetare, alleluja" El Papa San Gregorio relató luego la visión que tuvo de un enorme ángel parado sobre el castillo, cerca de allí. Desde ese día los romanos se refieren a él como Sant"Angelo en conmemoración de la rauda purgación de la peste de Roma. San Gregorio murió el 8 de julio de 1623. El relato de su vida se encuentra en "Vida de los Santos", de Edward Kinesman. Dotados de una naturaleza más perfecta que la humana, esos espíritus puros fueron creados para dar gloria a Dios, regir el mundo material y ser potentes auxiliares de los hombres en vista su salvación eterna. En un éxtasis, Santa María Magdalena de Pazzi vio a una religiosa de su Orden (carmelita) ser sacada del Purgatorio y llevada al Cielo por su Ángel de la Guarda. Y Santa Francisca Romana vio a su Ángel de la Guarda conducir al Purgatorio, para ser purificada, a un alma a ella confiada. El espíritu celeste permaneció fuera de aquel lugar de purgación, para presentar al Señor los sufragios ofrecidos por aquella alma. Y, al ser aceptados por Dios, esa alma era aliviada en sus penas. (1)
Después de nacer, el hombre recibe de Dios uno de esos angélicos guardianes, que lo acompañará durante la vida, protegiéndolo y comunicándole buenas inspiraciones, Si la persona hubiese vivido según la Ley de Dios, al punto de santificarse e ir directamente al Cielo, el Ángel de la Guarda la conducirá a ese lugar bendito. Si, en otro caso, y lo que es más probable, ella precisa purificarse en el fuego del Purgatorio, el Ángel la conducirá después al Paraíso Celestial. O, en caso contrario, si hubiese rechazado sus inspiraciones y buenos movimientos, condenándose del todo para siempre, lo abandonará a las puertas del infierno. En nuestros días, a la par del materialismo y del ateísmo reinantes en tantas almas y en incontables ambientes, se percibe una saludable reacción – cada vez más intensa y generalizada – a esas llagas de la civilización contemporánea. El sentimiento religioso, la creencia en Dios y en el destino eterno ganan siempre más terreno, especialmente en el seno de la juventud actual. Un síntoma de este renacer de los valores espirituales es precisamente el interés por los Ángeles, el aumento de la devoción a los espíritus puros, así como los pedidos invocando su intercesión. Sin embargo tal resurgimiento, infelizmente, se manifiesta en algunos casos mezclada de supersticiones y hasta de manifestaciones de ocultismo. Para atender este saludable movimiento de alma, nos proponemos hoy presentar a nuestros lectores la atrayente y actualísima temática de los Ángeles. El Ángel sólo pasa a custodiar en nuevo ser después que este sale de las entrañas maternas. Esto porque, desde el momento de la concepción hasta el nacimiento del nuevo ser, el Ángel de la Guarda de la madre cuida también de la nueva criatura, así como quien guarda un árbol cargado de frutos, junto con el árbol cuida también lo frutos (2) Tenemos necesidad de la celestial protección angélica. Nuestra alma inmortal está destinada a ser, en el futuro, compañera de los Ángeles y de ocupar a su lado, en el Cielo, uno de los tronos que quedaron vacíos por la caída de aquellos ángeles puros que se rebelaron contra Dios, transformándose en demonios. Tal necesidad sobretodo proviene de la propia flaqueza humana para alcanzar este objetivo ¿Qué empeño no tendrá el demonio para que un recién nacido no reciba las aguas regeneradoras del Santo Bautismo? Muchas veces también procurará causarnos males físicos.
"La función principal del Ángel de la Guarda es iluminarnos en relación a la verdad y a la buena doctrina. Pero su protección acarrea también muchos otros efectos, tales como reprimir los demonios e impedir que nos sean causados daños espirituales o corporales". Ellos "rezan por nosotros y ofrecen nuestras oraciones a Dios, tornándolas más eficaces por su intercesión (Apoc. 8, 3; Tob. 12, 12), sugiriéndonos buenos pensamientos, incitándonos a hacer el bien (Act. 8, 26; 10, 3ss). Del mismo modo, cuando nos infligen penas medicinales para corregirnos (2 Sam. 24, 16): y – lo más importante de todo – cuando nos asisten en la hora de la muerte, fortaleciéndonos contra los supremos asaltos del demonio" (3). Algunas almas muy selectas, que conservaron intacta su inocencia y pureza bautismal a lo largo de la vida, por especial privilegio de Dios tuvieron la dicha de ver a su Ángel de la Guarda. Así sucedió con San Geraldo Magela, Santa Francisca Romana, Santa Gema Galgani y otros Santos. Veamos dos ejemplos: • Santa Francisca Romana: dama romana de la más ilustre estirpe, quería hacerse religiosa pero fue obligada por sus padres a casarse, habiendo procurado santificarse en el estado matrimonial. De ese casamiento nacieron varios hijos. Uno de ellos, Juan Evangelista, de extrema piedad, dotado con el don de la profecía, falleció angélicamente a los nueve años. Un año después de su muerte, apareció a Francisca, resplandeciente de luz, acompañado por un joven aún más brillante si es posible. Hizo conocer a la madre la gloria que gozaba en el Cielo; y le comunicó que venía a buscar a su hermanita Inés, de cinco años, para colocarla entre los Ángeles. Y que, por orden de Dios, dejaría aquel Ángel para – junto con su propio Ángel de la Guarda – asistirla en los que le restaba de vida terrena. Era un Ángel de categoría superior, un Arcángel.
A partir de entonces, Santa Francisca veía constantemente ese Arcángel que, según ella, brillaba más que el sol, de manera que no conseguía mirarlo. Si Francisca dejaba escapar alguna palabra poco necesaria, o acaso se preocupaba un poco de más con los problemas domésticos, el Ángel desaparecía, quedando oculto hasta que ella se recogiese de nuevo. Él, con sus luces, la auxiliaba muchas veces, defendiéndola contra los ataques del demonio, que constantemente la asaltaba (4). • Santa Mariana de Jesús: conocida como la Azucena de Quito, después del fallecimiento del padre, siendo aún una bebé, la madre se retiraba a una casa de campo llevándola abrazada, en el lomo de una mula. En el paso de un río de aguas muy tormentosas, la mula tropezó y la bebita cayó de los brazos maternos… Al mismo tiempo, la niña predestinada quedó sostenida en el aire por su Ángel de la Guarda, hasta que la presurosa madre la recogió (5). Valiosos consejeros celestes Los Ángeles de la Guarda son nuestros consejeros, inspirándonos santos deseos y buenos propósitos. Evidentemente, lo hacen en el interior de nuestras almas, si bien que, como vimos, hayan existido almas santas que merecieron de ellos recibir visiblemente celestiales consejos. Cuando Santa Juana De Arco, aún niña, guardaba su rebaño, oyó una voz que la llamaba: "Jeanne! Jeanne!" ¿Quien podría ser, en aquél lugar tan yermo? Ella se vio entonces envuelta en una luz brillantísima, en el medio de la cual estaba un Ángel de trazos nobles y apacibles, rodeado de otros seres angélicos que miraban a la niña con complacencia. "Jeanne", le dice al Ángel, "sé buena y piadosa, ama a Dios y visita frecuentemente sus santuarios". Y desapareció. Juana, inflamada de amor de Dios, hizo entonces el voto de virginidad perpetua. El Ángel se le apareció otras veces para aconsejarla, y cuando la dejaba, ella quedaba tan triste que lloraba (6). El desvelo de nuestro Ángel de la Guarda para con nosotros está bien expresado por el Profeta David en el Salmo 90: "El mal no vendrá sobre ti, y el flagelo no se aproximará a tu tienda. Porque mandó [Dios] a sus Ángeles en tu favor, para que te guarden en todos tus caminos. Ellos te elevarán en sus manos, para que tu pié no tropiece con alguna piedra" (Sl. 90, 10-12). Innumerables son los ejemplos del poderoso auxilio de los Ángeles en la vida de los Santos. Santa Hildegonde, alemana (+ 1186), habiendo ido en peregrinación a Jerusalén con su padre y falleciendo éste en el camino, fue frecuentemente socorrida por su Ángel. Cierto día, cuando viajaba camino a Roma, fue asaltada y abandonada como muerta. Apenas pudo lograr levantarse, y vio surgir a su Ángel en un caballo blanco. Éste ayudó cuidadosamente a su protegida a montar, y la condujo hasta Verona. Allá, se despidió de ella diciendo: "Yo seré tu defensor donde quiera que vayas" (7). Santa Hildegonde podría aplicar a sí misma el siguiente comentario de San Bernardo al Salmo arriba citado: "¡Cuán gran reverencia, devoción y confianza deben causar en tu pecho las palabras del profeta real! La reverencia por la presencia de los Ángeles, la devoción por su benevolencia, y la confianza por la guarda que tienen de ti. Mira vivir con recato donde están presentes los Ángeles, porque Dios los mandó para que te acompañen y asistan en todos tus caminos; en cualquier posada y en cualquier rincón, ten reverencia y respeto a tu Ángel, y no cometas delante de él lo que no osarías hacer estando yo en tu presencia" (8). San Buenaventura afirma: "El santo Ángel es un fiel paraninfo conocedor del amor recíproco existente entre Dios y el alma, y no tiene envidia, porque no busca su gloria, sino la de su Señor". Agrega que la cosa más importante y principal "es la obediencia que debemos tener a nuestros santos Ángeles, oyendo sus voces interiores y saludables consejos, como de tutores, curadores, maestros, guías, defensores y mediadores nuestros, así en el huir de la culpa del pecado, como en el abrazar la virtud y crecer en toda perfección y en el amor santo del Señor" (9).
Intrépidos guerreros del Ejército Celestial En varias partes de los Libros Sagrados los Ángeles son mencionados como siendo la Milicia Celestial. Así, narra el Profeta Isaías haber visto que "Los Serafines … clamaban uno hacia el otro y decían: Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los Ejércitos". (Is. 6, 2-3). Y, en el Apocalipsis, comandados por el Arcángel San Miguel, trabaron en el Cielo una gran batalla derrotando a Satanás y a sus Ángeles rebeldes (Ap. 12, 7). En otros pasajes aparecen elles ejerciendo incluso funciones bélicas. Leemos, por ejemplo, en el II Libro des Crónicas que, habiendo Senaquerib invadido Judea, mandó una delegación a Jerusalén para disuadir a sus habitantes de la fidelidad a su rey Ezequías, blasfemando contra el Dios verdadero. El Rey de Judá y el Profeta Isaías se pusieron en oración
implorando la protección divina contra las tropas enemigas. "Y el Señor envió un Ángel que exterminó todo el ejército del rey de Asiria en su propio campamento, con los jefes y los generales, y el rey volvió a su tierra completamente confuso" (II Cron. 32, 1 a 21). Guerreros angélicos – tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento – a veces se unen también a los hombres contra los enemigos del Señor. Así, por ejemplo, ayudaron a Judas Macabeo en una batalla decisiva. Otras veces auxiliaron a los soldados de la Cruz contra los musulmanes, como ha sido narrado en las crónicas de las Cruzadas. En la Sagrada Escritura, el propio autor de los Hechos de los Apóstoles afirma: "El Señor Dios de los ejércitos frecuentemente envía también sus guerreros para librar a sus amigos de las manos de los impíos" (Hechos 5, 18-20; 12, 1-11).
Protectores de los hombre, mensajeros de DiosEn el Libro de Daniel (10, 13-21), el Arcángel San Miguel defendió los intereses de los israelitas contra el Ángel protector de Persia. En el Apocalipsis, San Juan se refiere a la victoria de ese Arcángel contra el demonio y sus secuaces. Más recientemente, leemos en la autobiografía de San Antonio María Claret, que cierto día, estando él sólo en el coro del Monasterio del Escorial, vio a Satanás que pataleaba con gran rabia y despecho, por habérsele frustrado algunos de sus planes en relación a los estudiantes. Oyó entonces la voz del Arcángel San Miguel que le dice: "Antonio, no temas. Yo te defenderé". San Gabriel fue el gran mensajero y embajador de Dios no sólo en la Anunciación a Nuestra Señora, sino, según el parecer de muchos teólogos, también apareció junto a San Zacarías, para anunciarle el nacimiento de Juan Bautista. Y junto a San José, a quien apareció tres veces en sueños: para anunciar la concepción divina de María, recomendar la fuga a Egipto y el retorno de aquél, después de la muerte de Herodes. La misión de San Rafael junto al joven Tobías es detalladamente descrita en la Biblia.
Ya en tiempos posteriores, se señalan también muchas de sus intervenciones, como la salvación eterna del tesorero de un rey de Polonia, por el hecho de que el protegido le tenía gran devoción; y el haber librado de las manos de asaltantes a un burgués de Orleans que a él se encomendaba, en una peregrinación a Santiago de Compostela (10). Se narra en la vida de la Beata Madre Humildad de Florencia (+1310) que, habiendo sido electa Abadesa de su monasterio, además de su Ángel de la Guarda, recibió uno más para ayudarla en el gobierno de la comunidad. Ella compuso para sus religiosas una sencilla oración, pidiendo la guarda de los sentidos, oración en que se nota mucho la influencia del espíritu de Caballería de la época: "Buenos Ángeles, mis constantes protectores: guardad todas mis vías y vigilad cuidadosamente la puerta de mi corazón, de manera que yo no sea sorprendida por mis enemigos. ¡Blandid ante mí vuestra espada protectora! ¡Guardad también la puerta de mi boca para que ninguna palabra inútil escape de mis labios! ¡Que mi lengua sea como una espada, cuando fuere el caso de combatir los vicios o de enseñar la virtud! Cerrad mis ojos con un doble sello cuando ellos quisieren ver con complacencia otra cosa que no sea Jesús. Pero tenedlos abiertos y despiertos cuando fuere para rezar y cantar las alabanzas del Señor. Vigilad también la puerta de mis oídos, a fin de que ellos repelan siempre con disgusto todo lo que viene de la vanidad o del espíritu del mal. Colocad cadenas a mis pies cuando ellos quisieran ir a pecar. Pero acelerad mis pasos cuando se trate de trabajar para la gloria de Dios o de la santa Virgen María, o de la salvación de las almas! Haced que mis manos sean siempre, como las vuestras, prontas a ejecutar las órdenes de Dios.
Apagad en mí el olfato del cuerpo, a fin de que mi alma no aspire mas que el suave perfume de las flores celestes. En una palabra, guardad todos mis sentidos, de manera que mi alma se deleite constantemente en Dios y con las cosas celestes. Mis Ángeles bienamados: fui colocada bajo vuestra guarda por el dulce Jesús; yo os suplico que me guardéis siempre con cuidado, por el amor de Él. ¡Oh mis Ángeles bienamados, yo os pido que me conduzcan un día a la presencia de la Reina del Cielo, y de suplicarle que yo sea colocada en los brazos del divino Niño Jesús, su Hijo bienamado!" (11). ¿Cuál es la naturaleza de esos espíritus puros? Los Ángeles son seres puramente espirituales, dotados de inteligencia, voluntad y libre arbitrio, elevados por Dios al orden sobrenatural, esto es, llamados por la gracia a participar en la vida de Dios a través de la visión beatífica. Muchísimo más perfectos que los hombres, su inteligencia es inerrante y su voluntad inmensamente poderosa. Como no tienen dependencia alguna de la materia, su conocimiento es considerablemente más perfecto que el del hombre; para ellos, ver es ya conocer. Y conocer significa comprender la cosa en toda la profundidad de que son capaces, en su substancia, y sin posibilidad de error. Por eso, la prueba, para ellos, tuvo consecuencia inmediata e irremediable. Pues su querer es absoluto, sin vuelta atrás. Aquello que quieren, lo desean para todo y para siempre. De ahí el hecho de que, después de la prueba, hayan pasado inmediatamente a la eternidad del Infierno (los demonios), como a la del Cielo (los Ángeles buenos). Dios creó a los Ángeles para conocerlo, amarlo, servirlo y proclamar sus grandezas, ejecutar sus órdenes, gobernar este universo y cuidar de la conservación de las especies y de los individuos que él contiene. "Como príncipes y gobernadores de la gran Ciudad del Bien, la que se refiere a todo el sistema de la creación, los Ángeles presiden, en el orden material, el movimiento de los astros, la conservación de los elementos, y la realización de todos los fenómenos naturales que nos llenan de alegría o de terror.
Entre ellos está compartida y repartida la administración de este vasto imperio. Unos cuidan de los cuerpos celestes, otros de la tierra y de sus elementos, otros de sus producciones, árboles, plantas, flores y frutos. A éstos, está confiado el gobierno de los vientos y mares, de los ríos y fuentes; a aquellos, la conservación de los animales. No hay una criatura visible, ni grande ni pequeña, que no tenga una potencia angélica encargada de velar por ella" (12). Algunas veces los Ángeles, cuando son enviados por Dios a los hombres para alguna misión, utilizan la forma humana, a fin de acomodarse a nuestra naturaleza. Sin embargo, en esos cuerpos etéreos y ligeros con los cuales en general aparecen, no están como el alma humana está en el cuerpo, dándole vida y tornándolo capaz de operaciones vegetales y animales. Por el contrario, allí están como un operador está en su máquina, de la cual cual se sirve para ejecutar las obras de su arte. fuera del horario de trabajo, no tiene con ella ninguna ligazón. "Según los más doctos intérpretes, las apariciones accidentales de los Ángeles en el mundo no son más que el preludio de su aparición habitual en el Cielo. Así, es probable que en el Cielo los Ángeles asumiránmagníficos cuerpos aéreos para regocijar la vista de los elegidos y conversar con ellos cara a cara" (13). Conclusión: devoción y fidelidad a los ángeles Evidentemente, todas esas maravillas del mundo angélico deberían llevarnos a un profundo amor, reverencia y gratitud especialmente para con nuestro Ángel de la Guarda, evitando todo aquello que pueda apenarlo, como son nuestros pecados. "¿Como te atreverías a hacer en la presencia de los Ángeles aquello que no harías estando yo delante tuyo?", nos interpela el gran San Bernardo. Y deberíamos hacer todo lo que sabemos puede alegrar al Ángel de la Guarda, pues sólo así estaremos trabajando efectivamente para nuestra propia santificación y salvación. La reverencia a su Ángel de la Guarda llevaba a San Estanislao Kostka, que lo veía constantemente, a esta exquisita delicadeza: cuando ambos debían entrar por una puerta, él le pedía al Ángel que pasara antes. Y como éste, a veces, lo rechazase, insistía con él hasta que cediese (15). ¡Ojalá tantos y tan bellos ejemplos nos sirvan tanto para corregir nuestra idea y visión de los seres puros como para reverenciar y aumentar nuestra devoción a esos bienaventurados espíritus angélicos que Dios, en su misericordia, nos concedió como guardianes, consejeros, protectores y mensajeros – especialmente valiosos en el mundo neopagano en que vivimos -, con vistas a la obtención de la vida celeste!
Notas 1 – Cfr. Deharde, apud P. Ramón J. de Muñana, Verdad y Vida, Editorial El Mensajero del Corazón de Jesús, Bilbao, 1947, tomo I, p. 233. 2 – Cfr. Dr. Eduardo María Vilarrasa, La Leyenda de Oro, L. González y Compañía – Editores, 5a edição, tomo I, p. 497. 3 – Plinio Maria Solimeo, Os Santos Ángels, Nossos Celestes Protetores, Coleção Catolicismo nº 2, 1997, pp. 63, 64. 4 – Les Petits Bollandistes, Vies des Saints, d"après le Père Giry, Bloud et Barral, Libraires-Éditeurs, Paris, 1882, tomo III, p. 311. 5 – Cfr. Id., ib., tomo VI, p. 230. 6 – Cfr. Debout, Vie de Saint Jeanne D"Arc, apud Pe. Muñana, op. cit., p. 230. 7 – Cfr. Les Petits Bollandistes, t. IV, p. 529; Deharbe, apud Pe. Muñana, op. cit. p. 232. 8 – Cfr. Eduardo Vilarrasa, op. cit., p. 499. 9 – Pedro de Ribadaneira, Flos Sanctorum, apud Eduardo Vilarrasa, op. cit., p. 499. 10 – Cfr. Les Petits Bollandistes, op. cit., t. XI, pp. 501-502. 11 – Id. Ib., tomo VI, pp. 109, 110. 12 – Mons. Gaume, Tratado del Espíritu Santo, traducción española de D. Joaquin Torres Asensio, Imp. Y Lib. Española de D. José López de Guevara, Granada, 1877, t. 1, p. 116. 13 – Id. Ib. p. 116. 14 – Cfr. Les Petits Bollandistes, op. cit., t. XI, 501-502. 15 – Cfr. V. Agustín, Vida de San Estanislao de Kostka, p. 308, apud, Pe. Muñana, op. cit., p. 230.
La Creación de los ángeles ¿Se debe creer en la existencia de los ángeles? ¿Son un invento del cristianismo? Conoce la enseñanza de la fe católica al respecto. Por Ricardo Sada Fernández En el lenguaje común decimos que tal pintura es una gran creación artística, o que la modista famosa presentará sus "creaciones" del verano. Emplear aquí tal concepto es hacerlo de modo impropio, pues "crear" es, estrictamente "hacer algo de la nada", sin tener antes ninguna clase de elemento previo. Esta definición de creación puede prestarse a equívocos. La "nada" no es "algo" de lo que se sacan las cosas. La creación consiste en producir un efecto con independencia de cualquier sujeto pre-existente, es decir, en producir todo el ser de una cosa. Y para ello se requiere un poder infinito: sólo Dios es capaz de crear. Que para crear se requiere poder infinito puede verse en el siguiente ejemplo. Un mal cocinero (quizá el que esto lee) necesitará de muchos ingredientes para hacer una comida aceptable.
Una cocinera con saber culinario -por ejemplo, una madre experimentada- quizá prepare ricos platillos con muy pocos medios. Pero nadie podrá jamás hacer algo comestible si no cuenta con nada para hacerlo. El más famoso Chef no podrá complacernos en el desierto del Sahara. De ahí que para sacar algo de la nada -y eso es crear- es preciso el poder infinito de Dios. Por otra parte Dios, al crear, no sólo llama las cosas a la existencia y acto seguido las abandona a su suerte. No. Si eso aconteciera, aunque fuera por un segundo, todo desaparecería, volvería a la nada de donde salió. Dios conserva a todo lo creado en la existencia, lo mantiene en el ser. A esta acción de Dios los teólogos la llaman, y con razón, creación continuada. Dios está al lado, y del modo más íntimo que nos podamos imaginar, de todas y cada una de sus criaturas.
Los ángeles Lo primero que Dios creó fue lo más perfecto y parecido a Él: los ángeles. Un ángel es un espíritu como lo es Dios, es decir, un ser con inteligencia y voluntad, pero sin cuerpo, sin dependencia alguna de la materia. El hombre moderno no afirma la existencia de los ángeles. Tampoco la niega. Simplemente la ignora. No se atreve a hablar de su existencia por miedo a que los demás lo consideren como niño que cree en la cigûeña o en Santa Claus. En el fondo piensa que los demás pueden sospechar que, si afirma creer en los ángeles, no se comporta como adulto, no es del todo razonable y serio. Sin embargo, por extraño que pueda parecer, sólo recientemente ha ocurrido esto. Los descubrimientos antropológicos muestran que la existencia de los ángeles se daba por supuesta desde la más remota prehistoria, en los albores de la vida humana en la Tierra.
La creencia en seres espirituales superiores al hombre e inferiores a Dios era entonces universal. A veces, esos espíritus eran buenos y otros malos, y se les unía a distintas cosas que ellos vivificaban -los ríos, los bosques, los animales, las montañas…-, pero sus características eran constantes: inmaterialidad, poder, mediación entre el hombre y la divinidad… Cuando el hombre comenzó a escribir la historia en ese libro todavía inacabado, lo llenó de seres que tenían esas mismas características, fueran ángeles, espíritus o semidioses. Las mitologías griega y romana, por ejemplo, muestran que el pueblo creía en su existencia. Pero no era sólo el pueblo ignorante el que creía en ellos; los filósofos no eran ajenos a esa creencia universal. Tales de Mileto y Pitágoras los colocaban en los umbrales del ámbito divino, Sócrates conversaba familiarmente con uno de ellos y Platón y sus discípulos llenaron el mundo con inteligencias puras o dioses secundarios.
Aristóteles, por su parte, creía que eran quienes movían los cuerpos celestes. Otro tanto podemos decir de las civilizaciones y literaturas nórdica, eslava, maya u oriental. Todo lo anterior indica que los ángeles no constituyen un invento del cristianismo. Prescindiendo de los relatos populares, de la mitología y de la filosofía, y volviendo a la Historia, nos encontramos con que el libro de la antigüedad cuya autenticidad ha sido más ampliamente corroborada, la Biblia, habla de los ángeles en casi todas sus páginas. Ángeles fueron los que detuvieron la mano de Abraham cuando iba a sacrificar a su hijo, los que mataron a los primogénitos de los egipcios, los que condujeron a la victoria a los Macabeos…
Y en el Nuevo Testamento, un ángel fue quien se apareció a Zacarías, y a una doncella de Nazareth en Galilea, y a su esposo en sueños… Jesús mismo, el Hijo de Dios, fue servido por los ángeles en el desierto y confortado por uno de ellos en el Huerto de los Olivos, durante su agonía. Y luego, a lo largo de los siglos, los ángeles aparecen innumerables veces en la vida de los santos, incluso hasta nuestros días. Una creencia tan duradera y universal merece algo más que desprecio. Es algo muy importante como para tratar de quitárselo de encima como un engorroso abrigo. Lo menos que se puede hacer es tratar de explicarlo. Desde el punto de vista de la fe católica, la explicación está en la revelación divina, la cual encuentra su confirmación en datos de razón que nos sería muy largo examinar. Baste decir que la revelación es, desde luego, la mejor manera de saber algo de los ángeles, ya que es la misma palabra de Dios, El cual no puede engañarse ni engañarnos y que es, además, la primera causa de todo. Así pues, existen esas sustancias espirituales superiores que llamamos ángeles. Ahora bien, ¿como son? ¿Qué forma tienen?… Lo único que puede hacer la razón, en este caso, es proceder por eliminación. Está claro que no son seres gigantescos cuya fortaleza haría que los hombres parecieran alfeñiques; no, no hay tamaño en los ángeles, porque no tienen nada material. Tampoco tienen una forma determinada, porque la forma está definida por la materia. Por ello nos resulta difícil concebirlos –y más aún imaginarlos–, ya que nuestra mente está íntimamente unida a lo material. Si decimos que son sustancias espirituales o formas subsistentes, enseguida nos imaginamos un fantasma, un vago perfume o una brisa suave. Pero no, no son "imaginables".
Entonces, ¿por qué aparecen con cuerpos en la Sagrada Escritura? Uno estuvo a las puertas del Paraíso espada en mano, otros fueron huéspedes de Abraham, el arcángel Rafael apareció como compañero de viaje de Tobías. Tenían, pues, cuerpos. ¿Cómo se hicieron con ellos?… Evidentemente no eran suyos, y por tanto tuvieron que tomarlos, asumirlos de alguna manera, como un hombre que alquila un smoking para asistir a una fiesta. Ahora bien, en cuanto a cómo lo obtuvieron es un misterio. Lo único que se puede apuntar es que tal vez fueran una mera apariencia, no cuerpos auténticos, pues, dado su poder, no necesitaban robarlos ni pedirlos prestados. Santo Tomás insinúa que tal vez utilizaran como material aire comprimido, pero es posible cualquier otra explicación. La belleza de las criaturas es una imagen imperfecta de la belleza de Dios quien, al crearlas, quiso que la renegaran de alguna manera. Cuanto más perfectas sean esas criaturas, mejor reflejarán la belleza divina; y tos ángeles, los seres creados más perfectos que existen, la reflejan mejor que nadie. Por ello, quien se dedica a la búsqueda de la bondad y belleza de Dios, nunca dejará de considerar y de amar a estas criaturas que, como ninguna otra, son los más perfectos espejos de esa belleza y de esa bondad.
¿Quién es el Ángel Custodio? ¿Realmente existe? La existencia de los Angeles Custodios es una verdad, continuamente profesada por la Iglesia, que forma parte desde siempre del tesoro de piedad y de doctrina del pueblo cristiano.
Estos Angeles, explica el citado Catecismo, "no han sido enviados solamente en algún caso particular, sino que han sido designados desde nuestro nacimiento para nuestro cuidado, y constituidos para defensa de la salvación de cada uno de los hombres" (n. 6).
Jesucristo mismo dijo a sus discípulos: "Mirad que no despreciéis a alguno de estos pequeñuelos, porque os hago saber que sus Angeles en los cielos están siempre viendo el rostro de mi Padre celestial» (Mat. 18, 10).
Es preciso invocarlos A pesar de la gran perfeción de su naturaleza espiritual elevada perfectisimamente al orden de la gracia, los Angeles no tienen el poder de Dios ni su sabiduría infinita. Como explica Santo Tomás, no pueden leer en el interior de las conciencias(Summa Theologica, 1, 57, 4 ad 31). Es preciso, por tanto que les demos a conocer de algún modo nuestras necesidades. Como su permanencia a nuestro lado es continua y con su inteligencla penetra de modo agudísimo en lo que expresamos, ni siquiera es preciso articular palabras: basta que mentalmente le hablemos para que nos entienda, e incluso para que llegue a deducir de nuestro interior más de lo que nosotros mismos somos capaces. Por eso es tan recomendable tener un trato de amistad con el Angel de la guarda. "Ten confianza con tu Angel Custodio.-Trátalo como un entrañable amigo-lo es- y él sabrá hacerte mil servicios en los asuntos ordinarios cada día". (Camino, n. 562). También podemos relacionarnos con los Angeles Custodios de los demás, para ayudarles en su tarea de conducir al Cielo a esas almas. "Gánate al Angel Custodio de aquel a quien quieras traer a tu apostolado. -Es siempre un gran "cómplice" (Camino, n. 563). Esa complicidad-ordenada y querida por Dios-se extiende a todas las acciones con que hemos de ganar el Cielo para nosotros y para otras almas.
Angeles de las comunidades sociales. « Dios mandará a sus ángeles, para que protejan al justo en todos sus caminos», leemos en el Antiguo Testamento (Ps.90,11) Es opinión común de los teólogos, sólidamente fundada en Sagrada Escritura, en los escritos de los Santos Padres y en liturgia de la Iglesia, la creencia de que los Angeles Custodios no sólo cuidan de cada alma en particular, sino que extienden su patrocinio a los cuerpos sociales-paises, corporaciones, ciudades, personas morales, etc.-, velando para que los lazos que unen a sus miembros no les aparten de la felicidad eterna, y para que los fines corporativos de las distintas comunidades sociales, aun de aquellas nacidas para la consecución de un bien natural se encaminen en último término al fin sobrenatural común a todos, que es Dios. Los Angeles y la Sagrada Eucaristía. La piedad cristiana considera desde antiguo que allí donde se encuentra reservada la Santísima Eucaristía hay Angeles adorando constantemente a Jesucristo Sacramentado. La tradición cristiana describe a los Angeles Custodios como a unos grandes amigos, puestos por Dios al lado de cada hombre, para que le acompañen en sus caminos. Y por eso nos invita a tratarlos, a acudir a ellos. Los cristianos hemos de practicar y difundir la devoción a los Santos Angeles Custodios, de tanta raigambre en la Iglesia: para que el Angel Custodio, que nos acompaña siempre, contribuya a mantener en todas nuestras acciones la unidad de vida, nos proteja, interceda por nosotros, y sea siempre el más poderoso aliado en la tarea de nuestra santificaclón personal y en el apostolado. Como reza la oración dirigida a San Miguel, en las fiestas litúrgicas que le dedica el Misal romano, Santos Angeles Custodios: defendednos en la batalla, para que no perezcamos en el tremendo Juicio.
Valiosos consejeros celestes Los Ángeles de la Guarda son nuestros consejeros, inspirándonos santos deseos y buenos propósitos. Evidentemente, lo hacen en el interior de nuestras almas, si bien que, como vimos, hayan existido almas santas que merecieron de ellos recibir visiblemente celestiales consejos. Cuando Santa Juana De Arco, aún niña, guardaba su rebaño, oyó una voz que la llamaba: "Jeanne! Jeanne!" ¿Quien podría ser, en aquél lugar tan yermo? Ella se vio entonces envuelta en una luz brillantísima, en el medio de la cual estaba un Ángel de trazos nobles y apacibles, rodeado de otros seres angélicos que miraban a la niña con complacencia. "Jeanne", le dice al Ángel, "sé buena y piadosa, ama a Dios y visita frecuentemente sus santuarios". Y desapareció. Juana, inflamada de amor de Dios, hizo entonces el voto de virginidad perpetua. El Ángel se le apareció otras veces para aconsejarla, y cuando la dejaba, ella quedaba tan triste que lloraba . El desvelo de nuestro Ángel de la Guarda para con nosotros está bien expresado por el Profeta David en el Salmo 90: "El mal no vendrá sobre ti, y el flagelo no se aproximará a tu tienda. Porque mandó [Dios] a sus Ángeles en tu favor, para que te guarden en todos tus caminos. Ellos te elevarán en sus manos, para que tu pié no tropiece con alguna piedra" (Sl. 90, 10-12). Innumerables son los ejemplos del poderoso auxilio de los Ángeles en la vida de los Santos. Santa Hildegonde, alemana (+ 1186), habiendo ido en peregrinación a Jerusalén con su padre y falleciendo éste en el camino, fue frecuentemente socorrida por su Ángel. Cierto día, cuando viajaba camino a Roma, fue asaltada y abandonada como muerta. Apenas pudo lograr levantarse, y vio surgir a su Ángel en un caballo blanco. Éste ayudó cuidadosamente a su protegida a montar, y la condujo hasta Verona. Allá, se despidió de ella diciendo: "Yo seré tu defensor donde quiera que vayas". Santa Hildegonde podría aplicar a sí misma el siguiente comentario de San Bernardo al Salmo arriba citado: "¡Cuán gran reverencia, devoción y confianza deben causar en tu pecho las palabras del profeta real! La reverencia por la presencia de los Ángeles, la devoción por su benevolencia, y la confianza por la guarda que tienen de ti. Mira vivir con recato donde están presentes los Ángeles, porque Dios los mandó para que te acompañen y asistan en todos tus caminos; en cualquier posada y en cualquier rincón, ten reverencia y respeto a tu Ángel, y no cometas delante de él lo que no osarías hacer estando yo en tu presencia". San Buenaventura afirma: "El santo Ángel es un fiel paraninfo conocedor del amor recíproco existente entre Dios y el alma, y no tiene envidia, porque no busca su gloria, sino la de su Señor".
Agrega que la cosa más importante y principal "es la obediencia que debemos tener a nuestros santos Ángeles, oyendo sus voces interiores y saludables consejos, como de tutores, curadores, maestros, guías, defensores y mediadores nuestros, así en el huir de la culpa del pecado, como en el abrazar la virtud y crecer en toda perfección y en el amor santo del Señor". Bienaventurado Augustin escribe: "Los Angeles con gran dedicación y diligencia, permanecen con nosotros a toda hora y en todo lugar, nos ayudan, piensan en nuestras necesidades, sirven de intermediarios entre nosotros y Dios, elevando a El nuestras quejas y suspiros… Nos acompañan en todos nuestros caminos, entran y salen con nosotros, observando como nos comportamos entre ese genero engañoso y con que empeño deseamos y buscamos al Reino de Dios." Un pensamiento semejante tiene San Basilio el Grande: "Con cada fiel hay un Angel, quien como niñera o pastor dirige su vida" y para demostración cita las palabras de David, el cantor de los Salmos: "A sus Angeles dirá sobre ti – que te protegen en todos caminos tuyos…" "Angel del Señor hará guardia alrededor de los que Le temen y los ayudará" (Sal. 90:11, 33:8). El Obispo Feofan el Ermitaño enseña: "Hay que recordar, que tenemos a un Angel Guardián y dirigirse a El con pensamiento y corazón – en nuestra vida normal y especialmente cuando ésta se agita. Si no nos dirigimos a El, el Angel no puede aconsejarnos. Cuando alguien se dirige a un abismo ó pantano con ojos cerrados y los oídos tapados – como es posible de ayudarle?" Así el cristiano debe recordar a su buen Angel, que durante toda su vida se preocupa por él, se regocija con sus éxitos espirituales, se acongoja con sus caídas. Cuando el hombre muere, el Angel lleva su alma a Dios. Según muchos testimonios, el Alma reconoce a su Angel Guardián, cuando llega al mundo espiritual. San Bernardo explicó durante una Cuaresma, en 17 sermones, el salmo 90. Ya en la Introducción nos dice que hace la explicación de este salmo, "de donde el enemigo tomó ocasión para tentar al Señor, a fin de que sean quebrantadas y deshechas las armas del Maligno con lo mismo que él maliciosamente quería formarlas" (cf. BAC Obras selectas p.358). Damos la síntesis del sermón 12, en el que el Santo explica el versículo 11 aducido por el tentador en el desierto: Porque El mandó a sus ángeles cuidasen de ti y te guardasen en todos tus caminos (cf. Serm. 12 sobre el salmo 90 en Obras selectas p.413 ss. [BAC, Madrid I947]. El texto latino puede verse en PL 183,221 ss).
Bondad de Dios en enviar a sus ángeles como custodios "¡Qué lección, hermanos, qué amonestación, qué consolación tan grande nos ofrecen estas palabras de la Escritura! ¿Qué salmo, entre todos los demás, esfuerza tan magníficamente a los pusilánimes, despierta a los negligentes, enseña a los ignorantes? Por eso dispuso la Providencia divina que especialmente en este tiempo de la Cuaresma tuviesen sus fieles de continuo en su boca los versículos de este salmo. No parece haberse tomado pie para ello sino del abuso que de este salmo hizo el diablo, para que en esto mismo aquel malicioso siervo sirva a los hijos de Dios, aunque a pesar suyo"… Esta preocupación de Dios por el hombre manifiesta de modo extraordinario su misericordia. San Bernardo habla así a Dios: "Aplicas a él (al hombre) tu corazón y solícito lo cuidas. En fin, le envias tu Unigénito, diriges a él tu Espiritu, le prometes tu gloria. Y para que nada haya en el cielo que deje participar en nuestro cuidado, envías a aquellos bienaventurados espiritus a ejercer su ministerio para bien nuestro, los destinas a nuestra guarda, les mandas sean nuestros ayos. Poco era para ti haber hecho ángeles tuyos a los espiritus; háceslos también ángeles de los pequeñuelos, pues escrito está: Los ángeles de éstos están viendo siempre la cara del Padre (Mt 18,10). A estos espíritus tan bienaventurados háceslos ángeles tuyos para con nosotros y nuestros para contigo". Para considerar mejor la bondad de Dios, conviene pensar: QUIÉN MANDA A LOS ÁNGELES "La suma majestad mandó a los ángeles, y mandó a los ángeles suyos, a aquellos espiritus tan sublimes, tan dichosos, tan próximos, tan inmediatos a El, tan familiarmente allegados a El y verdaderamente de su casa". PARA QUIÉNES LOS MANDÓ "Mandólos a ti ¿Quién eres tú, Señor, y quien es el hombre para que pongas en él tu corazón o el hijo del hombre para que tanto le aprecies? ¡Como si el hombre no fuera corrupción y él hijo del hombre un gusano!" QUÉ LES MANDÓ "¿Quizás escribió contra ti amarguras? ¿Acaso les mandó que muestren su poder contra esta hoja que arrebata el viento, y que persigan esta paja seca? ¿O que quiten de delante al impío, para que no vea la gloria de Dios? Esto se ha de mandar algún día, pero no está todavía mandado"… "Por donde vemos en el Evangelio que, disponiéndose los criados a recoger al punto la cizaña sembrada después del trigo, el providente Padre de familia les dice: Dejad que ambos crezcan hasta la siega…, no sea que, al querer arrancar la cizaña, arranquéis con ella el trigo (Mt. 13, 29-30). Mas ¿cómo el buen grano se podrá conservar hasta el tiempo de la recolección? Este es precisamente el objeto del mandato que Dios ha impuesto a sus ángeles para mientras vivamos en la tierra"…
Servicio que prestan al hombre "A sus ángeles les mandó te guarden. ¡Oh tú, que eres trigo entre cizaña, grano entre paja, lirio entre espinas! Demos gracias a Dios, hermanos míos, démosle gracias por mí y por vosotros. Un precioso depósito me había encomendado, que es el fruto de su cruz y el precio de su sangre. Mas no se contentó con esta custodia tan poco segura, tan poco eficaz, tan frágil, tan deficiente; por lo cual puso de guardianes a los ángeles custodios sobre los muros del alma. Y cierto, aun aquellos que parecen muros inexpugnables necesitan de estas defensas"
Nuestra correspondencia con los ángeles "A sus ángeles mandóles guardarte en todos tus caminos. ¡Cuánta reverencia debe infundirte, cuánta confianza debe darte! Reverencia por su presencia, devoción por su benevolencia, confianza por su custodia". REVERENCIA "Anda siempre con toda circunspección, como quien tiene presente a los ángeles en todos tus caminos. En cualquier parte, en cualquier lugar, aun el más oculto, ten reverencia al ángel de tu guarda. Y ¿cómo te atreverías a hacer en su presencia lo que no harías estando yo delante?"." DEVOCIÓN Aunque Dios tiene mandado que a El se dé todo honor y toda gloria, sin embargo, "no debemos ser ingratos con aquellos que le obedecen con tanto amor y nos amparan en tanta indigencia. Seamos, pues, devotos, seamos agradecidos a su amor, honrémosles cuanto podamos, cuanto debemos. Mas todo amor y honor deben ir dirigidos a aquel Señor de cuya mano, así ellos como nosotros, recibimos el poderle amar y honrar y merecer ser amados y honrados . Este amor a los ángeles no está prohibido, ni es en detrimento del amor de Dios; los dos se compaginan perfectamente. Dios, que exige el amor a El con toda la mente, y con todo el corazón, y con todas las fuerzas, nos manda amar a todas las cosas para que en ellas le honremos y amemos a El. "En El, pues, hermanos míos, amemos afectuosamente a sus ángeles como a quienes han de ser un día coherederos nuestros, siendo por ahora abogados y tutores puestos por el Padre y colocados por El sobre nosotros. Ahora somos hijos de Dios, aunque todavía no se manifiesta lo que seremos; por cuanto, siendo todavía párvulos, estamos bajo abogados y tutores, sin diferir ahora en nada de los siervos". CONFIANZA "Mas aunque somos tan pequeños y nos queda aún tan largo, y no sólo tan largo, sino tan peligroso camino, ¿qué temeremos teniendo tales custodios? Ni pueden ser vencidos ni engañados, y mucho menos pueden engañar los que nos guardan en todos nuestros caminos. Fieles son, prudentes son, poderosos son. ¿De qué temblamos? Solamente sigámosles, juntémonos a ellos, y perseveraremos bajo la protección del Dios del cielo…" "No permitirán que seas tentado por encima de tus fuerzas, sino que te llevarán en sus manos para que evites los tropiezos…" "Siempre, pues, que vieres levantarse alguna tentación o amenazar alguna tribulación, invoca a tu guarda, a tu conductor, al protector que Dios te asignó para el tiempo de la necesidad y de la tribulación. Dale voces y dile: ¡Sálvanos, Señor, que perecemos! (Mt. 8,25). No duerme ni dormita, aunque por breve tiempo disimule alguna vez; no sea que con mayor peligro te precipites de sus manos, si ignoras que ellas te sustentan. Espirituales son estas manos, como también lo son los auxilios que a cada uno de los elegidos prestan, según sea el peligro y la dificultad que han de superar más o menos grande".
Ángeles custodios en la vida diaria
El conocido "angelito de la guarda" puede ser más útil de lo que te imaginas…
Nunca será sencillo comprender en su totalidad, cómo es que un ser de naturaleza espiritual pueda interactuar con nosotros en el mundo material, pero ciertamente nos acompañan, ayudan, aconsejan, inspiran, día a día, a cada momento, cuando dormimos, sin pedirlo, sin darnos cuenta y aún olvidando su presencia… nunca un buen amigo ha estado junto a nosotros con tal disposición. Como ya sabemos, en la Sagrada Escritura se hace referencia a la intervención de los Ángeles Custodios, pero ¿qué hay de nosotros, los hombres y mujeres del tercer milenio, los que vivimos en un mundo donde lo que cuenta es lo que se ve y se toca?, ¿Es posible pensar en llevar una relación estrecha con ese Mensajero de Dios en el hogar, la oficina, el taller, la escuela, el consultorio del médico y en todo lugar y circunstancia? La respuesta es si. Primero debemos ser conscientes -con ayuda de la Fe y la Gracia- de su presencia, comenzar a platicar con él mentalmente o en voz alta, como lo haríamos con una persona que está a nuestro lado y nos ha inspirado confianza. Algunas personas, con el ánimo de lograr un mejor acercamiento con su Ángel le han puesto nombre, su propio nombre, tomado algún nombre de la Escritura, el que más les gusta, el de uno de sus hijos… como no tienen género no importa si es propio de mujer o de hombre, también puede ser un mote cariñoso. Con el trato diario a nuestro Ángel, pronto comenzaremos a descubrir cosas que aparentemente son producto de la casualidad o de la suerte: el encontrar estacionamiento donde normalmente no hay lugar, la reacción comprensiva de nuestro jefe ante una
situación inesperada, encontrar el consejo adecuado para dar a nuestros hijos o a aquella persona que lo necesita, y así, tantas y tantas situaciones que parecen surgir de la nada. Y todo esto no es otra cosa sino su intervención delicada y dedicada en multitud de asuntos cotidianos. Nuestro ángel custodio se convierte en una ayuda valiosísima, pues además de las oraciones que habitualmente le dirigimos, podemos entablar un diálogo frecuente, que se traduce en peticiones concretas y sencillas, a título de ejemplo: nos inspire para acudir con mejores disposiciones a la Eucaristía, la Confesión y nuestra oración personal; ayuda para recordar dónde dejamos aquel objeto aparentemente perdido; encontrar las palabras adecuadas para decir aquello que es delicado; antes de salir de casa pedirle que aparte un lugar para estacionarse; localizar con prontitud una dirección hacia la cual nos dirigimos; también es conveniente pedirle que "hable" con el Ángel de aquella persona con la que particularmente se es difícil tratar, para lograr un verdadero diálogo; ayuda para iniciar o terminar con prontitud esmero y cuidado aquella tarea que es particularmente tediosa; saber cómo corregir con cariño a los hijos; el encontrar la manera más adecuada de procurar el cuidado atención y tratamiento a un enfermo; saber qué decirle a aquella persona tan cercana a nosotros pero muy alejada de Dios; y así podríamos enumerar múltiples situaciones en las cuales su presencia se hace indispensable. Debemos ser conscientes de que nuestro Ángel en ningún momento substituirá nuestro esfuerzo personal, nunca hará que se obtenga una buena calificación sin estudiar;
conseguir un mejor empleo sin tener la preparación adecuada y necesaria; mostrar como bueno algo que hicimos mal; coaccionar a las personas para que reaccionen a nuestra conveniencia; conseguir un aumento de sueldo haciendo un trabajo de mala calidad; mantener la amistad con Dios sin confesarnos; pedir que una comida sea excelente sin haber puesto el cuidado necesario en todo el proceso de preparación; que los hijos sean buenos sin dedicarles tiempo para conversar con ellos y orientarlos. De esta forma vemos que las cosas no son, ni serán, producto del azar, ya que nuestro Ángel Custodio es otro de los medios que Dios ha puesto a nuestro alcance como ayuda esencialmente espiritual , ya que detrás de todo aquello que podamos ver, está la Gracia y bondad Divina.
¿Puedo rezarle a mi ángel custodio? ¿Puedo rezar a otros ángeles? Al Ángel Custodio Ángel de mi Guarda, mi dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día, hasta que me entregues en los brazos de María. No me dejes solo, que me perdería.
Ángel de Dios, Ángel de mi guarda, ilumíname, guárdame, y gobiérname este día. Amén
A San Miguel Arcángel San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la persversidad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes; y tú, Príncipe de la milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos, que vagan por el mundo para la perdición de las almas. Amén
Bendición para el Viaje Por la intercesión de Santa María, que tenga (tengamos, etc.) un buen viaje: que el Señor esté en mi (nuestro) camino, y su Ángel me acompañe (y sus Ángeles nos acompañen). En el nombre dle Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Oración a los Santos Ángeles Custodios de los Sagrarios "Oh Espíritus Angélicos que custodiáis nuestros Tabernáculos, donde reposa la prenda adorable de la Sagrada Eucaristía, defendedla de las profanaciones y conservadla a nuestro amor". "Dios, Padre misericordioso, que en tu providencia inefable te has dignado enviar para nuestra guarda a tus Santos Ángeles; concede a quienes te suplican ser siempre defendidos por su protección y gozar eternamente de su compañía. Por nuestro Señor Jesucristo…" (Colecta de la Misa de los Santos Ángeles Custodios)
Petición a Dios "Dios, Padre del Cielo, que con admirable sabiduría, distribuyes los ministerios de los Ángeles y de los hombres; te pedimos que nuestra vida sea protegida en la tierra, por quienes te asisten siempre en el Cielo. Por nuestro Señor Jesucristo…" (Colecta de la Misa de los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael)
Tan reales como nuestro ángeles custodios, aquellos que desobedecieron a Dios también influyen en nuestras vidas. Ya hemos tratado anteriormente el tema de los ángeles, su existencia y nuestra influencia en la vida diaria. Hoy toca el momento de hablar de "los otros ángeles"… Hablar de ángeles caídos, demonio y temas similares no es fácil, pues actualmente así como hay gente que se aparta ante todo lo que "huela" a religión, también tiende a pensarse en fanatismo e intolerancia cuando se trata cualquier asunto relacionado con la demonología. Por otra parte el tema mismo puede despertar el morbo de la gente. Basta ver todas las películas que explotan este tópico. Es evidente que hoy en día hay más películas como "El Exorcista", "El Abogado del Diablo" o "La Profecía" que de vidas de Santos o narrativas del Evangelio. Es fácil pensar en el demonio como un ser de ciencia ficción o de historias de terror, y esto no es casualidad. Uno de los grande éxitos de los ángeles caídos en sus propósitos es el lograr que no se crea en su existencia ni en su influencia en nuestras vidas. Así como nuestros ángeles custodios tienen un papel importante en nuestra vida diaria, así también ocurre con los "otros" ángeles también dotados de inteligencia, de libertad y que forman parte de ese "mundo invisible" que recitamos al rezar el Credo: "Creo en lo visible y lo invisible." Para el católico es muy importante conocer este tema que afecta directamente nuestra vida espiritual, que es real y que es una verdad de Fe profesada contínuamente por la Iglesia Católica.
Hechas las consideraciones anteriores, es momento de entrar en materia: En algunos momentos podemos olvidar que el demonio actúa de manera efectiva y real de nuestra vida, creyendo que sólo se manifestará en una posesión o en algún evento extraordinario. Al igual que en algunas películas, el villano aparece como un personaje bien parecido o elegante; del mismo modo, el demonio se oculta tras las cosas aparentemente buenas o a nuestro juicio inofensivas, y no sólo eso, nos hace creer que no existe. Si pudiéramos verlo, seguramente nos causaría horror y como consecuencia acudiríamos inmediatamente al auxilio divino, lo cual seria contrario a su plan: alejarnos de Dios y crear enemistad con Él mediante el pecado. El demonio en este sentido es increíblemente sutil, y por tanto peligrosamente efectivo. El demonio y los ángeles que le acompañaron en desobedecer a Dios no pueden leer nuestra mente, pero son capaces de conocer nuestras intenciones e influir en nosotros deseos, recuerdos y tentaciones. Podemos caer bajo su influencia de distintas maneras, según el momento y las circunstancias; debemos recordar que Dios permite las tentaciones y estas nunca serán desproporcionadas a nuestras fuerzas, es decir, en todo momento contamos con la ayuda de la gracia para superar los obstáculos y acercarnos más a Dios. No olvidemos que aún en nuestras caídas podemos comprender nuestra naturaleza debilitada, y crecer en la humildad. Las tentaciones que se nos presentan, son dirigidas a nuestra naturaleza caída, abusando de nuestras debilidades humanas: tendencia al placer, la comodidad, la grandeza; cuando nuestro corazón lo ponemos en nosotros mismos o en las cosas, es fácil desviar nuestra atención de Dios. Claro esta que en algunas ocasiones nosotros "ponemos de nuestra parte" para caer en pecado por imprudencia: – Asistir a un espectáculo que excite nuestra imaginación o nuestros sentidos de tal modo que obtengamos un placer que nos aleja de Dios. – Detenernos a ver revistas o películas en los estantes, que si bien no son pornográficas, estimulan la imaginación. Todos sabemos que "no es lo que se ve, si no lo que se oculta" lo que provoca que la imaginación complete el cuadro. – Por curiosidad o ignorancia asistir a un lugar donde se practica la lectura de cartas, la mano, el café o cualquier otra forma de "adivinación" la cual está severamente condenada desde el Antiguo Testamento y hasta nuestros días por el Magisterio de la Iglesia. No debería ser extraño que lo que se dice sea cierto o se cumpla en un futuro, es un medio para alejarnos de Dios por desconfiar de la Providencia Divina. ¿Para qué necesitamos como católicos saber el futuro, si nos abandonamos diariamente en el Padre al que le rogamos constantemente "Danos hoy nuestro pan de cada día"? ¿No fue Jesús quien nos dijo que no habríamos de preocuparnos del futuro pues cada día trae su propio afán? Jesucristo nos ha mostrado a un Dios Padre bondadoso que si viste a los lirios del campo mejor que al Rey Salomón ¿Qué no hará por nosotros que somos sus hijos? Al tratar de "adivinar" el futuro desconfiamos de este Padre amoroso. – El trato con alguien del sexo opuesto, que por su condición (o la nuestra) no debemos llegar a cierta intimidad o familiaridad: por estar casado, la relación de trabajo, la amistad familiar… Otra manera en la que el demonio ejerce su influencia es mediante los recuerdos: – Revive los disgustos que hemos tenido con las personas. – Nos trae a la mente recuerdos de actos realizados contra la pureza, con peligro de recrear la imaginación y reavivar malos deseos. – Traernos remordimientos sobre nuestras faltas: maltrato a los hijos, amigos o conocidos; alguna trampa en el negocio o en el estudio; falta de atención a un enfermo; no haber pedido perdón a aquella persona que estimábamos… Todo esto, aún habiéndolo confesado y reparado las faltas cometidas. No olvidemos que una tentación típica de muchos Santos ha sido el sentir que están en pecado mortal aún cuando hayan hecho un examen de conciencia pleno y una confesión completa. También podemos advertir la influencia negativa en nuestra pereza o desgano: – No ir a confesarse pretextando pena por los pecados cometidos – Creer que no vale la pena confesarse porque volveremos a pecar o sentimos que siempre decimos los mismos pecados – Faltando al precepto de la Misa dominical por pereza u otras actividades – No cumplir nuestro deber familiar, de trabajo o estudio poniendo como pretexto cansancio, enfermedad, aburrimiento… Otras tentaciones que podemos considerar son las relativas a la soberbia: – Sentir que Dios puede perdonarnos en cualquier momento – No ceder en nuestros gustos, ideas y opiniones, aunque se nos demuestre que estamos en un error – Considerarnos mas importantes, aptos o inteligentes que los demás La imaginación también tiene un papel importante, ya que nos hace elaborar fantasías que si en el momento no son reales, pueden llevarnos a cometer faltas graves por un desordenado deseo: – Observar a alguien del sexo opuesto que vemos por la calle y faltarle el respeto con el pensamiento. – Creer que por el trato amable que tiene una persona, busca algo más de nosotros desconfiando de ella. – Pensar en qué tenemos que hacer para que una persona que ocupa un mejor puesto de trabajo que el nuestro caiga y podamos ascender nosotros. – Encadenar una serie de mentiras para justificarnos o conseguir un beneficio. Los detalles que consideramos poco importantes van endureciendo nuestra conciencia, tomándolos como "actitudes naturales", y así poco a poco hasta caer con más facilidad en pecados graves, con peligro de no tener la fuerza interior necesaria para buscar la reconciliación con Dios. Meditar en lo anterior debe ponernos en guardia y no ser ingenuos pensando que el Demonio no existe. Una vez que estamos alertados de esto, debemos fortalecer nuestra debilidad acudiendo con regularidad al sacramento de la Reconciliación (Confesión), hacer oración aún si estamos en pecado mortal, pedir ayuda a la Santísima Virgen y a nuestro Angel Custodio, serán los medios habituales para evitar las tentaciones, las ocasiones de pecado y el pecado mismo, pues con su ayuda alejaremos de nosotros la influencia de los ángeles caídos, o mejor dicho: el demonio. Los demonios son aquellos ángeles que desobedecieron a Dios y fueron condenados eternamente al infierno. Conocemos su existencia porque la enseña la Sagrada Escritura y la Tradición. Jesucristo dijo: "Yo vi a satanás caer del Cielo como un rayo" (San Lucas 10, 18). "El Diablo es homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad, porque la verdad no estaba en él" (San Juan 8, 44) Es un dogma de fe definido por la Iglesia Católica la existencia de los demonios. "El diablo y demás demonios, por Dios ciertamente fueron creados buenos por naturaleza; mas ellos, por sí mismo, se hicieron malos" (Concilio IV de Letrán). El jefe de los demonios es lucifer o stanás o diablo. Recibe, además otros nombres: luzbel, beelcebú, belial, el maligno, príncipe de este mundo. Se le compara a un león, a un dragón y a una serpiente. La palabra diablo procede del griego y significa "instigador"; el que casua la destrucción y la división ; el murmurador, el engañador. La palabra satanás procede del hebreo, significa "adversario". No sabemos el número de demonios, pero son muchos. En el Nuevo Testamento aparece un endemoniado que dijo a Jesucristo "mi nombre es legión, pues somos muchos" (San Marcos 5, 9). El demonio tiene poder sobre los humanos porque su conocimiento y su influencia es superior al de éstos. El demonio no tiene, sin embargo, poder directamente sobre nuestrainteligencia pues no conoce nuestros pensamientos íntimos; tampoco sobre nuestra voluntad pues nunca puede obligarnos a pecar. La actividad del demonio se manifiesta en los humanos al: • Inducir a desobedecer los Mandamientos Divinos y a rebelarse contra Dios. • Propagar el error y la mala doctrina. • Inducir al hombre a la mentira y a la corrupción. • Provocar la rebeldía en el hombre que sufre penalidades. • Influier sobre el cuerpo, los sentidos y la imaginación. • Influir sobre los bienes materiales. • Producir hechos extraordinarios que tienen la aparición de milagro, con el fin de hacer adeptos. • Llenar de temor, angustia y tristeza al hombre para alejarlo de Dios. • Inducir a la brujería, las "limpias", a las supersticiones, al espiritismo y a la magia negra. • Promover el culto demoniaco. Su actividad durará hasta el final de los tiempos. La Iglesia enseña que "toda la historia humana está invadida por una tremenda lucha contra el poder de las tinieblas, que iniciada desde el principio del mundo durará hasta el último día, como dice el Señor" (Concilio Vaticano II, Const Gaudium et Spes, n. 37) El demonio puede atormentar a los hombres por medio de la posesión y la obsesión diabólica. La posesión diabólica consiste en que el demonio se apodera del cuerpo de una persona para atormentarla. En el cristianismo son raros los casos, gracias a la Redención de Cristo. La obsesión diabólica consiste en que el demoni molesta externamente a las personas: con golpes u otras manifestaciones. La Iglesia Católica tiene poder, recibido de Cristo, de arrojar al demonio de una persona posesa, de un lugar o de un objeto, por medio del exorcismo. Las tentaciones consisten en que el demonio o el mundo o la carne influyen en el hombre despertando imágenes en la memoria y provodando sensaciones capaces de afectar su inteligencia y de inclinar su voluntad hacia cualquier pecado, por ejemplo: el robo, el homocidio, etc. Tener tentaciones no es pecado. Llegan a ser pecado si existen la advertencia y el consentimiento. Los medios para vencer al demonio son: • Rezar frecuentemente. • Recurrir al Sacramento de la Penitencia (confesión). • Persignarse ante cualquier tentación. • Besar un crucifijo con amor. • Usar agua bendita, especialmente antes de dormir. (Decía Santa Teresa de Ávila que de ninguna cosa huyen más los demonios, para no tornar, que del agua bendita). • Invocar con devoción a la Santísima Virgen María y a nuestro Ángel Custodio. • Invocar con devoción a San Miguel Arcángel. • Rezar con devoción tres Ave María. Todos los Angeles fueron creados buenos por Dios. Sin embargo ellos, igual que los humanos fueron dotados de libre voluntad, y podían elegir entre la obediencia a Dios y la rebelión, entre el bien y el mal. Habiendo usado mal su libertad, parte de los ángeles, encabezados por lucifer, se separaron de Dios y formaron su reino. Aquella rebelión de los ángeles contra Dios fue -algo que no podemos imaginar, pero que el apóstol San Juan nos describe en el Apocalipsis, hablando de "un gran dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas; arrastró con su cola a la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó a la tierra. Hubo luego una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón. También el dragón y sus ángeles combatieron, pero no vencieron, y no quedó ya lugar para ellos en el cielo. Y fue arrojado aquel gran dragón, la antigua serpiente que se llama diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; lanzado fue a la tierra , y sus ángeles con el.Ap.12,3-4, 7-9 Acerca del pecado de los ángeles, la Revelación se limita a hacer algunas indicaciones. Si todo pecado comienza por la soberbia (Ecle. 10, 12 y sig.), también el pecado de los ángeles habrá tenido que comenzar por la soberbia. Del "hijo de la perdición" se dice que se alza contra Dios y todo lo santo (2 Thess. 2, 4). En concreto, puede decirse sobre el pecado de Satanás que éste, deslumbrado por su propia gloria, olvidó que dependía de Dios y negó esa dependencia, que se opuso a ser mera criatura o que rechazó el don de la perfección sobrenatural que Dios le ofrecía porque no quería deber nada al amor. Su lucha encarnizada con Cristo y contra la obra de la Redención nos permite colegir que Satanás se resistió a reconocer la supremacía de Cristo, a reconocer que Cristo, el Hijo de Dios encarnado, es el corazón y la cabeza de la Creación. El castigo que merecieron por su pecado es doble: la obstinación de la voluntad en el mal, y el fuego eterno o infierno Judas 6, 2Pe 2,4. Desde los tiempos, cuando Ap. Pablo escribió su epístola a los Corintios (2 Cor. 11:4) y casi hasta nuestros días, en los escritos de la Iglesia se mencionan casos cuando los ángeles caídos tomaban distintas formas – y no solo de Angeles de la Luz, sino también de los Santos, la Virgen María y hasta el mismo Jesús Cristo! Por ejemplo San Juan Kassian, en sus escritos sobre un cuidadoso reconocimiento de los espíritus de otro mundo, cuenta como un monje se suicidó y otro hombre quiso sacrificar a su hijo como siguiendo la obediencia del Patriarca Abraham (Gen. Cap. 22).
En ambos casos estas conductas aberrantes fueron provocados por los demonios, que se les aparecieron bajo la forma de Angeles de la Luz (Amor al bien t. 1). El Patericon de Kievo-Pechersk cuenta el caso de un joven monje Nikita quien se le apareció un "ángel de luz." Este "ángel" ordenó a Nikita no perder tiempo en oraciones y dedicarse al estudio de Sagradas Escrituras, y le prometió a Nikita que orará por el. Después que el demonio, tomando la forma de un ángel, comenzó a orar en la celda de Nikita, éste recibió el don de clarividencia.
Pronto se hablo del nuevo "clarividente" y la gente comenzó a venir a él para recibir su consejo y dirección. Pero pronto se notó una rareza – Nikita no queria ni hablar del Evangelio – él estudiaba y citaba solamente el Antiguo Testamento. Por fin los monjes se dieron cuenta que Nikita cayó en las garras del demonio, al que expulsaron con sus oraciones. Volviendo en sí, Nikita hizo una profunda penitencia y se transformó en un monje ejemplar y esforzado. Con el tiempo fue consagrado como Obispo de Novgorod. El fue un buen pastor, se distinguía por su sabiduría y el don de milagros. Nosotros lo conocemos con el nombre de San Nikita el Ermitaño. Nuestro Señor nos prevenía: "Tengan cuidado con los falsos profetas, que vienen a vosotros en la piel de la oveja, pero son lobos feroces. Por sus frutos los reconoceréis: Es posible cosechar uvas del endrino o higos de un cardo?" (Mat. 7:15-16). El Ap. Pablo nos enseña: "El fruto del espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, benevolencia, misericordia, fe, dulzura, contención. Sobre éstos no hay ley… Aquellos, que son de Cristo, crucificaron su carne con pasiones y deseos" (Gal. 5:22-24). Seguir en la vida las palabras de Cristo y de Ap. Pablo – no es fácil, debido a nuestra imperfección, pecado, ligereza (y falta de conocimientos), e ignorancia y también debido a la prac-tica de muchos siglos que poseen los espíritus de mal en su lucha contra Dios y los hombres. Hay que recordar, que hasta los hombres consagrados a Cristo, como los monjes que citamos mas arriba, no están asegurados contra la seducción demoniaca y pueden ser burlados por ella. Por eso, si ante nosotros aparece alguien como ángel o tenemos una visión, hay que tener un gran cuidado de no confundir a un ángel caído con uno bueno. Los Santos Padres, inspirados por el Espíritu Santo y su experiencia espiritual, nos exhortan con amor de orar con humildad y no tratar de tener visiones y experiencias exaltadas. En el caso que veamos a alguien o algo extraordinario, ser muy circumpuestos y contar, lo mas pronto posible, el hecho a un experimentado padre espiritual. Los Santos Padres nos enseñan, que si tenemos la mínima duda sobre la naturaleza de nuestra aparición, interrumpir todo contacto con esta y dirigirnos a Dios con una intensa oración, pidiendo Su ayuda. Si este espíritu es en efecto un enviado celestial, un Angel bueno, el se alegrará de nuestro vigilante cuidado. San Atanasio también nos advierte que la soberbia perdió al demonio, y por ello debemos practicar la humildad. " Un gran remedio para la salud es la humildad, ya que Satanás fue arrojado del cielo no por libertinaje o adulterio o robo, sino que fue la soberbia lo que le precipitó a las partes inferiores del abismo". San Agustín, respecto a la salvación o pérdida de los ángeles, y su persistencia en el bien o en el mal, dice que " los unos permanecen inquebrantablemente fieles en el Bien común a todos, que es Dios mismo, y en su eternidad, bondad y amor. Los otros, al contrario, orgullosos de su poder, como si fueran por si mismos el propio bien, se han apartado del Bien supremo común y beatificante, y se han vuelto hacia sí mismos; impertinente soberbia por sublime eternidad, su artificioso engaño por seguísima verdad, y sus deseos particulares por amor puro" Tenemos aquí una breve descripción de cómo una mala elección puede hacer tanto daño a una criatura. La existencia de los demonios y su acción maligna es una verdad de fe. No se trata, pues, del modo de hablar de un pueblo primitivo que personificaba al mal en unos seres superiores pero inexistentes. La mayor diablura del diablo es: hacernos creer que no existe. Por el contrario, estos seres reales, personales, espirituales, aunque han sido ya vencidos por Jesucristo, tienen como un ejército derrotado, en huida, gran capacidad de hacernos daño: a) Porque no han perdido su naturaleza de ángeles, y así su conocimiento y su poder son muy superiores a los nuestros. b) Porque su experiencia de tantos siglos les ha enseñado el mejor modo de engañarnos. c) Porque su voluntad perversa está siempre inclinada a toda maldad. Los demonios procuran nuestro mal: d) Por odio a Dios cuya imagen ven en nosotros. e) Por odio a Cristo, cuya muerte nos rescató de su poder. f) Por envidia a nosotros pues Dios nos destinó a ocupar los puestos que ellos perdieron en el cielo. El Señor llama al diablo "el asesino de la humanidad desde el principio," refiriéndose al momento cuando él, tomando la forma de una serpiente, sedujo a nuestros antepasados Adán y Eva, que quebraron la ley de Dios y con esto privaron a la humanidad de su inmortalidad (Gen. 3:1-6). Desde entonces, teniendo la posibilidad de influir sobre los pensamientos y sentimientos humanos, el diablo y sus demonios, tratan de hundir a la humanidad cada vez mas profundamente en el pecado, donde se encuentran ellos: "Quien peca es de Diablo, ya que éste fue el primero que pecó… Cada uno que peca es esclavo del pecado" (1 Juan 3:8, Juan 8:3-4). Recordemos que el diablo es un mentiroso profesional, calumniador, sembrador de confusión y discordias; él y sus ángeles caídos, con todas sus fuerzas tratan de perdernos y para esto usan no solo la insinuación, sino muchas otras astucias, incluyendo su camuflaje en otro seres. Por eso todos los fenómenos, que nos causan admiración, confusión ó miedo, pueden fácilmente ser resultado de su trabajo infame contra nosotros. La presencia de los espíritus del mal entre los hombres constituye un constante peligro para nosotros. Por eso Ap. Pedro nos recuerda: "Sean atentos y vigilantes porque nuestro enemigo, el diablo, es como un león rugiente, que busca a quien tragar" (1 Ped. 5:8). Semejante llamado de atención nos dice el Ap. Pablo: "Hermanos míos, confortaos en el Señor, y en la potencia de su fortaleza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne; sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestas" (Ef. 6:11-12). De estas palabras de las Escrituras vemos que la vida humana es una intensa y constante lucha, para defender su alma. Hay que considerar que, no obstante el gran daño que ocasionaron a sí mismos los demonios, y aún estando despojados de la gracia divina, conservan todo el poder que les corresponde por su naturaleza en cuanto a la inteligencia y voluntad. Obviamente están sujetos al querer y al poder de Dios; pero por esa fuerza natural que conservan como seres espirituales, dada su malicia, continúan siendo criaturas peligrosas y muy de temer de nuestra parte, por que se ocupan de hacer y desear toda clase de males posibles. De hecho, en el Cielo la guerra esta terminó con la derrota total del mal. Pero la batalla se trasladó del Cielo a nuestro mundo y al corazón de los hombres. En esta batalla contra el mal nos ayudan activamente los Angeles buenos.
La existencia de los ángeles revelada por Dios
1. Nuestras catequesis sobre Dios, Creador del mundo, no podían concluirse sin dedicar una atención adecuada a un contenido concreto de la revelación divina: la creación de los seres puramente espirituales, que la Sagrada Escritura llama "ángeles". Tal creación aparece claramente en los Símbolos de la Fe, especialmente en el Símbolo niceno- constantinopolitano: Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todas las cosas (esto es, entes o seres) "visibles e invisibles". Sabemos que el hombre goza, dentro de la creación, de una posición singular: gracias a su cuerpo pertenece al mundo visible, mientras que, por el alma espiritual, que vivifica el cuerpo, se halla casi en el confín entre la creación visible y la invisible. A esta última, según el Credo que la Iglesia profesa a la luz de la Revelación, pertenecen otros seres, puramente espirituales, por consiguiente no propios del mundo visible, aunque están presentes y actuantes en él. Ellos constituyen un mundo específico.
2. Hoy, igual que en tiempos pasados, se discute con mayor o menor sabiduría acerca de estos seres espirituales. Es preciso reconocer que, a veces, la confusión es grande, con el consiguiente riesgo de hacer pasar como fe de la Iglesia respecto a los ángeles cosas que no pertenecen a la fe o, viceversa, de dejar de lado algún aspecto importante de la verdad revelada. La existencia de los seres espirituales que la Sagrada Escritura, habitualmente, llama "ángeles", era negada ya en tiempos de Cristo por los saduceos (Cfr. Hech 23, 8). La niegan también los materialistas y racionalistas de todos los tiempos. Y sin embargo, como agudamente observa un teólogo moderno, "si quisiéramos desembarazarnos de los ángeles, se debería revisar radicalmente la misma Sagrada Escritura y con ella toda la historia de la salvación" (.). Toda la Tradición es unánime sobre esta cuestión. El Credo de la Iglesia, en el fondo, es un eco de cuanto Pablo escribe a los Colosenses: "Porque en El (Cristo) fueron creadas todas las cosas del cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles, los tronos, las dominaciones, los principados, las potestades; todo fue creado por El y para El" (Col 1, 16). O sea, Cristo que, como Hijo-Verbo eterno y consubstancial al Padre, es "primogénito de toda criatura" (Col 1, 15), está en el centro del universo como razón y quicio de toda la creación, como ya hemos visto en las catequesis precedentes y como todavía veremos cuando hablemos más directamente de El.
3. La referencia al primado de Cristo nos ayuda a comprender que la verdad acerca de la existencia y acción de los ángeles (buenos y malos) no constituyen el contenido central de la Palabra de Dios. En la Revelación, Dios habla en primer lugar "a los hombres. y pasa con ellos el tiempo para invitarlos y admitirlos a la comunión con El", según leemos en la Cons. "Dei Verbum" del Conc. Vaticano II (n.2). De este modo "las profunda verdad, tanto de Dios como de la salvación de los hombres", es el contenido central de la Revelación que "resplandece " más plenamente en la persona de Cristo (Cfr. Dei Verbum 2). La verdad sobre los ángeles es, en cierto sentido, "colateral", y, no obstante, inseparable de la Revelación central que es la existencia, la majestad y la gloria del Creador que brillan en toda la creación ("visible" e "invisible") y en la acción salvífica de Dios en la historia del hombre. Los ángeles no son, criaturas de primer plano en la realidad de la Revelación, y, sin embargo, pertenecen a ella plenamente, tanto que en algunos momentos les vemos cumplir misiones fundamentales en nombre del mismo Dios.
4. Todo esto que pertenece a la creación entra, según la Revelación, en el misterio de la Providencia Divina.
Lo afirma de modo ejemplarmente conciso el Vaticano I, que hemos citado ya muchas veces: "Todo lo creado Dios lo conserva y lo dirige con su Providencia extendiéndose de un confín al otro con fuerza y gobernando con bondad todas las cosas. "Todas las cosas están desnudas y manifiestas a sus ojos", hasta aquello que tendrá lugar por libre iniciativa de las criaturas". La Providencia abraza, por tanto, también el mundo de los espíritus puros, que aun más plenamente que los hombres son seres racionales y libres. En la Sagrada Escritura encontramos preciosas indicaciones que les conciernen. Hay la revelación de un drama misterioso, pero real, que afectó a estas criaturas angélicas, sin que nada escapase a la eterna Sabiduría, la cual con fuerza (fortiter) y al mismo tiempo con bondad (suaviter) todo lo lleva al cumplimiento en el reino del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
5. Reconozcamos ante todo que la Providencia, como amorosa Sabiduría de Dios, se ha manifestado precisamente al crear seres puramente espirituales, por los cuales se expresa mejor la semejanza de Dios en ellos, que supera en mucho todo lo que ha sido creado en el mundo visible junto con el hombre, también él, imborrable imagen de Dios. Dios, que es Espíritu absolutamente perfecto, se refleja sobre todo en los seres espirituales que, por naturaleza, esto es, a causa de su espiritualidad, están mucho más cerca de El que las criaturas materiales y que constituyen casi el "ambiente" más cercano al Creador. La Sagrada Escritura ofrece un testimonio bastante explícito de esta máxima cercanía a Dios de los ángeles, de los cuales habla, con lenguaje figurado, como del "trono" de Dios, de sus "ejércitos", de su "cielo". Ella ha inspirado la poesía y el arte de los siglos cristianos que nos presentan a los ángeles como la "corte de Dios".
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