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La codicia de los mercados (el virus mutante) ? Parte II (página 4)

Enviado por Ricardo Lomoro


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Y lo que es peor, no parece haber un cortafuegos, capaz de detener esta descomposición progresiva del sistema financiero que conocíamos hasta la fecha. No puede decirse que los bancos centrales, especialmente la Fed, hayan estado parados, desde las sucesivas inyecciones de capital, hasta la apertura de ventanas de liquidez a la banca de inversión, pasando por la búsqueda de compradores para entidades con problemas o, más recientemente, la aceptación de renta variable como colateral, en un intento desesperado por evitar un colapso del sistema.

El caso de Lehman pone de manifiesto que las autoridades no pueden asumirlo todo; es decir, que aunque se pase por alto el riesgo moral que supone salvar de la quiebra a una entidad que ha arriesgado más de lo que debía, es que financieramente no es posible salvar a todo el sistema; no hay dinero suficiente para rescatar a todo el que tenga problemas, sobre todo después de haber puesto toda la carne en el asador para evitar el colapso de Freddie y Fannie, las grandes hipotecarias.

Por el momento asistimos a una nueva etapa de pánico vendedor, de las que ha habido varias a lo largo del último año. Los inversores huyen del riesgo, pero el problema es que el riesgo se encuentra hoy por hoy en casi todas las tipologías de activos.

Habrá que ver cuál es el paisaje que queda cuando amaine definitivamente la tormenta. Pero probablemente, como cantaba el grupo estadounidense REM en los años ochenta, It's the end of the world (as we know it).

– Editorial – El fantasma de 1929 (El País – 16/9/08)

Una nueva convulsión, la quiebra del banco de inversiones estadounidense Lehman Brothers, ha vuelto a sembrar el miedo en los mercados financieros mundiales. Lehman es la nueva víctima de la crisis detonada por las hipotecas basura. Destino bien distinto, por cierto, del de Merrill Lynch, adquirido in extremis por el Bank of America. Los esfuerzos de la Administración estadounidense para encontrar un comprador o compradores de Lehman fracasaron porque ninguno de los potenciales adquirientes estaba dispuesto a asumir una cartera de problemas sin la inyección de dinero del Estado y porque el Tesoro tenía graves dificultades para inyectar dinero público después del esfuerzo realizado para salvar las sociedades hipotecarias Freddie Mac y Fannie Mae. El histórico banco fundado por Henry, Emmanuel y Meyer Lehman hace 158 años ha acabado en la mayor quiebra de la historia.

Ya no resulta exagerado afirmar que esta crisis financiera es la peor que ha sufrido la economía mundial desde el crash de 1929. La desconfianza financiera, no sólo resiste a todos los tratamientos bienintencionados que se aplican desde las instituciones públicas, sino que crece el temor a que continúe la cadena de quiebras bancarias y que otros mercados, como el de las aseguradoras, resulten afectados por la contaminación de desconfianza y pérdidas ocultas. La quiebra de Lehman exacerba los peores temores de los inversores y las consecuencias amenazan con ser dramáticas.

La primera de ellas ya se ha vivido. Las Bolsas mundiales (especialmente en Europa) reaccionaron ayer con caídas brutales. Pero las peores consecuencias son las que se adivinan: todo el sistema bancario de la OCDE resultará fuertemente penalizado en los mercados de inversión. Y será una penalización indiscriminada, porque el miedo no distingue entre entidades bien gestionadas, con riesgos controlados y perfectamente supervisadas, de las entidades financieras que crearon el monstruo de las hipotecas basura y las titulizaciones en cadena de activos sin valor. Hay que contar, además, que las expectativas de una normalización de la liquidez, y por tanto de una recuperación económica, sufrirán un retraso considerable a raíz del terremoto Lehman.

Este caos financiero procede de la irresponsabilidad de directivos dispuestos a pasar por encima del control de riesgos para conseguir sus bonus salariales exorbitantes y de un sistema de supervisión, el de Estados Unidos, que se equivocó gravemente al inclinarse por la desregulación, cuando tendría que haber aumentado la intensidad y la calidad de los controles sobre las operaciones de riesgo. Ocho años de Administración de Bush no son, obviamente, ajenos a todo ello.

Las lecciones de este crash son que la sofisticación financiera requiere de supervisiones de similar complejidad, y que la intervención del Estado para salvar bancos sólo tendrá justificación si el sistema estadounidense acepta someterse a un estricto control del riesgo financiero. Si estas lecciones no se aceptan, la economía mundial sufrirá la amenaza permanente de crisis sistémicas causadas por acciones irresponsables y la economía de mercado se convertirá en una ruleta avalada por dinero público.

En este panorama de empeoramiento económico general, no está de más recordar que las economías europeas, ajenas en principio a las malas prácticas que causaron la crisis, están sufriendo gravemente su impacto, tanto o más que Estados Unidos. Ésa es la deducción que cabe hacer de la recaída de la economía alemana, a pesar de la solidez de su comercio exterior y de la prudencia de sus gestores políticos, que evitaron el riesgo de una burbuja inmobiliaria. Pero en primera línea de riesgo también está España, agobiada por la amenaza de una recesión inminente.

– Las inyecciones de los bancos centrales no evitarán el tsunami de quiebras bancarias (Libertad Digital – 16/9/08)

(Por M. Llamas)

Suma y sigue. En apenas unos días han caído 3 grandes piezas del actual sistema financiero estadounidense. El Gobierno acudió la pasada semana al rescate de los gigantes hipotecarios Fannie Mae y Freddie Mac, tal y como avanzó Libertad Digital, cuyos efectos serán nefastos para la economía de EEUU. A ello se suma la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers y la compra de Merrill Lynch, que ha sido salvado en última instancia por el Bank of America.

Además, la supervivencia de la mayor aseguradora del mundo, AIG, depende de que la Fed conceda finalmente a esta entidad un crédito próximo a los 40.000 millones de dólares. Antes tales acontecimientos, no es de extrañar las caídas generalizadas que han registrado los mercados bursátiles. En especial, el español.

Las reacciones de los bancos centrales a uno y otro lado del Atlántico no se han hecho esperar ante la dimensión de tales quiebras, y en nada han variado con respecto a las medidas adoptadas desde el estallido de la crisis de las hipotecas subprime en agosto del pasado año. En concreto, la nueva batería de acciones coordinadas por parte de la Fed y el BCE se centran nuevamente en facilitar liquidez a las entidades de crédito.

La Fed acepta como colateral acciones de empresas

Sin embargo, tales medidas "no servirán para evitar una nueva oleada de quiebras bancarias", según los expertos del Observatorio de Coyuntura Económica del Instituto Juan de Mariana (OCE). Y es que, "no es una crisis de liquidez sino de solvencia", tal y como adelantó LD.

La Reserva Federal ha anunciado una serie de medidas adicionales para apoyar el sistema financiero, entre ellas una ampliación de sus mecanismos actuales para la concesión de préstamos. Así, la Fed aceptará un abanico más amplio de garantías como aval para esos créditos. En concreto, el organismo aceptará como colateral para sus préstamos acciones de empresas. ¿Qué significa esto? Que la Fed va a prestar dinero a los bancos utilizando como garantía los títulos de un mercado que sufre una elevada volatilidad y que, además, está claramente en fase descendente.

Además, la mayoría de los inversores apuestan por que la Reserva Federal rebajará en su reunión de este martes un cuarto de punto porcentual la tasa de interés del crédito interbancario a corto plazo. Desde abril la Reserva ha mantenido en el 2 por ciento la tasa de interés de referencia. Hace un año esa tasa estaba en el 5,25 por ciento, pero el banco central ha ido aflojando gradualmente su política monetaria para alentar el gasto de los consumidores y la actividad económica.

Bernanke ha inyectado 600.000 millones de dólares

Desde diciembre pasado, la Reserva ha inyectado unos 600.000 millones de dólares en los mercados, y ahora los analistas creen posible que mañana reduzca la tasa de descuento que cobra a los bancos por los préstamos de corto plazo.

¿Resultado? La Fed "ya ha iniciado la demolición total del dólar", añade el OCE. La estrategia consiste en "hundir la divisa para salvar los bancos". Sin embargo, el problema es de cajón: "el inflacionismo sólo ayudará ligeramente a los insolventes, pero hundirá el valor neto de los balances de los mejores bancos. Al final las quiebras de los primeros llegarán y el debilitamiento de los segundos incrementará su probabilidad de quiebra", añaden estos expertos.

Mientras, el Banco Central Europeo (BCE) ha inyectado 30.000 millones de euros en el sistema para atenuar el pánico bursátil y la demanda de liquidez extra por parte de las entidades europeas. Pero tales inyecciones ni han resuelto ni resolverán la crisis, tal y como avanzó LD.

Es una crisis de solvencia no de liquidez

¿Por qué? No es una crisis de liquidez (falta de dinero y crédito) sino de solvencia, debido a "la acumulación de deuda de muy baja calidad". Los bajos tipos de interés aplicados por los bancos centrales han permitido a las entidades "endeudarse a corto plazo e invertir a largo. Sus proyectos de inversión (a través de la concesión de créditos a largo plazo) maduran mucho más tarde que su deuda (emisión de bonos o petición de créditos interbancarios a corto plazo)".

El problema radica en la expansión crediticia puesta en marcha por los bancos centrales. Entre 2000 y 2003 los tipos de interés en EEUU cayeron del 6,5 por ciento hasta el 1 por ciento. A partir de 2004, y ante el temor de una repunte de la inflación y la depreciación del dólar, la Fed revertió su política monetaria auspiciando una nueva subida de tipos hasta alcanzar el 5,25 por ciento en junio de 2006.

Como resultado, los tipos artificialmente bajos han generado un gran volumen de mala deuda e inversión, facilitando el surgimiento de burbujas como la inmobiliaria, en donde la solvencia de los prestamistas (familias y empresas) está "fuertemente condicionada por los tipos de interés". El pasado verano, la situación se hace insostenible para muchas familias norteamericanas (impagos de crédito) ante el repunte de la carga financiera, como consecuencia del encarecimiento del crédito.

Tipos artificialmente bajos y expansión del crédito

De este modo, las familias y las empresas de los países occidentales (como la estadounidense o la española) fueron capaces de captar un volumen inmenso del crédito fiduciario (no respaldado por ahorro real, sino generado gracias al endeudamiento) para "inversiones que contaban con un doble riesgo que no fue percibido en toda su intensidad", según recoge el último boletín de coyuntura del OCE, al que ha tenido acceso LD.

Por un lado, el "riesgo de crédito". Esto es, la posibilidad de que los deudores impagaran sus deudas, ante el incremento de los tipos de interés y la llegada de una ralentización económica. Es decir, los deudores "sólo podía seguir pagando la deuda debido a los bajos tipos de interés y a su puesto de trabajo. Dos circunstancias que necesariamente tenían que cambiar durante el período en el que debía seguir pagándose la deuda", explica dicha entidad.

Y es que, "los bajos tipos de interés eran sólo resultado de la intervención de los bancos centrales en el mercado monetario y no resultado de un incremento del ahorro real. Por consiguiente, estos tipos de interés no sólo no eran sostenibles a lo largo del tiempo, sino que después de generar un auge ficticio en la actividad económica, tenderían a elevarse a unos niveles incluso más altos que antes de la intervención en los mercados monetarios", añade el OCE.

Activos crediticios ilíquidos

"Cuando los tipos de interés comenzaron a repuntar a partir de 2005 y la desaceleración económica a agravarse, numerosos deudores entraron en default (insolvencia o impago de deuda) y hundieron el valor de los activos que respaldaban el crédito bancario", explica.

Por otro lado, los "inversores tampoco tuvieron en cuenta el riesgo de liquidez. Esto es, la contingencia de que se vieran forzados a enajenar (vender) precipitadamente sus activos a un precio inferior al que tenían contabilizado en el balance". El problema es que "los activos ilíquidos podrán ser individualmente negociables, pero no de manera agregada".

Si quieren enajenarse cantidades muy grandes de un activo ilíquido (como los bonos o productos financieros basados en créditos hipotecarios) tendrán que "aceptarse descuentos en su precio", lo cual se traduce en cuantiosas pérdidas en los balances de las entidades (writedowns), advierte este organismo.

Además, en una época de restricción crediticia como la actual, la necesidad de captar capital puede ser "destructiva" para los bancos, ya que fuerzan a "captar liquidez a un coste probablemente prohibitivo o a vender sus activos a un gran descuento", indica el OCE.

Bancos de inversión en riesgo

"Por eso, las estrategias de endeudarse a corto e invertir a largo están condenadas al fracaso. El mercado en su conjunto se va apalancando (endeudando) sin que las inversiones acaben a madurar a tiempo para financiar la deuda", según el documento.

"El segundo error fue creer que el banco central podía proporcionar liquidez al mercado simplemente bajando sus tipos de intervención o incrementando la cuantía de sus operaciones de financiación". Es decir, creer que se trataba de una mera falta de liquidez cuando, en realidad, el problema es de solvencia financiera.

Y es que, tal y como explica el OCE, "toda empresa debe ser solvente y líquida para proseguir sus operaciones. Sin embargo, los bancos tienen concedido el privilegio de ser permanentemente ilíquidos y, con mucha probabilidad, también insolventes si la liquidación del activo fijo se produjera a un descuento lo suficientemente grande como para que no pudiera ser cubierto por los fondos propios".

En este sentido, los bancos operan a la inversa que cualquier otra empresa, dado que su fondo de maniobra es estructuralmente negativo. Es decir, "financian casi todo el activo fijo a través de los pasivos a corto plazo".

Morgan Stanley y Goldman Sachs en el "punto de mira"

Los bancos, sin embargo, son capaces de evitar la suspensión de pagos recurriendo a los mercados interbancarios para cubrir sus necesidades diarias de caja. Sin embargo, la sequía que vive el mercado interbancario desde el pasado año ha cerrado las puertas de los bancos a esta vía de financiación.

Y en este contexto, el "funcionamiento de los bancos de inversión es bastante arriesgado", según los expertos. "Día a día tienen que refinanciar cantidades enormes de su deuda y lo hacen garantizando el repago de esa deuda con sus activos (bonos hipotecarios)" de muy baja calidad. Así, "la situación de Lehman era análoga a la de Bear Stearns: un banco de inversión con apalancamientos cercanos de 30 a 1 y con una cartera con una elevada composición de bonos hipotecarios".

Obviamente, si los bonos entran en default, los prestamistas rechazan prestar al banco contra esos malos activos, con lo que se incurre en una situación de iliquidez que fuerza al banco a liquidar sus activos al descuento y, como consecuencia, provoca la insolvencia de la entidad.

"Esto es lo que le sucedió a Bear Stearns. En unos días toda su liquidez se esfumó porque nadie estaba dispuesto a prestar dinero contra una cartera de pésimos activos". Lo mismo que ahora ha ocurrido con Lehman Brothers y que, igualmente, amenaza a los dos grandes bancos de inversión restantes en EEUU: Morgan Stanley y Goldman Sachs.

La degradación de las monoline

Ambas entidades están ahora "en el punto de mira". Un diagnóstico que coincide con el efectuado por el gurú de la crisis subprime Nouriel Roubini, profesor de la Universidad de Nueva York. Así, según el analista, la lección de la quiebra de Lehman es que los otros dos bancos de inversión (Goldman Sachs y Morgan Stanley) precisan "encontrar un comprador", una "gran institución financiera que esté dispuesta a asegurar sus depósitos". Además, el riesgo también se cierne sobre Bank of America debido, precisamente, a la adquisición de la insolvente Merrill Lynch y Countrywide a precios "muy inflados", añade.

Por último, según el OCE, la insolvencia también se cierne sobre las principales aseguradoras de bonos (monoline) de EEUU, Ambac y MBIA. Y es que, a finales de 2007, ambas entidades aseguraban bonos hipotecarios (CDOs) por importe de 59.800 millones de dólares con apenas unos fondos propios de 12.610 millones. De este modo, las agencias de rating (que evalúan la calidad crediticia de las entidades) se verán obligadas a degradar la calificación de las principales agencias monoline.

El problema es que una degradación de estas características provocará "automáticamente la depreciación (pérdida de valor) de todos los productos que estaban asegurando", lo que provocará a su vez nuevas pérdidas bancarias y quiebras, afirma el OCE.

Nuevas quiebras bancarias

Por si ello fuera poco, muchas instituciones (también los bancos) tienen reguladas sus reservas y su capital mínimos en función del riesgo de sus activos (por los acuerdos de Basilea). Dicho de otra manera, cuanto más arriesgado se vuelva el activo, más capital o más reservas (margen de apalancamiento) deberán poseer. "La degradación supondría que todas estas instituciones tendrían que captar más capital y más liquidez", advierte el OCE.

Por último, "muchas instituciones (como los fondos de pensiones) tienen establecido en sus estatutos que sólo pueden poseer deuda calificada como AAA (máxima calidad). Por tanto, tras la degradación tendrían que vender masivamente todos estos bonos (lo que reduciría aun más su precio y amplificaría los efectos anteriores)", concluye. Así, de confirmarse los peores augurios, el súper crash continuará su rumbo, llevándose por delante centenares de entidades financieras, tal y como avanzó LD.

– "Crash" de 2008: el final de una era

(Por Eduardo Segovia)

edu.red

Wall Street: dos corredores de bolsa observan la cotización de Lehman Brothers y Merrill Lynch (Reuters).

Vivimos tiempos históricos, que serán recordados por las generaciones venideras. De los cinco grandes de la banca de inversión de Wall Street, la crisis ya se ha llevado a tres por delante: Bear Stearns (1923-2008), comprado en marzo por JP Morgan con la garantía del Gobierno de EEUU; Lehman Brothers (1850-2008), que se declaró en suspensión de pagos el viernes por la noche ante la falta de compradores; y Merrill Lynch (1914-2008), que ha preferido venderse a Bank of America antes de correr la misma suerte. Es el fin de una era. El final de la banca de inversión de los últimos 75 años, es decir, de los supervivientes a la última gran purga financiera producida tras el crash de 1929.

La peor crisis en más de siete décadas vuelve la vista atrás con un mismo origen. Si entonces fueron los trust financieros -híbridos entre fondos de inversión y hóldings financieros-, esta vez han sido los SIV (Special Investments Vehicles), otras criaturas híbridas, las que han desatado un efecto dominó que ha terminado por llevarse por delante a los brokers más sofisticados, a los ingenieros de la burbuja crediticia y de las inversiones en activos de deuda hipotecaria. El final de los Gordon Gekko.

Después de esta purga, sólo quedan dos bancos de inversión puros independientes (JP Morgan también es banco minorista): Goldman Sachs y Morgan Stanley. Y el hecho de que hayan sobrevivido hasta ahora tampoco les garantiza nada en el futuro, a la vista del desastroso entorno actual. Bear Stearns era realmente el más afectado por la crisis subprime, pero las autoridades norteamericanas decidieron salvarlo por el riesgo sistémico de dejar caer un banco de inversión con enormes posiciones cruzadas con el resto del sector, cuya falta de contrapartida podía provocar un colapso total del sistema. Además, era el más pequeño de los cinco y se suponía que no iba a haber más entidades en riesgo de quiebra -una previsión bastante ingenua, como queda demostrado ahora-. Así que se le concedieron garantías a JP Morgan de que no sufriría pérdidas por activos tóxicos ocultos por un importe de hasta 29.000 millones.

El problema es que, después de este rescate vino el de Fannie Mae y Freddie Mac, justificado por la necesidad de salvar el mercado hipotecario pero con un coste inicial de 140.000 millones de dólares (que acabarán siendo el doble o el triple). Con un déficit público galopante y una caída de los ingresos fiscales -sobre todo por los beneficios empresariales- y sin un riesgo para el ciudadano de a pie como el de las hipotecarias, el Gobierno no ha accedido esta vez a dar garantías a los posibles compradores de Lehman Brothers (691.000 millones de dólares en activos).

La consecuencia ha sido que, con la tremenda desconfianza que hay en el mercado, Barclays, Bank of America y cualquier otro posible interesado, como Goldman Sachs o HSBC, se levantaron de la mesa. Conclusión: suspensión de pagos y un dificilísimo proceso por delante para deshacer todas esas posiciones abiertas con Lehman. Para eso se ha formado el megafondo de 70.000 millones de dólares entre 10 de los mayores bancos del mundo.

El caso más sorprendente es el de Merrill Lynch, el tercer banco de inversión con activos por casi un billón de dólares. Aunque obviamente tenía problemas, nadie pensaba que fueran más graves que los del resto del sector. Como evidencia el tempus de los acontecimientos, se ha salvado por los pelos, después de haber vendido cartera subprime este verano. A pesar del rescate, lo que menos entienden los analistas es la alta prima pagada, del 70% respecto al cierre del viernes, en vista de la situación del sector y de los 50.000 millones de activos de alto riesgo que va a meter en su balance con la compra. El mercado tampoco lo entiende: anoche Bank of America se derrumbó el 21,3% en Wall Street.

La idea es que Bank of America se hace con un negocio muy rentable -el broker minorista-, amplía enormemente su negocio de banca de inversión y logra una exposición global de la que carecía; de hecho, esta compra le convierte en el mayor banco del mundo. Los analistas de Citigroup, sin embargo, sólo se explican este precio si Bank of America quería ahuyentar a otros potenciales compradores. Algunas fuentes aseguran que este banco ya tenía una altísima exposición a activos tóxicos de Merrill y que, en esas circunstancias, comprarse el broker entero merecía la pena.

Goldman y Morgan no lo tienen fácil

Los dos supervivientes, Morgan Stanley y Goldman Sachs, presentarán resultados esta semana y se esperan beneficios en ambos casos, aunque los analistas han rebajado las previsiones en las últimas semanas ante el agravamiento de la crisis. Goldman (con unos activos de 1,1 billones de dólares y una capitalización de 60.000 millones) es la entidad que mejor ha capeado la crisis: de hecho, en 2007 incrementó con fuerza su beneficio al ponerse bajista en activos subprime. Las estimaciones de los analistas son una caída del beneficio del 72% en el trimestre.

Para Morgan (activos de 1,03 billones y capitalización de 41.000 millones), que ha sufrido un mayor impacto de la crisis pero que ha tomado las medidas más acertadas para salir del agujero, se espera una caída del 44%. Además, muchos analistas creen que no podrá mantenerse independiente después de las compras de Bear Stearns y Merrill Lynch. Dado que la economía está al borde de la recesión en EEUU y Europa, las bolsas se hunden, las operaciones corporativas están congeladas, los hedge funds han reducido su operativa por culpa de las pérdidas y la salida de patrimonio y, por supuesto, el fuerte proceso de desapalancamiento (reducción del endeudamiento) que disparó su crecimiento en los últimos años, las perspectivas no son nada halagüeñas. Por si esto no fuera poco, el sector afronta mayores restricciones legales a su operativa futura para evitar otra crisis como ésta, lo que dificultará volver a crecer. La única salida que parece viable para Goldman y Morgan es recortar costes, sobre todo laborales -vamos, despidos masivos-, pero quizá la masacre no sea excesiva. Al fin y al cabo, aunque el pastel a repartir sea más pequeño, ahora hay menos competidores entre los que repartirlo.

– Se inaugura un nuevo orden de las finanzas mundiales (The Wall Street Journal – 16/9/08)

(Por Carrick Mollenkamp y Mark Whitehouse)

Más de 200 años después de haber nacido a la sombra de un árbol en la calle que le dio su nombre, el Wall Street que conocemos está dejando de existir.

La desaparición de Lehman Brothers Holdings Inc., un banco de inversión fundado hace 158 años, la súbita adquisición de Merrill Lynch & Co. y el colapso de Bear Stearns Cos., representan un hito en la mayor reestructuración de la industria bancaria desde la Gran Depresión.

Durante décadas, firmas de valores como Lehman, Merrill y Bear tomaron grandes riesgos, obtuvieron jugosas ganancias y asumieron pérdidas ocasionales. Ahora, a medida que estas firmas de valores se desvanecen, el viejo negocio de captar depósitos y construir redes de sucursales recobra su importancia como la manera confiable de ganar dinero. Instituciones como las estadounidenses Bank of America Corp. y Wells Fargo & Co. el alemán Deutsche Bank AG y el español Banco Santander SA, ascienden a la cima de una industria financiera que probablemente será más segura pero menos lucrativa para los accionistas.

De los cinco mayores bancos de inversión independientes que existían hace dos años, sólo dos (Goldman Sachs Group Inc. y Morgan Stanley) siguen en pie.

Un sello característico del nuevo orden probablemente será un alejamiento de los grandes riesgos -un alto nivel de endeudamiento, valores complejos- que imperaron en los últimos años. Los bancos están "volviendo a lo básico, al principal propósito del sistema sin toda la parafernalia", dice Douglas Flint, director financiero de HSBC Holdings PLC y copresidente de un grupo de banqueros que elabora un marco para prevenir un riesgo bancario sistémico. "Reconocen que cuando se calmen las aguas… la industria en su esencia será diferente".

El cambio refleja una reevaluación más amplia sobre cuál es la mejor forma de abordar el negocio central de los bancos, el cual tiene un papel principal en la economía al convertir el efectivo y los depósitos de los ahorradores en inversiones a largo plazo como hipotecas y préstamos a empresas. La contracción del crédito ha desnudado las fallas de los esfuerzos de los bancos por trasladar gran parte de ese negocio desde sus balances a los mercados, donde los préstamos son agrupados y vendidos a inversionistas y a una gran gama de fondos especializados. Las firmas de valores y los fondos de cobertura tuvieron un rol clave en el sistema bancario virtual. Ayudaron a los bancos a agrupar sus préstamos e incluso asumieron parte del negocio de créditos, pero con menos protecciones contra pérdidas y sin el respaldo estatal a los depósitos de los clientes.

El nuevo orden financiero también pone de relieve el duradero impacto de los esfuerzos de Wall Street hace casi una década para derogar la ley Glass-Steagall, que impedía que los bancos comerciales de EEUU incursionaran en la banca de inversión. La revocación en 1999 de dicha ley permitió que los bancos comerciales entraran al negocio de valores y pudieran competir contra firmas como Bear Stearns y Merrill. El modelo de banco universal que surgió resultó difícil de manejar. No obstante, los grandes bancos comerciales, como Bank of America, que son regulados y tienen que mantener grandes provisiones contra posibles pérdidas, hasta ahora han soportado mejor la crisis financiera que las firmas de valores.

La renovada importancia del negocio bancario tradicional es un fenómeno global. Deutsche Bank, que se había concentrado en fortalecer su negocio global de banca de inversión, acordó la semana pasada pagar cerca de US$ 4.200 millones para adquirir las 850 sucursales en Alemania y los 14,5 millones de clientes de Deutsche Postbank AG, el banco comercial del sistema postal del país. Santander, que también cortejó a Postbank, pagó US$ 2.230 millones por el banco hipotecario Alliance & Leicester, que refuerza su ya importante red de sucursales en Gran Bretaña. Antes de ser adquirida por Bank of America, Merrill había estado expandiendo su unidad de banca comercial.

Los depósitos han sido una de las escasas luces en medio de un panorama oscuro para las firmas financieras. Han crecido rápido aun cuando otras formas de financiación casi se han agotado. En EEUU, por ejemplo, los ahorros y depósitos a plazo pequeños en bancos comerciales totalizaron US$ 6,9 billones (millones de millones) a fines de agosto, un alza de 7,6% con respecto al mismo mes del año previo, según la Reserva Federal.

El modelo bancario básico, sin embargo, no ha funcionado para todos. Los bancos pequeños en EEUU y Europa han sufrido, en parte porque no tienen la escala y la diversificación para absorber las grandes pérdidas generadas por las crecientes cesaciones de pagos en las hipotecas y los préstamos corporativos.

De todos modos, el regreso de los bancos a su negocio más tradicional representa un marcado contraste con la tendencia predominante en los últimos años. En lugar de ganar dinero captando depósitos a tasas de interés a corto plazo y conceder préstamos a tasas más altas a largo plazo, los bancos crearon una estructura que hacía esencialmente lo mismo. Establecieron fondos especializados, conocidos como canales y vehículos de inversión estructurados (o SIV, por sus siglas en inglés), los cuales tomaron prestado dinero en el mercado de papeles comerciales y compraron valores agrupados con préstamos. Las firmas de valores y los fondos de cobertura también entraron en el juego, creando y comprando bonos que contenían préstamos corporativos e hipotecarios. Sin acceso a los depósitos, las firmas de valores y los fondos de cobertura se dirigieron a otros mercados para pedir dinero. Toda la actividad e innovación ayudaron a los bancos a alcanzar un nuevo nivel de rentabilidad después de varios años de vacas flacas. Los bancos europeos produjeron un retorno promedio de 21% sobre las inversiones de sus accionistas en 2007, comparado con el 13% de 1996, según un reciente informe de Citigroup Inc. Pero recurrieron a altos niveles de endeudamiento para conseguir tales retornos.

Cuando empezó la contracción del crédito hace un año, las fallas de la nueva arquitectura financiera se volvieron evidentes. El mercado para valores respaldados por préstamos hipotecarios casi desapareció. Los bancos se vieron forzados a asumir los miles de millones de dólares en préstamos y valores que habían puesto en conductos y SIV. Para las firmas de valores se ha vuelto mucho más difícil y caro obtener préstamos y otros tipos de financiación. Esto hace que surjan dudas sobre si las firmas de corretaje no ligadas a bancos comerciales podrán sobrevivir.

– ¿Fin del mercado libre en EEUU? (BBCMundo – 16/9/08)

(Por Vladimir Hernández)

Milton Friedman, uno de los mayores defensores del mercado libre en la historia, debe estar revolcándose en su tumba. La crisis financiera que sacude a los mercados de Estados Unidos y Europa desde el año pasado, cuya última víctima fue uno de los bancos históricos, Lehman Brothers, podría significar el inicio de una ola de intervencionismo estatal en el corazón del capitalismo en el mundo.

Ya se dieron los primeros pasos, con la nacionalización de Freddie Mac y Fanny Mae las dos principales hipotecarias estadounidenses. Algo impensable cuando Friedman recorría con libertad los pasillos de la Casa Blanca.

El secretario del Tesoro de EEUU, Henry Paulson, admite que "mucho de lo que estamos enfrentando son consecuencias de cosas que se hicieron por muchos años".

Enfrentando "consecuencias"

"Los mercados financieros están atravesando por un momento difícil, mientras trabajamos en arreglar algunos de los excesos que se cometieron en el pasado", aseguró.

"Actualmente vivimos en una nueva era de socialismo, donde se socializa el riesgo y se privatizan las ganancias", indicó a la BBC Benjamin Barber, profesor de ciencias políticas de las universidades de Princeton y Harvard.

"A Lehman Brothers lo dejarán caerse pero si se lleva a otros entonces el gobierno intervendrá y eso significa que mis impuestos se usarán para salvar a banqueros que tomaron decisiones arriesgadas y equivocadas". "Hemos vivido 30 años de neoliberalismo en el mercado, que significa déjenos ganar y ayúdenos cuando nos va mal", agregó.

Tanto el mea culpa de las autoridades como la inquietud del público estadounidense no ha pasado desapercibida para los candidatos presidenciales estadounidenses.

Horas después de que Wall Street registrase su mayor caída desde el 11 de septiembre de 2001 (y el sexto más alto en su historia), tanto el republicano John McCain como el demócrata Barack Obama revelaban una posición favorable a mayores controles sobre el mercado de capitales en el país. Y ambos tuvieron agrias palabras para los gobiernos anteriores de dejar que la banca hiciese lo que quisiera.

McCain indicó que de ganar las elecciones iniciaría una reforma regulatoria del mercado de capitales en los primeros 100 días de su presidencia y dijo que "pondremos fin a que Wall Street se maneje como un casino".

Obama, en tanto, ofreció "nuevos marcos regulatorios", pues a su juicio "esta es la crisis financiera más grave desde la Depresión (en los años treinta)". "No culpo a John McCain de estos problemas, pero sí a su filosofía económica, la misma de los últimos ocho años, que dice que debemos darle más a los que acumulan la riqueza para que de alguna forma estos llegue en gotas al resto", apuntó Obama.

El sentimiento que parece haber en los mercados financieros lo resumió claramente Derek Scott, ex asesor económico del ex primer ministro británico Tony Blair.

Actualmente las bases del capitalismo liberal están sumamente golpeadas y deterioradas. Ahora seguramente regresaremos a un período de mayor control gubernamental", aseveró.

Complejidad regulatoria

Sin embargo, un mayor control sobre lo que hacen las instituciones bancarias o las casa de bolsa no parece tarea sencilla. La principal traba es la complejidad de los instrumentos financieros que existen, principalmente los llamados derivados.

Warren Buffet, el llamado hombre más rico del mundo y ahora filántropo retirado, los llamó en 2002 "armas financieras de destrucción masiva".

En términos muy simples, los economistas dicen que la crisis crediticia que devengó en la quiebra o desaparición de varios bancos comenzó en el sector hipotecario estadounidense.

El modus operandi fue acumular hipotecas con diferente grado de riesgo, convertirlos o empaquetar dicho préstamos en papeles comerciales (como acciones) que luego serían vendidas a otras instituciones en el mercado.

Es decir, el banco invirtió en unos bonos cuya garantía de pago eran unos créditos riesgosos negociados por otra entidad bancaria.

La complejidad era tal que muchos actores del mismo mercado no tenían ni idea en dónde exactamente tenían colocado su dinero.

"La desregulación que se hizo en los últimos 15 años, incluyendo el gobierno de Bill Clinton del cual fui parte, creó una atmósfera de casino en la que cualquier banco podía hacer dinero sin importar sus niveles de deuda y sin siquiera saber qué tipo de papeles compraban", señaló Robert Reich, ex asesor de la Casa Blanca y actual profesor de la Universidad de Berkeley.

"Una vez le pregunté a un directivo de una institución bancaria qué tipo de inversiones tenía y me dijo "ni idea". Esta crisis iba a pasar tarde o temprano", explicó Reich a la BBC.

¿Quién es el responsable?

Hace algo más de 12 meses la crisis dejó de ser un fantasma o un pronóstico agorero para convertirse en realidad.

Cuando los acreedores -muchos de los cuales se reconoce no fueron adecuadamente supervisados- empezaron a tener problemas de pago, fueron aquellos al final de la cadena quienes pagaron las consecuencias. Y como dice la teoría bancaria, cuando el banco ya no emite confianza, no tiene nada que buscar.

Según la teoría de Friedman en estas circunstancias el mercado se corregirá a si mismo, con la llamada "mano invisible" que profetizó en el siglo XVIII el filósofo escocés Adam Smith, el llamado "padre de la economía moderna". Cualquier distorsión, según Friedman, era simple y llanamente culpa del gobierno por no dejar respirar al mercado.

No obstante, ahora hay una suerte de consenso tanto en Europa y Estados Unidos en que existe ahora una necesidad de ponerle coto a las principales plazas financieras. Tal y como sucedió tras la debacle de los años '30 en EEUU cuando justamente se considera que ocurrió la última ola intervencionista en el país, para lidiar con los efectos de la llamada "Depresión".

"Las instituciones financieras y los entes reguladores tuvieron error fundamental en esta crisis. Pusieron el precio del mercado en el corazón de la regulación del sistema. Pero el precio del mercado no puede protegerse de sus propias fallas. Y los reguladores no se dan cuenta de esto cuando está todo bien, sino cuando surgen los problemas. Es entonces cuando se descubre que los bancos exitosos realmente eran bancos muy riesgosos", aseveró a la BBC Avinash Persaud, de la firma de análisis financiero Intelligence Capital.

A la hora de buscar culpables de toda esta situación, muchos analistas apuntan el dedo a la presunta avaricia de los banqueros de arriesgar más (recursos del público) en busca de mayores ganancias.

Pero según le dijo a la BBC George Magnus, economista en jefe del Banco Suizo UBS, "en este tipo de crisis se suele buscar villanos en todas partes. Los bancos son los agentes de la especulación, pero no la causa. Hay que señalar a los gobiernos que desmantelaron los marcos regulatorios décadas atrás". "Se puede culpar a los bancos y poner en vigencia nuevas normas, pero también hay que revisar la falta de supervisión de los mercados en el pasado", aseguró Magnus.

El debate de lograr un nuevo marco regulatorio en Estados Unidos pudiera estar dando ya sus inicios, en lo que sería un importante cambio ideológico en las altas esferas de tomas de decisiones del país. No obstante, mientras tanto, aún no se sabe si la crisis financiera ya se cobró a su última víctima o banco, o si aún quedan implicaciones por venir.

– Editorial: Fin de una época (El País – 17/9/08)

El "lunes negro" obliga a endurecer la supervisión bancaria y a coordinar mejor los bancos centrales

Después de la quiebra de Lehman, la apresurada venta-salvamento de Merrill y los esfuerzos a la desesperada para rescatar a la aseguradora AIG, que fructificaron anoche con la nacionalización de la sociedad, la economía mundial se enfrenta al vértigo que produce una crisis cuya duración e intensidad se desconocen por completo. Los signos esperanzadores que comienzan a aparecer en Estados Unidos, como los indicios de que la caída del mercado inmobiliario puede estar tocando fondo, son insuficientes para anular el pánico que produce la convicción arraigada en los inversores de que más bancos pueden sufrir una suerte parecida a la de Lehman y de que las aseguradoras, incapaces de hacer frente a los riesgos contratados de la banca, serán la siguiente ciudadela económica en caer.

La consecuencia más clara de esta crisis es que la banca de inversión ya no volverá a ser la misma. El ejemplo de Lehman y las angustias de Merrill Lynch, por citar solamente los casos más recientes, enseñan que los bancos de inversión necesitan una regulación más estricta, una supervisión más atenta y nuevas reglas de operación en el mercado que acoten la ilimitada capacidad de toma de riesgos en los mercados más variopintos que hasta ahora disfrutaban las instituciones financieras. La supervivencia de mercados financieros sanos y sofisticados dependerá en gran parte de que los bancos, las autoridades monetarias y los organismos reguladores como la SEC sean capaces de pactar esas nuevas reglas de juego. La época de la alegre desregulación y de la supervisión a distancia del riesgo bancario debería haber terminado.

Es fácil deducir que esta crisis ha destruido la credibilidad de los modelos de regulación que EEUU trataba de exportar al resto de los mercados. Después de las pésimas experiencias del caso Enron o las dramáticas convulsiones actuales, parece claro que el modelo de autorregulación financiera propugnado por la actual Administración y que, por cierto, apoya ideológicamente el candidato republicano John McCain, ha fracasado y es en parte responsable de los cataclismos presentes. Lehman ha firmado la enmienda a la totalidad del modelo de supervisión financiera en EEUU, y sería bueno que sea cual sea la nueva Administración tras las elecciones de noviembre, la regulación financiera sea más parecida a lo que propone Barack Obama que al programa republicano.

Esta crisis es global y de una gravedad desconocida desde 1929. Esta circunstancia la hace más peligrosa, puesto que los responsables económicos y políticos que deben gestionarla no han vivido una situación parecida. Es muy probable que las nuevas proyecciones económicas tengan que retrasar las expectativas de recuperación, siendo optimistas, al menos en un semestre, hasta mediados de 2010. Por eso es imprescindible al menos coordinar los sistemas de regulación y supervisión bancaria en el ámbito europeo y también de Europa con EEUU, Asia y Japón.

– Stiglitz siembra la polémica al acusar de hipócritas a las instituciones financieras (El Confidencial – 17/9/08)

(Por Elena Herrero-Beaumont)

El fruto de la Hipocresía, el artículo que escribió Joseph Stiglitz este martes en el Guardian provocó todo tipo de reacciones entre lectores, académicos y profesionales. Si las teorías del economista despertaban un rechazo general en los círculos más capitalistas, la dramática crisis financiera de estos días está obligando a confesar sus pecados a aquellos que hasta ahora "jugaban" sin límites en el "gran casino" en el que, según el Nobel de economía, se ha convertido el sistema financiero occidental.

Desde que el verano pasado estalló la crisis en las bolsas de Occidente, Stiglitz ha escrito numerosos artículos en una variedad de medios de comunicación citando sin tapujos las causas del problema. "Esta crisis es el fruto de la falta de honestidad de las instituciones financieras y de la incompetencia de los políticos", escribía el reputado académico, añadiendo como causa adicional el colapso en la confianza que hasta ahora había alimentado la irracionalidad del sistema. Un sistema que ha bloqueado cualquier intento de regulación en nombre de la innovación financiera. Según Stiglitz, a lo largo de la última década, las mentes más brillantes del mundo occidental, en lugar de crear riqueza real, han empeñado todo su talento en esquivar una serie de regulaciones cuyos objetivos fundamentales eran garantizar la eficacia de la economía y la seguridad del sistema bancario.

Hasta ahora, las teorías del Nobel eran automáticamente rechazadas por una gran parte de aquellos que defendían el desarrollo sin límites de la sofisticación financiera, mientras tachaban al economista de "liberal peligroso". Pero lo vivido estos últimos días está alimentando el peso de sus argumentos en esos mismos ámbitos.

En la elitista red social de A Small World, ayer se recogía el artículo del Nobel para debatir si realmente esta crisis puede comprometer el futuro de un sector en el que hasta ahora ha reinado el mejor talento. Como ejemplo, muchos jóvenes ambiciosos que se habían incorporado en septiembre a las oficinas de Lehman Brothers en Londres, expresaban estos días con pesar que la crisis ha arruinado sus prometedoras carreras. "¿Serán a partir de ahora menos atractivos los servicios financieros para los graduados más inteligentes de las mejores universidades?", cuestionaba un ejecutivo de la red.

La responsabilidad de las agencias de calificación y las consecuencias de unos malos incentivos salariales

Luis Garicano, catedrático de economía de la Escuela de Negocios de la Universidad de Chicago, considera que, aunque la innovación financiera es sin duda beneficiosa para la economía de los países, comparte con Stiglitz que no ha habido una correcta regulación de determinadas instituciones. En concreto, Garicano mencionó el caso de Moody's o Standard & Poor's, cuyas calificaciones se hacen imprescindibles para que los bancos de inversión puedan colocar sus productos estructurados entre los fondos más cotizados. "Me sorprende muchísimo que no se les haya culpado de nada", dijo el economista a El Confidencial. Si hace seis o siete años Moody's o Standard & Poor's eran meros burócratas, su papel ha ido convirtiéndose en piedra angular del mercado de titulización. "El fallo es que no se les ha puesto límites cuando en el fondo cumplen una función casi pública", dijo Garicano, quien añadió no tener duda alguna de que se han comprado sus servicios.

Garicano también comparte con el Nobel que ha habido una incorrecta regulación en el sistema de incentivos salariales. "Los gestores de fondos de inversión tienen unos incentivos a muy corto plazo", explicó el economista español. Ningún empleado que quisiera mantener su puesto de trabajo podía dejar de invertir en determinados productos estructurados aunque dudara de los riesgos que la operación pudiera entrañar en el largo plazo. Lo dramático de esta crisis es que todo el mundo sabía lo que se venía encima desde hace meses e incluso años, pero estos sistemas impedían que se frenara la irracionalidad de las operaciones. "Como ya apuntó Keynes: la sabiduría popular enseña que es mejor para tu reputación errar convencionalmente que triunfar inconvencionalmente", concluyó.

– Las tinieblas de la realidad liquidan el peor capitalismo de los últimos 80 años (El Confidencial – 17/9/08)

(Por Carlos Sánchez)

"El mundo ha tardado en percatarse de que este año estamos viviendo en las sombras de una de las mayores catástrofes económicas de la historia moderna. Pero ahora que el hombre de la calle se ha dado cuenta de lo que está pasando, sin conocer ni el cómo ni el porqué, se siente abrumado por unos temores exagerados; en cambio, previamente, cuando comenzaban a aparecer los motivos de preocupación, no experimentó lo que hubiera sido una inquietud razonable. Empieza a dudar del futuro. ¿Se está despertando ahora de un sueño agradable para afrontar las tinieblas de la realidad? ¿O se está durmiendo con una pesadilla que pasará?" John Maynard Keynes.(Ensayos de Persuasión Edit. Crítica)

El texto que precede a este artículo vio la luz 14 meses después del crack de Wall Street. J. M. Keynes lo publicó en la revista Nations and Athenaeum en dos entregas. La primera, el 20 de diciembre de 1930, y la segunda, una semana más tarde. El ensayo lleva por título La Gran Depresión de 1930, y viene a ser la primera gran introspección del maestro de Cambridge para conocer lo ocurrido en la bolsa neoyorkina tras aquel jueves fatídico del 24 de octubre de 1929.

El análisis de Keynes no deja lugar dudas sobre la dimensión y las causas del problema. "En la actualidad, sostiene el economista británico, nos hemos metido nosotros mismos en un desorden colosal, fallando en el control de un mecanismo delicado, cuyo funcionamiento no comprendemos". Y la conclusión que obtiene no puede ser otra: "Nuestras posibilidades de riqueza pueden despilfarrarse durante un tiempo, tal vez durante mucho tiempo".

Ni que decir tienen que la realidad económica de 2008 no tiene nada que ver con la de 1929. O mejor dicho, casi nada. Keynes, sin embargo, tiene razón, y mucha, cuando compara el sistema económico con algo parecido a un reloj de precisión ("un mecanismo delicado") que necesariamente se rompe cuando es manipulado de forma torpe e indebida por manos inexpertas. O lo que es todavía peor, cuando la economía se pone a disposición de los nuevos mercaderes del siglo XXI sin que nadie vele por garantizar el bueno funcionamiento del sistema.

Habrá quien piense que el capitalismo puede funcionar sin reglas establecidas y sin regulación alguna, pero lo cierto es que en los últimos 100 años se han pagado muchos excesos (muchos de ellos previsibles y por supuesto innecesarios) que han tenido un elevado coste en términos de desempleo y de empobrecimiento de la sociedad. Se dirá, y es cierto, que las crisis (más o menos periódicas, más o menos intensas) son inherentes al capitalismo. Los ciclos económicos están ahí y sería absurdo discutirlos; pero dicho esto, no es menos que los economistas cuentan con instrumentos eficaces para domarlos y ponerlos al servicio del bienestar general. Asumiendo, en una palabra, la célebre frase de Einstein, que en su famosa polémica con el científico Niels Bohr aseguró que Dios no jugaba a los dados, lo que significa que el orden universal obedece a una leyes ciertas, y no a un cálculo de probabilidades.

Triunfan las reglas del azar

Einstein, sin embargo, ha perdido la partida. Una buena parte del sistema económico mundial permanece huérfano de regulación, de leyes ciertas, como si el delicado mecanismo funcionara mediante las alocadas reglas del azar, lo que ha alimentado crisis financieras cada vez más habituales. Ha sido como dejar las llaves de la cantina a una pandilla de alcohólicos. O si se prefiere, como poner en manos de un niño de tres años el maletín nuclear que maneja el inquilino de la Casa Blanca.

El resultado no podía ser otro. El mundo se mueve a golpe de estallidos de burbujas y a golpe de excesos: primero (al comienzo del siglo) estalló la burbuja tecnológica; después, se pinchó la burbuja inmobiliaria, y tras ella es muy probable que estemos ante la explosión de las materias primas entendidas como un activo financiero en lugar de lo que son, bienes que cambian de manos por un precio razonable para satisfacer la demanda.

Es indudable que la desregulación financiera -junto a los avances tecnológicos- ha permitido dotar a los mercados de una eficiencia desconocida e incluso inimaginable hace muy pocos años. Pero no es menos cierto que al mismo tiempo han fallado tanto la supervisión como la regulación, en particular en EEUU, donde se ha puesto en manos de aprendices de relojeros mecanismos sofisticados que tarde o temprano tenían que averiarse y que ni ellos mismos entendían (como por cierto hace ya algún tiempo denunció Warren Buffet).

Detrás de la crisis actual no hay más que un evidente desajuste entre las coberturas mínimas de riesgo asumidas por las entidades y el volumen de los balances, escuálidos como un niño hambriento, lo que ha generado gigantes con pies de barro que tarde o temprano tenían que desmoronarse bajo el peso de las leyes económicas. Es muy probable que muchos de los problemas actuales se hubieran solucionado simplemente con normas más estrictas en materia de cobertura de capitales, es decir, poniendo los instrumentos necesarios para evitar que reinara ese "desorden colosal" del que habla Keynes. Como se ve, una solución nada radical y que suponga un atentado contra la esencia del capitalismo.

No ha sido así, y por eso ahora es más preciso que nunca que el sistema se depure; que caiga hasta donde tenga que caer en aras de configurar una nueva arquitectura financiera internacional capaz de cercar los excesos sobre bases más sólidas. Como se sabe, una vieja asignatura pendiente del Fondo Monetario que duerme en el sueño de los justos. La nueva arquitectura pasa, necesariamente, por reforzar los poderes de las instituciones supervisoras en un mundo globalizado, reinventando, si es precio, la Reserva Federal estadounidense, sin lugar a dudas el primer cadáver de la actual crisis financiera.

– La peor crisis desde los años 30 no tiene visos de aflojar (The Wall Street Journal – 18/9/08)

(Por Jon Hilsenrath, Serena Ng y Damian Paletta)

Esto aún no ha terminado.

Un día después que el gobierno asumiera el control de la aseguradora American International Group Inc. (AIG), el Promedio Industrial Dow Jones perdió otros 449,36 puntos.

La premura de los inversionistas por apoderarse de los valores más seguros del mercado, los bonos del Tesoro estadounidense, fue tal el miércoles que en cierto momento los inversionistas estuvieron dispuestos a pagar por los papeles en lugar de recibir interés.

El Tesoro, respondiendo al creciente temor de que la Reserva Federal (Fed) podría quedarse sin munición financiera, maniobró para concederle al banco central US$ 40.000 millones. A su vez, la desconfianza de las otrora venerables firmas de Wall Street ahora se trasladó a Morgan Stanley.

La crisis financiera que empezó hace 13 meses entró en una fase nueva y más grave. El principal responsable del descalabro actual ya no son las hipotecas de alto riesgo, sino las pérdidas de los seguros contra cesaciones de pagos, más conocidos como CDS, vendidos por AIG y otras entidades. Las consecuencias para las compañías y los presidentes ejecutivos que esperaron una ocasión más propicia para recaudar capital, vender activos o asumir nuevas pérdidas se han vuelto tan nítidas, como brutales, lo que llevó a John Thain a vender Merrill Lynch a Bank of America. Cada episodio parece tener como consecuencia una intervención estatal más extensa y costosa que la anterior.

Asimismo, las esperanzas de una solución rápida a la crisis se están desvaneciendo. "Creo que esto va a durar mucho más de lo que habíamos anticipado", predijo miércoles Anne Mulcahy, presidenta ejecutiva de Xerox Corp.

"Esta ha sido la peor crisis financiera desde la Gran Depresión. Sin lugar a dudas", dijo Mark Gertler, economista de la Universidad de Nueva York que colaboró con Ben Bernanke, el actual presidente de la Fed, en investigaciones para explicar cómo las turbulencias financieras infectan a la economía real. "Pero al mismo tiempo, tenemos las políticas adecuadas para combatirla, algo que no tuvimos durante la Gran Depresión".

El sistema financiero de Estados Unidos parece un paciente en la unidad de cuidados intensivos. El cuerpo trata de luchar contra una enfermedad que se propaga y al hacerlo entra en convulsiones, luego se calma, luego se vuelve a convulsionar. Los médicos responden con tratamientos cada vez más invasivos y ahora experimentan con remedios que nunca se habían utilizado. Bernanke y el secretario del Tesoro, Henry Paulson, entraron a la reunión de emergencia con los líderes del Congreso el martes por la noche para informarles del rescate de AIG con la apariencia de cirujanos exhaustos que tienen que darles las malas noticias a los familiares del paciente.

La Reserva Federal y el Departamento del Tesoro ya identificaron la patología. Se llama desapalancamiento. Durante el auge crediticio, las instituciones financieras y las familias estadounidenses se endeudaron en exceso. Entre 2002 y 2006, los préstamos a los hogares crecieron a una tasa promedio anual de 11%, muy por encima del crecimiento de la economía. Las instituciones financieras hicieron lo mismo. Ahora, muchos acreedores no pueden pagar los préstamos debido en parte al colapso en los precios inmobiliarios. Necesitan reducir su dependencia del dinero prestado, un doloroso proceso que puede ahogar el crecimiento económico y del crédito.

Al menos tres cosas tienen que suceder para que concluya el proceso de desapalancamiento. Las instituciones financieras y otros necesitan admitir sus errores y asumir rebajas contables sobre los activos problemáticos que compraron con dinero prestado. También tienen que saldar sus deudas y, en tercer lugar, apuntalar su capital que fue erosionado por las pérdidas de esos activos problemáticos.

El proceso, sin embargo, produce un círculo vicioso. Tratar de vender los activos reduce su precio, lo cual hace que sean más difíciles de vender y lleva a que las firmas traten de vender más activos. Eso, a su vez, hace caer los precios de las acciones y dificulta que las empresas emitan nuevas acciones para recaudar capital. En su época de académico, Bernanke llamó a este círculo vicioso un "acelerador financiero".

Goldman Sachs estima que en los últimos doce meses, las instituciones financieras alrededor del mundo han realizado rebajas contables del orden de los US$ 408.000 millones en activos y recaudado US$ 367.000 millones en capital. Pero eso no parece suficiente. Cada vez que las firmas financieras y los inversionistas sugieren que han hecho las rebajas contables y recaudado el capital suficiente, una ola de ventas causa una reevaluación, inaugurando un nuevo capítulo de la crisis.

Las crisis financieras no son nada nuevo. Desde la Gran Depresión a la crisis de la deuda externa latinoamericana en los años 80 y la crisis asiática en los 90, los ejemplos abundan. Ni los economistas ni las autoridades tienen soluciones fáciles. Recortar las tasas de interés y lanzar planes de estímulo fiscal pueden ayudar e incluso prevenir o aplazar una recesión profunda, pero al menos en esta ocasión no bastan. En tales circunstancias, los gobiernos experimentan con diferentes recetas. Japón, por ejemplo, recurrió al gasto fiscal durante una década para tratar de reanimar su economía en los años 90. Hoy, Bernanke está sacando su propia receta "e improvisando sobre la marcha", dice Gertler.

– Estados Unidos sopesa crear una agencia para rescatar empresas en crisis (ABC – 18/9/08)

(Por Anna Grau / Nueva York)

Mientras Wall Street va de susto en susto y el Tesoro norteamericano y la Reserva Federal de rescate en rescate, en los Estados Unidos ha empezado a tomar forma la propuesta de crear una nueva agencia estatal sólo para rescatar activos empresariales amenazados por la burbuja hipotecaria. Inevitablemente una propuesta de este tipo tendría que esperar a que pasen las elecciones para prosperar. Pero entre sus valedores figuran dos ex-presidentes de la Fed, Alan Greenspan y Paul A.Volcker, así como destacados miembros de la mayoría legislativa demócrata, entre ellos la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi.

Los demócratas se muestran muy críticos con el actual Gobierno, al que acusan de no intervenir a tiempo para atajar el caos en Wall Street y tener que intervenir tarde y mal con un coste terrible para el contribuyente. La creación de una agencia federal específica para hacer frente a estos retos puede ser la manera de dejar de jugar a la defensiva para pasar al ataque, asumen los dirigentes demócratas que, según "The New York Times", creen que esta idea merece ser tomada en consideración.

No es que una agencia así no tenga precedentes en Estados Unidos. La novedad es que en los 80 el Gobierno actuó no tanto para proteger a las entidades amenazadas como buscando el mal menor para el contribuyente. Si AIG hubiera caído, habría arrastrado a muchísimas empresas que contrataron con ella pólizas de seguro contra la quiebra.

– El Tesoro de EEUU enseña ahora a los jóvenes la cara amarga del crédito (Cinco Días – 18/9/08)

(Por Ana B. Nieto / Nueva York)

En EE UU es frecuente conocer a personas que tienen una deuda considerable antes de ponerse a trabajar. Los costes de los estudios superiores fuerzan a muchos ciudadanos a pedir unos préstamos que no pueden devolver hasta que ya llevan años trabajando.

Adicionalmente, estudiante o no, el ciudadano medio utiliza la tarjeta de crédito con abandono y descuida el ahorro. De hecho, durante años, la tasa de ahorro ha sido negativa, como lo fue en los años precedentes a la Gran Depresión. Ahora, y como si la actual crisis no fuera lo suficientemente ejemplarizante, el Tesoro quiere educar con una campaña de publicidad a los jóvenes para que "tengan control de su crédito y sus finanzas personales", algo que hasta ahora no había sido tan prioritario.

La campaña se presentó esta semana, la misma en la que Wall Street está cambiando su cara para siempre por causa de los excesos del mercado hipotecario y del crédito en general. Tarde o no, el Tesoro y el Advertising Council han diseñado una serie de anuncios para radio y televisión además de un oscuro juego online, The bad credit hotel (www.controlyourcredit.gov), con el que quieren transmitir las consecuencias de una mala gestión del dinero. "No dejes que tu crédito te deje en mal lugar" es el eslogan de esta campaña destinada a jóvenes de 18 a 24 años, de la que se ha encargado Lowe Worldwide. Los anuncios se emitirán en espacios cedidos por los medios.

El mensaje es que "el gasto excesivo le puede costar a uno más de lo que piensa, el trabajo, su casa, el coche o causar vergüenza pública". En el anuncio de televisión, una chica, bien vestida, con toda la ilusión de una recién licenciada llega a una oficina sucia, descuidada y presumiblemente de un negocio mal gestionado disculpándose por no haber tenido una historia crediticia brillante. Su futuro jefe le dice que él no tomará eso en cuenta si ella no se lo toma a él, algo que le lleva a considerar a ella que por culpa de su crédito no puede optar más que a ese oscuro empleo.

En la radio, uno de los anuncios, en castellano, pone en escena a una pareja en una cena que él trata de pagar con una tarjeta que, para su vergüenza, es rechazada. En el lanzamiento de la campaña, el Tesoro reconoció que más del 50% de los estudiantes de universidad acumulan una deuda de más de 5.000 dólares en su tarjeta de crédito. Además, y según Capital One, sólo el 10% de los institutos enseñan gestión financiera y el 75% de los graduados no entiende los principios básicos de la inversión.

La campaña y un vistazo a lo que está pasando en la escena financiera puede hacer cambiar algunas actitudes y concienciar a los consumidores. Un banco como ING está instruyendo a sus clientes. Hace unos días les mandó una comunicación en la que explicaba que la economía se mantendrá "frágil" en 2009. "Lo mejor que pueden hacer nuestros clientes es ser disciplinados, evitar el despilfarro, identificar y recortar gastos innecesarios, ahorrar para lo esencial y prepararse para estos tiempos difíciles".

Es decir, un cambio de filosofía para un país cuyo presidente pidió en septiembre de 2001 a sus ciudadanos que consumieran y fueran de compras para combatir la crisis y la desolación dejada por los actos terroristas.

– EEUU creará una agencia estatal que compre los activos fallidos de los bancos (El Confidencial – 19/9/08)

La creación de una entidad que se haga cargo de los activos fallidos de los bancos es el eje central del plan de medidas que está discutiendo el Gobierno de EEUU, la Reserva Federal y el Congreso para afrontar la grave crisis financiera. El diario The Wall Street Journal explicó, en su edición digital, que el plan de medidas podría suponer la mayor intervención pública en los mercados de capitales desde la "Gran Depresión" de la década de 1930.

Según dijo el líder de la minoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, el paquete de medidas podría ser aprobado por el Congreso "en los próximos días". La medida principal, según el diario, sería la creación de una nueva agencia gubernamental que pueda hacerse cargo de los activos que están dañando la calidad de los balances de los entidades financieras, para venderlos posteriormente en subasta en los mercados.

Según The Wall Street Journal, el Tesoro ha estado estudiando la creación de esta entidad durante semanas, pero se había mostrado reticente a plantear al Congreso la asunción de esta responsabilidad hasta estar seguro de que prosperaría en una votación. El periódico aclaró que esta nueva agencia guardaría algunas similitudes, pero no sería idéntica, a la que se creó durante la crisis de las cajas de ahorros a finales de los 80, y que se denominó Resolution Trust Corporation.

En lugar de tomar los activos dañados de los bancos quebrados, la nueva entidad compraría los activos de todas las entidades, incluso las saneadas, con un precio de descuento, y luego la vendería en los mercados financieros mediante subasta. El tamaño que cobraría esta entidad sería de varios cientos de miles de millones de dólares.

Sistema de seguros para las inversiones

La noticia sobre la posible constitución de esta entidad infundió nuevos bríos a la bolsa de Nueva York, que ayer cerró con una subida de 410 puntos, la mayor en seis años. Otra de las propuestas que están sobre la mesa de negociación del Congreso, el Gobierno y la Reserva Federal es crear un sistema de seguros para las inversiones en los mercados monetarios, similar al seguro de depósito que existen para las cuentas bancarias comunes.

Esta medida iría dirigida a frenar la salida precipitada de los mercados de aquellos inversores que cuentan, incluso con activos de bajo riesgo y entre los que ya ha comenzado a cundir el pánico. Además, según señaló el Wall Street Journal, la Comisión de Valores estadounidense estaría preparando una prohibición temporal de la "venta al descubierto" de valores, una práctica que permite a los inversores vender, incluso valores prestados que no poseen.

Ayer, el candidato republicano a la presidencia de EEUU, John McCain, criticó duramente a la Comisión de Valores por haber relajado la vigilancia de estas prácticas, y llego a pedir la dimisión de su presidente, Christopher Cox. Cox, que hoy recibió el respaldo de la Casa Blanca, estuvo presente en la reunión que celebraron con los legisladores el secretario del Tesoro, Henry Paulson, y el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, para estudiar el paquete de medidas.

Los legisladores y los altos funcionarios económicos anunciaron que el acuerdo final sobre este paquete, que se centrará en dar solución a los activos fallidos del mercado hipotecario que tienen en sus balances las instituciones financieras, estaría listo en "cuestión de horas", pero podría darse a conocer durante el fin de semana. El propio secretario del Tesoro reconoció, en una breve comparecencia ante la prensa el jueves por la noche, que detrás de esta grave crisis se encuentra la "falta de liquidez" de los activos, que tienen las instituciones financieras y que no encuentran salida en los mercados.

Una gran cantidad de bancos de inversión, fondos y aseguradoras invirtieron en activos vinculados a las hipotecas de alto riesgo, lo que dañó de manera alarmante la calidad de sus balances. De hecho, el banco de inversión Lehman Brothers tuvo que solicitar la quiebra el pasado lunes, Merrill Lynch fue vendida a bajo precio al Bank of America, y la aseguradora AIG, la mayor del país, fue intervenida por la Reserva Federal.

– Se prohíbe que la bolsa baje (El Confidencial – 19/9/08)

(Por E. Segovia)

"Por orden de las principales autoridades financieras del mundo, a partir de hoy queda prohibido que la bolsa baje". Aunque suene un poco exagerado, ése podría ser el edicto que han publicado los supervisores de los principales mercados del mundo -EEUU, Reino Unido y Suiza- en las últimas horas, puesto que han limitado enormemente la capacidad de los inversores para ponerse bajista, lo que está forzando al cierre de este tipo de posiciones y magnifica enormemente la subida de hoy en las bolsas.

Las posiciones bajistas, también llamadas cortas, se toman vendiendo acciones antes de comprarlas, para lo cual se piden prestadas. Es decir un inversor pide prestado a otro (normalmente un banco) títulos del Santander, por ejemplo, que tenga dicho banco en cartera. Coge las acciones y las vende, ingresando una cantidad, supongamos un millón de euros. Entonces espera a que el valor baje, pongamos un 10%, y recompra esas acciones que ahora le costarán 900.000 euros en este ejemplo. Los 100.000 euros que le sobran de la venta inicial son la ganancia de la operación, aunque de ahí hay que descontar las comisiones y el tipo de interés que hay que pagar al banco que presta las acciones.

Esta operativa no ha sido prohibida radicalmente, sino la forma más agresiva de la misma, los llamados "cortos desnudos" (naked shorts): consiste en vender las acciones sin haberlas tomado prestadas previamente, y las consiguen después dentro de los tres días que tardan en liquidarse estas operaciones. El problema es que, durante la crisis de esta semana, numerosos inversores de todo el mundo habían tomado ingentes posiciones bajistas mediante esta operativa en el sector financiero, en especial en EEUU y Gran Bretaña.

Ahora, con esta prohibición tienen que deshacer sus posiciones precipitadamente, lo cual se hace recomprando las acciones. Y como se trata de compras forzadas por las autoridades, deben hacerlo a cualquier precio. Y eso retroalimenta la fuerte subida en las bolsas, con espectaculares alzas del 30% y el 40% en bancos donde había grandes posiciones bajistas, como Royal Bank of Scotland, HBOS, Lloyds, Barclays y UBS.

– La semana que cambió el mundo (El Confidencial – 20/9/08)

(Por S. McCoy)

"En el día de hoy, cautivo y desarmado el sistema financiero, han alcanzado las tropas del intervencionismo sus últimos objetivos accionariales. La guerra ha terminado. Washington/Nueva York, 18 de septiembre de 2008, año de la victoria. Firmado: Hank Paulson, Secretario del Tesoro de los Estados Unidos, y Ben Bernanke, Presidente de la Reserva Federal". No estamos en 1939 ni obviamente es éste el último parte de la Guerra Civil española. Sin embargo coincide con él en que, de su mano, da comienzo un nuevo régimen que va a suponer que nada vuelva a ser como antes en los mercados alrededor del mundo, al menos, durante el tiempo que tarde el Capitalismo Moderno en resurgir de sus cenizas. Un cambio que, paradójicamente, puede ser menor si lo comparamos con el potencial impacto que, lo vivido en los últimos siete días, puede tener sobre la frágil economía de Estados Unidos.

Como en todas las contiendas, el aparente fin de las hostilidades trae consigo una doble sensación de alivio y euforia. Es momento de enterrar a los muertos, de hacer todo lo posible para que se curen los heridos y de que los vivos se busquen la vida del mejor modo posible, en el nuevo escenario que se presenta por delante. Ese es exactamente el mensaje que ayer compraron los distintos activos financieros. Worst is over, lo peor ha pasado, gritaron al unísono. Y si el miércoles las estadísticas se quedaban cortas para describir lo que estaba ocurriendo, ayer sufrieron un reventón de optimismo de dimensiones siderales. Festival en las bolsas, desplome de los bonos, rebajas sustanciales en las primas de riesgo, colapso de los bienes tradicionalmente utilizados como refugio y sensación generalizada de que, por fin, ésta es la buena. Ha llegado la hora. The time has come. Menos mal que ni siquiera se conocen los detalles en los que va a consistir la acción pública de las autoridades estadounidenses, que si se llegan a saber…

No comparto ese optimismo. Mejor dicho, no comparto ese exagerado optimismo. No es por una frustrada vocación de aguafiestas. Qué va, que ya me imagino a alguno de ustedes con la cachiporra lista. Las decisiones no son buenas o malas por sus efectos a corto sino por su consistencia a largo. Esto, que es una verdad como un templo en todos los ámbitos de la vida, cobra aún mayor vigencia en el caso que nos ocupa. De poco o nada sirve que la bolsa se dispare un 10% en un solo día si dicha subida se construye sobre un conjunto de proposiciones que sólo pueden traer mayores dificultades a futuro. Es la diferencia entre el gasto, que da satisfacción inmediata al que lo realiza, y la inversión que es sacrificio actual a la espera de mayores réditos mañana. Pues bien, a la vez que rompían con el normal funcionamiento del libre mercado, Bernanke y Paulson han agotado futilmente su saldo disponible en una apuesta a blanco o negro cuyo resultado último no pinta excesivamente bien, al menos de partida. Sólo el tiempo categorizará adecuadamente esta decisión. ¿Greenspan, gastó o invirtió?

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