Sí fincamos especial responsabilidad en los dirigentes públicos encargados de la protección de nuestro sistema financiero, los encargados de dirigir nuestros organismos reguladores, y los directores ejecutivos de las empresas cuyas bancarrotas nos llevaron a la crisis. Estos individuos procuraron y aceptaron puestos de gran responsabilidad y compromiso. La actitud de los altos mandos sí importa, y en este caso, nos defraudaron. Ninguno dijo "no".
Pero como nación, también debemos aceptar la responsabilidad por lo que permitimos que sucediera. Colectivamente, pero ciertamente no de forma unánime, consentimos o adoptamos un sistema, un conjunto de directrices y acciones, que dieron origen a nuestra situación actual.
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Este Informe describe los acontecimientos y el sistema que propulsó a nuestra nación hacia la crisis. La compleja maquinaria de nuestros mercados financieros tiene muchos engranajes esenciales, algunos de los cuales jugaron un papel fundamental cuando se desenvolvió la crisis y se profundizó. Aquí presentamos nuestras conclusiones sobre componentes específicos del sistema que creemos que han contribuido significativamente al desplome financiero.
· Llegamos a la conclusión de que el derrumbe de las normas para préstamo hipotecario y los conductos de la bursatilización de las hipotecas encendieron y esparcieron la llama del contagio de la crisis. Cuando cayeron los precios de las viviendas y los deudores de las hipotecas entraron en incumplimiento, las luces empezaron a debilitarse en Wall Street. Este informe cataloga la corrosión de las normas para préstamos hipotecarios y los conductos de la bursatilización que transportó hipotecas tóxicas de los vecindarios de un extremo a otro de los Estados Unidos a los inversionistas de todo el mundo.
Muchos prestamistas hipotecarios fijaron el tope tan bajo que simplemente basaron las calificaciones de ansiosos aspirantes a crédito en la fe, a menudo sin tomar en cuenta para nada la capacidad de pago de los aspirantes. Cerca de un cuarto de todas las hipotecas creadas en la primera mitad de 2005 fueron préstamos que abonaban sólo intereses. Durante el mismo año, 68% de los préstamos de abono variable ("opción ARM") originados por Countrywide y Washington Mutual tenían como requisitos poca o ninguna documentación.
Estas pautas no eran secretas. En tanto que se volvía más común la práctica de otorgar créditos irresponsablemente, incluyendo prácticas depredadoras y fraudulentas, la Reserva Federal y otros organismos reguladores y autoridades escucharon advertencias provenientes de muchos círculos. Sin embargo la Reserva Federal descuidó su misión de "asegurar la seguridad y solidez del sistema bancario y financiero de la nación, y proteger los derechos crediticios de los consumidores". No construyó el muro de contención antes de que fuera demasiado tarde. Y la Contraloría de la Moneda y la Dirección de Supervisión de Entidades de Ahorro y Préstamo (Office of Thrift Supervision, OTS), al verse envueltas en luchas internas por el control, obstaculizaron a los reguladores estatales el refrenar los abusos.
Aunque muchas de estas hipotecas se mantuvieron en los libros de los bancos, la mayor parte del dinero vino de inversionistas de todo el mundo que pedían a gritos meter su dinero en los recién creados títulos relacionados con hipotecas. A las instituciones financieras, los inversionistas y a los reguladores por igual les parecía que se había conquistado el riesgo: los inversionistas poseían títulos con altas calificaciones que pensaban que era seguro que iban a dar rendimientos; los bancos pensaban que habían sacado de sus libros los créditos más riesgosos; y los reguladores veían que las compañías obtenían ganancias y que los costos de los créditos se habían reducido. Pero cada paso en el conducto de la bursatilización de las hipotecas dependía del siguiente paso para permitir que continuara la demanda. De los especuladores que aventaban casas a los corredores hipotecarios que exploraban los créditos, a los prestamistas que emitían las hipotecas, a las compañías financieras que creaban los títulos relacionados con hipotecas, las obligaciones con colateral (CDO, por sus siglas en inglés), los CDO al cuadrado y los CDO sintéticos: nadie en este conducto de hipotecas tóxicas tenía suficiente que perder. Todos ellos creían que le podían descargar los riesgos al instante a la siguiente persona en la línea. Se equivocaban. Cuando los deudores dejaron de hacer sus pagos hipotecarios, las pérdidas -amplificadas por los derivados- se diseminaron rápidamente por todo el conducto. Al final, resultó que esas pérdidas se concentraron en un conjunto de instituciones financieras sistémicamente importantes.
Al final, el sistema que creó tan eficientemente millones de hipotecas, ha resultado ser muy difícil de desenrollar. Su complejidad ha creado barreras para modificar las hipotecas de modo que las familias puedan permanecer en sus hogares, y ha creado más incertidumbre sobre la fortaleza del mercado inmobiliario y las instituciones financieras.
· Llegamos a la conclusión de que los derivados extrabursátiles (OTC) contribuyeron significativamente a esta crisis. La promulgación en el año 2000 de la legislación para prohibir la regulación de los derivados fuera del ámbito bursátil (OTC) tanto por el gobierno federal como por los gobiernos estatales, fue un momento crucial en el rumbo hacia la crisis financiera.
Desde las compañías financieras hasta las empresas, los agricultores y los inversionistas, han empleado los derivados para compensar, o para especular, con los cambios en los precios, tasas o índices, o incluso acontecimientos tales como incumplimientos potenciales de las deudas. Sin embargo, sin ninguna supervisión, los derivados OTC se dispararon fuera de control y fuera de visibilidad, creciendo hasta los $ 673 billones de dólares a nivel nacional. Este informe explica el apalancamiento sin control; la falta de transparencia, de requerimientos de capital y de garantías; especulación; interconexiones entre compañías; y concentraciones de riesgo en este mercado.
Los derivados OTC contribuyeron a la crisis en tres formas importantes. Primero, un tipo de derivado -la permuta de incumplimiento crediticio (CDS)- alimentó el conducto de la bursatilización de las hipotecas. Se vendieron CDS a los inversionistas para protegerse en contra del incumplimiento o la baja en el valor de los títulos relacionados con hipotecas respaldados en créditos riesgosos. Las compañías vendieron protección -de alrededor de $ 79.000 millones, en el caso de AIG- a los que invertían en estos modernos títulos hipotecarios, ayudando a lanzar y expandir el mercado, y, a su vez, a alimentar más la burbuja inmobiliaria.
Segundo, los CDS fueron esenciales para la creación de los CDO sintéticos. Estos CDO sintéticos eran simples apuestas sobre el rendimiento de los títulos relacionados con hipotecas reales. Los CDO amplificaron las pérdidas del desplome de la burbuja inmobiliaria al permitir múltiples apuestas sobre los mismos títulos, y ayudaron a esparcirlos por todo el sistema financiero. Tan sólo Goldman Sachs empaquetó y vendió $ 73.000 millones de dólares en CDO sintéticos del 1° de julio del 2004 al 31 de mayo del 2007. CDO sintéticos creados por Goldman se referían a más de 3.400 títulos hipotecarios, y 610 de ellos eran referidos por lo menos dos veces, sin contar cuántas veces se podía haber hecho referencia a esos títulos en CDO sintéticos creados por otras compañías.
Finalmente, cuando la burbuja inmobiliaria reventó y a esto siguió la crisis, los derivados estaban en el centro de la tormenta. AIG, a la que no se le había pedido que apartara reservas de capital como un colchón para proteger lo que estaba vendiendo, fue rescatada cuando no pudo cumplir con sus obligaciones. Finalmente, el gobierno asignó más de $ 180.000 millones de dólares debido a preocupaciones de que el derrumbe de AIG dispararía pérdidas en cascada por todo el sistema financiero mundial. Además, la existencia de millones de contratos de derivados de todos tipos entre instituciones financieras sistémicamente importantes -no vistos ni conocidos en este mercado no regulado- contribuyó a la incertidumbre e intensificó el pánico, ayudando a precipitar la ayuda del gobierno a esas instituciones.
· Llegamos a la conclusión de que las fallas de las agencias calificadoras de crédito fueron piezas esenciales en el engranaje de la destrucción financiera. Las tres agencias calificadoras de crédito fueron habilitadoras decisivas de la desintegración financiera. Los títulos relacionados con hipotecas que estaban en el centro de la crisis, no se podrían haber comercializados ni vendidos sin su sello de aprobación. Los inversionistas confiaban en ellas, a menudo ciegamente. En algunos casos, se les obligó a emplearlas, o las normas de regulación de capital dependían de ellas. La crisis no podría haber sucedido sin las agencias calificadoras. Sus calificaciones ayudaron a que el mercado creciera vertiginosamente, y sus descalificaciones durante el 2007 y el 2008 hicieron estragos en todos los mercados y compañías. En nuestro informe se leerá sobre los desgloses de Moody"s, examinados por la Comisión como un estudio ejemplar. Del 2000 al 2007, Moody"s calificó como triple A cerca de 45.000 títulos relacionados con hipotecas. Esto se compara con seis compañías del sector privado en Estados Unidos que lograron esta codiciada calificación a principios del 2010. Tan solo en el 2006, Moody"s puso su sello de aprobación triple A en 30 títulos relacionados con hipotecas cada día hábil. Los resultados fueron desastrosos: 83% de los títulos hipotecarios calificados como triple A ese año, al final fueron descalificados.
También se leerá sobre las fuerzas que operaban detrás de los desgloses en Moody"s, como los modelos de computadora viciados, la presión de las compañías financieras que pagaban por las calificaciones, la incesante búsqueda de la participación en el mercado, la falta de recursos para hacer el trabajo a pesar de las ganancias récord, y la ausencia de una supervisión pública significativa. Y se verá que sin la participación activa de las agencias calificadoras, el mercado de los títulos relacionados con hipotecas no podría haber sido lo que llegó a ser.
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Hay muchas versiones contradictorias sobre las causas de esta crisis. A este respecto, la Comisión se ha esforzado por abordar las preguntas clave que se nos plantearon. Aquí discutimos tres: disponibilidad de capital y liquidez excedente, el papel de Fannie Mae y Freddie Mac (las empresas patrocinadas por el gobierno), y la política de vivienda del gobierno.
Primero, sobre el asunto de liquidez excedente: En nuestro informe, esbozamos las políticas monetarias y los flujos de capital durante los años que antecedieron a la crisis. Bajas tasas de interés, capital disponible ampliamente e inversionistas internacionales en busca de poner su dinero en activos de bienes raíces en Estados Unidos, fueron prerrequisitos para la creación de una burbuja crediticia. Esas condiciones crearon mayores riesgos, que los participantes en el mercado debieron haber reconocido, así como los formuladores de políticas y los reguladores. Sin embargo, la conclusión de la Comisión es que la liquidez excedente no es necesario que cause una crisis. Fueron las fallas esbozadas arriba -incluyendo el no refrenar de forma efectiva los excesos en los mercados hipotecarios y financieros- las causas principales de esta crisis. De hecho, la disponibilidad de capital a buen precio -tanto exterior como interno- es una oportunidad para la expansión económica y el crecimiento si se estimula que fluya en direcciones productivas.
Segundo, examinamos el papel de las empresas patrocinadas por el gobierno, y la Comisión tomó el caso de Fannie Mae como ejemplo para su estudio en esta área. Estas empresas patrocinadas por el gobierno tenían un modelo de negocio profundamente defectuoso como empresas que cotizan en bolsa con el apoyo implícito y los subsidios del gobierno federal y con una misión pública. Su exposición de $ 5 billones a hipotecas y su posición en el mercado fueron importantes. En 2005 y 2006, decidieron incrementar su compra y garantía de hipotecas riesgosas, justo cuando el mercado inmobiliario estaba llegando a su apogeo. Por décadas usaron su poder político para protegerse de la regulación efectiva y la supervisión, gastando $ 164 millones de dólares en cabildeo de 1999 a 2008. Se vieron afectadas por muchas de las mismas fallas de manejo empresarial y minimización de riesgos que la Comisión descubrió en muchas otras compañías financieras. Para el tercer trimestre del 2010, el Departamento del Tesoro había suministrado $ 151.000 millones de dólares en ayuda financiera para mantenerlas a flote.
Concluimos que estas dos entidades contribuyeron a la crisis, pero no fueron una causa principal. En gran medida, los títulos hipotecarios de estas empresas patrocinadas por el gobierno esencialmente mantuvieron su valor a lo largo de la crisis, y no contribuyeron a las importantes pérdidas de las compañías financieras que jugaron un papel central para la crisis financiera.
Estas empresas patrocinadas por el gobierno participaron en la expansión de las hipotecas de alto riesgo y otras similares, pero más bien siguieron, y no condujeron a Wall Street y otras entidades de crédito en la fiebre por el oro de los tontos. Compraron los títulos respaldados en hipotecas (MBS) mejor calificados no pertenecientes a las empresas patrocinadas por el gobierno, y su participación en este mercado añadió helio a la burbuja inmobiliaria, pero esas adquisiciones nunca representaron una mayoría en el mercado. Esas adquisiciones representaron 10,5% de los títulos respaldados en hipotecas no pertenecientes a las empresas patrocinadas por el gobierno en el 2001, llegando hasta el 40% de la participación en el 2004, y retrocediendo hasta el 28% para el 2008. Relajaron sus criterios de subscripción de títulos para adquirir o garantizar préstamos y títulos afines más riesgosos para satisfacer las expectativas de crecimiento de los analistas de la bolsa de valores y los inversionistas, para recuperar la participación en el mercado, y para asegurar una compensación generosa para sus ejecutivos y empleados, justificando sus actividades en la amplia y continua política pública de apoyo a la propiedad de vivienda.
La Comisión también investigó el desempeño de los créditos comprados o garantizados por Fannie y Freddie. Aunque estos generaron pérdidas considerables, la tasa de morosidad para los créditos de las empresas patrocinadas por el gobierno fue considerablemente menor que en los créditos titulizados por otras compañías financieras. Por ejemplo, datos compilados por la Comisión para un subconjunto de prestatarios con similar calificación crediticia -calificación por debajo de 660- muestran que para finales de 2008, las hipotecas pertenecientes a las empresas patrocinadas por el gobierno tenían mucho menos probabilidad de ser seriamente morosas que las hipotecas bursatilizadas de las empresas no patrocinadas por el gobierno: 6,2% vs. 28,3%.
También estudiamos a detalle cómo las metas de vivienda accesible para las empresas patrocinadas por el gobierno fijadas por el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano de EU (HUD, por sus siglas en inglés) afectaron su inversión en hipotecas de riesgo. Basados en la evidencia y las entrevistas con docenas de individuos involucrados en este ramo, determinamos que esas metas contribuyeron sólo marginalmente a la participación de Fannie y Freddie en esas hipotecas.
Finalmente, respecto a si las políticas gubernamentales de vivienda fueron una causa primordial de la crisis: Por décadas, la política gubernamental ha estimulado la propiedad de vivienda a través de un conjunto de iniciativas, programas de asistencia y disposiciones. Estas políticas fueron implementadas y promovidas por varios gobiernos y congresos; de hecho, tanto el presidente Bill Clinton como el presidente George W. Bush establecieron metas agresivas para incrementar la propiedad de vivienda.
Al llevar a cabo nuestra investigación, echamos una cuidadosa ojeada a las metas de vivienda accesible del HUD, anteriormente citadas, y a la Ley de Reinversión Comunitaria (CRA, en inglés). La CRA se promulgó en 1977 para combatir el "redlining" por parte de los bancos, la práctica de negar créditos a individuos y negocios en ciertos vecindarios sin considerar su capacidad crediticia.
La CRA exige a bancos y entidades de ahorro y préstamo dar crédito, invertir y proporcionar servicios consistentes con la seguridad y solidez de los bancos a las comunidades de las que toman depósitos.
La Comisión concluye que la CRA no fue un factor significativo en los créditos de alto riesgo o en la crisis. Muchas entidades crediticias de alto riesgo no estaban sujetas a la CRA. La investigación indica que sólo el 6% de los créditos de alto costo -un indicador de los créditos de alto riesgo- tenía alguna conexión con la ley. Los créditos hechos por entidades crediticias reguladas por la CRA en los vecindarios en los que se les exigió prestar, tenían la mitad de probabilidad de caer en incumplimiento que los créditos similares emitidos en los mismos vecindarios por creadores independientes de hipotecas no sujetos a la ley.
Sin embargo, hacemos la siguiente observación sobre las políticas de vivienda del gobierno: fallaron en este sentido. Como nación, establecimos metas ambiciosas de vivienda con el deseo de extender crédito a familias a quienes previamente se había negado el acceso a los mercados financieros. Sin embargo el gobierno no pudo asegurar que la filosofía de la oportunidad correspondía con las realidades prácticas en el terreno. Se observa de nuevo la falla de la Reserva Federal y otros reguladores de no refrenar los préstamos irresponsables. La propiedad de vivienda alcanzó su punto máximo en la primavera del 2004, y después empezó a declinar. De ese momento en adelante, hablar de oportunidad estaba trágicamente en desacuerdo con la realidad de un desastre financiero en ciernes.
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Cuando esta Comisión empezó su trabajo, hace 18 meses, algunos creyeron que los acontecimientos del 2008 y sus consecuencias habrían quedado muy atrás para el momento en que publicáramos este informe. Sin embargo, más de dos años después de que el gobierno federal intervino de una forma sin precedentes en nuestros mercados financieros, nuestro país aún se halla luchando con las secuelas de la calamidad. Nuestro sistema financiero está, en muchos aspectos, sin cambio alguno respecto a lo que existía la víspera de la crisis. De hecho, tras la crisis, el sector financiero de Estados Unidos está más concentrado que nunca en las manos de unas cuantas grandes instituciones, sistemáticamente importantes.
Fuente: http://larouchepub.com/spanish/other_articles/2011/fcic_report_excerpts.html
Del Paper – El "fracaso" de los mercados: "el liberalismo que no fue" (un "análisis crítico" de la crisis financiera en el período 2007-2014, realizado en base al estudio de los informes económicos, rectificaciones, actualizaciones y "vuelta a contar la misma historia", de "prestigiosos" Organismos Internacionales) – (Parte II: 2011/14), publicado el 15/4/15
Examen forense de la bancarrota: (Año 2011) "la necesidad de establecer un marco macroprudencial para mitigar el riesgo de liquidez sistémico" (sic)
In our own faces: nos mean en la cabeza y dicen "It´s raining"
El diccionario de la bancarrota (la perversión del lenguaje): herramientas macroprudenciales, efectos de interacción, recargos de capital, riesgo de solvencia sistémico, riesgo de liquidez sistémico, prácticas de divulgación de información, prácticas de gestión de liquidez, tensiones de liquidez emergentes, normas cuantitativas de liquidez mundial, reglas microprudenciales, índice de riesgo de liquidez sistémico, aumento de los diferenciales normales, posiciones de contrapartida, modelo de liquidez sistémica ajustada en función del riesgo, indicador prospectivo del riesgo de liquidez, modelo de fijación de precios de las opciones, modelo de pruebas de tensión macro, incidencia de un entorno macroeconómico o financiero desfavorable en el riesgo de liquidez, garantías de los acuerdos de recompra, instituciones financieras no bancarias, bancos paralelos, actividades de originación de hipotecas, condiciones de originación de préstamos, titulizaciones privadas, incentivos de los inversionistas, transferencia del riesgo privado al sector público, estabilidad macrofinanciera, exposiciones interbancarias, magnitud del contagio, nivel de las tasas de política monetaria, reparación y recuperación del ciclo de crédito, saneamiento de los balances, acumulación gradual de desequilibrios financieros, deterioro de la calidad del crédito, factores de vulnerabilidad, legado de la crisis, riesgos soberanos en las economías avanzadas, acumulación de desequilibrios financieros en los mercados emergentes, capacidad de resistencia del sistema financiero, asignación mundial de activos
En mi país de origen, había un famoso cómico (Fidel Pintos) que representaba un personaje deliberadamente embarullado y repetitivo; a ese parlamento en el "lunfardo" argentino se lo conoce como "zanata" (hablar intencionadamente de una manera confusa o construyendo frases vacías de contenido). En España (mi país de acogida) hay otro comediante (Chiquito de la Calzada) que representa un personaje parecido. Mi diccionario de la bancarrota, busca registrar algunas de las "zanatas" del FMI y el BPI.
El día que Keynes "lloró" (Economía de malversación)
En un Paper anterior, Imagining Keynes (It"s time to get stimulated vs. ¡Take the money and run!), publicado en febrero de 2012, decía:
Esta vez mis "desvaríos" vuelven a Keynes (sobre el que ya escribiera un Ensayo: "Los "viejos sabios", discuten la economía global – Debate virtual entre Adam Smith y John Maynard Keynes", publicado en julio de 1999), tan manido últimamente; aunque podría haberme acordado de Kafka (tanto monta, monta tanto), pero los "borradores de cabeza" maquillan su "metamorfosis" (¿vergüenza, miedo, farsa, treta, ardid, o desprecio?).
Keynes dice que "una economía monetaria es, ante todo, aquella en que los cambios de opinión respecto al futuro son capaces de influir en el volumen de ocupación y no sólo en su dirección ".
¿Pueden los "banqueros sin frontera" sostener (sin negar la evidencia) que sus decisiones de inversión (negocios) han influido favorablemente en el volumen de ocupación? Sólo han incidido en su dirección, y ha sido hacia el desempleo y la miseria.
Algunos afirman que "lo único que hay frente a la crisis es Keynes, Keynes y Keynes, que es un disparate incrementando el gasto público". (José Luis Cava)
Otros critican el incremento del gasto: "venga de donde venga y se lo destine a lo que se lo destine". (Juan Ramón Rallo)
Que quede claro: lo que están haciendo el Gobierno de los EEUU y la Reserva Federal (Fed) o la Unión Europea y el Banco Central Europeo (BCE) no es "keynesianismo", se mire como se mire y se pongan como se pongan (los unos y los otros).
Socializar las pérdidas no es keynesianismo; salvarle el culo a los bancos no es keynesianismo; alentar la especulación bursátil, no es keynesianismo; facilitar la distribución regresiva de los ingresos no es keynesianismo; eliminar el Estado de bienestar no es keynesianismo (y podría seguir). Todo eso es "falsificar" a Keynes.
Los falsos liberales (que se rasgan las vestiduras, cuando se menciona a Keynes) deberían explicar (sin condenarse) como justifican el liberalismo de mano única.
La socialización de las pérdidas y el rescate del rescate (a octubre de 2011, ya vamos por la segunda vuelta) me llevan a decir que: "esta teta no da más de sí". Si no, que venga Keynes o Smith (tanto monta, monta tanto) y lo vea.
También sobre Smith tengo un Paper escrito: "El día que Smith "lloró"", publicado en mayo de 2004, por si desean ahondar en "La teoría de los sentimientos morales", a la hora de revisar lo actuado en la crisis presente. Un asunto digno de reflexión.
Tal vez (sólo digo, tal vez) la "dubitativa" Merkel (mira tú por dónde) podría practicar algo de keynesianismo, si se animara, incentivando la demanda: hacer al revés que China, en vez de dar crédito a EEUU para que le sigan comprando, podrían comprar a los PIGS para que le sigan pagando. Y ello sin tocar a los bancos. ¿Qué tal? Demasiado fácil, para ser "políticamente correcto".
Tal vez (sólo digo, tal vez) el "peronista" Obama podría practicar algo de keynesianismo, si se animara, incentivando la demanda: tomando decisiones económicas que favorecieran a "Main Street" y no exclusivamente a "Wall Street". Claro que con ese proceder, no se "financian" las campañas
Hasta que se demuestre lo contrario, "la mano invisible" del mercado sólo ha servido para firmar las transferencias de fondos públicos a los bancos, para que resuelvan sus problemas de solvencia (aunque digan que son de liquidez), continúen sus negocios especulativos (que provocaron la crisis), y mantengan su generosa política de remuneraciones (equivalente al 50% de sus ingresos) y aquí paz y después gloria.
¿Puede hablarse keynesianismo cuando el crédito a particulares se ha congelado?
¿Puede hablarse de keynesianismo cuando toda la política de distensión monetaria fue a parar a las arcas de los mismos que provocaron la crisis? ¿Es esto actuar con cautela?
Esto se llama jugar sucio. Han privatizado la política económica de la Unión Europea. De Estados Unidos, va de suyo (Washington S.A.). Magos pretenciosos que convirtieron la política europea (la de EEUU, va "en línea con el mercado") en el espectáculo repugnante que es ahora.
¿Por qué tanta celeridad (¿y servilismo?) a la hora de dar "relajamiento cuantitativo" (¿droga?) a los bancos y especuladores bursátiles, y tanta disciplina y rigor a la hora de financiar el déficit fiscal de los países? ¿Son dineros distintos? ¿O acaso el destino (inconfesable) de los "relajamientos" lo justifica todo?
¿Por qué la política monetaria es más relajada a la hora de apoyar la economía financiera que a la de apoyar a la economía productiva?
¿Por qué los particulares se deben "desapalancar" malvendiendo sus activos, perdiendo sus propiedades hipotecadas, y/o reduciendo sus consumos, y las entidades financieras se "desapalancan" pasando (a precio de libros) sus activos "tóxicos" a los gobiernos?
¿Por qué los "guardianes de los bonos" son tan generosos (se dicen pragmáticos) a la hora de prolongar las medidas de liquidez que favorecen a los bancos y tan cicateros (se dicen dogmáticos) cuando se trata de reforzar los balances fiscales de los gobiernos?
¿Por qué se "estimula" la especulación (acciones, materias primas, productos financieros) y no se lo quiere hacer con la demanda de los contribuyentes? ¿De quién es el dinero que tan alegre (e irresponsablemente) lanzan desde el helicóptero?
¿Por qué tienen "importancia sistémica" las grandes instituciones financieras y no tienen "importancia sistémica" los gobiernos (que han rescatado no una, sino dos veces -hasta octubre de 2011-, a los bancos "sistémicos", y/o los contribuyentes (que al final son los que pagan todo este circo y terminan cubriendo todas las apuestas del casino)?
¿Qué están haciendo los gobiernos de EEUU y la UE, con sus respectivos bancos centrales, por frenar la segunda ronda de recesión (la temida "double dip"), más allá de asistir la segunda ronda de capitalización bancaria (y sigue el baile) e intentar desesperadamente monetizar la deuda (inflación por medio)?
¿Por qué se reabre la barra libre de liquidez y la recompra de bonos a la banca (BCE – 6/10/11) y se mantiene la prohibición de comprar deuda pública (si no se realiza a través de los bancos, en el mercado secundario, previo abono de una plusvalía del 3 o 4 por ciento, a favor de los "sospechosos habituales")? ¿Estupidez, dogmatismo o cohecho?
¿No resultaría más racional (sé que es una práctica poco habitual en política y por lo que se ve, últimamente, también en economía) apoyar la deuda pública para que su valoración de mercado no sea castigada y afecte los balances de los bancos, que reforzar el capital de los bancos para que puedan soportar la minusvaloración de su cartera de inversiones de bonos soberanos (que por otra parte se originaron para atender las necesidades devenidas del primer rescate financiero y, en su momento (para más inri), sirvieron para mejorar la rentabilidad de los bancos (gracias al "trapicheo" del BCE)?
¿Ustedes creen que todo este cinismo, concupiscencia, corrupción, prevaricación, servilismo, conculcación, malversación, fraude, estafa, (y podría seguir), está contemplado en la doctrina keynesiana? ¿Habría sido aprobado por Keynes?
¿Por qué dicen Keynes cuando deben decir Madoff? ¿Hasta en eso fingen? Hipócritas.
El "colapso del sistema" pero no jodamos, el único colapso verdadero es el de la moral, el de la ética y hasta si se me permite (aunque sé que no se estila), el de la estética. Es que hasta para robar (que es de lo que se trata), hay que tener cierto estilo.
Pues ni eso, para "aliviar" cuantitativamente a los bancos utilizan de inodoro el cráneo (muchas veces hueco, lamentablemente) de los contribuyentes. Vamos, que se cagan en el ciudadano (¿más claro?). Encima de cornudo, apaleado. Los políticos se seguirán meando en todos y nos dirán que llueve. O sea.
Estamos ante una nueva etapa en la gestión de esta crisis que pone de manifiesto lo mal que se han hecho las cosas hasta ahora. El banco central creando incentivos para acumular activos soberanos devenidos tóxicos a añadir a los que ya tenían las instituciones en cartera, en lugar de fomentar la necesaria contracción del balance y la asunción de pérdidas cuando fuera menester. Y los gobernantes de uno y otro signo más pendientes de evitar que la suciedad les salpicara, en términos de percepción interna de sus votantes, que de comprender la gravedad del problema y actuar en consecuencia. En fin. Sea como fuere llegados a este punto de poco sirve mirar atrás. En la batalla entre actividad productiva y economía financiera -qué fue antes, ¿el huevo o la gallina?- ésta vuelve a ganar por la mano, círculo vicioso de financiaciones cruzadas que obligan a la primera a la austeridad y consienten en la segunda la promiscuidad. Por eso no hay bajada de tipos que beneficie a una y dañe el margen de interés de la otra
– El gran robo bancario (Project Syndicate – 2/9/11) Lectura recomendada
(Por Nassim Nicholas Taleb and Mark Spitznagel)
Nueva York.- Para la economía americana -y para muchas otras economías desarrolladas-, el elefante en la habitación es la cantidad de dinero entregado a los banqueros en los cinco últimos años. En los Estados Unidos, la suma asciende a la asombrosa cifra de 2,2 billones de dólares en el caso de los bancos registrados en la Comisión del Mercado de Valores de los EEUU. Si la extrapolamos al próximo decenio, la cifra se acercaría a los cinco billones de dólares, una cantidad muchísimo mayor que lo que el Gobierno del Presidente Barak Obama y sus oponentes republicanos parecen dispuestos a reducir de los próximos déficits gubernamentales.
Esos cinco billones de dólares no son dinero invertido en la construcción de carreteras, escuelas y otros proyectos a largo plazo, sino que se transfieren directamente de la economía americana a las cuentas personales de ejecutivos y empleados de bancos. Semejantes transferencias representan para todos los demás el impuesto más artero que imaginarse pueda. Parece de lo más inicuo que los banqueros, después de haber contribuido a causar los problemas económicos y financieros actuales, sean la única clase que no está padeciendo sus consecuencias… y en muchos casos se está beneficiando, en realidad.
Los megabancos principales resultan desconcertantes en muchos sentidos. (Ya) no es un secreto que han funcionado hasta ahora como grandes y complejos planes de remuneración, que han ocultado las probabilidades de acontecimientos imprevistos que representan poco riesgo, pero tienen grandes repercusiones, y se han beneficiado del parapeto gratuito de las garantías públicas implícitas. Se ve claramente que a un apalancamiento excesivo y no a sus aptitudes es a lo que se deben sus beneficios resultantes, que después recaen desproporcionadamente en los empleados, y sus pérdidas, a veces en gran escala, que recaen sobre los accionistas y los contribuyentes.
Dicho de otro modo, los bancos corren riesgos, reciben los beneficios y después transfieren las pérdidas a los accionistas, los contribuyentes e incluso los jubilados. Para rescatar el sistema bancario, la Reserva Federal, por ejemplo, bajó los tipos de interés hasta unos niveles artificialmente bajos; como se ha sabido recientemente, también ha concedido préstamos secretos de 1,2 billones de dólares a los bancos. El efecto principal hasta ahora ha sido el de ayudar a los banqueros a conseguir primas (en lugar de atraer a prestatarios) ocultando los riesgos.
Los contribuyentes acaban pagando dichos riesgos, como también los jubilados y otros que dependen de los réditos de sus ahorros. Además, las políticas de bajos tipos de interés transfieren el riesgo de la inflación a todos los ahorradores y a las generaciones futuras. Así, pues, tal vez el mayor insulto a los contribuyentes es el de que el año pasado la remuneración de los banqueros volviera a alcanzar el nivel del período anterior a la crisis.
Naturalmente, antes de que los gobiernos los rescataran, los bancos nunca habían repartido dividendos en su historia, suponiendo que sus activos estuvieran ajustados al valor del mercado. Tampoco es de esperar que lo hagan a largo plazo, pues su modelo de negocio sigue siendo idéntico al que era antes, con modificaciones sólo cosméticas en relación con los riesgos inherentes a las transacciones.
De modo que los datos están claros, pero, como contribuyentes individuales, estamos indefensos, porque, dadas las medidas concertadas de los grupos de presión o -peor aún- de las autoridades económicas, no controlamos los resultados. Nuestras subvenciones para los directores y ejecutivos de los bancos son completamente involuntarias.
Pero la perplejidad resultante representa un elefante aún mayor. ¿Por qué un gerente de inversiones compra los valores de bancos que pagan porciones muy grandes de sus ganancias a sus empleados?
La razón no puede ser la promesa de repetir beneficios pasados, dada la insuficiencia de dichos beneficios. En realidad, filtrar los valores conforme a los beneficios habría reducido a más de la mitad las pérdidas de las inversiones en el sector financiero en los veinte últimos años, sin pérdidas de beneficios.
¿Por qué los gerentes de carteras y de fondos de pensiones abrigan la esperanza de que sus inversores les concedan impunidad? ¿Acaso no resulta evidente a los inversores que están transfiriendo voluntariamente los fondos de sus clientes a los bolsillos de los banqueros? ¿Acaso no están violando los gestores de fondos tanto las obligaciones fiduciarias como las normas morales? ¿Están desaprovechando la única oportunidad que tenemos de disciplinar a los bancos y obligarlos a competir para correr riesgos de forma responsable?
Resulta difícil de entender por qué el mecanismo del mercado no elimina esas preguntas. Un mercado que funcionara bien produciría resultados que favorecerían a los bancos que contaran con los riesgos adecuados, los planes de remuneración idóneos, el reparto de riesgos correcto y, por tanto, la gestión empresarial adecuada.
Podemos preguntarnos: si los gestores de inversiones y sus clientes no reciben beneficios elevados por sus valores bancarios, como sucedería si se beneficiaran de la externalización por parte de los banqueros del riesgo que recae en los contribuyentes, ¿por qué no se deshacen de ellos? La respuesta es la llamada "beta": los bancos representan una gran proporción de los S&P 500 y los gestores necesitan invertir en ellos.
No creemos que la reglamentación sea una panacea para este estado de cosas. Los bancos mayores y más complejos han llegado a ser expertos en mantenerse un paso por delante de los reglamentadores creando constantemente productos financieros y derivados que eluden la letra de las normas. En esas circunstancias, una reglamentación más complicada significa simplemente más horas retribuibles para los abogados, más ingresos para los reglamentadores que cambien de bando y más beneficios para los gestores de derivados.
Los gestores de inversiones tienen la obligación profesional y moral de desempeñar su papel imponiendo cierta disciplina al sistema bancario. El primer paso debería ser el de diferenciar los bancos conforme a sus criterios de remuneración.
En el pasado los inversores se han regido por criterios éticos -al excluir, pongamos por caso, las empresas tabaqueras o las multinacionales cómplices del apartheid en Sudáfrica- y han logrado ejercer presiones en los valores subyacentes. La inversión en bancos constituye una doble violación: ética y profesional. Los inversores y todos nosotros estaríamos mucho mejor económicamente, si esos fondos afluyeran a empresas más productivas, tal vez reorientando hacia organizaciones benéficas una cantidad equivalente a la que se transferiría a las primas de los banqueros.
(Nassim Nicholas Taleb es profesor de Prevención de Riesgos en la Universidad de Nueva York y autor de The Black Swan ("El cisne negro"). Mark Spitznagel es gestor de fondos de cobertura. Los autores tienen posiciones que se benefician, si los valores de los bancos se devalúan. Copyright: Project Syndicate, 2011)
"Conforme los gobiernos de países avanzados asumen una creciente responsabilidad para proteger a sus ciudadanos, inversionistas, bancos y compañías de las penurias infligidas por los desastres, extreman sus recursos financieros hasta cerca del límite. Ello, dicen economistas, podría privarlos de los medios necesarios para responder la próxima vez que ocurra una crisis de proporciones". (The Wall Street Journal – 27/3/11)
"¿Podemos permitirnos otra crisis? Creo que la respuesta es no", dice Raghuram Rajan, profesor de la Universidad de Chicago quien se desempeñó como economista jefe del Fondo Monetario Internacional entre 2003 y 2007. "Simplemente no tenemos la capacidad fiscal en muchos países para rescatar nuevamente el sistema".
"Una escalada de beneficios inaudita, no vista en más de un siglo. Las empresas del S&P 500, el índice que agrupa a las compañías con una capitalización de más de 1.000 millones de dólares, se prepara para desplegar un registro inimaginable hasta hace pocas fechas: los beneficios empresariales se aproximan a los máximos históricos registrados en 2007 después de que se haya producido la recuperación más rápida desde 1900, según las cifras recopiladas por Bloomberg a partir de la base de datos de S&P y Schiller, de la Universidad de Yale". (El Confidencial – 5/4/11)
No es algo nuevo: los datos confirman que las grandes compañías se están convirtiendo en las grandes ganadoras de la crisis económica y financiera por su resistencia a la falta de crédito y la caída del consumo que se ha llevado por delante a decenas de miles de empresas occidentales. Así, mientras que la destrucción de empleo se ha cebado con gran parte de las grandes economías, los grandes grupos empresariales han multiplicado sus beneficios en apenas dos años hasta recuperar y superar las cifras previas a la crisis.
Evolución del beneficio por acción en el S&P 500 desde 1900. (Fuente: Bloomberg, Schiller, S&P)
Según las estimaciones recopiladas por Bloomberg, el crecimiento de las ganancias en este grupo de empresas desde marzo de 2009 podría elevarse al 1.200%, al pasar de 7 dólares de beneficio por acción hasta los 90 que se marcarán en agosto. En este periodo el índice de bolsa S&P 500 ha duplicado prácticamente su nivel, amasando el mejor periodo de ganancias en bolsa desde los años 30
Examen forense de la bancarrota: (Año 2012): de la crisis del crédito a la crisis del descrédito
En un Paper anterior, El dilema del 2012: Recortes o crecimiento (¿y por qué no, las dos cosas?) – Parte I, publicado en mayo de 2012, decía:
Bailando con la "prima"
¿Cuánta libertad tienen los gobiernos modernos en el actual imperio global de los negocios y las grandes empresas?
Ellos deciden que la prioridad del mundo sea cubrir las pérdidas de los bancos, rescatarlos y actúan en clara connivencia con los políticos.
Hace casi 4 años la ingeniería financiera falló, las operaciones de valores basadas en métodos de análisis cuantitativo (high frecuency) equivocaron las predicciones, el mundo económico entró en "modo pánico" y los gobiernos de los países avanzados debieron acudir, en masa, al rescate (ilimitado) de los bancos "demasiado grandes para quebrar". Una "crisis sistémica", así dijeron Hay que "lanzar el dinero desde un helicóptero" si fuera necesario, así hicieron Unos momentos, en que nadie se preocupaba del déficit público, "había que restablecer la confianza", era la consigna Que fluya el dinero, después veremos cómo se recoge, ordenaron los "sumos sacerdotes" de la Fed, del BoE, del BCE
Cuando los recursos presupuestarios regulares no fueron suficientes los gobiernos recurrieron al endeudamiento. Eran épocas de triple A. El "mercado" en su "aversión al riesgo" ("huida hacia la calidad", decían los "exégetas"), se "tragaba" todo el "papel" que se pusiera a la venta. Nadie miraba la TAE, sólo interesaba la deuda pública de los países avanzados (por su riesgo "cero" de impago). A los inversores ya no les interesaban los cantos de sirena de las "titulizaciones", ni los derivados, ni CDS, ni ETF, ni ninguna otra "sopa de letras" Había que buscar refugio en la deuda pública.
Lo demás fue coser (endeudarse) y cantar (volver a endeudarse). Muy pocos, por no decir ninguno, de los "grandes bonetes" de la economía (gurús mediáticos), objetó el procedimiento utilizado (socialización de las perdidas bancarias), tampoco observaron el déficit público originado y el incremento de la deuda pública devenido. Eran males menores, necesarios para restaurar la estabilidad de los mercados (sic, sic, sic).
Cuando los mercados se estabilizaron (que tampoco) y los inversores volvieron a revisar sus portafolios, comenzó la "criba". Grecia fue el justificativo, pero podría haber sido cualquier otro país. Comenzó la batalla de la triple A. Las agencias de calificación de riesgo que estaban condenadas al "averno" luego de su fracaso a la hora de anticipar la quiebra de Lehman Brothers, renacieron de sus cenizas y volvieron a dictar cátedra.
Los gobiernos altamente endeudados (por culpas propias y ajenas), quedaron "cautivos" de las agencias de calificación, necesitados de una colocación de deuda astronómica a ritmo semanal, y sometidos al escrutinio y estigma diario de los mercados.
Algo que era tema cotidiano en los asuntos económicos de los países subdesarrollados: "el riesgo país", pasó "abrir los telediarios" de los países avanzados (perdón por la falacia). Más discretamente (cínicamente) la llaman: "prima de riesgo".
¿Qué es la prima de riesgo?: Es el sobreprecio que exigen los inversores por comprar la deuda de un país (europeo) frente a la alemana, cuyo precio es el que se utiliza como base o referencia ya que está considerada como la más segura y es menos propensa a sufrir bandazos en función de factores coyunturales o puntuales -crecimiento, déficit… En términos generales se puede traducir por cuánto dinero es necesario para que los compradores dejen de lado sus temores y olviden el riesgo que conlleva entrar en la deuda de los países señalados por los problemas de déficit o escaso crecimiento. La razón de este rechazo es que si el inversor sospecha que no entra dinero en las arcas del Estado o no el suficiente, tampoco habrá fondos para pagar a quienes adquirieron su deuda. Un "riesgo país" en toda regla, aunque lo "edulcoren" como "prima de riesgo".
¿Ustedes se imaginan una prima de riesgo del orden de 3.223 puntos? Pues esa es la prima de riesgo de Grecia (20/1/12), lo que quiere decir que si ese país toma un crédito de 100 euros debe abonar 3.223 puntos por encima de la tasa que paga Alemania para que le presten 100 euros. Surrealismo puro. Creo que el director del telediario en Grecia debería ser Berlanga o Fellini. Y la Unión Europea, prescribe "abdominoplastia"
Pero si Berlanga o Fellini aceptaran transmitir ese absurdo, Kafka debería ser el "presentador", de la noticia, a la hora de explicar a la audiencia (la manada) que los bancos, los quebrados bancos, los rescatados bancos, los causantes de la crisis, los artífices de la estafa piramidal, sean los que "exigen" a los gobiernos que resuelvan el problema del déficit público y mejoren su prima de riesgo. Ellos que "violaron" a la prima, ahora le encargan al gobierno que asuma la paternidad. Y los políticos tragan
Cómo no van a tragar si son presuntos implicados, cómplices, cooperadores necesarios, socios del silencio, miembros de la trama, confabuladores para alterar el precio de las cosas; si en definitiva, son lacayos, serviles y genuflexos, ante el poder económico.
Por ahora la única política aplicada ha sido la de empobrecer al contribuyente. Los auténticos dalits, los únicos paganos (y paganinis) de la crisis, sobre cuyos ingresos, trabajo, familia y futuro recae todo el esfuerzo del ajuste fiscal. Son los que deben tolerar que el estado de bienestar migre a un estado de malestar. Son los que deben aceptar que la "crónica de la codicia" (de los bancos), y la "crónica del despilfarro" (de los políticos), concluyan en un estado de "involución permanente". El "baile" del "contribuyente" con la "prima" tiene música de triste realidad y letra de incierto futuro
– Por qué duran tanto las crisis: nadie quiere pagar la cuenta (The Wall Street Journal – 10/11/11)
(Por David Wessel) Lectura recomendada
Ya han pasado dos años desde que las llamas aparecieron por primera vez en Grecia, y sin embargo el fuego aún no ha sido apagado. Ahora se ha propagado a Italia.
Han pasado cinco años desde que reventó la burbuja inmobiliaria de Estados Unidos. El sector de la vivienda sigue siendo una de las principales razones por las que la economía del país tiene un desempeño tan débil.
En ambos continentes, ya no quedan dudas sobre la severidad de la amenaza o la urgencia con la que se necesitan mejores políticas. Aun así, los jugadores parecen completamente incapaces de actuar.
¿Qué les está llevando tanto tiempo? Decidir quién tendrá que pagar la cuenta.
"En todas las crisis, se deben repartir las pérdidas entre deudores, acreedores y contribuyentes", explica Anna Gelpern, profesora de derecho de la Universidad Americana y ex funcionaria del Tesoro de EEUU "Es un concepto sorprendentemente simple, y completamente irreconciliable".
"Por definición, es un problema político", agrega. "Incluso si surgiera la idea de una distribución óptima, si no es vendible políticamente, no puede concretarse".
Esta vez, la escala es intimidatoria. El Fondo Monetario Internacional estima que los tenedores de hipotecas en EEUU y otras deudas perdieron US$ 2,7 billones (millones de millones) en la fase estadounidense de la crisis global, parte de cuya suma ya fue trasladada a los contribuyentes. Las viviendas del país valen casi US$ 7 billones menos que hace cinco años, una caída de 25%.
Se han hecho toda clase de intentos por reducir los pagos mensuales de hipotecas para algunos, por refinanciar créditos con intereses altos, por asegurarse de que los embargos se llevan a cabo correctamente, por recapitalizar bancos para que puedan absorber pérdidas, y demás. El gran paso que no se dio: reducir el principal sobre las hipotecas. El gran obstáculo: ¿quién paga los platos rotos? ¿Los bancos? ¿Los inversionistas hipotecarios? ¿Los contribuyentes?
En Europa, los retrasos para admitir que Grecia pidió prestado demasiado convirtieron lo que hubiera sido un problema difícil pero manejable en una calamidad. Un gran motivo para el retraso: decidir quién pagaría la cuenta. ¿Los contribuyentes alemanes? ¿Los accionistas de bancos franceses? ¿Los tenedores de bonos extranjeros?
Cuando un prestatario -un banco, una empresa, un país- tiene problemas, la reacción inicial es decir, bueno, tienen el dinero, sólo que están cortos de efectivo. A menudo eso es verdad. Así que el prestamista le da un respiro al prestatario, la empresa empeña sus cuentas por cobrar, o el "acreedor de último recurso", el banco central, otorga préstamos de emergencia porque está seguro de que le devolverán el dinero. El problema, se dice, es de "liquidez" (lo que significa que nadie perderá dinero al final) en lugar de decir "solvencia" (lo que significa que alguien perderá dinero).
La tentación de extender esa lógica más allá de la razón es grande. Admitir que, por ejemplo, algunos gobiernos europeos no pagarán 100 centavos por cada dólar, o que algunos préstamos hipotecarios no valen lo que dicen los libros contables, obligaría a los prestamistas a asumir pérdidas. Si éstas son grandes, la solvencia de los bancos está en duda. En Francia, los mercados no están tan escépticos ante la capacidad del gobierno de pagar sus cuentas y cumplir con las obligaciones de intereses, sino que se preocupan más por un potencialmente costoso rescate gubernamental de los bancos que tienen mucha deuda de gobiernos extranjeros.
Entonces, los bancos y los inversionistas igualmente prestan, a menudo a tasas de interés que reflejan el riesgo de que no cobren. Si todo sale bien, ganan mucho dinero. De lo contrario, y hay mucho dinero en juego, los contribuyentes pagan las cuentas.
"Las partes que tienen pérdidas contractuales intentan pasar esas pérdidas a otros, especialmente a los contribuyentes", afirma Edward Kane, economista de Boston College. "Estas crisis tienden a prolongarse mientras haya una posibilidad de trasladar las pérdidas a los contribuyentes".
Entonces primero está la negación, luego los retrasos y por último, el disimulo. Esto tiene costos. Los préstamos bancarios son uno. "Los bancos no están ansiosos de otorgar crédito, porque no saben cuánto capital tienen, y les resulta difícil levantar dinero, porque los inversionistas no están seguros de su condición financiera", sostiene John Makin, del American Enterprise Institute.
Los contribuyentes van a pagar algunos platos rotos. ¿Cuántos? Hasta que no se decida eso, la crisis continuará.
– ¿Está el capitalismo condenado al fracaso? (Project Syndicate – 15/8/11)
(Por Nouriel Roubini) Lectura recomendada
New York.- La masiva volatilidad y la aguda corrección de los precios de las acciones que en la actualidad golpean a los mercados financieros globales son indicadores de que las economías más avanzadas se encuentran al borde de una recesión de doble caída. Una crisis financiera y económica causada por el exceso de deuda y apalancamiento del sector privado condujeron a un masivo re-apalancamiento del sector público con el fin de evitar la Gran Depresión 2.0. Sin embargo, la recuperación posterior ha sido anémica y mediocre en la mayoría de las economías avanzadas dado el desapalancamiento doloroso.
Hoy en día una combinación de los precios altos del petróleo y productos básicos, los disturbios en el Oriente Medio, el terremoto y tsunami del Japón, la crisis de deuda de la eurozona y los problemas fiscales de Estados Unidos (y ahora la rebaja de su calificación crediticia) han llevado a un aumento masivo en la aversión al riesgo. Económicamente los Estados Unidos, la eurozona, el Reino Unido y el Japón funcionan al ralentí. Incluso los mercados emergentes en crecimiento (China, Asia emergente y América Latina), y las economías orientadas a la exportación que se basan en estos mercados (Alemania y Australia, un país rico en recursos naturales), están experimentando desaceleraciones agudas.
Hasta el año pasado, los políticos siempre pudieron sacar un as de bajo la manga para reactivar los precios de los activos y detonar la recuperación económica. Estímulo fiscal, tasas de interés de casi cero, dos rondas de "flexibilización cuantitativa", separación estricta de las deudas incobrables y billones de dólares en rescates y provisión de liquidez para los bancos y entidades financieras: las autoridades ejecutivas intentaron todo esto. Ahora se han quedado sin ases.
La política fiscal hoy en día es un lastre para el crecimiento económico tanto en la eurozona como en el Reino Unido. Incluso en los EEUU, los gobiernos estatales y locales, y ahora el gobierno federal, recortan el gasto y reducen los pagos de transferencias. Muy pronto, ellos subirán los impuestos.
Otra ronda de rescates para los bancos es políticamente inaceptable y económicamente inviable: la mayoría de los gobiernos, especialmente en Europa, están tan estresados que los rescates no son asequibles; de hecho, el riesgo soberano está, en realidad, alimentando por la preocupación por la salud de los bancos europeos, que tienen en sus carteras la mayor parte de los cada vez más inestables valores gubernamentales.
Tampoco la política monetaria puede ser de mucha ayuda. La flexibilización cuantitativa en la eurozona y el Reino Unido se ve limitada por una inflación por encima del nivel objetivo. La Reserva Federal de EEUU probablemente inicie una tercera ronda de flexibilización cuantitativa (QE3), pero esta ofrecerá muy poco y llegará demasiado tarde. El año pasado la flexibilización cualitativa (QE2) de $600 millardos y de $1 billón de dólares en recortes de impuestos y transferencias logró un crecimiento de apenas el 3% durante un trimestre. Posteriormente, el crecimiento cayó bruscamente a menos del 1% en el primer semestre del año 2011. QE3 será de mucho menor tamaño, y logrará mucho menos en cuanto a reactivar los precios de los activos y restaurar el crecimiento.
La depreciación de la moneda no es una opción viable para todas las economías avanzadas: todas ellas necesitan una moneda más débil y una mejor balanza comercial para recuperar el crecimiento, pero no todas ellas pueden estar en esta situación al mismo tiempo. Así que depender de los tipos de cambio para influir en la balanza comercial es un juego de suma cero. Por esta razón se vislumbran en el horizonte guerras cambiaras; Japón y Suiza son los participantes de las primeras batallas por debilitar sus tipos de cambio. Otros pronto seguirán el ejemplo.
Mientras tanto, en la eurozona, Italia y España están ahora en riesgo de perder acceso al mercado, y en la actualidad las presiones financieras sobre Francia también van en aumento. Sin embargo, Italia y España son países demasiado grandes para quebrar y demasiado grandes para ser rescatados. Por el momento, el Banco Central Europeo comprará algunos de sus bonos como un puente con el nuevo Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera (EFSF, por el nombre en inglés) de la eurozona. Sin embargo, si Italia y/o España pierden su acceso al mercado, los 440 mil millones ($ 627 mil millones) del arca de guerra del EFSF podrían agotarse hasta finales de este año o principios del año 2012.
En ese momento, a menos que se tripliquen los fondos del EFSF -una medida a la que se opondría Alemania- la única opción que quedaría sería una reestructuración ordenada pero coercitiva de la deuda italiana y española, tal como ha ocurrido en Grecia. La reestructuración coercitiva de la deuda no garantizada de los bancos insolventes sería el siguiente paso. Por esta razón, aunque apenas ha empezado el proceso de desapalancamiento, se harán necesarias las reducciones de deuda si los países no pueden crecer o ahorrar o agrandarse por cuenta propia para salir de sus problemas de deuda.
Parece que Karl Max estuvo parcialmente en lo correcto al argumentar que la globalización, la intermediación financiera fuera de control, y la redistribución del ingreso y la riqueza de los trabajadores en beneficio del capital podría llevar al capitalismo a su autodestrucción (sin embargo se demostró que su idea de que el socialismo da mejores resultados fue errónea). Las empresas están recortando puestos de trabajo porque no hay suficiente demanda final. Sin embargo, al recortar puestos de trabajo se reduce el ingreso de los trabajadores, se aumenta la desigualdad y se reduce la demanda final.
Las protestas populares recientes, que se extienden desde el Medio Oriente hasta Israel y el Reino Unido, y la creciente ira popular en China -y que más temprano que tarde llegarán a otras economías avanzadas y mercados emergentes- son todas impulsadas ??por los mismos problemas y tensiones: creciente desigualdad, pobreza, desempleo, y desesperanza. Incluso las clases medias del mundo están sintiendo la presión de la caída de ingresos y oportunidades.
Para permitir que las economías orientadas al mercado operen como deberían y como pueden, tenemos que retornar al equilibrio adecuado entre los mercados y la provisión de bienes públicos. Esto significa alejarse tanto del modelo anglosajón de laissez-faire y economía vudú como del modelo europeo continental de los estados de bienestar impulsados por el déficit. Ambos modelos están resquebrajados.
El equilibrio adecuado hoy en día exige la creación de puestos de trabajo de manera parcial a través de estímulos fiscales adicionales dirigidos a las inversiones en infraestructura productiva. También requiere de impuestos más progresivos; más cantidad de estímulos fiscales a corto plazo junto con disciplina fiscal de mediano y largo plazo; de apoyo de préstamos de última instancia por parte de las autoridades monetarias a fin de prevenir corridas bancarias destructivas; de reducción de la carga crediticia de los hogares insolventes y de otros agentes económicos que atraviesan dificultades económicas; de supervisión y regulación más estricta de un sistema financiero que está fuera de control; y de fraccionamiento de los bancos que son demasiado grandes para quebrar y de los fondos de inversión oligopolísticos.
Con el tiempo, las economías avanzadas tendrán que invertir en capital humano, capacitación y redes de seguridad social para aumentar la productividad y permitir que los trabajadores compitan, sean flexibles y prosperen en una economía globalizada. La alternativa es -igual que en la década de 1930- interminable estancamiento, depresión, guerras cambiarias y de balanza comercial, controles de capital, crisis financiera, insolvencias soberanas, y masiva inestabilidad política y social.
(Nouriel Roubini es presidente de Roubini Global Economics, profesor en la Escuela Stern de Administración de Empresas de la Universidad de Nueva York y coautor del libro Crisis Economics (Cómo salimos de ésta, Ediciones Destino, Barcelona, 2010). Copyright: Project Syndicate, 2011)
Buscando otro destino posible (algo en lo que creer)
Como decía Keynes: "cuando se supera lo previsto, ocurre lo imprevisto". Plagiando a Keynes: "en el largo plazo todos muertos" sin crecimiento estamos todos muertos.
Austeridad crecimiento ¿y la eficiencia?… ¿a quién interesa? tanto del sector privado (bancos, empresas ), como el sector público (gobiernos, autonomías, ayuntamientos, empresas públicas ) al final, siempre se "jode" el contribuyente.
Poner límites al gasto no significa dar por buenos todos los remedios del curandero (sospechoso de parcialidad, connivencia y complicidad).
El ajuste infinito nos lleva a una recesión de profundidad incalculable. Esta política como única opción viene impuesta desde los mismos centros de decisión en los que se gestó la crisis. La única manera de reducir la deuda de un país (que no sea mediante una moratoria) es conseguir que su economía crezca.
La "austeridad expansionista" es una falacia, como lo es la "economía de la filtración", como lo fue el "conservadurismo compasivo".
Se cree que tal reducción del déficit permitirá que el gobierno pida prestado dinero con costos menores de los que pudiera de otra forma conseguir, esto, consecuentemente, reduce las tasas de interés para los prestatarios privados, lo que a su vez debe impulsar la actividad económica. De esta forma se llega a la conclusión que la consolidación fiscal es el gran y soberbio camino a la recuperación económica.
Esta doctrina, que es la doctrina oficial de los países más desarrollados en la actualidad, contiene al menos cinco falacias importantes (en opinión de Robert Skidelsky, miembro de la Cámara de los Lores británica, profesor emérito de Economía Política en la Universidad Warwick), que pasan desapercibidas debido a que la narrativa es muy plausible
En primer lugar, los gobiernos, a diferencia de los particulares, no tienen que "pagar" sus deudas.
En segundo lugar, reducir deliberadamente el déficit no es el mejor camino para que un gobierno equilibre sus libros de contabilidad.
En tercer lugar, la deuda nacional no es una carga neta de las generaciones futuras.
En cuarto lugar, no hay ninguna conexión entre el tamaño de la deuda nacional y el precio que el gobierno debe pagar para financiarla.
Por último, los bajos costos de los préstamos para los gobiernos no reducen automáticamente el costo del capital para el sector privado.
No es un tema de flexibilización del mercado de trabajo lo que ayuda a la contratación, sino que las empresas contratarían más trabajadores si no hubiera tanta "incertidumbre". La liberalización del mercado de trabajo es a veces aprovechada para recortar sueldos, y esta política sólo agrava el problema en un contexto de crisis, ya que las personas no consumen.
Respecto a la flexibilidad laboral, Joseph Stiglitz (18/1/12) pone como ejemplo a EEUU, que con un mercado de trabajo desregulado "no resolvió el problema de esta crisis" y, de hecho, funcionó "peor durante la recesión que Alemania y otros países con más protección social".
El reputado economista, Premio Nobel de Economía en 2001, considera recomendable que Europa mejore la flexibilidad laboral, pero alerta de sus efectos perniciosos si se utiliza para bajar salarios.
Temas para la reflexión (y el cambio)
El colapso económico mundial de 2007-2008 desacreditó la economía de las "expectativas racionales" (a pesar de que sus "sumos sacerdotes" aún no lo reconocen) y trajo a Keynes y Hayek nuevamente a una contienda póstuma. Los problemas no han cambiado mucho desde que iniciaran su discusión en la Gran Depresión de la década de 1930. ¿Qué causa el colapso de las economías de mercado? ¿Cuál es la respuesta correcta a un colapso? ¿Cuál es la mejor manera de evitar colapsos futuros?
1. La idea de que los mercados se autorregulan recibió un golpe mortal en la reciente crisis financiera y se la debería enterrar de una vez por todas. Los mercados requieren que otras instituciones sociales los respalden.
2. Para el futuro previsible, la gobernancia democrática quizá se organice básicamente dentro de comunidades políticas nacionales. El estado nacional vive, si no del todo bien, y sigue siendo esencialmente la mejor alternativa. La búsqueda de gobernancia global es algo absurdo.
3. Prosperidad pluralista. Reconocer que la infraestructura institucional medular de la economía global debe construirse a nivel nacional libera a los países para desarrollar las instituciones que más les convienen.
4. Los países tienen derecho a proteger sus propias regulaciones e instituciones. Los principios previos pueden parecer inocuos. Pero conllevan fuertes implicancias que chocan con la opinión general de los defensores de la globalización.
5. Los países no tienen derecho a imponerles sus instituciones a los demás. Utilizar restricciones al comercio o a las finanzas transfronterizos para defender valores y regulaciones en casa es muy diferente de usarlas para imponer esos valores y regulaciones a otros países. Las reglas de la globalización no deberían obligar a norteamericanos o europeos a consumir bienes que son producidos con métodos que la mayoría de los ciudadanos en esos países consideran inaceptables.
6. Los acuerdos económicos internacionales deben establecer reglas para administrar la interacción entre instituciones nacionales. Basarse en los estados nacionales para que proporcionen las funciones de gobernancia esenciales de la economía mundial no implica que debamos abandonar las reglas internacionales.
7. Los países no democráticos no pueden contar con los mismos derechos y privilegios en el orden económico internacional que las democracias.
Dice Dani Rodrik (profesor de Economía Política en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard y autor de One Economics, Many Recipes: Globalization, Institutions, and Economic Growth), que estos son los principios que los arquitectos del próximo orden económico global deberían aceptar. Más importante aún, deberían comprender la máxima paradoja que cada uno de estos principios resalta: la globalización funciona mejor cuando no se la empuja demasiado lejos
Por lo tanto, deberíamos aceptar que los países puedan propugnar reglas nacionales -políticas fiscales, regulaciones financieras, normas laborales o leyes de salud y seguridad de los consumidores- y que puedan hacerlo levantando barreras en la frontera si fuera necesario, cuando el comercio ostensiblemente amenaza las prácticas domésticas que cuentan con un amplio respaldo popular. Si los impulsores de la globalización tienen razón, el clamor por protección no cundirá por falta de evidencia o apoyo. Si están equivocados, habrá una válvula de seguridad destinada a asegurar que los valores en pugna -los beneficios de economías abiertas frente a los réditos derivados de implementar regulaciones domésticas- sean escuchados de manera apropiada en los debates públicos.
Nunca se debe pensar que un aumento de las desigualdades sociales es el precio inevitable del crecimiento acelerado, y no se debe considerar que las condiciones más igualitarias en materia de educación, salud y género, sean reformas de "segunda etapa". Una estrategia de desarrollo que promueva primero el crecimiento y después se ocupe de la miseria no es sostenible. Las políticas orientadas a lograr una redistribución más eficiente no tienen por qué obstaculizar el crecimiento en sí.
La teoría de la ventaja comparativa, planteada dos siglos atrás por el economista británico David Ricardo, postula que los países prosperan concentrándose en lo que hacen mejor y comerciando con otros países que tienen fortalezas diferentes. Pero en medio del aumento pronunciado en las importaciones baratas en la última década, algunos economistas prominentes han puesto en entredicho ese punto de vista.
En un artículo de 2004, Paul Samuelson, difunto ganador del premio Nobel, argumentó que aunque el comercio puede beneficiar a algunos estadounidenses, lo hace "diezmando" los salarios de obreros fabriles. Alan Blinder, economista de la Universidad de Princeton y ex vicepresidente de la junta de la Reserva Federal -otrora adalid del libre comercio– ha argumentado en años recientes que la creciente tercerización por parte de firmas de EEUU a países de bajos salarios pone en riesgo millones de empleos estadounidenses.
Michael Spence, economista de la Universidad de Nueva York galardonado con el Nobel, dijo que el reciente descubrimiento refleja cómo las teorías prevalentes sobre el comercio son insuficientes para comprender el ritmo desenfrenado de China y otras economías en vía de desarrollo. Y como el mundo nunca ha experimentado el crecimiento tan rápido de países tan grandes, la historia no sirve mucho de guía. "No es que podamos mirar al pasado y preguntarnos qué ocurrió la última vez que pasó esto, porque no hubo una última vez", agregó.
Muchos estadounidenses creen que las importaciones chinas de bajo precio aniquilan empleos fabriles en Estados Unidos. La mayoría de los economistas dicen que los beneficios del comercio superan por mucho sus costos (The Wall Street Journal – 27/9/11).
Pero nuevas investigaciones sugieren que el daño a EEUU ha sido más profundo de lo que estos economistas han supuesto. El estudio, llevado a cabo por un equipo de tres economistas, no pone en entredicho el punto de vista tradicional de que el comercio en última instancia es bueno para la economía. Los trabajadores que pierden empleos terminan por encontrar una nueva ocupación o se jubilan, mientras se mantienen los beneficios del comercio, como los menores precios. El problema es la velocidad a la que China se ha erigido como exportador, la cual ha abrumado el proceso normal de adaptación.
El estudio dio una calificación a cada condado de EEUU de acuerdo con la exposición de sus productores fabriles a la competencia de China, y reveló que las regiones más expuestas a China no sólo tendían a perder más empleos manufactureros, sino que también experimentaban una caída general del empleo. Las áreas con mayor exposición también tuvieron mayores aumentos en la cantidad de trabajadores que recibían seguro de desempleo, cupones para comida y pagos por discapacidad.
Los autores calculan que el costo para la economía derivado de los mayores pagos gubernamentales representa de un tercio a dos tercios de las ganancias del comercio con China. En otras palabras, una gran proporción de las formas en que el comercio con China ha ayudado a EEUU -como el suministro de bienes económicos chinos a los consumidores- se han eliminado.
Y ese cálculo no incluye las pérdidas económicas experimentadas por personas que perdieron sus empleos.
"Hay enormes costos de ajuste para las comunidades locales que fueron mucho peores de lo que la gente creía", dijo David Autor del Instituto Tecnológico de Massachusetts, quien llevo a cabo el estudio con Gordon Hanson de la Universidad de California en San Diego, y David Dorn, del Centro de Estudios Monetarios y Financieros, de Madrid. Si bien Autor, quien se especializa en mercados laborales, recibe financiamiento de la Fundación Nacional de la Ciencia, la investigación se llevó a cabo independientemente de cualquier grupo de interés.
Debido a que el aumento pronunciado en bienes de China ha inundado el crecimiento de importaciones provenientes de otros países de bajos salarios, los investigadores se concentraron en las importaciones chinas. Estudiaron 722 conjuntos de condados interrelacionados que cubren todo EEUU. Algunas comunidades estaban más expuestas a China, porque producían pequeños electrodomésticos de los cuales se incrementado marcadamente las importaciones chinas. Otras regiones estaban concentradas en industrias como maquinaria pesada, donde la competencia china ha crecido más lentamente.
Según un patrón discernible, a las zonas donde las fábricas estaban más expuestas a las importaciones chinas les iba peor que a las menos expuestas. Entre 2000 y 2007, una comunidad en el percentil 75 -una con una mayor exposición al crecimiento de importaciones chinas que el 75% de todas las comunidades- experimentó un descenso del empleo 1,1 puntos porcentuales superior al de las comunidades en el percentil 25.
La pérdida de empleos fabriles era apenas el comienzo. Las zonas con alta exposición tendían a experimentar un empeoramiento de los empleos no manufactureros con respecto a las zonas de baja exposición. Con menos trabajos fabriles de alta remuneración que apuntalen la economía local, y un creciente grupo de ex obreros industriales que se incorporan al mercado laboral, los salarios no fabriles en las zonas de alta exposición eran mucho más bajos.
Los economistas también descubrieron que la mayor exposición a las importaciones chinas llevó a mayores incrementos en el seguro de desempleo, cupones de comida, pagos por discapacidad y otros beneficios gubernamentales. Todo ello suma grandes pérdidas, dijeron, porque los mayores impuestos que el gobierno debe recaudar para pagar por beneficios, y la manera en que los beneficios reducen el incentivo de trabajar de la gente, hacen que la economía sea menos eficiente.
Douglas Irwin, economista de Dartmouth College, dijo que la nueva investigación pinta un cuadro demasiado oscuro. Hay importantes beneficios del comercio que no han sido incorporados, dice, porque nadie aún ha concebido la manera de medirlos. Por ejemplo, los países productores de materias primas a los cuales exporta EEUU han sido impulsados por el crecimiento de China, creando una mayor demanda en aquellos países por los bienes de EEUU. "Pero si tuvimos más exportaciones de equipos pesados (de Caterpillar) a Australia, eso no se está midiendo" como un beneficio del comercio con China, dice.
Los propios economistas se vieron sorprendidos por los resultados. La investigación que Hanson realizó en la década de 1990, basada en datos anteriores a que China se convirtiera en un actor mundial, sugerían que el efecto del comercio en el mercado laboral de EEUU era pequeño. "Con el estudio de China, no preveía que una docena de años podía causar una diferencia tan grande en materia de mayor impacto cuantitativo del comercio", dijo Hanson.
Marx tenía razón cuando sostuvo que cuando la globalización y la intermediación financiera se desbocan, y la redistribución de los ingresos y la riqueza del trabajo al capital se limitan, pueden provocar la autodestrucción del capitalismo. Pero sólo la tenía en parte porque su opinión de que el socialismo era un sistema económico mejor que el capitalismo resultó ser totalmente errónea.
Examinando un futuro en el que el mercado permea todas las esquinas de la vida, Marx escribió en el Manifiesto Comunista: "todo lo que es sólido se desvanece en el aire". Para alguien que vivió en la Inglaterra victoriana temprana -el Manifiesto fue publicado en 1848- era una observación asombrosamente visionaria. En esa época, nada parecía más sólido que la sociedad en cuyos márgenes vivía Marx.
Un siglo y medio más tarde, vivimos en el mundo que él anticipó, en el cual la vida de todos es experimental y provisional, y la ruina súbita puede llegar en cualquier momento. Un pequeño puñado de gente ha acumulado vastas riquezas pero incluso eso tiene una cualidad de evanescente, casi fantasmal
Post scriptum (da grima contemplar tanta mala política y peor economía)
Sapere aude: atrévete a pensar.
¿Tiene sentido quitar dinero a la gente y dárselo a los bancos? ¿Para qué sirve la economía? ¿Por qué seguir tratando la crisis como un problema de liquidez, cuando lo es de solvencia? ¿Cuántas veces se puede volver la cabeza fingiendo no ver nada?
¿Helicopter Ben con su heterodoxia (calculada) habrá dado un salto al futuro o habrá anclado (tal vez, definitivamente) la economía al pasado?
¿Tendremos que morir diciendo a los nietos que no confíen en los bancos?
El dinero ya está perdido (por el equivalente al 50% de la riqueza mundial), mientras Bernanke (y sus secuaces de los mayores bancos centrales) tratan de no reconocer semejante destrucción. Y más grave aún -si cabe- es que intentan, una y otra vez, socializar las pérdidas de los funambulistas financieros y los saltimbanquis de la bolsa.
Antes, los Generales derrotados en la guerra se suicidaban o se les hacía un juicio militar y se pudrían en la cárcel. Ahora, en la batalla de la Fed, nos hemos quedado "sin honra y sin barcos" y -aún- nadie ha entrado en la cárcel (salvo un par de "perejiles").
Cuando abramos el "testamento vital" de Bernanke constaremos (más pronto que tarde, lamentablemente) que sólo nos ha dejado una economía tetrapléjica y un planeta enano.
Ya lo dijo Chateaubriand: "Se pasa de la mediocridad a la importancia, de la importancia a la necedad, y de la necedad al ridículo" (Memorias de ultratumba).
En fin, así están las cosas… y así se las he ido contado.
Aquí queda todo como testimonio, para los arqueólogos de la historia, y como epílogo para los que se empeñan en distinguir entre lo verdadero y lo falso
(Octubre 2013) El eclipse de la razón ( y la ignorancia obstinada es ideología)
Recordando a Pablo Neruda podría decirles que: "puedo escribir los versos más tristes esta noche".
Si algo "envidiaba" de Europa, hace, tal vez, cuarenta años (cuando aún vivía en la lejana, remota, falaz y fugaz Argentina, era su "socialdemocracia", su "estado del bienestar", su justa y razonable "distribución de las riquezas", su "equilibrio social", su "igualdad de oportunidades", su "paz social"
Si algo me "inspiró a emigrar" a Europa (exilio voluntario), hace ya veinticinco años, fue ese modelo de socialdemocracia, comunitario, responsable, participativo, amplio, generoso, solidario, equilibrado, incluyente, redistributivo, ético, justo donde deseaba ver crecer a mis hijas y ver nacer a mis nietos, en un espacio de unión económica con un desarrollo armónico, previsible y sostenible
Creía haber visto el futuro, y que funcionaba. Estaba en el corazón de la vieja Europa.
Que equívoco más grande. Hoy (octubre 2013) el sueño europeo se ha transformado en una pesadilla (desastre económico) y el despertar, en un infierno (catástrofe social). El sufrimiento humano derivado de la crisis es tanto o mayor que en los Estados Unidos, donde nunca existió (ni se le espera) un estado del bienestar equivalente. Hoy al riesgo de colapso, podemos agregar un desastre impecable. Más que un proyecto acabado de Unión, podemos decir (con gran dolor), que estamos presenciando el final anunciado de un proyecto comunitario.
Todo eso ha quedado barrido por el tsunami de la mayor crisis económico-financiera vivida por EEUU, con réplica en Europa, desde los años 30. Ahora (seis años después del inicio de la depresión) estamos viviendo la post guerra de una guerra librada con armas financieras de destrucción masiva, disparadas desde frentes instalados en lujosos despachos de bancos, agencias bursátiles, fondos de inversión, fondos de cobertura, por audaces aventureros especulativos, que han utilizado el capital de los ahorristas desprevenidos e incautos, para abatirlos con su propio fuego.
La Real Academia define el término "recuperación" como la acción y efecto de recuperar o recuperarse. Obvio. Pero precisa en una segunda entrada que algo se recupera cuando vuelve a tomar o adquirir "lo que antes tenía". Sería absurdo pensar que la recuperación de la economía europea va a devolver a los países miembros a los niveles previos a la crisis.
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