Teóricamente el diccionario se diferencia de la enciclopedia en que ésta no puede tratar los temas por orden alfabético de palabras, pero en la práctica las 2 denominaciones son muchas veces intercambiables, porque aunque "enciclopedia" es algo que por alusión a lo cíclico supone el tratado de una "totalidad", la palabra ampara cientos de obras que en realidad son diccionarios relativos a un tema delimitado; y por otra parte son más escasas las enciclopedias que exponen de un modo orgánico y metódico su contenido, ya que suelen acogerse a las comodidades de lo alfabetizado.
Desde luego la principal diferencia es que el diccionario trata los significados y los usos de las palabras y da la definición de las diversas acepciones de cada palabra, mientras que la enciclopedia trata las cosas o conceptos. Es decir, la enciclopedia a lo que se aplica especialmente es a describir los objetos, conceptos, hechos o personas designadas por dicha palabra, y a exponer las cuestiones que la ciencia de cada momento en sus diversas ramas conoce en relación con ella, construyendo todo un tratado particular sobre cada aspecto que se puede considerar: Histórico, jurídico, sociológico, o bien físico, médico, metereológico, etc.
Por lo tanto, dentro del "diccionario enciclopédico" pueden estar comprendidos el diccionario lingüístico y el diccionario temático general. La disposición de sus artículos normalmente se distribuye en 2 o más párrafos, de los cuales, el 1º presenta la definición de la palabra de la que se trate y el 2º (y sucesivos, si procede) está dedicado a la cosa o concepto representado por ella. Y después de la caracterización gramatical y la explicación de las distintas acepciones de la palabra, viene una exposición de lo que en las diversas ciencias se sabe al respecto.
La enciclopedia reúne en una sola obra y en un mismo esquema de ordenación la suma de todos los diccionarios temáticos posibles. Por eso es siempre una obra de autor colectivo – la larga lista de colaboradores suele figurar frente a los volúmenes – y normalmente la ilustración por medio de dibujo y fotografías tiene en ella más importancia que en el diccionario lingüístico.
La redacción de una enciclopedia es, cada vez más, un trabajo propio de un autor colectivo y no individual. Incluso cuando primitivamente lo ha llevado a cabo un solo autor, las reediciones para adiciones y correcciones acaban siendo encomendadas a un grupo de entendidos, y llega un momento en el que el nombre del olvidado iniciador se omite o es sólo citado a modo de homenaje.
En la enciclopedia se da con cierta frecuencia la simple copia de otra enciclopedia o diccionario anterior. Y esto en ocasiones es muy disculpable, ya que hay definiciones y descripciones de conceptos u objetos tan bien logrados por otros lexicógrafos, que el tratar de desfigurarlos para evitar la apariencia de plagio puede resultar inútil. Así, hay enciclopedias traducidas muy honestamente de otros idiomas.
La lista de colaboradores a veces abarca una considerable cantidad de páginas al principio del volumen. Cuando los artículos redactados por cada colaborador van firmados, se hace precisa otra tabla complementaria para identificación de las siglas empleadas, porque en éstas suele ir como primer término la inicial del nombre de pila, mientras que en la tabla anterior se sigue el orden de los apellidos. Lógicamente el lector prefiere las ediciones más recientes para que la información sea de actualidad. Al reeditarse las enciclopedias, aparte de introducirse variantes que actualizan la información, se dan modificaciones debidas a criterios editoriales económicos o mercantiles o de carácter material.
El contenido puede estar presentado dentro de un esquema más o menos lógico y orgánico, en grupos de materias afines. En este caso puede haber unas introducciones magistrales que condensen los problemas sobresalientes y las corrientes científicas relativas a las diferentes divisiones temáticas de la obra. Estas síntesis son encargadas a personas de relieve en el mundo científico respectivo, y aparecen con su firma. No les suele faltar cierto tono "pontificial" y acaso su fruto más que científico es meramente de representación, como el de la asistencia de personajes conocidos a ciertos actos sociales.
Las enciclopedias alfabéticas que por ser de muchos volúmenes no son fáciles de actualizar, suelen publicar suplementos por periodos anuales o bianuales dedicados primordialmente a los adelantos científicos y a los acontecimientos políticos o que se estima que podrán en el futuro ser considerados de valor histórico. Tales suplementos suelen seguir un orden cronológico, o continúan siendo alfabéticos como la obra principal, pero casi siempre secundariamente a una previa división por grupos amplios de materias: biografías, política, economía, industria, etc.
Lo mismo ocurre cuando algunos términos admiten una explicación que el editor decide que sea lo más amplia posible. El Hombre, la Tierra, el Universo, etc, en la enciclopedia alfabética traen, tras una escueta definición, un cuadro sinoptico de los temas que van a ser tratados en el artículo más extenso, que puede llegar a ocupar por sí solo un tomo entero y acaba necesitando un índice alfabético particular. Se puede suponer que estos tomos monográficos, lo mismo que los de introducción, son poco consultados por los lectores. Estos suelen conceder un total crédito a la información que da una enciclopedia. De ahí la responsabilidad de los redactores y su deber de informarse debidamente al hacer los estractos en que consisten sus respectivos artículos, y de dar por seguro sólo lo que está admitido como tal y presentar como problemático lo que es objeto de división de opiniones.
Parece connatural a la enciclopedia estar impregnada de una cierta colaboración social, política o religiosa. Esto es declarado o proclamado abiertamente desde la introducción o incluso desde el título; o dada a entender por ser cosa sabida la tendencia ideológica de la editorial o del cuerpo de redactores. Rara vez, en estos casos, tal tendencia es oculta, puede ser simplemente objetiva, sólo reflejada en los modos de citar o aludir a determinados conceptos o en la preferencia por ciertos ejemplos y la omisión de otros.
El redactor de un diccionario enciclopédico captura información de libros y revistas y lo condensa y ordena según un esquema en el se combina con lo procedente de otros libros de las mismas materias y de otras distintas y aún con lo elaborado por otros redactores. Lo presenta según la predeterminada intención divulgadora, ecléptica, crítica, imparcial o subjetiva, etc.
El colaborador ideal de una enciclopedia es aquel que habiendo escrito un buen libro didáctico sobre la materia, lo estracta en la proporción requerida para que se publique en aquella. Esto se observa sobre todo en las enciclopedias dedicadas a una limitada serie de temas afines. También en las que se publican en tomos independientes.
Las personas encargadas de la preparación de la obra quedan acaso permanentemente constituidas en gabinete de trabajo al modo del cuerpo de Redacción de una publicación periódica. Y se preocupan de salvar los errores verbales o de imprenta, para el caso de futura reedición, y al mismo tiempo, de ir mejorando y ampliando las informaciones.
La misión especial de un redactor de enciclopedia consiste en :
seleccionar lo más importante de los datos que sobre cada tema aportan estudios monográficos tratados y manuales de las distintas disciplinas.
elaborara con ello una síntesis personal paro muy objetiva y afín a lo que exponen los entendidos en la materia.
Redactar cada artículo con claridad, concisión y amenidad, teniendo en cuenta el grado de instrucción y cultura de los lectores. Es decir, que se ha de emplear un lenguaje que sea asequible a un público culto, pero no necesariamente especializado, reduciendo el empleo de tecnicismos a los más indispensables y aún haciéndolos acompañar de su sentido o significado. La enciclopedia debe atender a orientar rápidamente sobre los temas expuestos, con un estilo objetivo y sencillo de introducción.
A los redactores no se les exige originalidad, pero sí conocimiento. Salvo de que haya manifiesta voluntad planificada de que en la enciclopedia se reflejen determinadas tendencias, los colaboradores han de mantenerse imparciales respecto a cuestiones disputadas o mal conocidas, y ello tanto en la selección de datos como en la exposición y redacción de los artículos correspondientes.
Como nota curiosa merecería recordar aquellas "Enciclopedias escolares", ya desaparecidas de las escuelas, de pobre papel moreno, borrosa impresión estereotípica y escasos e ingenuos gravados, que aportaban cuanto de religión, historia sagrada, gramática, aritmética, geometría, geografía, historia de España urbanidad y alguna otra cosa más, podrían tratar de aprender los escolares de los años 20. Aún se publica alguna obra de éste tipo que responde a un criterio y a un esquema similar, pero más que libro de texto, como obra de consulta y autodidactismo, sobre todo últimamente, que parece que se ha puesto de moda en las librerías. Un ejemplo de esto sería la de E. Blanco Rodríguez, Faro, o la más moderna Nueva enciclopedia escolar, de 1.955.
Existen diversos tipos de enciclopedias, clasificados de la siguiente manera:
Los englobados en función de la extensión del contenido, que son los que recogen las enciclopedias, y que se dividen en:
Enciclopedias generales o universales, que abarcan la totalidad del conocimiento humano a la mayor cantidad posible del mismo. Para determinar este tipo de enciclopedia, comentaremos la Larousse.
Enciclopedias especializadas o particulares, que limitan su contenido a una o varias parcelas del conocimiento. Por ejemplo, sería el caso de una Enciclopedia del Quijote.
Y un segundo grupo, determinado por la función de la estructura u ordenación del material, establece las enciclopedias como:
Alfabéticas, que presentan el contenido por orden alfabético. Son las que más comunmente se pueden hallar.(Diccionario enciclopédico de la lengua española ).
Sistemáticas o temáticas, que son las que reúnen y distribuyen el material por grupos de materas o temas ( Argos ).
Así pues, una de las enciclopedias generales más consultadas en el panorama actual es sin lugar a dudas la Gran enciclopedia Larousse y alguna de sus versiones actualizadas. Se trata de una obra que obtuvo una notable importancia entre los años 70 y 80. Consta de diez volúmenes y fue editada por la editorial Planeta , de Barcelona, en 1.975. Está prologada por el académico Martín de Riquer. La obra es en principio una traducción del Grand Larousse encyclopédique, también en diez volúmenes, publicado en París entre 1.960 y 1.964. En realidad es lo que comentábamos páginas más arriba sobre las traducciones de las enciclopedias: en algunos casos, una determinada obra es tan buena, que resulta ser un privilegio el poder traducirla a otros idiomas. La versión española mantiene las características externas, el método, la estructura y gran parte del texto del original francés. Sin embargo, también ha sido sometido a una revisión y a varias ampliaciones.
Tras el prólogo, la enciclopedia presenta una introducción en la que explica cómo afronta las definiciones y las explicaciones, de tal suerte que presenta el tema general, esto es, dentro del epígrafe "Bellas artes", incluye a modo de subgrupos, la iconografía, la arqueología, el arte y la geografía y las artes menores y populares. Estos grupos generales, aparte del anterior, son el vocabulario general, la agricultura, sobre la bibliografía , las ciencias biológicas y médicas, las ciencias de la naturaleza, el cine, , la economía, la enseñanza, espectáculos y deportes, filosofía…y así una larga lista. Tras esto nos presentan una sucinta explicación sobre cómo leer los mapas y gráficos económicos, para, seguidamente, encontrarnos con el inevitable "Modo de Empleo", donde se determina el alfabeto fonético, la clasificación de los nombres propios y las transcripciones, en donde se nos explica las diferencias de una determinada lengua y el español, tanto en el alfabeto, como en la pronunciación. Después nos dan la lista de abreviaturas, los colaboradores de la versión española y la versión francesa de la presente enciclopedia , para luego mostrar las numerosas páginas de rigor (en este caso, diez ) de todos los colaboradores que han participado en la obra. Y, una vez visto todo esto, comienza la enciclopedia en sí.
Esta enciclopedia como es lógico, va publicando asiduamente sus suplementos, de tal suerte, que el lector que posea los diez tomos originales podrá ir ampliando y actualizando la información con los suplementos.
Sin embargo, existe otro método para continuar sacando a la luz nuevas enciclopedias…a pesar de que al ser de la misma editorial corra el riesgo de ser "demasiado" parecidas. Es el caso de las nuevas versiones actualizadas, como por ejemplo, una de las últimas que Larousse ha editado ha sido la Larousse 2.000, del año 1.998. Las diferencias no abundan a la hora de analizar las definiciones, está claro que el estilo es harto similar. No obstante, la principal característica de esta obra es que , junto a los dieciseis tomos , se incluyen ocho CDRom, con toda la información que tiene la enciclopedia. Así, un CDRom trata sobre las artes y las ciencias, otro sobre la vida, la sociedad, los deportes, etc. Y es curioso, porque estos discos contienen imágenes animadas, y esto puede "animar" al consumidor a su compra. Aunque contengan la misma información que los libros.
Otra de las diferencias que presenta esta con su modelo, es que ofrece una amplia lista de prefijos y sufijos, junto con las formas de las conjugaciones de los verbos.
Hasta ahora hemos presentado la Larousse por ser una de las obras más consultadas, dada su facilidad de manejo. En contraposición, existe otra enciclopedia, titánica, que dada su complejidad más bien se tiene como adorno… Se trata de la Enciclopedia universal ilustrada Europeo – Americana, publicada por la editorial Espasa -Calpe, en Madrid, en el año 1.988. Esta obra contiene setenta volúmenes estructurados desde la A a la Z, más unos cuarenta suplementos, y un par de tomos a modo de apéndices. Con lo cual, esta enciclopedia consta de más de un centenar de volúmenes. De tal suerte, con sólo la palabra lengua, hallamos trece páginas de definición, pues se analiza la lengua en el sentido de anatomía, en el sentido culinario ( incluso introduce algunas recetas de cocina ), las lenguas clásicas, la primitiva, nos ofrece una estadística de las lenguas más habladas en la Tierra, sobre las flores que llevan ese nombre, las lenguas germánicas, dialectos, la lengua litúrgica, etc. No deja de ser una obra impresionante, aunque hay que admitir que es extraordinariamente completa.
Dentro de las obras enciclopédicas sistemáticas o temáticas, una de las que más nos han llamado la atención ha sido la Enciclopedia tematica Argos, publicada por la editorial argos, de Barcelona, en 1.970. Consta de veintiún volúmenes. En genera, presenta un prólogo, un artículo sobre cómo utilizar la obra, un sumaro, las observaciones preliminares y un vocabulario de rigor, todas las generalidades de lo que seguidamente se va a tratar con más especificidad y la obra en sí. Finalmente, incluye un anexo con un amplio esquema sobre todo lo que se ha tratado en el tomo, un índice y la bibliografía, por si el lector está interesado en ampliar la información que se le ofrece.
Los temas que trata son la vida animal, las leyes de la Naturaleza, La geografía universal, Filosofía y Religión, la Literatura universal, la Historia universal, Medicina, Las Bellas Artes, la s Ciencias sociales, sobre la vida de las plantas, sobre juegos y deportes, etc.
EL ENCICLOPEDISMO EN LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA.-
En la edición vigésimo primera del Diccionario de la Real Academia (DRAE ), de 1.992, se incorpora cierto enciclopedismo, aunque bien es cierto que es muy abreviado. De hecho, y según la Academia en el "Preámbulo " del diccionario:
"El diccionario que presentamos no pretende ser una enciclopedia abreviada, pero sí registrar y definir adecuadamente los términos cuyo empleo rebasa los límites de la especialidad y se atestigua diariamente en la prensa o en la conversación culta".
Estas palabras remiten a un hecho cierto: la aceleración tecnológica en la actualidad, junto con la vigencia y omnipresencia sociales de los medios de comunicación, hacen que en el hablar diario comparezcan ciertamente vocablos especializados cuya acepción hay que dar al usuario de los diccionarios.
La Academia admite el incipiente carácter enciclopédico que ha de tener el diccionario, y a ello se ve llevada por las propias condiciones históricas, es decir, actualmente un vocabulario técnico amplio y especializado. El diccionario ha de poseer así mayor amplitud de criterio en sus admisiones. No obstante el buen sentido lingüístico y cultural es el que debe optar en cada definición por delimitar lo que resulta imprescindible lingüísta y léxicamente y lo que es ya añadido enciclopédico.
En resumen: desde 1.992 resulta más explícita una discreta voluntad enciclopédica en el diccionario de la RAE, para poder responder de esta manera a la vigencia social a la que asistimos hoy de tanto vocabulario técnico.-
conchi sarmiento vázquez