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Arquitectura doméstica y decoración de interiores en Argentina: 1860-1936 (página 3)


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10

Las mujeres se daban cita para la hora del té en el Plaza Hotel para celebrar el regreso de Europa de alguna amiga o en las frecuentes fiestas de beneficiencia. Por su parte los hombres se encontraban en algún club masculino (en Buenos Aires los más importantes eran el Círculo de Armas, El Progreso y el Jockey Club). Todo esto lugares componían el ámbito de la elite que copiaba de Europa todo aquello que simbolizara bienestar y refinamiento. Este asemejarse, emular a Europa, constituía un modo de expresar la riqueza y el poder y sobre todo una manera de identificarse con "un mundo civilizado". También debemos señalar que el ámbito de la elite excedía los límites de la ciudad, ya que incluía también las "quintas" y las "estancias".

A principios del siglo XX la preferencia era construir las casas en áreas próximas a Retiro y Recoleta. El estilo predilecto, el clasicismo francés de los siglos XVII y XVIII, daba homogeneidad al barrio que va desde la Plaza Carlos Pellegrini hasta el palacio de Ernesto Bosch (hoy residencia del embajador de Estados Unidos). Estas casas ocupaban terrenos con jardines a la calle o hacia atrás, y estaban puestas por célebres decoradores franceses, especialmente Jansen; albergaban objetos de buena calidad. Había refinamiento en los detalles, no sólo en el decorado de los salones de recepción sino también en los apartamentos internos de los palacetes, con abundancia de baños y espaciosas cocinas.

Las familias elegantes no sólo edificaron palacios y petit-hoteles en la ciudad de Buenos Aires, que les servían de residencia de invierno, sino que también levantaron lujosas casonas, villas o palacios, desde Olivos hasta el Tigre, en la cima de las barrancas, en medio de jardines, con vista a la costa del Río de la Plata. Esas quintas se utilizaban como lugares de recreo entre las visitas a la estancia y a Mar del Plata o para cambiar de aire en medio de la semana.

El Tigre también formaba parte de esa cadena de viviendas de la sociedad argentina. Se puso de moda y, de tal manera, fueron construidos el Tigre Hotel, donde se organizaban bailes benéficos para mantener el hospital local, y el Tigre Club, en el que funcionaba un casino con salas de juego. La gente joven fundó el Tigre Yacht Club y el Buenos Aires Rowing Club, así como hicieron lo propio las colectividades extranjeras, que no eran sólo entidades deportivas sino también sociales.

Con Buenos Aires convertida en capital (1880), se inicia el período en el cual la arquitectura y las Bellas Artes, el diseño urbano y el paisajismo, el mobiliario y la decoración interior, se transforman en patrimonio casi exclusivo de la influencia de Francia, que en éste, como en otros campos de la cultura, provoca la admiración de la dirigencia argentina. En coincidencia con el capitalismo liberal a escala internacional, y bajo la inspiración del positivismo, el cientificismo y la cosmopolitización de su sociedad, la Argentina crece a un ritmo acelerado y preciso de modelos consagrados para dar forma e imagen a ese desarrollo. Es así como asimila de manera inédita la irradiación de la cultura arquitectónica francesa que alcanza hacia 1900 el cenit de su prestigio y difusión mundial.

En el ámbito del urbanismo, con la apertura de la Avenida de Mayo, tan amplia como los mejores bulevares parisinos. El afán por mejorar el funcionamiento y la imagen de la capital, que crece inusitadamente, lleva a que las autoridades municipales contraten, hacia la época del Centenario al entonces director general de servicios de arquitectura de la ciudad de París; quien, en su corta estadía, prepara un plan de sistematización urbana sobre la base de una extensa red de bulevares y avenidas (concretado parcialmente con la apertura de las diagonales Norte y Sur).

Los casos de las viviendas construidas entre 1870 y 1911 en la ciudad de Buenos Aires es extensa. Como el "Palacio Alvear", en Cerrito y Juncal, obra del arquitecto Juan Buschiazzo (demolido). Otras dos casas del mismo arquitecto: las de Carlos Casares Ocampo, en Arroyo y Cerrito y de María Unzué de Alvear, Avenida Alvear 29/85 (ambas demolidas). Otros palacios excepcionales como el de los Pereyra Iraola del arquitecto Ernesto Bunge (demolido). También la casa de la familia Barrenechea, en Avenida Callao y Vicente López y de la familia Legarreta, ambas del arquitecto Juan Buschiazzo (demolidas). El Hôtel Particulier de Antonio Lelor, hoy Circolo Italiano en Libertad 1270, proyectado por Alejandro Christophersen (1866-1946). Mas ejemplos lo conforman la expropiedad de la familia Paz, hoy Círculo Militar, en Plaza San Martín; proyectado por el arquitecto Louis Sortais (1820-1876). El palacio Ortiz Basualdo (hoy embajada de Francia), en Arroyo y Cerrito, obra del arquitecto Pablo Pater. El palacio de la señora Inés Ortiz Basualdo de Peña sobre Plaza San martín de Buenos Aires, obra del arquitecto Jules Dormal (demolido). El Hôtel Privé de la condesa de Sena, en Montevideo 1572. Buenos Aires, obra de los arquitectos Lanas y Hary (hoy demolido).

Las residencias de campo y casas-quintas como ser la casa de campo en la provincia de Buenos Aires de la familia Tornquist en Sierra de la Ventana, obra de C. Nordmann; y el casco de la estancia Huetel, de Carlos María Casares, obra del arquitecto Jacques Dunant. Las dos casas-quintas tradicionales como la residencia "El Talar" de la familia Pacheco Anchorena en General Pacheco en Tigre; y el Palacio Miraflores de la familia Ortiz Basualdo en el barrio de Flores. La villa Ortiz Basualdo en Mar del Plata, obra de los arquitectos Luis Dubois y Pablo Pater. Todos forman parte de esta larga lista de edificaciones dentro del estilo ecléctico.

Entre los palacios ubicados en la ciudad de Buenos Aires en 1930, es preciso mencionar el que perteneció a la familia Ortiz Basualdo, en Cerrito y Arroyo. En la manzana de Arenales, Esmeralda, Juncal y Basabilbaso, se destaca la propiedad de Mercedes Castellanos de Anchorena (hoy palacio San Martín, sede del Ministerio de Relaciones exteriores y Culto) casa correspondiente a la que fuera una de las familias más viejas y poderosas de la Argentina. Entre Esmeralda y Arenales, se encuentra la propiedad de Inés Ortiz Basualdo de Peña. Sobre Charcas, casi Florida, se localiza la propiedad de Ignacio Sánchez. El barrio de las residencias, ubicado hacia el norte de la ciudad, alrededor de la Plaza San Martín (hacia el norte a la Recoleta y la Avenida Alvear); aquí se alzaban las suntuosas moradas de los Alvear, Barcy Anchorena, Cobo, Cáseres, Unzué, Quintana y Pereyra. Por citar algunos ejemplos.

Algunos de estos ejemplos serán analizados a continuación.

Marco teórico (Parte 2)

Se analiza la evolución del paradigma de "civilización / barbarie" de la Generación de 1837 y su transformación en el paradigma de "salubre / insalubre" de la Generación de 1880.

La dicotomía "Civilización – Barbarie" es propia de la existencia humana y de su evolución histórica [72]La formulación de la antinomia tiene sus antecedentes en la propia historia de Occidente [73]En plena época helenística surge la construcción de dos figuras: el civilizado y el bárbaro [74]No obstante, el sentido de "bárbaro" no tenía unas connotaciones despectivas, sólo de distinción. La cristiandad medieval reelaboró la visión del bárbaro legada por la antigüedad clásica, envolviéndola con los enunciados propios de la cultura medieval. Para el siglo XVI Europa o más específicamente españoles y portugueses emplearon la compleja figura del bárbaro como clave de interpretación sobre los indios de América, con lo que se inicia el proceso de barbarización del negro y posteriormente del indio. El indio en algunos momentos fue visto como el "buen salvaje" viviendo en la simplicidad de la naturaleza, pero en otros fue considerado un ser presa de sus instintos, degradado y corrompido. El hombre americano fue, pues, construido como antítesis del hombre civilizado por excelencia, que era el europeo. Semejante polémica atraviesa la época colonial hasta desembocar en el período independiente.

Adicionalmente, la cultura occidental ha necesitado de la exclusión del "Otro" (americano salvaje) como operación privilegiada para instituir el "Yo" (europeo civilizado). La autora revisionista, Maristella Svampa señala en El dilema argentino: Civilización o Barbarie (1994), a partir de una cita de Todorov que: "Bárbaro es así un vocablo a través del cual no se define sino que se califica al Otro, estigmatizado (…)" [75]Para Europa, la barbarie se hallaba "fuera", aun cuando esta no hubiera alcanzado todavía un estado de perfectibilidad. El bárbaro debía ser neutralizado en su nocividad, si no podía ser educado o convertido a la civilización (incluso exterminado si era necesario). Por supuesto, el Facundo de Sarmiento es un libro de combate que tiene una clara vocación política progresista liberal (que quiere erradicar a los gauchos e indios), que va más allá de las dimensiones literarias del mito romántico (que encuentra atractivo al gaucho).

José Ingenieros en El hombre mediocre [76]escribió sobre el Sarmiento progresista, liberal y reformista. El pasado colonial, oscurantista y feudal es el enemigo a vencer, su tarea es ciclópea. La educación y la ciencia serían las herramientas del cambio. La "mediocridad" general, vista ésta como producto del medio geográfico y social eran los frenos a la evolución.

La tradición liberal conservadora, en la época de la fundación de la Argentina moderna, ocupó un lugar central en el marco de un proyecto de gobierno que tuvo una dimensión excluyente, porque implicaba la marginación y el llamado al exterminio de indígenas; pero al mismo tiempo tuvo una dimensión o vertiente integracionista (en su vinculación con ciertos ideales europeos de Progreso y civilización, por vía de la inmigración). De modo que "civilización / barbarie" se instaló como imagen fundacional en el dispositivo simbólico de la ideología liberal.

Es evidente que la fijación terminológica europea resultó el punto conclusivo de un largo proceso histórico de la construcción imaginaria de dos figuras: el civilizado y el bárbaro. Así, el tema de "civilización y barbarie" atraviesa toda la historia cultural de América Latina y hunde sus raíces en la misma acción del descubrimiento de América y el inicio de la Edad Moderna [77]la acción civilizadora de los españoles con respecto a las poblaciones indígenas, que representaban la encarnación de la barbarie. Efectivamente, estos conceptos que en su conjunción encierran una problemática de múltiples niveles, cruza la historia y la cultura americanas desde el momento de la conquista.

Maristela Svampa nos recuerda que fue Fenimore Cooper (1789-1851) con sus dos novelas: El último de los mohicanos (1826) y La pradera (1827) quien influyó sobre D. F. Sarmiento (1811-1888). El conflicto que Cooper muestra entre Naturaleza (barbarie) y Sociedad (civilización), se establece a través del rescate del "buen salvaje" (aunque, por oposición, para Sarmiento no será "bueno" sino "malo"). En 1833, se traduce del inglés al español, al norteamericano F. Cooper, y Sarmiento en 1845 retomaría la imagen diádica con un alcance mucho más vasto. Cooper al oponer Civilización y Barbarie, es decir la vida de las ciudades (el espíritu de América sajona conquistadora del oeste); expresa la extinción de un género de vida salvaje frente a una civilización que extendía sus fronteras (hecho consumado). Importaba más el triunfo aplastante de la civilización que el lamento lanzado frente a la desaparición progresiva de las formas de vida agreste, de la inseguridad ante el orden. No es extraño que en la imagen del bárbaro se expresara el temor de la burguesía frente a la amenaza de disolución de un Nuevo Orden Mundial (frente al Antiguo Régimen), que ella había puesto en funcionamiento.

Así, hacia 1880, el esquema binario de "Civilización y Barbarie" (lenguaje de las polarizaciones) sería el símbolo de un discurso del Orden Liberal (de la organización nacional) y expresaba también la puesta en plaza de un principio de legitimación política, en nombre de ciertos valores como la Civilización y el Progreso europeo, asociados a la instalación del capitalismo. En tanto símbolo del proyecto de modernización (puertos, ferrocarriles, etc.), la fórmula vehiculizaba un principio social a través de la práctica de un ideal educador (civilizador). Pero también era el principio en nombre del cual se había eliminado o marginalizado a una parte de la población nativa. La larga historia socio-política del país que va desde 1880-1930 nos revela no sólo las crecientes insuficiencias del modelo civilizatorio, sino su reducción a una expresión mínima: en su dimensión excluyente, termina por mostrarse como un mecanismo de exclusión política con los inmigrantes. La época marca así la puesta en práctica del liberalismo-político (aunque sea una forma particular de entender la democracia) y del liberalismo-económico (capitalismo), de un proyecto hegemónico que encubría esencialmente una ideología de dominación de una clase oligárquico-aristocrática empeñada en la defensa de sus antiguos privilegios.

Cuando Sarmiento retoma el dilema en 1845, a diferencia de Cooper que veía el triunfo de la "civilización" sobre la conquista del "bárbaro" Oeste de Norte América; el autor argentino ve el triunfo del "bárbaro" Rosas sobre la "civilización" (Rosas dominó la política argentina de 1829 a 1852, representando el orden oligárquico-conservador de los estancieros, como principal representante de los intereses de los grandes latifundios dedicados a la explotación ganadera). La aristocracia conservadora (orden latifundista) se propagó al período 1880-1916, como lo explica Natalio Botana en El orden Conservador [78]

En efecto, los conceptos fueron fijados en la tradición latinoamericana de forma antinómica por el prócer argentino Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) en su polémico libro Civilización y Barbarie: vida de Juan Facundo Quiroga (1845). En él queda claramente establecido el conflicto entre la cultura europea y estadounidense consideradas culmen de la civilización opuesta a la cultura indígena americana (entendida como sinónimo de barbarie). La preferencia de Sarmiento fue a favor de la civilización occidental que estimó como modelo a imitar. En suma, Sarmiento apostó por lo moderno en contra de la tradición; por el hombre cultivado y letrado contra el bárbaro ignorante, por la idea occidental de civilización (ideología urbana) contra el localismo del espacio rural (ideología rural). Para una mayor profundización sobre esta temática se puede leer a José Luis Romero, quien desarrolla el tema de la ruralización de las ciudades en la época de Rosas, en Las ideologías de la cultura nacional y otros ensayos [79]También podemos leer a José Luis Romero en Buenos Aires: Historia de Cuatro Siglos. Vol II [80]

Dice el escritor peruano Luis Alberto Sanchez en su libro Nueva historia de la literatura americana, que la fórmula "Civilización / Barbarie" de D. F. Sarmiento obtiene un éxito sin precedentes en América Latina: "Con Facundo (…) se inicia otro capítulo de la cultura americana" [81]Además, lo que tenía de particular la dicotomía sarmientina, y que por ello aventajaba a la dicotomía de Cooper (que solo es una autopsia sobre la muerte de la barbarie), es que Sarmiento no realiza una autopsia sino un diagnóstico superador enlazando a América a una empresa común Latinoamericana de unión de todos los pueblos contra la barbarie y a favor de la civilización. Estados Unidos ya había triunfado en esta guerra; tocábale ahora a la América española.

Svampa señala, sin negar las diferencias entre el norte y el sur que separaban a ambas partes del continente: "(…), la imagen presentaba una gran eficacia simbólica, puesto que proporcionaba una historia común a ambas Américas; la lucha entre dos principios incompatibles restituía imaginariamente la unidad del continente" [82]

Para Svampa, el conflicto en el "Pensamiento Latinoamericano" de la época estaba en que el futuro era Europa y el modelo Estados Unidos; pues ellos eran la encarnación del Progreso, que se expresaba tanto en el desarrollo de la industria y el comercio, como en la consolidación de las instituciones republicanas. Por el contrario, el pasado, era América española e indígena, manifiesta en sus instituciones tiránicas, sus costumbres "bárbaras" y su desprecio por el Progreso. El pensamiento latinoamericano del siglo XIX vivió inmerso en esta tensión y el Facundo fue una enunciación de dicha situación social en las sociedades latinoamericanas (lo que nos unió a nivel Latinoamericano).

Dicho en otras palabras, la eficacia de la dicotomía "Civilización / Barbarie" se insertó como una imagen unificadora en el dispositivo simbólico de la construcción liberal, dentro de un proyecto general de modernización. Dicha imagen expresaba cabalmente las dos dimensiones del proyecto civilizatorio: la exclusionista (del indígena primero y del inmigrante luego) y la integradora (aunque sea a Europa). Si a la faceta exclusionista la llamamos "divisora" de la sociedad y a la integradora la llamamos "unificadora"; podemos resumir que fue la: división de la unión latinoamericana en lo que Nicolás Shumway en su texto La invención de la Argentina definió como: "(…) un combate monumental que enfrentó a las fuerzas de la civilización contra los poderes de la barbarie"[83] Hasta Alberdi, el más conciliador de la denominada Generación de 1837, cae con frecuencia en una retórica que "divide" en lugar de "unir"; por lo que, en un sentido real, la división sigue siendo el legado más influyente de esta generación de intelectuales.

Esta "unión bárbara" fue de alcances latinoamericanos dado que no solo encuentra a Rosas (en la versión nacional), sino a Artigas en Uruguay, entre otros: "De acuerdo con Sarmiento, todos los caudillos latinoamericanos a los que considera "bárbaros" (Rosas, el doctor Francia de Paraguay y Artigas, por ejemplo) provienen de la mezcla fatal de sangres latina e india (OC, XXXVII, 284-313)"[84] Por lo que Sarmiento, según Shumway, sugiere que el fracaso de la democracia en Hispanoamérica puede explicarse sólo tomando en cuenta la inadecuación de los pueblos latinos, especialmente cuando se los combina con los indios, para gobernarse a sí mismos.

La dicotomía "civilización / barbarie" de Sarmiento, se transformaría con los higienistas-positivistas (como José Ingenieros, Francisco Veyga, Emilio Coni, J. M. Ramos Mejía) en la dicotomía "salubre / insalubre", sostiene Salessi [85]en su texto de 1995 llamado Médicos, maleantes y maricas, como una evolución de la ideología unificadora de mayo: "(…) los higienistas de 1894 (…), sirvió para justificar el avance de la higiene presentándola como los beneficios de una disciplina al servicio de fines humanistas superiores que continuaban la tradición de la ideología de mayo, la ideología unificadora" [86]Por tal razón, mas adelante analizaremos en mayor profundidad a este autor.

Maristela Svampa sostiene que: "La imagen de una América conflictiva, en la cual civilización y barbarie disputan el dominio de la historia, recorre el pensamiento y la literatura latinoamericanos" [87]Así, en La nueva novela hispanoamericana, el escritor mexicano Carlos Fuentes sostiene que "Civilización y Barbarie" representa el conflicto, el drama "de los primeros cien años de la novela y la sociedad latinoamericana" [88]Los ejes principales del pensamiento hispanoamericano del siglo XIX corresponden con la constitución de sus Estados nacionales y: "El proceso de emancipación política había traído consigo las primeras escisiones (entre conservadores, republicanos, monarquistas, tradicionalistas), expresadas en las primeras dicotomías: Republicanismo / Catolicismo; Democracia / Absolutismo; Civilización / Barbarie. Para las minorías ilustradas de los distintos países, los tres dilemas presentados recubrían bajo etiquetas diferentes un mismo proceso: el combate del progreso en contra de la reacción" [89]

Pero Shumway también coincide en decir: "Los hombres del 37 describieron a su país en términos de oposiciones binarias. España contra Europa, campo contra ciudad, absolutismo español contra razón europea, razas oscuras contra rasas blancas, catolicismo de la Contrarreforma contra cristianismo ilustrado, hombre del interior contra hombre del litoral, educación escolástica contra educación técnica, y, como eslogan abarcador, Civilización contra Barbarie" [90]

Los pensadores más salientes del siglo XIX acometieron la tarea de la emancipación social americana, repudiando la herencia que nos legó España, en los casos de: Saco en Cuba, Mora en México, Lastarria y Bilbao en Chile, Sarmiento, Echeverría y Alberdi en Argentina; los venezolanos Simón Rodríguez y Andrés Bello fueron los encargados de la conversión de la mentalidad colonial en mentalidad progresista. Todos ellos coincidían en el diagnóstico y eran conscientes de que una nueva etapa se abría ante sus ojos y que lo importante no sería ya tanto el triunfo de las armas sino el progreso de las ideas, el cambio en las costumbres y en las instituciones.

Aunque entre Alberdi y Sarmiento existía un debate, según Jorge Mayer en El pensamiento vivo de Alberdi (1984); Alberdi no aceptaba la rígida demarcación, ni la simplificación que ofrecía la dicotomía "Civilización o Barbarie", porque: "(…) Rosas no ha dominado con gauchos sino con la ciudad. (…), los hombres de Rosas fueron educados en las ciudades" [91]

Alberdi se mostró poco paciente con las polaridades sarmientinas, y en una clara refutación de la famosa dualidad de Sarmiento en Bases [92]afirma que la única división real en la sociedad argentina corre entre "el hombre del litoral" (vale decir de la costa) y el "hombre de la tierra" (o sea, el del interior del país); argumento que destaca su interés principal en las relaciones entre Buenos Aires y las provincias.

Para John William Cooke, escritor de una serie de trabajos como: La lucha por la liberación nacional [93]Peronismo y revolución [94]Quebrar los dogmas históricos [95]Apuntes para la militancia [96]y Geopolítica Argentina [97]entre otros textos; cuando vierte sus reflexiones entre la historia y la política y brinda su visión del pasado argentino: los pensadores D. F. Sarmiento (1811-1888), Juan B. Alberdi o Esteban Echeverría (1805-1851) son los primeros en construir el "mito de una Argentina dual". La primera es una Argentina visible, urbana, moderna, cosmopolita, librecambista, representada por el puerto de Buenos Aires (usufructuarios de las rentas aduaneras). La otra, oculta, rural, tradicional, ligada al mercado interno y que se expresa en las provincias del interior del país (que impedida de acceder libremente al puerto levantará como bandera la libre navegación de los ríos).

A riesgo de ser reduccionistas, se puede señalar que Buenos Aires con Mitre, Anchorena, Obligado y Alsina fueron la expresión política de los primeros; en tanto, la Confederación con Urquiza (1801-1870), Derqui y Alberdi lo son de los segundos. Sarmiento a pesar de su encono nunca disimulado hacia la oligarquía [98]terrateniente conservadora porteña ("esa aristocracia con olor a bosta de vaca") decide unirse a ella para poder así contar con la apoyatura social que necesitan sus proyectos [99]Aunque la oligarquía terrateniente y los caudillos representaban y defendían los intereses de los ganaderos latifundistas (apoyados por grupos de gauchos, indios y mulatos que tanto odiaba Sarmiento).

Quizás el estanciero conservador Tomás Manuel Anchorena (1783-1847), primo de Juan Manuel de Rosas, fue el oligarca por excelencia, fiel representante de la burguesía terrateniente.

Esta representación de una "Argentina dual" expresa las contradicciones entre dos formaciones: la entidad nación-pueblo y la entidad oligárquico-imperialista. La oligarquía aparece, tal como en otros autores revisionistas, como cómplice del imperialismo (los intereses imperialistas hallaban un aliado natural en esa oligarquía local). Así la oligarquía aparece como opuesta al pueblo y representa lo anti-nacional (aliada de los intereses imperialistas, alianza que se constituye en oposición a las masas). Para 1880, cuando las inmigraciones masivas arriben a la Argentina la "Argentina dual" quedaba conformada por:

A – Pueblo: proletariado-inmigrante.

B – Oligarquía: burguesía-nacional.

Para Leopoldo Zea en El pensamiento latinoamericano [100]Europa era, sin lugar a dudas, para la élite letrada hispanoamericana, la encarnación de la civilización; en especial Inglaterra y Francia. Pero el modelo por antonomasia de los reformadores latinoamericanos fueron los Estados Unidos, en tanto país "nuevo" que había superado el estado de barbarie y conquistado el estado de civilización [101]Para una mayor profundización sobre estos aspectos se puede leer a Leopoldo Zea en Filosofía de la historia americana [102]

La antinomia sarmientiana, por un lado expresaba las aspiraciones de la clase burguesa argentina, y más ampliamente latinoamericana, en ascenso durante el siglo XIX. Y, por otro, la prevalencia de las ideas ilustradas y positivistas, que buscaban la consolidación de un status favorable a los intereses de la burguesía. La civilización, en estas latitudes del siglo XIX era privilegio de las clases "progresistas", "ilustradas"; que resumían su programa en la necesidad de la educación, la libertad de comercio, la libre navegación de los ríos, la propulsión de la industria, las instituciones republicanas. Solo para algunos como Sarmiento y Alberdi, también lo serían la inmigración europea.

Así que por mucho que se acerque Sarmiento al irracionalismo romántico, en última instancia la visión que junto a toda la Generación de 1837 quiere imponer a la Argentina es racional y positivista. La herencia de la generación de 1837 fue que diagnosticaron con inagotable energía la "barbarie" del país de aquel momento, pensaron soluciones e hicieron todo lo posible para meter a la Argentina en los moldes "civilizados". La Generación de 1837 explicó el fracaso nacional en términos de la tradición española, la raza y la mezcla racial (sugiriendo que la enfermedad o males del país eran el resultado del pasado, la tierra y la etnia).

Sarmiento concibió inicialmente su libro Facundo como un esquema para comprender la inestable estructura cultural de la Argentina sometida a la dictadura gaucha de Juan Manuel de Rosas, pero el libro desbordó esta intención acabando por convertirse en un análisis global de la propia naturaleza de América Latina y esta es la principal razón de análisis de lo que anteriormente llamamos división de la unión Latinoamericana. Lo que nos "une" incluso a otros pueblos de Latinoamérica (que atravesaron problemáticas similares a la Argentina) es el carácter de lo "distinto" (de sus razas mestizas o indo-afro-ibero-americano y sus culturas); porque fue un concepto comúnmente usado en otras naciones, el de "civilizados" versus "bárbaros". Este concepto binómico que paradójicamente más que unir nos dividió [separó], como analizaremos mas adelante. Pues, o se era civilizado o bárbaro (una cosa u otra, pero no ambas). La Generación de 1837 levantó un marco ideológico a priori para un sistema político que excluiría, perseguría, desposeería y a menudo mataría a los que eran racialmente distintos o inferiores (en términos del darwinismo social, una pseudociencia).

En 1887, por ejemplo, Eugenio Cambaceres (1843-1888) publicó en su novela En la sangre [103]las ideas del darwinismo social e inadecuación racial como explicación de los problemas argentinos. Pero el adepto más importante de la metáfora de la enfermedad incurable sigue siendo Ezequiel Martínez Estrada, que en 1933 publicó Radiografía de la pampa [104]libro en el que desarrolla de nuevos ideas sarmientinas de fallas congénitas en la tierra, la herencia cultural y la raza que predestinan a la argentina al fracaso.

La clave radica en lo que Maristella Svampa señala: "…Sarmiento busca dar con la clave social de los problemas y convulsiones políticas que aquejan a los países latinoamericanos."[105] Efectivamente, el dilema argentino conforma una matriz teórica y explicativa –Marco Teórico– de la problemática Latinoamericana. Adicionalmente, Svampa reafirma el concepto de la Argentina "dividida".

Por lo que si América Latina se encontraba en la encrucijada de la barbarie indígena versus la civilización occidental (naturaleza contra cultura) o como Svampa lo llama: "…, la disociación del "orden de la cultura en relación al orden natural""[106]. La civilización era la alternativa asociada a Europa y Estados Unidos, lo que conducía al desarrollo y al Progreso (los siglos XVII y XVIII asistirán al debate en torno a la noción de Progreso y en el siglo XIX la creencia integraría ya sin discusiones el universo mental de los hombres). Generalizada y monopolizada por las Luces y la Razón (Ilustración), la noción fundaría también una filosofía de la historia que condensaría la creencia en la perfectibilidad humana.

Según Nicolás Shumway: "Para los unitarios, el federalismo [barbarie] (…) obstruía la Ilustración" [107]

Recordemos que el filósofo alemán Friedrich Engels (1820-1895) en su libro El origen de la familia, la propiedad privada y el estado (1884), siguiendo al antropólogo norteamericano Lewis Morgan (1818-1881) en La sociedad antigua (1877); había señalado los tres estados o niveles de la evolución humana: salvajismo, barbarie y civilización [108]

En forma de ecuación matemática podemos escribir: Civilización = Progreso + Desarrollo. La civilización, como movimiento de la humanidad hacia un ideal de estado [nivel o estadio] superior al estado bárbaro, y el desarrollo de la filosofía del Progreso dará sustento a una ideología de la colonización. A fines del siglo XIX, el etnocentrismo sentará nuevas bases a la "misión civilizadora" (o acción educativa a desarrollar) sobre los pueblos juzgados menos evolucionados. Ciertamente la burguesía generadora de los distintos Estados nacionales había accedido al poder en nombre del Progreso que excluirá a la barbarie. La antinomia "civilización-barbarie" expresaba por un lado, las aspiraciones de la clase burguesa argentina, y más ampliamente latinoamericana, en ascenso durante el siglo XIX; por el otro, la prevalencia de las ideas ilustradas y positivistas que buscaban la consolidación de un status favorable a los intereses de la burguesía.

Así, el argentino Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) escribe, desterrado en Chile, la serie de artículos publicados en 1845 en el diario El Progreso con el título de "Civilización y Barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga y aspecto físico, costumbres y hábitos de la República Argentina". Concibe este libro como un esquema para comprender la inestable estructura cultural y política de la Argentina sometida a la dictadura de Juan Manuel Rosas.

Partiendo de este objetivo inicial, establece un esquema sobre el cual se vertebra el total de la obra. Se trata de un doble sistema semántico tendiente por un lado, a la profundización y multiplicación de antagonismos: civilización versus barbarie, ciudad versus campo, unitarismo versus federalismo, frac versus poncho, europeos y estadounidenses versus indios, teatros versus pulperías…; y por el otro, a forzadas conexiones: el frac es civilización y el colorado es barbarie.

Para Maristella Svampa, esta dialéctica se puede resumir en que: "…la sociedad presenta sus divisiones bajo la forma de antagonismos inconciliables. Sin embargo, otras oposiciones han tenido una centralidad innegable en el campo político argentino en diversas épocas: Unitarios / Federales, Centro / Interior,…, Pueblo / Oligarquía, Patria / Imperialismo, entre las más importantes,…"[109]

Si bien Sarmiento adhirió a los Unitarios, sin embargo nadie radiografió tan certeramente como él, la incapacidad y la soberbia de los Unitarios para entender y resolver los males de la época.

Sin embargo, hay sin duda un elemento que se impone a todos los otros como el verdadero generador de la barbarie en toda su extensión: la Naturaleza. Sarmiento reconoce el valor de la naturaleza americana como motivo de inspiración poética para el escritor nacional. Pero, a su vez, le atribuye a ésta el origen de todos los males de la Argentina y lo ejemplifica a través de la biografía del personaje paradigmático de Facundo Quiroga, quien resulta ser el producto engendrado por la Naturaleza y representa, al mismo tiempo, a Juan Manuel de Rosas. Partiendo de un ser originariamente sobresaliente, comparándolo en ocasiones con personaje de la talla del mismísimo César o Mahoma, responsabiliza al medio, la Pampa argentina, de su conversión a un personaje caracterizado por la barbarie. Se trata del gaucho que desembocará posteriormente en la figura del cuadillo. Se trata del mismísimo Rosas.

Según Sarmiento, el hombre tiene que adaptarse a la dura vida de la pampa, por lo que sufre una transformación tanto física como emocional. Sarmiento nos muestra que para sobrevivir, el hombre gaucho tiene que aprender de los animales, lo que indica una vuelta a la barbarie. El autor subraya que las inmensas distancias entre las comunidades de la pampa y las condiciones tan rurales y aisladas de la población contribuyen al fracaso del sistema político y educativo y, en efecto, a la barbarie inevitable de la gente. Esta dispersión se debe a la falta de todos los medios de la civilización y el progreso (ejemplo: urbanización, caminos, puentes, electricidad, etc.) que no pueden desenvolverse sino a condición de que los hombres estén reunidos en sociedades numerosas.

De este modo, gracias a la concentración urbana el ser humano puede acceder a una educación común, popular, democrática y relacionarse con los otros hombres, formar sus propias ideas y tomar decisiones políticas responsables. Para fomentar este tipo de individuo pensante había que educarlo en las modernas disciplinas del saber europeo: las ciencias, las humanidades, las artes, la literatura y la historia. Y así, crear la sociedad liberal que, en 1845, con el tirano Rosas en el poder no existía en Argentina. El proceso de civilización de la futura República Argentina requería a su vez de otro importantísimo factor: facilitar la immigración europea para así poblar la vacía geografía argentina. Sin embargo, este proceso implicaba la aniquilación del indio, al que calificaba de salvaje y, por tanto, como una amenaza de volver al estado bárbaro sino se eliminaba de la faz argentina.

El gaucho, de enorme peso histórico, sería socialmente superado por el progreso. Quedaría como un representante de la nación primitiva y bárbara. El argentino del futuro sería un individuo civilizado, urbano, educado y trabajador. Este sueño, en 1845, cuando escribió el Facundo parecía muy lejano. Pocos años después, Sarmiento y sus compañeros de generación lo llevarían a la práctica, participando activamente en la vida política.

Un punto de inflexión en la historia argentina del siglo XIX es el gobierno de Juan Manuel de Rosas, en cuyo contexto se produce, en 1845 en Santiago de Chile, durante el exilio de Sarmiento, el Facundo, primero como publicación periódica y luego compilado en un libro. Sarmiento escribe condicionado por la institución social que se encarna, en este caso, en el poder de Rosas.

La figura del Restaurador [Rosas] seria referente ideológico ineludible de la literatura argentina del siglo XIX. Desde que Rosas aparece en el panorama político, hacia 1820, su figura se incrusta en todas las corrientes de opinión, afecta en diversos planos la sensibilidad colectiva y se vuelve materia polémica inagotable. Su propio tiempo y la posteridad han dado a su silueta contornos casi fabulosos.

El principal texto generado por el rosismo es, sin lugar a dudas, el Facundo. Texto sin género en el que se lo pueda clasificar, biografía de Quiroga, pero también autobiografía literaria del propio Sarmiento, ensayo, novela -incluso, fue considerado como novela histórica, estudio sociológico y antropológico, panfleto (esta denominación es del propio Sarmiento), por debajo de todas estas taxonomías se cuela irreparablemente la figura de Rosas. En una de las tantas lecturas posibles, Facundo es la condena del gobierno rosista.

El Facundo no es el primer texto que hace explícita en la Argentina la antinomia civilización-barbarie, pero es a todas luces el que la consolida de una vez y para siempre. Sin embargo, desde el mismo y célebre comienzo de su "Introducción": "¡Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte…", Sarmiento deja entrever su fascinación por la figura de Quiroga, así como en el Capítulo I, "Aspecto físico de la República Argentina y caracteres, hábitos e ideas que engendra", deja caer su no menos conocida sentencia: "El mal que aqueja a la República Argentina es la extensión", para enseguida extenderse sobre un tópico de la literatura nacional de la época: el desierto.

Sarmiento no duda en atribuir la barbarie tanto al desierto y la campaña como al poblador de ésta, el gaucho -en cuanto al habitante del primero, el indio, resulta significativa su casi completa omisión; para el autor, el aborigen casi no cuenta-, así como a la urbe que se ha quedado detenida en el tiempo, la ciudad de Córdoba, que aún representa los ideales colonialistas españoles, manifestados principalmente en su religiosidad. La civilización es la ciudad de Buenos Aires, el puerto que, cuando los ríos hasta el momento desaprovechados se avengan a la navegación comercial, cobrará todo su empuje. Buenos Aires es, a la vez, la única posibilidad de reflejarse en Europa, y tanto ésta como, en menor medida, Estados Unidos, son el modelo de civilización que debe imponerse por la razón o por la fuerza.

La ciudad, en especial la "culta Buenos Aires", fue sin discusión considerada por Sarmiento el asiento propio de la civilización, depositaria de orden y progreso; heredera del cosmopolitanismo europeo y escenario inseparable de los hombres civilizados. La ciudad era la muralla que detenía la embestida del campo. En el espacio rural se encontraban los instintos del bárbaro, el gaucho y el indio.

Pero el Facundo comienza con una situación paradójica: la culta Buenos Aires está en poder de Rosas, el dictador. La admiración de Sarmiento por el gobierno de Rosas, se basa en que ha logrado la paradoja de ser "hijo de la culta Buenos Aires, sin serlo él" y trastrocar los espacios de la civilización y la barbarie. Ésta ya no está solamente en el desierto y en el campo, sino en el corazón mismo de la civilización -el espíritu de la campaña ha ocupado la ciudad-, y esta paradoja, que amenaza con disolver la célebre dicotomía, guía a Sarmiento.

Facundo es, para Sarmiento, encarnación de la barbarie en tanto fuerza natural no reprimida. En varios pasajes del libro, lo presenta como la esencia originaria de la tierra en su carácter salvaje, y se cuida muy bien de distinguirla de la deliberación con que Rosas hace el mal.

Sarmiento, sin embargo, triunfa en otro plano de la institución imaginaria de la sociedad: con el Facundo y su impronta europeísta sienta las bases del período hegemónico del liberalismo en la Argentina, que se consolidará con la Generación de 1880 [110]

Los hombres de la Generación de 1880, abogaron por los cánones positivitas del lema de Augusto Comte de "orden y progreso"; la interpretación dominante de los términos entendía el progreso como crecimiento económico y modernización, y el orden como la fijación de las condiciones de tranquilidad en las cuales debía encontrarse el pueblo para permitir la proyección del progreso sin pausa (mantener el statu quo).

De acuerdo al modelo ilustrado, los gauchos y aborígenes eran "Bárbaros", personas incultas incapaces de apreciar las ventajas de una vida social fundadas sobre los principios liberales que garantizaban el camino hacia el progreso. Sostenían por ello la necesidad de eliminar la barbarie (mediante el orden) y afianzar la civilización trayendo población europea (para entrar en las vias del progreso). Bajo tal orientación los conceptos de "civilización" y "barbarie" nunca llegaron a ser criticados a fondo para constatar si respondían auténticamente a la problemática de la identidad que unía a la cultura latinoamericana. Fueron aceptados como inevitablemente alternativas a ser resuelta por el camino de la elección de uno de ellos.

Otra explicación podría poner de relieve el rol de la obra de predecir el camino de desarrollo que Argentina seguiría en vida de Sarmiento. Es decir, él predijo la inevitable desaparición del gaucho, el desplazamiento del liderazgo del caudillo en las provincias del interior y el eventual ascenso del liberalismo -en su variante "dependiente"- al estatus de doctrina oficial de los círculos gobernantes de su país. Desde este punto de vista, puede argumentarse que mientras que Facundo era deficiente en retratar objetivamente el pasado histórico, fue totalmente exitoso en capturar -en su lectura "profunda" de- la historia del futuro del país. De acuerdo con esta lectura ontogenética, el "realismo" de Sarmiento se vinculaba con el futuro que proféticamente él previó para su país, y no en relación con su interpretación de hechos pasados; estaba en relación con los ideales y expectativas de su lector "civilizado" o burgués, y no con los valores de sus campesinos "bárbaros" del interior.

Facundo es, pues, un caso peculiar de dos imaginarios discursivos. Uno, el que -no sin reservas- podríamos llamar "literario", en el que las categorías de civilización y barbarie llegan a confundirse en la trama de la escritura, y, por ende, en el propio sujeto de la enunciación, que oscila entre el "yo" y el "Otro". Otro, el de la institución imaginaria de la sociedad, que finalmente triunfa en base a la aplicación práctica de la misma antinomia, a través de la desaparición del gaucho y la política de exterminio del indio. Se trata, sin duda, del libro fundacional de la mitad de la historia de la nación argentina.

Para discutir en un marco mas amplio que el meramente nacional y reflexionar hacia un perspectica Latinoamericana, considera Carlos Giordano en Civilización y barbarie: una dialéctica inmóvil que el Facundo es uno de los textos más ambiguos y singulares que hayan sido jamás escritos en Latinoamérica; estableciendo una comparación de ese libro con uno aparecido en 1953: Los pasos perdidos, del cubano Alejo Carpentier.

Civilización y barbarie / Vida de Juan Facundo Quiroga y aspecto físico, costumbres y hábitos de la República Argentina, se lee en el frontispicio de la primera edición del libro de Sarmiento; Facundo / o civilización y barbarie en las pampas argentinas es el título de la cuarta edición de 1874 [111]

Los frontispicios de la traducción francesa de 1853 y de la inglesa de 1868, aún cuando modifican sensiblemente el titulo de la obra, mantienen de todos modos las palabras civilización y barbarie [112]Obra de título cambiante, incluso en vida del propio autor (Sarmiento muere en 1888), la historia literaria terminará por llamarla simplemente Facundo, privilegiando así su contenido menos importante, es decir la biografía de un oscuro caudillo provincial en las épocas de las guerras civiles.

Nos encontramos, pues, ante un primer problema cuya solución, en un sentido o en otro, condicionará necesariamente la diferencia de su posible uso crítico. Se trata del problema de su clasificación en un determinado género textual o, cuanto menos, en un preciso connubio de géneros diversos. La primera respuesta que se nos impone es que esta obra no es literaria, y aquí podemos dejar aparte la discusión acerca de si la biografía pertenece o no a la literatura, visto que en este caso la vida de Juan Facundo Quiroga no es sino una excusa para el análisis de una determinada situación social e histórica. En consecuencia, nos encontraríamos frente a un texto de historia, o más exactamente de antropología social, desde el momento que el discurso es, por una parte, causal, mientras por la otra intenta la formulación de una tipología.

Ahora bien, todo este análisis se fundamenta en una única y radical oposición dialéctica: la oposición entre los conceptos de civilización y barbarie.

En un primer momento, el uso de los conceptos de civilización y barbarie aparece como intencionalmente denotativo. Sarmiento considera bárbara a la España intolerante y reaccionaria cuya herencia, en este sentido, pesa todavía sobre los nuevos países que antes habían constituido sus colonias. En segundo lugar, la barbarie se torna más grave en América a causa de las particulares condiciones geográficas y de la escasa densidad demográfica del continente.

Por el contrario, el mundo liberal-capitalista representa, con su progreso técnico y material y con sus instituciones democráticas y parlamentarias, la civilización.

La barbarie es el caos improductivo mientras la civilización representa el orden productivo; y sólo este último es capaz de garantizar a los individuos la libertad y el bienestar que exige el pleno desarrollo de la condición humana.

La oposición campo-ciudad, que predomina en la estructuración del análisis de Sarmiento, no seria otra cosa, que la consecuencia de la oposición básica civilización-barbarie. Los conceptos de ciudad y de campo constituirían únicamente una suerte de reducción operativa; al igual que toda una serie de oposiciones secundarias que el texto propone y que no serían sino simples variantes.

En todo caso, seria más oportuno recordar que el Facundo fue concebido para atacar a Rosas, el tirano que gobernaba Argentina; luego, para ofrecer una especie de programa ideológico unificador a los antirosistas en el exilio (los cuales, como sucede con harta frecuencia en estos casos, estaban divididos en grupos inconciliables) y finalmente su objetivo era dar fuerza a la posición del mismo Sarmiento en Chile que se veía amenazada por el arribo inminente de una misión diplomática del gobierno argentino.

La relación entre el concepto de barbarie y su tipo humano, el gaucho, se torna metafórica; todo esto, en el marco de una prédica programática, cuya condición previa y necesaria es la inexorable extirpación de la barbarie, para permitir el acceso del país al deseable ámbito de la civilización occidental.

Si aceptamos esta hipótesis, deberemos aceptar igualmente su consecuencia más importante, esto es que la oposición dialéctica entre los conceptos de civilización y barbarie es, también, de carácter metafórico. Circunstancia que explicaría, por lo demás, la sorprendente vitalidad del Facundo en el proceso de la literatura hispanoamericana.

En Los pasos perdidos, Carpentier reproduce -cien años después- la exacta oposición dialéctica de Sarmiento de "civilización" y "barbarie" (donde la supuesta barbarie será lo mejor que puede sucederle al individuo) [113]Podríamos intentar una primera y modesta conclusión: las nociones de civilización y barbarie -tanto en el caso de Sarmiento como en el de Carpentier- constituyen, prevalentemente metáforas.

Nicolás Shumway reflexiona sobre la ficción latinoamericana, uniendo a Sarmiento, Carpentier y García Márquez diciendo que: "Pero más que original, Facundo es profético, pues anticipa los aspectos más distintivos de la ficción latinoamericana contemporánea: como lo hace Cien años de soledad de García Márquez, Facundo abruma al loector con una vertiginosa abundancia de detalles a través de los cuales el autor pinta en ancjhas pinceladas el retrato de todo un pueblo; como en Los pasos perdidos y El siglo de las luces de Carpentier, Facundo describe marcos temporales sincrónicosque coexisten en la vida primitiva de las pampas, el escolasticismo colonial de Córdoba y las pretensiones europeizantes de Buenos Aires, que siempre se ha considerado la París sudamericana; (…), la principal ficción orientadora: traer Europa al Cono Sur" [114]

En este sentido, el novelista Carpentier se comporta desde la literatura como los historiadores revisionistas argentinos; quienes exaltan y valoran positivamente la denominada "barbarie". Aquello que hasta entonces los grupos dirigentes calificaban como "bárbaro", es reinterpretado por el revisionismo como la auténtica "civilización". Por lo que para la autora revisionista Maristela Svampa en El dilema argentino: civilización o barbarie (1994), la dicotomía "civilización / barbarie" fue una imagen que legitimó el accionar de la oligarquía liberal para así justificar su trayectoria política. Pues, los autores revisionistas interpretan que la defensa de la civilización no es más que la defensa de lo extranjero. De modo análogo a Svampa, Jorge Sábato en La clase dominante en la Argentina Moderna. Formación y características (1991), sostiene que la verdadera élite gobernante de la Argentina del siglo XIX se encontraba en Europa; dado que ella gobernaba (en silencio y en la sombra) los destinos de la élite nacional (hipótesis interesante para un autor no revisionista como Sábato).

Sábato no pudo tampoco sustraerse al genio sanjuanino, lo rescata de lo que para él es un iluminismo cientificista y considera que junto con Alberdi encarnará el tipo de intelectual contradictorio, visionario e incomprendido.

Maristela Svampa destaca el hecho de que los historiadores revisionistas hayan conservado el esquema sarmientino de "civilización / barbarie" (fórmula del programa liberal) para sostener la lectura del pasado. Aunque le hayan dado un valor positivo a la "barbarie" (Rosas). Señala además, que cuando los revisionistas invocan el nombre de sus enemigos (la civilización liberal), en realidad no intentan romper la línea tradicional de lecturas, sino penetrar en ella (para invertir el valor negativo de la "barbarie" y llevarlo a un valor positivo).

Otro autor revisionista como Arturo Jauretche en el Manual de Zonceras Argentinas (1968) [115]combativo de la "historia oficial" (que para él era una historia falsificada), orquestada por la intelectualidad liberal para llevar a cabo su proyecto de nación; sostiene que la dicotomía sarmientina de "civilización / barbarie" es para él la zoncera madre de todas las zonceras (en términos marxistas, Jauretche encuentra en la dicotomía la confluencia de las distinmtas ideologías que conforman la superestructura colonial). Esto remite a afirmar que las hipótesis de Sábato serian válidas (colonialismo cultural de la élite europea sobre la élite nacional). En definitiva, la oposición "civilización / barbarie" es el resultado, para Jauretche, de la fantasía de un narrador extraordinario (como lo calificaba a Sarmiento); el sanjuanino era una especie de escritor de gran imaginación como el francés Julio Verne. Igualmente, Jauretche sostiene que Sarmiento comprometió su pluma con la Patria y allí radica su importancia y trascendencia dentro de la historia de la cultura argentina.

Para otro revisionista como el historiador Adolfo Saldías, las conductas bárbaras correspondían a una oligarquía que desde el comienzo tenía una inclinación extranjerizante (idea que coincide con Sábato). En tanto los ideales de la civilización, invocados por la oligarquía, se acompañaban de otros ideales como la Democracia, Libertad y Progreso; la denominada "civilización" no era más que la valoración de lo importado, lo extranjero (Revolución Francesa), en desmedro de lo autóctono. Por lo que "bárbaro" era el calificativo del que se valía la oligarquía para inhabilitar al pueblo (las masas). Por lo cual el revisionismo muestra que el pensamiento de la oligarquía puede resumirse en frases de Sarmiento tales como "hay que regar el suelo argentino con sangre de gaucho que es lo único humano que tienen" [116]o de Alberdi sosteniendo que "cien años de civilización no harán del gaucho un buen obrero inglés" [117]

Pero para Sarmiento la "barbarie" (aunque le producía fascinación sin gozo); más que una madre naturaleza perdida a la que volver (como Carpentier deseaba), la naturaleza debía ser superada si la Argentina y su gente quería llegar al estadió más avanzado de la evolución denominado "civilización".

¿Cómo llegar al nivel de la civilización, entonces, si estábamos inmersos en la tradición española y la inadecuación racial? La solución era la inmigración. Rivadavia ya había abogado por ella como solución para los problemas argentinos, y Alberdi la mencionaba en su Fragmento preliminar al estudio del derecho (1835). Pero Sarmiento fue quien lo gritó mas fuerte [118]

Finalmente debemos discutir la evolución dialéctica de los conceptos de "civilización" y "barbarie" en el texto de Esteban Echeverría: El Matadero (1871). Se plantea que el paradigma "salubre" e "insalubre" de Echeverría, se puede considerar como la evolución del paradigma de "civilización" y "barbarie" de Domingo Faustino Sarmiento en su texto: Facundo (1845). En este texto de Esteban Echeverría, se connotó la barbarie como sodomítica en los corrales de ganado vacuno, donde se confundieron promiscuamente la muerte y los cuerpos de personas y animales de género dudoso.

Sostiene Salessi: "El Matadero, el texto escrito en 1839 que hoy es leído como una -acaso la primera- obra de la literatura argentina. Pero en 1871 cuando fue publicado por primera vez por J. m. Gutiérrez, quien articuló la generación del 37 y la lucha contra Rosas con la generación de la reorganización nacional [generación de 1880] y la lucha contra la enfermedad, El Matadero sirvió de documento histórico, bisagra entre la concepción del espacio de procesamiento de la carne identificado con la barbarie y el mismo espacio identificado con la enfermedad y la homosexualidad. Con El matadero de Echeverría quedaron articulados en 1871 nociones de barbarie, sodomía e insalubridad (…) Esa confusión o mezcla que en el texto de Echeverría significaba barbarie, en 1871 significó también insalubridad. Al ser publicado en 1871 El Matadero permitió articular y separar dos grandes paradigmas de análisis de la cultura argentina de la segunda mitad del siglo diecinueve: civilización/barbarie y salubre/insalubre." [119]

Aquí radica la clave, escrita por Salessi, para comprender la evolución de la civilización en salubridad y de la barbarie en insalubridad. Esto conforma una bisagra de la historia de la cultura y la literatura argentina.

En tanto "lo salubre" es identificado con lo "civilizado", "lo insalubre" está relacionado con la "barbarie", según Jorge Salessi.

Efectivamente: "Fue entonces cuando el higienismo y su modelo de análisis de lo salubre / insalubre, (…), reemplazó el modelo de análisis anterior [de civilización / barbarie]. Civilización y barbarie fue sin duda un modelo de análisis persistente, pero aquí sugiero que los principios teóricos, metáforas y formas de representación del higienismo sirvieron mejor que el modelo sarmientino (…), fue una de las disciplinas claves del proyecto argentino de modernización del período 1870-1900.

En Facundo, al concebir el territorio y la cultura argentinas envueltos en una lucha entre civilización y barbarie, la mirada protomédica de Sarmiento vio una inmensa anatomía enferma" [120]

Donde los tres (3) males o o enfermedades del país eran: la tierra (extensa), la tradición española (arcaica) y la raza americana (indígenas mezclados con gauchos).

De aquí que Salessi sostiene que desde la visión unitaria, los federales (como Urquiza) eran perversos sodomitas y matarifes (carniceros) y los federales sostenían que los unitarios eran afeminados (maricones). Otros autores coinciden con esta visión de Salessi de los unitarios como "amanerados" (aunque mas propiamente deberían ser definidos como "afrancesados", dado que Francia era la capital cultural del mundo de la época), como sostiene Nicolás Shumway [121]En efecto, Sarmiento criticaba a los unitarios porteños por imitar ciegamente las costumbres europeas y lamentaba una y otra vez de que Buenos Aires, pese a su fachada europea cuidadosamente esculpida por los rivadavianos, haya aceptado la Ley Bárbara de Rosas. Paradojicamente, Sarmiento en la vida pública (muy distinta a su vida literaria) busco la europeización (afrancesada incluso, que tanto criticaba) [122]Pero para Alberdi en Bases (1852), que discute con Sarmiento su modelo dicotómico, también no hay para él una América digna del mundo aparte de la europeizada [123]Paradójico es que Alberdi igualmente afirmara que la población peculiar de la Argentina (los gauchos), su gobierno (los caudillos) y su herencia (la España colonial) eran los únicos puntos de partida posible para construir un país.

En efecto, aunque Sarmiento y Alberdi criticaron a los unitarios por su servil imitación de Europa, en gran medida ellos cayeron en la misma trampa en los textos: Facundo (1845) y Bases (1852) su admiración por lo europeo era demasiado grande para que hubieran podido evitarla. Echeverría se les sumaba, con una idea análoga, en Dogma (1846).

Aunque Echeverría, Alberdi y Sarmiento encontraron mucho que criticar en Europa y los Estados Unidos, cuando llegó el momento de dar sustancia a sus declaraciones de independencia de la cultura europea y norteamericana, ninguno de los hombres de la Generación del 37 reconoció gran cosa en la Argentina que pudiera definirse como positivo y único. Aunque para Shumway: "En la confesada intención de la Generación del 37 de imitar y recrear modelos extranjeros, hay una profunda ironía, pues sus escritos constituyen un notable testimonio de la creatividad argentina (y latinoamericana), y una creatividad que desafía los modelos literarios e intelectuales europeos a cada frase. No hay mejor ejemplo que el Facundo de Sarmiento." [124]Libro al que Shumway denomina como obra de asombrosa y profética creatividad, que coloca a Sarmiento en el panteón de los próceres liberales.

Incluso rechazaremos el concepto estético, proveniente de la literatura de Echeverría, donde el caudillo federal (como el General Urquiza) era un "sucio-bárbaro" carnicero y matarife. Sostiene shumway que: "Sarmiento presenta a Urquiza como "un hombre dotado de cualidades ningunas, ni buenas, ni malas, (…)" (…) Una y otra vez se refiere a los gauchos que componen el ejército de Urquiza como "gente de chiripá y mugrienta, (…)" [125]

Para lo cual, anecdótica, es la historia que se relata de 1870, cuando D. F. Sarmiento (1811-1888) visitó la residencia del General Urquiza [126](1801-1870) conocida como Palacio San José; dicha anécdota relata como Urquiza (un caudillo Federal) no tenía nada de "bárbaro" e incluso nada de "sucio" como lo narra la historia desde la visión unitaria. Pues, el mismo Urquiza le hizo colocar una canilla (con agua corriente) en el dormitorio donde se alojaría Sarmiento; para demostrarle que, a pesar de Federal, era más "limpio" y "civilizado" que los Unitarios porteños. Efectivamente, la residencia de Urquiza fue la primera residencia de la Argentina en contar con el moderno, civilizado e higiénico servicio de agua corriente por cañerías (un dato no menor para la historia de la arquitectura nacional). Sarmiento se llevó mal con el caudillo entrerriano (el que estaba identificado como los demás caudillos como Rosas). Pero Urquiza ofrecía un federalismo real para reemplazar el simulacro porteño que había sido el rosismo (que era un falso federal, un caudillo aristocratico, pese a su criollismo popular).

En el libro de Salessi Médicos, maleantes y maricas (1995), los documentos que salen a la luz en este libro son parte de sus hallazgos. Los registros sanitarios, los artículos médicos o psicológicos, las ponencias criminológicas y, sobre todo, los textos autobiográficos de los travestis de principios del siglo XX.

Para Salessi, la lucha de metáforas entre unitarios, vistos como "afeminados", y federales, estigmatizados como "sodomitas", es la matriz sobre la que se organizaron las categorías. Todos los diferentes (el "Otro") serán: los homosexuales e inmigrantes ("nuevo-bárbaro" proveniente del exterior, a diferencia del "viejo-bárbaro" indígena o gaucho). Esta historia de discriminación hacia las clases populares venía desde Sarmiento, y evolucionará con nuevos matices, desde el indígena y gaucho al inmigrante.

El "bárbaro" a lo largo de la historia fue cambiando de definiciones terminológicas (en la medida que evoluciona la historia): indígena, gaucho, inmigrante, la chusma, el descamisado, el medio pelo [127]En definitiva, el "bárbaro" que antes, sobre todo, aparecía encarnado por lo sujetos nativos (indígenas) va a abarcar cada vez más -cerca de 1880- al inmigrante que amenazaba el "orden" social existente. Ese inmigrante, que la elite oligárquica liberal, creía que era un lote sumiso en sus manos; lejos de eso se organizaba en los distintos sindicatos anarquistas y socialistas (lo cual amenazaba el "orden" liberal).

El médico José Ingenieros y el policía Ramón Falcón, escriben sobre el "anarquista prostibulario", articulando significados políticos y morales que resumían los temores de la burguesía de principios de siglo.

Simultáneamente, Maristela Svampa sostiene que bajo la Argentina del Centenario, surgió un primer nacionalismo de carácter anti-inmigrante (donde el inmigrante pasaría a ser el nuevo-bárbaro, frente al indígena quien era el viejo-bárbaro). En efecto, el argentino fue producto de la repulsa y exclusión de toda diferencia: bárbaros (indígenas americanos), homosexuales, inmigrantes, disidentes políticos (anrquistas, revolucionarios comunistas). Sobre estos últimos se produjo la Ley Saenz Peña de 1912 (exclusivo para nativos argentinos y naturalizados masculinos mayores de 18 años, evidentemente la mujer es otra excluida) en la formación "no plural" de la historia política nacional.

Entonces, para los higienistas la "nueva barbarie" era la "insalubridad" provocada por los federales-ganaderos e inmigrantes (deshechos de saladeros y pozos ciegos que contaminaban con el agua servida de letrinas y sumideros), al que Salessi define como: ""el sistema bárbaro de pozos ciegos".(…se temía que estuvieran) en contacto con las napas de agua potable, (…) y con los líquidos y productos de deshecho de los mataderos y saladeros: (…) La circulación debía ser controlada y dirigida para evitar la mezcla, para separar líquidos y flujos salubres e insalubres que al ponerse en contacto originaban las enfermedades" [128]Recordemos que en 1869 se dio una epidemia de cólera en el llamado cementerio del Sur y en 1871 se extendió la epidemia de fiebre amarilla más grande de la historia de la ciudad de Buenos Aires.

Así, este nuevo enemigo común (la barbarie de la enfermedad) había reemplazado al viejo enemigo común (la barbarie de Rosas y Urquiza); dado que antes el enemigo fácilmente identificable había sido la barbarie de los caudillos teñidos con la sangre de los degüellos. Ahora el nuevo enemigo era la fiebre amarilla y el cólera.

Marco teórico (Parte 3)

Aplicaciones del paradigma "salubre / insalubre" a la vivienda en la Generación de 1880. Esto permitirá arribar a las hipótesis sustantivas.

En resumen, los higienistas identificaron como insalubres una serie de establecimientos que eran los saladeros y mataderos (los especios de procesamiento de la carne), porque la sangre y los materiales de desecho de los saladeros y mataderos se incorporaban por el Riachuelo a las aguas que la ciudad utilizaba para beber; a los que después de la epidemia de 1871 se le sumaron los cementerios. Los espacios habitacionales de los inmigrantes (conventillos) también fueron señalados desde el principio de la epidemia de 1871 como "focos" a partir de los cuales se propagaba la enfermedad. Salessi sostiene que: "la epidemia también apareció representada propagándose a partir de las viviendas de los inmigrantes" [129]Propaganda contra los conventillos y los inmigrantes, donde las personas estaban hacinadas, contaminadas y eran peligrosas para la salud pública.

Hacia la década de 1880, los médicos higienistas retomarán la metáfora y considerarán un signo de "barbarie" la acumulación de materiales de desecho en los pozos ciegos. Si en la ciudad no se separan los líquidos salubres de los insalubres, si no se controla la circulación para que no se produzcan mezclas indeseables, no se puede prevenir las pestes (ejemplo, la fiebre amarilla que atacó a Buenos Aires en 1871, cuando todavía y según los higienistas, no tenía una política de higiene civilizada). Despues de todo esto, la clase patricia se mudó al norte de la ciudad de Buenos Aires, abandonando el sur.

En 1890 más del 60% de la deuda externa argentina había servido para financiar las obras de salubridad (la importancia de estas obras demuestra la hegemonía de la disciplina de la higiene en el proyecto de reorganización liberal). En los Anales del Departamento Nacional de Higiene (1892/98), se encuentra una imagen de una Argentina salubre que los higienistas argentinos divulgaron en Europa (en francés, idioma científico de la época) para atraer inmigrantes (que pasarían luego a reemplazar al indio y gaucho en su condición "bárbara", como portador de enfermedades, habitante de los conventillos sin cloacas y con un solo pozo ciego para decenas de familias).

El discurso de los higienistas dejó una marca fuerte en el imaginario nacional. Los "focos" de contaminación que deben ser erradicados para preservar la salud del país (los focos de fiebre amarilla o cólera se encontraban en los conventillos) . Esos focos, que hasta la caída de Rosas eran internos, se convertirán en exteriores cuando llegue la gran masa inmigratoria. El inmigrante será considerado como alguien que es portador de las enfermedades físicas.

Asi que si debemos tener en cuenta la vivienda (casa u hogar doméstico), que para los inmigrantes eran los conventillos y considerar lo que Salessi aclara cuando explica que: "El avance de los higienistas sobre los especios de la vida privada era notable en textos que repetidamente alertaban que "la salud de un individuo, no es asunto que únicamente interese al individuo, ni la salubridad de una casa, cuestión que exclusivamente afecta a las personas que la habiten, porque el individuo como la casa pueden convertirse en un foco de irradiación epidémica y constituir una amenaza y un peligro para la salud pública" (Higiene Administrativa, 22)" [130]

Podemos remontarnos a un ámbito internacional y ver que los estudios sobre lo cotidiano y privado de la vida doméstica fué estudiado por autores como Michael de Certeau en La invención de lo cotidiano. Tomos I (1980) – II (1999) [131]Otros franceses, Philippe Ariès y Georges Duby en Historia de la vida privada. Tomos I – X (1991) [132]realizaron un estudio con carácter panorámico (que abarcaba el período comprendido desde el Imperio romano hasta el Siglo XX) en Europa. Pero, desde un punto de vista nacional encontramos el trabajo de Andrés Carretero en Vida cotidiana en Buenos Aires. Tomos I – II – III (s/f) [133]quien desde 1810 hasta 1970 investiga la vida cotidiana en la ciudad de Buenos Aires, paradigma de la urbanización nacional; aunque sorprendentemente sus apreciaciones refieren más a la vida cotidiana "pública" que a la vida cotidiana "privada".

Otros ejemplos de autores que hacen referencia a la vida cotidiana, ligada a la cultura del habitar doméstico y la vida cotidiana material, desde una concepción arquitectónica, son Diego Armus y Jorge Enrique Hardoy en Conventillos, ranchos y casa propia en el mundo urbano del novecientos (1990) [134]Adicionalmente esto se amplía en Diego Armus en Un balance tentativo y dos interrogantes sobre la vivienda popular en Buenos Aires entre fines del siglo XIX y comienzos del XX (1990). También Gutiérrez L. escribe en Vivienda, política y condiciones de vida de los sectores populares, Buenos Aires 1880-1930 (1990). Por citar solo algunos ejemplos de autores que hacen referencia a esta temática arquitectónica privada de la época.

Ricardo Rodríguez Molas en Vida cotidiana de la oligarquía argentina: 1880-1890 (1988) [135]ya había comenzado a escribir lo que sería parte del Tomo II de Andrés Carretero. Esto bien podemos complementarlo con un análisis mas sociológico, que lo podemos encontrar en Sebreli, J. en Buenos Aires, vida cotidiana y alineación (1971) [136]

Pero las investigacionesn sobre la vida privada doméstica que mejor están investigadas se encuentran en el libro de Fernando Devoto y Marta Madero (Editores) en Historia de la vida privada en la Argentina. Tomo II (1999) [137]El segundo tomo de la obra de tres tomos, se inscribe en un período que se inicia en 1870 y culmina en 1930. En dicha etapa, la inmigración, la expansión urbana y el crecimiento del mercado de bienes de consumo y de bienes simbólicos son las claves de un proceso en el que se anudan nuevas formas de sociabilidad y se reorganizan los espacios. Entre otros autores, Jorge Francisco Liernur describe las transformaciones producidas en la vivienda; en tanto Eduardo Hourcade y Daniel Campi dan cuenta de la utopía basada en la construcción de una sociedad "civilizada" en la pampa gringa.

Entonces, la vida doméstica moderna se iniciaría con la arquitectura de la Generación de 1880, en palabras de Jorge Francisco Liernur en Casas. La construcción del dispositivo doméstico moderno: 1870-1930 (1993) y otros textos del mismo autor [138]

Hasta 1880 aproximadamente, la casa chorizo o casa de patios (o casa patricia), siguió siendo un modelo para la clase trabajadora (proletariado inmigrante) al mismo tiempo que los ricos y poderosos capitalistas la abandonaron por la arquitectura francesa (casa burguesa), sostiene Rafael E. J. Iglesia en La vivienda opulenta en Buenos Aires: 1880-1900. Hechos y testimonios (1985) [139]La burguesía creó sus propios ámbitos según los estilos europeos, lo que representaba una modernización, argumenta Graciela Elena Caprio en Consecuencias culturales del proceso de urbanización, Buenos Aires 1880-1910 (1985); al igual que Rafael Iglesia, con motivo de las 1º Jornadas de Historia de la Ciudad de Buenos Aires organizada por el Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires.

En este sentido, fue importante el crecimiento de los centros urbanos ligados al proceso económico y los puertos, en particular, de la ciudad de Buenos Aires, sostienen Leandro Gutiérrez y Juan Suriano en Vivienda, política y condiciones de vida de los sectores populares, Buenos Aires 1880-1930 (1985). Pero lo que sucedió con la ciudad de Buenos Aires fue que el crecimiento económico se produjo, para la burguesía agroexportadora, con enormes ganancias económicas que se gastaron -en parte- en la construcción de residencias que dieran cuenta de ese gran crecimiento económico; lo cual le aportó a la arquitectura local un colorido particular de moderna ciudad porteño-afrancesado (criollo francés).

Primero las grandes familias se trasladaron a la calle Florida y al barrio de la Merced, como señala Galarce, lo recuerda Victoria Ocampo y lo memora Lucio V. Masilla. Historiando a la familia de los Anchorena, Sebrelli relata las mudanzas y las construcciones de los Palacios de los Anchorena, ubicados en la Plaza San Martín, verdaderos "hoteles particulares" inspirados en los palacios franceses de la época de Luis XV y Luis XVI explica J. Iglesia en La vivienda opulenta en Buenos Aires: 1880-1900. Hechos y testimonios (1985).

En resumen, fueron dos (2) los tipos de viviendas del período de la Generación de 1880:

– Los palacios franceses de la burguesía, oligárquico-aristocrática, terrateniente-latifundista liberal.

– Los conventillos del proletariado inmigrante europeo.

Hipótesis sustantivas (elaboradas por abducción) y de trabajo

Podemos sostener que si una investigación parte de preguntas-problemas que organizan el trabajo, las hipótesis-respuestas son las soluciones tentativas -o conjeturas- que se deberán someter a verificación (método de la falsación popperiana).

Entonces, la gran pregunta es: ¿La arquitectura doméstica es un claro ejemplo de cómo se organizó la Modernidad, combatiéndose a la "barbarie" e imponiendo dispositivos "civilizatorios" (de higiene doméstica entre otros), como lo sostienen Fernando Devoto y Marta Madero en Historia de la vida privada en la Argentina. Tomo II (1999).

Esto se puede responder hipotéticamente, continuando la línea desprendida del Marco Teórico como se grafica a continuación:

edu.red

Cuadro ( 1 ): Evolución del paradigma de "civilización y barbarie" en "salubre e insalubre".

Como se explicó en el Marco Teórico, Esteban Echeverría (1805-1851) en su obra El Matadero (1871) se plantea el paradigma "salubre/insalubre"; que se puede considerar como la evolución del paradigma de "civilización/barbarie" de Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) en su texto Facundo (1845). En tanto "lo salubre" es identificado con lo "civilizado", "lo insalubre" está relacionado con la "barbarie", de aquí que podamos ir más lejos y sostener que si la evolución de la "barbarie" (del indio de 1837) la encontramos en el inmigrante de 1880; por tal razón, la hipótesis que defenderemos en este trabajo es que, la evolución dialéctica del paradigma de la Generación de 1837 se transformó en el paradigma arquitectónico de la Generación de 1880 como: el "palacio francés = civilización-salubre" (oligarquía nacional) y el "conventillo = barbarie-insalubre" (inmigrante europeo).

De aquí que podamos sostener: ¡Facundo, sombra inteligible de Sarmiento, voy a evocarte…! (para que inspires estas hipótesis por abducción):

  • HIPOTESIS CENTRAL 1: El Palacio francés = Civilización-salubre. Máxima realización de la arquitectura neoclásica francesa de la Academia de Bellas Artes de París (método beaux arts), brindaba a sus moradores, con sus ambientes higiénicos (salubres), amplios, luminosos y confortables para la vida humana. Ejemplo: ver imagen (3) del Palacio Anchorena y la imagen (4) del comedor del Palacio de Matías Errázuriz Ortúzar (1866-1953) – Josefina Alvear (1859-1935).

  • Hipótesis de trabajo 1 fundamentada en la HIPOTESIS CENTRAL 1 (para la arquitectura): El nuevo Orden económico-político moderno burgués adoptó para la arquitectura de la Argentina del período 1880-1914 los símbolos del Ancien Régime derrocado en la Revolución Francesa. La hipótesis es que el retour à l´ordre (greco-romano) fue la clave de su cultura arquitectónica, con la que se llevó adelante la tarea "civilizadora" (higiénica-habitacional-doméstica) de la Generación de 1880. En esta hipótesis se deberá verificar (o no) la existencia de elementos compositivos que evidencien la fuerte presencia compositiva, funcional, estructural, simbólica y estética de la arquitectónica neoclásica.

  • Hipótesis de trabajo 2 fundamentada en la HIPOTESIS CENTRAL 1 (para el diseño de muebles): La burguesía de la Argentina de 1860-1936 reedita al antiguo orden monárquico absolutista, en su decoración de interiores y criterios de diseño de muebles. Situación sorprendente, dado que el nuevo orden mundial que inaugura la burguesía con la Revolución Francesa, rompía con el orden del Antiguo Régimen de las monarquías absolutistas. Dado que como se sospecha -hipotéticamente- que la burguesía nacional impuso un patrón en la decoración de interiores, traído de la civilizada Europa, que perdura hasta hoy en día como el máximo logro estético previo al Movimiento Moderno en Arquitectura y diseño de mobiliario. En esta hipótesis se deberá comprobar (o no) la presencia de mobiliario feudal-monárquico (observando la evidencia de las fechas de manufactura artesanal y lugar de origen de los muebles actualmente existentes en las casas declaradas museos).

  • Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10
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