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Arquitectura doméstica y decoración de interiores en Argentina: 1860-1936 (página 4)


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10

  • HIPOTESIS CENTRAL 2: El Conventillo = Barbarie-insalubre. En 1867 se había dado una epidemia de cólera y fiebre amarilla que había culminado en 1871. Se identificó a los conventillos como el foco de la epidemia de cólera por la falta de cloacas y las enfermedades infectocontagiosas como la viruela, la fiebre tifoidea y gastro-intestinales; porque las personas estaban hacinadas y mal alimentas, lo que revelaba la falta de arquitectura y ambientes adecuados para vivir debido a la insalubridad. Ejemplo: ver imagen (5) de un conventillo y la imagen (6) del comedor de un conventillo (comparar esta foto 6 con la foto 4).

  • Esta HIPOTESIS CENTRAL 2 no se utilizará para generar hipótesis de trabajo. Solo se la citó porque se desprende del Marco Teórico, pero no se trabajará con ella porque no es un objetivo prioritario.

  • Imagen ( 13 ): El Palacio Anchorena de Alejandro Christophersen (1866-1946). Fue un alarde de gasto conspicuo, gusto refinado y comodidad, ejemplo de arquitectura "civilizada". El Palacio San Martín está ubicado en la calle Arenales 761, en el barrio de Retiro, frente a la Plaza San Martín hoy es la actual sede del Ministerio de Relaciones exteriores y Culto de la Nación Argentina. Gran exponente del clasicismo Belle Époque.

    Metodología / procesamiento cualitativo

    Se trabajó con un plan (o estrategia de investigación) o tipo de diseño explicativo que favorezca la «comprensión» (típica de las Ciencias Sociales) más que la «explicación» (típica de las Ciencias Naturales) tal cual lo aclara y debate Esther Díaz en Metodología de las Ciencias Sociales (1997). Por lo cual se buscó, para el desarrollo de esta Tesis de Doctorado, un modelo de investigación fundamentado en la comprensión (hermenéutica) siguiendo una metodología cualitativa.

    Sabemos que en la Belle Époque Argentina (período 1860-1936), el comitente le proponía al arquitecto y al artista-decorador, atrapar el "espíritu de la época" con total libertad y desprejuicio (dado que no había una tradición arquitectónica nacional que le pusiera límites); para usar un término de Giedion en La mecanización toma el mando (1978) [140]

    Adicionalmente, Fabio Grementieri en Grandes Residencias de Buenos Aires. La influencia francesa (2006) sostiene que algunas residencias de esta época eran un buen reflejo del "espíritu de la época", experimental y contradictorio en sus estilos. Pues poseían algo del "alma de la nueva sociedad burguesa, equilibrada y positivista" (luego de la Revolución Francesa) y también poseían algo del "alma de la antigua sociedad cortesana, noble y aristocrática" (del mundo anterior a la Revolución Francesa), que remitían a un contenido simbólico preciso e intentaban representar el carisma de la nobleza, en el Barroco del Luis XIV y el Rococó del Luis XV que expresaba los ideales y valores de la aristocracia.

    El denominado "espíritu de la época" de Siegfried Giedion también lo podemos definir como "espíritu del Iluminismo" o de la "ilustración decimonónica" (el Gran Siglo de las Luces) que había logrado mudarse a Buenos Aires de la mano de un refinado cosmopolitismo que combinaba influencias sin prejuicios. El "espíritu de la ilustración iluminista a la francesa" hizo del retour à l´ordre la clave de su cultura arquitectónica de la Argentina entre 1900 y 1939.

    Piera Sauri en revista Summa. Nº 198 (1984), sostenía que los muebles, los interiores, pueden revelar los "secretos de la época" que los ha creado; la casa y su interior es un "espejo" que refleja el carácter, los deseos, las aspiraciones de quien los vive o de quien los ha vivido, sostiene Mario Praz en su libro dedicado a la Filosofía dell´arredamento -. Textualmente: "(…), el mobiliario revela el espíritu de una época, (…)" [141]Idea trabajada por Sigfried Giedion.

    Por lo que si partimos de Giedion en La mecanización toma el mando (1978), uno de los trabajos más interesantes e importantes sobre el denominado "espíritu de la época" u: "orientación del período, (…) ideas rectoras y generales de una época" [142]en el diseño, producción y usos de artefactos, mobiliario y otros objetos. Asimismo podemos confrontarlo con otros autores y obtener resultados interesantes. Coincidente con lo que dice Rosario Bernatene [143]

    Sorprende que la afirmación de Mario Praz (1981) -citada por Scuri y Baroni (1984)-, es coincidente con la afirmación que efectuara Giedion (1978) y las relaciones establecidas posteriormente por Bernatene (1996). Por lo cual, se puede afirmar que son variadas las afirmaciones de los estudiosos que confirman esta línea de investigación y metodología de trabajo aquí seguida.

    Podemos resumir la idea con la siguiente cita que Eduardo Gentile en La Residencia Ortiz Basualdo, Sede de la Embajada de Francia sostiene cuando dice que merece transcribirse el texto que acompaña el conjunto de ejemplos que reúne una de las láminas de una publicación sobre la Argentina editada por Monte Domecq en 1940, que expresa que: "(…), la residencia particular constituye el índice exponencial de la cultura de un pueblo. (…)".

    El subrayado es mío, para referirme a la importancia del concepto de "índices" o "indicadores" (científicos); en este sentido Juan Samaja, le dedica un apartado especial al concepto de la construcción de "indicadores", cuando desarrolla su obra: Epistemología y Metodología, elementos para una teoría de la investigación científica (1993). Base de la metodología de la investigación del Doctorado en Arte Contemporáneo Latinoamericano, de la Facultad de Bellas Artes, UNLP.

    Para Michel De Certeau en La invención de lo cotidiano. Tomo II (1999) el "indicador hogareño" de la casa es: su ubicación geográfica en la ciudad (microcentro, suburbio, etc.), la arquitectura de la edificación y el estado de conservación, la disposición de los ambientes, piezas y habitaciones (en cuanto cantidad y tamaño), el equipamiento de comodidades en cuanto cantidad y calidad de los mismos (tipologías, diseños, estilos y materiales de los objetos, artefactos, productos y muebles), etc. Son todos "indicadores" económicos y de status social de sus ocupantes.

    Mas adelante, Eduardo Gentile sostiene: "La presencia de arquitectos, artefactos culturales y técnicos, modos de habitar, patterns formales provenientes del reservorio cultural y humano de Francia alcanzaron en el período 1890-1920 una intensidad que si bien en puros términos estadísticos pudiera resultar de relevancia relativa, no lo es así en términos cualitativos. (…), su resultado, empero, brindó los signos (…)".

    Por lo que en este trabajo de investigación se construyó un índice semiológico (o indicador semiológico para hablar con mayor propiedad) del tipo "signo iconográfico"; sobre el que se elaboró la matriz de datos y los elementos constitutivos de todo dato: unidades de análisis, variables, dimensiones o sub-variables, valores posibles y los procedimientos para obtener los indicadores.

    Sostiene Gentile, citando a Guadet en Eléments et Théorie de l'Architecture (1910) que: "No tengo necesidad de deciros que el salón o los salones concentran la riqueza y los elementos de la representación entre las habitaciones. Es esta la parte más decorada, la más teatral.(…)". Por lo que nuestro "indicador de signo iconográfico" deberá señalar (indicar) como se manifiesta la riqueza (burguesa) en la pluralidad ecléctica de estilos arquitectónicos y artísticos; reflejados por su arquitectura, mobiliario y equipamiento interior, sus obras de arte diversas y otros objetos y artefactos u enseres domésticos.

    Esto se encuentra en correspondencia con el denominado indicador de la matriz de datos, señalada por Juan Samaja en Epistemología y metodología. Elementos para una teoría de la investigación científica (1993).

    8.1 – DISEÑO EMPÍRICO / DISEÑO DE LA MATRIZ DE DATOS ICONOGRAFICA (Parte 1): Análisis sobre los «indicadores» del mueble utilizados:

    ADVERTENCIA IMPORTANTE: A continuación, el lector encontrará desde la página 82 y hasta la página 136 un resumen que podrá obviar si posee conocimientos de Historia del Arte y/o Historia de la Arquitectura; que se resumen en el cuadro ( 4 ) de la página 137. Este resumen en colores explica la historia del arte y arquitectura aplicada exclusivamente a la historia del diseño y manufactura de muebles (sillas, mesas, camas, etc.) y se aplicará posteriormente en el ítem 8.2 – DISEÑO EMPÍRICO / DISEÑO DE LA MATRIZ DE DATOS ICONOGRAFICA a la construcción de las Fichas de la Matriz de Datos Iconográfica, para ser sometida a un procesamiento cualitativo, como se explica más adelante.

    El diseño empírico de la Matriz de Datos, según lo describe Juan Samaja en Epistemología y Metodología. Elementos para una teoría de la investigación científica (2008), se realizó a partir de investigar la teoría de los siguientes autores:

    – Luis Feduchi: Historia del mueble (1946).

    – Sigfried Giedion: La mecanización toma el mando (1978).

    – Jesús Vicente Patiño Puente: Historia del mueble hasta el siglo XIX (2010).

    En este sentido, Jesús Vicente Patiño Puente explica:

    Podemos considerar como mueble cualquier construcción humana que sirve a las personas para realizar acciones relativas a su vida cotidiana y que tienen la peculiaridad de poderse mover (de ahí lo de "mueble"), cambiar de sitio, ya sea sin tocar su estructura o desmontado. También consideramos como mueble cualquier elemento existente en el interior de las viviendas humanas destinado a hacer la vida cotidiana más fácil y cómoda. [144]

    edu.red

    Cuadro ( 2 ): Primera parte del cuadro de Jesús Vicente Patiño Puente en Historia del mueble hasta el siglo XIX (2010).

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    Cuadro ( 3 ): Segunda parte del cuadro de Jesús Vicente Patiño Puente en Historia del mueble hasta el siglo XIX (2010).

    El mueble de estética feudal – monacal (800-1500)

    1 – EL MUEBLE MEDIEVAL:

    1.1 – La Edad Media:

    El Imperio Romano constituyó una estructura política y social que se extendió enormemente tanto en el tiempo (desde el siglo V A.C. hasta el V D.C.) como en el espacio, ya que unificó la cultura y las expresiones artísticas de Europa Occidental, Norte de África y Oriente Próximo. La lengua oficial y del pueblo fue el latín, aunque la lengua de cultura fue el griego. A partir del siglo V D.C. el Imperio se dividirá en dos mitades.

    La mitad oriental constituirá el Imperio Bizantino, que se prolongará hasta el siglo XV y que se caracterizará por la religión cristiana ortodoxa y una cultura de herencia griega y romana.

    La mitad occidental sufrirá las invasiones de los pueblos germánicos o bárbaros (suevos, alanos, anglos, vándalos, visigodos, francos, ostrogodos, burgundios, etc.), que constituirán en cada región un estado propio que evolucionará al feudalismo.

    El feudalismo es una estructura política, social y económica propia de la Edad Media (el periodo de la Historia que abarca, aproximadamente, los siglos V al XV D.C.) caracterizada por lazos personales de fidelidad y vasallaje entre un señor y un vasallo, que se somete al anterior a cambio de protección y está obligado a una serie de prestaciones personales y económicas. La sociedad se divide en tres estamentos (grupos sociales cerrados y con leyes propias), de los cuales dos -la nobleza y el clero- son privilegiados (no pagan impuestos, ejercen el poder, etc.) y el tercero, llamado tercer estado o pueblo llano (pueblo a secas: plebeyos, campesinos, siervos, mercaderes, artesanos) no tienen ningún privilegio, mantiene con su trabajo a los otros dos y están alejados de los círculos del poder. Al principio, este tercer estado está compuesto en su mayor parte por campesinos, pero con el discurrir de los siglos (la Edad Media dura 1000 años) se revitalizarán las ciudades y surgirá una nueva clase social dentro del estado llano que será la burguesía y que se dedicará a labores artesanales (agrupados en gremios) y comerciales, y que con el tiempo irán acaparando poder económico y social y, ya en el siglo XIX, tomarán el poder político con el advenimiento del sistema liberal o capitalista.

    Durante el feudalismo las rutas comerciales colapsan y los contactos culturales cesan casi por completo, de manera que los intercambios de todo tipo tienen un corto radio de acción al no haber una autoridad de ningún tipo que garantice la seguridad de dichas rutas. Las monarquías dejan de tener un poder efectivo y son los señores de cada región o comarca los que dictan y ejecutan su propia ley. La cultura, el arte y la artesanía, así como la lengua, evolucionan de manera aislada, con lo que se da lugar en cada región a los modernos lenguajes de raíz latina como el francés, el castellano, el catalán, el rumano, etc., o de raíz germánica como el inglés, el holandés, etc.

    Durante siglos el poder se atomizará y no será hasta bien entrado el siglo VIII o IX cuando empiecen a aparecer las primeras monarquías fuertes, como el imperio Carolingio fundado por Carlomagno a partir del Reino Franco, y hasta el siglo XII o XIII cuando tengan el suficiente poder para enfrentarse a los señores feudales y convertirse en monarquías autoritarias. Además, este periodo estará marcado por las constantes luchas en el Mediterráneo entre los cristianos y los musulmanes, ya que desde la aparición de Mahoma y la fundación del Islam como nueva y pujante religión, el mundo circunmediterráneo se divide en dos ámbitos: el cristiano en Europa y en Bizancio y el musulmán en Asia y en el norte de África.

    Si nos centramos en el mundo cristiano, la única institución de carácter universal será la Iglesia (de hecho, católico significa, precisamente, universal), y será ésta la que mantendrá viva, en sus monasterios, la llama de la cultura. De hecho, la religión cristiana será la que marcará toda expresión cultural. El arte se hará expresivo y perderá las proporciones clásicas, de manera que lo único importante será el mensaje de Cristo y que llegara al pueblo, esencialmente analfabeto. El milenarismo (creencia de que el Fin del Mundo sobrevendrá el año 1000) marcará las expresiones culturales ya que el arte se convertirá en vehículo de los mensajes de salvación.

    A medida que pase el tiempo, a través de las rutas de peregrinación, de las que la más importante será el Camino de Santiago, se va intercambiando información y tecnología, de manera que hacia el año 1000 y hasta el siglo XIII (aproximadamente) se desarrolla el primer estilo cultural unificado en Europa Occidental, el Románico.

    1.2 – Factores que influyen en el mueble medieval:

    Todo lo anterior influirá de una manera determinante en la fabricación de muebles en la Edad Media.

    Al colapsar todas las rutas comerciales, el mueble se fue regionalizando y haciéndose más tosco. Los materiales se fueron también empobreciendo y se usaron aquellos de mayor duración y facilidad de trabajo y que se encontraran con mayor facilidad, por lo que se trabajó la madera esencialmente, reservándose el metal para los herrajes. El mueble se tendió a construir empotrado en la estructura de la casa para abaratar costos. Sólo la Iglesia, que, como se ha visto, conservó cierta organización suprarregional, encargará muebles de alta calidad que incluyan metales preciosos o materiales exóticos (como el marfil, por ejemplo).

    El trabajo también se fue haciendo más rudimentario y las técnicas involucionando a las primarias, ya que incluso las herramientas de metal se convirtieron en artículos casi de lujo. El mueble pierde, por tanto, variedad y gana en robustez, ya que un objeto caro debía ser duradero, lo que conectaba con el sistema gremial.

    Con el desarrollo de las grandes rutas de peregrinación y las ferias, se dinamizaron de nuevo los intercambios y el mueble, a su vez, fue ganando de nuevo en cuanto a técnica y esbeltez de formas. La talla se va generalizando y se tiende al adorno zoomorfo y antropomorfo, en la tradición de los canteros medievales. Y prima, ante todo, la tradición: para los artesanos medievales el ideal de la perfección era la copia de los modelos antiguos, no la innovación. En este sentido, se consolidan formas y tipologías y se recuperan modelos de la Antigüedad clásica conservados en ilustraciones de manuscritos trasmitidos por los iluminadores de los monasterios.

    El mueble corriente será sólido, cúbico, funcional y estereotipado. Sólo el mobiliario encargado por el clero o la monarquía (que se va consolidando) tendrá una importante calidad técnica. Por otra parte, el mobiliario que conservamos de esta época será esencialmente cortesano y litúrgico. No será hasta bien entrado el gótico, a partir del siglo XIV, cuando el mueble se vaya generalizando entre las capas sociales del Tercer Estado, esencialmente entre la burguesía ciudadana, que poco a poco irá cobrando importancia y poder. Gran parte de la información que poseemos sobre el mueble medieval viene dada por las representaciones pictóricas góticas.

    1.3 – Tipología del mueble medieval:

    Como dijimos, muchas piezas de mobiliario medieval se inspiran en modelos romanos y los emulan. En muchas ocasiones, el influjo viene dado por el Imperio Bizantino, heredero del Imperio Romano Oriental, que ejercerá mucha influencia sobre occidente hasta prácticamente el final de su historia, en 1452, cuando Constantinopla es conquistada por los turcos otomanos.

    Existen representaciones, en relieves pétreos y sobre placas de marfil, de tronos que se inspiran en la cátedra, con escalones o escabel [145]para acceder a él. Otros tronos, como la silla de san Dagoberto (siglo VII), es en esencia una sella curul [146]a la que el abad Suger añadió en el siglo XII un respaldo.

    A partir del siglo XII empezamos a tener información sobre el mobiliario, esencialmente a través de pinturas. Aunque este mobiliario era sólo el de la clase alta (que es la que podía hacer estos encargos), podemos hacernos una idea de los tipos y de su evolución. De hecho, el mobiliario constituía una expresión de primer orden de la posición social, y en algunas fiestas o ceremonias tenían una función de primer orden a la hora de exteriorizarla.

    El trabajo fino en madera no tenía demasiada consideración. Por el contrario, se prefería demostrar el lujo mediante la posesión de tapices, telas y sedas, así como de objetos de orfebrería. Entre otras razones, se debía a que eran bienes que se guardaban, desmontaban y montaban con facilidad y que se adaptaban a cualquier entorno. La excepción eran los monasterios y las iglesias, ya que al ser territorio sagrado, se hallaban en teoría libres del saqueo y poseían un mobiliario más rico y variado.

    Se trabajaba cualquier madera, pero se tenía preferencia por el roble, cuyos tablones se obtenían cortando el tronco longitudinalmente, desde fuera hasta la médula, a modo de gajos.

    Se utilizan ensamblajes a caja y espiga, y su estructura evoluciona de manera que si en el siglo XIII todos los laterales son de gruesas tablas, ya hacia el XV se produce una división del mueble en dos partes: un armazón fuerte, rectangular, que soporta la decoración tallada, y paneles más delgados engargolados o insertos en el armazón, de cierre.

    El estilo del mueble siguió en líneas generales el del estilo arquitectónico. Así, el mueble románico es robusto y sobrio, mientras que el mueble gótico es estilizado, tallado e imitando las formas arquitectónicas como rosetones, gabletes, doseletes, cresterías caladas, etc. La decoración suele ser geométrica o zoomorfa, y siempre arquitectural, pero no desborda nunca el perfil ni la forma del mueble. Los herrajes se integran bien en la estructura, y protagonizan, a veces, la propia decoración.

    1.4 – El mueble de almacenamiento medieval:

    En una época marcada por la inseguridad, los monarcas y señores feudales llevaban una vida nómada, por lo que el mobiliario era, o bien tan sólido que podía dejarse sin temor a que fuera robado, o bien de fácil transporte. Abundan por ello las arcas y cofres de considerable tamaño, muchas de ellas con una función polivalente (como cama, como, banco, como mesa, etc.), muy consistentes y robustas, con fuertes herrajes y con cerradura (a veces más de una). Las había de dos tipos:

    • Las destinadas al transporte, con cubierta abovedada para que corriera el agua.

    • Con tapa lisa y con patas, para almacenamientos estables, muy robustas, bajas y alargadas. Cuando se transportaban, éstas se cubrían con una especie de cobertura o bahut, hecha de mimbre o madera cubierta de tapicería o cuero o incluso de madera.

    Algunos relicarios solían tener, también, forma de cofrecitos, a veces con la tapa abovedada o a dos aguas.

    También se documenta la existencia de grandes armarios, con puertas -accionadas por goznes [bisgagras metálicas] y sujetas con grandes clavos-, muchas veces dorados y policromados, según el poder adquisitivo de su propietario. Un caso especial de estos armarios eran los destinados a guardar documentos, que solían tener cajones, a veces, a su vez, protegidos por puertas.

    Existían también aparadores, llamados dressoir [147]en Francia, que consistían en muebles que, en las ceremonias, se cubrían de paños o telas. Se estructuraban en forma escalonada, con estantes abiertos, y el número de escalones dependía del rango del propietario (dos los barones, tres los marqueses, etc., hasta llegar al dressoir real, que tenía seis). Eran sólo objeto de exhibición, sobre el que se disponía todo tipo de objetos decorativos o vajilla de oro, plata o pedrería. Existía otro tipo de aparador, más pequeño y práctico, que no se cubría con telas pero estaba ricamente tallado, predecesor de los modernos, que se usaba para servir bebidas y comidas a los comensales que se encontraban más cerca, y que tenía apartados para exhibir y otros para guardar. Existían otros muebles de lujo, como los aguamaniles, dentro de esta categoría de muebles de almacenamiento, pero eran sumamente raros y, por tanto, lujosos.

    No obstante, la tendencia general era que se construyeran adosados o empotrados en la estructura de la casa, que solía ser de entramado de vigas de madera, de tapial o de adobe. Sólo las grandes mansiones o palacios se construían con mampostería. Las casas eran generalmente de estructura sencilla y pobre, con un habitáculo único (a veces compartido por los animales) con suelo de tierra pisada, con escasos muebles.

    1.5 – El mueble de asiento medieval:

    La silla se consideró en el medievo como un mueble de lujo, y como tal se reservaba a las autoridades, que en las ceremonias se situaban sentadas en ellas, a veces sobre una tarima, con escabel y bajo un dosel [148]

    Conforme pase el tiempo, incluso algunas sillas góticas incluirán el dosel [techo] cónico o baldaquín -tela de seda que se suspende a modo de dosel sobre una silla trono- integrado en la estructura de la silla en el caso de tronos de obispos o reyes. Estos tronos estarán ricamente labrados, dorados y policromados, y en algunos casos, como en la Silla del rey Martín, se realizan tallas profundas y profusión de calados, imitando los motivos de arquitectura gótica. Los más primitivos están constituidos, como el arquibanco, por un arca a la que se le añade un respaldo y, a veces, brazos.

    Las sillas y los taburetes solían ser de tijera, al modo romano, a la que se añadía el respaldo y brazos, según la importancia del propietario, aunque también se fabricaban con tablas, como el Trono de san Eduardo (ha. 1200), empleado en la coronación de los reyes ingleses, con sus patas torneadas. Los taburetes de tijera también se suelen llamar faldistorios [149]por su aspecto una vez recubiertos por acolchados y colgaduras. Solían emplearse cojines, aunque se documentan (ya en 1390) muebles tapizados, en cuero o en tela, y con relleno de plumón. Se decoraban a veces con motivos tallados en forma de pergaminos, pliegues de tela, etc.

    Sin embargo, los asientos más corrientes eran los taburetes como asiento individual y los bancos, generalmente de elaboración tosca y robusta, como asiento colectivo. Era corriente que estos bancos fuesen la adaptación de un arca (arquibancos), tipología que evolucionará a la banca castellana, o que se adosasen al muro como banco corrido, bien exento o integrado en el mismo.

    El medievo es también el periodo del cual conservamos las primeras tipologías de mueble tradicional, llegadas a nosotros a través de la pintura mural. Es curiosa, en este sentido, la pervivencia de las sillas de medio tonel, o la aparición en Centroeuropa de sillas y taburetes de asiento triangular y tres patas torneadas, que ha llegado hasta nuestros días en infinidad de versiones.

    1.6 – Las camas y las mesas medievales:

    Las personas que vivieron en la época medieval solían dormir en el suelo, en simples esteras o jergones (paja o hierba), aunque a veces existían tarimas empotradas en la estructura de la casa, como lo estaban, también, las mesas, a veces sencillas estructuras integradas en la pared, formadas por tablones. Existían mesas exentas de formas variadas, desde la más corriente rectangular hasta redondas (como la que se conserva en Winchester, de seis metros de diámetro, llamada la Tabla del Rey Arturo) de cuatro patas o de un solo pie o poligonales, aunque la mayoría de las veces consistía en tableros portátiles sobre patas desmontables, ya que la comida se servía, según las ocasiones, donde se creyera más conveniente.

    Al ser la cama un objeto de lujo, de existir tomaba formas y proporciones monumentales, soliendo tener barandillas bajas que se abrían en un punto para acceder, un dosel muy elaborado (a veces independiente de la cama), con soportes torneados y tallados y montantes que sobresalían del colchón. El dosel empezó a evolucionar en el siglo XIII y a partir del XIV se generalizará en las camas de los poderosos, tomando en el siglo XV la forma que nos es más familiar, integrándose en la estructura de la cama y con el cabecero elevándose hasta la altura del propio dosel. De éste pendían cortinajes y tejidos que no sólo aislaban de la mirada sino del frío. Existen varios tipos de dosel, desde el compuesto por cuatro soportes, el cónico, el medio dosel, etc., hasta el que era soportado sólo por el cabecero, a modo de sombrilla.

    Muchas de estas camas eran sólo objeto de exhibición, las llamadas lit de parement, y se dormía realmente en otros lechos menos fastuosos. Existían, además, otras camas más pequeñas, a veces con ruedas, llamadas couchettes (que a veces tenían su propio dosel), que podían ser plegables.

    Para los bebés, también había cunas. Un poema francés del siglo XV nos indica que las más lujosas se colgaban de dos anillas de hierro situadas en postes de madera y poseían baldaquín. Por lo general, también existían de dos tipos, una para exhibición y otra para dormir propiamente, más baja y articulada para ser mecida por una persona sentada al lado.

    1.7 – El mueble monástico y eclesiástico medieval:

    Dentro de este período Gótico, se expresó la grandeza de lo divino, fue la fuerte expresión de la concepción geocéntrica, pues la monumentabilidad quedaba casi exclusivamente para la veneración de lo divino. Fue un mueble arquitectónico, pero asimismo fue un estilo religioso; es decir que los muebles eclesiásticos fueron verdaderas catedrales en miniatura.

    Los respaldos de las sillas se ornamentaban con figuras geométricas, conocidas como tracerías, decorados bajo relieve. Fue un mobiliario vertical, alto, de respaldos rectangulares cuyos doseles tocaban el cielo. El mobiliario trató de elevar al hombre a las mismas alturas del Dios que proclamaba.

    Como bien lo describe Giedion, el mobiliario medieval procedía de una concepción monacal de la vida, la postura fue desatendida (ya que sus vidas se basaban en la mortificación de la carne). La vida ascética (de perfección cristiana) de los monjes se vio manifestada en todo el mobiliario.

    Así nace el mobiliario monacal que con su ética estoica (su esfuerzo por alcanzar la virtud, dominando las pasiones de la carne, impasible e insensible a lo que no depende de él, sino de la providencia), impuso las sillas cathedras.

    También habían banquetas, y bancos largos. Y algunos sitiales, como el de plata cincelada, que representaban autenticas catedrales en miniatura. Algunos como el sillón cajón, que eran la combinación del arca (mueble más importante del medioevo, en la Baja Edad Media) más una silla. Otros bancos arcones, poseían una cerradura en la parte inferior para guardar cosas personales en su interior.

    Normalmente hallamos las famosas lanzas, que reemplazaban al arco de medio punto, talladas en los respaldos. Aquí, dado su importancia, encontramos el banco con respaldo reversible.

    Como se ha dicho, la Iglesia conservó tanto una organización suprarregional como un estatus privilegiado, lo que hizo posible que fuera acumulando posesiones (entre ellas muchos muebles) y, a la vez, que la variedad de éstos fuese mucho mayor.

    Destacan en la Historia del Mueble las bibliotecas monacales. En ellas se desarrollaron unos muebles específicos destinados a exhibir, guardar, mostrar o sujetar: atriles (para mostrar libros abiertos), facistoles [150](como los atriles, pero para varias personas y de forma troncopiramidal, generalmente), aparadores, armarios, estanterías, repisas, etc. Existe una gran cantidad de representaciones pictóricas que muestran a san Jerónimo en el interior de bibliotecas que muestran cómo sería, de una manera idealizada, dicho entorno, así como los muebles que tendría.

    También era importante el scriptorium. En esta especie de taller donde se elaboraban y copiaban los códices y manuscritos medievales también encontramos, en representaciones alusivas, mobiliario específico, desde pupitres hasta atriles, sillas, etc.

    También existe mobiliario específico de las iglesias. En este sentido, debemos recordar que las sillas se reservaban a altos dignatarios.

    Hay que mencionar las sillas episcopales, los sitiales o bancos adosados de las iglesias (como el que se conserva de san Climent de Taüll) y, sobre todo, las sillerías de coro, obra cumbre del arte del mueble medieval, cuyos recursos estéticos y técnicos se basaban en la arquitectura gótica.

    Destacan dentro de las sillerías de coro las llamadas misericordias, cuyas tallas solían ser magníficas e imaginativas, con motivos fantásticos y mundanos.

    El mueble de estética cortesana – monárquica (1500-1789)

    2 – EL MUEBLE RENACENTISTA:

    2.1 – Formación de la sociedad burguesa y formulación del urbanismo:

    El Renacimiento ocupa un espacio de tiempo muy amplio y no homogéneo en sus etapas (siglos XV y XVI). De la misma forma, hay que recordar que el Renacimiento se nutre de una tradición medieval que había conjugado dos mundos, el real y el sobrenatural, en los que jugaba un importante papel la idea de perfección, de eterna belleza, etc.

    En la Edad Media nos encontramos con un orden social inmutable que será cuestionado en la época renacentista por:

    ? El poder de los reyes.

    ? El Humanismo.

    ? La Reforma.

    ? La reorganización de los Estados.

    ? Los adelantos científicos, técnicos y geográficos.

    El Renacimiento surge en las sociedades europeas donde más influencia tiene la incipiente burguesía, es decir, en Flandes y en los pequeños estados italianos (con Florencia a la cabeza). Una serie de factores favorecieron su desarrollo:

    ? Se consolida el sistema gremial, pero al mismo tiempo el artista se convierte en un artesano prestigioso a la cabeza de un gran taller.

    ? Aparece la burguesía, con un nuevo concepto del orden de la vida y gran poder económico.

    ? Comienzan los grandes viajes (iniciados con las cruzadas), posibles gracias a la existencia de entidades bancarias y masas de capital comercial móvil y disponible, con la puesta en contacto de las civilizaciones cristiana e islámica, que introduce gustos más refinados (especias, telas, etc.) a la vez que nuevos usos, ciencia, curiosidades, etc.

    ? Aparece el Humanismo, movimiento filosófico y literario con derivación artística que se basa en el estudio, el desarrollo del ser humano y la recuperación del legado clásico grecorromano (como en Flandes no existía este substrato se crea alrededor del burgo una estética y una fuente de inspiración). En este sentido, es importante la labor de Petrarca o de Bocaccio, partícipes de la recuperación de textos latinos, y de los exiliados bizantinos tras la invasión turca en la recuperación de los autores griegos (Platón, Pitágoras, etc.). El Humanismo plantea una nueva estética, con el hombre como centro, con un arte no exclusivamente al servicio de la religión, con la antigüedad como modelo y con gran preocupación por la cultura en general, favorecida en gran medida por la aparición de la imprenta.

    El Humanismo se asocia con un fenómeno de expansión de la cultura por amplias capas de la población de las ciudades, parejo con la creación de las Universidades y con la eclosión de líneas de pensamiento entre las que se encontraría la aparición de la Reforma protestante. Al calor de las discusiones filosóficas desencadenadas por el aristotelismo o por el neoplatonismo emergieron las distintas corrientes del reformismo cristiano (tanto católico, como el erasmismo, por ejemplo, como protestante, ya sea luterano, calvinista o de cualquier otra índole) y se publicaron cientos de libros de gran difusión, al mismo tiempo que la novela empezaba a popularizarse. Esta demanda creciente de libros funcionó como una presión selectiva en la dirección de la confección y copia masiva de libros, lo que desembocaría en la imprenta. El conocimiento se propagó rápidamente y la capacidad de leer y escribir se incrementó como resultado de la extraordinaria invención.

    2.2 – El concepto de Renacimiento:

    Hay que distinguir dos ámbitos geográficos en este Renacimiento:

    1. Por una parte, los Países Bajos (Flandes y Holanda), donde los avances e innovaciones se centraron en la pintura (uso del óleo, experimentación, etc.) y en la edición de libros, constituyendo una evolución refinada del gótico.

    2. Los pequeños estados italianos, en especial Florencia, que fueron testigos del Renacimiento propiamente dicho. Este Renacimiento italiano se puede separar en tres momentos bien diferenciados:

    1. El siglo XV (quattrocento), caracterizado por la innovación y el desarrollo en los focos primigenios de la península itálica.

    2. En el siglo XVI (Cinquecento) se refinarán las técnicas, surgirán los grandes maestros como Miguel Ángel, Rafael o Leonardo, y el fenómeno se extenderá por toda Europa desde el foco de la Roma de los papas.

    3. El manierismo, que será una época de cansancio, de no innovación, de copia de los grandes maestros o de relajación de las normas. Evolucionará al barroco del siglo XVII.

    Al contrario que anteriores momentos de la Historia, los artistas del Renacimiento eran plenamente conscientes de que su actividad planteaba una deliberada ruptura formal radical con toda la tradición artística anterior y que buscaban la consecución de un nuevo clasicismo a través de la interpretación (que no la simple imitación) e inspiración en los modelos clásicos grecorromanos. Al mismo tiempo, varió la forma de considerar la valoración que el propio artista tenía de su trabajo, de su estatus, comportamiento y proyección social, ya que, aunque nacida en un entorno de artesanos en el sistema gremial, su actividad se alejaba diametralmente de él. En relación al arte se dio una reacción análoga: se exaltó el ideal de belleza y proporción del mundo clásico en contraposición de la fealdad del arte bárbaro medieval.

    2.3 – El retorno a la Antigüedad:

    La Antigüedad se convirtió en una constante referencia cultural para los artistas del Humanismo renacentista, unas veces imitando sus modelos y, las más, intentando superarlos. Se retornó a los órdenes clásicos, al arco de medio punto, a las tipologías arquitectónicas romanas, como la planta central, la cúpula semiesférica (modelo del Panteón de Agripa), al arco triunfal o al repertorio decorativo grecorromano (tímpanos, medallones, frisos, etc.) Algunos pintores, como Mantegna, tuvieron un auténtico interés arqueológico, que plasmó a modo de citas en sus pinturas. Se generalizaron los álbumes de dibujos tomados de ruinas antiguas, y se profundizó en el estudio de los estilos escultóricos y arquitectónicos para su aplicación inmediata en las proporciones de edificios y esculturas. En este sentido jugó un gran papel la recuperación de obras latinas, como "Los diez libros de Arquitectura", de Vitrubio, que se convirtió en referencia continua en la obra de teóricos como Alberti. Paradójicamente, el estado fragmentario de las ruinas de edificios clásicos dio lugar a interpretaciones diversas e incluso a equívocos que favorecieron la diversidad de las creaciones.

    Todo ello se plasmaría también en el mundo del mueble, que adquirirá un aspecto arquitectónico con el repertorio ornamental renacentista.

    Sin embargo, no se desdeñó totalmente la tradición artística medieval: tanto las tipologías arquitectónicas, de mobiliario, etc., como técnicas, soportes, iconografía, etc., sirvieron como base para las obras renacentistas. De hecho, en muchos muebles de la primera época se aprecia una gran influencia medieval, bien por la técnica (uso del torneado, ensamblajes a espiga, etc.), bien por el soporte (armazones laterales, uso preferente de la madera de roble, etc.).

    Paralelamente, el arte cobra importancia como elemento de prestigio, como arma política y de ostentación, por lo que el trabajo del artista cobra una nueva dimensión: éste pasa a tomar un papel protagonista y su labor se transforma por completo. Ahora, la obra de arte no es una mera ejecución, una técnica. No es tan importante la técnica como la idea. Así, el verdadero valor artístico de las vidrieras florentinas no se adjudica a los artesanos que las realizaron, sino a los cartones sobre las que se hicieron diseñados por Ghirlandaio, Ucello o Donatello.

    Los grabados de Durero son la obras de un Humanista. El artesano gremial pasa a ser un artista liberal que goza de la consideración ciudadana y se inserta en una elite intelectual.

    La teoría pasó a ser el requisito previo a la realización de la obra. El artista no es ya un artesano con una cierta técnica, sino una mente que planifica y diseña para luego realizar la concreción material de la idea, hasta el punto que muchos de los grandes maestros tenían en su taller una serie de técnicos que se encargaban de ejecutar las tareas rutinarias para reservarse ellos el trabajo correspondiente al diseño, elección de materiales y planificación, así como el retoque y el acabado. Todo ello fue posible porque se liberaron del rígido sistema gremial, sin lo que hubiese sido imposible que tomaran esa nueva dimensión.

    Como consecuencia, el artista pasó a adquirir unos nuevos comportamientos: se empezaron a firmar las obras, aparecieron los primeros autorretratos, o los artistas aparecían representados entre la elite de la sociedad en frescos y pinturas, se escribieron las primeras biografías de artistas (como la famosa obra de Vasari), etc.

    2.4 – El nuevo entorno urbano:

    El centro de gravedad de la vida política, social y económica bascula en esta época del campo y de la Corte hacia la ciudad, que configurará el nuevo marco en el que florecerá la burguesía (porque habitaban en burgos, ciudades). Estos ciudadanos enriquecidos construirán sus moradas con una nueva proyección, de manera que, por ejemplo, los palacios renacentistas italianos integrarán en su construcción todos los avances e investigaciones novedosas del Renacimiento, y articularán sus viviendas de una manera más funcional. En el norte de Europa, donde triunfará la Reforma protestante, se consolidará también una burguesía que ya desde épocas tempranas aspirará a conquistar el poder y cuya forma de vida, de inspiración protestante, incluirá ambientes sobrios pero cómodos y habitables, a la medida humana.

    2.5. Aportaciones italianas a las tipologías y a la gramática ornamental del mueble renacentista:

    En Italia aparecieron los primeros muebles típicamente renacentistas. Se construían casi siempre en madera de roble o, a veces, de nogal. El más característico era el arcón de bodas, o cassone, de ricas tallas y decoración abigarrada, a veces tallada y a veces, incluso, pintada en grandes paneles (algunos de los pintores más famosos, como Botticelli, pintaron cassone). Solían poseer patas torneadas o zoomorfas.

    La decoración del mueble renacentista italiano, muy influida por las teorías del arquitecto Jacopo Tatti, llamado Sansovino, incluía todo el repertorio ornamental de la arquitectura renacentista, desde los capiteles de pilastra de los órdenes clásicos, especialmente el corintio, grutescos, hasta guirnaldas, roleos, putti, etc. Sin embargo, la reina de la decoración será la talla, que enseñoreará por encima de cualquier otro tipo de ornamentación.

    A veces se doraba la madera sobre un fondo rojo que se bruñía, alcanzando bellas y sorprendentes combinaciones, o se incluían tallas en relieve aplanado (pastiglia) en yeso o en estuco, que se doraban, e incluso se hacían bellas incrustaciones muy trabajadas de mármol, nácar, carey, metal (latón, plata, oro, etc.) u otras maderas. La intarsia, tarsia o certosina consistía en la incrustación de marfil, conchas o hueso, y dio paso a la taracea [151]en madera, con la que se hacían grandes composiciones. La pietre dure era el trabajo equivalente, pero esta vez con mármoles pulidos, ágatas o lapislázuli.

    Con el tiempo y el afianzamiento de la moda de la pintura al fresco, los cassone se dejaron de pintar y se inspiraron en los antiguos sarcófagos paleocristianos, con motivos geométricos como los estrígiles, con lo que su forma abombada evolucionaría con el tiempo a las cómodas [152]que aparecieron a finales del siglo XVI.

    Los arcones se solían colocar ya, además de en su tradicional posición a los pies de la cama, a lo largo de las paredes. Por influjo de esta costumbre se empezó a añadir un respaldo y brazos al cassone, dando lugar a la cassapanca.

    También dieron lugar al armadio, una especie de armario de reducidas dimensiones.

    El mobiliario empezó a adoptar formas monumentales de la arquitectura, como es el caso de los primeros escritorios, inspirados en los arcos de triunfo, aunque proliferaron también los muebles pequeños totalmente tallados de manera profusa y abigarrada, como en el caso de los sgabelli, sillas o taburetes decorativos.

    También las sillas se fueron generalizando, recuperándose modelos romanos, como las sillas Savonarola o Dante, inspiradas en la silla curul.

    Las mesas eran móviles, ya que no existía el comedor como habitación fija, y se instalaba el tablero donde mejor parecía, sobre patas ricamente talladas, zoomorfas o en forma de jarrón en muchos casos.

    Pronto empezarán a aparecer mesas fijas, algunas sobre pie único. Las que eran de piedra se solían adornar con quimeras mitad humanas mitad animales y con motivos decorativos del elenco renacentista. En las casas más ricas existían mesas fijas de mármol con incrustaciones y patas zoomorfas o torneadas.

    Existían a lo largo de las paredes suntuosos aparadores –credenzas [153]de madera tallada y decorados según los órdenes arquitectónicos y típicas garras de león.

    En cuanto a las camas, se puso de moda la llamada cama toscana, con columnas retorcidas en sus cuatro vértices, rematados por jarrones clásicos, y un cabecero pintado y tallado. Otras camas se elevaban sobre una amplia tarima.

    2.6 – Peculiaridades nacionales. Proyectistas europeos del mueble Renacimiento:

    El Renacimiento se extendería por toda Europa a partir del siglo XVI, con algunas peculiaridades en cada país. Por ejemplo, en Inglaterra tendremos el estilo Tudor, con muchos resabios góticos, mientras que la Francia de Carlos VIII y Francisco I, reyes involucrados en la política italiana (fueron los rivales de Fernando de Aragón en el Reino de Nápoles y las llamadas Guerras de Italia) adoptó enseguida el nuevo lenguaje, si bien al principio sólo en la ornamentación, ya que las estructuras seguirán siendo góticas.

    Algo parecido ocurrirá en el caso español, aunque las particularidades de los reinos peninsulares dieron lugar a formas eclécticas donde tuvo mucha influencia el estilo mudéjar y su técnica de trabajo de la madera, y, sobre todo, el escaso poder adquisitivo de la nobleza y la corona hispanas, embarcados en aventuras imperiales.

    Sin embargo, ya se empiezan a producir particularidades en cada región que hacen que podamos hablar de estilos nacionales, cada uno con su peculiaridad. Dentro de estos estilos nacionales destacan cinco ámbitos distintos:

    ? Italia (de la que hemos hablado), inmersa ya de lleno en el Renacimiento.

    ? La Francia de Carlos VIII y Francisco I, hasta Luis XIII, que adoptará el estilo clasicista importado de Italia.

    ? España, que atravesará varios periodos superpuestos, desde el gótico al plenamente renacentista, pasando por el mudéjar y el plateresco.

    ? Inglaterra, donde cada monarca dará nombre a los estilos (Tudor, Isabelino, etc.).

    ? El norte de Europa, donde destacarán los focos holandés y alemán, que se incorporarán al Renacimiento con cierto desfase temporal pero que proporcionarán el estilo más puro y de líneas más arquitectónicas.

    ? Las camas se suelen hacer con dosel, unos sobre recios soportes arquitectónicos (pilastras o columnas) o torneados, y otros clavados en el techo directamente, y poseen un cabecero con arquerías (a veces un solo arco) o frontón.

    En este periodo aparecerán los primeros artistas reconocidos del arte mobiliario, los cuales gozaron de fama y reconocimiento y de los que conservamos grandes obras maestras que marcaron en muchos casos la tendencia futura del mueble en cada una de sus naciones de origen. Estos primeros proyectistas pertenecerán al mundo de los gremios, pero gracias al patronazgo regio gozarán de cierta autonomía. Entre los más importantes destaca el teórico y arquitecto Jacopo Tatti (861570), conocido como Sansovino, que, aunque no fue proyectista de muebles, sí influyó sobremanera en la concepción de la decoración, hasta el punto de que la moldura a base de cariátides y volutas se llama, de hecho, sansoviana.

    Sin embargo, existen ciertos denominadores comunes:

    ? En general, el mueble renacentista será escultórico, dando sensación de gran lujo y riqueza, con la decoración desbordando la estructura, con chapados, sólida armazón y paneles tallados, con incrustaciones o relieves.

    ? Otras veces, será plenamente arquitectónico, con aspecto de un edificio en miniatura cuya decoración son columnas, frontones, capiteles, etc., sobre todo en aparadores, credencias y armarios.

    ? Se suelen dividir los paneles verticales más grandes en cuerpos, mediante molduras convexas, como el godrón. Los muebles suelen coronarse con cornisas.

    ? Los pies imitan modelos antiguos: garras de león, bolas, cabezas de animales, etc., y siempre llevan un zócalo asociado.

    ? Se usa la madera de nogal, preferentemente, aunque en el norte se seguirá usando el roble hasta prácticamente el siglo XVII.

    ? La decoración se hace a base de motivos clásicos, como bucráneos, grutescos, guirnaldas, veneras, roleos, clípeos, quimeras, cariátides, bamboches (niños regordetes al modo de putti), etc., los mismos que se usan en arquitectura. Excepto en Francia (hasta el siglo XVI), se usa la taracea y la incrustación, que dota al mobiliario de policromía.

    En Italia, también hubo versiones que normalmente fueron copias de Francia. Tenían unas versiones de los sillones tijeras, los denominados escabeles del siglo XVI, también taburetes en la primera mitad del siglo XVII a lo Isabelino-Jacobino, con chambranas bajas al piso. Otras versiones eran similares a los fraileros [154]Españoles.

    Había lo que se conocen como sgabellos [155]que eran bancos silla taburete (los cuales introducen un salto formal, ya que las patas estaban constituidas por dos tablas laterales, de recortes perimetrales muy variados y con tallados diversos. También aparece la silla pancheta de tres patas, pionera en su clase, con un respaldo a lo sgabello. Los denominados caqueteuse, de 1550 poseían una chambrana baja al piso, en forma de "H" y con una disposición de las patas traseras (más angosto de hombro que los delanteros), el respaldo era rectangular, alargado hacia arriba. Hubo los denominados faldistorios plegables, que eran similares a los curules. Y finalmente bancos arca denominados también cassone. Dentro de sus variaciones, no existen grandes ventajas en sus concepciones que no produzcan otra cosa que una variación formal.

    2.6.1 – Francia:

    El Renacimiento llegará a Francia por influjo directo de la corte real, conocedora de las nuevas tendencias italianas al girar la política internacional alrededor de dicho país. Se trajeron artesanos italianos que embellecieron los palacios de Amboise y de Fontainebleau, aunque el resto de la nobleza no los contrató para decorar sus châteaux por su profundo tradicionalismo, hecho que propició también que se conservaran las antiguas tipologías como el dressoir (credenza o aparador).

    El verdadero impulso al Renacimiento en Francia vino dado por Francisco I, que inició la edificación de un nuevo palacio en Fontainebleau, para el que llamó como directores de obras a los renacentistas italianos Rosso Fiorentino y Primaticcio. También habrá muchos proyectistas que introducirán las formas italianas, como Jacques du Cerceau o el tallista Hugues Sambin.

    Las nuevas tendencias produjeron cambios de envergadura. Por ejemplo, la profusión de la talla propició que las mesas no se cubrieran ya con manteles y que se sustituyera la madera de roble por la de nogal, más propicia para el tallado.

    En Francia aparecerán muchos tipos distintos de silla. La chaise evolucionará desde la silla sobre cajón heredada del gótico hasta los bellos tipos con patas torneadas delante y de sección cuadrada detrás, con asiento trapezoidal, generalmente con brazos de suave curva (a bras), llamada caquetoire si es usada por la mujer. Aparecerán muchas innovaciones en los muebles de asiento, como el vertugadin, llegándose incluso a fabricar sillas giratorias.

    Las arcas francesas constarán de un frontal dividido en dos paneles, con tres montantes y separados por balaustres, y a finales del siglo XVI serán de un solo panel antes de ser sustituidas totalmente en el siglo XVII por los armarios, que constarán de cuatro puertas (a veces sólo dos), y tendrán aspecto arquitectural, con columnas o cariátides a los lados, coronados de un frontón y dispuestos sobre patas en forma de bolas.

    La mesa se irá convirtiendo en un mueble fijo. Surgirá así la table a l'italienne, consistente en un amplio tablero con decoración convexa en sus bordes (godrones) y que se hacía extensible a veces. Existían dos tipos:

    ? Las de patas, que suelen ser columnas unidas por un zócalo de molduras generalmente en forma de cruz o doble cruz unida, ya que las patas solían ser de número variable, generalmente de seis a ocho o nueve. Las columnas descansaban sobre bolas o discos aplastados. Este tipo de mesa es característica del gran proyectista Du Cerceau.

    ? Sambin solía hacer otro tipo de mesas, sobre dos soportes laterales en forma de ménsulas con una desbordante talla de motivos fantásticos, como quimeras, volutas, etc., que descansaban sobre un zócalo.

    2.6.2 – El caso especial del estilo Luis XIII en Francia:

    En Francia, durante el reinado de Enrique IV, Luis XIII y la regencia de Mazarino, se dio un estilo intermedio entre el Renacimiento y el Barroco pleno, que aunaba características de ambos estilos.

    Así, el aspecto de los armarios, por ejemplo, seguirá siendo arquitectural, rectilíneo, con salientes cornisas y sobre soportes en forma de pelota aplastada. La talla, sin embargo, se hará más austera y geométrica, abundando motivos como grandes cruces de malta, diamantes, etc.

    Se seguirá practicando la incrustación (sobre todo de marfil, bronce y carey) y se empiezan a usar maderas exóticas, como el ébano, y los lacados.

    Los muebles siguen teniendo la decoración típica renacentista: pilastras, quimeras, leones, guirnaldas, cornisas, estatuas, etc. Ahora muchos de ellos se suelen forrar de tela o cuero, tapizándose con tejidos bordados a gros point o con punto de Hungría, añadiéndole flecos y acolchándose con crin de caballo.

    El tapizado se suele fijar con tachuelas de latón. La ornamentación más característica será la columnilla torneada (de origen holandés), la mayoría de las veces en espiral (salomónica), y las patas de mesas y sillas se unirán por su parte baja con chambranas torneadas y en forma de "H" o de "X". En este último caso, en el centro de la "X" se sitúa un adorno pinjante.

    Aparecen nuevas tipologías de muebles:

    ?Las sillas y los escabeles (o tabouret) se hacen acolchados, tapizados con terciopelos bordados a petit point y con flecos y tachuelas de latón y travesaños torneados, que unen las patas con chambranas en "H". Son también corrientes los pliants, sillitas plegables en tijera con faja de tela o cuero para el asiento.

    ? La poltrona (sillón butaca o fauteuil) es como las sillas: cuadrado, asiento y respaldo anchos, tapizado y acolchado, pero con brazos horizontales, curvados a veces.

    ? La lit de repos. Es una especie de poltrona cuyo asiento se proyecta hacia delante y presenta uno o dos respaldos o alas laterales. Dio origen, al añadirle un respaldo muy alto en uno de los lados más largos, al canapé [156]una especie de diván para dos personas, que dará lugar, al acolcharse en su totalidad, al sofá.

    El cabinet [157]es una evolución del bargueño, por influencia de la esposa de Luis XIII, Ana de Médicis, de ascendencia española. Suele tener dos puertas que pivotan sobre ejes verticales, y se suele decorar con incrustaciones de carey, taraceas, etc. Por evolución, irá perdiendo la parte superior, y dará lugar al bureaux o escritorio, con un hueco para las piernas.

    2.6.3 – Inglaterra:

    El mueble inglés tendrá como peculiaridad su eclecticismo. Si bien Enrique VIII introdujo el Renacimiento de manera temprana, este no arraigó hasta más adelante excepto en cierta decoración de sillas o arcones en forma de paneles que representan una cabeza supuestamente clásica, con yelmo, decoración llamada romayne, o simulando pliegues de telas, llamado linenfold.

    El mobiliario inglés del siglo XVI pasará por diversas etapas, que tendrán el nombre de la dinastía o del monarca reinante, caracterizadas todas por la influencia del estilo gótico y la progresiva extensión del mueble tapizado y cada vez más cómodo y de tamaño más reducido.

    El periodo Tudor (1509-1558) es una etapa de fuerte influencia gótica sobre la que se superpone el lenguaje clasicista traído por Enrique VIII, que no llegó a cuajar. Las sillas con tabla lisa para asiento y faldón convivirán con las de tijera, las frailunas o las italianas y con las de elementos verticales tallados y soportes traseros cuadrados y delanteros torneados (en el Jacobino alternarán bolas y recuadros).

    Aquí aparece también el estilo Tudor (1485-1558), donde el denominado bulbo Tudor, es uno de los elementos más característicos (conocido también como bulbo de melón). Algunos modelos eran muy pesados (física y visualmente), similarmente a la ejecución del conocido Gótico, de forma: sillón arcón. Otros que perdían el cajón, conservaron las chambranas bajas al piso (casi tocándolo).

    En el periodo isabelino o elizabethan (1558-1603), proliferaron los muebles tapizados a juego, en conjuntos unificados, así como las mesas con tablero de mármol, con pie único (y tablero octogonal o circular) o sobre sólidas patas torneadas en número variable (dos, cuatro o seis), que solían reforzarse por tirantes también de madera.

    Proliferan las tallas planas, las arquerías con columnas jónicas y las composiciones geométricas. Se caracteriza por utilizar sólidos soportes con anchos abultamientos bulbares y estrechas estrangulaciones, sobre todo en camas con dosel, que pasarán a ser menos exagerados en el periodo Jacobino (siglo XVII), donde los soportes alternarán torneado con caras planas.

    Entre los muebles con dichas características destacan las camas y las credenzas o aparadores (cupboards).

    Adicionalmente en el estilo Jacobino (1603-1649), los muebles son más pequeños que los del período anterior, se aligera la ornamentación (esto generó una mayor sobriedad). De aquí, nace el denominado estilo colonial norteamericano. La utilización de las clásicas hojas de acanto, palmetas, etc. Es un mueble de pura ebanistería y una de las características son sus chambranas bajas al piso. Respaldos tallados, siguiendo la tradición del período anterior. Aquí encontramos el sillón con respaldo abatible, que puede transformarse en una mesa.

    Luego aparece el estilo Cromwelliano o Republicano (1648-1660), casi totalmente desprovisto de ornamentación, lo que lo hizo más austero y menos lujoso.

    Le continúa el estilo Restauración (1660-1685), las bases de las patas son en voluta, con curvatura en "S" o doble "C" empalmadas, con chambranas en "H" (algunas llevan una chambrana frontón, ricamente tallada como el denominado estilo frailero Español, las patas traseras no son verticales, sino que se inclinan hacia atrás en la parte inferior). Una de las características a primera vista más importantes es el alto respaldo, ejemplo: la silla de la época de Jaime II (1685-1688).

    Más adelante, surge el estilo Jacobino Tardío (1685-1688) y es aquí donde el conocido bulbo Tudor o de melón, se fracciona un tercio arriba (dando un bulbo seccionado y alargado). Los travesaños de las patas, están colocados muy bajos (al igual que el Jacobino), las chambranas en forma de doble "C" o "S". Los respaldos con la típica rejilla y un pequeño frontón superior, constituido por tallas; a ambos lados de la pala del respaldo están situados los barrotes torneados. Este estilo se daría en llamar por algunos autores como Barroco (aunque todavía no llega ha serlo), fue un estilo de transición.

    El mueble barroco

    3.1 – Integración del mueble en el concepto espacial barroco:

    A finales del siglo XVI se asistirá en Europa a un profundo cambio en todos los sentidos: en lo político, lo religioso, lo social, etc.

    En el campo de lo político, la hegemonía ejercida por la dinastía de los Austrias españoles deja paso, tras la Guerra de los 30 Años, a la hegemonía francesa, que marcará a partir de ahora su dictado en el campo del arte, de la cultura y de la moda.

    En cuanto a lo religioso, se asiste a la consolidación del protestantismo en el norte de Europa e Inglaterra, y la aceptación de éste en Francia, al concluir las Guerras de Religión con el ascenso al trono de Enrique IV (1589-1610).

    El protestantismo acarreará unos nuevos valores que cristalizarán en las revoluciones burguesas de finales del siglo XVIII y que influirán sobremanera en el arte en general y en el mueble en particular, ya que la ética protestante implica austeridad, ahorro y huida del lujo innecesario y de los excesos. Por otra parte, asistimos en la Europa católica a la Contrarreforma, la respuesta del catolicismo al avance de la nueva religión, y que propondrá el uso del arte como arma de primer orden.

    La corte dejará de ser itinerante, por lo que se empiezan a fabricar muebles concebidos para estar fijos y adaptados a cada espacio. Aparecen escritorios más cómodos, consolas [158]de pared, sillas con tapicería cómoda, etc. La nobleza ponto empezará a imitar a la Corte y las nuevas tipologías del mueble francés se difundirán no sólo por el país, sino también por el resto de Europa, de mano de los embajadores.

    En cuanto al Arte, nos situamos en la plenitud del barroco, el arte excesivo, ornamental, escenográfico y propagandístico por excelencia. Todo ello se traducirá también en las tipologías del mueble. De hecho, en Francia, en el periodo Luis XIII, que abarca los reinados de Enrique IV (1589-1610) y Luis XIII (1610-1644) y la regencia de Mazarino hasta la toma de posesión del joven Luis XIV en 1661; el mueble se convertirá en objeto de lujo utilizado como instrumento para deslumbrar a la nobleza y ayudar a someterla (durante este periodo la nobleza francesa se organiza en la Fronda).

    Sin embargo, en Francia no arraigará el barroco de tipo italiano, muy ornamental, dinámico y artificioso, sino un barroco más clasicista, de líneas geométricas, que utiliza el espacio, la escenografía y la gran escala como recurso y que prefiere el lujo no de las formas retorcidas y curvilíneas sino el proporcionado por el uso de los materiales más caros y raros. Richelieu, por ejemplo, el primer ministro de Luis XIII, embellecerá el Palacio de Fontainebleau con excelentes muebles con taraceas e incrustaciones de mármoles, conchas, o placajes, con evidente influencia española, italiana u holandesa, fabricados con maderas exóticas y de primera calidad, pero las formas seguirán siendo arquitecturales, recordando mucho aún al mueble renacentista, a no ser por las características columnas torneadas en espiral o por las chambranas en "H" o en "X".

    Con la construcción del Palacio de Versalles no se altera demasiado el esquema anterior excepto en la escala, acorde con la megalomanía de Luis XIV, el Rey Sol. En Versalles todo estaba dirigido a deslumbrar. El mueble será el complemento perfecto para demostrar el lujo de la corte versallesca, y los muebles alcanzarán una finura y calidad sin precedentes, ya que se desarrollará la ebanistería y las formas del mueble ganarán en riqueza y diseño imaginativo.

    El mundo se hace cada vez más amplio, con la colonización y apropiación de grandes extensiones de Asia, África, América y Oceanía por parte de los europeos, que allegarán al Viejo continente grandes cantidades de materias primas exóticas que se usarán en carpintería y ebanistería, como el ébano o el carey. El ébano, madera preciosa de grano fino y apariencia tersa y suave, es, sin embargo, muy duro y quebradizo, por lo que se trabaja mejor usándolo como chapado, en finas láminas, sobre un armazón, lo que originará la explosión de la ebanistería en el siglo XVIII. En Holanda, por ejemplo, los viejos muebles arquitecturales del Renacimiento empezarán a ser reemplazados por muebles lacados traídos de China, Japón y la India, y por toda Europa se extendería el gusto por lo oriental, concretamente por el lacado y los diseños fantásticos, tanto en formas como en decoración. En la India, los artesanos aprendieron las técnicas europeas y empezaron a fabricar muebles de estilo europeo que introducían en grandes cantidades por su bajo coste y que aportaban novedades autóctonas, como los respaldos y asientos de junco, aunque este tipo de muebles era despreciado al principio por las clases altas debido, precisamente, a su baratura.

    Además, se fue haciendo corriente la importación de mobiliario entre las naciones europeas, esencialmente de Holanda, Alemania o Italia. Se generalizó la costumbre del barniz, sustituyendo a la madera pintada, y se inventaron procedimientos de lacado para no tener que importar los muebles ya lacados de Oriente.

    Los muebles se hacen cada vez más cómodos, y se suelen tapizar y acolchar. En Francia, por ejemplo, será corriente el tapizado con tejidos de punto de Hungría y el acolchado con crines de caballo, apareciendo nuevas tipologías de muebles como los canapés.

    La mesa es quizás el mueble que mayor evolución sufre, debido al cambio de las costumbres. El los banquetes estaban concebidas para que los comensales se situaran de espalda a la pared; sin embargo, en el siglo XVII se empiezan a situar los comensales alrededor de la mesa, con los anfitriones en ambas cabeceras. Además, cuando hay grandes banquetes la mesa se precisaba de dimensiones más reducidas. Esto hizo que las mesas abatibles se generalizaran. Las había abatibles de varios tipos, generalmente de dos tableros semicirculares que se abatían de varias maneras y que tenían a veces patas batientes, y también las había extensibles.

    3.2 – El Estilo Luis XIV en Francia:

    El Barroco coincide con un momento de esplendor de la monarquía absoluta y de la contrarreforma católica, hechos ambos que coincidirán y confluirán en Francia en el reinado de Luis XIV, el Rey Sol. Este monarca se dotó de un potente aparato propagandístico donde el lujo tenía una importancia determinante. En los palacios absolutistas todo estaba destinado a deslumbrar. El caso del Palacio de Versalles es paradigmático, con su disposición megalómana y escenográfica y sus grandes estancias profusamente decoradas. Sin embargo, el Palacio de Versalles sólo es el más deslumbrante de un conjunto de palacios donde el Rey Sol reside según la época del año: el conjunto se completa con los palacios de Marly, Fontainebleau, Saint Germain y el Grand Trianon.

    El Luis XIV Fue un estilo potente, suntuoso y masculino, propiamente Barroco. En épocas de las cortesías, las grandes ceremonias, y el esplendor de la corte. Del Rey Sol, que irradiaba esplendor, a partir de este concepto se generaron muebles muy suntuosos; generalmente más anchos que los de la corte de Luis XIII (con el objetivo de ser capaces de albergar los voluminosos trajes de la época). El Rey fue la encarnación del Poder en la tierra, adquiriendo la realeza el aspecto de Gracia Divina de lo Sobrenatural. La potencia, como criterio estético. Previamente se produjo el estilo Berain (mezcla extraordinaria de motivos fantásticos, vegetales y animales).

    En el siglo XVII ya no se recibe a los invitados o los embajadores en estancias privadas, sino que pasan al ámbito público en grandes puestas en escena, de modo que ahora las galerías y los salones pasan a ser la pieza fundamental, sobre todo en los palacios. Grandes espejos y las consolas que los acompañan pueblan las paredes junto con enormes cuadros bellamente enmarcados, iluminado todo el conjunto con enormes candelabros, llamados en Francia torchères o guéridon (pequeña mesita), de madera dorada, de plata o de bronce y exuberantes lámparas, que como la vajilla, estarán hechas de cristal de Sèvres.

    Para mayor efecto deslumbrante, Luis XIV incluso llegó a encargar una serie de muebles de plata destinados a ello, de manera que todo en los palacios estaba destinado a exhibir poder y magnificencia. Las paredes, al igual que los muebles, se tapizan, y abundan cortinajes y colgaduras, de manera que el dosel de las camas deja de tener importancia en favor de las calidades de las telas. El mobiliario alcanza dimensiones considerables para no resultar empequeñecidos por los grandes espacios a los que van destinados, de manera que irían acordes con el interior de los grandes salones y galerías.

    Los muebles se lacarán o se dorarán, y tendrán un aspecto curvilíneo y delicado. Los asientos serán siempre acolchados y tapizados, y las superficies de mesas, armarios y gabinetes se cubrirán de taraceas e incrustaciones riquísimas [159]

    Los muebles de Estilo Luis XIV presentan los mismos tipos que los de su estilo predecesor, aunque modificados según el gusto del periodo.

    Como soporte, por ejemplo, se dejará de usar prácticamente la pata torneada en espiral y se introducirá el estípite. Los brazos de los sillones, como las chambranas de mesas y sillas, se curvan, aunque seguirán, a veces, con el esquema en "H" o en "X". Los soportes de los armarios se alargan, tomando forma de cebolla o de estípite achatado.

    El mueble rey -del Rey Luis XIV- será el armario. Se usará preferentemente el ébano, de manera que los muebles más nobles tendrán un fondo oscuro sobre el que se incrustarán metales y piedras preciosas.

    Destacan como novedad el espejo y la consola, con gran profusión de talla y dorado, que irán a juego, y las torchères.

    Las camas se cubren por completo de colgaduras y telas, por lo que la estructura casi nunca queda a la vista, y el dosel se suele colgar directamente del techo -a la duchesse [160]cubriendo sólo la mitad de la cama. Se desarrolla el lit de repos, con uno o dos respaldos de madera tallada o acolchados, complementados con cojines cilíndricos.

    Los sillones y sillas son parecidos a los del Estilo Luis XIII, pero los brazos y travesaños se curvan y las maderas se tiñen de rojo, verde o dorado, a juego con la tapicería, de terciopelo, seda o tapiz.

    El cabinet y el buffet se siguen fabricando, con características análogas a los muebles antes mentados (taraceas, incrustaciones, maderas teñidas o de ébano, estípites o columnas como soportes, exuberantes tallas, etc.). El bureau [161]se consagra como mueble de uso general y estiliza y sus frentes se curvan preludiando el Estilo Luis XV.

    El mueble más típico será, sin embargo, la cómoda, con un frente cubierto con cajones con tiradores y cerraduras de cobre o de bronce dorado (ormoulu). Sus formas se irán dulcificando y curvando con el tiempo y dará lugar a la cómoda o comodín del posterior Estilo Luis XV, sobre las características patas en cabriolé. Procede del comó italiano.

    Todos estos muebles eran en esencia muebles para exhibir. Generalmente los muebles de uso cotidiano seguían siendo robustos y de apariencia cúbica, aunque a partir del siglo XVII cada vez más amplias capas de la población tendrán acceso a estos objetos de lujo a la par que se generaliza su uso.

    El mobiliario Luis XIV, presentó un predominio de la curva "S" o doble "C", con patas cabriolé sujetas por chambranas en "H" y "X" serpenteada, terminadas en forma de garra de león, con un pequeño simil estípite y hojas talladas en la rodilla. Los apoya brazos en voluta, profusamente tallados, con las ya conocidas hojas de acanto y de olivo. Los respaldos suelen terminar en su parte superior en un frontón tallado. Algunos modelos acolchados, ya no presentan chambranas (anticipando al Luis XV), con un frente de asiento decorativo. Otros modelos tapizados, eran de respaldos rectos.

    Fue un estilo pesado, de género curvo-masculino (a diferencia del Luis XV que era de género curvo-femenino y del Luis XVI que era de género recto-femenino). Como vemos existen diferencias sustanciales, mientras el Luis XIII, era del género recto-masculino. Por eso decimos que el Luis XIV, fue morfológicamente pesado, curvo-masculino.

    En este período se introduce el sofá que no analizamos porque representa más un mueble para semi-sentarse, semi-recostarse que exclusivamente para sentarse. Al igual, el canapé, son una clase de sofá que poseen en el respaldo indicado el número de plazas. La conocida chaise-longue (o silla-larga), era la suma de una bergere + butaca (del tipo evolucionado a partir del escabel). La marquise (marquesa), que era la duchesse (duquesa) de 1760, en 1800 se transformará en la psyche (o sofá canguro norteamericano).

    3.3 – Grandes tracistas del mobiliario en el estilo Luis XIV en Francia:

    Durante el reinado de Luis XIV se inauguran unas reales fábricas en Francia cuyo objetivo principal es surtir a la corte de objetos de lujo sin tener que recurrir a la más costosa importación. En este contexto nacen las llamadas Manufacturas de los Gobelinos, en 1667, dirigidas por el pintor Charles Le Brun (1619-1690), que debe ser considerado el alma de los Gobelinos y el auténtico creador del estilo versallesco, ya que nada se hacía sin su consentimiento y muchos de los diseños salieron, incluso, de su propia mano. En los Gobelinos se producían no sólo muebles sino también tapices, tejidos, cerámica, platería, etc. La grandeza de Le Brun no fue tanto saber gestionar una empresa tan inmensa como el hecho de crear un estilo propio francés. Además, Le Brun tiene el honor de ser uno de los primeros artistas que supieron dar la importancia merecida a las llamadas "artes menores".

    Con Luis XIV, la envergadura y suntuosidad de la vida cortesana, proporcionaban un generoso mecenazgo a artistas y maestros-artesanos, que culminó con la creación de manufacturas financiadas y controladas por la corona; la más famosa fue la de Los Gobelinos, fundada en 1667, donde trabajaban ebanistas y orfebres. Charles le Brun, el principal ebanista de la corte de Luis XIV, director de la manufactura de Los Gobelinos (trabajó con un equipo de artistas, decoradores y grabadores). Al Caer el sistema absolutista, bajo el impacto de la Revolución Francesa (1789-1799), las antiguas manufacturas reales que sobrevivieron, hubieron de adaptarse a la competencia comercial (al tiempo que sus diseñadores dejaban de ser funcionarios de la corte, para convertirse en empleados independientes).

    Charles Le Brun (1619-1690) diseñó el mobiliario de Versalles como parte de un todo, que incluía desde las consolas y los enormes espejos producidos por la fábrica de vidrio creada por Colbert en 1668 hasta los aparadores, las sillas, las torchères, las esculturas, los techos pintados, etc. Además, combinó los motivos decorativos renacentistas con otros de simbología alusiva al Rey Sol: el gallo, la cabeza de Apolo, la flor de lis, las "Ls" entrelazadas (inicial y final de Louis), entre otros diseños.

    En las Manufacturas de los Gobelinos desarrollaron su trabajo los mejores ebanistas y tallistas de la época. Algunos de ellos eran italianos, como Domenico Cucci (1637-1711), excelente ebanista y tallador, o Filippo Caffieri, también tallista y broncista.

    A la muerte de Le Brun, en 1690, éste fue sustituido por Jean Berain (1635-1704), quien, por su parte, destacó como decorador y diseñador, de manera que a él se debe prácticamente la totalidad del diseño de los interiores de los grandes palacios de Luis XIV. Se inspiró sobre todo en motivos más alegres y desenfadados, combinando motivos orientales y renacentistas, como los grutescos, diseños orientales o chinescos, monos, etc., de manera que gracias a él el barroco francés se alejó de su estilo marcadamente severo y clasicista, dándole un aire precursor del rococó. A sus órdenes trabajarían los más grandes ebanistas de la época. El mejor de todos ellos será sin ninguna duda André Charles Boulle (1642-1732).

    Hasta Boulle el mobiliario francés careció de un estilo peculiar, trasluciéndose las influencias holandesa, italiana y alemana, Boulle desarrolló sobremanera la técnica de la marquetería introduciendo novedades como la combinación de latón y carey, obteniendo diseños uno como negativo del otro (premièrepartie y contrepartie), con los que decoraba la superficie de parejas de muebles a juego o el interior y exterior de puertas o paneles. Boulle usó todo tipo de ricos materiales para las incrustaciones y usó el ébano como base, produciendo los típicos muebles fondo negro y muy fina factura. Para evitar que las láminas se desencolasen, solía proteger las esquinas de los muebles con molduras y anchas bisagras, de bronce dorado (ormoulu), muy recargadas. Además, fue uno de los primeros ebanistas en introducir líneas curvas. Su trabajo influyó sobremanera en los ebanistas de su siglo y del siguiente, teniendo importantes imitadores, como Jensen, citado más arriba como principal ebanista del William & Mary.

    Los muebles más típicos de Boulle son los armarios guardarropa, de aspecto arquitectónico, y todo tipo de librerías, aparadores y bufetes o escritorios, para cubrir las necesidades de una nobleza que acusaba la moda del coleccionismo de todo tipo de bellos objetos, desde libros hasta monedas. Boulle desarrolló también la cómoda, que empezó a sustituir al escritorio: del escritorio de ocho patas con un cajón central y tres cajones a los lados se pasó a un bufete con sólo dos cajones largos, al que se dio la forma, más tarde, de los sarcófagos romanos, llamándose comodetombeau.

    A partir de ésta se desarrollarían las cómodas dieciochescas. La marquetería de Boulle tuvo tanto éxito que se imitó en toda Europa e incluso pasó a decorar suelos y paredes.

    Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10
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