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La era de la desigualdad (¿Consecuencia directa del imperialismo monetario?) Parte II (página 14)

Enviado por Ricardo Lomoro


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En la eurozona, Grecia vive "al borde de una catástrofe humanitaria", España tiene tres millones de personas que sobreviven con ingresos mensuales de menos de 307 euros (US$ 417), las cifras oficiales de Portugal colocan a un 18% de la población por debajo de la línea de la pobreza, y en países fundadores del proyecto paneuropeo como Italia, el número de pobres se duplicó entre 2007 y 2012. La situación va más allá de la llamada periferia. En Alemania casi ocho millones de personas sobreviven con unos 450 euros (US$ 611) mensuales de salario y, por fuera del euro, en Reino Unido, los bancos de alimentos, administrados por organizaciones caritativas, se han multiplicado por 20. Los datos de la agencia de estadísticas europea, Eurostat, o del Banco Mundial, coinciden con los de ONGs que luchan contra la pobreza como Oxfam. "Hay un nuevo mapa de la pobreza como consecuencia de las medidas de austeridad. Desde el aumento del desempleo hasta el desalojo y el desmantelamiento del Estado de Bienestar están contribuyendo a este nuevo panorama", señaló a BBC Mundo la directora de Oxfam Internacional, Natalia Alonso… El impacto no es sólo social o humanitario: el mismo modelo de crecimiento europeo de la posguerra está en juego. Este modelo incluyente y con fuertes tendencias niveladoras en lo social permitía un crecimiento basado en un alto consumo doméstico. El modelo no ha desaparecido, pero está en crisis. "Si no cambian estas políticas, Europa necesitará 25 años para recuperar el nivel de vida que gozaba antes de la crisis. Hay un desmantelamiento de un modelo en marcha. Hoy la desigualdad en Reino Unido es igual que en Estados Unidos", indicó Alonso. (BBCMundo – 16/1/14)

Un informe de Oxfam Intermón denuncia que la democracia ha sido "secuestrada" en beneficio de las élites económicas, que "manipulan" las reglas del juego en su beneficio creando un mundo en el que sólo las 85 personas más ricas acumulan todo el capital de que dispone la mitad más pobre de la Humanidad. En la actualidad, el 1% de las familias más poderosas acapara el 46% de la riqueza del mundo. El trabajo, "Gobernar para las élites. Secuestro democrático y desigualdad económica", se difunde en ciernes del Foro Económico Mundial que se celebra esta semana en Davos para poner de manifiesto que en países como España, las 20 personas más ricas poseen una fortuna similar a los ingresos del 20% de su población más pobre. Según explica, en los últimos años se han venido adoptando políticas que claramente benefician a quienes más tienen, como la desregulación y la opacidad financieras, los paraísos fiscales, la reducción de los tipos impositivos sobre las rentas más altas o los recortes en inversión y protección social. "Desde finales de 1970, los tipos impositivos sobre las rentas más altas se han reducido en 29 de los 30 países de los cuales se dispone de datos, lo que significa que en muchos lugares los ricos no sólo ganan más, sino que también pagan menos impuestos", expone el trabajo de Oxfam, para incidir en que se trata de un "manifiesto secuestro de los procesos democráticos por parte de las élites y a expensas de la clase media y los más pobres". (Cinco Días – 20/1/14)

La recuperación de la economía mundial será demasiado débil para impedir que el desempleo siga creciendo en los próximos años, dijo el lunes la Organización Internacional del Trabajo. Advirtiendo del riesgo de una "recuperación del desempleo", la agencia de las Naciones Unidas en su informe anual hizo un llamamiento a los gobiernos de las economías desarrolladas para que reconsideren su adherencia generalizada a la austeridad y se centren en reparar el mercado laboral, que sigue teniendo "profundas cicatrices" a causa de la crisis financiera global que tocó techo hace más de cuatro años. El informe de la OIT llega días antes de que representantes de gobiernos, bancos centrales y empresas de todo el mundo se reúnan en Davos, Suiza, para abordar los problemas económicos globales, incluidos el crecimiento de las desigualdades y el elevado desempleo. La OIT anunció que el desempleo mundial, según sus estimaciones, aumentará al 6,1% de la población activa en 2016, desde el 6% de 2013 y el 5,5% de 2007, antes del estallido de la crisis financiera. El incremento -que significaría que nueve millones de personas más se quedan sin empleo– ocurriría a pesar de su estimación de que la economía global va a crecer un 4,1% en 2016, desde 2,9% en 2013. "Estas mejoras económicas no serán suficientes para absorber los graves desequilibrios del mercado laboral que se han acumulado en los últimos años", asegura Raymond Torres, director de análisis de la OIT, en el informe. "Las raíces de la crisis global no han sido abordadas adecuadamente". (The Wall Street Journal – 20/1/14)

La globalización ha hecho del mundo un lugar más igualitario, elevando las fortunas económicas de miles de millones de personas de escasos recursos en los últimos 25 años. Pero, al mismo tiempo, ha hecho que los países ricos sean más desiguales, reduciendo los ingresos de la clase media y baja. Durante un tiempo, la crisis financiera parecía haber revertido la tendencia hacia una mayor desigualdad en los países industrializados. Pero los datos más recientes sugieren que fue sólo una breve interrupción. En torno a 2010, las tendencias previas a la crisis se restablecieron, a medida que el estímulo del gobierno dio paso a la austeridad, las prestaciones por desempleo se agotaron y las medidas de los banqueros centrales impulsaron los retornos sobre los activos financieros, ayudando más que nada a los acaudalados. Las cifras compiladas por Emmanuel Saez, de la Universidad de California en Berkeley, y Thomas Piketty, de la Escuela de Economía de París, mostraron que en 2012 el 10% con mayores recursos se quedó con la mitad de todos los ingresos generados en EEUU. Esa cifra es la más alta desde 1917, el primer año del que se dispone información. "Creo que tenemos un problema político. En algún momento, las clases medias en países ricos podrían oponerse a la globalización", apunta Piketty. Un orden mundial en el que una mayoría se beneficia -pero una minoría influyente, no- podría no ser sostenible por mucho tiempo. (The Wall Street Journal – 22/1/14)

El credo de la desigualdad (las cifras y las fechas dan contexto histórico y dimensión de la desigualdad)

En los últimos 30 años ésta se incrementó en 24 de los 26 países que tienen datos para este período que analizó Oxfam.

En la máxima potencia planetaria, Estados Unidos, un salario medio equivalía en 1978 a US$ 48.000 dólares en valores actuales y el 1% ganaba unos US$ 390.000.

En 2010 el sueldo medio había caído a US$ 33.000 mientras que el del 1% ganaba más de US$ 1 millón.

Este período coincide con la hegemonía del credo neoliberal que promovieron el general Augusto Pinochet en Chile, el presidente estadounidense Ronald Reagan y el primer ministro británica Margaret Thatcher entre la segunda mitad de los 70 y los 80.

Esta ideología que emergió triunfante con la caída del muro de Berlín, reivindica una regulación mínima, libertad absoluta al mercado, retiro del estado de la actividad económica y una disminución de la carga impositiva para los más ricos a fin de promover el crecimiento económico. (BBCMundo – 22/1/14)

La globalización financiera, la desregulación, la capacidad de mover la producción de un país a otro han convertido a este poder económico en una fuerza capaz de torcer el brazo de los gobiernos. "La élite mundial está imponiendo políticas de estado que los favorezcan. Esto está produciendo una deslegitimación de la democracia y el estado", indicó a BBC Mundo Ricardo Fuentes-Nieva. En una encuesta de seis países -España, Brasil, India, Sudáfrica, Reino Unido y Estados Unidos- la mayoría de los entrevistados opinó que las leyes favorecían a los ricos. En el caso de España, la proporción fue abrumadora: 8 de cada 10 personas pensaban así. (BBCMundo – 22/1/14)

Las tendencias negativas en la distribución de los ingresos precedieron a la crisis y le han sobrevivido. En los Estados Unidos, el desfase entre los ingresos medios (por habitante) y los ingresos medianos ha llegado a ser de más de 20.000 dólares. Los aumentos de ingresos resultantes del crecimiento del PIB se han concentrado primordialmente en el cuartil superior de la distribución. Antes de la crisis, el efecto de riqueza producido por unos precios altos de los activos mitigó la presión hacia abajo del consumo, del mismo modo que, gracias a los bajos tipos de interés y la relajación cuantitativa desde 2008, ha habido aumentos importantes de los precios de los activos que, dados los débiles resultados económicos, probablemente no durarán. La concentración en aumento de la riqueza, junto con una calidad educativa desigual, está contribuyendo a descensos en la movilidad económica intergeneracional, lo que, a su vez, amenaza la cohesión social y política. Aunque la causalidad no está clara, históricamente ha habido una gran correlación entre desigualdad y polarización política, una de las razones por las que las estrategias de crecimiento logradas de los países en desarrollo se han basado en muy gran medida en la reducción de la exclusión. La tecnología que ahorra mano de obra y las tendencias cambiantes del empleo en el sector de bienes comercializables de la economía mundial son factores importantes de desigualdad. Los trabajos rutinarios de trabajadores manuales y oficinistas están desapareciendo, mientras que el empleo con menor valor añadido en el sector de los bienes comercializables está trasladándose a un conjunto de economías en desarrollo que van en aumento. Esas potentes fuerzas paralelas han alterado el equilibrio a largo plazo de los mercados laborales de las economías avanzadas, que han invertido demasiada educación y demasiadas capacidades en una modalidad de crecimiento anticuada. (Project Syndicate – 23/1/14)

La preocupación por la desigualdad económica está en el aire, casi en todas partes. El problema no es la desigualdad entre países, que en realidad ha disminuido durante las últimas décadas, en gran parte gracias a las mayores tasas de crecimiento y expectativas de vida en muchos países emergentes (especialmente en China e India). Por el contrario, el foco hoy día está en la desigualdad -a veces llamada disparidad del ingreso- al interior de los países. Un motivo es que el problema de la desigualdad es real, y está empeorando en muchos lugares. En las últimas décadas, la riqueza y el ingreso se han concentrado más en la cima -el así llamado 1 %- mientras que los ingresos reales y niveles de vida de los pobres y la clase media se han estancado o han caído en muchos países desarrollados. Esto era así antes de la erupción de la crisis financiera mundial en 2008, pero la crisis y sus repercusiones (incluidos los elevados y prolongados niveles de desempleo) han empeorado las cosas. A pesar de unas pocas excepciones notables en el norte de Europa y partes de Latinoamérica, el aumento de la desigualdad ha afectado tanto al mundo desarrollado como a los países en desarrollo… La desigualdad es real. Pero solo puede ser enfrentada eficazmente con políticas y programas que fomentan el crecimiento y crean oportunidades significativas para aprovecharlo. Hay mucho en juego, ya que el crecimiento económico y la cohesión social dependen de que logremos una solución satisfactoria. Pero para ello hay que entender que la desigualdad no es tanto la causa como la consecuencia de nuestros pesares. (Project Syndicate – 24/1/14)

La realidad de la creciente desigualdad estadounidense es crudísima. Desde finales de la década de 1970, los salarios reales de la mitad de los trabajadores que menos ganan se han estancado o reducido, mientras que los ingresos del 1% en lo alto de la escala casi se han cuadruplicado (y los ingresos del 0,1% en lo más alto han crecido aún más). Aunque podemos y debemos debatir qué hacer frente a esta situación, el hecho en sí -que el capitalismo estadounidense tal como está constituido actualmente está socavando las bases de la sociedad de clase media- no debería cuestionarse. Pero, por supuesto, sí se cuestiona. Esto es en parte un reflejo de la famosa máxima de Upton Sinclair: es difícil conseguir que un hombre entienda algo cuando su salario depende de que no lo entienda. Pero creo que también refleja una aversión por lo que implican las cifras, que parecen casi una invitación abierta a la lucha de clases, o, si lo prefieren, una demostración de que la lucha de clases ya ha empezado, y los plutócratas han tomado la ofensiva. La consecuencia ha sido una campaña decidida de confusión estadística. En su expresión más burda, esta campaña se acerca a una falsificación pura y dura; en su versión más elaborada, supone usar trucos ingeniosos para difundir lo que yo llamo el mito de los ricos que merecen serlo. (El País – 26/1/14)

La Oficina del Censo reportó en septiembre del año pasado que el número de estadounidenses que viven en la pobreza aumentó levemente en 2012 hasta los 46,5 millones. Pese a que la economía del país mejoró a nivel macroeconómico, el número de personas a las que se considera pobres aumentó en 300.000. La misma entidad indicó que unos 16,1 millones de niños están en la pobreza, así como 3,9 millones de adultos mayores de 65 años. El documento indica que la pobreza en 2012 fue más pronunciada entre negros (27,2% o 10,9 millones de personas), hispanos (25,6% o 13,6 millones) y asiáticos (11,7% o 1,9 millones) que en los blancos no hispanos (9,7%). Los autores del informe situaron el umbral de la pobreza en los hogares que tienen ingresos anuales de menos de US$ 23.492 para una familia de cuatro personas. Esta problemática ha cobrado importancia en 2014 por el aniversario 50 de la "guerra contra la pobreza" que proclamó el presidente Lyndon B. Johnson en su discurso del Estado de la Unión. Un análisis del Centro Pew sobre las estadísticas reveladas por la Oficina del Censo reveló, en abril del año pasado, que la riqueza aumentó para los más ricos y cayó para el resto. Entre 2009 y 2011 -los dos primeros años de recuperación económica tras la crisis- el valor promedio neto de los hogares en el 7% más rico creció en 28%, mientras el valor neto de los hogares en el restante 93% cayó en 4%. El análisis explicó que las diferencias se deben al repunte en los mercados de valores -donde concentran sus riquezas los más ricos- en comparación con el rendimiento del mercado inmobiliario, donde las familias menos adineradas tienen puestas las suyas. Por esas diferencias, el centro Pew concluyó que la desigualdad en las riquezas se incrementó durante esa fase de la recuperación económica. Una de las conclusiones de un informe preparado para el Departamento de Educación de Estados Unidos, hace un año, fue contundente: "Ninguna otra nación desarrollada tiene desigualdades tan profundas o sistémicas; ninguna otra nación desarrollada ha generado, a pesar de algunos esfuerzos, tantas condiciones desfavorables para muchos de sus niños". (BBCMundo – 28/1/14)

¿Por qué algunos gobiernos gastan más que otros? La pregunta es más compleja de lo que parece, sobre todo en el caso de los gobiernos europeos. La respuesta puede parecer obvia al comparar, por ejemplo, Dinamarca (donde el gasto público, excluyendo los pagos de intereses de la deuda, alcanzó el 58% del PIB en 2012) y Estados Unidos (donde la misma cifra fue de un 35%). No hay duda de que la explicación está en la amplitud de los servicios públicos y el alcance del estado de bienestar. Los datos parecen reivindicar la famosa frase de la canciller alemana, Angela Merkel, de que el problema de Europa es que tiene el 7% de la población, produce el 25% del PIB y debe financiar el 50% del gasto social del planeta. Desde esta perspectiva, los gobiernos europeos se enfrentan a una elección incómoda. La mayoría está buscando maneras de limitar el endeudamiento público, recortar los déficits y reducir el gasto sin perjudicar a sus ciudadanos más pobres. Pero, a juzgar por la experiencia de EEUU y otros países no europeos, es posible que se vean ante la disyuntiva de elegir entre la insolvencia y la desigualdad. Tras haber alcanzado el punto en que apenas pueden seguir aumentando los impuestos, les resulta imposible pagar sus deudas manteniendo en simultáneo el gasto social en los niveles actuales. (Project Syndicate – 30/1/14)

"Cómo McDonald"s y Wal-Mart se convirtieron en welfare queens", se leía recientemente en Bloomberg; "Los salarios de los restaurantes de comida rápida vienen con una factura de 7.000 millones de subsidio público", publicaba Business Week; "Informe: las empresas de comida rápida transfieren 7.000 millones de costes laborales a los contribuyentes", revelaba Forbes. Esos 7.000 millones de dólares son una estimación de lo que anualmente se gasta el Estado en subsidios para los trabajadores de las grandes empresas de comida rápida, ayudas que les permiten comer y tener seguro médico. Estas compañías pagan tan poco a sus empleados que su alimentación y asistencia sanitaria corren a cuenta de Washington. La cifra proviene de dos informes diferentes, uno de la Universidad de Berkeley y otro de la de Illinois, pagados por Fast Food Forward, una organización de activistas que persigue aumentos en los salarios de los trabajadores Ambos utilizaban datos disponibles para el gran público, y se refieren a las grandes cadenas de comida rápida como McDonald"s o Taco Bell. Mantener a los trabajadores de McDonald"s en particular cuesta cada año 1.200 millones al Estado, según el análisis de la organización activista National Employment Law Project. El 52% de los trabajadores de establecimientos de comida rápida están inscritos junto a sus familias a algún tipo de asistencia pública. La industria del fast food mueve 200.0000 millones anuales, pero sólo un 13% de las compañías proveen de seguro médico. (El Confidencial – 31/1/14)

Ben Bernanke deja la presidencia de la FED en manos de Janet Yellen, tras liderar la política más laxa de esta centenaria institución. Esta adquisición indiscriminada de activos ha disparado el balance de la FED hasta la cifra récord de 4,1 billones de dólares. Esta cifra equivale a casi el 25% del PIB estadounidense -en línea con el Banco de Inglaterra (BoE) y el Banco Central Europeo (BCE), pero inferior al Banco de Japón (BoJ)-. Asimismo, deja al sistema bancario estadounidense con 2,4 billones de dólares en exceso de reservas, para los cuales las entidades poco uso tienen debido a la aún escasa demanda de préstamos en comparación con la época de la burbuja inmobiliaria… El principal objetivo de Bernanke durante la crisis, más allá del rescate bancario orquestado junto al Tesoro de EEUU a finales de 2008, ha consistido en facilitar y abaratar la financiación crediticia, tanto al sector privado como al Gobierno, para, de este modo, impulsar el crecimiento económico y la creación de empleo. Pero, ¿lo ha conseguido? Según muestran los datos recopilados por el economista Juan Manuel López Zafra, autor de Retorno al patrón oro, la respuesta es no. "Desde la 1ª QE, en noviembre de 2008, se han creado 1 millón de empleos; en el mismo período, más de 11 millones de norteamericanos han abandonado el mercado laboral; ya no computan como buscadores de empleo. Son los Not In Labor Force (NILF)". (Libertad Digital – 31/1/14)

Una regla económica de oro, conocida como la Ley de Okun, sugiere que la tasa de desempleo debería caer medio punto porcentual por cada punto que la economía crezca por encima de su tendencia a largo plazo. Según esa máxima, la tasa de desempleo no debería haber caído mucho en medio de una recuperación económica inusualmente anémica. En cambio, ha bajado más de tres puntos porcentuales desde su cénit más reciente. Una razón para esta caída se halla en el éxodo de millones de personas de la fuerza laboral. En junio de 2009, cuando comenzó la recuperación, 81 millones de estadounidenses dijeron que no se encontraban en la fuerza laboral, lo que significa que no estaban empleados o buscando trabajo activamente. En diciembre, esa cifra subió a 92 millones. La gente deja la fuerza laboral por razones diferentes: se jubilan, vuelven a la universidad, pasan a recibir asistencia por discapacidad, dejan de buscar empleo o hacen otras cosas, reduciendo así el número de personas consideradas como desocupadas. (The Wall Street Journal – 3/2/14)

"Esta es la primera generación que vivirá peor que la de sus padres". Todos hemos oído esta afirmación con relativa frecuencia durante el último lustro, desde que la crisis económica comenzó a golpear las expectativas de las generaciones más jóvenes, que ahora mismo se enfrentan a tasas de paro que superan el 50%. Sin embargo, apenas existen estudios que demuestren una tesis que necesita atender a variables muy diferentes para ser demostrada. Por primera vez, una investigación británica ha sido capaz de responder en una encuesta a dicha cuestión y afirmar que los nacidos durante los años sesenta y los setenta tienen unas expectativas de futuro mucho peores que las de sus padres, especialmente en lo que concierne a la jubilación. El estudio, realizado por el Instituto de Estudios Fiscales (IFS) inglés, recuerda que la tendencia instaurada tras la Segunda Guerra Mundial por la cual cada generación esperaba vivir mejor que la precedente puede haberse revertido. El estudio señala que la generación analizada, la de los nacidos en los sesenta y los setenta -es decir, lo que en Estados Unidos equivaldría a los baby boomers-, que ahora tienen entre 43 y 53 años, necesitarán apoyarse en la herencia familiar si quieren disfrutar de una jubilación más relajada que la de sus padres. El cambio se ha producido durante la última década, ya que aquellos un poco más mayores no se han visto perjudicados en el mismo grado que estas generaciones. (El Confidencial – 3/2/14)

En una eurozona estancada, la locomotora alemana parece haber encontrado la fórmula para repetir el milagro de la posguerra: baja tasa de desempleo, crecimiento económico y aumento de las exportaciones. Pero este brilloso escaparate esconde una realidad social impensable para la cuarta economía mundial y segundo exportador del planeta. Unos 7,4 millones de trabajadores sobreviven con miniempleos que ofrecen un máximo de 15 horas semanales y remuneraciones que no pasan de los 450 euros mensuales (US$ 607). Este mercado laboral flexibilizado explica una aparente paradoja reflejada en el Informe Social de 2013 publicado por la Oficina Federal de Estadística alemana. Según el informe, el nivel de empleo alcanzó en 2012 un récord histórico de 41,5 millones de personas, pero el número total de horas trabajadas estaba por debajo del alcanzado en 1991. "Cada vez hay más gente que trabaja a medio tiempo sea voluntariamente o porque no le ofrecen otra cosa", señalaba el informe. Esta precariedad laboral se ha visto acompañada por un aumento del "riesgo de pobreza". Según el indicador oficial "se considera precaria la situación de una unidad familiar cuando sus ingresos no superan el 60% de los ingresos medios de todo el país". En moneda constante y sonante se trata de todo el que se encuentre por debajo de 848 euros por mes (equivalente a US$ 1.158)… A los índices de pobreza, hay que añadir una crisis que está golpeando muy fuerte a los jubilados. El cálculo oficial es que un 30% recibe una pensión de 688 euros por mes (US$ 928). La intervención de la seguridad social ayuda a complementar este ingreso, pero la actual flexibilización del mercado laboral pasará a la sociedad una cuenta sombría. Según un reciente informe del Ministerio de Trabajo las cotizaciones de las personas con miniempleos a los fondos de pensiones públicas les darán un derecho de unos 3,11 euros al mes (US$ 4,19) por año trabajado. (BBCMundo – 5/2/14)

En su último libro publicado en España, ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos? (Paidós), Zygmunt Bauman refuta esas tesis populares según las cuales vivimos en un mundo mejor porque hay más riqueza global. "Podemos valorar cómo está el mundo haciendo una media, pero el ser humano medio no existe, es una ficción estadística. Una investigación muy iluminadora, realizada por Richard Wilkinson y Kate Pickett (editada por Turner en España con el título Desigualdad), muestra cómo la calidad de vida de una sociedad no se mide a través del ingreso medio, sino mediante el grado de desigualdad en los ingresos. El alcoholismo, la violencia, la criminalidad y demás patologías sociales aumentan cuando lo hacen las desigualdades aunque la riqueza global se incremente". No nos encontramos en un buen momento, asegura el sociólogo, porque estamos de repliegue, regresando a cotas de desequilibrio que creíamos haber abandonado para siempre. Bauman señala que en los treinta años posteriores a la Segunda Guerra Mundial las políticas estatales intentaron que aumentase la riqueza total, pero también que su distribución alcanzase al mayor número de gente posible, de modo que cada vez más personas pudieran incorporarse a una situación de bienestar. Sin embargo, a partir de los 70, esa tendencia cambió de sentido, acelerándose ahora de modo preocupante. Bauman recurre a palabras del Papa Francisco para señalar cómo esas diferencias en los ingresos se han hecho demasiado evidentes: "las ganancias de una minoría están creciendo exponencialmente, lo que provoca que también crezca la brecha que separa a la gran mayoría de la prosperidad que disfrutan esos pocos felices". Las consecuencias sociales de esa separación son notables. En primera instancia, porque construyen una perspectiva vital radicalmente distinta. Según el autor de La posmodernidad y sus descontentos, en las sociedades de mediados de siglo XX existía una clase media que miraba confiada hacia el futuro, en el cual se veía viviendo mejor, y un menguante proletariado integrado por personas que vivían muy cerca o por debajo de la línea de pobreza. Pero hoy "esa distinción se está borrando. La clase media y los proletarios forman parte ya de una clase conjunta, el precariado, gente que no está segura de su futuro. Las leyes del mercado implican que tu compañía pueda ser devorada por otra y tú te vayas a la calle, perdiendo de pronto todo lo ganado en una vida. Nadie se siente seguro hoy. Nadie confía en el porvenir". Un ejemplo significativo de esa pérdida de horizonte vital aparece en las nuevas generaciones "que son las primeras desde 1950 que no inician su trayectoria a partir de lo logrado por sus padres, sino que están preocupadas tratando de alcanzar y recrear las condiciones bajo las que han vivido. No miran al futuro, están replegadas y a la defensiva, y ese es un cambio muy poderoso". (El Confidencial – 5/2/14)

Poco después de que estallara la crisis financiera mundial en el año 2008, Joseph E. Stiglitz advirtió sobre que a menos que se adopten políticas adecuadas, se podía asentar un malestar al estilo japonés – es decir, un crecimiento lento e ingresos casi estancados durante muchos años. Si bien los líderes a ambos lados del Atlántico afirmaron que habían aprendido las lecciones de Japón, rápidamente procedieron a repetir algunos de los mismos errores. Ahora, incluso un ex funcionario clave de Estados Unidos, el economista Larry Summers, realiza advertencias sobre el estancamiento secular. El punto básico que planteó hace media década fue que, en un sentido fundamental, la economía de EEUU se encontraba enferma, incluso antes de la crisis: fue sólo una burbuja de precios de los activos, creada a través de regulaciones laxas y tasas de interés bajas, la que hizo que la economía aparentara estar robusta. Debajo de la superficie, numerosos problemas supuraban: una creciente desigualdad; una insatisfecha necesidad de reforma estructural (la necesidad de un desplazamiento desde una economía que se basa en la manufactura a una que se base en los servicios y que se adapte a las cambiantes ventajas comparativas a nivel mundial); persistentes desequilibrios a nivel mundial; y, un sistema financiero que está más en sintonía con la especulación que con la realización de inversiones que crearían puestos de trabajo, aumentarían la productividad, y redistribuirían los superávits con el objetivo de maximizar la rentabilidad social. (Project Syndicate – 5/2/14)

EL gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, sorprendió a su audiencia en una conferencia el año pasado cuando especuló que los activos de la banca en Londres podrían crecer hasta más de nueve veces el PIB británico para 2050. Su pronóstico representó la simple extrapolación de dos tendencias: la continua profundización financiera en el mundo (esto es, un mayor crecimiento de los activos financieros que de la economía real), y la continuidad de la participación londinense en los negocios financieros mundiales. Puede tratarse de supuestos razonables, pero la estimación resultó profundamente inquietante para muchos… Dos escritos recientes suman dudas al asunto. En "El crecimiento de las finanzas modernas", Robin Greenwood y David Scharfstein, de la Escuela de Negocios de Harvard, muestran que la participación de las finanzas en el PIB estadounidense casi se duplicó entre 1980 y 2006, justo antes del comienzo de la crisis financiera (del 4,9 % al 8,3 %). Los dos factores principales que impulsaron ese aumento fueron la expansión del crédito y el rápido aumento de los recursos dedicados a la administración de activos (asociados, no casualmente, con el crecimiento exponencial del ingreso en el sector financiero). Greenwood y Scharfstein sostienen que la financialización tuvo sus pros y sus contras: puede haber habido más oportunidades de ahorro para los hogares y fuentes de financiamiento más diversas para las empresas, pero el valor agregado de la actividad de administración de activos fue ilusorio. En gran parte, implicó una costosa y excesiva rotación de las carteras, mientras que el aumento del apalancamiento implicó fragilidad para el sistema financiero en su conjunto e impuso grandes costos sociales cuando los hogares sobre endeudados quebraron. Stephen G. Cecchetti y Enisse Kharroubi, del Banco de Pagos Internacionales -el banco central de los bancos centrales-, van más lejos todavía. Sostienen que el rápido crecimiento del sector financiero reduce el aumento de la productividad en otros sectores. Utilizaron una muestra de 20 países desarrollados y encontraron una correlación negativa entre la participación del sector financiero en el PIB y la salud de la economía real. (Project Syndicate – 24/2/14)

Especial hincapié se hace en el espectacular aumento de las desigualdades económicas, a causa de la masiva concentración de los recursos económicos en manos de una minoría y su incidencia en la sociedad y, particularmente, en determinados sectores de ella. Los datos son muy elocuentes, y hablan por sí solos: la mitad de la riqueza mundial está en manos del 1% de la población, y buena parte de esa riqueza está a buen resguardo en paraísos fiscales. La riqueza de 85 individuos es la misma que la de los 3.570 millones de personas que forman la mitad más pobre de la población mundial. Un alto directivo en una gran empresa puede llegar a ganar hoy unas 900 veces más que un empleado medio de esa misma empresa. Pero, aparte de estos datos, diariamente muchas noticias nos confirman cómo y a qué velocidad ascienden los niveles de pobreza sobre todo en los países más pobres, o en qué cuotas están las cifras de paro juvenil… ¿Qué hacen los centros de decisión europeos, Bruselas o Berlín? A la vista de todo esto, ¿se puede seguir hablando todavía, con alguna credibilidad, de "comunidad europea" y de "modelo social europeo"? Es evidente que una desigualdad de esta naturaleza es destructiva, pues socava la sociedad desde dentro. Rompe el contrato social, y no es extraño, por tanto, que provoque desórdenes, conflictos sociales e inestabilidad. Una forma de orden social aceptable para la mayoría sólo puede ser la que se basa en un consenso que reúna, exprese y realice, en cierta medida, la aspiración común a que unos valores y unas ideas ampliamente compartidos configuren el proyecto conjunto y el sentido de ese orden social. Hoy ya no se impone el orden tradicional y las creencias del pasado automáticamente para organizar una sociedad. La socialización de los individuos y su coexistencia pacífica se producen cuando la incorporación de unos valores, creencias y significados representan una cierta instancia normativa efectiva y mayoritaria a la que poder recurrir, en situaciones de conflicto, a modo de legitimación. Si esto no se da, si en vez de promoverlo y potenciarlo se ignora o directamente se socava, la sociedad deja de existir como sociedad y se convierte en una masa informe de individuos a la que es preciso controlar y dominar. La burocracia administrativa y gubernamental se vuelve autónoma. La sociedad tal vez funcione, pero no satisface las exigencias de sentido de los individuos que estallan, sobre todo, en situaciones de conflicto. El Estado, la Administración, aparece como una fuerza externa hostil y enemiga que amenaza con abatirse sobre los individuos y aplastar sus aspiraciones de libertad y de realización personal. Esa es la razón de la ruptura social abierta, o, como mínimo, de la desimplicación y la huida fuera de la sociedad de individuos que se ven así relegados a la marginalidad. (El Confidencial – 2/3/14)

La tesis de que las economías avanzadas se recuperarán gradualmente ha sido blanco de críticas en sus dos partes. Por el lado de la demanda, hace poco Larry Summers (economista de Harvard y alto funcionario estadounidense durante las presidencias de Bill Clinton y Barack Obama) indicó que es posible que los problemas de las economías avanzadas sean producto del estancamiento secular. Summers considera que el endeudamiento anterior a la crisis no fue una anomalía exógena, sino la consecuencia de una insuficiente demanda global. La distribución global del ingreso se había modificado, con transferencia de ingresos de las clases medias de los países avanzados hacia los ricos y hacia las economías emergentes, lo que dio lugar a un exceso de ahorro a escala mundial. El único modo de evitar el estancamiento era que la clase media se endeudara cada vez más, con la ayuda de bajos tipos de interés y grandes facilidades para el crédito. Dicho de otro modo, la sobreabundancia de ahorro (como la denominó el ex presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Ben Bernanke) ya existía antes de la crisis y puede seguir afectando la demanda global, a menos que las clases medias de los países emergentes se conviertan en el nuevo consumidor de última instancia de la economía global. Aunque es probable que eso suceda en algún momento, los esfuerzos de Estados Unidos y del Fondo Monetario Internacional en el contexto del G-20 para lograr dicho proceso de redistribución de la demanda todavía no han sido suficientes. Por el lado de la oferta, las dudas surgen de una nueva disputa entre los economistas y los expertos en tecnología en relación con el ritmo del avance tecnológico. Para Robert Gordon, de la Universidad Northwestern, las tecnologías de la información y las comunicaciones ya dieron la mayor parte del aumento de productividad que podía esperarse de ellas, y no hay a la vista una nueva gran ola de innovación que pueda compensar la desaceleración del crecimiento potencial. Los países rezagados todavía podrán cosechar los dividendos de la modernización, pero los países que ya están en la frontera tecnológica deberán aceptar que a partir de ahora, un crecimiento anual per cápita muy bajo, apenas superior al 1%, será lo normal. (Project Syndicate – 27/2/14)

El porcentaje de población activa en EEUU se situó en 2013 en el 63,2%, idéntico al de hace casi 36 años, bajo otro presidente demócrata, Jimmy Carter. El número de personas fuera del mercado laboral, por el motivo que sea, supera los 92 millones en un país de 316 millones… Entre los datos negativos destaca el de la reducción de la tasa de actividad o la población ocupada. Ésta mide las personas mayores de 16 años de edad que está trabajando o que busca activamente un empleo, y que además ni son militar en activo ni preso en cárceles. En la actualidad es la más baja desde 1978. Según el Departamento de Estadísticas Laborales (Bureau of Labor Statistics), la población ocupada en 2013 ascendió a 245.679 millones de personas, de un total de 316 millones. De ellos, 155,389 millones (63,2%) estaba trabajando o buscando empleo, mientras que 90,290 millones (36,8%) o están desempleadas o han renunciado a encontrar un trabajo. El porcentaje es idéntico al registrado en 1978, por lo que el mercado laboral de EEUU ha retrocedido 36 años. Desde principios de la década de los 60 del siglo XX, la población activa fue aumentando hasta mediados de los años 90, cuando se acercó al 68%. Entonces, inició un imparable descenso que no se ha detenido, sea en épocas de expansión o de crisis, sea con presidentes republicanos (George W. Bush) o demócratas (Bill Clinton y Barack Obama), sea en paz o con guerras, sea con alto gasto militar o con bajo gasto militar. En 2000, el número de estadounidenses excluidos de la población activa fue de 69.994 millones; en 2013, de 90.290 millones; y en enero pasado de 92.535 millones. (Vozpópuli – 7/3/14)

En este lustro, los inversores han contemplado una secuencia extraordinaria, puesto que al Dow Jones y al S&P 500 les ha dado tiempo no sólo de recuperar los niveles pre-Lehman, sino de pulverizar sus máximos históricos. Cinco años después de los mínimos, al Dow apenas le queda el recuerdo, puesto que camina 10.000 puntos por encima: los 6.547 puntos del 9 de marzo de 2009 han dado paso a los 16.480 puntos actuales, o lo que es lo mismo, entre ambos momentos se ha disparado un 151%. En el caso del S&P 500, la subida es aún mayor, puesto que alcanza el 177%, hasta los 1.875 puntos. Lo más llamativo de estos datos no es únicamente la envergadura de las subidas, sino la velocidad a la que se han producido. La comparación con los registros del crac de 1929 y la Gran Depresión posterior así lo evidencia. El Dow Jones tuvo que esperar 25 años para romper los máximos históricos conquistados en 1929; en la crisis actual, le ha costado menos de seis años superar el anterior récord, que databa de 2007. Y tanto en la velocidad como en la magnitud de la remontada, un protagonista destacado: la Reserva Federal (Fed). El banco central estadounidense, bajo la batuta de la persona que ocupó la presidencia hasta el pasado 31 de enero, Ben Bernanke, ha desempeñado una papel fundamental en la ascensión de sus cotizaciones. ¿Cómo lo ha hecho? Recetando la política monetaria más expansiva en la historia de la entidad. En lo convencional, rebajando los tipos de interés en 2008 hasta el 0-0,25%, un nivel en el que nunca antes habían estado y del que aún hoy no se han movido. Y en lo heterodoxo, poniendo en marcha desde noviembre de 2008 sucesivos programas de compras de activos, hasta un total de tres (QE1, QE2 y QE3), con los que ha inyectado en el sistema 3,5 billones de dólares. Este dinero ha sido el combustible que ha respaldado la subida de las acciones en Wall Street… y más allá, puesto que ha sido, con el refuerzo de las medidas expansivas de otros bancos centrales, como catalizador de la escalada de la renta variable internacional y otros activos de riesgo. (El Confidencial – 8/3/14)

La brecha entre ricos y pobres en el Reino Unido ha aumentado hasta tal punto que las cinco familias más adineradas concentran más riqueza que un quinto de toda la población del país, según un informe de la ONG Oxfam. En otras palabras, las cinco familias más acaudaladas del país son más ricas que 12,6 millones de ciudadanos británicos. "El Reino Unido se está convirtiendo en una nación profundamente dividida, con una élite rica que está viendo aumentados sus ingresos, mientras que millones de familias están luchando para llegar a fin de mes", dijo Ben Phillips, director de campañas de Oxfam en el Reino Unido. La fortuna estimada de las cinco familias asciende a 28.200 millones de libras (US$ 46.908 millones), cifra que supera los 28.100 millones de libras (US$ 46.741 millones) que concentran más de 12 millones de personas. El autor del informe, titulado "Historia de dos Gran Bretañas", el economista mexicano Ricardo Fuentes-Nieva, jefe de investigación de Oxfam, dijo a BBC Mundo que la concentración de la riqueza creció considerablemente en las tres últimas décadas. "El 10% del 1% más rico ha duplicado su proporción del ingreso desde 1993, o sea, en un período relativamente corto, lo cual dice que su ingreso ha estado aumentando de una manera brutal". (BBCMundo – 17/3/14)

No parece arriesgado afirmar que Capital in the Twenty-First Century (El capital en el siglo XXI), la obra magna del economista francés Thomas Piketty, será el libro de economía más importante del año (y tal vez de la década). Piketty, posiblemente el mayor experto mundial en desigualdad de rentas y patrimonio, hace algo más que documentar la creciente concentración de la riqueza en manos de una pequeña élite económica. También defiende de forma convincente el argumento de que estamos volviendo al "capitalismo patrimonial", en el que las altas esferas de la economía están dominadas no solo por los ricos, sino también por los herederos de esa riqueza, de modo que el nacimiento tiene más importancia que el esfuerzo y el talento. Por supuesto, Piketty reconoce que todavía no hemos llegado a eso. Hasta ahora, la opulencia del 1% superior de Estados Unidos se ha debido principalmente a los sueldos y las primas de los ejecutivos más que a las rentas procedentes de las inversiones y más aún que a la riqueza heredada. Pero seis de los diez estadounidenses más ricos son ya herederos, más que emprendedores hechos a sí mismos, y los hijos de la élite económica de hoy parten de una posición de inmenso privilegio. Como señala Piketty, "el riesgo de un giro hacia la oligarquía es real y da pocos motivos para el optimismo". (El País – 30/3/14)

La desigualdad económica crece rápidamente en la mayoría de los países. La riqueza mundial está dividida en dos: casi la mitad está en manos del 1% más rico de la población, y la otra mitad se reparte entre el 99% restante.

• Casi la mitad de la riqueza mundial está en manos de sólo el 1% de la población.

• La riqueza del 1% de la población más rica del mundo asciende a 110 billones de dólares, una cifra 65 veces mayor que el total de la riqueza que posee la 3 mitad más pobre de la población mundial.

• La mitad más pobre de la población mundial posee la misma riqueza que las 85 personas más ricas del mundo.

• Siete de cada diez personas viven en países donde la desigualdad económica ha aumentado en los últimos 30 años.

• El 1% más rico de la población ha visto cómo se incrementaba su participación en la renta entre 1980 y 2012 en 24 de los 26 países de los que tenemos datos.

• En Estados Unidos, el 1% más rico ha acumulado el 95% del crecimiento total posterior a la crisis desde 2009, mientras que el 90% más pobre de la población se ha empobrecido aún más.

• El FMI asegura que la desigualdad en varios países avanzados, como Estados Unidos, ha vuelto a niveles que no se registraban desde antes de la Gran Depresión de la década de 1930.

• Según los datos del FMI, desde mediados de los 80 hasta principios del año 2000, la mitad de la riqueza que se ha generado ha ido a parar a las manos del 20% de los más ricos.

•La desigualdad va en aumento en muchas regiones del mundo

•Las políticas fiscales pueden ayudar a los países a reducir la desigualdad

•Se pueden diseñar políticas redistributivas teniendo en mente la eficiencia

Para respaldar un crecimiento económico sostenible, la redistribución del ingreso debe basarse en instrumentos fiscales que permitan alcanzar los objetivos de distribución con el menor costo posible en términos de eficiencia económica.

• Según la OCDE: "Los episodios de recortes de la desigualdad, normalmente no duran lo suficiente como para atenuar el distanciamiento entre las rentas altas y bajas abierto durante los años precedentes".

•Educación: "Las consecuencia del menor gasto público en educación tardarán en notarse pero se sentirán en una menor inscripción estudiantil, rentas más bajas y menor ascenso social para los hijos de los padres más pobres"

•Sanidad: "El desempleo y los sistemas de copago recortan el recurso a la Sanidad".

El FMI aboga por subir los impuestos y redistribuir la riqueza, entre otras medidas, para reducir la brecha entre ricos y pobres.

De acuerdo con el estudio del FMI (13/3/14), la concepción de una política fiscal redistributiva eficiente abarca cuatro dimensiones clave:

• Primero, una política fiscal redistributiva debe ser coherente con los objetivos de la política macroeconómica. El nivel de gasto en redistribución, por ejemplo, debería estar acorde con la estabilidad macroeconómica; además, es necesario comparar los beneficios de un gasto adicional en redistribución con los beneficios de un gasto adicional en otros ámbitos prioritarios, como la infraestructura.

• Segundo, los impuestos y los gastos deberían evaluarse conjuntamente. Por ejemplo, un aumento de la recaudación del impuesto al valor agregado (IVA) utilizado para financiar más gastos en enseñanza primaria podría resultar progresivo en términos netos.

• Tercero, las políticas de redistribución deben estar concebidas de manera que equilibren los objetivos de redistribución y de eficiencia. Algunas políticas redistributivas, como las que fortalecen el capital humano, de hecho pueden promover la eficiencia. Pero en otros casos quizás haya que sacrificar algo.

• Cuarto, las políticas deben diseñarse teniendo en cuenta la capacidad administrativa.

(Abril 2014) Aria di bravura: ¿cuánto tiempo más se puede seguir así?

(Con el permiso -e indulgencia- de los "novelados" o "noveleros", vecinos de Apartado)

Dudaba de calificar a este "snippet", como una confesión, un preaviso, un ruego o una Messa da Requiem. Serán ustedes mismos (pacientes lectores), si han tenido la piedad de llegar hasta aquí, los que clasifiquen esta Conclusión final, como un brindis al sol, un canto a los pájaros o un extremo desahogo desde el speaker corner del papel (que lo aguanta todo).

Estos párrafos finales han sido escritos durante la Semana Santa del año 2014. Toda una alegoría en esas horas solemnes y desgarradoras. Que cada cual saque de estas frases las conclusiones que tenga por conveniente. Las mías, después de leer "a los que saben" (supuestamente), se instalan en la "perplejidad".

En medio del quilombo financiero (al día de hoy no resuelto) la sensación que se tiene es que es el ciudadano con sus impuestos y sus recortes el que trabaja para salvar al "sufrido" sistema financiero; de que es el ciudadano quien se ha quedado con la deuda, y los directivos bancarios con los yates y las Ferraris.

Mientras aceptamos sumisamente que el Gobierno nos meta la mano en el bolsillo a todos y transfiera nuestro dinero a aquellos a quienes califica de depositarios de los intereses del conjunto de la sociedad, debemos colegir que se trata de una técnica propagandística concebida para extraer rentas del conjunto de la sociedad en beneficio privativo de una facción organizada.

En medio del quilombo del paro y la miseria (al día de hoy no resuelto) lo más frustrante de todo es no ser visto. Pueden no darle dinero, pero al menos pueden mirarlos. Sentirse ignorado es lo peor.

Dividiré la confesión, preaviso, ruego o réquiem, en cuatro partes: enfoque económico, enfoque moral, enfoque de seguridad y enfoque de rebelión

Enfoque económico (Ritos iniciales)

La cuestión principal es la magnitud y la composición del desempleo en los países desarrollados, un problema que todavía no ha sido reconocido como corresponde por su impacto cada vez más perjudicial en el tejido social de los países y su potencial económico. Un desempleo alto, intrincado y confuso, tiene serias consecuencias negativas a largo plazo que amenazan con volverse exponencialmente peores.

¿Estamos condenados a una recuperación sin empleo? ¿Es el futuro uno en el que los trabajos son tan escasos que muchos trabajadores tendrán que aceptar una miseria para encontrar un empleo, y volverse cada vez más dependientes de las transferencias sociales a medida que los salarios del mercado caen por debajo del nivel de subsistencia? ¿O deberían las sociedades occidentales esperar una nueva ronda de magia tecnológica, como la revolución de Internet, que produzca una nueva ola de creación de empleo y prosperidad?

(Y cuenta la historia) Desde 1947 a 1977, Estados Unidos aplicó lo que podría denominarse una negociación básica con sus trabajadores. Los empresarios les pagaban lo suficiente para comprar lo que producían. La producción y el consumo en masa demostraron ser complementos perfectos… La paga de los trabajadores incluidos en el 20 por ciento más pobre creció un 116 por ciento en estos años, más rápido que los ingresos del 20 por ciento más rico (que subió un 99 por ciento). La productividad también subió más rápido. El rendimiento por hora trabajada se dobló, así como los ingresos medios. Expresadas en dólares de 1997, las rentas de una familia media se elevaron de unos 25.000 a 55.000 dólares. La clase media tenía los medios para comprar, y al hacerlo creaba nuevos empleos. Entonces, la economía crecía.

Hace más de tres décadas, el comercio y la tecnología empezaron a abrir una brecha entre las ganancias del nivel más alto y las demás. La paga de los directivos y principales ejecutivos ha aumentado. Pero la paga y prestaciones de la mayoría de los trabajadores se han mantenido o bajado. Y la consiguiente división también ha hecho que las familias estadounidenses de clase media se sientan menos seguras.

El Gobierno hizo trizas las redes de seguridad, reduciendo la ayuda para las familias desempleadas con hijos, endureciendo las condiciones para optar a los cupones de alimentos, y recortando el seguro de desempleo tanto que, en 2007, sólo el 40 por ciento de los parados estaba cubierto.

Las empresas, con sus ojos fijos en el precio de las acciones y en las ganancias, valoran más que nunca la flexibilidad encima de la estabilidad. La recesión les demostró que podían hacer más con menos trabajadores de lo que muchos de ellos creían.

El crecimiento del ingreso de la clase media en la mayoría de los países avanzados se mantuvo estancado, y las oportunidades de empleo han disminuido, especialmente en el sector transable de la economía. La porción del ingreso que se destina al capital ha aumentado, a expensas del trabajo. En especial en EEUU, la generación de empleo ha sido desproporcionada en favor del sector no transable.

La economía global lleva varios años de crisis en crisis, y el remedio ya es parte de la enfermedad. En una época de tasas de interés nulas y flexibilización cuantitativa, la política macroeconómica perdió contacto con la dura realidad que nos dejó la crisis. Y mientras los médicos usan una medicina no comprobada para tratar la dolencia equivocada, nadie le presta atención al paciente, que sigue tan enfermo como siempre.

La pobreza está aumentando y los salarios bajando en la Unión Europea. La clase media española, que crecía desde los años 60 del siglo XX, ha empezado a adelgazar. Pero lo mismo ocurre en Alemania y Francia, dos de los países más ricos de Europa. La pobreza severa (que consiste en vivir con menos de 307 euros al mes) atenaza ya a tres millones de personas, el doble de los que estaban en esta situación antes de la crisis. La pobreza infantil, que afectaba a un 26,7% de la población inferior a 16 años en 2011, ha subido 3,1 puntos de 2007 a 2011: es, además, el triple del aumento registrado en la UE.

En Portugal, vive en la pobreza más del 20% de la población, y los griegos son un 40% de media más pobres que en 2008. Pero esta tendencia no se produce sólo en España y otros países del sur de Europa. En Alemania, a cuyo Gobierno encabezado por Angela Merkel muchos europeos atribuyen la imposición de políticas de austeridad responsables del empobrecimiento, también está menguando la clase media. Según un estudio de la Universidad de Bremen y del Instituto Alemán de Investigación Económica, encargado por la Fundación Bertelsmann y difundido a finales de 2012, un 58% de la población pertenece a la clase media; pero en 1997 lo hacía un 65%.

Es decir, en Alemania, la clase media se ha reducido en siete puntos en quince años. A la clase media pertenecen, de acuerdo con el estudio citado, todos los que cuentan con un 70 a un 150 por ciento del ingreso medio. Para una familia común de cuatro personas, eso significaría un ingreso de 2.400 a 5.000 euros por mes.

En Francia, el crecimiento de la pobreza está siendo también arrollador. En septiembre de 2013, el Instituto Nacional de Estadística y Estudios Económicos difundió un informe en el que sostenía que la pobreza afectaba en 2011 al 14,3% de la población (66 millones de personas), su nivel más alto desde 1997. En 2008 ese porcentaje era el 13%. Además, el informe refleja que 8,7 millones de franceses viven por debajo del umbral de la pobreza fijado en un ingreso mensual inferior a 977 euros.

Los politólogos, sociólogos y economistas coinciden en que la clase media es un factor social de estabilidad tanto política como económica. Y los hechos históricos lo corroboran.

Mientras tanto, la crisis financiera mundial no parece haber afectado a las grandes fortunas del planeta, más bien todo lo contrario. Desde marzo del 2009 su número y su riqueza se han duplicado. Un lustro en el que los activos totales de estos 2.170 multimillonarios pasaron de sumar 3,1 billones de dólares a 6,5. La crisis global está detrás de una serie de cambios tectónicos en la distribución de la riqueza mundial, que parece haber incrementado las brechas económicas entre los más ricos y los más pobres. Además, ha puesto en entredicho la existencia en el futuro de una clase media en la que pueda incluirse el grueso de la población.

La llegada del "big data" está afectando sustancialmente a los procesos laborales y está transformando el modo en que entendemos el mundo, al igual que lo hace la implantación de un cada vez mayor número de robots en las fábricas. La posibilidad de producir exclusivamente a través de máquinas parece estar a la vuelta de la esquina, afirman los expertos, y aunque no fuera así, los cambios que ya han generado la mecanización y tecnificación acelerada de los procesos de producción está siendo de tal magnitud que hará que en el futuro cercano se destruya gran cantidad de puestos de trabajo.

Esta tendencia, no obstante, no parece haber levantado demasiadas reticencias en Occidente, ya sea porque estamos acostumbrados a que la deslocalización productiva se haya llevado los puestos de trabajo a países que prometen costes más bajos, ya porque no lo entendamos como una amenaza, puesto que la mayoría de los empleos de nuestros países tienen que ver con o tareas de alto valor añadido o con el sector servicios, áreas en teoría nada susceptibles de ser programadas e informatizadas.

Sin embargo, esa visión parece ser demasiado optimista. Según el  informe The future of employment, realizado por los profesores de la Universidad de Oxford Carl Benedikt Frey y Michael A. Osborne, el 47 por ciento del empleo total está en situación de alto riesgo, "ya que muchas de sus ocupaciones son susceptibles de ser automatizadas en una o dos décadas".

El empleo en los años próximos va a ser un asunto central, como lo será el manejo de las tensiones sociales que causará el descenso de número de puestos de trabajo. Sin embargo, el asunto parece pasar desapercibido, preocupados como estamos de generar políticas que aseguren la devolución de intereses de deuda y no de generación de puestos de trabajo. El problema sigue ahí: harán falta menos seres humanos…

Hemos entrado en una nueva era del trabajo, en un nuevo modelo (un "new normal") que está reconfigurando el mapa de trabajos y ocupaciones que se demandan y cuya verdadera dimensión veremos en los próximos años. Para desgracia nuestra, según asegura el informe realizado por el "think tank" Resolution Foundation y por la London School of Economics, desde el inicio de la crisis han crecido los trabajos de alta cualificación y los que requieren escasa formación, pero han desaparecido con preocupante rapidez los situados en el estrato medio.

El estudio, titulado ¿Una crisis polarizante?, señala cómo el Reino Unido se dirige hacia un mercado del empleo que únicamente tendrá dos niveles, con una parte superior de la escala laboral, la de la alta gestión, la consultoría y el trabajo de alta cualificación que está creciendo un 16% desde el inicio de la crisis, y un sector inferior, el de los servicios y hostelería, que ha aumentado un 17% en ese mismo periodo.

El informe señala cómo los empleadores han aprovechado la crisis para que los trabajadores cuyas tareas no son rutinarias (y que por tanto precisan de formación) hayan aceptado rebajas en sus salarios y han despedido a aquellos empleados cuyas tareas se podían automatizar de forma sencilla. Subraya además las fuerzas cíclicas que están transformando estructuralmente el mercado de trabajo, de forma que sectores antes pujantes, como la construcción, están dejando paso a la salud, la asistencia social y las actividades económicas como principales motores del empleo.

Sin embargo, esos sectores que están creciendo y que implican labores no rutinarias, caso del cuidado de ancianos, han ido acompañados de un descenso en las retribuciones. Por el contrario, los sectores cuyas tareas son repetitivas, como es el trabajo de secretaría, que se han llevado la peor parte de la caída en el empleo, apenas han variado en sus retribuciones (en aquellos casos que han logrado sobrevivir).

Y el futuro aparece aún más oscuro para las clases medias en la medida en que hablamos de una tendencia que se va a disparar, como aseguran numerosas voces del entorno de la tecnología y de los negocios. Algo en lo que coincide Alan Milburn, exparlamentario, ex ministro de sanidad y actual "zar" de la Comisión de la Movilidad Social británica, quien ha señalado que "los trabajadores de cuello blanco se convertirán en los nuevos pobres, ya que sus trabajos van a ser sustituidos por ordenadores".  

Esa división entre el empleo de alto valor añadido, escaso y deseado, y el "low cost", sostenido por grandes masas de empleados cuyos salarios irán en descenso, y que no siempre superarán el nivel de subsistencia parece que será el "new normal" de Occidente. Ese es un reto notable, y no sólo de orden económico. La clase media, el estrato que proveía de estabilidad a nuestras sociedades, y que se alimentaba de empleos regulares y estables, tenderá a desaparecer, como señala Milburn, si esta tendencia continúa su progresión, lo cual traería consigo un nuevo mapa político y social cuyas novedades sólo estamos empezando a percibir. Nos adentraríamos en lo desconocido…

¿Qué pasaría si la crisis simplemente se hubiese acabado y en realidad nos estuviésemos enfrentando a un nuevo escenario en el que el escaso crecimiento es lo normal, una especie de estancamiento secular?, planteó el exsecretario del Tesoro estadounidense y asesor de Obama ante una selecta audiencia en un foro del FMI.

¿Son las burbujas de activos la única manera en que los bancos centrales pueden impulsar la demanda?

Podría ser que las economías, incluida la estadounidense, hayan caído en el "estancamiento secular", como lo calificó Summers. En otras palabras, estas economías se han vuelto japonesas. Desde la crisis, para combatir este límite cero a la baja de los tipos, los bancos centrales han tenido que recurrir a la política monetaria heterodoxa. Especialmente, compras de bonos y otros activos por parte de los bancos centrales, la llamada relajación cuantitativa, que, en parte, impulsa la demanda al generar efectos de riqueza positivos por el incremento de los precios de los activos.

Los gobernadores de los bancos centrales creen que sólo con lograr impulsar la demanda hasta un cierto nivel se convertirá en autosostenible. La producción aumenta, las inversiones de capital suben, la oferta se expande, la productividad laboral crece y, finalmente, el empleo se incrementa también hasta que se absorbe el exceso de capacidad. Al mismo tiempo, la inversión impulsa las tasas de crecimiento potenciales, o, en otras palabras, revitaliza la reciente trayectoria decepcionante.

Si el mecanismo primario para generar este crecimiento inicial pasa por los efectos de la riqueza, forzosamente, los bancos centrales tenderán a inflar burbujas de activos. Esto es así porque la riqueza está distribuida de manera desigual. Debido a que una pequeña minoría de personas posee una gran mayoría de activos y debido a que hay límites en cuánto puede alguien consumir (gran parte de lo que compran los ricos, de hecho, son inversiones más que bienes de consumo), para que el efecto riqueza se traduzca en un aumento general de la demanda hay que aumentar muy sustancialmente los precios de los activos.

Y aquí es donde se materializa el problema. La mayoría de la gente normal y corriente se ve obligada entonces a pedir prestado o recurrir a sus ahorros o vender algunos de sus activos para lograr nuevas y mayores tasas de consumo. Vender activos los concentra en manos de los ricos. Los ahorros ya se han gastado. Y como vimos en el último ciclo, el crédito para consumir activos inflados es peligroso, aunque los bancos centrales están haciendo todo lo que pueden para fomentar el crecimiento del crédito.

En algún momento, los salarios o los ingresos tienen que crecer hasta donde se justifican los precios inflados de los activos o los precios de los activos bajarán.

En el último ciclo, los precios de los activos bajaron, lo que provocó la crisis financiera. Los gobernadores de los bancos centrales no ven surgir burbujas de activos en este momento porque, según dicen, los actuales precios de los activos se justifican por las expectativas de niveles de crecimiento futuro y esos niveles de crecimiento están dentro del potencial de la economía.

Antes de la crisis, los gobernadores de bancos centrales se llenaban la boca al hablar de la creación de la Gran Moderación, un período económico de inflación estable y baja y de crecimiento sólido. Resultó que se equivocaban. ¿Se equivocarán igualmente al pensar que pueden generar efectos en la economía real creando precios de los activos ilusorios?

Así las cosas, ¿y si ni siquiera una burbuja es capaz de contrarrestar los cambios estructurales que están ocurriendo?, ¿y si se han terminado los ciclos económicos y sólo podemos crear empleo a fuerza de burbujas financieras o estímulos masivos que siempre suelen acabar muy mal?, ¿cómo vamos a poder reanimar la inversión productiva si ahogados por la deuda no tenemos unas perspectivas de consumo que garanticen los retornos?

Enfoque moral ((Liturgia de la palabra)

"La pobreza es muy dura porque te roba tus sueños y tus esperanzas", sostiene la ONG Save the Children.

"La pobreza no tiene pasaporte y nadie está a salvo", ha recalcado Ester Asin Martínez, directora y representante ante la Unión Europea de Save the Children.

"Hablamos de lo que vemos y tenemos entre manos, con datos de Eurostat y la realidad de miles de años", ha defendido por su parte Andrés Conde, director general de Save the Children, en referencia a los casi 27 millones de niños que actualmente están en riesgo de pobreza o exclusión social en Europa, tras aumentar esta cifra en un millón entre los años 2008 y 2012. 

"Ante una situación de urgencia, pedimos medidas de urgencia. Esta situación no puede esperar a que mejore la economía. Lo que perdamos ahora con niños, no se puede recuperar más tarde", ha zanjado el director de Save the Children.

Tres mecanismos (perversos) de supervivencia

Ante la disminución de los ingresos de los asalariados en los últimos treinta años, los estadounidenses pudieron seguir comprando mediante tres mecanismos de supervivencia. El primero: las mujeres entran en el trabajo retribuido a partir de finales de los 70, y subiendo en los 80 y 90.

Mecanismo de supervivencia número dos: todos trabajan más horas. En 2005, no era extraño que los hombres trabajaran más de 60 horas a la semana y las mujeres, más de 50. Es decir, el estadounidense medio hacía más de 2.200 horas al año, 350 por encima del europeo medio, más incluso que un japonés.

Mecanismo de supervivencia número tres: gastarse los ahorros y tomar prestado hasta las cejas. Tras agotar los dos primeros mecanismos, era la única forma en que los estadounidenses podían seguir consumiendo como antes. Durante la Gran Prosperidad, la clase media ahorraba el 9 por ciento de sus ingresos. A finales de los 80 y principios de los 90, esa parte se había cercenado al 7 por ciento. Después, la tasa de ahorro cayó al 6 en 1994, y siguió bajando hasta el 3 en 1999. En 2008, los estadounidenses no ahorraron nada. Mientras, la deuda de los hogares explotó. En 2007, el estadounidense medio debía el 138 por ciento de sus ingresos después de impuestos.

El mundo que prometía un bienestar sostenido está roto y la sociedad avanza hacia mayores cotas de desigualdad. Nos están preparando para aceptar sin violencia un gran retroceso en las conquistas sociales

¿Cuáles son los verdaderos males que aquejan a Europa?

En opinión de los analistas, son los siguientes: 1- La fractura del equilibrio económico sostenible, que requiere actualmente redimensionarse. 2 – Las diferencias entre Estados, aumentadas por la quiebra entre el Norte y el Sur. 3 – La corrupción (tanto en el Norte como en el Sur) tan capilarmente extendida. 4 – La política estandarizada y necia. 5 – La codicia financiera, estimulada por una banca abusiva en extremo. 6 – La falta de futuro nítido. 7 – El vertiginoso incremento del paro y el desempleo, que ha de verse en términos no ya económicos sino de población. Y 8 – El desvío o traspaso de responsabilidades y cargas a las capas más débiles o clases medias de la sociedad (ciudadanos, profesionales, trabajadores, parados) y no a la banca, ni a los grandes empresarios ni a la clase política, con el consiguiente aumento de la injusticia social generalizada.

Cuando piensen en estos "males", tengan presente que están contemplando millones de tragedias humanas: a individuos y familias cuyas vidas están quedando destrozadas porque no pueden encontrar trabajo, ahorros agotados, casas perdidas y sueños destruidos. Y cuanto más se prolongue esto, mayor será la tragedia.

Sueños rotos (el ascensor social está fuera de servicio)

La idea de ir a la universidad -y la expectativa de que la próxima generación estará mejor educada y será más próspera que su predecesora- ha sido durante años una de las ambiciones innatas de la clase media de los países desarrollados. Sin embargo, ahora existe una profunda preocupación, debido a que esta movilidad ascendente va en sentido inverso.

Andreas Schleicher, asesor especial de educación en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), dice que Estados Unidos es actualmente la única gran economía del mundo en la que la generación más joven no estará mejor educada que la anterior.

"Es un asunto de gran importancia porque gran parte del poder económico actual de EEUU se basa en el alto grado de capacitación de los adultos, que ahora está en riesgo", dice Schleicher. "Estas habilidades son el motor de la economía de EEUU y ahora ese motor está fallando", agrega Schleicher, uno de los expertos más influyentes del mundo en educación internacional.

"El sueño americano se ha estancado", dice el informe de la asociación que además describe a una sociedad en donde los ingresos familiares han caído durante más de una década. "Es más probable que un niño que nace pobre en Estados Unidos hoy en día, siga siendo pobre el resto de su vida, mucho más que en ningún otro momento de nuestra historia. Muchas otras naciones ahora nos superan en nivel de estudio y movilidad económica. La clase media estadounidense se está encogiendo ante nuestros ojos"…

En la actualidad, esta situación muestra que el sueño americano es un mito. Hoy hay menos igualdad de oportunidades en Estados Unidos que en Europa (y de hecho, menos que en cualquier país industrial avanzado del que tengamos datos).

Esta es una de las razones por las que Estados Unidos tiene el nivel de desigualdad más alto de cualquiera de los países avanzados. Y la distancia que lo separa de los demás no deja de crecer. Durante la "recuperación" de 2009 y 2010, el 1% de los estadounidenses con mayores ingresos se quedó con el 93% del aumento de la renta. Otros indicadores de desigualdad (como la riqueza, la salud y la expectativa de vida) son tan malos o incluso peores. Hay una clara tendencia a la concentración de ingresos y riqueza en la cima, al vaciamiento de las capas medias y a un aumento de la pobreza en el fondo.

¿Cuánta desigualdad es aceptable?

A juzgar por los niveles anteriores a la recesión, mucha, particularmente en los Estados Unidos y Gran Bretaña. Peter Mandelson, del Nuevo Laborismo, expresó el estado de ánimo de los últimos treinta años cuando comentó que se sentía "tranquilo" por el hecho de que la gente se enriqueciera de forma "desmedida". El enriquecimiento era el objetivo de la "nueva economía". Y los nuevos ricos se quedaron con una parte creciente de sus ganancias, a medida que se redujeron los impuestos para alentarlos a enriquecerse aún más y se abandonaron los esfuerzos para repartir el pastel de forma más justa.

Los resultados fueron predecibles. En 1970, los ingresos brutos de un alto ejecutivo estadounidense eran aproximadamente treinta veces más elevados que los del trabajador medio; actualmente son 263 veces más elevados. En Gran Bretaña, el salario básico (sin bonificaciones) de un alto ejecutivo era 47 veces superior a la del trabajador medio en 1970. En 2010 fue 81 veces superior. Desde finales de los años setenta, los ingresos netos del 20 por ciento más rico de la población han aumentado cinco veces más rápido que el del 20 por ciento más pobre en los Estados Unidos y cuatro veces más rápido en el Reino Unido. Aún más importante es la creciente brecha entre el promedio de los ingresos y la mediana de los ingresos, es decir que la proporción de la población que vive con la mitad o menos de la mitad del ingreso medio en los Estados Unidos y Gran Bretaña ha estado aumentando.

Aunque en algunos países esta tendencia no se ha impuesto del todo, la desigualdad ha estado aumentando durante los últimos 30-40 años en todo el mundo. Ha crecido la desigualdad dentro de los países, y las diferencias entre ellos aumentaron considerablemente después de 1980, hasta equilibrarse a finales de los noventa y comenzar a disminuir después de 2000, cuando el crecimiento en los países en desarrollo comenzó a acelerarse.

El crecimiento de la desigualdad no incomoda a los defensores ideológicos del capitalismo. En un sistema de mercado competitivo, se dice que se paga a las personas lo que valen, es decir, los altos ejecutivos agregan a la economía estadounidense 263 veces más valor que sus empleados. Pero se aduce que los pobres siguen estando mejor que si los sindicatos o el gobierno hubieran reducido la brecha artificialmente. La única forma de lograr que la riqueza se reparta más rápido es mediante una reducción adicional de los impuestos marginales o, alternativamente, mejorando el "capital humano" de los pobres, de modo que valgan más a ojos de sus empleadores.

La actitud de indiferencia ante la distribución del ingreso es de hecho una receta para un crecimiento económico sin fin en el que los ricos, los muy ricos y los súper ricos se alejan cada vez más del resto. Esto está mal por motivos morales e incluso prácticos. En términos morales, hace que las perspectivas de una vida mejor queden para siempre fuera del alcance de la mayoría de las personas. En términos prácticos, está destinado a destruir la cohesión social en la que se basa en última instancia la democracia – o, en efecto, cualquier tipo de sociedad pacífica y satisfecha.

Este auge de la desigualdad es el que trata de analizar un nuevo estudio, "The Rise of the Super-Rich" ("El auge de los súper-ricos") publicado en la revista American Sociological Review, que, centrándose en el caso estadounidense, asegura que, a partir 1980, los ricos supieron imponer sus criterios en el Congreso, los sindicatos perdieron fuelle, disminuyeron los impuestos a las rentas altas y, en definitiva, el 1% más adinerado no dejó de acumular riqueza, mientras el resto de la sociedad la perdía. Una tendencia que no ha disminuido ni un ápice desde entonces, y que es similar a la que están viviendo las sociedades europeas.

Una tragedia económica global se desarrolla frente a nuestros ojos. En todo el mundo se están creando nuevas oportunidades laborales que ofrecen una promesa de prosperidad, pero cientos de millones de personas no pueden aprovecharlas porque no tienen la educación y las habilidades necesarias.

Si no se revierten las tendencias actuales, esta disparidad de oportunidades se profundizará, lo que aumentará las diferencias en los ingresos de la gente y asfixiará la recuperación económica mundial. Para evitarlo, es vital que empresas y gobiernos de todo el mundo se pongan de acuerdo en una estrategia para mejorar las oportunidades educativas, la capacitación y la movilidad internacional de la siguiente generación de trabajadores.

Se estima que para compensar los empleos que se perdieron durante la reciente crisis económica será necesario crear 600 millones de puestos de trabajo en todo el mundo a lo largo de la próxima década. Muchos de estos nuevos empleos estarán en sectores donde los avances científicos, ingenieriles y tecnológicos siguen siendo los motores de la innovación y el crecimiento.

Mientras empresas y gobiernos analizan la manera de responder a estos cambios en la dinámica del mercado laboral internacional, lo que está en juego es nada menos que el futuro de nuestros jóvenes. La franja etaria juvenil comprende la mayor fuente de talento desaprovechado del mundo; al mismo tiempo que abundan las oportunidades, demasiados jóvenes no tienen acceso a la educación y capacitación que necesitan para hacer realidad su potencial.

Con un presupuesto de casi un billón de euros para los próximos siete años (2014-2020), y casi 55.000 millones sin gastar del periodo anterior, uno imagina que, cuando Europa compromete "todos los instrumentos", no hay montaña lo suficientemente alta ni valle lo suficientemente profundo.

Pero poco tarda uno en darse cuenta de que las conclusiones de una cumbre no son motivo para descorchar el champán. Primero porque, como queda claro unas líneas más abajo, esa totalidad de recursos se reduce a una lista de promesas por detallar y otras encajadas después de costosas negociaciones, como los 6.000 millones que se han prometido adelantar a 2014 y 2015 para luchar contra el paro juvenil. Una cantidad bien generosa, pensará uno mirando su cuenta, pero no tanto cuando se reparte entre 28 países en siete años. España se llevará 1.900 millones, o lo que es lo mismo, menos de 2.000 euros por joven parado, lo que obligará al Gobierno a obrar el milagro de los panes y los peces.

Una cifra que no parece tan abultada cuando se comprara con los miles de millones de euros que ha gastado la UE en sus bancos, o se piensa que Europa gasta hoy diez veces más en sus vacas (12,7 euros de media) que en sus jóvenes (1,26 euros), según datos de Eurostat. Más aún cuando uno recuerda que, para financiar apropiadamente la Garantía Juvenil, la "medida estrella" pilotada desde Bruselas, la Organización Internacional de Trabajo estima que se necesitarían 21.000 millones de euros. 

El optimismo sigue desinflándose cuando se hace recuento de la pila de cumbres de fogueo dedicadas al empleo juvenil, que ya arrancaron en enero de 2012, o las iniciativas dedicadas al tema que cogen polvo en la nube comunitaria, como la infrasubvencionada Iniciativa de Oportunidades para la Juventud; o EURES, la red para la movilidad de los que buscan un empleo en Europa.

La desigualdad social está aumentando no sólo porque cada vez el mundo esté más dividido entre dos clases de trabajos, sino porque muchos de ellos no ofrecen los recursos necesarios para la subsistencia. Prácticamente una cuarta parte de los puestos de trabajo en los Estados Unidos se remuneran por debajo del umbral de la pobreza, y eso que hablamos de una zona geográfica especialmente favorecida en cuanto a nivel de vida.

Desde el año 1997 al año 2007, la proporción de ingresos que acumulan los hogares estadounidense que se encuentran en el 1% superior de la curva de distribución de ingresos se incrementó en un 13,5 %. Esto es equivalente a desplazar $ 1,1 millones de millones de los ingresos totales anuales de los estadounidenses hacia dichas familias -esta cifra representa más que el total de los ingresos del 40% de los hogares estadounidenses en la parte inferior de dicha curva de distribución.

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