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Compendio sobre Cambio Climático (página 2)


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

* Lee Kump et al "Massive release of hydrogen sulfide to the ocean surface and atmosphere during intervals of oceanic anoxia" en Geology, vol. 33, no. 5, p. 397-400, mayo de 2005.

* James Lovelock "The Vanishing Face of Gaia"

* James Lovelock "The Revenge of Gaia" (2006)

* Mark Lynas "Six Degrees: Our Future on a Hotter Planet", National Geographic, Washington (2008).

* Wassily y Alexey Nesterenko y Alexei Yablokov "Chernobyl: Consequences for People and the Environment", New York Academy of Sciences y Blackwell (2009).

* V.Ramanathan, artículo en Nature Geoscience del 23iii2008.

* Karla Rodríguez "Interesa a GE negocio eólico" en Reforma, sección Negocios, 4X2010, p. 7.

* Spencer Weart "The discovery of global warming", Harvard U.P., (2003), p. 161-162.

Cambio climático: el uso ilegítimo de las contradicciones

Por Mailer Mattié

La mercantilización de la crisis climática ilustra, en realidad, acerca de las enormes limitaciones del pensamiento industrial para hacer frente a la destrucción que genera, acudiendo a instrumentos que se apoyan en la misma lógica que originó los problemas. Es decir, amparándose en la combinación de enunciados incompatibles que se contradicen, presentados como verdades; un recurso que permite falsear la realidad y que la filósofa francesa Simone Weil (1909-1943) definió hace setenta años como el "uso ilegítimo de las contradicciones".

A causa de la arrogancia, avaricia e indiferencia de muchos hijos de la Tierra, hemos alcanzado el final de la vida y el comienzo de la supervivencia.

Consejo Internacional de las Trece Abuelas Indígenas

El showbusiness debe continuar:

La temperatura media global aumentó 0.7 grados centígrados durante el siglo pasado, una amenaza sin precedentes para todos los seres vivos del planeta como consecuencia de la acumulación de los residuos materiales e inmateriales de la civilización industrial; es decir, resultado de su economía, de su codicia, de su ideología y de la incesante violación de los derechos de los pueblos y de las leyes que ordenan la naturaleza y la vida. No obstante, durante la última década del siglo XX, aunque las alteraciones del clima eran evidentes, las voces de alerta fueron constantemente descalificadas por los intereses de la industria petrolera y de la ciencia industrial que consideraban el fenómeno un hecho natural, desvinculado de las actividades humanas. Sin embargo, los primeros años del siglo XXI transcurrieron como los más calurosos de la historia, señalando la gravedad de la situación.

Otorgar estatus científico a la relación directa entre el calentamiento global y la industrialización de la vida significaba, desde luego, reconocer la extrema vulnerabilidad de la sociedad moderna, oculta tras la ostentación del poder económico, político y militar; revelaba, en consecuencia, la apremiante urgencia de iniciar la reforma de una economía que se nutre del uso intensivo de combustibles fósiles y de la destrucción de los bienes de la Tierra. Aún así, la respuesta consensuada en los ámbitos dominantes fue cerrar el paso a las alternativas y transformar la crisis climática en una extraordinaria oportunidad para desarrollar nuevos negocios; la puesta en marcha de mercados insólitos, creados en nombre del supuesto compromiso mundial para salvar la vida en el planeta.

El cambio climático fue presentado como un problema global a partir de 2006, cuando Al Gore -ex Vicepresidente de los Estados Unidos (1993-2001), en cuyo mandato se firmó el Plan Colombia que financió las fumigaciones aéreas con glifosato en regiones sembradas de plantaciones de coca, violando los derechos humanos y de la Naturaleza- presentó en su país el famoso documental "Una verdad incómoda", difundido el año siguiente en todo el mundo. Paralelamente, los recién diseñados negocios del clima comenzaron su expansión internacional; el mercado de carbono, en efecto, creció en 2008 un ochenta por ciento en relación al año anterior. Al Gore, como sabemos, fue galardonado con un Oscar de la Academia de Cine, el Premio Príncipe de Asturias y el Nóbel de la Paz en 2007.

Los países industrializados son los responsables del sesenta por ciento del total de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), las cuales han aumentado, además, un cuarenta por ciento desde 1990. Si esta cifra permaneciera constante, la temperatura se elevaría 0.2 grados centígrados por década; no obstante, si las emisiones continúan creciendo, su aumento podría alcanzar en los próximos años hasta 2.6 grados centígrados, ocasionando el hundimiento de islas, la desaparición de los glaciares y la pérdida de los medios de vida de millones de personas en el mundo al reducirse a la mitad la actual producción de alimentos. El dióxido de carbono (CO2) -resultado del consumo de combustibles fósiles, la deforestación y la destrucción de los suelos– es el mayor contribuyente a la variación del clima (54%), aunque es superior el efecto del metano (CH2) y del óxido nitroso (N2O) -derivados de la minería, la ganadería y de la utilización de fertilizantes químicos en la agricultura-. La concentración de metano en la atmósfera, de hecho, ha aumentado un cincuenta y cinco por ciento desde el siglo XVIII, mientras el óxido nitroso, junto al ozono y otros gases, contribuyen con cerca del treinta por ciento al calentamiento global.

La mercantilización de la crisis climática ilustra, en realidad, acerca de las enormes limitaciones del pensamiento industrial para hacer frente a la destrucción que genera, acudiendo a instrumentos que se apoyan en la misma lógica que originó los problemas. Es decir, amparándose en la combinación de enunciados incompatibles que se contradicen, presentados como verdades; un recurso que permite falsear la realidad y que la filósofa francesa Simone Weil (1909-1943) definió hace setenta años como el "uso ilegítimo de las contradicciones" (1).

Negocios listos para el clima

El Protocolo de Kioto de 1997, al establecer el mecanismo de cuotas de emisión de GEI, sentó las bases para construir el mercado del clima. Los países que ratificaron el Acuerdo en 2005 recibieron, en efecto, derechos para emitir CO2 equivalentes a los niveles que habían alcanzado en 1990; es decir, a mayor contaminación más permisos obtenían. Dichas cuotas, además, pueden intercambiarse como bonos de carbono en el mercado, de tal forma que las empresas de aquellos países que no utilizan todos sus permisos pueden venderlos a otras que superan los límites. Un bono de carbono equivale al derecho de emitir una tonelada de CO2 y su precio es 15 dólares, aproximadamente. Suponiendo -erróneamente- que contaminar en un lugar determinado no tiene efectos globales, el sistema ofrece asimismo la posibilidad de compensar la contaminación generada por una actividad específica invirtiendo, por ejemplo, en proyectos de energía alternativa -como la eólica- y en programas en los países del sur vinculados a las políticas del clima. Cuando una industria compensa de esta forma sus emisiones, en realidad está ampliando su capacidad para seguir contaminando: la contradicción sobre la cual se sustenta el criterio que considera el mercado de carbono como un instrumento eficaz para frenar el cambio climático (2).

Este artificio, sorprendentemente, constituye el eje sobre el cual gira la formulación de las políticas de adaptación y mitigación que se aprueban en las reuniones anuales de la Convención Marco de las Naciones sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Diseñadas para sostener el mercado de carbono y beneficiar a las industrias contaminantes, forman parte de los eufemísticamente denominados Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL), uno de cuyos principales impulsores ha sido precisamente Al Gore. Entre ellos se distinguen los programas Redd-Plus que tienen por objeto sustituir bosques por plantaciones comerciales; el laboreo cero (LC), proyectos que incluyen el negocio de los cultivos modificados genéticamente (CMG), ahora denominados también cultivos listos para el clima (CLC); la explotación de biomasa como combustible, nueva oportunidad de beneficios para las empresas petroleras; la producción de carbón vegetal "biochar"; la expansión de la producción agropecuaria industrial; y la explotación de los territorios comunitarios, considerados tierras improductivas y marginales. Su ejecución, por lo demás, supone acciones complementarias como la privatización del agua, un bien colectivo aún en muchos lugares del mundo cuya disponibilidad podría verse seriamente afectada por los cambios del clima. Destinados en su mayoría a los países del sur, desestiman las consecuencias sobre la vida y los derechos humanos de las comunidades donde se llevan a cabo (3)

Durante la última reunión del CMNUCC, celebrada en Cancún en diciembre del 2010, se dio nuevo impulso a los mercados climáticos. Por un lado, se eliminó el compromiso vinculante sobre reducción de emisiones de GEI adquirido por los países firmantes del Protocolo de Kioto -reiterada y sistemáticamente incumplido-, cuyas decisiones al respecto tienen ahora sólo carácter voluntario. El protagonismo del Banco Mundial, por otra parte, quedó abiertamente manifiesto cuando su Presidente, Robert Zoellick, propuso la aprobación del Fondo Verde del Clima (100 mil millones de dólares), nuevo instrumento de financiación de los MDL junto al mercado de carbono y los fondos gubernamentales. Bolivia fue el único país que intentó diversificar el debate, defendiendo las propuestas aprobadas en la Cumbre Global de los Pueblos sobre Cambio Climático que tuvo lugar en Cochabamba en 2009. Entre las más importantes, el reconocimiento de la deuda climática con los países del sur; la aprobación de los Derechos Universales de la Madre Tierra; el establecimiento de la Corte Internacional de Justicia Climática; la reducción del cincuenta por ciento de las emisiones de GEI para el año 2017; y la eliminación del mercado de carbono y de los proyectos Redd-Plus. Aun sin contar con el apoyo de ningún otro país, los representantes bolivianos se negaron a firmar el acuerdo, argumentando que su aplicación podría conducir a un aumento de temperatura mayor de 4 grados centígrados durante el siglo XXI (4). No obstante, el Estado Plurinacional de Bolivia ha planteado la posibilidad de interponer una demanda contra el documento en la Corte Internacional de La Haya, alegando que su aprobación no respetó los procedimientos ordinarios.

La agricultura como problema

La agricultura moderna, pilar del sistema de alimentación en las sociedades desarrolladas basado en un elevado consumo de proteína animal, destina gran parte de su producción a sostener la ganadería industrial, contribuyendo así directa y significativamente al calentamiento global. El veinticinco por ciento de las tierras a nivel mundial, de hecho, se utilizan para cultivar alimentos y pastos para animales; una actividad que promueve la deforestación a gran escala y la aplicación intensiva de fertilizantes químicos, ocasionando la pérdida de materia orgánica del suelo y la alteración del ciclo natural del carbono (5). Ciertamente, las estimaciones indican que la agricultura industrial genera el treinta por ciento del total de las emisiones de GEI vinculadas a las actividades económicas, al ser responsable del veinticinco por ciento de todas las emisiones de CO2 y del setenta por ciento del óxido nitroso y del metano.

En las negociaciones internacionales sobre el cambio climático, sin embargo, prevalece el propósito de ampliar y transformar las actividades agrícolas en un importante instrumento de compensación de emisiones de GEI, incorporándolas a la red de MDL. En este sentido, los acuerdos del CMNUCC incluyen el laboreo cero (LC); la conversión de más tierras de cultivo en pastizales; el secuestro de carbono en áreas agrícolas; la producción de agrocombustibles; el monocultivo de árboles para producir biochar; los cultivos modificados genéticamente; los proyectos Redd-Plus; y el incremento de la ganadería industrial. El biochar es un carbón vegetal elaborado a partir del calentamiento de biomasa para ser utilizado como fertilizante; su producción, no obstante, implica el cultivo de grandes extensiones de tierra con fuerte impacto ecológico y social. La industria de los agrocombustibles, por otra parte, promueve las negociaciones sobre millones de hectáreas cultivables localizadas, sobre todo, en América Latina y en países devastados por conflictos en África. Intensificando la destrucción de la selva amazónica, por ejemplo, Brasil prevé aumentar sus áreas de plantaciones para combustibles de seis millones de hectáreas a 120 millones de hectáreas durante los próximos años; se espera que este país se convierta en 2020 en el primer exportador mundial de biodiesel y en un modelo de adaptación industrial al cambio climático.

La agricultura de laboreo cero (ALC) o no laboreo, por otro lado, se asocia a la reducción de las emisiones de carbono que genera la labranza utilizando potentes herbicidas; en realidad, el modelo está ya bastante extendido, sobre todo en Argentina, Brasil y los Estados Unidos donde existen grandes superficies plantadas con soja modificada genéticamente resistente al roundup de Monsanto. Para abastecer el consumo de soja y maíz de la ganadería industrial en países como España, por ejemplo, se utilizan 3.5 millones de hectáreas agrícolas solo en las naciones sudamericanas citadas. Ciertamente, el noventa y ocho por ciento de la importación española de cereales se destina al consumo animal; un claro ejemplo del modelo alimentario industrial encubierto, en este caso, por el prestigio internacional de la dieta mediterránea (6). La nueva propuesta consiste no solo en intensificar la producción de los actuales cultivos modificados genéticamente (CMG), sino también en acelerar el desarrollo de los llamados cultivos listos para el clima (CLC) que presentan resistencia a la salinidad, el calor, la sequía y las inundaciones. De hecho, las cinco mayores corporaciones mundiales de biotecnología han registrado más de quinientas patentes sobre los llamados "genes preparados para el clima"; según el grupo de investigación ecológica ETC, las empresas DuPont, Monsanto, BASF, Bayer y Syngenta acaparan el setenta y cinco por ciento de las mismas y solo las tres primeras tienen en su poder dos tercios del total (7) Como ha denunciado la escritora y activista india Vandana Shiva, estamos ante la más reciente forma de biopiratería.

La agricultura como solución:

La humanidad, sin embargo, posee un extraordinario patrimonio de culturas y de conocimientos para enfrentar las consecuencias de la economía moderna; legado que se manifiesta en la vigencia de sistemas agrarios ancestrales y en diferentes formas de la agricultura local en África, Asia y América Latina. Versiones reales de una agricultura sostenible, tienen en común varias características: se apoyan en las experiencias comunitarias; utilizan principalmente energía solar (trabajo humano y de otros seres vivos); aplican métodos agroecológicos de producción; desarrollan policultivos para asegurar la productividad frente a las condiciones y riesgos medioambientales; dependen en gran medida del trabajo comunal y del uso colectivo de los bienes; e integran la crianza de animales en una relación de interdependencia. Estos modelos, a su vez, suelen ser inseparables de ciertas pautas culturales que determinan, sobre todo, los límites que definen las relaciones de los seres humanos con los bienes y con la naturaleza. Una pauta generalizada es, sin duda, la demarcación del ámbito de lo sagrado, uno de cuyos objetivos es advertir al grupo social sobre la vulnerabilidad de las fuentes de la vida como el agua, la tierra y las semillas; una estrategia cultural que ha acompañado el desarrollo de la civilización humana durante miles de años y que el mundo moderno ha despreciado, en su constante afán de destrucción y de conquista.

De hecho, América Latina contaba a finales del siglo pasado con unos 70 millones de pequeños propietarios de fincas con una extensión menor de dos hectáreas; representaban el treinta y cuatro por ciento del total de la tierra cultivada y producían el cuarenta y uno por ciento de los alimentos básicos como el maíz, los frijoles y las papas. En África, asimismo, se estima que el ochenta por ciento de todas las unidades agrícolas son fincas pequeñas; la mayoría al cuidado de mujeres que cosechan la mayor parte del grano, tubérculos, frutas y hortalizas para el consumo local. Asia, por otro lado, cuenta en la actualidad con cerca de 200 millones de pequeños agricultores de arroz, de los cuales 75 millones viven en China y emplean aún métodos ancestrales de cultivo.

Algunas de esas prácticas, además, están comenzando a tener justo reconocimiento internacional. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), por ejemplo, inició en 2002 algunos proyectos de financiación dirigidos a la protección y salvaguarda de los denominados Sistemas Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM) (8) y los Sistemas Agrícolas Heredados de Importancia Global (GIAHS) (9), calificados de "ingeniosos sistemas agroculturales que reflejan la evolución de la humanidad, la diversidad de su conocimiento y sus profundas relaciones con la naturaleza". Entre los primeros se cuentan modelos agrícolas en Perú y Chile; las terrazas de arroz en Ifugao en Filipinas; los oasis del Magreb en Argelia y Túnez; el cultivo integrado de arroz y peces en China; y la producción agro pastoril del pueblo maasai en Kenia y Tanzania. Los GIAHS incluyen, por su parte, la agricultura de camellones o chinampas en México, un modo de producción de alimentos utilizado desde la época de los aztecas para cultivar en áreas permanentemente inundadas, hallado también en China y Tailandia; los waru-warus en el Lago Titicaca, sistema desarrollado hace tres mil años en los Andes, formado por plataformas rodeadas de agua para producir cultivos a 4 mil metros de altitud resistentes a las heladas, inundaciones y sequías; y los sistemas de cosecha de agua en regiones secas de Túnez, México y Burkina Fasso que almacenan la lluvia para regar los cultivos.

La expansión de estas actividades agrarias que, en general, protegen los suelos y evitan el uso de fertilizantes químicos, podría constituirse indudablemente en un potencial sumidero global de carbono para comenzar a recuperar el equilibrio perdido (10). Al respecto, organizaciones como el Movimiento por la Justicia Climática y Vía Campesina plantean que son los pequeños agricultores del mundo quienes podrían incorporar grandes cantidades de CO2 al suelo; un aumento gradual durante cincuenta años -afirman-, conseguiría capturar hasta dos tercios del exceso de este gas en la atmósfera (11). Por lo demás, es legítimo afirmar que debemos a su presencia el hecho de que el aumento de la temperatura no haya sido mayor durante el último siglo.

¿Ideología o cosmovisión?

Algunos gobiernos y corporaciones económicas presionan en los centros de decisión para sumar a los actuales programas de adaptación y mitigación al cambio climático proyectos de geoingeniería, el denominado enfoque MAG. Su ejecución supondría transformar el planeta en un campo de experimentación para probar nuevas y costosas tecnologías, cuyas consecuencias resultan imprevisibles. Sus promotores son las principales empresas que se benefician de los MDL y algunas universidades y centros de investigación de los Estados Unidos, Rusia, Alemania y el Reino Unido.

La aplicación de geoingeniería supondría una situación de emergencia climática; es decir, el fracaso de los programas vigentes. Comprende, entre otras cosas, el lanzamiento de partículas de sulfato a la atmósfera y de partículas de hierro a los océanos para nutrir el plancton que absorbe CO2; la ingeniería genética de los cultivos para alterar su mecanismo fotosintético; la construcción de millones de pantallas solares espaciales que desvíen la luz solar; el vertido de piedra caliza en el mar para cambiar su acidez; el almacenamiento de CO2 comprimido en minas abandonadas y en pozos petroleros vacíos; y cubrir los desiertos y las superficies de hielo en el Ártico, entre otros. Dado que no existe regulación internacional para su control, diversas organizaciones en el mundo exigen su prohibición, invocando el Principio de Precaución en materia medioambiental aprobado por el Consejo Europeo en diciembre del año 2000 en Niza. Aún así, China -la segunda economía mundial y principal emisor de CO2 del planeta- emplea desde hace algunos años tecnología para producir lluvia artificial bombardeando nubes con yoduro de plata, tal como sucedió durante los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008 para disminuir los niveles de humedad atmosférica; acción que podría extenderse a tres millones de kilómetros cuadrados de su territorio -casi el veinticinco por ciento del total-, empleando miles de cañones y lanzacohetes disponibles para arrojar el yoduro. En Europa se ha planteado también utilizar esta tecnología, sobre todo en algunas grandes ciudades como Madrid que padecen altos índices de contaminación y largos períodos de sequía (12).

niciativas como éstas, desde luego, sólo pretenden sostener la validez del actual modelo industrial de producción como única alternativa y reafirmar, en fin, la indiscutible racionalidad de la ideología económica heredada del siglo XIX; una religión secular que confunde interesadamente los medios y los fines, encadenando el pensamiento a la falacia del desarrollo económico sin límites mediante el reiterado uso ilegítimo de las contradicciones (13) Obvian, por tanto, la gran diversidad de las culturas humanas que, defendiendo su cosmovisión frente a las ideologías, distinguen claramente entre los medios y los fines de la vida social, ajenas a la moderna "enfermedad de la ilimitabilidad", para utilizar la expresión del escritor estadounidense Wendell Berry; portadoras de antiguas sabidurías con visión de futuro, confían el destino del mundo a la razón y la legitimidad de las decisiones que toman los pueblos y las comunidades. www.ecoportal.net

Mailer Mattié es economista y escritora. Autora de Los bienes de la aldea; La economía no deja ver el bosque; y La sociedad inédita: los límites del marxismo y del progreso (Polanyi-Weil-Illich-Berry).CEPRID – http://www.nodo50.org/ceprid

Notas:

1 Simone Weil. Fragmentos de "La opresión y la libertad". En: http://hjg.com.ar/txt/sweil/sw_op_180.html . Véase también el artículo de Sylvia María Valls, traductora y especialista de la obra de Simone Weil: Celebrando los 102 años del nacimiento de "La virgen roja".

En: http://www.institutosimoneweil.net/index.php/…

2 Los Mitos del Mercado de Carbono. En: Los Mitos del Mercado de Carbono.pdf (1,25 MB)

3 Sin fiestas en el Bajo Aguán: conflicto y robo de tierras en Honduras.

En: http://www.veoverde.com/2011/02/anglogold-y-neste-oil-ganan-public-eye-award-2011/

5Los bosques, el ciclo global del carbono y el cambio climático.

En: http://translate.google.es/translate?hl=es…

6 España contribuye a los desastres ecológicos en los países del sur.

En: http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/noticia.asp?pkid=370845

7 La escalada de patentes sobre "cultivos climáticos" amenaza la biodiversidad y genera el acaparamiento de tierras y biomasa.

En: http://www.etcgroup.org/es/node/5224

8 FAO. Sistemas Importantes del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM).

En: http://www.fao.org/nr/giahs/giahs-home/es/

9 FAO. Globally Important Agricultural Heritage Systems (GIAHS).

En: http://www.fao.org/nr/giahs/giahsproject/summary-features/en/

10 Antes del desarrollo industrial, la distribución del carbono era de una tonelada en la atmósfera por cada dos toneladas en el suelo; actualmente, la proporción ha bajado a 1.7 toneladas en el suelo por cada tonelada en la atmósfera.

11 Vía Campesina ante Conferencia Mundial de los Pueblos en Cochabamba.

En: http://www.cumbrescambioclimatico.org/cochabamba/…

12 China provoca lluvia artificial. España pretende crear lluvia artificial.

En: http://www.mailxmail.com/curso-agua-energiasinergia-hidroenergetica-2/china-provoca-lluvia-

13 En la civilización moderna -afirmaba Simone Weil en su libro Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresión social, escrito en 1934-, los medios usurpan el lugar de los objetivos. Las máquinas, por ejemplo, no funcionan como instrumentos para ofrecer bienestar a los ciudadanos; al contrario, son los individuos quienes sirven a las máquinas. El Estado no se encuentra al servicio de las personas; es la nación la que está a disposición de los intereses del Estado. La economía no se halla orientada a la satisfacción de las necesidades humanas; son los individuos los que deben sostener la economía y, fuera de ella, la sociedad los convierte en seres prácticamente inútiles.

La dimensión psicosocial en el entendimiento del comportamiento humano frente al cambio climático

Por Rodrigo Arce Rojas

De la revisión de los diversos autores que han abordado la dimensión psicosocial del cambio climático se desprende que nuestro comportamiento frente al cambio climático se basa en la forma cómo percibimos el tema. Dos factores a considerar refieren a la distancia que percibimos el problema y el grado de afectación personal o colectiva que asumimos. Omland (2011) añade un tercer factor referido a la búsqueda permanente del confort presente. Bajo esta lógica el confort futuro (o el confort de otros) no es mi problema.

¿Por qué resulta tan difícil que en los procesos de negociación internacional se lleguen a acuerdos vinculantes para reducir las emisiones antrópicas de Gases de Efecto Invernadero? ¿Por qué no se aprecian medidas colectivas para la mitigación y adaptación al cambio climático? ¿Por qué nos resulta difícil pasar del conocimiento a la acción de manera individual respecto al cambio climático? Esas fueron las inquietudes que nos llevaron a profundizar la dimensión psicosocial para un mejor entendimiento del comportamiento humano frente al cambio climático.

La base de muchas decisiones para hacer frente al cambio climático radica en los mecanismos de mercado. Según esta perspectiva, lo que no tiene precio, propiedad y actores definidos de transacción económica no puede ser convertido en una herramienta de solución a los problemas ambientales. Así, desde un enfoque de mercado Fisher (2000) menciona que los derechos de propiedad son un componente fundamental de nuestra conducta social, particularmente en el campo económico, y su existencia no depende de un ordenamiento legal ad hoc, sino que estos se han desarrollado como módulos mentales instintivos por su utilidad adaptativa durante el proceso de consolidación de nuestra especie. Garret Hardin en la tragedia de los comunes nos da cuenta que si cada uno busca sacar el mejor provecho de los recursos, la libertad de los recursos comunes resulta la ruina para todos. Sin embargo, las explicaciones basadas en una racionalidad económica instrumental no son suficientes para explicar la complejidad de las decisiones ambientales. Crespo (2008) habla de empezar a abordar desde una racionalidad ética estratégica.

El problema ambiental no se puede abordar las posibles estrategias de solución de manera sesgada apelando sólo a los instrumentos políticos, económicos y jurídicos. Si la sociedad deja de ignorar que el problema no es de la naturaleza sino de nuestra forma de relacionarnos con ella, entonces estaríamos en condiciones de ahondar en nosotros más que en elementos externos (Omland, 2011). De ahí que el tema de la conciencia colectiva y la conciencia emocional sean elementos que debemos profundizar. Por ello la importancia de abordar las dimensiones psicosociales del cambio climático.

Lo primero que tenemos que reconocer a la persona humana como un ente biopsicosocial. Ello nos permite establecer claras relaciones de interacción e influencia entre el individuo y la sociedad. A nivel individual podemos hablar de personalidad y a nivel social hablamos de sintalidad. Hay que reconocer además que existen sociedades individualistas (como las occidentales, que enfatizan la competencia, el logro individual y la autonomía) y sociedad colectivistas (que privilegian la cooperación y la cohesión grupal) (Triandis y colaboradores, 1985).

Una constatación digna de ser tomada en cuenta es nuestra complejidad como personas. Según la teoría de la reversión es parte de la naturaleza humana ser complejos e inconstantes. Así nuestra conducta revierte entre los cuatro pares de estados opuestos: entre ser egocéntricos y ser altruistas, entre ser solidarios y ser dominantes, entre ser conformista y ser rebelde y entre ser serio y juguetón (Kourdi, 2008).

El descubrimiento más importante de la neurociencia es que nuestro sistema neuronal está programado para conectar con los demás, el mismo diseño del cerebro nos torna sociables y establece inexorablemente un vínculo intercerebral con las personas con las que nos relacionamos (cerebro social). No es de extrañar entonces que nuestras relaciones no sólo configuren nuestra experiencia, sino también nuestra biología (Goleman, 2006). A la complejidad de los individuos hay que agregarle entonces el hecho de la mutua influencia que se verifica en los grupos con los que alternamos.

Tomando prestado las explicaciones sociales de los movimientos sociales podríamos re parafrasear y decir "sólo si el grupo define colectivamente la situación como algo negativo que debe ser corregido podremos decir que ha emergido un problema ambiental" Javaloy y colaboradores, 2001). Esta explicación tiene un símil en la teoría de conflictos que dice que la existencia de un problema no significa que estemos frente a un conflicto sino que para que sea tal requiere una acción deliberada de bloqueo.

El International Human Dimensions Program-Global Enviromental Change (IHDP-GEC) reconoce cinco características de orden psicológico que complican el fenómeno:

• La baja visibilidad del cambio global

• La extrema dilación en mostrar la relación causa-efecto

• La psicofísica de los eventos de baja probabilidad

• La distancia social entre actores y víctimas del cambio ambiental,

• El bajo índice subjetivo de costo/efectividad de la conducta protectora del ambiente (Urbina, 2008).

De la revisión de los diversos autores que han abordado la dimensión psicosocial del cambio climático se desprende que nuestro comportamiento frente al cambio climático basa en la forma cómo percibimos el tema. La percepción representa el proceso psicológico por el que la gente reúne información del medio y la da sentido a su mundo (Banks y Krajicek, 1991). Dos factores a considerar refieren a la distancia que percibimos el problema y el grado de afectación personal o colectiva que asumimos.

Por distancia se entiende a la cercanía o lejanía (física o temporal) del problema, que no quiere decir necesariamente distancia de las evidencias de los efectos del cambio climático. Podría estar al frente nuestro a ser parte de nuestra realidad pero igual podemos sentirlo distante. Bajo esta lógica los efectos del cambio climático son para otros, en lugares que no son los míos.

De manera similar el grado de afectación alude al grado de riesgo que asume la persona o colectivo frente a los efectos del cambio climático. Tampoco tiene que ver con la existencia de evidencias sino con el patrón mental. La actitud de invulnerabilidad personal sustenta la argumentación que "podrá afectar a otros pero a mi no me afecta"

A los dos factores arriba mencionados Omland (2011) añade un tercer factor referido a la búsqueda permanente del confort presente. Bajo esta lógica el confort futuro (o el confort de otros) no es mi problema. Un tema similar, aunque en otra perspectiva, refiere al "derecho a contaminar": "si ellos (los países desarrollados) contaminaron para poder desarrollarse, entonces porque nosotros tendríamos que dejar de hacerlo".

Tanto el factor distancia como el grado de afectación están influidos por el grado de veracidad que los sujetos y los colectivos creen o quieren reconocer en los efectos reales o aparentes del cambio climático. Aunque el IPCC menciona de manera inequívoca la responsabilidad antropogénica del cambio climático hay que reconocer que existe un grupo de escépticos que relativizan el origen antrópico del cambio climático actual o incluso lo niegan totalmente. Otros no discuten la certidumbre del cambio climático sino las estrategias y mecanismos cómo se los aborda.

Es indudable que la información y comunicación tienen un gran papel en la generación de la conciencia colectiva para abordar seriamente el cambio climático pero hay que analizar con mucha objetividad la forma cómo se las viene tratando, si es para generar temor, culpabilidad o es para generar el sentido de urgencia del cambio de actitudes.

Siguiendo a Lofland (1981) el modelo de comportamiento colectivo se sustenta, entre otros, en los componentes cognitivos, emocionales y de acción. Estos factores están estrechamente interrelacionados y no deben ser vistos de manera fragmentaria. Por ello, si bien es cierto el conocimiento es importante, no basta pues hay que llegar hasta el corazón y el espíritu de las personas y los colectivos. Hemos podido apreciar que tanto en la distancia como en el grado de afectación puede producirse bloqueos mentales a la luz de los paradigmas o creencias con las que actúan las personas y los colectivos.

La polémica sobre el cambio climático dista de ser sencilla y de fácil solución debido en gran parte a la falta de conocimiento científico, pero también a las barreras ideológicas y epistemológicas así como a los grandes intereses políticos y económicos que están involucrados tanto en sus causas como en sus posibles soluciones (Pisanty, 2008).

Frente a los límites de los enfoques legalistas y economicistas, una invitación a los psicólogos y psicólogos sociales para profundizar sobre estos temas y contribuir a la generación de estrategias efectivas para hacer frente al cambio climático. Todavía tenemos mucho que aprender sobre cómo convivir con nuestro niño(a) interior para poder desarrollar relaciones más armoniosas con el ambiente y la sociedad. www.ecoportal.net

Rodrigo Arce Rojas – Ingeniero Forestal

Bibliografía revisada:

Banks y Krajicek, 1991. Perception. En Annual Review of Psychology. 42: 305-331.

Crespo, Patricio. 2008. Decisiones ambientales y liberalismo. Abya Yala. Quito, 143 p.

Goleman, Daniel. 2006. Inteligencia social. La nueva ciencia de las relaciones humanas. Kairós. Barcelona, 543 p.

Javeloy, Federico; Rodríguez, Alvaro y Espelt, Esteve. 2001. Comportamiento colectivo y movimientos sociales. Prentice Hall. Barcelona, 443 p.

Kourdi, Jeremy. 2008. Estrategia. Claves para tomar decisiones en los negocios. 1ª. Ed. The Economist. Buenos Aires, 220 p.

Lofland, J. 1981. Collective Behavior: the elementary forms. En Rosenberg, M. y Turner, R. (Eds.): Social Psychology: sociological perspectives. Nueva York: Basic Boos, 411-446

Omland, 2011. Biodiversidad y cambio climático ¿Necesidad o solidaridad internacional? Editorial San Marcos. Lima, 242 p.

Pisanty, Irene. 2008. Cambio global y biodiversidad. En: Urbina Javier y Martínez, Julia. 2006. Más allá del cambio climático. Las dimensiones psicosociales del cambio ambiental global. Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Instituto Nacional de Ecología. Universidad Nacional Autónoma de México/Facultad de Psicología. México, 288 p.

Triandis, H. J. Leung, K., Villarreal, M. J. y Clack, F. L. 1985. Allocentric versus idiocentric tendencies: convergent and discriminant validation. Journal of personality and Social Psycology, 38, 257-267

Urbina, Javier. 2006. Dimensiones psicológicas del cambio ambiental global. En: Urbina Javier y Martínez, Julia. 2006. Más allá del cambio climático. Las dimensiones psicosociales del cambio ambiental global. Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Instituto Nacional de Ecología. Universidad Nacional Autónoma de México/Facultad de Psicología. México, 288 p.

Camino al cambio climático

Por Cristian Frers

El siglo XX fue el más cálido, y la década de 1990 fue la más calurosa de los últimos 1000 años. Se ha realizado un estudio con programas de simulación de ordenador que exploraron los diferentes escenarios posibles en una situación de emisión cero de dióxido de carbono (CO2) a partir de los años 2010. La simulación demuestra que el calentamiento continuará antes de detenerse o ser revertido, aún cuando tomemos 10 siglos como escala de tiempo. Si el cambio climático ya es inevitable, lo que nos queda es establecer una estrategia de adaptación. Y para eso, lo mejor es tener una idea de lo que puede ocurrir en cada región.

En la actualidad, es un hecho científico que el clima global está siendo alterado significativamente como resultado del aumento de concentraciones de gases invernadero tales como el dióxido de carbono, metano, óxidos nitrosos y clorofluorocarbonos. Estos gases están atrapando una porción creciente de radiación infrarroja terrestre y se espera que harán aumentar la temperatura planetaria entre 1,5 y 4,5 °C. Como respuesta a esto, se estima que los patrones de precipitación global y corrientes marinas también se alteren.

Durante el mes de febrero del 2011, en los Estados Unidos de Norteamérica se han desarrollado una super tormenta de nieve y hielo que ya ha cancelado más de 10.000 vuelos y se presupone que la ciudad de Chicago será una de las más afectadas… Chicago, tradicionalmente una de las ciudades más castigadas en el invierno por los fuertes vientos, va a soportar vientos polares de casi 100 kilómetros por hora, nevadas de 60 centímetros y capas de hielo de 3 centímetros de grosor.

El Servicio Nacional de Meteorología, del país del norte, ha descrito la tormenta, que se mueve entre la frontera de EEUU y Canadá, como de potencial riesgo para la vida para aquellas personas que no se encuentren a resguardo cuando se produzca el descenso de la temperatura.

Las lluvias que esta sufriendo Australia, durante el mismo período, se deben a la aparición de vientos del este en los trópicos que chocan con las aguas calientes del Pacífico occidental sobre Australia e Indonesia, se espera que estas lluvias se prolonguen hasta junio del corriente año. Una de las causas se debe al aumento de las temperaturas oceánicas en el norte de Australia, 1,5 grados con respecto a los niveles de antes de 1870.

Las variaciones climáticas han existido en el pasado y existirán siempre a consecuencia de diferentes fenómenos naturales pero el siglo XX fue el más cálido, y la década de 1990 fue la más calurosa de los últimos 1000 años.

Las proyecciones sobre el cambio climático deben hacernos meditar de manera responsable acerca del modo de vida desarrollado y que lo único que está ocasionando es la progresiva destrucción de nuestros hábitat.

Se considera que el aumento de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) tendrá previsiblemente un impacto sobre las temperaturas de la Tierra en los próximos mil años y elevará en al menos en 4 metros el nivel de las aguas del mar. Se ha realizado un estudio con programas de simulación de ordenador que exploraron los diferentes escenarios posibles en una situación de emisión cero de dióxido de carbono (CO2) a partir de los años 2010 y 2100.

El resultado fue que las regiones del hemisferio norte saldrán mejor paradas que las del sur, aunque la proyección es que los patrones del clima en lugares como Canadá cambien por completo.

Grandes áreas del norte de África se convertirán en desiertos y el calentamiento en hasta un 5% de la temperatura de los océanos causará el colapso de la capa de hielo occidental de la Antártida, una superficie de 2.2 millones de kilómetros cuadrados, es decir, cuatro veces el tamaño de un país como España.

Las aguas oceánicas y parte del hemisferio sur tienen una inercia mucho mayor (de calentamiento) y los efectos actuales del cambio climático en estas regiones a causa de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) en el siglo XX son la punta del iceberg.

Los vientos meridionales tienen a fortalecerse y a permanecer con fuerza antes de remitir. Esto incrementa la mezcla en el océano, llevando más calor desde la atmósfera al mar.

Grandes sequías, lluvias torrenciales, tsunamis, tormentas o huracanes asolarán al planeta.

La simulación demuestra que el calentamiento continuará antes de detenerse o ser revertido, aún cuando tomemos 10 siglos como escala de tiempo.

Esto significa que en Argentina vamos a tener una combinación de grandes lluvias (y por consiguiente, de inundaciones) en las zonas costeras con sequías en el interior del país. Es decir, que las situaciones extremas van a agravarse cada vez más.

Tormentas marinas más intensas pueden aumentar la erosión costera, lo que significará perder toda la arena de las playas de Villa Gesell, Pinamar, San Clemente, entre otras. De los balnearios de esa zona, nos va a quedar apenas una larga península, separada del continente por un brazo de mar, y con el agua llegando hasta el borde de las costaneras, ya que la erosión se irá llevando la arena de las playas. Aquellos que hayan visto la costa de San Clemente durante una sudestada con marea alta, pueden tener una idea bastante clara de lo que sucederá.

En las ciudades que están en la costa de los grandes ríos, barrios enteros van a tener inundaciones muy frecuentes y tal vez tengan que ser evacuados en forma permanente. Esto va a afectar a toda la zona costera del Gran Buenos Aires, desde Quilmes hasta Tigre. Pero también irá más allá, llegando hasta Resistencia, Formosa y Posadas.

La propia Ciudad Autónoma de Buenos Aires se inunda cada vez más, a pesar de las obras que se vienen haciendo para paliar el problema. Una de las razones es que ahora llueve el doble de lo que llovía un siglo atrás, cuando se diseñaron los desagües.

Por eso no tiene sentido atribuir toda la responsabilidad de cada inundación al Gobierno de turno, ya que se trata de un problema que fue construyéndose de a poco durante mucho tiempo. Y la cosa recién comienza. No sabemos cuánto tiempo va a pasar para que el nivel de lluvias en la ciudad vuelva a duplicarse, pero seguramente va a ser mucho menos que en el pasado.

En las zonas secas, las menores lluvias disminuirán el caudal de los ríos. Esto hará que Mendoza y San Juan tengan que reducir sus áreas de riego. Otras ciudades, que dependen de ríos de menor caudal, probablemente no puedan ser abastecidas y deban evacuarse. La Rioja puede ser la primera de una serie ciudades en peligro por una sequía permanente.

La economía del país cambiará porque algunas zonas dejarán de ser aptas para los cultivos actuales, algunas veces por falta y otras por exceso de lluvias. Habrá también cambios en las condiciones sanitarias, al extenderse las enfermedades tropicales y subtropicales como el dengue y la leptospirosis.

Si el cambio climático ya es inevitable, lo que nos queda es establecer una estrategia de adaptación. Y para eso, lo mejor es tener una idea de lo que puede ocurrir en cada región.

Para evitar los peores impactos del cambio climático necesitamos una reducción drástica y rápida de las emisiones de gases de efecto invernadero. El sector energético es el mayor responsable del conjunto de estas emisiones, por ello hay que buscar un cambio en el modelo energético, buscando la sustitución de las fuentes de energía sucias actuales, como el carbón y el petroleo, por energías renovables.

Se deben proponer soluciones como el apoyo a las energías renovables, la eficiencia en los vehículos o los acuerdos internacionales. Así como la elaboración de escenarios de revolución energética que muestran cómo es posible sustituir completamente las energías sucias por limpias.

Por otro lado la población también puede contribuir drásticamente en la reducción de los gases de efecto invernadero, mediante políticas de ahorro energético.

Es preocupante que nuestros hijos, nietos y generaciones venideras no podrán disfrutar de la calidad de vida ni de los recursos naturales que hoy disponemos. Y es francamente triste observar cómo nuestros gobiernos se desviven por succionar y vender con desesperación nuestros recursos energéticos fósiles para alimentar un modo de vida basado en el derroche irracional y que está dañando el planeta.

La defensa de la vida y la diversidad es una lucha que debemos incorporar en nuestra agenda permanente porque compromete nuestra propia existencia y condición humana. Por esto debemos perseverar en sensibilizar y concienciar a quienes aún no se han percatado de la gravedad del problema y generar lazos de solidaridad práctica que ojalá nos permitan revertir la actual tendencia histórica que nos está llevando hacia el abismo de la autodestrucción como especie, es decir, hacia el verdadero fin de la historia. www.ecoportal.net

Cristian Frers – Técnico Superior en Gestión Ambiental y Técnico Superior en Comunicación Social

Las graves consecuencias climáticas del paradigma civilizatorio

Por Grupo de Reflexión Rural – GRR

Venimos a Cancún con la certidumbre que nos encontraremos con nuevas y artificiosas propuestas de mitigación y atenuación del Cambio Climático que, una vez más, ignoran los equilibrios naturales y pretenden someternos a sus ingenierías financieras y de todo tipo, poniendo precio a la casa común que nos contiene. Llegamos a este hermano país para unirnos en un grito común: la Catástrofe Climática puede detenerse si somos capaces de desactivar el paradigma moderno que la provoca. Nos oponemos a llamar progreso al crecimiento sin límites, a las lógicas de la mayor ganancia y a la mercantilización de la Naturaleza. La Tierra no es el depósito de insumos para la economía de mercado en el capitalismo globalizado.

Estamos los seres humanos, como nunca antes en la historia de la especie, sometidos a las graves consecuencias de un paradigma que niega en su ceguera, nuestra pertenencia a la Naturaleza y nuestro destino cósmico.

La globalización, en plena fase de desarrollo, deja ver contundentemente sus peores consecuencias en la vida del Planeta y en la miseria de las grandes mayorías populares que sufren los efectos de una carrera hacia el abismo de la destrucción anunciada.

Las catástrofes generalizadas que se producen por el Cambio Climático y que aumentarán globalmente, impactan directamente en la extinción de la biodiversidad y someten a porciones cada vez más importantes de la Humanidad a la intemperie de un suelo desolado y sin respuestas para las mínimas condiciones de vida.

Las reiteradas dilaciones en la búsqueda de la necesaria contención a tanta incertidumbre, ha sumido en la desesperanza los mejores intentos por reencauzar el desborde de los proyectos productivos y de acumulación que, a contramano de lo esperado, proponen soluciones tanto o más nefastas que las que nunca sirvieron para atenuar, siquiera mínimamente, el agravamiento de la avaricia planetaria.

Estamos convencidos que no pueden generarse soluciones climáticas sin atacar las causas primeras que están en la matriz civilizatoria de la modernidad. El clima obedece así a las reiteradas agresiones de un paradigma de saqueo y apropiación que no puede contener los procesos desatados y ni la previsibilidad de sus consecuencias.

Venimos a Cancún, como en otros escenarios anteriores, a resistir los nuevos y sofisticados mecanismos propuestos por quienes debieran asumir las mayores responsabilidades, con la certidumbre que nos encontraremos con nuevas y artificiosas propuestas de mitigación y atenuación del Cambio Climático que, una vez más, ignoran los equilibrios naturales y pretenden someternos a sus ingenierías financieras y de todo tipo, poniendo precio a la casa común que nos contiene.

Mientras la racionalidad económica de esta etapa del capitalismo global intenta nuevas y peligrosas aventuras haciendo de la biosfera un mercado de oportunidades, especulaciones y falsas soluciones, la sumatoria de la crisis ambiental, climática, alimentaria, energética, cultural, potencia las peores certidumbres del proceso del Cambio Climático.

El Cambio Climático no obedece ya a las necesarias fluctuaciones naturales en un universo en expansión, sino a la exacerbación de las leyes económicas de un proyecto global de producción. Es una pequeña porción de la Humanidad, la que extiende su dominio sobre todos nosotros y sobre la Madre Tierra; es el núcleo duro del capitalismo senil y del neocolonialismo hegemónico el que nos ha llevado a este incierto destino.

El Cambio Climático global se ha convertido así en una Catástrofe Climática donde las vastas regiones y pueblos que la padecen deben sufrir las consecuencias del impacto sin haberlo provocado; somos los que estamos fuera del juego de los imperios y las corporaciones los que pagamos el mayor tributo a tanta aberración.

Desde el Grupo de Reflexión Rural de la Argentina hemos sostenido, desde nuestro inicio, la resistencia activa y reflexiva al paradigma civilizatorio modernizante; hemos enfrentado en nuestra Patria obstinadamente el modelo productivo concentrador de saqueo y contaminación, defendiendo la capacidad de decisión Nacional y la Soberanía frente a las corporaciones y los gobiernos sometidos a los imperativos globalizados.

Sufrimos en nuestro inmenso y variado territorio, las consecuencias de la Catástrofe Climática, que destruye los ecosistemas y arrasa con sus poblaciones, en la misma medida en que se va imponiendo un modelo productivo de monocultivos transgénicos y extractivismo primarizado.

Un país que supo ser granero del mundo se encuentra hoy reducido a mero exportador de insumos para engorde animal en lejanas latitudes.

Las variaciones climáticas han servido para ampliar las fronteras agrícolas más allá de la otrora fértil Pampa Húmeda, hacia las maravillosas selvas y montes del norte y las estepas patagónicas, sometidas hoy a la voracidad de los megaproyectos alentados por las transnacionales agroalimentarias y los poderosos Estados expansionistas que caen sobre nuestra tierra en nuevas variantes de apropiación agrícola, complementada con la gran minería a cielo abierto y la sangría petrolera e ictícola de nuestra plataforma marina continental.

También produciendo inmensas tormentas de tierra como resultado de la ausencia total de vegetación en los suelos pos-cosecha por el cultivo transgénico y herbicidas, vuelan la riqueza orgánica del mismo suelo y se suman a las intensas sequías y lluvias torrenciales que modifican la geografía nacional desertizando vastas regiones o alterando irremediablemente los delicados equilibrios ecosistémicos de bosques y de selvas.

El calentamiento global en nuestra región tiene como su mayor fuente de emisión, mucho más que la quema de combustibles fósiles, la acelerada expansión de la agricultura industrial y su contraparte, la acelerada destrucción de los bosques y selvas primarios, en una implacable lógica productivista que no se detiene en la mera producción de piensos y aceites, sino que, destina hoy nuevos territorios a la producción de agrocombustibles de soja y de caña de azúcar y comienza a cercenar territorios provinciales para convertirlos en enclaves granarios coloniales de las nuevas potencias emergentes, caso de la Patagonia Norte en convenio firmado en octubre con el Estado chino.

Por otra parte, la aparición en nuestra América mestiza de gobiernos democráticos y la relativa estabilidad institucional, que alentaban en nuestros pueblos cambios de rumbo y de modelos, no han hecho más que incentivar nuestra dependencia, adoptando políticas neodesarrollistas y de extracción de bienes comunes, enmascaradas ahora en un lenguaje progresista y popular que confunde a las mayorías y encubre los planes corporativos de los poderes centrales con el ropaje del asistencialismo y la contención social de las grandes masas arrojadas a las periferias de los centros urbanos.

La experiencia enriquecedora de la Conferencia de los Pueblos realizada en Cochabamba, nos anima a comprender que nuestros padecimientos climáticos son comunes a todas nuestras naciones y a los países sometidos al neocolonialismo. Las conclusiones allí elaboradas son la base inamovible de nuestras demandas y pueden generar una voluntad concertada para detener las nuevas maniobras de las transnacionales y las Potencias que intentarán, una vez más, doblegarnos a sus intereses, repartiendo dádivas financieras en forma de bonos ambientales, ayudas tecnológicas y fórmulas de intercambio especulativo que no harán más que secuestrar nuestra determinación de vivir en armonía con la Naturaleza y en comunidad de pueblos y culturas.

El Grupo de Reflexión Rural cree necesario cambiar el destino de este paradigma de destrucción recuperando la inmensa sabiduría de los pueblos del mundo que durante milenios han podido habitar dignamente la Tierra sin alterar los equilibrios existentes.

En consecuencia, llegamos a este hermano país para unirnos en un grito común: la Catástrofe Climática puede detenerse si somos capaces de desactivar el paradigma moderno que la provoca.

Nos oponemos a llamar progreso al crecimiento sin límites, a las lógicas de la mayor ganancia y a la mercantilización de la Naturaleza.

La Tierra no es el depósito de insumos para la economía de mercado en el capitalismo globalizado.

Los Pueblos y Naciones deben ser respetados en su integridad y en sus culturas ancestrales; por eso defendemos las Soberanías Nacionales y las diversidades culturales.

El Protocolo de Kyoto es mínimamente el único instrumento legal que obliga a la reducción de emisiones de los países desarrollados.

Las compensaciones económicas no diluyen la responsabilidad de los grandes contaminadores ni obligan a nuestros pueblos a aceptar reparaciones engañosas.

Defendemos la construcción de la Soberanía Alimentaria como objetivo estratégico que garantiza la Seguridad Alimentaria de los Pueblos de acuerdo con su cultura alimentaria, sin agrotóxicos, en mercados locales y de cercanías y como expresión de la agricultura rural y campesina, frente a la agricultura industrial y de gran escala, principal emisora de GEI.

La biotecnología, el agronegocio, los transgénicos, los agrotóxicos destruyen la biodiversidad, envenenan los ecosistemas e impactan severamente sobre nuestras poblaciones.

Los bosques y selvas son los únicos ecosistemas que reciben ese nombre, las plantaciones forestales no son bosques.

Rechazamos los bonos de carbono, los MDL, los REDD en todas sus variantes por ser perversos mecanismos financieros que capturan poblaciones y territorios.

Nos oponemos a todas las especulaciones que con el pretexto de preservar ecosistemas o mitigar los efectos del C.C. debilitan las fronteras nacionales, generan enclaves de reserva y confunden a los habitantes ancestrales en sus aspiraciones de identidad y autonomía.

Apoyamos la prohibición efectiva de implementar proyectos de geoingeniería y la manipulación tecnológica del clima.

Nos oponemos a toda especulación que intente posicionar a los monocultivos transgénicos y los sistemas de labranza cero como sumideros de carbono, ya que la agricultura química es una gran emisora.

Sostenemos que el paulatino abandono de los combustibles fósiles y los derivados químicos es parte indispensable de la búsqueda de energías naturales, en un retorno impostergable hacia la energía solar y sus variables no contaminantes.

Los agrocombustibles incentivan el paradigma petrolero invadiendo irremisiblemente las tierras para la producción alimentaria y el sustento de las poblaciones locales.

Queremos expresar finalmente que el hombre y la mujer son parte de la misma tierra, están constituidos de materia orgánica viva y alimentan los sueños del espíritu hacia la armonía cósmica. www.ecoportal.net

Declaración del Grupo de Reflexión Rural en Cancún ante la Cumbre de Cambio Climático – Grupo de Reflexión Rural Argentina – Noviembre 27th, 2010

Agroecología frente al cambio climático

Por Eduardo Gudynas

En este contexto de alta variabilidad de las condiciones climáticas la agroecología es una de las mejores alternativas para enfrentar el riesgo. ¿Por qué? Porque aprovecha el saber local, el saber tradicional con mejores tecnologías, por ejemplo, para la captación y el manejo del agua, para evitar la erosión y una mejor gestión de los suelos. Además, porque aprovecha la variabilidad genética de diversas especies adaptándola a diferentes condiciones climáticas, de temperatura y de suelos. Por lo tanto, la agroecología está mejor preparada en este contexto de alta incertidumbre. Y lo que hemos explorado también es que en el futuro, en un mundo sin petróleo, de nuevo la agroecología está mejor preparada.

Frente al cambio climático, la agroecología es una de las mejores alternativas que tenemos para enfrentar el riesgo. Esa es una de las ideas centrales que intenté presentar en una entrevista que los editores latinoamericanos de la Revista de Agroecología LEISA, tuvieron la amabilidad de hacerme semanas atrás en Lima. La entrevista tuvo lugar en el marco del Encuentro Latinoamericano y del Caribe de agroecología que tuvo lugar en la Universidad Agraria La Molina. Con una enorme concurrencia de varios países andinos, centroamericanos y algunos del cono sur, agricultores orgánicos y campesinos, debatieron sobre sus experiencias, prácticas y opciones de futuro. La revista de Agroecología LEISA es sin duda una de las más importantes del mundo, con ediciones en varios idiomas. Comparto el contenido de la entrevista:

En el marco del V Encuentro Latinoamericano y del Caribe de Productores Ecológicos, celebrado entre el 5 y 8 de septiembre en Lima, tuvimos la oportunidad de entrevistar a Eduardo Gudynas, del Centro Latinoamericano de Ecología Social, con sede en Uruguay. El contenido de esta entrevista se vincula al tema que trata este número de LEISA: "Agua, ecosistemas y agricultura", especialmente porque enfoca, en una perspectiva regional latinoamericana, los efectos del cambio climático y las propuestas de acción para afrontarlos.

LEISA: ¿Podría resumirnos brevemente las ideas centrales de su presentación del día de ayer?

EG: Lo que hemos discutido en estas jornadas con los productores ecológicos latinoamericanos es la inminencia del cambio climático global. Un proceso que está en marcha y que va a afectar el régimen de temperaturas y de precipitaciones y, por lo tanto, van a haber grandes cambios, a escala planetaria, en la producción agropecuaria. Consecuentemente ocurrirán cambios también dentro de América Latina. Hay varios modelos de análisis y prospectiva que indican que, por ejemplo, en algunas zonas del continente, como la cuenca del Plata, habría un aumento en las precipitaciones medias mientras que en otras zonas, como los Andes centrales o la costa del Caribe, se espera una reducción en las precipitaciones. También tendremos un incremento de los extremos de temperatura, con mayores heladas y más días con heladas, y también con una mayor frecuencia de ondas de calor. Así, se va presentando un escenario de alta incertidumbre y alta variabilidad climática. Por lo tanto, la producción va a estar muy afectada.

LEISA: ¿Los productores ecológicos se verán igualmente afectados por el cambio climático?

EG: En este contexto de alta variabilidad de las condiciones climáticas la agroecología es una de las mejores alternativas para enfrentar el riesgo. ¿Por qué? Porque aprovecha el saber local, el saber tradicional con mejores tecnologías, por ejemplo, para la captación y el manejo del agua, para evitar la erosión y una mejor gestión de los suelos. Además, porque aprovecha la variabilidad genética de diversas especies adaptándola a diferentes condiciones climáticas, de temperatura y de suelos. Por lo tanto, la agroecología está mejor preparada en este contexto de alta incertidumbre. Y lo que hemos explorado también es que en el futuro, en un mundo sin petróleo, de nuevo la agroecología está mejor preparada.

LEISA: ¿Se están aprovechando estas ventajas de la agroecología para incorporarla en los planes de desarrollo agropecuario en nuestros países?

EG: Justamente, si la agroecología está mejor preparada y es la mejor opción en la actualidad, el debate ya no debe ser solamente sobre cuestiones específicas, a nivel de prácticas agronómicas, por ejemplo de manejo de suelos, sino que hay que dar un salto cualitativo y tratar de articular e introducir la agroecología en las discusiones sobre desarrollo y sobre políticas agropecuarias. Y esto se refuerza por la circunstancia específica de América Latina, donde la principal fuente de emisión de gases con efecto invernadero no es el sector industrial, la combustión de motores de automóviles y el transporte, sino que en nuestro continente sucede a la inversa de los países ricos. La principal fuente de emisiones está en la producción agropecuaria y en la deforestación que casi siempre está asociada al avance de la frontera agropecuaria.

Por lo tanto, discutir cambio climático en América Latina es discutir desarrollo agropecuario.

LEISA:¿Conoce usted algunas experiencias interesantes de recuperación de los sistemas de manejo tradicional que hayan sido recogidos por la academia o los investigadores? ¿Experiencias de diálogo entre estos dos tipos de conocimiento?

EG: Hay experiencias de aprovechamiento, de revisión, de otro abordaje sobre conocimiento tradicional, saberes locales y tecnologías apropiadas que se han utilizado desde hace mucho tiempo y de alguna manera han sido menospreciados o mirados con cierto desdén por la academia tradicional.Entonces ya hay algunos procesos de diálogo.

En Perú, se acaba de publicar un informe sobre experiencias de cambio climático y agua que incluye estudios de caso de varios países andinos. Eso tiene que ver, por ejemplo, con el manejo de andenes o terrazas, con sistemas tradicionales de captación de agua, de riego, etc. Ahora, también hay que reconocer que persiste un problema importante con el mundo académico convencional, donde hay un cierto divorcio de estos estudios, que en algunas universidades son tomados como parte de la extensión universitaria o de la extensión rural, y siguen teniendo una carencia de reputación, de financiamiento adecuado, de promoción en la carrera académica.

También hay un problema muy importante en la publicación de estos resultados. El mundo académico convencional sigue enfocado en la publicación de artículos muy específicos en inglés, en revistas extranjeras del hemisferio norte, que están muy vinculados a la agropecuaria convencional y sobre todo a la discusión académica de los países del norte. Entonces, hay un déficit de producción de nuestro propio conocimiento, que no consiste en rechazar el conocimiento de las ciencias agronómicas modernas, sino en cómo adaptarlo y crear un diálogo con otras prácticas y otros saberes. Se necesita un papel mucho más activo de las universidades, de los docentes y de los investigadores. Y en la fase de publicación de los resultados, necesitamos nuestras propias revistas académicas en español, en portugués, del más alto nivel y la mayor rigurosidad, en nuestras lenguas y enfocadas en nuestros problemas; y luego necesitamos de una mejor metodología y un mayor esfuerzo para difundir estos resultados a los grupos locales, a las comunidades, a las asociaciones de campesinos y de agricultores.

LEISA: En esa perspectiva, en nuestro contexto existen experiencias tanto para enfrentar problemas climáticos como para mejorar la productividad desde un punto de vista agroecológico, pero se pierden porque no se recogen y sistematizan. Hay, a veces, algunas tesis en esta dirección, pero restringidas a una visión pura y una carencia de sistematización de los procesos de innovación ante los retos del contexto rural y agropecuario actual.

EG: Este tema de las sistematizaciones es clave. Por eso es importante LEISA, donde se presentan experiencias en agroecología de manera accesible y a la vez rigurosa. Es necesario fomentar ese tipo de sistematizaciones, pero no solo hay un problema de falta de sistematizaciones dentro de cada país, sino que a eso se suma una dificultad de diálogo entre países.

Muchas veces los procesos de aprendizaje, los estudios de caso, etc., quedan dentro del país y resulta sorprendente que a veces se encuentra que, por ejemplo, en Bolivia tienen más conocimiento sobre directrices en agroecología de Holanda que sobre las prácticas, dificultades o éxitos de lo que está ocurriendo en Perú. Entonces, una vez más, la sistematización es importante que esté en español y que se amplíe su difusión, para lo cual están internet y todas las nuevas tecnologías que ofrecen una oportunidad excelente.

LEISA:¿Cuál es la visión desde CLAES del análisis y las políticas ambientales en América Latina?

EG: En el trabajo que hemos hecho en CLAES durante el último año, preparando el reporte de tendencias ambientales en América Latina, hemos encontrado que la agenda ambiental en gran medida se ha enfocado en el cambio climático. Otros temas, los que tienen que ver con biodiversidad, áreas protegidas, manejo de recursos naturales, han quedado en un segundo, tercero, cuarto puesto en algunos países. Existe un sesgo muy importante en la agenda de las políticas ambientales, en su visibilidad y en la discusión pública, que se agrava porque la temática del cambio climático es en buena parte producto de lo que se ve diariamente en la prensa y enfatiza las cuestiones vinculadas a las emisiones de fábricas o de automóviles, aprovechando por ejemplo documentales o informes que vienen de los países industrializados. Pero esa no es la principal fuente de emisiones en nuestro continente.

La discusión del cambio climático en América Latina tiene que ver con agricultura, deforestación y cambio de usos del suelo. Pero en muchos países ese vínculo entre cambio climático y uso de la tierra y prácticas agropecuarias, y sus consecuencias en la biodiversidad, no está claro en las discusiones nacionales. Y esto se refleja en la falta de coordinación de las políticas sobre cambio climático, producción agropecuaria y biodiversidad, que siguen estando en compartimentos estancos. Así, por un lado actúa el ministerio de agricultura, casi siempre promoviendo la agroindustria exportadora, con impactos en el sector rural y en la biodiversidad por la expansión en la frontera agropecuaria, y por el otro lado, muy distantes, las políticas en áreas protegidas y biodiversidad que intentan frenar algunos de estos efectos negativos. Paradójicamente, en el año de la biodiversidad, esa temática está pasando desapercibida. La agenda pública está dominada por la discusión sobre cambio climático, sin entender que en nuestro continente ese tema está íntimamente ligados al destino de la biodiversidad en las áreas naturales, de los sitios silvestres, de nuestra fauna y de nuestra flora. www.ecoportal.net

Entrevista a Eduardo Gudynas en LEISA, revista de agroecología, Vol 26, No 3, octubre 2010, pags 36-37

Oct 2010 – http://accionyreaccion.com

La nueva ofensiva del "capitalismo verde"

Por SENA-Fobomade

El capitalismo en crisis múltiple crea nuevas mercancías y desarrolla nuevos instrumentos para reproducirse, como por ejemplo el denominado "mercado de carbono", donde compra y vende territorios, recursos naturales y "derechos" o "licencias" para contaminar y sobreexplotar la naturaleza. El clima planetario está a merced del capital, rehén del mercado de carbono. Sin embargo, todas las propuestas ambientales del capitalismo verde, entre ellos los Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL), han sido ineficaces en la práctica. Estas falsas soluciones permitieron a las naciones ricas seguir incumpliendo sus compromisos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI); al tiempo que degradaron enormes extensiones de tierras y fuentes de agua, y alentaron la privatización de territorios indígenas y campesinos en todo el mundo.

Una alianza de países desarrollados, transnacionales, instituciones financieras internacionales (IFIs) como el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), organizaciones no gubernamentales (ONGs) e inclusive agencias de Naciones Unidas promocionan el "mercado de carbono" como principal herramienta de lucha contra la crisis ecológica y el cambio climático. Se trata de la mayor ofensiva del "capitalismo verde".

El capitalismo en crisis múltiple crea nuevas mercancías y desarrolla nuevos instrumentos para reproducirse, como por ejemplo el denominado "mercado de carbono", donde compra y vende territorios, recursos naturales y "derechos" o "licencias" para contaminar y sobreexplotar la naturaleza.

El clima planetario está a merced del capital, rehén del mercado de carbono. Aunque parezca "una dinámica extraña", el comercio de emisiones puede financiar varios proyectos, "hacer que el desarrollo sustentable sea eficiente en costo, y lograr verdaderos progresos en la reducción de los gases de invernadero", justifica el vicepresidente ejecutivo de Desarrollo y Mercadeo de la empresa 3Degrees Steve McDougal.

Sin embargo, todas las propuestas ambientales del capitalismo verde, entre ellos los Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL), han sido ineficaces en la práctica. Estas falsas soluciones permitieron a las naciones ricas seguir incumpliendo sus compromisos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI); al tiempo que degradaron enormes extensiones de tierras y fuentes de agua, y alentaron la privatización de territorios indígenas y campesinos en todo el mundo.

¿Cómo funciona el mercado de carbono?

La Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) asigna "responsabilidades comunes pero diferenciadas" en la lucha contra el cambio climático a los países ricos y pobres. El Protocolo de Kyoto -refrendado en 1997 y vigente desde el 16 de febrero de 2005- compromete sobre todo a los países desarrollados a poner un tope a sus emisiones de GEI.

El Protocolo habilita tres mecanismos de mercado para ayudar a las naciones industrializadas a alcanzar metas de reducción de emisiones de GEI de 5,2% entre 2008 y 2012: el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL), el Comercio de Emisiones y la Implementación Conjunta.

Los mayores emisores de GEI pueden alcanzar sus metas de reducción de emisiones ya sea optimizando sus procesos productivos, utilizando combustibles más limpios, o bien comprando asignaciones de derechos de emisión.

Los principales países contaminadores del Planeta venden, compran, subastan o canjean "derechos de emisión o "licencias" para seguir ensuciando la atmósfera.

En el mecanismo de aplicación conjunta, los países desarrollados intercambian entre sí "unidades de reducción de emisiones"; mientras que en el mercado de emisiones comercian con "unidades de la cantidad atribuida". El "canje" de emisiones es el mecanismo dominante.

Si las asignaciones canjeadas son demasiado costosas o limitadas, los emisores de GEI pueden también adquirir derechos de emisión más baratos financiando proyectos del MDL en otras partes del mundo que ayuden a reducir o a "capturar" CO2 no emitido a la atmósfera.

Al financiar proyectos de MDL, los países y empresas del primer mundo adquieren "certificados de reducción de emisiones" (CER), que también pueden ser canjeados o vendidos, y con los cuales acreditan el cumplimiento forzoso de las metas de reducción de emisiones.

Los proyectos de compensación de MDL pueden ser vertederos que captan metano; monocultivos forestales; instalaciones de energía renovable como granjas eólicas e hidroeléctricas, y factorías de agrocombustibles, entre otros.

Los bosques no ingresaron en la agenda de negociaciones de las COP como mecanismos de mercado hasta 2003; desde 2005 se observa una activación y a partir de la COP de Bali en 2007 vemos una escalada meteórica de la idea de que los bosques tropicales son fundamentales para avanzar en cualquier acuerdo de clima, describe la especialista de Amigos de la Tierra Brasil Camila Moreno.

El Acuerdo de Copenhague reconoce formalmente a los REDD como mecanismos para "el manejo forestal sustentable, la conservación forestal, la reforestación y el incremento de las reservas de carbono forestales", incluyendo monocultivos de arboles transgénicos. [1]

Los REDD otorgan al menos tres tipos de compensaciones: por la reforestación de áreas previamente taladas; por la forestación o la siembra de árboles en áreas donde no existían bosques por lo menos en los últimos 50 años; y por la deforestación evitada, es decir por los esfuerzos para detener la tala de árboles, explica el director en jefe de Mercados de Carbono Forestal de Conservation International Toby Janson-Smith.

Todos estos proyectos de mercado deben cumplir tres requisitos para ser considerados viables:

1. Deben ser "adicionales", es decir que no ocurrirían en ausencia de un incentivo de compensación

2. Capaces de reducir emisiones de una manera medible y permanente, y

3. Ser reales y verificados por inspectores independientes.

Evolución del mercado de carbono

El número de nuevas ofertas de proyectos del mercado de carbono subió drásticamente de menos de 10 por mes a principios de 2005 a cerca de 100 mensuales en 2007, estima el Fondo de la Fauna del Mundo. [2]

Hasta 2008, la CMNUCC registró más de 1.600 proyectos de MDL en diferentes países. Según la Comunidad Andina (CAN), se ejecutan al menos 262 proyectos MDL en la región, de los cuales 46 son proyectos forestales.

En Bolivia se registran por lo menos siete proyectos forestales, la mitad en valles en Cochabamba y Chuquisaca. Colombia tiene 12 proyectos forestales. En Ecuador hay 16 proyectos, de los cuales al menos seis se encuentran en provincias como Loja, Azuay, El Oro, Zamora, entre otras. En Perú existen 11 proyectos, cuatro de ellos en el área andina, principalmente en la región Junín.

La Internacional Tropical Timber Organization (ITTO), órgano intergubernamental de los países productores y consumidores de madera de bosques tropicales, lanzó el Programa temático sobre REDD y Servicios ambientales en Bosques Tropicales (REDDES), con un financiamiento de Noruega.

En 1990, el Directorio de Empresas Holandesas Generadoras de Electricidad constituyó la Fundación FACE (Forest Absorbing Carbon Dioxide Emissions) con el objetivo de plantar 150 mil hectáreas forestales en el mundo, la mitad en los Andes de Ecuador. El objetivo es compensar las emisiones de una nueva planta térmica de carbón en Holanda. [3]

Por otro lado, la anglo holandesa Shell, la rusa Gazprom y la Fundación Clinton están financiando el proyecto tipo REDD en la provincia Kalimantan en Indonesia.

Cargill donó millones de dólares para apoyar a la Amazon Forest Carbon Parnership (AFCP). Sus contrapartes locales son el Fondo Brasilero para la Biodiversidad (FUNBIO), la Fundación de Protección y Uso Sustentable del Medio Ambiente de Bolivia, el Fondo para la Acción Ambiental y la Niñez de Colombia, el Fondo de Promoción para las Áreas Naturales Protegidas de Perú y el Fondo Nacional Ambiental del Ecuador.

En Brasil, The Nature Conservancy (TNC) y la Sociedade de Pesquisa em Vida Selvagem e Educação Ambiental (SPVS) impulsan el proyecto Guaraqueçaba en las reservas Morro da Mina, Rio Cachoeira e Serra do Itaqui, con financiamiento de la General Motors, ChevronTexaco y American Electric Power.

El comercio de los créditos de carbono ascendió a 126 mil millones de dólares en 2008, y se espera que llegue a los 3,1 billones en 2020. El mercado global no regulado de compensaciones voluntarias se triplicó entre 2006 y 2007, llegando a 331 millones de dólares, estima la organización Ecosystems Marketplace. [4]

El mercado de carbono se ha convertido en un negocio para los inversores privados y ha favorecido la especulación financiera. Las empresas adquirieron el 80 por ciento de las compensaciones en el mercado "informal", mientras que en el mercado regulado los bancos y los especuladores concentran la mayoría de las transacciones. [5]

Grandes fraudes

Cada vez hay más evidencias de que muchos proyectos del mercado de carbono no cumplen requisitos mínimos y no contribuyen en absoluto a una mayor reducción de las emisiones de GEI.

Las compensaciones contempladas por el Protocolo de Kyoto tuvieron efectos "inciertos" sobre las emisiones de gases invernadero, con aportaciones "limitadas" al desarrollo de la tecnología sustentable, concluyó un informe de la Oficina de Responsabilidad del Gobierno norteamericano (GAO en inglés). [6]

El mercado de compensaciones conlleva un alto riesgo de fraudes y engaños, alertó la Comisión Federal de Comercio (en inglés, FTC), mientras que el director adjunto de seguridad de la Oficina de Protección al Consumidor Jim Kohm denunció que algunas empresas venden múltiples compensaciones para un solo proyecto.

"Las compensaciones no son como los productos que se pueden tocar o palpar (…) Yo podría venderle a usted una compensación de sembrar un árbol, pero ¿cómo sabe usted que no le he vendido ya esa misma compensación a otra persona?", cuestionó Kohm.

Se supone que las oficinas federales proporcionan cierta asistencia técnica y protección al consumidor, pero "ningún cuerpo regulador único (en Estados Unidos) tiene responsabilidades de supervisión (en el mercado informal de las compensaciones)", admitió la GAO en agosto de 2008.

Según la GAO, "se otorgaron algunos créditos de compensación para proyectos que habrían ocurrido aún en ausencia del CDM, a pesar de un riguroso proceso de revisión".

El 20 de octubre de 2008, el reportero del Wall Street Journal Jeffrey Ball informó que los operadores de vertederos en todo el país estaban vendiendo compensaciones para proyectos de captación de metano que habían estado en funcionamiento desde hace varios años.

Los proyectos de energía en China (plantas de energía hidroeléctrica, energía eólica y gas natural), a los cuales se otorga la gran mayoría de los créditos CER, son "en su mayoría falsos", aseveró David Victor, director del programa de energía y desarrollo sustentable del Instituto Freeman Spogli de Estudios Internacionales de la Universidad Stanford. [7]

Violaciones de los derechos humanos

Los proyectos del MDL en marcha están causando males ambientales y sociales que contradicen los objetivos del programa de "reducción de emisiones". Cada vez aparecen más pruebas de que muchos proyectos hacen más daño que bien.

Los biocombustibles, la energía hidroeléctrica, la conservación forestal, el mercado de carbono y otras medidas para detener el calentamiento global son tan dañinas para los pueblos indígenas como el propio cambio climático, concluye el informe La verdad más incómoda de todas: el cambio climático y los pueblos indígenas, elaborado por Survival International. [8]

"Los pueblos indígenas del planeta, siendo los que menos han contribuido al cambio climático y los más afectados por él, ven sus derechos violados y sus tierras devastadas en aras de los intentos de frenarlo. Al amparo de la presión internacional para prevenir el cambio climático, gobiernos y empresas están disponiendo una apropiación masiva de tierras", denuncia el informe.

Se ha comprobado en la práctica que los bonos o "créditos" del MDL son utilizados por corporaciones transnacionales para acaparar tierras y recursos naturales en América Latina, en perjuicio de pueblos indígenas y pequeños agricultores. "Las personas que tienen los menores estándares de contaminación de la Tierra están siendo desplazadas por las compañías que más contaminan", dice Mark Schapiro, del Centro de Periodismo de Investigación (CIR en inglés).

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