- Resumen
- Origen de las actividades genéticas.
- Origen de los comportamientos genéticos de los animales multicelulares elementales.
- Consecuencias del desarrollo de las capacidades neuronales.
- Recepción de datos.
- Algunas hipótesis sobre el asentamiento de la memoria adquirida en el encéfalo.
- Teoría de los enlaces.
- Recuerdos y selección de datos.
- Memorias de largo plazo.
- Memorias conceptuales.
- Dominancia y principales consecuencias de la existencia de los conceptos.
- Constitución de los comportamientos.
- Reemplazo de comportamientos genéticos por comportamientos de orden mixto.
- Los datos instintivos.
En esta obra el autor expone teorías que le permiten explicar en su totalidad el funcionamiento del cerebro humano. Para lograrlo profundizó sus estudios de neurología merced a exhaustivas investigaciones en microbiología, o biología molecular. Así esclareció como se almacenan las informaciones recibidas en el encéfalo. A partir de eso estableció las bases de la psicología y etología moderna; demostrando como se efectúan sistemáticamente todos los procesos cerebrales, desde la manera de recordarse un dato, la forma de resolver cualquier problema, el origen de los trastornos psicológicos hasta las diferentes fases del sueño.
Las características del intelecto humano son perfectamente naturales y entendibles para el análisis racional, como lo vamos a descubrir más adelante. Resultan ser el fruto de la evolución de las distintas especies animales que constituyeron los eslabones de la cadena evolutiva que engendro la aparición de su especie, empezando con los primeros protozoos. Por ende el autor no utilizará ningún argumento de orden mágico o místico para demostrar sus teorías, por no considerarlo necesario.
Las teorías que se exponen a continuación corresponden entonces totalmente y sistemáticamente a la realidad de los hechos comprobables, relacionados o derivados de la actividad celular animal y en particular de la humana.
El autor tiene fe en que algunos experimentos probatorios, y quizás a veces rectificatorios, que no pudo efectuar por falta de los medios materiales necesarios, se realizaran en el porvenir, pues no duda en creer que una de las mayores cualidades del pensamiento humano es la búsqueda del conocimiento.
1. Origen de las actividades genéticas.
El autor considera esencial para el entendimiento del funcionamiento del cerebro humano, como lo acaba de exponer en el prólogo, profundizar los conocimientos actuales relativos al funcionamiento de las células animales. Hecho por el cual dedicara este primer capitulo al estudio del origen de los movimientos de las células animales más elementales, y probablemente las más primitivas, como lo son los protozoos.
En primer lugar, podemos observar que parte de los protozoos desarrollan diversos movimientos que son, en general, relacionados con su supervivencia. Dichos movimientos no son todos enteramente librados al azar, se puede comprobar que algunos responden a verdaderos patrones de conducta. En efecto, cuando una ameba repta sobre una superficie sólida gracias a la actividad de seudópodos o absorbe una presa merced a la deformación de su superficie corporal, resulta evidente que dichos movimientos no son librados al azar sino que son coordinados secuenciados, organizados y ejecutados hacia un fin particular.
Dichos movimientos son generados, en función de la existencia de microtubulos, por filamentos de actina y de miosina, que integran estas células, que se pueden contraer y alargar bajo el efecto de impulsos energéticos o su ausencia.
De aquí en adelante, el autor llamara "actividad" un movimiento, y uno sólo, generado por medio de los filamentos, cuando ésta será organizada y coordinada con un fin particular, es decir no librada al azar.
Resulta evidente que para que las diferentes actividades sean efectivas los impulsos energéticos que las causan tienen que obedecer a patrones de secuencias perfectamente ordenados y sincronizados, de una potencia y duración adecuadas. En otras palabras, los filamentos deben recibir un flujo de energía discontinuo, en forma de pulsos de intensidad variable, de una manera no solo coordinada pero también secuenciada.
Dichos impulsos provienen necesariamente de algunas de las fuentes de energía de las células animales, entre las cuales se encuentran las mitocondrias. Además las actividades deben ser reguladas en forma absolutamente rigurosa, pues no se efectúan de una manera aleatoria. Por ende necesitan de un mecanismo regulatorio. No tenemos que olvidarnos que los mecanismos productores de energía lo hacen en función de la absorción de los elementos nutritivos que les llegan, lo que sí ocurre de una manera aleatoria. Estos elementos son procesados para ser transformados en fuentes de energía, como lo es en particular la adenosina trifosfato (ATP) en el caso de las mitocondrias.
Este mecanismo, regulador de la serie de impulsos energéticos de los animales unicelulares generados en base a las fuentes de energía propias a cada célula como lo acabamos de ver, no puede depender de algún elemento u orgánulo del citoplasma porque, además de evolucionar constantemente, cada uno es, muchas veces, idéntico de una especie a otra. En consecuencia, por generar los diferentes movimientos de un animal dado, tiene que ser totalmente igual de un animal a otro de la misma especie pero distinto de una especie a otra, además de no depender de factores irregulares como la absorción de elementos nutritivos. Se puede comprobar que todas las amebas reaccionan de la misma forma ante los mismos acontecimientos, pero a menudo una ameba actúa en forma distinta a un didinium.
Igualmente, un protozoo debe tener necesariamente un elemento irregular en su composición y de una especie a otra, pero idéntico entre todos los individuos de una misma especie y no depender de las particularidades propias a cada animal. En efecto, dicho mecanismo no puede tener una estructura totalmente uniforme, pues por engendrar movimientos diversos tiene absolutamente que tener por lo menos un elemento constitutivo irregular en su composición. Por ejemplo, la doble membrana que envuelve un protozoo, aunque sea deformable en su aspecto, representa una gran uniformidad en sus elementos constitutivos e idéntica composición a la de algunos otros de otras especies. Además, depende del tamaño de cada animal, el cual puede ser distinto en alguna especie de un individuo a otro de la misma especie. Asimismo, los orgánulos pueden variar en tamaño y productividad de un protozoo a otro de la misma especie a lo largo del tiempo, aunque su composición quede uniforme. También el elemento generador de estos impulsos tiene que ser totalmente idéntico entre cada animal de una misma especie, pues efectivamente se observa que las actividades de cualquier individuo de una misma especie son idénticas, bajo las mismas circunstancias, a las de otro, independientemente de algunas características particulares a cada uno, como tamaño, cantidad de elementos nutritivos procesados en su interior, etc.
Como base de este mecanismo regulador, el autor no toma tampoco en cuenta el ADN de las mitocondrias por dos razones principales: la primera es que existen especies de protozoos que poseen cantidades variables de ellas de un individuo a otro y la segunda es que la complejidad de movimientos de algunos protozoos en relación a la de otros de especies distintas, implicaría una complejidad y una extensión del ADN de sus mitocondrias superiores en comparación a las de estas otras distintas especies; que no se verifica en la realidad. Debemos destacar que para que una teoría sea valida tiene que adecuarse totalmente a la realidad de los hechos. En este caso si se afirma que el origen de los movimientos genéticos de los animales se encuentra en un orgánulo particular tiene que ser también lo mismo para todas las especies, incluidos para los animales superiores. Pues, a pesar de que estos últimos son seres multicelulares, la generación de estos movimientos se produce a menudo en base a una única célula, el zigoto, en el cual necesariamente se debe encontrar el origen de dichos movimientos. En particular, se pueden citar los insectos, los reptiles o los mamíferos, los cuales efectúan movimientos genéticos tan complejos a menudo que no se podrían explicar sólo en base al ADN de las mitocondrias.
El único elemento perenne de cualquier protozoo que pueda servir de elemento regulador de sus actividades es su doble cadena de ADN que constituye el genoma integrante de su núcleo, que el autor llamara simplemente genoma para simplificar el texto. Contrariamente al resto de los componentes de la célula, éste permanece inmutable en tamaño, forma, constitución y ordenamiento molecular, a lo largo de su existencia y entre todos los miembros de una misma especie, aunque distinto entre cada especie. Ya está científicamente comprobado que sus secuencias de nucleótidos son totalmente carentes de uniformidad de una especie animal a otra, pero idénticas entre todos los miembros de una misma especie.
Si analizamos los cuatros diferentes tipos de nucleótidos que integran el genoma de todas les especies animales, nos daremos cuenta que el fosfato y el azúcar que los componen permanecen inmutables, cualquiera sea el tipo de nucleótido. Aunque al fosfato se le puede asociar, ocasionalmente, otro fosfato o algún tipo de proteína, como la coenzima A, en las cadenas de ADN se presenta mayormente bajo la forma de monofosfato. Por ende, en los nucleótidos las bases representan los únicos elementos variables. Esta particularidad les permite realizar distintas cantidades de enlaces. En efecto, las adeninas y las timinas poseen la capacidad de formar un doble enlace de hidrógeno. Mientras que las guaninas y las citosinas forman un triple enlace de hidrógeno. Además, sabemos que la energía necesaria a la ruptura de los enlaces es distinta en función de la naturaleza misma de cada uno, pues pueden ser entre un átomo de hidrogeno y uno de nitrógeno o de oxigeno, como los que unen los nucleótidos.
Es sabido que existen enzimas capaces de "leer" el ordenamiento de los nucleótidos durante la mitosis; por ejemplo para verificar su exactitud. El autor llama "leer" el genoma, por parte de una enzima, o lectura enzimática, el hecho de que esta clase de enzima se desliza a lo largo de la doble cadena de ADN, efectuando su actividad merced a un proceso físico-químico complejo, que implica un aporte y, o, una liberación de energía, particular a cada una. Esta lectura puede ser bastante rápida, pues en un protozoo la enzima ADNhelicasa, que actúa directamente sobre los enlaces de hidrógeno, es capaz de separar las dos cadenas del genoma a una velocidad de aproximadamente quinientos nucleótidos por segundo.
Por otra parte, sabemos que en los genes del ADN están codificadas todas las características físicas de las células.
En consecuencia a estos hechos podemos deducir que el elemento regulador de algunos movimientos que caracterizan las acciones de estos animales, son generados por enzimas que van "leyendo" el alineamiento de los enlaces de los nucleótidos, en los genes específicos, traduciéndolos en impulsos energéticos motores. El autor habla de "algunos movimientos" y no de todos pues está comprobado que hay movimientos que se producen estrictamente en base a elementos constitutivos de las células, como los cilios, que se efectúan en forma absolutamente automática e independiente cada uno con respecto a los demás. El autor llamara estos últimos; movimientos mecánicos; para diferenciarlos de las actividades genéticas.
Asimismo, como lo vimos anteriormente, sólo una porción del genoma está consagrado a la codificación de la estructura de la célula y la producción de las proteínas que necesita. Por eso también, podemos deducir que por lo menos en una porción de la parte restante, están codificados, a través del ordenamiento de los nucleótidos, los impulsos que generan las diversas secuencias de actividades genéticas.
Entonces, al recorrer el tramo correspondiente a su función en la doble cadena de ADN, la enzima especializada va emitiendo impulsos energéticos en función de la lectura de los distintos enlaces de hidrógeno. La importancia de dicha enzima se puede probar por ejemplo merced al uso de la microinyección, ya clásica en la detección, bloqueo o marcación de los elementos intracelulares. Su actividad puede ser también probada merced al uso de los microelectrodos, que pueden permitir la detección de las variaciones de los impulsos energéticos que se producen al interior de la célula. Dichos impulsos pueden ser medidos por medio del empleo de aparatos de medición de campos magnéticos. Además, sus secuencias pueden ser comparadas con las secuencias en las cuales se encuentran alineados los enlaces de los nucleótidos.
La irregularidad de los agrupamientos de nucleótidos, o mejor dicho de sus distintas clases de enlaces de hidrógeno, origina, muy probablemente, las variaciones de los impulsos energéticos emitidos. Estos, al presentar una gran heterogeneidad, poseen entonces una diversidad de frecuencias que genera la variedad de los movimientos efectuados por los diferentes paquetes de filamentos, al estilo frecuencias de resonancia. En otras palabras, a cada paquete corresponde una frecuencia dada. Así, se originan las diferentes actividades del animal.
Por supuesto, para el protozoo, los estímulos exteriores o su ausencia, o los generados por una situación interna particular, que llamaremos estímulos iniciadores, son los que provocan, interrumpen o modifican el cumplimiento de la función de esta clase de enzima.
Resulta importante notar que las actividades genéticas y los movimientos mecánicos, de los protozoos son inmutables por estar almacenadas en su genoma o en sus componentes. Invariables en su composición entre los miembros de una misma especie, representan el fruto de millones de años de evolución. Por ende, la codificación de las actividades genéticas y de los movimientos mecánicos de un animal no puede ser cambiada, suprimida o aumentada sin provocar una verdadera mutación de éste.
Si uno observa atentamente el total de las distintas actitudes de un protozoo, notará que corresponden a un patrón bien definido. En efecto, participan cada una de un conjunto perfectamente determinado y secuenciado de conductas diversas, que son para un didinium por ejemplo: nadar, lanzar dardos, envolver la presa, digerirla y reproducirse.
El autor llamará, de aquí en adelante, a cada una de estas secuencias, que corresponden cada una a un conjunto de actividades genéticas coordinadas entre sí que permiten el desarrollo de una sola conducta, un comportamiento, llamando también actitud el desarrollo observable de los comportamientos. Igualmente, nombrará al conjunto de todos éstos últimos inscritos en un mismo genoma un esquema de comportamientos. También, llamará la ausencia de comportamiento, aunque se puedan producir movimientos mecánicos a lo largo de su duración, estado de reposo.
No sólo un estímulo iniciador puede activar algún comportamiento pero también la ausencia de estímulo puede ser causante de la activación de uno también. Pues, se puede observar que cada clase de actividad genética o de movimiento mecánico se produce sistemáticamente en función de la aparición o de la falta de un acontecimiento bien delimitado y predeterminado. Que puede ser la toma, la pérdida o la ausencia, de contacto con una presa, percibido por medio de sensores de diferentas clases. Dichos sensores son los que generan las distintas clases de estímulos, como se ha verificado ya científicamente. Este comportamiento se manifiesta a través de una actitud determinada que puede ser activa o pasiva. Como actitud pasiva se puede considerar, por ejemplo, la que corresponde a un movimiento repetitivo o de alguna otra conducta que, aunque exija de impulsos energéticos para poder realizarse, puede no ser reflejada por un movimiento notable a primera vista, el cual puede corresponder a una actitud de espera por ejemplo. La que no hay que confundir con los movimientos mecánicos, como ocurre en el estado de reposo. Entre éstos últimos, se encuentra el hecho de que en la ausencia de presa, el didinium sigue nadando. El hecho de que los cilios del animal se muevan de por sí, en forma mecánica, como se comprobó luego de la ablación de aquellos, prueba que para moverse no necesitan de un impulso especial proveniente de la actividad de enzimas lectoras. De aquí podemos afirmar que la totalidad de los comportamientos de los protozoos está regida por actividades genéticas o mecánicas.
El desarrollo de una parte del esquema de comportamientos puede ser inhibido; es decir que, tal como se puede comprobar, para el didinium, si la presa escapa antes de ser envuelta en el citoplasma, no se empieza el proceso de digestión sino que se reinicia un nuevo ciclo de comportamientos.
Podemos notar también que el esquema es, y debe ser, invariable en su ordenamiento. En efecto, no se puede cambiar el orden de los comportamientos sin condenar al protozoo a sufrir graves trastornos. Por ejemplo, si no absorbe su presa después de inmovilizarla, no podrá alimentarse, lo que podría tener consecuencias fatales para él.
Sumándose a esta invariabilidad el hecho de que la principal característica de los protozoos es que luego de ser activados, sus esquemas de comportamientos se realicen en forma continuos ininterrumpidamente, cuando no son detenidos por un estímulo particular, se puede deducir que pertenecen a un tramo del genoma, constituido por una sucesión de pares de nucleótidos, que no ofrece ningún tipo de interrupción. Lo que implica obligatoriamente que pertenezca a un tramo continuo del genoma.
Resulta factible que el genoma posea en su estructura una proteína que identifique el principio y el fin del tramo implicado, para que la enzima idónea pueda así proceder a la lectura del esquema de comportamientos. Como es evidente que los nucleosomas no interrumpen el pasaje de las enzimas separadoras o de las correctoras, no tienen tampoco que parar las enzimas lectoras.
Finalmente se puede afirmar que a lo largo de su existencia, la actividad de un protozoo está siempre gobernada por su esquema de comportamientos, aunque adopte una actitud pasiva. Eso significa que, cualquiera sea la situación en la cual se encuentre, siempre "sabrá", aunque sea de una manera totalmente inconsciente, lo que tiene que hacer.
Integrando este esquema, cada comportamiento, o grupo de actividades que determinan una sola conducta, es perfectamente delimitado y orquestado. Si no lo fueren, los movimientos resultarían desordenados. No tendrían entonces la eficacia necesaria para la realización de sus acciones vitales. Por ejemplo, si el didinium no produjera suficientes dardos, o si no envolviera adecuadamente sus presas, éstas podrían tener la oportunidad de recuperarse, es decir de producir las antitoxinas que les permitirían gozar de algunas posibilidades de escape.
En fin de cuenta, si observamos detenidamente la constitución de las diferentes especies de animales unicelulares, podremos constatar y comprobar que cada uno de sus componentes es parecido en su composición al que cumple las mismas funciones en cualquier animal de cualquier otra especie, en particular todos los genomas están formados por cadenas de los mismos cuatro tipos de nucleótidos, al igual que los mecanismos generadores de sus diversas actividades y movimientos, lo que permite deducir que responden igualmente a esquemas de comportamientos. Aunque difieran considerablemente en sus alcances y pautas de una especie a otra, permiten a los protozoos sobrevivir y multiplicarse, si las condiciones externas les son favorables. Por supuesto, el hecho no tiene nada de extraño; pues, descienden, probablemente, de un ancestro común. Resulta evidente que las características de éste que favorecieron su supervivencia, se hayan conservados, por seguir siéndoles benéficas, entre todos sus descendientes.
Resumiendo las principales cualidades de los animales unicelulares, que permiten la expresión de sus actitudes podemos afirmar que éstas responden a las pautas siguientes:
– Cada grupo de actividades genéticas que conforma una, y una sola, actitud determinada corresponde a un comportamiento genético.
– Cada ausencia de comportamiento corresponde al estado de reposo, aunque mientras siga vigente se produzcan movimientos mecánicos.
– El total de sus conductas perfectamente sincronizadas y ordenadas entre sí obedece a un esquema de comportamientos.
– Un ciclo de éstos empieza por medio de un estímulo iniciador o por la ausencia de alguno. Puede ser inhibido por otro, aunque el esquema sigue siempre vigente.
– Dicho esquema gobierna el accionar de un protozoo a lo largo de su existencia sin interrupciones.
– Todas las actividades genéticas que integran los comportamientos y esquemas de comportamientos dependen de datos inscriptos en los genes de estos animales.
– Finalmente, los impulsos energéticos generadores de actividades se originan en la "lectura", merced a enzimas específicas, de los enlaces de hidrógenos entre los nucleótidos que integran las dos cadenas que conforman el genoma de las células eucariotas, uniéndolas.
2. Origen de los comportamientos genéticos de
los animales multicelulares elementales.
En este capitulo, el autor va a ir profundizando sucesivamente los conocimientos de las células animales, y en particular de las neuronas de los animales multicelulares, estudiando sus características en base a la observación de las de los animales multicelulares invertebrados. Éstos se pueden calificar de elementales, por su relativa simplicidad estructural y su número restringido de clases distintas de células que los componen. Se consagrara sobre todo a estudiar las Hidras de agua dulce.
Éstas últimas son seres rudimentarios que se parecen a las anémonas de mar, pero de tamaño reducido. Su parte inferior adhiere a una superficie de apoyo a la manera de una ventosa. El tronco, llamado celenterón, se asemeja a una suerte de bolsa donde se procesan y asimilan los nutrientes. En la parte superior se encuentra el orificio que sirve a la vez de entrada de los alimentos y de salida de los desechos. Está coronado de tentáculos, que producen también dardos venenosos, al igual que algunas especies de protozoos como los didinium. La Hidra puede nadar y sobre todo reptar, ayudándose con sus tentáculos y su parte inferior. Estos movimientos de traslación son mucho más sofisticados que los de los protozoos, pues exigen una verdadera coordinación de las actividades de numerosas células por parte del animal. Éste envenena las presas que entran en contacto con sus tentáculos, las inmoviliza y luego las introduce en el celenterón por medio de estas últimas. Se reproduce con esporas, formando retoños o por división.
Examinando la raíz de todos estos comportamientos, se puede profundizar los conocimientos sobre el origen del accionar genético animal, que empezamos a obtener con el estudio de las reacciones de los protozoos. Básicamente, porque estos invertebrados poseen una estructura interna mucho más compleja que la de los animales unicelulares.
En primer lugar, debemos tener en cuenta que varias especies de animales multicelulares elementales, como la Hidra, poseen células nerviosas, o neuronas, repartidas en todos sus cuerpos. Además, la experimentación demuestra que los impulsos energéticos provenientes de estas neuronas controlan el accionar del resto de las demás células. Se puede afirmar, entonces, que estas neuronas están especializadas para hacer llevar a cabo los comportamientos, particulares a la especie, por el conjunto del cuerpo.
Luego, debemos tener en cuenta que muchos animales invertebrados son capaces de emitir esporas; células independientes que al multiplicarse acaban por transformarse en un animal completo; eso implica que todas las distintas células del cuerpo del ser, digamos adulto, se pueden originar en una sola célula indiferenciada. En ésta, entonces, se encuentran almacenados, en sus genes, todas las diversas capacidades que particularizarán luego las distintas células del cuerpo del animal maduro.
No resulta difícil deducir, y comprobar, que cuando ocurre el proceso de diversificación celular en función del papel que cada célula cumplirá luego, en los animales multicelulares que gozan de una verdadera diferenciación celular, se activarán los genes adecuados a su futuro desempeño y se desactivarán los que no corresponden a éste. La activación de los genes especializados, provoca la producción de enzimas particulares que modifican la estructura de la célula, en vista de facilitar sus actividades. Por ejemplo, en las células musculares se acrecienta la masa filamentosa y los microtúbulos. Este proceso no modifica la composición general de las células, que siguen conservando los mismos elementos constitutivos que las demás.
Se tiene que destacar que la especialización de las células diversifica y amplía el espectro de acción del conjunto. El hecho de que un pez carnívoro tenga aletas natatorias le otorga mucha mayor velocidad de desplazamiento que la de una ameba, es decir una más grande área de caza que le ofrece mayores posibilidades de encontrar alimento. La capacidad de absorción de alimento de un animal multicelular que posee un estómago, le procura una mayor amplitud de productos necesarios a sus existencias y reproducción, que la de un unicelular.
Si bien cada célula especializada resigna su autonomía y campo particular de acción, en compensación acrecienta algunas de sus capacidades en el ámbito celular. Sobre todo mejora sus posibilidades de supervivencia, al aumentar el área de actividades del conjunto de células al cual pertenece. Por ejemplo, la capacidad de movimientos independientes de una neurona es muy reducida, pero su capacidad de uso de su memoria genética, de emisión de energía y de respuesta a estímulos, se ve potencializada. El acrecentamiento de la producción de impulsos energéticos le permite ser capaz de generar tal potencial de éstos que llega a provocar la actividad filamentosa de todo un grupo de células musculares.
En fin de cuenta, la especialización celular, incrementa las capacidades del ser de recibir una mayor variedad de estímulos iniciadores, merced al incremento y a veces la diversificación de sus células sensitivas. Al aumentar la capacidad de producción de energía hacia un campo de acción más especializado por parte de las neuronas, eso les permite también engendrar respuestas mucho más elaboradas que las de un simple protozoo. La simple reacción de huida provocada por un ascenso peligroso de la temperatura ambiental, captado por sus sensores, de parte de algunos protozoos, se transformó en el desarrollo de los centros de detección de las radiaciones infrarrojas de ciertas especies de serpientes como la cobra. Evidentemente, la diferenciación, y por ende la existencia de órganos especializados, implica a nivel del ADN un mayor potencial de productividad y pluralidad de proteínas y enzimas.
El aumento de la complejidad del ser, es decir de la cantidad de órganos distintos, de las capacidades y de la complejidad de las actividades de origen genético de cada uno, es probablemente resultado del alargamiento de dichas cadenas. El cual, como lo comprueban las teorías modernas relativas a la evolución de las especies, ocurre en forma aleatoria y produce las mutaciones de las especies animales.
Se puede afirmar que cuanto más complejas se vuelven las capacidades de un ser viviente, más evolucionado resulta ser. En la cadena evolutiva de los animales, se puede considerar al ser humano como uno de los más evolucionados, por tener la capacidad de realizar actividades extremadamente complejas. En realidad, las más complejas de las que efectúa el resto del reino animal terrestre.
El aumento de la complejidad de las actividades de un ser implica entonces, como lo comprueba la realidad de los hechos, una mayor sofisticación a nivel celular. En particular lo demuestra el hecho que las neuronas son células que reciben los impulsos iniciadores, los procesan y transmiten las respuestas generadas a las demás células. Merced a esta capacidad de comunicarse entre sí por medio de sus axones y dendritas, forman una especie de red que controla y dirige las actividades del conjunto de las células del animal. En consecuencia, aunque un estímulo provenga de un solo punto del animal, su cuerpo entero reacciona de una manera perfectamente sincronizada.
Por supuesto, aunque sean mucho más complejos, resulta evidente que los movimientos que participan de los comportamientos de la Hidra, y de cualquier otro animal multicelular elemental, son de origen meramente genético. En efecto, se puede comprobar que por ser innatas, todas sus actividades o ausencia de éstas son perfectamente delimitadas e invariables a lo largo de su existencia en función de estímulos, o por falta de algunos, los cuales son igualmente perfectamente definidos e invariables. También, son idénticas para todos los miembros de una misma especie de invertebrados. El hecho de que resultan de las actividades sincronizadas de varias o de la totalidad de las células que componen estos animales implica, como ya fue científicamente demostrado, que dicha sincronización proviene de la actividad de las neuronas. Lo que significa a su vez que dicha actividad se genera en base a una memoria de índole genética.
Se llamara también estado de reposo la ausencia de activación de los comportamientos que rigen la actividad de un animal multicelular. Aunque éste pueda realizarse movimientos mecánicos a lo largo de su duración, pues estos últimos no dependen de dicha activación. Hay que tener en cuenta que el hecho de que su cuerpo esté en reposo, implica un verdadero paro de las actividades motoras generadoras de una conducta del conjunto de sus células. No obstante, no implica la falta de actividad intracelular, sino únicamente que sus células especializadas en producir actitudes a nivel corporal, no lo hacen, aunque por ejemplo cada una pueda estar efectuando un proceso interior de absorción de alimentos.
Por implicar una verdadera sincronización en la realización las actividades corporales se llamara de aquí en adelante comportamiento genético, cada actitud innata de un animal multicelular, es decir que se encuentra inscrita en su genoma bajo la forma de un alineamiento específico de los pares de nucleótidos que conforman un tramo dado de la doble cadena de ADN que conforma el genoma.
Al tener una mayor variedad de comportamientos genéticos que los protozoos por un lado y por la vigencia y organización de éstos por otro, se puede deducir que existe un esquema de comportamientos genéticos y que éste es mucho más complejo que él de aquellas. La recepción de una cantidad superior de estímulos iniciadores diversos, además del número y de la capacidad evidente de diferenciación y adecuación de los comportamientos genéticos que le sirven de respuesta, implica un considerable acrecentamiento de dicho esquema con respecto al de los animales unicelulares.
Se puede comprobar por medio de la experimentación que las neuronas son las verdaderas fuentes de los comportamientos genéticos, y del esquema correspondiente, de los animales multicelulares elementales. Además, se puede verificar que cuando se produce la ablación de parte del cuerpo de uno de estos animales, éste reorganiza su morfología, aunque su tamaño se reduce. Lo notable es que sigue teniendo el mismo esquema de comportamientos genéticos sin que éste y sus componentes hayan sufrido ninguna clase de alteración. Llegamos así a la conclusión de que los esquemas y los comportamientos genéticos no dependen de la cantidad de neuronas del ser, y por ende de sus sinapsis, sino de las informaciones contenidas en cada neurona, las cuales tienen que ser idénticas para todas las neuronas de un mismo animal por actuar todas en forma sincronizada.
Es sabido también que los animales multicelulares resultan ser frutos de una evolución que se inició a partir de los seres unicelulares, y que empiezan sus existencias en base, a menudo, en una única célula, el zigoto. Podemos suponer, entonces, que las características y capacidades de sus neuronas se originaron en las particularidades de estos mismísimos protozoos.
También, el parecido entre la composición y la estructura de las neuronas de los animales multicelulares elementales y la composición y estructura de los animales unicelulares permite suponer que su funcionamiento, aunque especializado, se apoya sobre las mismas bases y características.
Por todos estos hechos, podemos deducir que los comportamientos genéticos de dichos animales multicelulares se encuentran grabados, en su conjunto, en el genoma de cada una de sus células y en particular de sus neuronas.
Además, es necesario tomar en cuenta que la modificación del genoma de un animal modifica entonces automática y sistemáticamente sus comportamientos genéticos, aunque pueda conservar su misma morfología básica. Por ejemplo, sabemos que la modificación del gen que determina el color de los ojos de una mosca de la fruta, o drosófila melanogaster, que son naturalmente verdes, en blanco provoca la aparición de un comportamiento procesionario en dicho animal. Es decir que además de modificar su color de ojos, aunque su cuerpo siga teniendo exactamente la misma morfología que la del animal de ojos verdes, se modifica sus actividades genéticas, haciendo que esta mosca de ojos blancos tenga tendencia en caminar en fila india. Lo que no ocurre en la mosca de la fruta de ojos verdes. Esta modificación de comportamiento ligada a la modificación del genoma comprueba, de una manera irrefutable, la teoría del autor con respecto al asentamiento de la memoria genética en el genoma de las células de los animales. Por eso es, también, que dos perros pueden ser prácticamente idénticos en apariencia y tener comportamientos genéticos diferentes entre sí. Como actitudes distintas se puede considerar que uno puede tener un carácter agresivo y el otro no, uno puede ser un buen cazador y el otro un buen guardián, etc.
Gracias al estudio de los protozoos, supimos que la memoria de tipo genética, se encuentra grabada en los alineamientos de nucleótidos que forman la doble cadena de ADN, o genoma, que integra el núcleo de estos animales y que la recepción de estímulos iniciadores específicos provoca la emisión de impulsos energéticos, merced a la actividad de las enzimas que "leen" dicho genoma, que les sirven de respuestas.
La diversidad de estímulos iniciadores, a los que responden los animales multicelulares como la Hidra, significa que éstos poseen una diversidad equivalente de receptores de ellos, que permiten además diferenciarlos.
Se puede observar que las neuronas de los animales multicelulares poseen algunos apéndices cuyas terminaciones se ubican en los distintos órganos de estos animales. Por medio de la experimentación, se ha comprobado que sirven de receptores de los estímulos iniciadores. Estos apéndices al poseer una gama importante de receptores son entonces los que captan dichos estímulos. También está comprobado que las dendritas y los axones intercomunican las neuronas entre sí. Lo que, al unirlas, permite al conjunto así formado unificar las respuestas a los estímulos iniciadores. De esta manera, y merced al hecho de que algunos de sus apéndices neuronales transmiten impulsos energéticos a las otras diversas células del cuerpo, el conjunto de las neuronas rige el total de las actividades corporales de estos animales, como ya fue verificado científicamente.
Cuando el agua, donde se encuentra este animal, llega a tener una temperatura excesiva para su supervivencia, la Hidra se despega de su superficie de apoyo y emprende su retirada. Esto significa que delante de un estímulo particular, recibido por los apéndices sensitivos, se activan las enzimas especializadas que leen la zona determinada del genoma donde se encuentra inscripta la respuesta idónea.
Como sabemos que un solo estímulo, recibido en un solo punto del cuerpo del animal, puede provocar una respuesta de parte del cuerpo entero, el cual está dirigido por el conjunto de su red neuronal, podemos entonces concluir que el impulso recibido es transmitido a las demás neuronas que generan cada una su propia respuesta. Dicha respuesta es a su vez transmitida a las células que son relacionadas con dichas neuronas, por el intermedio de los apéndices neuronales especializados. Como cada una rige una zona corporal particular, podemos deducir que el estímulo recibido es interpretado, según el lugar y la función que tiene que realizar. Por ende, se puede deducir que cada neurona al recibir un impulso activador, transmite su propia respuesta en función del lugar y la función que ocupa en el cuerpo del animal, a las células que rige, además de transmitir el impulso activador a las otras neuronas. Todas estas distintas respuestas por parte del cuerpo, pueden ser originadas por un único impulso puntual inicial, como lo acabamos de ver. Entonces podemos aceptar que cada respuesta de cada neurona se genera, en forma coordinada, en función de una inhibición o de una activación de los genes implicados o de parte de éstos, en función del lugar y la función que ocupa la neurona en el cuerpo del animal. La observación y experimentación han permitidas constatar que estas particularidades resultan ser idénticas en todas las especies animales elementales.
Como podemos constatar que los comportamientos de los animales multicelulares simples no se efectúan obligatoriamente en una secuencia rigurosa, aunque sí pueden implicar una respuesta que necesite de la actividad de parte o del conjunto de las células corporales, sino en función de los estímulos activadores. La unicidad de la inscripción de dicho esquema no es entonces un factor determinante. También por el hecho de saber que cada neurona reacciona en función de la activación de sus genes, podemos deducir que la realización de cada comportamiento es independiente de la de los otros aunque puedan ser conjuntas o consecutivos. De aquí se deduce que los distintos comportamientos pueden estar inscriptos en distintos genes. Las diversas ubicaciones en genes diferentes, y el hecho de que el cuerpo del animal pueda reaccionar en su totalidad delante de un único factor estimulador, indica que la lectura de uno sirve de estímulo iniciador a la lectura de otros tramos situados en genes distintos de otras neuronas, lo que implica que existe un verdadero intercambio de informaciones que permite transmitir un estímulo de una neurona a otra, independientemente de cuales son los genes activados.
Como lo comprueba la experiencia, los animales multicelulares simples reaccionan sistemáticamente de la misma forma ante el mismo estímulo iniciador en cualquier momento de sus existencias. Aunque los momentos de reposos correspondan a la total ausencia de estímulos, el animal está siempre en condición de generar la respuesta adecuada delante de la aparición de uno de ellos. También en función de la ausencia de alguna clase de estímulo necesario se puede interrumpir un comportamiento en curso, como la huida de una presa puede interrumpir un proceso de digestión por falta del estímulo correspondiente a su captura o retención. Lo que implica que su esquema de comportamientos es siempre vigente a lo largo de su existencia.
Considerando las diversas actitudes y actividades de dichos animales multicelulares elementales tales como la Hidra de agua dulce, podemos sacar conclusiones muy interesantes con respecto al funcionamiento de las neuronas de estos seres, al igual que hemos sacados conclusiones de las diversas particularidades de los comportamientos de los animales multicelulares.
– En primer lugar hemos advertido que todas las actividades de estos animales, y en particular de las derivadas de los estímulos iniciadores, están regidas por sus neuronas.
– En segundo lugar, que la intercomunicación entre las neuronas organiza sus diversas actividades y, sobre todo, una respuesta coordinada de parte o del conjunto del ser, a cualquier estímulo idóneo.
– En tercer lugar, que delante de un mismo estímulo, las neuronas responde, en forma adecuada, en función de la activación o inhibición de los genes, o parte de éstos, según su ubicación y su papel en el cuerpo del animal.
– En cuarto lugar, que para cada clase de estímulo captado existe en respuesta un comportamiento, bien definido e inmutable.
– En quinto lugar, que todos sus comportamientos están inscriptos en el genoma de cada neurona de estos animales. Que éstos son hechos efectivos por la lectura, por parte de una enzima especializada, de los enlaces de hidrógeno entre cada par de nucleótidos. Lo que puede ser corroborado por medio de microinyecciones de anticuerpos que bloqueen la acción de dichas enzimas. Las cuales a su vez pueden ser identificadas sobre la base del mismo procedimiento. La actividad energética interneuronal puede también ser analizada por medio de los aparatos electrónicos modernos adecuados, tipo medidor de diferencial de potencial eléctrico o electromagnético.
- Finalmente, en sexto lugar, que el conjunto de sus comportamientos, que llamamos esquema de comportamientos, nunca para de regentear sus actividades por ser vigente a lo largo de la existencia del animal. Aunque éste adopte una actitud pasiva, o que se interrumpa un ciclo de comportamientos merced a la recepción de algún estímulo iniciador, o de la ausencia de uno.
3. Consecuencias del desarrollo de
las capacidades neuronales.
Ya sabemos que la diversificación de las células del cuerpo de un animal multicelular le ofrece al conjunto del ser un mayor campo de acción, y sobre todo mayores posibilidades de tener comportamientos más variados, que en el caso de un animal unicelular. De hecho, a través de la existencia de las neuronas se unifican las respuestas a los estímulos iniciadores de parte o de la totalidad de las células del organismo.
La evolución de las especies animales, sobre la base de mutaciones y procesos de selección natural, no sólo ocasionó una diferenciación celular cada vez más pronunciada y sofisticada, pero además provocó una verdadera especialización entre células de una misma clase.
En la Hidra, una misma neurona recibe los estímulos iniciadores, los transmite a las demás, los procesa y transmite su respuesta a los otros órganos. En un mamífero, como se ha podido comprobar, cada uno de estos actos es cumplido por neuronas especializadas.
En el hombre, como ya se ha podido comprobar científicamente, existen tres clases de neuronas: las sensitivas, las interneuronas y las neuronas motoras. Estas clases se dividen, a su vez, en subclases más especializadas. Entre ellas podemos citar las sensitivas donde se encuentran neuronas con terminaciones ciliadas, que sirven para detectar las vibraciones del aire u olores, o las que están asociadas con células sensitivas especializadas como las fotoreceptoras.
Se puede definir el grado de evolución de una especie animal en función de dos factores principales que son: el grado de diversificación y de desarrollo de las capacidades del conjunto de sus órganos y el grado de desarrollo y amplitud de sus esquemas de comportamientos.
Con respecto al primero de estos dos factores, podemos observar que existe una relación directa entre la complejidad del sistema nervioso y la del resto de los órganos. A mayor desarrollo de las capacidades de los órganos, y sobre todo de las que permiten el cumplimiento de actividades diversas, más sofisticado resulta ser el sistema nervioso que los controla y dirige. Se puede considerar como evidente que el grado de sofisticación de un instrumento exige e implica, para un uso adecuado u óptimo, de un grado equivalente de sofisticación del factor que lo rige.
Los órganos de la visión, para muchas especies animales, se limitan a la captación de la diferencia entre claro y oscuro, y para el ser humano le permiten distinguir entre miles de tonos de colores distintos.
Aunque existen animales dotados de uno o dos sentidos particularmente desarrollados y quizás de órganos con funciones variadas, tal es el caso de la trompa del elefante. El grado de evolución y especialización de un solo o de unos pocos órganos, no resulta en sí demasiado significativo, lo importante es considerar el conjunto de las capacidades orgánicas. También, la hiper especialización resulta ser, en algunos casos, más perniciosa que positiva; cuando cambian las condiciones ambientales, los animales hiper especializados encuentran a menudo mucho más dificultades para adaptarse a las nuevas condiciones que los otros. Por eso desaparecieron por ejemplo el Mamut y muchas otras especies.
En todo caso, lo más determinante parece ser, según lo comprueba la experiencia, la amplitud de las capacidades, y no tanto la especialización en sí. La hipersensibilidad a la intensidad de la luz no resulta ser tan beneficiosa, como en el caso del búho que encuentra su campo de acción prácticamente limitado a una actividad esencialmente nocturna. En comparación a la amplitud de captación de una mayor gama de tonos de colores distintos, el cual da al hombre la posibilidad de ser activo tanto de día como de noche. Hasta la primera puede llegar a ser muy contra producente, como en el caso de muchas especies de murciélago que son obligados a dormir en cuevas, las cuales no pululan en general, mientras que la segunda, al contrario permite la adaptación a una mayor cantidad de ámbitos, como en el caso de las ratas.
Con respecto al segundo factor, es decir al grado de desarrollo y amplitud de los esquemas de comportamientos, es interesante destacar que dicho esquema tiene que estar perfectamente adaptado al medio ambiente. En caso contrario, se perturbarían las posibilidades de supervivencias del ser. Por ejemplo si un animal se dedica a comer una sola clase de alimento, como el Panda gigante, al desaparecer su fuente de alimento, éste está entonces destinado a desaparecer también. Por eso se puede considerar que aunque la amplitud de las capacidades orgánicas representa ser un factor importante, con respecto al ámbito de evolución de un animal, el factor realmente primordial resulta ser el segundo. En efecto, una mayor amplitud del esquema de comportamientos implica automáticamente como lo hemos visto anteriormente una mayor amplitud de gama de actitudes vitales, lo que implica a su vez una más grande amplitud de reacciones posibles delante de los acontecimientos exteriores. Es decir, finalmente, que un animal se puede comportar de una manera más variada en un ámbito dado o en diversos ámbitos que otro que tenga un esquema más reducido de comportamientos, de aquí una mayor posibilidad de adaptabilidad del primero a situaciones distintas. Merced a este factor, el número de jirafas existentes en la actualidad es muy inferior al de los perros, sin contar que las posibilidades de supervivencia como especie de éstas son mucho más limitadas que las de estos últimos. Para el autor, la amplitud del esquema de comportamientos representa ser uno de los principales índices de desarrollo de un animal. Además, ya sabemos que existe una relación directa entre la complejidad del genoma y la cantidad de comportamientos genéticos posibles que pueda tener un animal.
En todo caso, se puede afirmar que más amplios son los esquemas de comportamientos genéticos, más extenso es el genoma. Como lo hemos visto anteriormente, la cantidad de neuronas no está directamente relacionada con la cantidad de comportamientos genéticos distintos para un solo animal, sino la extensión de su genoma. Se entiende entonces que un animal de gran tamaño pueda vivir con un cerebro de tamaño muy reducido en comparación a su volumen corporal. De aquí proviene el hecho de que un rinoceronte de varias toneladas de peso tenga un cerebro de un volumen parecido al de un ser humano, o que un avestruz de cerca de doscientos kilos tenga un cerebro del tamaño de una nuez.
Por otro lado es conocido que los seres vivientes que poseen los genomas más extensos, como algunas especies de ranas o de tritones, no son los más evolucionados. Se puede entonces deducir que si bien la complejidad y la extensión del genoma es el factor más decisivo con respecto en la cantidad total de posibilidad de realizar comportamientos genéticos diferentes entre sí, por parte de un animal, no representa el factor más importante con respecto a su capacidad de realizar la mayor cantidad posible de comportamientos. Al saber que además de los comportamientos genéticos algunos animales, sobre todo los que pertenecen a los eslabones superiores de las cadenas evolutivos, poseen la capacidad de formar nuevos comportamientos en función de un aprendizaje adecuado, podemos afirmar que son los que tienen una mayor posibilidad de crear nuevos comportamientos los que son los más evolucionados. En efecto, el hecho de saber que una mayor posibilidad de elaboración de éstos implica una mayor amplitud de posibilidades de supervivencia como lo acabamos de ver, evidencia que esta mayor posibilidad siempre se acompaña de una mayor creación. La simple constatación de que el ser humano es el animal con la mayor capacidad de creación de nuevos comportamientos, no indica claramente que es el más evolucionado en la escala evolutiva general.
El cerebro humano se puede considerar como uno de los más sofisticados, lo que le permite tener una de las gamas más extensas de comportamientos diferentes entre sí del reino animal. Aunque no sea proporcionalmente el de mayor tamaño; pues lo superan los cerebros de varias otras especies animales, como los de algunas especies de delfines o de roedores. Pero sí es el que posee el más alto índice de encefalización del reino animal, pues alcanza el grado siete mientras que algunos cetáceos el número cuatro y el chimpancé el uno coma dos. Se recuerda al lector que dicho índice es determinado por la alometría es decir la ley de disarmonía que relaciona las dimensiones del cuerpo con el tamaño del cerebro en forma inversamente proporcional.
En vista de que el autor, para poder explicar el funcionamiento cerebral, se ve obligado en redefinir el rol de algunas de las distintas áreas encefálicas, hace recordar a sus lectores que el cerebro humano se divide en cinco partes bien definidas: el bulbo raquídeo, el cerebelo, los dos hemisferios y el cuerpo calloso que los une. A su vez estas partes se subdividen en zonas que cumplen, cada una, roles particulares.
A medida que se sube en la escala evolutiva, los esquemas de comportamientos se van sofisticando. El mejor ejemplo lo da la experiencia de la reproducción sexuada, que implica la aparición de comportamientos específicos cada vez más complejos. Por ejemplo, si bien el comportamiento de cortejo puede durar segundos para los insectos, horas para algunos mamíferos, resulta notable que puede durar meses y años para algunos seres humanos. Aunque el autor no estima esta clase de evolución como una victoria de su especie sobre las demás, sino más bien como una complicación a menudo innecesaria de su existencia, reconoce, a su pesar, su realidad.
No tenemos que olvidarnos que todas las capacidades animales y en particular la existencia de los esquemas de comportamientos, se originaron en los primeros seres vivientes y luego se transmitieron, cuando los beneficiaban, a sus descendientes. Por eso es, que todas las especies animales que pueblan nuestro planeta tienen exactamente los mismos cuatro tipos de nucleótidos, aunque sus genomas tengan distintas extensiones. Sus particularidades resultaron ser fruto de una larga evolución. En consecuencia, se puede afirmar que, las características neuronales de los seres vivos más evolucionados se enraízan en las capacidades de los más primitivos. Por eso resulta evidente que las razones que encontramos para entender que el asentamiento de la memoria genética, se encuentra en los enlaces de hidrógeno que unen las dos cadenas del genoma de las animales multicelulares elementales, sirven también para definir su misma ubicación en las neuronas de los mamíferos más evolucionados como los seres humanos. El autor insiste en este tema porque lo considera fundamental para el entendimiento del origen del pensamiento humano.
El desarrollo del sistema nervioso y del esquema de comportamientos animales, al basarse en las características de sus antecesores más primitivos implica, que aunque pueden haber desaparecido algunas de sus particularidades o haber disminuido en importancia, las facultades restantes, a veces muy sofisticadas, resultan ser nada más que una hiper especialización de las características que le dieron nacimiento tanto a nivel celular como a nivel corporal. El sentido del territorio propio de los prosimios se traduce por el nacionalismo humano.
A menudo, este desarrollo implicó una mayor sofisticación. La simple memoria genética de los animales multicelulares se acrecentó y progresó, en los animales más evolucionados, hasta dar lugar a la aparición de la memoria de lo aprendido, como lo vamos a verificar más adelante. Ésta a su vez se dividió, como se pudo comprobar científicamente, en memorias de corto y largo plazo.
El autor insiste sobre el hecho de que nunca nos tenemos que olvidar que los seres humanos son frutos de una larga evolución y que todas sus capacidades cerebrales son perfectamente naturales y provienen de la evolución de las capacidades primordiales de las células primitivas de las cuales descienden. De allí que tenemos que buscar entender el funcionamiento del sistema nervioso humano, no sólo basándonos en sus componentes, pero también en el estudio de las capacidades del conjunto de los seres vivientes que integran la cadena evolutiva que le dio nacimiento.
En este capítulo se analizo el hecho de que la facultad de poder realizar comportamientos distintos constituye el factor más significativo para la supervivencia de una especie animal, se la considera también como un indicio primordial del grado de evolución del ser. Con respecto a la cantidad de comportamientos genéticos que pueda realizar un animal la pauta más esencial resulta ser la extensión del genoma y no el tamaño del cerebro. Aunque el factor más decisivo con respecto supervivencia de un animal no es la cantidad de comportamientos genéticos que pueda realizar, sino la cantidad total de conductas que pueda efectuar, lo cual depende, entonces de su capacidad de crear nuevos comportamientos. El ser humano siendo el ser que crea y realiza la más amplia gama de éstos, es en consecuencia uno de los seres más adaptables y evolucionados existentes actualmente sobre el planeta.
Previo al análisis del funcionamiento del cerebro humano, es importante considerar que éste se apoya sobre todo en la recepción y el procesamiento de los datos que le mandan las neuronas sensitivas, situadas en las diversas partes del cuerpo de cada ser. Dichas neuronas se ubican en todo el cuerpo del individuo. Pero, las que mayor importancia tienen para establecer el contacto con el medio ambiente son las que están situadas en los órganos que constituyen los distintos sentidos.
Los estímulos, de origen externo o interno a la persona, son captados por medio de varias clases de receptores que pueden ser de tipo químico-receptor, foto-receptor, termo-receptor o mecánico-receptor. Pueden ser encapsulados como los receptores pilosos, o no serlo como las terminaciones de Ruffini o de Markel. Existen también los corpúsculos de Meissner y los de PACINE, los de los husos musculares, los receptores tendinosos de los órganos de Golgi, los bastoncillos y conitos retinianos, etc.
Como ya se comprobó, científicamente, los receptores transforman los estímulos recibidos en señales energéticas. Cuando éstos no integran una neurona sensitiva, en algunos casos, las transmiten a células sensitivas especializadas que las amplifican y las transmiten a su vez a las neuronas sensitivas con las cuales están directamente conectadas, lo que implica que el cerebro humano nunca recibe directamente los estímulos captados por los receptores sino únicamente los productos de sus efectos sobre las neuronas sensitivas. Éstos son mandadas al encéfalo por medio del axón de las neuronas sensitivas, o a otras neuronas que los transmiten a dicho encéfalo por medio de su propio axón. En cada una de estas etapas son amplificadas, como lo demuestran los distintos estudios realizados sobre este tema.
Cada variedad de receptores capta una clase particular de estímulos. Cualquiera sea la forma bajo la cual se manifiestan, sea calorífica, mecánica, luminosa, etc., éstos son transformados por los receptores en señales energéticas de tipo electro-químico, como lo comprueban las experiencias realizadas sobre este hecho. Por supuesto, estas señales, productos de los efectos generados por los estímulos sobre los receptores pueden ser extremadamente variables en diferencia de potencial, intensidad y frecuencia, por tener orígenes muy diversos, según la clase de receptores que los han captados.
A pesar de que el nivel de energía, que las células sensitivas transmiten a las neuronas sensitivas a las cuales están asociadas, es muy variable, la energía traspasada al cerebro depende también de las capacidades de dichas neuronas. En efecto, aunque ésta pueda ser muy débil, su percepción a nivel consciente prueba que es amplificada por medio de distintos mecanismos. Está comprobado que el ojo humano es capaz de percibir hasta un único fotón, el cuál al ser amplificado puede ser notado por la conciencia. Al contrario, si su intensidad sobrepasa las capacidades de las células o de las neuronas sensitivas, sin dañarlas, éstas la transmiten al cerebro con el nivel máximo que pueden captar y transmitir. Resulta interesante notar que el sonido es captado por el aparato auditivo en forma exponencial. Si su intensidad excede estas capacidades se torna peligrosa porque puede lastimar o destruir los receptores, limitando u obstaculizando la recepción y transmisión de las señales por parte de las neuronas sensitivas. En consecuencia a las limitaciones de dichas neuronas, la intensidad recibida no pasa nunca los limites aceptables de las neuronas cerebrales.
El autor define el término "dato" como el resultante del conjunto de las señales energéticas transmitidas por los axones de todas las neuronas sensitivas, que integran un mismo órgano cumpliendo un papel similar, y emitidas en un solo instante. Cada instante siendo el lapso correspondiente a la transmisión de una sola señal energética por medio de un axon. Lo cual significa que un solo dato puede ser transmitido por medio de muchas neuronas a la vez, tal es el caso de una imagen visual.
Con respecto a las neuronas sensitivas, sabemos que una sola puede recibir las señales energéticas de varias células receptoras a la vez hasta pasar el centenar. Por ejemplo, aunque el ojo humano posee alrededor de ciento cuarenta millones de bastoncillos y de cinco millones de conitos, lo que implica una cantidad igual de células receptoras, la cantidad de neuronas sensitivas asociadas a las células ganglionares, con las cuales las células receptoras son conectadas, es muy inferior a estas cifras. En efecto, se ha calculado que se acercan al millón por cada ojo para el ser humano.
Como cada neurona sensitiva transmite estas señales por medio de su único axón al encéfalo, se puede afirmar que éstas son recibidas por las neuronas receptoras cerebrales bajo la forma de una única señal. Por esta razón, se puede afirmar que cada neurona sensitiva del sistema óptico manda al encéfalo el equivalente de un solo punto luminoso a la vez. Su intensidad, su frecuencia y su diferencia de potencial pueden variar enormemente de una neurona a otra en un mismo instante, evidentemente en los límites de intensidad aceptables por parte de ésta, dado la multiplicidad de sus fuentes.
La cantidad de células receptoras asociadas a una neurona sensitiva, por un simple efecto de suma de variabilidades de las señales captadas, multiplica entonces la variabilidad de la señal correspondiente transmitida por el axón.
Es interesante observar que las neuronas sensitivas no transmiten realmente todos los fenómenos que ocurren en el medio ambiente del individuo. Es de destacar que a pesar de que el ojo humano recibe ondas luminosas cuyas frecuencias son iguales o inferiores a la del infrarrojo o iguales o superior a la del ultravioleta, las neuronas sensitivas del sistema óptico transmiten al cerebro nada más que un espectro que va del rojo al violeta, aunque con una gama extendida de tonos diferentes.
Este fenómeno sobresaliente proviene del hecho que las neuronas sensitivas de los órganos de la visión ocular no reciben cada una una imagen correspondiente a la visión completa del panorama por parte de los ojos, sino impulsos energéticos que corresponden a la recepción de los impulsos luminosos en las células fotosensibles que le son asociadas. Las cuales transforman la energía de los fotones captados, es decir de orden lumínica, en energía de orden electro-química como ya fue científicamente comprobado. Por ende, las neuronas sensitivas no transmiten las frecuencias de las bandas luminosas, sino los impulsos provenientes del efecto que provocan en las diversas células fotosensibles, las cuales poseen cada una la capacidad de reaccionar a frecuencias particulares según sean bastoncillos o conitos. Es decir que el cerebro no recibe impulsos de frecuencias iguales a la longitud de una onda de luz, sino impulsos energéticos provenientes de la transformación del tipo de energía que se produce en las distintas células fotosensibles en función de la recepción de esta misma onda de luz. El desplazamiento de la mirada implica variaciones de la tonalidad e intensidad de la energía luminosa recibida por cada una de estas células.
El autor insiste en hacer notar que las neuronas sensitivas relacionadas con la visión ocular envían al cerebro únicamente impulsos energéticos bajo la forma de una corriente de energía de tipo electro-químico que recorre los axones de éstas. Lo que significa que el encéfalo no recibe, ni almacena, imágenes luminosas, sino pura y exclusivamente impulsos energéticos de orden electro-química.
En el caso de los órganos auditivos, los sonidos son transmitidos por intermedio del oído externo a la parte interna donde estimulan las células ciliadas, u órgano de Corti, situadas en la cóclea. Dicha cóclea tiene la forma de un cono enrollado sobre sí mismo, de la misma manera que el caparazón de un caracol. La posición de estas células ciliadas en la cóclea resulta fundamental, pues cada una recibe una gama particular de frecuencias. Es decir que al igual que las neuronas sensitivas de la visión, las neuronas sensitivas de la audición no transmiten las frecuencias reales de los sonidos, sino los impulsos correspondientes a la estimulación de las diversas células sensitivas.
El mismo fenómeno se produce con respecto a los otros distintos sentidos y órganos humanos. Lo único que llega al encéfalo son impulsos energéticos de tipo electro-químico, cualesquiera sean la naturaleza y el origen de los estímulos captados.
Siendo la transmisión de energía continua y automática, a lo largo del estado de vigilia, pues la vigencia misma de dicho estado implica el contacto permanente con el medio ambiente y la percepción de sí mismo, se debe admitir que les amplificaciones y transmisiones de datos al cerebro tienen que ser también continuas y automáticas. Lo que se verifica sin mayor problema pues durante este estado uno no para de tener conciencia del entorno y de sí mismo, lo que sería imposible en el caso contrario. También eso implica que dicha conciencia es generada por el funcionamiento continuo de las neuronas sensitivas que integran la totalidad del cuerpo humano que transmiten, sin interrupciones algunas, las señales que engendran, o reciben de las células sensitivas que les son asociadas, las cuales son enviadas sin cesar al encéfalo.
Ya ha sido descubierto que la transmisión de energía al interior de los axones se produce por intermedio de iones positivos de sodio, potasio y calcio. Cada axón transmite una energía con una diferencia de potencial, o DDP, que ronda los -70 hasta los +50 milivoltios. Debemos saber que la energía transmitida por un conductor es proporcional a su DDP, su intensidad y su frecuencia; la cual, en el caso de las neuronas, está sometida a la amplitud de los estímulos captados por los receptores. Se tiene que destacar que, como nos lo enseñan las leyes de la física, la existencia misma de un flujo de energía en un medio conductor implica su automática transmisión en la totalidad de la extensión de este medio. Lo que significa que la transmisión de señales energéticas entre las neuronas sensitivas y las neuronas cerebrales con las cuales están relacionadas por medio de sus axones es automática y constante en el estado de vigilia.
Debemos recordarnos que las neuronas sensitivas no pueden transmitir al encéfalo una energía que sobrepasa sus capacidades. Como todas las neuronas de un mismo animal son engendradas a partir de un mismo zigoto, poseen todas idénticas capacidades. Por esta razón las neuronas cerebrales no pueden ser dañadas por las señales provenientes de las neuronas sensitivas que integran el resto del cuerpo, por estar adecuadas a las capacidades de estas neuronas sensitivas que son las mismas que las neuronas cerebrales.
Es importante notar que la energía recibida por las neuronas receptoras cerebrales puede ser extremadamente variable entre cada instante y cada una con respecto a las otras. Ésta depende de la variación de los estímulos recibidos captados por cada receptor. Dependen en general de las condiciones externas al individuo, que a su vez pueden responder a factores aleatorios.
En resumen, se puede afirmar que el encéfalo humano recibe una sola y única clase de señales energéticas con características propias de variaciones de frecuencias y de intensidades, por supuesto independientemente del tipo de neuronas sensitivas que las emiten, pero adecuadas a las posibilidades receptoras de las neuronas cerebrales. Por ende, la recepción de dichas señales nunca puede dañar el cerebro.
5. Algunas hipótesis sobre el asentamiento de
la memoria adquirida en el encéfalo.
El problema más importante que se plantea con respecto al lugar y a la forma en la cual se acumulan los datos aprendidos en el cerebro, reside en saber dónde y cómo se almacenan y cuando provienen de un aprendizaje, por parte de los seres humanos. El autor llamará al almacenamiento de estos datos "la memoria adquirida", para distinguirla de la memoria genética.
No ignoramos que las neuronas sensitivas se encuentran en las distintas partes del cuerpo de un animal multicelular y sobre todo, en los órganos que sirven de asiento a los diferentes sentidos. Todas ellas captan diversas clases de señales y las transforman en impulsos energéticos de tipo electro-químico que transmiten al encéfalo, como lo acabamos de ver en el capítulo anterior. Ahí son procesados y la reacción general, o respuesta, es a su vez transmitida a los distintos órganos involucrados por medio de las neuronas motores.
El cerebro humano se compone más o menos de unos cien mil millones de neuronas. Descartándose el hecho de que se podría almacenar la memoria adquirida en algún orgánulo u otro elemento celular conocido situado en el citoplasma de las neuronas, por las mismas razones que descartamos que allí se podría almacenar la memoria genética como lo vimos en los capítulos anteriores, existen actualmente varias hipótesis que tratan de explicar el fenómeno de la memoria adquirida. La primera se basa en la existencia de las sinapsis, la segunda en la supuesta creación de unas proteínas de almacenamiento y la tercera en el alargamiento o modificación de las dobles cadenas de ADN.
Con respecto a la primera, se supone que las sinapsis, que son las conexiones entre las dendritas de una neurona y la membrana exterior que recubre la otra, jugarían el papel de las micro ferritas de las antiguas computadoras. En otro término, que serían la base de alguna clase de polarización electro-magnética generada por la recepción de datos siendo así el asentamiento de la memoria adquirida.
Los conocimientos actuales de la física nos enseñan que cuando un conductor se divide en varias partes, cada una de éstas transmite la energía recibida por parte de éste con la misma DDP y la misma frecuencia, aunque con una intensidad tal que la suma de las intensidades transmitidas por cada una iguala la intensidad que recorre el conductor original. Es decir que si un axón o una dendrita se dividen en varios filamentos, éstos transmitirán exactamente la misma señal aunque con una energía reducida con respecto al axón o a la dendrita original. Por eso es que aunque las sinapsis generadas por las dendritas de una misma neurona pueden acercarse a las cien mil, la cantidad real de señales distintas que podrían almacenarse de esta forma depende únicamente de la cantidad de dendritas originales que salen de la neurona, la cual se sitúa entre algunas decenas y el millar. Lo que daría una posibilidad máxima de acumulación de señales distintas, para el conjunto de las neuronas cerebrales, de unos cien millones de millones de éstas.
Uno de los mayores inconvenientes que presenta esta hipótesis reside en la capacidad de almacenamiento del cerebro humano que supondría generar dicho fenómeno. En efecto, cada uno de nuestros ojos posee la facultad de transmitir al cerebro, por medio de los axones de las neuronas sensitivas, el equivalente de un millón de puntos luminosos, es decir de señales distintas, en una sola visión. Además, se ha comprobado que nuestros ojos son capaces de registrar cerca de veinticuatro imágenes por segundo, hecho que fue comprobado numerosas veces, sobre todo gracias al cinema y a la televisión, y en particular al efecto ya probado de las imágenes subliminales que puede generarse merced a estos medios de comunicación. En función de esto, un simple cálculo nos indica que nuestros ojos pueden mandar un poco más de cien millones de millones de señales al cerebro en treinta y siete días, lo que colmaría la capacidad cerebral de almacenamiento de datos que supondría esta hipótesis.
Sin contar que no sólo el cerebro registra imágenes visuales, sino también sonidos, pensamientos, etc. En realidad ya está comprobado que el cerebro no consagra ni el diez por ciento de su capacidad memorial en almacenar los datos que provienen directamente de los órganos visuales.
La indiscutible evidencia de que el cerebro humano tiene una capacidad de acumulación de señales muy superior a la cantidad de dendritas provenientes directamente de las neuronas encefálicas nos obliga a buscar dicha capacidad en otro lado.
En la segunda hipótesis se conjetura que se generarían en las neuronas unas proteínas o conjuntos de nucleótidos que permitirían, por ejemplo usando algún sistema de creación de cadenas o aglomeraciones de estos elementos, acumular datos, de la misma forma que las cadenas de ADN acumulan los comportamientos genéticos.
En este caso, uno de los mayores inconvenientes provendría de la presencia misma de estas proteínas o de estos conjuntos. En efecto, siguiendo con nuestro ejemplo de las imágenes visuales, y suponiendo que a cada señal corresponde un único nucleótido, y que una sola neurona recibe una sola señal a la vez, en un poco menos de doce años a razón de dieciséis horas de vigilia diaria se generaría una cantidad de pares de nucleótidos superior a los que conforman el genoma humano. Sin hablar de que las proteínas están siempre constituidas por moléculas generalmente superiores en tamaño a la que conforma un nucleótido. No obstante, durante las múltiples investigaciones que se han efectuadas, hasta el día de la redacción de esta obra nunca se ha detectado semejante acumulación de nucleótidos o proteínas. Además, la acumulación de estos componentes biológicos podría generar algún virus o provocar una mutación que podría ser letal a la neurona, hasta por el ser humano.
La tercera hipótesis supondría un alargamiento o una modificación de las cadenas de ADN de las neuronas, lo que implicaría una verdadera mutación por parte de estas últimas. Por supuesto, a pesar de los múltiples estudios ya realizados, nunca se ha comprobado tal hecho, que también podría tener consecuencias catastróficas para los individuos.
Ninguna de estas teorías explica clara e irrefutablemente los mecanismos de procesamiento de los datos adquiridos. Tampoco la imposibilidad de reproducción por parte de la mayoría de las neuronas cerebrales de los seres humanos.
En efecto, luego del proceso de diferenciación, sabemos que todas las células del feto, las neuronas cerebrales incluidas, siguen multiplicándose. Pero, poco después del nacimiento del bebé, excepto algunas neuronas cerebrales situadas en zonas muy particulares que no pierden sus facultades de multiplicarse, la mayoría de las neuronas encefálicas dejan de reproducirse, y perduran así hasta el fallecimiento del individuo, salvo algunas que mueren en el transcurso de su existencia. Está comprobado que, luego del nacimiento del bebé, gran parte del aumento de tamaño de su encéfalo se produce merced al crecimiento de las prolongaciones neuronales y el aumento de las capas de mielina que rodean los apéndices neuronales, por efecto del desarrollo de las células gliales que no participan directamente, como ya fue comprobado, de los diversos procesos intelectuales.
Al igual que el resto de las células humanas, las neuronas nacieron a partir de una única célula, el zigoto, como ya sabemos. Por eso, y por el hecho de que su estructura y sus principales componentes sean parecidos al de las otras células, todas tendrían que gozar del mismo potencial reproductor.
De allí, podemos deducir que durante la niñez del ser humano ocurre un fenómeno que inhibe la facultad reproductora de la mayoría de las neuronas cerebrales. Mientras que el conjunto de las otras células continúa en gran parte teniéndola, sea directamente como en el caso de las células musculares sea a través de células madres como en el caso de las hematies.
La razón de la pérdida de dicha capacidad, por parte de la mayoría de éstas, tiene entonces una única explicación: sus funciones particulares le impide hacerlo.
Podemos entonces afirmar que ninguna de estas tres hipótesis es válida, pues ninguna cumple, aunque sea en forma mínima, con los requisitos necesarios que se precisan para que ellas se adecuen a la realidad de los hechos comprobables.
Se puede afirmar, en función de los conocimientos de la biología moderna, que la memoria adquirida se acumula en el cerebro. Además, como lo acabamos de ver en el capítulo anterior, no puede encontrarse en otra parte que en el núcleo de las neuronas. Como no tenemos ya ninguna duda sobre el hecho de que la memoria genética se encuentra inscripta en el genoma y que sabemos que las capacidades de las neuronas se originaron en las capacidades de las células primitivas, podemos entonces suponer que la aparición de la memoria adquirida se posibilitó en función de la evolución de las capacidades de las células que fueron sus antecesoras. Es decir que el asentamiento de la memoria adquirida se debe encontrar también a nivel del genoma. Por ende, debe depender del alineamiento de los nucleótidos y sobre todo de los enlaces de hidrógeno que unen las dos cadenas que lo conforman.
Por otra parte, está probado que sólo el uno por ciento del genoma humano es necesario y participa, en la formación de las proteínas esenciales a la supervivencia y desarrollo del conjunto del ser. Dicho genoma se compone de unos tres mil millones de pares de nucleótidos. Lo que significa que alrededor de dos mil novecientos setenta millones de pares de nucleótidos se encuentran capaces de cumplir algún otro tipo de función.
Teniendo en cuenta que la memoria adquirida se acumule en el ámbito de los enlaces entre los pares de nucleótidos, la capacidad potencial de almacenamiento de señales sería directamente relacionada con su cantidad y la de las neuronas cerebrales. Lo que al multiplicarse estas dos cantidades daría una cifra superior a los dos coma noventa y siete millones de millones de millones de señales distintas entre sí. Teniendo sólo en cuenta la cantidad de pares de nucleótidos, pues la cantidad real de enlaces es algo superior al doble de esta cifra. En otras palabras, cerca de doscientos veintisiete seguido por dieciséis ceros como cantidad total de señales. Evidentemente ningún ser humano podría utilizar el total de esta gigantesca capacidad de almacenamiento de datos. Para dar una idea muy aproximativa de lo que representa esta capacidad basta saber que teniendo en cuenta que si se asimila cada enlace a una letra del alfabeto, un único cerebro humano superaría en capacidad la suma de las letras de todos los libros ya impresos del mundo actual. Pero, por sus características, la variabilidad de la energía que se puede almacenar en un electrón es muchísimo más grande que la suma de letras distintas de todos los alfabetos existentes.
Resulta evidente que no se puede alterar continuamente el orden de los nucleótidos de las dobles cadenas de ADN, sobre todo porque un hipotético reordenamiento provocaría un verdadero caos genético, que podría ser fatal a la célula, como lo vimos en el capítulo anterior. En consecuencia, al no poder cambiarse dicho orden, la acumulación de datos se tiene que hacer sólo en función de los mismos enlaces de hidrógeno, sin alterar su organización.
También sabemos que los datos provenientes de las neuronas sensitivas llegan a las neuronas receptoras cerebrales únicamente bajo la forma de impulsos energéticos, que son esencialmente variables en DDP, intensidad y frecuencia, con amplitudes que no pueden superar las capacidades de estas neuronas.
El proceso de almacenamiento de datos a corto plazo en las neuronas cerebrales se puede deducir sabiendo que cuando un átomo de hidrógeno recibe determinada cantidad de energía, su electrón la va almacenando, alterando a veces su situación con respecto al núcleo, emitiendo radiaciones electro-magnéticas, y que en las condiciones adecuadas puede liberar dicha cantidad de energía, es decir que puede volver a su posición anterior con respecto al núcleo. Lo que significa que un átomo puede cumplir un papel parecido al de una batería. En función de lo que aprendimos en los capítulos anteriores existe entonces una sola y única forma posible de acumulación de los datos adquiridos que permita luego su activación: en el ámbito de los enlaces de hidrógenos que unen las dos cadenas de ADN que conforman el genoma y más precisamente gracias al almacenamiento de la energía recibida, en los electrones de estos hidrógenos, merced a la acción de enzimas especializadas. Además como sabemos que esta energía recibida no puede sobrepasar el nivel máximo de energía que puede recorrer una neurona sin dañarla, es decir sin afectar gravemente a sus componentes, entonces se vuelve obvio que no puede alcanzar el nivel de energía que provocaría la ionización de los hidrógenos de enlaces y cortaría dichos enlaces separando así la doble cadena que conforma el genoma.
Esta forma de almacenamiento de los datos aprendidos, para que puedan luego ser leídos, supone que simplemente se acrecentaron las capacidades de las primitivas enzimas lectoras, confirmando así la teoría de que las capacidades de los animales más evolucionados provienen del desarrollo y de una verdadera ampliación de las capacidades de los animales que los precedieron en la cadena evolutiva, merced a pequeñas mutaciones que se fueron acumulando a través del tiempo, y no de una aparición brusca y espontánea de nuevas facultades.
El proceso resulta entonces fácil de entender y, aunque necesite probablemente un cierto tiempo de investigación en laboratorios, podrá ser probado experimentalmente.
En efecto, cuando una neurona sensitiva capta una señal, la envía bajo la forma de impulsos energéticos hacia las neuronas receptoras del encéfalo situadas, según los experimentos efectuados hasta la fecha de redacción de esta obra, en el tálamo. Ahí, luego de atravesar las sinapsis, dichos impulsos penetran al interior de la neurona. Merced a la porosidad de la membrana que recubre el núcleo, éstos penetran a dentro de éste. Al igual que las enzimas lectoras recorren el genoma de los protozoos, una enzima recorre el genoma de la neurona pero en lugar de efectuar una lectura va almacenando los impulsos energéticos en los átomos de los hidrógenos de enlace. Los hace saltar a veces de una orbita a otra, lo que es fácil de comprobar con un aparato de medición de los campos magnéticos. Estas enzimas se desplazan, en tiempo de vigilia, en forma regular e ininterrumpida en un mismo cromosoma. Pues, sino perturbaría aleatoriamente las frecuencias de las señales, comprometiendo así gravemente una posterior lectura de estos mismos datos. También dicha regularidad permite recordarse los acontecimientos situándolos en el tiempo de una forma cronológica, dando así nacimiento a la noción de reloj biológico. Además cualquier interrupción o cambio en el recorrido de las enzimas grabadoras provocaría inevitablemente una perturbación en la recepción y grabación de los datos que trastornaría ineluctablemente la percepción del avance del tiempo por parte del individuo concernido.
En consecuencia a las variaciones de intensidad, de DDP y de frecuencia de los impulsos, algunos electrones reciben y conservan más energía que otros o, a veces, no reciben nada. Dichas enzimas van grabando todas las señales recibidas prácticamente de la misma forma que se graba una cinta magnética en un grabador. El hecho de que un ser humano pueda recordar los momentos en los cuales ocurre cada repetición de un mismo acontecimiento a lo largo de un mismo estado de vigilia evidencia que los sucesos se graban en forma cronológica, independientemente de sus esencias y repeticiones.
Estas enzimas, al igual que todas las que están relacionadas con el almacenamiento y la posterior activación de lo que constituye las diferentes memorias de lo adquirido, pueden ser de un solo tipo con distintas proteínas y enzimas de apoyo. Se pueden identificar, entre otras posibilidades, por medio del proceso de microinyección y sus actividades merced, por ejemplo, al uso de microelectrodos conectados a aparatos de medición adecuados o merced a aparatos de medición de campos electromagnéticos.
Podemos suponer que la velocidad, de lo que llamaremos la "grabación" de los datos recibidos por las neuronas receptoras en los hidrógenos de los enlaces, ronda probablemente las cincuenta pares de nucleótidos por segundo. En efecto, en el caso que dicha velocidad sea ampliamente superior, la capacidad de almacenamiento de datos se vería notablemente reducida. Por otro lado, esta velocidad corresponde a la de las enzimas ya conocidas, como las separadoras o las correctoras que participan de la mitosis. No puede ser tampoco inferior, pues sabemos que la persistencia retiniana se acerca a las veinticuatro imágenes por segundo, lo que supone una velocidad de grabación por lo menos igual o sino superiora a esta cifra.
En consecuencia a esta velocidad de grabación, como la cantidad mínima de enlaces de hidrógeno es de dos y su máximo de tres por nucleótidos, y que además la cantidad de células fotosensibles asociadas a cada neurona sensitiva es superior al centenar, lo que supone una amplitud equivalente de variaciones de intensidad de las señales luminosas mandada a través del axón de las neuronas sensitivas de los órganos de visión, eso implica una capacidad de distinción de más de quince mil tonos diferentes.
Dicha velocidad implica y confirma que la grabación de los datos no puede efectuarse en el genoma de las mitocondrias pues, para el ser humano, éstas poseen sólo unas dieciséis mil quinientos sesenta y nueve pares de nucleótidos cada una, lo que sería claramente insuficiente. En efecto, la cantidad de pares de nucleótidos necesaria a la grabación continua de las señales recibidas, para una velocidad de cincuenta pares por segundo, a lo largo de dieciséis horas de vigilia es de dos coma ochenta y ocho millones de pares. Hay que tener en cuenta además que las señales que componen los datos no se pueden acumular en más de un genoma en una misma neurona porque su grabación se situaría entonces en forma aleatoria, lo que por ende volvería su ubicación, en el momento de su evocación también aleatoria. En vista que los recuerdos a corto plazo, se producen, cuando se manifiestan, con una velocidad parecida entre sí y regular según los individuos, se tiene entonces que descartar lo aleatorio con respecto a su grabación y siguiente evocación.
Aunque la grabación de los datos se efectúe fundamentalmente por medio de una clase particular de enzima, como lo acabamos de ver, al igual que para el proceso de la mitosis, ésta debe exigir el apoyo de otras clases de enzima y de proteínas para poder concretarse. En el proceso de la mitosis las enzimas separadoras necesitan de las ADNhelicasas, de las ADNprimasas, etc., así que de las proteínas iniciadoras, de unión, etc. Por supuesto este proceso tiene muchos puntos en común con el de la grabación, pues necesitan los dos de procesos de tipo electro-químico para poder realizarse. Ésta comprobado ya científicamente que la mitosis necesita de un desplazamiento de energía en el ámbito de los electrones de los hidrógenos de enlaces para poder concretarse. Se puede además suponer, basándose en las capacidades ya conocidas de varias de ellas, que algunas otras enzimas y proteínas de apoyo participan de estos dos tipos de procesos Y que, muy probablemente por sus particularidades, las enzimas grabadoras sean de tipo ADNhelicasas. Para agilizar la lectura de esta obra, el autor seguirá hablando únicamente de la enzima fundamental necesaria al proceso de grabación.
Evidentemente, como todos los procesos vitales, éste es sujeto a pérdidas y distorsiones. Aunque éstas sean mínimas y se hagan notar sobre todo al envejecimiento de las células, igualmente, y como se puede constatar, tienen un efecto innegable sobre las capacidades intelectuales humanas. Por supuesto dependen de las particularidades propias a cada individuo. Algunas personas poseen una mejor memoria, es decir capacidad de recordación que otras, como lo demuestra la evidencia de los hechos.
La causa principal de la pérdida de energía que afecta el transcurso de las señales recibidas y transmitidas por las neuronas, es la resistencia que presentan los apéndices neuronales y sobre todo las sinapsis al pasaje del flujo de fotones. Sin contar que los mecanismos de grabación y de lectura son sujetos a pérdidas de este tipo, aunque sea por causa de los mismos procesos electro-químicos inherentes al funcionamiento de las enzimas. Es notable observar que dichos procesos generan calor lo que es un indicio indiscutible de gasto de energía. Entre los distintos orígenes de las distorsiones que afectan las señales energéticas están las que son generadas por las limitaciones mismas de las células y neuronas sensitivas, además de las de las neuronas cerebrales. También una de las fuentes de las distorsiones que pueden afectar las señales reside en los campos magnéticos creados por los desplazamientos de energía. Pues, cada conductor recorrido por un flujo de energía de tipo electromagnético produce un campo de esta naturaleza. Cuando otro conductor, también recorrido por la misma clase de flujo, se encuentra a una distancia suficiente, recibe una cantidad de energía, de orden magnética, proporcional a su intensidad e inversamente proporcional a la distancia que los separa. Como lo hemos visto ya, las neuronas y sus apéndices pueden recibir y transmitir energía, emitiendo así un campo magnético, lo que distorsiona las señales que recorren las otras neuronas y sus apéndices. En consecuencia al muy bajo nivel de intensidad de estas energías, los campos creados son muy débiles y no perturban mayormente el funcionamiento cerebral, como lo demuestra la realidad del hecho. La efectividad de los aparatos modernos prueba que estos campos existen realmente.
Luego, en un momento determinado, en general para los seres humanos durante el estado de sueño, otras enzimas van desgrabando y emitiendo estos mismos impulsos que son luego grabados, con el mismo proceso, en las neuronas que conforman las memorias de largo plazo. Estudiaremos estos fenómenos en los próximos capítulos.
Por supuesto el proceso de grabación es acompañado por otros diversos procesos. En efecto, al mismo tiempo que reciben impulsos energéticos por parte de las neuronas sensitivas, las receptoras no sólo las almacenan en sus genes en forma momentánea, pero además les van transmitiendo a las interneuronas con las cuales están directamente conectadas que a su vez las mandan a las diferentes otras zonas cerebrales por el intermedio de sus diversos apéndices, como lo comprueban los aparatos de medición de campos electromagnéticos. Esta división de la energía recibida al interior de las neuronas receptoras, independientemente de ser una consecuencia normal de las leyes de la física, se enraíza en el hecho de que el citosol contiene mayormente una gran cantidad de iones positivos de sodio y potasio libres. Eso lo vuelve entonces conductor de por sí mismo e impide todo tipo de discriminación en el recorrido de la energía circulante en su interior. En efecto ya sabemos, merced a la vigencia de las leyes de la física, que en un medio conductor la transmisión de un flujo de energía es automática en la totalidad de la extensión de dicho medio. Dicha división es también necesaria por la sencilla razón que el almacenamiento de los datos no puede implicar toda la energía recibida; pues sino éstos no podrían ser tratados luego por el resto del encéfalo. Además está comprobado que ahí las señales recibidas son amplificadas gracias sobre todo a la acción de las mitocondrias. Por eso es que se puede considerar que no sólo las neuronas receptoras sino todas las neuronas en general constituyen verdaderos generadores de energía.
La energía circulante de las señales en las neuronas es sujeta a varios factores. Lo que impide mayormente su dispersión es que al contrario del citosol, las membranas son, por ser constituidas sobre la base de lípidos, altamente aislantes. Dejan pasar impulsos energéticos sólo cuando sus poros permiten el intercambio de iones con respecto al exterior del volumen englobado y, en el caso de la membrana que recubre enteramente la neurona, a través de los receptores sinápticos. Como los apéndices neuronales prolongan naturalmente el protoplasma, ellos reciben automáticamente una parte de la energía circulante, y por ende la transmiten a las otras neuronas con las cuales están conectadas.
La memoria humana no se encuentra ubicada en una única zona del cerebro sino que es dividida y repartida en diversas zonas cerebrales, como ya fue comprobado científicamente. Para cada uno de los sentidos y otros órganos humanos, existe una zona cerebral receptora correspondiente. Ésta recibe y almacena los impulsos mandados desde estos órganos. Al igual que las otras células, la ubicación y función de las neuronas que la integran resultan fundamentales. También en cada genoma existe para cada órgano un gen o varios que le corresponden. Éste o éstos están entonces activados en función de sus actividades mientras que los demás se encuentran desactivados.
Se supone, de una manera altamente probable, que en el ser humano el uso de los tramos útiles de las cadenas de ADN identificados con una función dada, poseen una cierta plasticidad en su empleo. Es decir que según la usanza pueden cubrir una porción más o menos larga de estas cadenas. De ahí que sin cambiar en nada el genoma, es muy probable que la utilización de los tramos dedicados a un órgano particular pueda extenderse en perjuicio de los tramos inactivos y de esta manera ampliar las capacidades cerebrales rectoras de dicho órgano. Igualmente las zonas cerebrales activas se deben extender al detrimento de las zonas inactivas. Por esta razón, la carencia de uno o varios sentidos, en un individuo, implica el acrecimiento y la exacerbación de sus restantes facultades, sin que se produzca algunos cambios notables en los órganos sensitivos implicados, por supuesto.
El proceso de grabación y lectura continuas de los enlaces de hidrógeno de los nucleótidos impide la reproducción de las neuronas involucradas, por ver sus hidrógenos de enlace permanentemente sometidos a cambios energéticos y sobre todo por ser recorridos por enzimas, que sin lugar a dudas perturban y obstaculizan la posibilidad de acción de las enzimas separadoras que inician los procesos de reproducción celular o mitosis.
Finalmente, en resumen a lo que se ha analizado en este capítulo, se tiene que destacar que la teoría que el autor ha llamado de enlaces implica que todos los elementos que constituyen la memoria de lo aprendido por un ser humano se almacenan en los electrones de los hidrógenos de los enlaces que unen las dos cadenas de ADN que conforman el genoma contenido en el núcleo de sus neuronas cerebrales. Y eso, bajo una única forma de señales energéticas, independientemente de su procedencia.
En el próximo capítulo el autor expondrá el proceso de lectura de las memorias de corto plazo es decir de la recordación.
7. Recuerdos y selección de datos.
Resulta evidente que la mayor parte de los distintos procesos mentales se sustentan sobre la posibilidad por parte del encéfalo de evocar o recurrir a datos anteriormente aprendidos. Este fenómeno, que el autor llama recordación, está por supuesto ligado tanto a las diferentes memorias de corto plazo como a las de largo plazo. En efecto una persona se puede recordar tanto de lo recientemente aprendido como de lo aprendido hace varios días, hasta a veces años.
Merced a los estudios realizados, y en particular a los efectuados sobre la base del uso de los aparatos de mediciones actuales, sabemos que se producen intercambios de señales entre las distintas zonas cerebrales. Éstos se producen en función de la actividad electromagnética engendrada por el fenómeno. Lo que implica que cuando una neurona receptora recibe impulsos provenientes de una neurona sensitiva, los amplifica y transmite inmediatamente por medio de sus apéndices, a las interneuronas con las cuales está conectada. A su vez, éstas los amplifican, como ya sabemos, y los transmiten a las otras neuronas con las cuales están conectadas. De allí surge el hecho de que un único dato recibido por una sola zona de neuronas receptoras, puede provocar la estimulación casi inmediata de varias otras zonas cerebrales a la vez. Ahí, como lo vamos a estudiar, es "comparado" con los datos que contienen dichas otras zonas. En el caso que los datos correspondientes a los impulsos recibidos ya estén registrados con anterioridad, o no, pueden provocar una reacción adecuada a su naturaleza.
Este fenómeno de comparación, o recordación, en función de lo que vimos en los capítulos anteriores, puede efectuarse únicamente de tres maneras:
– La primera podría ser por medio de la estimulación de una enzima lectora que recorriera los genes implicados por el origen y naturaleza del dato y, al llegar al sitio donde se encontrarían las señales que componen el mismo, merced a una anterior grabación, las reconocería activándolas de alguna forma.
Las posibilidades de existencia de un mecanismo generador de esta clase de reconocimiento presentan tantas dificultades que no puede ser de ninguna manera tomada en cuenta. La más evidente reside en el hecho de cómo podría hacer una enzima para encontrar una señal particular entre miles. Luego, sabiendo que las cadenas de ADN poseen unos tres mil millones de pares de nucleótidos y que la velocidad máxima de lectura de éstas, por parte de una enzima especializada, en el caso de los protozoos, ronda los quinientos pares por segundos, leyendo nada más que la mitad del genoma, tardaría unos tres millones de segundos, es decir más de un mes. Es notorio que esta hipótesis no es válida. Para el ser humano la evocación de un recuerdo puede ser extremadamente rápida; a veces sólo toma unas fracciones de segundos en hacerse consciente. Entonces, se tiene que descartar irremediablemente esta primera opción.
– La segunda podría efectuarse por intermedio de varias enzimas. Si así fuera, el problema que se presentaría es que, para que dichas enzimas puedan recorrer el conjunto del genoma en menos de un segundo a una velocidad de quinientos pares de nucleótidos por segundo su número debería superar los seis millones. Esto significaría un proceso masivo de producción de ellas, que sería fácilmente detectado y que, también, provocaría un desgaste de energía y de proteínas extremadamente importante, agotando rápidamente los recursos de las neuronas. Además, este número multiplicaría la cantidad de posibles errores a un nivel prácticamente insoportable. La rapidez y la eficacia, fáciles de comprobar, de transmisión y lectura de los datos contenidos en las distintas memorias implica un proceso de recordación mucho más seguro y que provoque menos desgaste en lo energético y lo proteínico. Debemos, pues descartar esta segunda posibilidad por su total ineficacia material de realización.
– Finalmente, como sabemos que los impulsos energéticos recorren los axones y dendritas a una velocidad de aproximadamente unos cien metros por segundos, podemos deducir, por la rapidez con la cual se puede efectuar, que la estimulación de un dato en las diferentes memorias está relacionada con esta forma de transmisión de datos. Resulta entonces innegable que la serie de impulsos, que componen un dato, recorre el genoma de las neuronas implicadas, y en particular los genes activados, en forma de una corriente de energía que estimula las partes donde ya están inscriptos con anterioridad. Dicha estimulación se manifiesta con este nuevo aporte de energía a la parte involucrada. Este proceso se podría comparar con la búsqueda y reconocimiento de una línea telefónica, en el interior de una central telefónica automática, por medio de un número. Como los impulsos recibidos varían entre sí en intensidad y amplitud, cada uno funciona como el estimulador de un relais. Un mismo dato se activa únicamente a la recepción de los impulsos que le corresponden en forma precisa en el genoma de la neurona. Esta activación se produce con la recepción de la serie de fotones que constituyen cada señal en sí en los átomos de hidrógeno de enlace, lo que, como ya sabemos, es acompañado inmediatamente por una emisión de radiaciones electro-magnética. Dicha señal es casi inmediatamente detectada por una enzima lectora, merced al campo electromagnético generado durante dicha activación. Ésta entonces la lee de la misma forma que lo hacen las enzimas lectoras en los protozoos y transmite lo leído a las otras zonas cerebrales, produciéndose así el fenómeno del recuerdo.
De las tres posibilidades de realización del fenómeno de la recordación, la única que no presenta inconvenientes materialmente insuperables es esta última. Además, por su perfecta adecuación a la realidad de los hechos comprobables, como su rapidez y su precisión, se la debe entonces admitir como la exposición real del fenómeno. Se entiende como precisión el hecho de que cuando es recordado, el dato se adecua a lo anteriormente aprendido. En los siguientes capítulos, donde estudiaremos los alcances de esta teoría y sobre todo sus consecuencias, podremos verificar de una manera irrefutable la exactitud de ésta.
Este mecanismo de recordación permite entender, también, el origen de una particularidad muy interesante y notable del encéfalo, que es la de la selectividad. En efecto, cuando uno mira un paisaje o escucha una cacofonía de ruidos diversos, enseguida distingue el detalle visual o el sonido particular que ya conoce, aunque no lo esté buscando a veces. Este hecho resulta fácil de comprender. Cuando los impulsos visuales, o de otros sentidos, llegan al encéfalo, éstos son inmediatamente transmitidos a las distintas memorias relacionadas con los datos recibidos. Un dato de origen auditivo es transmitido a las memorias de corto y largo plazo, relacionadas con todo aquello que afecta al sentido de la audición. Los que no fueron registrados anteriormente no activan ninguna porción del genoma, y la corriente de energía involucrada es simplemente absorbida por los procesos biológicos naturales; favoreciendo procesos de sintetización de proteínas, por ejemplo. En el caso que ya esté registrado, es instantáneamente activado, llevándose así a cabo el proceso de recordación del dato y generando, a veces, lo que se llama un reconocimiento espontáneo.
Igualmente, cuando uno quiere ubicar un dato particular en el medio de otros de misma índole, aunque intrascendentes, el hecho de tenerlo en la conciencia implica que éste se ha grabado en las memorias que corresponden a dicha conciencia. Cuando esta persona entra en contacto, a través de algún sentido u órgano, con el conjunto de datos entre los cuales lo puede encontrar, al ser percibido, este último es inmediatamente reconocido merced a este proceso de selectividad que acabamos de ver, pues ya se encontraba en las memorias de la zona del consciente. Más adelante el autor estudiara más detenidamente esta zona cerebral muy particular.
Para dar un ejemplo concreto del fenómeno, se puede tomar el caso de alguien que busca un objeto en un paisaje. El hecho de haber grabado previamente, sobre la base de la recordación del mismo a partir de las memorias de largo plazo relacionadas con lo visual, la imagen mental de lo buscado en las memorias de la zona del consciente, provoca al mirar dicho paisaje la estimulación casi instantánea del tramo de la memoria contenida en las neuronas intermedias de la zona de del consciente donde se acaba de grabar y del de las memorias de largo plazo de orden visual donde es identificado, estando ahí a veces asociado con otros tipos de datos, como lo vamos a ver más adelante. Ahí, es entonces reconocido, y por ende ubicado.
En resumen, el fenómeno de recordación se produce merced a la lectura por parte de una enzima particular de las señales energéticas anteriormente inscriptas en el genoma durante el aprendizaje. Dicha lectura ocurre gracias al hecho de que las señales grabadas correspondientes a las entrantes son activadas merced a un aporte selectivo de energía, permitiendo así su ubicación por la enzima lectora que empieza inmediatamente su lectura, la cual genera la emisión de energía correspondiente en función de sus propias capacidades. Gracias a las particularidades de este proceso se produce el fenómeno de la identificación de un elemento entre diversos otros.
Ante todo, es necesario acordarse que la existencia de la dicotomía entre la memoria de corto plazo y la de largo plazo ya fue probada científicamente, aún en el caso de las abejas.
Al percatarse que muchas especies animales, entre los cuales se encuentran los seres humanos, no sólo poseen una memoria de corto plazo de lo aprendido sino también una de largo plazo, una de las primeras preguntas que se pueden plantear es saber donde se encuentra asentada esta última en el encéfalo. En efecto, a menudo se necesita determinar la ubicación de lo buscado para profundizar un conocimiento sobre él. Además, saber que algo existe es importante, pero poder ubicarlo ofrece siempre una mayor seguridad cuanto a la certeza de su existencia.
Para ubicar el asentamiento de las memorias de largo plazo es necesario tener en cuenta varios factores relacionados con su funcionamiento y sus propias características.
La primera particularidad que caracteriza la memoria de largo plazo es que luego de tomar contacto con un dato, uno se puede acordar si lo conocía previamente o no y luego, y sólo luego, lo puede procesar intelectualmente. Lo que prueba irrefutablemente que la memoria de largo plazo se encuentra situada entre las neuronas receptoras y las otras neuronas de las demás zonas cerebrales. Uno debe tener en cuenta que esta particularidad es absolutamente esencial para determinar la ubicación de la memoria de largo plazo. En realidad, las otras pruebas constituyen nada más que confirmaciones de este hecho.
Otro de los sucesos que prueban esta afirmación es el hecho de que cualquiera sea la lesión cerebral no mortal padecida por un individuo, si la zona encefálica que corresponde a la recepción de los datos provenientes de algún órgano no fue directamente afectada, este individuo continua recordando lo que aprendió en otros períodos de vigilia. Igualmente, puede seguir memorizando lo nuevamente aprendido. Mientras que si fue dañada, se pierde dicha capacidad de acordarse a largo plazo de lo aprendido y de seguir aprendiendo, con respecto a este órgano. También, es interesante notar que en este caso no se pierden las memorias de corto y largo plazo de las otras clases de memorias que no fueron afectadas por el daño recibido. Lo que comprueba además, fehacientemente, que existen varias zonas de memorias de corto y largo plazo.
Se debe siempre tener en cuenta, que dada la gran rapidez de comparación de datos, es seguro que las neuronas intermedias, por el simple hecho de estar directamente conectadas con las neuronas receptoras, constituyen las memorias de largo plazo. En efecto, aún teniendo en cuenta el hecho de que la velocidad de transmisión sea grande y las distancias cortas, es evidente que más reducidas sean estas últimas más rápida será la transmisión de los datos, y menor la pérdida o distorsión de las señales. Aunque este hecho de por sí sólo no constituye una prueba, sí representa un indicio innegable de la verosimilitud de la teoría.
Por estas razones, el autor deduce que las neuronas intermedias, conectadas con las neuronas receptoras, que constituyen de por sí las memorias de corto plazo, forman el asentamiento de las memorias de largo plazo.
Para entender verdaderamente las peculiaridades del funcionamiento de dichas memorias de largo plazo debemos en primer lugar conocer algunas particularidades de las neuronas intermedias.
Para eso tenemos que tener en cuenta que cada neurona intermedia de las zonas receptoras recibe las señales desde varios apéndices de la misma neurona receptora a la cual está conectada, como lo verifican los estudios realizados hasta el momento. Eso compensa el bajo nivel de intensidad de la energía transmitida a través de uno solo de éstos. Las investigaciones han comprobado, también, que una neurona intermedia recibe no sólo la energía que proviene directamente de una neurona receptora pero, además, de otras neuronas intermedias que se encuentran conectadas con esta misma neurona receptora. Dado que las distancias en juego son relativamente cortas y merced a la gran rapidez de transmisión de las señales, las energías transmitidas se suman sin inconvenientes, como lo prueba la experiencia.
Puede ocurrir que una neurona intermedia, conectada a una neurona receptora, reciba también energía de otra receptora, por medio de algún apéndice que provenga directa o indirectamente de esta última. En este caso, se produce una distorsión de la señal que proviene de la primera. Para un individuo en plena posesión de las capacidades inherentes a la especie, ésta nunca llega a ser importante justamente por la muy baja energía que reciba a través de cada sinapsis. Por recibir energía a través de una o algunas sinapsis de dendritas de neuronas receptoras diferentes en medio de centenares o de miles de otras la distorsión resultante no influye notablemente sobre el total de la energía recibida por parte de la neurona receptora que constituye su principal fuente de energía. La experiencia confirma la veracidad del hecho, de lo contrario la percepción de los datos se vería profundamente perturbada. Es fácil imaginarse que si las neuronas receptoras de una misma zona cerebral estuvieran en estrecho contacto, las señales particulares de cada una se sumarían y perderían así su identidad; lo que obstaculizaría toda posibilidad de diferenciación de cada una en por parte de los seres humanos. Por ejemplo, si las neuronas receptoras que corresponden a la visión ocular estuvieran interconectadas, los detalles de las imágenes captadas desaparecerían y no se percibirían más que una sola tonalidad. Contradiciendo, totalmente, de este modo la realidad de los hechos.
Una neurona intermedia posee numerosas conexiones. Lo cual implica que recibe una cantidad mayor de energía que en el caso que poseería muy pocas, pues ya sabemos que la cantidad de energía que puede transmitirle una dendrita es limitada, pues una sola neurona transmite las señales energéticas, a través de un gran número de estos apéndices. Lo que a su vez implica que las grabaciones y lecturas se tienen que efectuar con un potencial energético adecuado, para tener una eficacia máxima o suficiente.
El autor seguirá llamando zonas receptoras las zonas cerebrales donde se reciben directamente las señales provenientes de las neuronas sensitivas, aunque en estas mismas zonas se encuentren, además de las neuronas receptoras propiamente dicho, las neuronas intermedias que sirven de asentamientos a las memorias de largo plazo, llamando a las primeras neuronas receptoras de las zonas receptoras y a las segundas neuronas intermedias de las zonas receptoras.
Debemos destacar que el fenómeno de la recordación, en el ámbito de las memorias de largo plazo, se produce tal como lo hemos estudiado en el capítulo anterior.
Resulta muy importante saber que al igual que en las neuronas receptoras, donde se encuentran almacenadas las memorias de corto plazo, en las neuronas intermedias la energía entrante se reparte entre el protoplasma donde se amplifica, los apéndices y el núcleo, pues las leyes de la física y las capacidades inherentes a las neuronas en sí se verifican irrefutablemente en todas las neuronas cualesquiera sean sus funciones. En el genoma de las neuronas intermedias, que integra el núcleo, en el caso que ya se encuentre inscripto la señal correspondiente a dicha energía, las nuevas señales se le agregan automáticamente. Lo cual significa un crecimiento de la energía que compone la señal precedentemente inscripta. En efecto, más se aprende o recuerda un dato en un mismo estado de vigilia, más fácilmente será evocado luego. La emisión del campo electromagnético provoca automáticamente la activación de la enzima lectora, tal cual lo hemos visto anteriormente. Mientras el proceso de lectura de las señales precedentemente inscriptas transcurre, a medida que la enzima va recorriendo el tramo que las contiene, ésta va emitiendo los impulsos energéticos correspondientes. Esta energía emitida proviene con toda seguridad de los procesos físico-químicos que se producen en la neurona misma. Y no de las señales inscriptas, sino el fenómeno podría borrar lo anteriormente inscripto, o disminuir su nivel de energía de una manera tal que podría volverla ilegible más adelante, lo que contradice la realidad de los hechos. Pues, como lo acabamos de ver más se percibe algo, es decir más se aprende un dato, más fácilmente se lo podrá evocar luego. Como la producción de energía depende de las particularidades propias de las neuronas y su relación con las características y posibilidades de cada individuo, con toda seguridad ésto constituye la razón principal del hecho que se encuentran personas que gozan de una "mejor memoria" que otros.
Este hecho es posible de verificar, dado que el recuerdo de largo plazo, cuando éste logra ser evocado, posee siempre un nivel mínimo de intensidad que no corresponde a veces realmente a la intensidad o a la lejanía en el tiempo del aprendizaje. Lo que comprueba indiscutiblemente que la intensidad de la evocación de un recuerdo no es totalmente supeditada a la intensidad o a la lejanía del aprendizaje, sino parcialmente. Depende sobre todo de la capacidad de las neuronas de producir la energía suficiente para volverlo en el ámbito consciente, durante la lectura del dato aprendido. En efecto, y la realidad de los hechos lo comprueba, la dificultad de recordación no corresponde directamente a la claridad de la recordación en sí. La energía producida por la lectura se agrega automáticamente a la que recorre la neurona y participa entonces de la que es emitida a través de sus apéndices.
De aquí en adelante cada vez que el autor citará la ocurrencia de que una información penetre en el "ámbito consciente" designará el hecho de que esta información penetre en la zona del consciente con una energía suficiente para notarse o destacarse en dicho ámbito, el cual es generado en base a la existencia misma de dicha zona. Esta zona del consciente siendo una zona cerebral constituida por neuronas que sirven de base a la percepción de sí mismo, del contexto y del accionar de los seres humanos.
Cuando la señal inscripta es leída en su totalidad, es evidente que el proceso de lectura se interrumpe, pues la enzima correspondiente cesa de ser activada por la existencia de radiaciones electromagnéticas.
Una de las pruebas que confirman este proceso es el fenómeno de la ilusión. Cuando un dato recibido se corresponde notablemente con un dato precedentemente inscripto, pero sin ser verdaderamente equivalente, aún así puede ser activado. Causando, en el ámbito consciente, una verdadera distorsión de la percepción de la realidad. Por esta razón una persona puede a veces creer ver u oír algo cuando en verdad vio u oyó otra cosa.
Puede ocurrir que un hecho haya sido inscripto con un muy bajo nivel de energía, o con un nivel de distorsión muy elevado. O, que un dato entrante sea excesivamente deformado por encontrarse en un contexto o una circunstancia que lo perturba, con respecto al ya inscripto. En estos casos, la lectura puede no ocurrir; se produce la "falta de memoria". Sino, al suceder una lectura equivocada ocurre el fenómeno de la ilusión. Una lectura errada o fallida puede sobrevenir también porque el dato anteriormente inscripto puede haber perdido gran parte de su energía primitiva, debido a los movimientos de energía que se producen naturalmente y constantemente en el interior del núcleo. Dichos movimientos, con el transcurso del tiempo, terminan por trabar la lectura de los datos ya inscriptos. En parte por eso se producen las pérdidas de memoria al envejecer el sujeto.
Este mismo fenómeno nos permite además destacar el hecho de que los datos recibidos por las neuronas intermedias, conectadas directamente con las neuronas receptoras, no deben ser directamente transmitidos por las primeras a la zona del consciente. Tienen seguramente que pasar por otras zonas donde están procesados. Lo comprueba el hecho de que existen cegueras y sorderas "sicológicas". También este mismo fenómeno comprueba la existencia de una zona cerebral particular, delimitada, correspondiente al consciente, en la cual penetran los datos luego de su procesamiento por parte de otras zonas cerebrales. El autor insiste, por considerarlo como fundamental para la comprensión del funcionamiento del cerebro humano, en hacer notar en el ámbito conciente de un acontecimiento implica automáticamente su reconocimiento, cuando fue anteriormente memorizado, lo que le permite afirmar que no hay conexiones directas entre las neuronas receptoras y la zona del consciente sino que todos los datos que penetran en las neuronas receptoras deben pasar obligatoriamente por las neuronas intermedias para ser mandadas luego a las otras zonas cerebrales, donde están procesados para finalmente llegar a la zona del consciente. Lo que significa que dicha zona nunca recibe directamente los datos provenientes de las neuronas situadas en las zonas receptoras y por ende de las neuronas sensitivas.
Evidentemente, la lectura en las neuronas intermedias, que corresponde al fenómeno del recuerdo, se tiene que efectuar a la misma velocidad que la de la grabación en las neuronas receptoras. De lo contrario se produciría una verdadera distorsión de los datos, del mismo modo que si se escucha un disco que gira a una velocidad diferente a la normal el sonido emitido no corresponde al que tendría que oírse. La velocidad de lectura obedece a las mismas condiciones de espacio en el genoma y de precisión de transmisión que las de la grabación. Cuando se habla de precisión de grabación eso significa que, más pares de nucleótidos están involucrados en la grabación de un dato, más preciso resulta ser. Evidentemente, a mayor cantidad de datos para definir un hecho, mejor definición se obtiene; al igual que una película fotográfica en la cual la precisión de la imagen obtenida depende de la cantidad de puntos que la integran y forman, a más puntos más precisión. Si la señal energética correspondiente a un punto luminoso en lugar de estar grabada y leída a una velocidad de cincuenta pares de nucleótidos por segundo lo sería a la velocidad de quinientos pares por segundos, la gama de tonos percibida fuese diez veces más elevada.
Cuando se analizan los fenómenos de lectura y grabación, la primera pregunta que puede venir a la mente del analista es si se pueden realizar conjuntamente en una misma neurona. La respuesta evidente es que no, pues la lectura implica una emisión de energía desde el núcleo, mientras que la grabación, una absorción. La simultaneidad de los dos fenómenos implicaría un efecto de retroalimentación que pondría la neurona concernida fuera de función. Al igual que en la mitosis estos dos procesos se excluyen mutuamente. Como somos capaces de recordar lo recién aprendido, en el mismo período de vigilia, uno podría creer que el aprendizaje y la recordación se efectúan simultáneamente. Pero, debemos darnos cuenta de que aunque el intervalo entre el aprendizaje y el recuerdo sea corto, existe. Es lógico advertir que no se puede acordar de algo en su totalidad cuando no se lo ha aprendido enteramente todavía, se puede recordar sólo la parte aprendida hasta entonces. Luego, es necesario querer hacerlo, es decir empezar el proceso de recordación a corto plazo en la zona del consciente.
Existen dos razones fundamentales que nos permiten creer que durante el estado de vigilia no puede producirse la lectura de un dato en las neuronas receptoras de datos, aunque su grabación no sea simultánea.
La primera tiene que ver con el hecho de que los primeros síntomas del envejecimiento son, a menudo, la dificultad de acordarse de lo aprendido en el mismo estado de vigilia. En el caso que pudiera ocurrir una lectura en estas neuronas receptoras, el recuerdo sería rápido y eficaz, pues aunque tendría que recorrer varias zonas cerebrales, no necesitaría de un proceso particular como lo vamos a ver más adelante, como ocurre en realidad en la zona del consciente. También, su evocación tendría la misma intensidad que la del aprendizaje en sí mismo.
La segunda se basa en el hecho que aunque es posible acordarse de algo que ocurrió en el mismo estado de vigilia, mientras tanto, no se para por eso de memorizar lo que acontece. Lo que sería imposible en el caso que una lectura reemplace el proceso de grabación. Pues, al no poderse producir los fenómenos de lectura y grabación en forma simultánea en una misma neurona la lectura remplazaría entonces la grabación en las neuronas receptoras y, mientras tanto se efectúe este proceso, no se registrarían los datos provenientes de las neuronas sensitivas, lo que impediría absolutamente su posterior recordación.
La sola y simple razón que nos permite entender que es posible acordarse de algo ocurrido durante el mismo estado de vigilia, es que además de ser grabados en las neuronas receptoras lo es también en la zona del consciente, que posee las capacidades requeridas por el proceso.
Uno de los problemas más interesante de analizar con respecto a los fenómenos relacionados con la transmisión de datos entre neuronas que sean receptoras o intermedias de cualquier zona cerebral, es saber si dichos datos, o una fracción de ellos, pueden cambiar, o no, de recorrido o realizar varios recorridos distintos que pueden ser diferentes cada vez en función de sus contenidos en los caminos neuronales que tendrían que transitar, en forma digamos mecánica, es decir en base a una modificación de los contactos entre las neuronas implicadas en estos tránsitos.
El autor parte del principio que todas las neuronas cerebrales situadas en una misma zona, cumpliendo las mismas funciones, poseen exactamente las mismas características, y en particular los mismos genes activados y desactivados.
Se podría creer que podrían existir alternativas de recorridos a partir de una neurona y que ésta podría mandar las señales recibidas en forma selectiva hacia una sola o varias de las neuronas con las cuales está en contacto en forma separada de otras con las cuales está también en contacto, en función de sus contenidos. En otras palabras que se podría bloquear o diversificar en forma circunstancial o permanente la transmisión de datos en algunas de sus sinapsis o en algunas de sus dendritas y en otras no. Sin embargo este hecho resulta ser imposible; en primer lugar eso supondría un conocimiento previo de los datos que recibe lo que es absurdo, pues la transmisión de los datos se efectúa a medida que son recibidos por las neuronas. En segundo lugar por la simple razón, como lo vimos anteriormente, que las señales recibidas recorren el conjunto de la neurona, núcleo, axón y dendritas incluidas, lo que le impide formalmente mandar una señal, o parte de una, a una neurona y a otra no, estando en contacto con las dos. Se podría suponer también, que algunas de las neuronas relacionadas con otra neurona u otras tienen una parte de su genoma activada y que otras de las neuronas relacionadas con la misma primera neurona tienen otra parte de su genoma activada, o que simplemente algunas realicen procesamientos distintos de los mismos datos recibidos que los de las demás que están en contacto con la misma neurona emisora, lo que implicaría entonces una diferenciación de algún tipo entre ellas. Eso también resulta ser imposible pues supondría una diferenciación a nivel neuronal entre neuronas de una misma zona e igual función que ya sabemos imposible. Además eso tendría un carácter aleatorio y limitado a la cantidad de dendritas, que contradice la eficacia del fenómeno de transmisión de datos entre las distintas zonas cerebrales como ya ha sido comprobado científicamente.
Por eso es que se puede afirmar que las señales transmitidas simultáneamente por todos los apéndices de una misma neurona son todas exactamente iguales. En otras palabras, que una neurona manda las señales recibidas a través de todos sus apéndices y siempre a las mismas neuronas con las cuales está en contacto, salvo por supuesto que se produzca algún tipo de lesión o perturbación de origen exterior al encéfalo.
Para confirmar esta imposibilidad de cambio de rumbo de las señales en función de su contenido, merced a alguna modificación de los contactos entre las neuronas, es importante saber que aunque pueda activar o desactivar sus sinapsis gracias a la producción de neurotransmisores lo puede hacer únicamente en forma simultánea y general es decir todas a la vez. Pues dicha producción se efectúa al nivel neuronal y no al nivel de una dendrita o varias en particular. Independientemente de saber como lo acabamos de ver que una neurona no puede cortar sus contactos con una, varias o todas las neuronas con las cuales está en contacto, en función del contenido de un dato, porque eso supondría un preconocimiento del contenido del dato, lo que es absurdo, tampoco puede destruir sus propios apéndices o parte de éstos sin destruirse completamente pues este proceso necesita de la producción de enzimas que recorren automáticamente el citosol en su conjunto lo que hace que en consecuencia la destrucción es total como se ha podido ya constatar científicamente. Tampoco podrían restablecerse los contactos destruidos o establecerse nuevos en forma rápida. El crecimiento de las dendritas y axones requiere necesariamente de un tiempo muy superior a la fracción de segunda que transcurre realmente en un procesamiento de datos en el ámbito cerebral. En efecto, se tiene que saber que merced a su cono de crecimiento un apéndice neuronal crece a una velocidad cercana al milímetro por día, es decir que necesita cerca de seis minutos y cincuenta segundos para recorrer un micrómetro, o micrón, distancia inferior a la que separa a menudo dos neuronas entre sí.
El posible cambio de recorrido en función del contenido, de un dato se realiza en las zonas mismas de los comportamientos en función de éstos mismos y no en forma mecánica, como lo veremos más adelante. Además, como puede existir una gran cantidad de posibles actitudes alternativas ante una situación dada, es evidente que la elección de una de éstas no se efectúa en el ámbito de las conexiones interneuronales cuya cantidad es siempre finita, sino en el ámbito mismo de los comportamientos que pueden siempre modificarse en función de un aprendizaje.
De lo estudiado en este capítulo se destaca que las memorias de largo plazo se encuentran ubicadas en las neuronas intermedias que ligan las neuronas receptoras en la zona en la cual se encuentran con las neuronas receptoras de las otras zonas con las cuales están en contacto.
En el siguiente capítulo vamos a analizar como se forman los conceptos que permiten relacionar las cosas entre sí.
Después de alrededor de un año de vida, un bebé empieza a balbucear unas palabras, asociando sonidos con hechos, objetos o abstracciones. Es decir, comienza a formar y memorizar conceptos.
De aquí en adelante, el autor llamará concepto la relación y asociación entre dos o varios datos, provenientes de zonas receptoras de diversa índole. Por ejemplo, una palabra puede ser considerada como una representación conceptual, es decir que la serie de conceptos que la componen, es constituida por la serie de datos de orden auditivo procedente de la zona receptora auditiva, que constituye su representación auditiva, se asocia con otra serie de datos proveniente de otra zona sensorial que sea visual o táctil, gustativa u olfativa, o correspondiente a algún órgano muscular u otro que forman a su vez otro tipo de representación.
Vamos a analizar, en este capítulo, el proceso de formación de conceptos, en el encéfalo humano, al igual que algunas de sus consecuencias más directas sobre el desarrollo del pensamiento.
Cuando un ser humano entra en contacto por primera vez, a través de dos o varias clases de sus distintas neuronas sensitivas con algo, empieza inmediatamente a formar conceptos sobre él. Por lo tanto, se puede deducir que en el cerebro humano se pone en funcionamiento un mecanismo de tipo asociativo.
Por supuesto, para un ciego, los conceptos se forman entre sus diferentes memorias excepto las visuales. Para simplificar el texto, el autor se limitará al estudio de los fenómenos mentales pertinentes a aquellos seres humanos que se encuentran en plena posesión de todas las capacidades inherentes a la especie. El autor no desmerece ni discrimina, por supuesto, a los que carecen del uso de algunos de los órganos naturales al género, sencillamente no quiere ser fastidioso repitiendo los mismos hechos con matices distintos.
A modo de reseña, es importante destacar que la carencia de empleo de algún órgano, aunque puede provocar la inhabilitación de las zonas cerebrales correspondientes a dicho órgano, no altera el resto del funcionamiento del encéfalo, ni tampoco al conjunto de su organización en sí. Es conocido y comprobado que cuando un individuo pierde momentáneamente el uso de algún órgano, el reinicio de su empleo puede exigirle algún tiempo de adaptación pero siempre puede retornar a un funcionamiento normal y adecuado, si el órgano en sí y la zona cerebral correspondiente pudieron recuperar su anterior funcionalidad. Lo que comprueba que, en primer lugar, la pérdida momentánea del uso de un órgano sin que el encéfalo esté afectado, no altera en sí el funcionamiento de este último.
Ya hemos visto que al recibir las señales energéticas provenientes de las diversas clases de neuronas sensitivas, las neuronas receptoras que les son asociadas las graban en forma cortoplacista, en sus propios genes correspondientes a la clase de señales captadas. Además, las transmiten inmediatamente, a medida que ocurre su llegada, a las otras zonas cerebrales con las cuales están relacionadas; pues ya sabemos que los procesos de grabación y de transmisión se efectúan simultáneamente. En particular, las transfieren a zonas situadas en el neo cortex, cuyas funciones ya fueron reconocidas y son habitualmente llamadas zonas de asociaciones. Por su parte, el autor llamará dichas áreas, las zonas conceptuales. Ya hemos visto también que las zonas conceptuales no son directamente relacionadas con las neuronas receptoras de las zonas receptoras sino con las neuronas intermedias relacionadas con estas neuronas receptoras que a su vez están relacionadas con las neuronas sensitivas. Lo comprueba el hecho de que cuando se toma contacto con un dato, anteriormente memorizado en asociación a su significado, es decir unido a otros conocimientos, primero se lo reconoce y luego se lo asocia con los datos que lo definen.
Merced, al hecho de que todos los impulsos captados por los receptores, que estén vinculados con células sensitivas para luego ser transmitidos a las neuronas sensitivas o directamente con estas últimas, llegan al cerebro presentándose de la misma forma, es decir, bajo el aspecto de señales energéticas de tipo electro-químico, tal como lo vimos en los capítulos anteriores. Por ende se pueden entonces asociar las señales de diversas procedencias que constituyen las diversas representaciones sensoriales de un mismo acontecimiento por ser de igual naturaleza.
Dicha asociación podría producirse solamente de tres formas distintas. En primer lugar podría fundarse en la sincronización de grabación de datos provenientes de distintas zonas receptoras en dos o varios grupos de neuronas. En segundo lugar podría basarse en la grabación coincidente de datos de diversa índole en una misma neurona pero en genes distintos. Finalmente podría establecerse en función de la grabación conjunta, superpuesta y sincronizada en un mismo tramo del genoma de una misma neurona, de las distintas clases de señales, provenientes de las neuronas intermedias asociadas con las neuronas receptoras situadas en las diversas zonas receptoras, sumándose entre sí de esta forma.
En la primera de estas tres hipótesis, respecto a una sincronización de grabación de datos de distintos orígenes en varios grupos de neuronas pertenecientes a memorias distintas, este sincronismo no ofrecería ningún misterio o imposibilidades de realización. Al contrario, se podría decir que resultaría ser absolutamente normal para los seres humanos, pues los acontecimientos de sus existencias son captados en forma simultánea por todos sus diversos órganos. Sin embargo, esta forma de relacionarse entre sí datos de diferentes procedencias implicaría, en el momento de la evocación de una de estas distintas representaciones mentales de un mismo acontecimiento, la lectura simultánea de los datos correspondientes en las otras memorias. Aunque podría imaginarse que las enzimas lectoras podrían tener una especie de código de reconocimiento, o alguna otra forma de comunicación que provocaría una simultaneidad de lectura, existiría necesariamente un desfase entre las lecturas de las diferentes memorias, ocasionado luego de la evocación de uno de ellos por la necesaria búsqueda de los otros datos correspondientes. También, el hecho de que un dato esté grabado en un grupo de neuronas, implica una cierta cantidad de señales energéticas con características particulares, pero el dato correspondiente en otro grupo de neuronas, tendría obligatoriamente una evidente diversidad de contenido. En efecto, los datos de diferentes orígenes sensoriales por estar formados por señales de frecuencias, amplitudes e intensidades específicas distintas una de las otras presentarían un problema muy complejo de ubicación y delimitación de cada uno. Sin contar las varias posibilidades de errores de distinta índole provocadas por la múltiples operaciones que implicaría el proceso.
En la segunda hipótesis, se infiere que los datos de diversas procedencias se grabarían en forma simultánea en las mismas neuronas pero en genes distintos, en función de sus diversas representaciones de tipo sensorial. Los problemas de comunicación entre las diferentes enzimas lectoras y su necesaria sincronización de lectura en estos diferentes genes serían los mismos que en la hipótesis precedente, con respecto a la lectura de varias zonas del genoma de neuronas distintas. En efecto, sería igualmente necesario ubicar los datos correspondientes y existiría también un problema de diversificación de señales muy complejo de resolver; sin considerar tampoco las múltiples fuentes de errores posibles que estos procesos podrían generar. La posibilidad, casi perfecta a menudo, de formar e invocar conceptos por parte de los seres humanos, implica un sistema de grabación, de estimulación y de lectura simultánea de los mismos que deja muy poco margen de error posible.
La material imposibilidad de realización de las dos primeras hipótesis implica obligatoriamente la validez de la tercera. Ésta alega que la grabación de las señales provenientes de los distintos órganos se produce en forma simultánea y superpuesta en los mismos genes activados destinados a este propósito de cada misma neurona de una misma zona.
Entre los varios hechos que permiten sostener y comprobar esta última hipótesis, se encuentra uno que tiene una particular preponderancia. En efecto la absoluta sincronización de lectura que genera la coincidencia de grabación en un mismo tramo del genoma de una misma neurona explica la inmediata y rigurosa evocación de datos de diferentes orígenes sensoriales relacionados con un mismo acontecimiento por parte de un ser humano adulto dotado de las características propias de su especie. En efecto cuando una persona escucha decir una palabra cuyo significado ya conoce, al escucharla de nuevo relaciona inmediatamente dicha palabra con dicho significado.
El proceso de formación de conceptos en las zonas idóneas cerebrales se efectúa entonces en función de diversas pautas. En primera instancia, las zonas receptoras conceptuales, correspondientes a las distintas clases de percepción, reciben al mismo instante los datos provenientes de las neuronas intermedias relacionadas con las neuronas receptoras de dos o más zonas receptoras. Dichos datos, por una razón obvia de coincidencia de ocurrencia, están relacionados entre sí por describir una misma vivencia del sujeto. Ahí, en segunda instancia, se graban en forma superpuesta sin que desaparezcan sus propias características por sus grandes diferencias de peculiaridades. Este modo de grabación se parece a la de una orquesta en un disco. En una primera etapa, se graban los diversos instrumentos separadamente en distintas cintas, luego se las junta grabándolas en una sola. Como cada instrumento produce sonidos con una gama de amplitudes y frecuencias distintas, se superponen sin perder su singularidad. De allí, que se puede reconocer el sonido de cada instrumento, al escuchar la cinta final, en este caso en función de la capacidad de selectividad humana.
No cabe duda, y la experiencia lo demuestra, que en el encéfalo, todos los procesos de memorización de las distintas clases de conceptos resulten idénticos entre sí. Como las señales provenientes de las neuronas sensitivas son sistemáticamente de orden electro-químico, aunque puedan tener frecuencias y amplitudes distintas entre sí, no pierden su propia identidad a pesar de que se superpongan.
También los hechos demuestran que en el caso de la captación de un dato de orden fónico y simultáneamente de otro de tipo visual se forman conceptos audio-visuales pues, escuchándose el sonido original se evocará inmediatamente su representación visual, o sino al ver el objeto a la cual correspondió en el momento de su grabación se rememorará inmediatamente la representación fónica que lo acompañaba.
Igualmente, podemos afirmar, con un gran margen de certeza, que los datos provenientes de cada órgano, que no participa directamente del sistema neurovegetativo, se encuentran archivado, con distintos predominios en por lo menos una zona conceptual cerebral. En efecto durante los estados de vigilia cualquier actitud requiere de la coordinación de la actividad de dos o varios órganos tal como hemos definido anteriormente el término y lo comprueba la realidad de los hechos. El autor insiste en hacer notar, por su extrema importancia para el entendimiento del funcionamiento del cerebro, que en las zonas conceptuales, se reciben datos provenientes de cualquier órgano, que no participa directamente del sistema neurovegetativo, asociándolos con datos provenientes de otros órganos y eso de tal manera que para cualquier órgano corporal existe por lo menos una zona conceptual que lo reciba. De aquí que pueden coordinarse la actividad conjunta de varios órganos, como lo demuestra la realidad de los hechos. Lo evidencia el hecho que la actividad muscular consciente, requiere sistemáticamente del trabajo de dos o varios grupos de músculos a la vez pues cada músculo necesita de otro u otros para poder efectuar sus funciones, el o los cuales pueden ser antagónicos o complementarios.
Existe un curioso y muy raro trastorno mental llamado sinestesia que se manifiesta por la aparente confusión de las percepciones sensoriales. En efecto los seres humanos que lo padecen al escuchar sonidos perciben colores o inversamente. Pueden también relacionarse otros tipos de sensaciones que los visuales y auditivos. En realidad, para el autor, no es que sufren de una confusión de los sentidos sino que se exterioriza en ellos en el ámbito consciente los conceptos que unifican los sonidos con las imágenes visuales en forma primaria. Es decir que no escuchan colores o ven sonidos sino que se forman en sus mentes conceptos que asocian los colores y los tonos musicales primarios y luego dichos conceptos logran llegar a su ámbito conciente merced a la evocación de uno de sus componentes. En verdad dicha asociación no tiene nada fuera de lo común en sí, sino que lo sorprendente es que se manifiesta en base a la unión de colores y tonos básicos, seguramente debido a un aprendizaje inhabitual. Esta sorprendente molestia comprueba sin dejar lugar a duda la existencia de las zonas conceptuales, pues es la única que explica la existencia y la persistencia de esta clase de asociación, es decir la dependencia de la recordación de un dato de una procedencia dada con respecto a otro de otro origen sensorial.
Se verifica además que las zonas receptoras de los datos que provienen de las neuronas sensitivas que integran los cinco sentidos humanos mandan señales a varias zonas conceptuales distintas con predominancias diversas merced al hecho que, como ya fue científicamente confirmado, las personas que sufrieron una lesión cerebral no mortal en una zona conceptual particular, no perdieron por eso la capacidad de formar y recordar conceptos de otras clases o con diferentes predominancias que incluyen los datos que formaban los conceptos generados en la zona afectada por la lesión. Lo interesante y notable de esta particularidad del encéfalo humano, de tener diversas zonas conceptuales que reciben una o varias clases de datos provenientes de las mismas zonas receptoras de lo sensorial, aunque en cada una de estas zonas conceptuales no se reciban exactamente las mismas clases de datos en su totalidad y con las mismas preeminencias, proviene del hecho de que cuando alguna de éstas se lesiona o incapacita, las otras zonas conceptuales compensan esta carencia y la gran mayoría de los conocimientos anteriormente adquiridos no se pierde, como lo confirman las experiencias científicas realizadas hasta la fecha de redacción de esta obra. No debemos olvidar tampoco que los aprendizajes se efectúan mayormente en base a los datos captados por dichas zonas sensoriales, pues son las que permiten principalmente el contacto con el medio ambiente de los individuos. Aunque parte de los aprendizajes se realizan también, en general en el ámbito consciente, en base al propio funcionamiento cerebral, llamado comúnmente pensamiento, es decir del uso de los sentidos en forma indirecta.
Merced al hecho de que un ser humano pueda recordar un concepto, como lo verifica la experiencia, relacionado con cada zona sensorial donde los datos procedente de ésta tengan preeminencia, significa que existe por lo menos una zona conceptual para cada tipo de órgano sensorial donde los datos generados en éste sean los dominantes.
Con respecto a los datos de tipo simbólico o abstracto, como están sistemáticamente registrados en la mente sobre la base de la forma de su aprendizaje, éstos se encuentran entonces grabados en las zonas memoriales que responden a las zonas cerebrales relacionadas con dicha forma de aprendizaje. En el caso que se encuentren grabados en forma conceptual con datos que esclarezcan su significado o ayuden a su comprensión, su invocación implica la estimulación automática de los conceptos que se les relacionan, provocando así su inmediato "entendimiento".
La existencia, probada, de memorias de corto plazo y de otras de largo plazo que conciernen todas las clases de conocimientos adquiridos implica no sólo esta clase de dicotomía en las memorias de los datos pero también en las de los conceptos. Lo evidencia el hecho de que cuando se toma contacto con conceptos aprendidos en anteriores estados de vigilia, como una palabra, en primer lugar uno se da cuenta si los conocía de antes, y luego se los asocia con los demás datos, en el caso de una palabra con la representación adjunta. Eso implica a su vez la existencia de neuronas que llamaremos neuronas conceptuales receptoras, pero también de neuronas que llamaremos neuronas conceptuales intermedias. Estas últimas, de la misma manera y por las mismas razones que hay neuronas intermedias que participan de las zonas receptoras, también integran las zonas conceptuales donde se encuentran las neuronas conceptuales receptoras con idénticas ubicación con respecto a ellas y funciones similares, pues constituyen el asentamiento de las memorias de largo plazo de los conceptos.
Por supuesto los conceptos que se forman en base a un aprendizaje son siempre aprendidos, aunque estén formados únicamente por la unión de datos de tipos instintivos, pues la creación misma de estos conceptos implica un aprendizaje.
Con respecto a este tipo de conceptos, el autor subraya que no se tiene que confundir entre las señales energéticas que producen la activación de las neuronas que integran las diversas zonas de datos instintivos con las señales energéticas producidas por dicha activación. Las primeras constituyen nada más que factores iniciadores mientras que las segundas son consecuencias de dicha activación. Cuando el autor nombrará de aquí en adelante los términos "dato instintivo", o "instintivo" mencionará únicamente estas primeras mientras que cuando citará los términos "dato genético" o "genético" se referirá a la activación en sí y a sus consecuencias. Además, nombrará zonas de datos instintivos las zonas constituidas por neuronas cuyos genes activados corresponden a la expresión de alguna clase de dato genético. Es decir que la recepción del dato instintivo que le corresponda por parte de estas neuronas provoca por parte de éstas la emisión de las señales que corresponden a un dato genético. En función de estas definiciones los datos, que integran los conceptos aprendidos, que activan la lectura de los datos genéticos en las neuronas idóneas son designados por el autor por la calificación de datos instintivos.
Al igual que los datos, y por ser engendrados a partir de la unión de éstos, cada concepto es constituido por señales energéticas que son recibidas, procesadas y transmitidas por un gran número de neuronas a la vez, y en forma simultánea.
El mecanismo de recordación de los conceptos se divide en varias etapas. Para su mejor entendimiento se tomara como paradigma los de orden visual. Considerando que cuando se lee en un diario una palabra conocida con antelación, es decir anteriormente grabada en las memorias conceptuales de largo plazo idóneas, se producen estos varios procesos. Al principio, después de pasar por las neuronas receptoras de las zonas relacionadas con los órganos visuales, donde se graba, la serie de datos penetra en las memorias de largo plazo correspondientes estimulando los datos apropiados anteriormente grabados, provocando así su lectura. Luego, las señales energéticas así generadas ingresan en las zonas conceptuales de orden visual. Seguidamente, pasan por las neuronas receptoras de dichas zonas conceptuales, donde se graban, y luego entran en las neuronas intermedias de dichas zonas donde son leídas. Los conceptos ahí grabados, luego de pasar por las zonas de los comportamientos son transferidos a la zona del consciente, lo que permite en primer lugar al lector recordarse inmediatamente haberlas leídas anteriormente, merced a la recordación generada por la lectura realizada en la zona receptora, y luego, en segundo lugar, acordarse de su significado, merced a la recordación de los conceptos relacionados con ella que se hizo en base a la lectura de los conceptos precedentemente grabados en las diferentes zonas conceptuales. Por eso, a la lectura de una palabra ya conocido, en primera instancia el lector la reconoce y luego se acuerda de su significado. Evidentemente, el proceso es el mismo cualquiera sea el órgano, o los órganos, receptores de estimulación de origen interior o exterior, que estén integrado por neuronas, o células sensitivas y neuronas asociadas, que transmitan datos a las neuronas receptoras cerebrales idóneas.
En resumen, los conceptos se forman merced a la suma en forma superpuesta de las señales energéticas provenientes de diversas zonas receptoras, gracias al hecho de que dichas señales son del mismo orden electro-químico. También hemos visto que las señales provenientes de todos los órganos humanos participan de, por lo menos, la formación de un tipo de concepto y con respecto a los sentidos de la formación de múltiples tipos de conceptos entre los cuales se encuentra uno donde cada uno tenga preeminencia.
10. Dominancia y principales consecuencias
de la existencia de los conceptos.
Vamos a estudiar en este capítulo el fenómeno de la dominancia en los conceptos, cuya importancia fundamental podremos verificar más adelante. Luego analizaremos algunas de las consecuencias directas de la existencia de aquella.
La lectura de un concepto depende de la activación de sus componentes, la cual depende por supuesto de la intensidad de las señales energéticas que las integran. Por ende, las que tienen más predominancia energética son las que tienen más posibilidades de ser más fácilmente activadas que las otras, y también las que más sobresalen en la lectura del concepto que integran. La predominancia de una componente de un concepto sobre las otras que lo componen depende fundamentalmente de la mayor intensidad de las señales energéticas que lo componen en comparación con la de las otras.
Dicha predominancia puede tener varios orígenes.
Cuando de una zona receptora llega una cantidad mayor de dendritas o axones a una zona conceptual, sea porque esta zona contiene un número más elevado de neuronas, o porque éstas tengan un número más elevado de dendritas por neuronas, o por estas dos razones a la vez, la posibilidad de formar conexiones por parte de la zona que provee el más elevado número de dendritas y, o, de axones, es más grande que la que provee una menor cantidad y por ende la primera tiene una mayor posibilidad de preeminencia que la segunda.
También, la posibilidad de conexiones interneuronales depende de la distancia entre las neuronas; más cercana se encuentra una neurona de otra más posibilidades de formarse conexiones entre las dos existen en consecuencia a las leyes de probabilidad. Por ende, más cercana se encuentra una zona conceptual del centro de confluencia de las terminaciones de los apéndices provenientes de las neuronas intermedias de una zona receptora que de las otras con las cuales está conectada, más posibilidades de establecer conexiones tiene la más próxima que las otras.
Otro motivo muy importante que justifica tal predominio se encuentra en el hecho de que para una clase particular de datos existe una cantidad superior de receptores asociados con las neuronas sensitivas de un cierto tipo que para otra clase de neuronas sensitivas; lo que implica automáticamente no sólo una gama más amplia de variación de frecuencia de las señales sino, además, una posibilidad de mayor amplitud de energía de esta clase de datos con respecto a las demás. En efecto, la intensidad de las señales energéticas transmitidas por las neuronas intermedias de las zonas receptoras corresponde a la intensidad de la recepción, es decir a la de los estímulos captados por las neuronas sensitivas con las cuales están relacionadas. Dicha intensidad por depender de factores exteriores al individuo se presenta entonces en forma aleatoria.
Resulta evidente que la intensidad de las señales energéticas juega un rol preponderante en la predominancia de un tipo de señales con respecto a otros en las zonas conceptuales donde se juntan, pues es esta misma la que determina dicha preeminencia. Más intenso es un estímulo con respecto a los otros, que se perciben en forma simultánea, más se destacará sobre estos otros. Es decir más intensa es la energía de la señal generada en base a este estímulo particular, con respecto a la de las otras, más predominará sobre los conceptos que se formaran en base a ellos.
Se podría suponer que los genes activados implicados podrían, merced a una especialización particular, marcar o generar este predominio. Pero, el autor cita esta suposición como una posibilidad muy poco probable porque no considera que la activación de un gen en especial pueda tener una influencia real sobre el nivel de energía que pueda acumularse en sus hidrógenos de enlace, simplemente porque la producción de energía de una neurona es independiente de su genoma en sí, sino de sus otras capacidades celulares, como las de las mitocondrias o de su concentración iónica.
Por supuesto, la intensidad de la energía de las señales que forman los conceptos tiene que ser proporcional a la intensidad con la cual las neuronas de las zonas receptoras las reciben y transmiten. En caso contrario, los datos se verían distorsionados en sus esencias.
A partir del momento en que existe distintas clases de cosas y que éstas se diferencien en base a una medición, ésta genera necesariamente y obligatoriamente, una escala de valor, la cual implica la existencia de una preeminencia y de una inferioridad. En consecuencia a esta indiscutible evidencia y en función del hecho de que las componentes de un concepto tienen niveles de energía que pueden ser variables y distintos, una de dichas componentes, obligatoriamente, en algún momento prevalece sobre las demás. Por tener niveles de energía también variables, cada componente tiene la posibilidad de ser dominante cuando su nivel propio de energía supera el de las demás. Evidentemente cuando dos componentes poseen niveles de energía exactamente coincidentes ocupan el mismo rango en la escala de valor determinada por la existencia de los diferentes niveles energéticos de cada componente de un concepto en el momento de su ocurrencia. En función de estos preceptos es obligatorio admitir la existencia de la preeminencia de una componente de un concepto sobre las demás cualquiera sea.
Se puede considerar que la principal componente de un concepto constituye, en el ámbito energético, la portadora de las otras. De la misma manera que en las ondas radio de alta frecuencia hay una onda portadora.
Numerosos argumentos demuestran el fenómeno de la preeminencia en el ámbito consciente de un concepto de una clase de datos sobre los otros. Entre ellos se encuentra el hecho de que el dato que más se destaca cuando uno se acuerda de un concepto, resulta ser, sistemáticamente, el dominante. También, si se trata de evocar un concepto, resulta siempre más fácil hacerlo a partir de la remembranza del mismo dato, que es invariablemente el dominante.
La existencia misma de los conceptos implica que si se estimula y lee, por medio de una enzima especial, una de las componentes de éstos, se estimulará y leerá el conjunto de las señales que los conforman. De aquí que, cuando se mira un objeto conocido su nombre venga en general inmediatamente a la memoria, y a veces algunas de sus otras particularidades que fueron memorizados cuando se lo identifico por primera vez o visto algunas otras veces. El autor considera este hecho como fundamental para la comprensión del funcionamiento del encéfalo. En efecto, y la realidad del hecho lo comprueba, la lectura de uno de los constituyentes de un concepto, que llamaremos iniciador, provoca la del concepto en su totalidad, merced a la forma íntima de asociación de datos que lo forman.
Debemos tomar en cuenta que, fundamentalmente, el factor iniciador de la lectura de un concepto, puede ser un único dato o una componente de otro concepto entrante. Por eso es que la remembranza de una palabra que incluye el recuerdo de varias clases de datos puede provocar a su vez la evocación de otra, que también puede incluir el recuerdo simultáneo de datos de distintos órdenes.
Además, el factor iniciador de la lectura de un concepto puede no ser su principal componente. Por esta razón un hecho o un objeto anodino pueden a veces provocar el recuerdo de un acontecimiento importante que lo incluyó. Por supuesto cuando un concepto fue anteriormente grabado con una componente dominante, o principal, su posterior recordación hará que dicha componente quede como tal. Es decir que aunque un concepto puede ser leído merced a un factor iniciador que no es su principal componente, al ser así recordado, su componente dominante seguirá siendo el dominante de éste en el momento de la lectura, merced a su nivel energético superior al de los demás que lo integren. No hay que olvidarse que la adición de energía que provoca la lectura se produce en función del conjunto y no de la señal que sirve de factor iniciador; hecho por el cual aunque el factor iniciador no sea el dato dominante, este último seguirá siendo el mismo independientemente de la cantidad de veces que el concepto sea leído en función de dicho factor iniciador no dominante. Por eso es que cuando una persona conoce otra que puede ser el más gran amor de su vida y en este mismo momento escucha una melodía anodina, al escucharla de nuevo, quizás años después, se acordará del encuentro, y aunque se siga recordando numerosas veces este mismo acontecimiento escuchando la melodía en cuestión, el factor dominante del recuerdo seguirá siendo el encuentro en sí. Este hecho, probado por la experiencia, es fundamental para el control de la energía emitida, como lo veremos más adelante.
Debemos tener en cuenta que durante el estado de vigilia la actividad de las zonas conceptuales es incesante. Incluido cuando una de las zonas receptoras de datos parece estar aparentemente inactiva. Como cuando se cierran los ojos, pues igualmente se ve un contexto oscuro, lo que significa que se ve algo. Ya hemos visto que durante dichos estados las zonas receptoras de datos no paran nunca de mandar las señales energéticas correspondientes a las zonas conceptuales. Merced a que éstas no cesan de procesarlas, eso permite entre otras cosas recordarse el significado de lo anteriormente aprendido, es decir de asociar en el ámbito consciente diversas clases de datos. Este hecho es fácil de comprobar pues una interrupción del proceso de conceptualización significaría la pérdida total de la capacidad de relacionar los objetos y hechos entre sí, así que el entendimiento del contexto y de los acontecimientos captados por el individuo. Lo que se notaría inmediatamente.
También se tiene que destacar, una vez más, que la recepción de las señales energéticas en las neuronas conceptuales implica su automática transmisión a las demás neuronas, con las cuales están relacionadas por medio de sus apéndices neuronales, por la obligada circulación de un flujo de energía en un medio conductor, tal cual lo hemos visto anteriormente.
Asimismo, al igual que el autor no tomó en cuenta la existencia de caminos neuronales de recorridos alternativos de las señales a partir de un cambio en las conexiones neuronales que seria provocado por el contenido de los datos que las atraviesan, en las neuronas que integran las zonas receptoras, tampoco considerará esta posibilidad con respecto a las neuronas de las zonas conceptuales, y por las mismas razones.
Uno de los resultados más interesante de la existencia de las zonas conceptuales es la posibilidad de concentrar la atención sobre un punto en particular de dos órganos sensoriales del mismo tipo, que procede del hecho de que los mamíferos poseen algunos órganos sensoriales en dobles ejemplares, como los ojos o las orejas. Al encontrarse en el encéfalo humano zonas receptoras propias a cada uno de estos órganos naturalmente, en consecuencia, se encuentran zonas con características conceptuales particulares donde se asocian estas dobles recepciones de datos.
Esta concentración se logra en función de un aprendizaje, que ocurre en los primeros meses de vida, es decir luego del nacimiento, del bebé. En el caso de la vista, ésta se aprende, merced a un comportamiento inicialmente instintivo, que permite controlar los músculos directores de los movimientos oculares de tal manera que estos últimos puedan tener un mismo punto focal. Luego, aunque dicho control pueda parecer totalmente genético, depende en realidad de un aprendizaje pues ofrece ulteriormente la posibilidad al individuo de cambiar su punto focal a voluntad. En el caso de la visión ocular esta zona conceptual especial se ubica en la zona diecisiete de Brodmann, es decir en la cisura calcarina situada en el extremo de la zona occipital del encéfalo.
La teoría del autor respecto a la existencia de las zonas conceptuales explica de una forma relativamente sencilla una de las incógnitas más interesantes de la paleontología moderna.
En efecto, se ha constatado sobre todo merced al estudio de los restos del niño de Turkana, que pertenecía a la especie del homo ergaster, bien anterior a la aparición del homo sapiens sapiens, que éste poseía una zona de Broca bien desarrollada pero un canal medular estrecho es decir que poseía supuestamente un centro cerebral del habla pero que no podía hablar por no poder controlar su respiración en forma adecuada.
En forma similar se ha constatado que las especies de australopitecos, poseían también dichas zonas de Broca aunque con un grado menor de desarrollo, pero que su grado de flexión basi-craneal correspondía a una alta posición de su laringe, lo que le imposibilitaba absolutamente el habla
Para entender esta aparente contradicción el Dr. Walter propuso que dicha zona corresponde también al control de los movimientos de la mano derecha pues se cree que estos seres prehistóricos controlaban bien estos movimientos por ser capaces de fabricar instrumentos primitivos, lo que explicaría entonces el desarrollo de dicha zona cerebral. También hubiera podido alegar que esta misma zona controla el pie derecho que participa del caminar recto en forma bípeda o el crecimiento del pelo en la parte derecha del cuerpo. Además, se sabe que el chimpancé que posee una capacidad craneal idéntica a la que tenían los australopitecos y un manejo bastante preciso de su mano derecha, carece aparentemente de zona de Broca. Aunque esta explicación resulta bastante divertida no deja de ser una incongruencia.
Para el autor, a la luz de sus teorías, las zonas de Broca y de Wernicke corresponden a zonas conceptuales donde se unen señales provenientes de las zonas sensitivas, con la particularidad que los conceptos ahí creados caracterizan los objetos, hechos o pensamientos de una forma muchísimo más precisa que la de los otros animales y en particular de los primates. Esta precisión se obtiene porque estos homínidos, al igual que los homo sapiens sapiens debían tener capacidades visuales totales mucho más amplias que las de cualquier otra especie animal, la cual es también, a nivel cerebral, directamente proporcional a la cantidad de neuronas concernidas. En realidad estas zonas existen en las otras especies de primates, de una manera tan rudimentarias que son imperceptibles, pero su desarrollo en los homínidos ha llegado a tal punto que forman verdaderas protuberancias. En efecto, si bien para un chimpancé dos objetos pueden ser parecidos, no dejan de ser dos objetos distintos. Mientras que el ser humano es capaz de relacionarlos entre sí catalogándolos es decir distinguiendo sus semejanzas y sus diferencias de una forma muchísimo más precisa que cualquier otra especie animal, porque justamente sus capacidades visuales son muy superior a las de éstos. Esta capacidad de distinción amplia basada en la conceptualización de varias clases de datos de origen sensoriales, y en particulares de los provenientes de las zonas relacionadas con los órganos visuales implica automáticamente un necesario gran desarrollo de las zonas conceptuales que las permiten. Por eso es que un daño en la zona de Wernicke impide el entendimiento de las palabras escritas pues impide su diferenciación a nivel visual. También un daño en la zona de Broca perturba la diferenciación de los sonidos. En base a esta teoría el autor afirma que los australopitecos tenían unas capacidades visuales muy superiores a las de los chimpancés actuales, lo que analizaremos más adelante.
También, otra consecuencia notable, resultante de la existencia de la formación de los conceptos, es el hecho de que un concepto puede tener componentes que sean otros conceptos a su vez. Resulta lógico darse cuenta de que si existen distintas zonas conceptuales que reciben las señales provenientes de dos o varias zonas receptoras unificándolas, existen además otras zonas que reciben las señales provenientes de estas zonas conceptuales, unificándolas también. En otras palabras, pueden formarse en la mente conceptos sobre la base de otros conceptos. De aquí que se pueda definir una palabra en función de otras que designen, cada una, relaciones entre varias clases de percepciones, que pueden ser distintas y particulares a cada una de ellas. Algunas de las facultades mentales más notorias del ser humano, como el poder de síntesis o de formar abstracciones, se arraigan en esta capacidad. Sin olvidar que se pueden efectuar ejercicios físicos complejos, que requieren la participación de numerosos órganos en su mayoría motores, merced a los conceptos que unen dichos órganos. Resulta indiscutible que existen varias clases de conceptos de conceptos, pues al igual que existen varias clases de conceptos que unifican, como lo comprueba la realidad de los hechos, dos o varias clases de datos distintos provenientes de las zonas receptoras, existe necesariamente una diversificación en los conceptos de conceptos.
La diversificación entre los conceptos de conceptos tiene su raíz en la morfología cerebral al igual que la diversificación de los simples conceptos. Hemos visto que los conceptos se forman por la unión de datos provenientes de zonas receptoras distintas entre sí en una zona particular a cada uno. Eso ocurre porque estas zonas conceptuales particulares se encuentran físicamente en la confluencia de las terminaciones de los apéndices neuronales provenientes de dos o varias zonas receptoras. Pero, por una razón de orden morfológica y por su número, que corresponde a la cantidad de órganos corporales, no existe una zona intermedia que separe los centros de confluencia de las terminaciones de los apéndices neuronales que provienen de todas las zonas receptoras, como lo demuestra la realidad de los hechos, sino varias zonas intermedias entre los centros de confluencia de dichas terminaciones de los apéndices neuronales que corresponden a dos o algunas más zonas receptoras. De aquí la diferenciación entre los conceptos y su diversificación de preeminencias. Existen también diferenciaciones de conceptos de conceptos, y preeminencias de una de sus componentes con respecto a las demás, por las mismas razones. El autor llamará los conceptos de conceptos simplemente conceptos por ser en fin de cuenta constituidos en base a la unión de datos, salvo en el caso que se necesite diferenciarlos entre sí. Por supuesto los datos generados en todos los órganos corporales participan de la formación de conceptos, hasta del cerebro mismo.
En resumen, La preeminencia de un dato sobre los demás que conforman un concepto, deriva del hecho de que éste posee el nivel energético más elevado, en el momento donde se graba por la primera vez, en comparación al de los otros. Esta particularidad implica que cualesquiera sean el nivel energético y la naturaleza del factor iniciador de la lectura de un concepto, el dato dominante conserva siempre su preeminencia. Entre las consecuencias más destacables de la existencia de las zonas conceptuales se encuentra el hecho de la formación de los puntos focales. Históricamente el desarrollo particularmente importante de ciertas zonas conceptuales permitió la aparición del habla en el ser humano. También, además de existir zonas conceptuales que unen datos existen igualmente zonas conceptuales que unen conceptos.
11. Constitución de los comportamientos.
Antes de examinar la constitución de los comportamientos vamos a analizar el mecanismo de dos pautas fundamentales del aprendizaje de cualquier elemento que sea un dato, un concepto o un comportamiento. Estas pautas son: la disociación del contexto por un lado y el significado por otro. Luego veremos como se originan los comportamientos aprendidos en el cerebro humano.
La primera de estas dos pautas atañe a la comprensión de como se inicia un aprendizaje cualquiera sea. Hay que darse cuenta de que existe un proceso muy importante que es el de la disociación de algo de lo que lo rodea. Sabemos que la repetición de la lectura de un mismo elemento, en distintos contextos, provoca un aumento substancial de la energía de las señales precedentemente grabadas que lo constituyen. Lo que facilita notablemente sus futuras recordaciones. Mientras que cada contexto por haber sido grabado en una sola o muy pocas ocasiones es más difícil, y a veces casi imposible, de evocar. Por ejemplo, si una persona enseña a un niño una fotografía que representa una vaca y le dice: "este cuadro representa una vaca". Y, poco después ve una publicidad por la televisión donde se enseña una imagen de dicho animal, designándola como una vaca. Luego, el niño ve este mismo animal en una pradera y un campesino le dice: "este animal es una vaca". El término "una vaca" asociado a la visión del animal será el único dato fácil de recordar. Mientras que los contextos de la persona y el cuadro, el televisor o el campesino y la pradera serán más difíciles de rememorar.
Este aprendizaje basado en repeticiones de un mismo elemento que sea dato, concepto o comportamiento en distintos ámbitos, tiene un efecto separador de éste con respecto a los demás que constituían los diferentes contextos que lo rodearon. Le permite la disociación de los elementos aprendidos de sus contextos de aprendizaje. El autor considera como muy importante hacer notar que este fenómeno de la disociación es inherente no sólo al aprendizaje de datos pero también de conceptos y de comportamientos. Por ende cada elemento así aprendido se vuelve una verdadera unidad autónoma.
También, con respecto al proceso de la disociación, es importante observar que se le agrega a menudo otro fenómeno, que constituye la segunda pauta más importante de los procesos de aprendizaje, que es el significado; el cual se asienta simultáneamente sobre el fenómeno de la disociación y el de la asociación. Hay que considerar que el conocimiento del significado no implica en absoluto el de su comprensión en el ámbito consciente. Pues, el hecho de asociar la palabra caminar con los movimientos musculares que permiten esta forma de desplazamiento no implica la comprensión absoluta del porqué ni del como se realiza dicho comportamiento.
El aprendizaje del significado se asienta también sobre la repetición del hecho. En efecto, durante su aprendizaje del lenguaje materno el bebé se basa, en forma instintiva, en la repetición de la asociación de cada palabra con una serie de palabras o datos que puede ser constituida por una o uno sólo, para finalmente aprender su significado. A nivel cerebral esta asociación consiste en realidad en formar series de dos o más conceptos, que le permiten identificar en el ámbito consciente el primero con el o los otros que constituyen sus significados. Es decir, por ejemplo, en asociar en forma unitaria la serie de señales energéticas que constituye la palabra caminar con la serie de señales energéticas que constituyen los datos generados por las neuronas que rigen los diversos músculos que participan del andar. Siendo, la serie así formada, considerada y tratada como una unidad. Este tipo de asociación consiste en unificar un dato de un tipo dado, con uno o varios otros, de cualquier origen, que lo delimitan y lo definen en el plano consciente. En este último ejemplo era una palabra que fue asociada con movimientos.
Para un adulto, el aprendizaje en forma audio-visual de un segundo idioma conlleva en sí mismo, en primer lugar, el aprendizaje de la diferenciación de las palabras y frases entre sí, como lo confirma la experimentación. Luego, en segundo lugar, el necesario entendimiento del significado de las palabras que conforman el lenguaje que se quiere adquirir, asentado en la asociación de cada palabra del nuevo idioma con su significado es decir con la o las palabras equivalentes de su idioma materno.
Ahora que hemos analizado dos del las pautas más importantes del aprendizaje de cualquier tipo de elemento, vamos a analizar la formación de los comportamientos.
En el estado de vigilia los conceptos se forman como ya sabemos de una manera continua y sucesiva. Este mismo estado implica sin lugar a duda el funcionamiento de los sentidos y del resto de los órganos entre los cuales se encuentran los músculos, que se quedan generalmente en reposo, aunque a veces puedan realizarse movimientos esporádicos, durante el estado de sueño, como lo vamos a ver más adelante.
Por supuesto, al igual que existe la predominancia de un tipo de dato sobre los otros, con los cuales se forma un concepto dado, existe también la predominancia de un tipo de concepto sobre los otros que participan de la formación de los conceptos de conceptos.
En algunas zonas cerebrales bien definidas, conceptos provenientes de diversas zonas conceptuales, donde se generan permanentemente en los estados de vigilia, se suman continuamente, y sucesivamente, en forma conceptual. Entre los conceptos así creados se encuentran series de ellos que determinan diferentes conductas del ser, no obligatoriamente en el ámbito consciente como lo veremos más adelante. Estas zonas particulares son, entonces, zonas generadoras de comportamientos y por ende, el autor las llamara zonas de los comportamientos aprendidos. A su vez, los conceptos que se engendran en las zonas de los comportamientos aprendidos serán llamados conceptos generales.
Estos conceptos generales pueden ser sólo de orden aprendidos o mixtos por engendrarse a partir de los datos instintivos que conciernen las zonas de datos instintivos y de datos aprendidos provenientes de las zonas receptoras. Se analizará en el capítulo siguiente el origen de la relación existente entre los datos instintivos y los genéticos.
Ahora, solamente tenemos que acordarnos que los conceptos genéticos y los comportamientos genéticos son directamente inscritos en el genoma y por ende no se forman en base a datos, sino que existen como tales en forma innata. Mientras que un concepto que se forma únicamente en base a datos instintivos tiene que ser considerado como aprendido simplemente porque fue creado en base a un aprendizaje, aunque el autor por distinguirlo de las otras clases de conceptos lo llama de orden instintivo. Para distinguir un concepto aprendido compuesto únicamente por datos aprendido de otro integrado por datos aprendidos e instintivos se llamará al segundo, aunque sea igualmente aprendido, un concepto de orden mixto.
También debemos acordarnos que las neuronas receptoras reciben los datos de las neuronas sensitivas que los produjeron en función de estímulos generados en función del medio externo o del desarrollo interno al individuo mismo. Cuando un individuo adopta una conducta particular los distintos datos, que la engendran, reflejan cada uno alguna faceta de esta conducta. Pues se producen no solamente en función del actuar del individuo pero además, obligatoriamente, en función de un contexto; que depende de una situación relacionada con un momento, un lugar y un estado del ser. En otras palabras cuando un comportamiento genera una conducta por parte del individuo, esta conducta se realiza en función del contexto en el cual se encuentra dicho individuo. Es decir que todos los comportamientos aprendidos humanos aunque sean puramente mentales se basan obligatoriamente en aprendizajes lo que significa que a pesar de que los conceptos generales que los conforman son engendrados en base a datos instintivos y aprendidos, por estar relacionados con el medio ambiente del ser y la condición de éste cuando se generan, son únicamente de tipo aprendido o de orden mixto.
En el ámbito consciente, los períodos donde se forman las series de conceptos generales que no constituyen comportamientos, equivalen a momentos de inactividad, es decir de reposo. Una persona acostada sobre una cama mirando una película por televisión se encuentra en estado de reposo muscular y a menudo analítico, actitudes que corresponden a la ausencia de dos clases de comportamientos aprendidos distintas como lo vamos a ver más adelante. A nivel neuronal para una o varias clases de comportamientos aprendidos, a lo largo de estos períodos, los conceptos generales generados en las zonas correspondientes poseen bajos niveles de energía tales que prácticamente no se manifiestan en el ámbito consciente. Mientras que, a menudo, una o varias otras clases de comportamientos aprendidos dominantes sí, se hacen notar en el mismo ámbito.
Se tiene que destacar que por definición lo que el autor llama reposo atañe solamente a los comportamientos.
Aunque puede concernir una sola clase de comportamientos siendo así parcial. Sino, se especifica como total cuando concierne el conjunto de todas las clases de comportamientos. Se tiene que destacar que el estado de reposo total duradero en el estado de vigilia ocurre raramente en un ser humano pues implica un verdadero cese de actividad a nivel muscular y mental, que puede corresponder a algunas formas de catalepsia, como la que alcanzan algunos yoguis.
En contra parte, el estado de reposo no se refiere a las actividades neurovegetativas pues como lo vamos a ver más adelante éstas no son engendradas en base a comportamientos sino en base a datos genéticos. Lo que significa que un individuo puede estar en estado de reposo parcial o total mientras que su sistema neurovegetativo está en pleno funcionamiento.
Los comportamientos aprendidos siendo, por definición, series de actividades unitarias y coordinadas entre sí, que participan de un único hecho, o conducta, están constituidos como lo acabamos de ver por series ordenadas de conceptos generales que representan cada uno una actividad particular. Pueden ser de orden mixto es decir compuestos por componentes instintivos y otros aprendidos, o únicamente por aprendidos.
La capacidad de conceptualizar datos o conceptos de origen aprendido con otros instintivos para formar conceptos y luego comportamientos mixtos, es probada merced a que posibilita el control, aunque a veces indirecto, de órganos que naturalmente funcionan de una manera genética, es decir en este caso imposible de controlar directamente en el ámbito consciente. Este control se puede realizar gracias a la activación del comportamiento aprendido incriminado por medio de la activación de los datos o conceptos aprendidos que lo integran. Tal es el caso de algunos músculos lisos o de algunas glándulas. En efecto, el hecho de pensar en comer un manjar, anteriormente probado, puede provocar la secreción de los jugos gástricos, o en una pareja amada acelerar el ritmo cardíaco. Al igual que pensar en un hecho que causó el llanto puede estimular las glándulas lacrimales. Lo que comprueba, además del hecho de que pueden activar los datos energéticos inscritos en los genomas idóneos de las neuronas adecuadas, también, que tanto los datos instintivos como los datos aprendidos son igualmente conformados por señales energéticas.
Mientras que los comportamientos genéticos son idénticos de un ser humano a otro, por estar inscriptos en sus genes, es decir innatos, los comportamientos aprendidos y de orden mixto, dependen de la historia y de las capacidades de cada ser humano. Corresponden, entonces, a lo que se denomina la personalidad de los individuos. Rigen y combinan la actividad simultánea y conjunta de parte o de todos los órganos del ser. Entre ellos el encéfalo mismo.
En función de la anterior definición se tiene que aclarar que, en tanto que los conceptos unifican datos de distintas orígenes de un modo unitario, es decir que contengan dos o más datos pero con la particularidad de no haya más de un dato que provenga de una misma zona de datos aprendidos o que esté relacionado con una zona de los datos instintivos, a la vez, sumándose en forma conceptual. Mientras que cada concepto general puede ser integrado, por un mismo dato, o un mismo tipo de dato incluido a la vez en varios de los conceptos que lo integran con distintas dominancias. Lo que implica que un concepto general puede ser conformado por uno repetido varias veces o por varios datos correspondiente a la misma clase de datos instintivos o provenientes de una misma zona receptora, o sino correspondientes a varias clases de datos instintivos y datos provenientes de varias zonas receptoras, o con todas estas variantes a la vez.
Cada tipo de comportamiento aprendido resulta ser compuesto por una serie de conceptos generales que pueden provenir de una sola o de varias zonas conceptuales. Aunque dicha serie pueda ser integrada por un único concepto general, por corresponder éste, de por sí sólo, a una conducta del ser. Por supuesto cada concepto general integrante de una serie puede ser distinto de los demás hasta puede ser del tipo aprendido o de orden mixto, independientemente del tipo de los demás.
Dicha serie puede también ser muy prolongada, por ejemplo nadar implica una sucesión de movimientos efectuados sin interrupción entre el momento que se empieza y el momento que se acaba, lo cual puede durar un largo plazo. Eso significa e implica que la lectura de cada concepto general perteneciente a dicho comportamiento implica la lectura del siguiente, hasta la lectura del último que lo integra.
Este fenómeno tan importante ocurre porque parte de los comportamientos aprendidos se graba como un todo, como una unidad, merced al fenómeno de la disociación y los demás que son compuestos por dos o varios comportamientos sucesivos se relacionan en función de un aprendizaje adecuado y la evocación del o de los conceptos iniciadores implica la activación de la totalidad del comportamiento así formado. Sin embargo, la realización o activación de esta sucesión de conceptos generales puede ser interrumpida en cualquier instante por un factor exterior al comportamiento en curso, como lo comprueba la experiencia.
Esta particularidad de los comportamientos aprendidos de ser compuestos por una serie de conceptos generales que pueden ser activados merced a la acción de un concepto o de una serie de conceptos que le sirven de estímulos iniciadores se enraíza en el origen mismo de los comportamientos. Efectivamente vimos en el primer capítulo que los comportamientos genéticos de los protozoos se iniciaban merced a una estimulación de procedencia exterior o interior al animal, y se desarrollaban merced a la lectura de un tramo bien delimitado de un gen del animal. Eso es posible porque forman un todo y que al empezarse una lectura del alineamiento, la enzima lectora puede cubrir los límites mismos del tramo del cromosoma contenido en el genoma, o del genoma mismo cuando forma una unidad no fragmentada, donde se encuentra grabado el esquema de comportamientos.
En el caso de los comportamientos genéticos humanos dicha lectura está sometida a las mismas reglas que las que rigen la de los animales que ocupan los eslabones superiores de las cadenas evolutivas. Seguramente por una razón de conservación de capacidades benéficas a las especies que constituyeron la cadena evolutiva que dio nacimiento a la especie. Tal como lo hemos constatado anteriormente.
Con respecto a un comportamiento aprendido o de orden mixto, debemos tener en cuenta, como lo confirma la realidad de los hechos comprobables, que se graba de tal forma que responde a tres maneras de activarse sus distintas partes, en forma sucesiva.
Puede ser, o merced al fenómeno de la disociación, en este caso gracias a un aprendizaje adecuado del comportamiento como una unidad, se necesita sólo un único elemento estimulador para iniciar y propiciar su lectura completa ininterrumpidamente de las señales energéticas que lo componen en los mismos tramos de las mismas neuronas.
O, en partes separadas pero relacionadas entre sí, porque el elemento estimulador iniciador es compuesto de una serie de conceptos que activan en forma sucesiva las distintas partes del comportamiento aprendido. Por ejemplo, cuando una persona dice: "voy a comer y luego a dormir" estos dos comportamientos aprendidos se cumplen entonces en forma sucesiva; la primera parte del factor iniciado sirviendo de factor iniciador de la primera parte del comportamiento aprendido total y, luego de la conclusión de su lectura, la segunda parte del factor iniciador sirviendo de factor iniciador de la segunda parte del comportamiento aprendido total, lo que implica que cada uno pueda estar ubicado en partes separadas en los genomas de las neuronas donde se encuentran inscritos, por haber podido ser aprendidas en forma separada. Hasta puede ocurrir que cada parte se encuentre en grupos de neuronas distintos. Por ende el comportamiento aprendido total puede ser compuesto por más de dos partes, sino por tantas parte como contiene el factor iniciador concernido que a su vez puede contener hasta un gran número de partes.
O sino, merced a un aprendizaje adecuado que, en función de un estimulo idóneo, une sus diferentes partes sucesivamente de tal manera que formen un todo. Cuando un hombre se viste a la mañana al ver un par de mocasines se los calza mientras que si ve un par de zapatos con cordones no sólo se los calza pero además anuda los cordones. En el segundo caso el comportamiento aprendido total incluye al primero sumándole un segundo. La diferencia entre la realización del primero y la de éste más un segundo, se origina en función del elemento iniciador. Evidentemente, se necesita un aprendizaje previo de la unión de los dos comportamientos aprendidos merced a la aparición del factor iniciador particular a la activación de los dos. A nivel neuronal, luego de lectura del último concepto general del primer comportamiento aprendido que acaba de ser leído se encuentra incluido en él un dato o un concepto que al ser activado se convierte, gracias a un aprendizaje anterior y en función del factor iniciador, en el iniciador del primer concepto general del segundo comportamiento aprendido que le sigue, que participa de dicho comportamiento aprendido total. Generalmente, en función de un aprendizaje anterior, el último concepto general de este segundo comportamiento puede volverse iniciador de un tercero, y así sucesivamente, etapas tras etapas se desarrolla el comportamiento aprendido global.
Se termina la ejecución de un comportamiento cuando se acaba la activación del último concepto que lo compone. Pero cuando un comportamiento es compuesto por la repetición de una misma acción, entonces su inicio se produce en función de un factor iniciador particular que incluye el o los conceptos que determinan directamente o indirectamente el final de dicho comportamiento. Se dice, por ejemplo, "voy a hacer tres veces eso", lo que implica que las dos primeras veces sirven de iniciadoras de la siguiente y la última acaba como tal. O sino se dice o piensa "voy a ir caminando hasta tal punto". Es decir que el hecho de recorrer caminando una cierta distancia conlleva por supuesto a efectuar pasos tras pasos, lo que implica que durante la caminata un paso sea, a su finalización, el iniciador del siguiente, y la toma de contacto con la meta de dicha caminata constituye el estímulo que marca el final del comportamiento.
Evidentemente, cada comportamiento aprendido puede estar inscripto en distintos grupos de neuronas, además de que cada uno de estos comportamientos puede también ser formado por partes separadas, como en el caso anterior.
Estas tres formas de activar comportamientos aprendidos explican una particularidad interesante del funcionamiento del cerebro humano. En efecto el aprendizaje de un nuevo comportamiento requiere obligatoriamente del aprendizaje simultáneo de un factor iniciador, que resulta ser en muchos casos una o varias palabras. Dicho factor tiene que ser específico y poseer el nivel energético adecuado. Sino se produciría, sea la activación de un comportamiento aprendido no deseado grabado con un nivel de energía superior a el buscado, o sea un problema de dispersión del la energía al activar un gran número de comportamientos aprendidos a la vez y, en consecuencia a la falta del nivel energético mínimo necesario, no se produciría la activación de la enzima lectora. El aprendizaje de un comportamiento aprendido particularmente largo y complejo, que no sea compuesto por la repetición de una única secuencia de movimientos de poca duración por ejemplo, precisa pues del de un factor iniciador particularmente largo y específico a su vez. Sino, necesita de un encadenamiento previo en base a un aprendizaje particular que implique que, además del de cada parte del comportamiento, cada uno sea también aprendido como factor iniciador de la siguiente parte hasta el aprendizaje de la última parte.
Por eso es que la memorización de una poesía muy larga requiere de un aprendizaje por etapas, es decir que se aprenden un grupo de versos tras otro, aprendiendo también a relacionarlos entre sí, para finalmente reagruparlos en una sola recitación, en función del título. De esta misma forma se estudia una pieza de baile clásico es decir pasos por pasos, movimientos tras movimientos. Igualmente, para aprender una larga lista de cifras se necesita agruparlas en pequeños grupos aprendiendo simultáneamente a relacionar cada grupo con el siguiente. Por supuesto, en función de lo que ya sabemos, si se relaciona cada grupo de cifras con una palabra clave que sirve de factor iniciador, el aprendizaje resulta entonces más cómodo. Pues como el uso de cifras es común al ser humano moderno, los pequeños grupos de cifras por la reiteración de su uso en distintas ocasiones pueden no ser factores activadores suficientemente específicos.
Otra particularidad notable, relacionada con la existencia de los factores iniciadores de los comportamientos, se enraíza en el hecho que pueden ser conceptos o serie de ellos. En este caso la evocación de cualquiera de sus componentes puede servirles de factor iniciador. De aquí que los sinónimos de las palabras que sirven de factor iniciador pueden, en función de un aprendizaje adecuado, servir a su vez de factor iniciador del verdadero factor iniciador, cuando participan de su definición o son a su vez definidos por él. En estos casos el sinónimo sirve de factor iniciador del o de la serie de conceptos que a su vez sirve de factor iniciador del comportamiento concernido. Pues aunque no se destaquen en el ámbito consciente igualmente el hecho que una palabra participa de una definición significa en realidad que integra el concepto o al ser a su vez compuesto por una serie de conceptos integrar la serie de éstos que constituye el significado de dicho factor. Del mismo modo, cualquier otro tipo de componente del factor iniciador puede activar el comportamiento correspondiente. Es decir que, aunque este factor iniciador sea una palabra, un dato visual que sirve a su definición, es decir que integra la serie de conceptos que la constituye, puede servir de factor iniciador.
Que sean aprendidos, genéticos o mixtos, los comportamientos pueden constituir respuestas a estímulos iniciadores exteriores o interiores al ser humano, y en particular al desarrollo de los mismos procesos cerebrales. Con respecto a los comportamientos aprendidos y de orden mixtos se pueden dividir, a veces, en varias series de conceptos generales, como lo acabamos de ver. Es digno de destacar que dichos conceptos generales, o series de éstos, pueden haber sido grabados a veces como un todo, o de a uno por uno en épocas distintas o en una sola, o en forma de series sucesivas, de iguales o desiguales cantidades de conceptos generales, grabadas en uno sólo o en diferentes momentos.
Resulta evidente, dado que un ser humano puede acordarse a corto y largo plazo de la generación de sus pensamientos, hechos y acciones, es decir de sus comportamientos aprendidos y de orden mixto, que las zonas que los engendran poseen la misma estructura que las zonas receptoras y conceptuales de lo aprendido. Es decir que, cada zona de los comportamientos aprendidos está conformada por neuronas que llamaremos neuronas de comportamientos receptoras y otras que les están directamente conectadas que llamaremos neuronas de comportamientos intermedias. Éstas constituyen respectivamente los asentamientos de las memorias de corto y largo plazo de los comportamientos aprendidos.
En este capítulo vimos que los comportamientos aprendidos pueden tener varios tipos de constituciones, algunos proceden de un mero aprendizaje de datos que luego se suman para formar conceptos los cuales a su vez se suman para formar conceptos generales que se encadenen entre sí para formar un comportamiento aprendido. Otros son integrados por conceptos generales formados por la unión de conceptos que integran datos instintivos con datos aprendidos formando así conceptos de orden mixto. Por supuesto los comportamientos aprendidos pueden ser integrados por conceptos generales de orden mixto y de otros aprendidos, es decir que son compuestos únicamente por datos aprendidos. Estos comportamientos pueden ser activados por factores iniciadores en forma unitaria o sucesiva en función de estos últimos.
En el siguiente capítulo vamos a ver que numerosos comportamientos se originan en el reemplazo de unos genéticos por otros aprendidos.
12. Reemplazo de comportamientos genéticos por
comportamientos de orden mixto.
La diferencia fundamental entre los comportamientos aprendidos y los genéticos, es que estos últimos por ser innatos, es decir por depender del alineamiento inmutable de sus pares de nucleótidos, que componen su genoma, no pueden ni ser modificados ni penetrar en la zona del consciente. Lo que implica que no pueden notarse en el ámbito consciente. Mientras que los aprendidos, como lo comprueba la realidad de los hechos, independientemente de su composición, sí ingresan en la zona del consciente. Lo que significa que no sólo pueden destacarse en el ámbito consciente sino que además pueden ser activados en función de éste.
Hay que tener en cuenta que la composición de un comportamiento aprendido no influye sobre su ingreso en la zona del consciente, como lo demuestra el hecho de que un comportamiento de orden mixto, como los de tipo emocional, llega a la zona del consciente y en consecuencia puede notarse en el ámbito consciente.
Los comportamientos aprendidos por su capacidad de entrar en la zona del consciente responden a lo llamado comúnmente voluntad. A pesar de que dicha voluntad pueda expresarse sólo en forma inconsciente o constituir una respuesta a una obligación o necesidad. La experiencia demuestra que las conductas de los recién nacidos no dependen de actos voluntarios de su parte, sino de actitudes involuntarias, es decir genéticas. Al contrario, se puede demostrar que las conductas adultas son voluntarias, aunque muchas veces se pueda llegar a dudar de este hecho.
Es interesante verificar que la procedencia de muchos comportamientos de orden mixtos humanos se origina en base al reemplazo de comportamientos genéticos.
En efecto, ya se ha comprobado científicamente que algunos elementos que sean datos, conceptos o comportamientos genéticos pueden ser remplazados por elementos aprendidos o mixtos equivalentes. Se ha realizado el experimento de sumergir bebés en el agua pocos minutos después de su nacimiento, y se ha constatado que éstos adoptaron inmediatamente un comportamiento natatorio: movieron sus brazos y piernas adecuadamente para poder flotar, mientras cerraban su boca y contraían sus narices, bloqueando así su respiración. Lo que implica que dicho comportamiento es en este caso de orden puramente genético. Pues, también se puede aprender a nadar. De hecho, los movimientos musculares del bebé no corresponden a la práctica del crol o de la braza.
Por el hecho de que un comportamiento genético pueda ser reemplazado por uno aprendido, el autor deduce que existen comportamientos genéticos que pueden ser desechados, y a veces hasta superados por otros de tipo aprendido o de orden mixto de tal forma que hasta lo aprendido o de orden mixto puede remplazar lo totalmente genético.
La realidad de los hechos permite al autor deducir que una zona primitivamente dedicada a lo genético puede achicarse o desaparecer. En verdad, no es que las neuronas que corresponden a dichas zonas son destruidas, lo que se notaría inmediatamente en un estudio neurológico, sino que son utilizadas para otro u otros propósitos. Por ende, cuando una conducta de orden genética no se emplea y se inscribe un aprendizaje en el total o en parte de la zona cerebral involucrada, correspondiente a dicha zona, éste imposibilita una posterior lectura de tipo genético de ésta. Si se sumerge un ser humano en aguas cuya profundidad supera su altura, que haya franqueado desde tiempo el período neonatal es decir cuyo aprendizaje esté ya avanzado y que nunca nado anteriormente, muy probablemente se ahogará.
Este proceso de transformación de una zona cerebral de ser una zona dedicada a lo genético en zona dedicada a lo aprendido se entiende si uno se acuerda del origen de la transformación de los fenómenos de la grabación y de la consiguiente lectura que permitió el aprendizaje.
Al inicio de su aparición, el primer aprendizaje debe haberse producido merced a una ligera modificación del proceso de lectura del alineamiento de los nucleótidos. Seguramente, se tiene que haber producido alguna primera vez el reemplazo de dicha lectura por una grabación. Esta vez, y, en consecuencia en las siguientes veces, pues el proceso se conservo hasta ahora como lo demuestra la realidad de los hechos, las cargas energéticas agregadas tienen necesariamente que haberse inscriptas en las mismas zonas del genoma donde se encontraban las neuronas en las cuales precedentemente se leían el alineamiento de los nucleótidos.
Luego, la lectura de estas grabaciones no debe haber necesitado tampoco una mutación importante para su ocurrencia. Cuando uno se acuerda también que la lectura de los alineamiento consiste en remarcar las diferencias de energía que implica la existencia de las distintas clases de enlaces que forman los átomos de hidrógenos con los de oxígenos o de nitrógenos, el cambio de tipo de lectura de una de alineamiento en otra de enlaces no parece tan notable, pues en la lectura de los alineamientos lo que se lee realmente son los enlaces.
Hecho que induce a creer que las enzimas que permiten las dos clases de lectura son prácticamente idénticas, o iguales pero en este último caso con enzimas o proteínas de apoyo ligeramente distintas. En efecto, como lo vimos anteriormente existen algunas diferencias entre las dos clases de lecturas; como el hecho de que para la de los enlaces se necesita de una emisión de radiaciones electro-magnéticas para que se produzca, mientras que para la otra no. Dicho cambio induce además a la deducción de que la amplitud máxima de las variaciones de la energía agregada supera notablemente la de las variaciones de las energías relacionadas con los enlaces en sí. Se entiende que la preeminencia de la energía grabada durante un aprendizaje tiene que superar la energía en juego en una lectura de alineamiento, sino no se produciría dicha lectura de enlaces por falta del nivel energético necesario para generar la estimulación iniciadora de una lectura de este tipo; ya se sabe que se necesita un mínimo de energía necesario para engendrar la emisión de un campo electro-magnético, como el que provoca la acción de las enzimas lectoras. Veremos más adelante la crucial importancia del nivel energético generado durante un aprendizaje.
La ligera diferencia enzimática engendrada por el cambio de una clase de lectura por otra se comprueba también gracias al hecho de que si los genes adecuados de las neuronas, involucradas primitivamente en los procesos de lectura de tipo genético, son sometidos a los procesos de aprendizaje, entonces no se pueden activar más las enzimas lectoras de la alineación de nucleótidos, por ser inhabilitadas por el proceso de memorización de lo aprendido. Lo que muestra que este cambio es definitivo. El elemento, es decir el dato, concepto o comportamiento, genético entonces se "pierde". Aunque el aprendizaje de un determinado tipo de comportamiento pueda ser de misma índole que el o los comportamientos genéticos sobre los cuales se graba, no es necesariamente igual, pues los comportamientos natatorios no se borran con el aprendizaje de actividades natatorias; una persona pierde su facultad natatoria genética sin por eso haber aprendida a nadar, sino muy probablemente por aprender otros tipos de actividades físicas. En consecuencia resulta evidente que estas zonas de los comportamientos aprendidos no son las mismas que las de los comportamientos genéticos correspondientes.
También, existen algunas zonas cerebrales donde las neuronas no pierden nunca sus facultades reproductoras. En éstas, lo genético guarda vigencia a lo largo de la vida. En efecto sabemos, y la evidencia de los hechos lo comprueba, que la existencia y activaciones de las memorias instintivas no impiden la reproducción de las células involucradas. En consecuencia, al no haber ningún factor que se les oponga, los procesos normales de reproducción celular pueden seguir efectuándose en estas zonas.
En los seres humanos, un comportamiento genético cuando se realiza o aplica se transforma en aprendido por una mera cuestión de reemplazo en función de un aprendizaje.
Resulta fácil entender el mecanismo de esta clase de aprendizaje merced a los conocimientos que adquirimos precedentemente y de la constatación de sus resultados. En efecto, si un individuo nace con un comportamiento genético dado, y lo aplica porque las neuronas involucradas pertenecientes a las zonas implicadas no participaron de ningún tipo de aprendizaje, las señales energéticas emitidas por las neuronas sensitivas de todos los órganos comprometidos directamente o indirectamente por este comportamiento, que pueden ser sensoriales, motores u otros, se graban en las memorias, de corto plazo de las zonas receptoras de los datos aprendidos. Luego de atravesar las neuronas intermedias correspondientes, donde pueden generar alguna lectura si la ocasión se presenta, las señales energéticas resultantes son mandadas a las zonas conceptuales idóneas de lo aprendido. Ahí no sólo se unen a las demás señales que provienen de las neuronas sensitivas que atañen a los demás órganos pero también a las señales energéticas que son las que activan la lectura de tipo genético en las neuronas que forman las zonas de los datos instintivos concernidos donde se encuentran inscritos los datos genéticos que rigen los órganos concernidos por el comportamiento en curso. Consecuentemente, los conceptos así formados por contener los datos instintivos iniciadores de estas lecturas serán llamados conceptos de orden mixto por el autor. Luego, las señales resultantes son mandadas a las neuronas intermedias de dichas zonas conceptuales, que a su vez las envían a las zonas de los comportamientos aprendidos correspondientes. Estos últimos, por integrar datos instintivos, serán llamados comportamientos de orden mixto, donde las series de conceptos generales ahí creados son trasladados al consciente.
Luego, en los estados de sueños siguientes, tal como lo comprobaremos más adelante, las señales contenidas en las memorias de corto plazo de los elementos aprendidos que sean datos, conceptos o comportamientos, se graban en las memorias de largo plazo correspondientes y, de esta manera, suplantan y remplazan lo genético. Pues, la activación de estos nuevos comportamientos provoca automáticamente la activación de los datos instintivos que participaron de su formación. Por esta razón, y sólo por esta razón, se puede, luego de dicho aprendizaje, modificar un comportamiento aprendido que procede de uno de orden estrictamente genético es decir directamente básicamente inmodificable. De aquí que se remplaza el comportamiento absolutamente genético de gateo del bebé por el del avance erguido. En este caso el movimiento de sostén y de empuje por parte de las piernas en el gateo se modifica en el sostén y el empuje del avance bípedo. Aunque el gateo en sí mismo por haberse transformado en comportamiento aprendido merced al proceso de transformación, tal cual lo acabamos de ver, se conserva.
En función de este fenómeno, se puede deducir, y los estudios realizados hasta la fecha lo comprueban, que en el momento del nacimiento de un bebé, prácticamente todas sus neuronas funcionan en forma genética. Luego, merced al aprendizaje de datos, y de la creación de nuevos conceptos y comportamientos, sus neuronas van cambiando sus funciones, o más bien especializándose, en memorias de corto y largo plazo de lo aprendido. Finalmente, por transformarse sistemáticamente en comportamientos aprendidos de orden mixto los comportamientos estrictamente genético acaban por desaparecer completamente en los primeros años de aprendizaje, quedando únicamente los comportamientos aprendidos de orden mixto en su lugar. Como lo confirma la realidad de los hechos. En función de esta particularidad el autor llamará simplemente comportamientos, los comportamientos humanos aprendidos de orden mixto. Salvo en los casos que sean de tipo genético o que se precise conocer si su composición es únicamente de tipo aprendido o de orden mixto, lo que notificará por una cuestión de claridad del texto.
Aunque, se tiene que tomar en cuenta que los datos genéticos que generan una actividad orgánica de orden genética que no atañe al sistema neurovegetativo como el parpadeo "involuntario", o lo emocional, se conservan como tales y no pueden ser suplantados por cualquier tipo de aprendizaje. La razón primordial de esta permanencia reside en el hecho de que por un lado su importancia para la supervivencia del ser es vital y no puede ser sujeta a algún tipo de cambio que sería automáticamente negativo. En efecto, el hecho de cambiar lo que tiene una eficacia máxima implica obligatoriamente una disminución de dicha eficacia, que fue adquirida a lo largo de los milenios que tardo la especie en aparecer y evolucionar. Por otro lado, estos datos genéticos por ser activados y por actuar en forma autónoma, es decir por ser engendrados en forma independiente al resto de la actividad encefálica, no pueden ser modificados directamente por ningún tipo de aprendizaje. Lo que es comprobado por el hecho que sus actividades se generan independientemente del ámbito consciente, aunque sí pueden influir sobre la actividad consciente. Lo comprueba el hecho que un individuo se siente feliz o que la frecuencia de sus latidos cardíacos se acelera, en forma automática en respuesta a un estímulo de origen interna o externa a él, pero que sí estos hechos influyen sobre sus actitudes. En el siguiente capítulo analizaremos la existencia y la actividad de estos datos, en profundidad, por su gran influencia sobre la existencia de los seres humanos y su rol particular en el funcionamiento del encéfalo.
Esta transformación de los comportamientos genéticos en aprendidos permitió también al autor deducir que las enzimas de lectura de lo genético y de grabación de lo aprendido deben de ser casi idénticas y que la diferencia entre las dos funciones es producida por la activación de una o de algunas de estas proteínas y enzimas de apoyo particulares a cada una. Su cambio de función se realiza en forma automática dado la nueva carga energética recibida y almacenada en los hidrógenos de enlace. La constatación de sus resultados lo comprueba.
En el ser humano, el aprendizaje de un comportamiento que remplace uno genético hace que luego, aunque se inscriba alguno del mismo tipo en la zona que corresponde a dicho comportamiento genético, no se pierda la conducta que le correspondía. Además permite su cambio, modificación o inhibición ulterior que sino, en el caso de su conservación y empleo, hubiera sido imposible lograr. En efecto, se puede aprender a nadar de alguna forma y luego de otra.
Obviamente, esta capacidad humana de remplazar los comportamientos genéticos por otros aprendidos, permite a los seres humanos efectuar la creación de un gran número de nuevos comportamientos, debido a un aprendizaje adecuado.
Por supuesto, al igual que los datos y los conceptos y por las mismas razones, todas las distintas clases de comportamientos se ubican en los genes activados adecuados a este fin, y de la misma forma.
Entre las consecuencias más espectaculares del reemplazo de comportamientos genéticos por comportamientos aprendidos, se encuentra el hecho de que genero y propicio la aparición del ser humano moderno, es decir del homo sapiens sapiens, como tal.
En efecto, la aparición del avance en posición erguida en los primeros homínidos se explica muy fácilmente a la luz de los conocimientos que aportan las teorías desarrolladas en esta obra.
Esta posición procede simplemente de una actitud genética, ocasional en los prosimios, que se volvió cada vez más permanente a medida que fueron evolucionando las especies que precedieron los seres humanos. Paso de ser una actitud totalmente genética, como lo es el simple enderezamiento, a transformarse en aprendida como lo es este movimiento particular de avance, el cual implica una forma de activar los músculos en parte en forma instintiva, que corresponde al erguimiento natural de los prosimios, y en parte mixta; pues el avance responde a un movimiento instintivo aunque el erguimiento durante dicho avance implica un cambio en la formar de activarse de una parte de la masa muscular total del individuo en función de un aprendizaje. El enderezamiento durante el avance es aprendido pues implica una posición y unos movimientos musculares, no natural en los primates, de los músculos involucrados, lo cual por ende implica un aprendizaje. En efecto se aprende a caminar. Evidentemente, los procesos naturales de evolución de las especies acabaron para adaptar totalmente el cuerpo de los homínidos a dicha postura.
A titulo informativo el autor indica que dichos procesos fueron propiciados por cuatro factores fundamentales que derivaron de las dos condiciones esenciales de vida de los ancestros de los australopitecos que dieron nacimientos a esta especie, ahora conocidas merced a los estudios arqueológicos modernos.
La primera condición depende de la vegetación del lugar de nacimiento de esta especie. Ya se sabe que los primeros homínidos aparecieron en África en una zona que era semi boscosa es decir una zona de pequeños grupos de árboles separados por claros bastante amplios. El segundo dependió del nicho ecológico que ocuparon. El cual correspondió a la de carroñeros especializados en comer la médula ósea de los cadáveres que se encontraban en estos lugares.
El hecho de alimentarse de carroñas favoreció el debilitamiento de las armas naturales de los predadores y de los omnívoros es decir sobre todo de los dientes fuertes, y en particular de los caninos bien desarrollados de éstos, así que de las de garras potentes tal como las poseen los felinos y algunos omnívoros y herbívoros. Los primeros homínidos no los necesitaban, pues no cazaban y masticaban alimentos de consistencia mayormente blanda y muy probablemente no los usaban en el comportamiento de cortejo. En compensación, favoreció el erguimiento que amplia la zona visual del ser y el desarrollo de su sentido de la vista pues se necesita de una excelente vista para poder detectar de lejos, en medio de la vegetación del lugar, un cadáver y la llegada o la posición de los predadores en la zona, que estas últimas atraían indefectiblemente. También los obligo a desplazarse y permanecer sobre el suelo donde se encuentran mayormente las carroñas, tal como lo tienen que hacer las hienas y otros carroñeros terrestres en nuestra época y por las mismas razones.
La posición erguida apareció en estos homínidos por varias razones pero principalmente porque corresponde a la posición de vigilancia. Actitud que adoptan muy seguidamente los perros de praderas norteamericanos y las mangostas africanas, y a veces los prosimios y los simios, por ser presos de numerosos predadores que los asechan con gran frecuencia. Dicha posición es necesaria pues por estar a menudo en contacto con cadáveres en África, se está también siempre o en la cercanía de predadores o continuamente amenazado por la posible aparición de algunos. Esta posición no favorece en absoluto la carrera pedestre pues a igual peso un mamífero carnívoro o herbívoro cuadrúpedo corren mucho más rápido que cualquier bípedo, no hay que olvidarse que los canguros australianos no corren sino que saltan. Por eso es que los monos de la familia de los cercopitécidos, que viven mayormente en praderas y sabanas, los perros de praderas y las mangostas adoptan la actitud de cuadrúpedos cuando corren.
El segundo factor está relacionado con la vegetación ambiental pues al tener que enfrentarse con predadores esencialmente terrestres los primeros homínidos debieron a menudo refugiarse en los árboles. Hecho por el cual la forma de las manos y de los brazos humanos o simiescos es mucho más adecuada que la de las patas delanteras de los perros de praderas y de las de las mangostas, aunque ocasionalmente éstas últimas también trepan a los árboles. En consecuencia a dicha habilidad y a la necesidad de trepar a los árboles sus muñecas debieron de adoptar una forma que no propicia su uso para correr, como lo demuestra la morfología de las manos y los problemas que ésta genera en los desplazamientos terrestre en forma cuadrúpeda de los gorilas. Por supuesto este factor tampoco es decisivo de por sí mismo, pues las panteras trepan muy bien a los árboles.
El tercer factor es mucho más significativo pues por comer médulas óseas estos homínidos tenían que romper los huesos que los contenían. Para eso necesitaban de manos que debían presentar dos condiciones esenciales. La primera era de poseer una fuerza y una habilidad suficientes como para agarra los huesos y romperlos sobre una piedra de tamaño propicio al hecho, o sino de agarrar piedras y romperlos. Por ende dicha habilidad propiciaba más el desarrollo de la forma de manos simiesca que la forma de patas delanteras de tipo corredoras. La segunda era que esta necesidad de tener piedras adecuadas cercanas implicaba que a menudo debían transportar o el hueso o la piedra. Esta necesidad de transportar implicaba que, cuando lo hacían, no podían usar sus miembros superiores para el desplazamiento y consecuentemente tenían que avanzar en posición erguida.
El cuarto factor proviene de que la frecuente obligación de adoptar la posición erguida merced a los tres primeros factores, provocó que las hembras de estas especies vieron sus caderas transformarse y en consecuencia reducirse su canal de parto. Hecho por el cual sus bebés nacieron cada vez más en forma prematura. En consecuencia dichos bebé no tenían la fuerza de prensión de los bebés de los otros primates, que a penas nacen pueden aferrarse a sus madres con tanta fuerza que pueden aguantar los movimientos de éstas. Para preservar a sus crías, las madres homínidas tuvieron que sostenerlas en sus brazos, muy a menudo. Lo que favoreció también la adopción de la posición erguida. Mientras tanto, en consecuencia, los machos, por los problemas de movilidad de sus hembras que no podían correr con una rapidez similar, estando en los últimos momentos de sus embarazos o con un bebé en brazo, que sin estos sobrepesos, se veían en la obligación de traerles a menudo alimentos. Lo que, en vista del tipo de éstos, se podían transportar casi nada más que con las manos, obligándolos también a caminar en forma erguida. Es decir que las primeras necesidades de quedarse erguido generaron luego en sí mismas la obligación de quedarse erguido, es decir que se fomento una especie de retroalimentación de un hecho que acentuó cada vez más la tendencia en adoptar la posición bípeda.
Sólo, y sólo la conjunción de, estos cuatro factores, propició la aparición de la posición erguida en los homínidos. Pues, los tres primeros de por sí solos en forma separada no son determinantes, pero por la repetición del comportamiento que asegura el erguimiento, éste se volvió uno de los comportamiento principal y determinante de la especie.
Luego, merced a la posición bípeda que libero el uso de las manos y la debilidad física humana con respecto a las fieras, así que los cambios de condiciones de vida, los obligo a desarrollar sus capacidades intelectuales.
En resumen hemos visto que todos los comportamientos estrictamente genéticos humanos son reemplazados en los primeros años de aprendizaje por comportamientos de orden mixto. También vimos que dicho reemplazo favoreció la aparición del ser humano moderno.
Es importante no confundir los actos reflejos con los comportamientos de tipo condicionado. Estos últimos, por ser aprendidos no pueden nunca ser considerados como de origen instintivo. Aunque, en función de su repetición, terminan por formar respuestas automáticas a factores iniciadores dados.
Además, como ya fue comprobado, los actos reflejos, por ser producidos por reacciones genéticas a estímulos particulares, a menudo exteriores al individuo, y engendrarse en la médula espinal, no pueden ser considerados como productos de alguna actividad cerebral. Por ende, no pueden ser tampoco sometidos a un proceso mental, pues actúan en forma directa sobre los órganos, sin pasar por el cerebro. Por eso, también, debemos distinguir el reflejo de los otros tipos de comportamientos genéticos que sí se originan en el cerebro.
Al contrario de los comportamientos genéticos de otra índole que no sean los que rigen el sistema neurovegetativo, cualquiera sea la actividad mental en curso, los reflejos siguen actuando sin alterarse. Por ejemplo, la lesión directa de un nervio, que puede ser producida por un golpe o un pinchazo, provoca una reacción muscular inmediata, involuntaria, imparable y automática.
Los reflejos generan actividades de orden genético que se pueden asimilar a las actividades mecánicas de los protozoos por su automatismo. Aunque su origen sean muy distintas. En efecto mientras que los reflejos humanos necesitan de la lectura de los alineamientos de los nucleótidos para poder hacerse efectivos, los movimientos mecánicos de los animales unicelulares se engendran en los orgánulos mismos que los producen es decir independientemente de cualquier tipo de lectura del genoma.
Por el hecho de que los reflejos no participan de las actividades cerebrales el autor no los tomará en cuenta de aquí en adelante cuando citará lo relacionado con los datos instintivos. A pesar de que sí pertenecen a lo genético, aunque no conciernen lo cerebral. Se dedicará únicamente al estudio de los datos instintivos que dependen para su expresión de la actividad encefálica.
Por depender del alineamiento de los nucleótidos, al igual que los comportamientos de los protozoos, los datos así inscritos son llamados por el autor datos genéticos. En consecuencia a su forma de activación, las zonas cerebrales donde se engendran, son llamadas zonas de los datos instintivos. Evidentemente, los datos genéticos son innatos es decir que no son frutos de un aprendizaje.
Por regir un único órgano, es decir por corresponder a una sola y única actividad dichos datos genéticos, que rigen el sistema neurovegetativo, nunca pueden ser considerados como conceptos o comportamientos, sino simplemente como datos.
También por generar un solo tipo de actividad y además por poder participar de la formación de conceptos, y éstos a su vez de comportamientos, los datos instintivos pueden ser considerados como verdaderos datos. Por eso pueden, y la realidad de los hechos lo demuestra, ser asimilados a datos provenientes de las zonas receptoras y, salvo los que atañen al sistema neurovegetativo, ser igualmente sometidos a los mismos procesamientos que los aprendidos. Es decir, que pueden integrar conceptos compuestos únicamente por datos instintivos o sumarse a otros de orden aprendido, es decir formar conceptos de orden instintivo o mixto. Dichos conceptos pueden a su vez integrar conceptos generales que pueden participar de la formación de comportamientos.
El autor hace recordar, una vez más, que los datos genéticos de cualquier clase que sean, para poder concretarse, dependen de la lectura, por parte de una enzima especializada, de la alineación de los nucleótidos de los genes idóneos que integran el genoma de las neuronas que pertenecen a las zonas donde se hacen efectivos, y no de las cargas energéticas aportadas por una enzima al electrón de los hidrógenos de enlace entre las dos cadenas que lo conforman. En consecuencia, por ser innatos e inmutables, son atemporales; es decir que no implican la existencia de memorias de corto y largo plazo, lo que significa que las neuronas, de cada zona, que los engendran son todas de un mismo tipo y ejercen las mismas funciones en cada una de estas zonas.
La intensidad de la energía que constituye estas señales es uniforme, por resultar de una lectura de tipo genética, es decir que depende únicamente de las características de las neuronas. Aunque, en el caso de los datos, que no participan del sistema neurovegetativo, que provocan estas lecturas, éstos pueden integrar conceptos constituidos por señales provenientes de otras zonas cerebrales de energía variable.
Acabamos de ver que los datos genéticos para poder concretarse dependen de la lectura de los alineamientos de los nucleótidos que conforman los genes activados, que corresponden a la zona cerebral implicada. Evidentemente para poder efectuarse dicha lectura el dato genético inscrito tiene que ser activado por el dato instintivo adecuado que le sirve de factor iniciador.
Los datos instintivos por ser compuestos por señales energéticas, al igual que todos los otros elementos que sean datos, conceptos o comportamientos de cualquier orden generados o transmitidos por las diferentes clases de neuronas sensitivas y cerebrales humanas, no sólo pueden sumarse en forma conceptual sino también a otros de procedencia aprendida. En consecuencia, al unirse de esta manera, pueden formar conceptos de orden mixto, los cuales al integrar a su vez conceptos generales constituyen comportamientos de orden mixto. Lo que permite al hombre realizar numerosas clases de actividades, a menudo comunes, como el caminar por ejemplo. Es notable constatar que muchos de los comportamientos humanos son de orden mixto, sobre todo los que tienen un gran predominio de actividades musculares, como caminar, nadar, andar en bicicleta, etcétera, y los que integran actividades relacionadas con lo emocional como el cuidar a la progenie.
Los datos genéticos poseen, además, la particularidad de que su lectura puede efectuarse sin interrupción aparente, independientemente de las dimensiones del tramo del genoma donde se encuentran inscritos. Hasta, en el caso de los datos que rigen el sistema neurovegetativo, para la mayoría de éstos, sin interrupciones notables a lo largo de la existencia del individuo. En el caso de los datos genéticos que conciernen lo emocional y de los que gobiernan los órganos que no corresponden a dicho sistema pero sí pertenecen a lo genético, la duración de su lectura depende del tiempo de su activación por los datos instintivos que les sirven de factores iniciadores.
La falta de interrupción aparente de dicha lectura a lo largo de su duración proviene en realidad del hecho de que la activación por parte de un dato instintivo no se produce en base a una sola neurona sino en un conjunto de ellas. En cada neurona, al acabarse la lectura del tramo que integra las señales que lo componen, si el factor iniciador de dicha lectura sigue activándola se reactiva inmediatamente la enzima que reempieza la lectura desde su principio. Como dicha lectura se efectúa en una zona muy particular y por ser provocada por factores iniciadores que son conceptos que también son integrados por datos aprendidos es decir que conciernen muchas neuronas a la vez, por una cuestión de mera probabilidad, activan un gran número de neuronas de las zonas de los datos instintivos. Lo que implica que dicha lectura por realizarse en base a la lectura de cada genoma de las diferentes neuronas, activados por señales energéticas recibidas en forma irregulares por ser frutos de un aprendizaje, basado en la recepción de las señales irregulares que componen los datos aprendidos, son entonces también irregulares en sus lecturas. Lo que a su vez provoca, en el ámbito consciente, al adicionarse el conjunto, una impresión de continuidad. Es decir que, al adicionarse las variaciones, el conjunto puede dar a veces una impresión de fluctuación incesante, pero no presentar interrupciones notables a lo largo de su activación, tal como lo confirma la realidad de los hechos.
Igualmente, por depender de una lectura en base a conceptos mixtos que además de contener los datos instintivos idóneos, para provocar dicha lectura de los datos genéticos adecuados, están también integrados por datos aprendidos. En consecuencia, la intensidad de las señales que los componen, por ser compuestos por datos aprendidos, es indefectiblemente variable, y por ende no provoca una lectura continua y de un nivel energético uniforme en todas las neuronas a la vez de la zona de lo instintivo concernida correspondiente a la activación en curso. Sino que la provoca sólo en las en los cuales los tramos idóneos son activadas por una señal energética adecuada, lo que en vista de las fluctuación del nivel energético de las señales que componen los datos aprendidos es extremadamente variable. Lo que significa que la intensidad total del dato genético leído puede fluctuar marcadamente.
Para seguir conociendo más explícitamente los datos de orden instintivos se tiene que considerar que existen tres tipos de zonas de datos instintivos; las de los que se relacionan con lo neurovegetativo, las que atañen a lo emocional y las que conciernen lo instintivo orgánico no relacionado con el sistema neurovegetativo. Los tipos de datos generados en estas dos últimas zonas por integrar conceptos de orden mixto son procesados en la zona del consciente luego de su formación. Mientras que, los datos que conciernen el sistema neurovegetativo, se relacionan directamente y únicamente con los órganos que rigen, como el corazón, los riñones, los intestinos, etc.
En el tipo de zonas que rigen lo neurovegetativo los datos son leídos de una manera automática, en su mayoría son regulados en respuesta a señales que provienen de neuronas sensitivas especiales que están relacionadas con los órganos implicados, como por ejemplo las que controlan la respiración pulmonar, que actúan como estímulos iniciadores.
También, con respecto a las zonas cerebrales que conciernen el sistema neurovegetativo, éstas generan datos que son necesariamente inscriptos directamente en el genoma, por ser innatos, lo que significa que pertenecen a la categoría de los datos genéticos. Como lo vimos anteriormente, es importante saber que nunca pueden dejar de concretarse es decir de ser leídos. La interrupción de dicha lectura causaría graves consecuencias sobre el organismo, fáciles de detectar en el ámbito consciente; como por ejemplo el cese del funcionamiento del corazón, de los riñones o del hígado. Por ende, al no constatar dichas interrupciones es lógico darse cuenta que las neuronas que integran dichas zonas mandan continuamente señales energéticas que rigen y controlan este tipo de actividades orgánicas.
En algunas zonas cerebrales que generan datos genéticos, las neuronas que las constituyen pueden cumplir un papel parecido al de las células glandulares y, en respuesta a los estímulos adecuados recibidos, pueden producir hormonas que penetran en el torrente sanguíneo, como la serotonina. Este fenómeno no presenta nada extraño pues muchas células de otras clases producen también enzimas o proteínas a la recepción de estímulos idóneos. Dichos estímulos pueden ser de orden químicos o electro-químicos. En el caso bien preciso de las neuronas cerebrales, dichos estímulos pueden ser simplemente señales energéticas determinadas que activan la enzima lectora, la cual genera las señales que activan la producción de las proteínas o enzimas que corresponden a su función particular, de la misma manera que los estímulos energéticos, como los eléctricos, impulsan la actividad de los filamentos, la producción de proteínas o de enzimas en los protozoos. Las disfunciones de este tipo de neuronas pueden provocar graves consecuencias neurológicas o corporales, y engendrar o participar de diversas clases de enfermedades mentales o corporales, como el exceso de producción de dopaminérgicos con respecto a la esquizofrenia, así que anomalías funcionales del encéfalo.
Por ser inscritos en el genoma los datos genéticos de tipo emocional y orgánico son inmutables y su lectura, cuando se produce, es invariable. Lo que significa que, para cada una de esta clase de datos, existe una zona particular y delimitada donde únicamente el o los genes que lo contienen están activados. En efecto, por tener la capacidad de integrar en forma unitaria cualquier tipo de concepto, tienen que ser también unitarios. Además, como su lectura es automática, luego de la recepción del factor iniciador, y que existen datos que tienen efectos antagónicos, por ejemplo los que generan la sensación en el ámbito consciente de pena o de felicidad o que conciernen músculos de funciones opuestas, que pueden a veces ser leídos en forma simultánea, como la felicidad y el interés, eso implica que dicha lectura tiene que efectuarse en neuronas distintas. Pues no se pueden leer en forma automática a veces dos o más tramos de un mismo genoma, simultáneamente, como lo vimos anteriormente.
Del hecho de que pueden aparecer algunas anomalías emocionales en algunos individuos con respecto a un tipo de emoción particular, que por otra parte pueden reaccionar normalmente con respecto a otro tipo de emoción, se deduce igualmente que existen zonas de datos instintivos diferentes para cada tipo de dato de índole emocional. Al igual que en el caso de los datos instintivos orgánicos. Por eso, se encuentran personas que no sienten, o sienten muy pocas, emociones al matar otra personas pero que aman a los perros.
El número de las zonas instintivas que no atañen a lo neurovegetativo representa la suma de los datos que rigen la expresión de cada emoción y de los que rigen los distintos órganos corporales que dependen de ellos.
Entre las emociones se encuentran la felicidad, la pena, el interés, la sensación de territorio o propiedad, etc. Por tener una duración variable la estimulación de los datos genéticos, que no rigen el sistema neurovegetativo, depende entonces de factores iniciadores que los activan durante un lapso variable. Lo cual es de fácil comprensión, pues son activados por un concepto o por una serie de conceptos de cantidad variable en función de los comportamientos vigentes.
Esta activación se produce siempre en función de una situación o de una conducta, lo cual implica obligatoriamente la intervención de conceptos o comportamientos; pues, no se mueve un solo músculo sino un conjunto de éstos, se siente pena o alegría por una situación, que puede ser generada por una persona, un objeto o un pensamiento, etc. La activación de dichos datos genéticos por parte de conceptos o comportamientos, implica que éstos últimos se comportan como datos. Por supuesto lo hacen en función de las componentes que los integran; que son las que actúan realmente como factores iniciadores. Ya sabemos que en el caso de los datos genéticos no importa la composición de los conceptos o comportamientos estimuladores iniciadores, sino únicamente si poseen, o no la componente iniciadora adecuada, es decir el dato instintivo idóneo.
Por el hecho de poder ser activados por conceptos y comportamientos, engendrados por situaciones o conductas resulta entonces evidente que las zonas de los datos instintivos, que no conciernen el sistema neurovegetativo, los reciben de las zonas de los comportamientos. Lo que implica que son los conceptos, que pueden formar comportamientos, que provienen de dichas zonas y únicamente ellos los que los activan. El autor considera este hecho como una de las pautas fundamentales del funcionamiento cerebral.
De aquí surge otra de las diferencias fundamentales que distinguen los datos instintivos de los aprendidos. En efecto, las zonas receptoras nunca reciben directamente señales provenientes de las zonas de los comportamientos, pues las señales emitidas por estas zonas receptoras van desde éstas hasta las zonas conceptuales y de ahí hasta las zonas de los comportamientos, pero nunca efectúan el recorrido inverso ni existen conexiones directas entre las zonas receptoras y las de los comportamientos. Pues, si se produjera eso se perjudicaría desastrosamente la recepción de los datos que llegan desde las neuronas sensitivas. En efecto el individuo nunca podría distinguir entre los datos provenientes de sus sentidos y los activados por sus conductas. El autor analizará más adelante el fenómeno de la remembranza de los datos aprendidos en forma particular.
Dichas zonas de datos instintivos no pueden recibir series de comportamientos activadores directamente de la zona del consciente por la sencilla razón de que, en este caso, eso implicaría un control directo de esta zona sobre los datos, lo que no es el caso como lo comprueba la realidad de los hechos. No se ríe de un chiste sino que se ríe de entenderlo. Lo que indica un procesamiento que no ocurriría en el caso que la zona del consciente esté directamente relacionada con las zonas de los datos instintivos.
Como particularidad notable de las zonas de los datos instintivos es importante destacar que las señales energéticas engendradas en función de la activación de los datos genéticos, provocada por la acción de los datos instintivos, nunca son enviadas a las zonas conceptuales ni a las zonas de los comportamientos sino únicamente a los órganos que rigen. Lo que implican que los datos genéticos no participan jamás de la formación de conceptos sino los datos instintivos que los activan. Hecho por el cual los datos genéticos nunca penetran en la zona del consciente aunque sí los datos instintivos, por integrar conceptos y comportamientos de orden mixto.
Cada uno de los tipos de datos genéticos, merced, como lo vimos anteriormente, al hecho de que sólo el gen correspondiente donde se encuentra inscripto esté activado en las neuronas de las zonas que le corresponden, puede entonces ser leído únicamente ante la aparición del dato instintivo que le atañe.
También para poder actuar, a veces en forma conjunta, existen necesariamente zonas conceptuales, dedicadas únicamente a conceptualizar datos instintivos, es decir donde se forman los conceptos de orden instintivo, aunque también como ya sabemos existen otras donde se suman en forma conceptual datos instintivos con otros aprendidos. Si bien los datos genéticos son absolutamente innatos, los conceptos y comportamientos que integran los datos instintivos por ser aprendidos son variables en sus expresiones. La realidad del hecho lo comprueba en forma inequívoca. Cada individuo se comporta emocionalmente en forma personal y particular delante de los acontecimientos que provocan dichas reacciones. Por haber sidos creados en función de un aprendizaje los conceptos y comportamientos integrados por datos instintivos son entonces aprendidos, aunque cuando son formados únicamente por datos instintivos el autor los llama entonces de orden instintivo, en lugar de conceptos o comportamientos instintivos. Al ser aprendidos los conceptos y comportamientos de orden instintivo se asemejan a las zonas de conceptos y comportamientos aprendidos es decir que sus memorias se dividen en memorias de corto y largo plazo. Por eso el caminar requiere de la activación en base a datos genéticos de los músculos implicados en el hecho, pero el hecho en sí necesita de un aprendizaje.
Hemos visto que todos los comportamientos genéticos son reemplazados en los primeros años de aprendizajes por comportamientos de orden mixto. Eso significa con respecto a la zona donde se forman estos comportamientos, que aunque, como ya sabemos, los conceptos generales que los conforman integren datos instintivos, contienen igualmente y necesariamente datos aprendidos, pues cada actitud considerada comúnmente como de orden "instintiva" depende de un contexto, lo que implica que dicha zona en realidad es dedicada a lo mixto y a lo aprendido con una predominancia mixta, por situarse en el centro de confluencia de las terminaciones de los apéndices neuronales provenientes de las zonas conceptuales de lo aprendido y de los conceptos de orden mixto y por corresponder a las descripciones de sus características, realizadas en base a los experimentos modernos, dicha zona se sitúa seguramente en el sistema límbico cerebral. El autor llama esta zona particular la zona de los comportamientos emocionales.
Aunque todos los comportamientos genéticos humanos, son reemplazados por comportamientos de orden mixtos en los primeros años de vida de los individuos, no pasa lo mismo con los datos instintivos que rigen las actividades orgánicas y en particular las motoras. Es notable considerar que además de los datos motores los datos orgánicos conciernen también algunas glándulas, como las lagrimales. La realidad de los hechos muestra que si bien una persona puede mover sus miembros a voluntad en realidad no puede hacer lo mismo con cada uno de sus músculos. En efecto, el hecho de mover voluntariamente una parte de su cuerpo indica que ésta depende de comportamientos aprendidos. Pero el hecho de no poder mover cada músculo en forma individual y voluntaria indica que no existe un verdadero control de éstos, lo que implica que dependen únicamente de los datos instintivos que los rigen. Cualquier individuo puede lograr mover un músculo en particular a voluntad pero únicamente merced a la activación de todo un conjunto de músculos. Por el hecho de que los comportamientos aprendidos son mandados sistemáticamente a la zona del consciente, como lo vamos a verificar más adelante, su aprendizaje implica su control. Lo que significa que pueden activarse a voluntad, y en consecuencia que se pueden generar los conceptos que los componen también a voluntad, pero en forma de un todo, es decir que no se pueden descomponer dichos conceptos en sus distintas componentes. De aquí que aunque se puedan crear conceptos nuevos y en función de esto activar los datos que los componen, no se puede descomponerlos. En consecuencia si bien se pueden activar los conceptos aprendidos que rigen los datos genéticos motores no se pueden activar estos últimos separadamente, justamente por ser de tipo genético y no responder de por sí a la zona del consciente.
En el tipo de zonas que no atañen directamente al sistema neurovegetativo, los datos genéticos pueden ser leídos en las neuronas que pertenecen a las zonas correspondientes a sus roles particulares, merced a su activación por parte de un concepto o un comportamiento idóneo, como lo acabamos de ver. Estos dos elementos pueden ser activados a su vez en función de los datos aprendidos integrantes de conceptos o comportamientos de otra índole, que también los integran, que se vuelven así iniciadores. Tal como lo vamos a analizar más detalladamente más adelante. En efecto, una persona puede reaccionar instintivamente delante de la visión de algo.
Los datos instintivos que no rigen el sistema neurovegetativo, al igual que los conceptos de mismo índole, actúan en forma de ideas no verbales, es decir sin "pensarlas". Lo que significa que se traducen en el ámbito consciente por sentimientos, emociones o acciones sin relacionarse con el pensamiento expresado en función de símbolos de origen fónicos es decir de palabras expresadas en forma oral o no. Aunque si, puedan ser descritas mediante expresiones de este tipo. Se siente temor a pesar de que dicho temor sea sólo una emoción que no necesita de alguna expresión verbal para existir, independientemente de que se pueda expresar o describir oralmente. También se puede realizar una actividad motora sin necesitar acompañarla con pensamientos de tipo verbales.
Esta particularidad proviene del hecho de que son las señales energéticas que componen los conceptos activadores de los datos genéticos las que penetran en la zona del consciente y no las señales energéticas generadas por la lectura de dichos datos, que como ya sabemos nunca penetran directamente en la zona del consciente. La activación por parte de los datos instintivos de las señales inscritas por un lado en las zonas de los datos emocionales impulsa la producción de las hormonas que generan las sensaciones y actividades corporales relacionadas en el ámbito consciente con las emociones y por otro en las distintas zonas de los datos motores las señales energéticas que accionan los diferente órganos que controlan.
Evidentemente los estímulos captados por las neuronas sensitivas y los datos que éstas generan a continuación y en consecuencia directa o indirecta a los efectos producidos por la estimulación de los datos genéticos a nivel corporal, pueden ser perfectamente captados en el ámbito consciente, luego de su recepción en las zonas receptoras y sus siguientes distintos procesamientos. Por ejemplo, aunque los movimientos de las vísceras que participan del sistema digestivo sean inconscientes, las sensaciones que genera la absorción de alimentos y el placer que puede provocar su digestión pueden llegar al ámbito consciente.
Con respecto a los datos instintivos orgánicos debemos considerar como primordiales los que conciernen la comunicación, por su influencia sobre la conducta humana. Mientras que la audio-verbal y la audio-visual son prácticamente totalmente aprendidas, en lo que concierne la olfativa es en parte de origen totalmente genética como lo demuestra la producción y captación de las feromonas. Merced a esta particularidad, se efectúa en forma inconsciente y sus consecuencias se traducen por la activación de comportamientos cuya partes instintivas corresponden a la emoción llamada atracción.
Las zonas de los datos instintivos motores y de los conceptos de orden estrictamente instintivos motores se encuentran ubicadas en el cerebelo. Mientras que las zonas de conceptos mixtos relacionados con lo motor se encuentran ubicadas en el neo cortex. Según las investigaciones científicas realizadas en vista de situarlas.
Las neuronas que forman las zonas de datos instintivos tienen activados únicamente los genes que corresponden a sus funciones. Por esta razón, reaccionan sólo a las señales que las conciernen. Esta selectividad, que depende fundamentalmente de la ubicación de las neuronas, resulta absolutamente necesaria, como lo comprobamos en los capítulos anteriores; pues si no existiera, si no fueran recibidos en forma selectiva, ocurriría evidentemente un verdadero caos energético a nivel orgánico. Se trastornaría definitivamente la actividad del sujeto.
En efecto, si no existiera dicha especialización en las neuronas motoras, las señales pertenecientes a un mismo comportamiento al ser transmitidas a una zona correspondiente a un órgano con la cual estén conectadas que no sea específicamente el único involucrado, recibiría entonces el conjunto de las señales incluidas en los conceptos generales transmitidos, lo que provocaría no sólo un verdadero caos energético en el ámbito neuronal pero sobre todo una total disfunción a nivel muscular.
Pues, al recibir las señales provenientes de una zona de los comportamientos, destinadas a activar el comportamiento específico correspondiente al caminar, las señales dedicadas a activar los músculos de los brazos podría ser transmitidas también a los músculos de las piernas, los cuales conjuntamente podrían ser activados por otra serie de señales pertenecientes en forma conceptual al mismo concepto general que las primeras, éstos podrían también llegar a las piernas del individuo pero con otros efectos a nivel muscular, lo que provocaría entonces movimientos desordenados de dichos miembros. Por lo tanto, aunque las señales que constituyen las respuestas sean de tipo conceptuales, activan únicamente en cada neurona motor las respuestas musculares que corresponden a los genes activados en ésta cuyo alineamiento de nucleótidos corresponde al concepto idóneo que integra el concepto general recibido, el cual funciona por esta razón como concepto iniciador. Dichas neuronas motoras funcionan entonces como filtros para "aceptar" sólo la parte del todo que las concierne, "descartando" así el resto de las señales que integran los mismos conceptos a los cuales pertenecen. Como muy raramente las actividades de orden muscular conciernen un solo órgano a la vez, cuando no atañan al sistema neurovegetativo, son entonces regidas por conceptos y comportamientos.
En conclusión, aunque el ser humano posee un gran control sobre sus órganos motores ellos son siempre controlados por datos genéticos inscritos en neuronas que se encuentran en zonas de datos instintivos. Lo que permite sus movimientos en base a lo mixto es que los datos instintivos se encuentran integrando conceptos y comportamientos de orden mixto merced a aprendizajes adecuados.
También, los datos genéticos que rigen el sistema neurovegetativo son activados en forma autónoma e independientemente del ámbito consciente. Mientras que los otros, que rigen lo orgánico o emocional, son activados por datos instintivos que pueden unirse en forma conceptual para formar conceptos de orden instintivo o mixto e ingresar en la zona del consciente. Los datos genéticos son activados únicamente por conceptos o series de éstos provenientes de las zonas de los comportamientos.
Philippe L.E. Panchout
Hecho el depósito que marca la ley 11.723
ISBN 98743-5929-3