Así, como señala Emil Calles Paz[3]la propuesta esencial de este tipo de socialismo se circunscribió a la idea de convencer a los ricos, para que no explotasen a los obreros. Tal idea podía considerarse irrealizable y sin sustentación científica; no obstante, las obras que legaron y las críticas que enunciaron constituyen la base de muchas doctrinas posteriores. Particularmente, consideramos importante su aporte en la dimensión moral y ética del socialismo.
Socialismo científico: Es el nombre con que se buscó distinguir al marxismo de Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1821-1895) del resto de las corrientes socialistas existentes a mediados del siglo XIX, y que por no incluir sus premisas teóricas son calificados de forma opuesta como socialismo utópico. Estas corrientes, aún no compartiendo ideología, sí resultaban de la respuesta a un mismo contexto económico y social: la Revolución industrial, el triunfo de la burguesía, la condición del proletariado y el surgimiento del movimiento obrero, fenómenos que aparecen originalmente en la Inglaterra de fines del siglo XVIII y se difunden por Europa durante el siglo XIX.
Las premisas teóricas del socialismo científico conciben éste como el análisis científico de la sociedad, que a través del materialismo histórico extrae las leyes de su evolución, con una perspectiva determinista. Aunque el mismo concepto de socialismo no sea original del marxismo (como movimiento político se le encuentra precedente fundamentalmente en los ciclos revolucionarios franceses desde 1789 hasta la Revolución de 1848), sí es completamente original su aplicación del método dialéctico (originada en la filosofía idealista alemana de Hegel) a la ciencia económica clásica (sobre todo inglesa: Adam Smith y David Ricardo). Mediante la conjunción de estas tres tradiciones europeas se llega al concepto de plusvalía y la interpretación marxista de la lucha de clases, con la conclusión de que por la necesidad histórica se ha de terminar imponiendo una dictadura del proletariado que llevaría en el futuro a una sociedad sin clases o una sociedad comunista[4]
El marxismo ejerció una poderosa influencia en los movimientos y partidos políticos de la clase obrera europea de finales del siglo XIX al dotarles de una razonable explicación a sus condiciones materiales de vida, así como también al facilitarles las pautas para una efectiva organización política y de clase. De igual manera, esta doctrina jugó un papel fundamental en la construcción del campo socialista y los diferentes movimientos anticoloniales y de liberación nacional del siglo XX.
Socialismo libertario: Es un grupo de filosofías políticas antiautoritarias que siendo parte del socialismo apuntan a crear una sociedad sin jerarquías políticas, económicas o sociales –una sociedad en la que las instituciones violentas o coercitivas se disuelvan, y en su lugar todas las personas tengan libre e igual acceso a las herramientas de información y producción, o a una sociedad que tales instituciones coercitivas y jerárquicas se redujesen drásticamente en cuanto a su alcance.
Si bien muchas variedades de socialismo hacen hincapié en el papel del Estado o del partido político en la promoción del Estado y de ingeniería social, los socialistas libertarios depositan sus fuerzas en los sindicatos, los consejos de trabajadores, los municipios, las asambleas ciudadanas, organizaciones de base, y otros medios de acción no burocratizados y descentralizados (la autogestión, la democracia directa, la autonomía de los movimientos sociales, la descentralización o distribución de poder, etc.).
La mayoría de los socialistas libertarios buscan acabar o reducir el Estado, viéndolo como un baluarte del orden de clase capitalista. En ocasiones se equipara socialismo libertario a anarco-socialismo, sin embargo no todos los socialistas libertarios son necesariamente anarquistas. El socialismo libertario es una corriente con un trasfondo de respeto y valoración al sujeto o individuo, y que considera a la libertad como el camino y el objetivo del socialismo, busca que las personas decidan sobre sus vidas directamente[5]
Socialismo democrático: Es una ideología de crítica social que se usa por parte de varios movimientos, tendencias y organizaciones para clarificar teóricamente que su posición y propósito son tanto el socialismo como la democracia. A pesar de que el término se utiliza a menudo como sinónimo de "socialdemocracia" es en realidad más amplio, abarcando diferentes corrientes.
En la práctica política se ha encontrado difícil llegar a un acuerdo acerca del significado del término. Las diferencias principales se dan entre las versiones "reformistas" o "revisionistas", que ven el socialismo como resultado de reformas dentro del sistema democrático liberal o parlamentario, y aquellas percepciones "libertarias" y "utópicas" que ven la construcción del socialismo como el resultado de la acción política de la sociedad (la participación ciudadana; poder popular o "socialismo desde abajo")[6].
En la versión "libertaria" los socialistas democráticos eran el amplio agrupamiento de la izquierda republicana (jacobinismo radical, socialismo primitivo) que se formó desde la Revolución de 1792 hasta el primer año de la Revolución de 1848 en Francia. En general, sus peticiones de democracia estuvieron vinculadas a visiones más complejas de la sociedad justa, organizada en torno a un ideal de pequeñas propiedades independientes y autogobierno local". Por otro lado, entre las posiciones "reformistas" más conocidas se encuentran las de Eduard Bernstein (1850-1932). Bernstein, utilizando a su favor algunos enunciados de Engels (particularmente aquellos referidos a "las leyes objetivas del desarrollo de la sociedad"), postula una especie de evolución dentro del capitalismo[7]
Socialismo cristiano: Este socialismo es un intento de construir el socialismo desde el cristianismo. Existen diversas versiones e interpretaciones de estas tendencias, dependiendo de la versión de cristianismo profesada y la afiliación o no a alguna iglesia cristiana. La corriente del socialismo cristiano se manifestó ya desde el siglo XIX en la Comunión Anglicana, promoviendo la identificación de cristianismo-socialismo.
Algunos aseguran que el socialismo cristiano proviene desde la época de Jesús, indicando que Jesús predicaba y practicaba la igualdad entre personas. Más adelante, aseguran, la iglesia que formaron sus seguidores se burocratizó y corrompió el mensaje de Jesús. Las personas que siguen esta interpretación pretender revivir los principios de la iglesia primitiva y las enseñanzas de Jesús como una forma de alcanzar el ideal socialista y en algunos casos, como en el escritor ruso León Tolstoi, el anarquista.
Otra interpretación es la seguida por la Juventud Obrera Cristiana, basada en el ejemplo y enseñanzas de Joseph Cardijn, originalmente dentro del catolicismo romano pero extendida a otras iglesias cristianas. También a partir de los trabajos de Cardijn, surge en América Latina la Teología de la Liberación en un intento por formular una teoría teológica a la lucha social[8]
Socialismo de mercado: El socialismo de mercado es un sistema económico en el que los medios de producción son controlados por los trabajadores en cada empresa y la producción no está planificada centralmente por el Estado. La idea central es que el mercado no es mecanismo exclusivo del capitalismo y que es plenamente compatible con la propiedad por los trabajadores de los medios de producción (principio fundamental del socialismo). Los defensores del socialismo de mercado señalan que éste combina las ventajas del liberalismo con las del socialismo.
Dentro de la economía de mercado, se pretende dar al Estado una capacidad de intervención que permita potenciar la propiedad social de los medios de producción a partir de determinados niveles de volumen de empleo, generando incentivos para el autoempleo y la creación de cooperativas que inunden el mercado de empresas, que elaboren diferentes productos que permitan aumentar la capacidad de elección de los individuos y alcanzar el pleno empleo.
Así, la única intervención estatal en la economía sería la encaminada a corregir las fallas de mercado (bienes públicos, bienes preferentes, efectos de las externalidades, fallas en los procesos de producción y fallas derivadas de las características del mercado), especialmente en el mercado de trabajo, importante por sus consecuencias sociales. El término también ha sido empleado para aludir a los intentos de la economía soviética para introducir elementos de mercado en su sistema económico. Más concretamente, sería el primer intento durante los años 20 de aplicar la Nueva Economía Política (NEP) en la URSS, pronto abandonada. Posteriormente, elementos del socialismo de mercado fueron introducidos en Hungría, en las ex Checoslovaquilla y Yugoslavia (este último denominado socialismo autogestionario) en los años 70 y 80. China, Vietnam y Laos en la actualidad también se describen a sí mismos como sistemas de socialismo de mercado[9]
Socialismo posmoderno: El término posmodernismo o posmodernidad designa generalmente un amplio número de movimientos artísticos, culturales, literarios y filosóficos que aparecieron durante la segunda mitad del siglo XX, definidos en diverso grado y manera por su oposición o superación del modernismo. Aunque se aplica a corrientes muy diversas, todas ellas comparten la idea de que el proyecto modernista fracasó en su intento de renovación radical de las formas tradicionales del arte y la cultura, el pensamiento y la vida social[10]
La posmodernidad se representa a través de un discurso muy particular, asentado en un sentimiento estético y moral que aboga por la muerte de las categorías fundamentales de la racionalidad moderna: historia, sujeto, futuro, progreso, transformaciones, y otras del mismo tenor. Los pensadores más destacados de las corrientes posmodernas son Gilles Deleuze, Jean Baudrillard, Jean Francois Loytard, Jacques Lacan, Michel Foucault, Gianni Vattimo, Jacques Derrida, Gilles Lipovetsky, Slavoj Zizek, Alain Badiou, entre otros.
En relación con el socialismo, Rigoberto Lanz[11]sugiere que, luego del derrumbe de la Modernidad y de la implosión de la Unión Soviética y sus satélites, ahora se plantea el desafío intelectual de pensar nuevamente el socialismo pero esta vez en "clave posmoderna". De acuerdo con Lanz, la figura de un socialismo posmoderno sería el punto de llegada natural de una elaboración teórico-política que se fundamentaría precisamente en todo un repertorio de líneas teóricas que ya se han hecho características del discurso posmoderno, como aquellas referidas a: "una crítica a la racionalidad tecno-científica, una perspectiva anti-histórica, una visión relativista, un cuestionamiento del "progreso", una óptica comunitaria, una ecología política, la irrupción del género, un nuevo multiculturalismo, el descentramiento del "Sujeto", una mundialización solidaria, y una reapropiación de la vida cotidiana de la gente".
Evidentemente las propuestas que asumen el socialismo como bandera son diversas, así como las definiciones que se ofrecen de este término son variadas y polémicas. Algunas de ellas se sustentan en criterios de orden temporal (el socialismo como un período de transición); otras se identifican con las tesis reformistas que proponen una síntesis entre el capitalismo y el socialismo (el socialismo como una economía mixta); otras parten desde un enfoque sistémico (el socialismo como un sistema o modo de producción diferenciado), mientras que otras lo hacen desde una visión socio-cultural (el socialismo como un modo de vida).
Entonces, ¿Qué es realmente el socialismo: una etapa de transición; una economía mixta, o un nuevo modo de producción?
El socialismo como revolución proletaria es la solución de las contradicciones: el proletariado toma el poder político, y, por medio de él, convierte en propiedad pública los medios sociales de producción, que se le escapan de las manos a la burguesía. Con este acto, redime los medios de producción de la condición de capital que hasta allí tenían y da a su carácter social plena libertad para imponerse.
Y el socialismo científico como expresión teórica del movimiento proletario, es el llamado a investigar las condiciones históricas y, con ello, la naturaleza misma de este acto, infundiendo de este modo a la clase llamada a hacer esta revolución, a la clase hoy oprimida, la conciencia de las condiciones y de la naturaleza de su propia acción.
Friedrich Engels (1821-1895). Del socialismo utópico al socialismo científico, últimos párrafos.
Históricamente, las primeras propuestas de socialismo surgieron a comienzos del siglo XIX como una alternativa distinta a la explotación capitalista. Plasmada en un proyecto para abolir esa injusticia social su propuesta esencial es: "para que el pueblo alcance el bienestar debe poseer lo que produce y los instrumentos de esa producción". Pero tarde o temprano todos los proyectos socialistas, más allá de los sueños y propósitos de sus protagonistas, han tenido que enfrentarse con la realidad económica y social de sus experiencias, determinando en algún momento las grandes decisiones sobre el curso de la revolución, o simplemente delimitando las políticas del gobierno frente a concretos problemas de su desarrollo. Así sucedió, por ejemplo, con el viraje del "comunismo de guerra" a la "nueva política económica" (NEP) soviética en 1921, el cambio de un sistema de planificación centralizada al "socialismo de mercado" en China en 1978 y Viet Nam en 1986, o el "socialismo planificado con apertura parcial al mercado interno" en Cuba en 1989. En cada uno de estos casos, en razón a las necesidades de su desarrollo, los gobiernos se vieron obligados a combinar medidas propias tanto del capitalismo como del socialismo.
Como era de esperar, todas estas medidas siempre produjeron encendidas críticas de parte de los sectores políticos más diversos, que van desde una izquierda ortodoxa hasta la derecha conservadora, cuestionando en cada caso el carácter socialista de estos procesos. Esta situación ha reavivado hoy la discusión en torno a la naturaleza del socialismo, planteándose la interrogante de si el socialismo es una etapa de transición; una economía mixta, o un nuevo modo de producción. Esta discusión está muy lejos de tener un carácter puramente académico, por el contrario, como ya destacó el profesor y filósofo venezolano Núñez Tenorio[12]de ella dependen importantes consecuencias teóricas: existencia de una formación social socialista o una forma de transición del capitalismo al comunismo, existencia de leyes económicas objetivas o simples descripciones y normas modeladas intencionalmente (subjetivas), existencia misma de una economía política o de una política económica. Y en el orden práctico: también de ella depende como se evalúe la lucha de clases y sus formas, así como el diseño de las políticas públicas y las líneas partidistas.
1. En primer lugar, debe destacarse que tanto los esquemas de transformación socialista que concibieron los clásicos marxistas como las lecciones derivadas de los intentos de tal transformación indican la necesidad de un período de transición entre una sociedad y otra. De manera explícita, Marx plantea en la "Crítica del Programa de Gotha"[13] que el socialismo sería un período de transición y transformación entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista, cuyo Estado no sería otro que la dictadura revolucionaria del proletariado. Por su parte, Lenin explicaba que este período sería una fase transitoria en el que se persigue la reconstrucción económica del país para lograr el máximo desarrollo posible de las fuerzas productivas y de la conciencia socialista, pero que al mismo tiempo es un período que no puede dejar de reunir los rasgos o las propiedades de ambas formaciones de la economía social, razón por la cual las clases sociales y la lucha entre ellas no desaparecen en el curso de esa dictadura del proletariado, lo único que hacen es adoptar otras formas[14]
En un principio, en este tema de la transición parece no existir grandes diferencias teóricas, sin embargo, posteriormente surgieron diferencias notables en cuanto a las apreciaciones sobre las condiciones de la transición, dependiendo si se trata de un país central y de economía avanzada, o si se trata de un país subdesarrollado y periférico. Estas apreciaciones han originando, a su vez, serios debates en relación con la velocidad y profundidad de las transformaciones que se requieren, o las proporciones en las medidas capitalistas o socialistas a implementar, acerca de las clases sociales y sus relaciones, o sobre el tamaño y el papel del Estado, el mercado y la democracia.
Por ejemplo, aún perdura la vieja discusión de los clásicos del marxismo sobre si en este período de transición el Estado asumirá las características de una dictadura de una clase en particular, denominada "dictadura del proletariado", con toda la economía centralizada por una planificación totalizadora y dirigida por el estado y un partido único, tal como sucedió en el fallido "socialismo real" que predominó en el siglo XX; o si esta etapa se caracterizará más bien por un Estado democrático y participativo de todo el pueblo, donde la armonización entre una planificación flexible (centralizada y descentralizada), un mercado regulado y la autogestión popular permitan, como propone Wim Dierckxsens[15]la conciliación entre el interés particular y local, por un lado, con el bien común, por el otro, coadyuvando todos ellos en el desarrollo sostenido de las fuerzas de producción y el bienestar general de la población, según se propone en el llamado socialismo del siglo XXI.
Otro aspecto central del debate es el referido a las formas de propiedad que predominarán en esta etapa: Mientras que algunas posturas radicales se inclinan por una rápida transición hacia un estatismo y colectivización plena de la economía y los factores de producción, como la que marcaron las experiencias de los primeros años del socialismo, otros en cambio son partidarios de un modelo de socialismo más democrático, concebido como un fase preparatoria, donde temporalmente se da la existencia de diversas formas de propiedad y de gestión económica (pública, privada, comunitaria, mixta, asociativa, etc.), de tal manera que el desarrollo de las fuerzas productivas reciba el impulso de múltiples factores promoviéndose con ello el incremento de los coeficientes relativos de la producción y el consumo, y no que una socialización precipitada se constituya más bien en un freno, un atraso, o peor aún en la destrucción de la economía, produciéndose entonces lo que Marx llamó la "socialización de la indigencia"[16].
También el período de transición sería el tiempo necesario para lograr el cambio de la racionalidad económica capitalista por una racionalidad alternativa: De acuerdo con algunos autores[17]sería una racionalidad económica que se regiría de modo progresivo por las necesidades concretas de los seres vivos en comunidad, y no por la necesidad privada de realizar perpetuamente más valor o plusvalía. Por tanto, sería un régimen que pueda juzgar o valorar su gestión y el logro de metas no en función de la preeminencia del capital, sino fundamentalmente en función del trabajo y el bienestar social, donde importantes instrumentos de evaluación administrativa, como la eficiencia y la eficacia, parcialmente basados en criterios puramente instrumentales y formales, también pasen a regirse por criterios ajustados a los contenidos, tales como los tipos y calidad de los fines.
De igual manera, en este período de transición el nuevo bloque histórico en el poder procuraría la indispensable transformación del Estado, en tanto que éste sea necesario, de ser un instrumento de dominación de la burguesía en otro tipo de mecanismo verdaderamente eficiente y democrático, mediante el cual se pueda aunar los esfuerzos de los poderes institucionales con la participación de los poderes populares constituyentes, a los fines de impulsar conjuntamente el desarrollo socialista del país. Como señala Daniel Bensaid[18]no se trata de decretar abstractamente la extinción del Estado, sino de ponerlo concretamente bajo el control autogestionado en vistas a generalizarse, iniciando una transformación social y cultural a través de la cual la colectividad asociada pueda re-apropiarse concretamente del ejercicio de las funciones administrativas y políticas.
Sería entonces el tiempo necesario para que el pueblo logre formar la conciencia socialista que le permita comprender que sólo la comunión de intereses y acciones de todos los hombres y mujeres, trabajadores y trabajadoras del mundo, pueden realmente salvarlos de la barbarie de la explotación capitalista. Sería el tiempo para organizarse e incrementar la capacidad para auto-gobernarse en forma democrática, participativa y protagónica en las comunidades. Y aunque parezca contradictorio, también sería el tiempo para que el pueblo y sus organizaciones, ahora protagonistas de su propia liberación, logren el aprendizaje de los métodos e instrumentos de administración y gestión modernos, esas "armas (no tan) melladas" que le han permitido al capitalismo desarrollarse y sobrevivir durante tres siglos, de tal manera que, como lo indican los clásicos del socialismo, el pueblo vaya dominando con precaución y en forma gradual esos métodos y esas armas de la burguesía, para utilizarlos con éxito contra el mismo capitalismo y sientan, a su vez, los cimientos de una economía socialista.
En este mismo sentido, Claudio Katz[19]sugiere que la función de esta etapa sería crear las premisas económicas (productividad, eficiencia, integración sectorial) y sociales (disponibilidad de bienes de consumo, alivio laboral, mejora educativa) indispensables para el inicio de un rumbo socialista. Según este mismo autor, una transición exitosa debería sortear múltiples restricciones: crecer sin afectar el consumo, invertir en la industria sin descapitalizar el agro, introducir patrones mundiales de productividad sin abrir las fronteras a la invasión de mercancías y capitales, fortalecer a la clase trabajadora sin agredir a otros sectores populares. Así, para Katz, combinar la acumulación socialista con el crecimiento balanceado, a través de una política sustentable de industrialización y bienestar, debería ser el propósito de esta etapa.
De esta manera un conjunto de autores apuntan a la necesidad que tendría toda sociedad de transitar determinadas etapas o fases preparatorias para que ella pueda evolucionar hacia estadios superiores de libertad y bienestar humanos. Ciertamente, las experiencias históricas de todas las revoluciones sociales así lo demuestran. Así, al fijar etapas y fases en un rumbo claramente orientado hacia el socialismo se trata de establecer metodológicamente las características particulares de cada coyuntura en el desarrollo de este proceso. Como diría Núñez Tenorio, esta periodización pretende una presentación resumida y coherente, lógica e histórica de períodos históricos concretos[20]Cada nueva etapa –indicaba Trosky- nos impone el análisis concreto de las tendencias y de las relaciones reales, en su conexión y en su constante interdependencia[21]
En el caso contrario, de no contemplarse etapas en la marcha al socialismo, se corre el peligro de adoptar una visión oportunista o pragmática como aquellas que en nombre de un supuesto realismo político no contempla objetivos ni metas concretas en el rumbo señalado. O bien el de evadir determinadas postas o hitos en el camino hacia el socialismo en nombre de una malentendida "revolución permanente", presentada muchas veces como un concepto vago y puramente ideológico, carente de contenido político realista. Evidentemente, todas estas experiencias históricas de indefinición o desestimación de ciertas coyunturas, así como las experiencias de haber abortado o demorado etapas produjeron en algunos casos costosos resultados al acometer a destiempo cambios, rectificaciones o desviaciones en la marcha hacia el socialismo[22]
2. Pero las características del período de transición arriba mencionadas también han ocasionado la polémica sobre si el socialismo sería o no una economía mixta, o sea, "un híbrido" de varias formaciones de la economía social, básicamente de las economías capitalista y socialista. Los primeros proponentes conocidos de esta tesis fueron las corrientes revisionistas socialdemócratas y los llamados "socialistas de cátedra", que propugnaban un "socialismo evolucionista" en la Europa de finales del siglo XIX" (Por ejemplo: Bernstein, 1890; Brentano, 1890, entre otros)[23].
Posteriormente, a mediados del siglo XX, en lo que se pudiera considerar una continuación de las propuestas anteriores, surgieron las tesis socialdemócratas de "una tercera vía", que ha sido a menudo descrita como una síntesis del capitalismo y el socialismo por alguno de sus proponentes. Actualmente los partidarios de este modelo se inspiran en las teorías de Anthony Giddens (1998) y consideran que ésta es una reforma que necesita la socialdemocracia para poder seguir defendiendo los elementos básicos del Estado de bienestar en la era de la globalización, adoptando un modelo económico de corte "socioliberal", por lo que también se hace llamar "socialismo democrático o liberal".
Hoy día, sin embargo, se afirma que las posiciones "terceristas" en Europa y América Latina están más influidas por visiones neoliberales, a lo más, con un ligero disfraz de socialismo o interés reformador produciéndose así un movimiento hacia políticas de desregulación, descentralización y reducción de impuestos, buscando disminuir lo que se veía como sobredependencia del estado. En Europa esa posición está representada por algunos gobernantes como el que fuera primer ministro británico Tony Blair (quien se refirió a su proyecto como "The Third Way"), el antiguo canciller alemán Gerhard Schröder, o el ex primer ministro holandés Wim Kok. Como sus representantes en Latinoamérica se señalan a los expresidentes Ricardo Lagos, Fernando Henrique Cardoso y otros, tales como la actual presidenta chilena Michelle Bachelet20.
La otra noción más reciente está relacionada con las experiencias de "socialismo de mercado" desarrolladas por China y Viet Nam. En el primero de los casos, esta idea de transformar el sistema de planificación centralizada en una economía socialista de mercado fue propiciada por Deng Xiaoping en el marco del tercer Pleno del XI Comité Central del Partido Comunista de China (1978). La idea básica de esta transformación se apoya en dos elementos fundamentales: 1) la necesidad de realizar una modernización en cadena, las así llamada "cuatro modernizaciones", en los campos de la agricultura, industria, defensa y ciencia y tecnología, así como la política de puertas abiertas al exterior, y 2) que las fuerzas del mercado y la inserción en la globalización, junto a la privatización y la inversión extranjera directa dirigidas por el Partido Comunista pueden transformarse en componentes para la construcción del socialismo[24]
En China estas políticas de reformas han resultado en importantes modificaciones tanto en las formas de producción como en las relaciones de propiedad. Por ejemplo, de acuerdo a González Arencibia, el sector de Empresas Estatales disminuyó su aporte al producto industrial bruto de un 78% en 1972 a un 48% en 1992, mientras que el sector industrial no estatal está compuesto, aproximadamente, en un tercio por empresas privadas, que es el segmento que crece más rápidamente y el resto –dos tercios- por cooperativas, entre las cuales la gran mayoría son las denominadas Empresas de Pueblos y Aldeas, que son, en esencia, cooperativas de propiedad de los municipios.
El resultado de este proceso de modernización y transformación ha sido que la estructura económica china ha evolucionado rápidamente, consolidándose una economía de mercado con una fuerte inserción en diversas áreas de la globalización. Sin embargo esta inserción no ha sido fácil. China ha reclamado por largo tiempo que es tratada injustamente en las disputas de comercio con Europa, Estados Unidos y otras grandes economías alarmadas por el veloz surgimiento como gigante manufacturero. Así, por ejemplo, el ingreso de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC) se produjo recién el 11 de noviembre de 2001, ¡tras 15 años de negociaciones![25]
De igual modo ha sucedido con la solicitud de China para recibir el codiciado Estatus de Economía de Mercado (MES) por parte de la Unión Europea. Pekín ha estado buscando el MES de la UE desde el 2004 para reducir riesgos de aranceles punitivos para sus exportaciones y como un reconocimiento a sus reformas económicas. No obstante, en ese mismo año la UE rechazó la petición para que este país fuera considerado como "una economía de mercado" en vez de "economía en transición".
Para que la UE cambie de status, antes China debía cumplir con una serie de requisitos de política de mercado que son de un claro corte neoliberal[26]y que China está aparentemente dispuesta a cumplir. Sin embargo, a pesar de que en el informe de la Comisión Europea del año 2008 ya se describía la economía china como "un sistema crecientemente moderno y basado en el mercado, que además tiene ahora casi toda la legislación que es necesaria para el otorgamiento del Estatus de Economía de Mercado" (Según reporta William Schombreg, Reuters, 17 de septiembre de 2008), para el mes de febrero del 2009 (fecha en la que se escribe este ensayo) China todavía aguardaba por el otorgamiento de dicho Estatus.
Parece evidente entonces que si China no se ha abrazado al capitalismo, al menos al declararse como una economía socialista de mercado insertada en la globalización (tal como ya hemos visto ha solicitado le sea reconocida por parte de todos los organismos internacionales que rigen la materia) podría decirse que prácticamente se está asumiendo como una economía mixta. Pero, comenta Gonzáles Arencibia, en el caso de China, país que para muchos analistas se ha insertado con éxito en la globalización, las perspectivas de su evaluación varían según los observadores, en el que existe también el punto de vista del fracaso del socialismo de mercado. Con un enfoque optimista existe la idea de que China por la vía del socialismo de mercado ha logrado grandes éxitos económicos y sociales y que habrá que contar con ella como el socialismo del siglo XXI, fundamentando que estos avances no son resultado de la aplicación del globalismo neoliberal.
Este criterio -el del "éxito" asegurado por algunos autores, sigue explicando González-, sin embargo, reconoce en China múltiples efectos negativos que se parecen a los que ocasiona y promueve la política neoliberal alejándose de la práctica socialista entre ellos: la existencia de desequilibrios territoriales entre regiones, estancamiento en la reducción de la pobreza, distribución desigual del ingreso, ineficiente gestión de las empresas estatales, deterioro del medio ambiente, liberalización del mercado de bienes de consumo, desmantelamiento de las comunas y creación de unidades pequeñas, amplios márgenes de reducción de la participación estatal en la producción industrial, así como un acelerado proceso de privatización sobre todo en empresas pequeñas[27]
Por otro lado, para quienes hacen una crítica del llamado socialismo de mercado y en general de cualquier forma de economía mixta, su fracaso se explicaría en la incompatibilidad entre las lógicas de los dos sistemas, el capitalista y el socialista. Por ejemplo, István Mészárov[28]argumenta que:
Las incompatibilidades parciales -para no referirnos a las generales- entre los dos sistemas, surgen de la incompatibilidad radical de sus modos de dimensionar el valor. Para las paradójicas e inalcanzables determinaciones internas del sistema capitalista, tenemos que sus productos mercantilizados no son valores de uso para sus propietarios y valores de uso para sus no propietarios. En consecuencia, todos deben cambiar de manos y entonces, las mercancías deben ser realizadas como valores antes de que puedan realizarse como valores de uso.
El modo temerario del capital en su trato de la economía no como un disposición racional sino como la más irresponsable legitimación del derroche sin límites es lo que pervierte totalmente este proceso histórico, al sustituir la rica diversidad de las necesidades humanas por le alienación del capital que se mueve por la única necesidad de ampliar su reproducción a todo costo, amenazando incluso con poner fin a la propia historia humana.
La razón del por qué las determinaciones y relaciones de valor del orden alternativo no podrán ser transferidas al marco metabólico social del capital con el propósito de mejorarlo radica en que aún las relaciones parciales más pequeñas del sistema alternativo están profundamente embebidas en las determinaciones generales de valor de un marco omnicomprensivo de las necesidades humanas cuyo axioma elemental inviolable, de acuerdo a su más íntima naturaleza es la exclusión radical del despilfarro y de la destrucción.
Tampoco para Claudio Katz[29]el socialismo puede ser "una economía mixta" porque:
Existe un antagonismo entre el capital y el trabajo que obstruye estructuralmente las mejoras que habitualmente surgen de un choque social, pues el capitalismo conduce a subordinar las metas de la justicia social a las exigencias del beneficio.
Bajo el capitalismo la intervención estatal no persigue objetivos socialistas, sino que apuntala la acumulación privada. Lejos de promover un horizonte socialista de autogobierno de los trabajadores este tipo de economía mixta refuerza el poder de las clases dominantes.
El capitalismo siempre amenaza los logros inmediatos y atropellará mañana lo que concede hoy. El sistema de dominación vigente tiende a reproducir las inequidades y a potenciar la explotación, expandiendo el desempleo y la exclusión.
Construir el capitalismo para favorecer la emergencia del socialismo es un proyecto insensato. Nadie puede demostrar que apuntalando la explotación y la competencia se desarrollarán la igualdad y la solidaridad.
3. Por otra parte, ciertos autores y tendencias presentan el socialismo como un modo de producción específico con características y leyes particulares, o sea, con sus propios títulos históricos, equivalente al capitalista analizado por Marx. En un principio, este cambio de concepción comenzó a manifestarse en varios escritos oficiales de la ex URSS entre los años de 1937 y 1950, cuando se consideró que la misma ya había culminado la construcción del socialismo y se encontraba en vías de la realización del comunismo. Estas tesis asumirían formas más concretas con el XX y el XXII Congreso del PCUS, en la época de Kruschev, cuando se oficializó la teoría de "las tres fases de la sociedad comunista": transición del capitalismo al socialismo, el socialismo, y el comunismo integral.
Pero, tal como observara en su oportunidad Núñez Tenorio, la argumentación de la teoría de "las tres fases" es confusa el menos en tres aspectos: 1) Por una parte, en la tercera edición del Manual de Economía Política, de la Academia de Ciencias de la URSS, año 1966, dice que el período de transición comienza con la instauración del poder proletario y termina cuando se da cima a la tarea de la revolución socialista, que es la construcción del socialismo, primera fase de la sociedad comunista (Pág. 334), 2) Luego, se establece que una vez culminada la fase previa de transición, el socialismo y el comunismo constituirían dos etapas de maduración de la nueva formación económico-social comunista, poseyendo estas dos fases las mismas bases económicas, fundamentalmente un mismo régimen de propiedad social y el desarrollo planificado de la economía nacional (Pág. 653); 3) Sin embargo, también en otra parte del mismo texto se define el socialismo como un modo de producción específico con nuevas leyes y categorías económicas propias (Pág. 446), con lo cual desaparece la definición de la dictadura del proletariado en tanto etapa de transición del capitalismo al comunismo, y en su lugar aparece el socialismo con sus propios títulos históricos y no como mera transición[30]Así, en el Manual ya citado se puede leer que:
El período de transición del capitalismo al socialismo termina con la liquidación del régimen multiforme de economía y con la consolidación del modo socialista de producción tanto en la ciudad como en el campo, es decir, con la edificación en toda la economía nacional de un sistema socialista de relaciones de producción y la creación de la base técnico-material altamente desarrollada del socialismo, base que descansa sobre el dominio de la gran industria maquinizada contemporánea (Pág. 409).
Actualmente, este cambio de concepción está representado por algunos escritos recientes en torno al llamado socialismo del siglo XXI, en los cuales se hace alusión a sólo dos etapas de la evolución histórico-social poscapitalista: el período de transición del capitalismo al socialismo y el socialismo propiamente dicho, con lo cual desaparece la etapa del comunismo. Y aún otros más, no sabemos por cuales motivos, si por alguna razón científica o bien por simples prejuicios, sólo hablan de un vago postcapitalismo en notoria sustitución tanto del socialismo como del comunismo. No obstante, advertía Núñez Tenorio[31]esta concepción del socialismo como un modo de producción específico significa una ruptura teórica con el análisis del conjunto propio del marxismo-leninismo. Esa ruptura fue la que motivó a este autor a desarrollar en su tesis toda una crítica teórico-metodológica de esta concepción. A continuación veamos brevemente algunas de sus conclusiones:
Primero, el socialismo no es sino una etapa donde se combinan elementos de muchos modos y formas de producción y no es una estructura estable de relaciones de producción (como lo es el capitalismo y el comunismo). Existe una formación social socialista –en forma de producción compleja que combina modos y formas de producción variados- pero no hay lugar para la existencia de un modo de producción socialista. Se da un salto en el vacío, afirma Núñez Tenorio, pasándose del primer al segundo nivel de análisis desarrollado por Marx: presentando una formación social histórico-concreta como un modo de producción histórico-abstracto.
Segundo, esto significa que las leyes económicas objetivas de esta formación social es una articulación combinada al menos del modo de producción capitalista y del modo de producción comunista por construirse. A nivel de la existencia a medias del MPC en el socialismo no habría mayor discusión: está el ejemplo de la vigencia limitada de la ley del valor por la existencia de la moneda y el mercado. De manera que la realidad histórica "socialista" no es el salto abstracto (en el vacío) presentado como histórico. Las "supervivencias" capitalistas repercuten y presionan no sólo a nivel de las relaciones de producción sino en plan político e ideológico.
Tercero, no basta en consecuencia trastocar las relaciones de producción burguesas en socialistas, a través de la colectivización o la propiedad estatal. Ellas no constituyen una apropiación social real ni constituyen una transformación del conjunto de las relaciones de producción. Se requiere –como dicen los chinos- que la política proletaria esté en el puesto de mando para que las relaciones mercantiles y monetarias no domine el beneficio y en los planes impuestos desde arriba y el exterior no gobierne la producción. Pero, para que la política proletaria está en el puesto de mando, se requiere que la ideología revolucionaria proletaria sea apropiada por las masas, de abajo a arriba, en el conjunto del país, combatiendo la ideología burguesa en su práctica real, especialmente en la lucha por la producción.
4. Y todavía existe otra concepción, una que también define el socialismo como un modo de vida. Este concepto de "modo de vida" (the way of life), que ya era ampliamente utilizado por la cultura estadounidense, hizo su aparición por primera vez en la ex Unión Soviética a partir del XXV Congreso del PCUS del año 1976, y difundido posteriormente en una serie de artículos de la revista Kommunist. En uno de sus editoriales titulado "La Declaración del Socialismo Desarrollado" (K. 1976, 7) esta revista proclamaba que los tres resultados esenciales del desarrollo socio-político en la URSS desde Octubre de 1917 eran: "la nueva sociedad", "el modo de vida socialista soviético", y "el hombre nuevo". Por cierto, no deja de ser curiosa esta declaración de socialismo cuando apenas algunos años antes el XXII Congreso ya había proclamado la realización del comunismo en la URSS.
Como quiera que sea, en sus orígenes, la noción del "modo de vida" no es un concepto filosófico, sino que pertenece a las categorías más generales de la sociología. Según refieren Mario Sanoja e Iraida Vargas[32]citando a autores como Glezerman (1989) y Filipec (1985), "la categoría modo de vida podría ser definida como el sistema de rasgos esenciales que caracteriza la actividad de los pueblos, clases sociales e individuos en una formación económico social". Un modo de vida –explican estos autores- está determinado, en primer lugar, por la relación material (factores objetivos) que existe entre la sociedad y la naturaleza, por el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, por el carácter de las relaciones sociales de producción, por el régimen económico imperante que constituye la base de todo el sistema de dichas relaciones: así como la gente produce y reproduce su existencia, así es su modo de vivir.
Adicionalmente, el modo de vida también se expresaría en las diferentes dimensiones de la cultura de un pueblo (factores subjetivos), en su vida cotidiana, en su vida política, en su conducta, en sus valores éticos. Este concepto, dicen los autores referidos, nos permite definir y resumir el sistema de rasgos sobre los que se fundamenta un modo de vida: el nivel de instrucción y desarrollo cultural, el trabajo, el bienestar material y el acceso al consumo de los bienes esenciales para alcanzar una vida digna, el nivel de salud entendida ésta como el grado de bienestar general colectivo, el nivel de participación solidaria, social y política para la construcción de la sociedad socialista.
En el caso de la formación social capitalista –continúan explicando los autores referidos- que está signada por la desigualdad social, las diferentes clases sociales expresan géneros, estilos de vida o submodos de vida diferentes, sin embargo y por encima de esas diferencias, aquí predominan valores no solidarios o egoístas, con preeminencia del individualismo y la competencia como principios del desarrollo social y económico. Por el contrario, de acuerdo con A. Bodnar y otros autores (1975), los criterios para determinar los rasgos fundamentales de una sociedad socialista desarrollada serían: 1) bienestar material y madurez cultural; 2) una autoconciencia popular altamente desarrollada capaz de autocrítica; 3) dirección de la sociedad sobre la base de los principios de la justicia social y la eliminación gradual de las diferencias y barreras sociales; 4) respeto a la dignidad y la calidad de vida humanas; 5) autorregulación social y una alta efectividad de los órganos del poder y la correspondencia de su actividad a las necesidades sociales; 6) organización racional de la sociedad sin menoscabo para la calidad de la vida, y 7) defensa de todos los valores progresistas, revolucionarios y culturales.
5. Resumen y conclusiones: Hemos revisado en esta sección lo que la literatura política nos presenta como definiciones y variantes del socialismo. Asimismo, hemos intentado explorar brevemente los análisis y críticas que se hacen de sus diferentes vías y propuestas. En este recorrido por la literatura notamos que no existe en la literatura socialista un punto de vista uniforme, destacándose más bien la diversidad y complejidad tanto en los enfoques y criterios existentes como en la aplicación práctica de los mismos, un hecho que reflejaría la naturaleza siempre inacabada o evolutiva del pensamiento socialista. Desde luego que esta situación no nos debe extrañar, pues esto es lo que cabría esperar al tratarse de procesos sociales que están determinados por un tiempo histórico cambiante, así como por circunstancias y realidades nacionales distintas[33]
Incluso ya en el mismo terreno de las definiciones observamos algunas disparidades. Mientras algunas fuentes definen el socialismo como un sistema de organización social y económico basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción, otras ven socialismo como un estado de desarrollo deseado de una sociedad igualitaria, donde la comunidad asume de manera directa el control político y económico en función de lograr el bienestar colectivo. Pero también hay concepciones que señalan que el socialismo no debe verse como un sistema o modelo definitivo y estructurado, sino más bien como un proceso social, que de una manera gradual y diferenciada, pero continua e ininterrumpidamente, busca el establecimiento de esa sociedad ideal de justicia, igualdad y libertad.
Asimismo, se observan algunos dilemas en cuanto a determinar teóricamente el tiempo que se requiere para pasar de una sociedad a otra: Mientras algunas corrientes, muy minoritarias por cierto, proponen una transición rápida del capitalismo al socialismo y a una economía totalmente centralizada, otras corrientes plantean la necesidad de un período de transición más o menos prolongado, caracterizado por la existencia de formas de producción complejas, donde se combinan modos y formas de producción variadas tales como las precapitalistas, capitalistas, y socialistas. El propósito de este período de transición sería el de reconstruir y reordenar la sociedad y su economía para poder avanzar hacia estadios superiores de producción y de vida donde dominen plenamente las relaciones social-socialistas. A este estadio superior algunos autores lo denominan socialismo desarrollado, otros lo llaman comunismo, y aun otros postcapitalismo.
De acuerdo a Gonzáles Arencibia, en la práctica la historia de la transformación socialista conoce tres nociones que han sido básicas en el desarrollo socialista bajo una visión marxista: 1) Socialismo Centralmente Planificado por el Estado (incluye todos los países del antiguo campo socialista), 2) Socialismo de Mercado (China 1978 y Viet Nam 1986, 3) Socialismo Planificado con Apertura Parcial al Mercado Interno (Cuba 1989). Según observa este autor, el denominador común de estas transformaciones ha sido su identificación con la lógica socialista, pero con cambios sustanciales de un tipo a otro. Igualmente, las prácticas del socialismo mencionadas dejan ver la posibilidad de cuanto ha cambiado, que se ha abandonado de esta concepción, y que idea podría conducir a una transformación socialista de manera inédita y sostenible[34]
De modo que las visiones y las prácticas para una transformación socialista son variadas, pero esta diversidad de criterios y experiencias no debe llevarnos a una visión ecléctica, ni pragmática, ni mucho menos oportunista del socialismo. Por supuesto que tampoco se trata de un pensamiento dogmático ni de un modelo universal e inalterable; Cualesquiera sean las soluciones que impongan las circunstancias históricas y nacionales, esas variantes deberán estar guiadas por los principios científicos y éticos que siempre le dieron razón y contenido al socialismo. De acuerdo a los pensadores clásicos, los principios y las características más resaltantes de un socialismo pleno son:
Ruptura radical con la sociedad capitalista;
Eliminación de la propiedad privada sobre los medios de producción;
Establecimiento de la propiedad colectiva sobre esos medios;
Desaparición de las clases explotadoras y reino de las relaciones de colaboración y ayuda mutua;
Planificación de la actividad productiva;
Igualdad en la distribución de la riqueza social;
Aseguramiento del bienestar colectivo;
Desarrollo pleno y libre de la personalidad humana.
Según algunos teóricos[35]de todas esas características antes señaladas las que revisten mayor trascendencia transformativas serían las tres primeras, ya que sin éstas no podrían darse las siguientes. Sin embargo, es importante destacar que el socialismo está muy lejos de tener un sentido puramente económico, sólo preocupado por el desarrollo de las fuerzas productivas y la multiplicación de la riqueza material, sino que igualmente está dirigido hacia un fin socio-ético, ya que también se preocupa por el contenido de las relaciones sociales y el pleno desarrollo del género humano y su libertad. Tal es pues la esencia del socialismo.
Así entonces, siguiendo el pensamiento (o sustancia-guía) de Engels con el que encabezamos esta sección, creemos que el socialismo debe ser entendido en su doble naturaleza de teoría y proyecto, esto es, como un pensamiento crítico al igual que un proyecto alternativo al capitalismo, que comprende las dimensiones fundamentales de la acción humana (económico-social, ideo-político, ético-moral y cultural) y se basa en formas colectivas de producción, apropiación y distribución como condiciones esenciales de un modo solidario de vida. De esta manera se asegura el carácter integral del socialismo. En efecto, si alguna versión se define como socialista pero carece de un proyecto concreto y revolucionario seguramente su accionar terminará en pura crítica y la charlatanería; igualmente que si formula proyectos sin el debido sustento teórico muy probablemente acabará en actitudes pragmáticas o en el oportunismo.
Luego, ¿Qué significa el socialismo del siglo XXI: una nueva síntesis; una vía diferente, o simplemente es más de lo mismo?
Tenemos que reivindicar el socialismo como una tesis, un proyecto, un camino, pero un nuevo tipo de socialismo, un socialismo humanista que pone a los seres humanos y no a las máquinas o al Estado antes que todo.
Hugo Chávez Frías, Presidente de la República Bolivariana de Venezuela.
Según algunas fuentes[36]este concepto o modelo de socialismo fue ideado por Heinz Dieterich Steffan, a partir de 1996, y muy difundido desde el 30 de enero del 2005 por el Presidente de Venezuela Hugo Chávez en el V Foro Social Mundial. En esa ocasión, el Presidente no fue muy explícito pero claramente manifestó que este socialismo sería distinto a los desarrollados en el siglo XX, así como desechaba la tercera vía como modelo de desarrollo. Luego, a mediados del año 2006, en un evento en Viena, asentó que no es un socialismo predeterminado, sino que se trata de "transformar el modo de producción hacia un nuevo socialismo al que hay que construir todos los días". Chávez también ha afirmado, en 2007, que el Socialismo del Siglo XXI acepta en cierta medida la propiedad privada, a diferencia de la postura marxista-leninista, y debe nutrirse de las corrientes más auténticas del cristianismo, dentro de una democracia participativa y protagónica, que debe conjugar igualdad con libertad. Estas ideas han llevado a la gente a preguntarse: ¿Qué significa el socialismo del siglo XXI: Será acaso una nueva síntesis de ideas y proyectos; será tal vez una vía diferente a las fórmulas ya establecidas en el pasado, o simplemente será una variante más dentro del modelo de acumulación nacional-capitalista?
1. A partir de las fechas señaladas, se ha desencadenado una abundante literatura difundida por diferentes medios: libros, monografías, artículos, entrevistas, etc., en los que se formulan diversas y a veces contradictorias ideas y propuestas en torno al socialismo del siglo XXI. Tampoco las críticas se han hecho esperar, algunos críticos de la izquierda marxistas lo consideran un socialismo falaz y la derecha estima que se basa en ideas caducas y perimidas. De tal manera que hoy podemos observar en esos medios todo un bazar de opiniones donde se exhiben desde los viejos "caletres" de cierta izquierda dogmática, pasando por algunas "novedosas" propuestas del reformismo desarrollista, como también por las corrientes anti-reformas defensoras del "purismo" marxista, hasta las infaltables críticas y "refutaciones" por parte de la derecha y renegados de la izquierda.
En primer lugar, y como era de esperar, en estos análisis se aprecia un desmarque generalizado con respecto a la experiencia fracasada del socialismo "real" de la ex Unión Soviética, así como de la "democracias populares" del Este de Europa. En segundo lugar, se estudian los temas relacionados con las nuevas condiciones de la globalización y el mercado capitalista y sus influencias sobre las economías socialistas. Tercero, se revisan nuevamente las teorías marxistas del valor-trabajo y sus críticas; sobre el origen y el papel de sus categorías fundamentales: el valor de cambio, la plusvalía, la explotación, la alienación; y también sobre la vigencia de las "leyes naturales" de la producción capitalista. Cuarto, en el terreno político-jurídico se continúa debatiendo acerca de las características y el papel del Estado, así como sus relaciones con la sociedad; sobre los tipos de democracia y el régimen de gobierno. Pero el tema principal de estos análisis obviamente está centrado en Venezuela, el presidente Chávez y su propuesta de un socialismo para el siglo XXI.
Así, por ejemplo, para el sociólogo y filósofo de origen alemán Heinz Dieterich[37]"Hugo Chávez se ha puesto a la cabeza de la Revolución Mundial al definir como una necesidad teórico-práctica mundial la invención del socialismo del siglo XXI, es decir un socialismo "ambientado al nuevo siglo". Según Dieterich, "lo que el Comandante Chávez y los marginados de la humanidad buscan y necesitan, no es una nueva crítica (negación) a la mala realidad creada por el capital, sino la alternativa viable de una nueva civilización más humana, es decir, una alternativa antisistémica y anticapitalista". En tal sentido, este autor propone entonces su Nuevo Proyecto Histórico de la Democracia Participativa. En el prologo de su más reciente libro se describen brevemente los puntos principales del proyecto: Democracia Participativa propone Dieterich como la nueva Institución para sustituir la caduca Democracia Representativa; una Economía de Equivalencias, para echar a un lado y desterrar para siempre las prácticas capitalistas de la Crematística Nacional de Mercado; y, un Estado no Clasista que rompería con el tradicional Estado de Clases que conocemos; para que una vez consolidada cada institución nos acerquemos al ser humano racional, ético y estético que debemos ser. Pero antes, es necesario empujar el Desarrollismo Democrático Regional que, según explica el autor, sería la etapa de transición al Socialismo del siglo XXI, a través de la integración militar, económica y cultural del Bloque Regional de Poder Latinoamericano.
El núcleo de esta Patria Grande, dice Dieterich, solo puede ser el Mercosur que es el único espacio económico regional no controlado directamente por Washington, con incipientes estructuras de un proto-Estado regional. Este bloque regional, por supuesto, es un ente capitalista, tal como fue la Patria Grande planteada por el Libertador Simón Bolívar. Frente a las críticas y la indisposición por parte de algunos ciudadanos a luchar por un proyecto capitalista, el autor plantea las siguientes reflexiones: Los programas de cambio nacional que se realizarán en coordinación con el bloque regional latinoamericano, son la respuesta inmediata a la situación latinoamericana actual. El horizonte estratégico de Nuestra América, como el de toda la humanidad, es la democracia participativa o el nuevo socialismo. Sin embargo, plantea Dieterich, "la alternativa actual para los países latinoamericanos no se define entre la implementación del capitalismo regional o del socialismo regional, sino entre la anexión neoliberal a Estados Unidos mediante el ALCA y el Plan Colombia, y la profundización de la balcanización y africanización nacionales que estamos viviendo. Porque no solo no existe un programa socialista latinoamericano arraigado en las masas, sino que tampoco hay sujetos sociales organizados y con capacidad operativa para realizarlo". Por lo tanto –concluye Dieterich-, plantear la implementación del socialismo regional hoy como alternativa no sería más que un deseo".[38]
Tales son los argumentos del autor a favor del desarrollismo nacional, o el "capitalismo proteccionista de Estado", al que considera como "la única estrategia de desarrollo que en la historia moderna ha sido exitosa para salir del subdesarrollo neocolonial". Así, según Dieterich:
La simbiosis del viejo nacionalismo desarrollista y del nuevo desarrollismo democrático regional es la estrategia de desarrollo viable en la actualidad, para detener el proceso de africanización que sufre Nuestra América, porque es la única que permite unificar las fuerzas económicas, políticas y culturales necesarias. La unificación de todas las fuerzas latinoamericanas progresistas detrás de este programa de defensa y transformación, es por lo tanto, la tarea política más importante del momento. [39]
Contraponiéndose a las posturas antes referidas, el intelectual galés Alan Woods, dirigente de la Corriente Marxista Internacional, ofrece tanto en su más reciente libro[40]como en otros diversos artículos una exposición razonada de la actualidad del marxismo en todos los terrenos del pensamiento, al mismo tiempo que hace una crítica en profundidad y desde el punto de vista del marxismo a lo que él llama las posiciones reformistas de Heinz Dieterich y sus seguidores. Igualmente, partiendo de la aplicación práctica del materialismo dialéctico a los acontecimientos actuales, elabora una alternativa marxista a los problemas tácticos y estratégicos de la revolución venezolana y mundial, a la vez que critica "la debilidad de la posición de las sectas con relación a Venezuela que se basan en ideas preconcebidas sobre como "debería ser" una revolución, al mismo tiempo que les traiciona su completa ignorancia de lo que es una revolución".
Para Woods, en ausencia de un partido marxista revolucionario de masas, las fuerzas de la revolución se han congregado alrededor de Chávez y el Movimiento Bolivariano. Así -según este autor-, Hugo Chávez es el hombre en el centro de la tormenta. No importa lo que se piense sobre este hombre, él ha roto la presa y abierto las compuertas. Él solo se ha atrevido a enfrentarse al poder de la oligarquía y desafiar al poderoso imperialismo norteamericano. Incluso sus enemigos declarados y sus críticos no pueden negar que ha demostrado un valor colosal. Para Woods, el Movimiento Bolivariano no es un partido estalinista monolítico, sino esencialmente un movimiento de masas amplio donde hay diferentes tendencias y corrientes. El ala de izquierdas, reflejando las aspiraciones revolucionarias de las masas, intenta llevar hacia adelante la revolución, superar la resistencia de la oligarquía y armar al pueblo. El ala de derecha (los reformistas y socialdemócratas), en la práctica, desean poner un freno a la revolución, o al menos ralentizarla y llegar a un acuerdo con la oligarquía y el imperialismo.
Así, de acuerdo a los análisis de Woods:
Podemos describir ampliamente el programa y la política del Movimiento Bolivariano como el de una democracia pequeño-burguesa revolucionaria. Como tal, no va más allá de los límites de una democracia burguesa muy avanzada. La revolución ha llevado a cabo un programa ambiguo de reformas en interés de las masas, pero no ha abolido el capitalismo. Esto constituye su principal debilidad y la mayor amenaza para su futuro.
Por lo tanto, afirma este autor:
Lo que estamos presenciando en Venezuela es una variante peculiar de la teoría de la Revolución Permanente. Es imposible consolidar las conquistas de la revolución dentro de los límites del sistema capitalista. Tarde o temprano habrá que elegir: o la revolución liquida el poder económico de la oligarquía, expropia a los banqueros y a los capitalistas y emprende el camino en dirección al socialismo, o la oligarquía y el imperialismo liquidarán la revolución. (Así) La revolución venezolana ahora se enfrenta a una dura elección. La revolución está rodeada de enemigos, tanto interna como externamente, que intentan acabar con ella. Para derrotar a las fuerzas de la contrarrevolución es necesario un programa y una política claros. Estos sólo pueden ser proporcionados por una tendencia Marxista.[41]
Otro intento de análisis del proceso venezolano, que también merece ser mencionado aquí, es el trabajo colectivo realizado por los argentinos Nora Ciapponi, Guillermo Cieza, Miguel Mazzeo, Sergio Nicanoff, Fernando Strata y Pablo Solana[42]Particularmente Miguel Mazzeo, en la presentación del libro[43]nos comenta las conclusiones a las que arribaron estos autores. Veamos:
En primer lugar, plantean que con la Revolución Bolivariana estamos frente a un caso histórico de composición de poder popular. Por supuesto contradictorio, donde conviven fuerzas de signo totalmente diverso, pero que aparecen cosas que son disruptivas, tanto para la teoría política como para la política a secas, sobre todo para la política revolucionaria.
En segundo lugar, ven que en la Revolución Bolivariana sucede algo que es muy distinto a una nueva matriz en el marco de un modelo de acumulación. Según Mazzeo, había una mirada, una visión del proceso venezolano que planteaba que lo que estaba ocurriendo en los últimos tiempos era simplemente eso, una variable redistributiva de un modelo de acumulación basado en la renta petrolera.
En Tercer lugar, les parece que el proceso venezolano va mucho más allá de un nuevo énfasis en la centralidad del Estado, así como también va mucho más allá del planteo de una democracia social. Ven, por ejemplo, un Estado y un gobierno que no interfieren en la consolidación de los distintos colectivos populares. Más bien el poder popular en muchos casos se consolida en combinación con la política del Estado. Un ejemplo sería el de las misiones. Y por otro lado, ven que muchas organizaciones populares se aprovechan de una especie de negociación horizontal con el Estado.
En cuarto lugar, consideran la Revolución Bolivariana como un proceso cambiante, que pasa por distintos momento, distinto hitos, en los cuales se va radicalizando. Plantean que cada momento, cada hito, abre un nuevo campo de contradicción. Y que esas contradicciones tienen una forma de resolución, que a su vez abre otro campo de contradicciones, cuyo eje constante es el protagonismo de las clases subalternas.
En quinto lugar, para estos autores la Revolución Bolivariana sería un proceso asincrónico entre los diferentes planos de la realidad. Según la percepción de estos autores, es evidente que en plano material predominan las relaciones típicamente capitalistas, existen empresas privadas, al margen de lo que ocurre en los otros dos planos, el político y el ideológico. Y esto plantea un proceso inédito y original.
Finalmente, Miguel Mazzeo escribe que:
La Revolución Bolivariana nos convoca a pensar-actuar en términos de transición, costumbre que había caído en desuso, categoría de arriesgada frecuentación. El pasaje de la necesidad a la libertad no se puede concebir como un acto único, abrupto y unidireccional. Existen mediaciones. Y existen porque el proceso de construcción del socialismo no se desarrolla en el vacío, sino en el marco de una determinada realidad histórica. La conciencia de amplios sectores que están protagonizando la revolución es auspiciosa: se ven a sí mismos transitando los primeros tramos de un proceso de construcción contra-hegemónica.
De tal manera que:
La transición venezolana tuvo, tiene y tendrá brillos y opacidades. Jamás podrá ser lineal e incontaminada, dado que se trata, nada más y nada menos, de salir del capitalismo, de su cultura totalizante, de sus lógicas que combinan la explotación, la dominación y la reproducción. Se trata de construir una visión latinoamericana del socialismo y un nuevo paradigma emancipador. [44]
Por otro lado, desde una de las fracciones del trotskismo, Milton D"León[45]escribe un artículo en la Web (diciembre del 2006) donde se propone descalificar agriamente el proyecto del socialismo bolivariano encabezado por el presidente Chávez. Allí se anuncia que la intención de su artículo es mostrar "la realidad de la Venezuela actual, por fuera de todas las retóricas de Chávez y las proclamas del "socialismo del siglo XXI", viendo realmente hacia dónde apunta su proyecto y quiénes son los que realmente se han venido beneficiando en estos años de crecimiento económico y de "revolución bolivariana". Según D"León, "lo que intenta impulsar Chávez no va más allá de una especie de tímido neodesarrollismo alimentado por la alta renta petrolera, sin nada que se parezca a la transformación en las relaciones sociales de producción y cambio, donde a los trabajadores y trabajadoras, el campesinado, junto al pueblo pobre solo se les reservan las llamadas Misiones -fuertes planes sociales del gobierno-, mientras que a los grupos capitalistas que se aproximan al gobierno se le tienden puentes para desenvolver negocios lucrativos". Según el análisis de este autor:
El camino que propone Chávez no lleva a la liberación nacional, a la unidad latinoamericana y mucho menos al socialismo, pues rechaza los tres pasos elementales para iniciar ese camino: nacionalización de los grandes medios de producción y la tierra, monopolio del comercio exterior y ruptura con el imperialismo. Su política sólo irrita a la gran burguesía, sin quebrar las bases de su poder, y confunde a los trabajadores y el pueblo, sin prepararlos para tomar en sus propias manos el aplastamiento de la reacción, adormeciéndolos con la ilusión de la colaboración de clases con la burguesía nacional
En fin –concluye este autor-, es una condición indispensable para construir el socialismo la revolución obrera y popular que destruya el Estado burgués que garantiza la dictadura disfrazada de la clase de los capitalistas e instaure la dictadura del proletariado. Se trata pues del control económico, político y militar por parte de los trabajadores de la ciudad y el campo, con la clase obrera al frente de las masas explotadas y empobrecidas. Esto requiere de organismos de poder propios de las masas en contraposición al Estado de los capitalistas, organismos de democracia directa que serán las instancias del nuevo estado obrero como los soviets o consejos obreros y campesinos rusos.
Posteriormente han aparecido otros artículos en la misma Web en los que también se critica el gobierno de Chávez y se pone en dudas su orientación socialista, como los que fueron escritos en ocasión de las medidas que tomó el gobierno para enfrentar dos crisis importantes, una de carácter interno y otra internacional, que surgieron en diferentes momentos pero están afectando por igual a la economía nacional[46]Por cierto, los asiáticos dicen que las crisis son oportunidades, pero también es cierto que son una verdadera prueba para evaluar la orientación y gestión de cualquier gobierno.
Otro análisis más, pero esta vez desde la acera opuesta, es el que escribe el economista y profesor universitario José Guerra[47]con el que pretende también "refutar" el socialismo que se está tratando de construir en Venezuela. De acuerdo con el prologuista del libro, éste "es el único intento que se ha hecho hasta hoy por dilucidar lo que ha sido sólo una consigna vacía, rellena de medidas socialistoides". Sin embargo, a pesar del esfuerzo, parece que una vez más "la montaña parió un ratón", dado que en ninguna de las dos partes que componen este libro pudimos encontrar nada que sea significativamente nuevo. En la primera parte, que aparenta ser una crítica general del socialismo marxista, no se muestra alguna elaboración teórica distinta a las mismas viejas críticas y tesis revisionistas que ya formularan en el siglo pasado los teóricos socialdemócratas (Kautsky, Bernstein, Roemer) y neoliberales (Bohn Bawerk, Mises, Hayek, Popper). Y en la segunda parte, donde se intenta refutar el Socialismo del siglo XXI en Venezuela, el autor no hace otra cosa que reproducir los mismos argumentos trillados, llenos de semiverdades y falsedades, que suelen esgrimir ciertos "analistas" de la derecha y ex izquierdistas arrepentidos, asiduos invitados a los medios de comunicación comerciales.
Por ejemplo, es evidente la intensión del autor de vincular el socialismo bolivariano con los ensayos del socialismo "real" del siglo pasado, que ya han sido reiteradamente analizados y criticados por la gran mayoría de los socialistas contemporáneos. Así como también se pretende relacionar las estrategias del socialismo venezolano con ciertas ideas inconsistentes de algunas personas, ideas estas que son convenientemente acomodadas argumentalmente para así poder propinarle golpes bajos al adversario. Veamos una muestra:
Aunque se afirme lo contrario –dice Guerra-, las fuentes y bases sobre las que se intenta edificar el Socialismo del siglo XXI en Venezuela no son significativamente diferentes de aquellas que le sirvieron de fundamento al socialismo del siglo XX (aquí se refiere al socialismo "real" de la URSS, N. del A.). Ello es perceptible tanto en el ámbito de lo económico como de lo político. El proceso de decantación desde posiciones nacionalistas hacia una concepción socialista ha sido un largo recorrido en zigzag que finalmente ha terminado abrazado al marxismo como su columna vertebral. La propuesta del Socialismo del siglo XXI, catalogado como Nuevo Proyecto Histórico o Democracia Participativa (se refiere al proyecto de Dieterich, N. del A.), se asienta en dos pilares básicos, la teoría del valor trabajo y sus correspondientes acciones de política y organización social; y la democracia directa, la cual consistiría en la capacidad de la mayoría ciudadana de decidir sobre los principales asunto políticos.
2. Tales son algunos ejemplos de los diversos análisis que se realizan en torno a la revolución venezolana y el socialismo del siglo XXI. De acuerdo a esos análisis, hasta ahora no se observa una perspectiva consensuada en torno a este proyecto: mientras algunos autores plantean la posibilidad de una diversidad de corrientes y experiencias, otros más ortodoxos afirman que a pesar de los matices el socialismo es uno solo. Pero, no obstante estos diversos planteamientos, críticas y objeciones, todavía otro autores consideran que el pensamiento socialista en este nuevo siglo pudiera encaminarse hacia una nueva confluencia o síntesis de propuestas. Tal confluencia no sería algo extraordinario, pues en cada época histórica y en ciertos sistemas de pensamientos frecuentemente se ha dado una confluencia e incluso la fusión de aspectos contenidos en sistemas filosóficos que antes se habían desarrollado separadamente. Por ejemplo: en la Antigüedad, en el sistema universal de Aristóteles (384-322 a. de n. e.), con el que culminaba el desarrollo de la filosofía clásica griega, se unían en una síntesis las líneas del materialismo y del idealismo que procedían de las escuelas filosóficas griegas anteriores, así como también de una fuerte influencia de las corrientes filosóficas y místicas orientales. Otro ejemplo, esta vez en la Era Moderna, es el paso del materialismo cartesiano (René Descartes: 1596-1650) y el empirismo inglés, que seguidamente se convirtió en el sensualismo de John Locke (1632-1704), al materialismo francés del siglo XVIII. Y aún otro ejemplo más es el paso de la dialéctica idealista de G. W. F. Hegel (1770-1831) y del materialismo metafísico de L. A. Feuerbach (1804-1872) al materialismo dialéctico de Karl Marx y Friedrich Engels.[48]
En torno al último de los casos, Lenin (1870-1924) destacaba que la doctrina de Marx surgió como la continuación directa e inmediata de las doctrinas de los más grandes representantes de la filosofía alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés[49]Pero Marx y Engels no crearon sus doctrinas del materialismo dialéctico y el socialismo moderno mediante la simple yuxtaposición de la dialéctica de Hegel, el materialismo de Feuerbach, las ideas económicas de Adam Smith y David Ricardo, y los proyectos socialistas de Owen y Fourier, entre otros; ellos reelaboraron radicalmente las concepciones de sus predecesores, creando doctrinas cualitativamente nuevas: como el materialismo dialéctico e histórico, en el que la dialéctica, el materialismo y la historia se penetran mutuamente. Según exponía Engels en 1880: "el socialismo moderno es, en primer término, por su contenido, fruto del reflejo en la inteligencia, por un lado, de los antagonismos de clase que imperan en la moderna sociedad entre poseedores y desposeídos, capitalistas y obreros asalariados, y, por otro lado, de la anarquía que reina en la producción. Pero, por su forma teórica, el socialismo empieza presentándose como una continuación, más desarrollada y más consecuente, de los principios proclamados por los grandes ilustradores franceses del siglo XVIII. Como toda nueva teoría -sigue exponiendo Engels-, el socialismo, aunque tuviese sus raíces en los hechos materiales económicos, hubo de empalmar, al nacer, con las ideas existentes"[50].
Más tarde, el mismo Lenin, a comienzos del siglo XX, asumió la tarea de sintetizar desde el punto de vista de la filosofía materialista los más importantes adelantos de la ciencia en el período comprendido desde Engels hasta él, y de someter a profunda crítica las tendencias antimaterialistas entre los partidarios del marxismo de su época, prosiguiendo el desarrollo del marxismo bajo las nuevas condiciones del capitalismo y de la lucha de clases. Así, el leninismo es considerado como el marxismo de la época del imperialismo y de la revolución proletaria en Rusia. Luego, en el primer cuarto del siglo XX encontramos los desarrollos realizados por Mao Tse-Tung (1893-1976) a la teoría del socialismo. Si bien Mao también incursionó en algunos aspectos del materialismo dialéctico, son particularmente importantes sus aportes a la teoría y la práctica del partido revolucionario y de la estrategia militar, que él supo desarrollar en China durante la guerra popular de liberación nacional contra el imperialismo y su política colonialista.
Otro intento de síntesis durante el siglo XX fue el realizado por la llamada "teoría crítica" de la sociedad, que tuvo asiento en la escuela de Frankfurt[51]Alemania. Particularmente en su primera etapa (1920-1939), la teoría crítica ocupa un lugar destacado entre los muchos intentos emprendidos durante ese período para desarrollar el marxismo. Entonces, explica Julio de León[52]la utilización sistemática de todas las disciplinas de la investigación de la ciencia social en el desarrollo de una teoría materialista de la sociedad era la finalidad principal de la teoría crítica; de ese modo, esperaba ocupar el lugar del prolongado purismo teórico del materialismo histórico y posibilitar una fusión fecunda entre la ciencia social académica y la teoría marxista.
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