Sin embargo, en lo que respecta específicamente a las ciencias sociales, al menos en el mundo occidental, los enfoques que se manejan están mucho más dispersos y desconectados que los que se dan en otros campos del saber, predominando en muchos casos las visiones reduccionistas o los "ismos" en las principales disciplinas, como la economía, la sociología y la psicología. Si bien se han realizado algunos intentos de complementación científica en la antropología social, sólo es en el campo de la educación donde se observa una confluencia efectiva de estas ciencias sociales, donde tradicionalmente se ha venido considerando al educando como un ser humano integral, esto es, como un ser bio-sico-social. Ciertamente, como afirma Lucien Goldmann[53]"es en la estructura económica, social y psíquica del grupo que sufre la influencia donde hay que buscar las causas principales de ella, de suerte que los análisis materialistas tienen aún que explicar las influencias, y no éstas reemplazar, en la explicación, la acción de los factores económicos y sociales".
Por otro lado, y particularmente en la ciencias teóricas y aplicadas, también se dan confluencias o fusiones, los llamados "nudos teóricos", ya entre líneas de investigación diferentes, o ya entre líneas complementarias. Un ejemplo de nudo teórico, en el que a fines del siglo XIX y comienzos del XX se juntaron las líneas fundamentales de desarrollo del materialismo en las ciencias naturales a lo largo del siglo XIX, fue la síntesis orgánica de la idea de la discreción de la materia y la noción del movimiento de la misma (de su energía) y, al mismo tiempo, la síntesis de los principios de la conservación de la materia y la energía, o el descubrimiento de la dependencia de la masa respecto del movimiento, donde tuvieron una significación decisiva la teoría de los cuantos de Planck y la teoría de la relatividad de Einstein (Alemania)[54].
Otro ejemplo más reciente es la confluencia que se está dando en este período de transición del siglo XX al XXI entre la informática, la microelectrónica y la electrónica, la biotecnología y la robótica, que ha dado como resultado una importante revolución en el terreno de las ciencias. Según escribe Moreno León[55]los tres pilares o motores de la revolución científica que estamos viviendo están representados por la Revolución Cuántica, la Revolución de la informática y por la Revolución del ADN o Revolución biomolecular. La confluencia entre estas tres revoluciones ha permitido adelantar, entre otras investigaciones, el asombroso Proyecto Genoma Humano, en el cual están involucrados cerca de 500 médicos, biólogos y físicos expertos en sistemas computarizados, en la ciencia biomolecular y la genética. Por cierto, si bien no es el propósito declarado de estos científicos (algunos hasta se oponen a ello), todos estos avances de la ciencia vienen una vez más a contrarrestar las teorías idealistas y creacionistas y a dar apoyo o a confirmar las tesis del materialismo.
En fin, todas estas experiencias de continuidad, confluencias, fusiones, periódicas síntesis y hasta revoluciones[56]que se presentan en el desarrollo del conocimiento humano indican que no sería aventurado pensar en la posibilidad de que el socialismo realice una nueva síntesis de sus teorías y praxis más significativas, de manera que se desarrollen a un nivel más elevado los grandes aciertos de pasadas experiencias, pero que al mismo tiempo se corrijan las fallas, exageraciones y omisiones en las que ciertamente incurrieron los precursores, afinando viejos conceptos así como elaborando nuevas tesis acordes con las realidades del siglo XXI. Desde luego, esta síntesis no debe convertirse en lo que Engels denominaba "una especie de socialismo ecléctico y mediocre", constituido por una simple adición o mescolanza de corrientes filosóficas particulares y hasta hostiles. En este sentido, pese a las objeciones que pudieran hacérsele a ciertas tesis del autor, consideramos oportuno transcribir algunas de las ideas adelantadas por el profesor Monedero, donde se proponen algunas pautas para esa síntesis del socialismo, así como la necesaria garantía de su consecuencia.
Según Monedero, "el socialismo del siglo XXI debe conjugar reforma, revolución y rebeldía para construir un mundo más justo". Entonces, para este autor, "el socialismo del siglo XXI debe esforzarse por encontrar aquello que une a los que luchan por la emancipación. Cada grupo debe traducir a los demás grupos en qué consiste su emancipación concreta. De esta manera, hay grandes posibilidades de que se den saltos y esos grupos que hacen esa tarea de traducción construyan síntesis que superen tanto el problema como las diferencias que tienen entre ellos".[57]
Asimismo, él propone que "el socialismo del siglo XXI debe encontrar la necesaria síntesis entre la voluntad y la necesidad, entre la relevancia de actores que quieren romper con un estado de cosas y las obligaciones objetivas que marca un determinado desarrollo social". En fin, parafraseando a Luis Tapia, el autor sugiere que el socialismo del siglo XXI tiene que hacer "una síntesis de memoria y proyecto".[58]
De cualquier forma -advierte Monedero-, "el socialismo del siglo XXI mantiene el sustantivo. Es socialista porque se sitúa de manera clara y definida contra el capitalismo y la explotación que conlleva, incorporando a la transformación cualquier tipo de dominación (además de la de clase, de género, raza, medioambiental, sexual, etc.)".[59]
Obviamente esas pautas son muy generales, sin embargo, el sociólogo y sacerdote belga Francois Houtart[60]ofrece, plasmados en el proyecto de "un socialismo para el siglo XXI", breve pero sistemático, los siguientes niveles de los objetivos y estrategias concretas y necesarias que bien pudieran ser las bases de un posible acuerdo para construir esa sociedad nueva que queremos los revolucionarios.
De acuerdo con este autor, el proyecto nuevo debe empezar por una deslegitimación clara y radical del capitalismo, en su lógica misma y en sus aspectos concretos en cada sociedad. Para Houtart, la conciencia que no se puede humanizar el capitalismo constituiría la base del nuevo proyecto concreto. A este propósito propone tres niveles de reflexión: el nivel de los objetivos o la utopía (¿qué sociedad queremos?); los medios y finalmente las estrategias. Tratando de aplicar esos tres niveles a los varios componentes de la realidad humana: ecológicos, económicos, políticos y culturales, al mismo tiempo que propone de manera muy sintética, una serie de hipótesis como base de discusión.
Por su parte, Atilio Borón[61]también aporta, de acuerdo a sus propias palabras, "algunas ideas centrales que podrían ser examinadas en un futuro trabajo de elaboración colectiva, tendientes a lograr una definición cada vez más precisa del horizonte socialista". Esas ideas son:
Los valores y principios modulares, que deben vertebrar un proyecto que se reclame como genuinamente socialista. Según Borón, se trata de un tema clave, porque un proyecto socialista no puede manifestar la menor ambigüedad axiológica en relación con su crítica intransigente y radical a la sociedad burguesa. Sin embargo, el autor subraya que un socialismo renovado de cara al siglo XXI no puede quedar reducido a la construcción de una nueva fórmula económica, por más resueltamente anti-capitalista que éste sea. De lo que se trata es de la creación de un hombre y una mujer nuevos, de una nueva cultura y un nuevo tipo de sociedad, caracterizado por la abolición de toda forma de opresión y explotación, el primado de la solidaridad, el fin de la separación entre gobernantes y gobernados y la reconciliación del hombre con la naturaleza.
El programa de ese proyecto, es decir, el tránsito desde el universo de los valores a la agenda concreta de la construcción del socialismo y las políticas públicas requeridas para su implementación. Este programa debe evitar la tendencia pertinaz en la izquierda de reducir la construcción del socialismo a la aplicación de una receta, un modelo, una fórmula.
Finalmente, el tema del "sujeto histórico" (o los sujetos) de ese proyecto, y sus características distintivas. (Para este autor, no existe un único sujeto –y mucho menos un único sujeto preconstituido- de la transformación socialista).
3. Resumen y conclusiones: En esta sección hemos analizado las diferentes posiciones sostenidas en relación con el proceso bolivariano y lo que se ha llamado el socialismo del siglo XXI. En este terreno del debate se destacan algunas posiciones bien marcadas: Por un lado, están los que adversan este proyecto desde posiciones radicales, tanto de la izquierda como de la derecha política. En general, estos críticos argumentan que el proceso bolivariano venezolano, identificado con el socialismo del siglo XXI, no va más allá de representar una variante más del modelo de acumulación nacional-capitalista promovida por un estado centralista. Obviamente las propuestas sustitutivas por parte de estas dos corrientes son radicalmente distintas: Mientras que los sectores de la derecha continúan insistiendo en las soluciones neoliberales y las alianzas estratégicas tipo ALCA o TLC con el imperialismo; en contrario, los sectores de la izquierda radical siguen basando su solución en el camino del internacionalismo y la dictadura del proletariado.
Por otro lado, están los que destacan el valor y la sincera voluntad política del presidente Chávez para adelantar un nuevo proyecto socialista, no obstante arguyen que las condiciones se muestran adversas a semejante proyecto, por lo que en su lugar se pronuncian a favor de una etapa previa sustentada en la democracia participativa y un nuevo desarrollismo democrático regional, construido en torno a una alianza entre las clases populares y algunos sectores de la burguesía progresista y nacional, para así conformar un Nuevo Bloque de Poder Latinoamericano, alianza ésta que sería apoyada a su vez por un Mercado Común Latinoamericano o Mercosur.
En tercer lugar, observamos los análisis que muestran al movimiento bolivariano y su propuesta de un nuevo socialismo para el siglo XXI como un proceso cambiante, asincrónico y contradictorio, en el cual evidentemente aparecen cosas que son disruptivas tanto para la teoría política como para la práctica política revolucionaria, pero donde sucede algo muy distinto a una matriz en el marco de un modelo de acumulación, o a la conformación de una simple democracia social. Por el contrario, estos analistas ven la Revolución Bolivariana como un proceso que transita los primeros tramos de una construcción contra-hegemónica, con una visión democrática y latinoamericana del socialismo, fundamentada principalmente en el ALBA como un eslabón hacia la integración regional postcapitalista.
De tal manera que la convocatoria a construir el socialismo del siglo XXI que formuló Chávez ha replanteado los debates sobre caminos, tiempos y alianzas para forjar una sociedad no capitalista. Igualmente ha originado toda una serie de análisis en torno a este nuevo proyecto, sus estrategias y objetivos[62]En estos debates también se ha planteado la necesidad de evitar las copias acríticas de fórmulas universales de socialismo y por el contrario ha promovido la posibilidad de realizar fusiones y hasta síntesis de enfoques, ideas y proyectos que son tanto universales como propias de realidades regionales y locales.
Pero esa síntesis no podría efectuarse fusionando proyectos opuestos o contradictorios, ni ensamblando lo malo de tesis anteriores con lo bueno de antítesis posteriores (Engels), sino fusionando racionalmente proyectos afines o complementarios como los que Latinoamérica se expresan, por ejemplo, en algunas vertientes del marxismo, en el antiimperialismo, el nacionalismo revolucionario, el socialismo indoamericano, el humanismo socialista, la democracia directa, o la teología de la liberación. De manera que esta visión del socialismo no es dogmática, pero sí lleva necesariamente a superar las propuestas de regular o humanizar el capitalismo mediante las tesis del "neo-desarrollismo", o los fracasados programas socialdemócratas, ahora camuflados en una supuesta "tercera vía", que sólo llevan a perpetuar el sistema capitalista. Tal como afirma Claudio Katz:
Postular que el socialismo puede ser iniciado en un período contemporáneo conduce a defender sin ocultamientos la identidad socialista. Favorecer en cambio una etapa neo-desarrollista induce al titubeo en la lucha contra el capitalismo (.) La ausencia de proyectos socialistas en la izquierda es mucho más nociva que cualquier desacierto en los diagnósticos del capitalismo contemporáneo. Por eso resulta indispensable retomar el uso del término socialismo, sin prevenciones, ni sustituciones. Este concepto no es un vago sinónimo de "lo social". Alude concretamente a un sistema emancipado de la explotación y no a genéricos inconvenientes de cualquier agregación humana. No bastan las difusas referencias al "post-capitalismo" para esclarecer cómo debería construirse una sociedad futura. Hay que exponer programas alternativos.[63]
Lógicamente habrán variantes y matices de acuerdo con cada realidad nacional, sin embargo, como ya lo enunciábamos en la sección anterior, aquí no debe haber confusión: el socialismo debe ser entendido en su doble naturaleza de teoría y proyecto, esto es, como un pensamiento crítico al igual que un proyecto alternativo al capitalismo, dirigido a la construcción de un nuevo tipo de sociedad donde predominan las relaciones social-socialistas. Entonces, como atinadamente señala Atilio Borón, esto implica que el socialismo de cara al siglo XXI no puede quedar reducido a la simple construcción de una nueva fórmula económica, por más resueltamente anti-capitalista que esta sea. De lo que se trata es de la creación de un hombre y una mujer nuevos, de una nueva cultura y un nuevo tipo de sociedad plasmada en un proyecto verdaderamente democrático y humanista, acorde con los principios sustanciales del socialismo pero también con las realidades distintivas de este nuevo siglo.
Ahora bien, ¿Qué es más importante en la construcción del socialismo: la eficiencia; la ideología, o la conciencia?
La moral, la religión, la metafísica y cualquier otra ideología y las formas de conciencia que a ellas corresponden, pierden así la apariencia de su propia sustantividad. No tienen su propia historia ni su propio desarrollo, sino que los hombres que desarrollan su producción material cambian también, al cambiar esta realidad, su pensamiento y los productos de su pensamiento. No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia.
C. Marx y F. Engels (1845). En: La Ideología Alemana.
Este punto se refiere a tres conceptos cuyo importancia y aplicación han generado polémica tanto en la praxis de los proyectos socialistas como en la literatura respectiva. Estos conceptos son los de eficiencia, ideología y conciencia. Por ejemplo, muchos artículos de opinión referidos a una evaluación de los éxitos y fracasos en las diferentes experiencias socialistas reflejan los (pre)juicios, criterios y valoraciones en cuanto al papel que estos elementos usualmente cumplen en dichos procesos sociales. Particularmente, en la lectura de ciertos artículos publicados recientemente en algunos medios se aprecia que pudieran existir algunas diferencias o dilemas en el manejo de estos conceptos, generando lo que aparentemente serían enfoques distintos dentro de algunos proyectos socialistas. Desconocemos si estas opiniones influyen o no en los planificadores de políticas públicas, pero, en cualquier caso, preguntémonos: ¿realmente existirán tales dilemas?
1. En primer lugar, comencemos por precisar que eficiencia, junto a eficacia, son los dos conceptos que forman un modelo de evaluación del funcionamiento y los resultados logrados por cualquier sistema, proceso, o instrumento desarrollado por la acción humana. En la teoría de la llamada "administración científica"[64], "la efectividad (o eficacia) es realizar un objetivo, cuyos efectos están en armonía con las intenciones que los planificadores o realizadores tienen en mientes"; mientras que "la eficiencia es la consecución de los fines (u objetivos) deseados, los cuales son logrados con el menor recurso posible, o bien, con unos recursos dados, el más alto efecto posible es logrado". Obviamente, ambos conceptos son neutros y se aplican tanto para la administración pública como privada, ya sea en un sistema capitalista o bien en un sistema socialista.
Sin embargo, tal como hace Melinkoff[65]es necesario advertir que estos conceptos aplicados a la actividad administrativa no son exclusivamente técnicos, como suelen verlo los tecnócratas, sino que también una actividad administrativa debe ser juzgada de acuerdo al tipo y calidad de los fines. Por ejemplo, en los países capitalistas se considera la administración privada como más efectiva y eficiente que la pública, no obstante, se olvidan los fines y objetivos de una y otra: Para el sistema económico capitalista, lo fines y objetivos son la obtención del más alto rendimiento o ganancia del capital, a costa de la más alta explotación de los recursos humanos y materiales disponibles. Evidentemente, la administración de las empresas capitalistas, en general, ha sido muy efectiva a la hora de explotar el trabajo y acumular capital, pero al mismo tiempo ha sido tremendamente ineficiente en el manejo de los recursos pues ha logrado cada vez más depauperar y marginar al ser humano, así como también ha logrado explotar y degradar la naturaleza peligrosamente.
En el sistema socialista, en cambio, se persigue erradicar la explotación del hombre por el hombre y lograr un mayor y general bienestar del ser humano, haciendo un uso racional y equitativo de los recursos que la sociedad y la naturaleza ponen a nuestro alcance. Estos fines y objetivos siempre han estado muy claros para los socialistas, sin embargo, en el plano teórico parece que se desestiman fundamentales principios de administración y evaluación, así como en el terreno de la práctica se observa que no siempre se ha logrado el más alto efecto posible. O sea, no siempre se ha actuado con eficiencia. Por ejemplo, algunos países socialistas en su afán por equipararse al desarrollo de los países capitalistas cometieron los mismos errores que estos en cuanto al uso irracional de los métodos, técnicas y procedimientos del capitalismo. O no lograron desarrollar una administración pública que estuviera a tono con los altos fines del socialismo. Evidentemente, la baja productividad, la dilapidación de recursos, la mala o inequitativa distribución de los bienes producidos, la corrupción, entre otros males, son fallas que obstaculizan y demoran el logro de los objetivos propuestos y tienden a crear disconformidad, desánimo o desmotivación en aquella parte de la población que está esperando que este sistema se dedique a, o sea capaz de, satisfacer sus más sentidas necesidades o intereses. Como bien destaca Marcelo Colussi[66]en uno de sus artículos: "El socialismo, llámese del siglo XXI o como se quiera, debe servir, básicamente, para brindar "la mayor suma de felicidad posible al pueblo", para decirlo en clave bolivariana. Si no, más allá de cualquier discurso, por más emotivo que sea, pierde credibilidad. Y las masas, más temprano que tarde, tienden a desmotivarse".
2. Por otra parte, están los escritos que destacan el papel de las ideologías y sus aparatos de difusión como elementos determinante en los procesos revolucionarios, en sus éxitos o fracasos. Particularmente en el caso venezolano, algunos articulistas sostienen la opinión de que para enfrentar eficazmente la ideología capitalista y pro imperialista de la oligarquía venezolana es imprescindible construir una ideología, "un cuerpo teórico sólido, definido, del Socialismo Bolivariano"[67], quizás racionalizando mejor ese sincretismo (o "caja de herramientas") de cristianismo, bolivarianismo y socialismo, que tan bien maneja el Presidente Chávez. "El avance y consolidación del Proceso Revolucionario –afirma otro articulista- se alcanzará si damos la batalla y obtenemos la victoria en la lucha ideológica"[68].
Pues bien, dado que se ha querido introducir este concepto en el proceso revolucionario venezolano, cabe preguntarse ¿qué debemos entender por ideología?, ¿cuál sería su utilidad real?, ¿a quién sirve? F. Rossi-Landi[69]en su libro Ideología, señala once concepciones diferentes. Según Nestor Kohan[70]sólo "En el marxismo "ideología" tiene dos significados distintos: 1) concepción del mundo que implica una determinada perspectiva de vida ligada a los intereses de las clases sociales, una escala de valores, junto con normas de conducta práctica. 2) Falsa conciencia, obstáculo para el conocimiento de la verdad, error sistemático, inversión de la realidad por compromisos con el poder establecido. Así, para este autor, el mismo marxismo sería una concepción ideológica del mundo vinculada a los intereses de los trabajadores (significado 1) que cuestiona toda falsa conciencia ideológica de la burguesía (significado 2)".
Estas diversas acepciones del término "ideología" han generado mucha polémica en el orden teórico[71]pero cualquiera sea el significado que se prefiera dar (particular o total, restringido o amplio, negativo o positivo) sería también conveniente tomar en cuenta las condiciones reales en las que actúa toda ideología.
De acuerdo con Markovic[72]las teorías ideológicas: "No son universalmente aplicables, como ocurre con las teorías científicas. Solamente pueden aplicarlas los miembros de cierta clase, de un movimiento, de un partido. Y precisamente gracias a su acción, a veces muy poderosa, puede alcanzarse un fin previsto, aunque no fuese de esperar si se juzgara con sangre fría y desde un punto de vista no comprometido. En otras palabras -añade Markovic-, (la ideología) se revela como un factor poderoso pero imprevisible: el efecto estimulante del pronóstico mismo sobre las masas que siguen a un determinado movimiento político".
Por otro lado, Althuser[73]advierte que: "La lucha de clases se expresa y se ejerce en las formaciones ideológicas, y por tanto, también en las formaciones ideológicas de los AIE (Aparatos Ideológicos del Estado). Pero, la lucha de clases desborda ampliamente los marcos de dichas formaciones, de ahí precisamente que las clases explotadas puedan llevar el combate hasta las formaciones de los AIE, volver contra las clases en el poder las armas de la ideología (.) la lucha de clases desborda los AIE porque no se halla enraizada en la ideología, sino en la infraestructura, en las relaciones de producción, autenticas relaciones de explotación que constituyen la base de las relaciones de clase".
En efecto, toda ideología está limitada por los intereses de clase y las condiciones materiales de existencia en una sociedad determinada. Sin embargo, a pesar de la naturaleza "orgánica" de las ideologías, todos los factores en conflicto (ya sean los factores del poder dominante como las fuerzas emergentes) siempre buscarán trascender por todos los medios posibles los estrechos límites de las clases sociales, grupos de interés o partidos políticos, para así extender su particular sistema de valores de manera que estos se constituyan en la forma de pensamiento hegemónico en la sociedad.
Por eso, obviamente, nadie en su sano juicio podría negar la importancia que tienen las ideologías y contra-ideologías en esa "batalla de las ideas" que se da todos los días y en todos los espacios de la llamada "guerra de cuarta generación", donde se operan una serie de verdaderas campañas mediáticas de información-desinformación científicamente desarrolladas, tendentes a imponer un pensamiento hegemónico en la sociedad.
3. Sin embargo, no basta solo con una contra-ideología de tipo revolucionaria, por muy bien elaborada que ella esté, para poder realmente contrarrestar la ideología capitalista dominante y formar, al mismo tiempo, una verdadera conciencia social liberadora. Evidentemente que se trata de algo mucho más complejo. La ideología es apenas una parte de la conciencia social, en cuya estructuración confluyen, participan y se solapan varios procesos tanto objetivos como inter-subjetivos.
La conciencia es definida en general como el conocimiento que un ser tiene de sí mismo y de su entorno; En el ámbito psicológico, la conciencia se entiende como la esquematización presente de la realidad, tanto interior como exterior al individuo, y de unas valorizaciones asociadas a los elementos constitutivos de esa realidad; En términos filosóficos, es la facultad de decidir y hacerse sujeto, es decir, actor de sus actos y responsable de las circunstancias que de ellos se siguen, según la percepción del bien y del mal. En breve, la conciencia es el estado de razón del espíritu humano[74]
Carlos Marx y Federico Engels afirmaban que "la conciencia es ya de antemano un producto social, y lo seguirá siendo mientras existen seres humanos"[75]. Constituyen procesos de formación de la conciencia: 1) ciertamente, la ideologización, se refiere al proceso intersubjetivo por el cual determinadas visiones de la realidad social y su lógica de pensamiento permea y se acuna en la vida privada del individuo; 2) la politización, que es inverso al anterior, se refiere al proceso por el cual determinadas visiones particulares de la realidad logran insertarse en el ámbito público con el fin de transformar la realidad social misma; 3) la educación, formal e informal, se refiere a los procesos de instrucción-formación aportados por la escuela, la familia y la industria cultural, los cuales ponen a disposición del individuo desde el conocimiento de las ciencias, los hechos históricos y culturales, los valores morales, los principios y normas éticas, hasta las tradiciones, costumbres y (pre)juicios predominantes en la sociedad; 4) no menos importante, es la pedagogía natural desarrollada por el gobierno y sus funcionarios, cuyas características y comportamiento influyen poderosamente en la población; 5) por último, están los procesos objetivos que se dan en la vida material de una formación económico-social determinada, que son los que en última instancia condicionan el desarrollo político, jurídico, filosófico, religioso, artístico, etc.
Estos procesos operan permanentemente y en todas partes moldeando la conciencia de la sociedad. Es por esta razón que en todas las revoluciones sociales siempre se ha tenido que librar, necesariamente, una batalla por la formación de la conciencia revolucionaria, para poder vencer las resistencias que presentan los sentimientos de temor al cambio, las ideas conservadoras o las acciones contrarrevolucionarias Por supuesto, he allí también por qué los enemigos de las revoluciones le asignan tanta importancia a la "deconstrucción" de la conciencia de los pueblos y a su sustitución por una conciencia falsa que les permita ocultar o deformar la realidad y, al mismo tiempo, justificar sus propósitos de dominación.
Los ataques a la conciencia revolucionaria se realizan desde los más diversos espacios y expresiones de la vida moderna: Por ejemplo, impartiendo en las escuelas privadas los anti-valores del individualismo y la competencia egoístas propios de la mentalidad burguesa; También, promoviendo los patrones de consumo desmedido que supuestamente privan en el mundo capitalista occidental, vía la grosera exhibición del lujo por parte de individuos modélicos, centros de ventas y la publicidad comercial en los medios de comunicación privados; O la permanente campaña ideológica que se realiza a través de esos mismos medios, desde donde se maneja una concepción negativa de la identidad de nuestros pueblos menos desarrollados. Como bien destaca la profesora Maritza Montero[76]tal concepción, marcada por la negatividad, la minusvalía y la comparación inferiorizante con Otros poderosos (p. e., las clases de mayores recursos económicos, los países industrializados), tienen un efecto paralizante y adormecedor de la conciencia, que opera a través de un proceso de alienación, ideologizante, inducido y reproducido internamente en nuestras poblaciones.
Entonces, se comprende cuando en diversos artículos de opinión se señala que "es ese el territorio de la lucha, es allí donde deben dirigirse todas las acciones de los revolucionarios;. que: en última instancia todas las batallas revolucionarias son batallas por la conciencia revolucionaria"[77]. Según Neptalí Reyes, en este mismo artículo, "El objetivo de construir una nueva conciencia es un acto consiente. Queremos decir con esto –dice el autor- que no es espontáneo, que no son suficientes los cambios económicos, que no es suficiente la prédica del líder.Es un acto consiente y es un acto social, la grandes mayorías deben participar en él"[78]. Ya antes, siguiendo esta idea, en el Editorial de este mismo medio, se nos advertía que: "es errado el camino de pretender resolver las necesidades materiales de la sociedad, olvidando la solución de las deformaciones espirituales".
Por su lado, el columnista Antonio Aponte[79]afirma que "es en el alma, o en la conciencia, o en los valores, que vienen a ser diferentes niveles de la misma esencia, donde en definitiva se decide la suerte de las revoluciones". Explicando las condiciones fundamentales para la formación de la conciencia revolucionaria dice: "la conciencia está entrelazada con la existencia, y ésta con la manera como se gana la vida una sociedad, como trabaja y, en última instancia, para quién trabaja" (.) Sólo el trabajo social y la propiedad social de los medios de producción son generadores de conciencia del deber social (.), dependiendo del tipo de propiedad sobre los medios de producción, se generará conciencia egoísta o conciencia socialista"[80]. Ya en una columna anterior este mismo articulista nos alertaba sobre lo que en su criterio son "las visiones pequeño burguesas de la economía" y "de una supuesta eficiencia" que sabotean "a la organización que integra y a la concientización del Pueblo". "La visón pequeño burguesa –explica el autor- considera que el Pueblo puede avanzar hacia la Revolución y al Socialismo con zanahorias en frente y caramelos en el bolsillo"[81].
4. Y sin embargo, tampoco la conciencia lo es todo. La conciencia (al igual que la ideología) no es más que un aspecto real, pero parcial, de la actividad humana. El comportamiento humano es un hecho total: al lado de la vida espiritual está la vida material del ser humano. El pensamiento dialéctico –advierte Lucien Goldmann[82]pone el acento en este carácter total de la vida social y afirma la imposibilidad de separar su lado material de su lado espiritual, es decir, la imposibilidad de separar la infraestructura económica y social de los hechos de conciencia y de la acción humana. Aunque, si se sigue la historia del pensamiento marxista –dice Goldmann-, incluso el más ortodoxo, hay perpetuamente oscilaciones entre las corrientes que ponen el acento en la acción de los hombres, en sus posibilidades de transformar el mundo o, inversamente en la inercia social, en las resistencias del medio, en las fuerzas materiales. Estas oscilaciones, que no se deben al azar, expresan, también, las transformaciones sociales, los cambios en las condiciones de acción del movimiento obrero.
El economista Jesús Faría[83]por ejemplo, señala tres condiciones o momentos a los cuales les corresponden sus respectivos frentes de lucha: 1) Por lo general, las coyunturas revolucionarias están precedidas por largos períodos donde predomina el esfuerzo de aglutinar a las mayorías en torno a la lucha ideológica. En esta fase, el combate se produce principalmente en la esfera de las ideas y de la difusión de la línea política; 2) Por su parte, durante los auges de masas que desembocan en situaciones revolucionarias, la conquista del poder, la lucha de clases estrictamente política, se convierten en el centro de gravedad de la estrategia; 3) Una tercera fase sería el período de transición, donde se destacaría la preponderancia que adquiere la reconstrucción económica del país. Al respecto –dice Faría-, no sería exagerado afirmar que es en ese campo donde se libran las batallas más cruciales.
Por supuesto –continua explicando el mismo autor-, esto no sugiere ninguna contraposición entre los diferentes frentes de lucha. Todo lo contrario, estos se encuentran estrechamente interrelacionados, como lo ilustra el hecho de que la actividad revolucionaria en el ámbito económico está sometida a los lineamientos de la estrategia política. Es decir, la estrategia económica se convierte en el instrumento fundamental de la estrategia política y, a su vez, responde directamente al contenido ideológico de esta última.
Según Faría, entre las tareas más relevantes en el ámbito de la transformación económica se cuentan: 1) la creación de un sector socialista de la economía; 2) La industrialización sobre la base de relaciones de producción socialistas, con nuevos sujetos sociales y nueva orientación productiva; 3) La reforma agraria en función de la independencia alimentaria y la transformación de las relaciones de propiedad en el campo y, 4) La introducción de elementos de planificación económica y gestión socialista.
En consecuencia –concluye este autor-, uno de los objetivos fundamentales de la transición radica en el máximo desarrollo posible de las fuerzas productivas. Adicionalmente, el despliegue de la base productiva de la sociedad no sólo estimulará el crecimiento económico necesario para generar bienestar en la población, sino que permitirá elevar los niveles de productividad y eficiencia necesaria para afrontar los retos derivados de la coexistencia interna y externa con el sistema capitalista. "Estamos obligados –observa finalmente Jesús Faría- a demostrar que somos capaces no sólo de convencer a las mayorías acerca de la justeza de nuestro proyecto histórico y de movilizarla en función de la conquista del poder político, sino también de organizar y administrar los asunto económicos en forma eficiente".
Mientras que otro articulista, Martín Guédez[84]escribiendo en relación con la línea política de "las tres erres" (Revisión, Rectificación y Reimpulso), lanzada oportunamente por el Presidente Chávez, indica que una economía socialista está llamada a ser más eficaz y productiva que una economía capitalista. Sin embargo, afirma este autor-, esto en muchos casos no ha sido así. Un buen número de experiencias propias lo ha puesto de manifiesto. ¿Significa acaso que están reñidos eficacia y productividad con el socialismo?, por supuesto, la respuesta, contundente y rotunda, es ¡NO!, –dice Guédez-.
Se tiene entonces –sigue el mismo autor- el enorme desafío de hacer que las formas de producción alcancen niveles superiores de eficiencia y productividad en las condiciones actuales de cultura y costumbres profundamente arraigadas en la conciencia venezolana. La Revolución tiene que alcanzar un grado de eficacia práctica en el servicio a la sociedad inaplazable. Una revisión a fondo y sin concesiones a la capacidad real de todo el funcionariado estatal es imprescindible. Pero además de esto, añade Guédez, está la necesaria formación de un partido ideológicamente sólido, con una definición doctrinaria precisa que sirva de azimut a todos. En este sentido, el uso de todos los medios de comunicación del Estado para alcanzar los fines de dar a conocer, educar y formar en los valores socialistas al punto de generar verdadera conciencia revolucionaria sería, junto al trabajo insustituible del contacto cara a cara, de primerísima importancia. De allí que a dos manos –concluye este autor-, generando las condiciones materiales para la instalación del socialismo y sembrando conciencia debamos emprender la tarea este año 2008 de grandes definiciones.
5. Resumen y conclusiones: De acuerdo con el análisis realizado a algunas de las opiniones vertidas en diferentes medios nacionales y referidas en estas páginas, apreciamos que ciertamente existen algunas diferencias de criterios en cuanto a la importancia que se les debe dar dentro de un proceso de construcción socialista a los conceptos de eficiencia, ideología y conciencia. 1) Por una parte, se pueden identificar las opiniones que le otorgan un lugar preferencial, casi exclusivo, a los elementos espirituales de la actividad humana, tales como las ideas, las visiones, los valores, las creencias, y otros, que son componentes esenciales tanto de las ideologías como de la conciencia social. En algunos casos hasta se manifiestan serias dudas respecto al papel que juega la eficiencia de los elementos económicos, técnicos y productivos del sistema como factores coadyuvantes o generadores de una conciencia social revolucionaria; 2)) De otro lado, identificamos las opiniones que le otorgan igual importancia a los elementos tanto "espirituales" como "materiales" del desarrollo humano, pero señalando que sus influencias (o el "acento") pueden variar de acuerdo a las circunstancias y el momento político. Así, en estos casos, se observa la preocupación no sólo por la necesidad de sembrar en la población una verdadera conciencia revolucionaria, sino también por la necesidad de organizar y administrar los asuntos económicos y sociales en forma eficiente.
Como ya se señaló más arriba, al parecer estas diferencias son frecuentes en todos los procesos revolucionarios. No obstante todo esto, y según nuestro análisis, se puede inferir que no debería existir ningún dilema en el manejo de estos conceptos, pues lógicamente todos ellos: una ideología revolucionaria, una conciencia social liberadora, así como la eficiencia y la eficacia de un sistema socio-económico predominantemente socialista, son factores que se necesitan y se complementan unos con otros, a la los fines de lograr, como señala Guédez, "la convicción absoluta en la superioridad del socialismo como única solución al problema del hombre en libertad".
Pero además de la necesaria racionalidad de un enfoque dialéctico e integral, que considere y valore apropiadamente los elementos espirituales y materiales de la vida humana, también está la necesidad de definir tanto la eficiencia teórica como práctica de cada uno de estos elementos. Esto quiere decir que todo gobierno, o dirección política, debe precisar en lo posible y desprejuiciadamente cual es el grado de determinación o eficiencia relativa (Althuser) que cumplen estos factores en determinadas y muy concretas circunstancias históricas. En este sentido, y para no alargar más y cerrar este análisis, nos parece pertinente transcribir las siguientes palabras del profesor polaco Bogdan Suchodolski[85]
El desarrollo del hombre no es una proyección espontánea y puramente espiritual de sus ensueños y deseos, ni es la expresión de los deseos subjetivos de un individuo o un grupo. El desarrollo del hombre se materializa a través de sus actividades, que deben pasar por distintos tipos de criterios objetivos: el criterio de la verdad para la actividad científica, de la eficiencia para la actividad técnica, de la forma para la actividad artística, y de las fuerzas productivas y las relaciones sociales para la actividad económica. No hay lugar para lo facultativo ni para la licencia humana.
Y, por fin, ¿Quién es el sujeto histórico en el nuevo socialismo: el proletariado; el pueblo, o una imprecisa multitud?
Yo SOY El Pueblo, la chusma, la multitud, la masa. ¿Sabéis que todas las grandes obras que existen en el mundo las he hecho yo?
Soy el obrero, el inventor, el que fabrica los alimentos y los vestidos del mundo.
Soy el público de la Historia. Los Napoleones y los Lincolns han salido de mí.
Carl Sandburg (1878-1967). Fragmento del poema "Yo soy el pueblo, la chusma."
Este cuarto tema del presente estudio está referido a otro punto igualmente problemático dentro de la teoría socialista. Nos referimos al problema de determinar quién (o quiénes) constituye el sujeto histórico en los procesos de cambio revolucionarios. Las diferentes interpretaciones de este concepto han suscitado polémica debido a que existen visiones filosóficas, políticas e históricas distintas, incluyendo las que llegan hasta cuestionar la validez del concepto mismo.
El sujeto histórico es un concepto que define a un ente social que es capaz de transformar su realidad y con ello generar historia[86]Según explica el sociólogo belga Francois Houtart, a lo largo de la historia ha existido una multiplicidad de sujetos históricos, generados por las distintas condiciones, contextos y procesos de las transformaciones económicos-sociales por las que ha atravesado el desarrollo de la sociedad humana[87]Estas distintas experiencias así como las visiones correspondientes que se generaron en cada época han originado una amplia variedad de interpretaciones: De acuerdo a la clasificación que hacen la enciclopedia Wikipedia y otras fuentes relevantes:
Una de esas interpretaciones es la providencialista o religiosa que predominó durante toda la Edad Media, aquí únicamente Dios es el protagonista de la Historia y su verdadero sujeto;
Otra es la interpretación individualista o heroica sostenida por algunos historiadores modernos y burgueses, para quienes sólo el hombre individual es el sujeto histórico, en particular, los individuos relevantes o destacados por distintos motivos serían lo que hacen la historia;
Para la interpretación institucionalista, en cambio, son las instituciones como el Imperio, la Monarquía, o el Estado liberal, creación humana pero superadoras del hombre individual al que sobreviven, las verdaderas protagonistas de la Historia;
La interpretación libertaria encuentra el sujeto histórico en los sectores sociales definidos por su función en torno al poder político, entendido este último como el dominio por la fuerza o conquista de un grupo (ej: el Estado o poder público) sobre otro grupo dedicado a actividades de naturaleza voluntaria (ej: sociedad civil, sector privado), a partir de los cuales se generan relaciones económicas e ideológicas, de convergencia o de tensión, entre otros aspectos.
También se ofrece una interpretación democrática o popular, que ve en la gran masa del pueblo como el gran actor y sujeto decisivo de todos los procesos importantes de transformación histórica que se han dado en el mundo.
La interpretación marxista encuentra el sujeto histórico específicamente en las clases sociales, definidas por sus luchas e intereses económicos y relacionadas por los modos de producción y las estructuras de poder, constituyendo el conjunto de todo ello la formación social histórica de cada momento y lugar;
Luego, se presenta una interpretación que se define como postmoderna, contraria a los grandes relatos y basada más bien en una microhistoria que tiende a buscar sujetos aparentemente intrascendentes, definidos contingentemente y de manera plural en una así llamada multitud. Esta interpretación, según sus partidarios, permite reconstruir tanto el pasado como el presente desde un nuevo punto de vista esencialmente relativista.
Por último, se ofrecen algunas interpretaciones no-dogmáticas y actualizadas que, sin llegar a ostentar un relativismo extremo, proponen un sujeto histórico definido como un campo de fuerzas constituido por diferentes clases y sectores sociales, así como de movimientos organizados, que desde diferentes posturas (cultural, política e ideológica) hoy apuntan hacia el cambio social.
Como puede observarse, las interpretaciones de este problema son tan variadas como para satisfacer todos los gustos y elucubraciones teóricas. Sin embargo, aquí nos concretaremos en analizar las categorías que forman la base de tales interpretaciones, esto es, ese sujeto histórico capaz de transformar la realidad y con ello generar historia. Pero resulta que en este terreno también se presentan fuertes polémicas, debido a que en todas esas interpretaciones las definiciones del sujeto histórico son generalmente presentadas mediante una polarización entre pares de categorías sociales teóricamente enfrentadas entre sí. Así, por ejemplo, las polarizaciones entre:
1. Individuo y sociedad: De acuerdo a Gustavo Bueno[88]hay un par de ideas que ha polarizado y aún polariza importantes concepciones de la política enfrentándolas entre sí, estas son las que suelen denominarse individualistas o colectivistas (a veces, socialistas). Estas polarizaciones de las doctrinas políticas han tenido lugar en el terreno ideológico, precisamente en función de la oposición dualista entre el individuo y la sociedad, como si esta oposición fuese efectiva y real. Sin embargo –precisa Bueno-, Individuo y Sociedad son términos cuyas virtualidades reduccionistas no impiden que puedan ser yuxtapuestos. La oposición dualista entre estos términos, en la medida en que se les niegue su entidad incluso conceptual, habrá que declararla ideológica y artificiosa, puesto que no hay individuos sin sociedad, pero tampoco hay sociedad sin individuos.
En la exposición de Bueno, las ideologías individualistas parten de la supuesta realidad del individuo humano como centro de intereses y derechos irrenunciables y primarios, hasta el punto que las demás entidades antropológicas, y muy particularmente las clases sociales, serán consideradas desde la perspectiva de un nominalismo radical: "lo que existe es el hombre de carne y hueso, el hombre concreto; las clases sociales son simples nombres inventados por sociólogos o por la propaganda comunista". Claro está que dentro de estas concepciones individualistas existen algunos matices que van desde un individualismo exasperado hasta otras concepciones menos radicales. Sin embargo, el tema de interés común de todas estas ideologías son los conceptos de libertad o autonomía individual como derechos que estarían por encima de todo condicionamiento o referente de la realidad social. Y si acaso se llega a reconocerse la necesidad que cada individuo tiene de los demás, esto siempre se entiende como una mera mediación hacia la edificación de su propia individualidad.
Por el contrario –sigue explicando Bueno-, las ideologías socialistas o colectivistas, partiendo de este dualismo, adoptarán la perspectiva opuesta al individualismo: el individuo es una abstracción y lo concreto no es el individuo sino el grupo social o la sociedad. Sin embargo, esa definición de las "ideologías colectivistas o socialistas" que nos presenta Bueno no es tan simple, pues dentro de estas ideologías también existen diferentes concepciones acerca del individuo humano: Una es la concepción del materialismo vulgar, como las de Feuerbach o Vogt, donde el hombre pierde su propio albedrío y la posibilidad de hacer historia para convertirse en un mero producto y ejecutor de leyes históricas independientes de su voluntad. Y otra diferente es la concepción marxista del hombre, o humanismo socialista, que está sustentado en el materialismo histórico. Aquí el humanismo marxista no se basa en una concepción general abstracta del hombre, ni tampoco en una concepción determinista del mismo, sino en una visión histórica y social, es decir concreta de lo humano, donde el hombre es, a la vez que creador, resultado de la sociedad en que vive[89]
Los hombres hacen su propia historia -afirma Marx-, pero no la hacen a si libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y transmite el pasado.[90]
Desde luego, el materialismo histórico no desconoce en absoluto el papel de los grandes hombres en la historia, en el desarrollo de la sociedad, en la marcha y la solución de los acontecimientos históricos. El ejemplo de toda la actividad de Marx, Engels, Lenin, Mao y otros grandes líderes permiten ver el gran papel que puede jugar la personalidad histórica vinculada a las luchas revolucionarias. El papel de la persona depende, naturalmente, de la capacidad, del talento o del genio de la personalidad, pero este papel en la historia depende del modo como las condiciones objetivas favorezcan su actividad, Si estas condiciones no han madurado, ninguna personalidad, por grande que sea, puede provocar, por ejemplo, la revolución[91]
En cuanto a la sociedad, la visión marxista señala que ésta tampoco es un simple compuesto aditivo de individuos; está constituida por el sistema de sus relaciones sociales donde viven, trabajan y luchan estos individuos: económica, política e ideológicamente. La ideología burguesa, por el contrario, opera con el concepto de sociedad en general como conjunto de individuos, pero tal sociedad es una abstracción vacía. Las sociedades realmente existentes son las formaciones económico-sociales que se van sucediendo una a otra (como la comunidad primitiva, la esclavista, la feudal, la capitalista, la socialista y la comunista). La formación económico-social es la sociedad que se encuentra en un determinado grado de desarrollo histórico, la sociedad con su carácter peculiar distintivo[92]
¿Podrá establecerse alguna norma en esta interrelación individuo-colectividad? Se pregunta el historiador Juan Brom[93]La respuesta no es muy difícil –dice-, una vez que se abandona el pensamiento rígido, "por cajones", y se le sustituye con una reflexión dialéctica, capaz de tomar en cuenta la acción simultánea de muchas fuerzas y elementos. Así, la respuesta está en que el hombre se desarrolla, en su sociedad, en medio de contradicciones y de acuerdo a leyes, pero esto no quiere decir que está sujeto a un destino inexorable, que no tiene intervención alguna su voluntad propia. El hombre, a diferencia del resto del reino animal, ha conquistado una libertad de movimiento y de acción mucho más amplia, libertad que se acrecienta constantemente al aumentar su conocimiento y sus habilidades, pero nunca se trata de una libertad absoluta, que responda al puro capricho; la acción del hombre está siempre circunscrita por las condiciones reales, aunque éstas permiten el ensanchamiento constante del papel que desempeña la voluntad conciente en la actuación. La libertad está pues limitada por las condiciones reales en que se encuentra una sociedad determinada. Si esta es una sociedad muy atrasada, en general la libertad del individuo se encontrará muy limitada; en cambio, mientras más elevado sea el grado de desarrollo tanto de la sociedad como de las capacidades de sus miembros, mayor será el margen de libertad que el individuo dispondrá para intervenir en ellas y para elevarse por encima de la necesidad natural como dimensión particular de la realidad.
Son, pues, como dos caras de la misma moneda, dos facetas de la relación individuo-sociedad que están unidas por la actividad concreta del ser humano, o como dice el propio Marx en sus Tesis sobre Feuerbach: por la actuación práctico-crítica o revolucionaria. Pero el problema siempre ha estado en la interpretación de estas tesis. Como observa el profesor Veljko Korac[94]muchos intérpretes de las ideas de Marx, ya se consideraran sus discípulos o sus adversarios, no intentaron captar las posibilidades teóricas de su explicación de la esencia genérica del hombre y pecaron por omisión o por unilateralidad al centrar su atención solo en el condicionamiento de la realidad objetiva o bien en la fuerza subjetiva de la práctica revolucionaria. Pero peor les sucede a aquellos críticos que no pudiendo entender el pensamiento dialéctico de Marx, o simplemente por no haberlo leído directamente, utilizan en su defecto las interpretaciones de sus discípulos, bien sean estalinistas, maoistas, althuserianos o guevaristas, para así poder dispararle por mampuesto a sus ideas acerca del hombre.
2. Pueblo y clases sociales: Otra supuesta polarización es la del par de ideas de pueblo y clases sociales. Como bien observa la enciclopedia libre Wikipedia, la definición de pueblo es muy compleja, polémica y no exenta de ambigüedades; y lo es desde los orígenes de los sistemas jurídicos y del pensamiento político occidental[95]En efecto, dependiendo siempre del tipo de régimen socio-económico imperante, de su estructura y relaciones de clases, de la ideología y doctrinas dominantes en cada momento el concepto de pueblo ha variado considerablemente. Como también ha sido polémica la relación con su propio elemento constitutivo que son las clases sociales, hasta el punto de que ciertos autores han querido ver alguna clase de oposición entre ellos.
En la Historia de Occidente este proceso de mutaciones conceptuales parte desde del surgimiento del concepto de demos (traducible por pueblo) de la Antigua Grecia, que luego pasará a ser la plebe durante un largo período histórico que comprende la Antigua Roma, toda la Edad Media y gran parte de la Edad Moderna. Más tarde, en la Edad Contemporánea, que según Wikipedia es la edad histórica en que la historiografía ha querido ver un protagonismo más evidente del pueblo que en otras, se abre con el ciclo de las revoluciones liberales que aplican políticamente las concepciones intelectuales desarrolladas anteriormente por la Ilustración; entre las que destacaba el concepto de pueblo en pensadores como Rouseau, y la identificación del Tercer Estado con pueblo y nación a partir de la Revolución Francesa (Sieyés). Su plasmación legislativa se realizó en textos como la Declaración de Independencia de los Estados Unidos (1776), la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) y las primeras Constituciones escritas de naciones-estado. Desde entonces, en teoría política y derecho constitucional, el pueblo es el sujeto de la soberanía nacional entendida como soberanía popular (Wikipedia).
Pero igualmente con el triunfo de la Revolución Francesa hace su aparición el concepto moderno de ciudadano, que fue central para la teoría y la práctica de esta revolución al crear el marco social y legal para el surgimiento de la sociedad burguesa. Por encima de todo, esto significaba para la burguesía el establecimiento de la igualdad formal ante la ley y la consolidación del derecho legal a la propiedad privada; pero también como elemento de homogeneización nacional, a la vez que un instrumento de delimitación social entre estados[96]Cabe anotar que este período prácticamente los términos de pueblo, nación y ciudadanía eran conceptos asociativos. Sin embargo, aquí es menester destacar que en esta época de la Historia se presentaron dos momentos en los cuales particularmente el concepto de pueblo pasó por tener diferentes usos.
El primer momento, entre 1789 y 1830, comprende la fase democrático-revolucionaria de la burguesía europea, cuando al rebelarse contra el viejo régimen absolutista esta clase social supo combinar sus intereses particulares con las diferentes aspiraciones políticas, sociales y económicas de otras clases sociales, como la pequeña burguesía radical-republicana, los obreros revolucionarios, los campesinos conservadores, desarrollando así una alianza que bajo su liderazgo se identificó como el pueblo soberano, la voluntad general o "la unidad de la Nación entera".
Pero ya en el segundo período, que comprende los años 1830 y 1849, como efecto de la revolución burguesa y la revolución industrial europeas se produjo una verdadera escisión entre los ideales sociales y económicos de las diferentes clases. Esta situación de choque de intereses de clase, fundamentalmente entre la burguesía y el proletariado, que se presentó ya a mediados del siglo XIX, entre muchas otras cosas dieron como resultado la ruptura de aquellas concepciones democrático-unitarias de pueblo que predominaron en períodos anteriores y que utilizaban los diversos sectores de la burguesía europea para describir ciertas fuerzas sociales opuestas a los sectores dominantes del clero y la aristocracia.
Entonces hizo acto de presencia una amplia gama de grupos constituidos por intelectuales y obreros identificados con el socialismo, desde utópicos hasta marxistas, quienes concebían al pueblo de una manera mucho más específica. Particularmente, los marxistas utilizaban la palabra pueblo como una categoría socio-política, pero a condición de que ese concepto se limitara a las clases trabajadoras, pues, a decir de Marx, la experiencia de la lucha de clases que se desarrolló entre los años 1848 y 1850 en Francia "revelaron las contradicciones existentes dentro de ese concepto pequeño-burgués de pueblo imaginario, y sacaron a la luz del día al pueblo real, es decir, a los representantes de las diversas clases en que éste se subdivide"[97]. Así, advierte Lenin más tarde: "Al emplear la palabra pueblo, Marx no ocultaba bajo esta palabra la diferencia de clases, sino que unificaba determinados elementos capaces de llevar a cabo la revolución hasta su término". ¿Cuáles eran estos elementos?: "Es indudable que el proletariado y los campesinos –señalaba Lenin- son las principales partes integrantes de ese "pueblo" que Marx contraponía en 1840 a la reacción que resistía y a la burguesía que traicionaba"[98].
A partir de ese momento, a pesar de que los conceptos de clases[99]y lucha de clases[100]no fueron una invención marxista, estos pasaron a ser usado en el lenguaje de los socialistas en oposición a cualquiera otro referente. En específico, el concepto marxista del proletariado como el verdadero sujeto material de la revolución política y social encuentra sustento en que siendo éste la máxima fuerza productiva y fuente de valor en el capitalismo él aspira, sin embargo, a despojar a la producción de su carácter capitalista, que la burguesía quiere perpetuar. Así -manifiesta Marx en 1847-, de todas las clases sociales que hoy se enfrentan con la burguesía sólo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van degenerando y desaparecerán con el desarrollo de la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto más peculiar[101]
No obstante, la lucha de clases es una serie de evoluciones y va imponiendo cada vez sus nuevas condiciones. Así, para los años finales del siglo XIX ya se hacia evidente que la ley del valor que gobierna la sociedad capitalista no se manifiesta de igual manera en todo tiempo y lugar, que el desarrollo de las sociedades marcha desde un nivel de vida elemental hacia otro más complejo, que las fuerzas de trabajo se diversifican cada vez más, al mismo tiempo se demostraba que el proletariado no es una clase autosuficiente ni puede cumplir la tarea de liberar a toda la sociedad por si sola. En efecto, en el año 1888 Engels destacaba que las condiciones de la lucha de clases habían alcanzado en ese momento una grado tal de desarrollo que el proletariado no podía emanciparse del yugo de la clase explotadora y dominante –la burguesía- sin emancipar al mismo tiempo, y para siempre, a toda la sociedad de toda explotación, opresión, división de clases y lucha de clases[102]
Y la historia de la lucha de clases no se detendría allí: un poco más tarde, en el año de 1944, otros autores socialistas, como por ejemplo Víctor Serge, observaban que los cambios de composición, de función, de estructura y de relación de fuerzas entre las clases sociales eran profundos y hacían necesario en esos momentos una renovación del socialismo. En este sentido, advertirían que las condiciones económicas habían cambiado, que la lucha de clases había perdido el esquematismo del siglo pasado, y que por lo tanto el establecimiento de nuevos regímenes respondía imperativamente a los intereses de las masas humanas mucho más amplias que las masas obreras. Según Serge, ninguna nueva estructura social puede ser concebida sin que los técnicos y los intelectuales también jueguen en ella una de las funciones principales[103]
Por otro lado, en 1978 Oscar Negt hacía notar que la "misión histórica" que Marx y Engels atribuyen al proletariado sobre la base de sus intereses objetivos de clase es diariamente contradicha por fuerzas orientadas hacia la regresión de la conciencia histórica, alimentada por esa represión de las cualidades ligadas al valor de uso y de los momentos históricos del proceso de producción inmanente a una producción totalmente mercantilizada, y que tienen sus consecuencias tanto para la existencia de los proletarios como para el proceso de constitución política de la clase obrera. Problema este que se expresa claramente, por ejemplo, en el nacimiento de ilusiones sobre el Estado, sobre el derecho y sobre la justicia, amén de otras tantas deformaciones como la competencia entre los trabajadores entre sí, escisión de la clase obrera en fracciones, la formación de una aristocracia obrera, aburguesamiento y mentalidad pequeñoburguesa; todas estas fuerzas –señala Negt- obstaculizan en gran medida la capacidad de acción revolucionaria de la clase obrera[104]
En fecha más reciente, el destacado intelectual y luchador político belga, Francois Houtart, en una conferencia con motivo del V Encuentro de la lucha Hemisférica contra el ALCA y el libre comercio, celebrada en la Habana en el 2006, planteó que el capitalismo, al ampliar el uso de las tecnologías, amplió también las bases materiales de su reproducción y, por ende, el sujeto político dentro del sistema. De acuerdo a Houtart, las condiciones en las que se realiza la expansión del capital en su fase imperialista en la actualidad atacan directamente los marcos del contrato social al interior del sistema, así como el desarrollo nacional sobre la base de una doble ofensiva: el trabajo y el Estado. Como resultado de este proceso, todos los grupos humanos están subsumidos por la ley del valor, lo que genera las condiciones para el surgimiento de un nuevo sujeto histórico que será plural y diverso, multipolar atendiendo a continentes y regiones, y en el que la democracia se contempla como fin y proceso. La variedad de actores implicaría la creación de una subjetividad que incluya a los excluidos y que debe conducir a la asimilación de la humanidad como sujeto en sí. La exigencia más determinante para el resultado final es que este sujeto histórico sea capaz de actuar sobre la realidad[105]
Entonces, ¿esta expansión del capitalismo y la consecuente evolución de la lucha de clases descartan definitivamente el uso del concepto de pueblo, o más bien señala la conveniencia en el uso de un concepto tan amplio como igualitario, que por lo demás no se contrapone al de clases sociales? Indudablemente, como reconoce Wikipedia, el nombre de pueblo y el adjetivo popular han demostrado tener una gran elasticidad para ser empleado por todos los colores del espectro político, sin embargo, a estas alturas de la vida, la gente medianamente informada no se engaña y sabe muy bien quien y con que propósito se invoca su nombre.
3. Multitud y Pueblo: Por su lado, la corriente de pensamiento que se proclama como postmoderna pretende ubicar este problema fundamentalmente en el terreno del lenguaje, donde el uso (y abuso) de los conceptos y nombres juegan un papel clave. Así, por ejemplo, Raúl Prada[106]escribe: HA VUELTO LA DISCUSIÓN sobre los nombres, las definiciones, los conceptos y las clasificaciones sociales. ¿Cómo identificar a los movimientos sociales desatados como respuestas a la destrucción socioeconómica dejada por el neoliberalismo? ¿Encontramos allí al proletariado? ¿Se trata de nuevas clases o, más bien, de una nueva descomposición de las clases, un nuevo desclasamiento, como ocurrió cuando se formó el proletariado? Antonio Negri y Michael Hardt, también Paolo Virno, sugieren volver a utilizar el nombre de multitud para referirse a los nuevos fenómenos sociales, en el contexto de la globalización. ¿Por qué multitud es mejor que proletariado en el análisis y la interpretación de las luchas sociales contemporáneas? ¿No es mejor hablar de una modificación en el ámbito de las relaciones entre lenguajes y referentes espacio-temporales?, se pregunta este autor. Según Prada, la situación del lenguaje hoy no es la misma que durante el siglo XIX y la mitad del XX. Proletariado ya no quiere decir lo mismo, y algo parecido ocurre con multitud y clases sociales. Las condiciones de significación de estas palabras han cambiado.
En la concepción de los autores antes mencionados (Negri, Hardt, Virno), refiere Prada, la multitud se opone a pueblo; la multitud no se opone al proletariado, sino que multitud y proletariado se complementan. El proletariado deviene multitud. La multitud se opone a pueblo, de la misma manera que se opone a Estado. El pueblo es la base de la legitimidad del Estado; es la voluntad general que delega su poder al soberano. En cambio, la multitud se niega a transferir el poder al soberano. Es inmediatamente autónoma. Se constituye en voluntad inmediata, en voluntad colectiva, que se realiza en la acción multitudinaria. La multitud es aprensible y comprensible desde la condición de posibilidad epistemológica de campo configurante del acontecimiento. Acontecimiento entendido como devenir de múltiples singularidades. La multitud es un acontecimiento social y político. El acontecimiento como multiplicidad de singularidades exige un pensamiento que, a su vez, sea acontecimiento. La clave se encontraría en cómo se articulan los planos del lenguaje a los planos de los campos sociales.
Pero, si nos atenemos a este énfasis en el lenguaje y la significación de las palabras, debemos saber muy bien que ellas siempre reflejan "el tenor de los intereses que se confrontan". De acuerdo con el Diccionario Enciclopédico Larousse, acontecimiento significa: accidente; suceso eventual, imprevisto; lo que modifica una cosa momentáneamente; cualidad que no es esencial ni constante. ¿Entonces, la multitud y el pensamiento que ella desarrolla no es más que un accidente socio-político, un suceso que no es esencial ni constante? ¿Cómo puede ser este "acontecimiento" una voluntad colectiva que se realiza en la "acción multitudinaria"? ¿Cómo puede ser esto un sujeto revolucionario portador de una utopía concreta como es el socialismo? De acuerdo a la explicación que dan estos autores postmodernos, la multitud no es un "sujeto histórico predeterminado", ni se plantea ninguna hegemonía de clase. "La multitud no tiene una centralidad, por lo tanto, tampoco un entorno. Cualquier sector social en contradicción con el capitalismo puede ser el centro virtual de la lucha de clases; puede irradiar entornos y entrelazamientos" (Prada).
Aquí "el sujeto es anfibio" (dice Virno)[107], un conjunto de "individuos sociales", mezcla inextricable de singularidad contingente y de realidad pre-individual (Simondon) que, entre otras cosas, no se plantea ninguna utopía concreta; o cuando mucho, se trataría de una utopía "abierta" o "vaga", porque "es más importante, en el contexto, afirmar la posibilidad de alternativas que determinar el contenido preciso". Sería como la utopía negativa de los Foros Sociales (de Sousa Santos). Entonces, la función principal de la noción de multitud sería remarcar la pluralidad y la heterogeneidad de los sujetos sociales. Pero más allá de la simple constatación de la pluralidad y la diversidad de los sujetos sociales –advierte Bensaid-, la cuestión está en saber si es posible y deseable agruparlas alrededor de un proyecto común, alternativo al despotismo del capital; o si hay que renunciar a toda ambición alternativa de conjunto para contentarse con coaliciones puntuales y alianzas caleidoscópicas (del tipo arcoiris) alrededor de temas concretos[108]
Notablemente existe una ilusión desmedida con la impactante acción de los movimientos altermundistas, sin embargo, ¿podrán éstos movimientos conquistar la fortaleza del capitalismo, derrotar sus huestes y emancipar a la raza humana con sólo las "armas de la crítica" y las movilizaciones esporádicas de una multitud que no se plantea la toma del poder, ni formula programas ni proyectos concretos de sustitución del capitalismo por el socialismo? Se pretende, no obstante, sustituir con esta multitud tanto al pueblo como al proletariado. Pero en tanto el concepto de multitud estaba destinado a construir la hipóstasis de un Proletariado con mayúsculas -observa Bensaid-, la multitud termina siendo, a fin de cuentas, un gran sujeto mítico que le sustituye: ¿no hay contradicciones en el seno de las multitudes?, ¿no existen multitudes alienadas ni fanáticas?, se pregunta nuevamente. En tanto que el carácter plural de la lucha de clases pone el acento en la relación antagónica, "la ontología de la multitud" resucita el fetichismo del pueblo fusionado en singular. Es comprensible -dice finalmente Bensaid- que las abigarradas multitudes que se expresan en las múltiples movilizaciones argentinas, por ejemplo, se puedan reconocer como "pueblo" o como "multitud". Pero la noción de multitud es teóricamente confusa, sociológicamente inconsistente, filosóficamente dudosa y estratégicamente hueca[109]
4. El sujeto histórico: ¿Un campo de fuerzas? Otra opción interesante pudiera ser la que propone el cientista político Manuel Luis Rodríguez[110]Según explica Rodríguez, el concepto de sujeto histórico hace referencia a una articulación determinada y constitutiva de sujetos sociales, políticos y culturales específicos que, en función del estado actual y futuro previsible del desarrollo del sistema de dominación imperante, logra poner bajo su articulación y en función del proyecto histórico que da sentido a su propia articulación, tanto a los sujetos con intereses y proyectos contrapuestos, como a las corrientes y tendencias espontáneas que resultan de la compleja combinación de proyectos y visiones de sentidos diversos. El sujeto histórico no es por eso un ente homogéneo, sino que está compuesto por la rica y compleja diversidad que genera la vida social y política, pero que confluyen temporal y parcialmente en un proyecto, en una plataforma, en un punto de acuerdos.
Las clases sociales –sigue el autor-, en las condiciones de la actual etapa de desarrollo capitalista globalizado, se han diversificado y complejizado, pero el vasto campo de los trabajadores (urbanos y rurales, empleados, técnicos, obreros y profesionales) siguen constituyen uno de los ejes articuladores del nuevo sujeto histórico. Sin embargo, las nuevas contradicciones que caracterizan a la actual fase de evolución del capitalismo global, hacen más amplio y diverso el campo de los sectores sociales y culturales golpeados por la dominación capitalista. Tres serían de -desde esta perspectiva- los segmentos sociales y culturales susceptibles de constituirse en el nuevo sujeto histórico:
a. El campo del trabajo, o de los productores-creadores de la riqueza material y económica. Incluye la vasta diversidad de sectores socio-económicos caracterizados por el hecho de que son los principales creadores de riqueza y plusvalía para la clase poseedora.
b. El campo de la intelectualidad, o de los creadores de la cultura, la ciencia y el arte. Representa a ese amplio sector social transversal constituido por quienes crean pensamiento, transmiten conocimientos, producen ideas, desarrollan crítica y crean cultura, en cuanto contra-cultura, pensamiento crítico, ideas antisistema y conocimientos que develan los mecanismos de alienación y dominación del sistema.
c. El campo de las diversidades culturales, étnicas, territoriales y de género. Está constituido por ese vasto universo de organizaciones, redes y culturas urbanas y rurales que se sitúan en la fronteras del sistema de dominación, grupos y tendencias minoritarias excluidas, rechazadas y discriminadas a causa de su origen étnico, religioso, cultural o de sus opciones sexuales o de género.
En síntesis –escribe este autor- el sujeto histórico es un vasto campo transversal de organizaciones, actores políticos y redes de pensamiento-información-acción que se definen por su oposición al sistema capitalista de dominación y por ser portadores de proyectos históricos de transformación de este esquema de dominación. Entonces, lo que define al sujeto histórico es su proyecto y su vocación política. No hay sujeto histórico sino en cuanto sujeto histórico en movimiento. Las multitudes inteligentes también constituyen un elemento de acumulación de fuerzas en la medida en que ponen en cuestionamiento las formas excluyentes y clasistas de dominación y poseen la virtualidad de alterar visiblemente la normalidad de la dominación.
También el nuevo sujeto –dice Rodríguez- tiene que librarse de lo que en el pasado constituyó en un determinado contexto, el sujeto revolucionario (identificado como pueblo-sujeto, vanguardia-masas) o el vanguardismo-protagonismo natural del proletariado como punta de lanza excluyente del cambio. En la construcción del nuevo sujeto, la radicalidad no excluye la diversidad sino que la enriquece, la unidad no excluye el pluralismo, sino que la fortalece, por lo que las vanguardias y los liderazgos existen y se despliegan como resultado de la legitimación política y moral de las multitudes, las bases organizadas y los colectivos.
5. Resumen y conclusiones:
En esta última sección hemos querido revisar las diferentes interpretaciones y categorías que se ofrecen en la literatura política como posibles soluciones al problema de definir quien o quienes pueden ser el sujeto material y político de las revoluciones socialistas, en este nuevo siglo XXI. Como bien asienta el cientista político Manuel Luis Rodríguez, ya citado, la definición del sujeto histórico constituye una de las tareas intelectuales políticas mayores en la perspectiva del cambio social presente y futuro, en la medida que permite identificar a aquellos sectores sociales que estarían llamados a impulsar y a protagonizar los cambios.
El problema radica en que así como han cambiando las realidades históricas y regionales del desarrollo capitalista, así también han venido cambiando las características de los grupos sociales y el papel que estos desempeñan en la lucha de clases. Evidentemente, en las condiciones de universalización de la producción mercantil el trabajo asalariado se convierte cada vez más en el destino de grandes masas de la población, pero al mismo tiempo va diversificando sus funciones, tales como los trabajadores asalariados de la industria, del comercio, de los servicios, de la cultura. Así como crea y reproduce un sector numeroso de pequeños y medianos emprendedores, también crea y reproduce una inmensa masa de seres humanos marginados o excluidos del sistema, que algunos llaman "el precariado". Y si a estos grupos sociales también le sumamos los campesinos y los pueblos originarios, con o sin tierras, que hoy luchan y crean conciencia de sus derechos conculcados, podremos tener una buena imagen de la diversidad de fuerzas y actores sociales que podrían constituirse en el verdadero sujeto político de los cambios.
Ahora bien, ¿cómo se resuelve en la actualidad este problema teórico-práctico de definir el sujeto material y político de las revoluciones socialistas? ¿Acaso se resuelve volviendo al concepto originario de pueblo, entendido éste como la suma de clases y sectores más humildes y trabajadores de la sociedad[111]o, por el contrario, debemos insistir en un sujeto preconstituido como el proletariado[112]¿Será agregando componentes hasta el punto de formar esa masa amorfa llamada multitud[113]o es que todo se soluciona simplemente decretando la muerte histórica del sujeto[114]¿Debemos ir en busca de nuevos sujetos del desarrollo revolucionario[115]O tal vez sea como propone Negt: este problema de definir quien es el principal impulsor revolucionario debe plantearse de una forma nueva, pero esto no significa ir en busca de nuevos sujetos, sino, más bien, una ampliación y una especificación del concepto de revolución proletaria[116]
El problema de definir el sujeto histórico no sólo consiste en conocer la situación estructural de la "clase en sí", sino que también debemos estudiar las características de sus prácticas políticas e ideológicas de "clase para sí". Todo fenómeno social tiene una faceta objetiva y una faceta subjetiva que se condicionan recíprocamente, por lo tanto el probable papel de las clases sociales como sujeto, o bien como simple actor, se justificaría no sólo por la posición que ella ocupa en el proceso de producción, sino también por los niveles manifiestos de su conciencia de clase. Conciencia de clase se refiere al sistema de creencias y conocimiento compartidos de los intereses y las posiciones que la división del trabajo social suscita entre los miembros de una misma clase social, y que comúnmente se ven reflejados en las identidades, sentimientos de pertenencia o de exclusión, en los antagonismos o bien en las solidaridades básicas.
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