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Ideología Capitalista: La verdad del poder, el «saber mercancía» y la ética bio-degradable

Enviado por Rubén Dri

    I. INTRODUCCIÓN

    La teoría de la ideología constituye una temática que ha sido motivo de análisis en los distintos períodos históricos de la cultura occidental. Pero no es sino hacia el siglo XVIII que se instaura como disciplina filosófica pasando a ser considerada desde diferentes orientaciones y dando lugar a significaciones dispares.

    El interés de este trabajo se centra en el análisis de las conexiones existentes entre la ideología, considerada en el sentido marxista del término, y la producción científica.

    Se retoman los desarrollos de Marx y Engels, quienes la consideran como una manera incorrecta de reflejar la realidad; pues en toda ideología los hombres y sus relaciones aparecen invertidos como en una cámara oscura, fenómeno que responde a su proceso histórico de vida. De tal manera queda claro que es la vida la que determina la conciencia y no la conciencia la que determina la vida.

    Otro concepto central de esta teoría está referido a las relaciones de dominación-sometimiento, que alude a las relaciones entre las clases sociales. A través de estas relaciones, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad, impone también y a conciencia sus ideas, y piensa de manera acorde a ello.

    Un tercer factor de importancia considerado en el pensamiento marxista es la división del trabajo en físico e intelectual. Tal división es expresión de las relaciones de dominación y está indisolublemente unida a la propiedad privada. Estas relaciones también son exploradas haciendo referencia al campo científico, a la producción y circulación del saber, y a cómo los discursos instituidos desde el poder conllevan al establecimiento de regímenes de verdad que están referidos a la constitución misma de sus criterios.

    Partiendo de la noción de que toda producción de conocimiento es social, se realiza un análisis de las relaciones mencionadas con referencia al ámbito de las ciencias y el saber en general, con la intención de transitar sus imbricaciones con el poder en el modo de producción capitalista en su actual versión neoliberal, y de abrir la discusión en torno al discurso postmoderno del «fin de las ideologías», concepto que matrimoniado con el de la «neutralidad ideológica» de las ciencias, es considerado como expresión de la ideología capitalista.

    A continuación se analizan las transformaciones sufridas por la sociedad durante la última dictadura militar y su impacto en las comunidades educativa y científica, con el consiguiente trastrocamiento de los sistemas de circulación y transmisión de conocimientos y su función social, que dieron origen embrionario a lo que se ha denominado el «saber-mercancía». Se trata de un saber devenido cosa que, de acuerdo con la teoría fetichista de la mercancía, encubre que su valor existe únicamente como producto del trabajo de los hombres, es decir como producto social. Así mismo se toman las concepciones de Althusser sobre la imposición de la evidencia y la función de desconocimiento.

    El despliegue de la noción de «saber-mercancía» incluye el acontecimiento de las telecomunicaciones, que revolucionó de manera contundente las relaciones humanas y que, como no podía ser de otro modo, marcó su influencia desde el campo de las ciencias sociales hasta en las nuevas circulaciones masivas del saber. Los ejes considerados para este análisis son los mass media y la informática.

    Finalmente se aborda la ética como problemática que atraviesa todos las prácticas, ya fuere por acción u omisión; y que en la actualidad ha sido transformada en un espectáculo tendiente a «lavarla» de cualquier «contaminación» política.

    II. SOBRE EL CONCEPTO DE IDEOLOGÍA

    Desde una perspectiva histórica, si bien la consideración de la ideología se hallaba ya presente en la Antigüedad en los pensamientos de Platón y Aristóteles, corresponde a la modernidad la sistematización del concepto (1) , sobre todo a partir del siglo XVIII. Ya a mediados del XIX, Marx comienza la difusión de su pensamiento [1845 Tesis sobre Feuerbach; 1846, junto con Engels, La ideología alemana]. En el pensamiento de ambos, lo "ideológico" tiene una connotación más amplia que la "ïdeología". "En el Estado –escribe Engels (2) – toma cuerpo ante nosotros el primer poder ideológico* sobre los hombres."

    En el Prólogo de la Contribución a la crítica de la economía política, dice Marx (3) :

    Al cambiar la base económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas revoluciones, hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas; en una palabra, las formas ideológicas** en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo.

    En cuanto a la ideología, tanto Marx como Engels consideran que es una manera incorrecta de reflejar la realidad, pues "los hombres y sus relaciones aparecen invertidos como en una cámara oscura." Mas "este fenómeno responde a su proceso histórico de vida. (…) Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana [hegeliana], que desciende del cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo [materialismo histórico]." (4) De esta manera, resaltan los autores, queda claro que es la vida la que determina la conciencia y no a la inversa.

    Contemporáneamente, Althusser define la ideología como "una «representación» de la relación imaginaria de los individuos con sus relaciones reales de existencia," acompañando la definición con dos tesis. La primera alude a que la ideología representa la relación imaginaria, y no las relaciones reales, de los individuos con sus condiciones reales de existencia. La segunda tesis postula la existencia material de la ideología dentro de un «aparato». Introduce la noción de «aparatos ideológicos del Estado», indicando su multiplicidad y especificidad: religioso, escolar, jurídico, sindical, de información y cultural (5) . Al decir de Althusser, estos «aparatos» tienen sus propios mecanismos de coacción para modelar y dirigir el acontecer social. Nosotros pensamos que en el seno del capitalismo tardío, cada vez más los mecanismos de coacción son reemplazados por mecanismos de control social, en los cuales se acentúa aún más que "lo propio de la ideología es imponer, sin que lo parezcan, las evidencias como evidencias, que no podemos dejar de reconocer. El anverso es la función de desconocimiento, puesto que lo que ocurre dentro de la ideología parece ocurrir fuera de ella." (6) Volveremos sobre este punto.

    Sintetizando, puede decirse que Marx y Engels plantean dos esquemas principales de inversión: a) ideológico: comienza con la inversión de la relación entre lo abstracto y lo concreto y finaliza invirtiendo la relación entre lo consciente y lo inconsciente; b) fetichista: comienza con la inversión de la relación entre lo consciente y lo inconsciente y termina invirtiendo la relación entre lo abstracto y lo concreto.

    Sánchez Vázquez (7) postula en su tesis tres que "la ideología es: a) un conjunto de ideas acerca del mundo y la sociedad que: b) responde a intereses, aspiraciones o ideales de una clase social en un contexto social dado y que: c) guía y justifica un comportamiento práctico de los hombres acorde con esos intereses, aspiraciones o ideales. Esta definición amplia comprende por lo tanto tres aspectos:

    1 – teórico o gnoseológico, constituido por contenidos falsos y verdaderos, juicios de valor, recomendaciones, expresiones de deseo, etc. (8)

    2 – genético o social, que pone en relación el contenido teórico y los intereses, aspiraciones e ideales de clase condicionada históricamente por el lugar que esa clase ocupa respecto al poder y al sistema de relaciones de producción.

    3 – funcional o práctico. A diferencia de la ciencia que intenta explicar los comportamientos de los hombres en sociedad, la ideología aspira a guiar y justificar esos comportamientos; aún cuando esto implique la adecuación de la reproducción de lo real (contenidos) a ciertos intereses, que pueden traducirse en un conflicto entre ideología (de clase) y verdad .

    Nos encontramos entonces con que, en la actualidad, el término ideología es quizá uno de los más empleados en los campos de la filosofía, y las ciencias sociales. Así mismo, y como hemos estado viendo, le es atribuida una amplia gama de sentidos. A partir de tal multiplicidad, es que Bobbio (9) ha propuesto clasificar los significados de la ideología en dos acepciones fundamentales:

    I) Un significado débil, que alude a un conjunto de ideas y de valores que estando referidos al orden político, tienen por objeto guiar los comportamientos políticos colectivos. En este sentido, ideología es un concepto neutro, no mistificante.

    II) Un significado fuerte, que se refiere a la concepción de Marx, quien la entiende como la teoría que refleja la realidad de modo incorrecto. La ideología en esta acepción es una creencia falsa, cuyas ideas están socialmente determinadas por las relaciones de dominación entre clases. Esta noción se caracteriza entonces, por tener carácter mistificante y por lo tanto negativo.

    Respecto a este significado fuerte de ideología, en la evolución general del concepto, se ha ido olvidando la articulación entre ideología y poder, a excepción de los ámbitos de la práctica política concreta. Con referencia a la ideología, Marx destaca dos elementos constitutivos: el carácter de falsedad y su determinación social, que han dado lugar al planteo de diferentes relaciones entre ambas (10) .

    Por su parte, el mismo Stoppino (11) , realiza un pormenorizado desarrollo de los diferentes sentidos de la ideología, de la que dentro de su significado fuerte, analiza:

    a) La «falsedad» de la ideología como falsa representación.

    En ella intenta reformular en términos empíricamente aceptables, el concepto marxista de falsa conciencia y la relación entre falsedad y función social de la ideología que ella involucra. Ya Marx y Engels en La ideología alemana (12) , afirmaban que en su teoría

    no se parte de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan, ni tampoco del hombre predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando de aquí, al hombre de carne y hueso; se parte del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se expone también al desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida.

    La falsedad de la ideología es así entendida como falsa representación en tanto que las imágenes que los hombres se hacen de la situación social y de sí mismos son imágenes que no corresponden a la realidad. Pero siendo que lo que cuenta para dichos autores, es el proceso de vida real y no como puedan este representarse, es obvio que el concepto de falsa conciencia no puede ser reducido únicamente a la falsa representación.

    b) La «falsedad» ideológica como falsa motivación.

    Stoppino considera aquí la cuestión de los juicios de valor preguntándose sobre el sentido en que estos pueden constituir una falsa conciencia, para lo cual plantea analizar la relación existente entre ideología y poder. Al respecto enuncia que "los sistemas de creencias políticas, que pueden tener un carácter ideológico, interpretan y justifican situaciones de poder dadas. En Ellas los juicios de valor califican como legítimo, bueno o útil el poder. De este modo motivan los comportamientos de dominación y los comportamientos de obediencia." Así la noción de falsedad nos aproxima a una nueva noción de falsedad por la que "el juicio de valor puede ser una falsa motivación, que enmascara los motivos reales de la dominación o la obediencia". Queda así señalada la naturaleza social de la ideología, pues involucra a todos los hombres en tanto que sujetos sociales cuyos comportamientos se establecen en una situación de poder.

    Al parecer, y creemos que no inocentemente, la tendencia actual tiende a desarticular los elementos constitutivos de la ideología según hemos visto: la falsa conciencia y su función social, siendo que el pensamiento marxista los presenta como inexorablemente interdependientes. Los desarrollos que siguen se sustentan en esta consideración.

    III. IDEOLOGÍA, VERDAD Y PODER EN LA PRODUCCIÓN CIENTÍFICA

    Partimos de la concepción de que toda producción científica, sin importar si responde a las ciencias físicas o a las ciencias sociales, es una producción social. No puede dejar de serlo en tanto emerge en el seno de una comunidad –o varias– en un determinado momento histórico. Y es social aún cuando el descubrimiento o investigación fueran conducidos por un solo científico, pues él mismo, en tanto singularidad, es un sujeto «producido», tramado y sujetado socialmente.

    En cuanto a los orígenes políticos de la investigación, Foucault expresa que la Edad Media inventó la investigación judicial, que "era el poder soberano arrogándose el derecho de establecer la verdad por medio de cierto número de técnicas reguladas" y que si bien desde ese momento hasta nuestros días formó cuerpo con la justicia occidental, "no hay que olvidar ni su origen político, su vínculo con el nacimiento de los Estados y de la soberanía monárquica, ni tampoco su desviación ulterior y su papel en la formación del saber. (…) La investigación, en efecto, ha sido la pieza fundamental para la constitución de las ciencias empíricas(…) así como el análisis disciplinario lo ha sido para las ciencias del hombre." (13) Respecto a la noción de verdad, seguimos los desarrollos del mismo autor, quien propone reemplazar los «criterios de verdad» por «regímenes de verdad». No se trata de una transformación simplemente terminológica. Al hablar de «régimen de verdad», Foucault se refiere a la capacidad que tiene el poder para producir realidades, discursos y rituales de verdad propios. Este planteo nos permite considerar un juego de relaciones entre el régimen social imperante, el funcionamiento de los discursos del poder en torno al estatuto de la verdad y los procedimientos científicos seleccionados para la obtención de la verdad.

    En los ámbitos universitarios y de investigaciones científicas, es frecuente oír hablar de cuáles disciplinas tienen el estatuto de científicas y cuáles no; cómo se deben distribuir los recursos entre las ciencias [físicas]"duras" y las ciencias [sociales] "blandas"; cuáles proyectos de investigación deben ser aprobados y cuáles no, etc. Sabido es que las partidas presupuestarias dirigidas hacia las distintas ciencias varían de acuerdo al gobierno de turno y sus funcionarios, sus conexiones y pactos internacionales, los recursos asignados a los distintos sectores, los rectores de las universidades, sus decanos, los directores de los institutos de investigaciones, las relaciones político partidarias y económico-empresariales; pudiendo continuar la lista fatigosamente.

    Si las categorías y los favores, aprobación, presupuesto y cargos, que obtienen las diferentes orientaciones científicas y los proyectos de investigación, varían tanto de acuerdo con quiénes son los encargados políticos de dirigir los destinos de un país en un momento determinado; resulta ineludible plantearse ya no la verdad o falsedad de un enunciado científico, sino la cuestión de la verdad en tanto que "conjunto de reglas según las cuáles se discrimina lo verdadero de lo falso y se ligan a lo verdadero efectos políticos de poder" (14) ; es decir, cuál es el estatuto de verdad y el papel económico-político que desempeña. Nos encontramos así con que, desde esta perspectiva, los regímenes de verdad no pueden ser separados ni de la ideología ni del poder. Y esta no es una variable exterior a las ciencias sino que transita en su mismo seno, atravesando el cuerpo mismo del saber producido y en producción. Con estos criterios podrían ser analizados, por ejemplo, los diferentes discursos que se evidencian en las respuestas [afirmativas y negativas] a solicitudes de presupuesto para diferentes tareas docentes e investigativas así como a las fundamentaciones que las acompañan.

    Las históricas separaciones entre ciencia/literatura, ciencia/política y ciencia/ideología (15) , remozadas hoy por el neoliberalismo en la profundización al máximo la división del trabajo, tienen por finalidad mantener a cada individuo-clase [en este caso científico-intelectual] en su «corral» [gabinete especializado, corporaciones profesionales y/o empresariales], haciendo lo que «sabe» [de acuerdo al título universitario] y «debe» [hacer lo que se le pide recortando la realidad todo lo que sea necesario] sin preocuparse del resto, adquieren así nuevamente pleno sentido, luego de la «desaparición» de los irreverentes planteamientos al respecto de las décadas del 60 y 70.

    Que los físicos se ocupen de los átomos, los biólogos de las células, los médicos de hacer recetas y los psicólogos de las neurosis. Para pensar en la economía están los economistas, para pensar las cuestiones políticas están los políticos, y para pensar la ética están los comités y los órganos oficiales. En síntesis, para «pensar» las articulaciones –y cómo mantenerlas alejadas de la superficie– está la clase dominante. Todo está previsto y [falsamente] solucionado de antemano [para anular la participación y el movimiento]. De nada hay que preocuparse, «los expertos lo harán todo», el resto no debe dispersarse con estas cuestiones, pues a cada uno se le paga para que se ocupe «de lo suyo».

    He aquí el resultado de la súperespecialización profesional [liberal], que cuadricula los pensamientos, instaurando la propiedad privada [y privativa] de los conocimientos, impidiendo que fluyan por los diferentes campos del saber, y separando a la ciencia del trabajo como potencia independiente de producción, por lo que resulta enrolada al servicio del capital. En este sentido compartimos con J. F. Lyotard (16) que

    (…) En la discusión de los socios capitalistas de hoy en día, el único objetivo creíble es el poder. No se compran savants, técnicos y aparatos para saber la verdad, sino para incrementar el poder. (…) La gestación de los fondos de investigación por parte de los Estados, las empresas y las sociedades mixtas obedece a esta lógica del incremento del poder. Los sectores de la investigación que no pueden defender su contribución, aunque sea indirecta, a la optimización de las actuaciones del sistema, son abandonados por el flujo de los créditos y destinados a la decrepitud.

    Vemos así que, paradójicamente, lo que se mantiene separado en la teorización «científica», aparece profundamente imbricado a la hora de la praxis, operándose el esquema ideológico de inversión señalado por Marx, que comienza con la inversión entre lo concreto y lo abstracto para finalizar invirtiendo la relación entre lo consciente y lo inconsciente. En este proceso podemos también observar los tres aspectos contenidos en la ideología enunciados por Sánchez Vázquez (que hemos desarrollado en el capítulo anterior): 1) gnoseológico; 2) social y 3) práctico. Consiguientemente, queremos dejar planteado que son justamente quienes esgrimen una «posición» de «ferviente neutralidad» [política, ética y valorativa] quienes reproducen la ideología dominante, en tanto que teoría incorrecta de la realidad, cuya finalidad [oculta] es la perpetuación de las relaciones de dominación, de las que el saber constituye uno, sino el principal, de los ejes en la actualidad.

    IV. EL «SABER – MERCANCÍA»

    En la última veintena de años hemos asistido a muy importantes transformaciones en lo que respecta a las formas de circulación y transmisión del saber, desde la escuela primaria hasta en los circuitos universitarios y la comunidad científica. Y esto se enmarca en una transformación mayor sufrida por nuestra sociedad a partir de la última dictadura militar. Se produjo un cambio fundamental en las relaciones entre diferentes sectores del cuerpo social, que en muchos casos llegó a la desintegración total, hecho que se mantiene hasta nuestros días. Fue a partir de la dictadura que la Universidad quedó prácticamente desvinculada del conjunto social, transformándose en una institución dedicada más a la reproducción de teorías que a la producción de conocimientos.

    El terrorismo de Estado fue la metodología científicamente concebida [por científicos sociales entre otros] para cumplir los objetivos que, ya con anterioridad al golpe de Estado, estaban claramente marcados a nivel político, económico e ideológico. Una vez más la ideología dominante, esta vez al desnudo, se ocupó de invertir las realidades. Así el discurso militar apuntó a suprimir la realidad vivida socialmente, sin escatimar para lograrlo asesinatos, desapariciones ni violaciones de todo tipo. A través de una serie de complejos mecanismos de sobrecodificación (que por razones de espacio no podemos desarrollar aquí) y con el soporte de los medios de comunicación masiva y la complicidad silenciosa (17) de importantes sectores de la población, la realidad vivida fue negada y sustituida por otra «producida por el poder», como medio eficaz de imponer un nuevo «orden» económico-político. Esta «nueva» realidad se erigió como ÚNICA, VERDADERA, BUENA y JUSTA. Y esto tuvo vigencia también para el saber, que cayó bajo la acción de la censura, la sustitución o el vaciamiento de contenidos.

    Pero los efectos a largo plazo, eficazmente «silenciosos», comenzaron a observarse ya avanzados los años 80, no sólo en el deterioro de todo el sistema educativo, que fue una vía sumamente importante para la diseminación, «interiorización» y legitimación (18) de los valores del capitalismo y cuyo modelo poco a poco fue siendo asimilado al empresarial; sino también en una verdadera desalfabetización operada en los alumnos mediante la destrucción del pensamiento formal abstracto, que resultó mayoritariamente reducido a la lógica de lo concreto.

    Una vez más, y tal como hemos enunciado con anterioridad, la ideología impuso las evidencias como evidencias que no pudieron dejar de ser reconocidas, y paralelamente con su función de desconocimiento, hizo aparecer lo que ocurría dentro de ella como si ocurriera fuera. En un breve pero revelador párrafo, Lyotard (19) sintetiza este estado de cosas:

    La pregunta, explícita o no, planteada por el estudiante profesionalista, por el Estado o por la institución de enseñanza superior, ya no es ¿eso es verdad?, sino ¿para qué sirve? En el contexto de la mercantilización del saber, esta última pregunta, las más de las veces significa: ¿se puede vender? Y, en el contexto de argumentación del poder: ¿es eficaz?

    De esta manera, la producción social del conocimiento se ha alejado de la función social del saber, pues los productos de tal práctica, transformados en mercancías controladas por monopolios empresariales, sólo son asequibles para unos pocos, en tanto que una mayoría abrumadora de la población se ve privada del mínimo beneficio. El saber que se ha transformado en mercancía tiene a partir de entonces «propietarios privados», y su «posesión» o no divide las aguas. Pero también el régimen de los discursos se ha transformado, culpabilizando a los desocupados, los pobres, los enfermos y los muertos de sus situaciones, pues no se «reconvierten» de acuerdo a los planteos de la economía de mercado. Todo se plantea como una cuestión [falsamente] individual en la que cada uno es dejado librado a su suerte. Pero de esto ya ni siquiera se habla.

    El «saber-mercancía» ha producido su propia fetichización que, de acuerdo con lo enunciado por Marx, se caracteriza por la inversión que posibilita que las relaciones entre los hombres se presenten falseadas como relaciones entre cosas. De tal manera el saber, al transformarse en cosa [vendible y comprable], es desvinculado de cualquier consideración ético-responsable que pudiera haber intervenido en el proceso de su producción. Marí (20) enuncia a este respecto:

    En la época de la posmodernidad, la ciencia siguió la misma ruta que muchos individuos. No se canoniza en ella el deber absoluto hacia los hombres, ni el espíritu de responsabilidad. La ciencia se hace famosa y aun cuando se convierte en «tristemente famosa», lo es por recurso a su excelencia total, quedando amputada de la vida ética y deslegitimada de sus obligaciones hacia la colectividad.

    Una vez más el discurso del capitalismo neoliberal «transparente» y avasallante, utiliza el saber para obtener poder y beneficios económicos, haciendo depender la dignidad de las condiciones de vida de la población de la ley del más fuerte, su propia ley, es decir la ley del dinero. Así, puede observarse que la política neoliberal bajo la máscara del postmodernismo, cuenta con una fina tecnología destinada a mantener ocultas las articulaciones socio-político-económico-éticas de la ciencia; tanto como a determinar con qué elementos ha de conformarse la conciencia. Lógica interna de las relaciones de poder. Lógica inherente a la sociedad de control, efectiva, sutil, imperceptible.

    El sistema capitalista actual, en una nueva demostración de la impresionante plasticidad constitutiva que lo caracteriza, ha puesto de manifiesto su capacidad autotransformadora para lograr su perpetuación, sin importar que el costo humano de tal «triunfo» crezca de modo salvaje y alarmante. He aquí el «fin de las ideologías» del que los capitalistas con «su» ideología, pretenden hoy convencernos.

    V. CIRCULACIONES MASIVAS DEL SABER

    El siglo XX que está tocando a su fin se ha caracterizado por un vertiginoso proceso de descubrimientos científicos y tecnológicos. Dos han sido, esencialmente, los acontecimientos que han marcado esta tendencia: el descubrimiento de la energía atómica y el desarrollo de las telecomunicaciones a nivel informático y mediático.

    Aludiendo al descubrimiento de la energía atómica y sus catastróficas derivaciones para la vida en el planeta, Hans Durr, Director del Instituto Max Planck de Munich, planteó que "la ciencia puede permanecer libre pero sus manipulaciones deben ser sometidas a ciertas condiciones para que las bases de la vida humana sobre esta tierra no sean destruidas." (21)

    En cuanto a los avances generados por la «explosión» de las telecomunicaciones, se escuchan las voces de innumerables acólitos y, en cambio, sólo unas pocas intervenciones críticas. Sin desmentir las increíbles posibilidades –por el momento potenciales– que este acontecimiento podría abrir para el hombre si se pensara en mejorar los niveles de educación de las mayorías populares, queremos referirnos a las derivaciones y efectos de las telecomunicaciones sobre las relaciones humanas en general y la transmisión de informaciones y conocimientos en particular. ¿O es que acaso se pretende que las aseveraciones de Durr sólo sean válidas para la cuestión puntual que motivó su enunciación?

    Es que a partir del acontecimiento de las telecomunicaciones, la conformación de la realidad contemporánea se ha transformado en un grado tal que asistimos al tránsito desde la construcción social de la realidad hacia la construcción mediática e informática de la realidad social, de la cual tanto las ciencias [duras y blandas] como la filosofía, no están exentas de las imbricaciones del poder ni de responsabilidades propias.

    Dada la complejidad del fenómeno que intentamos analizar, realizaremos el abordaje considerando dos vertientes principales: a) los mass media; y b) la informática.

    a) Los mass media.

    Ha sido instaurada una suerte de arbitraje mediático de los conocimientos, en base al cual «algunos» de ellos obtienen difusión masiva de acuerdo a los circuitos-contactos con que cuente el interesado [profesional, intelectual, investigador] y a las «transacciones» que este esté dispuesto a hacer.

    Si se desea obtener un crédito o apoyo de sectores interesados, por ejemplo, la estrategia es adquirir notoriedad televisiva, radial o en la prensa escrita. En esta dirección afirma Bourdieu: "…todos los campos de producción cultural están sometidos a la coerción estructural del campo periodístico…" (22) Los efectos [político-ideológicos] de tales prácticas conducen en primer lugar, a convertir los mass media, sobre todo la televisión, en maquinarias productoras de realidad: «lo que no está en la televisión no existe», a lo que Bourdieu denomina el «efecto realidad», o bien «si está en la televisión existe como verdad objetiva’» (23-24) – ; un segundo efecto es dejar delimitado el campo de «lo que hay que pensar» (25) [qué, cómo y cuándo]; un tercer efecto liga los desarrollos de las producciones culturales y científicas con el éxito comercial [con qué capitales se cuenta para trabajar y de dónde provienen, a quiénes «pertenecen» los descubrimientos, la cuestión de las patentes, etc.]. Un cuarto efecto se refiere a la banalización [equivalente al vaciamiento de sentidos] de los conocimientos, mediante la creación de opinión, implementada a través del mecanismo tendiente a hacerle creer a la audiencia [cautiva de los media] que puede opinar sobre «todo» [el universo hegemónicamente constituido por los temas que los medios indiquen], por supuesto a partir de información [transformada en noticia] y creando un juego [catártico] de ilusoria participación [desde el banco de la cocina o el sillón del living] tendiente a instaurar la certeza de que se ha cumplido con un deber ciudadano [cuando en realidad es justamente esta posibilidad la que ha sido desactivada].

    Retomamos aquí lo expresado por Stoppino (26) en cuanto a que los sistemas de creencias político-ideológicas justifican situaciones de poder dadas, y en las que los juicios de valor califican como legítimo,

    bueno o útil el poder, motivando la dominación-obediencia. El papel de los científicos en estos procesos, también es decisorio: las más de las veces, aunque felizmente no todas, sus participaciones son modalizaciones estratégicas de una política dirigida a la obtención de algún beneficio personal o corporativo [prestigio, fama, dinero, «conexiones»] que sin embargo es «mostrado», mediante su discurso de experto [en imponer la evidencia como tal], como un beneficio para la comunidad.

    Así los media (27) , capturados por el poder, pierden todo el potencial que podría contribuir a desarrollar en los planos informativo y educativo, para constituirse en potentes controladores cuando no destructores del pensamiento singular y reflexivo, capaz de concebir aproximaciones a las realidades complejas.

    b) La informática.

    Con referencia a la informática, no se puede dejar de reconocer que ha revolucionado la transmisión de los conocimientos y la investigación científica, pues, así como el capitalismo ha adquirido una dimensión planetaria, aquella ha mundializado la circulación de las informaciones. Pero, al igual que cualquier innovación tecnológica, plantea diversas cuestiones que es necesario considerar.

    Históricamente, la existencia de diferentes lenguas ha enriquecido a la vez que complejizado la existencia humana. Sabemos que cada lengua construye, semantiza y produce efectos pragmáticos singulares que van mucho más allá de lo estructural (28) . Por ello es que se extiende hasta nuestros días la problemática planteada por las traducciones de un idioma a otro, que en realidad nunca llegan a poder dar cuenta de lo expresado en la lengua de origen. En el campo de las diferentes ciencias, también ellas han contado con lenguajes específicos propios, creados para intentar dar cuenta de los fenómenos inherentes a sus objetos de estudio. La informática en tanto ciencia, por ende, también ha creado sus lenguajes propios, pero a diferencia de todas las demás, se ha erigido como aquella [supuestamente] capaz de vehiculizar la circulación de información de todas ellas. Este «pasaje» de una ciencia a otra, impone necesariamente la traducción de los conocimientos en cantidades de información, la simplificación de los contenidos y la standarización de la información. Una cuestión de «ingeniería del conocimiento» (29) .

    ¿Pero qué ocurre entonces con aquel saber que, ya sea porque su propio objeto de estudio no puede soportar semejante violentación, o porque quienes lo producen no están dispuestos a admitirla, no «entren» en el circuito informático?

    La respuesta no resulta sencilla. Según Lyotard "se puede establecer la previsión de que todo lo que en el saber constituido no es traducible de ese modo será dejado de lado, y que la orientación de las nuevas investigaciones se subordinará a la condición de traducibilidad de los eventuales resultados a un lenguaje de máquina." (30) En esta frase podría leerse una prescripción respecto del modo en que la ciencia debe producir los conocimientos, y no pareciera responder al azar sino a una lógica interna que ese "modo de producción" que las ciencias deben adoptar, tenga tantas coincidencias con el modo de producción capitalista y sus valores.

    Continuando nuestros desarrollos anteriores, podemos pensar que esta potente tecnología corre el riesgo [si es que no ha dejado ya de ser un riesgo para transformarse en un hecho] de erigirse como un «aparato de captura» (31) científicamente programado. También aquí nos encontramos con consecuencias similares al «efecto realidad»: «si no es informatizable, el saber no existe» junto con la contracara que hemos propuesto: «si está informatizado, el saber tiene valor de verdad objetiva». También aquí nos encontramos con la supuesta «neutralidad» de un saber lavado y recortado, que habiendo sido cuantificado y traducido, nos hace perder de vista una vez más que es portador de relaciones entre hombres y no entre cosas.

    Otra tendencia estimulada por la «dictadura» informática, es la de separar la producción-transmisión-apropiación del saber de los procesos de «formación», que necesariamente involucran el aprendizaje grupal y que, de manera permanente, interpelan al sujeto del conocimiento. Así a la globalización de la economía y la información [que nada tienen que ver con la socialización del bienestar], corresponde el aislamiento de los hombres que, transformados en piezas ejecutoras del sistema, sólo quedan «en contacto» con la máquina y el «saber-mercancía».

    VI. ÉTICA E IDEOLOGÍA CAPITALISTA

    En realidad, la cuestión ética no ha dejado de estar planteada en los desarrollos precedentes, a través de sus múltiples entramados. Ahora la propuesta alude a realizar el análisis del mismo entramado, pero focalizando la atención en la problemática que la ética atraviesa en el momento actual.

    El tema ético aparece ocupando un lugar destacado en los diferentes ámbitos científicos, políticos y, por supuesto y sobre todo, mediáticos. Y decimos el tema porque la presentación de la ética forma parte de las noticias del día.

    Podría pensarse que por fin salen a la luz las inquietudes y cuestionamientos referidos a los alcances y límites de los actos humanos. Sin embargo, la observación de la experiencia cotidiana indica que el fenómeno tiene otras características, que se aproximan más a lo que podría ser denominado la ética como espectáculo. Un espectáculo [servicio] destinado a «limpiar eficazmente» historias y conciencias, que gracias a los medios es brindado en el domicilio del consumidor y por el mismo precio.

    Porque hemos de señalar que las diferencias cualitativas entre hablar y decir son profundas, pues lo primero no remite a un compromiso: "se dice", "dice Fulano" o "la noticia dice"; en tanto que lo segundo plantea un posicionamiento ético: "yo digo…" Respecto al tema que nos ocupa la consideración pasa porque demasiados hablan, pero muy pocos dicen.

    ¿No se trata acaso de una nueva jugada de la ideología dominante que intenta imponer evidentemente el tema de «la importancia de la ética» como evidencia, con la finalidad de que esta sea reconocida como tal, cuando en realidad lo que se genera es un verdadero desconocimiento acerca de que esto transcurre dentro de una ideología que impide pensar en torno de la ética de la vida real?

    El problema es que si se parte de la vida real de los hombres, la ética se transforma en el extremo de un hilo que, de ser tirado, atrae inmediatamente consigo un ovillo de complejidades. Nos referimos a las cuestiones pilares del capitalismo, como las ideas de progreso, igualdad, justicia, libertad… Claro que una cosa son los discursos del capitalismo y otra la vida en el capitalismo para aquellos hombres que no integran la clase dominante. A este respecto, y retomando lo expresado con anterioridad, dice Marí (32)

    En la etapa del capitalismo de nuestros tiempos, al que se conoce con el nombre de capitalismo tardío, a lo que asistimos, en realidad, es a un colapso de esta misma filosofía. Su presente ideología legitimante ya no se hace reposar en el velo de la ignorancia. La estrategia cambió de sentido y, en consecuencia, también lo hizo el régimen de los discursos. Las barreras psicológicas aptas para disimular las condiciones reales de vida se han levantado para dar paso a la admisión más explícita y transparente de que el sacrificio, el pauperismo y la muerte eventual de millones de seres, sin empleo o con él, están plenamente justificados por carecer de coordinación con la marcha del mercado, sus reglas de eficiencia y productividad.

    A primera vista parecería existir una contradicción entre lo mencionado en el párrafo anterior, en relación a que «se genera un verdadero desconocimiento acerca de la ética de la vida real», y el texto citado, cuyo planteo es que «la ideología legitimante ya no se hace reposar en el velo de la ignorancia». Sin embargo, no hay tal contradicción puesto que si bien el discurso capitalista es descarnado al plantear la necesidad del sacrificio de millones de personas, el verdadero desconocimiento está en que el sistema no asume éticamente que el desastre es parte inherente a su funcionalidad y perdurabilidad sino que culpabiliza a las víctimas de su propia desgracia por no hacer lo necesario para «entrar» [ya que han sido expulsados] en el juego. El desconocimiento está en que las reglas del juego han sido fijadas por una sola de las partes: los capitalistas, y esto no se dice sino que se encubre bajo el sistema democrático representativo [burgués], por lo cual lo que hacen los gobiernos es lo que «el pueblo eligió». De esto resulta que las reglas no son verdaderas como tampoco lo es el juego, ya que el supuesto contrincante no sabe a qué se juega y por ende, no tiene participación en la decisión de las reglas. La propuesta del capitalismo actual por lo tanto se erige como un juego sacrificial.

    Continuando con Marí (33) respecto a la cuestión ética en las ciencias, compartimos con él que la catástrofe producida por el lanzamiento de las dos bombas atómicas, instala una «divisoria de aguas»: la ciencia es antes y después de Hiroshima y Nagasaky. Pero con respecto a las derivaciones de la filosofía de la ciencia hacia las cuestiones éticas creando una nueva especie de «profesionales» de la ética, pensamos que hay muchos aspectos por revisar, puesto que esta circulación restringida de los cuestionamientos y reflexiones que se circunscribe a círculos de «expertos», evidencian también una ideología de tinte desideologizante. En este sentido, resultan esclarecedores los postulados de Lipovetsky (34) :

    Detrás del éxtasis de los valores, avanza el reinado de los especialistas, la voluntad democrática de controlar la ciencia mediante los valores éticos contribuye de hecho a prolongar el proceso de racionalización «burocrática» del mundo moderno, a extender la tecnificación sensata de la organización democrática, e incluso, a poner en órbita aquí y allá, la instrumentalización mercantil de la moral. Con los nuevos «sabios» llegan, en efecto, los consultores, los profesionales remunerados de la ética. (….) Lo que se llama «renovación ética» no significa de ninguna manera renacimiento de una cultura de los deberes del hombre y del ciudadano sino fe e ilusión cientificista en el saber-decidir de los expertos en materia de fines, demanda de una gestión equilibrada de los derechos del hombre y de la ciencia, voluntad de un «justo medio» determinado por expertos y adaptado al modo de vida individualista posmoralista. (…) Nuevas figuras que encarnan el espíritu democrático y su voluntad de instituciones independientes del poder político, los comités de ética están en concordancia con el neoindividualismo absorbido por el ego y sus derechos, escéptico hacia la política, más preocupado por decisiones imparciales y equilibradas que por enfrentamientos ideológicos. (…) No es la menor de las paradojas ver cómo en la actualidad las instituciones que encarnan la ética trabajan, también ellas, en la reproducción de la desmotivación individualista, en la promoción de especialistas, en la expansión de la organización «tecnocrática» de las democracias: la reafirmación ética es una ética sin ciudadano.

    ¿No resulta ser esta canalización especializada una metodología eficaz del sistema para mantener las cosas en «su» lugar evitando la articulación social? ¿O es acaso desconocido el hecho de que en tanto se discute en los comités de ética, congresos, universidades, etc.; acerca de la eutanasia, la fertilización asistida, la contaminación y demás cuestiones, esos mismos profesionales efectúan prácticas muchas veces reñidas con cualquier ética?

    De tal manera, la lamentable realidad indica que mientras la bio-ética «funciona» en el piso superior de la sociedad, el subsuelo está poblado de cadáveres, por ser entre otras causas, víctimas del hambre, la miseria, el «gatillo fácil» o de una praxis intencional –que jamás figurará asentada en la historia clínica.

    He aquí la otra cara del discurso postmoderno con su «fin de las ideologías» que, gracias al súperdesarrollo alcanzado por las ciencias y la tecnología, dice poder prescindir de aquellas. Es que la única posibilidad de mantener el sistema capitalista, es «extirpando» la discusión y el cuestionamiento acerca de sus fundamentos y estructuras, declamando, con claro tinte reformista y conservador: «dentro del capitalismo todo, fuera del capitalismo nada».

    Es indiscutible la eficacia tecnológica de esta nueva sociedad de control, que ya no necesita regirse por sistemas disciplinarios [antieconómicos y demasiado visibles] como los analizados por Foucault en varias de sus obras, sino que se dirige a intervenir en la constitución misma de las subjetividades, produciendo sujetos de acuerdo con determinadas características y actitudes, intereses e ideología: la desideologización global y la «neutralidad ideológica» de las ciencias en particular.

    Estas tecnologías se constituyen en pasaporte –liberador de cualquier compromiso social– para continuar produciendo conocimiento sin atender a las consecuencias de tales actos, pues no se puede detener el progreso de la ciencia. La próxima «bomba» está en puerta: la «ingeniería» [manipulación] genética, con la posibilidad de «crear» seres a la medida de los sectores dominantes. Aunque hay mucho por discutir, al parecer lo harán los comités de expertos, pues es un «hecho» que las experimentaciones están ya más avanzadas de lo que pueda ser imaginado y no se han oído demasiadas voces de alerta. Entonces la pregunta [que se busca eludir constantemente] es nuevamente: ¿Cuál es la responsabilidad que les cabe a los intelectuales y científicos frente a la sociedad, cuando de hecho han sido formados gracias a ella (35) ?

    Hoy más que nunca, se trata de poner en cuestión el cientificismo individualista por el que aboga el neoliberalismo.

    Es en este mismo sentido que Sánchez Vázquez expresa que "dicha doctrina [de la «neutralidad ideológica»] viene a soldar en una y la misma persona su irresponsabilidad como científico y su responsabilidad como ciudadano." (36) Porque no hay posibilidad de transformación ética alguna si no es a partir de la recuperación de la conciencia política y la reorganización social; no hay posibilidad de que el hombre pueda devenir ético en tanto la ética sólo sea una materia de estudio o discusión. No puede haber una bio-ética real sin una verdadera bio-política.

    He aquí el desafío humano que está planteado para el tercer milenio, frente al cual los intelectuales no podrán mantenerse al margen.

    VII. CONCLUSIONES

    Si bien la redacción de este trabajo comenzó con la exposición de sus ejes temáticos fundamentales, a lo largo de sus desarrollos se fue produciendo una multiplicidad de asociaciones temáticas que hacían su aparición durante el proceso de redacción, así como también surgieron series de conexiones complejas que iban imprimiendo distintas modalizaciones de los planteos conceptuales. Dada la necesidad de acotar la extensión a un límite de espacio prefijado, muchas de esas cuestiones pudieron ser sólo insinuadas, quedando como fermento de otras posibles producciones.

    Los apuntes han encontrado su final. No así las motivaciones que generaron su elaboración, que siguen vigentes y en busca de producir nuevos descubrimientos.

    Abordar la teoría de la ideología aquí y ahora representa, además de un desafío apasionante, un decidido y a la vez obligado compromiso social que se impone como la necesidad de diseñar nuevos instrumentos de abordaje e intervención en la política actual.

    Ya Marx y Engels habían advertido sobre los destinos y consecuencias de la instauración del modo de producción capitalista. A ellos, y a otros pensadores que continuaron sus lineamientos nos hemos remitido para fundamentar nuestros planteos críticos en torno a las cuestiones de la neutralidad ideológica de la ciencia, a las imbricaciones del poder en el establecimiento de los regímenes de verdad y, consecuentemente, a las funciones del saber y las nuevas formas de circulación y transmisión inherentes a este momento histórico.

    Se han señalado los aspectos fundamentales de cada uno de los temas tratados. Respecto a «ideología, verdad y poder en la producción científica» han quedado explicitado las concepciones: de hombre como sujeto social, de los orígenes políticos de la investigación como elemento fundamental de las ciencias empíricas y del análisis disciplinario como predecesor de las ciencias del hombre. Así mismo, han sido desplegadas las relaciones entre los regímenes de verdad, la ideología y el poder, para luego analizar el estado actual de la producción científica argentina actual desde la perspectiva marxista.

    La noción de «saber-mercancía» pone al descubierto algunos de los efectos sobre la realidad, del terrorismo de Estado implantado por la última dictadura militar, que a través del trastrocamiento y deterioro del cuerpo social en su conjunto y del sistema educativo en particular; dieron paso a la instauración del modelo neoliberal.

    En cuanto a las «circulaciones masivas del saber», se plantea la necesidad de tomar en consideración el acontecimiento de las telecomunicaciones para acceder a la comprensión de la realidad actual. Es a partir de él que, no sólo se han visto transformadas las relaciones humanas, sino que se han operado modificaciones cuanti y cualitativas en la circulación del saber. A tal punto, que los media ya integran la misma producción del saber. Respecto de la informática, no puede omitirse la problemática de la traducción de lenguajes con la consiguiente violentación de sus particularidades y la tendencia a imponer la standarización de los conocimientos; como una nueva modalidad de dirigir su producción a través de la determinación de cuáles son «servilmente» utilitaristas. Así mismo son analizadas las manipulaciones que el poder hace de los medios masivos como forma de establecer mecanismos de control de la sociedad, instaurados ya hoy en el seno de la intimidad misma de los sujetos y, por ende, como interioridad del sistema productivo.

    El tratamiento de la problemática ética en el sistema capitalista actual, además de retomar bajo su mirada las temáticas desarrolladas con anterioridad, la considera como un tema de los discursos estratégicos que responden a los regímenes de verdad. Se plantean ópticas de distintos autores que han investigado la cuestión, en lo que se refiere a las características del capitalismo tardío y sus consecuencias letales para la vida en condiciones dignas; al tiempo que se dejan al descubierto las trampas en el lenguaje sobre las que se asienta el discurso del régimen democrático burgués. Respecto a las ciencias en particular, se esgrime una posición crítica respecto a abandonar la ética «en manos de expertos» o reservarla a los espacios instituidos, que por definición, no pueden dejar de estar comprometidos, al menos parcialmente, con el discurso dominante. Tales actitudes conducen en realidad a desactivar posibles propuestas transformadoras del actual estado de cosas.

    Son estas cuestiones las que se plantean, a espaldas de los pueblos, como desafío para un mundo de pobreza globalizada y de riqueza súperconcentrada. Un mundo gobernado por la dictadura del capital, cuyos amos y sirvientes de turno plantean el «fin de las ideologías y de la historia» en virtud de haber alcanzado la humanidad «un grado de perfección insuperable».

    Como final de lo escrito y para abrir la discusión, la propuesta apunta a la necesidad de recuperar y promover lo político en y de la vida cotidiana. Transitar por nuevos territorios micropolíticos, como paso ineludible para pensar un devenir ético que dé sustento a la reconstrucción social. Y es entre otros a los intelectuales y científicos formados, lo reconozcan o no, gracias a la comunidad, a quienes les cabe buena parte de la responsabilidad de pensar posibles alternativas que reparen su agónico desangrar cotidiano. Valga el ejercicio recordatorio para los interesados acerca de que, como es la vida la que determina la conciencia y no la conciencia la que determina la vida; más que escritorios, cámaras de televisión y discusiones de salón, es hora de recuperar la calle.

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    Notas

    1. Marí, Enrique; Papeles de Filosofía II, lra. ed., Buenos Aires, Biblos 1996, 318pp. Pág. 111.
    2. Engels, Federico; Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, cap. IV, par. 19; en Obras escogidas de Carlos Marx y F.E., Buenos Aires, Cartago, 1957, pág. 709. Citado por Stanley Moore; "Ideología y alienación" en Historia y elementos de la sociología del conocimiento. Contenido y contexto de las ideas sociales. Buenos Aires, EUDEBA. 1ra. ed. 1964.3ra. ed. 1979. Cap. V; pág. 46-57.Las bastardillas son nuestras.
    3. Marx, Carlos; Prólogo de la "Contribución a la crítica de la economía política"; en Historia y elementos de la sociología del conocimiento; pág. 75-79. * Las bastardillas son del original.
    4. Marx, Carlos y Engels, Federico; La ideología alemana; España, Ediciones Pueblos Unidos, 4ta. ed. S/F. pp. 13-90.
    5. Marí, Enrique; op. cit., pág. 124-5.
    6. Marí, Enrique; op. cit., pág. 126
    7. Sánchez Vázquez, Adolfo; "La ideología de la «neutralidad ideológica» en las ciencias sociales", en: Balcárcel, Bunge, et. al;. La filosofía y las ciencias sociales, Grijalbo, s/l, s/f. pág. 293-5
    8. Sánchez Vázquez; op. cit. pág. 294. En este punto cabe aclarar que el autor considera que "la concepción de la ideología como total y necesariamente falsa (como forma de «conciencia falsa») es una generalización ilegítima de una forma particular, concreta, de ideología, puesto que si se generaliza a toda ideología el concepto de «conciencia falsa» no se alcanza a ver cómo la ideología revolucionaria, proletaria, podría cumplir su función práctica (inseparable de una conciencia verdadera de lo real) y qué sentido tendría la lucha ideológica y la formación ideológica de la clase obrera como elementos necesarios -junto a la lucha económica y política- en el proceso histórico de su emancipación."
    9. Citado por Mario Stoppino en su artículo "Ideología"; en: Diccionario de Política, Bobbio, Matteucci y Pasquino; México, Siglo XXI, lra. de. 1981-2, 10ª. ed. 1997. Tomo 1, Pág. 755.
    10. Stoppino, Mario; "Ideología", en: op. cit.; pp. 755-6
    11. Stoppino, M. op. cit .pp. 762-767
    12. Marx, C. y Engels, F.; op. cit., p.26
    13. Foucault, Michel; Vigilar y castigar, nacimiento de la prisión, Siglo XXI, Buenos Aires, 1989, pp. 227-9.
    14. Foucault, Michel; "Verdad y poder", en: Microfísica del poder, Las ediciones de La Piqueta, Madrid, 3ª. ed. 1992, pp. 175-189.
    15. Las demarcaciones territoriales de los saberes mediante la barra, generalmente de inspiración positivista, que las más de las veces se acompañan de un tono despectivo alusivo a todo lo que «cae por fuera» de su esquema, incitan a interrogarse por su pretendida certeza, por sus motivaciones y sentidos.
    16. Lyotard, Jean François; La condición postmoderna, informe sobre el saber, Planeta-Agostini, Barcelona, 1993, pp.98 y 100.
    17. Pavlovsky, Eduardo; "Las identidades fragmentadas. La mayoría silenciosa es sensible al discurso del poder". En Lo grupal 5, Buenos Aires, Búsqueda, 1987, pp. 29-32.
    18. Miliband, Ralph; El estado en la sociedad capitalista, México, Siglo XXI, 14ª. ed., 1988, pp. 235 y 249.
    19. Lyotard, J. F.; op. cit., pp. 108-9. Sobre el modelo tecnocrático – eficientista y sus consecuencias sociales también Rifkin, Jeremy; El fin del trabajo, Paidós, Buenos Aires, 1996, capítulo 3, pp. 67-81
    20. Marí, Enrique; El honor de la ciencia a fines del milenio, s/l, s/f. Pág. 3.
    21. Citado por Enrique Marí en "El honor de la ciencia a fines del milenio", s/f, s/l, pág. 3.
    22. Bourdieu, Pierre; Sobre la televisión, Anagrama, Barcelona, 1997. Pág. 8. También Lipovetsky, Gilles; op. cit. p.236.
    23. Sobre la falta neutralidad de la técnica y las imágenes formando parte del poder puede consultarse "El travelling de Kapo"; de Serge Daney, en Perseverancia, Reflexiones sobre el cine, El Amante, Buenos Aires, 1998, parte primera, pp. 19-44.
    24. Cabría aquí ampliar la explicación pues se trata de un fenómeno sumamente complejo que involucra lo sociológico, lo psicológico y lo estético. No lo hemos hecho porque su desarrollo excede los fines de este trabajo.
    25. A este respecto también tomamos en consideración lo dicho por Daney: "…asistimos al desarrollo de todas las retóricas del individualismo que pasan por la publicidad y que reivindican continuamente su poder. Así, el sujeto estético es el individuo, aquel que hay que reformatear, y la publicidad es el instrumento de ese reformateo." Daney, S.; op. cit., pág. 159; y por Ralph Miliband: "(…) El Estado en la actualidad manipula cada vez más las noticias, sobre todo en tiempos de tensión y crisis, lo cual quiere decir, en relación a la mayoría de los principales países capitalistas, que lo hace casi permanentemente; y cuanto mayor es la crisis, tanto más deliberada es la manipulación, los escamoteos de la verdad, las semiverdades y las francas mentiras." Miliband, R.; op. cit., p. 224.
    26. Stoppino, Mario, op. cit., pág. 767.
    27. Giovanni Sartori, en un artículo publicado por Página 12 el 31-3-98, anticipa algunos contenidos de La sociedad teledirigida, su último libro editado por Taurus, en el que plantea que "…el niño forjado por la TV se queda en el mundo sensible y en cosas que se sienten, pero no puede ingresar al mundo inteligente, de las cosas que se entienden. El problema se plantea en términos de conceptos abstractos y doy ejemplos: la Constitución, el derecho y la igualdad no los vemos, pero los entendemos. Por lo tanto el video-niño, como ha recibido esta impresión no entiende los conceptos abstractos y no le interesan, produciéndose la destrucción del homo-sapiens a nivel de masas."
    28. De otro modo ¿cómo podría comprenderse la existencia de los dialectos?
    29. Sobre la "ingeniería social" , Sánchez Vázquez , A. op. cit. pág. 309-310. Respecto a la "reingeniería" en salud mental: De Brasi, Juan Carlos; Tránsitos, poéticas y políticas de la subjetividad, Ediciones de la Pequeña Escuela, Buenos Aires, 1997, pp. 60-5. Sobre los efectos de "La digitalización de las profesiones, la educación y el arte": Rifkin, Jeremy; El fin del trabajo; Paidós, Buenos Aires, 1996, pp. 193-8.
    30. Lyotard, J. F.; op. cit.. p. 15.
    31. Deleuze, Gilles y Guattari, Félix; Mil mesetas, capitalismo y esquizofrenia, Pre-Textos, Valencia, 1988, cap. 13, pp. 433-482.
    32. Marí, E.; "Etica y capitalismo: El jardín de los senderos que se bifurcan", en Papeles de Filosofía II, p. 222.
    33. Marí, E.; El honor de la ciencia a fines del milenio, p. 1.
    34. Lipovetsky, Gilles; El crepúsculo del deber, Anagrama, Barcelona, 1994, p. 228-230.
    35. Pavlovsky, E. "¿Qué hacemos con lo que sabemos?’, En Lo grupal 1, Buenos Aires, Búsqueda, 1983, pp. 119-121.
    36. Sánchez Vázquez; op. cit. pág. 308.

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    Isabel Navarrete