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Inmigración y literatura (página 2)


Partes: 1, 2, 3, 4

En este trabajo reúno reseñas publicadas en diarios, revistas y sitios de la Argentina, Uruguay y España entre 1999 y 2009. Las mismas se refieren a obras relacionadas con la inmigración y el exilio en la Argentina durante los siglos XIX y XX.

 

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Un dandy en la corte del Rey Alfonso, por María Esther de Miguel. Buenos Aires, Planeta, 1999.

María Esther de Miguel nació en Larroque, Entre Ríos. Ha trabajado en la docencia y el periodismo. Fue autora de numerosos libros y se la distinguió con importantes premios, entre los que se cuentan la Palma de Plata del Pen Club, el Konex de Platino para cuento y el Premio Dupuytren, Fue directora del Fondo Nacional de las Artes, integró el Consejo de Administración de la Fundación El Libro y fue crítica literaria del diario La Nación.

Una de sus novelas, titulada Un dandy en la corte del Rey Alfonso (1), tiene como protagonista a Fabián Gómez y Anchorena, un hombre que conoció las más altas cumbres de la dicha, y también las desgracias más terribles. A partir de numerosas obras que consultó, y de la frecuentación de lugares y personas, la escritora pudo lograr un ser de ficción creíble y querible, que nos hace sufrir con él con tanta intensidad como nos regocijó con sus andanzas de joven adinerado. Es muy interesante en esta obra la distancia que el joven recorre desde el poder y la riqueza hasta la indigencia y el anonimato. En una y otra circunstancia, María Esther de Miguel lo muestra vívido, transitando por una época que ella sabe retratar con sentido del humor y visión crítica.

Tratándose de una novela que transcurre a fines del siglo XIX, no podían faltar en ella las referencias a la inmigración, que con tanta fuerza irrumpió en la sociedad argentina.

La abuela materna del protagonista, Estanislada Arana de Anchorena, recuerda la historia de su familia, y hace una descripción de los primeros extranjeros que llegaron a nuestra tierra: "No me vengan a hablar de aristocracia argentina. Las mejores familias, entre las que incluyo a la nuestra, por cierto, provienen de comerciantes y aventureros españoles y alguno que otro francés o inglés. Descendemos de abuelos y bisabuelos que vinieron a trabajar, y como les fue bien, aunque no siempre se hicieron la América, según se acostumbra decir, compraron campos y haciendas y construyeron grandes casas y tuvieron muchos hijos. Por eso se quedaron y defendieron estas tierras. Por eso todos tienen olor a bosta. Después fueron generales en los ejércitos de la patria y después ministros en los gobiernos de la Nación: Uno de los Anchorena fue Ministro de Rosas, y otro…"

Fabián Gómez se propone revertir la situación de sus mayores, por eso dice a su amigo: "si muchos de mi familia tuvieron un protagonismo fundante en la historia de mi país (sobre todo en la económica), ¿por qué no podré yo alcanzar notoriedad en estos lugares? Sería como devolver a Europa lo que Europa dio a la Argentina. No te olvidés que nuestros antepasados viajaron de España a América. Y España es Europa, ¿no? Aunque a veces no lo parezca". En otro párrafo afirma: "Mi padre, en un momento de su vida, se vino para acá. A mí me gustaría irme para allá. Como quien dice, me gustaría devolverme".

Buenos Aires aparece en la obra como "esa ciudad contradictoria", que "Por un lado mostraba el pobrerío de los barrios bajos, y las antiguas casonas donde comenzaban a amontonarse los inmigrantes que, en ese fin de siglo, estaban llegando de todos los lados del mundo. Por otro, las esplendideces de la clase cada vez más atrincherada cerca de la Plaza San Martín, en ese círculo áulico casi formado íntegramente por los Anchorena, sus parientes y sus amigos".

De la generación del 80 dice que "era una tanda de hombres intelectuales y bien pensantes que pasarían a la historia, según decían, porque se dedicaban a ser diplomáticos, escribir libros interesantes y sacar adelante el país, sobre todo por el esfuerzo de los inmigrantes que habían llegado para "laburar", como decían ellos. Aunque los habían confinado en fábricas, saladeros y conventillos, los pobres se manejaban bien y sacrificadamente, y no pasaría mucho tiempo sin que la mayoría de ellos tuvieran, de acuerdo a los sueños que los habían transportado a América, "m"hijo el dotor" ".

Esa dicotomía se reitera en otro pasaje de la novela, en el que leemos: "El mayor cambio Fabián lo veía en las clases que se iban perfilando tan netamente. Por un lado, la oligarquía, la alta burguesía, los ricos, los que tenían capitales que habían crecido poderosamente. Por el otro, la gran avalancha de inmigrantes, obreros y empleados cuyos sueldos se cobraban en papeles que cada vez valían menos, porque el precio del oro subía, mientras la carestía de la vida aumentaba. Papeles ñanga pichanga, decía la gente. En el aire flotaba un tufillo de disconformidad que él ya había olido en Madrid: era el de los necesitados".

La obra transmite la posición de la novelista acerca de este fenómeno social, una opinión que ha sido formada a partir de lecturas y documentación, pero también a partir de un factor que tuvo gran incidencia en la gestación de la novela, y no debe olvidarse: en la carta que ella escribe al protagonista, con la que abre el libro, habla de otro inmigrante, uno que es especialmente caro a la autora. Dice en esa página que un español llegó con unas monedas que le sirvieron a la escritora para reconstruir la vida de Fabián Gómez y Anchorena: "Todas tenían el escudo del Reino de España con sus coronas y sus torres y sus leones, todas eran de cinco pesetas, todas habían pertenecido a mi papá, quien vino de España por no hacer la conscripción en Marruecos. Llegó con una mano atrás y otra adelante, en su maleta un mantón de mi abuela y… Y nada más. ¡Ah, sí: las monedas!".

 

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Agatha Galiffi La Flor de la Mafia, por Esther Goris. Buenos Aires, Sudamericana, 1999. 415 pp.

Tres voces femeninas para narrar esta historia: la de Esther Goris, la autora; la de la hermana Sofía, quien escucha las confidencias de la delincuente confinada en el Asilo del Buen Pastor -un hospital psiquiátrico, a falta de cárcel para mujeres-, y la de la propia Agata, que en la década del cuarenta evoca su agitada existencia.

Varios hombres aparecen ligados a esa vida en la que hubo malas influencias, idealismo y audacia, entre ellos, el padre -Chicho Grande, que descubrió en la hija condiciones singulares-, Giacchino -el amigo y empleado de Juan Galiffi, que la protegió y le enseñó a disparar-, el marido -un abogado que se dejó llevar por las ilusiones de Agata-, Pláceres -el amante español que andaba por mal camino-, Morano -el compañero del Pibe Cabeza que muere para que ella se salve-…

Con estos personajes, construye Goris una historia apasionante: la de la joven heredera de un imperio, que, a su manera, hace justicia social; ejemplo de esta aseveración son los episodios de la contratación de los indios bolivianos y el asalto al almacenero que oculta el dinero en la bolsa de yerba. Afirma la autora: "no me abandona la sensación de haber vagado entre las sombras de una vida menos vasta que su anhelo".

Rodean a la protagonista multitud de criollos e inmigrantes, ricos y pobres, personajes de un relato que no sólo nos ofrece una visión de la "Flor de la Mafia" sino que, además, nos permite conocer una época, tan documentada está y tan bien reflejada esta documentación en un relato que atrapa al lector y no le permite abandonar el libro hasta llegar al final.

"Tal vez no haya mejor biografía que la que nunca se escribe -manifiesta Goris- pero me gustaría creer que a un alma como la de Agata no la puede silenciar la muerte. Quizás yo también, como Sofía, no haya nacido más que para escucharla. Quién sabe… Es un intento, entre tantos otros, de justificar una existencia".

La novela fue elegida por el Jurado de la Feria del Libro, como una de las destacadas del año 2000; fue la más vendida de ese año.

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Nuestra Argentina, por Ignacio Gutiérrez Zaldívar. Buenos Aires, Zurbarán Ediciones, 1999

Recientemente se presentó en el Roof Garden del Hotel Alvear Nuestra Argentina, el último libro de Ignacio Gutierrez Zaldivar, editado por Zurbaran con el auspicio de Laboratorios Bagó.

Se trata de una magnifica obra, que consta de 336 paginas, 165 de ellas con ilustraciones a 5 colores. las que comprenden mas de 550 fotografias, pinturas, esculturas y mapas. El trabajo se completa con el indice de artistas y sus respectivos currículos, la bibliografia consultada y Ia nómina de quienes ayudaron a reunir información y material grafico para Ia edición. Acompaña al volumen un CD que reúne las veinticuatro canciones características de las provincias y de la ciudad de Buenos Aires, interpretadas por Carlos Gardel, Mariano Mores, las Voces Blancas, Los Fronterizos, Ramona Galarza y Los Tucu-Tucu, entre otras figuras destacadas.

El volumen está compuesto por veinticuatro capítulos, "referidos a cada una de las veintitres provincias argentinas y Capital Federal, donde se cuenta el origen de su nombre, su historia, sus principales poetas, musicos, artistas, sus características gastronómicas, geograficas y hasta las leyendas más populares". Dice el autor que "lo mas difícil de este libro ha sido condensar en tan sólo doce paginas Ia riqueza de cada una de nuestras provincias".

A lo largo de la obra, el autor resalta la diversidad de las provincias evocadas, y ciertos rasgos comunes que las aúnan, formando nuestra nación: "No es lo mismo quien vive en la belleza de una zona andina, con los límites que ponen las montañas, que quien tranquea Ia pampa con el ilimitado horizonte a su frente. Lo mismo que los hombres del Atlántico que no tienen mas confín allende el horizonte donde el mar y el cielo se juntan. Cada región con su folklore: los cuyanos con sus tonadas, los sureños con las milongas, los porteños con el tango. Por eso entre los argentinos están los alegres y los pensativos, los nostalgicos y los que cantan alto, los que recitan bajo y los silenciosos".

Recuerda luego las "pasiones compartidas": el mate ("Solitario o en ronda que, de mano en mano, viene y va sin frontera alguna"), las empanadas ("con carne cortada a cuchillo o picada, siempre serán las mejores en el lugar que se las coma"), el asado ("es el país en el que casi todos dicen que "nadie sabe hacer el asado mejor que yo' "), el fútbol (hasta en los confines del país, las radios a transistores encendidas, porque en Buenos Aires se enfrentan Boca y River, pasión que nos separa sin hablar de porcentajes y, que sólo es capaz de unir el Seleccionado Nacional").

La ingente tarea de recolección de material Ilevada a cabo por Gutierrez Zaldivar no ha dado como resultado un muestreo frio y estadístico de cada region a presentar. Por el contrario, en sus textos se evidencia la sirnpatía y el interés que experimenta ante los seres humanos y los paisajes que va describiendo. Todo es para éll motivo de celebración; cuanto va relatando se sucede ante los ojos del lector como una totalidad que conforma una nación diversa, pero unida en sus diferencias.

Habla del general San Martín, Ias Invasiones lnglesas, la Guerra Gaucha y otros hitos de nuestra historia. La imnigración es un tema recurrente en este libro. Gutierrez Zaldivar Ia menciona especialmente cuando habla del Chubut, Misiones y el Chaco, al que define como "tierra de todos", ilustrando su aseveración con la composición titulada "Gringa chaqueña".

Recoge asimismo Ias creencias populares -Ia Salamanca, los duendes catamarqueños, los payés correntinos- y las expresiones del culto católico, que venera Ia Cruz milagrosa y el cura gaucho.

El volumen se ilustra con material fotográfico y plastico, como dijimos. Entre estos últimos creadores, nombramos a Femando Fader, Luis Cordiviola, Italo Botti, Juan Lascano, MoIina Campos, Leonie Matthis, Rikelme y Marcos Borio.

Para completar un panorama tan vasto, el autor recurre asimismo a creaciones musicales que permiten formar una idea mas cabal de la idiosincrasia del habitante de cada punto del país. Reúne, entre otras, composiciones de Gardel y Le Pera, Catulo Castillo y José Razzano, Polo Gimenez, Ricardo Arrieta, Rafael Rossi, Leguizamón y Castilla, Felix Luna y Ariel Ramirez. Coronando estas manifestaciones se encuentra el Himno Nacional Argentino.

Sobre el asunto tratado, comentan los doctores Sebastian y Juan Carlos Bagó en una pagina liminar: "Año tras año, tenemos el desafio de elegir, para la edición de nuestro tradicional libro, una temática relacionada con la identidad y los valores de nuestro querido país. La proximidad del inicio del año 2000, y el hecho de haber cumplido, nuestra empresa, el 11 de abril de 1999, su 65° aniversario, nos alentó a encarar este valioso y esclarecedor libro sobre "nuestra Argentina", el cual "expresa la fuerza espiritual de nuestra tierra, convirtiendose en un verdadero catálogo de nuestro valioso patrimonio cultural y de las riquezas y recursos que nos brinda su extenso territorio".

Acerca del tema de la investigación, dice el autor que es "Nuestra Argentina, pasional, dividida y a menudo encontrada. La que encierra 23 provincias que a veces parecieran ser una sola, porque en este suelo mandó la tierra, la que no sabe de límites y ofrece generosa. La que nos sigue dando, a cambio solamente de que Ia sigamos cuidando. Es lo mejor que tenemos, la mas grande, Ia más rica, nuestra Argentina".

Para la realización de esta obra contó con la valiosa colaboración del doctor René Favaloro, el comodoro Juan Jose Güiraldes, Ramón Gutierrez, Luis Landriscina, Felix Luna, el maestro Ariel Ramírez, Germán Sopeña y Rafael Squirru. Además de- este comité, colaboraron con el autor Fernando Vidal Buzzi, "quien investiga y compila todas Ias particularidades que tiene el mejor deporte que practican los argentinos: comer"; Alberto Suarez Anzorena, quien "señaló las sutiles diferencias que existen en la producción de los vinos en las distintas provincias", y Roberto Ruiz y Ia gente de EMI, en lo atinente a la creación del CD.

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Moira Sullivan, por Juan José Delaney. Buenos Aires, Corregidor, 1999

Juan José Delaney se desempeña como Profesor Adjunto de la Cátedra de Literatura Argentina en la Universidad del Salvador, de la que egresó. Dirigió la revista El gato negro y publicó varios volúmenes de cuentos, entre ellos, Tréboles del Sur, obra que mereció elogiosos comentarios de Enrique Anderson Imbert y Rodolfo Modern.

En Moira Sullivan se advierte un minucioso y paciente trabajo de investigación, impulsado por el amor que siempre sintió por la cultura de sus ancestros irlandeses. La historia de esta mujer -que se inicia con su nacimiento en los primeros años del siglo XX o al finalizar el anterior- es una historia en sí, desarrollada hábilmente, pero permite también al novelista explayarse acerca de las circunstancias en que esta historia se desenvuelve. Al hablar de los primeros años de la anciana, nos ilustra acerca de la vida en Estados Unidos, no sólo de los irlandeses, sino también de emigrantes de otras nacionalidades que se dirigieron allí en busca de la fuente laboral que significaban las minas carboníferas.

En esta obra, el lenguaje, tan importante como factor sociabilizador, encarna una actitud de la protagonista. Ella nunca se interesó por aprender a comunicarse en castellano y esa negativa suya determina su relación con quienes la rodean. La anciana vive en su mundo y no quiere tener contacto con quien no pertenezca a él. Rechaza evidentemente toda forma de integración, y se repudio se patentiza en el aislamiento en el que se refugia: "Lo importante era el silencio. Todas las noches lo buscaba, especialmente los domingos cuando las otras recibían visitas y ella más sentía el acoso de la soledad. En rigor, a nadie tenía pese a haber estado en la vida de muchos y a que, por esa acción secreta y persistente del arte, continuaba gravitando sobre gentes extrañas y lejanas. El silencio de ese anochecer dominical le permitiría entregarse serenamente al ensueño en el que resucitarían vivencias y pensamientos provenientes de zonas postergadas por su memoria, y también secretas conexiones que su visión de la vida, del mundo y de los hombres concertaba con cierta independencia". Aun cuando quisieran integrarse, el idioma era un serio problema para colectividades como la irlandesa; Delaney presenta dos paliativos para la incomunicación de los extranjeros: el cine mudo y el tango, por los que sienten gran afición.

Escribe Delaney asimismo acerca de la rígida educación religiosa que se impartía a niños y jóvenes. Muestra luego a la protagonista como una mujer decidida a trabajar en o que eligió, a no cejar ante los mandatos de la vocación, la que, empero, flaquea cuando las circunstancias se vuelven adversas, y llega a abandonar aquello que alguna vez le dio sentido a su existir. Abandona el cine, sí, pero el recuerdo de los años vinculados a él la acompaña y también la agobia, y los filmes que vio o aquellos en los que participó son evocados con la precisión con la que se dice que las personas mayores recuerdan hechos de sus años de juventud.

Tiempo y espacio tienen gran importancia en la novela y son descriptos minuciosamente. El tiempo de la narración abarca alrededor de ochenta años, y permite al escritor deslizar críticas acerca de la realidad argentina. El espacio abarca desde la primera visión que el inmigrante tiene de la nueva tierra, hasta lugares precisos como el Barrio Norte, Villa Urquiza, Arrecifes, Areco, General Pinto y Junín. Distinta será la forma de vivir la inmigración en cada lugar, y distinta, también, la añoranza que los extranjeros sienten por su lejana Irlanda. Delaney se adentra en la vida de esta anciana luchadora, ya vencida, que encuentra en un niño de siete años una última razón para existir. Junto a ella, presenta a otros inmigrantes, algunos de los cuales resaltan como paradigmas de un modo de entender el destino; Cornelius Geraghty y Abraham Mullins son personajes que permiten al novelista mostrar otras opciones en el vasto mundo que se abre ante los recién llegados. Ellos se destacan en el panorama de la obra, que presenta no sólo a irlandeses, sino también a hombres y mujeres de diversas nacionalidades que llegaron a nuestra tierra en busca de un futuro mejor.

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Cuando el tiempo era otro Una historia de infancia en la pampa gringa, por Gladys Onega. Buenos Aires, Grijalbo Mondadori, 1999

Gladys Onega "es profesora de Filosofìa y Letras de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario. Fue maestra primaria, profesora secundaria, profesora universitaria de literatura argentina y dictò seminarios de crìtica en la facultad donde se graduò. En 1976 se fue del paìs y desde entonces hasta su retorno, en 1989, trabajò como editora en las ciudades de Washington y Mèxico. Mientras fue profesora en la Universidad escribiò numerosos artìculos de crìtica literaria y en 1960 un libro de ensayo llamado La inmigraciòn en la literatura argentina, siempre citado en los anàlisis de las ideas que subyacen en la literatura del perìodo inmigratorio argentino" (1).

En esa obra escribe: "El propòsito de este trabajo es analizar el reflejo del fenòmeno inmigratorio en la literatura. Para ello hemos seleccionado los textos de acuerdo con un criterio eclèctico: valor estètico, significaciòn del contenido, importancia de sus autores en su momento y repercusiòn posterior de su obra, y, en general, textos y autores importantes y en nùmero suficiente para presentar una panorama completo –aunque no exhaustivo- de las variantes con que la òptica intelectual observò el problema" (2).

El tema de la inmigraciòn es abordado en Cuando el tiempo era otro. Una historia de infancia en la pampa gringa (3) desde otra perspectiva. Onega escribiò este libro convencida de que "todos tenemos derecho a escribir nuestra historia", como ella expresó en un reportaje (4). Su historia se inicia en Acebal, provincia de Santa Fe, donde nace en 1930, y continúa en Rosario, ciudad a la que se mudan en 1939. Sus primeros años transcurren en el seno de una familia integrada por un gallego tan esforzado y ahorrativo como autoritario; una criolla apasionada por la hija mayor, la lectura y la costura; y dos hermanos, que acaparan la atención que la pequeña reclamará para sí. Junto a ellos encontramos la familia de la casa da pena –los gallegos que quedaron en su tierra-, los parientes gallegos que emigraron y los parientes criollos de la madre, y los inmigrantes –en su mayoría italianos- que viven en el pueblo.

"Todo parte de un hecho real –dijo en ese reportaje-, pero hay ficción en cuanto hay una creación lingüística muy grande. Nunca junté papeles ni documentos, pero en mi casa todo el tiempo se estaban contando cosas. No había otra manera de conectarse con la gente de España; no los conocíamos. Sì hablè mucho con mi hermana y con mis primas, quienes me ayudaron a reconstruir todo. Todas estas cosas, igualmente, siempre estuvieron presentes en mì. Incluso digo, con muy poca caridad, que en la familia de mi madre eran "faltos", porque no era que repetìan historias interesantes, sino que repetìan siempre las mismas. Y èstas, de cualquier modo, aunque no eran interesantes, se fueron fijando. Y del lado de los gallegos siempre contaban historias diferentes y muy amenas, y completamente extrañas sobre el viento, el frío, la nieve, y las contaban en todo el pueblo".

El padre de Gladys Onega "Llegó solito, y cuando fue a la casa de su tío Agapito Vega, hermano menor de mi terrible abuela Carmen, esa noche lo pusieron a dormir en la cochera y no en la cama más blanda, como aquella que le reservaban siempre al tío Agapito en la casa da pena de Galicia". La escritora se pregunta: "¿El tío que lo encandiló en Galicia con la ilusión de América fue el primero que empezó la destrucción de la ilusión?".

Acerca de la abuela gallega de Gladys Onega, "contaban que cuando servía el caldo, los cachelos y las coles, al levantar el brazo en ademán inminente de servir la segunda vuelta, las más de las veces se detenía arrepentida y devolvía ese segundo cucharón intacto al pote; ella sabía que cada bocado de más que hartaba a su prole era un día que restaba para comprar o muiño velho e o prado d"arriba y escriturar la tierra que faltaba para unir los pequeños retazos del minifundio en una propiedad mayor".

El inmigrante echaba de menos a su familia: "Ignoraba y lo ignoré por mucho tiempo cuánto había llorado desde aquel día en que se fue de junto al señor Manuel y la señora Carmen, sus padres, mis abuelos. (…) mi padre choraba por él y por sus padres que sí eran de Galicia, se habían quedado allí sin moverse, clavados en un cruceiro, secándose las lágrimas con un desmesurado pañuelo a cuadros orlado de negro quién sabe por qué luto de una muerte ya ocurrida o por el duelo de ellos mismos que morían viendo la partenza de sus hijos, debajo de un enorme paraguas también negro que los protegía de la chuvia que nunca había escampado desde el día en que mi padre dejó de ser de allá y se convirtió en extranjero aquí, en un mundo que no había visto".

Una promesa hace viajar a su aldea al gallego Onega. Cuenta Gladys, su hija: "Cuando mi hermana tenía dos años mi padre decidió ir a Galicia en un viaje que él había prometido a sus padres en aquel día de la partenza y que ahora cumplía, para mostrarles que había hecho la América, en la medida en que América se lo había permitido y él la había podido. Mi madre no lo acompañó porque tenía miedo de enterrarse en una aldea que para ella estaba tan llena de peligros y de misterios como para mis abuelos aldeanos el lugar remoto donde ella había nacido y adonde había ido a parar su hijo. Y más miedo le daba vivir en la casa de su suegra, mi terrible abuela Carmen. Ya conocía historias de la señora da pena que, con justicia, no la alentaban a emprender ese viaje. Allá se fue papá a hacer las mejoras en su casa natal y allá se quedó dos años que mi madre aprovechó para pasar a su hija de la cuna a la cama matrimonial. Cuando volvió, José era un desconocido que sacó a la hijita de cuatro años de esa cama para acostarse él y para engendrar otra hija. A los nueve meses nací yo".

Ya adulta, la escritora viaja a la tierra de sus mayores, y advierte que la Galicia de la añoranza de su padre era muy distinta de la real: "Cuando finalmente llegué a Galicia –escribe Gladys Onega- sólo reconocí y sólo recuerdo el olor ácido a estiércol y la moscas ennegreciendo los cuencos, de lo que nunca me había hablado. Los trabajos eran más aliviados, las penurias menos pesadas, y las nieblas tan vagorosas y pobladas de brujas temibles como las inventadas por los hermanos Grimm, que allí se llamaban as meigas".

Los días de la infancia son descriptos con nostalgia y visión crítica. Las peleas entre los padres, los accesos de tos convulsa, las comidas inmigrantes y nativas, el aprendizaje de las primeras letras, los internados católicos para varones y mujeres, la tolerancia ante la conducta infantil y los castigos que imponía cada uno de los progenitores, son recordados por esta hija dècadas despuès.

Haberse casado con alguien con una historia distinta, puede volver difícil la convivencia: "otro dolor eran las peleas entre mis padres, y que además los chicos magnificábamos. Estaba el choque de culturas entre un gallego y una criolla que nunca pudo entender la cultura gallega". No entendìa la cultura, pero la obligaron a cocinar comidas tìpicas: "Mi madre no sabía nada de la cocina gallega pero, ante nuestra insistencia, había aprendido a hacer fillohas, delgadísimos discos de harina y huevo cocinados en la sartén con una cucharadita de manteca, que comíamos espolvoreados con azúcar".

Muchos inmigrantes no sabìan castellano, o querìan perfeccionarlo. Casi todos aprendían el idioma por las suyas, ayudándose algunos con el diccionario, el cual "También es parte de la cultura inmigrante. El diccionario les solucionaba las crisis que podían tener con su segunda lengua. Está muy conectado con los autodidactas" (5).

De uno de sus tíos dice Gladys Onega: "Claro es que Eliseo poca escuela tenía, era un autodidacta de aldea y de pueblo como todos los gallegos de mi familia, siempre tratando de pulirse con la lectura del diccionario y de los buenos diarios que a sus manos llegaban, sin desdeñar los más sensacionalistas, por eso de su afición a la grandilocuencia. (…) El Quijote y el diccionario educaron a ese autodidacta, quien los citaba con exactitud pero con exceso pues no había adquirido los moldes que impone la educación formal, por eso no calibraba el uso y abuso de los epítetos ni percibía la risa que provocaban en oyentes que no los habían leído o que ni siquiera tenían referencia de su existencia".

Los avatares de la vida en la Argentina son el marco de la evocaciòn de esta familia integrante de la comunidad acebalense. El fraude político en Santa Fe es un episodio evocado con detenimiento, asì como la reacciòn de los inmigrantes italianos ante el fascismo, y la poca fortuna de quienes no habìan cumplido su sueño de "hacer la Amèrica".

La finalización de los contratos ocasionaba que familias enteras se trasladaran en busca de otro campo para trabajar. En un viaje por Santa Fe, Gladys Onega y su padre ven a "los expulsados de la tierra": "vimos un carrito del que tiraban una mujer y un hombre, cada uno de su vara; en ese carrito pequeño y angosto llevaban su casa. Allí habían cargado los muebles, los hierros de labranza, un baúl, atados de ropa y todavía cabía una cama donde unos chicos y la nona se amontonaban y se tapaban del sol con la colcha blanca de algodón ahora ennegrecido, que había formado parte del ajuar europeo y que tantas veces había visto en las casa de chacareros, atada por sus cuatro puntas al respaldo y a la piesera de hierro de la cama. Debajo de ese toldo trataban de salvarse del terrible castigo del sol y del bochorno de la tarde con el aire que debía soplar por los costados libres. Detrás del carrito venían unos muchachos que empujaban aliviando el esfuerzo de sus padres".

Un conflicto bèlico es recordado en estas pàginas, relacionado con la vida cotidiana de los inmigrantes y sus hijos: "nunca he dudado de que la Guerra Civil también se libró en mi casa. El día del cumpleaños de mi hermana Chichita, el 17 de julio de 1936, Franco declaró el estado de guerra en las Canarias y ésa fue la señal para que el 18 se extendiera a toda España. El 1° de abril de 1939, a los veinte días de mudarnos a Rosario, terminó. En esos tres años, mientras yo estaba viva en Acebal, la mitad de España moría, muerta por la otra mitad. No sabíamos que había comenzado la matanza y ese día, como siempre, mis hermanos, mis primos y los chicos tomamos chocolate. Cuando hubo pasado tres años, Bebo, Chichita y yo supimos el día final porque entró Justo Vega y llorando lo dijo, ya no en mi casa natal sino en el departamento alquilado de Rosario donde vivíamos y yo, la niña que era entonces y hoy evoco, sé que sentí dolor por las lágrimas de Justo, por el silencio de mi padre y porque no pude aliviarlo con juegos en las calles del pueblo, que ya no estaban, y todavía yo no tenía con quién jugar".

Desde la Argentina, durante la Guerra Civil, se enviaban encomiendas. Los Onega, como tantos otros inmigrantes "respondían con la acción: armaban, envolvían en lienzo, rotulaban con grueso tinta espesa, ataban con cuerdas, lacraban con sellos y aseguraban con sunchos los paquetes de ropas de abrigo y de alimentos que cruzaban el mar y quién sabe cuándo llegarían y si llegarían hasta a pena. La familia esperaba, y para protegerla acudían a Dios y al diablo". Los niños participaban en los envíos: "Los chicos también éramos leales y creíamos que ayudábamos juntando papel plateado de cigarrillos, chocolate y chocolatines, que despegábamos del papel blanco que lleva adherido y con el que íbamos haciendo bolas de papel de plomo que mandábamos a Negrín para que hiciera las balas para la República".

Hasta en los hechos mìnimos estaba presente el sufrimiento de los españoles en su tierra: "Después de haberme ofrecido el néctar, la leche y la miel, mi padre me alzaba y tomaba la posta en la continuación del rito nutricio; con él las acciones eran lentas y alentadoras, él no estaba agotado de cocinas y de chicos, venía de estar horas con hombres resolviendo problemas de hombres y con su hija menor le cundía la paciencia, que con el correr de las horas a mi madre se le había ido al diablo. Inflexible era sin embargo en darme de comer una cucharadita de sopa por los abuelos de España, otra por los abuelos de Melincué, otra por los huérfanos de la Guerra Civil, otra por el ángel de la guarda dulce compañía y por todos los personajes queridos y sagrados que se le ocurrían".

Asì ha contribuido Gladys Onega a la vertiente de la autobiografìa en la Argentina, con este libro creado con la emoción de lo vivido, y la pluma de los escritores talentosos.

Tardes de Lorraine, por Sebastián Jorgi. Buenos Aires, el autor, 2000. 63 páginas

Sebastián Jorgi nació en Lanús Este, provincia de Buenos Aires, en 1942. En 1962 egresó, como Licenciado, de la Escuela Argentina de Periodismo; en 1965, del curso de Guión Cinematográfico LYF, y en 1974, como Profesor de Castellano, Literatura y Latín de la Escuela Normal de Profesores N° 2 Mariano Acosta.

Pese a pertenecer a la generación del 60, publicó mucho después: Habrá que avisarle a Indalecio Valle (Accesit al Premio Villajoyosa de Cuentos, Alicante, España, 1985), Eliot Ness, Pérez and Company (Premio Pen Club 1986), Margo junto al río inmóvil (Faja Nacional ADEA, Mendoza, 1992), El recurso contra el supremo patriarca (novela, 1993), Fuga y vigilia (antología de cuentos, 1996), Trenes a Bolívar (cuentos, 2000) y Rock nena linda (cuentos, 2000).

La adaptación para televisión de su cuento "Quasimodo", escrita por el actor Jesús Berenguer, fue premiada por el Fondo Nacional de las Artes en 1988. Esta institución le confirió la Beca en la disciplina Investigación-Letras 1999. Ha incursionado en teatro con dos obras: Afuera hay un desconocido (1976) y La bicicleta (1983), ambas en colaboración con Miguel Angel Páez. Como ensayista publicó La noche del cazador (1995) y Siete contra Tebas (ensayos sobre poesía argentina, 1997).

Tardes de Lorraine obtuvo el Tercer Premio Municipal "Eduardo Mallea" bienio 1991-1993. Reúne siete cuentos escritos entre 1980 y 1989, algunos de los cuales ya fueron publicados en la antología Fuga y Vigilia. Acerca de estos textos, expresó Angel Mazzei, en 1995: "Tienen sus cuentos, dentro de la visión clara de la realidad, un dinamismo que le permite dar a cada personaje una nítida presencia y se fija siempre el retrato de los seres con la firme precisión de sus actos. No los describe solamente sino que los hace vivir y esta auténtica sensación vital sostiene el interés de las páginas tanto en las escenas porteñas de ayer y de hoy como en el casi legendario ambiente de las inolvidables tardes del cine Lorraine o en el diálogo ingenioso de Verne –otra vez el recuerdo del cine- con su personaje Strogoff y el acorazado Potemkin".

Jorgi es un escritor de raza, elogiado por Germán Arciniegas, Héctor Tizón y Juan José Arreola. Los cuentos reunidos en este volumen son, quizás, lo mejor de su producción; en ellos se presentan conflictos protagonizados por seres absolutamente disímiles –un amante del cine, un guapo, una gringa, un niño capaz de derrotar a una maestro del ajedrez, una camarera, un artista plástico asesinado y el homónimo de un personaje literario- a los que hermana, sin embargo, una misma voluntad estética y un idéntico amor por la palabra escrita.

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Alberto Gerchunoff, judío y argentino, antología. Selección y prologo de Ricardo Feierstein

Buenos Aires, Editorial Mila, 2000. 321 paginas

EI volumen, que lleva por subtitulo «Viaje temático desde 'Los gauchos judíos' (1910) hasta sus últimos textos (1950) y visión critica», se abre con el estudio "Judaismo y argentinidad en Gerchunoff", escrito por Ricardo Feierstein, en el que el antólogo afirma que «La imagen de Gerchunoff domina tanto el origen como el desarrollo de la literatura judia en la Argentina. Fue el primer y mas importante escritor en castellano -el idioma de estas latitudes, donde los primeros inmigrantes borroneaban sus cuartillas en idish- y, por si no alcanzara su extensa labor bibliografica. se convirtió en influencia perdurable y aceptada sobre toda una primera generación de escritores».

A continuación se incluye el cuadro biobibliografico elaborado por Miryam Gover de Nasatsky, quien ya habia escrito en 1976 una obra al respecto (Bibliografia de Alberto Gerchunoff, Fondo Nacional de las Artes y Sociedad Hebraica Argentina).

La antología de las obras se inicia con Los gauchos judios, segun la versión corregida por el autor para la edición de 1936. Le siguen la Autobiografia, «escrita en Paris y publicada por primera vez en 1952»; Entre Rios, mi país, «libro póstumo que reune articulos de diversas epocas»; varios trabajos incluidos en Argentina, pais de advenimiento, dos artículos publicados en el periódico Antinazi en mayo de 1945, y una conferencia pronunciada ese mismo año en la Asociación Mutual lsraelita.

Seguidamente se presentan los textos sobre el escritor. El primero de ellos es el poema «A Alberto Gerchunoff», en el que Carlos Grünberg expresa: «Tu has sido nuestro sumo sacerdote/ y has mantenido tu almenar celote/ siempre encendido en turbión opaco». Se incluye asimismo una pagina de su nieto, Jorge F. Payró Gerchunoff; una carta enviada desde Bruselas en 1910, en la que Roberto J. Payró opina sobre Los gauchos judíos; «El estilo de su fama», por Jorge Luis Borges; «Su memoria es nuestra herencia», por Samuel Eichelbaum; «Gerchunoff o el Vellocino de la literatura», por Bernardo Ezequiel Koremblit; «Gerchunoff judio», por Lázaro Liacho; «Los gauchos judios: una lectura desde Israel», por Leonardo Senkman; «Aquellos gauchos judios: muerte y resurrección del discurso», por Edna Aizenberg; y «La autobiografla de Alberto Gerchunoff: ideología e identidad», por Silvia Berger.

Completan el volumen el retrato y semblanza firmados por Manuel Kantor y numerosas fotografias, cedidas algunas por Jorge Payró Gerchunoff y provenientes otras de los archivos del diario La Nacion y el Centro Mark Turkow.

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No es la mariposa negra, por Marcelo Birmajer

Buenos Aires, Sudamericana, 2000. (Sudamericana joven)

El volumen incluye siete relatos que tienen en común el período en que transcurren: la niñez. El primero de ellos es –para mí- el más conmovedor. Narra la misteriosa vinculación que existe -¿casualmente?- entre una mariposa negra y la muerte de un ser querido. Un hombre mayor recuerda lo sucedido muchos años antes, en su infancia, y esta remembranza está teñida de la nostalgia de la tercera edad. El relato brinda a Birmajer oportunidad para evocar la figura de la madre –que contenía a los hijos y a su amigo, al tiempo que les enseñaba pautas valiosas para la vida- y para describir a los chicos, solidarios con el drama del pequeño invitado.

El paso del tiempo se advierte en el cuento referido a "Carlitos", un personaje al que el escritor vuelve a ver veinte años después; en el relato que evoca al tío Efraín, reencontrado quince años más tarde; en el recuerdo del extraño suceso protagonizado por Ezequiel, y en las páginas referidas a la infancia en la escuela Herzl y a las vacaciones en Mar del Plata.

Uno de los textos nos plantea las circunstancias en las que surge la creación literaria, su inexistente relación con la escritura y la reacción del ambiente literario ante una serie de descubrimientos. Tanto este cuento como los anteriores muestran a un autor talentoso que cautiva cada día a un público más vasto.

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El desafio, por Diego Bigongiari, Ana María Tussié, Graciela Clivaggio, Esteban Valentino, Rodolfo Romanutti y Elena Guimil. Ilustraciones: Saúlor

Buenos Aires, Sudamericana. (Pan flauta)

Destinado a jóvenes lectores, este volumen reúne los seis cuentos distinguidos con el Premio La Nación 1999 de Literatura infantil. El jurado, compuesto por Ema Wolf, Oche Califa y Canela (Gigliola Zecchin de Duhalde), debió discernir entre mil doscientos sesenta y siete cuentos enviados por autores de habla española, argentinos y de otros países. "El éxito de la convocatoria puso en evidencia la gran cantidad y variedad de voces talentosas que se asoman hoy a la literatura para chicos".

Aunque parejos en su cuidada redacción, los textos galardonados son muy diferentes entre sí. Su yuxtaposición en un volumen da como resultado un libro de sorprendente calidad, fundamentalmente por su novedosa concepción del público lector.

Diego Bigongiari evoca la vida de un marino en un lugar mítico; su experiencia, narrada poéticamente, deja una valiosa enseñanza. Ana María Tussié ha profundizado en "la naturaleza, las leyendas y el lenguaje de la Puna" para crear un texto de inusitada belleza. Graciela Clivaggio escribe sobre la ternura que puede demostrarse aún en las situaciones más inverosímiles. Esa misma ternura es, quizás, la que lleva al protagonista de Valentino a una situación no del todo merecida. Romanutti nos ofrece un cuento de aparente humor, en el que subyace la idea del aislamiento en el que se encuentra todo ser atípico. Elena Guimil, por último, evoca con visión mágica un suceso entrañable de su infancia.

Los temas abordados serán de indudable interés para la lectura en los momentos libres, pero puede utilizarse esta colección también en los últimos años de la EGB, ya que permite estudiar la lengua y su empleo literario, al mismo tiempo que suscita el debate y llama a la reflexión. Servirá asimismo, a nuestro criterio, como disparador de vocaciones dormidas, pues demuestra que la literatura está en la vida cotidiana y todos, con mayor o menor fortuna, podemos cultivarla.

Merece destacarse la labor de Saúlor, quien ha logrado reflejar en sus libros el espíritu, tan distinto, que subyace en cada una de las narraciones.

Ausencias, presencias y sueños, por Raúl G. Fernández Otero

Buenos Aires, Ediciones Tu Llave, 2000.

Raúl G. Fernández Otero escribió Ausencias, presencias y sueños (14), autobiografía en la que evoca su infancia en un barrio porteño, allá por el 30. El rememorar sucesos de su vida personal lo obliga a describir la época en que transcurren y el modo de vida de esos tiempos que -en la pluma de Fernández Otero- parece mucho más humano que el agitado vivir del presente. Los padres y el hermano españoles, los vecinos, los carnavales, las anécdotas que pueblan toda historia a lo largo de una dilatada existencia, son la materia de la primera parte del libro.

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La noche que me quieras, por Jorge Torres Zavaleta

Buenos Aires, Emece, 2000.

En la Librería Clasica y Moderna de Buenos Aires fue presentado hace unos dias el nuevo libro de Jorge Torres Zavaleta. EI escritor nacio en esta ciudad, en 1951. Dirige talleres literarios y desde 1974 es colaborador de La Nación, donde ha publicado cuentos y criticas de libros. Escribio guiones de cine y dicto seminarios sobre literatura en diversas instituciones. Ha sido Jurado en el Premio Fortabat y en el concurso literario de La Nacion. Publico EI hombre del sexto dia (1977, cuentos), EI primer viaje (Emece, 1985, novela), EI palacio de verano (I989, cuentos) y. La casa de la Ilanura (I983, novela). Ha recibido, entre otros premios, el Primer y Segundo Premio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, el Premio Fortabat al mejor libro de cuentos por El Palacio de Verano, Antorchas -ex beca Fullbright-, Carmen Gandara, Inca y Revista Plural, de Mexico.

Es esta su tercera novela. Sobre el genero en cuestion nos dijo, en un reportaje que Ie hicimos con motivo de la aparición de EI primer viaje: «La novela tiene todo el encanto de lo que no está admitido en el cuento: podés dar ecos, repeticiones, leitmotiv, podes ir completando las cosas, agotandolas lentamente y dandoles vuelta atacandolas de distintos angulos. Esa complejidad de la novela meresulta muy grata, tanto que creo que, poco a poco, me voy acercando a ella».

La noche que me quieras muestra la culminacion de esa aproximacion de la que hablaba en 1987. En esta obra un protagonista de avanzada edad recuerda su juventud, cuando, después de matar en un duelo al marido de una amante, decidio viajar a Paris. El presente de ese anciano que recuerda transcurre en 1988 y se altema con su rememoracion, que se inicia con episodios sucedidos a partir de 1928; lo narrado acerca de una y otra etapa permite al lector conocer exhaustivamente al protagonista, un octogenario que analiza desde su personal perspectiva tanto su propia vida cuanto las circunstancias por las que atravesaban la Argentina y el mundo.

Lajuventud de ese hombre, tan lejana ya, está unida indisolublemente a una figura mitica, Carlos Gardel, quien lo trata afectuosamente. Las paginas en que el protagonista se entrevista con El Zorzal para ofrecerIe las letras de tango que compuso brindan al lector una imagen vivida del cantor. Un personaje lo describe asi, recordando lo comentado por uno de los peones: «Gardel Ie hablaba en lunfardo, y como este muchacho era del interior y recien habia llegado a Buenos Aires, no Ie entendia ni medio. Dijo que siempre le hacía preguntas sobre su trabajo: si losyobacas dormian bien, como habian trabajado, Carlitos se interesaba por lagente, por eso lo adoraban».

Otra presencia recorre con su magnetismo toda la novela, y es tan fundamental como Gardel para el anciano, aunque por motivos bien diferentes. Se trata de Mora, la mujer a quien amó durante decadas, aquella que buscaba un matrimonio por dinero y al mismo tiempo se sintio atraida por este joven con pocas posibilidades economicas. La evocación de los primeros dias de esta fugaz relación es -a nuestro criterio- uno de los mayores logros de la novela. La figura de Mora se engrandece a medida que avanza la narracion, y la vemos como una estrella que guia a este erratico protagonista.

El novelista describe, ademas, a los personajes con los que Arturo se relaciona: son los jóvenes que disfrutan de la vida ociosa en Paris, del juego y las mujeres, mientras el mundo se aproxima hacia una terrible tragedia. Un anciano amigo recuerda aquella epoca: «Me parece -dijo Eduardo- que entonces la gente andaba mucho mas mezclada. Ibamos a cada bailongo. Yo creo que la noche era como una zona franca. Despues el pais cambió». Con respecto a la Argentina, los vaticinios permiten vislumbrar la crisis del 30. A pesar de todo ellos siguen dilapidando, sin creer que algo aciago sucederá.

La vision del escritor es indudablemente critica. No calla su opinion acerca de personalidades o de aquellos que no lo son: seres a veces terribles, a veces grotescos, pertenecientes a distintos grupos sociales. Insiste en que los franceses estaban cansados de los papelones de los argentinos en la Ciudad Luz, y en mas de una oportunidad hace gala de su sentido del humor al recordar situaciones realmente absurdas. Ya anciano, es la politica el tema de sus reflexiones, en la soledad de su habitación o en dialogo con sus antiguos compañeros de andanzas.

La inmigracion; tan importante en el 30, se encuentra evocada en la obra, por ejemplo, cuando el autor habla del gallego, del vasco, de los gringos a quienes no les gusta el dulce de leche, «una verdadera falta de educación».

Llama la atencion la ingente documentación consultada, los libros que sin duda habra leido para poder pintar una epoca como el lo hace. En lo referido al turf y al tango se muestra erudito, pero su conocimiento no vuelve fatigosa la lectura; por el contrario, la enriquece.

Jorge Torres Zavaleta ha escrito una novela excepcional, en la que confluyen la indolencia de la juventud y la nostalgia de la vejez, un fin de siglo XX anodino y el esplendor de un tiempo que no volverá.

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Masacre en las pampas. La matanza de inmigrantes en Tandil, 1872, por John Lynch

Buenos Aires, Emecé, 2001, 315 páginas.

El autor fue por largos años director del Instituto de Estudios Latinoamericanos y profesor de la Universidad de Londres. Es autor de Los Austrias, El Siglo XVIIII, Las Revoluciones hispanoamericanas 1808, 1826 y Juan Manuel de Rosas (Emecé, 1984), "biografía que se ha convertido en un clásico".

La obra que nos ocupa fue publicada originalmente por The University of Oklahoma Press en 1998. Investiga la matanza de treinta y seis personas, en su mayoría inmigrantes, que tuvo lugar en la madrugada del primero de enero del año mencionado. Se culpó de la misma a Gerónimo Solané, "Tata Dios", un personaje que se suponía nacido en Bolivia, Chile, o el interior de la Argentina y que "hasta poco tiempo atrás había vivido en Tapalquén y antes de establecerse en Tandil había pasado una temporada en Azul donde sus actividades obtuvieron el apoyo popular pero el desdén del gobierno". Este individuo fue muerto de tres tiros en su celda cuatro días después de la degollina.

Lynch está convencido de que "más allá de su aspecto externo, Solané no era una figura descollante, capaz de provocar una rebelión. Carecía de distinción de carácter y personalidad". Admite, sin embargo, que "si bien no ofrecía principios de acción, contribuyó a generar un clima de terror y liberó una fiera que no pudo controlar". Más terrible le resulta el asistente principal, Jacinto Pérez, "hombre más violento que su patrón, un gaucho que se autodenominaba San Francisco y San Jacinto el Adivino".

El investigador contó con testimonios procedentes de tres fuentes: las actas del juicio y la investigación oficial, la correspondencia de los funcionarios y los documentos británicos al respecto, los cuales le permitieron adentrarse en un hecho que no fue aislado, sino que –como él mismo señala- tuvo muchos antecedentes: un criador de ovejas británico fue asesinado por tres argentinos cerca de Rosario, en 1865; otro británico fue asesinado en una estancia dos años después, y en 1869 "Según The Standard de Buenos Aires, un periódico inglés, un súbdito británico que cuidaba el rebaño de un amigo en la región de Azul fue asesinado por ladrones; las autoridades atribuyeron la matanza a los indios pero el crimen llevaba la marca de la violencia gaucha".

Los crímenes –de los que sólo mencionamos unos pocos- motivaron que en 1870, los agentes de emigración de Londres alertaran a los posibles emigrantes sobre la peligrosidad de estas tierras. En la advertencia publicada el 22 de febrero afirmaban: "Varios emigrantes británicos y otros extranjeros fueron asesinados en época reciente….El gobierno local no ha tomado medidas efectivas…En este momento, no parece haber suficiente seguridad para vivir en ese país".

Afirma el autor que "la masacre de Tandil, ocurrida después de una serie de atentados menores, resultó excepcional solamente por su ferocidad, crueldad concentrada y el grado de organización por parte de una banda de forajidos. La muerte en la pampa no era una atrocidad individual, formaba parte de una serie de atrocidades".

Lynch recoge varias opiniones acerca de la motivación de estos hombres –alrededor de cincuenta- que arrancaron a un bebé de cinco meses de los brazos de su madre y lo mataron delante de ella, quien ya había visto morir a sus hijas de cuatro y cinco años (la muerte que le dieron se sumó a las de sus seres queridos). Cita al diario La Nación, quién "sostenía que no había que buscar los orígenes en la violencia rural en el fanatismo religioso, como sostenían algunos propagandistas, sino en causas profundamente arraigadas dentro de la sociedad rural". Juan Fugl, el prestigioso inmigrante danés"llegó a la conclusión de que la causa que había impulsado el atentado no era meramente la furia y la xenofobia de gauchos ignorantes; consideraba que surgía del prejuicio invencible de la elite local". El autor opina acerca de esta última aseveración:"Como sucede con muchas teorías sobre conspiraciones, la de Fugl contenía algunos atisbos de verdad mezclados con afirmaciones sin fundamento" y sostiene "que los criminales veían a liberales, funcionarios y propietarios, opresores todos, encarnados en sus rivales inmediatos, los inmigrantes. En este sentido, la venganza fue una especie de justicia salvaje".

Aunque centrado en un hecho, el estudio de Lynch arroja luz asimismo sobre los indígenas y sus malones, las penurias de la vida gaucha, el resentimiento de los ganaderos, la incidencia del rosismo, la religión y el curanderismo, el hostigamiento mutuo entre Gran Bretaña y la Argentina a raíz del luctuoso suceso, y los crímenes que tuvieron lugar inmediatamente después de 1872, confirmando la advertencia británica.

Destinado –a nuestro criterio- a lectores con formación universitaria, interesará también al público en general, especialmente a aquellos que –como esta cronista- descienden de inmigrantes afincados en Tandil en el siglo XIX.

El volumen incluye la bibliografía consultada –en la que se citan tres obras de Hugo Nario, participante del congreso sobre inmigración que se llevó a cabo en Azul en 1994 – y numerosos cuadros sobre población, inmigración y crímenes violentos. Tradujo María Teresa La Valle.

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Doloratas, por Marcos Silber y Carlos Levy

Ediciones del Canto Rodado. Editorial Mila, 2001. 63 pags.

Este libro esta integrado por dos partes, escritas por sendos autores, de las que comentaremos algunos fragmentos.

Marcos Silber -cuya participacion en las Jornadas de Poesia de la Biblioteca Ronco anuncia El Tiempo, en su edicion del 16 de septiembre-, ha recibido numerosas distinciones, entre las que se cuentan el Primer Premio en Mérida (España) y el Primer Premio Casa de la Amistad Argentino-Cubana. Es miembro de la Sociedad de los Poetas Vivos y miembro Honorable de la SADE.

Carlos Levy, por su parte, es autor de varios libros, fue Director de la Biblioteca Publica General San Martin y actualmente investiga el ladino y la cultura sefardi. En 1997 recibio el Premio Reconocimiento a su Labor otorgado por el Gobierno de Mendoza.

El tema central del volumen ha sido destacado por Alicia Steimberg: "Esta hermosa muestra de la obra de Marcos Silber y Carlos Levy no es en absoluto una indagacion sobre que es ser un judio argentino, o un argentino judio, uno de los cuales es asquenazi y el otro sefardí Pero ellos, como poetas, como escritores de ficcion, tal vez se acerquen mas a una buena respuesta que los que abordan el tema desde un punto de vista racional".

"Los ojos de la noche", de Marcos Silber, es una "cantata para relator, mezzo-soprano y coro de niños", en la que el escritor evoca la realidad de la década del 40 vista a traves de los ojos de un narrador de corta edad. Dedica estas paginas " A Federico, en memoria de los desvastados, desconocidos abuelos de su abuelo". El adjetivo que usa para calificar a sus antepasados es de suyo ilustrativo. "Desvastados"; esa es la palabra que resume el sentimiento de este hombre ante su pueblo, agobiado por un genocidio que desde la Argentina observan impotentes quienes emigraron. La angustia y la desolacion son presentadas por medio de imagenes de los adultos, a los que el niño comprende desde su infinita sabiduria: " Mama llorándole toda la cabeza al pequeño. Regándole/ el sueño, todo el juego. Mama que regresa con papeles./ Cartas, papeles de adios y tormento. Avisos de nuevos/ silencios. 1940".

Cinco años mas tarde, en "Candelabros", el hijo percibe una situacion distinta, resultante de la anterior: "Mama ya no llora./ Pero una nube de pesar/ se acostó en su frente para siempre,/ y una campana de silencio para siempre/ descendio a los fondos de su boca".

Uno de los poemas mas tristes es "Preguntas a la hora de la siesta o el Kadish que no cesa", que dedica a su abuela que quedo en Kiev cuando ellos emigraron. Allí, el escritor se pregunta: "tejia la abuela?/ Me l1evo a su vigilia?/ En su recuerdo de futuro me vio? / Me puso a jugar en su cuento?/ Entre que lanas me protegio? / Cuando se desprendio de mi mano?".

"EI Judío que soñaba España" es el titulo de la obra que Carlos Levy dedica a sus abuelos. En el poema homónimo, el horror es evocado en el "brazo numerado en la cifra de Dachau", bajo el cual "lleva / dos libros el viejo judio. Un atlas, / viejo de la antigua patria / y una casi tan vieja/ antologia de poemas ignotos".

En "18 dejulio de 1998", poema escrito a cuatro años del atentado de la AMIA, expresa el dolor que lo hermana con otros oprimidos: " Se ha transformado de nuevo nuevamente mi pacifico/ cafe en un corrillo del terror,/ y veo como mi nombre, los viejos nombres de la vieja Biblia/ se arriman para abrazarse en muerte con Hernandez,/ Fernandez,/ Abdala/ Marinetti Buttini Di Taranto Da Souza Van der Heussen/ y creo que ya olvido a Homero con sus hombres / pajarosy barcos,/ porque de nuevo nuevamente ya recuerdo Treblinka/ Dacha/ Auschwitz/ Bosnia Viet-Nam Corea, Ruanda, los humillados/ apartados y victimas de siempre/ los parias menesterosos y olvidados/ los niños de la calle en Rio esperando el escuadron de la muerte/ mientras flota la pregunta inutil del por qué/ cada vez que comienza un nuevo día".

La esperanza aparece en el poema titulado "Lejaim", en el que recuerda a los inmigrantes y su duro destino: "Bebere el trago mas largo y dire lejaim por aquellos que estan lejos de su pueblo/ y derraman una lagrima por ello,/ porque canten ellos su canción de amor esta noche/ y no se sientan extranjeros en mi mesa / lejaim, lejaim por el corazón del hombre/ y los hombres que hablan el idioma de ese corazon".

"Dolores y alegrias, recuerdos que no se sabe si son autenticos (¿que es, de todos modos, un recuerdo autentico?), la amargura del chivoemisario secular, la alegria por el reconocimiento y la participacion en estos esforzados menesteres literarios, bien justifican el brindis del final", considera Alicia Steimberg; el brindis que todos -judios o no- hacemos, especialmente en este momento, por la paz de la tierra.

(EL TIEMPO, Azul, 21 de octubre de 2001)

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La logia del umbral, por Ricardo Feierstein

Buenos Aires, Galerna. 2001.

Los datos biobibliográficos incluidos en el libro nos permiten saber que "Ricardo Feierstein nació en Buenos Aires en 1942. Ha ejercido una variedad de oficios (escritor, arquitecto, periodista, editor, crítico de espectáculos). Lleva publicados una veintena de libros, entre ellos: cuatro novelas (la trilogía SINFONIA INOCENTE, 1984, y MESTIZO, 1988 y 1994 en castellano y 2000 en inglés) que conforman una saga sobre la condición judía latinoamericana y de la que esta narración, LA LOGIA DEL UMBRAL, es su culminación; siete colecciones de relatos (entre otros BAILATE UN TANGO, RICARDO, 1973; LA VIDA NO ES SUEÑO, 1987 y HOMICIDIOS TIMIDOS, 1996); cuatro volúmenes de poesía y tres libros de ensayos (JUDAISMO 2000, 1998; CONTRAEXILIO Y MESTIZAJE. SER JUDIO EN LA ARGENTINA, 1996 y su ya clásica HISTORIA DE LOS JUDIOS ARGENTINOS, 1993 y 1999). Su labor literaria mereció diversos premios (Municipal, Coca-Cola, Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores, Premio Internacional Fernando Jeno de México, entre otros) y "a pesar de ello escribe bien", según bromean sus amigos. Ha sido parcialmente traducido al inglés, alemán, francés y hebreo".

Esta novela cuenta el proyecto de cuatro generaciones de una familia, que se propone llegar a caballo desde Moisesville, Santa Fe, mediante postas de dos jinetes por vez, con una caja de madera de cerezo que contiene tierra de la primera colonia judía en la Argentina y "una mezuzá, estuche de hueso con un trozo de papel escrito con letras hebreas", hasta la Plaza de Mayo, donde la enterrarán bajo la Pirámide. Uno de los personajes reflexiona, eufórico: "cuando se corra la voz, italianos y españoles y franceses y todos los otros harán lo mismo. Y tendremos, allí en esa Plaza del centro de Buenos Aires, la ceremonia simbólica del crisol de razas o del mosaico de identidades".

Mariano Schvel, cuarta generación de judíos argentinos, es quien debe ingresar a la ciudad de Buenos Aires con el preciado tesoro. El se dice: "Mi plan es integral, mestizo, creativo. No renuncio a nada: no debo elegir entre querer más a mi papá o a mi mamá. Quiero todo, lo argentino y lo judío, el mate y el samovar, el poncho y el talit, el Martín Fierro y el Talmud, porque soy todo, la mezcla y la superación de la mezcla, el andamio y la casa construída gracias a estos andamios que, ahora, debo retirar, para habitar la vivienda-identidad que he construiído".

Cuando el miembro más joven de este grupo está por concretar la iniciativa de su familia y de él mismo, al pasar frente a la AMIA, una terrible explosión lo "revolea por el aire. Todo se vuelve negro –rememora-, el rugido ensordecedor parece indicar que, con la oscuridad de un eclipse gigante, ha llegado el fin del mundo. En ese instante, cien años de vida familiar y comunitaria se atropellan para desfilar ante los ojos desorbitados de mi conciencia en fuga".

Quien esto dice no da la espalda a las víctimas de tan horrendo atentado, que se suma al de la Embajada de Israel, perpetrado sólo un par de años antes: "Debería correr –agrega-, pero me he impuesto no desviar la mirada". Así –el joven Mariano Moisés Schvel –quinta generación de aquellos judíos que llegaron en el vapor "Weser" en l899 en busca de paz y prosperidad-, a caballo y vestido de gaucho, presencia un espectáculo atroz.

El relato se inicia el 18 de julio de 1994, con el gaucho judío avanzando hacia la calle Tucumán, y se retrotrae hasta el día en que los inmigrantes arriban desde el Hotel de Inmigrantes a la colonia santafesina y comprueban que no tienen alimento ni dónde guarecerse: "Nada hay donde todo debiera estar: ni carpas, ni elementos de labranza, ni semillas. Ni siquiera un hombre del lugar, en representación del propietario, para entregar esas tierras tan laboriosamente adquiridas a través del cónsul comercial argentino en París, que actuaba en nombre del terrateniente". Unos gauchos les ayudan: "Tiraron unas galletas duras hacia nosotros, les daba lástima. Y los chicos las mordían y no podían romperlas, (…) Bajaron de las carretas, rompieron las galletas contra las ruedas y las mojaron en agua. Así, ablandadas, se transformaron en el maná argentino que nos salvó de perecer de hambre".

Allí mismo tiene lugar un hecho de sangre –la muerte del primer Schvel que pisó este suelo, asesinado por un gaucho matrero al intentar defender a su mujer embarazada. A partir de este momento, el escritor evoca una centuria relacionando las vidas de los judeoargentinos con los sucesos relevantes del país durante ese período, sucesos en los que se reitera la discriminación y violencia, ya sea en la Semana Trágica, la actuación de la Liga Patriótica, el Proceso o los atentados que mencionamos.

La novela, narrada alternadamente por muchos de los miembros de la familia, aborda temas fundamentales como la religión, la educación y la condición del judío argentino. También se ocupa de aspectos menos importantes, cotidianos –los platos típicos, las rencillas familiares, el barrio en el que viven en armonía los Schvel y muchos otros inmigrantes de diversas nacionalidades. Se configura así un relato que se lee con interés y que hace vibrar tanto con la descripción de episodios felices –el nacimiento de un hijo el mismo día en que surge el Estado de Israel, por ejemplo-, como con la narración de aquellos trances que nunca tendrían que haber formado parte de la historia de nuestra nación. Un relato estremecedor que nos habla del pasado y el presente de una comunidad y de la lucha que no tiene fin.

Completan el volumen un glosario, ilustraciones, fotografías y "El juego de la integración", creado por el autor a partir de las diferentes posibilidades entre las que tiene que optar un inmigrante en nuestro país.

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Estamos aquí, por Enrique Novick. Colección Poesía

Editorial Mila. Buenos Aires, 2001. 92 paginas.

El autor es poeta, cuentista, dramaturgo y ensayista. Obtuvo uno de los primeros premios en un Certamen Teatral, organizado por la Red Nacional de Radiodifusión conjuntamente con Radio Nacional. Uno de sus cuentos fue distinguido por Radio Nacional y posteriormente leido en un Congreso por la paz organizado por la UNESCO, que tuvo lugar en Tokio, Japon. Estrenó ocho piezas teatrales, y repuso dos, por Radio Nacional y en el Centro Cultural General San Martin, Recoleta, El Vitral y Sociedad Hebraica Argentina. Una de ellas con el auspicio de la Secretaria de Cultura de la Nacion. Es colaborador del diario La Prensa y del semanario Mundo lsraelita, ambos porteños, del Semanario Hebreo de Montevideo, Uruguay, y del semanario Aurora de Tel Aviv, Israel.

Este poemario reune muchos textos ya publicados y otros ineditos, permitiendo asi a quienes no tienen acceso a los medios mencionados, conocer la obra de un escritor que se destaca en el ambito de la creación literaria actual.

Novick trata temas desgarradores que, en muchas oportunidades, tienen que ver con el destino aciago que ha tocado en suerte a su colectividad. Las humillaciones que describe en estas paginas van desde las mas atroces, como los campos de exterminio, hasta las cotidianas, como la actitud de un medico que se muestra despectivo o la de un cantante de rock que considera que los judios no pueden entonar el Himno argentino. Esas situaciones de desamparo, de indefension, son denunciadas acusando tanto a quienes las infringen cuanto a quienes las permiten con su silencio.

Los poemas surgen de noticias leidas en los diarios, o de citas de salmos y literarias. Entre los primeros, encontramos «Auschwitz Music Hall», en el que se remite a una noticia que anuncia que en dicho lugar podrian construir un salon de baile; al respecto, canta el poeta: «En Auschwitz/ se pretende/ como antaño,/ asesinar/ la memoria./ Volverlo a hacer/ con nuestros muertos./ Robarles otra vez/ lo que les resta:/ su porcion de historia».

De los que tienen como punto de partida una cita literaria, preferimos «Apostilla sobre un informe», referido a Ernesto Sabato, en el que narra que el escritor le envia: «un sobre en blanco/ luciendo/ cual descarnado/ hueso; vacio/ de toda vaciedad/ en manos/ de un cartero ciego», y el tristisimo canto al hijo muerto, en el que se lamenta: «En mi pecho/ su herida/ sangra todavia/ y se yergue/ sobre él como una flor/ insomne/ cada aurora».

Estos son sólo algunos de los versos en los que -al decir de Antonio Requeni- hay "una secreta alianza de sobriedad y ternura; de desnudez y fervor…".

Peregrinación entre patrias, de Hilel Resnizky

Editorial Mila. Coleccion Imaginaria. Buenos Aires, 2001.

Hilel Resnizky nació en 1932. Vivió su primera infancia en Galarza, al sur de Entre Ríos. La familia se trasladó luego a Santa Fe y en 1946 a la Capital Federal. En su adolescencia se integra a lo que se transformo despues en el movimiento pionero Hejalutz Lamerjav. En 1956 viajo a Israel y se integra al kibutz Neot Mordejai, en la Galilea superior, donde hasta hoy reside. Estudió en el seminario de Maestros y en la Universidad de Haifa. Se doctoró en Filosofla en la Universidad de Bar Ilán. La tesis consistio en

un estudio comparativo de las obras metarrealistas de Agnon, Yehoshua y Borges.

La mayor parte de su vida activa enseñó, en los niveles primario, secundario y universitario.

De esta importante formación profesional, y de la experiencia vital que supo canalizar, surgen los cuentos que comentamos, escritos con talento y sentida emoción, en los que se advierten -al decir del prologuista, Moshe Korin- visos autobiograficos: «acaso, si se me perdona la hiperbole, todo relato no pueda sino ser autobiográfico, si entendemos como autobiográfica esa dimension de la narrativa que se imprime y se conforma, inevitablemente, con la experiencia vital de un autor».

El libro – dedicado a la memoria de sus padres y su hermano, «como homenaje a la juderia argentina, que supo unir valores»- se divide en tres partes. Cada una de ellas muestra «caracteristicas distintas que van de un realismo sentimental a un surrealismo -o metarrealismo- de mirada alerta».

«Argentino y Judio a mucha honra pretende presentar esbozos, aunque sean aislados, de la epopeya de la colonización judia en Argentina». Aparecen. entonces los gauchos judios, los conservadores y radicales, la discriminación, el tesón, la victoria y la desazón que caracterizaron a toda una epoca.

«Vieja Patria y Hombres Nuevos es tambien realista, pero por ser mas cercana en el tiempo y el lugar a los hechos que describe es tal vez menos piadosa, como una fotografía tomada de cerca, que no escatima el detalle de las arrugas».

Algunos descendientes de los colonos, perseguidos y torturados por motivos racistas o ideológicos, viajan a Israel, y encuentran allí salvacion, aunque la convivencia no es del todo sencilla.

«Un Poco mas Aca del Mas Allá es abiertamente surrealista» y trata cuestiones inherentes al ser humano en general, ubicadas en escenarios muy distintos de aquellos en los que transcurria la acción de las narraciones anteriores, y utilizando recursos relacionados con lo onirico y lo fantastico.

La llegada a la Argentina, huyendo de una tierra inhospita; la partida a Israel, en amargas condiciones, y algunos relatos en los que se indaga otra realidad, son la esencia de este volumen, interesante tanto para judios como para gentiles.

La ultima profecía y otros textos Del «Sholem Aleijem» argentino al Premio Presidente de Israel por su obra en hebreo, por Samuel Pecar. Seleccion y prologo de Ricardo Feierstein

Buenos Aires, Mila, 2001.

«Si Jevel Katz fue el 'Gardel judio', segun coinciden los cultores de la musica popular, Samuel Pecar es el 'Sholem Aleijem argentino'» afirma Feierstein en el prologo, que lleva por titulo «Samuel Pecar: ejemplo de sintesis literaria, humana y judeoargentina».

Acerca de la obra del entrerriano nacido en 1922, dice el editor: «El humor piadoso y a la vez vitriolico que se desprende de sus volumenes sobre el transcurrir de la vida en su colectividad constituye la descripción más hilarante y enternecedora que se haya escrito sobre los avatares de nuestro ischuv. Allí pueden rastrearse formas de ser, comportamientos, tics, manias y, grandezas de esa generacion de inmigrantes e hijos de inmigrantes que desarrollaron el momento de mayor esplendor (red educativa e institucional) de la historia comunitaria reciente, cuyas perdidas no terminamos de lamentar» .

La trayectoria, que se inicia con su nacimiento en Colonia López y que culmina en el "Premio del Presidente de Israel a la Literatura Traducida" y el «Premio Gerchunoff» de la Asociación de Amistad Argentina-Israel -recibidos por su viuda pocos meses después del fallecimiento del escritor- es detallada minuciosamente por Miryam Gover de Nasatsky, autora del cuadro bio-bibliográfico incluido en el volumen, que puede ser ampliado con la lectura de Escritores Judeo-Argentinos. Bibliografía 1900-1987 (Milá, 1994), escrito por la biógrafa en colaboración con Ana Weinstein. En este cuadro se menciona, entre otras funciones, a Pecar como presidente de la Asociación Israelí de Escritores en Lengua Castellana (AIELC), desde que la fundara, en 1985, hasta el 2000.

Adela Pecar participó en el libro con una semblanza de su marido, en la que señala que dicha asociación «agrupa a escritores que como él, no pueden ni podrán nunca usar el hebreo como lengua literaria, y exigen el derecho de poder ser escritores israelíes, decir lo que sienten, en su lengua materna, el castellano».

Leonardo Senkman destaca este aspecto del legado de Pecar: «Samuel nos dejó para siempre cuando pudo cumplir uno de sus más fervientes deseos: que el idioma español fuese reconocido como legitima lengua de creación de los escritores iberoamericanos en Israel. Ningun escritor inmigrante trabajó tan incansablemente para fundar, y luego desarrollar con pasión, la Asociación Israeli de Escritores en Lengua Castellana (AIELC),que presidió hasta el ultimo momento de su vida, logrando el respeto y reconocimiento de la Federación de Asociaciones de Escritores Israelies en todas las otras lenguas».

En su sagaz descripcion del alma humana, Pecar trata, entre otros, un tema que hasta ahora no habíamos encontrado: la posibilidad de emigrar a Israel y los primeros tiempos de los argentinos que allí se establecen, con la urgencia de aprender un idioma y, al mismo tiempo, adaptarse a una forma diferente de entender la vida, evidenciada, por ejemplo, en la falta de rodeos al hablar.

En «Hamlet en el gueto» evoca los años que pasan mientras el padre de familia medita acerca del traslado. El narrador expone la situacion del protagonista:«Máximo Jirik no se dirige a Israel para hacer negocios. Maximo Jirik es un idealista, señor. Si él ha resuelto dejar la Argentina, donde siempre vivió bien, ¡más que bien!, no será el por el sucio afan de apilar dinero en otro pais, enclavado, para colmo, en la barriga de Asia, y cercado de enemigos con el alfanje, entre los dientes. No; a Maximo Jirik no le interesan los business. Israel lo atrae con la magia de sus multiples lazos historicos, sentimentales, teluricos…». Al finalizar el cuento, el protagonista aún sigue evaluando las ventajas y desventajas, mientras su familia sufre las consecuencias.

La edad distinta, volumen publicado en 1979, incluye las cartas que Shaul le envia a Arón, en las que le relata sus peripecias en el pais que ha elegido para establecerse. Estas peripecias tienen que ver, sobre todo, con el idioma, como aquella vez en que el autor de la carta le pide al hijo: «Dani, coloca los cadaveres sobre la cama, uno encima del otro, por favor», confundiendo «camisetas» con «cadaveres», palabras que en hebreo se diferencian sólo por una letra. Los que sí se adaptaron rapidamente fueron los hijos. Shaul reflexiona: «Viven en Israel hace apenas dos años, y ya se comportan como si hubieran nacido en este pais. ¡Con cuanta rapidez se han adueñado del pasado! ¡Con qué fuerza se han plegado a cada uno de los rasgos del pais! ¿Cuando aprendieron todo esto?» Viéndolos, el padre hace una apreciación sobre la nueva tierra: «¡Que extraño es este pais! Es aspero y duro, pero al mismo tiempo se acurruca dentro de uno, pidiendo que lo amen. ¡Y qué delicioso es sentir ese amor por él! Es curioso. No lo quiero como a la tierra en la que uno vive o en cuyo seno se nace. No; quiero a este paisito como a un hijo, y a veces percibo que despierta en mí la misma ternura dolorosa que sólo conoce un padre».

La decisión de emigrar o no de la Argentina, la opción entre el kibutz y la ciudad, con todo lo que estos dilemas conllevan, es ya literatura, como lo fueron anteriormente los avatares de quienes llegaron a nuestro pais hace mas de un siglo, en busca de un futuro mejor.

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Refranes y expresiones sefaradíes de la tradición judeo española de Esmirna, por Luis Leon

Editorial Milá. Coleccion Escrituras. BuenosAires, 2001. 95 páginas.

Luis Norberto Leon nació en Buenos Aires. Es arquitecto por la Universidad Nacional de esta ciudad, donde actualmente es profesor de Morfologia. «Desarrolla la actividad profesional en su estudio particular. Hace algunos anos, encaró por primera vez la aventura de escribir. A poco de terminar sus primeros cuentos Ie asaltó la idea de recopilar las experiencias familiares atesoradas desde su infancia en idioma sefaradi. Decidió entonces formar un taller de investigación donde recopila toda clase de material sobre el tema. Objetos, musica, fotografías, cartas, son parte de los documentos que Ie ayudaron a completar el presente libro. Actualmente esta escribiendo una novela, donde incorpora eI tema de la inmigracion sefaradi en la trama de la ciudad y sus barrios». Es autor de la novela EI profesor de Arqueometro, que recibio una mencion en el concurso de Acervo Editores en 1999.

El autor dedica este libro a su madre, de quien recibió el mayor aporte para escribirlo. En la Introducción comenta: «El orlgen sefaradi de ambas ramas de mi familia hizo que en mi infancia escuchara a los abuelos dirigirse a mis padres hablando en djudesmo. (…) Por eso creo a veces que al rememorar parte de mi infancia lo hago en ladino». En la contra tapa del libro se explica: «El djudesmo o judeo-español es la lengua que hablaban los judios espanoles expulsados en 1492 de la peninsula iberica. (…) A traves de las migraciones sufridas luego de la expulsión, el idioma recibió el aporte de otras lenguas como e! francés, el italiano y el turco». Estos conceptos son ampliados por León en las interesantes páginas que preceden a los refranes.

Acerca del contenido del volumen, leemos: «En este trabajo se compiIan una serie de refranes y expresiones cotidianas que la comunidad sefaradi de Esmima trajo consigo al Rio de la Plata. Cada refran !leva su traduccion al español y una explicacion del sentido de uso, haciendo de este libro un material interesante y ameno aun para el lector no especializado».

El volumen incluye muchos refranes que usamos habitualmente. Por ejemplo, «Aqueas aguas, truyeron estos lodos», «Cria cuervos para que te quiten los oyos», «EI comer y el arrascar, todo es ampezar», y la narración que, con algunas variantes, repetia mi abuela gallega – la del niño que fabricaba un cuenco para cuando encerrara a su padre en el altillo, como el padre hacia con su abuelo-, la que da origen al refrán «Cuando el padre da … rie el padre y rie el hiyo. Mas cuando el hiyo da, iora el padre e iora el hiyo".

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Stefano, por María Teresa Andruetto. Ilustraciones: Daniel Roldán

Buenos Aires, Sudamericana, 2004. (La pluma del gato).

En varios de sus libros aparece el tema de la inmigración, que ella conoce bien de cerca, ya que algunos de sus familiares son inmigrantes: "Soy hija de un partisano que llegó desde el norte de Italia a la Argentina, en 1948, y por una sucesión de circunstancias más o menos azarosas, se instaló en un pueblo de la pampa húmeda, donde nací, y ahí vivió toda su vida. También mi mamá es hija de inmigrantes italianos que llegaron al país hacia finales del mil ochocientos. El agradecimiento a la tierra de llegada que le había permitido trabajar y formar una familia, fue la otra cara de la tristeza que le causaba a mi padre el desarraigo. A poco de venir, murió su madre y luego otros y otros, hasta que cada vez se hizo más fuerte la idea de ya no regresar".

En Stéfano, novela juvenil que dedica a su padre, relata la vida de un inmigrante italiano que llega a nuestro país con su bagaje de ilusiones y recuerdos. "Aunque Stéfano no relata la vida de mi padre, hay muchas cosas de él en el libro, cosas desperdigadas aquí y allá, sobre todo pequeñas anécdotas y rasgos familiares, como el mandolín que toca el viejo Moretti, o el hambre cuyo fantasma acosó a los inmigrantes para siempre, o las comidas que se comían en casa, o las canciones que cantaban en el puerto, o el nombre de ciertos pueblos por donde sé que él pasó, o el título mismo del libro que replica su nombre".

En tiempos de guerra, en Italia, la pobreza llega a extremos patéticos. Stéfano se despide de su madre, viuda y sin más hijos, quien no quiso acompañarlo en la aventura en el nuevo mundo. La partida es desgarradora para ambos, no obstante haber sido anunciada con años de anticipación por el muchacho. Luego vendría la travesía en el Syrio, el naufragio. Llegan los sobrevivientes. Stéfano se hospeda en el Hotel de Inmigrantes, desde donde el muchacho y su amigo se trasladan al campo del tío de este último. En ese campo, Stéfano comprende que, por mucho que se esfuerce, nunca tendrá un puesto similar al de su compañero de viaje. Se inicia en la música y se integra a un circo, hasta que finalmente se establece, forma pareja, y la vida le regala la felicidad de un hijo.

Este es –muy resumido- el argumento de la historia que está destinada a lectores adolescentes, pero que puede ser leída con sumo interés por los adultos. Tanto unos como otros encontrarán en ella ecos de lo que les han relatado sus mayores, atisbos de la misma esperanza y el mismo dolor, narrados con maestría por una escritora que sabe hacernos vibrar con su pluma y que presenta interesantes recursos estilísticos, como el manejo del tiempo y el cambio de registro en la narración.

La novela –que obtuvo numerosas distinciones y fue traducida al alemán y al gallego- es ideal para que los jóvenes de hoy, bisnietos de quienes vinieron a "hacer la América" sepan cuánto debieron abandonar sus mayores y cuánto encontraron aquí. "Si un libro es un modo de conocer –afirma Andruetto-, una manera de penetrar en el mundo y buscar el sitio que nos corresponde en él, Stéfano me permitió recuperar la sensación de hambre, desarraigo, extrañamiento, de hombre y mujeres que, tal como los que hoy se marchan, ayer llegaban buscando una vida mejor".

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Un bandoneón vivo, por Oche Califa. Ilustraciones: O"Kif

Buenos Aires, Sudamericana. 2002.

El volumen que nos ocupa está destinado a lectores a partir de los once años. En él se incluyen dos relatos que tienen como escenario la Argentina de los años 40. Afirma Califa: "tanto los sucesos como los protagonistas han sido inventados. Sin embargo, hay una parte de verdad en ellas, debido a que el ambiente, las costumbres y las formas de pensar, hablar y actuar de los personajes se ajustan a la realidad de esos años. Doy fe de ello porque el pasado inmediato sobrevive en el presente, y yo siempre le he prestado atención".

El primero de los relatos, "Historia con tango y misterio", surgió a partir de una inquietud del ilustrador, que un día se encontró dibujando el patio de la casa de su abuela, en Rosario: eso le trajo "bellísimos recuerdos y cierta nostalgia". Entonces le dijo a su amigo Oche Califa que escribiera un cuento con tango, y así fue creado "Un bandoneón vivo", la historia de un chico que escucha a un hombre tocar ese instrumento en el fondo de su casa, y comienza a imitarlo utilizando un cajón de manzanas. El vecino, al irse de viaje, le facilita el bandoneón por unos días, y el niño advierte, estupefacto, que del bandoneón brotan viejas historias que se habían olvidado o se deseaba ocultar.

Partes: 1, 2, 3, 4
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