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La “deslocalización inversa” (la des-deslocalización: a verlas venir) (página 9)

Enviado por Ricardo Lomoro


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11

La pérdida de empleos en el sector manufacturero estadounidense se aceleró después del año 2000, siendo la competencia mundial la causa más probable. Como ha demostrado Maggie McMillan del International Food Policy Research Institute, hay una extraña correlación negativa en las industrias manufactureras individuales entre los cambios del empleo en China y EEUU. En las áreas en que China más se ha expandido, EEUU ha perdido el mayor número de puestos de trabajo. En las pocas industrias que han realizado contratos en China, EEUU ha elevado su nivel de empleo.

En Gran Bretaña, donde el declive de la industria parece haber sido impulsado casi alegremente por los conservadores de Margaret Thatcher hasta la llegada de David Cameron al poder, las cifras son aún más preocupantes. Entre 1990 y 2005, la participación del sector en el empleo total se redujo en más de siete puntos porcentuales. La reasignación de trabajadores a empleos en servicios menos productivos ha costado a la economía británica 0,5 puntos de crecimiento de la productividad cada año, una cuarta parte del aumento de la productividad total en el período.

Para los países en desarrollo, el imperativo de impulsar este sector es vital. Por lo general, la brecha de productividad con el resto de la economía es mucho más amplia. Cuando este sector despega, puede generar millones de empleos para trabajadores no calificados, a menudo mujeres, que anteriormente estaban empleados en la agricultura tradicional o en servicios menores. La industrialización fue la fuerza impulsora del rápido crecimiento del sur de Europa durante los años 50 y 60, y en el este y el sudeste de Asia desde la década de 1960.

La India, que recientemente ha experimentado tasas de crecimiento similares a las de China, ha ido contra la tendencia al confiar en la industria del software, los centros de llamadas y otros servicios para empresas, lo que ha llevado a algunos a pensar que puede (y quizás otros países también) emprender un camino diferente hacia el crecimiento, impulsado por los servicios.

Sin embargo, la debilidad del sector manufacturero es un lastre para el rendimiento económico global de la India y amenaza la sostenibilidad de su crecimiento. Sus industrias de servicios de alta productividad emplean a trabajadores que se encuentran en el extremo superior de la distribución de la educación. En última instancia, la economía india tendrá que generar empleos productivos para los trabajadores de baja cualificación con los que cuenta en tan grandes cantidades. Gran parte de esos empleos tendrán que estar en el sector manufacturero.

Para los países en desarrollo, la expansión de la industria manufacturera no sólo permite una mejor asignación de recursos, sino también beneficios dinámicos en el tiempo. Esto es porque la mayoría de las industrias manufactureras son lo que podríamos llamar "actividades de ascenso": una vez que la economía recibe un punto de apoyo en una industria, la productividad tiende a aumentar rápidamente hacia la frontera tecnológica de ella.

He llegado a la conclusión de que las distintas industrias manufactureras, como las de piezas de automóviles o maquinaria, muestran lo que los economistas llaman "convergencia incondicional", una tendencia automática a cerrar la brecha con los niveles de productividad en los países avanzados. Esto es muy diferente de la "convergencia condicional" que caracteriza al resto de la economía, en el que el crecimiento de la productividad no está garantizado y depende de políticas y circunstancias externas.

Un error típico en la evaluación del rendimiento del sector manufacturero es mirar solamente la producción o la productividad, sin examinar la creación de empleos. En América Latina, por ejemplo, la productividad manufacturera ha crecido a pasos agigantados desde que la región se liberalizó y abrió al comercio internacional. Sin embargo, estas ventajas han llegado a expensas de la racionalización de la industria y la disminución del nivel de empleo (y hasta cierto punto debido a ello). Los trabajadores despedidos han terminado en actividades de menor rendimiento, como los servicios informales, haciendo que la productividad económica general se estanque, a pesar del impresionante rendimiento del sector manufacturero.

Las economías de Asia se han abierto también, pero las autoridades se han preocupado más de apoyar las industrias manufactureras. Lo más importante es que han mantenido monedas competitivas, que es la mejor manera de garantizar altas utilidades para este sector. El empleo en él ha tendido a aumentar (como porcentaje del empleo total), incluso en la India y su crecimiento impulsado ??por los servicios.

A medida que las economías se desarrollan y se vuelven más ricas, la industria manufacturera -"hacer cosas"- inevitablemente se torna menos importante. Pero si esto sucede antes de que los trabajadores puedan adquirir conocimientos avanzados, el resultado puede ser un peligroso desequilibrio entre la estructura productiva de una economía y su fuerza de trabajo. Podemos ver las consecuencias en todo el mundo en forma de bajo rendimiento económico, una creciente desigualdad y divisiones políticas.

(Dani Rodrik es profesor de Economía Política Internacional en la Universidad de Harvard y autor de The Globalization Paradox: Democracy and the Future of the World Economy (La paradoja de la globalización: la democracia y el futuro de la economía mundial). Copyright: Project Syndicate, 2011)

Gobierno y globalización (Project Syndicate – 30/9/11)

(Por Jeffrey D. Sachs)

New York.- Vivimos en una época en la que las fuerzas más importantes que afectan a todas las economías son globales, no locales. Lo que sucede "en el extranjero"; por ejemplo, en China, India y otros lugares, afecta poderosamente inclusive a una economía tan grande como la de Estados Unidos.

La globalización económica ha producido, por supuesto, algunos grandes beneficios para el mundo, incluyendo la expansión rápida de tecnologías avanzadas, tales como Internet y telefonía móvil. También ha reducido drásticamente la pobreza en muchas economías emergentes; de hecho, por esta sola razón, la economía mundial necesita mantenerse abierta e interconectada.

Sin embargo, la globalización también ha creado problemas serios que necesitan ser abordados. En primer lugar, ha aumentado el ámbito de la evasión fiscal, debido a la rápida proliferación de los paraísos fiscales en todo el mundo. Las empresas multinacionales tienen muchas más oportunidades que antes para esquivar su porción justa y eficiente de impuestos.

Es más, la globalización ha creado perdedores y también ganadores. En países de altos ingresos, de manera destacada en EEUU, Europa y Japón, los grandes perdedores son los trabajadores que carecen de educación para competir de manera eficaz con los trabajadores de bajos ingresos de países en desarrollo. Los más afectados son los trabajadores en los países ricos quienes carecen de educación universitaria. Dichos trabajadores han perdido millones de empleos. Aquellos que han mantenido sus puestos de trabajo han visto cómo sus salarios se estancan o disminuyen.

La globalización también ha avivado el contagio. La crisis financiera del año 2008 comenzó en Wall Street, pero se extendió rápidamente por todo el mundo, lo que señala la necesidad de una cooperación global en los ámbitos bancarios y financieros. El cambio climático, las enfermedades infecciosas, el terrorismo y otros males que pueden cruzar fácilmente fronteras requieren una respuesta global similar.

Lo que la globalización necesita, por tanto, son políticas inteligentes de gobierno. Los gobiernos deben promover educación de calidad, para garantizar que los jóvenes estén preparados para enfrentar la competencia global. Los gobiernos deben aumentar la productividad mediante la construcción de una moderna infraestructura y la promoción de la ciencia y la tecnología. Y dichos gobiernos deberían cooperar a nivel mundial para regular los sectores de la economía, en particular los sectores relacionados a finanzas y medio ambiente, en los que los problemas en un país pueden extenderse a otras partes del mundo.

La necesidad de un gobierno muy eficaz en la era de la globalización es el mensaje clave de mi nuevo libro, The Price of Civilization. En pocas palabras, necesitamos más gobierno hoy en día, no menos. Sin embargo, el papel del gobierno también debe modernizarse para estar acorde con los retos específicos que plantea una economía mundial interconectada.

Escribí The Price of Civilization debido a la convicción que tengo de que el gobierno de EEUU no ha logrado entender y responder a los desafíos de la globalización desde que esta comenzó a afectar a la economía de Estados Unidos en la década del setenta. En vez de responder a la globalización con más gasto gubernamental en educación, infraestructura y tecnología, Ronald Reagan ganó la presidencia en el año 1980 comprometiéndose a recortar el gasto público y reducir los impuestos.

Durante 30 años, EEUU ha avanzado en la dirección equivocada, recortando el papel del gobierno en la economía nacional en lugar de promover las inversiones necesarias para modernizar la economía y la mano de obra. Los ricos se han beneficiado en el corto plazo, al obtener grandes ventajas impositivas. Los pobres han sufrido pérdida de empleo y recortes en servicios públicos. La desigualdad económica ha llegado a un alto nivel, que no había sido visto desde la Gran Depresión.

Estas tendencias adversas se han visto exacerbados por las políticas nacionales. Los ricos han utilizado su riqueza para fortalecer su control del poder. Ellos pagan las costosas campañas de los presidentes y congresistas, por lo que los presidentes y congresistas ayudan a los ricos, a menudo a expensas del resto de la sociedad. El mismo síndrome, por el cual los ricos han ganado el control del sistema político (o han fortalecido su control del mismo), ahora afecta a muchos otros países.

Sin embargo, existen algunas señales importantes en todo el mundo que indican que las personas están hartas de los gobiernos que sirven a los ricos, y que al mismo tiempo ignoran a todos los demás. Estas señales comenzaron con las crecientes demandas de mayor justicia social. Los levantamientos sociales en Túnez y El Cairo, al principio, se denominaron como la Primavera Árabe, porque parecían limitarse únicamente al mundo árabe. Pero posteriormente, vimos protestas en Tel Aviv, Santiago, Londres, y ahora incluso en EEUU. Estas protestas primordialmente demandaron que políticas más inclusivas reemplacen a las políticas corruptas de la oligarquía.

Además, el presidente de Estados Unidos Barack Obama está cambiando gradualmente hacia la izquierda. Después de tres años en los que su administración mimó a los cabilderos que representan a sectores empresariales, finalmente ha comenzado a enfatizar la necesidad de que los ricos paguen más impuestos. Esto ha llegado al final de su mandato, de esta forma podría continuar favoreciendo a los ricos y a Wall Street a cambio de contribuciones para la campaña en el año 2012; sin embargo, existe un resquicio de esperanza acerca de que Obama vaya a defender una política presupuestaria más justa.

Varios gobiernos europeos, incluyendo entre ellos a los de España, Dinamarca y Grecia, también parecen estar moviéndose en la misma dirección. España recientemente impuso un impuesto a la nueva riqueza a los contribuyentes que tienen un alto patrimonio neto. Dinamarca eligió a un gobierno de centro-izquierda comprometido con un mayor gasto público financiado por nuevos impuestos a los ricos. Y Grecia acaba de votar a favor de un nuevo impuesto a la propiedad para ayudar a cerrar su profundo déficit fiscal.

La Comisión Europea también ha pedido un nuevo impuesto a las Transacciones Financieras (ITF) para recaudar alrededor de $ 75 mil millones por año. La Comisión ha aceptado finalmente que el sector financiero de Europa no paga suficientes impuestos. El nuevo ITF aún podría enfrentar oposición política en Europa, especialmente en el Reino Unido, que tiene su sector bancario grande e influyente, pero al menos el principio de una mayor equidad tributaria es una prioridad importante en la agenda europea.

Las economías más exitosas del mundo en la actualidad se encuentran en Escandinavia. Mediante el uso de los altos impuestos para financiar un alto nivel de servicios públicos, estos países han equilibrado gran prosperidad con justicia social y sostenibilidad ambiental. Esta es la clave para el bienestar en la economía globalizada de hoy en día. Quizás más partes del mundo, y especialmente los jóvenes del mundo, están comenzando a reconocer esta nueva realidad.

(Jeffrey D. Sachs es profesor de Economía y director del Earth Institute en la Universidad de Columbia. También es asesor especial del secretario general de las Naciones Unidas sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Copyright: Project Syndicate, 2011)

– EEUU tiene mejores perspectivas de largo plazo que China y Europa (The Wall Street Journal – 13/11/11)

(Por Ian Bremmer y Nouriel Roubini)

No es de extrañar que los mercados globales estén con los nervios de punta. Las tres mayores economías del mundo no pueden seguir por su camino actual y todos lo saben. Los inversionistas observan ansiosos cualquier señal de que China se dirige hacia un aterrizaje forzoso, de que Estados Unidos entrará en una segunda recesión y de que la zona euro colapsará.

En los tres casos, las soluciones de corto plazo han impedido un desastre hasta el momento, pero los problemas han ido en aumento, tanto en términos de tamaño, como de peso. ¿Cuál será la primera economía donde la situación se vuelva inmanejable?

edu.red

Europa

En Europa se han postergado las decisiones difíciles ante la incapacidad de los protagonistas para ponerse de acuerdo sobre cómo y por qué comenzó la crisis. Alemania y otros países acaudalados le echan la culpa al despilfarro de Grecia, Portugal e Italia y temen que un paquete de rescate prematuro les quite de encima la presión necesaria para enmendar el rumbo. Los países deudores, por su parte, creen que la zona euro sufre un desequilibrio y que las economías más prósperas, como Alemania, deben exportar menos y consumir más para corregirlo.

Otros europeos sostienen que una moneda común no puede sobrevivir de forma indefinida si la política monetaria es centralizada pero la política fiscal sigue en las manos de cada gobierno. Otro grupo advierte que el acceso a los mercados de capital exige una especie de seguro colectivo, preferentemente en la forma de un eurobono. Alemania, por cierto, se resiste a esta solución porque equivaldría a una transferencia de riqueza desde las economías del núcleo de la zona euro a la periferia, desde las economías más ricas a las más pobres.

Otros postulan que el remedio recomendado por Alemania y el Banco Central Europeo (BCE), es decir las medidas de austeridad, es peor que la enfermedad. Europa necesita crecimiento, no sólo reformas y ajustes de cinturón, indican, y sólo una buena dosis de estímulo en todo el bloque puede reactivar la economía.

Los 17 países y cuatro instituciones europeas que son parte de la crisis de la zona euro tratarán de seguir adelante como puedan, postergando las soluciones de fondo, pero su parsimonia es insostenible. Los mercados ya están perdiendo confianza en las reformas a medias. Las dudas acerca de Italia, una economía que es demasiado grande para caer, exacerban la volatilidad.

Europa será la primera crisis en volverse inmanejable. Hay que prever una cesación de pagos desordenada en Grecia, nuevos problemas para la banca europea y una recesión fuerte en todo el continente.

China

En China, la necesidad de realizar una reforma económica se ha vuelto obvia. Han transcurrido cuatro años desde que el primer ministro Wen Jiabao advirtió que el modelo económico es "inestable, desequilibrado, descoordinado y, en última instancia, insostenible" y tres años desde que la crisis financiera hizo que el crecimiento chino pasara a depender peligrosamente de las exportaciones a Europa, EEUU y Japón.

Para lograr una expansión económica de largo plazo (y estabilidad política), el gobierno debe hallar una forma de estimular a los consumidores chinos a comprar lo que producen las empresas del país. Este giro requiere una transferencia gigantesca de riqueza desde el Estado y las empresas estatales hacia las familias chinas.

El gobierno, no obstante, está yendo en la dirección contraria. La reacción a las turbulencias financieras en Occidente no fue reforzar el consumo, sino incrementar el gasto gubernamental y privado en inversiones fijas, que ahora representan casi la mitad del crecimiento chino. El resultado ha sido una explosión en los bienes raíces residenciales y comerciales, más gasto fiscal en infraestructura y nuevos créditos desde los bancos públicos a las empresas públicas.

En realidad, uno de los mayores obstáculos a una reforma en China es que la economía sigue demasiado vinculada a un modelo de capitalismo de Estado. Tres cuartas partes de las 100 principales empresas chinas que cotizan en bolsa son controladas por el gobierno.

Los dirigentes del Partido Comunista a los que les conviene el éxito de las empresas públicas han acumulado un poder considerable dentro del liderazgo chino, y oponen una férrea resistencia a cualquier intento de transferir su riqueza hacia las empresas privadas y los ciudadanos comunes y corrientes.

China cuenta con el efectivo y las reservas en moneda extranjera suficientes para aplazar una crisis. Pero la economía pierde fuerza, las tensiones en el sistema financiero aumentan y hay buenas razones para pensar que los días en que el país podía postergar las soluciones a sus problemas están contados.

Estados Unidos

Nadie puede restaurar la confianza en la salud de largo plazo de las finanzas estadounidenses sin un plan viable para recortar el gasto en programas como la seguridad social y defensa y, al mismo tiempo, elevar los ingresos, que se ubican en el nivel más bajo de los últimos 60 años como porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB).

Sin embargo, es mejor no esperar ninguna solución inmediata desde Washington. La proximidad de las elecciones acentuará las diferencias entre los partidos demócrata y republicano y el estancamiento político. Esto significa que los problemas estructurales de la economía estadounidense seguirían sin resolverse.

El futuro de largo plazo, no obstante, parece mucho más auspicioso para EEUU que para Europa o China.

EEUU sigue siendo el líder en la clase de tecnología de punta que expande el potencial de crecimiento a largo plazo de un país, desde la energía renovable y los aparatos médicos a la nanotecnología y la computación en nube. Con el paso del tiempo, estas ventajas se traducirán en un crecimiento más robusto.

EEUU también goza de una ventaja demográfica. En Europa, el declive de las tasas de natalidad y la mayor hostilidad hacia los inmigrantes apuntan hacia una reducción de la población de hasta un máximo de 100 millones de personas para 2050. En China, debido en parte a la política de un hijo por familia, la población que trabaja ya empezó a contraerse. Para 2030, casi 250 millones de chinos serán mayores de 65 años. Otorgarles pensiones y cobertura de salud será muy costoso.

A pesar de la polémica sobre la inmigración, la población estadounidense probablemente aumentará de 310 millones a 420 millones de habitantes a mediados de siglo.

Finalmente, es muy probable que EEUU empiece a abordar sus problemas de fondo antes que Europa o China. No habrá grandes cambios durante un año electoral, pero hay una probabilidad de realizar una reforma fiscal importante en 2013.

Es probable que los republicanos obtengan el control de ambas cámaras del Congreso en los comicios de noviembre de 2012. Si un republicano es electo presidente, el partido sentirá una presión enorme para cumplir sus promesas reformistas. Incluso si el presidente Barack Obama es reelecto, hay buenas perspectivas de que alcance un gran acuerdo con sus oponentes. Ya no estaría sujeto a las presiones inmediatas de las elecciones y, al igual que otros presidentes reelectos, comenzará a pensar en su legado.

Aun así, que nadie se engañe. EEUU afronta desafíos formidables y el estancamiento del sistema político podría demorar reformas fiscales y estructurales muy necesarias. Pero todo es relativo y los desafíos de largo plazo de EEUU son más manejables que los de Europa y los de China.

(Ian Bremmer es presidente de la consultora Eurasia Group y autor del libro "El Fin del Libre Mercado". Nouriel Roubini es presidente de la consultora Roubini Global Economics y profesor de la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York)

– ¿Es sostenible el capitalismo moderno? (Project Syndicate – 2/12/11)

(Por Kenneth Rogoff)

Cambridge.- A menudo me preguntan si la reciente crisis financiera global marca el comienzo del fin de la era del capitalismo moderno. Es una pregunta curiosa porque al parecer se presupone que existe un sustituto viable esperando tomar el relevo. La verdad de las cosas es que, al menos por ahora, las únicas alternativas serias al paradigma anglo-estadounidense dominante actual son otras formas de capitalismo.

Pareciera que el capitalismo continental europeo, que combina generosos beneficios sociales y de salud; y un horario de trabajo razonable, aunado a periodos de vacaciones largos, una jubilación temprana; y distribuciones del ingreso relativamente equitativas, parecería ser muy recomendable -pero carece de sostenibilidad. Se afirma generalmente que el capitalismo darwiniano chino, con empresas de exportación que operan en un ambiente de encarnizada competencia, una frágil red de seguridad social y una extensa intervención gubernamental, es el heredero inevitable del capitalismo occidental, aunque solo sea por el enorme tamaño de China y su tasa de crecimiento proporcionalmente desmesurada. Con todo, el sistema económico chino está evolucionando continuamente.

En efecto, no es claro cuánto más seguirán transformándose a sí mismas las estructuras financieras, económicas y políticas chinas, y si ese país en última instancia mutará en una nueva forma de capitalismo. En cualquier caso, a China todavía le aquejan las vulnerabilidades financieras, económicas y sociales comunes de un país de bajos ingresos de rápido crecimiento.

Tal vez, el asunto central es que en todo el panorama histórico, todas las formas actuales de capitalismo son finalmente temporales. El capitalismo moderno ha tenido resultados extraordinarios desde el comienzo de la Revolución Industrial hace dos siglos, que sacó de la pobreza absoluta a miles de millones de personas. En términos comparativos, el marxismo y el socialismo autoritario han tenido resultados desastrosos. Sin embargo, a medida que la industrialización y el progreso económico se extienden en Asia (y ahora en África), algún día la lucha por la subsistencia ya no será un imperativo principal, y las numerosas fallas del capitalismo contemporáneo podrían parecer más importantes.

Primero, incluso las principales economías capitalistas no han podido valorar efectivamente los bienes públicos como el aire limpio y el agua. El fracaso para lograr concluir un nuevo acuerdo global de cambio climático es sintomático de esta parálisis.

Segundo, el capitalismo ha producido una gran riqueza pero, al mismo tiempo, extraordinarios niveles de desigualdad. La creciente brecha es en parte solo un efecto secundario de la innovación y el espíritu empresarial. Las personas no se quejan del éxito de Steve Jobs; sus contribuciones son obvias. Sin embargo, no siempre resulta así: una gran riqueza permite a los grupos e individuos comprar poder político e influencia, que a su vez ayuda a generar una mayor riqueza. Solamente pocos países -Suecia, por ejemplo, han podido interrumpir este círculo vicioso sin colapsar el crecimiento.

El tercer problema es la oferta y distribución de servicios médicos; un mercado que no logra satisfacer varios de los requisitos básicos necesarios para que el mecanismo de los precios genere eficiencia económica, empezando con la dificultad que encaran los consumidores para evaluar la calidad de su tratamiento.

El problema se agravará: con seguridad aumentarán los costos de los servicios de salud como proporción del ingreso a medida que las sociedades sean más ricas y más viejas, y probablemente rebasarán el 30% del PIB dentro de unas décadas. En el mercado de los servicios de salud, quizá más que en cualquier otro, muchos países están luchando con el dilema moral de cómo mantener los incentivos para producir y consumir eficientemente sin generar disparidades inaceptablemente grandes en el acceso a esos servicios.

Es irónico que muchas sociedades capitalistas modernas realicen campañas públicas para instar a las personas a poner más atención a su salud, mientras se promueve un ecosistema económico que induce a muchos consumidores a una dieta extremadamente malsana. De acuerdo con los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos, un 34% de los estadounidenses son obesos. Es claro que la forma convencional de medir el crecimiento económico -que implica un mayor consumo- no puede ser un fin en sí mismo.

Cuarto, los sistemas capitalistas actuales subestiman considerablemente el bienestar de las generaciones futuras. Esto no ha sido importante en gran parte del periodo desde la Revolución Industrial, pues el continuo avance tecnológico ha superado las políticas miopes. En general, cada generación ha tenido mucho más éxito que la precedente. Sin embargo, como la población mundial está rebasando los siete mil millones, y los presagios de escasez de recursos se hacen cada vez más evidentes, no hay garantía de que se pueda mantener esta trayectoria.

Por supuesto, las crisis financieras son el quinto problema, tal vez el que recientemente ha provocado más exámenes de conciencia. En el mundo de las finanzas, la continua innovación tecnológica no ha reducido notoriamente los riesgos, y bien podría haberlos ampliado.

En principio, ninguno de los problemas del capitalismo es insuperable, y los economistas han ofrecido una serie de soluciones basadas en el mercado. Un alto precio global del carbón induciría a las empresas y las personas a internalizar el costo de sus actividades contaminantes. Se pueden diseñar sistemas fiscales que ofrezcan un mayor margen de redistribución del ingreso sin que ello conlleve necesariamente distorsiones paralizantes, mediante una minimización de los gastos fiscales no transparentes y manteniendo bajas las tasas marginales. Lograr precios efectivos de los servicios de salud, incluidos los de los tiempos de espera, podría fomentar un mejor equilibrio entre la equidad y la eficiencia. Los sistemas financieros podrían estar mejor regulados, dando una atención más rigurosa a las acumulaciones excesivas de deuda.

¿Será el capitalismo víctima de su propio éxito en la producción masiva de riqueza? Por ahora, por muy de moda que pueda estar el tema de la desaparición del capitalismo, la posibilidad parece remota. No obstante, mientras sigan creciendo la contaminación, la inestabilidad financiera, los problemas de salud y la desigualdad, y mientras los sistemas políticos continúen paralizados, dentro de pocas décadas el futuro del capitalismo podría no parecer tan seguro como lo parece ahora.

(Kenneth Rogoff es profesor de Economía y Políticas Públicas de la Universidad de Harvard, fue economista en jefe del FMI. Copyright: Project Syndicate, 2011)

El renacimiento del estado nación (Project Syndicate – 13/2/12)

(Por Dani Rodrik)

Cambridge.- Uno de los mitos fundacionales de nuestra era es que la globalización ha condenado al estado nación a la irrelevancia. La revolución en el transporte y las comunicaciones, oímos decir, ha vaporizado las fronteras y reducido el mundo. Nuevos modos de gobernancia, que van de las redes transnacionales de reguladores y las organizaciones internacionales de la sociedad civil a las instituciones multilaterales, están trascendiendo y suplantando a los legisladores nacionales. Los responsables de las políticas en los diferentes países, se dice, prácticamente no tienen poder frente a los mercados globales.

La crisis financiera global ha sacudido este mito. ¿Quién rescató a los bancos, inyectó la liquidez, se comprometió a un estímulo fiscal y ofreció las redes de seguridad para los desempleados a fin de evitar una creciente catástrofe? ¿Quién está reescribiendo las reglas sobre la supervisión y regulación del mercado financiero para impedir que vuelva a ocurrir lo que pasó? ¿Quién carga con la mayor responsabilidad por todo lo que salió mal? La respuesta es siempre la misma: los gobiernos nacionales. El G-20, el Fondo Monetario Internacional y el Comité de Basilea sobre Supervisión Bancaria en general han sido actores secundarios.

Incluso en Europa, donde las instituciones regionales son comparativamente fuertes, el interés nacional y los responsables de las políticas nacionales, personificados en gran medida por la canciller alemana Angela Merkel, fueron quienes dominaron la implementación de las políticas. Si Merkel hubiera estado menos enamorada de la austeridad para los países de Europa agobiados por la deuda, y si hubiera logrado convencer a su electorado nacional de la necesidad de una estrategia diferente, la crisis de la eurozona se habría desarrollado de una manera totalmente diferente.

Sin embargo, aún si el estado nación sobrevive, su reputación está hecha jirones. El ataque intelectual que sufre cobra dos formas. Primero, existe la crítica por parte de los economistas que ven a los gobiernos como un impedimento para el flujo más libre de bienes, capital y personas en todo el mundo. Si impedimos que los responsables de las políticas en los países individuales intervengan con sus regulaciones y barreras, dicen, los mercados globales se ocuparán de sí mismos, y en el proceso crearán una economía mundial más integrada y eficiente.

¿Pero quién proporcionará las reglas y regulaciones del mercado, si no el estado-nación? El laissez-faire es una receta para más crisis financieras y un mayor retroceso político. Es más, exigiría encomendar la política económica a tecnócratas internacionales, con todo lo aislados que están del tira y afloje de la política -una postura que circunscribe seriamente la democracia y la responsabilidad política.

En otras palabras, el laissez-faire y la tecnocracia internacional no ofrecen una alternativa plausible para el estado-nación. De hecho, la erosión del estado-nación, en definitiva, poco bien le hace a los mercados globales mientras no contemos con mecanismos viables de gobernancia global.

En segundo lugar, existen especialistas en ética cosmopolitas que desprecian la artificialidad de las fronteras nacionales. Como señaló el filósofo Peter Singer, la revolución de las comunicaciones ha engendrado una "audiencia global" que crea la base para una "ética global". Si nos identificamos con la nación, nuestra moralidad sigue siendo nacional. Pero, si cada vez nos asociamos más con el mundo en general, nuestras lealtades también se expandirán. De la misma manera, el economista y premio Nobel Amartya Sen habla de nuestras "múltiples identidades" -étnicas, religiosas, nacionales, locales, profesionales y políticas-, muchas de las cuales atraviesan las fronteras nacionales.

No resulta claro qué porcentaje de todo esto es una expresión de deseo y cuánto se basa en cambios reales en las identidades y los apegos. La evidencia de los sondeos demuestra que el apego al estado-nación sigue siendo bastante fuerte.

Hace unos años, la Encuesta Mundial de Valores le preguntó a los participantes en decenas de países por su apego a sus comunidades locales, sus naciones y al mundo en general. No sorprende que quienes se veían a sí mismos como ciudadanos nacionales eran muchos más que quienes se consideraban ciudadanos mundiales. Pero, curiosamente, la identidad nacional eclipsaba incluso a la identidad local en Estados Unidos, Europa, India, China y la mayoría de las otras regiones.

Las mismas encuestas indican que la gente más joven, la gente con un nivel de educación alto y aquellos que se identifican como la clase superior, tienen más probabilidades de asociarse con el mundo. Sin embargo, es difícil identificar algún segmento demográfico en el que el apego a la comunidad global supere al apego al país.

Por importante que haya sido la caída de los costos del transporte y las comunicaciones, no borró la geografía. La actividad económica, social y política sigue agrupándose en base preferencias, necesidades y trayectorias históricas que varían en todo el mundo.

La distancia geográfica es un determinante tan fuerte del intercambio económico hoy como hace medio siglo. Incluso resulta ser que Internet tiene fronteras, contrariamente a lo que parece: un estudio determinó que es mucho más factible que los norteamericanos visiten sitios web de países que están físicamente cerca que de países que están muy alejados, incluso después de sortear idioma, ingresos y muchos otros factores.

El problema es que todavía estamos atrapados por el mito de la decadencia del estado-nación. Los líderes políticos alegan impotencia, los intelectuales fabulan esquemas de gobernancia global impracticables y los perdedores cada vez más culpan a los inmigrantes o a las importaciones. Si uno habla de volver a otorgarle poderes al estado-nación, hay gente respetable que sale corriendo en busca de resguardo, como si uno hubiera propuesto revivir una plaga.

Sin duda, la geografía de los apegos e identidades no es fija; de hecho, ha cambiado en el curso de la historia. Eso significa que no deberíamos descartar por completo la posibilidad de que en el futuro se desarrolle una verdadera conciencia global, junto con comunidades políticas transnacionales.

Pero los desafíos de hoy no pueden ser encarados por instituciones que (aún) no existen. Por ahora, la gente todavía debe buscar soluciones en sus gobiernos nacionales, que siguen siendo la mejor esperanza para una acción colectiva. El estado-nación puede ser una reliquia que nos legó la Revolución Francesa, pero es todo lo que tenemos.

(Dani Rodrik es profesor de Economía Política Internacional en la Universidad de Harvard y el autor de The Globalization Paradox: Democracy and the Future of the World Economy. Copyright: Project Syndicate, 2012)

– Anteojeras de libre comercio (Project Syndicate – 9/3/12)

(Por Dani Rodrik)

Cambridge.- Recientemente dos colegas de Harvard me invitaron a hacer una presentación especial en su curso sobre globalización. "Tengo que decirte", uno de ellos me advirtió de antemano, "que es un grupo que está bastante a favor de la globalización". En el primer encuentro, les había preguntado a los alumnos cuántos de ellos preferían el libre comercio a las restricciones a las importaciones; la respuesta fue más del 90%. ¡Y esto fue antes de que se instruyera a los alumnos sobre las maravillas de la ventaja comparativa!

Sabemos que cuando se formula la misma pregunta en encuestas reales con muestras representativas -no sólo alumnos de Harvard- el resultado es bien diferente. En Estados Unidos, los participantes están a favor de las restricciones comerciales con un margen de dos a uno. Pero la respuesta de los estudiantes de Harvard no fue del todo sorprendente. Los participantes altamente capacitados y con un mejor nivel de educación tienden a estar considerablemente más a favor del libre comercio que los obreros. Tal vez los estudiantes de Harvard simplemente votaron con sus propias billeteras (futuras) en mente.

O quizá no entendían cómo funciona realmente el comercio. Después de todo, cuando me reuní con ellos, planteé la misma pregunta desde otra perspectiva, haciendo hincapié en los efectos probablemente distributivos del comercio. Esta vez, el consenso a favor del libre comercio se evaporó -incluso más rápidamente de lo que yo había esperado.

Comencé la clase preguntándoles a los alumnos si estaban de acuerdo en que llevara a cabo un experimento mágico particular. Elegí dos voluntarios, Nicholas y John, y les dije que podía hacer desaparecer 200 dólares de la cuenta bancaria de Nicholas -¡zas!- y, al mismo tiempo, que aparecieran 300 dólares en la de John. Esta hazaña de ingeniería social dejaría a la clase en su conjunto con una ganancia de 100 dólares. ¿Me dejarían llevar adelante este truco de magia?

Quienes votaron afirmativamente fueron apenas una pequeña minoría. Muchos no estaban seguros y un número aún mayor se oponía al cambio.

Claramente los estudiantes no estaban cómodos condonando una redistribución significativa de los ingresos, aún si como resultado de eso la torta económica crecía. ¿Cómo es posible, pregunté, que casi todos ellos hubieran estado instintivamente a favor del libre comercio, que involucra una redistribución similar -de hecho, probablemente mayor- de perdedores a ganadores? Parecían desconcertados.

Imaginemos, dije a continuación, que Nicholas y John tuvieran dos compañías pequeñas que compiten entre sí. Supongamos que John se hizo 300 dólares más rico porque trabajó más, ahorró e invirtió en mayor medida, y creó mejores productos, dejando a Nicholas fuera del negocio y ocasionándole una pérdida de 200 dólares. ¿Cuántos estudiantes ahora aprobaban el cambio? Esta vez una vasta mayoría lo hizo -de hecho, todos excepto Nicholas.

Planteé otras situaciones hipotéticas, ahora directamente vinculadas al comercio internacional. Supongamos que John había dejado a Nicholas fuera del negocio porque había importado insumos de mejor calidad de Alemania. O porque había externalizado la producción en China, donde los derechos laborales no están bien protegidos. O porque había contratado trabajadores infantiles en Indonesia. El respaldo al cambio propuesto cayó con cada una de estas alternativas.

Ahora bien, ¿qué sucede con la innovación tecnológica que, al igual que el comercio, suele dejar a algunas personas mucho, peor paradas? Aquí, pocos alumnos condonaron el bloqueo del progreso tecnológico. Prohibir la bombilla eléctrica porque los fabricantes de velas perderían sus empleos les parece a casi todos una idea tonta.

De manera que los estudiantes no estaban necesariamente en contra de la redistribución. Estaban en contra de ciertos tipos de redistribución. Al igual que la mayoría de nosotros, les preocupa la justicia procesal.

Para emitir un juicio sobre los resultados redistributivos, tenemos que conocer las circunstancias que los causan. No le envidiamos a Bill Gates o a Warren Buffett sus miles de millones, aún si algunos de sus rivales se vieron perjudicados en el camino, supuestamente porque tanto ellos como sus competidores se rigen por las mismas reglas y enfrentan en gran medida las mismas oportunidades y obstáculos.

Pensaríamos de otra manera si Gates y Buffett no se hubieran enriquecido a través del sudor y la inspiración, sino engañando, quebrantando leyes laborales, haciendo estragos en el medio ambiente o sacándole provecho a subsidios gubernamentales en el exterior. Si no condonamos la redistribución que viola códigos morales ampliamente compartidos en casa, ¿por qué deberíamos aceptarla sólo porque implica transacciones entre fronteras políticas?

De la misma manera, cuando esperamos que los efectos redistributivos se nivelen en el largo plazo para que, llegado el momento, todos salgan adelante, es más probable que ignoremos la redistribución de los ingresos. Esta es una razón clave por la que creemos que el progreso tecnológico debería seguir su curso, a pesar de sus efectos destructivos a corto plazo en algunos. Cuando, por otra parte, las fuerzas del comercio repetidamente afectan a la misma gente -a los obreros con un menor nivel de educación-, tal vez nos sintamos menos optimistas frente a la globalización.

Demasiados economistas son sordos a estas distinciones. Son proclives a atribuir las preocupaciones sobre la globalización a motivos meramente proteccionistas o a una ignorancia, incluso cuando existen cuestiones éticas genuinas en juego. Al ignorar el hecho de que el comercio internacional a veces -ciertamente no siempre- implica resultados redistributivos que consideraríamos problemáticos en casa, no generan el debate público que corresponde. También pierden la oportunidad de montar una defensa más robusta del comercio cuando las preocupaciones éticas están menos garantizadas.

Si bien la globalización ocasionalmente plantea interrogantes difíciles sobre la legitimidad de sus efectos redistributivos, no deberíamos responder automáticamente restringiendo el comercio. Existen muchas compensaciones difíciles a tener en cuenta, entre ellas las consecuencias para otros en el mundo que podrían empobrecerse significativamente más que aquellos afectados en casa.

Pero las democracias se deben a sí mismas un debate adecuado, para que tomen esas decisiones de manera consciente y deliberada. Obsesionarse con la globalización simplemente porque expande la torta económica es la manera más segura de deslegitimizarla en el largo plazo.

(Dani Rodrik, profesor de Economía Política Internacional en la Universidad de Harvard, es el autor de The Globalization Paradox: Democracy and the Future of the World Economy. Copyright: Project Syndicate, 2012)

– La revolución global de la innovación (Project Syndicate – 16/3/12)

(Por Laura Tyson)

Berkeley.- En momentos en que los países de todo el mundo se esfuerzan por sentar las bases de un crecimiento sostenible más sólido para el futuro, les conviene concentrarse en políticas que alienten la innovación. Se han realizado estudios empíricos sobre diferentes épocas y países, y estos han confirmado que la innovación es la fuente principal de cambio tecnológico y aumento de la productividad. Paralelamente, la inversión en actividades de investigación y desarrollo y en la formación de los científicos e ingenieros de las que aquellas dependen son motores fundamentales de la innovación y la competitividad nacional.

El Consejo Científico Nacional, organismo rector de la Fundación Nacional para la Ciencia de los Estados Unidos, ha publicado un nuevo estudio donde se examinan tendencias de estos tipos de inversión, tanto para países individuales como regiones enteras. Del estudio se desprende que el panorama global de la innovación ha cambiado considerablemente a lo largo de la última década.

Es probable que este cambio se profundice a medida que varias economías asiáticas (especialmente China y Corea del Sur) aumenten su inversión en I+D y en educación en ciencia e ingeniería, para asegurarse un lugar entre los centros de innovación más importantes. Al mismo tiempo, puede ocurrir que Estados Unidos, Europa y Japón, agobiados por el peso de sus deudas, deban reducir sus inversiones en esas mismas áreas.

El lugar de líder mundial en inversión en I+D sigue siendo de Estados Unidos; se estima que en 2009 dedicó a esta área un total de 400 mil millones de dólares. Esta cifra, superior a la inversión combinada de China, Japón y Alemania, se alcanzó con ayuda del paquete de estímulo presentado por el presidente Barack Obama. Pero si se mide el gasto en I+D como porcentaje del PIB, en 2009 los Estados Unidos apenas alcanzaron el octavo lugar (con el 2,9% del PIB). Si bien el porcentaje de Estados Unidos todavía fue superior al promedio de la OCDE, esto se debió ante todo a diferencias entre las naciones en el gasto de I+D relacionado con defensa.

De hecho, el área de defensa representó el 52% de la I+D de los Estados Unidos en 2009 y más del 50% durante los últimos 25 años. En la Unión Europea y Japón, la proporción de I+D destinada a defensa siempre ha sido y es muy inferior: menos del 10% en la UE y menos del 5% en Japón, en 2009 (no hay datos comparables para China y Corea del Sur). Es posible que durante la próxima década, la implementación de importantes recortes al gasto de defensa de los Estados Unidos (como parte del programa general de reducción del déficit) implique una reducción considerable de la inversión en I+D.

Entre 1999 y 2009, el gasto en I+D creció en todo el mundo a una tasa anual promedio del 7%, que en los últimos cinco años se aceleró hasta el 8%, a pesar de la recesión global. En todo el período, la inversión en I+D creció bastante más rápido que la producción mundial, lo que refleja tanto el incremento del apoyo estatal como un aumento de la participación de industrias altamente tecnológicas en la producción y el comercio internacionales.

Pero con estas cifras agregadas es difícil ver las diferencias entre países y entre regiones. A lo largo de la década, el porcentaje de la I+D mundial correspondiente a los Estados Unidos cayó del 38% al 31%; la UE pasó del 27% al 23%; y Asia subió del 24% al 32%. Dentro de Asia, el gasto en I+D de China creció a un sorprendente ritmo anual del 20% (dos veces la tasa de crecimiento del PIB del país); en 2009, China desplazó a Japón del segundo lugar en la lista de mayores inversores en I+D del mundo. La inversión también creció rápidamente (a un ritmo aproximado del 10% anual) en Corea del Sur. En cambio, el crecimiento fue del 4% en Japón, 5% en los Estados Unidos y aproximadamente 6% en Europa.

En todo el mundo, el principal ejecutor de inversión en I+D y su principal fuente de financiación es todavía el sector empresario. En 2009, las empresas aportaron el 75% de la financiación para I+D en Japón, 73% en Corea del Sur, 72% en China, 67% en Alemania y 60% en los Estados Unidos; las compañías de este último país son las que más invierten en I+D en términos de poder adquisitivo absoluto: gastan más del doble que las empresas japonesas. Pero la inversión empresarial como porcentaje del PIB cambió muy poco en los EE.UU a lo largo de la última década, mientras que aumentó rápidamente en muchos otros países, incluidos China, Singapur, Corea del Sur e Israel.

Los principales inversores empresariales en I+D, tanto en Estados Unidos como en otros países, son las empresas multinacionales de todo el mundo. Por ejemplo, las multinacionales (con sede en Estados Unidos o en otros países) representaron en 2009 aproximadamente el 84% de la inversión privada (no bancaria) en I+D de los Estados Unidos, más o menos lo mismo que una década atrás. Y las multinacionales estadounidenses todavía realizan alrededor del 84% de sus actividades de I+D en los EEUU, a menudo en los enclaves de innovación que rodean a las universidades de investigación. Pero este porcentaje disminuyó durante la última década, cuando estas multinacionales trasladaron parte de sus actividades de I+D de Estados Unidos y Europa a Asia, en respuesta al veloz crecimiento de los mercados, la abundancia de talentos en ciencia e ingeniería y la oferta de generosos subsidios.

Es probable que la competencia global por las actividades de I+D de las multinacionales y por los beneficios de esas actividades se intensifique en el futuro; ya hay muchos países que ofrecen jugosos créditos fiscales y plazos de exención impositiva más largos. Las economías asiáticas se han mostrado especialmente decididas en el uso de estos incentivos. Y muchos países, conscientes de que la disponibilidad de trabajadores calificados es un determinante fundamental de las elecciones geográficas de las empresas para sus actividades de I+D, están aumentando su inversión en educación terciaria y en capacitación en ciencia, ingeniería y tecnología.

En Estados Unidos, solamente el 4% de todos los graduados con nivel de licenciatura (bachelors) son ingenieros, en comparación con el 19% de Asia (que en este momento entrega la mitad de todos los títulos de grado en ingeniería) y el 33% de China. Muchos países también están cambiando sus leyes de inmigración para que sea más fácil atraer a trabajadores altamente capacitados, sobre todo científicos e ingenieros, cada vez más móviles. Entretanto, en Estados Unidos y Europa, las políticas de inmigración hacen más difícil atraer y conservar a esos mismos trabajadores. Esto obliga a las empresas a trasladar sus actividades de I+D al extranjero para encontrar los talentos que necesitan.

Como consecuencia de estos cambios, el panorama global de la innovación se ha transformado a lo largo de la última década. Vivimos en un mundo donde muchas economías de mercado emergentes han hecho del progreso en ciencia y tecnología una prioridad número uno, y donde las inversiones en I+D de las multinacionales son mucho más móviles. Ahora que Estados Unidos y otros países desarrollados se lanzan a implementar planes de austeridad para contener sus deudas, deben prestar atención a estos cambios en el panorama de la innovación y reforzar la inversión en I+D (así como en ciencia y en educación), incluso aunque en otras áreas deban aplicar dolorosos recortes.

(Laura Tyson, a former chair of the US President's Council of Economic Advisers, is a professor at the Haas School of Business at the University of California, Berkeley)

– Desaprovechar nuestras mentes (El País – 6/5/12)

Los jóvenes no solo son el futuro de EEUU; también son el futuro de la base tributaria.

(Por Paul Krugman)

En España, la tasa de paro entre los trabajadores menores de 25 años supera el 50%. En Irlanda, casi un tercio de los jóvenes está en paro. Aquí, en Estados Unidos, el desempleo juvenil es solo del 16,5%, lo que sigue siendo terrible (aunque podría ser peor).

Y como era de esperar, muchos políticos están haciendo todo lo que pueden por asegurarse de que, de hecho, las cosas empeoren. Hemos oído hablar mucho sobre la guerra contra las mujeres, la cual es bastante real. Pero también hay una guerra contra los jóvenes, la cual es igual de real aunque se disimule mejor. Y está haciendo un daño inmenso, no solo a los jóvenes, sino también al futuro del país.

Empecemos por los consejos que les daba Mitt Romney a los estudiantes universitarios durante una comparecencia pública la semana pasada. Tras denunciar la "actitud divisiva" del presidente Obama, el candidato republicano le decía a su público: "Proponeos algo, id a por ello, corred un riesgo, formaos, pedid dinero prestado a vuestros padres si tenéis que hacerlo, montad una empresa".

Lo primero que a uno le llama la atención es, por supuesto, el toque Romney: la característica falta de empatía con aquellos que no han nacido en familias acomodadas, que no pueden depender el Banco de Mamá y Papá para financiar sus ambiciones. Pero el resto del comentario es igual de nefasto a su manera.

Me refiero a ¿"formaos"? ¿Y cómo van a pagarlo? Las matrículas de las universidades públicas se han disparado, en parte por las considerables reducciones de las ayudas estatales. Romney no está proponiendo nada que pueda solucionar eso; sin embargo, es un defensor acérrimo del plan presupuestario de Ryan, que recortaría drásticamente las ayudas federales a los estudiantes, lo que haría que alrededor de un millón de ellos perdiesen sus becas Pell.

Entonces ¿cómo, exactamente, se supone que van a conseguir "formarse" los jóvenes procedentes de familias sin dinero? Allá por marzo, Romney tenía la respuesta: encontrando una universidad "que tenga un precio un poco más bajo y donde se pueda obtener una buena formación". Buena suerte con ello. Pero supongo que es divisivo señalar que las recomendaciones de Romney son inútiles para los estadounidenses que no nacieron con las mismas ventajas que él.

Sin embargo, hay un problema mayor: aun cuando los estudiantes se las arreglen, de alguna manera, para "formarse", cosa que a menudo hacen endeudándose hasta las cejas, se licenciarán para entrar en una economía que no parece quererles.

Probablemente hayan oído hablar mucho de que a los trabajadores con titulaciones universitarias les está yendo mejor en esta recesión que a aquellos que solo han terminado la enseñanza secundaria, lo cual es cierto. Pero la historia es mucho menos esperanzadora si uno se fija no en los estadounidenses de mediana edad con titulación, sino en los licenciados recientes. El paro entre estos se ha disparado; también lo ha hecho el trabajo a tiempo parcial, supuestamente un reflejo de la incapacidad de los licenciados para encontrar trabajos a jornada completa. Y, quizás lo más revelador, los ingresos han caído en picado incluso entre los licenciados que trabajan a tiempo completo, lo cual es un indicio de que muchos se han visto obligados a aceptar trabajos en los que no hacen ningún uso de su formación.

Por tanto, los licenciados universitarios están sufriendo las consecuencias de la debilidad de la economía. Y las investigaciones nos dicen que las repercusiones no son pasajeras: los estudiantes que se licencian en una economía en mala situación nunca recuperan el terreno perdido. En vez de eso, sus ingresos se reducen de por vida.

Por consiguiente, lo que más necesitan los jóvenes es un mercado laboral mejor. Las personas como Romney afirman que tienen la receta para la creación de empleo: bajarles los impuestos a las sociedades anónimas y a los ricos, y recortar drásticamente el gasto destinado a los servicios públicos y los pobres. Pero ahora tenemos una gran cantidad de pruebas sobre cómo funcionan realmente estas políticas en una economía deprimida, y está claro que destruyen empleo en vez de crearlo.

Porque cuando uno observa la devastación económica en Europa, debe tener en cuenta que algunos de los países que están experimentando los peores estragos han estado haciendo todo lo que los conservadores estadounidenses dicen que deberíamos hacer en Estados Unidos. Hace no mucho tiempo, los conservadores se deshacían en elogios con las políticas económicas de Irlanda, especialmente con los bajos impuestos de sociedades; la Fundación Heritage le daba una puntuación en "libertad económica" más alta que la de cualquier otro país occidental. Cuando las cosas se torcieron, Irlanda volvió a recibir una infinidad de elogios, esta vez por sus radicales recortes del gasto, que se suponía que inspirarían confianza y conducirían a una recuperación rápida. Y ahora, como he dicho, casi un tercio de los jóvenes de Irlanda no es capaz de encontrar trabajo.

¿Qué deberíamos hacer para ayudar a los jóvenes estadounidenses? Básicamente, lo contrario de lo que quieren Romney y sus amigos. Deberíamos estar ampliando las ayudas al estudio, no reduciéndolas. Y deberíamos dar marcha atrás en las políticas de austeridad que, a efectos prácticos, están constriñendo la economía estadounidense (los recortes estatales y locales sin precedentes que han estado castigando con especial dureza a la enseñanza).

Sí, ese cambio político radical costaría dinero. Pero negarse a gastar ese dinero es insensato y corto de miras incluso desde un punto de vista puramente fiscal. Recuerden: los jóvenes no solo son el futuro de Estados Unidos; también son el futuro de la base tributaria.

Es terrible desaprovechar una mente; pero desaprovechar las mentes de toda una generación lo es todavía más. Dejemos de hacerlo.

(Paul Krugman, premio Nobel de Economía 2008, es profesor de la Universidad de Princeton)

Despertares (el tránsito de Venus) (y VII)

edu.red

Es un verdadero lujo para este simple cronista de sucesos económicos poder compartir "mesa y papel" con tan prestigiosos autores (académicos, premios Nobel, miembros de "think tank", asesores multinacionales, economistas jefe de organismos internacionales, conferencistas de alto standing, gurús mediáticos. Estos personajes que saltan de los libros, que pontifican, sentencian o indultan, y cuyas palabras cotizan en Wall Street.

Espero que sepan perdonar mi atrevimiento (ellos y ustedes). Desde mi "speaker corner" en Internet, intentaré enviar un humilde "canto a los pájaros". Simples "mensajes lanzados al mar en una botella". Un somero recordatorio (a vuela pluma) de algunos de los "mayores hits" de la globalización, la financierización, la desregulación, la deslocalización y el librecambio… que hemos podido "disfrutar"… (¿o padecer?).

Ciertos lectores no estarán de acuerdo con mi "State of the World" (con razón), otros considerarán parcial, incompleto o sesgado mi "Baseline Scenario" (seguramente), pero de lo que no podrán dudar (eso espero y deseo) es de la libertad, independencia, autonomía, objetividad y responsabilidad social, con que lo presento. Tal vez, muchos de los "grandes bonetes" galácticos, "a renglón tasado", no puedan decir lo mismo. A las pruebas me remito (aunque solo sea como advertencia o consuelo):

– Académicos tras la especulación (El País – 31/5/11) Lectura recomendada

Los turbios lazos entre profesores universitarios y Wall Street avivan el debate de hasta qué punto el sector financiero ha corrompido el estudio de la economía

(Por David Fernández)

"Tiene solo tres minutos más. Prepare su mejor golpe". Glenn Hubbard es decano de uno de los centros docentes más prestigiosos del mundo, Columbia Business School. A su pesar es también uno de los protagonistas de Inside Job. Este documental, ganador de un Oscar, analiza las causas que originaron la crisis financiera en EEUU. Los realizadores de la película denuncian el papel que tuvieron en este desaguisado los sueldos de los banqueros, las agencias de calificación o los políticos. Y también señalan a los profesores de universidades y escuelas de negocios. En su opinión, el sector financiero corrompió el estudio de la economía y muchos docentes apoyaron la desregulación de los mercados, una colaboración recompensada con muchos ceros por trabajos de consultoría.

Hubbard responde a los cineastas altivo, desafiante y visiblemente nervioso cuando estos le preguntan por sus potenciales conflictos de interés. El decano de Columbia fue jefe del consejo económico durante la Administración de George W. Bush, recibió 100.000 dólares (70.000 euros) por testificar a favor de los gestores de los fondos de Bearn Stearn, acusados de fraude, realizó un informe para Goldman Sachs en 2004 en el que alababa los productos derivados y la cadena de titulización hipotecarias argumentando que mejoran la estabilidad financiera, es directivo de MetLife, asesora a Nomura, KKR… Su respuesta a si estos trabajos pueden condicionar su actividad docente es un lacónico "no".

Los vínculos entre la industria financiera y el mundo académico no se limitan a Hubbard. Martin Feldstein, profesor de Economía en Harvard y asesor de Ronald Reagan, fue un importante arquitecto de la desregulación financiera y estuvo sentado en el consejo de AIG; Laura Tyson, profesora de la Universidad de California (Berkeley) pasó a formar parte de la directiva de Morgan Stanley tras dejar la presidencia del Consejo Económico Nacional durante el Gobierno de Bill Clinton; Ruth Simmons, presidenta de la Universidad de Brown, es directiva de Goldman Sachs; Larry Summers, que impulsó la desregulación en el mercado de derivados durante su época en la Administración, es presidente de Harvard, un puesto que no le ha impedido ganar millones de dólares asesorando a varios hedge funds (fondos muy especulativos); Frederic Mishkin, que volvió a dar clases en Columbia tras trabajar en la Reserva Federal de EEUU, escribió un informe en 2006 financiado por la Cámara de Comercio Islandesa (recibió 124.000 dólares) alabando la fortaleza de la economía de este país…

¿Hasta qué punto la industria financiera se ha servido de su convincente chequera para ganarse un aval académico que proporcione soporte intelectual a sus políticas ultraliberales? Los centros docentes entonan el mea culpa y descalifican cualquier actitud poco ética. Sin embargo, resaltan que se trata de casos individuales más que una tendencia generalizada, recuerdan que defender la misma teoría que apoya el sector financiero no implica ni mucho menos estar comprado por este y destacan que la colaboración entre el mundo académico y el empresarial es positiva siempre que haya transparencia y no se rebasen ciertos límites.

Ángel Cabrera es el único español que dirige una escuela de negocios en EEUU, la prestigiosa Thunderbird (Arizona). En su opinión, el papel del mundo académico en la gestación de la crisis no tiene tanto que ver con los conflictos de interés puntuales, sino con el hecho de que durante décadas los centros han estado transmitiendo una serie de valores acerca del funcionamiento de los mercados, la gestión del riesgo o los recursos humanos que se han demostrado erróneas y perjudiciales. "Toda la teoría de la eficiencia de los mercados, por ejemplo, pasó a ser religión, se llegó a la conclusión universal de que cualquier intervención era mala. Asimismo, en las políticas de retribución, si tratas a la gente como oportunista y egoísta por naturaleza, creando unos incentivos enormes a corto plazo, abres la puerta para que se comporten así".

Cabrera señala que los centros han estado dando forma al sistema de valores de Wall Street, creando una "plataforma de legitimidad" para determinadas conductas. Antes del estallido de la crisis Thunderbird empezó a promover el juramento hipocrático entre sus alumnos a través del cual estos se comprometen a usar sus conocimientos para crear valor y no para destruir. "Hace unos años nos miraban como bichos raros, ahora ya no tanto. Hay indicios de que las cosas están cambiando, pero a un ritmo muy lento. Mucha gente ha salido del armario y en los ámbitos académicos se empieza a hablar de ética, de responsabilidad corporativa, de otra forma de ver la empresa".

Cabrera explica que los centros académicos tienen códigos de conducta y si algún profesor es cazado infringiéndolos corre el riesgo de perder su trabajo. El presidente de Thunderbird, sin embargo, reconoce que la estructura de compensación de los docentes abre la puerta a potenciales conflictos de interés. En EEUU el sueldo medio de un profesor en una escuela de negocios está en torno a los 200.000 dólares (140.000 euros), pero en muchos casos los ingresos totales pueden llegar hasta el millón de dólares gracias a los servicios de consultoría, presencia en consejos de administración, conferencias… "Hay una cultura de libre mercado en la que está bien visto que ganes todo el dinero que puedas. Se considera que es positivo para las escuelas porque el profesor puede aportar más a sus alumnos al dejar de ser un simple teórico al estar en contacto con las empresas. La cuestión es cuánto de tu sueldo debería estar vinculado a estas actividades externas, qué tipo de trabajos son compatibles con tu cargo de docente y dónde pueden plantearse los conflictos de interés", argumenta.

Otro de los docentes españoles con más peso en el mundo académico anglosajón es Mauro Guillén, profesor en la escuela de negocios Wharton School de la Universidad de Pensilvania. En torno al debate de la contribución de economistas y profesores en la gestación de la crisis cree que hay que establecer una separación entre lo que son actitudes deshonestas y errores de apreciación. "Los conflictos de interés no tienen justificación. Cuando un profesor escribe un trabajo que ha sido financiado por una entidad debe mencionarlo siempre", señala. "Otra cosa es si un académico ha propuesto métodos o modelos que han contribuido a crear la crisis. En este sentido, creo que hay que proteger la libertad de expresión. Un docente puede proponer las teorías que quiera. El fallo en todo caso fue de los reguladores, que no supieron anticiparse al peligro que suponían ciertas operaciones en los mercados financieros", añade.

En relación con la vinculación de los centros en la formación de líderes empresariales cuyas decisiones han puesto en jaque el sistema, Guillén cree que las escuelas no se pueden hacer responsables de todos los actos que hagan sus ex alumnos a lo largo de su vida profesional. "Nuestra labor se limita a tratar de desarrollar un espíritu crítico en nuestros alumnos, explicarles los beneficios que tiene la ética en los negocios y dejarles claro que las decisiones que tomen pueden tener repercusiones para toda la sociedad", dice…

Inside Job ha levantado un intenso debate en algunos centros académicos. En Columbia, por ejemplo, aprobaron hace solo dos semanas nuevas normas de transparencia para evitar conflictos de interés. En concreto, los profesores deberán publicar todas las entidades a las que han prestado servicios, remunerados o no, en los últimos cinco años y detallar la naturaleza de esos trabajos. Parece que Hubbard ya ha recibido el golpe que arrogantemente demandaba a los autores del documental.

Docentes en el punto de mira

– Martin Feldstein. Profesor de la Universidad de Harvard. Entre 1982 y 1984 presidió el consejo de asesores económicos del presidente estadounidense Ronald Reagan, una Administración marcada por la desregulación financiera. En 1988 fue fichado por AIG. Como miembro del consejo de la aseguradora, era uno de los encargados de supervisar los productos que la llevaron al borde de la quiebra.

– Larry Summers. En el ámbito académico fue presidente de Harvard entre 2001 y 2006. Además, ha sido asesor económico tanto en la Administración de Reagan como con Barack Obama. Ha recibido numerosas críticas, ya que su puesto académico no le ha impedido facturar millones de dólares asesorando a los fondos especulativos (hedge funds) y dando conferencias patrocinadas por los bancos de inversión.

– Frederic Mishkin. Ha desarrollado toda su vida profesional como profesor de Economía en la Universidad de Columbia. Entre 2006 y 2008 fue miembro del consejo de gobernadores de la Reserva Federal de EEUU. También ha realizado labores de consultoría para el Banco Mundial y el FMI. En 2006 publicó un trabajo financiado por la Cámara de Comercio de Islandia alabando la economía del país nórdico. No hizo públicos sus honorarios y cuando la crisis se cebó con Islandia cambió el título del informe.

– Glenn Hubbard. Decano de la escuela de negocios de Columbia. Entre 1991 y 1993 fue asistente del Departamento del Tesoro de EEUU. Además, entre 2001 y 2003 fue presidente del Consejo de Asesores Económicos de George W. Bush. Trabaja para numerosas empresas privadas como MetLife, Nomura, KKR… En 2004 publicó para Goldman Sachs un polémico trabajo defendiendo el uso de derivados.

– Cuando los académicos avalan a los predadores (Project Syndicate – 18/6/12)

(Por Simon Johnson) Lectura recomendada

Washington, DC.- ¿Son aún las grandes universidades estadounidenses los templos del saber, las fuerzas directrices del progreso tecnológico, las proveedoras de oportunidades que alguna vez fueron? ¿O se han convertido, en parte, en cómplices inescrupulosos de élites económicas cada vez más rapaces?

Cerca del final de Inside Job, documental de Charles Ferguson por el que ganó un Óscar (conocido en español como Dinero sucio o Trabajo confidencial), el director entrevista a varios importantes economistas y les pregunta por su labor remunerada como propagandistas de las prácticas deshonestas y la excesiva asunción de riesgos a las que se entregó el sector financiero en las preliminares de la crisis de 2008. Algunos de estos destacados académicos recibieron sumas importantes por promover los intereses de grandes bancos y otras empresas del sector financiero. En el documental y en un libro reciente muy revelador, Predator Nation (Nación de predadores), Ferguson muestra que muchos ejemplos de esas remuneraciones todavía no terminan de salir a la luz del día.

A las actividades de estos bancos les cabe perfectamente el calificativo de "predatorias". Pero como la caída de estas instituciones causaría graves perjuicios al resto de la economía, se les otorgan medidas de protección exclusivas; por ejemplo, líneas de crédito especiales financiadas por los bancos centrales y regulaciones más flexibles (medidas que ya se han anticipado o anunciado hace pocos días en los Estados Unidos, el Reino Unido y Suiza).

Estas medidas alientan a los directivos de los bancos a empeñarse en un gran número de apuestas muy arriesgadas, que en parte no son otra cosa que juegos de azar. Los bancos ganan si las cosas salen bien, pero el riesgo de pérdidas es, en gran medida, problema de otros. Es un esquema de subsidios estatales, peligroso y sin transparencia, que en definitiva supone enormes transferencias de dinero de los contribuyentes a unos pocos financistas encumbrados.

Para proteger la continuidad del esquema, los megabancos multinacionales entregan grandes sumas de dinero a los políticos. A modo de ejemplo: hace poco Jamie Dimon (director ejecutivo de JPMorgan Chase) testificó ante la Comisión de Asuntos Bancarios del Senado de los Estados Unidos en relación con la aparente falla de gestión de riesgos que causó a su empresa pérdidas por un valor estimado de siete mil millones de dólares. OpenSecrets.org estima que en 2011, JPMorgan Chase (el holding bancario más grande de los Estados Unidos) gastó cerca de ocho millones de dólares en aportes a campañas políticas, y que Dimon y su empresa hicieron donaciones a la mayoría de los senadores que integran la comisión. A nadie puede sorprender entonces que las preguntas de los senadores hayan sido mayoritariamente amables y que la estrategia general de cabildeo de JPMorgan Chase le esté dando rédito; es probable que la "investigación" que debería dilucidar una mala administración irresponsable y con posibles consecuencias sistémicas termine convertida en una tapadera.

Para sostener su estrategia política, los megabancos multinacionales también conducen una muy elaborada operación de desinformación y propaganda, cuyo objetivo es recubrir con algo de respetabilidad los subsidios que reciben. Y es aquí donde entran en juego las universidades.

En una mesa redonda celebrada hace poco por la Comisión de Comercio en Futuros sobre Mercancías de los Estados Unidos (CFTC), el representante del sector bancario que estaba sentado a mi lado citó, en apoyo de su posición contraria a cierta regulación, un artículo de investigación de un destacado profesor de finanzas de la Universidad Stanford. Pero omitió mencionar que por escribir ese artículo, el profesor recibió 50.000 dólares de un grupo de intereses sectoriales, la Asociación de Mercados Financieros y de la Industria de Valores (SIFMA). (El profesor, Darrell Duffie, hizo público el monto de sus honorarios y los donó a obras benéficas.)

¿Por qué deberíamos darle crédito a ese trabajo, o darle más crédito que a otros trabajos de consultoría remunerados, por ejemplo, los que hacen bufetes legales u otras entidades que trabajan para el sector empresarial?

La respuesta tal vez sea que la Universidad Stanford es muy prestigiosa. Es una institución que ha hecho cosas muy importantes. Y su plantel docente es uno de los mejores del mundo. Cuando un profesor escribe un artículo a pedido de un grupo empresarial, lo que hace el grupo es aprovechar (y en cierto sentido, rentar) el nombre y la reputación de la universidad. Naturalmente, la persona que mencioné antes, al citar el artículo, recalcó el nombre "Stanford". (Con esto no pretendo criticar a esta universidad en particular; de hecho, otros miembros del plantel docente de Stanford, como Anat Admati, están entre los primeros en promover que se implementen reformas razonables en el sector.)

Ferguson cree que en general, esta forma de "consultoría" académica está descontrolada. Comparto su opinión, pero añado que ponerle freno será tarea difícil mientras las universidades y los bancos "demasiado grandes para quebrar" sigan tan interconectados como ahora.

En este contexto, sufrí hace poco una decepción al leer en The Wall Street Journal una entrevista a Lee Bollinger, presidente de la Universidad de Columbia. Bollinger es un director "clase C" del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, designado por la Junta de Gobernadores del Sistema de Reserva Federal para representar el interés público.

En lo que parece ser su primera entrevista o declaración pública relacionada con la reforma del sistema bancario (incluso, la primera sobre asuntos financieros), Bollinger insistió en que Dimon debe conservar su puesto en la junta del Banco de la Reserva Federal de Nueva York. Usó para ello un vocabulario extraño viniendo de un académico, cuando dice que los que insinúan que Dimon debería renunciar o ser reemplazado son "tontos" (foolish) o tienen una "idea equivocada" de cómo funciona el sistema en realidad.

En este momento estoy peticionando a la Junta de Gobernadores que destituya a Dimon de su puesto. La petición electrónica en change.org ya ha recibido casi 37.000 firmas, y soy optimista: creo que pronto tendré una reunión para analizar el asunto con el nivel superior de la Junta en Washington, DC.

Tal vez la intervención de Bollinger beneficie a Dimon; después de todo, la Universidad de Columbia es una de las más prestigiosas del mundo. Pero también podría resultar productiva en otro sentido: el de fomentar un debate público respecto de cómo hacen los bancos "demasiado grandes para quebrar" para mantener los subsidios implícitos que reciben.

Respecto de la posición de Bollinger, he escrito una refutación detallada, y espero que Bollinger, en un espíritu de diálogo académico abierto, me responda de alguna manera pública, sea por escrito o accediendo a debatir el tema conmigo en persona. Es necesario un diálogo más visible respecto de cómo reformar la relación enfermiza que hay entre las universidades y las instituciones financieras subsidiadas de todo el mundo, como JPMorgan Chase.

(Simon Johnson, a former chief economist of the IMF, a professor at MIT Sloan, a senior fellow at the Peterson Institute for International Economics)

– "State of the World": el poder y el sufrimiento en los tiempos de la globalización ("Memorias de guerra", al hilo del vivir)

Einstein afirmaba: "El mundo que hemos fabricado como resultado del nivel de pensamiento que hemos utilizado hasta ahora crea problemas que no podemos solucionar con el mismo nivel de pensamiento en el que lo creamos".

El número de estadounidenses que recibe cupones de alimento bate récords: el Gobierno alimenta de forma directa a más del 14% de la población

"Unos 44 millones y medio de americanos recibieron cupones de comida del Gobierno en el último mes. El número de personas que recurren a esta ayuda lleva aumentando 30 meses de forma consecutiva. Con un gasto público mensual de 6.000 millones de dólares, el programa de asistencia bate récords históricos en paralelo al aumento del desempleo, pero una gran parte de estos recursos se utiliza de forma fraudulenta"… Obama, el presidente de los cupones de comida (Libertad Digital – 10/6/11)

Adictos al crédito

"En la última década, la deuda pública acumulada en el planeta se ha duplicado de largo hasta superar los 30 billones de euros, casi 30 veces el PIB español. Las Administraciones desplazan así al sector privado de la financiación ajena y abonan tensiones económicas como las europeas"… La deuda pública acumulada en el mundo multiplica por 30 el PIB español (Cinco Días – 24/7/11)

La financierización de la economía (confundiendo deuda con riqueza)

"Durante las últimas décadas se ha venido produciendo un cambio en las economías occidentales. Del capitalismo industrial se ha pasado al financiero, de la preeminencia de la actividad productiva a la crediticia y de mercados"… Ganan las finanzas, pierde la economía real: el futuro ya está aquí (El Confidencial – 14/9/11)

¿Capitalismo unilateral? (cara, yo gano; cruz, tú pierdes)

"Los estadounidenses más acaudalados casi triplicaron sus ingresos en las tres décadas al 2007, mucho más que todos los otros segmentos de la población, informó el martes la Oficina de Presupuestos del Congreso, o CBO, de Estados Unidos"… Los estadounidenses más ricos triplican sus ingresos en 30 años (The Wall Street Journal – 25/10/11)

La economía mundial sigue expuesta a los mismos peligros que en 2008

"Cuando ya han transcurrido tres años desde el estallido de la crisis financiera y la reforma del sistema regulatorio de Estados Unidos, la economía mundial sigue expuesta a los peligros que casi derrumbaron la banca en 2008"… Tres años después de Lehman, los bancos aún son vulnerables (The Wall Street Journal – 2/11/11)

Y subiendo… (la crisis no pasa por ellos)

"Un informe de la consultora Wealth-X, afincada en Singapur y que trabaja para empresas y entidades financieras que tienen a los ultrarricos como objeto de negocio, revela que unos 25 billones de dólares están en manos de apenas 185.795 personas, y afirma que dicho volumen de dinero continuará aumentando de la mano de Asia, cuyo crecimiento económico le hará ser el continente con más multimillonarios del mundo. En 2024 superará a Europa en el segundo peldaño y en 2032 hará lo propio con Estados Unidos"… 25 billones de dólares, en manos de 185.000 megarricos (Cinco Días – 15/11/11)

Las máquinas que mueven las bolsas y el arma financiera de destrucción masiva

Por si quedara alguna duda, he seleccionado dos aspectos que permiten confirmar que "el casino sigue abierto". No resultan novedosos (ya han sido tratados en anteriores Papers), pero me ayudan a sostener la presunción. Ambas pueden hacer mucho daño.

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