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La imperiosa necesidad de aprender a filosofar (página 6)

Enviado por Luis Ángel Rios


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"Para Valéry lo impuro es lo vago y la filosofía es la vaguedad por excelencia; de ahí su desprecio por Pascal, que se entrega a la teología y a la metafísica después de haber sido un geómetra genial, como un honesto padre de familia que en su vejez sale a buscar aventuras con mujeres de mala vida. En realidad, la crítica de Valéry a la filosofía es también filosofía aunque no sea consecuente ni clara. A veces es pragmática, positivista; otras veces parece estar con Platón y creer en la existencia de no sé qué formas puras objetivas. Su crítica de la filosofía es, en general, injusta. No es cierto que todos los filósofos desdeñen las palabras bien definidas. En cierto sentido, muchos sistemas son esfuerzos para definir tres o cuatro palabras. Por otra parte, no hay que confundir a los filósofos con la filosofía: muchos pensadores son discutibles, pero ¿toda la filosofía es desdeñable? Valéry opone a la vaguedad de la filosofía, la precisión de la matemática; pero es posible una filosofía que aplique los métodos de la ciencia. Valéry afirma, en fin, que la filosofía hace sus construcciones con palabras mal definidas, con metáforas. ¿Habrá que agregar que, en ese caso, él mismo es un filósofo?"[410].

Aunque la filosofía es universal, no todas sus respuestas y planteamientos ofrecen soluciones a las problemáticas nacionales, regionales o locales. Cada comunidad tiene sus interrogantes que la filosofía, si quiere ser práctica y menos especulativa, debe responder localmente, con el aporte universal que estructura y fundamente el filosofar. No reflexionar sobre este punto de vista nos lleva a emitir juicios erróneos sobre la practicidad de la filosofía. La filosofía, como hija y como conciencia crítica de una cultura, debe estar situada y contextualizada para que pueda buscar respuestas a la problemática actual. La cultura, entendida como el conjunto de "todos los productos de la vida humana creadora (sociedad, lenguaje, costumbres, educación, vida, moral, política, económica, técnica, arte, ciencia, mito, religión, filosofía, etc.)"[411], sirve de suelo nútrico para la reflexión filosófica. "La actividad filosófica se presenta siempre como una manifestación inevitable de toda cultura que ha alcanzado cierto desenvolvimiento. Esta persistencia del fenómeno filosófico se comprende si recordamos que es una necesidad para el hombre que ha arribado a determinado grado de evolución, la explicación de la realidad como un todo, en el que puede localizar la posición de sí mismo"[412]. El filósofo busca el conocimiento total y universal de la realidad en virtud de sus causas primeras y causas finales (causalidad y finalidad) y las causas inmediatas y mediatas dentro del orden natural, y para ello se vale de la reflexión fundamental y sistemática fundada en evidencias racionales. "Como vemos, la filosofía se refiere a una actividad, a un afán de saber que mueve al hombre. Hoy ese afán de saber tiene perfectamente determinado su objetivo, siendo éste la aprehensión de las cosas desde un punto de vista totalitario y universal; todo lo cual no puede explicarse sino en virtud de las causas primeras dentro del orden natural"[413].

En el sentido en que Kant plantea el filosofar "se torna, ya desde la escuela, en discusión libre sobre todas las cosas, afectando el modo mental de la persona de situarse frente al mundo, frente a los demás y frente a sí mismo"[414]. Ante el sistema educativo imperante, que educa para la minoría de edad (incapacidad de servirse de su propio entendimiento sin la dirección de otro), para la renuncia al uso autónomo del propio entendimiento, para el placer de la obediencia, para la sumisión total a unos tutores que ahorran la dificultad de decidir por pensamiento propio, el pensador alemán sostiene que se requiere un pensar por sí mismo, autónomo, un argumentar crítico y analítico, sin dejarnos enajenar por los demás; un pensar en el lugar del otro, un debatir dialógico y tolerante, y un pensar consecuente. Plantea que las reglamentaciones y las fórmulas son instrumentos mecánicos que atan a una persona a su minoría de edad. "Hay filosofía cuando los humanos asumen que deben pensar por sí mismos, sin dogmas preestablecidos, soportando la crítica y el debate con nuestros semejantes"[415]. En opinión de Jean Piaget, el estudiante aprenderá a hacer funcionar su razón por sí mismo y construirá libremente sus propios razonamientos, lo cual se logra mediante su participación activa en el proceso de aprendizaje, que no sólo comprende el qué sino el cómo, el contenido sino el cómo lo aprende. El estudiante asume el compromiso de conquistar por sí mismo un cierto saber a través de investigaciones libres y de razonamientos propios, y de esta manera aprenderá a no dejarse engañar por sí mismo. "El engañarse así mismo es seguramente lo peor que puede suceder; porque entonces el engañador es uno con nosotros, y nos sigue por todas partes"[416].

Leopoldo Zea invita a los hombres que aprendan a juzgar por sí mismos para que aspiren a la independencia del pensamiento. Quien piensa con independencia piensa también, al mismo tiempo, del modo mejor y más útil para todos. Kant decía que todo hombre debería saber quién es, qué debe pensar y qué debe hacer. Aprender a pensar filosóficamente es prepararse para ver detrás de las apariencias, para llegar al fondo de todo, a su ser, a lo que hace que sea lo que es. La filosofía, señala Savater, es un instrumento para ayudar a vivir a la gente o para suscitar inquietudes entre la gente. La filosofía debe ser un saber riguroso en procura de respuestas. "Antes de proponer teorías que resuelvan nuestras perplejidades, debe quedarse perpleja; antes de ofrecer respuestas verdaderas, debe dejar claro por qué no le convencen las respuestas falsas. Una cosa es saber después de haber pensado y discutido, otra muy distinta es adoptar los saberes que nadie discute para no tener que pensar. Antes de llegar a saber, filosofar es defenderse de quienes creen saber y no hacen sino repetir errores ajenos"[417]. De nada sirve saber mucha filosofía como puro conocimiento, si la teoría no se aplica a la práctica de la vida, si ella no se convierte en un arte de vivir, tal como lo aclara una "Guía del Maestro".

Frecuentemente se pregunta a los adultos ¿a qué vinieron a este mundo? Y a los niños ¿qué quieren ser cuando grandes? Los "grandes" enmudecen ante la dimensión de este interrogante tan profundo y desconcertante, o responden "cualquier cosa" para "salir del paso": realizarse, tener éxito, triunfar, trabajar, progresar, tener una familia, hacer el bien al prójimo, desarrollar nuestras potencialidades, cumplir la misión para la cual estamos destinados, buscar la excelencia, la perfección y la verdad, etc. Los niños responden que quieren ser profesionales, millonarios, poderosos, grandes deportistas, actores de cine, etc. Algunos, jocosamente, dicen que cuando grandes querrán ser pequeños. Son muy pocos los adultos y los niños que contestan a estas dos preguntas como debe ser: "¡Venimos al mundo a ser felices! ¡Cuando seamos grandes queremos ser felices! He ahí las respuestas, porque el fin supremo del a vida humana es la búsqueda de la felicidad. "¡Qué desgraciados somos los que tenemos una idea de felicidad y no podemos conseguirla, y tenemos una idea de la verdad y no podemos conocerla!", sentenció Pascal. A su vez, Goethe se interrogó que ¿si tenía acaso la necesidad de leer en los libros que "en todas partes se atormentaban los hombres, que sólo acá y allá ha habido uno dichoso?"[418], y un poco pesimista agregó que el ser humano "con ávida mano escarba la tierra buscando tesoros, y se da por satisfecho cuando encuentra lombrices"[419]. Robert Spaemann se atreve a decir que el hombre para ser feliz necesita filosofar. "Porque ¿cómo se puede ser feliz sin saber de dónde vengo, a dónde voy, dónde me encuentro, qué sentido tiene mi vida, que va a ser de mí, qué caminos me pueden conducir a alguna parte?"[420]

Como la verdadera naturaleza humana radica en la posibilidad de generar pensamiento, el hombre debe filosofar en procura de desentrañar y comprender la realidad y buscar la felicidad, sin importar los esfuerzos que deba realizar y los prejuicios que debe enfrentar en la cotidianidad de lo establecido, lo convencional, lo rutinario y lo mediocre, como el riesgo de ser tildado de loco. Según Goethe, la locura, a veces, no es otra cosa que la razón presentada bajo diferente forma. Este genial alemán pedía que se oyera a "la fantasía con todos sus coros: razón, inteligencia, sentimiento y pasión; mas, advertidlo bien: no sin locura"[421]. Pero no puede desistir de su esfuerzo de filosofar, porque "tan acusado de locura es el espíritu pequeño como el extremadamente grande; sólo es buena la mediocridad; la mayoría ha establecido esto, y muerde a quien intenta escapar de ellos por algún extremo"[422]. El ser humano necesita de la locura, porque ésta es algo consustancial a su naturaleza. El pensador Jalil Gibrán nos invita a reflexionar cuando leemos lo siguiente: "-¡Benditos! ¡Benditos sean los ladrones que me robaron mis máscaras! Así fue que me convertí en un loco. Y en mi locura he hallado libertad y seguridad; la libertad de la soledad y la seguridad de no ser comprendido, pues quienes nos comprenden esclavizan una parte de nuestro ser"[423]. El "rebaño" no logra entender la dimensión estética del genio, del artista, del intelectual, del pensador, del filósofo. No comprende la concepción schopenhaueriana en la que la vida auténtica se expresa profundamente en el arte, en la contemplación libre y desenfrenada. "El arte nos libera pasajeramente de la individuación, de las miserias de la vida, nos desliga de la voluntad y nos convierte en sujetos. La esencia del arte consiste en la capacidad especial para la contemplación. Por eso es obra del genio. La fantasía es la cualidad fundamental del genio, de ahí la estrecha relación entre el genio y la locura"[424]. El genial Goethe pregunta que "el espíritu humano, en sus altas aspiraciones, "¿ha sido acaso nunca comprendido por sus semejantes?"[425]. ¿Acaso el amor, aquel sentimiento tan grandioso, no es locura? Como dijera el escritor Ramón Valle-Inclan que el amor es como don Quijote: vive mientras es locura y muere cuando termina ésta. ¿Es una locura amar con locura? La persona que está perdidamente enamorada, ¿no estará perdidamente loca? ¿No habrá algo de "verdad" en el mito tradicional que concluye afirmando que el amor es ciego y su lazarillo es la locura?

Quienes no tienen el hábito del filosofar, del pensar, acuden a salidas facilistas, a expresiones y juicios populares; se limitan a repetir lo que los demás dicen y han dicho, pero no tienen la capacidad de tener una palabra o un decir propio. Por eso, cuando están en presencia de un pensador, de un filósofo, de un razonador, de un intelectual, lo tildan de loco, "chalado", chiflado, "chiflis", orate o "rayado", al escuchar que éste, gracias a su espíritu crítico, a su capacidad de pensar por sí mismo y a su actitud irreverente, controversial, iconoclasta, contestataria, dubitativa y libertaria, piensa y se expresa de manera diferente a la del rebaño. Al cuestionar y superar algunas tradiciones, convencionalismos y costumbres acríticas se le pretende "encamisar" dentro de los moldes establecidos como "loco"[426]. ¿Qué hay, pues, entre los mortales que no sea hecho en plena locura, por locos y para locos? "Sin mí, el mundo no puede existir ni por un momento, pues, ¿no está lleno de locura todo lo que se hace entre los mortales?, ¿no lo hacen locos y para locos? Ninguna sociedad, ninguna convivencia pueden ser agradables o duraderas sin locura, de modo que el pueblo no podría soportar a su príncipe, el amo a su sirviente, la doncella a su señora, el preceptor a su alumno, el amigo a su amigo, la mujer a su marido por un solo momento, si de vez en cuando no se descarriaran, se adularan, toleraran sensatamente las cosas o se untaran con un poco de la miel de la locura"[427]. Acaso, como escribía Erasmo de Rotterdam, ¿la vida humana no es más que un juego de la locura? En el sentir de Cicerón el mundo está lleno de locos. "Como una de las propias formas de la razón la peor locura del hombre es no saber qué parte de la locura es la suya"[428]. El mismísimo Salomón sentenció que sin la locura no había nada grato en la vida. Para el rebaño es más cómico y fácil acudir a los rótulos cotidianos que al espíritu crítico para entender y respetar las diferencias, y comprender que el decir y el proceder, el hacer y el ser del filósofo procede de la reflexión profunda, del conocimiento y de la desinterpretación y la reinterptretación de la realidad, debidamente sustentada con los fundamentos epistemológicos, metodológicos, científicos, sociológicos, sicológicos, antropológicos y filosóficos. Si el rebaño se concienciara del respeto por las diferencias, dejaría de llamar "loco" al filósofo. "Uno no "enloquece" nunca cuando no difiere del suyo el pensamiento de ningún otro individuo… "Enloquece" porque su mente está en oposición con la de todos los demás"[429]. ¿Sería cierta aquella afirmación de Erasmo cuando afirmó que los locos son los únicos que gozan del privilegio de decir la verdad sin ofender? "El dirigir, organizar, administrar, mandar, hacer leyes, todo eso es para gente descomunal, personas de pensamientos propios y a quienes los médicos y todo tipo de gente catalogadora proponen de locos, por su forma única de ver las cosas"[430].

Con respecto al preguntar filosófico, a las cuestiones filosóficas, veamos lo siguiente:

"Puede decirse que, en sentido general, el objeto principal del conocimiento filosófico consiste en inquirir la razón y el fundamento de todo aquello que se presenta como de índole esencial para la vida humana y la naturaleza. Especialmente, implica cuestionar muchos conceptos que se dan por sabidos, por supuestos y por verdaderos a partir de una percepción sensorial o primaria; en una actitud que busca esclarecer si verdaderamente son como se presentan, y cuál es el sentido de su propia existencia, en un intento de alcanzar a comprender intelectualmente el significado más profundo de todas las cosas.

Cabe preguntarse por los motivos que impulsan al hombre a interrogarse acerca de la razón y el fundamento primero y esencial del mundo en que vive, y de sí mismo. Platón y también Aristóteles, postularon que ello se debe a la capacidad de asombro, de admiración y de extrañeza que siente el hombre ante la realidad que lo rodea, y ante la conciencia de sí mismo y de algunas circunstancias que lo afectan; que le suscitan un insaciable deseo de saber más.

También es frecuente mencionar como uno de los motivos que impulsan a filosofar, en el sentido de buscar una comprensión íntima y convincente para uno mismo, acerca de cuestiones que nos resultan trascendentales, el enfrentar en la vida ciertas situaciones que resultan claves, o situaciones límite para las facultades humanas, y que a menudo implican la necesidad ineludible de tomar decisiones de gran importancia: la muerte, el sufrimiento, el sentimiento de culpa, la incomunicación o la soledad, la decepción, la duda, el amor […].

Abocado a tratar de descubrir la razón de ser esencial de las cosas, la primera cuestión que se suscita al pensamiento filosófico es la del hombre mismo y su realidad: qué es el hombre, cuál es su origen, cuál la razón de su existencia como género y como individuo. Si tiene un alma y en tal caso en qué consiste y cuáles son sus relaciones con su cuerpo; si es simple o compuesta, si es material o inmaterial, si se extingue con la vida del cuerpo o es inmortal o por lo menos permanece luego de la muerte corporal, cuáles son sus propiedades.

Una similar categoría de interrogantes surgen en relación al mundo en que el hombre habita: cuál es su origen, por qué existe, en qué consiste en definitiva, es eterno o tuvo un principio y puede tener un final, es todo él viviente o no, en qué consisten la materia y la vida, qué razón justifica lo que se presenta al hombre como la existencia de leyes naturales y armónicas que parecen regirlo. De todo ello emana inmediatamente la interrogante de si lo que aparece al hombre como un orden universal y armónico, por lo menos comprensible para él en muchos aspectos de su funcionamiento – la ciencia – obedece a algún plan general, es obra de alguna inteligencia tan superior y poderosa como para haber sido capaz de establecer ese orden; si esa inteligencia tiene una esencia divina o es parte de la naturaleza misma.

Frente a la indudable vastedad que la sola enunciación de estas interrogantes representa, surge necesariamente la de si el hombre es capaz de conocer realmente toda la realidad, y de conocerla en su verdad total; si es capaz de conocer no solamente la realidad que le circunda, sino si es capaz de alcanzar un conocimiento verdadero de sí mismo. Qué valor de verdad pueden esos mismos "conocimientos" que emanan de sus reflexiones filosóficas. En qué consiste y cómo funciona su propia capacidad de razonar […].

Dependiendo de los acontecimientos que sobrevienen a cada persona en su vida familiar, cultural y profesional, económica y de relación, habrán de suscitarse diversas situaciones cotidianas con variable grado de intensidad, que serán propicias a la aplicación de una actitud filosófica; es decir, de un análisis objetivo, sereno, racional, que busque un equilibrio de argumentos lógicos y que permita determinar una forma de razonar y de actuar"[431].

Entre los múltiples detractores del filosofar hay muchos que nunca han filosofado. ¿Con qué fundamento o autoridad se oponen al filosofar, si no han filosofado? Hay que sumergirse en las profundidades de la filosofía y bucear en sus cristalinas y turbias aguas para saber a qué "sabe" el filosofar. No se puede desconocer el valiosísimo aporte de la filosofía en la conformación de gran parte del fundamento de la tradición occidental. La democracia, a pesar de sus múltiples inconvenientes, las instituciones políticas, los sistemas de pensamiento, los derechos humanos, la filosofía del derecho, algunas ideologías y doctrinas políticas se idearon, germinaron, evolucionaron y desarrollaron en el apasionante y extraordinario universo de la filosofía.

Con respecto a la pregunta en filosofía y para qué sirve ésta, es procedente atender lo que nos dice Darío Sztajnszrajber:

"Hacer filosofía es una manera de pensar, una manera de pensar que busca fundamentar el sentido de las cosas que se nos presentan como obvias. ¿Qué es fundamentar? Es llevar la pregunta a su máxima expresión. Preguntar el porqué del porqué del porqué, y así al infinito. ¿Hay una respuesta final para todas estas preguntas? Tal vez lo más interesante es saber que la filosofía tiene que ver más con las preguntas que con las respuestas. Una buena manera de comprender qué es la filosofía es diferenciarla de otra realidad, como el pensamiento cotidiano y el pensamiento técnico… Con el pensamiento técnico se busca entender cómo funcionan las cosas, y eso ya supone un paso más allá del pensamiento cotidiano… La filosofía comienza justamente acá; si la ciencia se pregunta por el cómo, la filosofía se pregunta por el qué.

Pensemos en la vida. La ciencia puede explicar a través de la biología cómo sucede la gestación de un bebé, qué mecanismos intervienen, cómo se desarrolla un embrión, cómo se desencadena el parto; pero lo que no puede explicar es el hecho mismo de la vida, no puede explicar qué es la vida: que la vida sea de este modo y no de otro.

En nuestra vida cotidiana, generalmente nos olvidamos hasta dónde podemos llevar el cuestionamiento sobre las cosas. Detenernos en la pregunta por el cómo, tiene respuestas; la pregunta por el qué, no, son sólo indicios. Muchas veces creemos encontrar certezas fundamentales, cuando en realidad lo que tenemos son certezas funcionales sobre el funcionamiento de las cosas… La filosofía nos agrega permanentemente nuevos problemas […].

Otra posible definición de la filosofía, es entenderla como en análisis de lo obvio. Algo obvio es algo que no se cuestiona; algo que no se muestra como parte de la trama más general, algo que se nos presenta como una verdad fundada… Pero la filosofía muestra la contaminación en todas las verdades, muestra que en todo siempre hay supuestos, que nada existe de manera obvia, o al revés, que siempre que algo se nos presenta de manera obvia hay que desconfiar… Hay en el filósofo un deseo incesante de buscar la sabiduría. Pero, ¿dónde poner el acento: en alcanzar la sabiduría o en el ejercicio incesante de la búsqueda? […].

Hacer filosofía es volver siempre sobre nuevas preguntas… Haciendo filosofía tomamos conciencia del carácter finito y limitado de nuestra existencia… La filosofía puede servir para desenmascarar una realidad de poder y de intereses que creemos verdadera; una realidad en la que estamos inmersos sin darnos cuenta, y a la que le somos, por eso mismo, funcionales… Nietzsche dice que hay que adoptar una actitud de permanente crítica con lo establecido y desestructurar una realidad que se nos impone como verdad incuestionable […].

Amor a la sabiduría es, en definitiva, amor a la pregunta; es apostar por la búsqueda como un fin en sí mismo y no como un medio para otra cosa. La filosofía no nos provee de certezas ni de respuestas definitivas sobre los grandes cuestionamientos existenciales, pero nos ejercita en la libertad de las preguntas y nos invita a ser más libres, más abiertos, a ser más sensibles con el mundo que nos rodea"[432].

1.2.4 Algunos aportes de la filosofía y del filosofar

1.Es procedente recordarles a los "enemigos" de la filosofía que los teóricos de la democracia, del origen y de la evolución del Estado (tanto antiguo como moderno) fueron eminentes filósofos como Sócrates, Platón, Aristóteles, Nicolás Maquiavelo, John Locke, Thomas Hobbes, Juan Jacobo Rosseau, Voltaire, Inmanuel Kant, Motesquieu, Augusto Comte, Hegel y otros.

2. La noción de sujeto, que está relacionada filosóficamente con la autoconciencia de Descartes, el sujeto trascendental de Kant y el espíritu absoluto de Hegel, es el fundamento filosófico de la teoría de los derechos humanos. Los principios kantianos de la racionalidad, como pensar por sí mismo, pensar en el lugar del otro y ser consecuente con el pensamiento, tienen estrecha relación con los derechos humanos. "Del primer principio, pensar por sí mismo, irrumpen los derechos humanos más profundos: el derecho de opinión, de expresión. El pensamiento no es delegable… Pero también en el segundo principio, pensar en el lugar del otro, se puede encontrar el origen de los derechos humanos"[433]. El fundamento filosófico de los derechos humanos es la teoría liberal o liberalismo filosófico, que designa a la filosofía política de la libertad, del progreso intelectual y del pensar por sí mismo. El liberalismo filosófico se encuentra profundamente vinculado con la democracia.

3. La problemática de saber cómo se ven y se realizan las relaciones del individuo y de la sociedad frente al Estado (para citar un solo ejemplo), es producto de las elucubraciones filosóficas. Tal como nos recuerda el sociólogo y psicólogo Heinz Dirks[434]las respuestas dadas en este sentido por Aristóteles y Platón (a pesar de sus críticos y detractores) tienen plena vigencia hasta nuestros días, y de ahí han surgido las conclusiones más importantes sobre la constitución política del Estado y la valoración del hombre. De Aristóteles parte una línea que, pasando por Locke, Hume y Calvino, llega hasta las formas democráticas modernas cuyo ejemplo es la vida comunitaria de Norteamérica. Desde Platón, que planteó un modelo de vida estatal dentro del cual cada individuo debía ser educado y criado para ocupar su cargo u obligación correspondiente, parte una orientación que, pasando por Maquiavelo, Hegel, Marx y Lenín, llega hasta los sistemas totalitarios, en los cuales el hombre posee significado no en sí mismo, sino como portador de una tarea que ha de cumplir dentro del sistema.

4. Las ideas de la Ilustración ("un despertar del hombre de su indolente estado de minoría de edad cultural", Kant), del pensamiento ilustrado (un modo de pensar distinto e insólito), movimiento intelectual que realzó el papel de la razón como instrumento básico para la crítica, el conocimiento científico y el cambio socio-económico y político, la profunda creencia en el progreso y en las garantías que ofrece la ciencia y la fe ciega en la educación y la cultura, y que sirvieron de base ideológica a la independencia de los Estados Unidos y a la Revolución Francesa, que acabó con el oprobio de las monarquías absolutas y el supuesto poder "divino" de los reyes, y generó la declaración de los Derechos del Hombre, fueron producto de la reflexión filosófica. "Contrariamente a lo que podría creerse, la Revolución Francesa no fue el origen sino la culminación del proceso de construcción de la nueva sociedad anhelada por la burguesía, pensada desde siglos atrás por los intelectuales que fundaron una nueva concepción del hombre, de la cual se desprendieron los ideales políticos que se transformaron en las ideas-fuerza de la revolución, libertad, igualdad, fraternidad. Y es probable que dicha revolución no habría sido posible si antes no se sentaban las bases filosóficas de la misma"[435].

El pensamiento de la Ilustración fue, además, una de las causas de la Revolución Industrial. "La fundación de Estados Unidos de América debió mucho a la resonancia filosófica de sus creadores, un grupo de filósofos prácticos como no se ha vuelto a ver desde entonces… Dos pilares de la Constitución estadounidense, Benjamín Frankiin y Thomas Jefferson, eran filósofos experimentales"[436]. La declaración de independencia de los Estados Unidos fue redactada por Tomás Jefferson con gran influencia en las ideas del filósofo inglés John Locke. Para confirmar parte de este aserto, veamos lo que sostiene Albert Soboul: "Los orígenes intelectuales de la Revolución hay que buscarlos en la filosofía que la burguesía había elaborado desde el siglo XVII. Herederos del pensamiento de Descartes, que enseñó la posibilidad de dominar la naturaleza por la ciencia, los filósofos del siglo XVIII expusieron con brillantez los principios de un orden nuevo. Opuesto al ideal autoritario y ascético de la Iglesia y del Estado del siglo XVII, el movimiento filosófico ejerció sobre la inteligencia francesa una acción profunda, despertando, primero, y desarrollando después su espíritu crítico, proporcionándole ideas nuevas. La Ilustración sustituyó en todos los dominios con el principio de la razón, al de autoridad y tradición, bien se tratase de ciencia, de creencia, de moral o de organización política y social. […]el impulso conquistador de la filosofía de la Ilustración minaron los fundamentos ideológicos del orden establecido"[437]. La Declaración de Independencia Norteamericana en 1787 -aclara Augusto Ramírez[438]al convertir en institución política la ideología de la ilustración, acelero la caída de la monarquía en Europa, y agrega que la declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la Revolución Francesa, fue el acta de nacimiento del ideal democrático y se convirtió en catecismo ideológico de todas las vanguardias del mundo. Heinz Dirks[439]agrega que la técnica se desarrolló a partir de la comprensión racional de la naturaleza, de la investigación de sus fundamentos y relaciones y de la posibilidad de transformarlas creando otras nuevas.

Como enciclopedista, el filósofo Juan Jacobo Rousseau fue considerado como precursor de la Revolución Francesa, y que la Declaración de los Derechos del Hombre hallara su fuente de inspiración en su Contrato Social, debido al valor que concede a la libertad, que le sitúa con pleno derecho entre los autores que en el siglo XVIII combatieron la tiranía de la monarquía absoluta. Según el filósofo e historiador Rafael Méndez Bernal[440]de gran vigor y penetración, determinó en buena manera los acontecimientos espirituales y políticos del llamado Siglo de las Luces. La Enciclopedia, además de ser una crítica de los fanatismos religiosos y políticos, era toda una apología de la razón y la libertad de pensamiento; se le considera como un símbolo del espíritu de la Ilustración.

El mismo filósofo Herbert Marcuse reconoce el papel de la filosofía idealista alemán como teoría de la Revolución Francesa:

El idealismo alemán ha sido considerado como teoría de la Revolución francesa. Esto no significa que Kant, Fichte, Schelling y Hegel ofreciesen una interpretación teórica de la Revolución francesa, sino que, en gran parte, escribieron su filosofía como respuesta al reto de Francia de reorganizar el Estado y la sociedad sobre una base racional, de modo que las instituciones sociales y políticas concordaran con la libertad y el interés del individuo. A pesar de su agria crítica al Terror, los idealistas alemanes dieron, unánimemente, la bienvenida a la Revolución, llamándola aurora de la nueva era, y todos relacionaron los principios básicos de su filosofía con los ideales que ella representaba.

Por consiguiente, las ideas de la Revolución francesa están presentes en el propio núcleo de los sistemas idealistas y determinan en gran medida su estructura conceptual. Tal como lo vieron los idealistas alemanes, la Revolución francesa no sólo llegó a abolir el absolutismo feudal, reemplazándolo con el sistema político y económico de la clase media, sino que completa también lo que la Reforma alemana había comenzado, al emancipar al individuo y convertirlo en dueño autosuficiente de su propia vida. La posición del hombre en el mundo, el modo como trabaja y se recrea, no habría de depender ya de una autoridad externa, sino de su propia actividad libre y racional. El hombre había pasado ya el largo período de inmadurez durante el cual fue víctima de abrumadoras fuerzas naturales y sociales, y se había convertido en el sujeto autónomo de su propio desarrollo. De ahora en adelante, la lucha con la naturaleza y con la organización social habría de ser guiada por los propios progresos de su conocimiento. El mundo habría de ser un orden racional"[441].

5. Cuando el egregio filósofo René Descartes expresó su famoso "Pienso, luego existo" encendió las luces de la modernidad, y con ésta el "sueño de la razón", el colonialismo (lamentablemente), la idea de "progreso", la mecánica clásica, la Ilustración, la Revolución Francesa, la democracia contemporánea, los derechos humanos, las independencias y la descolonización.

6. Erich Fromm, en su libro El Corazón del hombre, señala lo siguiente: "En los siglos XVIII y XIX —desde Spinoza, Leibniz, Rosseau, Herder y Kant hasta Goethe y Marx— se desarrolló la idea de que la humanidad es una, que cada individuo lleva en sí a toda la humanidad, que no debe haber grupos privilegiados que pretendan que sus privilegios se basan en su superioridad intrínseca"[442].

7. La filosofía de Hegel contribuyó a la unificación de Alemania y a su consolidación como Estado. El Socialismo, sistema para resolver los males del Capitalismo, fue teorizado por pensadores como Robet Owen, Charles Fourier, Pierre Joseph Proudhon, Claudé Henri de Saint-Simón, Federico Engels y Carl Marx. El pensamiento de Marx, conocido como Marxismo, logró despertar conciencia de clase en los trabajadores y organizar partidos políticos que influyeron en los cambios de política de los gobiernos y en el reconocimiento de derechos a los trabajadores. El Pragmatismo, que reduce los conocimientos a instrumentos de acción y busca el criterio de verdad de las teorías en su éxito práctico, y que se convirtió en una forma de vida de los norteamericanos, sin la cual no serían potencia mundial, fue creado por los filósofos estadounidenses Charles Peirce, William James y John Dewey. La ética o la reflexión sobre la moralidad, que nos orienta en la búsqueda de la felicidad (esencia y finalidad de toda vida humana), fue creada, pensada, repensada, planteada y replanteada por filósofos.

8. La filosofía idealista influyó profundamente en el Romanticismo, movimiento estético, intelectual y cultural que modificó y conmovió la cultura europea del siglo XIX. "No se podría entender, de ningún modo, el pensamiento profundo que subyace en la sensibilidad romántica, sin la omnipresencia del idealismo trascendental, corriente filosófica originada en Inmanuel Kant, y sus derivaciones sobre el aspecto ilusorio de la realidad"[443].

La obra del filósofo Juan Jacobo Rousseau, además de servir de inspiración a los líderes de la Revolución Francesa, ejerció una influencia masiva en el Romanticismo, que es una actitud vital que se manifiesta en todos los aspectos de la vida y sus formas, en el arte, la política, la religión, la literatura, la poesía, y la música entre otros. "En Francia, por ejemplo, se ha considerado a Jean Jacob Rousseau como padre del romanticismo francés; este Ginebrino (reformado) y protestante de formación, usó por primera vez la palabra "romantique" (romántico), en su obra "Las Ensoñaciones de un paseante Solitario", como sinónimo de pintoresco, salvaje, no transformado por la mano del hombre, significado que derivará también hacia: Espontáneo, natural y bello en el sentido de no manipulado por la civilización. …en la Filosofía se considera que el romanticismo nació como defensa del sentimiento y de la imaginación frente a la razón, el análisis y la especulación, pero sin los cuales no hubiera podido existir. Así, el romanticismo ha sido presentado como el conjunto de movimientos intelectuales que a partir de fines del siglo XVIII hicieron prevalecer el sentimiento sobre la razón y la imaginación por encima del análisis crítico. Se consideran como fuentes filosóficas del romanticismo los siguientes aspectos: – El fracaso de la razón como instrumento para explicar la totalidad del Yo, y – El protagonismo del Yo como Valor Supremo… La protesta de los románticos señala la inconformidad frente a todo lo existente y el anhelo vago de algo mejor. El papel de la razón como inspiración y como guía ha desaparecido para los románticos, solo queda el predominio de la imaginación y de la sensibilidad. Pero el romanticismo no fue sólo un fenómeno literario, nació ligado igualmente a otras corrientes de pensamiento político y social: El Liberalismo, el socialismo y el comunismo y se aferra a una profunda voluntad de trascendencia histórica, de ahí su énfasis en dos asuntos: La Libertad y el Progreso"[444]. En sus albores, el Romanticismo estuvo profundamente influido por la herencia filosófica del siglo XVIII y fundamentalmente por la Revolución Francesa. "En síntesis, es posible afirmar que el romanticismo francés se inscribe en el espacio sociocultural, socioeconómico y socio político que determinó la vida de los pensadores que van desde Rousseau hasta Baudelaire"[445].

Los autores románticos encuentran su primera fuente de inspiración en la obra de Rousseau y de Goethe. La Biblioteca de Consulta Microsoft Encarta nos dice que "fue precisamente Rousseau quien estableció el culto al individuo y celebró la libertad del espíritu humano al afirmar "Siento antes de pensar"… En él se destaca la importancia del sentimiento y la imaginación en la creación poética y se rechazan las formas y los temas literarios convencionales. De este modo, en el desarrollo de la literatura romántica de todos los países predomina la imaginación sobre la razón, la emoción sobre la lógica y la intuición sobre la ciencia, lo que propicia el desarrollo de un vasto corpus literario… Gran parte del teatro, la novela y la poesía romántica se entregan a la celebración del "hombre corriente" de Rousseau". Las obras de Rousseau operaron un cambio importante en la literatura europea de su tiempo, inaugurando una nueva manera de sentir, tan distante, que hicieron de éste un precursor del Romanticismo. Rafael Méndez Bernal[446]agrega que la obra del pensador ginebrino y su testimonio vital, en donde la artificialidad y el prosaísmo social fueron duramente criticados y en donde se ofreció al hombre, en compensación, la alternativa de la naturaleza altiva y pura fueron, sin duda, uno de los puntos de partida más claros del movimiento romántico. "Frente a la fría racionalidad heredera del racionalismo, defenderá el sentimiento y la pasión como valores intrínsecos y esenciales al ser humano; valores que habían sufrido un enorme menoscabo y en cuyo desdén arraigaban los pilares de la cultura occidental"[447]. La poesía, por ejemplo, sólo es poesías si es filosófica; la filosofía sólo se realiza si tiene esencia poética. Con qué elocuencia nos dijo esto el poeta Thomas Carlyle: "Confieso no tener idea de ningún hombre verdaderamente grande que no requiriera ser en todo un gran hombre. El poeta que no sirviera para otra cosa que para estar sentado componiendo estrofas, jamás haría un verso que mereciese el concepto de tal. Nos imaginamos que en el poeta verdadero existen el político, el pensador, el legislador, el filósofo"[448].

Los primeros fundamentos teóricos del Romanticismo se elaboraron en Alemania, gracias a los filósofos idealistas Johan Gottlib Fichte, Friedrich Wilhelm Joseph Schelling y Georg Wilhelm Friedrich Hegel, encargados de articular una profunda crítica al espíritu racionalista del siglo XVIII. La Gran Enciclopedia Ilustrada Círculo señala que "es precisamente en las doctrinas idealistas donde se hallan las características comunes a toda la literatura romántica europea. La crítica de la Ilustración realizada por estos pensadores proyectó hacia el futuro el deseo de perfección y armonía que hasta entonces se orientaba hacia los cánones de la tradición clásica, rescatando el valor del sentimiento como fuerza espiritual". Así mismo, el pensamiento del filósofo y escritor alemán Johann Gottfried von Herder también influyó en los comienzos de este movimiento, ya que rechazó los excesos de la fría razón e intentó demostrar que la naturaleza y la historia humana obedecen las mismas leyes y que, con el tiempo, las fuerzas humanas antagónicas se reconciliarán. "Desde el punto de vista filosófico, el Romanticismo procede del Idealismo alemán que comienza a gestarse a finales del s. XVIII con Fichte y Hegel como personalidades relevantes. Uno de los logros del Idealismo es apartar la filosofía de la preocupación por los objetos exteriores para afirmar que el YO es la realidad primordial y absoluta. Algunos escritores románticos identificaron ese YO puro y abstracto, filosófico, con el YO individual de cada ser humano, de manera que concibieron al hombre (o, mejor, a algunos hombres) como un ser dotado con un don supremo que le permite atravesar lo material, lo finito, para llegar a lo infinito y eterno, es decir, al Absoluto"[449]. Algunos poetas románticos reflexionan filosóficamente sobre el destino humano.

La concepción del "Yo", elaborada por la filosofía idealista germánica, constituye uno de los elementos dorsales del Romanticismo alemán y, de manera difusa, de todo el Romanticismo europeo. La teoría fichteana del "Yo absoluto" influyó profundamente sobre la concepción romántica del "Yo" y del universo. Los románticos identificaron el "Yo puro" con el "Yo del individuo", con el genio individual, y transfirieron a éste la dinámica de aquél. El espíritu humano, para los románticos, constituye una entidad absoluta de actividad que tiende al infinito, que aspira a romper los límites que la constriñen, en una búsqueda incesante del absoluto, aunque éste permanezca como meta inalcanzable.

Schelling es considerado como el filósofo del Romanticismo, cuyos conceptos fueron vivir y sentir. La filosofía natural, según Schelling, tiene por objeto descubrir el núcleo íntimo, principio y fuente de donde emanan los fenómenos, que son la totalidad. Esta totalidad es la que ilumina Schelling mediante el concepto de vida, que es vida creadora y no una simple suma de fenómenos. Schelling sostuvo que lo inconsciente y lo consciente coinciden en una misma realidad. Por eso sostenía expresivamente a los románticos que en el arte y en las creaciones artísticas tenían su encuentro, "en polaridad e identidad, naturaleza y espíritu, consciente e inconsciente, ley y libertad, cuerpo y alma, individualidad y universalidad, sensibilidad e identidad, finito e infinito…"[450].

El filósofo alemán Friedrich von Schlegel también fue otro teórico del Romanticismo. Éste confirió a la poesía romántica la misión de resolver lo finito en lo infinito. El referido Diccionario filosófico afirma que "el instrumento de esta poesía es el sentimiento, que relaciona estrechamente con la ironía, entendida ésta como la actitud que no distingue la realidad de la apariencia, lo serio de lo jocoso, con el fin de elevarse sobre lo común y ponerse en contacto inmediato con el principio infinito de lo real, logrando así la plena armonía del espíritu".

El Romanticismo influyó en movimientos libertarios y abolicionistas. "Gran parte de los movimientos libertarios y abolicionistas de finales del siglo XVIII y principios del XIX tienen su origen en conceptos de la filosofía romántica como pueden ser el deseo de liberarse de las convenciones y la tiranía, y el gran valor de los derechos y la dignidad del ser humano"[451].

El precitado filósofo Lou Marinoff, sobre la dinámica del Romanticismo, precisa que "la filosofía romántica se desarrolló como reacción contra el materialismo, la mecanización de la sociedad y la visión de las personas como piezas de un mecanismo"[452]. Así mismo agrega que "los románticos se centraron en la unicidad de cada individuo, en la importancia de la espiritualidad y en el poder del arte. Valoraron la naturaleza más que la razón y los sentimientos más que el intelecto. Aunque en realidad vivió en el siglo XVIII, Rousseau es el romántico prototípico. Su idea del noble salvaje (abandonados en un estado natural daríamos lo mejor de nosotros mismos, pero la civilización nos corrompe) facilitó mucha información de lo que vendría después"[453].

¿Cuáles fueron los aportes del Romanticismo latinoamericano? Muchos. Veamos algunos. El Romanticismo latinoamericano contribuyó a consolidad las naciones, reestructurar los estados, liberar definitivamente los individuos y las cosas, el pensamiento y las cosas, los ritos y los dichos. Stella Aranguren, Olga María Duarte y Diego Muñoz señalan que "una vez instalado el Romanticismo en territorio hispanoamericano sirve de estímulo para el reencuentro de la inteligencia nacionalista con temas nuevos como: el hogar, la familia, la raza, los emblemas, los héroes, la libertad, las creencias religiosas, Dios y el hombre; todo cuanto tenga vínculos afectivos y estéticos con la personalidad humana"[454]. Fue un movimiento estético paralelo a las revoluciones de independencia. Algunos románticos participaron activamente en asuntos políticos. Los románticos aspiraron a un mundo mejor, encontraron un nuevo modo de expresión que reflejó el momento en que vivieron y cantaron a la tierra, al paisaje natural y a su guerra emancipadora. De acuerdo con la Biblioteca de Consulta Microsoft Encarta, "el Romanticismo estimuló además la identidad o conciencia colectiva de cada comunidad hispanoamericana y dio origen al concepto de literatura nacional que, unida a teorías de raíz positivista, orientaron los estudios literarios hasta entrado el siglo XX. En una palabra, el Romanticismo es el fenómeno capital de la literatura continental en el siglo XIX"[455].

La creación de una conciencia americana fue obra de mentes egregias, de pensadores, es decir, de ¡filósofos! Las ideas de esa conciencia coincidieron, en sus inicios, con el auge del Romanticismo. Simón Bolívar, que, según ciertos "historiadores", "liberó" a gran parte de América de la servidumbre del virreinato, precisamente se nutrió de las ideas del brillante filósofo suizo Juan Jacobo Rousseau. Francisco de Paula Santander, otro "libertador" que contribuyó a la consolidación de nuestra nación, también recibió una enorme influencia de las ideas de su maestro: el filósofo inglés Jeremías Bentham.

Con respecto a la influencia del Romanticismo en Colombia, el texto Habilidades del Lenguaje precisa que este movimiento no fue sólo modalidad literaria, sino una posición ante la vida, una manera especial de comportamiento tanto en las relaciones sociales como en las administrativas y políticas. El espíritu romántico calentó nuestra incipiente vida republicana, llenó las antologías de cantos nobles por su fuerza emotiva y raigambre nacional.

10. Las personas que estructuraron ideológica, política y económicamente a la naciente República de Colombia, después de su "emancipación" o "independencia", fueron, fundamentalmente, brillantes juristas con un amplio y profundo bagaje filosófico, entre los que se destacan egregios pensadores como Vicente Azuero Plata, José María Rojas Garrido ("el Sócrates colombiano") Ezequiel Rojas Ramírez ("uno de los zapadores de las modernas ideas"), Juan de Dios Uribe, José María Samper Agudelo, Manuel Ancízar, Manuel María Madeido, Sergio Arboleda, José Nazario Florentino González Vargas (orgullosamente Charaleño, nacido en el corregimiento de Cincelada en 1805 y fallecido en Argentina en 1874), Ignacio Espinosa, Salvador Camacho Roldán, Nicolás Pinzón, Diego Mendoza Pérez, César Cruz, Rafael Wenceslao Núñez Moledo ("Soy filósofo hasta la médula y obro siempre de acuerdo con lo que pienso") y Miguel Antonio Caro Tovar, entre otros. Si bien es cierto que estos no fueron filósofos como Sócrates, Platón, Aristóteles, Descartes, Kant, Hegel, Marx o Nietzsche, se dedicaron a interpretar e implementar las ideas de filósofos europeos como Santo Tomás de Aquino, Jaime Balmes, Juan Donoso Cortés, Jeremías Bentham, James Mill, John Stuard Mill, Augusto Comte y Hebert Spencer, entre otros, aportando algunos planteamientos e ideas originales de vital importancia para la "construcción" de nuestra nación. Germán Marquínez Argote recuerda que los patriotas establecieron "sobre nuevas bases filosóficas la juridicidad de los nuevos estados independientes"[456]. José María Samper, Rafael Núñez y Carlos Holguín son considerados como los ideólogos de la nación colombiana.

Se podría refutar que la nación "diseñada" por estos "pensadores" quedó "muy mal hecha". Es probable, pero resulta que todos estos "filósofos colombianos" estaban profundamente influenciados por el dogma cristiano y el imponente poder de la Iglesia Católica, y esta doctrina y esta institución condicionaron la dinámica del naciente país. "La teología -nos dice José María Samper-, esta estadística sombría del infierno, estéril colección de fábulas, de adivinanzas y de absurdos, fraguada por los alquimistas de la Iglesia para envenenar las fuentes de la civilización… quería seminarios por docenas, para tener teólogos por centenares, y quería teólogos para hacer con ellos de cada ciudadano un tartufo, porque para despatrizar un pueblo es forzoso empezar por embrutecerlo y fanatizarlo". El clero, según el filósofo Roberto José Salazar Ramos, nada tenía que decir a la República. El intelectual José María Vargas Vila, con sarcástica elocuencia, expresa que "bajo la autoridad de la Iglesia católica el pensamiento nacional languidecía; los cerebros, deformados por el yugo ortodoxo, habían dado de sí esas conciencias enfermas de los grandes fanáticos, o ese liberalismo débil que aún sueña encontrar la libertad para los pueblos al pie de los altares, en la sombra de los templos, bajo el manto purpúreo de los dioses de madera"[457].

El hecho de ser herederos de la tradición española contribuyó al mal "diseño" de Colombia, debido a que España en las postrimerías del siglo XVIII y albores del XIX se encerró e ignoró lo que sucedía con el pensamiento ilustrado y sus alcances en lo político, lo científico, lo económico, lo pedagógico y lo filosófico. "El mundo progresaba -señala Sergio Arboleda-: todo había cambiado en derredor de España, tanto en lo político, como en lo intelectual y lo económico, y España lo ignoraba. La filosofía incrédula estaba socavando los cimientos del edificio, y España dormía tranquila… España pasó del fanatismo a la superstición"[458]. Ernest Hemingway, en su novela por quién doblan las campanas, dice que España fue "el único país adonde no llegó nunca la Reforma". Sobre este punto, el filósofo Danilo Cruz Vélez nos dice:

"Como es bien sabido, a principios de la modernidad, a partir del siglo XVII, cuando comenzaba a consolidarse un Nuevo Mundo bajo su dominio, los españoles se encerraron detrás de los Pirineos, resueltos a ignorar la aparición de la ciencia nueva de Galileo y la nueva filosofía de Descartes y empeñados en prolongar el pensamiento medieval que, después de haber cumplido su misión histórica esencial en la Edad Media, ya pertenecía a un pasado caduco […].

En vista de este fondo histórico, no es difícil comprender por qué tuvimos que vivir durante varios siglos ignorantes de lo que pasaba en Occidente en las ciencias y en la filosofía […].

Por eso nuestra cultura colonial no fue una cultura nueva, resultado de la simbiosis de dos culturas, sino la cultura española transterrada. No nació, pues, en la tierra americana, sino que fue implantada en ella como un producto ya hecho. Esto se ha observado con frecuencia respecto al lenguaje, a la religión, a las instituciones jurídicas, a la filosofía, al arte y a la literatura […].

La ciudad fundada por los españoles en América no era una ciudad americana, sino una ciudad española. Surge de la cabeza del conquistador, que la erige sin importarle nada de lo que le rodea […]"[459].

Este insigne pensador colombiano, citando a su colega español Manuel García Morente, transcribe una opinión de su homólogo respecto al atraso de su patria en torno a la falta de un pensamiento filosófico universal:"Por entonces [García Morente se refiere a los comienzos de nuestro siglo XX], la filosofía en España no existía. Epígonos mediocres de la Escolástica, residuos informes del positivismo, místicas nieblas del krausismo habían desviado el pensamiento español de la trayectoria viva del pensamiento universal, recluyéndolo en rincones excéntricos, inactuales, extemporáneos. España permanecía, por decirlo así, al margen del movimiento filosófico. Ni siquiera como espectadora participaba en él"[460].

Mientras España imponía las cadenas, Francia ofrecía la libertad. Salazar Ramos, interpretando a Manuel María Madeido, nos dice que la tradición teológica española tiene su lugar propio en la historia, debido a que la "madre patria", país de la teología y de la Inquisición, es "una nación de mayoría de edad en la historia de la civilización que se quedó como petrificada en un despotismo fanático y casuista y que yace extraviada la sabia de su genio vigoroso en las estériles faenas de las cuestiones incomprensibles"[461]. El aludido Samper decía que en la época postindependentista, para la consolidación de la naciente República, se necesitaban más filósofos que militares.

El expresidente Rafael Núñez sostuvo que el error de la dominación española consistió en "no haber comprendido a tiempo la necesidad de reformarse sustancialmente, para ponerse en salvadora armonía con el espíritu de los tiempos"[462]. Joaquín Zabalza Iriarte señala que "España, frente a los peligros que vienen del exterior, se tibetiza en defensa de la fe y del imperio, colocándose al margen de los avances de la nueva ciencia"[463]. Pero mientras España se negaba a "ver" las rutilantes luces de la Ilustración, el filósofo, científico y teólogo español José Celestino Mutis (un hombre "ilustrado"), paradójicamente, le correspondió "la aventura de abrir las mentes santafereñas a ideas ya consolidadas en Europa"[464]. La Ilustración neogranadina se constituyó en una profunda revolución cultural, y los ilustrados dirigieron "sus punzantes críticas al orden colonial bajo aspectos políticos", acota Marquínez Argote, y agrega que "la Ilustración neogranadina es obra de un grupo que representa los intereses de la naciente burguesía peninsular y criolla, capaz de analizar el anacronismo de las viejas instituciones coloniales"[465]. Los ilustrados criollos prepararon las condiciones ideológicas para la emancipación. Este filósofo puntualiza que el movimiento ilustrado inicialmente fue reformista tendiente a cambiar las viejas y anacrónicas estructuras pedagógicas, económicas y administrativas de la colonia.

El filósofo Jorge Restrepo Trujillo atribuye el retraso iberoamericano a la actitud de España consistente en rechazar el Renacimiento, la Reforma y la revolución liberal. En España estos procesos no se dieron ni se contrarrestaron, obstaculizando la ciencia y la investigación. "Allá fueron sistemáticamente derrotados movimientos sociales que, con las reformas consiguientes, hubieran desatado fuerzas sociales progresistas. Instituciones, como la Inquisición, vieron la ciencia y la investigación como adversarias de una mentalidad autoritaria, en la que la Contrarreforma católica tuvo figuración destacada… La independencia a su vez, si bien inspirada en las revoluciones norteamericana y francesa, calcó sus instituciones y actitudes, pero no reformó la estructura económica y administrativa colonial"[466].

Roberto José Salazar Ramos señala que dentro del espacio académico la filosofía escolástica no incorporó como proyecto el análisis de la problemática situacional de la dinámica estructural de la nueva sociedad. "Intentó, más bien, operar a partir de la enseñanza de un sistema que se consideraba perfecto y acabado y, como tal, debía ser transmitido a los habitantes de la nueva sociedad. Éstos debían amoldarse a una teología, una filosofía y un derecho sistemáticamente estructurados. La nueva sociedad debía, por lo mismo, adecuarse a los lineamientos teóricos dibujados en el sistema"[467]. Camilo Torres Tenorio refiere que gracias al gobierno despótico de España, "enemigo de las luces, ella no podía esperar hacer rápidos progresos en los conocimientos humanos, cuando no se trataba de otra cosa que poner trabas al entendimiento"[468]. Augusto Ramírez señala que la colonización de la América hispana fue un proceso lento llevado a cabo por españoles, que se sabían súbditos de un reino y miembros de una Iglesia que prescribía su conducta y enjuiciaba sus actos, y precisa que muy diferente fue el desarrollo de la colonización inglesa y la formación de la nación norteamericana. Miguel Antonio Caro conceptuó que la cultura colombiana hunde sus raíces en un pasado colonial muy anterior a la época independentista. No hemos llegado a salir plenamente de nuestro pasado, y por eso llevamos todavía la colonia en nuestro interior. En opinión de Salazar Ramos, llevar la colonia por dentro quiere decir que no la hemos entendido del todo, razón por la cual "seguimos aferrados a las mitificaciones y fijaciones conceptuales que impiden la configuración de proyectos históricos más libres y menos esquizoides".

11. Los partidos políticos Liberal y Conservador que por casi dos siglos han regido, de manera conveniente e inconveniente, los destinos de los colombianos tienen como fundamento ideas filosóficas. El liberalismo se sustenta en el pensamiento filosófico de Epicuro, Rousseau, Voltairte, Bentham, Tracy, Comte, Ezequiel Rojas Ramírez y José María Samper, entre otros. El conservatismo lo anima el pensamiento filosófico de Platón, Aristóteles, Santo Tomás de Aquino, Jaime Balmes, José Eusebio Caro, Sergio Arboleda, Miguel Antonio Caro Tovar y otros pensadores de tendencia católica. Si bien es cierto que algunos de los militantes de estos partidos tradicionales le han ocasionado graves perjuicios a Colombia, no se les puede atribuir sus errores a los partidos Liberal y Conservador como instituciones sino a quienes no han desempeñado con altura y responsabilidad el quehacer político partidista.

11. El aristotelismo, el racionalismo, el idealismo y el materialismo, es decir, la filosofía que algunos existencialistas cristianos llaman "nocionalismo", ha permitido y promovido el nacimiento de la ciencia moderna, del progreso material, cuyo valor existencial no puede subestimarse. Hasta como gimnasia intelectual tiene su utilidad. Forma la razón de los jóvenes, habituándolos a cierto rigor del pensamiento que no podría considerarse jamás como un mal y cuya utilidad práctica es incontestable. El existencialismo resalta el papel crucial de la existencia, de la libertad y de la elección individual, poniendo su énfasis en la existencia individual concreta y, en consecuencia, la subjetividad, la libertad individual y los conflictos de la elección. Los filósofos de la existencia nos ponen en comunicación con hombres que viven, luchan, aman, sufren. Como está profunda y radicalmente comprometido con la existencia del hombre concreto, no se contenta con ser sólo discusión entre filósofos, sino que tiende a la conversión, a la acción. Se trata de descubrir el sentido de la existencia, su origen, su justificación, su finalidad. "El estoicismo sirvió como sustento moral y estilo de vida que adoptaron los esclavos y los súbditos del Imperio Romano ante las duras condiciones impuestas por éste. Los estoicos, que buscaban la paz interior y vivir de acuerdo con la naturaleza y los dictados de la razón, pregonaron la coherencia del yo el autocontrol, la autonomía y el autocuidado, sin desconocer el aspecto social del hombre"[469]. Así, otras corrientes de pensamiento, escuelas, sistemas, doctrinas o planteamientos han sido y serán de gran utilidad para la ciencia, la política, la vida y la existencia.

Para los "escépticos" de la eficacia e importancia "práctica" de la filosofía, con esta pequeña muestra, les queda claro que la filosofía, pese a su reputación de ser oscura y dificultosa, ofrece resultados prácticos a casi todo el mundo. En concepción de Danilo Cruz Vélez, "en toda realidad histórica, así como en la naturaleza, los fenómenos y acontecimientos presentan dos caras, una que es captada por nuestra mirada y otra que permanece oculta. Los hechos históricos están allí a nuestra vista, pero más allá de lo que se muestra abiertamente ante nosotros, existe en ellos algo escondido que no se ofrece por sí mismo; y para hacerlo perceptible se recurre al análisis filosófico. A través de la filosofía y la reflexión que se haga por medio de ésta, se puede superar el mundo de las apariencias y se logra tener una mejor percepción de los hechos reales y una verdadera interpretación de los sucesos históricos"[470]. Quienes son del parecer de que la filosofía no sirve para la vida práctica, es procedente que tengan en cuenta el planteamiento socrático que afirma que los dioses no conceden nunca a los mortales ningún verdadero bien sin esfuerzo y sin pugna seria por conseguirlo. Por eso sostiene que se debe educar filosóficamente para gobernar y para ser gobernado. "Todo lo grande está en medio de la tempestad", sentenció categóricamente Heidegger. Arthur Schopenhauer dijo que "cuanto más noble y acabada es una cosa, más lento y tardo desarrollo tiene"[471]. Joan Manuel Gilbert escribió que "los grandes encargos son verdaderos desafíos"[472]. Quien no tenga el valor y la tenacidad para superar los obstáculos, las renuncias, los sacrificios y dominarse a sí mismo, no podrá gobernar y tendrá que permanecer dentro de las masas gobernadas. "¿Qué fuerza misteriosa arrastra a masas enteras de hombres en pos de un profeta o caudillo?"[473].

La filosofía, además, tiene una parte que es fundamentalmente práctica: la ética, de decir, la ciencia de la prudencia y la convivencia. La ética demuestra el carácter práctico del filósofo. Como se sabe, la filosofía se divide en ontología o teoría del ser, gnoseología o teoría del saber y ética o teoría del obrar.

1.2.5 La actitud natural y la actitud filosófica

Hay dos maneras de saber cómo es el mundo: mediante la observación de nuestros sentidos (actitud natural) y a través de la razón (actitud reflexiva o filosófica). La actitud natural nos dice: el mundo es tal y como lo vemos, mientras que la actitud filosófica nos dice el mundo no es como parece ser. "El mundo en la realidad no es tal como aparece, sino tal como es comprendido por la filosofía… Si el sujeto filosofante se adhiere a sus objetos y se deja guiar por el sentido de éstos, descubrirá que los objetos sufren un cambio a través del cual se altera tanto su forma como su relación con el sujeto"[474]. El individuo que tiene una conciencia o actitud natural (ingenua, objetivista y dogmática) no pregunta ni se pregunta. Perdido en su mundo cotidiano concibe el mundo como existiendo, sin atreverse a cuestionar, sin problematizar la realidad. "En la vida corriente los problemas se plantean solos (problemas de dinero, problemas sentimentales…) No pasa lo mismo en el campo del pensamiento, porque nosotros tenemos naturalmente tendencia a preferir las repuestas a las preguntas, las afirmaciones a las dudas, el consentimiento al asombro. La opinión, el prejuicio, la ignorancia no se plantea nunca los problemas, obligados como están de poseer las soluciones. Pertenece entonces a la filosofía plantear los problemas, sus problemas"[475]. Como sólo se interesa por el mundo de los objetos, termina alejándose de sí mismo, con la concomitante alienación que lo convierte en un objeto dentro de los objetos. La actitud natural del individuo es tan ingenua y espontánea que éste asume la postura de suponer que lo que existe son las cosas que encuentra en su entorno, y que es capaz de percibirlas y obtener una idea de lo que son éstas. La aparente realidad y la existencia de las cosas en el mundo, en el mundo de la experiencia externa al pensamiento, no es problemática para la actitud ingenua y espontánea. El mundo de la experiencia sensible -pensaba Hegel- y de la percepción es el reino de la apariencia. Quien se deja llevar por el sentido común vive sólo en el plano del saber meramente aparencial, "que se queda en el parecer de la opinión y responde al puro aparecer de las cosas"[476], desconociendo que hay otro plano del saber, que es auténticamente real y responde a lo que son las cosas en realidad. "El filosofar implica una gran necesidad de estar en la realidad y una gran necesidad de saber cómo es esa realidad, más allá de sus apariencias puramente empíricas. Quien no tiene esas dos condiciones, no es apto para filosofar. Hace falta también un talento especial: muchos de los ataques a la filosofía nacen de la contradicción entre quienes necesitan algo así como filosofar y, sin embargo, son incapaces de hacerlo, pues no pueden dominar sus requisitos técnicos. La filosofía no les dice nada, sobre todo en sus apartados más técnicos, no porque la filosofía no diga nada, sino porque ellos son incapaces de escucharla. Por eso acuden, en el mejor de los casos, a aspectos filosóficos que están más de moda o que son más asequibles para el público"[477].

En la actitud natural la relación sujeto y objeto no es problemática, el ser de las cosas no resulta problemático; se acepta sin cuestionamiento, y esto permite que los objetos predominen sobre el sujeto, que, moviéndose en la tendencia objetivista, se olvida de sí mismo. El sujeto se resigna pasivamente a aceptar tradiciones, costumbres, convenciones, supuestos, creencias y supersticiones, porque así lo han querido los demás, porque eso han hecho sus antecesores. En esta actitud el individuo se pierde en lo cotidiano, en lo dado, en lo instalado, en la inautenticidad y se aliena profundamente. "Se considera incontrovertible que lo auténtico, lo que confiere al hombre identidad personal, mismidad e interioridad y lo redime de la alienación es obrar con apertura, de modo espontáneo y autónomo, ateniéndose a criterios propios, elaborados en la propia intimidad frente a toda proposición o imposición que venga de fuera por vía de encauzamiento normativo, o de vinculación a formas heredadas de la tradición, vista como algo distante, externo y extraño al hombre actual"[478]. En la actitud natural o prefilosófica el hombre carece de la dimensión en que es posible el preguntar filosófico, el preguntar por el ser de las apariencias. "Esta actitud está sustentada por una fe ingenua en la existencia del mundo, la que nunca se quebranta en el existir cotidiano… El hombre, empero, vive primariamente en la actitud natural, en la cual se deja guiar por opiniones recibidas desde afuera sobre lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo, lo útil y lo inútil. Aquí el sujeto es enteramente pasivo; no hace más que tomar ciegamente lo que se le ofrece como válido. Por esto carece de claridad sobre los motivos de su obrar, pues no lo inquietan. El hombre de la actitud natural vive, por decirlo así, en la irreflexión… En ésta existe el hombre seguro del mundo circundante, guiado ciegamente por la fe, impasible frente a los enigmas que lo rodean… En la actitud natural prefilosófica el hombre está en relación con las cosas mediante la experiencia natural, percibiéndolas, deseándolas, modificándolas, valorándolas, imaginándoselas, etc. Lo experimentado en esta experiencia son las cosas y el mundo circundante… En ella vive el hombre dirigido hacia las cosas de su contorno y las toma como aparecen. Sus cambios constantes, los errores y las ilusiones en el comercio con ellas lo tienen sin cuidado. Es prisionero de un mundo de apariencias, en el cual está instalado cómodamente sin preocuparse nunca por hacer un esfuerzo de liberación, es decir, sin tomar en sí la dura faena del preguntar filosófico por las apariencias, el cual lo sacaría de su papel de espectador de un espectáculo fantasmagórico… En la actitud natural el yo está olvidado. Las cosas son lo real, lo existente. La actitud natural es precisamente una fe ciega en la realidad de las cosas… La actitud natural se caracteriza por la ingenuidad. En ella estamos en relación con las cosas representando, juzgando, queriendo y sintiendo, y lo representado, juzgado, querido o sentido se pone ingenuamente como existiendo. Pero esta ingenuidad entra en crisis cuando se constata que continuamente somos víctimas de engaños, ilusiones, alucinaciones, en fin, que el mundo de la actitud natural está en un flujo incesante"[479]. En este tipo de actitud el individuo es dado a la creencia ilusoria en la existencia de las cosas, viviendo en una especie de fe ontológica, confiando en el mundo como el fundamento de lo existente. El hombre en la actitud natural dirá que lo que nos rodea es la realidad, y sus conocimientos los obtendrá de la experiencia, la cual le ha enseñado sólo el acaecer de los fenómenos como una cosa natural. "Su explicación de la realidad será una explicación empírica, mediante la cual nos dirá que las cosas pasan de este o de aquel modo, sin podernos decir por qué pasan. Tampoco dudará de que los objetos que componen el mundo exterior estén realmente en él, ni de que la información que le dan sus sentidos acerca de ese mundo no sea una información fidedigna. Su opinión respecto de la realidad, por todo esto, es una opinión ingenua"[480]. En la actitud natural lo que se da como verdadero no es más que mera ilusión, apariencia. En esta actitud poseemos sabiduría convencional. "Todos tenemos una gran provisión de información que "todo el mundo sabe" y que aplicamos a nuevas situaciones y problemas. Desafortunadamente, el hecho de que todo el mundo lo sepa no lo hace correcto. La sabiduría convencional es muchas veces demasiado convencional: normalmente refleja la forma más simple de ver las cosas. A veces tener que salir de las convenciones para encontrar nuevas soluciones"[481].

En la actitud natural adquirimos conocimientos, pero nunca indagamos por la certeza de éstos; simplemente los aceptamos tal como nos llegan a nuestros sentidos, sin aplicar criterios para determinar si son verdaderos o falsos. Lo que conocemos del mundo exterior, generalmente proviene informaciones sin confirmar, de prejuicios, convicciones, prenociones, intuiciones, supersticiones, temores, decires, tradiciones, mitos, leyendas, costumbres, tradiciones, creencias, habladurías y sabiduría popular. Nuestros conocimientos, en la actitud natural, nunca los sometemos a la duda y al cuestionamiento; los aceptamos acríticamente. "Rara vez nos preocupamos de comprobar si nuestras ideas acerca de las cosas se ajustan a los hechos sobre los cuales no podemos tener duda. Incluso cuando ponemos a prueba algunas de nuestras ideas o convicciones y la realidad nos demuestra que nuestras creencias son equivocadas, suele suceder que nos cuesta mucho convencernos de que no teníamos la razón, de que no estábamos en lo cierto y a menudo las mantenemos aún a sabiendas de que no son verdaderas o que existe una alta probabilidad de que no lo sean"[482].

La actitud natural no suscita en el hombre inquietudes, problemas, cuestionamientos, crítica ni disensos, y carece de claridad conceptual; se puede decir que no es un ser "problemático". En aras de esa "claridad conceptual", es necesario aclarar conceptos. Las personas que viven en la actitud natural entienden que un individuo problemático es un ser conflictivo. Una cosa es un problema y otra bien distinta un conflicto; por tanto, problemático no es igual a conflictivo. ¿Qué quiere decir "problemático"? Para las siguientes definiciones acudiré al Diccionario de la Real Academia Española. En su primera acepción es un adjetivo, y significa "que presenta dificultades o que causa problemas". En su segunda definición es un "conjunto de problemas pertenecientes a una ciencia o actividad determinadas". Un problema es una "cuestión que se trata de aclarar". Conflicto, de donde proviene conflictivo, es un término multívoco, polisémico. Desde la perspectiva gramatical es: "Combate, lucha, pelea. Enfrentamiento armado. Apuro, situación desgraciada y de difícil salida". En el ámbito sicológico significa: "Coexistencia de tendencias contradictorias en el individuo, capaces de generar angustia y trastornos neuróticos". Como se aprecia, "conflicto" no es sinónimo de "problema". Ahora, ¿qué es "conflictivo"? "Que origina conflicto. Perteneciente o relativo al conflicto. Dicho de un tiempo, de una situación, de una circunstancia, etc.: En que hay conflicto". ¿Conclusión? "Problemático" no es igual a "conflictivo". ¡Ojalá todas las personas fueran problemáticas, mas no conflictivas! El hombre problemático cuestiona, interroga, refuta, analiza, discute, disiente, pregunta, valora, emite juicios fundados, acude al diálogo argumentado y consensuado, busca la verdad y tiene claridad conceptual.

En filosofía, el concepto de problema abarca una realidad muy particular. Con relación al problema en filosofía, Miguel Ángel Gómez Mendoza plantea lo siguiente:

"El problema es la indicación de un rodeo que se impone al pensamiento confrontado a una pregunta […].

Cuando en un tema de filosofía figuran los términos: violencia, derecho, vida, libertad o felicidad, no son las palabras que deben interesarnos, sino los objetos concretos que designan estas palabras. Los problemas de la violencia o de la libertad no serían problemas para nosotros si ellos no existieran sino en el mundo del lenguaje. La tarea de la reflexión filosófica es entonces de ir directamente a las cosas, de pensar las cosas. Se cree fácilmente que la filosofía se mantiene lejos de lo concreto, en el cielo de las ideas abstractas, es decir vacías. Hegel se levanta contra este prejuicio corriente: La filosofía se encuentra en efecto en el dominio del pensamiento; ella se ocupa en consecuencia de las generalidades; su contenido es abstracto, pero solamente en cuanto a la forma, el elemento en sí, la idea es esencialmente concreta… (Hegel. Lecciones sobre la historia de la filosofía. Introducción.)

Se debe comprender: la filosofía trabaja en el elemento abstracto (como se habla del elemento marino). Pero los objetos de la filosofía son concretos. Nada es más extraño a la filosofía que los juegos de lenguaje.

La resolución del problema pasa así, pues, por un análisis concreto de los objetos que pone en juego. No se reflexiona sobre la violencia o sobre el amor buscando el sentido de las palabras, porque la violencia, el amor permanecen como abstracciones vacías en tanto que no estén relacionadas con el análisis de ejemplos, de las situaciones reales de violencia o de amor. Toda la dificultad consiste en extraer de los ejemplos particulares un conocimiento universal. Reflexionar sobre los celos a partir de Marcel Proust (Un amor de Swann), es analizar (en el sentido químico) los celos de Swann con el fin de aislar los mecanismos esenciales de esta pasión, dejando de lado lo que pertenece a un caso particular. La experiencia personal, la historia, la actualidad política ofrecen la materia del análisis, pero también la literatura o el cine. Con la condición que no se olvide que estos son ficciones, hay ficciones tan verdaderas como la realidad.

Como sea, es imposible hablar seriamente de lo Bello sin partir de experiencias concretas de la belleza, en la naturaleza o en las artes. No se trata un tema sobre el Estado sin remitir al estado real, que no se puede ir a buscar más que allá donde está: en la historia y en la política […].

La filosofía es la ocasión de abordar con profundidad una reflexión sobre los problemas humanos, sobre la naturaleza, sobre las ciencias[483]

El individuo que deambula perdido en el confuso y aparente universo de la actitud natural acepta que lo que percibe coincide con la auténtica y genuina realidad, como una verdad incuestionable. Por ejemplo, cuando escucha la frase: "El cielo es azul", da por sentado que esa es una verdad, porque así lo percibe con el sentido de la vista y lo procesa en su entendimiento. Pero ¿es "verdad" o cierto que "El cielo es azul"? En apariencia, sí. ¡Cuidado! Las cosas no son lo que parecen ni parecen lo que son. Analicemos esta frase. Según la taxonomía gramatical, la frase está compuesta por artículo o determinante ("el"), un sustantivo ("cielo"), una cópula ("es", que también es la conjugación en tercera persona en el presente del modo indicativo del verbo ser, un verbo irregular asistemático polirrizo, y que, según su significación, es un verbo copulativo) y un adjetivo ("azul"). Gramaticalmente, "cielo" es un sustantivo común, concreto, individual, contable y simple, que se define como: "Esfera aparente azul y diáfana que rodea la tierra". Según su forma gramatical, es un sustantivo de género masculino y número singular. En su forma léxica es un sustantivo homógrafo. "Azul" es un adjetivo calificativo, de género masculino y número singular. El adjetivo "azul" quiere decir: "Del color del cielo sin nubes. Es el quinto color del espectro solar". Sintácticamente, es una oración simple, bimembre, enunciativa, copulativa y atributiva. "El cielo" es el sujeto gramatical, y "es azul" es el predicado nominal. "Cielo" es el núcleo del sujeto, y "azul" es el núcleo del predicado. Desde la perspectiva semiológica, "El cielo es azul" es un discurso narrado. Según leyes paradigmáticas como categorías gramaticales en "El cielo es azul", la secuencia paradigmática ordenada sucesivamente es: determinante + sustantivo + adjetivo. En el procedimiento de asociación cielo-azul, es un plano referencial. Y un elemento que asocia significativamente es la cópula es.

La expresión, oración o frase "El cielo es azul" es un juicio. ¿Qué es un juicio? Gramaticalmente, juicio (que es una palabra multívoca, polisémica) es una "proposición, opinión, parecer o dictamen". Desde el punto de vista lógico, es un acto del pensamiento que afirma o niega algo de algo. Desde la perspectiva de las categorías de la lógica aristotélica, el "cielo" es la substancia y "azul" es la cualidad. Ontológicamente, es un juicio de hecho, por cuanto anuncia el ser; lógicamente, es un juicio apodíctico, debido a que no admite contradicción. "Juicio apodíctico es aquél en el cual la cópula expresa la unión necesaria, la relación única, sin alternativa ninguna, que cabe entre los términos"[484]. "El cielo es azul" es un juicio tautológico, toda vez que el predicado ("es azul") es una parte necesaria del sujeto ("el cielo"). Tautológico procede de tautología, que es "repetición de un mismo pensamiento expresado de distintas maneras". Es tautológico porque en el concepto de "cielo" está implícito el predicado "es azul", si nos atenemos a la definición: "Esfera aparente azul…". Desde el punto de vista de los actos del habla, se trata de un acto constativo (hace una afirmación y describe una realidad) y locutorio (se refiere a algo en particular).

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17, 18, 19, 20
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