- Importancia de las indagaciones morales
- Voluntad, carácter y dolor
- Principium individuationis
- Negación de la voluntad de vivir
- Conclusiones
Hasta ahora en el desarrollo del curso, hemos venido tratando siempre la pregunta por el hombre. Y es que el hombre, posee una característica inigualable, ya que no está unido necesariamente al acontecer natural, sino que debe enfrentarse con la realidad para hacer su vida de un modo autentico y responsable. De ahí nace la aspiración de la pregunta por el fundamento y el sentido del mundo en que está situado.
Surge así la problemática filosófica de los primeros pensadores griegos, acerca del principio de todas las cosas en el universo. Esta pregunta señala la tarea que incumbe al pensamiento filosófico de todos los tiempos: interrogar a todas las cosas por su principio, poder llegar al fundamento de lo existente. Pero esa pregunta se plantea desde el hombre y en razón del hombre: se busca analizar y entender, la realidad toda en la que el hombre vive, para luego conocer su lugar y misión en esa totalidad del ser. Independientemente de la manera en que la pregunta se formula y se responde, constituye siempre una afirmación acerca del propio hombre y de la manera como se entiende a sí mismo en su mundo, en la historia y en el conjunto de la realidad.
El pensamiento filosófico, tanto por su origen como por su finalidad, está siempre determinado antropológicamente.
El pensamiento filosófico ha reflexionado desde tiempo atrás, sobre el pensamiento humano (lógica) y sobre la actuación moral del hombre (ética), así como sobre su posición en la naturaleza (física) y en la totalidad del ser (metafísica). Surgen así de continuo perspectivas auténticamente antropológicas, que aunque apenas alcanzaron su pleno desarrollo metodológico y temático, revelan ya una interpretación y una escala de valores referida a la existencia humana.
Ya en la antigüedad, vemos por ejemplo que Sócrates centró definitivamente su interés en la problemática del hombre y la moral. Los naturalistas, por su lado, buscaban resolver el problema del principio de todo y el origen de la Physis, llegando de este modo a contracciones inimaginables, hasta el punto de sostener todo y lo contrario de todo (el ser es uno, inmutable, todo es devenir, todo se destruye, todo se genera); crearon una metafísica y luego no pudieron fundamentarla adecuadamente.
La pregunta por el hombre, no es una pregunta como otras. Nos preguntamos por el mundo y por las cosas, por la materia y por la vida, por su esencia y sus leyes. La pregunta es especial, ya que se dirige al mismo hombre y lo afecta, poniéndolo sobre el banquillo para estudiarlo.
El hombre se pregunta por su propia esencia. Y tiene que formularse esta pregunta porque personalmente es problemático para sí mismo. Y tanto más problemático resulta, cuanto el espíritu y los acontecimientos de la época, le ponen en tela de juicio, le amenazan con el trastorno y disolución de todos los órdenes humanos y le enfrentan con el enigma y hasta con el absurdo aparente de su existencia. De esta forma se plantea con énfasis y urgencia la pregunta acerca del ser del hombre, de su posición en el mundo, de su actuar en el mundo y el sentido que tiene su propia existencia. Mas cuando nosotros planteamos esta pregunta, de por sí, nos da ya, un atisbo; es el hombre el que interroga; es el mismo que puede y debe preguntar.
Ahora bien, el tema con el que pretendo abordar este estudio, será a la luz de una lectura antropológica de Schopenhauer, correspondiente al capitulo: "En torno a la ética", complementos al libro cuarto, y la utilización también del libro cuarto de: El mundo como voluntad y representación.
En Schopenhauer también nos encontraremos ante todo con una ética de la compasión o piedad. Ésta como veremos más adelante, nos enfrenta a la muerte, en un estado interior nirvánico de eliminación de todo deseo y así, de esta manera, poder estar en capacidad de captar la hermandad con los otros, con el corazón abierto a una simpatía de carácter universal, para poder mirar en todo ser, en general, solamente el "uno todo" y perderse en él a la manera de la música budista o de la mística cristiana. La mística de Schopenhauer no la debemos comparar, ya sea con una al estilo hegeliano o inclusive, una con rasgos cristianos, ya que sabemos que él se profesa ateo.
Lo único que persigue su misticismo, a mi manera de entenderlo; es superar la individuación y alcanzar de esta forma, el estado del nirvana.
Podemos decir también, que la moral que pondera Schopenhauer, es una moral de la afectividad. Esta moral se desarrolla en la vida colectiva y social del hombre y la denominamos normalmente justicia, pero que no puede existir sin su contraparte; la injusticia. Sin embargo, por encima de ésta, se sitúa la verdadera moral, la que es capaz de combatir el egoísmo y, a través de la piedad y el reconocimiento de la unidad de los seres, permite al hombre sabio acceder a la resignación.
Por otro lado, el tema de la libertad, es quizás uno de los temas que más llegan a la raíz del ser humano en su existencia. Schopenhauer, tomara ante él, una postura radical, al demostrarnos la carencia de libertad humana. El "puedo hacer lo que quiero", formula un poder lo que quiero, pero cada momento de nuestra vida no se puede querer más que una cosa determinada y nada más que esa. Lo que queremos está fijado en todo momento por el encadenamiento causal del mundo.
Por último, el objeto de este ensayo y su límite, lo habrá de construir el mundo real del conocimiento, en el cual vivimos y que a su vez, vive en nosotros, y el cual posee un contenido tan rico y variado que nunca se nos agota. En él nunca faltará materia, ni realidad para nuestras consideraciones éticas. La conducta del hombre y el mundo mismo son voluntad.
Éste será el tema sobre el que trabajaremos en este camino y, con el mundo; como voluntad y representación, como nuestro acompañante.
IMPORTANCIA DE LAS INDAGACIONES MORALES
Empecemos el desarrollo de este trabajo con una lectura inicial de Schopenhauer en sus complementos al libro cuarto:
"Que las indagaciones morales son incomparablemente más importantes que las físicas y en general que todas las demás, se sigue del hecho que atañen casi inmediatamente a la cosa en sí, a saber, a aquel fenómeno suyo en que, bañada de inmediato por la luz del conocimiento, revela su esencia como voluntad." Y continua: "Mi filosofía es la única que concede a la moral su pleno derecho: pues sólo si la esencia del hombre es su propia voluntad, o sea, sólo si él es, en sentido estricto, su propia obra, son sus hechos realmente suyos e imputables a él por entero. Si por el contrario tiene otro origen o es la obra de algún otro ser distinto de él, toda su culpa se remite a este origen o autor. Pues el obrar se sigue del ser."
Lo que nos está tratando de decir Schopenhauer, en estas líneas iniciales, tanto del complemento al libro cuarto, como en el libro cuarto, es que el tema de la conducta humana corresponde quizás al principal que la filosofía deba considerar. Nos estamos refiriendo como tal a las acciones humanas, asunto que nos afecta a todos de manera inmediata y que para ninguno de nosotros son indiferentes o nos puedan parecer extrañas en algún momento.
Pero para entender correctamente el camino por el que nos quiere llevar Schopenhauer, debemos entender como esta voluntad se manifiesta en el ser humano, y si el ser humano puede llegar a ser libre bajo su influencia. No sólo es libre la voluntad en sí, sino que también lo es el hombre, y que por serlo, se le puede también distinguir de los demás seres en la naturaleza. Para Schopenhauer, es claro que la voluntad es lo primero, lo originario, el conocimiento, por su parte, tendría un aspecto secundario, que él lo colocaría al servicio de la manifestación de la voluntad. De aquí se puede deducir, que cada hombre es lo que es, por su voluntad, y su carácter adquiere entonces características de ser fundamental, dado que la voluntad está a la base de su ser. El hombre en cuanto tal, es obra de sí mismo, a la luz, posterior del conocimiento, el cual vendría para iluminar su obra una vez realizada.
El tema de la voluntad en Shopenhauer irá siempre junto al tema de la acción. Los acontecimientos están siempre sometidos a la determinación del destino, es decir, al encadenamiento sin fin de las causas, así nuestras acciones dependen siempre de nuestro carácter inteligible. El problema aquí, es que como no conocemos nuestro destino, tampoco conocemos o podemos determinar de antemano nuestro carácter, de tal forma que la única solución que podemos por ahora ofrecer a esta encrucijada, es que debemos mirar hacia atrás para comprendernos en nuestro actuar y de la misma manera conocer a los demás con los que nos relacionamos; "La resolución definitiva nos hará conocer nuestro estado natural y nuestras acciones serán para nosotros como un espejo. De este modo se explica la satisfacción o la angustia que sentimos cuando volvemos la vista atrás y recorremos el curso de nuestra vida pasada: ambos sentimientos no nacen de que los hechos ejecutados por nosotros en el pasado subsistan aún; ya pasaron, fueron y ya no son; pero su gran importancia para nosotros proviene de su significación, de que son una muestra de nuestra voluntad, en el cual reflejamos nuestro yo más íntimo y reconocemos la esencia de nuestra voluntad. Y como nada de esto lo conocemos de antemano, sino sólo a posteriori, debemos trabajar y luchar durante nuestra existencia temporal a fin de que el conjunto de nuestros actos sea propio para tranquilizarnos lo más posible y no para angustiarnos."
Este tipo de carácter, cuya comprensión obtenemos mirando hacia atrás en el tiempo, corresponde lo que Schopenhauer denomina carácter empírico. Y seguidamente nos propone que junto al carácter inteligible y el empírico, se debe dar un tercero que corresponde al carácter adquirido, el cual se formaría en el curso de la vida por el trato con el mundo, es a éste al que nos referimos cuando alabamos a un hombre por tener carácter o lo criticamos por no tenerlo.
Pero el hecho de que tengamos un carácter de alguna forma determinado ya sea por factores externos o internos, no queda excluida, según nuestro autor, la posibilidad de cambios de conducta. Puede haber cambios de conducta, pero el carácter podría permanecer inalterado. Sigo obrando en virtud de un motivo personal, es decir, en virtud de una ganancia, Lo único que ha cambiado es mi concepto de qué es para mí, lo más beneficioso.
Carácter, y acción, se fundamentan en la voluntad. La voluntad es esa parte de mí, que tiene la inquietud infinita dentro de sí, toda acción humana lleva la marca de esta infinitud, la saciedad no parece ser un punto tranquilo de llegada, sino más bien un horizonte que parecería siempre darnos la espalda, no existirá una acción final, sino que todas las acciones están en camino, son intermediarias por naturaleza.
"La voluntad, en todos los grados de su manifestación, desde el más bajo hasta el más alto, carece de objetivo final, porque su esencia es querer, sin que este querer tenga nunca un fin, y que, por lo tanto, no alcanza una satisfacción definitiva y sólo los obstáculos pueden detenerla, pero en sí va hasta lo infinito."
Pareciera que fuera inútil tratar de prescribir o sacar conclusiones, sobre la manera cómo debieran actuar las personas con el fin de escaparse de la esclavitud a que el deseo las mantiene sometidas, considerando el hecho, de que cada uno de nosotros posee un carácter, sin embargo este carácter es objetivación de la voluntad, de la voluntad de vivir, que se hace presente en el deseo y esfuerzo constante.
La idea hasta ahora planteada de la infinitud asociada a la voluntad y el deseo, nos permite también reconocer el concepto del dolor. Para Schopenhauer el dolor es esencial a la vida y como tal no proviene del exterior, sino que cada uno de nosotros lo lleva dentro, como un manantial que no se agota. Constantemente el deseo se hace presente, para ser eliminado y otra vez renacer. Y ninguna actividad puede realmente satisfacernos, mas sin embargo hacemos caso omiso de esta realidad, y seguimos buscando nuevos deseos, y así continuamos indefinidamente. Podemos decir que: "el hombre lleva en sí entonces un grande y único dolor que le hace olvidar todas las alegrías y todas las aflicciones menores. Esto constituye ya una actitud más digna que no la carrera incesante en pos de fantasmas que varían continuamente."
La esencia de la naturaleza inconsciente es una constante aspiración sin finalidad y sin pausas; de igual modo, la esencia del hombre consiste en querer y aspirar: es una sed inextinguible. El hombre se ve abandonado a sí mismo, inseguro de todo lo que es y lo que le rodea, amenazado por toda clase de peligros siempre recurrentes. Schopenhauer afirma que en realidad la vida es sólo una continua lucha por la existencia, con la certidumbre de una derrota final, La vida es un mar sembrado de remolinos, e incluso aquel que con prudencia y buena suerte logra salir bien, en realidad lo que hace es aproximarse cada vez más al destino final, a el camino sin retorno; en otras palabras a la muerte.
La vida como mencionábamos anteriormente es necesidad y dolor. Si la necesidad es satisfecha, como normalmente ocurre, entonces lo que nos espera es el aburrimiento, el tedio, la desesperanza, el saber que estamos encerrados en un ir y venir sin descanso, la rueda del destino que nunca se detiene. La vida humana esta encerrada entre el dolor y el aburrimiento.
El hombre será el único animal que hace sufrir a los otros con el único objeto de hacer sufrir, El hombre como sabemos goza con el mal de los otros, el hombre es un animal de presa, que apenas ve a su lado un ser más débil que él, se le tira encima, por ello a nadie hay que envidiar, mientras que habría que compadecer a una infinita cantidad de hombres, porque se hallan condenados a la vida.
El dolor es en realidad lo positivo para Schopenhauer, en cambio, lo negativo, lo ilusorio, es la felicidad. El dolor y la tragedia no sólo constituyen la esencia de la vida de los individuos, sino también la de la historia de toda la humanidad. La vida de cada individuo es una lucha continua, no sólo una lucha metafísica con la necesidad o con el aburrimiento, sino también una lucha real con los demás individuos. El progreso es una ilusión, no es como lo vería Hegel, entendiendo el espíritu absoluto en su racionalidad y progreso. La historia es destino, es el trágico ir y venir de la misma sinfonía.
Recordemos las palabras de Calderón: El mayor delito del hombre es haber nacido. Con esta reflexión sobre el dolor, la voluntad y el carácter terminamos este tema para traer unos de los conceptos principales que subyacen a la ética en Schopenhauer.
Pasemos ahora a estudiar el tema de la influencia de la fuerza individual y el deseo de vivir, en otras palabras el deseo siempre insatisfecho de querer afirmar nuestra voluntad individual.
Queremos entender el poder que tiene la fuerza individual, ante lo que llamaríamos la presencia e importancia del otro. Veremos que esta fuerza de la individualidad tiene una notoriedad diferente en cada ser humano y ésta será el origen de la temática que empezaremos a estudiar, y que denominaremos o conocemos también como egoísmo.
"Llamamos perverso a un hombre que, no contenido por fuerza alguna exterior, no desperdicia ocasión, de obrar injustamente. Según nuestra definición de la injusticia, esto quiere decir que semejante hombre no se limita a afirmar su voluntad de vivir tal como se manifiesta en su cuerpo, sino que lleva a negarla en otros individuos" y continua seguidamente: "La intensidad del deseo de vivir es excesiva en tal individuo y rebasa la mera afirmación de su propio cuerpo; segunda, que su conocimiento, sometido exclusivamente al principio de razón y preso en el principium individuationis, se atiene tercamente a la distinción que este último establece entre su cuerpo y el de los demás, procurando su bienestar, sin importarle el ajeno, y considerando a los demás seres como extraños a él y separados de su individualidad por un abismo, o mejor, como si fueran fantasmas y no seres reales. Estos elementos constituyen la base del hombre perverso."
Según Shopenhauer, considerando al hombre perverso, descrito anteriormente, todo el mal del mundo, emana de la voluntad de vivir, de sus manifestaciones de egoísmo, de autoafirmación, de odio y de conflicto. Hasta el punto de exclamar en Parerga y Paralipomena: que en todos nosotros, en nuestro corazón reside una mala bestia al acecho de oportunidades buscando saciar sus instintos voraces, atacando a los demás y que, si no la evitamos, nos descuartiza.
Esta bestia salvaje y desenfrenada, este mal, radica propiamente en la voluntad de vivir. De aquí deduce Schopenhauer que la moralidad, si es posible, tiene forzosamente que implicar un rechazo de dicha voluntad, y, considerando que el hombre es una objetivación de la voluntad, rechazar ésta, significa negarse a sí mismo.
"La naturaleza se contradice directamente a sí misma según hable desde un punto de vista individual o desde uno general, desde dentro o desde fuera, desde el centro o desde la periferia. Su centro lo tiene en cada individuo, pues cada uno es toda la voluntad de vivir. De ahí que, aun cuando ese individuo sea tan sólo un insecto o un gusano, la naturaleza habla desde él diciendo: Sólo yo soy todo en todo; lo único que importa es mi conservación y todo lo demás puede irse a pique, al no ser propiamente nada. Así habla la naturaleza desde el punto de vista particular, o sea, desde la autoconciencia y sobre eso descansa el egoísmo de todo ser vivo."
Ante todo este panorama de fuerza ciega y voluntad de vivir en cada individuo, será muy difícil salir de esta actitud, sin a su vez, requerir de un verdadero y completo compromiso. Un Hombre puede llegar después de mucho esfuerzo, comprender que todos los individuos en realidad sólo son una sóla cosa, pues todos pertenecemos al mundo espacio-temporal, al mundo del fenómeno, como representación de una única voluntad. Aquí estamos ante el nivel ético de la compasión.
La bondad verdadera no consiste, en obedecer un imperativo categórico a la manera de Kant. La bondad verdadera es amor, agape o caritas, a diferencia de eros que como sabemos está encaminado a la satisfacción de un placer individual. Amor es compasión o piedad, nos dice Shopenhauer; todo amor verdadero y puro es piedad y cualquier amor que no sea piedad es egoísmo. Eros es la representación del egoísmo; agape es piedad.
NEGACION DE LA VOLUNTAD DE VIVIR
"Del mismo manantial del cual nace todo amor, toda bondad, toda virtud y nobleza de ánimo se deriva también aquello que yo llamo negación de la voluntad de vivir."
Schopenhauer insiste a pesar del pesimismo que hasta ahora nos parece haber presentado, el mundo posee un significado moral: la existencia, la vida, es un crimen ya de por sí; es nuestro pecado original y lo expiamos exclusivamente por medio del sufrimiento y de la muerte.
En el mundo reina la justicia y además el mundo posee un significado moral. La voluntad aparece como la culpable de todo el mal presente en el mundo. La existencia o la vida es un crimen y la moralidad, si existiera, se podría expresar únicamente rechazando la voluntad de vivir, y apartándonos de la vida. Tenemos aquí una dialéctica por superar; no nos debemos quedar en la simple y llana contradicción, sino que la dialéctica como tal es movimiento, y por tanto este movimiento, nos pone ante nosotros la posibilidad de traspasar esta negación de la voluntad de vivir.
La solución no consistirá propiamente en lo que conocemos como suicidio, como culminación del máximo acto moral, ya que según nuestro autor, el suicidio es un acto de sumisión a la voluntad, de ningún modo su negación. La justificación radicará en el hecho que el hombre que se decide por el acto de suicidio lo hace con la idea en mente de librarse de ciertos males y que si pudiera escaparse de esos males que le acongojan, sin recurrir al suicidio, lo haría con agrado. Por esta razón, el suicidio, es la expresión de una concesión hecha a la voluntad de vivir. En consecuencia, la negación y la renuncia a vivir han de adoptar una forma que no sea el mencionado suicidio.
Creo que en este momento, que el lector podrá tener un atisbo del punto a donde pareciera inevitablemente tener que llegar. El que niegue su voluntad se moverá en el mundo como si éste no fuera nada, ya que lo único que niega es la apariencia de la voluntad. Nos planteamos entonces la pregunta sobre si la muerte es una total extinción.
La salida del mundo fenoménico significa necesariamente la extinción de la conciencia. Para el hombre que ha negado su voluntad de vivir, la muerte hiciera las veces de una posible extinción total. Estar en vida redujo su existencia al temor y, con la muerte, la destruye. El hombre llegó a su última meta que es la negación de la voluntad de vivir. En la negación de esta voluntad de vivir esperaríamos que se diera la unión con la voluntad única y sería por otro lado el fin de todos nuestros sufrimientos, y también el fin de todo egoísmo, donde el tú y el yo, también dejarán de existir, uniéndonos en el abrazo mortal de la totalidad.
La voluntad ha recorrido el camino de nuestra vida y volvemos al mismo punto de donde veníamos. Una eternidad antes, en ella, y otra eternidad en el futuro con ella.
El mundo, en cuanto fenómeno, es representación, pero en esencia es voluntad ciega e irrefrenable, siempre insatisfecha. Cuando el hombre, a través del uso del conocimiento y de su instinto, penetra en la más profunda realidad, comprende que la realidad es voluntad y que él mismo también no es otra cosa que voluntad y representación. Entonces puede entender el camino de su redención, ésta se da únicamente si deja de querer.
Podemos liberarnos del dolor y el aburrimiento, y eliminar la sucesión infinita de necesidades de nuestra vida, por la vía del arte y de la ascesis. En la experiencia estética el individuo se libera de las ataduras de la voluntad, olvidándose de sí mismo y de su dolor. Al sumergirnos en un estado de pura contemplación, nos liberamos durante un instante de todo deseo y toda preocupación, nos liberamos de nosotros mismos, ya no somos más el individuo que pone la inteligencia al servicio del querer, el sujeto correspondiente a su objeto particular, y al quedar purificados de toda voluntad, somos el sujeto eterno del conocimiento, el correlato de la Idea. Pero también es claro que si este estado contemplativo, sirve para indicarnos un camino a la felicidad del hombre, la liberación del dolor de la vida, la total redención del hombre, debe producirse por otro camino, al que llamaremos ascesis.
La ascesis significa que la liberación del hombre con relación al movimiento entre dolor y aburrimiento sólo puede concretarse si suprimimos en nosotros mismos el origen de este mal, es decir, la voluntad de vivir, tal como en el párrafo anterior lo habíamos mencionado; es el llegar al sujeto eterno del conocimiento. Hay que eliminar toda distinción entre nuestra individualidad y la de los demás, entendiendo el hecho de que todos nos vemos afectados por la misma desventura, todos estamos en este mundo sufriendo una serie de males que son similares.
La bondad nos permite entender el sufrimiento de esos otros seres también desdichados, que sufren en carne propia los avatares de un destino sin justificación y totalmente ciego en sus decisiones. Esta bondad es una compasión, un sentir el dolor ajeno a través de la comprensión de nuestro dolor; amor y compasión serían una sóla cosa. Al ver el dolor, las miserias, las angustias, el padecer; sentiremos entonces la afinidad que nos relaciona y nos une con los otros; experimentaremos simpatía por ellos, y en lugar de odio y de desprecio, tendremos piedad.
El camino es entonces entender la infelicidad de los demás para poder sentir por ellos la piedad.
En cualquier caso, sin embargo la piedad continua siendo un padecer, el camino para erradicar de una vez por toda la voluntad de vivir y el dolor, continúa siendo la ascesis. La misma ascesis de los sabios indios y los santos ascetas del cristianismo. La ascesis es el horror que se experimenta ante la presencia de un mundo lleno de dolor. La ascesis saca al hombre de la voluntad de vida, de las ataduras con las cosas, y por eso le permite estar en el estado de una completa serenidad.
El sufrimiento, la existencia del otro, el egoísmo, y la piedad son los temas que recogeremos en estas conclusiones. Nos propusimos entender la importancia de una filosofía antropológica, a la luz de nuestra lectura del mundo como voluntad y representación, y de los comentarios al libro cuarto. Buscamos en este proceso comprender en qué consiste una ética que considere la totalidad subyacente a este aparente mundo fenoménico, en donde se hace presente la multiplicidad, la caducidad y el otro.
Si el prójimo se nos presenta como el objetivo final de mi propia voluntad, si deseo su bien como deseo el mío, esto me identifica radicalmente con él, de esta forma estoy eliminando toda posible diferencia existente entre él y yo, origen fundamental del anteriormente nombrado egoísmo.
El problema de esta argumentación, está en el hecho de que no es posible para un ser humano normal, colocarse exactamente en el lugar de otro, y queda siempre abierta la posibilidad de dudar sobre si el otro, es un yo, como mi propio yo. De alguna forma tendré que dar el paso de la creencia en la igualdad del tú, con el yo, y apoyarme en la evidencia que tengo, para intentar llegar al conocimiento que él, es realmente un tú, idéntico en toda proporción a mi.
Así podemos entender la unidad del mundo, y la unidad de todos los seres, este entendimiento se logra gracias a la piedad, y la individuación no es más que un simple fenómeno, nacido del espacio y del tiempo, como formas ideales pertenecientes a un sujeto trascendental. La multiplicidad de los otros es también subjetiva; es decir, está presente exclusivamente en mi representación del mundo. Se trata de reconocerse verdaderamente en el otro, y sin espacio, ni tiempos reales, todas las cosas son una y sólo una.
La superioridad del hombre sobre las demás entes, como don particular, resalta por su gran resistencia al sufrimiento consciente. Para alcanzar esta conciencia del dolor son posibles dos vías: La experiencia personal vivida, el sufrimiento, a partir del cual despierta nuestra conciencia al dolor universal, y por otra parte, la relación con el dolor ajeno, al que se le reconoce como propio; éste es el fenómeno mismo de la piedad, la toma de conciencia del dolor ajeno constituiría el segundo camino que lleva a la sabiduría.
Es ante el dolor que tomamos conciencia de nuestra vida, y de nuestra pertenencia a una totalidad, es cuando aparece esta piedad universal que podemos reconocer el sufrimiento universal como propio, como un rasgo de nuestro ser.
Si nos es posible apiadarnos del prójimo, no nos será posible por el contrario, regocijarnos con él. La felicidad o el bienestar de los demás siempre nos dejarán inalterados. De tal manera que podemos entender el dolor como el elemento positivo por naturaleza, mientras que el placer y la satisfacción del deseo serán los aspectos negativos de la realidad.
Entonces para Schopenhauer, el fenómeno de la piedad, es decir la comprensión que tengo en cada caso del sufrimiento ajeno, y el intento de superar este sufrimiento en el otro, es realmente donde reside todo análisis, toda satisfacción, todo bienestar y toda nuestra posible felicidad. Podemos pensar que sólo esta piedad es la verdadera base de toda justicia libre y de todo auténtico amor humano.
El proceso de la piedad, según nuestro autor, es realmente el gran misterio de la ética, el tan buscado fenómeno ético fundamental: el misterio donde el muro que separa a los individuos se desvanece; donde el no-yo se convierte en yo. Aquí radica la esencia de todo comportamiento moral, donde la voluntad es unidad absoluta y su fragmentación es sólo parte de nuestra ilusión, la cual debe ser develada, en nuestro proceso de transformación.
"Compasión no es para Schopenhauer, una exigencia moral, sino el nombre de una experiencia, acompañada de sentimiento intenso, que a veces se produce en las personas; a saber, la experiencia de que todas las cosas fuera de mí son también voluntad y sufren dolores y congojas como yo mismo. Para el que siente compasión se ha vuelto transparente el velo de maya y ha dejado de estar sometido al engaño del principium individuationis. Se reconoce a sí mismo en cada ser y por tanto también en los que sufren. Compasión es la facultad para desplegar, en determinados instantes, la propia existencia corporal de la voluntad más allá de las propias fronteras del cuerpo. La voluntad conserva toda su fuerza en mí, pero no actúa ya en el frente de la autoafirmación; se encuentra en un estado de dispersión singular: no se concentra en el propio cuerpo, sino que irradia hacia afuera y no puede ya distinguir entre lo propio y lo extraño."
Podemos pensar con Shopenhauer, tratando de encontrar lo que sería el tan buscado principio fundamental de toda moral autentica; encontrar una resistencia de carácter y fuerza similar a nuestro egoísmo, debe ser éste el camino a seguir de todo lo que queramos entender como moral. Al ser el egoísmo el impulso anti-moral por excelencia, la ausencia de toda motivación egoísta es, por consiguiente, el criterio de la moralidad en acción.
El sentimiento puro y en especial los sentimientos desinteresados o altruistas, como generalmente los conocemos, quizás puedan proporcionarnos el tan buscado principio fundamental de toda moral autentica.
Podemos concluir, que para Schopenhauer lo esencial sigue siendo la negación individual de la voluntad; la supresión del deseo. El verdadero remedio, no es la muerte o el suicidio. La solución, es el ascetismo individual; sólo la abstinencia y la no-procreacion pueden alcanzar a la larga, la desaparición de la especie humana y del deseo de vivir en el hombre.
Tenemos entonces la resignación y la indiferencia dentro de lo fenoménico, y la contemplación y el misticismo en el orden espiritual. La contemplación es ese desprendimiento casi místico, ese estado de verdadera quietud. En ese estado la sabiduría es con justicia, libertad, eternidad y liberación. Estamos pues, frente a una filosofía de la contemplación y no de la acción. En consecuencia se puede afirmar que el arte es tedio contemplado y la moral, una moral de desprendimiento.
Para terminar, diremos; que quizás en la música tengamos un suave murmullo de lo que la cosa en sí, o la voluntad nos tenga y nos quiera decir, el secreto del mundo y su actuar, pueda que el mundo desaparezca, pero la música seguirá sonando. La felicidad no es cosa fácil: es muy difícil hallarla en nosotros e imposible de encontrarla en otra parte.
"Nosotros lo reconocemos, efectivamente; lo que queda después de la supresión total de la voluntad no es para todos aquellos a quienes la voluntad misma anima todavía, sino la nada. Pero también es verdad que para aquellos en los cuales la voluntad se ha convertido o suprimido, este mundo tan real, con todos sus soles y nebulosas, no es tampoco otra cosa más que la nada."
RODRIGO FERRER
PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
FACULTAD DE FILOSOFIA
PROGRAMA DE MAESTRIA EN FILOSOFIA
PROBLEMAS DE ANTROPOLOGIA Y ETICA
Diciembre 2 del 2005
2/17/2006