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Víctimas del futuro – Adiós al liberalismo: en busca de la confianza perdida (página 7)

Enviado por Ricardo Lomoro


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Para José Antonio Hernández, portavoz de comercio de Intermón Oxfam, ése era, precisamente, el problema: plantear lo mismo que ya provocó un fracaso. "En estos momentos de crisis financiera y de caída de los precios de los alimentos y del petróleo, una desregulación del comercio sin salvaguardias dejaría a los países en desarrollo en una situación de mayor vulnerabilidad".

Los poderosos lobbies agrícolas de Estados Unidos, señala Hernández, están aprovechando la coyuntura para presionar al Congreso de su país e impedir una rebaja de las subvenciones a sus productos. Los sindicatos estadounidenses también se oponen a una mayor apertura de los mercados, pues temen más deslocalizaciones de la producción industrial a países con menores costes laborales. El Congreso surgido de las elecciones de noviembre pasado, además, tiene un marcado corte proteccionista. "En vista del estado de la economía, parece difícil recabar apoyos para una ronda global que promete abrir sectores de la economía de Estados Unidos a la competencia internacional", dice McMahon, del Consejo de Relaciones Exteriores. "El escepticismo comercial está creciendo".

La coyuntura parece estar llevando a Estados Unidos, otras veces abanderado del libre comercio, por el camino del proteccionismo. Según la encuesta anual del Pew Center, sólo el 53% de los estadounidenses cree que el libre comercio es bueno para su país, comparado con el 78% de 2002. Por el contrario, el 87% de los alemanes lo apoyan, como hacen el 82% de los franceses y el 77% de los británicos. En India, Nigeria o Corea del Sur, los porcentajes son aún mayores.

La economía europea depende mucho de las exportaciones, que suponen el 51% de su PIB, por tan sólo el 13% de Estados Unidos. Además, los países del viejo continente ofrecen a sus trabajadores afectados por la globalización una red de protección social más mullida de la que disponen los estadounidenses.

Hay cada vez más señales de que las desigualdades de renta en Estados Unidos están aumentando y de que las clases medias trabajadoras atraviesan su peor momento en varias décadas, subraya McMahon. Y esa situación, correctamente o no, se está asociando con la globalización. El economista Dani Rodrik, profesor de economía internacional en Harvard, ha publicado un informe en el que advierte de que la integración económica mundial podría provocar graves problemas sociales en algunos países desarrollados si no se protege mejor a las clases medias.

Weintraub, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, opina que el comercio libre, con barreras mínimas, maximiza a largo plazo el bienestar económico. "Lo opuesto, el proteccionismo, constituye un impuesto sobre los consumidores de los países importadores", subraya. "El proteccionismo en Estados Unidos y Europa occidental sólo invita a las represalias".

En opinión de los expertos, una consecuencia del fracaso de la Ronda de Doha sería la proliferación de acuerdos bilaterales como los que Estados Unidos y la Unión Europea han negociado en los últimos años con varios bloques comerciales de países en desarrollo. "Los retos del comercio necesitan un espacio multilateral", dice Hernández, de Intermón Oxfam, quien critica que la UE esté "apretando las tuercas" bilateralmente a países con una capacidad de negociación muy inferior a la que tienen en un marco multilateral. "Se están imponiendo condiciones muy estrictas".

McMahon está de acuerdo. "Hay preocupación por la posibilidad de que una cascada de acuerdos bilaterales y regionales llene el vacío dejado por un fracaso en la Ronda de Doha, creando una maraña de nuevas preferencias y quizá provocando un aumento de las disputas entre bloques regionales", afirma.

El presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, que hizo campaña contra los acuerdos de libre comercio firmados por la Administración de Bush, apenas ha pronunciado la palabra "comercio" desde su elección. Sin embargo, su futuro secretario del ramo, Bill Richardson, y sus máximos asesores en materia económica, Timothy Geithner y Lawrence Summers, son defensores del libre comercio.

El propio primer ministro británico, Gordon Brown, ha pedido a Obama que rechace posturas proteccionistas que en el pasado convirtieron crisis en profundas recesiones. Obama tiene ante sí el dilema de proteger la economía de Estados Unidos -como le piden agricultores, sindicatos, políticos y empresarios- y el multilateralismo que ha prometido durante su campaña y que ha hecho de él un hombre admirado en todo el mundo.

Entrevista: Primer plano – Pascal Lamy Director general de la Organización Mundial del Comercio (OMC) (El País – 14/12/08)

"Con los políticos, una cosa son sus deseos y otra su compromiso real"

(Por Alicia González)

Asegura que lo ha intentado hasta última hora pero el acuerdo, como ya se comprobó en julio, ha sido imposible. Pascal Lamy (Levallois-Perret, 1947) admitió el viernes que cerrar la Ronda de Doha este año era imposible y, sólo una vez que tiró la toalla, accedió a hablar con los medios. Telefónicamente en el caso de EL PAÍS. Es el primer incumplimiento de los compromisos que las potencias del G-20 alcanzaron en Washington para hacer frente a la crisis.

Pregunta: ¿Qué ha hecho imposible el acuerdo esta vez?

Respuesta: Hemos hecho muchos avances desde julio, como ponen en evidencia los nuevos compromisos que están encima de la mesa en dos áreas esenciales de la Ronda como son agricultura y tarifas industriales. Pero, nos ha faltado convergencia en dos temas, que no son los únicos abiertos pero sí tienen un importante calado político: la aplicación de la cláusula de salvaguardia, que los países en desarrollo piden poder aplicar en caso de aumento de las importaciones agrícolas, y la reducción de tarifas sobre productos industriales en determinados sectores, como la química o la electrónica. Quiero insistir en que no son las únicas áreas en conflicto, aunque parecen terriblemente técnicas y de escasa importancia, tienen mucha por razones políticas.

P. ¿Qué había distinto después del fracaso de julio?

R. Mi idea era que sentar a todos los ministros juntos en una habitación sin suficientes posibilidades de acuerdo, podría haber funcionado pero también había grandes riesgos de que no funcionase. En estas dos cuestiones, mi diagnóstico después de una semana llena de teleconferencias, conversaciones y reuniones con algunos ministros es que las posiciones siguen demasiado rígidas y que en esas condiciones una reunión ministerial no habría llevado a un acuerdo, incluso con la presión de otros para que flexibilizaran sus posiciones. No quería un nuevo fracaso ministerial. Mi propósito es que las negociaciones avancen, preservar lo que se ha hecho en términos de coincidencias y ahí hay muchos avances sobre la mesa. Pero el riesgo era que si yo convocaba a los ministros y no llegaban a un acuerdo eso habría sido un retroceso.

P. ¿Hay algún culpable de todo esto?

R. Supongo que entre los ministros se responsabilizarán unos a otros de estos resultados, pero como director general de la OMC debo respetar mi obligación de neutralidad. Reconozco que no cumplir con el mandato del G-20 (de terminar las negociaciones de Doha antes de fin de año) no son buenas noticias. Pero mi responsabilidad era intentarlo y preservar la integridad de la negociación y del sistema comercial multilateral. No soy el negociador, lo son ellos, los ministros. Y es su responsabilidad flexibilizar sus posiciones y si no quieren hacerlo yo no puedo hacerlo por ellos.

P. ¿Hay riesgo de que la Ronda de Doha fracase definitivamente?

R. Creo que como todas las negociaciones comerciales, y ya lo hemos visto en ocho rondas anteriores y en los seis últimos años, hay subidas y bajadas, avances y retrocesos, éxitos y fracasos,… Es una negociación muy compleja, con muchas etapas, muchos actores, muchos temas a tratar. Creo que si hubiéramos cerrado esta etapa, eso nos llevaría sin duda a la conclusión de la ronda el próximo año. Al no haberlo hecho, eso no impide que se cierren las negociaciones en 2009, pero verdaderamente lo hace más difícil. Y más aún con la crisis económica golpeando duro y con las bases económicas y sociales de los países sufriendo sus consecuencias. Por otro lado, el valor de lo que está encima de la mesa es ciertamente ahora mayor que hace seis meses. Todo el mundo está de acuerdo en que mantener la ronda abierta y dar una señal de compromiso con la negociación es una de las formas de mitigar la crisis económica.

P. ¿Qué consecuencias económicas tendrá este fracaso, una vuelta al proteccionismo?

R. Sí hay riesgos de ese tipo y desde luego si hubiéramos cerrado esta etapa hubiera sido una señal de determinación política para combatir las tendencias proteccionistas. A este respecto, no son buenas noticias. En estos momentos turbulentos es cuando nos damos cuenta de la importancia de mantener el comercio abierto, incluso si son las antiguas reglas las que rigen el sistema multilateral de comercio. Haber dado una señal de que se está haciendo el esfuerzo político para llegar a un compromiso hubiera sido una señal bienvenida. Realmente, no son buenas noticias para la economía mundial. Los miembros de la OMC han decidido darse un poco más de tiempo pero es mi obligación recordarles que el tiempo también tiene un precio.

P. Si ha pasado esto con el comercio ¿es una señal de lo que pasará en otras áreas de negociación multilateral, como la reforma del sistema financiero internacional que también se acordó en Washington?

R. Es una demostración de la gran distancia que separa los pronunciamientos de los líderes políticos y su traslación a la realidad. Expresan deseos pero luego no se traducen en gestos concretos. Uno siempre puede expresar un deseo pero la evidencia de que uno tiene verdadera voluntad de llevarlo a cabo sólo aparece cuando alcanzas un compromiso.

P. ¿Y no ha visto señales de esa voluntad estos días?

R. Sí, ha habido señales de compromiso en muchos temas, incluido el algodón, que es muy importante para muchos países en desarrollo agrícolas. Pero ha fallado en los dos temas más espinosos, que son tremendamente técnicos pero en los cuales algunos países han invertido mucho capital político. La cláusula de salvaguardia es una cuestión que tiene que ver con el futuro de muchos países emergentes y el debate ahora es cuánta influencia tienen las importaciones en la oferta doméstica de alimentos. La respuesta, sin duda, es diferente para India, China, Singapur o Chile, dependiendo del grado de apertura de sus economías. En las negociaciones sectoriales, se trata de saber si son un complemento a las reducciones de tarifas ya acordadas o si son un sustituto a estas. Si es la guinda del pastel o el pastel debajo de la guinda.

P. Algunos dicen que un acuerdo comercial será más difícil con la nueva administración estadounidense…

R. No lo sé. El equipo de transición ha estado callado sobre esta cuestión, que es lo tradicional. Hay una administración hasta el 20 de enero y tendremos una nueva a partir de entonces. Lo que sí es seguro es que las negociaciones continuarán cuando haya un nuevo equipo en el lado estadounidense.

P. El cambio de gobierno en Estados Unidos y las elecciones en India en mayo, ¿son un lastre añadido en las conversaciones de la Ronda?

R. No es tan claro, puede ir en los dos sentidos. Si los dirigentes políticos convencen a la gente de que combatir el proteccionismo es importante quizás se convierta en un activo para la campaña. Pero si están convencidos de que las importaciones son un problema para el país pueden ser un obstáculo.

Marx ha vuelto (El Confidencial – 3/1/09)

(Por Esteban Hernández)

edu.red

Estudiantes portan una pancarta con la imagen de Marx en Guatemala (Reuters).

Si las previsiones para 2009 se cumplen, es muy probable que, entre el empobrecimiento de la clase media, el paro creciente y el aumento de la conflictividad social comience a hablarse, más que de fallos en el sistema, de la misma quiebra del capitalismo. Y es que, si la crisis se hace más profunda, la vuelta de Marx será inevitable. De momento, El Capital está vendiendo mucho más desde que comenzó a hablarse de las hipotecas basura, sus obras son invocadas en ámbitos académicos y los partidos de izquierda ya no tienen reparos a la hora de pronunciar su nombre en voz alta. En España, el Partido Comunista vuelve a regir IU justo en el instante en que nace un partido anticapitalista (Izquierda Anticapitalista); en Francia hay un giro a la izquierda en el Partido Socialista mientras que Olivier Besancenot, el líder trotskista, continúa siendo la figura más popular más allá del PSF; en Alemania, Marx es reivindicado de nuevo en la política cotidiana; y en Grecia, un buen número de anticapitalistas han tenido papel preponderante en las revueltas.

Aunque, en realidad, afirma Augusto Zamora, profesor de Derecho internacional público en la Universidad Autónoma de Madrid y embajador de Nicaragua en España, no podía afirmarse que Marx hubiera dejado de estar entre nosotros. "Marx siempre ha sido muy estudiado: desde las facultades de economía japonesas hasta las universidades británicas o alemanas, a Marx se le tiene por un gran teórico, sin el cual es imposible explicar nuestro mundo. Lo que sucede es que antes se le había relegado a un rincón poco visible del salón mientras que ahora, con la crisis, se le ha vuelto a situar en el centro de la estancia". Así, Marx está dejando de ser una referencia sólo utilizable en los ámbitos docentes para convertirse de nuevo en un nombre vivo para la política cotidiana.

Y ese giro marxista se nota especialmente en que la izquierda está volviendo a los postulados materialistas, en desuso últimamente, como lugar central de sus políticas. En los últimos años, el apoyo a las minorías, las luchas ecologistas y las cuestiones morales (aborto, bodas gays, etc.) se convirtieron en el núcleo de las acciones de izquierda en detrimento de la clase obrera, sus reivindicaciones salariales y el horizonte de otro modelo estatal. En ese viraje influyó, según Zamora, la desorientación producida en las filas izquierdistas tanto por la consolidación del Estado de Bienestar y de las clases medias que aparejaba (lo que dejaba sin lugar al proletariado) como la desaparición de la URSS (lo que le dejaba sin modelo alternativo).

Y en la búsqueda de una nueva identidad, la izquierda perdió pie: "Los socialdemócratas dejaron de diferenciarse de la derecha, convirtiéndose en opciones políticas muy similares" y quienes estaban un paso más a la izquierda "no supieron adaptarse a las nuevas realidades sociales". En ese contexto, las cuestiones postmateriales se convirtieron en una salida sencilla del atolladero. La crisis, sin embargo, está obligando a resituar las cuestiones económicas en el centro de las propuestas y reivindicaciones de la izquierda. Según Zamora, "es inevitable que Europa piense de nuevo en lo material; Quizá ya no tengamos proletariado pero sí una gran masa de jóvenes condenados a una vida precaria que hacen imprescindible un nuevo modelo de redistribución de la riqueza".

La nueva cuña anticapitalista

En ese contexto, el término "anticapitalista" está resurgiendo con enorme fuerza. Lo que supone un indicador muy evidente, según Carlos Fernández Liria, profesor de Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid y autor de Educación para la ciudadanía, (ed. Akal), de que la izquierda está girando hacia Marx. Es por esa misma razón que el nuevo partido político, Izquierda Anticapitalista (IA), "está teniendo una aceptación muy sorprendente".

Un hecho que podría explicarse, sin duda, por la timidez ideológica de la IU de los últimos años: "Desde la dirección de Anguita, IU no ha tenido una postura anticapitalista clara; ha preferido pactar con el PSOE y con Prisa, lo que consiguió que sus votantes naturales se abstuvieran o les apoyaran a regañadientes". Y como, en lugar de afirmarse en sus ideas, "ha optado por hacer el juego al sistema", es normal que haya otros jugadores que traten de arrebatarle el lugar que le era propio. Pero ese pequeño éxito inicial también viene causado porque "muchos intelectuales de izquierdas, que han estado marginados y que no sabían con qué alternativa quedarse, han depositado en el nuevo partido esperanzas muy importantes".

Aunque desde una posición ideológica diferente, también percibe Jorge Verstrynge, profesor de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid, esa necesidad de que la izquierda recobre su posición en el panorama político. En ese sentido, Verstrynge señala cómo la renuncia de la izquierda a sus postulados básicos la ha llevado a tener "una terrorífica responsabilidad en la situación actual. Los partidos de izquierda aceptaron que los salarios perdiesen poder adquisitivo y estuvieron de acuerdo con las políticas de privatización masiva. Y ahora nos encontramos con que hemos entregado todas las palancas de las que disponía el Estado para hacer frente a crisis como la presente".

Una vez asentado cierto consenso sobre la necesidad de que regresen las cuestiones materiales al centro de la escena, hay que ver cómo se articulan esas nuevas opciones y a qué escenarios nos llevan: porque no es lo mismo que regrese Marx que lo haga el Estado soviético; no es lo mismo que se pretenda regresar a postulados comunistas clásicos o que se traten de impulsar nuevas prácticas a partir de la vieja teoría. En primera instancia, hay quienes aseguran que todo este movimiento no irá más allá de la recuperación de algunas recetas de corte keynesiano, ligadas al clásico Estado del bienestar.

¿Sin alternativas al Capitalismo?

En ese terreno se mueve Verstrynge, quien asegura que "hoy no parece haber alternativa al capitalismo, a excepción del caso de Chávez, que no es fácilmente aplicable en Europa". Por eso, sus recetas, y más en una situación de crisis como la presente, consistirían en "la utilización de instrumentos públicos para forjar el empleo y relanzar la máquina; en acabar con los paraísos fiscales; en volver a la circulación regulada de capitales; en crear una potente banca pública y en el regreso a políticas proteccionistas". Eso sí, los postulados keynesianos ya no podrían llevarse a cabo desde territorios estrictamente nacionales. Verstrynge coincide con Emmanuel Todd, quien acaba de proponer en su obra Àpres la democratie, "la conversión de Europa en una fortaleza comercial, desconectándola de la economía de EEUU. Y de la británica".

Fernández Liria señala que la izquierda del futuro cercano será claramente anticapitalista y que, además, habrá perdido cierto complejo antiestatalista que la animó en los últimos años. Desde esa perspectiva, Liria dice tener esperanzas "en cuanto a la posibilidad de la refundación de la izquierda, porque si bien la crisis va a ser un desastre sin referentes, percibo una gran madurez que no existió en los años siguientes al 68, donde se confundieron de enemigo. El problema no es el Estado de derecho sino el capitalismo. Es éste el que hace imposible el derecho y la democracia, el que vuelve abyecto al Parlamento, el que vuelve inoperantes y contraproducentes las instituciones". Es en ese sentido que Fernández Liria afirma que "las tendencias anarquistas me parecen muy peligrosas porque su reacción contra las instituciones coincide punto por punto con el discurso neoliberal".

Y, por último, hay quienes piensan que de esta crisis saldrá una nueva izquierda, alejada tanto de los parámetros socialdemócratas como del marxismo clásico. Según Carlos Prieto del Campo, de la Universidad Nómada, director de la colección Cuestiones de Antagonismo, de la Editorial Akal, "los cambios en IU y el nacimiento de IA son interesantes, pero no creo que sean expresiones de lo que la izquierda va a construir en los próximos 20 años. El proceso de refundación va a ser va a ser mucho más radical". Para Prieto, es esencial repensar las bases teóricas de la izquierda para darlas una formulación mucho más acorde con nuestra época. Así, la puesta en marcha de formas de acción reales pasa por "una nueva lectura de cómo funciona el capitalismo; por pensar espacios de actuación europeos y no nacionales; por un nuevo sindicalismo que identifique las nuevas formaciones de clase, con las cuencas de trabajo migrante, precario, cognitivo, etc., no representado por las grandes centrales sindicales…Se van a crear nuevas escenarios de lucha que sorprenderán al establishment".

– Tribuna: Primer plano Paul Krugman – Luchar contra la depresión (El País – 11/1/09)

"Si no actuamos con rapidez y audacia", declaraba el presidente electo Barack Obama en un reciente discurso semanal, "podríamos experimentar una recesión económica mucho más profunda, que podría provocar un desempleo superior al 10%". Si me preguntan a mí, diría que Obama estaba siendo muy suave.

El hecho es que las recientes cifras económicas son aterradoras, no sólo en Estados Unidos, sino en todo el mundo. La fabricación, en concreto, se está desplomando por doquier. Los bancos no prestan; las empresas y los consumidores no gastan. Las cosas como son, esto se parece mucho al principio de la segunda Gran Depresión.

¿Actuaremos con suficiente "rapidez y audacia" para evitar que eso ocurra? Pronto lo averiguaremos. Se suponía que no deberíamos hallarnos en esta situación. Durante muchos años la mayoría de los economistas creían que sería fácil evitar otra gran depresión. En 2003, Robert Lucas, de la Universidad de Chicago, en su discurso presidencial ante la Asociación Económica Estadounidense, declaraba que "el problema principal para prevenir la depresión se ha resuelto, a todos los efectos prácticos, y lleva de hecho muchas décadas resuelto".

Milton Friedman, en especial, convenció a muchos economistas de que la Reserva Federal pudo haber frenado en seco la Gran Depresión simplemente proporcionando a los bancos más liquidez, lo cual habría impedido una drástica caída de la oferta monetaria. Es bien sabido que Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, se disculpó ante Friedman en nombre de su institución: "Tiene usted razón. Fue culpa nuestra. Lo sentimos mucho. Pero gracias a usted, no volveremos a hacerlo".

Resulta, sin embargo, que prevenir las depresiones no es tan fácil al fin y al cabo. Dirigida por Bernanke, la Reserva Federal está proporcionando liquidez igual que si fuera un equipo de bomberos tratando de apagar un fuego de gran magnitud, y la oferta monetaria ha crecido con rapidez. Pero el crédito sigue escaseando, y la economía continúa en caída libre.

La afirmación de Friedman de que la política monetaria podría haber evitado la Gran Depresión fue un intento de refutar el análisis de John Maynard Keynes, quien sostenía que, en situaciones de depresión, la política monetaria es ineficaz y que hace falta una política presupuestaria -gasto deficitario a gran escala por parte del Estado- para luchar contra el desempleo. El fracaso de la política monetaria en esta crisis demuestra que Keynes lo entendió a la primera. Y el pensamiento keynesiano está detrás de los planes de Obama para rescatar la economía.

Pero estos planes podrían resultar difíciles de vender. Los informes de prensa dicen que los demócratas esperan aprobar un plan con amplio apoyo de los dos partidos. Les deseo buena suerte.

Lo cierto es que la toma de posiciones políticas ya ha empezado, y los líderes republicanos están poniendo obstáculos a las leyes encaminadas a estimular la economía al tiempo que pretenden ser los adalides de una deliberación prudente en el Congreso, lo cual no deja de tener su gracia, teniendo en cuenta el comportamiento de su partido en los últimos ocho años.

Más en general, después de declarar durante décadas que el Estado es el problema, no la solución, por no mencionar las críticas a la economía keynesiana y al New Deal, casi ningún republicano va a reconocer la necesidad de aplicar a la crisis económica una solución de gasto a lo grande, al estilo Roosevelt.

Sin embargo, el mayor problema al que probablemente se enfrentará el plan de Obama es la exigencia de muchos políticos de que se demuestre que las ventajas del gasto público propuesto justifican sus costes, demostración que nunca se exige a propuestas de recortes tributarios.

Es un problema que Keynes conocía bien: regalar dinero, señalaba, tiende a recibirse con menos objeciones que los planes de inversión pública, "que, al no ser completamente despilfarradores, tienden a juzgarse de acuerdo con principios estrictamente empresariales". Lo que se pierde en dichos debates es el principal argumento a favor del estímulo económico, o sea, que en las actuales condiciones un aumento drástico del gasto público proporcionaría empleo a estadounidenses que de otro modo estarían en paro, y dinero que de otro modo se mantendría ocioso, y pondría a ambos a trabajar para producir algo útil.

Todo esto me hace temer por las perspectivas del plan de Obama. Estoy seguro de que el Congreso aprobará un plan de estímulo, pero me preocupa que el plan pueda retrasarse y/o rebajarse. Y Obama tiene razón: realmente necesitamos medidas rápidas y audaces.

Ésta es mi hipótesis de pesadilla: el Congreso tarda meses en ratificar un plan de estímulo, y la legislación que acaba aprobándose es demasiado cauta. Como consecuencia de ello, la economía se hunde durante la mayor parte de 2009, y cuando el plan empieza por fin a surtir efecto, lo hace sólo con fuerza suficiente para frenar la caída, no para detenerla. Mientras tanto, la deflación se instala, y empresas y consumidores empiezan a basar sus planes de gasto en la perspectiva de una economía permanentemente deprimida; y bien, uno puede ver en qué desemboca esto.

Por lo tanto, ésta es nuestra hora de la verdad. ¿Haremos realmente lo necesario para evitar la segunda Gran Depresión? –

(Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y Premio Nobel de Economía de 2008.Traducción de News Clips. © 2008 New York Times News Service)

– Tribuna: Laboratorio de ideas Kenneth Rogoff – ¿Ha perdido Estados Unidos su empuje? (El País – 11/1/09)

Uno sabe que la autoestima de Estados Unidos ha sufrido un remezón incluso antes de que el presidente comience a expresar temores de que la crisis financiera pueda terminar resultando peor que la Gran Depresión de los años treinta. George Bush no es el único al que le preocupa que las cosas puedan empeorar bastante antes de comenzar a mejorar. Cada vez más conocedores del mundo de los negocios también están comenzando a preguntarse si Estados Unidos será capaz de enmendar su economía en algún momento del futuro cercano.

Los previsores económicos profesionales son considerablemente más optimistas: en general, el consenso entre ellos es que el crecimiento estadounidense en 2009 será cerca del -1,5%, tras una contracción similar en la segunda mitad de 2008. Será una dolorosa recesión, pero lejos de la caída de la producción de entre un 10% y un 15% que normalmente se asocia con una depresión con todas las de la ley. Por supuesto, últimamente los analistas que realizan proyecciones económicas han sido demasiado optimistas en cada giro de la situación, por lo que es comprensible que el público se muestre receloso de sus predicciones.

La generalidad de pronósticos sigue pareciendo optimista. Con un sistema financiero que sobrevive gracias al respirador artificial, una caída constante de los precios de las viviendas y un desempleo en aumento, la economía de Estados Unidos parece más vulnerable que en ningún momento desde los años setenta, y quizás desde la Segunda Guerra Mundial.

Aun así, cabe hacer notar que un crecimiento negativo del producto por más de dos años consecutivos es algo relativamente raro, incluso tras varias crisis bancarias. Puede que las relaciones estadísticas históricas sean un pálido consuelo en una recesión que hoy parece tan insidiosamente diferente de las catástrofes previas, pero no se las debería pasar por alto. Es posible que a Japón le haya tomado un tiempo inusitadamente largo recuperarse de su crisis de los noventa, pero es una excepción: la crisis ocurrió cuando la economía japonesa debió reestructurarse para los enormes desafíos que planteaba el surgimiento de China.

La total parálisis de políticas que ha predominado en el interregno entre los presidentes Bush y Obama no ha sido de ayuda. La política económica estadounidense ha involucionado a una especie de "rueda de la fortuna" para las firmas financieras. Un día se puede caer en la bancarrota, mientras que al otro pueden recibir un préstamo sin demasiadas obligaciones. Sólo cabe esperar que el equipo económico del presidente electo Obama, lleno de pesos pesados, comience al menos a adoptar una política coherente. Por sí sola, la coherencia sería un gran estímulo para la confianza.

Uno de los elementos básicos de un paquete de recuperación es, en primer lugar, un enfoque racional para volver a hacer arrancar el sistema financiero, lo que significa una determinación de precios de los activos ajustada al valor real del mercado, reestructurar y recapitalizar los bancos, y una nueva aproximación a la regulación que permita creatividad, al tiempo que proteja mejor al público contra parte de la locura que ha predominado por más de una década. Es necesaria la ayuda para la vivienda, para prevenir que los precios de las casas se disparen, así como un estímulo macroeconómico masivo que incluya una política monetaria moderadamente inflacionaria.

Varios gobernantes, entre los que destaca la canciller alemana Angela Merkel, están comprensiblemente preocupados acerca de las consecuencias de largo plazo de un estímulo macroeconómico enérgico. Estas inquietudes son válidas, especialmente considerando el creciente papel de los Gobiernos en la economía. Sin embargo, al igual que en tiempos de guerra, uno espera que estos efectos sean temporales. Además, ¿es la inacción una alternativa real?

Antes de los años cincuenta, las caídas del producto de un 15% a un 20% en un solo año eran cosa rutinaria (aunque es cierto que la contabilidad del ingreso nacional era más primitiva). Varios economistas académicos señalan que simplemente deberíamos soportarlo como lo hicimos entonces. Las recesiones tienen efectos depuradores importantes que ayudan a facilitar las penosas reestructuraciones.

Sin embargo, los sistemas sociales, económicos y políticos de hoy en día -al menos en los países desarrollados- son incapaces de soportar una baja del producto del 15% al 20% en tiempos de paz dentro de un periodo breve. Sólo podemos esperar que el Estado pueda salir de la economía la mitad de rápido que como entró. No obstante, la clara posibilidad de que el estímulo y la reestructuración pueden funcionar es un motivo adicional para esperar que esta recesión que se profundiza no se transforme en una depresión abierta.

Puede que Estados Unidos sea la "zona cero" de la crisis financiera global, pero no es el único país cargado de dudas sobre sí mismo. Gran Bretaña, Irlanda y España también están sufriendo crisis financieras de una magnitud similar. Algunos países que dependen de las exportaciones energéticas, como Rusia y Venezuela, están sufriendo contracciones de la actividad económica incluso peores. Hasta China, que antes parecía invulnerable, debe prepararse para una reducción a la mitad de su índice de crecimiento. Europa y Japón no se encuentran en problemas financieros tan complejos como el de Estados Unidos, pero aun así están en recesión. La economía mundial está en aprietos.

Sin embargo, del mismo modo como los optimistas fueron demasiado festivos durante el auge, es probable que los ultrapesimistas vayan demasiado lejos al predecir que hay una depresión a la vuelta de la esquina. 2009 será un año difícil, pero -si es que no se produce una conflagración en gran escala- hay buenas posibilidades de que en 2010 veamos un débil crecimiento en Estados Unidos, Europa y Japón, y probablemente un sólido crecimiento en la mayoría de los mercados emergentes. Puede que la economía estadounidense haya perdido buena parte de su empuje, pero será necesaria mucha más mala suerte y una serie de meteduras de pata en las políticas económicas para llegar a una segunda Gran Depresión mundial.

(Kenneth Rogoff es profesor de Economía y políticas públicas en la Universidad de Harvard, y fue economista en jefe del FMI. © Project Syndicate, 2009 www.project-syndicate.org)

– Tribuna: Laboratorio de ideas Joseph E. Stiglitz – El retorno triunfante de John Maynard Keynes (El País – 11/1/09)

Ahora somos todos keynesianos. Incluso la derecha en Estados Unidos se sumó al bando keynesiano con un entusiasmo desenfrenado y en una escala que, en algún momento, habría sido verdaderamente inimaginable.

Para quienes nos adjudicábamos alguna conexión con la tradición keynesiana, éste es un momento de triunfo, después de que nos dejaran en el desierto, prácticamente ignorados, durante más de tres décadas. En un nivel, lo que está sucediendo ahora es un triunfo de la razón y la evidencia sobre la ideología y los intereses.

La teoría económica se había dedicado a explicar durante mucho tiempo por qué los mercados sin obstáculos no se autocorregían, por qué se necesitaba regulación, por qué era importante el papel que jugaba el Gobierno en la economía. Pero muchos, especialmente la gente que trabaja en los mercados financieros, presionaban por una suerte de fundamentalismo de mercado. Las políticas erróneas resultantes -impulsadas, entre otros, por algunos miembros del equipo económico del presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama- ya antes habían infligido enormes costos a los países en desarrollo. La luz se hizo justo cuando esas políticas empezaron a generar costos en Estados Unidos y otros países industriales avanzados.

Keynes sostenía no sólo que los mercados no se autocorregían, sino que, en una crisis pronunciada, la política monetaria probablemente resultara ineficiente. Se necesitaba una política fiscal.

Pero no todas las políticas fiscales son equivalentes. En Estados Unidos hoy, con una montaña de deuda inmobiliaria y un alto nivel de incertidumbre, los recortes impositivos probablemente resulten ineficientes (como lo fueron en Japón en los años 1990). Gran parte, si no la mayor parte, del recorte tributario norteamericano del pasado mes de febrero fue destinado al ahorro.

Con la enorme deuda que deja atrás la Administración de Bush, Estados Unidos debería estar especialmente motivado para obtener el mayor estímulo posible de cada dólar invertido. El legado de subinversión en tecnología e infraestructuras, especialmente del tipo verde, y la creciente brecha entre los ricos y los pobres requieren una congruencia entre el gasto a corto plazo y una visión a largo plazo.

Eso exige la reestructuración de los programas tanto tributario como de gasto. Bajarles los impuestos a los pobres y aumentar los beneficios de desempleo al mismo tiempo que se aumentan los impuestos a los ricos puede estimular la economía, reducir el déficit y disminuir la desigualdad. Reducir el gasto en la guerra de Irak y aumentar el gasto en educación puede incrementar la producción en el corto y largo plazo y, al mismo tiempo, reducir el déficit.

A Keynes le preocupaba la trampa de la liquidez -la incapacidad de las autoridades monetarias para inducir un incremento en la oferta de crédito a fin de aumentar el nivel de actividad económica-. El presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Ben Bernanke, hizo un esfuerzo por evitar que se culpara a la Fed de agravar esta crisis de la misma manera que se la responsabilizó por la gran depresión, asociada con una contracción de la oferta monetaria y el colapso de los bancos.

Y aun así deberíamos leer la historia y la teoría con cuidado: preservar las instituciones financieras no es un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar un fin. Lo importante es el flujo de crédito y la razón por la cual el fracaso de los bancos durante la gran depresión fue importante es que participaban en la determinación de la capacidad crediticia; eran los depositarios de información necesaria para el mantenimiento del flujo de crédito.

Sin embargo, el sistema financiero de Estados Unidos cambió drásticamente desde los años treinta. Muchos de los grandes bancos salieron del negocio del préstamo y se metieron en el "negocio con movimiento". Se centraron en comprar activos, reempaquetarlos y venderlos, al mismo tiempo que marcaron un récord de incompetencia a la hora de evaluar el riesgo y analizar la capacidad crediticia. Se invirtieron cientos de miles de millones de dólares para preservar estas instituciones disfuncionales. Ni siquiera se hizo nada para reencauzar sus estructuras perversas de incentivos, que alentaban el comportamiento cortoplacista y la toma de riesgos excesiva. Con recompensas privadas tan marcadamente diferentes de los retornos sociales, no sorprende que la búsqueda del interés personal (codicia) condujera a consecuencias tan destructivas desde un punto de vista social. Ni siquiera velaron por los intereses de sus propios accionistas.

Mientras tanto, es muy poco lo que se está haciendo para ayudar a los bancos que efectivamente hacen lo que se supone que deben hacer los bancos: prestar dinero y evaluar la capacidad crediticia.

El Gobierno federal asumió miles de millones de dólares en pasivos y riesgos. Al rescatar al sistema financiero, tanto como en política fiscal, necesitamos preocuparnos por el "retorno de la inversión". De lo contrario, el déficit -que se duplicó en ocho años- aumentará aún más.

En septiembre se decía que el Gobierno recuperaría su dinero con intereses. A medida que se incrementó el rescate, cada vez resulta más evidente que éste era simplemente otro ejemplo más de una mala apreciación del riesgo por parte de los mercados financieros, como vienen haciendo consistentemente en los últimos años. Los términos de los rescates de Bernanke y Paulson eran desventajosos para los contribuyentes y, aun así, a pesar de su volumen, hicieron poco para reactivar el préstamo.

La presión neoliberal para una desregulación también satisfacía algunos intereses. A los mercados financieros les fue bien a través de la liberalización del mercado de capitales. Permitir a Estados Unidos vender sus productos financieros riesgosos y participar en una especulación en todo el mundo puede haber beneficiado a sus compañías, aunque esto les impusiera grandes costos a otros.

Hoy, el riesgo es que se utilice y se abuse de las nuevas doctrinas keynesianas para satisfacer algunos de estos mismos intereses. ¿Acaso quienes presionaron por la desregulación hace 10 años aprendieron la lección? ¿O simplemente querrán imponer reformas cosméticas: el mínimo requerido para justificar los rescates de megabillones de dólares? ¿Hubo un cambio de parecer o solamente un cambio de estrategia? Después de todo, en el contexto de hoy, perseguir políticas keynesianas parece incluso más rentable que ir detrás del fundamentalismo de mercado.

Hace 10 años, en el momento de la crisis financiera asiática, se discutió mucho sobre la necesidad de reformar la arquitectura financiera global. Poco se hizo. Es imperativo que no sólo respondamos adecuadamente a la crisis actual, sino que emprendamos reformas a largo plazo que serán necesarias si queremos crear una economía global más estable, más próspera y equitativa.

(Joseph E. Stiglitz es profesor de Economía en la Universidad de Columbia y ganador del Premio Nobel de Economía en 2001. © Project Syndicate, 2008. www.project-syndicate.org)

– Una nueva ola de proteccionismo prolongaría la crisis global (The Wall Street Journal – 12/1/09)

Varias industrias están presionando a sus gobiernos para que las protejan de sus rivales

(Por Bob Davis)

Una nueva ola de proteccionismo cobra forma en todo el mundo y podría provocar más daño a las economías más golpeadas por la crisis.

Varios sectores empiezan a hacer cola en Beijing, Bruselas y Washington en busca de protección contra las importaciones. Eso también ha ocurrido en otros períodos de desaceleración, pero esta vez las restricciones pueden ser más perjudiciales debido a la naturaleza global de la crisis económica.

En los años 80, Japón podía darse el lujo de no desquitarse contra las cuotas que Estados Unidos impuso sobre su acero y autos porque su economía iba viento en popa. La crisis actual no tiene claros vencedores, lo que hace mucho más difícil que un gobierno ponga la otra mejilla.

La predilección actual por lanzar grandes paquetes de estímulo fiscal también puede ir asociada al proteccionismo, a medida que cada país busca asegurar el beneficio de sus industrias. Los demócratas en el Congreso de EEUU y sus aliados tratan de imponer cláusulas que sólo permitirían la inversión en firmas estadounidenses. Esta postura ya empieza a generar reclamos de parte de las autoridades europeas. "El libre comercio no existe", dice Daniel DiMicco, presidente ejecutivo de la siderúrgica Nucor Corp. y un defensor de las medidas que favorecen a las empresas estadounidenses. "Todo comercio es manejado".

La protección comercial puede agudizar los problemas económicos y ahogar un potencial motor de crecimiento en momentos en que el consumo y la inversión están en franco declive a nivel global. El Banco Mundial prevé que el comercio global se contraerá 2,1% este año, el primer declive desde 1982.

Aunque los acuerdos de libre comercio han reducido ampliamente los aranceles, no han hecho mucho para combatir el proteccionismo. Bajo las reglas de la Organización Mundial de Comercio, los países establecen niveles arancelarios formales, que suelen ser bastante altos, y luego aplican aranceles más bajos. Esa estrategia les da margen de maniobra para elevar los aranceles sin violar las reglas de la OMC.

Ecuador, por ejemplo, anunció un alza generalizada de aranceles en varios sectores, aumentando los impuestos sobre algunos tipos de carne importada de 25% a 85,5%. India aumentó los aranceles sobre el acero, mientras Rusia, que no es miembro de la OMC, elevó los aranceles sobre los autos importados.

Las industrias también han empezado a recurrir a acciones legales contra sus competidores que cuentan con determinados tipos de subsidios de sus gobiernos o que practican el dumping, o sea, que venden sus productos por debajo de los precios de mercado. Cuando un gobierno aprueba una queja, impone aranceles prohibitivos. Las represalias, a menudo, no se dejan esperar.

La idea era que la integración de la economía global dejara obsoletos los casos de dumping. Si una siderúrgica tiene plantas en EEUU, India y Brasil, dice la teoría, no participaría de casos de dumping por temor a que alguna de sus fábricas fuera afectada. En la práctica, sin embargo, puede ocurrir lo contrario. Según un funcionario de la OMC, los casos de dumping se han vuelto potencialmente más fuertes ya que esa misma siderúrgica ahora puede entablar quejas en los tres países contra un rival.

Según la última encuesta de la OMC, 16 países iniciaron 85 procedimientos antidumping durante el primer semestre de 2008, comparado con 61 investigaciones en 2007. La cifra debería registrar un aumento acentuado porque la crisis económica se profundizó en el segundo semestre del año pasado. Casi la mitad de las quejas tienen que ver con China.

Otros países han hallado otras formas de bloquear las importaciones. Indonesia exige que los importadores obtengan licencias especiales como una forma de controlar la importación de vestuario, calzado y electrónicos. México ha amenazado con prohibir el ingreso de algunos tipos de carne de EEUU, una medida que los productores estadounidenses consideran una represalia contra las nuevas reglas que exigen que la carne importada a EEUU lleve un sello que identifique el país de origen.

"Lo más sorprendente es la cantidad de espacio dentro del marco legal de la OMC que los países tienen para aumentar el proteccionismo sin que violen el acuerdo", dice Gary Hufbauer, experto del Instituto Peterson para la Economía Internacional, un centro de estudios proclive al libre comercio. Las normas de la OMC no exigen que los paquetes de estímulo de los gobiernos sean abiertos a todos los interesados. Sólo algunos países, además de la Unión Europea, han aceptado el código de la OMC que busca asegurarse de que los contratos gubernamentales estén abiertos a las firmas extranjeras. Incluso quienes firmaron el pacto pueden hacer grandes excepciones, como lo ha hecho EEUU con las compras del Pentágono y de gobiernos estatales y municipales. Buena parte del paquete de estímulo del presidente electo Barack Obama podría excluir a las empresas extranjeras sin violar las normas de la OMC. El Congreso, asimismo, es un defensor de ese plan. El rescate de las automotrices fue desarrollado de tal forma que excluye en gran medida a las automotrices extranjeras, lo que ha provocado las quejas de la Comisión Europea. Los legisladores están estudiando un programa de infraestructura de US$ 85.000 millones que requeriría que el acero, el hierro y los bienes manufacturados que se usen en los proyectos sean producidos en EEUU.

La única forma de combatir el proteccionismo es a través de una respuesta global. La cumbre del G-20, el grupo de 20 países que incluye a las principales economías industrializadas y emergentes, es un buen foro para alcanzar una agenda común contra el proteccionismo. Cuando el grupo se reunió en noviembre, acordó "evitar la imposición de nuevas barreras" al comercio y la inversión durante 12 meses. Algunos días después, India aumentó los aranceles sobre el acero, el hierro y la soya. Cuando se reúna en marzo, el G-20 tendrá que esforzarse bastante más para defender el libre comercio. De lo contrario, los esfuerzos para sacar a la economía global de la recesión podrían ser infructuosos.

NAFTA podría modificarse (BBCMundo – 14/1/09)

El presidente de México, Felipe Calderón, dejó abierta el martes la posibilidad de iniciar discusiones acerca de posibles cambios en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) un día después de haberse entrevistado con el presidente electo estadounidense Barack Obama.

Al gobierno mexicano le preocupan las promesas de campaña de Obama de que renegociaría el tratado con México y Canadá.

Después de su último encuentro con el presidente George W. Bush en la Casa Blanca antes de que entregue el cargo a Obama, Calderón resaltó la importancia del NAFTA como mecanismo generador de empleos.

"Como ayer indiqué al presidente electo Obama, estamos dispuestos a construir sobre la base de lo que ha logrado el tratado de libre comercio para poder enfocarnos a mejorar los beneficios del intercambio comercial", señaló Calderón junto a Bush en la Oficina Oval.

Calderón señaló que estaría dispuesto a "revisar como siempre hemos estado dispuestos, aspectos que preocupan no sólo a los americanos (estadounidenses) sino a los mexicanos".

El sector laboral de EEUU, uno de los principales baluartes de la campaña presidencial de Obama, se ha quejado de que el NAFTA ha generado pérdidas de empleos en los grandes estados industriales.

Sin embargo, Calderón señaló tras el triunfo de Obama en noviembre que cualquier restricción al comercio internacional únicamente alentaría a más mexicanos a ingresar a EEUU como indocumentados.

Por su parte, Obama hizo hincapié en que se esforzaría por fortalecer los vínculos de EEUU con México, pero se abstuvo de emitir comentarios sobre el NAFTA en la rueda de prensa posterior al encuentro del lunes con Calderón.

En todo caso, el corresponsal de la BBC en Washington, Carlos Chirinos, indicó que el presidente Calderón dijo tras su encuentro con Obama esta semana, que espera que con el nuevo gobierno estadounidense se abra una época de cooperación extraordinaria entre ambos países.

La cooperación entre EEUU y México en el combate al narcotráfico también saltó a la luz pública en las reuniones de Calderón con Obama y Bush.

Obama respaldó la continuación de la Iniciativa de Mérida, un plan de lucha al narcotráfico acordado entre ambos países en 2007, y prometió ayudar a frenar el tráfico de armas de EEUU a México.

Bush por su parte señaló que "los estadounidenses están preocupados con la batalla que se lleva a cabo en México. Quiero que nuestros ciudadanos entiendan que este hombre está consciente de la responsabilidad del gobierno de garantizar la seguridad".

Sin embargo lo que más llamó la atención fue el llamado del presidente estadounidense para que se reduzca el consumo de drogas.

"Cuanto menos drogas consumamos, menos presión habrá en México. Tenemos la responsabilidad de prevenir que las armas pasen de EEUU a México", dijo Bush.

– Tribuna: Primer plano Paul Krugman – Ideas para Obama (El País – 18/1/09)

La semana pasada, al presidente electo Barack Obama le pidieron que respondiese a los escépticos que afirman que su plan de estímulo no bastará para ayudar a la economía. Obama respondió que quiere oír ideas sobre "cómo gastar dinero de manera eficiente y eficaz para hacer que arranque la economía". Pues bien, entraré al trapo, aunque como explicaré en breve, la metáfora del "arranque" es parte del problema.

En primer lugar, Obama debería descartar su propuesta de dedicar 114.000 millones de euros a subvenciones fiscales a empresas, lo cual no ayudaría mucho a la economía. Lo ideal sería que desechase también el recorte propuesto de 114.000 millones de euros en impuestos sobre la renta, aunque soy consciente de que fue una promesa electoral.

El dinero no despilfarrado en recortes de impuestos inútiles podría usarse para proporcionar más ayuda a los estadounidenses con problemas: aumentar las prestaciones de desempleo, ampliar el Medicaid (asistencia médica a personas sin recursos) y más. ¿Y por qué no iniciar ya las subvenciones para seguros -probablemente a un ritmo de 75.000 millones de euros o más al año- que serán esenciales si queremos una atención sanitaria universal?

Pero lo principal es que Obama necesita ampliar su plan. Para entender por qué, echen un vistazo a un nuevo informe de su propio equipo económico.

El sábado 10 de enero, Christina Romer, futura directora del Consejo de Asesores Económicos, y Jared Bernstein, que será economista jefe del vicepresidente, publicaban cálculos sobre lo que se conseguirá con el plan económico de Obama. Su informe es razonable e intelectualmente honrado, un cambio que se agradece después de las farragosas matemáticas de los últimos ocho años. Pero también deja claro que el plan se queda muy escaso respecto a lo que la economía necesita.

De acuerdo con Romer y Bernstein, el plan de Obama alcanzará su máximo impacto en el cuarto trimestre de 2010. Proyectan que, sin el plan, la tasa de desempleo en ese trimestre sería de un desastroso 8,8%. Pero incluso con el plan, el desempleo sería del 7%, aproximadamente como en la actualidad.

En el informe se afirma que, después de 2010, los efectos del plan desaparecerán rápidamente. Sin embargo, la tarea de impulsar la plena recuperación no quedaría rematada: la tasa de desempleo se mantendría en un doloroso 6,3% en el último trimestre de 2011.

Es cierto que la previsión económica es una ciencia inexacta, en el mejor de los casos, y las cosas podrían ir mejor de lo que predice el informe. Pero también podrían ir peor. En el informe se reconoce que "algunos analistas particulares prevén que las tasas de desempleo llegarán al 11% si no se toma ninguna medida". Y yo coincido con Lawrence Summers, otro miembro del equipo económico de Obama, que recientemente declaraba: "En esta crisis, hacer demasiado poco plantea una mayor amenaza que hacer demasiado". Por desgracia, ese principio no se refleja en el plan actual.

¿Cómo puede entonces Obama hacer más? Incluyendo en su plan mucha más inversión pública, lo cual será posible si adopta un punto de vista más a largo plazo.

El informe de Romer y Bernstein reconoce que "un dólar de gasto en infraestructuras es más eficaz para crear puestos de trabajo que un dólar de rebajas fiscales". Sin embargo, sostiene que "en un marco temporal corto, la inversión pública que puede efectuarse con eficacia tiene un límite". ¿Pero por qué tiene que ser corto el marco temporal?

Por lo que yo sé, los planificadores de Obama se han centrado en proyectos de inversión que impulsarán el empleo sobre todo a lo largo de los próximos dos años. Pero dado que es probable que el desempleo siga siendo elevado mucho más allá de esa ventana de dos años, el plan debería incluir también proyectos de inversión a más largo plazo.

Y hay que tener en cuenta que incluso un proyecto que surta su mayor efecto en, pongamos, 2011, puede proporcionar un significativo respaldo económico en años anteriores. Si Obama abandona la metáfora del "arranque", si acepta el hecho de que necesitamos un programa plurianual más que un efímero brote de actividad, puede crear muchos más puestos de trabajo mediante la inversión pública, incluso a corto plazo.

Aun así, ¿no debería Obama esperar una prueba de que hace falta un plan de miras más anchas y a más largo plazo? No. Ahora mismo la parte del plan de Obama relativa a la inversión está limitada por una escasez de proyectos listos para empezar de inmediato. Si Obama da su visto bueno ahora, podría haber en marcha mucha más inversión para finales de 2010 o 2011; pero si tarda mucho en decidirse, esa oportunidad habrá desaparecido.

Una cosa más: incluso con el plan de Obama, el informe de Romer y Bernstein predice una tasa de desempleo media del 7,3% en los próximos tres años. Es un porcentaje que da miedo, suficientemente elevado como plantear un verdadero riesgo de que la economía estadounidense quede atrapada en una trampa deflacionaria como la de Japón.

Por lo tanto, mi consejo al equipo de Obama es que se olviden de rebajar los impuestos a las empresas y, lo más importante, que afronten la amenaza de hacer demasiado poco haciendo más. Y la forma de hacer más es dejar de hablar de arranques y contemplar con más amplitud de miras las posibilidades para la inversión pública.

(Paul Krugman es columnista del diario "The New York Times". © New York Times News Service, 2009)

– Tribuna: Laboratorio de ideas Joseph E. Stiglitz – El camino escabroso hacia la recuperación (El País – 18/1/09)

Hoy existe un consenso de que la recesión de Estados Unidos -que ya lleva un año- probablemente sea extensa y profunda, y que casi todos los países se verán afectados. Siempre pensé que la noción de que lo que sucediera en Estados Unidos estaría desacoplado del resto del mundo era un mito. Los acontecimientos lo están confirmando.

Afortunadamente, Estados Unidos por fin tiene un presidente que de alguna manera entiende la naturaleza y la gravedad del problema y que se comprometió a implementar un fuerte programa de estímulo. Esto, junto con la acción concertada de los Gobiernos en otras partes, hará que la depresión sea menos severa de lo que sería si no fuera así.

La Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), que ayudó a crear los problemas mediante una combinación de liquidez excesiva y regulación laxa, intenta enmendar las cosas inundando la economía de liquidez -una medida que, en el mejor de los casos, simplemente impidió que las cosas fueran peor de lo que son-. No sorprende que quienes ayudaron a crear los problemas y no vieron venir el desastre no hicieran un buen trabajo a la hora de resolverlo. Por ahora, ya está establecida la dinámica de la caída y las cosas se pondrán peor, no mejor.

De alguna manera, la Fed se parece a un conductor ebrio que, al darse cuenta de repente de que se está saliendo del camino, empieza a conducir alocadamente de un lado a otro de la ruta. La respuesta a la falta de liquidez es cada vez más liquidez. Cuando la economía empiece a recuperarse y los bancos comiencen a prestar, ¿podrán drenar suavemente la liquidez del sistema? ¿Estados Unidos se enfrentará a un brote de inflación? ¿O, más probablemente, en otro momento de exceso, la Reserva Federal reaccionará exageradamente, cortando la recuperación de raíz? En vistas del trazo confuso exhibido hasta ahora, no podemos tener mucha confianza en lo que nos aguarda.

Aún así, no estoy seguro de que haya un reconocimiento suficiente de algunos de los problemas subyacentes que enfrenta la economía global, sin el cual la recesión global actual quizá no dé lugar a un crecimiento robusto -no importa el buen trabajo que realice la Fed.

Durante mucho tiempo, Estados Unidos desempeñó un papel importante a la hora de mantener en funcionamiento la economía global. El libertinaje de Estados Unidos -el hecho de que el país más rico del mundo no pudiera vivir con sus propios medios- fue muchas veces criticado. Pero tal vez el mundo debería estar agradecido, porque sin el libertinaje norteamericano, la demanda agregada global habría sido insuficiente. En el pasado, los países en desarrollo cumplían este papel a través de un déficit comercial y fiscal. Pero pagaron un precio alto, y ahora están de moda la responsabilidad fiscal y las políticas monetarias conservadoras.

De hecho, muchos países en desarrollo, temerosos de perder su soberanía económica en manos del FMI -como ocurrió durante la crisis financiera asiática de 1997-, acumularon cientos de miles de millones de dólares en reservas. El dinero que se dedica a reservas es ingreso que no se gasta.

Es más, la creciente desigualdad en la mayoría de los países del mundo implicó que el dinero pasó de quienes estaban dispuestos a gastarlo a quienes están tan bien que, por más que lo intenten, no pueden gastarlo todo.

El apetito interminable de petróleo del mundo, más allá de su capacidad o voluntad para producirlo, aportó un tercer factor. Los crecientes precios del petróleo transfirieron dinero a los países ricos en petróleo, contribuyendo nuevamente a la inundación de liquidez. Si bien por ahora se desinflaron los precios del petróleo, una recuperación robusta haría que se dispararan otra vez.

Durante un tiempo, la gente hablaba casi favorablemente de la inundación de liquidez. Pero esto sólo fue la otra cara de lo que había preocupado a Keynes -una insuficiente demanda agregada global-. La búsqueda de retornos contribuyó al apalancamiento y a la aceptación imprudente de riesgos subyacentes a esta crisis.

El Gobierno de Estados Unidos, durante un tiempo, compensará el ahorro creciente de los consumidores norteamericanos. Pero si los consumidores de Estados Unidos pasan de un nivel prácticamente cero de ahorro como tenían a un modesto 4% o 5% del PBI, entonces el efecto desalentador sobre la demanda (además del que resulte de las caídas en la inversión, las exportaciones y los gastos de los Gobiernos estatales y locales) no se verá plenamente compensado ni siquiera por los programas más grandes de gasto del Gobierno. En dos años, los Gobiernos, conscientes de los gigantescos aumentos de la carga de la deuda como resultado de los megarrescates y los asombrosos déficits, se verán presionados a arrojar excedentes primarios (donde el gasto del Gobierno neto de pagos de intereses es menor que los ingresos).

Hace pocos años se le tenía miedo al riesgo de un desdoblamiento desordenado de los "desequilibrios globales". La crisis actual puede ser vista como parte de eso, pero es poco lo que se está haciendo respecto de los problemas subyacentes que dieron origen a esos desequilibrios. No sólo necesitamos estímulos temporales, sino soluciones a más largo plazo. No es que exista una escasez de necesidades; es sólo que quienes podrían satisfacer esas necesidades tienen una escasez de fondos.

Primero: necesitamos revertir las tendencias preocupantes de una creciente desigualdad. Una carga tributaria más progresiva sobre los ingresos también ayudará a estabilizar la economía a través de lo que los economistas llaman "estabilizadores automáticos". También ayudaría si los países desarrollados avanzados cumplieran con sus compromisos de ayudar a los más pobres del mundo aumentando sus presupuestos de ayuda exterior al 0,7% del PBI.

Segundo: el mundo necesita enormes inversiones si ha de responder a los desafíos del calentamiento global. Los sistemas de transporte y los patrones de vida deben cambiarse drásticamente.

Tercero: se necesita un sistema de reservas global. Tiene poco sentido que los países más pobres del mundo les presten dinero a los más ricos a tasas de interés bajas. El sistema es inestable. El sistema de reservas en dólares está deshilachándose, pero probablemente sea reemplazado por un sistema dólar/euro o dólar/euro/yen que es incluso más inestable. Las emisiones anuales de una moneda de reserva global (lo que Keynes llamaba Bancor o el Fondo Monetario Internacional llama DEG) podrían ayudar a estimular la demanda agregada global, y utilizarse para promover el desarrollo y encarar los problemas del calentamiento global.

Este ejercicio será lúgubre. El interrogante que necesitamos formularnos ahora es: ¿cómo podemos mejorar las posibilidades de que finalmente logremos una recuperación robusta?

(Joseph E. Stiglitz es profesor de Economía en la Universidad de Columbia y Premio Nobel de Economía en 2001. Copyright: Project Syndicate, 2009. www.project-syndicate.org)

– Vuelve la mano visible del Estado (El Confidencial – 21/1/09)

(Por Carlos Sánchez)

Más claro no se puede decir. Ni probablemente en mejor foro. Pero lo cierto es que, por primera vez desde el New Deal de Roosevelt, un presidente de EEUU cuestionó ayer la capacidad del libre mercado -sin la intervención de los poderes públicos- para asignar eficientemente los recursos económicos. "Esta crisis -dijo Obama- nos ha recordado a todos que sin vigilancia, el mercado puede descontrolarse, y que una nación no puede prosperar durante mucho tiempo si favorece sólo a los ricos".

¿Quiere decir esto que estamos ante un líder radical convencido de que hay que intervenir de forma decisiva en la economía? No parece que esa sea su intención. Obama hizo ayer un ejercicio de pragmatismo económico. Consciente de que EEUU sigue siendo un país conservador. Su intención es gobernar una nueva mayoría social, no sólo parlamentaria, y eso puede explicar su obsesión por el equilibrio. Por satisfacer a casi todos. Por situarse por encima de las ideologías. Pero partiendo de un principio irrenunciable en EEUU: el poder del mercado "para generar riqueza y expandir la libertad no tiene rival".

A partir de este principio, el discurso económico de Obama, estuvo lleno de realismo. Intentando convencer a los estadounidenses de que las discusiones sobre el tamaño del sector público o sobre si hay que regular el mercado, son estériles, pertenecen a un tiempo que ya no sirve. "La pregunta que nos hacemos hoy no es si nuestro Gobierno es demasiado grande o pequeño, sino si funciona para ayudar a las familias a encontrar trabajo con un sueldo decente". O si funciona para que puedan pagar "los cuidados que necesitan y una jubilación digna". Es decir, una nueva versión del célebre "gato negro, gato blanco: lo importante es que cace ratones", que popularizó Felipe González tras un viejo a China. Pero a escala planetaria.

Si algo está claro tras el discurso de Obama es que EEUU no renuncia a ser la locomotora mundial, aunque haya que reconocer la gravedad de la crisis. Si en España el Gobierno tardó meses en reconocer la que se venía encima, Obama arrancó ayer su discurso sin tapujos. "Nuestra economía está gravemente debilitada como consecuencia de la codicia y de la irresponsabilidad de algunos; pero también por el fracaso colectivo a la hora de elegir opciones difíciles y de preparar a la nación para una nueva era". Obama en estado puro. Sin rodeos y con la bandera del cambio como eje de su actuación. Destrozando algunos tabúes instalados en EEUU en la era Bush. La imposibilidad de luchar contra el cambio climático porque pone en peligro la competitividad del país.

Energías renovables

Obama, por el contrario, dejó bien claro que está dispuesto a utilizar "el sol, el viento y la tierra para alimentar a nuestros automóviles y hacer funcionar nuestras fábricas". Es decir, utilizando energías renovables frente al consumo de energías fósiles, de uso intensivo durante el mandato de la anterior Administración por la influencia de los lobbies petroleros texanos sobre el ex presidente Bush. "Transformaremos nuestras escuelas y universidades para hacer frente a las necesidades de una nueva era", dijo Obama.

Guiño a los ecologistas pero también a quienes apuestan por el gasto público como nuevo motor del crecimiento. "Construiremos carreteras y puentes, las redes eléctricas y las líneas digitales que alimentan nuestro comercio y nos mantienen unidos. Pondremos a la ciencia en el lugar donde se merece y aprovecharemos las maravillas de la tecnología para aumentar la calidad de la sanidad y reducir su coste", aseguró.

¿Qué hay de su compromiso electoral de universalizar la asistencia sanitaria para 40 millones de norteamericanos que no tienen dinero para pagarse un seguro privado? En el discurso no hay rastro de esa promesa. Pero hay que tener en cuenta que tampoco el escenario era el más adecuado para bajar al detalle. Se trataba tan sólo de enunciar los principios. Obama dijo que lograr ese objetivo no es una cuestión de caridad, sino que hunde sus raíces en la necesidad de alcanzar la prosperidad de la nación "dando mayores oportunidades" a todos los estadounidenses.

Pero también un mensaje a navegantes. No mencionó el "célebre sangre, sudor y lágrimas" que prometió Churchill a los británicos en la II Guerra Mundial, pero sí dejó bien claro que "el tiempo del inmovilismo, de la protección de intereses limitados y de aplazar las decisiones desagradables ha pasado". Y lo dice en un país en el que toda la industria pide dinero al Gobierno para salvarse de la bancarrota. Y en el que ningún Gobierno, en los últimos años, ha adoptado medidas impopulares.

"A partir de hoy, debemos levantarnos, sacudirnos el polvo y volver a empezar la tarea de rehacer Estados Unidos". Palabra de presidente.

– Roubini: "El sistema bancario está en quiebra" (El Confidencial – 21/1/09)

Nouriel Roubini. Su palabra va a misa en los mercados financieros y ayer, lo volvió a demostrar. El pánico se apoderó una vez más de las bolsas estadounidenses y de los valores financieros después de que el gurú del credit crunch, Nouriel Roubini, hablara ayer de quiebra sector bancario estadounidense.

"Los problemas de Citi, Bank of America y otros sugieren que el sistema está en bancarrota. En Europa sucede lo mismo", fueron las palabras lanzadas ayer en Dubái y recogidas por Bloomberg, por este profesor de Economía en la Universidad de Nueva York que predijo la crisis financiera internacional y que alertó de que lo peor estaba aún por llegar.

Roubini estimó que "las pérdidas crediticias podrían alcanzar máximos de 3,6 billones de dólares para las entidades estadounidenses. De ser así, eso significa que el sistema financiero es efectivamente insolvente porque los bancos parten con una posición de capital de 1,4 billones. Estamos ante una crisis bancaria sistémica", fueron sus palabras.

En las últimas sesiones, las bolsas europeas han caído con fuerza arrastradas por el sector financiero a medida que los mercados observan que los esfuerzos de los gobiernos para restablecer la confianza en la industria financiera no conseguirán evitar un empeoramiento de la recesión mundial. Hoy, el pánico vendedor se repite de nuevo en Europa tras el batacazo de ayer de Wall Street.

Las pérdidas y las provisiones de las entidades financieras en todo el planeta han superado el billón de dólares desde que el mercado hipotecario subprime de Estados Unidos colapsara en 2007, según estimaciones de Bloomberg. Unas cifras que siguen saliendo a la luz. Bank of América, el mayor banco de Estados Unidos por activos, anunció el viernes pasado pérdidas trimestrales de 1.790 millones de dólares, las primeras desde 1991 y recibió 138.000 dólares de emergencia de las arcas públicas.

Citigroup, por su parte, anunció un agujero en el cuarto trimestre de 2008 de 8.290 millones, despidiendo el peor año de su historia. Asimismo anunció la división del grupo, su desguace en dos bajo el plan de su CEO Vikram Pandit para reflotar el grupo.

"El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se verá obligado a utilizar hasta un billón de dólares de fondos públicos para recapitalizar el sector financiero, después de los 350.000 millones de dólares inyectados por la administración Bush", en declaraciones de Roubini a Bloomberg. El Congreso de Estados Unidos aprobó el año pasado un plan de rescate millonario de 700.000 millones de dólares, de los cuales, la mitad todavía no se han distribuido.

– Los bancos se hunden en bolsa: Roubini vaticina la quiebra del sector (El Confidencial – 21/1/09)

Los bancos no consiguen remontar el vuelo en bolsa. El pesimismo y la desconfianza se han instalado en torno a un sector herido por la crisis financiera y al que las medicinas suministradas por los diferentes Gobiernos del planeta -inyecciones de capital, nacionalizaciones, etc.-, no consiguen curar. Tal es la gravedad de la crisis que el gurú del credit crunch, Nouriel Roubini, vaticinó ayer desde Dubái la bancarrota del sistema bancario a ambos lados del Atlántico. "Los problemas de Citi, Bank of America y otros sugieren que el sistema está en bancarrota. En Europa sucede lo mismo", fueron sus palabras, que cayeron ayer como una bomba sobre Wall Street, provocando el derrumbe de valores como State Street (-59%) o Bank of America (-29%). La reacción, primero en Asia y ahora en Europa, no se ha hecho esperar. Los bancos vuelven a caer a plomo.

"El globo de la fiesta estalló. Tristemente el rally que esperábamos por (la investidura) de Barack Obama parece que se ha quedado en pólvora mojada. El sector bancario se encuentra en un estado grave. No podía haber elegido un momento peor para tomar posesión del cargo", comenta a Reuters Justin Urquhart Stewart, director de Seven Investment Management.

Los bancos británicos se llevan el golpe más duro. Barclays se hunde cerca de un 20%. La entidad ha visto cómo desde principios de enero se ha evaporado más de un 60% de su valor en bolsa. No pintan mejor las cosas para Lloyds Bank, con pérdidas del 13% que sitúan sus acciones en mínimos de diez años. Ayer, Exane BNP Paribas señalaba en una nota a los mercados, que ambas entidades tenían un 25% de probabilidades de pasar a manos públicas, mientras que hoy, un asesor del primer ministro británico Gordon Brown, y presidente del comité selecto del Tesoro, John McFall ha abogado hoy por la completa nacionalización de Lloyds y Royal Bank of Scotland en vista del desplome de sus acciones.

Royal Bank of Scotland abría este lunes la Caja de Pandora al anunciar las mayores pérdidas de la historia empresarial del Reino Unido, que ese mismo día anunciaba su segundo y ambicioso plan de rescate del sector financiero que, al tenor de los acontecimientos, parece haber caído en saco roto.

No pintan mejor las cosas fuera de las islas. Deutsche Bank pierde más de un 5% tras conocerse que dos de sus hedge funds registraron pérdidas masivas en 2008. BNP Paribas cede más del 4% e Intesa San Paolo, un 5,8%.

En España, Santander y BBVA amplían la caída al 3,7% y al 4,3%, respectivamente. Desde que comenzó el año, los dos gigantes bancarios europeos acumulan una caída superior al 20% y han arrastrado tras de sí al Ibex 35, con pérdidas anuales que ya superan el 10%. El selectivo español se deja en los primeros compases más del 1% y se sitúa en mínimos anuales ligeramente por encima de los 8.100 puntos y se asoma a los mínimos de noviembre. "El selectivo está tanteando el soporte de los 8.100 puntos y no descartamos que lo perfore en próximas sesiones pudiendo encontrar nuevos soportes en torno a los 8.000 o incluso 7.700 puntos", comenta un operador a Reuters.

Las primeras sesiones alcistas del año han quedado en el olvido y las principales plazas europeas acumulan ya pérdidas anuales que superan el 10%.

– El mejor ministro de Economía del mundo se encuentra en… Indonesia (El Confidencial – 21/1/09)

(Por Ángel Villarino/Kuala Lumpur – Malasia)

¿Es posible salir airoso de la crisis más globalizada de todos los tiempos? Sri Mulayani Indrawati, ministra de Finanzas de Indonesia, está convencida de ello. Las cifras que baraja su gabinete refuerzan su optimismo, una impresión que comparten también varios banqueros e inversores extranjeros. El dato más sorprendente viene el primero: de todas las economías en desarrollo, Indonesia es la única que no espera un frenazo brusco en 2009. Así, si el año pasado creció un 6 por ciento, el Gobierno prevé superar el 5,5 en el presente ejercicio. Una etiqueta envidiable incluso para Asia, continente donde la crisis está siendo algo menos dramática que en Europa o Norteamérica.

Las cifras de Indonesia han llamado la atención de la revista Newsweek. Tanto, que la publicación estadounidense identificaba el país como uno de los "ganadores de la recesión mundial", codeándolo nada menos que con John Paulson, Nassim Nicholas Taleb (Universa), Toyota, Wall-Mart, Gordon Brown, Lula da Silva, Peter Schiff y Hyman Minsky, entre otros. En la categoría de "naciones", los otros nombres propios a los que Newsweek dedicó elogios gravitan también en la órbita asiática: India, que gracias a su mercado interno y a la buena salud de sus industrias tecnológicas seguirá creciendo un 5-%; y China, donde a pesar del paro y la creciente confrontación social, mantiene una envidiable progresión macroeconómica. Esta última observación es quizá la más discutible del ranking, teniendo en cuenta lo que están sufriendo las exportaciones chinas (que suponen más de la mitad de su PIB) por la caída de la demanda en Occidente.

Dejando a un lado las clasificaciones de la revista norteamericana, es cierto que Mulayani, la ministra de finanzas, ha recibido atenciones y elogios constantes en la prensa económica del Sudeste Asiático. Sus méritos lucen doblemente: por ser mujer en un país de mayoría musulmana y porque la clase política indonesia está considerada una de las más inoperantes y viciadas del mundo, tanto que ocupa un deshonroso puesto 126 en la lista de transparencia administrativa elaborada cada año por "Internacional Transparency".

Y es precisamente en ese frente donde se distinguen los mayores méritos que se le reconocen a la ministra: sus esfuerzos por regular la economía y por acabar con los viejos vicios de la era Suharto han disparado la recaudación de impuestos, que el año pasado fue hasta un 50% más que en ejercicios anteriores. Quienes glosan su carisma repiten una anécdota que, al parecer, tuvo lugar al poco de aceptar el cargo. Poco después de entrar al ministerio, Mulayani llamó a su despacho a un veterano asesor y le preguntó cómo era posible que su hija estudiase en Estados Unidos con un sueldo como el suyo. No hubo respuesta, porque todos la conocen: en países como Indonesia el salario de los cargos políticos es meramente anecdótico, el último de los incentivos.

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