Descargar

La sociedad humana ante la globalidad (página 7)


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10

Las compañías grandes canalizan su inversión adonde "puedan mejorar el desempeño de su operación mundial, ya sea porque ello les dé acceso a recursos naturales o porque contarán con externalidades ligadas a la disponibilidad de capital humano o de infraestructura física o tecnológica," creen Bekerman et. al.[453] Adelante defino externalidades.

"La organización industrial centrada en la autoridad ejercida en un cuadro jerárquico rígido, con intereses divergentes y una distribución desigual de la información, cede el lugar a una relación de colaboración tecnológica basada en la reducción de las asimetrías de la información y el acuerdo sobre criterios que norman la calidad de los procesos y productos y exigen la participación de proveedores cada vez más especializados," indica Casalet.[454]

Los procesos productivos se fragmentan y las unidades se especializan, para aprovechar ventajas competitivas en cada ubicación factible y tener "mayor independencia entre la localización industrial y los encadenamientos productivos. Se pueden identificar las tendencias tanto centrífugas hacia la descentralización cuanto centrípetas hacia el agrupamiento de actividades en áreas especializadas, en las que se maximiza la desintegración vertical de los procesos productivos y las relaciones de compraventa entre empresas," dice la misma autora.[455]

Se observa trasformación estructural autogenerada, apoyada en evolución tecnológica, productividad, libertad de mercado y capacidad competitiva. Ensancha la gama de posibilidades entre las que se puede elegir y la posibilidad de diversificar especialidades productivas, crear empleo y diluir riesgos por colapsos de mercado y recesos cíclicos, bajo el principio "no poner todos los huevos en una canasta."

Esto origina sectores dinámicos con cobertura y fuerza suficientes para remolcar actividades tradicionales, reconvertir a las obsoletas e informales, absorber el exceso de fuerza de trabajo y diluir incongruencias sectoriales y regionales. Son los que se deben promover.

67. Intervención estatal acotada

Liberalismo no implica ausencia de planificación, mientras ésta no reprima ni frene la economía, sino que sirva para organizarla y señalar caminos de acción; mantener estabilidad, evitar desequilibrios, prevenir catástrofes o atenuar sus consecuencias, y determinar adónde dirigir el esfuerzo y cómo repartir los beneficios. La discusión no es si debe aplicarse, sino el carácter y profundidad que ha de asumir.

La teoría de la mano invisible supone que los mercados son perfectos, i.e., que prevalece situación ideal y recobran su equilibrio mediante proceso similar a la homeostasis.

Un mercado perfecto cumple cinco requisitos: número de vendedores y compradores tan numeroso que ninguno en forma individual puede influir en el precio; las condiciones en que actúan los vendedores y compradores son idénticas para todos; ofrecen producto tipificado, homogéneo; vendedores y compradores tienen libre acceso, y todos disponen de información veraz, abundante y oportuna.

En la vida real los mercados adolecen de múltiples fallas: prácticas monopolísticas: influencia de uno o pocos vendedores; prácticas monopsonísticas: de uno o pocos compradores; diferenciación de productos en calidad, presentación, ubicación, servicio, publicidad, etc. confieren carácter monopolístico;[456] externalidades: circunstancias ajenas a las empresas que les brindan economías o deseconomías, tales como servicios de salud y educación, tecnología no protegida, bienes públicos, entre las favorables; contaminación de aire y agua entre las negativas;[457] participación del Estado, como oferente o demandante de bienes y servicios; aglomeraciones industriales; leyes, reglamentos y burocratismo que constriñen las actividades, e información defectuosa, nula, insuficiente, falsa, alterada o privilegiada.

Además, el cumplimiento de las leyes de mercado se condiciona a que el cuadro permanezca invariable: caeteris paribus. Tampoco ocurre en la práctica, donde todo se modifica continuamente, surgen dificultades, y cada quien actúa por su cuenta y riesgo: entabla guerra con competidores; procura optimizar eficiencia, ser competitivo y vencer; se esmera por lograr la relación más conveniente entre eficiencia y posición en el mercado. Esta lucha genera entropía en los mercados, es decir, pérdida de energía.

Eficiencia consiste en el mejor aprovechamiento de los recursos disponibles: se manifiesta en productividad. Depende de la organización, administración y especialización de las unidades. La posición en el mercado deriva de dar a los clientes lo que desean, atraerlos y conservarlos; penetrar en el mercado; adaptarse a él y sus mecanismos. En eso consiste la eficacia[458]

La competitividad es óptima cuando eficiencia y posición en el mercado son las mayores alcanzables; vulnerable, si existe alta eficiencia y baja participación; desaprovechada, con escasa eficiencia y posición elevada, y pésima, si ambos conceptos son bajos.

Al ampliarse y estabilizarse productividad y competitividad se incrementa la rentabilidad, lo cual confiere a las empresas flexibilidad para capitalizarse y desarrollarse.

La misión de cada empresa es conseguir la productividad, competitividad, rentabilidad y flexibilidad óptimas alcanzables.

Como la eficiencia de la economía en conjunto está sujeta a la de las unidades que la forman, los gobiernos, por muy liberales que se proclamen, implantan políticas de protección y apoyo a sectores estratégicos o vulnerables, como agropecuario, empresas pequeñas y medianas (PYMEs), así como a ejes de la economía: siderurgia e industrias de alta tecnología en naciones prósperas; azúcar, estaño o café, en áreas subdesarrolladas, y petróleo, quienes lo tienen.

Se inspiran en el principio de la mejor alternativa (second best), de Lipsey et. al., el cual asienta que si en una economía existe una falla de mercado ineludible, la solución óptima es que intervenga el gobierno.[459]

Dadas las fallas causadas por el globalismo en áreas subdesarrolladas, conviene intervención estatal selectiva, acotada por el mercado, para vigorizar marco institucional, infraestructura, educación y tecnología y así apuntalar la competitividad de sectores clave. Es "elemento fundamental de las políticas de desarrollo de los países desarrollados y de los países emergentes de Asia," señala De Maria y Campos.[460]

Incluso existe acuerdo sobre buenas prácticas en el seno de Organización Mundial de Comercio (OMC), que admite favorecer a PYMEs, desarrollo local y regional, protección de medio ambiente, generación de empleo, equidad social y desarrollo humano.[461]

La política de fomento es aplicable en el neoliberalismo, si bien su enfoque varía en tres puntos.[462]

Primero, en lugar de actuar sobre mercados de productos, se orienta a mercados de factores, con objeto de gestar innovación y adquirir capacidad competitiva. Es decir, se promueve la asignación de recursos, en vez de estimular la producción, como en el proteccionismo. Asimismo, se educa, capacita y motiva al factor humano.

Segundo, se opta por la intervención indirecta del Estado, quien deja de ser protagonista y participa como guía, facilitador e inductor; orienta, auxilia y estimula a la mano invisible —de particulares— y así participa en los movimientos del mercado.

Tercero, se promueve el talento empresarial como pivote de desarrollo, para lo cual se alientan investigación, organización, tecnología, innovación, informática y desde luego planificación. La intención es enriquecer la competitividad y no aumentar la producción como fin.

68. Fomento planificado

Las fallas de mercado son colosales en toda economía rezagada: se patentizan en distorsiones, desequilibrios e irregularidades. La estructura productiva es mórbida, deforme y mantiene situación caótica estacionaria, que Nurske llama equilibrio de subdesarrollo.[463] Agudiza asimetrías entre regiones, sectores y estratos, pues el avance de unos se da en detrimento de otros.

El aparato económico mexicano afrontará serios retos en los próximos 30 a 45 años: la población pudiere alcanzar entre 130 y 140 millones de personas en 2030 y de 140 a 155 millones en 2045, por lo que la demanda de bienes y servicios avanzará a ritmo acelerado; los compradores exigirán calidad y precio atractivos; será imperativo cuidar y regenerar los recursos naturales, y se acentuará la competencia externa.

El programa de fomento tiene que especificar tendencias y definir ¿qué país se puede construir?, ¿adónde dirigir la economía a largo plazo?, ¿qué objetivos y metas perseguir?, con el enfoque sistémico, realista y globalista reiterado y con respeto a las culturas nacional y regionales.

Sentado lo anterior hay que precisar qué planta productiva es factible erigir; identificar actividades estratégicas, necesarias y dinámicas, y establecer mecanismos para organizar, promover, orientar, proteger y apoyar su desarrollo. Es indefectible bajo las reglas actuales de competencia, que modifican y complican el mercado e introducen nuevas fallas, pues la revolución en computación, informática y telecomunicaciones altera los procesos de organización, financiamiento, producción y comercialización.

Exige reconocer que se vive "el colapso de las estructuras tradicionales de organización, manifiesto en las reducciones de tamaño, la subcontratación, las alianzas estratégicas, la reingeniería de procesos y los equipos virtuales o dispersos geográficamente, evidencia [sic] fuerzas tanto en el sector público como en el privado que tienden a aplazar y comprimir organizaciones para que cuesten menos y funcionen mejor," como suscribe Van Wert.[464]

El plan sólo es concebible como política de Estado, integral, de plazo largo, enfilado al interés colectivo, por lo que se han de desterrar proyectos unitarios, aislados, cercenados por sexenios, fincados en la búsqueda de prestigio personal.

El círculo vicioso de atraso se vigoriza por estructura defectuosa del Estado e ineficacia de instituciones y programas gubernamentales, reflejados en anomia e ingobernabilidad, que son tan destructivas como los fenómenos naturales y económicos, por erosionar la competitividad sistémica y dificultar, interrumpir o retrasar el avance.

La posibilidad de éxito está sujeta a que se reforme el Estado, las instituciones sean competentes y se mantenga ambiente cordial, seguro y propicio, en los términos expuestos en Capítulo 51, que patrocine competitividad sistémica.

Al Estado y su brazo ejecutivo, el gobierno, corresponde velar por el funcionamiento óptimo de la sociedad. Tienen la responsabilidad de que su mano visible organice y oriente la estructura económica y las relaciones entre regiones, sectores y empresas, amén de ordenar, proporcionar y vigilar flujos de factores, productos e información, en un clima de colaboración e integración.

Les compete establecer marco institucional eficiente; construir, mantener y reforzar la infraestructura; brindar servicios públicos eficaces; crear y robustecer ventajas comparativas; recomendar su aprovechamiento; alentar desarrollo tecnológico y aplicación de innovaciones; orientar la asignación de recursos a usos más redituables; consolidar la posición de las empresas nacionales en el ámbito interno y en el externo; así como crear condiciones para que las empresas operen con eficiencia administrativa, capacidad tecnológica, eficiencia productiva y competitividad local e internacional. En suma, están obligados a fomentar y vigorizar la competitividad sistémica.

Deben implantar esquemas que las empresas aprovechen para definir sus programas estratégicos; suscitar efecto multiplicador que se propague por todo el sistema; marcar el ritmo del aparato productivo nacional; compartir información, tecnología y procesos; asesorar en el control de operaciones y del mercado (logística, tecnología, innovación, finanzas, distribución, mercadotecnia, publicidad), y cancelar o descentralizar etapas inconvenientes de producción.

Es imperativo considerar tanto aspectos relacionados con la asignación más conveniente de recursos, que asegure alta productividad, como el logro de resultados concretos en empleo, ingreso, finanzas sanas, estabilidad monetaria y balanza de pagos superavitaria.

La política de fomento no depende sólo de consideraciones soberanas. Existen compromisos entre gobiernos, lo mismo en organismos regionales (TLCAN, UE) que internacionales (ONU, OMC, FMI, BM). Ante ello la planificación ha de hacer compatible la economía nacional con la internacional, en busca de posición provechosa en el concierto mundial.

Los eslabonamientos alcanzan su máxima expresión en la integración entre naciones. Reconvertir la planta productiva planetaria, fincada en cadenas y redes, se rige por decisiones de los consorcios trasnacionales poderosos, y enorme cantidad de transacciones se realizan en el espacio cibernético, sin importar linderos territoriales. Por tanto, dicha política debe formularse en armonía con los intereses del universo de involucrados: sociedad civil, corporaciones, gobiernos y ONGs. Es sólo un tramo de la escalera por la que se asciende en el aprovechamiento eficiente de los recursos y la creación de empleo productivo bien remunerado en los ámbitos local, regional, nacional y global.

El engarce de economías tan disímiles como EUA y México en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) establece cuadro propicio para relaciones interindustriales —entre sectores distintos— basadas en ventajas de ambos países, distintas a las relaciones intraindustriales —dentro del mismo sector— que predominan entre Canadá y EUA por su semejanza. Deben planificarse científicamente.

"La ampliación del mercado y la complementación productiva abren nuevas oportunidades para lograr las economías de escala y la especialización que permitan alcanzar mayores niveles de competitividad internacional. […] La integración regional ofrece ganancias potenciales pero no determina su magnitud ni la forma en que se distribuirán entre los países socios. Una de las condiciones para que todos los países socios alcancen los mismos beneficios potenciales […] es que se logre la convergencia, incluso, la coordinación de las políticas industriales nacionales," opinan Bianchi et. al[465]

El programa de fomento comprende protección del medio —que abordo enseguida— y planificación ambiental, abierta en tres vertientes: actividades rurales, actividades urbanas y ciudades, infraestructura y energía, que examino en las tres últimas partes de este trabajo.

69. Protección del medio

Ligada al dilema económico se halla la tarea gubernamental 5. Administrar, proteger y desarrollar el medio ambiente, cuyos elementos básicos son oxígeno, agua y suelo.

Oxígeno es el más importante, por ser mínimo el tiempo que un ser humano subsiste sin él. Aún así permanentemente se le enrarece mediante combustión de materias fósiles y procesamiento químico de hidrocarburos, que causan lluvia ácida —acumulación de ácido sulfúrico— y efecto-invernadero —acumulación de gases por combustión de materiales, que eleva temperatura del planeta y nivel de los mares, ocasiona lluvias intensas e inundaciones en zonas costeras y sequía en el interior. Otro enemigo son los gases impelentes (aerosoles), que asociados a erupciones naturales como las volcánicas, corroen la capa de ozono que filtra los rayos ultravioleta del sol y reduce la protección contra los mismos.[466]

La contaminación del aire se vuelve alarmante en Londres en siglo 19°; en Los Ángeles y Tokio a mediados del siglo 20°, y luego se extiende por doquier.

En Conferencia sobre ambiente humano, organizada por ONU en 1972, se especifica que los Estados "tienen la responsabilidad de asegurar que las actividades dentro de su jurisdicción o control no causen daño al ambiente de otros Estados o a áreas fuera de los límites de la jurisdicción nacional." De cualquier modo, "no se ha hecho el intento de formular una Ley tratado de la atmósfera multilateral," aseveran Pearson et. al.[467] Poco después ONU emprende Programa ambiental, con los objetivos de evitar el efecto-invernadero y el adelgazamiento de la capa de ozono.[468]

México emite en 1971 Ley federal para prevenir y controlar la contaminación ambiental, sustituida en 1983 por Ley federal de protección al ambiente, y crea dependencia especializada que culmina en 1994 en Secretaria del Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca (SEMARNAP).[469]

Son imperceptibles sus resultados y el mal se agrava por la amplitud del territorio, ignorancia e inconciencia de la población, legislación inadecuada, vigilancia ineficaz, falta de planificación territorial y fondos insuficientes.

En México se emiten 3.8 toneladas de bióxido de carbono por habitante, semejante al promedio mundial de 4 toneladas, aunque inferior al de países adelantados, donde supera 10 toneladas.[470]

La industria manufacturera es de las más contaminantes y es mínimo lo que hace para impedir el daño. Husted et. al indican que la inversión en servicios ambientales es casi nula: 0.5% del capital total, porque "las leyes mexicanas no prevén de manera explícita modelos de responsabilidad por daños ambientales."[471]

Varios motivos inhiben el gasto privado en mejoramiento ambiental: financiero, 59%; tecnológico, 12%; falta de incentivos, 10%; incosteabilidad 8%, y otros, 11%, informan Mercado et. al.[472]

El planificador tiene que establecer normas mínimas que obliguen a gobiernos, empresas y particulares a proteger la atmósfera, así como vigilar que se respeten o caso contrario se apliquen las sanciones correspondientes.

Agua y suelo se degradan cada día.

La insuficiencia de agua potable se vuelve crítica. A fines de siglo 20º el orbe disponía de 8,300 metros cúbicos por habitante (M3/H) al año. La frontera entre escasez y abundancia es 5,000 M3/H. La mitad de los pobladores están debajo de esta cifra—aviso de restringir el consumo— y 15% disponen de menos de 1,000 M3/H —situación desesperada.[473]

Los desiertos cubren 30% de la superficie mundial. Durante el siglo 20º se eliminó 40% de la selva húmeda y se extinguió 20% de flora y fauna. La desertización ocasiona cambios atmosféricos y favorece incendios forestales.

Todos los gobiernos y la comunidad mundial deben asumir su compromiso de administrar, proteger y regenerar el medio ambiente y tomar acciones firmes para planificar su aprovechamiento, cuidado y control, especificados en programa ambiental de aplicación universal, que tenga como requisito fundamental que el desarrollo económico sea sustentable y se mantenga equilibrio entre población, recursos y su explotación, en los términos expuestos en Capítulo 30, supra.

En Capítulo 70 examino la situación de agua y suelo en México.

Octava parte

Actividades rurales

70. Territorio mexicano

Los colonizadores españoles se impresionan por las riquezas naturales del territorio mesoamericano invadido. Su interés es explotarlas. A los frutos originarios —maíz, calabaza, frijol, chile, maguey, jitomate, cacao, algodón, tabaco y otros— agregan trigo, arroz, avena, cebada, café, caña de azúcar más un sinfín, que se aclimatan con éxito, e introducen cría de ganado.[474]

Tales antecedentes originan dos mitos: que México posee inmensa riqueza natural, equiparable al cuerno de la abundancia, dibujado en el contorno de la república, y que su vocación es agrícola, porque el grueso de la población labra el campo.

Ambas leyendas se imprimen en el alma colectiva. Los devotos de la patria las refieren con orgullo y lamentan que no se aprovechan por ineptitud y corrupción gubernamental.

En 1937 Alanís Patiño advierte que las condiciones físicas son desfavorables para actividades primarias, cuando éstas ocupan 67% de la población y aportan 20% del producto bruto,[475] con productividad bajísima, que sumada a veloz crecimiento de población y agotamiento de recursos ya entonces incuba miseria.

"La ilusión producida por la creencia en una gran riqueza inexplotada tuvo a la postre un efecto desmoralizador en los sectores más importantes de la nación, pues la imagen de un pueblo miserable que vive en medio de tan grandes riquezas tenía que conducir necesariamente al menosprecio del carácter y las aptitudes de ese mismo pueblo," escribe González Santos.[476]

Falso que exista abundancia de recursos naturales, como demuestro adelante, sobre todo si se reflexiona en que la población se cuadruplica entre 1950 y 2000.

Falso que exista vocación agrícola, ya que lo contradicen el medio físico, la distribución de fuerza de trabajo y el tiempo dedicado a labranza. Lo ilustro en Capítulo 68, infra. La mayoría de trabajadores eran campesinos hasta mediados de siglo 20°, porque no había otros caminos en la economía feudal heredada.

Cierto que la pobreza rural obedece a desorden, corrupción, derroche, discontinuidad de programas, errores y la cadena de sucesos y circunstancias descritos en este ensayo. Se compendia en falta de planificación espacial.

El territorio nacional mide 1.967,183 kilómetros cuadrados. Lo cruzan el Trópico de Cáncer y la faja desértica y selvática que rodea el planeta. Es muy accidentado: la cuarta parte tiene pendientes superiores a 25°, impropias para explotación agrícola.[477] Darle viabilidad productiva requiere inversión en infraestructura, instalaciones urbanas, habilitar suelos, viviendas, desarrollo social y servicios, que escasea.

Se distinguen cuatro zonas: árida, 53%, en centro y norte; trópico seco, 17%, en costa sur del Pacífico; templada, 17%, comprende dos franjas que forman una ye, localizada al centro, y trópico húmedo, 13%, Veracruz, sureste y península de Yucatán.[478]

La disponibilidad anual de agua es 190,000 M3: 87% superficial y 13% subterránea.[479] La cifra por habitante, 1,900 M3, es alarmante, muy abajo de la frontera entre escasez y abundancia citada: 5,000 M3/H.

La lluvia es exigua: 800 milímetros anuales promedio, de los que 70% se pierde por evaporación. "Más de la mitad del territorio mexicano localizado en el norte y en el altiplano recibe sólo 9% de la precipitación media anual, pero concentra 75% de la población del país, 70% del [PIB] industrial y 40% de las tierras agrícolas de temporal. En tanto, casi 70% de la precipitación anual ocurre en el sudeste, donde vive 24% de la población," informa Quadri de la Torre.[480] El temporal dura de tres a cuatro meses, entre junio y septiembre. Es evidente la "sobreexplotación de acuíferos y obliga a hacer transferencias entre cuencas. La contaminación, por otro lado, ha reducido el potencial de uso de varios acuíferos, ríos y cuerpos de agua."[481]

El líquido tiene tres enemigos, que aquí se ensañan: consumo excesivo, desperdicio y contaminación. Resultan de pésima administración, irresponsabilidad, incongruencias y conductas que destruyen, degeneran, ensucian, derrochan y merman los recursos. Es urgente planificar el aprovechamiento racional de agua y garantizar su abastecimiento.

El suelo apto para agricultura es raquítico: 14% del total. En cuarenta años perdió 2 millones de hectáreas.[482] Para pastoreo es 41%. Perdió 6 millones.[483] Los bosques cubren 29% del territorio. Descuido, ineficacia, corrupción y contubernios auspician depredación incontenible: en 40 años se perdieron 10 millones de hectáreas.

México se desertiza con rapidez por varias causas: erosión, que afecta 81% de la superficie;[484] prácticas nocivas (explotación exhaustiva, cultivo en pendientes, aplicación inmoderada de pesticidas y fertilizantes, drenaje defectuoso, quema de suelos, etc.); pastoreo excesivo, y destrucción de bosques (tala incontrolada, conversión de tierras, corte de leña e incendios).[485]

El problema es eterno: "con la conquista española, el equilibrio de recursos y población cambió abruptamente. Los conquistadores talaron grandes cantidades de árboles para utilizarlos como material y combustible. Sus arados penetraban más profundamente en la tierra que los palos para cavar de los indígenas, y su ganado y sus ovejas dejaban desnudo el terreno. Nuevos sistemas de riego y molinos harineros concentraban o redistribuían las afluencias del agua. Ninguno de los nuevos procedimientos era desastroso en sí mismo pero el efecto combinado a través de los años fue una disminución acelerada del terreno agrícola," comenta Gibson.[486]

El grueso de los mexicanos no racionaliza la trascendencia de cuidar el medio. Les incumbe su provecho inmediato. Su perspectiva temporal se limita a su esperanza de vida o cuando mucho la de sus hijos. Confían en que otro resuelva los problemas, atenidos al criterio "el que viene atrás que arree," desprendido de ignorancia e hijismo.

Es impostergable la explotación inteligente y sustentable del medio, lo cual exige vigilarlo, cuidarlo, restaurarlo y enriquecerlo, con base en programa territorial que fundamente el ¿dónde?, referido a uso rural del suelo, actividades económicas urbanas, ciudades, infraestructura y energía, en cuatro dimensiones: nacional, regional, sectorial y global.[487]

La región es unidad espacial idónea de planificación. ONU la concibe "eslabón entre la colectividad local y la nacional, [que] constituye un término de referencia apropiado para la equilibrada integración de los proyectos de desarrollo de trascendencia nacional con los que se basan en la iniciativa local."[488]

Cada región es un sistema complejo, integrado por varios módulos: físico, cultural, político, económico, étnico, social, etc., con componentes y atribuciones singulares, cuyo plan maestro debe estar desmenuzado en programas correspondientes a tales módulos, donde se especifiquen necesidades, problemas y carencias específicas, posibilidades y recursos, objetivos, políticas y proyectos, determinados y atendidos desde dentro, apoyados, coordinados por y bajo vigilancia del organismo central. Es aconsejable planificación descentralizada, como corresponde a la organización federativa mexicana.

Lo ideal sería delimitar regiones según sus características particulares. Es irrealizable. Lo práctico consiste en apegarse a la división política en Estados, municipios y localidades y delinear zonas bien definidas.

A partir de ellas hay que formular programas regionales, que llenen dos funciones enunciadas por Della Porta:[489]

Función técnica: desmenuzan el espacio en detalle, que el plan nacional no hace; muestran el espectro sociocultural en sus múltiples partículas; proporcionan vasta información cuantitativa y cualitativa, que permite conocer variables y parámetros del conjunto para disponer del mapa íntegro de localización espacial, y sirven de base para fijar objetivos locales, congruentes con los nacionales.

Función política: despliegan aspiraciones y deseos de la colectividad local: permiten comprender la dialéctica social y conciliar los contrastantes intereses locales con los nacionales.

"Una planificación regional apropiada proporciona una estructura den- tro de la cual pueden aprovecharse los recursos humanos, naturales y económicos de una zona para la ejecución de programas de desarrollo tanto nacionales como locales. La planificación, concebida de este modo, como las buenas prácticas presupuestarias y administrativas, pueden convertirse en instrumento de buen gobierno para beneficio de un pueblo con su participación," opina ONU.[490]

La noción instrumento de buen gobierno involucra el contenido regional de la planificación en la solución del dilema político y la democratización de la sociedad, tratados en Quinta parte.

En el sistema territorial se enlazan e interactúan recursos, gobiernos, sectores, empresas, hogares y personas, que componen la estructura espacial, cuyas interrelaciones se generan intra e ínter las cuatro dimensiones: nacional, regional, sectorial y global.

La cuestión ¿dónde ubicar una actividad? rebasa localidad, región y país y obliga a detectar el lugar del planeta más conveniente para localizar fases de las cadenas productivas, sin importar linderos políticos. En eso consiste globalizar. De aquí la importancia de dar dimensión global al plan nacional y sus programas.

Lo dicho suscita dos géneros de decisión: activa: establecer una o varias fases de la cadena productiva en otra región o nación-Estado, y pasiva: recibirla(s) de fuera.

En un país subdesarrollado es típica la segunda, aunque se dan casos de participación en otros territorios. Compañías mexicanas tienen subsidiarias en el extranjero.

Al programa territorial toca precisar líneas de ordenamiento y control en las cuatro dimensiones territoriales, con cuidado de mantener balance entre elementos ecológicos, culturales, políticos, étnicos, sociales, demográficos y económicos. Lo abro en las vertientes enunciadas: uso rural del suelo; actividades económicas urbanas, y ciudades, infraestructura y energía.

71. Uso rural del suelo

La primera vertiente de planificación espacial es uso rural del suelo. Para abordarlo hay que partir del régimen de tenencia, por sus implicaciones físicas, jurídicas, culturales, humanas, sociales, políticas, económicas e institucionales.

En la civilización azteca las tierras pertenecen al monarca, quien asigna cierta "extensión llamada calpulli, repartida en parcelas entre las familias del poblado, quienes estaban obligadas a cultivarlas," relata Mendieta y Núñez.[491]

En la colonia los conquistadores permiten a los indios conservar su organización y les asignan superficies con pastos o monte para cría de ganado. Los ubican a la salida —exitum, en latín— de las aldeas: por eso se llaman ejidos. "Todas las propiedades de los pueblos indígenas […] eran comunales, pertenecían al núcleo de población y no a los poseedores de ellas individualmente considerados."[492]

Las mejores tierras se conceden a españoles. "A los indígenas se les dio únicamente la tierra indispensable para la satisfacción de sus necesidades que […] eran mínimas." Si se considera el crecimiento demográfico, "surgió el problema de la tierra desde la época colonial, de tal modo que cuando México realizó su independencia, llevaba ya ese problema como una fatal herencia del régimen pasado," comenta dicho autor.[493]

El imperio hispano se mantiene ajeno al desarrollo industrial de Europa. Por ello Nueva España tiene estructura feudal, que México hereda al independizarse.

Es obvio que la agricultura es pilar de la economía y la población rural significa 90%. Antes de la reforma juarista la Iglesia Católica acapara la mitad de las tierras y el resto los latifundistas, informa Lucas Alamán.[494] Durante la gestión de Porfirio Díaz pasa a los hacendados, versión local de señores medievales.

La revolución de 1910 "fue una revolución agraria, motivada por la injusta distribución de la tierra (por el escandaloso acaparamiento de la propiedad)," señala Mendieta y Núñez. [495]

Al principio de siglo 20° las actividades agropecuarias se mantienen como columna de la economía.[496] Se efectúan con procedimientos rudimentarios, productividad ínfima y desperdicio nefasto.

En 1915 se promulga Ley agraria. Su consigna es distribuir la tierra entre campesinos "que la trabajan con sus manos," lema atribuido a Zapata, que todavía ostenta el escudo del Estado de Morelos.

La Constitución de 1917 reconoce tres formas de tenencia: pequeña propiedad, comunidad indígena y ejido. Prohíbe el latifundio y fija tope de 100 hectáreas a superficies de riego y 200 a las de temporal; de allí lo de pequeña propiedad.

El ejido se conserva con una diferencia respecto a su concepción original: incluye tierras de labor, además de pastos y monte. "Su goce no es comunal, se reparte en parcelas a los ejidatarios, individualmente considerados, con la obligación de cultivarlas, pues si dejan de hacerlo durante dos años consecutivos pierden su derecho sobre ellas."[497]

El reparto de tierras alcanza montos inconcebibles: Lázaro Cárdenas asigna 18 millones de hectáreas; López Mateos, 10 millones; Díaz Ordaz, 26 millones. La suma total asignada es 103 millones de hectáreas ejidales y comunales: más de la mitad del territorio nacional. La mayor parte son impropias para cultivo. La superficie sembrada total es de sólo 20 millones.[498] Esta cifra muestra lo falaz de la acción.

Se levanta "una estructura agraria desfavorable para el desarrollo económico, y aún para el bienestar social. Combatiendo el latifundio, caímos en el minifundio, que para los fines del desarrollo es todavía peor. Y en formas petrificadas de tenencia y en una situación crónica de inseguridad. O sea que, llevados por altos ideales de justicia social, dimos un bandazo regresivo," deplora Fernández y Fernández.[499]

"La inmensa mayoría de las unidades productivas que se crearon como consecuencia del reparto de tierras no contaban con las condiciones productivas ni organizativas necesarias para responder a los requerimientos productivos que demandaba el proyecto de sociedad que se pretendía conformar, donde la industrialización era el eje central," anota Morales Ibarra.[500]

"El Estado tenía que suplir esta deficiencia y hacerle llegar a los ejidos los recursos necesarios a fin de que pudieran operar y generar los excedentes que se demandaban [y] creó un serio conflicto estructural, ya que […] más de la mitad de los recursos productivos estaban en manos de productores que no tenían los medios suficientes para responder a las exigencias competitivas que exigía el contexto capitalista," añade.[501]

La explotación agrícola actual se estratifica en tres categorías, indica Casco Flores.[502]

Comercial intensiva. De propiedad privada y corte empresarial. Prevalece en regiones noroeste, centro-norte y noreste, donde existen grandes obras de riego. Los predios son de 5 hectáreas o más. Es mecanizada y obtiene alto rendimiento. Se orienta a mercados nacional y externo.

Intermedia extensiva. Tiene ligero cariz comercial. Es fundamentalmente propiedad privada. Los predios son de 2 a 5 hectáreas. Se encuentra en zonas Pacífico-centro y Golfo-centro, donde predominan clima templado y temporal abundante.

Tradicional. De subsistencia y autoconsumo. En su mayoría ejidal y comunal. Utiliza técnicas e instrumentos primitivos. Predios menores de 2 hectáreas, en terrenos pobres, áridos, montañosos o selváticos. Se ubica en regiones centro, Pacífico-sur, sureste y península de Yucatán. Cubre 80% de la superficie: tipifica al campo mexicano.

Aquí se incuba la miseria de 25 millones de indios, ladinos y mestizos, quienes producen lo indispensable para no morir. Sus posibilidades de concurrir al mercado son mínimas y esporádicas, pues no disponen de producción excedente, competitividad ni medios de comercialización. Su aspiración es que el temporal sea favorable y conseguir sustento. No les preocupa cuidar ni restaurar el ambiente. Explotan el suelo de manera irracional y exhaustiva y lo empobrecen cada vez más. Muchos alquilan sus predios o los trabajan como medieros (aparceros). Cuando obtienen sobrantes recurren a intermediarios que abusan de ellos. Ni siquiera tienen certeza de que permanecerán en el terreno que ocupan, ya que en cualquier momento la reforma agraria se las quita para adjudicarlo a otros, por errores, invasiones o satisfacer peticiones. Es común que sean desahuciados por quienes detentan poder e influencia: por vía legal o violenta. Algunos grupos expulsan a quienes no simpatizan con su cultura, ideología o religión, como los rebeldes de EZLN en Chiapas, que han desplazado a muchas familias.

El campesino es apegado al terruño. Mas cuando carece de medios para sobrevivir, migra a otras áreas aunque sean inhóspitas, que le acogen por algún tiempo, en tanto se agota el suelo; a metrópolis, donde siempre hay posibilidades de subsistir, o a EUA. Un quinto de la población cambió lugar de residencia en la república mexicana en 2000. Las regiones expulsoras se hallan en centro-norte y sur. Las receptoras son DF, frontera norte, Estado de México y Quintana Roo.[503]

Contradictoriamente, existen recursos sin aprovechar. Sobresalen los marinos, disponibles en litorales de 11,600 kilómetros, pródigos en especies animales. Su captura aporta apenas 0.2% del PIB total, por falta de tradición, leyes aberrantes y falta de políticas idóneas.

Cada presidente ofrece impulsar el campo: crea o cambia dependencias, anuncia instrumentos y programas de financiamiento, tecnología, asesoría, precios de garantía, seguros, insumos, canales de comercialización, etc., casi siempre refrendos de anteriores. Fallan por burocratismo, ineficacia, incongruencia, estrechez financiera, discontinuidad, favoritismo y corrupción. El medio es propicio para negocios ilícitos, a tal grado que hace medio siglo BANJIDAL (Banco Nacional de Crédito Ejidal), orgullo del cardenismo, era llamado BANDIDAL.

En los setentas se reconoce que la política desarrollista está sesgada a industria, en menoscabo del campo. Con pretensión de corregirlo se promulga Ley federal de reforma agraria; se incrementa más de 300% real la inversión pública en el sector agropecuario, y de 100% real el crédito. No se especifica qué se pretende ni se sigue una pauta sistemática. La producción asciende sólo 40%.

El resultado fue que "alto número de unidades de producción ineficiente se mantuvieran gracias a los subsidios que compensaban los bajos niveles de productividad, frenando el desarrollo productivo del sector en su conjunto," estima Morales Ibarra.[504]

En 1981 se emite Ley de fomento agropecuario, intento fallido que "cae en el añejo círculo vicioso estatista y productivista como opción del desarrollo rural."[505]

En los ochentas se recorta el subsidio federal a la agricultura de 25% a 3% del PIB del sector. "Esta situación se tradujo en un estancamiento de la producción [que llevó a recurrir] por primera vez a volúmenes extraordinarios de importación de productos agropecuarios," informa el mismo autor.[506]

Grave defecto de la política agraria es su paternalismo, que da continuidad al implantado en la colonia. Su contraparte es hijismo: individuos subsidiarios, atenidos a Papá Gobierno; abúlicos, morosos, irresponsables, exigentes, abusivos: menores de edad eternos. Se les sobreprotege y se les dicta qué pueden hacer. Se les impide crecer y madurar.

Esa ley padece además estrechez visual: inculca la supuesta vocación agrícola y descuida actividades con ventajas inmejorables: ganadería, pesca, artesanías y agronegocios.

El criterio socialistoide del agrarismo desdeña el aspecto comercial: juzga herético ver al ejido y tierras comunales con enfoque empresarial, que se manifieste en innovaciones administrativas, tecnológicas e institucionales y actualicen, hagan productivo, competitivo y redituable al sector tradicional. Adelante regreso al tema.

La fantasía zapatista de que todo labrador tenga tierra para trabajarla con las manos es demagogia. Un problema económico y técnico se trata con caridad populista. Desemboca en minifundismo, irracionalidad, hijismo e inseguridad en la tenencia del suelo.

Triste paradoja: la reforma agraria cataliza el atraso y pobreza del campo. Coadyuva a que el sector agropecuario caiga en picada.

72. La contrarreforma

En 1992 se modifica el artículo 27 constitucional y se libera la propiedad de la tierra, lo cual cancela el reparto agrario; se autoriza privatizar el ejido, y se eliminan restricciones a la inversión. Los motivos aducidos son dar certidumbre a la propiedad, capitalizar la actividad agropecuaria, proteger y fortalecer la vida ejidal y comunal.[507]

El titular del ejido adquiere dominio sobre su parcela para enajenarla, emplearla como aval embargable, formar asociaciones, recibir inversión privada y convertirla en activo productivo redituable, en vez de ser símbolo de emancipación. Se quitan cadenas que constreñían al agricultor a unidades minúsculas, incapaces de lograr economías de escala y de concurrir al mercado.

Complementariamente se establecen: Programa de Certificación Ejidal (PROCEDE) Apoyos y Servicios a la Comercialización Agropecuaria (ASERCA); Programa de Apoyo al Campo (PROCAMPO), y Alianza para el Campo, con el propósito de crear estructura de producción agropecuaria acorde con las condiciones pactadas en Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que abordo en Capítulo 78, infra.

Son cambios indispensables, mas incompletos: "es necesario crear las alternativas para un desarrollo que vaya más allá de los parámetros productivos y sea capaz de responder a los graves y añejos problemas sociales. […] Tiene que superar el tradicional enfoque sectorizado y productivista que se le confirió desde el inicio del proceso de industrialización, lo que inevitablemente lo ubica en una posición de marginación y subordinación," sostiene Morales Ibarra.[508]

David Ibarra asevera: "los propósitos de los enfoques actuales de las políticas parecen inobjetables en sí mismos: mejorar la asignación de recursos en el sector agropecuario, facilitar los procesos de inversión y reconversión productiva, fortalecer los derechos de propiedad y otras instituciones de mercado, ajustar los precios a las cotizaciones internacionales, reducir las cargas fiscales."[509]

Es más, "las reformas no se emprendieron gradualmente, ni se reparó por entero en los costos laterales de transacción expresados en menor crecimiento de la oferta, mayor polarización intrasectorial y debilitamiento de las capacidades de absorber productivamente la mano de obra. Desde luego muchas de esas dislocaciones son inevitables, pero en alguna forma pudieron y pueden atenuarse facilitando los acomodos y acelerando la reconstrucción institucional durante el período de transición."[510]

Es consecuencia de que el gobierno mexicano aplica tácticas aisladas, caprichosas, sin fundarse en un plan integral de largo plazo, a pesar de que los artículos 25 y 26 constitucionales lo establecen como obligación. Emprende acciones urgentes o de lucidez sexenal e ignora lo trascendente, sin inquietarse por lo que acontezca después.

El costo salta a la vista: en 1950 las actividades agropecuarias ocupan 61% de la población activa; aportan 23% de PIB y 80% de la exportación. En 2004 emplean 15% de trabajadores y contribuyen con 4% del PIB y 3% de la exportación. La proporción de agricultores disminuye; pero su número se eleva de 5 a 8 millones. La productividad por trabajador se contrae 40%. Menor productividad aunada a presión demográfica cercena 90% del ingreso por labriego en ese lapso, expresión de la escalada de miseria rural. Exacerba el desequilibrio entre población, recursos naturales y tecnología.

La pérdida de recursos y productividad exige mayor esfuerzo y explotación intensa de la naturaleza para al menos satisfacer la demanda de alimentos, materias primas y energía.

Los antagonistas del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) arguyen que éste desprotegió al sector primario. Es falso: "el comercio exterior agropecuario de México ha crecido aceleradamente en los últimos años y sobre todo en el período que comprende el TLC," anota Alonso. El problema es que "ha tenido un profundo impacto negativo sobre la población mayoritaria del campo por el mal manejo gubernamental de los instrumentos que permite el propio Tratado para dosificar importaciones [… y] por utilizar los precios internacionales como rectores del mercado interno, en una competencia desigual para los productores locales."[511]

"Al reducir el Tratado la protección a los granos y oleaginosas debilitó aún más la competitividad de la agricultura mexicana, de suyo sin ventajas comparativas en esos productos frente a Estados Unidos y Canadá. Los productores de básicos han perdido por ello dramáticamente con el TLC, particularmente en maíz y frijol, que sin un período de transición y apoyos adecuados se encuentran en desventaja."[512]

La globalidad acentúa diferencias entre categorías del agro mexicano, en menoscabo de la labranza tradicional, que requiere auxilio específico, programado, sistémico, sensato, sin paternalismo ni soluciones demagógicas.

"La apertura ha mostrado de manera abrupta y drástica las debilidades del sector, que ahora está obligado a hacer un esfuerzo especialmente intenso de cambio estructural que incluya lo productivo y lo tecnológico, sin dejar de lado lo organizacional e institucional, no sólo para ser congruente con el ajuste macroeconómico sino, sobre todo, para cumplir un papel dinámico en las nuevas estrategias para el desarrollo nacional, la liberación del comercio y la integración económica," advierte Cebreros.[513]

La contrarreforma marcha con lentitud: en enero de 2001 la secretaria del ramo informa que faltan 65 millones de hectáreas por regularizarse y aún no se certifican 48% de los 103 millones de hectáreas repartidas.[514]

En agosto de 2002 una funcionaria cercana al presidente advierte que existen 362 conflictos agrarios en 10 Estados. Lo considera "polvorín a punto de estallar," que expone la inseguridad prevaleciente en la tenencia de la tierra.[515]

La cuestión agraria mexicana ha engendrado tres sucesos sangrientos: independencia, reforma y revolución. Debe evitarse el cuarto, que está latente, mediante programa integral de desarrollo agropecuario, dentro del sistema nacional de planificación.

73. Racionalidad frente a desafíos

En octubre de 2001 el congreso aprueba Ley de desarrollo rural sustentable. Busca enmendar deficiencias de su antecesora de 1992, proteger al campo de competencia desleal externa y dar seguridad al abasto alimentario. Es otra lista de buenas intenciones: no puntualiza objetivos, políticas, estrategias, programas, metas ni medios para alcanzarlos.

Es impostergable programar usos agropecuarios del suelo, a la vista de los desafíos vislumbrados para los próximos 30 a 45 años, cuando la población pudiere ser de 130 a 142 millones de personas en 2030 y de 140 a 150 millones en 2045: la demanda de alimentos y materias primas avanzará a ritmo acelerado; se exigirán alimentos de alta calidad; la presión de la demanda hará necesario importar bienes primarios a tasa creciente, y los recursos naturales sufrirán fuerte desgaste.

Se enmarcan en el globalismo, el cual eslabona procesos productivos y mercados a escala mundial en busca de ventajas comparativas y eficiencia óptima, a los que debe engancharse el sector rural. Pueden verse como amenaza e inmovilizarse ante ella, o como oportunidad para trabajar y dar al suelo el mejor aprovechamiento susceptible.

Adaptarse al orden económico vigente implica establecer equilibrio entre rentabilidad (aspecto económico) y bienestar-bienser (aspecto humano). Implica introducir innovaciones tecnológicas; proteger el medio; explotar recursos en forma racional; lograr avances cuantitativos y cualitativos, y sobre todo crecimiento productivo con equidad social.

El paradigma consiste en aprovechar la naturaleza con eficiencia y eficacia; trabajar con productividad, competitividad y rentabilidad; suministrar provisión adecuada de alimentos, materias primas, bienes y servicios, y generar flujo creciente de ingresos, en congruencia con los objetivos culturales, económicos y sociales, a fin de cerrar disparidades con el medio urbano.

Planificar el agro obliga a descubrir síntomas de su atraso, rasgos distintivos, orígenes y causas, esto es, diagnosticar el síndrome y predecir su secuela. Hay que empezar por la taxonomía del territorio, a escalas local, regional y nacional, que describa características de aire, suelo, agua, clima, infraestructura y mercados.[516] Ha de incluir factores disponibles, situación, atributos y usos recomendables; cultivos y métodos de explotación; actividades no agrícolas; disponibilidad de innovaciones tecnológicas, administrativas, organizativas e informáticas; descripción y evaluación de mecanismos de comercialización, financieros, técnicos, instrumentales y educativos, complementado con datos demográficos, sociales, institucionales y económicos.

Es esencial darle tratamiento regional, ya que cada zona tiene características culturales, necesidades, recursos y capacidades singulares. "La unidad espacial constituida por la nación es generalmente muy vasta, muy difícil de manejar, muy difusa, excesivamente diferenciada en sus distintos sectores, y demasiado alejada del plano local para que represente una unidad espacial eficaz en la planificación y fomento locales," expresa Ginsburg.[517]

A partir de la taxonomía se ha de analizar el funcionamiento del ciclo producción-comercialización-consumo de bienes y servicios rurales, con visión sistémica, en cada región.

Con este material se elaboraría el programa de usos rurales del suelo, enfocado a eficiencia —mejor aprovechamiento de recursos — y eficacia —resultados más beneficiosos para cada comunidad.[518]

Eficiencia depende de organización, administración y especialización de las unidades productoras, con afán de elevar su productividad individual y la general del sector. Se enfoca a medios.

Eficacia depende de la adaptación al mercado y sus mecanismos, los cuales inducen movimientos de la oferta en la dirección y ritmo que marca la demanda. Se relaciona a fines.

Para dar solidez al sector son esenciales: funcionamiento estable del mercado y capacidad de las unidades de atraer, conquistar, mantener o ampliar inversión y mercados. Cada una tiene que encontrar la relación más conveniente entre posición en el mercado y eficiencia, lo señalo en Capítulo 67, supra. Del modo con que trabaje depende su competitividad: óptima, cuando su posición y eficiencia son las mayores alcanzables; vulnerable, si logra alta eficiencia y baja participación; desaprovechada, con posición elevada, pero eficiencia pobre, y pésima, si ambos conceptos son bajos.[519]

Es trascendental ampliar y estabilizar productividad y competitividad, para incrementar rentabilidad, de la que depende su capacidad de capitalizar y desarrollarse.

Han de operar además con flexibilidad, para adaptarse a circunstancias y movimientos de los mercados agropecuarios, muy volátiles, sujetos a fenómenos meteorológicos, políticos y económicos.

Toda transición provoca desajustes y desequilibrios. Introducir innovaciones tecnológicas y reorganizar unidades con mayor tamaño y productividad como parte de la contrarreforma agraria, la cual desplaza trabajadores que no son absorbidos y tienen que emigrar. Se debe resolver con obras de infraestructura (caminos, obras hidráulicas, vivienda, locales, bodegas, etc.), actividades suplementarias, que menciono luego, y subsidios justificables.

El programa debe contener directrices, políticas, estrategias, tácticas, proyectos e instrumentos que guíen a las unidades a operar con la mira apuntada hacia aquellos cuatro conceptos: productividad, competitividad, rentabilidad y flexibilidad.

Estimular productividad y competitividad exige tecnología moderna. Química, ingeniería genética y biotecnología aportan procedimientos para modificar calidades y volúmenes de producción primaria; elevar rendimientos y disminuir costos unitarios (crucial en cultivos básicos: maíz, arroz, frijol); proteger el ambiente, y satisfacer la demanda en ascenso. El éxito se refleja en alta rentabilidad y por ende en posibilidad de capitalizarse y crecer.

Para hacer frente a los desafíos es aconsejable renovar el sistema ambiental: reorganizar zonas cuyos recursos están mal aprovechados y carecen de condiciones para hacer frente a la modernidad económica y social; rehabilitar zonas antes activas, que fueron abandonadas, y colonizar y fomentar zonas deshabitadas con viabilidad para desarrollar actividades agrícolas en condiciones sustentables, y en suma reconvertir usos de suelo, cultivos y productores.

La intención es alentar el desarrollo armónico de comunidades con seis propósitos de largo alcance: establecer condiciones propicias para brindar ocupación e ingreso estables al campesino; crear mecanismos para amortiguar o diluir efectos de fluctuaciones estacionales, cíclicas y eventuales; disponer de dispositivos para absorber excedentes de empleo; reemplazar actividades inconvenientes y decadentes por modernas y promisorias; asegurar abasto de bienes básicos y estratégicos, y rescatar, restaurar, adaptar e incorporar superficies devastadas, degradadas, mal utilizadas, inexplotadas o abandonadas.

74. Diversidad productiva

La diversidad ecológica —variedad de especies complementarias de plantas y animales— constituye riqueza vital de la naturaleza. De ella dependen su fortaleza, estabilidad y desarrollo. Este concepto se proyecta a la actividad económica como diversidad productiva, que confiere utilidad —capacidad para satisfacer necesidades— y valor —de cambio: monetario— a los recursos primarios.

Si el campo se concibe sólo como espacio de actividades agropecuarias se desdeñan sus oportunidades, se mutilan sus fortalezas y se limitan sus facultades para enfrentar debilidades y amenazas. La economía rural es capaz de eludir o resistir desequilibrios derivados de fenómenos meteorológicos, políticos, económicos o tecnológicos en la medida en que se diversifica.

Indicio del fracaso del campo mexicano es su exiguo catálogo de productos: maíz ocupa 40% de la superficie cultivada; frijol, trigo, arroz y sorgo 25%. Es evidencia de vocación agrícola pobre.

Las labores agropecuarias no son fuente principal de ingreso de ejidatarios. Encuesta levantada en 1995 ilustra que aportan 50% en promedio; 36% provienen de otras actividades, y 14% de empleo migratorio. En parcelas menores de dos hectáreas las proporciones son 22%, 58% y 20%.[520] No es actitud premeditada: responde al instinto de supervivencia. En zonas de temporal —80% de la superficie cultivada— se trabaja unos cuantos meses al año. Para subsistir realizan otras tareas o emigran a urbes y EUA.

Lewis aconseja "proporcionar toda la ocupación que se pueda en actividades no agrícolas. Éste es no sólo el medio más claro de incrementar la producción no agrícola, sino que puede ser también una acción necesaria para aumentar la propia fertilidad del suelo. Si pudiera sacarse del campo parte de la población, devolver tierras al bosque, usar más suelos para controlar la erosión, y ampliar los períodos de barbecho, el producto agrícola, por definición, aumentaría, aunque no necesariamente de inmediato."[521]

Con óptica actual Escalante Semerena et. al. sugieren efectuar "nueva conceptualización del desarrollo rural que considere el carácter heterogéneo y complejo del espacio rural y las cambiantes condiciones del campo en el contexto de la mundialización de las economías y la creciente presencia de flujos internacionales de mercancías y personas. […] Como parte de ella, deberán formularse políticas con mayor capacidad para fomentar el desarrollo económico y social en el sector rural."[522]

El sector campesino es el que más resiente los desequilibrios, asimetrías y distorsiones que aquejan a una economía subdesarrollada. Dadas su cobertura territorial, trascendencia, complejidad y vulnerabilidad debe ser ordenado y regulado en los términos del plan rector y sus programas, a los que corresponde implantar procedimientos, brindar información y crear incentivos para sustituir cultivos tradicionales por actividades viables como frutas, legumbres, flores, especias, pesca, ganadería y agronegocios —artesanales, de trasformación y de servicio— alternos o suplementarios, que compartan inercias, ventajas comparativas y añadan utilidad y valor a los recursos en su lugar de origen. Es provechoso introducir figuras cooperativas de producción, empaque y comercialización, para aprovechar capacidad, habilidades y externalidades y conseguir economías de concentración.

El propósito no es tener diversidad productiva, sino apuntalar la estructura económica y crear riqueza regional.

La planificación ha de ser sistémica, insisto, pues el territorio es sistema complejo y se deben atender todas sus partes, de forma consistente, para que haya equilibrio y simetría en la operación y desarrollo sectorial y regional. Las actividades rurales dependen de las urbanas tanto como éstas de aquéllas. Su interdependencia se capta, comprende y aprovecha en el grado en que se conozcan el universo productivo integral y cada una de sus cadenas y eslabones.

La estrategia de desarrollo agropecuario ha de hacerse en correspondencia con las de industria y servicios, de tal forma que compartan y se trasfieran sinergias. En esto consiste el enfoque sistémico.

Los programas de gobierno se hacen deshilvanados e incongruentes por no haber política económica de Estado ni sistema de planificación. Abundan dependencias y organismos federales, estatales y locales con funciones de atención agropecuaria, que actúan de manera aislada, sin enmarcarlas en un plan maestro, que les dé orden, dimensión y sentido.

Con el globalismo la reciprocidad productiva traspasa las fronteras nacionales: la producción se organiza en función del mercado planetario. Esto ofrece oportunidades a todos los sectores, al vincular actividades con la mira de lograr eficiencia y eficacia óptimas. Se debe aplicar en el medio rural y darle todos los usos de que es susceptible, en busca de las reiteradas eficiencia y eficacia óptimas.

Es trascendental que el plan agropecuario cubra las cuatro dimensiones —local, regional, nacional y global— y determinar posibilidades de cada lugar, en correlación entre ellas y con el conjunto y establecer cadenas productivas que hagan factible alcanzar tales objetivos.

La última cita de Lewis previene que el producto agrícola aumenta, aunque no necesariamente de inmediato. La política agraria mexicana busca impacto inmediato, que de popularidad al presidente en su sexenio. No importan consecuencias ulteriores. Reparto masivo de tierras y programas de alcance efímero lo demuestran. Urge política de Estado, que le imprima contenido integral con horizonte de 30 a 45 años.

Fomentar el progreso rural es responsabilidad compartida de Estado, sociedad civil y agricultores. Debe fincarse en marco regulatorio, institucional y operativo que impulse avance real, con participación solidaria. Las unidades deben ser capaces de sostenerse por sí mismas y crecer, en relación armoniosa y redituable con actividades urbanas.

Obstáculos sobresalientes son inseguridad en la tenencia de la tierra, desorganización y canales de comercialización inadecuados.

Al primero ya me referí. En cuanto a organización y comercialización es imprescindible la especialización e integración de productores pequeños bajo el concepto de empresas agropecuarias y de agronegocios, mediante proyectos que definan ventajas comparativas, oportunidades, debilidades, fortalezas y amenazas, así como mecanismos para aprovechar fuerzas positivas y eludir las negativas.

Corresponde a los gobiernos federal, estatales y municipales instituir, instrumentar y controlar el sistema de planificación en sus esferas de responsabilidad, así como coordinar a productores y proporcionarles información, orientaciones, asistencia técnica y asesoría para que ellos elijan dónde se establecen, qué siembran, cómo, cuándo, con qué factores y a quién venden.

La ejecución de programas y proyectos, selección de cultivos y métodos de labranza compete a los productores, organizados según la ley vigente. Es básico confiar en que sus decisiones sean correctas, guiadas por las dos manos —la del Estado y la que mueven ellos: la invisible— que les impele a actuar racionalmente, en lo posible.

El sector rural no debe ser carga onerosa para la hacienda pública ni para los ciudadanos, a quienes a la larga se trasfiere en forma de impuestos, inflación y receso.

Modernización agraria significa adaptar las actividades rurales para que sean capaces de valerse por sí mismas. El gobierno deja de ser paternalista. Los campesinos alcanzan mayoría de edad y destierran el hijismo: planifican, se organizan, toman decisiones, asumen riesgos.

De cualquier modo, no se les puede dejar en desamparo, pues es sector básico, estratégico y vulnerable. El Estado ha de proporcionar crédito, seguros, maquinaria, canales de comercialización, avíos, aperos, instrumentos, fertilizantes, plaguicidas y demás insumos en condiciones accesibles, pero con un costo, no a título gratuito, amén de concederles condición fiscal especial, que les proteja contra prácticas perniciosas externas.

"No es posible instrumentar una política de largo plazo para fomentar la exportación, si no se contemplan instrumentos de apoyo a la actividad agrícola en general, sobre todo si se considera que todos los países desarrollados cuentan con esquemas de apoyo y fomento, incluidos apoyos y transferencias," apunta Gatzionis Torres.[523]

Ibarra asevera: "la política económica está forzada a reconocer que una parte importante de los segmentos productivos registran atrasos u operan en condiciones que les torna imposible competir, sobre todo con países de agricultura moderna e intensamente subsidiada. El problema estriba en decidir política y económicamente si se permite que dichos segmentos desaparezcan o bien si se les subvenciona y se les hace sujetos de programas integrales de modernización a fin de convertirlos, cuando sea posible, en unidades productivas viables."[524]

La decisión depende de que los proyectos rindan beneficios sociales y económicos, requisito obligado.

Ibarra añade: "sacar a la agricultura nacional de su condición de atraso, descapitalización y crisis no es una cuestión exclusiva, ni siquiera principalmente financiera o presupuestaria." Lo que se necesita es "construir un complejo sistema de política económica que resultase compatible con la dirección central del cambio económico."[525]

Es impostergable hacer frente a los desajustes causados por la globalización, desde luego, pero en forma razonada, gradual, con enfoque sistémico, de largo plazo, para alcanzar objetivos realistas.

La población rural tiene principios, valores, tradiciones, hábitos y costumbres propios. Los programas y proyectos deben respetar el contexto cultural de cada comunidad. De aquí la trascendencia de que la planificación esté consciente del multiculturalismo y abarque las cuatro dimensiones —local, regional, nacional, global— de forma que en cada una se tomen las decisiones apropiadas a las características de cada sitio y las mecánicas de producción y vida rural funcionen sin obstáculos, desajustes ni distorsiones ocasionadas por la miopía de imponer acciones desde el centro.

Vista desde el ángulo federalista "la regionalización puede ser un mecanismo útil para distribuir un poder central inoperante en entidades menores que funcionen eficazmente; para desenmarañar y racionalizar una compleja serie de jurisdicciones locales antagónicas y hacerlas funcionar más eficazmente; como instrumento oficial para aprovechar la energía de la naturaleza y ponerla al servicio de los habitantes de una región; como medio de regular el crecimiento saludable de una zona y estimular su desarrollo mediante la acción oficial," asegura Abrams.[526]

A fin de orientar e inculcar nuevas habilidades, actitudes y capacidades hay que inducir adaptación cultural, para que los campesinos descubran sus facultades por sí mismos, las aprovechen para actuar como agentes del cambio y progresar desde su ámbito, por voluntad propia. Hay que adiestrarles y motivarles para que acepten, conozcan y apliquen tecnología, equipo e insumos apropiados y se incorporen a la explotación comercial.

Es recomendable crear asociaciones de productores y esquemas de organización cooperativa de producción, tecnología, empaque y comercialización encargadas de crear, alentar y orientar el espíritu y habilidades empresariales, así como para añadir valor a la producción.

Se trata de construir estructura productiva coherente, acorde a circunstancias geográficas, sociales, culturales, políticas, institucionales, económicas y tecnológicas de cada unidad, localidad, región y Estado.

Planificar el medio rural significa crear ambientes propicios para que los recursos naturales rindan los resultados económicos y sociales más provechosos según condiciones de cada lugar. Tiene que estar en relación con objetivos culturales y sociales que confluyan en mejor calidad de vida y cerrar la disparidad medio rural/medio urbano.

Una metamorfosis así toma plazo largo, 30 a 45 años, por lo que se tiene que obrar con paciencia, constancia, empeño, dedicación y flexibilidad, a fin de adaptar oportunamente las acciones a la realidad.

El plan debe auspiciar relaciones políticas y sociales sanas, que atenúen posibilidades de fricciones y desequilibrios. Es preciso familiarizar a las dependencias de gobierno federales, estatales y municipales, a las comunidades y al público en general con las potencialidades y ventajas del plan y motivarlos a cooperar en su instrumentación.

Novena parte

Actividades urbanas

75. Explotación minera

La segunda vertiente de planificación territorial comprende actividades tipificadas como urbanas, por requerir procesos secundarios y terciarios de producción que las aleja del agro.

Examino en primer lugar explotación de minerales, recurso abundante en Mesoamérica, donde antes de la conquista se extrae oro, plata, cobre, plomo, estaño y mercurio, se hacen aleaciones y se elaboran objetos.[527] Al llegar los colonizadores se afanan en obtener metales preciosos, muy codiciados en su época mercantilista, y desatienden el beneficio de materias industriales, que crece sólo al ritmo del consumo.

Nueva España abastece dos tercios de la plata y casi un décimo del oro extraído en las posesiones hispanas de América.[528] El real de a ocho de plata acuñado aquí es la moneda del imperio español de mayor circulación en el mundo: se conoce como Mexican dollar. [529]

El trazo territorial de la colonia obedece a la ubicación de instalaciones mineras. Humboldt reseña que operan "cerca de 500 reales o realitos, célebres por las explotaciones de minas que hay en sus inmediaciones." López Rosado consigna que existen unas 3,000 minas.[530]

Con la guerra de independencia varias instalaciones se abandonan, derrumban o inundan; la extracción de plata se corta a la mitad, y la de oro disminuye 25%. Aún así, la rama es la mayor generadora de ingreso. Por ello el gobierno concede beneficios fiscales a fin de revivirla, que atraen capitales franceses, ingleses y americanos, quienes se adueñan de ella y la reaniman en 1861-1880.[531]

"La minería mantuvo un lugar central en la política gubernamental desde tiempos coloniales y permaneció como centro de atención de políticas económicas aplicadas por diversos gobiernos, fueran éstos de corte centralista o federalista durante los primeros años independientes o, posteriormente, de tipo conservador o liberal," relata Alma Parra.[532]

El sector registra auge y aporta un tercio del ingreso por exportación durante el gobierno de Porfirio Díaz. Se descubren placeres de oro en Baja California y se decuplica su extracción. La de materias minerometalúrgicas asciende en cuatro tantos. México descuella como productor de cobre, plomo, cinc y antimonio.[533]

La revuelta de 1910 interrumpe su marcha y no la reanuda, por lo que de aportar 6% del PIB en 1939, pasa a menos de 1% en la actualidad, y de contribuir con más de 10% de las exportaciones en los sesentas, hoy significa menos de 1%.[534]

La riqueza mineral no se aprovecha por insuficiencia de inversión en exploración y desarrollo, exceso de leyes y reglamentos, así como costos excesivos de energía, servicios, agua, permisos para uso de explosivos, derechos e impuestos. Revitalizarla exige estímulos fiscales, crédito, inversión en activos fijos e incentivos a la exploración, investigación y desarrollo, con base en un programa apropiado, en el marco del plan general.

(Examino industria petrolera en Capítulo 93, infra.)

76. Vicisitudes de la economía

Díaz del Castillo describe con veracidad la actividad económica en Tenochtitlan en 1568:[535] "Desde que llegamos a la gran plaza que se dice el Tatelulco, como no habíamos visto tal cosa, quedamos admirados de la multitud de gente y mercaderías que en ella había y del gran concierto y regimiento que en todo tenían. […] Las cosas que allí se vendían […] eran tantas de diversas calidades que para que lo acabáramos de ver e inquirir, que como la gran plaza estaba llena de tanta gente y toda cercada de portales en dos días no se viera todo."[536]

"No se produjo ninguna transformación inmediata o drástica en los mercados indígenas a raíz del establecimiento de la colonia española," escribe Gibson.[537] "Ningún organismo secular español se dedicó a la erradicación de las artesanías indígenas. Ningún misionero se dedicó a enseñar a los indios nuevas maneras de modelar cerámica," agrega.[538]

Se evita fomentar ramas que afecten intereses de España. "Las colonias hispanoamericanas eran consideradas como un simple mercado complementario de la economía peninsular, reservado, exclusivamente, a los comerciantes de la Metrópoli," apunta López Rosado.[539]

Quienes elaboran bienes para los nativos subsisten como gremio de producción india, que crece con rapidez, porque gustan a los hispanos, quienes los demandan y estimulan su oferta.

Los aborígenes adoptan tecnología y equipo de los conquistadores, mejoran sus artesanías e introducen nuevas, de lo que resulta variado mestizaje industrial. "Todos los más indios naturales de estas tierras han aprendido muy bien todos los oficios que hay en Castilla entre nosotros, y tienen sus tiendas de los oficios y obreros, y ganan de comer a ello," escribe Díaz del Castillo.[540]

Nueva España es la colonia más rica del imperio en 1800. Su economía presenta similitudes con la de EUA y ambas exportan sumas equiparables, revela Coatsworth, quien cuestiona: "¿Por qué empezó la economía mexicana el siglo XIX con menos de la mitad de la producción que la de Estados Unidos?" Él mismo responde: "las raíces del atraso económico de México se encuentran en las estructuras de la producción manufacturera novohispana. Padecía de una organización vertical, centralizada y fragmentada. Era presa de limitaciones fiscales y trabas burocráticas y carecía de medios de distribución y comunicación eficientes."[541]

Chávez Orozco opina parecido: la industrialización enfrentaba obstáculos difíciles de eludir: "desfavorables instituciones políticas, régimen comercial opresivo; clima y geografía adversas; monopolio de la riqueza en manos del clero y el carácter colonial, cerrado y feudal de la economía."[542]

Ambos autores hacen hincapié en deficiencias estructurales, que en cierto modo perviven y obstruyen el avance en siglo 21°.

Al conseguir su independencia la nación tiene alta deuda externa en mora, no dispone de capital, instalaciones, tecnología ni equipo y está asolada por inestabilidad política, guerras intestinas, invasiones extranjeras y nacionalismo.

El escenario cambia con Porfirio Díaz, quien instaura paz, reconoce la deuda externa y emprende enérgica política de fomento y apertura. Atrae capital de fuera; amplía la red ferroviaria; introduce electricidad; crecen producción y exportación agrícolas; se actualiza la minería; arrancan las ramas textil, harinera, cervecera, tabacalera y otras; se dispara la construcción, y en 1900 nace la siderurgia.

A pesar del avance, al empezar siglo 20º la economía mexicana aún revela "dependencia desmedida de la minería como vínculo con el exterior; una diversificación incompleta del sector exportador basado prácticamente en productos agropecuarios y en una precaria infraestructura productiva; una industria volcada al mercado interno, pero dependientes de importaciones y de políticas proteccionistas," observa Parra.[543]

La revuelta de 1910 atrofia la economía. En los treintas, restaurada la paz, la política gubernamental se enfoca a industria manufacturera y en los cuarentas se implanta el paradigma desarrollista descrito en Tercera parte, supra.

77. Estructura industrial

El sector industrial revela tres deficiencias notables:

Planta inadecuada. Las estrategias de fomento industrial han sido dispersas, reactivas, improvisadas, incongruentes, extemporáneas e inconclusas. La estrategia desarrollista patrocinó unidades incompetentes, improductivas, con mala administración, costos elevados y calidad defectuosa, como apunto en Capítulo 27.

edu.red

Alta concentración. Las plantas se aglomeran en unas cuantas ciudades, en forma anárquica, por capricho y tradición. Suscita contrastes regionales, sectoriales y de ingreso. Es vector de darwinismo geográfico y social.

La ciudad de México (DF y 17 municipios de Estado de México) genera un tercio del PIB y aloja a la mitad de las 500 empresas mayores. Es núcleo de la economía regional, nacional e internacional. Parnreiteren la cataloga como ciudad global.[544]

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente