Desenredar la maraña en que está convertida la Tierra exige establecer un sistema de planificación, que señale lineamientos y mecanismos para conducir el planeta y cada una de las naciones-Estado que lo componen en dirección premeditada, por consenso y concertación, con el propósito de enmendar defectos del globalismo, perfeccionar sus aciertos y distribuir sus beneficios con equidad. Es el meollo del asunto, la tesis que sustento.
La libertad de mercado no ha de ser absoluta, pues el mecanismo económico padece fallas, limitaciones, desajustes, desequilibrios e irregularidades que el poder público tiene que detectar, evitar y corregir, porque aún en el esquema más liberal está obligado a orientar, supervisar e intervenir en el funcionamiento del aparato productivo, para evitar que su conducta perjudique al género humano.
Planificar tiene como razón de ser actuar, no inmovilizar. Radica en prever, señalar opciones, guiar y promover, no en reprimir. Por ende, el discurso no es si debe aplicarse, sino su carácter y profundidad, que ha de definirse según características, requerimientos y recursos de cada nación, a quien corresponde buscar paradigmas acordes a los mismos y definir su vía viable: la que le conviene y a la que puede aspirar según sus capacidades.
Tres dilemas y dos retos
Esta obra se centra en el caso de México, que se inserta en el ámbito subdesarrollado, grupo de países condenados a ser pobres, por estar atrapados en círculos viciosos infranqueables, donde se conjugan problemas culturales, políticos, económicos, demográficos, sociales, tecnológicos y físicos, que configuran síndrome crónico.
Toda nación-Estado en esa circunstancia está obligada a romper dichos círculos, lo cual implica enriquecer su cultura; renovar aparatos legal, político y administrativo; reorganizar instituciones; proteger su medio físico, regular su población, y robustecer la base productiva. Entraña tres dilemas: cultural, político y económico, atenazados por dos retos: demográfico y ambiental, que dan cuerpo a este trabajo.
¿En qué consisten?
Cultura es el agregado de principios, valores, conocimientos, ideas, usos, costumbres, técnicas, símbolos y objetos que distinguen a un pueblo. Es su herencia social. Se compone de lo económico y lo no económico.
Es fácil deducir lo económico. Los teóricos del desarrollo ponen énfasis en ello, por la importancia que las personas dan a su patrimonio; porque las políticas en este terreno son accesibles y dúctiles, y porque brindan resultados apreciables en poco tiempo.
Lo no económico es todo lo demás. Para allanar su análisis le sustraigo lo político y en lo cultural incluyo aspectos étnicos, psicológicos, educativos, derechos humanos y medios informativos.
Con este arreglo el dilema cultural estriba en ¿cómo enriquecer y aprovechar la herencia social? El dilema político en ¿cómo tener buen gobierno? El dilema económico en ¿cómo elevar el bienestar-bienser de la población? Van de la mano de ¿cómo hacer frente a la presión demográfica? y ¿cómo cuidar, restaurar y proteger la naturaleza?
Nota metodológica
Inicio el ensayo con un repaso del comportamiento de la especie homo–sapiens a lo largo de los siglos, para conocer antecedentes de globalización; percibir el significado y alcance de la transición que experimenta el planeta con la globalidad y el neoliberalismo, y plantear la urgencia de reordenar el orbe con sentido humanista y apego a un sistema global de planificación. En Tercera parte abordo el problema de la pobreza y del subdesarrollo, con referencia particular a México. En el resto de la obra abordo cada uno de los dilemas y retos mencionados, a fondo y detalladamente, con el propósito de sembrar inquietudes, inducir a la reflexión y encontrar soluciones.
Indago el contenido de tales temas en tres planos: primero, cómo afecta la cultura al sistema político, a la economía, la sociedad y el bienestar-bienser; segundo, cómo afecta el sistema político a la cultura, la economía, la sociedad y los individuos, y tercero, cómo afectan las decisiones económicas a la cultura, el sistema político, la sociedad y las personas.
Naturaleza humana, herencia cultural, actos individuales e interacciones sociales forman un revoltijo conceptual que sólo puede aprehenderse con metodología de sistemas, para estructurar las observaciones acerca de lo que sucede en las sociedades; esclarece ambigüedades sobre las mismas; abre salidas a contradicciones y controversias; permite incorporar al sistema la influencia de la conducta personal, y brinda opciones alternas al investigador.
Consciente de lo anterior, aplico enfoque sistémico y visión estereoscópica, que permita abarcar el conjunto, apercibido de que los acontecimientos de cada época obedecen a leyes naturales, políticas, culturales, así como a modalidades de producción, comercio, inversión y consumo, que interactúan entre sí, dependen unos de otros y forman circuitos de retroalimentación.
Recurro a la dialéctica marxista para observar al ser humano en perspectiva histórica, porque el paso de una civilización a otra hace imprescindible hurgar en las raíces intuitivas, mentales y emocionales del ser humano, para deducir los porqués de su comportamiento individual y colectivo. Mas como aquélla confluye en determinismo monocausal económico y político, estrecho para tratar con sistemas abstrusos, la complemento con antropología cultural, que aconseja registrar minuciosamente cada suceso particular, ubicarlo en su contexto total, analizar su significado y por ese camino esclarecer naturaleza y funcionamiento del sistema social. Con su ayuda profundizo en aspectos culturales, intelectuales y psicológicos para esclarecer naturaleza y funcionamiento del sistema social, sin pretensiones de historiógrafo: relato hechos que permitan captar y comprender la conducta social del individuo. Examino la sociedad con enfoque multidimensional, en busca de que cada dimensión rastree su propio pasado y se articule con las otras para vislumbrar su porvenir.
Concedo sitio destacado a las relaciones internacionales, cuya influencia es determinante en la marcha de la humanidad, sus acomodos geográficos y la historia universal. Tomo los acontecimientos mundiales como marco general de lo que sucede en la porción subdesarrollada, con el fin de desentrañar la conciencia de la colectividad mexicana, formular la interpretación antropológica de su cultura, su manera de pensar y actuar y desentrañar el comportamiento del mexicano típico.
Instinto humano, cultura de la sociedad, relaciones interpersonales, de personas con instituciones, interinstitucionales y de personas con medio físico establecen infinidad de corrientes circulares, sin principio ni fin que jamás podrán verse como entelequia y hacen imprescindible imbuirse en el comportamiento del sistema en forma integral, descubrir las causas subyacentes de dificultad y destacar los síntomas. Son fuerzas tan poderosas que parecen dominar cualquier empeño de curar los síntomas si los remedios no se dirigen a las causas estructurales. De cualquier forma, no hay que amilanarse, sino al contrario hacerles frente y adoptar soluciones realistas, factibles y efectivas; sustentar paradigmas que coadyuven a resolver —o al menos paliar— las dificultades que agobian a México y cualquier sociedad subdesarrollada ante la globalidad y el neoliberalismo..
En suma, aporto mi visión de cuál ha de ser la postura de la sociedad humana ante la globalidad y en especial la de la sociedad mexicana.
Primera parte
. Evolución de la sociedad humana
El tema central de esta obra es globalización, proceso que enlaza a todas las economías del globo y, en consecuencia, involucra todos los aspectos de la vida. Globalidad es la situación resultante.
El significado de todas es relativo al hablar de naciones, pues es imposible su integración absoluta. En sus épocas de gloria, babilonios, egipcios, fenicios, griegos, romanos, españoles y británicos globalizan los territorios que pueden, meras fracciones del orbe. El significado de todos los aspectos de la vida sí es absoluto y globalización y globalidad son tanto genéricos como específicos: económicas, políticas, culturales, sociales, tecnológicas y físicas.
Para entrar en materia convengamos en que el homo-sapiens evolucionado aparece c. 10,000 años antes de Cristo (a.C.) y vive largos periodos de salvajismo y barbarie, que absorben 54.2% del tiempo trascurrido al año 2000, antes de implantar la civilización c. 3500 a.C.
Los fenicios emprenden la primera globalización, al ligar comercialmente el Mediterráneo, Britania y costa atlántica de África entre siglos 12º y 8º a.C.[1] En el siglo 3° a.C. Babilonia crea un territorio global: somete ciudades y les impone su cultura y regímenes político y económico. Grecia entre siglos 8° y 2° a.C. y Roma de entonces al año 476 de la era cristiana cubren vasta superficie del mundo conocido, dentro de esquema semejante. Al disolverse el imperio romano termina la fase civilización, que significa 32.5% del tiempo. Le siguen la edad media europea y el feudalismo, cerrado y autárquico.
Entre 630 y 730 los árabes, unificados por Mahoma y el islam, conquistan Península Ibérica, norte de África y suroeste de Asia. Se apoderan del Mediterráneo y realizan su globalización.
En siglo 13° aparece en Europa el capitalismo comercial, que a partir del siglo 15º avanza con rapidez con el descubrimiento de América y conquistas en el Océano Índico. El globalismo toma cuerpo en el imperio de Carlos Quinto (1° de España y 5° de Alemania) —donde "jamás se pone el Sol"— que perdura de 1517 a 1648.
El siglo 16° presencia renacimiento cultural y reforma eclesiástica. En la siguiente centuria Europa padece guerra de 30 años entre naciones católicas y protestantes. Finaliza en 1648 por el tratado de Westfalia, que destierra privilegios de señores feudales, crea nuevo orden político fincado en la nación-Estado[2]y se reorganiza el sistema económico internacional,[3] con lo que empieza la era moderna, que Pearson et. al. dividen en cuatro períodos: clásico, 1648-1789; transición, 1789-1945; posguerra, 1945-73, y contemporáneo, 1973-?.[4]
En el período clásico prevalece mercantilismo, en el cual la meta es conquistar territorios, dominar mercados y acumular oro y plata. Las naciones-Estado poderosas compiten en los mares, restringen la salida de metales preciosos, fomentan la producción y levantan barreras para protegerla de competencia externa: rige el proteccionismo.
Gran Bretaña es la globalizadora en siglo 17º: crea enorme imperio, favorecida por la segunda revolución tecnológica, la industrial, surgida del aprovechamiento del vapor como fuente de energía y de la mecanización manufacturera. Llega el capitalismo industrial.
Feudalismo y período clásico abarcan 11.6% del tiempo. El homo-sapiens ha recorrido 89.9% del mismo.
Declaración de independencia en EUA en 1776 y revolución francesa en 1789 marcan la fase transición. Gran Bretaña mantiene el dominio y fija reglas. Practica liberalismo económico, que resplandece entre 1860 y 1880, caracterizado por libre juego de oferta y demanda; división internacional del trabajo; predominio de la industria; sistema monetario universal basado en el patrón oro; aranceles bajos; libertad migratoria, y mares abiertos. El Estado se restringe a vigilar y proteger: es Estado-policía. Aplica el criterio dejar hacer, dejar pasar (laissez-faire, laissez-passer), confiado en que una mano invisible pone orden en la economía, según proclama Smith.[5]
El orbe presencia globalidad amplia y efectiva: el capital fluye entre países y abre paso al capitalismo financiero, llamado imperialismo por Engels, porque los poderosos conquistan por medio del capital.
Marx vaticina en el siglo 19° que el capitalismo lleva en su seno semillas de autodestrucción, dadas las contradicciones resultantes de la lucha de clases e incidencia de crisis económicas. Recomienda estatizar medios de producción y centralizar en el gobierno el control y dirección de la actividad productiva.[6] Asume papel de sepulturero del capitalismo.
El siglo 20º arranca en medio de escaramuzas políticas, guerras y caos social, marco propicio para la revolución mexicana en 1910. La tecnología da inmenso brinco. El petróleo se convierte en el energético que impulsa producción y trasporte. La industria se reafirma como pivote del aparato económico. Telefonía, radiodifusión y cinematógrafo perfeccionan medios para comunicar e informar.
Después de un siglo de paz relativa, Alemania, Imperio Austrohúngaro, Turquía y Bulgaria declaran la guerra a Francia, Inglaterra y otros países europeos en 1914, a los que se añaden aliados de todos los continentes hasta sumar 27 naciones, incluso EUA, que le da dimensión mundial. Termina en 1918.
Un año antes, 1917, estalla revolución en Rusia, que en 1922 implanta régimen de corte marxista. El imperio de los zares deviene en Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), una globalidad en sí misma.
Los años veintes son testigos de febril y pasajera prosperidad de posguerra. La trunca severa crisis bursátil en 1929, que desemboca en larga y dolorosa depresión durante los treintas. Keynes[7]aconseja que el Estado canalice su gasto a activar empleo, ingreso, demanda e inversión, para resucitar la economía. Asume papel de terapeuta del capitalismo.
Franklin Delano Roosevelt, presidente de EUA, emprende su política Nuevo Trato (New Deal) en 1933, inspirado en recetas keynesianas, y funda el Estado-benefactor (welfare-state), con intención de impulsar la economía y redistribuir el ingreso. Se destierra el liberalismo y EUA desplaza a Gran Bretaña como líder.
En 1939 estalla guerra entre el eje Alemania-Italia-Japón-Hungría y los aliados, Gran Bretaña, Francia, Australia y Nueva Zelanda, a quienes se unirían Canadá, EUA y URSS.
Sufrir dos guerras mundiales en plazo tan corto es traumático. Antes de finalizar las batallas, en 1944, representantes de 44 países se reúnen en Bretton Woods, EUA, donde crean instituciones multilaterales cuya encomienda es reorganizar el planeta y prevenir catástrofes semejantes (ver capítulos 21 y 22, infra).
La contienda finaliza en 1945. Triunfan los aliados y fragmentan el planeta en dos bloques: capitalista y socialista, que entablan guerra fría, acuerdo virtual para evitar cataclismo nuclear, que sustentará el equilibrio político mundial durante medio siglo.
Los países subdesarrollados constituyen un tercer mundo.
La fase transición ocupa 1.2% del tiempo.
Sigue la posguerra. Los países europeos beligerantes reanudan su avance y los atrasados registran auge sin precedente hasta 1967, cuando arranca crisis monetaria que culmina con devaluación del dólar en 1971, desmonetización del oro y renovación del mecanismo financiero internacional.[8]
2. Liberalismo actualizado
En 1973 los Estados árabes productores de petróleo suspenden exportaciones a EUA, en represalia porque éste apoya a los israelíes en la guerra de Yom Kippur: le decretan embargo petrolero, extensivo a otros países desarrollados. Con ello se cuadruplica el precio y se desquicia el aparato económico mundial.[9] Traza el lindero de la posguerra, que significa apenas 0.3% del tiempo, y comienza la fase contemporánea.
La insuficiencia de petróleo se agrava en 1979-1980 por revolución en Irán y guerra de éste contra Irak. El precio se triplica entonces, para acumular alza de diez tantos en siete años. Desencadena inflación incontenible, asociada a estancamiento económico, síndrome desconocido hasta entonces: lo bautizan estanflación (stanflation).
Ronald Reagan, presidente de EUA, ataca el mal con su estrategia reaganomics (economía según Reagan), fincada en estimular la oferta y allanar el camino a la empresa privada para que abandere la recuperación. Gran Bretaña aplica política semejante.
Se hace explícito el papel del Estado: "con base en la premisa de que la gente que hace la economía —trabajadores, administradores, ahorradores, inversionistas, compradores y vendedores— no requiere del gobierno para efectuar decisiones razonadas e inteligentes acerca de cómo organizar y dirigir mejor sus vidas, […] el papel más apropiado de la política económica gubernamental es proveer un ambiente estable y libre en el cual los individuos privados puedan planificar y tomar decisiones apropiadas confiadamente."[10]
Es versión actualizada del liberalismo de siglo 19°, por lo que le nombran neoliberalismo.[11] Auspicia que el primer mundo se recobre.
El ámbito socialista se cimbra: URSS padece serios problemas políticos, económicos y sociales, que en 1991 causan su disolución, simbolizada por la caída del muro de Berlín, en 1989, y concluye la guerra fría.[12]
China es caso aparte. Elige estilo sui géneris de comunismo pragmático. Aprovecha su mano de obra barata; fomenta la inversión extranjera, con la cual ingresan tecnología y talento; crea mecanismo eficaz de comercialización; produce con eficiencia y costos bajos. En los ochentas emprende apertura comercial, subsidia la exportación y mantiene subvaluada su moneda. En noviembre de 2001 se afilia a Organización Mundial de Comercio (OMC), emblema del globalismo.[13] Se inicia como maquiladora, pero se propone instalar gran industria, como lo hiciera Japón. Es tercer exportador mundial, acumula reserva de cerca de 500,000 millones de dólares e invierte en el exterior.
La cuarta fase de capitalismo se gesta en los sesentas, al innovarse en computación, telecomunicaciones, informática y tecnología del conocimiento. Germina una década después. Es la tercera gran revolución tecnológica, "sólo comparable en magnitud, a la primera gran interrupción de la continuidad histórica: el paso de la barbarie a la civilización," considera Toffler.[14] Sus rasgos distintivos: globalidad y neoliberalismo.
El factor más poderoso de globalización es la velocidad de comunicación. Toffler menciona que c. 6000 a.C. el medio de trasporte más rápido es la caravana de camellos: se desplaza a 12 kilómetros por hora (KM/H). En 1784 el coche correo de caballos viaja a 16 KM/H. El ferrocarril de vapor alcanza 20 KM/H en 1825.[15] Durante el siglo 20º los avances son vertiginosos, hasta llegar a télex, fax, telefonía celular e internet, que permiten a personas localizadas en cualesquiera puntos de la Tierra establecer contacto instantáneo a toda hora, como si habitaran espacio minúsculo, al que McLuhan llama aldea global. Se forja nueva civilización donde los medios de información son extensión del hombre, de sus sentidos, talento y relaciones.[16]
Lévy piensa que el cambio en materia de comunicación es más profundo que el experimentado al pasar de culturas orales a culturas escritas: "la emergencia del ciberespacio tendrá hoy un efecto en la pragmática de las comunicaciones tan radical como el que tuvo en su tiempo la invención de la escritura."[17] Llama cibercultura al nuevo entorno, donde escritura, alfabeto, prensa escrita, medios audiovisuales y ciberespacio amplían el poder del lenguaje.
Sobrevive el capitalismo, más fuerte, extendido y hegemónico, impulsado por revolución tecnológica vertiginosa y mayúscula. El autor citado lo denomina capitalismo de la información, donde ésta y las ideas no son propiedad de alguien en particular; la fuente última de riqueza es la inteligencia y creatividad colectiva de grupos humanos, y la economía se mueve por la convergencia de la fuerza de los mercados de acciones y de las corporaciones, que dominan el mundo.[18]
3. Globalidad regionalizada
El orbe no está organizado como unidad, aclaré. "Regionalización parece ser con frecuencia una mejor descripción de la evolución del mercado que globalización," considera Hazel Johnson.[19] "Si algunas áreas reciben más atención económica que otras dotadas de manera similar, entonces los mercados mundiales no son globales. […[ Regionalización es fuerza poderosa que tiene y continuará teniendo efecto en los niveles de vida alrededor del mundo y cambiará el balance de poder económico fuera de Estados Unidos y hacia Europa y Asia."[20] Radica en fortalecer bloques existentes y formar nuevos, entre gobiernos, entre corporaciones y entre gobiernos y corporaciones.[21] Es globalidad regionalizada.
Aliarse simplifica la integración política, económica y social; equilibra fuerzas de poder; resuelve conflictos con más celeridad, y permite competir con eficacia en mercados mundiales.[22]
También acarrea amenazas: la cesión de autonomía y poder exalta el nacionalismo, siempre latente, al grado de que Shils piensa: "el siglo diecinueve, definido por los historiadores durante mucho tiempo como la ya no puede disfrutar el monopolio de tal designación. El siglo veinte y probablemente el siglo veintiuno —hasta donde puede preverse— compartirán asimismo esa distinción."[23] Lo atribuye a que "los seres humanos no pueden vivir sin autoconciencia colectiva enfocada en los referentes que determinan las fronteras. Tal vez podríamos decir que los seres humanos desean vivir en un estado de reclusión. Necesitan recluirse porque necesitan comunidad. La nacionalidad aporta ambos."[24]
En áreas atrasadas tal sentimiento deriva de que sienten que ciudadanos del país poderoso aprovechan recursos locales con altos beneficios, mientras a los nativos se les dificulta, en vista de que aquéllos poseen capital, tecnología y talento empresarial; que los Estados ricos obligan a los periféricos a aplicar políticas perjudiciales a los intereses locales, intervienen en acciones contrarias a los mismos y se valen de organismos internacionales para sojuzgarlos; que someten y controlan autoridades, organismos y empresas y son celosos protectores de los intereses de sus ciudadanos e interceden para defenderlos. Así sucede en efecto, ya que han sido maniobras regulares de política internacional a través de los siglos.[25]
Quienes habitan territorios pobres se sienten reconquistados y explotados. La globalidad se ve como neocolonialismo y acrecienta resentimiento, egoísmo y envidia; alimenta pasiones nacionalistas, étnicas, religiosas y globalifóbicas; acentúa el complejo de inferioridad (ver Capítulo 38); inhibe voluntad para someterse a ella, y alienta terrorismo.
El nacionalismo es reprobable, añade Shils: "No sólo es contrario a las normas de una sociedad plural, sino de hecho es también injurioso para el mantenimiento de esas normas. […] No sólo es una agresión contra sociedades extranjeras; también es una agresión contra personas o grupos en su propia sociedad."[26]
Gobernantes y sociedad civil deben contener fuerzas nacionalistas nocivas que se oponen al progreso y contribuyen a agudizar atraso y pobreza, así como alentar la integración regional del orbe en un marco de entendimiento y colaboración.
4. Bienestar-bienser: la meta
Desarrollo se entiende como evolución de la economía, debido a que de ésta dependen el ingreso de la sociedad y su calidad de vida. Trae consigo adaptaciones culturales, institucionales, organizativas, políticas y de toda índole, eslabonadas, que son tanto efecto como causa. Por ende, debe verse como proceso integral sistémico de avance de una nación.
En la aldea global de hoy la gente tiene pretensiones materiales, espirituales y de participación más precisas que el pasado. Cuando los menos favorecidos, que son mayoría, se comparan con los que viven en mejores condiciones se inquietan, protestan y exigen igualdad y respeto de sus derechos. Explica el desasosiego y turbulencias actuales.
Kindleberger da la clave: "la estabilidad social es función, no del grado de desarrollo económico, sino de la relación entre las aspiraciones económicas y sociales y de la rapidez con que van siendo realizadas. […] Una vez que el desarrollo está en marcha podrá traer consigo tranquilidad o turbulencia, según que la elevación del nivel de vida vaya o no acompañada de una sensación de participación y de dignidad."[27]
Vale preguntar ¿cuáles son esas aspiraciones?
El patrón universal de desenvolvimiento de un país es el ascenso de su producto interno bruto per cápita (PIB/PC),[28] o sea producción por persona. Indica el estado físico y emocional de sus habitantes, esto es, de su bienestar, concepto que Larribau lleva más lejos, con sugerente juego de palabras: "bien-estar no es lo mismo que bien-ser" y cuestiona: "¿pueden conciliarse las ventajas del crecimiento económico y las exigencias de una civilización del ser y no del tener, que en las actuales condiciones está con toda seguridad en contradicción con ella?"[29]
La respuesta es afirmativa: la conciliación se logra si el desarrollo se orienta adecuadamente, se eliminan las contradicciones, se llega al bienestar y… más allá: al bienser.
¿Qué significa?
El estar, como lo entiende Hegel, es simple devenir. "Este mediar, es cabalmente, por su misma simplicidad, la inmediatez que deviene y lo inmediato mismo."[30] El significado de bienestar, por tanto, se asocia a un objetivo inmediato, estrecho, explícito en el concepto desarrollo.
El ser es el ente humano considerado en su esencia pura: contenido de principios, conocimientos, experiencias, pensamientos y concreciones sensibles, una esencia fija y estable, explica él mismo.[31]
Bienser, por ende, es situación permanente de calidad de vida satisfactoria, sin perder de vista que es concepto relativo, por ser imposible colmar en su integridad las necesidades humanas, que se renuevan o crean continuamente y porque los satisfactores son escasos.
Lo deseable es que cada persona sea, es decir exista, con dignidad: en las condiciones que le corresponden según su naturaleza, por su derecho de realizarse y disfrutar las máximas dicha y felicidad alcanzables. En esto estriba el bienser. Con tal significado lo utilizo. Al unir bienestar-bienser cubro el horizonte completo, de corto y largo alcance.
El bienestar-bienser de un grupo social depende de su potencial económico, cultura y eficacia con que se gobierna. Como éstos son muy distintos, surgen notables diferencias entre naciones, que la globalización ensancha y crea situación delicada que debe corregirse mediante la modernización y humanización de la sociedad, consistentes en expandir a escala mundial el potencial productivo y patrocinar condiciones de bienestar-bienser más equitativas o menos divergentes, objetivo implícito en las definiciones de desarrollo. Por tanto, desarrollo, modernidad y humanismo son indisolubles.[32]
Modernidad se refiere a "procesos acumulativos que se refuerzan mutuamente: a la formación de capital y a la movilización de recursos; al desarrollo de las fuerzas productivas y al incremento de la productividad del trabajo; a la implantación de poderes políticos centralizados y al desarrollo de identidades nacionales: a la difusión de los derechos de participación, de las formas de vida urbana y de la educación formal; a la secularización de valores y normas," dice Habermas.[33]
Humanismo, dice Braudel, es "una ética de la nobleza humana [que] impone a la sociedad un esfuerzo constante para realizar en ella misma la más alta perfección de las relaciones humanas; una inmensa conquista, una inmensa labor de cultura, una ciencia progresivamente ampliada del hombre y del mundo."[34] Corresponde a la búsqueda de la virtud que proclaman los filósofos antiguos.
5. Darwinismo en dos facetas
La globalidad multiplica la riqueza del planeta en términos absolutos. No obstante, las naciones se empobrecen en términos relativos, por la segmentación y desigualdad derivadas de la evolución social, política y económica, asevera Cohen.[35]
Las discordancias obedecen al modo de reparto de los factores productivos —tierra, capital, trabajo, tecnología— que origina selección natural de personas, similar a la de todo ser vivo, explicada por Darwin.[36] El fenómeno se denomina darwinismo social, aunque es Spencer quien aduce que las sociedades humanas están sujetas a leyes de la evolución por las cuales la naturaleza elige a los más aptos para ser ricos.[37] La globalización hace más estricta dicha selección natural..
Adolfo Weber establece como principio económico fundamental que el hombre procura obtener los resultados más beneficiosos posibles con un monto dado de factores, esto es, actúa racionalmente al tomar decisiones económicas: le denomina homo economicus.[38]
Falta acotar que lo hace bajo el influjo de estados mentales volubles, inducidos por condiciones de salud, emocionales, pasionales, temperamentales, climáticas y otras, donde intervienen medio físico, escolaridad, habilidades, ambiente social, disponibilidad de información y expectativas. Todo individuo procura, en efecto, actuar conforme al principio weberiano, pero sus estados mentales condicionan aptitudes y calidad decisoria, que Goleman llama inteligencia emocional, más importante que la intelectual, según él.[39]
Son elementos que configuran la naturaleza referida por Spencer, causantes de disparidades sociales en todos los tiempos, como se infiere de la condena de la riqueza que aparece en el Antiguo testamento y las diferencias de clase concebidas como injustas por los sabios griegos. Jesucristo advierte: "más fácil es a un camello pasar por el ojo de una aguja que un rico entrar en el reino de Dios."[40] "Desde las primeras tablas asirias hasta la Edad Media aparecen reformadores que clamaban por la distribución equitativa de la riqueza," dice Heilbroner.[41]
En el medievo se consolidan privilegios de aristócratas, terratenientes, mercaderes e Iglesia Católica, la cual hace gala de poder y opulencia. Como resultado, se suaviza la proscripción de la riqueza, gracias a que "los juicios éticos muestran una fuerte tendencia a adecuarse a lo que a los ciudadanos influyentes les resulta agradable creer," profiere Galbraith. Le dice virtud social conveniente.[42]
Por eso los filósofos de esa época mezclan preceptos cristianos y recomendaciones pragmáticas para ajustar los cánones a la realidad. Tomás de Aquino trata "de reconciliar el dogma teológico con las condiciones imperantes en la vida económica, puesto que no podía prevalecer la intransigencia del cristianismo primitivo con el avance del capitalismo," comenta Roll.[43]
El darwinismo también se da entre naciones: lo llamo geográfico. Es ocasionado por su dotación de factores productivos y por características sociales, culturales y políticas, que conceden ventajas o debilidades, determinan similitudes y discordancias y hacen el juego dispar: "no todos los países se involucran con equidad ni comparten con equidad el producto planetario," escriben Pearson et. al.[44]
La globalización amplía los abismos. El progreso se concentra en el hemisferio norte y Oceanía, donde existen condiciones naturales idóneas, progreso científico y tecnológico, capital y coeficientes altos de educación y organización, estabilidad política y social, que confluyen en circuitos virtuosos de cultura, prosperidad económica e igualdad. Las naciones con mayores ventajas comparativas se acondicionan a las nuevas reglas de juego y obtienen ganancias en productividad, eficiencia, eficacia, ingreso y bienestar-bienser social. Quienes carecen de ventajas o son renuentes a aceptar el globalismo se estancan o retroceden.
El reforzamiento del capitalismo, que contradice los augurios marxistas, obedece a que el desarrollo tecnológico y del conocimiento multiplica la riqueza con mayor rapidez que otros factores productivos.
En los prolegómenos de la evolución humana el efecto multiplicador de ingreso procede de actividades agropecuarias.[45] Los factores clave son tierra y trabajo humano. De allí la relevancia de esclavitud y servidumbre. "Sin la fuerza motriz de los esclavos es dudoso que se hubieran sostenido las brillantes economías urbanas del pasado," sostiene Heilbroner.[46] La riqueza la detentan aristócratas y clero, propietarios del suelo.
En el capitalismo típico el factor clave es el capital, obvio. Las fuentes de acumulación son industria y comercio. Los favorecidos son los dueños del dinero: los burgueses.
En el capitalismo financiero las ganancias proceden de los flujos de inversión, convertidos en capital fijo y fuente de empleo, o de operaciones especulativas del capital golondrina, que va y viene caprichosamente, con efecto benéfico cuando llega; perjudicial cuando se aleja. Keynes la llama "subproducto de las actividades propias de un casino."[47] Las ganancias las obtienen corporaciones y corredores financieros.
En la globalidad el dinamismo proviene de actividades terciarias, intensivas en conocimiento: electrónica, cibernética, telecomunicaciones, informática, medios informativos, mercadotecnia, telemática, asistencia profesional y actividad financiera. Proveen los nuevos ricos: profesionales jóvenes (yuppies: young urban professionals) que destacan en el mundo próspero y en segmentos privilegiados de economías emergentes, como México.
Es necesario "crear una teoría del valor del conocimiento para reemplazar a la obsoleta teoría de Marx sobre el valor del trabajo [… toda vez que] en una economía de la información […] el valor se incrementa no por el trabajo, sino por el conocimiento […] una clase de trabajo diferente al que Marx tenía en mente," aconseja Naisbitt.[48]
Lévy aporta el concepto inteligencia colectiva —conocimientos, información y experiencia compartidos por una comunidad— como determinante de su capacidad de desarrollo. "El conocimiento se ha convertido en la infraestructura del mundo contemporáneo," sostiene.[49]
Las economías poderosas fincan su posición en abundante inteligencia colectiva, intelectual y emocional, vastos recursos financieros, tecnológicos e informáticos, que les brindan alta competitividad. Las más rezagadas aún dependen del suelo y la mano de obra en buena medida. Las emergentes —que examino adelante— están en posición intermedia.
Las diferencias en talento ahondan disparidades entre países y personas. Así como coexisten plantas y animales primitivos con especies evolucionadas, cohabitan individuos y grupos sociales atrasados con desarrollados, cuya supervivencia y evolución dependen de su ajuste al orden global, en un escenario de darwinismos social y geográfico.
6. Producto planetario
La clasificación de la humanidad en tres mundos se vuelve obsoleta en 1991, al disolverse URSS. Desde entonces prevalecen dos categorías generales: desarrollados y subdesarrollados. Los primeros son los que mayor progreso revelan, claro está. ONU cataloga en vías de desarrollo a los segundos. El eufemismo distorsiona la realidad, porque da por sentado que se hallan en ese proceso, dudoso para buen número de ellos, amén de que los prósperos no se hallan estancados: se mantienen en desarrollo. Los subdesarrollados presentan algún grado de desarrollo, pero debajo de —connotación del prefijo sub— los ricos. Los examino en Tercera parte, infra. Se abren en emergentes y atrasados.
Enseguida agrupo los 191 países miembros de ONU por su aportación al producto planetario (PP), es decir, suma de sus productos internos brutos (PIBs), estimado en 59.6 billones de dólares en 2005.[50]
Desarrollados. Son 35. Contribuyen con 80% del PP y 16% de la población. Su PIB por habitante es superior a 20,000 dólares. Son sedes de corporaciones trasnacionales. El sector tecnológico contribuye con elevada proporción de PIB. Alto número de trabajadores son calificados. Entre 75% y 90% de la población registra calidad de vida elevada. Se practican austeridad y ahorro, que brindan capacidad de invertir. La pobreza extrema va de 5% a 10%.
Emergentes. Comprenden 33 economías subdesarrolladas con mayor avance relativo. Participan con 15% del PP y 28% de la población. Su PIB anual por habitante es de 5,000 a 20,000 dólares. La pobreza extrema representa entre 30% y 70%.
Dabat los describe como "grupo de países muy heterogéneo en tamaño, raíces históricas, nivel de desarrollo, trayectoria económica o condiciones sociopolíticas, por lo cual es inaceptable cualquier intento superficial de categorización. […] Con todo, muestran características comunes que permiten agruparlos."[51]
Se esfuerzan por aprovechar ventajas de los mercados globalizados y amoldar a ellos sus estructuras productivas. Cubren fases desechadas por los ricos y participan activamente en el comercio internacional. Su capacidad de ahorro es corta, mas brindan rentabilidad elevada que atrae inversión externa.
Muestran alto potencial de conflicto, inquietud política, volatilidad económica y radicalismo, por su mismo subdesarrollo, que implica diferencias amplias de ingreso y efervescencia social.
Atrasados. Suman 123. Concurren con 5% del PP y 56% de población. Su PIB por habitante es inferior a 10,000 dólares. Dependen de sector agropecuario, industrias tradicionales o artesanales y exportaciones primarias. Enfrentan dificultades para ajustarse a la globalidad. La pobreza extrema agobia a 70% ó más de la población.
Las áreas subdesarrolladas se localizan en trópicos y desiertos, por lo que tienen medio físico hostil y degradación severa. Es ínfima la escolaridad. Prevalece mano de obra rústica, descalificada y barata. Muestran elevados coeficientes de subempleo y migración. La gente se aglomera en contadas zonas aprovechables y ciudades, donde se registra alta densidad y graves lacras sociales.
El darwinismo social y geográfico del globo terráqueo se patentiza en que un sexto de la población padece hambre en los albores de siglo 21º, por reparto desigual y sobrepoblación relativa. La miseria origina malnutrición, enfermedad, incapacidad de aprender, abulia, exclusión e improductividad, desventajas que impiden progresar a vastos contingentes humanos.
La producción de alimentos crece apenas al ritmo demográfico, según FAO (Organización para la Alimentación y la Agricultura), porque sólo 15% de la superficie mundial es apta para explotación agrícola; se desertizan suelos; empeora contaminación de aire y agua por emisiones tóxicas, sustancias radiactivas, lluvia ácida, adelgazamiento de capa de ozono; se desequilibran ecosistemas, cambia patrón de lluvias, y se extinguen especies animales.
Corresponde a la ciencia agroalimentaria elevar los rendimientos de la tierra. Es responsabilidad de la humanidad contener el crecimiento demográfico, administrar el uso de los recursos con eficiencia y evitar un cataclismo de consecuencias trágicas.
7. Flagelo de la violencia
La violencia es rasgo distintivo de la globalidad, porque como en todo tiempo, existen discordancias culturales, étnicas o religiosas, ambiciones territoriales, luchas por el poder e intereses económicos, que desatan rencores, odio y agresiones,.
La guerra es tan antigua como las tribus y medio para que las belicosas se apoderen de territorios y maten o sometan a los vencidos. Desde siempre es forma de dirimir conflictos. ONU pugna por evitarla desde su creación (ver Capítulo 21, infra). Aún así, hoy se registran más de 50 conflictos armados en el planeta, sin considerar guerrillas como las que asuelan a Colombia y México.
El terrorismo actúa "con propósitos de extorsión política, coerción y propaganda por una causa política."[52] Pearson et. al. lo caracterizan como uso o amenaza de violencia no convencional, cuyo fin es causar terror, conmoción y atraer la atención; tiene motivos políticos, no criminales; quienes ordenan y ejecutan los actos no tienen relación directa con las víctimas, y son ajenos a gobiernos.[53]
La humanidad está más expuesta a actos terroristas por existir blancos inmejorables: edificios altísimos, aviones gigantescos y ferrocarriles repletos de gente, instalaciones y locales estratégicos, como aeropuertos y plantas eléctricas. Lo demostró el atentado contra las torres gemelas de Nueva York en septiembre de 2001. Los medios difunden los hechos y provocan pánico colectivo que cunde, propósito de los terroristas.
La criminalidad se refina y esparce a ritmo acelerado. Su corazón actual es producción y comercio de drogas. Los trópicos son excelentes para su operación. En medio centenar de países de esa franja es fuente espléndida de ingreso. Sirve de eje al crimen organizado, ampara a delincuencia menor, que prolifera y es sostén de movimientos subversivos y guerrilleros. Domina gobiernos, instituciones, empresas y personas; impone reglas, favorecido por ineptitud e inoperancia legal y judicial.
El negocio de drogas favorece a millones de personas en el mundo, con empleo directo, en actividades conexas y con soborno a servidores gubernamentales. Mueve unos 50,000 millones de dólares al año. Inflige daño tremendo e imperdonable a muchos millones de adictos y sus familiares. A su amparo se expanden asesinatos, secuestros, robos, asaltos y otros flagelos que alarman al planeta.
Otra amenaza es tráfico de armas. OIGs y ONGs luchan porque los gobiernos establezcan controles efectivos y hay convenios añejos para inducir el desarme. Pero son escasos los avances, dado que los países necesitan armamento para agredir o defenderse; por el crecimiento del crimen, y porque el temor induce a las familias a disponer de armas para protegerse.
Los habitantes del mundo vivimos angustiados, impotentes ante la proliferación de actos violentos que frustran la humanización de las sociedades. Se requieren acciones firmes para contenerla, vertidas en programas mundial y nacionales, insertos en el plan global que propongo adelante.
8. Reconversión productiva
La producción es punto de partida de la historia, enuncia Marx.[54] También lo es de la globalización, propulsada por avances en computación, telecomunicaciones e informática, que trasforman modos de producir e intercambiar.
Con la liberación del comercio se borran barreras políticas y económicas y se forma un mundo plano, dice Thomas Friedman,[55] compuesto por mercados integrados, muy competidos, donde hay intenso movimiento de bienes, personas, capital y tecnología.
Durante las últimas tres décadas las corporaciones globalizan las cadenas productivas, reacomodan procesos y las manufacturas tradicionales se trasladan a ciertas zonas subdesarrolladas, que emergen al desarrollo, citadas antes. En las prósperas permanecen ramas de alta tecnología. En esto consiste la reconversión regional y sectorial de la estructura económica, cuyo motivo es, como en todo tiempo, obtener la máxima rentabilidad, por medio de operación eficiente y eficaz.
Eficiencia consiste en obtener el mayor rendimiento posible con los recursos disponibles. Se relaciona con medios. Eficacia o efectividad significa obtener los resultados esperados. Considera los fines. Son nociones que competen a la teoría económica, sintetizadas en tres preguntas: ¿Qué producir? ¿Cómo producir? ¿Para quién producir?
"Donde producir es también un elemento relevante de las decisiones económicas, tanto en términos privados cuanto sociales, así como un aspecto básico de las acciones que se realizan en el mercado," opina Bendesky.[56]
¿Dónde? puede ser cualquier lugar del orbe en que sea más redituable localizar cada fase de las cadenas productivas, sin importar distancias, fronteras ni nacionalidades. La inversión se dirige adonde existen ventajas que prometen alta ganancia.
La eficiencia, incrementada por la tecnología, abate costos de comunicación, trasporte, distribución, producción y financiamiento, lo cual reprime inflación, eleva capacidad de compra, estimula demanda y apuntala la fase ascendente del ciclo en economías prósperas y suscita el efecto-riqueza, circuito de crecimiento acumulativo ingreso–consumo–ahorro–inversión-empleo-producción-ingreso, ad líbitum, que vigoriza el auge y extiende su duración.
De todos modos, el planeta no está inoculado contra perturbaciones coyunturales, que seguirán apareciendo, pues las leyes de la economía no se alteran: las dictan las reacciones de consumidores, productores e inversionistas, quienes siguen patrones de constancia, trazados por su naturaleza y por condiciones de salud, pasionales y temperamentales, moldeadas por escolaridad, estrato social, acceso a información y expectativas. No se puede confiar en la racionalidad de la mano invisible en que creen Adam Smith y seguidores.
Algunos hablan de nueva economía, aunque no existe novedad en su naturaleza; sólo se reordena, con preeminencia del factor conocimiento y la actividad terciaria. Las transacciones electrónicas aceleran su velocidad, lo cual modifica la forma como reaccionan los involucrados, no el fondo. Obliga a ajustar la teoría a la práctica y a distinguir entre funcionamiento tradicional y computarizado, sin variar principios ni contenido. Cuando los postulados keynesianos inspiraron las políticas públicas también se usó el concepto nueva economía, comenta Johnson.[57]
El cambio estructural planetario beneficia a países ricos; concentra la riqueza; agudiza sus diferencias con el mundo rezagado, e impone a éste el apremio de amoldarse y trasformarse para avanzar y mejorar condiciones generales de vida o incluso para sobrevivir.
9. Claroscuro de la globalidad
Reitero lo asentado en la Introducción: la globalidad proyecta un claroscuro: ilumina a ciertas personas y países, pero extiende sus sombras sobre otros, por desgracia la mayoría. Muestra dos rostros antinómicos. El benévolo aumenta las posibilidades de desarrollo cultural, empleo, ingreso y bienestar-bienser. Sus luces alumbran al mundo próspero, si bien deja escapar tenues destellos a algunas regiones agraciadas. El perverso aviva los darwinismos social y geográfico; castiga con severidad la falta de recursos, eficiencia y competitividad; se ensaña con grupos vulnerables y es despiadado con áreas atrasadas.
Toffler equipara las tres revoluciones tecnológicas —agrícola, industrial e informática— con tres enormes olas. Los cambios causados por la tercera, afirma, "no son independientes entre sí. No son fruto del azar. […] Son, de hecho, partes de un fenómeno mucho más amplio: la muerte del industrialismo y el nacimiento de una nueva civilización.[58]
"La Humanidad se enfrenta a un salto cuántico hacia delante. Se enfrenta a la más profunda conmoción social y reestructuración creativa de todos los tiempos," prosigue.[59] Como consecuencia, el mundo padece "una verdadera enfermedad que afecta a un número creciente de personas," el shock del futuro: "una corriente hoy tan poderosa que derriba instituciones, en un desequilibrio por inadaptabilidad al cambio, [que] trastorna nuestros valores y arranca nuestras raíces."[60]
La parábola es acertada si se considera que el oleaje suele ser estable, pero se convierte en marejada cuando se desata un huracán. Igual, la sociedad se mantiene estable mientras no sufre trastornos serios, [61]mas cuando sobrevienen éstos se perciben como crisis (del verbo griego?????????: decidir), punto de choque, de flexión, que hace imperativo actuar: tomar decisiones.
La turbulencia que azota al mundo durante la transición de estatismo-proteccionista a neoliberalismo-globalidad actúa como marejada: altera todo y acarrea problemas que deben ser enfrentados y resueltos. Desata crisis que exigen resolver dificultades y al mismo tiempo abren oportunidades que pueden aprovecharse.
Los acontecimientos del último tercio de siglo 20° imprimen sensaciones en la conciencia de la humanidad que afloran en noviembre de 1999, cuando nutrido grupo de manifestantes protesta en Seattle, EUA, donde sesionaría Organización Mundial de Comercio (OMC), contra neoliberalismo y globalización, por atribuírseles que exacerban desempleo, concentración de la riqueza y miseria, como relato en la Introducción. Dos meses después el presidente Ernesto Zedillo los denomina globalifóbicos, en Davos, Suiza.[62]
Cada vez más personas se contagian de aquel sentimiento y demandan cambiar al mundo, por lo cual se nombran altermundistas. Su ingenuidad hace recordar a Kluckhohn: "en lo que respecta al tratamiento de las enfermedades sociales, estamos viviendo todavía en la época de la magia. Nos comportamos a menudo como si las ideas revolucionarias y perturbadoras pudieran conjurarse por medio de un rito verbal, como los espíritus malignos. Buscamos brujas a las que echar la culpa de nuestras dificultades."[63]
El orden globalizado es el que existe: el real, el único que hay. Divagar acerca del que debiere ser o el que se anhela cae en el terreno de la fantasía: escapa al dominio de la ciencia. Reconocerlo no equivale a tener fe en un dogma; es aceptar la realidad. Cierto que beneficia a un conjunto privilegiado de naciones e individuos; pero no es atribuible sólo al funcionamiento libre de mercados, sino a múltiples factores, culturales, políticos, institucionales, físicos y otros. Por lo demás, no es posible eludirlo, pues es una etapa más de la evolución dialéctica.
El deseo de toda sociedad es alcanzar la posición más encumbrada posible. Las prósperas buscan escalar peldaños más altos: mantenerse en desarrollo. Las emergentes, alcanzar a aquéllas: dejar de ser subdesarrolladas. Las atrasadas, salir de su marasmo.
10. Humanización de la sociedad
Los individuos son impelidos por coerción física, intelectual y moral a supeditarse a la sociedad de que forman parte, asienta Durkheim.[64] Coerción similar se da entre naciones: las poderosas se imponen a través de fuerza física, económica, cultural, intelectual y moral, lenta pero inexorablemente, de manera espontánea y definitiva. Las civilizaciones se forman por influencias intersociales. Es positivo, pues "si todo grupo humano hubiera tenido que evolucionar por sus solos esfuerzos, el progreso hubiera sido tan lento que es dudoso que cualquier sociedad estuviera […] más allá de la antigua Edad de Piedra. El crecimiento relativamente rápido de la cultura humana, como conjunto, se debe a la capacidad de todas las sociedades para adquirir elementos de otras culturas e incorporarlos dentro de la suya propia," opina Linton.53
¿Qué cultura impera hoy?
"En Europa, desde el siglo XVI (y probablemente desde antes), la civilización en su último grado está bajo el signo del dinero y del capitalismo," comenta Braudel.[65] Las aptitudes humanas están dadas por posesión de capital, tierra, tecnología, educación, calificación laboral y talento para aprovecharlos. Su reparto dispar crea contrastes sociales, de tenues a exagerados, que se acentúan en la globalidad. Se acepta, se ensalza incluso, la explotación del hombre por el hombre. Así es la civilización occidental, que se enseñorea en el mundo, impuesta por naciones europeas y EUA.
La apertura informativa hace que los desfavorecidos adquieran conciencia de que merecen vivir con dignidad, en el sentido apuntado. Exigen a autoridades reconocer, respetar y brindarles sus derechos. Organismos internacionales gubernamentales (OIGs) y no gubernamentales (ONGs) los incitan y ayudan.
Toma 172 años hacer explícito su reconocimiento. Arranca con la Declaración de independencia de EUA en 1776 y la revolución francesa de 1789. Se consagra en 1948, en la Declaración universal de los derechos humanos, de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Su materialización es pausada: en naciones desarrolladas es patente el progreso; se vislumbra en grupos privilegiados del mundo subdesarrollado; pero está distante en países, grupos, familias e individuos pobres, que son el grueso de la población.
Las constituciones nacionales especifican derechos humanos, con diferencias en valores, interpretaciones y matices. Algunos son de carácter universal; otros son reconocidos sólo por algunos gobiernos. Sociedades teocráticas sobreponen principios religiosos a conceptos legales y mantienen prácticas que otras culturas consideran impropias. En donde impera criterio marxista se piensa que respetar garantías individuales auspicia discriminación económica y estratificación social. Regímenes totalitarios o con nacionalismo acendrado se resisten a aceptar criterios, reglas y acuerdos internacionales, para mantener su statu quo.[66]
En el pasado las acciones eran de incumbencia local. Ahora son de injerencia solidaria internacional. Ante la presión, los gobiernos ceden y procuran otorgarlos.
Dada la acentuación del darwinismo es impostergable modernizar la sociedad y humanizarla, visto como favorecer que el mayor número posible de humanos gocen de bienestar-bienser.
11. En pos de la vía viable[67]
El capitalismo demuestra vigor para sobrevivir y evolucionar durante siete siglos, por ser compatible con leyes naturales: respeta y defiende el instinto de triunfar; exalta el individualismo, que impele al ser humano a superarse, distinguirse en medio de reñida competencia. La libertad de decisión aguza su creatividad, acelera aportaciones tecnológicas y le acicatea a trabajar, ahorrar e invertir, a desplegar su potencia creativa y progresar, con lo que colabora al avance de su comunidad.
Lo anterior se inserta en el concepto modernidad de Hegel, quien declara: "en la sociedad civil cada uno es fin para sí mismo, todo lo demás no significa nada para él. […] La sociedad civil encuentra también su justificación en la emancipación del individuo por la que éste se instala en la libertad formal: el desencadenamiento del capricho y arbitrariedad de las necesidades y del trabajo es un momento necesario en el camino por el que la se educa y se forma en su particularidad.>"[68]
Vivimos el tránsito a nueva civilización, aún en proceso: queda largo trecho por recorrer, durante el cual el hombre debe madurar, superar obstáculos y corregir errores.
Los inconformes patológicos seguirán convencidos de que la fórmula neoliberalismo–globalidad es culpable de todos los males y se enardecerán pasión y rebeldía. Su error es confundir libertad de mercado con instrumentación. Ésta es la que atropella todo a su paso. En regiones subdesarrolladas es impetuosa, desordenada e irrestricta; se implanta precipitadamente; no responde a un plan ni tiene dirección humanista. Si no se superan las injusticias pudieren ocasionar cataclismo de proporción incalculable. Ello hace imprescindible revisar las estrategias económicas a escalas mundial y nacional y sustituirlas por propuestas sensatas viables, que reivindiquen los derechos de los desfavorecidos y den contenido ético al régimen neoliberal, que llegó para quedarse hasta que se forme la cuarta ola, para corregir o al menos suavizar los darwinismos. El remedio no estriba en desdeñar la realidad y exigir soluciones ilusorias, sino en pugnar porque las naciones se adapten en forma correcta al orden vigente, burlen amenazas y aprovechen las ventajas.
Presenciamos una transición dialéctica: el estado de la humanidad antes de la globalidad representa la tesis. En los setentas y ochentas se modifican formas, condiciones y relaciones internacionales de producción: es la antítesis. Obedece a acontecimientos que no se revierten.
Fukuyama pregunta si es el fin de la historia.[69] De hecho es el arranque de la fase en que se fragua la síntesis: compleja, ardua y tardada, pues todo cambio sociocultural es lento. La conversión lleva sólo 0.2% del tiempo trascurrido desde que aparece homo-sapiens. Provoca turbulencia, desorden y remueve todo, con pasos desordenados, impulsivos y caprichosos.
La cuestión nodal es ¿qué se puede hacer para corregir sus efectos malignos y extender y dispersar sus virtudes con equidad?
Para resolverla hay que partir de tres axiomas: primero, los sistemas sociales son complejos; segundo, deben planificarse, y tercero, tiene que hacerse con criterio realista.
El futuro de la humanidad depende de que las naciones-Estado de la Tierra se reorganicen en un clima de concordia, solidaridad y respeto mutuo, apliquen enfoque de planificación integral, sistémica, de largo alcance; emprendan reforma organizada para ajustarse a las circunstancias reales, e instauren un escenario de paz, tranquilidad y bienestar-bienser para el mayor número alcanzable de humanos.
La tranquilidad espiritual del planeta depende de que haya equidad, justicia y respeto a la dignidad del ser humano.
La gobernabilidad, de que se garanticen libertad, paz y orden.
El desarrollo económico, de que se incrementen producción, empleo e ingreso y éste se distribuya con equidad.
La integridad y hospitalidad del planeta, de que se proteja y regenere el medio ambiente.
La sabia combinación de estos elementos llevaría a la globalidad humanizada, que conceda bienestar-bienser al mayor número alcanzable de personas.
El siglo 21o abre horizonte de esperanza, porque la revolución tecnológica ofrece oportunidades de progreso cultural y material. A la vez rebosa peligros y amenazas, que imponen obligaciones y retos.
Los países han de instaurar sistemas democráticos adecuados a las circunstancias: abiertos, flexibles, aptos para afrontar los desafíos, sustentados en legislación e instituciones apropiadas, eficientes y eficaces.
El régimen neoliberal no puede ser irrestricto. Se debe regular su funcionamiento en beneficio de la gente. Al finalizar siglo 20° dos doctrinas, liberal y socialdemócrata, buscan resolver los problemas con sentido humanista. Tras ellas aparece la tercera vía, que ofrece una solución ecléctica que incorpora ideales socialistas a las necesidades de la economía globalizada.
Yo propongo seguir la vía viable: la defino en Capítulo 54, infra.
Segunda parte
12. Reacción globalifóbica
Globalifobia, antineoliberalismo o altermundismo —como se le llame— es reacción ante las iniquidades implícitas en los darwinismos social y geográfico y en el claroscuro de la globalidad, que despiertan agravio, resentimiento, coraje, envidia y afán de venganza. La asumen quienes están descontentos del globalismo, según expresa Stiglitz.[70]
Plauto, en siglo 2º a.C., acuña la frase "el hombre es lobo del hombre" (homo homini lupus) para definir la naturaleza humana.[71] Ese lobo se enfurece al percatarse de las desigualdades y experimenta pasiones como las mencionadas. Se ha rebelado siempre: Görlich cita que en Egipto se sublevan campesinos y exigen mejores condiciones en siglo 27o a.C. Su líder es "el primer reformador social de la historia del mundo," asegura.[72]
Dentro de un país se presenta como lucha de clases, indisciplina civil, delincuencia y criminalidad. Hacia lo extranjero como xenofobia, odio étnico o religioso, que engendran tensiones sociales, guerra y terrorismo.
Algo semejante a lo que presenciamos se observa en Europa entre 1850 y 1870, cuando existe "gran masa de obreros procedente de la reserva de desocupados, por la introducción de nuevas máquinas, que desalojaban a un número cada vez mayor de obreros, y por la inmigración de obreros agrícolas, desalojados ahora también en proporciones crecientes por las máquinas," describe Engels.[73]
Görlich dice: "condiciones análogas se presentaron donde quiera que la industrialización hizo los mismos progresos que en las islas británicas."[74]
Han sido movimientos que exigen mejores condiciones de vida para los desfavorecidos. Cobran ímpetu al ensancharse sus diferencias con los ricos; cuando abundan desocupados en medio de la prosperidad, y al empalmarse con crisis financieras y económicas agudas. Durante la guerra fría los patrocinan agrupaciones auspiciadas por el bloque soviético, China y sus aliados, con la finalidad de derrotar al capitalismo. Sus conquistas son exiguas, porque el experimento comunista es incapaz de corregir discrepancias sociales: más bien las ensancha, con lo que se debilita y desprestigia. Pierden patrocinador y vitalidad al disolverse URSS en 1991. Aun cuando adquieren brío, carecen de organización, objetivos y estrategias unificados. Se fragmentan en corrientes que van de reformismo conciliador a altermundismo.
El primero reconoce que la globalidad es inevitable y propone adaptarse a ella, señalarle límites de actuación y conciliar intereses de poderosos y débiles.
Los altermundistas atribuyen los males a que los mercados operan abiertamente, con determinismo marxista. Anhelan un mundo utópico donde los mercados sean puros y justos, sin restricciones directas o indirectas, que impere movimiento libre de personas, mercancías y capitales y exista reparto equitativo de la riqueza, sin recomendar mecanismos ni aportar recursos para lograrlo.
Mi propuesta es definir lo que se puede hacer y olvidar lo que debiere ser o lo que se desearía que fuere, en busca de que la globalización adquiera carácter ético, solidario y humanista. No se puede lograr lo imposible. Estamos en un laberinto de relaciones entre gobiernos y sociedades civiles, ante el cual hay que organizar instituciones internacionales cooperativas que reordenen la interdependencia, en vez de verlo como torneo entre Estados, donde triunfan los poderosos, y reconocer el mundo de verdad, el globalizado, para hacer frente a las dificultades emanadas de ella, con enfoque integral, sistémico y globalista.[75]
13. Los sistemas deben planificarse[76]
Las organizaciones sociales constituyen sistemas muy complejos por múltiples causas: lo intrincado del ser humano; contienen multitud de elementos; presentan interacciones múltiples y enmarañadas, y proveen un cúmulo interminable de información. Se componen de infinidad de circuitos cerrados de retroalimentación, cuyo funcionamiento está influido por su conducta anterior, de modo que generan procesos de causa-efecto, positivos o negativos, según sean causa de desarrollo o colapso, de estabilidad o fluctuación.[77] Forrester los denomina contraintuitivos, porque sus problemas no pueden resolverse por intuición.[78] Si se abandonan al azar o la casualidad se intensifican, ya que gestan círculos viciosos. "Las fuerzas que se mueven en su interior son tan poderosas que parecen dominar cualquier esfuerzo de tratar los síntomas si los remedios no se dirigen a las causas estructurales."[79]
Se han refinado tanto que crean más confusión y desorden y parece que en vez de que el hombre domine a los sistemas, éstos lo dominan a él. Por tal razón, "deben planificarse, no puede permitírseles sólo que " advierte Van Gigch y especifica: "en el mundo complejo de hoy, donde los acontecimientos internacionales tienen repercusión nacional y viceversa, resulta insensato creer en el mito y magia de la que resuelve todos los problemas. Planificar es indispensable y obligatorio."[80]
Maquiavelo, padre de la teoría política, lo recomienda: "debe adoptarse como regla general la de que para fundar y reconstruir un Estado es necesario actuar en una sola dirección; toda la obra debe ser creación de una mentalidad reguladora, porque sin ésta ninguna unidad verdadera puede alcanzarse jamás, ni fundarse nada estable."[81]
Carroll esboza su importancia en el diálogo entre Alicia y el Gato en el inefable País de las Maravillas:
—¿Quieres decirme, por favor, qué camino debo tomar para salir de aquí?
—preguntó Alicia.
—Eso depende del lugar adonde quieras ir —contestó el Gato.
—A cualquier lugar —dijo Alicia.
—En ese caso, poco importa el camino que tomes.
—Con tal de que conduzca a alguna parte —añadió Alicia, a manera de lógica conclusión.
—Puedes estar segura de que llegarás a alguna parte —dijo el Gato— si caminas lo suficiente.[82]
El razonamiento es incuestionable.
Lo sensato es definir adónde se pretende llegar: predeterminar un objetivo, lo cual implica formular un plan y tener una mentalidad reguladora que lo ejecute, como puntualiza Maquiavelo.
Es acto inherente al ser humano: en la tarea más sencilla efectúa un razonamiento previo, a diferencia de abejas o arañas que por instinto, sin partir de una idea preconcebida, construyen su panal o red, de utilidad y belleza admirables.
14. Auge y ocaso de la planificación
Planificar se refiere a "intentos deliberados hechos por el Gobierno de un país —generalmente con la participación de otras corporaciones colectivas— para coordinar más racionalmente la política pública con el objeto de alcanzar más plena y rápidamente los fines deseables para el futuro desarrollo determinados por el proceso político a medida que se desenvuelve," define Myrdal. [83]
Para Hagen significa "que el gobierno [organiza] sus procedimientos para adoptar decisiones tomando en cuenta los efectos económicos totales de cada uno de sus actos, y que el programa total de acciones adquiere una coherencia encaminada al logro de un desarrollo económico tan acelerado como pueda alcanzarse en armonía con las otras metas nacionales."[84]
En ambas opiniones se advierte sesgo economicista, por al menos tres razones:
Primero, lo primordial para todo ser humano es satisfacer sus necesidades, móvil de la actividad económica.
Segundo, "la producción, y tras ella el cambio de sus productos, es la base de todo orden social; […] la distribución de los productos, y junto a ella la división social de los hombres en clases o estamentos, es determinada por lo que la sociedad produce y cómo lo produce y por el modo de cambiar sus productos. […] Según eso, las últimas causas de todos los cambios sociales […] han de buscarse no en la filosofía, sino en la economía," aduce Engels,[85] en lo cual está de acuerdo Aristóteles.[86] Ergo, la planeación ha de enfocarse a ella.
Tercero, el Estado puede influir en la economía de modo directo y lograr resultados exitosos con prontitud.
El primer plan aparece en Japón en 1884, sin dejar secuela, informa Hagen. Durante el segundo decenio de siglo 20º se elaboran programas de obras y servicios públicos, equivalentes a planes rudimentarios, en las entonces colonias de potencias europeas. India es el "primer país que estableció una planeación completa," a fines de los treintas.[87]
Marx se obsesiona con que el Estado asuma control de los medios de producción. Engels lo secunda: "únicamente una organización consciente de la producción social, en la que la producción y la distribución obedezcan a un plan, puede elevar socialmente a los hombres sobre el resto del mundo animal, del mismo modo que la producción en general los elevó como especie."[88]
Al constituirse URSS en 1917 implanta régimen de planificación central, inspirado en la concepción marxista.
En EUA la depresión de los treintas, que hunde en el desempleo a 13 millones de personas —un tercio de la población activa— impele al presidente Roosevelt a hacer caso a Keynes, quien aconseja que el gobierno actúe como Estado-benefactor e intervenga en la economía para estabilizarla y alcanzar empleo pleno. Sus recetas se concretan en el Nuevo Trato (New Deal) citado, equivalente a plan de emergencia.
Después de la segunda guerra mundial se practica planificación coercitiva en China, URSS y países asociados. ONU las etiqueta economías centralmente planificadas.
En el mundo libre o democracias —imperialismo para el otro bando— predomina el criterio keynesiano: se aplica planeación indicativa y el Estado controla sectores e industrias estratégicos, con varios matices.
A mediados de siglo está de moda la planificación, mas su utilidad es discutible. En occidente es decorativa. "Se hace pragmática y fragmentaria, y nunca amplia y completa," opina Myrdal. Incluye "una serie de soluciones de avenencia de situaciones prácticas y apremiantes."[89] Es incapaz de resolver trastornos del capitalismo: fluctuaciones cíclicas, inestabilidad, desempleo, iniquidad y derroche. Por lo demás, atiza la inflación. Proteccionismo y burocracia obstruyen la marcha de los negocios. No sirve para prever ni hacer frente al desequilibrio financiero y crisis energética que desquician al mundo en los setentas.
En el área socialista coarta la libertad e iniciativa individuales y favorece ineficiencia, improductividad y descontento. El aparato gubernamental es pesado, oneroso y corrupto. Sus mecanismos administrativos son engorrosos y rígidos. El gasto público es exagerado y vuelve impagable la deuda pública. La regulación de la oferta provoca escasez de bienes básicos. El régimen expande la pobreza y demuestra inoperancia.
En países subdesarrollados los planes son de utilería: ensalzan la imagen del gobernante; enumeran propósitos utópicos; favorecen dispendio, corrupción, deuda e inflación. Los monopolios estatales son costosos e ineficaces, fuente de enriquecimiento de políticos y líderes sindicales.
El neoliberalismo destierra la planificación por tres motivos: el desarrollo del mundo próspero es más veloz que la perspectiva de los planes; crisis sistémicas en setentas y ochentas patentizan su ineficacia, y se acepta el mito de que planear es excluyente de la libertad de elección.
Los dos primeros son incontrovertibles.
En cuando al tercero recurro a Van Gigch: no existe contradicción entrambos conceptos, ya que "la forma que toma(n) la(s) libertad(es) está en relación directa con los supuestos que adoptan quienes diseñan el sistema de planificación."[90]
Lewis piensa: "la disputa entre la planeación y el laissez-faire no es una disputa entre el orden y la anarquía en la vida económica. Todos los pensadores políticos serios, incluso los filósofos del laissez-faire, parten de la proposición de que la producción y distribución deben controlarse para ponerlas al servicio de fines sociales. El punto a discusión es qué parte de este control puede ser invisible y qué parte debe ser visible."[91]
Trotsky —socio de Lenin en la creación de URSS— asienta: "los innumerables partícipes activos de la economía, estatales y privados, colectivos e individuales, deben manifestar sus necesidades y su fuerza relativa no sólo a través de la determinación estadística de las comisiones de planeación, sino por la presión directa de la oferta y la demanda. El plan es probado y, hasta un grado considerable, realizado a través del mercado. […] La contabilidad económica no puede concebirse separada de las relaciones mercantiles."[92] Adviértase que concede al mercado influencia decisiva en la dinámica económica.
Son nociones que deben prevalecer al organizar y administrar toda sociedad humana.
La razón de planificar es que toda persona alcance y conserve la mejor situación física y espiritual posible. Implica adaptar la organización social a las condiciones reales. De eso depende su desarrollo, pues como asevera Spencer "un organismo vive y existe y continúa existiendo únicamente si está interna y externamente adaptado," refiere Radcliffe-Brown.[93]
Tal adaptación sólo puede efectuarse con posibilidad de éxito si se sustenta en un plan adecuado y eficaz, formulado y ejecutado sobre bases científicas, sistémico, con visión de Estado, globalista, enfocado al largo plazo y en beneficio de la humanidad.
15. Son dos manos
"No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero la que nos proporciona el alimento, sino la consideración de su propio interés," razona Smith.[94] Este aforismo cobra vida hoy en países desarrollados: el propio interés de los agentes económicos gesta la prosperidad.
Es obra de la mano que Smith denomina invisible, aun cuando no lo es tanto, pues se trata de mecanismo gigantesco accionado por decisiones de empresas y personas que concurren en los mercados como compradores, productores, vendedores o inversionistas. Se materializan en bienes y en valores monetarios muy visibles: costos, precios, ganancias, pérdidas.
Así, junto a la mano visible del Estado se mueve esa mano omnipresente, también perceptible, aunque la llamo invisible, como su creador, para respetar el concepto original y evitar confusión.
Las barreras proteccionistas vigentes en la posguerra atrofian la mano invisible e impiden que el primer mundo salga de la estanflación que le agobia entre 1970 y 1990. El liberalismo las demuele y forja su larga recuperación del siguiente decenio.
Las corporaciones trasnacionales conducen dicha mano a escala global, a través de sus programas estratégicos propios, que marcan el paso al aparato productivo del orbe y detonan efecto-multiplicador que se desplaza por todos lados. Sin proponérselo, las grandes corporaciones en cierto modo planifican el mecanismo productivo mundial.
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