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Elección del tema: Ataques mediáticos contra el Papa y la Iglesia Católica (página 2)

Enviado por patricio vega


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Este término tomó significado a partir de la raíz latina original para designar el impulso moderno (surgido durante el Siglo de las Luces) de los Estados, organizaciones y personas para la independencia de las instituciones respecto al poder eclesiástico, el deseo de limitar la religión al ámbito privado, particular o colectivo, de las personas y permitir mejores condiciones para la convivencia de la diversidad religiosa, poniendo al Estado de árbitro y, como reglas del juego, los derechos humanos. En general, los laicistas afirman que la laicidad es un principio indisociable de la democracia, porque las creencias religiosas no son un dogma que deban imponerse a nadie ni convertirse en leyes. Fernando Savater, profesor de ética y filósofo, dice que "en la sociedad laica tienen acogida las creencias religiosas en cuanto derecho de quienes las asumen, pero no como deber que pueda imponerse a nadie. De modo que es necesaria una disposición secularizada y tolerante de la religión, incompatible con la visión integrista que tiende a convertir los dogmas propios en obligaciones sociales para otros o para todos. Lo mismo resulta válido para las demás formas de cultura comunitaria, aunque no sean estrictamente religiosas".

Un Estado laico de esta forma pretende alcanzar una mejor convivencia al ordenar las actividades de los distintos credos, asegurando la igualdad de todos ante la ley, y en muchos casos sirviendo como herramienta para someter el sentimiento religioso, pretendiendo así anteponer los intereses generales de la sociedad civil sobre los intereses particulares. En otros campos más específicos, por ejemplo la educación, se usa el término de educación laica cuando se defiende la enseñanza pública o privada manteniendo la independencia de la misma respecto a cualquier creencia o práctica religiosas.

En el siglo XIX francés la palabra laicización significó sobre todo el esfuerzo del Estado por sustraer la educación al control de las órdenes religiosas, ofreciendo una escuela pública controlada exclusivamente por el Estado igual para todos. La Iglesia Católica se ha opuesto a esta visión del laicismo, pues considera que no garantiza la libertad religiosa y de culto de los católicos. La Iglesia Católica se acercó a las posiciones políticas más modernas, aproximándose a una renuncia al estado confesional, durante el Concilio Vaticano II y retrocediendo después a sus posiciones tradicionales. Acepta un régimen de separación del Estado, pero puntualiza que esta "separación" no implica la renuncia a exigir que las leyes se amolden a sus posiciones doctrinales en los países que considera católicos, allí donde los bautizados son mayoría, en los que exige una posición especial. La Iglesia Católica distingue actualmente entre un estado laico, que reconoce la autonomía mutua de la Iglesia y el Estado en sus respectivas esferas, y el Estado laico, que se resiste a la tutela espiritual del Estado por parte de la Iglesia.

La Ilustración y las raíces del laicismo anticristiano

La Ilustración: Significado y Características.

El siglo XVIII marcó el final de toda una época, la del llamado Antiguo Régimen, caracterizado por una sociedad jerarquizada, dividida en estamentos (nobleza, clero y pueblo llano), un sistema político (absolutismo monárquico), una economía centrada en la agricultura y los gremios, y unos principios religiosos, los del cristianismo, que habían ayudado a construir la civilización occidental y que empapaban casi todos sus ámbitos.

En este contexto se desarrolla la Ilustración, movimiento ideológico que preparará el camino de la Revolución Francesa (1789), a través de la cual se abre una nueva era en la historia, la Edad Contemporánea, caracterizada por una sociedad de clases, el predominio creciente del liberalismo político y económico, la producción industrial y el progresivo avance de la secularización. 

La Ilustración se apoyó en los avances del siglo XVII. Los intelectuales ilustrados se sintieron deslumbrados por los progresos científicos y las nuevas doctrinas filosóficas del siglo anterior (Galileo, Newton, el racionalismo de Descartes, el empirismo de Locke, etc.), llegando a profesar una fe ciega en el poder de la razón. Creyeron que si la razón era el instrumento seguro para conocer el universo también podrían aplicarla a la propia vida humana y social.

Así surgió la Ilustración, movimiento que pretendió, a través del entendimiento, revisar y reformar todas las realidades y problemas que atañían al hombre y a la sociedad: la política, la organización social, la economía, la religión, y hasta el modo de ser y de pensar de las gentes. El nombre de Ilustración procede del ideal, de "iluminar", con las luces de la humana razón, todos los sectores de la realidad. En opinión de los filósofos del siglo XVIII, el poder de la inteligencia es comparable a una luz: "es una lámpara que difunde sus rayos benéficos y disipa la oscuridad y las tinieblas de la ignorancia y de la tradición en las que había estado sumida la pobre humanidad".

Las características que mejor definen a la Ilustración son: una confianza ciega en el poder de la razón, el entusiasmo por las ciencias útiles, la esperanza en el progreso y una actitud crítica. Para los ilustrados o iluminados del siglo XVIII, la idea de progreso supone que el hombre, guiado sólo de su capacidad de raciocinio, promoverá el avance, "el progreso" (progreso material) de la civilización, que habrá de llevarle a la felicidad.

En cuanto a la actitud crítica, ésta se manifestó como un medio necesario para separar lo racional (lo bueno), de lo irracional o malo: "lo mismo que la luz descubre y clarifica", la razón debía analizar, discutir, "poner al descubierto los ocultos cimientos de todo lo establecido", para desechar aquello que no resistiera su examen. De esta manera, surgió una feroz crítica que atacó todo lo que hasta entonces se había aceptado por tradición. Dicha crítica se centró principalmente en la religión, las formas de gobierno (absolutismo), la economía y la sociedad de la época (sociedad estamental).

De todas formas, el paso del tiempo ha ido colocando en su sitio todos aquellos exámenes y apasionados debates del iluminismo y, hoy por hoy, podemos y debemos plantearnos dos preguntas: ¿qué es lo racional?, y sobre todo, ¿qué es lo que los ilustrados veían como racional?

También, en aquellas actitudes podemos descubrir algunas tendencias generalizadas en la cultura actual, en particular la de recelar de lo tradicional y bendecir todo aquello que se presenta como nuevo, máxime si viene envuelto con los calificativos de vanguardista o progresista. 

La crítica de los ilustrados al cristianismo y el deísmo

El cristianismo se ha presentado siempre como una religión revelada, es decir, manifestada por Dios a los hombres. Muchos ilustrados, sintiéndose hijos de la razón, la cual sólo acepta aquello que puede comprobarse, rechazaron toda religión, sobre todo el cristianismo de la Iglesia Católica; según ellos la Revelación pertenecía al orden del milagro y "la razón no podía admitir milagros".

Si el cristianismo había predicado que los seguidores de Jesucristo podían alcanzar en esta vida, siendo fieles, la mayor porción posible de felicidad, pero que la auténtica felicidad se encontraba tras la muerte, una buena parte de los intelectuales ilustrados, por el contrario, buscaron únicamente una felicidad puramente terrena; creyeron que, a través del "progreso material", lograrían crear un "paraíso en la Tierra". De esta manera, la felicidad empezó a entenderse únicamente como acumulación de riqueza, placer y bienestar. Es del todo evidente comprobar lo perfectamente instalada que se encuentra esta mentalidad (consumismo, materialismo) en nuestra actual sociedad occidental.

Dentro de este planteamiento, la Iglesia Católica fue vista como el mayor obstáculo para conseguir el progreso de la humanidad, o lo que es lo mismo para alcanzar la felicidad. De aquí arranca la lucha desde entonces emprendida contra el catolicismo.

Prescindiendo del Dios del cristianismo, y de cualquier otra religión, la mayor parte de los ilustrados aceptaron no obstante la existencia de un Dios, deducible desde la inteligencia, como creador y ordenador del universo, el Gran Arquitecto. Se trataba de un Ser Supremo, bondadoso, pero lejano y desconocido, que no interfería en la vida de los hombres, no les hablaba y tampoco les imponía "incómodos" mandamientos. En esta nueva religión filosófica, que algunos denominaron deísmo o religión natural, se rescataron algunos principios de la moral cristiana, por considerarlos útiles. Así por ejemplo, la virtud de la caridad (amor al prójimo), previamente devaluada en cuanto a sus exigencias, fue sustituida por la filantropía. Tanto el deísmo como la filantropía tienen sus equivalentes actuales: piénsese en argumentos como "creo en Dios pero no en la Iglesia", o en la tan proclamada solidaridad.

Deísmo, filantropía, progresismo y anticatolicismo formaron pronto parte esencial del programa ideológico las sectas masónicas que, originarias de Inglaterra, se extendieron por toda Europa. La masonería estuvo integrada por ricos burgueses y algunos nobles. A lo largo del siglo XVIII existió una relación muy directa entre Ilustración y masonería.

Pese a todo el sesgo antirreligioso, siempre hubo una Ilustración cristiana, que intentó hacer compatibles algunos ideales del Movimiento de las Luces con la fe de la Iglesia. Este tipo de ilustración, que predominó en ciertos países católicos como España, aceptó, entre otras cuestiones, la idea de progreso material, si bien desde otra perspectiva: se trataba de emprender reformas (apoyando la economía, las ciencias, la cultura y la educación) para así fomentar el desarrollo material de los pueblos, pero dicho desarrollo o progreso no era entendido en modo alguno como un fin absoluto, es decir, no trataba de sustituir la felicidad que nace de la unión con Dios ni el Paraíso sobrenatural. 

Voltaire y la lucha ideológica contra la Iglesia en el siglo XVIII

Entre las nuevas ideas divulgadas en el Siglo de las Luces, encontramos autores que defendieron revolucionarios conceptos políticos, como Montesquieu y su división de poderes, o Rousseau con sus teorías de la soberanía nacional y la voluntad general. También hayamos partidarios de nuevas formas económicas, como el británico Adam Smith, padre del liberalismo económico. Sin embargo, como ya hemos podido ver, junto a estas ideas se encontraban otras, no solamente opuestas al cristianismo, sino a la vez unidas a una actitud beligerante, de confrontación y lucha contra la Iglesia. A este último grupo corresponde la figura de Voltaire 

Voltaire (1694 -1778) perteneciente a la élite económica del pueblo llano, la burguesía (era hijo de un rico notario de París), gustó siempre de los placeres, el refinamiento y la buena vida. Tuvo gran afición a codearse con la aristocracia y la realeza. Aunque atacó la autoridad y los abusos del poder monárquico, en la práctica aceptó el absolutismo, llegando a mantener una gran amistad con Federico II de Prusia. Voltaire hizo pública profesión de deísmo y acabó ingresando en la masonería. Destacó con su brillante pluma en varios campos, desde la Historia y el teatro hasta la novela y el ensayo. Su personalidad, sus polémicas opiniones, así como su genio y su chispa literaria hicieron de él uno de los philosophes más reconocidos e influyentes del siglo XVIII. Lo más destacado dentro de su obra es la crítica violenta, demoledora y obsesiva contra la Iglesia Católica, dentro de la cual sobresale el odio hacia los jesuitas. Tanto en sus escritos como en sus conversaciones, Voltaire fue un  maestro no igualado de la ironía y del sarcasmo, poniendo estas corrosivas armas al servicio de la lucha contra la Iglesia. Voltaire, que se hizo famoso por su lucha contra la intolerancia, terminó adoptando un estilo agresivo que traslucía fuertes dosis de intolerancia. Conocidas son sus famosas sentencias, empezando por la que se convirtió en su grito de guerra, "écrasons l"infâme!"," ¡aplastemos al infame!" (el infame enemigo era naturalmente la Iglesia), o su fanfarrona declaración: "Jesucristo necesitó doce apóstoles para propagar el cristianismo; yo voy a demostrar que basta uno sólo para destruirlo." Aunque su labor como historiador fue notable, a menudo envenenaba sus escritos con afirmaciones y anécdotas falsas, o fundadas en medias verdades, que buscaban el descrédito del cristianismo y de todo aquello relacionado con él. De esta manera, Voltaire inició un vicio, continuado hasta hoy, que ha vertido en nuestra cultura numerosas leyendas negras (como las ridículas historias del cinturón de castidad y del "derecho" de pernada, seguidas por un largo etcétera) difundidas por la literatura, el cine y la televisión.

Por todos estos méritos, no es de extrañar que el presente laicismo siga recordando a Voltaire como uno de sus más destacados referentes.       

Uno de los capítulos más señalados de la lucha entablada en la Europa del siglo XVIII contra el catolicismo, fue la ofensiva emprendida contra de la Compañía de Jesús. Para entender este tema en todo su calado, hay que comprender que, desde su fundación por San Ignacio de Loyola en 1534, los jesuitas se habían convertido en la institución más importante de la Iglesia. Su clero contaba con una formidable preparación teológica y cultural, destacando muchos de sus miembros en diversos campos: Filosofía, Teología, Derecho, ciencia, etc. Su labor se había desplegado en varios frentes, fundando colegios y universidades en Europa y América, consiguiendo reconquistar para la Iglesia de Roma diferentes zonas que en su día habían sido ganadas por el protestantismo.

Finalmente, en el Nuevo Mundo, su labor misionera había llegado a sus cotas más altas al establecer las famosas reducciones del Paraguay, en las cuales los indios bajo la tutela de los hijos de San Ignacio habían levantado una armónica sociedad notablemente avanzada en sus aspectos materiales, que fue la envidia de muchos europeos.

Era pues evidente, que quien quisiera dañar a la Iglesia centrara sus ataques en la Compañía de Jesús. Sin embargo, paradójicamente, los principales protagonistas de la lucha, los que a la postre consiguieron acabar con los jesuitas, fueron los Estados católicos. Las razones que llevaron a estas monarquías a posicionarse en contra de la Compañía de Jesús eran distintas a las alegadas por la Ilustración deísta. El caso de España fue significativo, aunándose recelos de todo tipo: desde la simple envidia o las acusaciones sobre la presunta participación en el motín de Esquilache, hasta las calumnias que se decía los jesuitas propalaban sobre el rey Carlos III, o las acusaciones de que los ignacianos obedecían a consignas secretas y formaban un Estado dentro del Estado. Cuando finalmente se decretó la expulsión de los jesuitas en Portugal (1759), Francia (1764), España (1767), Nápoles (1767), etc., los ilustrados no hicieron otra cosa que alegrarse de la eliminación de un poderoso enemigo, aunque como advirtió D"Alambert, uno de los directores de la Enciclopedia francesa, con los jesuitas no quedaba destruida toda la reacción. De todas formas, podemos constatar la colaboración de individuos relacionados con la ilustración anticlerical en el trabajo de acabar con la Compañía de Jesús, es el caso del conde de Aranda, pro volteriano, ministro de Carlos III de España y autor del decreto de expulsión de 1767. Años después, al desatarse el torbellino de la Revolución Francesa, los Borbones y las otras monarquías católicas comprobaron que el enemigo era otro y que su antijesuitismo había sido un error.           

De la teoría a la práctica: el anticristianismo de la Revolución Francesa

            Las ideas que habían bullido en la gran olla de la Ilustración, conocieron su gran eclosión durante la Revolución Francesa de 1789-95. La Constitución francesa de 1791 consagró los grandes principios políticos: libertad de expresión, división de poderes, soberanía nacional e igualdad de todos los ciudadanos ante la ley y los impuestos. Sin embargo, junto a dichos principios políticos, la Revolución también recogió (y concretó en diferentes medidas) la corriente de pensamiento antirreligioso que, como ya hemos visto, había recorrido todo el Siglo de las Luces.

Pese a que una buena parte del clero había aceptado la Revolución en sus comienzos, la Asamblea Nacional francesa decretó, en noviembre de 1789, la confiscación de los bienes eclesiásticos. La medida benefició a los más ricos, más no a los pobres campesinos sin capacidad económica para adquirir las tierras. Poco más tarde, en 1790, se suprimieron las Órdenes religiosas y se publicó el Estatuto Civil del Clero, que negaba la autoridad del Papa y sometía a obispos y sacerdotes al directo control del Estado. Pío VI condenó rotundamente el Estatuto y  lanzó la excomunión sobre aquellos eclesiásticos que jurarán la nueva ley. La Iglesia francesa quedó entonces dividida. Una minoría, los llamados juramentados, aceptaron el nuevo ordenamiento, pero la mayoría, los denominados refractarios, rechazaron el Estatuto, perdiendo su retribución y siendo desplazados hacia una peligrosa situación al margen de la legalidad.

Cuando el Lunes Santo de 1791, Luis XVI quiso dirigirse con su familia a la cercana localidad de Saint Claud para poder seguir las celebraciones de la Semana Santa de manos de sacerdotes refractarios, asunto que en París era por entonces cada día más difícil, las masas populares y la Guardia Nacional se lo impidieron. La libertad, que tanto se había predicado por los ilustrados y que la Revolución había proclamado de tantas maneras, empezaba a restringirse si se quería ejercer en determinado sentido.

Con todo, lo peor estaba por venir. En 1792, al ser proclamada la República, la Revolución entró en su fase más radical, que alcanzó su clímax cuando los jacobinos, dirigidos por Robespierre, tomaron el poder. Durante este período, además de ser ejecutados el Rey, la Reina, numerosos aristócratas, e incluso revolucionarios, se desató una persecución religiosa como no se conocía en Francia desde los tiempos del Imperio Romano. El simple hecho de ser un sacerdote refractario, una monja o un fraile se convirtió en un delito castigado con la guillotina. La Iglesia en Francia conoció miles de mártires. Se calcula que en conjunto (sumando víctimas políticas y religiosas) las muertes llegaron a 40.000 en menos de dos años.

Cuando en 1793, los campesinos de la región de La Vendée se levantaron en armas contra la República, en defensa de la Monarquía y de la Iglesia, el Gobierno revolucionario contestó enviando un ejército, conocido como las Columnas del Infierno que, siguiendo las órdenes de París ("destruid esa horrible Vendée completamente…utilizad los medios más seguros a fin de exterminar enteramente esa casta de criminales"), asoló la región actuando con la crueldad propia de un genocidio: fueron violadas las monjas, descuartizadas mujeres vivas, con los niños se formaron hileras para ahogarlos en estanques, mujeres embarazadas se vieron pisoteadas en lagares hasta morir, en aldeas enteras los vecinos perecieron al ser envenenadas las aguas, y fueron enviados materiales inflamables para incendiar casas, campos y bosques. Casi 120.000 vendeanos fueron asesinados. Como llegó a declarar el general Turreau, principal responsable de las matanzas, "tenemos que convertir a La Vendée en un cementerio nacional." 

Paralelamente a estas masacres, tuvo lugar un intento de descristianización de la sociedad (hoy, algunos políticos lo llamarían proceso de laicización), que comenzó imponiendo un nuevo calendario, donde no había domingos ni festividades religiosas, y que terminó estableciendo el culto al Ser Supremo y a la diosa Razón. 

Sin duda, en la historia de la humanidad se han dado episodios más violentos e injustos, pero lo peculiar del período revolucionario francés es que todo aquel baño de sangre se hizo invocando, como nunca hasta entonces, la sacrosanta libertad, seguida de la igualdad y de la fraternidad.

Estas son, pues, las raíces y los inicios del mundo que nos ha tocado vivir. No debe de extrañar por lo tanto, que la pasión, el irracional virus antirreligioso, que desde el siglo XVIII circula por las venas de nuestra civilización, brote hoy intermitentemente de muchas y muy distintas maneras, bien en forma de leyes laicistas, de discriminación, de campañas difamatorias contra la Iglesia, con manipulaciones históricas o con burdas groserías.     

Julio del 2008.  

Autor – Luis Alonso Somarriba. Profesor de Historia del IES. Murieras (Cantabria).

El Racionalismo

 Los libros de historia indefectiblemente enseñan a los niños en el colegio que el siglo XVIII es el "Siglo de las Luces" y que la "Edad Media" es un período de "oscurantismo". Esta es la propaganda racionalista, enemiga de la Fe, y que tuvo como sus mentores a Rosseau (1712 -1778) y a Voltaire (1694 -1778), entre muchos otros.

Los racionalistas creen que la verdad se alcanza sólo con la ayuda de la razón. La fe es una especie de "sabiduría de niños o de ignorantes". La sabiduría debe venir exclusivamente desde el campo de la razón, de la inteligencia. Se señala, con mentira, que la Iglesia es enemiga de la ciencia. Se usa para fundamentar tal aserto el ejemplo de Galileo y de la inquisición

Esta escuela de pensamiento sostuvo que el hombre es capaz de conocer plenamente la naturaleza sin necesidad de recurrir a elementos superracionales, como la fe. Proclamó la teoría del "progreso indefinido", según la cual el mundo, gracias a los "gigantescos" avances de la ciencia y de la técnica y sin necesidad de normas religiosas (dogmáticas o morales), llegaría en corto tiempo a construir una "sociedad perfecta", de "hombres felices y buenos", tal como lo fueron en su " estado de naturaleza" (original), antes de que surgiera la propiedad privada y la religión.

Esta teoría del "progreso indefinido" encierra, por lo demás, una utopía, la búsqueda de un "paraíso en la tierra". La conquista de una felicidad, prescindiendo de Dios y de la religión, particularmente del credo católico. Una institución que nació en este contexto de pensamiento fue la Masonería, que ha propiciado el denominado "laicismo", es decir, una separación o aislamiento de la Iglesia católica de la vida civil. Para la Masonería, la Iglesia católica debe ser excluida del mapa social, los obispos o sacerdotes católicos no pueden inmiscuirse en el ámbito de lo público. Sin embargo, y contradictoriamente, ellos se declaran grandes defensores de la " tolerancia" y del "pluralismo", claro que para defender sus propias posturas, ya que no aceptan que eso mismo lo haga la Iglesia. El racionalismo y la Masonería fueron los impulsores de la Revolución Francesa, fenómeno que se erigió en defensa de los "derechos del hombre y del ciudadano" y, no obstante ello, es considerado como uno de los más grandes reinos del terror de que se tenga conocimiento en la historia. En este proceso histórico murieron más personas (monárquicos católicos, millares de sacerdotes y obispos) que en los cinco siglos de la inquisición española. Y, sin embargo, en Francia todos los años se celebra este proceso histórico como un ejemplo de democracia y de respeto a los derechos humanos El racionalismo sigue, en nuestros tiempos, persiguiendo a la Iglesia católica. Se les niega a los obispos el derecho a expresar sus puntos de vista en el ámbito de lo público. Se habla de "separación Iglesia-Estado", pero separación no es lo mismo que "anulación". 

El Ateísmo Marxista

 La utopía racionalista del "progreso indefinido", que pretendió sustituir la visión cristiana de la Vida Eterna prometida por Nuestro Señor Jesucristo, dio paso a otra herejía en contra de la Iglesia: el comunismo. Esta doctrina, fundada por Karl Marx (1818-1883), vino a prometer un nuevo "paraíso en la tierra", una "sociedad de hombres iguales y buenos", en la medida en que se sustituyera el régimen capitalista ( modelo impulsado por el racionalismo liberal) por un nuevo sistema llamado "socialismo", una visión en que el ser humano, el individuo, pase a ser un engranaje de la maquinaria social. La persona debería estar al servicio de la sociedad, del Estado; y la libertad individual quedar relegada a un último plano. Lo único que importa, bajo esta ideología, es la consecución de una "sociedad igualitaria y justa". Y también combatió a la religión, particularmente a la católica, porque se consideraba que la fe religiosa era parte de la "infraestructura" social sobre la que se sustentaba el sistema burgués. El hecho de que la gente creyera en Dios y en un más allá haría inviable que se esfuerce por construir un "más acá", "perfecto" y lleno de "felicidad".

 Nueva Era" o "New Age"

La "Nueva Era" sería otro "paraíso en la tierra", el paso de la "Era de Piscis" a la "Era de Acuario". La "Era de Piscis" estaría agotada, representa los 2000 años de cristianismo. Y este largo período debe ser sustituido por una "visión cósmica", que integre "sabidurías" diversas (p. ej.: budismo, teosofía, antroposofía, etc.). Cabe señalar que el pez fue el símbolo de los primeros cristianos, las catacumbas romanas están llenas de estas señales. Esto por varias razones: 1º Cristo fundó su iglesia sobre la base de un pescador: Pedro, 2º Lo nombró "pescador de hombres" (Mateo, 18-20), 3º La palabra "pez" en griego se escribe "ixtus", sinónimo de Cristo (Jesús es el Pez que nos alimenta), 4º Cristo multiplicaba los peces ( y los panes) para dar de comer a los hambrientos (p. ej.: Mateo 14, 13-21), que somos nosotros desde un punto de vista espiritual. El "acuario" no es otra cosa que el encierro de este Pez, la anulación de Cristo. ¿Cómo se hace esto? Se promueve la idea de que Cristo no es Dios hecho hombre, como dice la Biblia; no es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad -el Hijo- que se encarna para traernos la Vida Eterna, sino que es un "iniciado", un "gurú", un simple "maestro" espiritual al nivel de Buda o Confucio. Nada más. La "Nueva Era" acepta un conjunto de doctrinas claramente contrarias a las enseñanzas de Nuestro Señor Identifica a Dios con el mundo, lo que se llama panteísmo (del griego "pan" que significa todo y "teo" que quiere decir Dios), es decir, no considera que el mundo fue creado por Dios "ex nihilo" (de la nada). Tiene una concepción del hombre pagana: el cuerpo es una "cárcel" del alma y no estima, como el cristianismo, que entre cuerpo y alma existe una unidad sustancial o indisoluble.

Los ataques: Procedencia.

Lo primero que hemos de precisar es la identidad de los autores de estos ataques. Los encontramos dentro y fuera de la Iglesia.

Desde dentro.

– Algunos teólogos y asociaciones de teólogos así como algunos sacerdotes que disienten en ocasiones con las enseñanzas de la Iglesia.- Ciertos movimientos que se sitúan en la frontera de la ortodoxia.- Algunos de los cristianos que son responsables de la organización, y programación de programas en radio y televisión, como son informativos, entrevistas, conferencias, debates; columnistas, periodistas, escritores intelectuales y también artistas que escriben en los periódicos o participan en dichos programas, debates, etc.- Muchos de nosotros que somos miembros de la Iglesia, y callamos o permitimos estos ataques.Desde fuera.

– Personas que se declaran no creyentes o al margen de la Iglesia y que tienen acceso, utilizan o trabajan en cualquiera de los medios de comunicación.- Sectas manifiestamente hostiles a la Iglesia Católica.Sobre quienes recaen estos ataques.– La Iglesia, en sus dogmas, declaraciones o documentos, instituciones, estética, liturgia, devociones y tradiciones.- Los ministros, religiosos y religiosas, miembros de la jerarquía esclesiatica y sobre el Papa y sus seguidores.

Soportes de estos ataques.

Aunque ya los hemos mencionado en el punto anterior, nos estamos refiriendo a los diferentes medios de comunicación de los que se sirven los que llevan a cabo las agresiones que venimos denunciando, tales como son: diarios, revistas, radio, televisión, Internet, sin olvidar su relación con el mundo de la literatura, el arte, el cine y el teatro, a los que sirven como caja de resonancia.Los ataques aparecen tanto en información general, artículos de opinión, editoriales, columnas, como en entrevistas, debates, mesas redondas, programas de humor.Se da la paradoja que muchos de estos medios de comunicación son propiedad de personas próximas a la religión o al menos no contrarias. Los que manipulan, hacen o deshacen son los llamados profesionales de la comunicación, empleados y pagados por los dueños de esos medios.

Motivaciones de esos ataques.

Todas estas agresiones ¿son fruto de un anticlericalismo sin más, del que en España, por cierto, hay una larga tradición? ¿Responden a experiencias personales negativas que no han podido digerirse? ¿Obedecen a un pasado histórico sobre el que todavía no se es capaz de tener una visión objetiva?Sin duda y debido al peso que la Iglesia Católica sigue teniendo en España, sus posiciones en determinadas cuestiones siguen siendo incómodas para muchos, que desearían una Iglesia más permisiva y condescendiente. La denuncia sistemática de las bolsas de pobreza de nuestro país, del escándalo del enriquecimiento fraudulento de algunas personas o entidades, su desacuerdo con la prácticamente nula política de protección y ayuda a la familia, la promoción de una educación que favorece la promiscuidad entre los jóvenes, la falta de protección a la vida desde su concepción… etc. molesta y mucho.La Verdad con mayúscula no tiene mucha aceptación en sociedades hedonistas y materialistas, ni en el entramado de intereses políticos y económicos por las que estas se mueven. Tiene bastante lógica que ante el relativismo imperante donde ninguna verdad es definitiva y absoluta y la opinión de la mayoría es ley, la popularidad de la Iglesia en ciertos medios ande en cotas muy bajas.

Tácticas

Analicemos ahora algunas de las estrategias que se utilizan para llevar a cabo estas agresiones:Se niega a la Iglesia el derecho de defenderse, y cuando lo hace se la tacha de victimismo, de cultivar la cultura de la queja, o de repetición de tics extemporáneos. En definitiva se ridiculiza su derecho a defenderse, lo que no se hace con ninguna otra institución.Se parte de posiciones que presuponen la culpabilidad de la Iglesia a la que se exige todo tipo de explicaciones.Arrogarse el derecho absoluto de establecer lo que está bien y lo que está mal en contra de la opinión de la Iglesia. Se erigen en jueces infalibles resolviendo muchas veces las cuestiones más arduas por medio de juicios sumarísimos.

Negar que la Iglesia pueda tener sus propias normas.

Poner en tela de juicio su doctrina, frecuentemente en base a declaraciones de personas de cierta popularidad que no están en posición de poder opinar y no dejan sino entrever su profunda ignorancia sobre las cuestiones religiosas tratadas.Como desde el campo de la doctrina se carece de argumentos serios para ir contra la Iglesia, se recurre a la ironía, la burla, el sarcasmo, el descrédito, el desprecio y la desacralización. Esto se da también mucho en programas de televisión donde con una absoluta falta de respeto a la sensibilidad religiosa de muchas personas, se trata de forma frívola y superficial a personas de la jerarquía de la iglesia, o temas específicamente religiosos.Negarse a considerar que la Iglesia deba opinar sobre cuestiones temporales. Se pretende relegar la fe y la doctrina católicas, así como la práctica de la religión, a la esfera de lo privado, eliminándolas lo más posible de la esfera pública. Parecería un intento de hacerla volver al tiempo de las catacumbas.Favorecer la diatriba contra la Iglesia en forma de apoyo a los que disienten abiertamente contra ella, ya sean personas individuales o movimientos sociales.Sistemática asociación de lo que peyorativamente llaman nacional-catolicismo con el franquismo. Se ignora, o se silencia el hecho de las numerosísimas iglesias profanadas e incendiadas durante nuestra contienda civil o no se quiere atribuir la condición de mártires a las miles de personas que murieron en ella sólo a causa de su condición de obispos, sacerdotes, religiosos o religiosas o de ser simplemente cristianos confesos.Identificar progreso con el permitir el aborto, la eutanasia, matrimonios de homosexuales, ordenación de las mujeres, equiparación de las uniones de hecho, a las formas de familia tradicional, etc. Y tachar de reaccionaria la postura de la Iglesia que manifiesta su disconformidad con ellas.Se practica la cicatería en el elogio o en el reconocimiento de la labor positiva de la Iglesia a favor de los más desfavorecidos, en educación, con los enfermos, en la promoción de los valores sociales y económicos y en la defensa de todos aquellos valores en los que se asienta la dignidad humana. Se hace uso de una calculada ambigüedad a la hora de tratar determinados temas que tienen que ver con la Iglesia. Se da una de cal y otra de arena, manifestando como un temor a ponerse completamente de parte de ella, quedando de manifiesto esa tibieza evangélica tan frecuente en los medios cristianos de hoy.Tomar la excepción, el pecado o error de algunos como la norma general dentro de la iglesia. Se hipertrofian deliberadamente las excepciones.Coger un tema que perjudique a la Iglesia y apurarlo hasta el límite en artículos, editoriales, entrevistas.Se recurre con frecuencia a la calumnia, la mentira, el infundió, sin preocuparse de contrastar la información para comprobar su veracidad. Ello obedece a la táctica de que se sabe que una vez vertida una información negativa sobre algo o alguien, cosa que es muy fácil, demostrar la verdad requiere un gran esfuerzo y tiempo y gran parte del daño queda hecho de todas maneras. Las rectificaciones se hacen en pocas ocasiones y frecuentemente de manera solapada en un pequeño recuadro en no se sabe que página.Una forma de ataque más sutil que las habituales pero de mayores efectos a la larga, es denigrar de forma indirecta la estética tradicional de la iglesia. Si las ideas de Belleza y Bondad fueron consideradas siempre como un reflejo de la Belleza y Bondad divinas, ahora se procura eliminar esta inspiración sustituyéndola por el feísmo gratuito e intrascendente o recurriendo a tácticas esperpénticas. Un ejemplo reciente lo tenemos en el supuesto rostro de Jesús confeccionado por un sedicente antropólogo y que los medios de comunicación se apresuraron a publicar.

Impunidad de los ataques.Es clara la gran pasividad de los católicos ante todos estos hechos que de una manera progresiva se han ido instalando en nuestra vida cotidiana. Nos hemos ido acostumbrando a convivir con ellos y muchas veces los observamos hasta en clave de humor. No nos damos cuenta que con nuestra falta de reacción nos hacemos culpables de que los fundamentos cristianos sobre los que se ha ido tejiendo nuestra historia y cultura con sus gestas heroicas y tragedias, con sus aciertos y equivocaciones, con sus épocas de esplendor y decadencias, van siendo minados. Se nos sustrae el alma de nuestra cultura y quedamos impasibles ante la consecuencia de su inevitable decadencia y las repercusiones que ello trae. Pareciera que predomina una actitud de resignación ante lo que se considera inevitable o de obligado tributo que habría que pagar al progreso de nuestras sociedades aconfesionales en las que al final parece que todo vale. Y la paradoja es que precisamente en unas sociedades saturadas por la variedad de medios de comunicación, y por tanto de canales para hacer llegar a la opinión pública nuestra voz, los católicos permanecemos en gran parte mudos, facilitando la impunidad de estas agresiones constantes.Es claro que los medios de comunicación social protagonizan un constante bombardeo contra la concepción cristiana de la vida y del hombre cuando promueven esta política de ataques más o menos directos contra la Iglesia. Contribuyen al establecimiento de una atmósfera cada vez mas contraria a los valores del humanismo cristiano, y a la acentuación de ese vacío existencial que amenaza al hombre de hoy, y que es origen de tantas lacras en las nuevas generaciones tales como las drogas, la promiscuidad sexual, el alcohol, las enfermedades mentales, la incapacidad para mantener la fidelidad conyugal, etc.Como cristianos tenemos pues, que ser conscientes de la trascendencia que supone nuestra pasividad ante estos hechos. Si queremos de verdad sociedades mas justas, y libres donde el hombre pueda desarrollarse plenamente como tal y creemos que en el mensaje de salvación cristiano esta la clave para que así sea, no podemos asistir inermes a los ataques a nuestra religión y a nuestra Iglesia, vengan de donde vengan. Si estos ataques permanecen impunes es responsabilidad de todos el que así sea. Y si no miremos a otras sociedades o grupos de creyentes. Sin elogiar posturas extremas, ¿qué pasa cuando un medio de comunicación social se mete contra los judíos o musulmanes? La reacción suele ser contundente social y económicamente (casos IBM, Telefónica, o BBC) y la retractación por parte de quien ha hecho el ataque, inmediata.Si se declara delito el antisemitismo ¿por qué no también el anti-catolicismo o el ataque a otra religión cualquiera? No se puede confundir la tolerancia y el respeto a otras creencias con la indefensión y la falta de exigencia de respeto a las propias.

Defensas

Cabe ahora preguntarse cómo nos defendemos y cómo se defiende la Iglesia ante estos ataques. Sin duda los católicos nos podríamos hacer acreedores en muchísimas ocasiones de aquellas palabras con que Jesús acababa la parábola del administrador infiel: los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz (LC.16, 8). Es claro que ante el acoso y críticas poco rigurosas a las que en muchas ocasiones es sometida nuestra Iglesia no ofrecemos una adecuada respuesta y estrategia.En primer lugar se tarda mucho en responder. La contestación llega cuando en los medios de comunicación se lleva hablando días o semanas sobre el tema en cuestión. Se han divulgado ya toda una serie de pareceres de la más variada procedencia, sobre una información que muchas veces es parcial e incompleta, y que hábilmente manipulada consigue dar una imagen en algunos casos muy desfavorable de la Iglesia, sus ministros o de sus actuaciones.Cuando se responde se hace frecuentemente sin mucha contundencia, con un lenguaje poco asequible para el hombre de la calle. Se utilizan largos y densos comunicados, poco atractivos, que no captan el interés o la atención de lector u oyente. Al final solo un reducidísimo grupo de personas es el que se los lee o escucha hasta el final. Se suele tratar de los ya convencidos, de ninguna manera de los que no lo están.Se echa de menos también el que a la hora de contestar en favor de las posturas de la iglesia prácticamente siempre sean los obispos o algún ministro ordenado los que lo hacen y no laicos, preparados en el campo de las comunicaciones sociales, que puedan ser sus portavoces. Pareciera que no hay casi laicos en la iglesia que estén preparados para salir a la calle para dialogar, argumentar, y defender las posturas, opiniones o pensamiento de la Iglesia en las distintas cuestiones planteadas. Vaya aquí en el campo de las excepciones nuestro homenaje y gratitud al comentario semanal de Gonzalo de Berceo en el Alfa y Omega.Tampoco se consigue que los numerosos movimientos y asociaciones de fieles laicos dentro de la iglesia logren hacer escuchar una voz unitaria frente a estos ataques. Hay que tener en cuenta que todos ellos reúnen a un gran número de personas y que podrían tener una presencia muchísimo mayor y activa en los medios de comunicación. Se evitaría así que la defensa frente a estos ataques quedara circunscrita a charlas en una sala de conferencias o a quejas en la sobremesa en la propia casa.La consecuencia de todo esto es que se produce una sensación de desánimo, resignación, impotencia y desorientación entre los católicos, que acostumbrados ya a las permanentes agresiones, acaban por creerse todo lo que les cuentan los medios de comunicación, incapaces de formarse una opinión que responda a la verdad de los hechos. Se va creando así una especie de complejo de ser cristiano y de opinar en cristiano. Parece que el serlo solo sirve para el ámbito de lo privado, para el interior de las Iglesias y para unos nostálgicos de tradiciones pasadas pero inservibles para los tiempos modernos.De aquí a dejarse arrastrar por el relativismo moral imperante en todos los campos hay muy poco trecho, porque al enturbiarse el juicio, se acaba pensando que todas las opiniones son igual de buenas y válidas. 

Hipótesis

Antes que nada, nos planteamos las siguientes hipótesis:

1) Hay ataques al Papa y a la Iglesia Católica.

2) Los mismos provienen de parte de ciertos medios de comunicación, y de algunos sectores ideológicos contrarios a la Iglesia y su representante máximo, demostrando que no solo quieren imponer sus ideas, sino también que quieren eliminar toda muestra de espiritualidad de la sociedad. Y como la Iglesia católica es la más influyente de occidente, se busca desgastar su imagen y su credibilidad.

3) Pensamos encontrar una parte de la juventud y la gente comprometida con la Iglesia y con lo que pasa tanto dentro como fuera de Ella, y otra parte con desinformación al respecto.

4) Pensamos que a algunos les interesara el tema, y habrá otra parte, puede ser la mayoría que no conozca el tema o no le interese.

5) Los ataques mediáticos provienen de ideologías contrarias a la Iglesia Católica.

6) Los ataques mediáticos son apoyados, y hasta originados por miembros de la Iglesia.

7) La mayoría de los cristianos se muestra indiferente ante estos ataques.

8) Los ataques desde los medios de comunicación, buscan desprestigiar al Papa y a la Iglesia Católica.

Material y Artículos sobre temas específicos

Artículos Periodísticos.

Ataques a la Iglesia Católica.

Referencia: Este articulo nos muestra los ataques mas clásicos que se le hacen a la iglesia , como por ejemplo que se adoran imágenes , y al mismo tiempo muestra muchas de las bases y los principios mas importantes del cristianismo, como lo es el amor de Cristo hacia las personas sin distinción de raza, sexo, creencia, etnia, etc.

Muchas personas de diferentes "Iglesias" lo único que hacen es atacar a la Fe Católica, como fieras sin correas, acusan de mil formas a la Iglesia Católica para demostrar que sus posturas son las correctas y no las de la Iglesia Católica.Cristo vino a predicar amor y entendimiento, no a que atacaran el Budismo, o el Hinduismo, o cualquier otra religión. Si no a que comprendieran a sus hermanos, a quienes fueran, sin importar su raza, etnia, creencia, o religión, etc.No existe siquiera un mínimo respeto a la Fe de las personas. Lo más peligroso es que estas personas creen tener todas las respuestas, pero existen más de 40 mil denominaciones diferentes y cada una cree lo que quiere, y se diferencian en muchas creencias. Esto tampoco lo mando Jesús, el dijo "sean uno, como yo y el padre somos uno, para que el mundo crea". ¿Donde cumplen la palabra de Cristo?Luego están las difamaciones de todo tipo contra la Iglesia, como que la Iglesia Católica adora estatuas e imágenes, o que el Papa es el Anti-Cristo, etc. Estas surgen por la ignorancia que estas personas tienen sobre la Fe de la Iglesia Católica y en muchos casos también por el odio cegado hacia ella, inculcado por otros "Pastores" o por Pseudo Teorías Anti-Papales, las cuales si investigarían y profundizaran en las mismas, se darían cuenta, que no tienen sustento alguno. Igualmente tiran Piedras tras Piedras contra la Iglesia Católica. ¿Donde cumplen lo que dijo Jesús?- Que tire la primera piedra quien no tenga ningún pecado.En definitiva, esta clase de personas verdaderamente no siguen a las palabras de Cristo, hablan de la boca para afuera, simplemente toman partes de la Fe, las cuales ellos creen les hacen salvo o con las que van a ir al cielo por toda la eternidad (solo de egoísmo), y el resto lo cuestionan, sin profundizar en el estudio, ni intentar comprender por que en los 2000 años de tradición de la Iglesia de los Apóstoles, santos que dejaron todo para seguir a Cristo en la suma pobreza, hombres y mujeres, han llegado a estas conclusiones de la rica Fe Católica.Algunos dicen "no esta en la Biblia" y para ellos esto es la verdad, si no esta en la Biblia no existe, Biblia que la misma Iglesia Católica recopilo, paradójicamente, si no fuera por la Iglesia Católica, ni Biblia tendrían. Pero para ellos si la Biblia no habla de Júpiter, entonces Júpiter no Existe. Las mentes de estas personas, igual también que la de muchos Católicos que lo son solo de palabras, están cerradas, y no pueden ver mas alla de lo que ven, saben o dicen. Desconociendo el límite de su conocimiento.Todo lo que ellos no conocen o no pueden entender, es directamente descartado por sus razonamientos cerrados, como falso. Esta no es la Fe de Pedro, la cual vino del Padre, y era para edificación. No, esta es la Fe ciega que fanatiza al individuo y lo lleva a su perdición.

Sitio Web: comunion.ning.com/forum/topics/ataques-a-la-iglesia-catolica

¿Cómo actuar ante los ataques a la Iglesia?

Referencia: Consejos y actitud que debe tomar el cristiano ante los ataques a la Iglesia.

Hay principalmente tres actitudes que ayudan de manera especial al católico ante los ataques a la Iglesia: la serenidad, la sinceridad y la caridad.Le serenidad nace de la conciencia de que Cristo sigue estando presente en su Iglesia y que la fe es un don que "ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó lo que Dios preparó para los que le aman". (1 Cor 2,9). Así, dado que la fe de la Iglesia no es una lección de matemáticas básica, no hay que extrañarse si no todos la comprenden. Siempre habrá ataques, pues a la Iglesia le toca el mismo destino que a Cristo: "Éste está puesto para ser señal de contradicción". (Lc 2,34)Muchas veces los ataques a la Iglesia no son de mala voluntad, sino que surgen de la ignorancia de los atacantes. Hay que evitar los juicios y escucharlos con atención y respeto, tratando de iniciar juntos, un camino para encontrar la verdad. Por eso es necesario que cada cristiano conozca siempre mejor su fe, la profundice y sobre todo la viva cada día para poder dar respuesta a todo el que le pida razón de su esperanza (1 Pedro 3,15). El católico no tiene porque temer la sinceridad pues tiene su seguridad en Cristo que dijo: "Yo soy la verdad". (Jn 14,6)Conviene que un católico responda a los ataques, no con la discusión, ni con la agresión, sino con la caridad. El cristianismo no ha logrado sus grandes victorias por medio de la fuerza o del poder. Es el amor el que hizo diferente y deseable su estilo de vida. La caridad debe ser el distintivo de los cristianos, porque en la caridad el católico muestra que es un hijo de Dios. Debemos buscar el error y falsedad de las críticas, pero, a su vez, amar al hombre o mujer que las dice. El cristiano debe odiar el pecado, pero amar al pecador."Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que los odian, orad por los que los persiguen…". Este es el mandato de Jesús.Por eso el cristiano debe defender a la Iglesia siempre como institución divina fundada por Jesucristo y como medio de santificación para todos los hombres, consciente de que está formada por seres humanos con fallos y debilidades pero que por encima de ella está la gracia de Dios. "Tu eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella".

Pagina Web: www.Catolich.net

Cardenal defiende al Papa por ataques a la Iglesia.

Referencia: Defensa del Arzobispo de Guadalajara, al Papa Benedicto XVI.

Los ataques proceden de jefes políticos: Dijo el Cardenal.

Guadalajara, Jalisco.

El arzobispo de Guadalajara, Juan Sandoval Iñiguez, defendió al Papa Benedicto XVI por los ataques que ha recibido y que se han recrudecido en los últimos días, por los casos de pederastia de sacerdotes, que surgen en distintas naciones.En la misa que celebró en el Santuario de los Mártires, el cardenal invitó a los fieles a pedir por el Santo Padre, "a quien le están tirando las cabezas porque la Iglesia pisa muchos callos", indicó, al asegurar que los ataques proceden de jefes políticos.Autor – El Informador / Ana Alcaraz.

Pagina Web: www.elinformador.com.

SANTO DOMINGO, R.D.

Referencia: El Cardenal Jesús López Rodríguez critica los ataques que sufre la Iglesia y el Papa y defiende la postura que toma la máxima autoridad eclesiástica frente a los casos de abuso que cometieron algunos miembros de la Iglesia.

Cardenal critica los ataques a la Iglesia y el Papa debido a los abusos sexuales cometidos por sacerdotes.

El Arzobispo defendió los criterios de firmeza, transparencia y severidad con que Benedicto XVI ha tratado y trata esos asuntos

Santo Domingo. El cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, ante el manejo de la prensa para tratar los casos de abusos sexuales cometidos por algunos miembros del clero en Europa, advirtió que algunas agencias y medios buscan "menospreciar los hechos y forzar las interpretaciones" con la finalidad de golpear a la Iglesia y al Papa Benedicto XVI.

"Eso no es nada nuevo y nadie ignora que se trata de una confabulación de sectores de gobiernos europeos y grupos de Estados Unidos, que no perdonan al Papa ni a la Iglesia su posición firme de defensa a la vida y su rechazo al crimen del aborto", manifestó López Rodríguez.

El Purpurado se expresó así ayer martes ante decenas de representantes de medios de comunicación, que participaron en un encuentro celebrado en la Casa de la Juventud, convocado por el padre Luís Rosario, director de la Pastoral Juvenil de la Arquidiócesis, para tratar distintos temas con su Arzobispo en ocasión de la Semana Santa.

López Rodríguez dijo que hay sectores tan atrevidos que ahora con estos ataques al Papa Benedicto, también quieren contaminar a su antecesor Juan Pablo II, "lo que demuestra la confabulación de grandes intereses europeos y de Estados Unidos que se sienten derrotados por la posición del Papa frente al aborto".

El Arzobispo defendió los criterios de firmeza, transparencia y severidad con que Benedicto XVI ha tratado y trata esos asuntos de los abusos contra niños, "porque son hechos condenables y repudiables y así lo ha expresado el Papa y ha actuado en consecuencia".

Citó que el propio Papa lo dijo el pasado domingo cuando afirmó que "Dios da la valentía que permite al hombre no dejarse intimidar por las murmuraciones de las opiniones dominantes".

Agregó que el Pontífice, que presidió en la plaza de San Pedro la misa del Domingo de Ramos, el rito que abrió la Semana Santa, manifestó que el hombre puede elegir seguir a Jesús o hundirse en la ciénaga de la mentira y la indecencia.

El Cardenal dijo que en estos días es lógico que "el sufrimiento del Papa y de los cristianos católicos aumente", porque tienen que lamentar que exista la tendencia prevaleciente en una parte de la prensa de menospreciar los hechos y forzar interpretaciones para atacar al Santo Padre, conforme a los intereses de los grupos a los que sirven esos medios.

Dijo que el Papa ha sido un hombre que por su posición y su defensa a la vida, algunos sectores quieren enfrentarlo y debilitarlo, pero que lamentablemente ellos no podrán contra el Papa ni contra la Iglesia, como no han podido tantos enemigos de la fe y del cristianismo durante dos mil años que tiene la iglesia.

López Rodríguez enfatizó que los hechos que haya cometido cualquier sacerdote o miembro de la iglesia en contra de un menor o un niño son condenables. "Yo lo condeno y propongo que todo el que cometa ese tipo de delito sea llevado a la justicia, a la cárcel, para que responda por sus hechos", dijo el arzobispo de Santo Domingo.

El Vaticano Traza La Defensa Legal.

Acosado más que nunca por el escándalo de abusos sexuales por parte de religiosos, el Vaticano está preparando la defensa legal con que la Iglesia Católica espera proteger al papa Benedicto XVI de una demanda en Kentucky que busca su destitución.

En documentos judiciales obtenidos el martes por la Associated Press, los abogados del Vaticano trazan una estrategia triple, a presentar en las próximas semanas, para que se desestime la demanda antes de que Benedicto pueda ser interrogado o se ordene la presentación de documentos secretos.

Los abogados se proponen argumentar que el pontífice tiene inmunidad como jefe de Estado, que los obispos estadounidenses que supervisaban a los religiosos abusivos no eran empleados del Vaticano, y que un documento de 1962 no es la prueba decisiva de un encubrimiento.

Tres hombres que alegan abusos de sacerdotes interpusieron la demanda contra la Santa Sede en el 2004, acusando a Roma de negligencia por no alertar a la policía o al público sobre los sacerdotes que realizaron esos actos.

Fuente: Listin Diario

Ignacio Méndez Carta Escrita Por El Senador Italiano Marcello Pera Para El "Corriere Della".Referencia: Este senador italiano fue presidente del Senado, es profesor de filosofía y se declara no católico. Pera ha escrito una interesante reflexión en el Corriere Della Sera que, por su interés, destacamos a continuación. El ex presidente el Senado italiano ve una campaña de hostigamiento a la Iglesia.El objetivo es el Papa Benedicto XVI y el cristianismo. La campaña contra la Iglesia emprendida tras los casos de pederastia constituyen una auténtica declaración de guerra para Marcello Pera. Estimado director:

La cuestión de los sacerdotes pedófilos u homosexuales desencadenada últimamente en Alemania tiene como objetivo al Papa. Pero se cometería un grave error si se pensase que el golpe no irá más allá, dada la enormidad temeraria de la iniciativa. Y se cometería un error aún más grave si se sostuviese que la cuestión finalmente se cerrará pronto como tantas otras similares. No es así. Está en curso una guerra. No precisamente contra la persona del Papa ya que, en este terreno, es imposible. Benedicto XVI ha sido convertido en invulnerable por su imagen, por su serenidad, su claridad, firmeza y doctrina. Basta su sonrisa mansa para desbaratar un ejército de adversarios. No, la guerra es entre el laicismo y el cristianismo. Los laicistas saben bien que, si una mancha de fango llegase a la sotana blanca, se ensuciaría la Iglesia, y si fuera ensuciada la Iglesia lo sería también la religión cristiana. Por esto, los laicistas acompañan su campaña con preguntas del tipo ¿quién más llevará a sus hijos a la Iglesia?, o también ¿Quién más mandará a sus chicos a una escuela católica?, o aún también ¿Quién hará curar a sus pequeños en un hospital o una clínica católica? Hace pocos días una laicista ha dejado escapar la intención. Ha escrito: La entidad de la difusión del abuso sexual de niños de parte de sacerdotes socava la misma legitimidad de la Iglesia católica como garante de la educación de los más pequeños. No importa que esta sentencia carezca de pruebas, porque se esconde cuidadosamente la entidad de la difusión: ¿uno por ciento de sacerdotes pedófilos?, ¿diez por ciento?, ¿todos? No importa ni siquiera que la sentencia carezca de lógica: bastaría sustituir sacerdotes con maestros, o con políticos, o con periodistas para socavar la legitimidad de la escuela pública, del parlamento o de la prensa. Lo que importa es la insinuación, incluso a costa de lo grosero del argumento: los sacerdotes son pedófilos, por tanto la Iglesia no tiene ninguna autoridad moral, por ende la educación católica es peligrosa, luego el cristianismo es un engaño y un peligro. Esta guerra del laicismo contra el cristianismo es una batalla campal. Se debe llevar la memoria al nazismo y al comunismo para encontrar una similar. Cambian los medios, pero el fin es el mismo: hoy como ayer, lo que es necesario es la destrucción de la religión. Entonces Europa, pagó a esta furia destructora, el precio de la propia libertad. Es increíble que, sobre todo Alemania, mientras se golpea continuamente el pecho por el recuerdo de aquel precio que ella infligió a toda Europa, hoy, que ha vuelto a ser democrática, olvide y no comprenda que la misma democracia se perdería si se aniquilase el cristianismo. La destrucción de la religión comportó, en ese momento, la destrucción de la razón. Hoy no comportará el triunfo de la razón laicista, sino otra barbarie.

En el plano ético, es la barbarie de quien asesina a un feto porque su vida dañaría la salud psíquica de la madre. De quien dice que un embrión es un grumo de células bueno para experimentos. De quien asesina a un anciano porque no tiene más una familia que lo cuide. De quien acelera el final de un hijo porque ya no está consciente y es incurable. De quien piensa que progenitor A y progenitor B es lo mismo que padre y madre. De quien sostiene que la fe es como el cóccix, un órgano que ya no participa en la evolución porque el hombre no tiene más necesidad de la cola y se mantiene erguido por sí mismo. O también, para considerar el lado político de la guerra de los laicistas al cristianismo, la barbarie será la destrucción de Europa. Porque, abatido el cristianismo, queda el multiculturalismo, que sostiene que cada grupo tiene derecho a la propia cultura. El relativismo, que piensa que cada cultura es tan buena como cualquier otra. El pacifismo que niega que existe el mal. Esta guerra al cristianismo no sería tan peligrosa si los cristianos la advirtiesen. En cambio, muchos de ellos participan de esa incomprensión. Son aquellos teólogos frustrados por la supremacía intelectual de Benedicto XVI. Aquellos obispos equívocos que sostienen que entrar en compromisos con la modernidad es el mejor modo de actualizar el mensaje cristiano. Aquellos cardenales en crisis de fe que comienzan a insinuar que el celibato de los sacerdotes no es un dogma y que tal vez sería mejor volver a pensarlo. Aquellos intelectuales católicos apocados que piensan que existe una cuestión femenina dentro de la Iglesia y un problema no resuelto entre cristianismo y sexualidad. Aquellas conferencias episcopales que equivocan en el orden del día y, mientras auspician la política de las fronteras abiertas a todos, no tienen el coraje de denunciar las agresiones que los cristianos sufren y las humillaciones que son obligados a padecer por ser todos, indiscriminadamente, llevados al banco de los acusados. O también aquellos embajadores venidos del Este, que exhiben un ministro de exteriores homosexual mientras atacan al Papa sobre cada argumento ético, o aquellos nacidos en el Oeste, que piensan que el Occidente debe ser laico, es decir, anticristiano.

La guerra de los laicistas continuará, entre otros motivos porque un Papa como Benedicto XVI, que sonríe pero no retrocede un milímetro, la alimenta. Pero si se comprende por qué no cambia, entonces se asume la situación y no se espera el próximo golpe. Quien se limita solamente a solidarizarse con él es uno que ha entrado en el huerto de los olivos de noche y a escondidas, o quizás es uno que no ha entendido para qué está allí.

Carta al director: De Marcello Pera (Corriere Della Sera, Milán, 17-03-2010). Pagina Web: Infocatolica.com.

Un ordenado y planificado ataque contra la Iglesia.

Referencia: El embajador de España advierte sobre ataques a la Iglesia, y analiza la particular situación de la ciudad de Roma.

Roma es una ciudad singular. Entre otras razones, porque allí tienen sus sedes tres Jefes de Estado: el presidente de la República italiana, el Gran Maestre de la Soberana Orden de Malta y, no en tercer lugar en cuanto a importancia, el Papa. En Roma confluye el mundo, en una especie de ONU anterior a la ONU. Desde el mundo a Roma (y desde Roma al mundo), llegan los ecos, normalmente fidedignos, de casi todo lo que acontece en el planeta.

Que el Embajador de España cerca de la Santa Sede haya dicho que "hay en estos momentos un ordenado y planificado ataque contra la Iglesia desde distintos sectores del pensamiento" es una afirmación digna de ser tomada en cuenta. Y lo es porque, sin excesivo esfuerzo, puede verificarse la verdad del aserto. Y, además, porque razonablemente podemos pensar que quien hace esa afirmación es un hombre que puede estar, que debe estar, bien informado.

El Embajador se refiere a un ataque "ordenado y reflexionado y perfectamente coordinado", a una "tergiversación y manipulación constante que se hace de la figura del Papa actual", a que se interpreta lo que él (el Papa) dice "de forma torticera". Resulta obvio que es así. Sin esta mala fe, sin esta voluntad de enmarañar las cosas, no resulta comprensible, por ejemplo, la enésima polémica (sin duda, no la última) desencadenada sobre unas matizadas palabras del Papa acerca de la lucha contra el SIDA en África.

Una oración condicional incluye, por definición, una condición o requisito: "Si bebes, entonces no conduzcas". La frase no prohíbe la conducción en todas las circunstancias, solamente aconseja no conducir si uno ha bebido alcohol. Sería completamente absurdo que, de ese consejo, se dedujese que la Dirección General de Tráfico intenta erradicar de modo absoluto la ingesta de alcohol o concluir, en un contrasentido todavía mayor, que ese organismo del Estado pretende lograr que no conduzcamos jamás un coche.

Si nuestras afirmaciones se descontextualizan y se parcializan, cualquiera podría atribuirnos cualquier cosa. Incluso podríamos convertir la Biblia en una proclama de ateísmo, ya que en el Salmo 14 leemos: "Dice el necio en su corazón: "Dios no existe"". No es honrado convertir en titular la frase "Dios no existe", sin aludir a lo que antecede: "Dice el necio en su corazón". Pues un sinsentido de este calibre ha tenido lugar, una vez más, con las palabras del Papa. Al final, al menos en este punto (y no sé si en algo más que en este punto) habrá que darle la razón al Sr. Embajador.

Autor – Guillermo Juan Morado.

Pagina Web: infocatolica.com.

Cacería contra la Iglesia Católica.

Referencia: Este artículo nos muestra la realidad en números de los casos de abuso sexual y la diferente vara con que se mide a los autores de los abusos, vemos el ataque desmedido hacia la Iglesia Católica y sus sacerdotes obviando a otros abusadores.

Para algunos la única manera de sentirse mejor es denigrando al resto. Para otros, resucitar su ideología caduca pasa por desprestigiar a la institución cuyos miembros fueron martirizados en su batalla por la libertad, brindando fe, esperanza y la fuerza espiritual para que el pueblo se rebelara contra las dictaduras que asfixiaron Europa del Este por décadas. De esos sectores es que emana la campaña desatada contra la Iglesia de Roma y el papa Benedicto XVI.

Los actos (infrahumanos y degenerados) de sacerdotes pedófilos tienen que ser castigados con todo el peso de la ley. La cadena perpetua y la castración química deben ser el destino de todos aquellos (sin distinción) que violentan la inocencia de un niño o una niña. Pero justos no pueden pagar por pecadores e imperdonable sería no pronunciarse sobre el vil ataque dirigido contra el Santo Padre. Y aquí surge un par de preguntas: ¿Los que se rasgan las vestiduras por los actos abominables de pederastia, están realmente preocupados por la niñez? ¿Quienes derraman cataratas de tinta sobre el tema, buscan la verdad? La respuesta es no. Una mínima y real preocupación por la niñez se reflejaría en mayor información circulando sobre el abuso sexual infantil, más presencia en la agenda pública y en los presupuestos nacionales (en nuestro país, uno de cada tres niñas y niños sufre algún tipo de abuso). A través de la desinformación o la sobreinformación deleznable, que es lo mismo, se descalifica a la Iglesia Católica, se colectivizan las responsabilidades y se pretende crear sensación de culpa (y equívoco) a los cerca de dos mil millones de católicos.

Que quede claro, aquí no defendemos a los pedófilos, sean curas, tablistas o maestros, pero no está de más recalcar que el abuso sexual a niños preadolescentes por sacerdotes es la excepción y no la norma. Las cifras revelan que es una situación poco común que involucra al 0,3% del clero. Según datos del periodista Luigi Accatoli, en los últimos 15 años en Alemania (tierra del Papa) se denunciaron 210 mil casos de abuso sexual contra menores, 94 de estos relacionados con sacerdotes católicos (0,04%). ¿Por qué solo esos 94 casos reciben atención? ¿Los otros 209.906 niños alemanes no merecen ser defendidos y sus ofensores castigados? Es lógico que la indignación sea mayor cuando el abuso proviene de quienes han de promover la virtud y proteger a los más pequeños. No se vio, sin embargo, tal indignación cuando Save the Children denunció que es común el abuso sexual contra menores por parte de trabajadores "humanitarios y fuerzas de paz", de Naciones Unidas. Las principales acusaciones son por: "intercambio de comida por sexo, sexo forzado, prostitución, pornografía, esclavitud sexual, ataque sexual y tráfico de niños". ¿Deben desaparecer las fuerzas de paz de la ONU? ¿El actual secretario general Ban Ki-moon y sus antecesores son responsables? Si siguiéramos la lógica de los anticlericales habría que responsabilizarlos pues los hechos continúan, allí donde debe llevarse ayuda a los más necesitados.

Las instituciones (particularmente las que tienen impacto en la conciencia pública, incluidos los medios) deben contar con políticas de supervisión y sanción a sus afiliados pero de allí a desatar una cacería contra la Iglesia hay una distancia enorme. Lo primero es parte de la construcción de la democracia, lo segundo es terrorismo blanco, oportunista y perverso.

Sábado 3 de Abril del 2010.

Autor – Martha Meier. M. Q. Periodista.

La pasión del Papa Benedicto. Seis acusaciones, una pregunta.

Referencia: El articulo habla de las diversas acusaciones que se realizan contra el Papa, y las respuestas que El da con sus actos y obras.

La pedofilia es solamente la última de las armas apuntadas contra Joseph Ratzinger. Y cada vez él es atacado donde más ejercita su rol de guía. Uno por uno, los puntos críticos de este pontificado. El ataque que golpea al Papa Joseph Ratzinger con el arma del escándalo, ofrecido por sacerdotes de su Iglesia, es una constante de este pontificado. Es una constante porque una y otra vez, en un terreno diferente, se golpea en Benedicto XVI justamente al hombre que ha obrado y obra, en ese mismo terreno, con más clarividencia, con más determinación y con más fruto.La tempestad que siguió a su exposición en Ratisbona, el 12 de diciembre de 2006, ha sido la primera de la serie. Se acusó a Benedicto XVI de ser enemigo del Islam y un partidario incendiario del desencuentro entre las civilizaciones. Justamente a él que con una lucidez y un coraje único había desvelado donde se fundamenta la raíz última de la violencia, en una idea de Dios mutilada por la racionalidad, y luego había dicho también cómo vencerla.

Las agresiones e inclusive los asesinatos que siguieron a sus palabras confirmaron dolorosamente la probidad de sus palabras. Pero que él había dado en el blanco ha sido confirmado sobre todo por los pasos de diálogo entre la Iglesia Católica y el Islam que se registraron a continuación (no contra, sino gracias a la exposición de Ratisbona), de los cuales la carta al Papa de 138 sabios musulmanes y la visita a la Mezquita Azul de Estambul han sido los signos más evidentes y prometedores.Con Benedicto XVI, el diálogo entre el cristianismo y el Islam, al igual que con las otras religiones, avanza hoy con una conciencia más nítida sobre lo que distingue (la fuerza de la fe) y sobre lo que puede unir la ley natural escrita por Dios en el corazón de cada hombre. Una segunda oleada de acusaciones contra el Papa Benedicto lo presenta como un enemigo de la razón moderna, y en particular de su suprema expresión: la ciencia. La cima de esta campaña hostil fue alcanzada en enero de 2008, cuando los profesores obligaron al Papa a cancelar una visita a la principal universidad de su diócesis: la Universidad de Roma "La Sapienza".

Sin embargo (como antes en Ratisbona y luego en París, en el Collage des Bernardins el 12 de septiembre de 2008) el discurso que el Papa intentó dirigir a la Universidad de Roma era una formidable defensa del nexo indisoluble entre fe y razón, entre verdad y libertad: "No vengo a imponer la Fe, sino a alentar la valentía por la verdad". La paradoja es que Benedicto XV es un gran "iluminista" en una época en la que la verdad tiene pocos defensores y la duda hace de patrón de ella, hasta pretender quitarle la palabra. Una tercera acusación arrojada sistemáticamente contra Benedicto XVI es la de ser un tradicionalista replegado en el pasado, enemigo de las novedades aportadas por el Concilio Vaticano II.Su discurso a la curia romana, el 22 de diciembre de 2005, sobre la interpretación del Concilio y luego, en el 2007, la liberalización del rito antiguo de la Misa serían las pruebas con las que cuentan sus acusadores. En realidad, la Tradición a la que Benedicto XVI es fiel es la de la gran historia de la Iglesia, desde los orígenes hasta hoy, lo cual no tiene nada que ver con una formalista adhesión al pasado.

En el citado discurso a la curia, para ejemplificar la "reforma en la continuidad" representada por el Vaticano II, el Papa ha planteado la cuestión de la libertad religiosa. Para afirmarla en modo pleno (ha explicado) el Concilio ha debido retornar a los orígenes de la Iglesia, a los primeros mártires, a ese "patrimonio profundo" de la Tradición cristiana que se había extraviado en los siglos más recientes y que ha sido reencontrada también gracias a la crítica de la razón iluminista.En cuanto a la liturgia, si hay un auténtico continuador del gran movimiento litúrgico que floreció en la Iglesia entre el siglo XIX y el siglo XX, desde Prosper Guéranger a Romano Guardini, éste es precisamente Ratzinger.Un cuarto terreno de ataque es contiguo al anterior. Se acusa a Benedicto XVI de haber ahondado el ecumenismo, de anteponer el abrazo con los lefebvrianos al diálogo con las otras confesiones cristianas. Pero los hechos dicen lo contrario. Desde el momento que Ratzinger es Papa, el camino de reconciliación con las Iglesias de Oriente ha dado pasos extraordinarios hacia adelante, tanto con las Iglesias bizantinas que tienen como cabeza al patriarcado ecuménico de Constantinopla, como (es la novedad más sorprendente) con el patriarcado de Moscú.Y si ha acontecido esto, es precisamente por la reavivada fidelidad a la gran Tradición (comenzando por la del primer milenio) que distingue a este Papa, más del alma de las Iglesias de Oriente. Sobre la vertiente de Occidente, es también el amor de la Tradición lo que impulsa a personas y grupos de la Comunión Anglicana a solicitar el ingreso a la Iglesia de Roma. Respecto a los lefebvrianos, lo que obstaculiza su reingreso a la Iglesia es justamente su estar atados a formas pasadas de Iglesia y de doctrina erróneamente identificadas con la Tradición perenne. La revocación de la excomunión a sus cuatro obispos, en enero de 2009, no ha modificado en nada el estado de cisma en el cual ellos permanecen, de la misma manera que la revocación en 1964 de las excomuniones entre Roma y Constantinopla no ha sanado el cisma entre Oriente y Occidente, pero ha posibilitado un diálogo que culmina en la unidad.

Entre los cuatro obispos lefebvristas a los que Benedicto XVI ha revocado la excomunión estaba el inglés Richard Williamson, antisemita y negador del Shoah (Holocausto). En el rito antiguo permitido, hay una oración para que los judíos "reconozcan a Jesucristo salvador de todos los hombres".Estos y otros hechos han contribuido a alimentar una persistente protesta del mundo judío contra el actual Papa, con notables aristas de radicalidad. Y un quinto terreno de acusación. La última arma de esta protesta ha sido un pasaje del sermón pronunciado en la basílica de San Pedro, el Viernes Santo en presencia del Papa, por el predicador de la casa pontificia, el padre Raniero Cantalamessa.

El pasaje cuestionado era una cita de una carta escrita por un judío, pero no obstante esto la polémica se ha orientado exclusivamente contra el Papa. Ahora bien, nada es más contradictorio que acusar a Benedicto XVI de enemistad con los judíos.Porque ningún otro Papa, antes que él, se ha esforzado tanto en avanzar para definir una visión positiva del vínculo entre cristianismo y judaísmo, quedando en pie la división capital sobre el reconocimiento o no de Jesús como Hijo de Dios. En el primer tomo de su "Jesús de Nazaret", publicado en el 2007 (y próximo a ser completado por el segundo tomo), Benedicto XVI ha redactado a propósito de ello páginas luminosas, en diálogo con un rabino americano que todavía vive.Y numerosos judíos ven efectivamente en Ratzinger a un amigo. Pero en los medios de comunicación internacionales hay otra cosa. Allí está casi solitario el "fuego amigo" que resuena estruendosamente, por parte de judíos que golpean al Papa que más los comprende y los ama.

Por último, una sexta pieza acusatoria (actualísima) contra Ratzinger es de haber "encubierto" el escándalo de los sacerdotes que han abusado sexualmente de niños.También aquí la acusación atropella justamente al hombre que ha hecho más que nadie, en la jerarquía de la Iglesia, para sanar este escándalo. Con efectos positivos que aquí y allá ya se pueden mensurar. En particular en Estados Unidos, donde la incidencia del fenómeno entre el clero católico ha disminuido netamente en los últimos años. Pero allí donde, como en Irlanda, la llaga está todavía abierta, siempre ha sido Benedicto XVI quien impuso a la Iglesia de ese país ponerse en estado penitencial, a lo largo de un severo camino trazado por él en una carta pastoral del 19 de marzo pasado que no tiene precedentes. De hecho, la campaña internacional contra la pedofilia tiene hoy un único y verdadero blanco: el Papa. Los casos descubiertos del pasado son en cada momento los que se calcula pueden ser utilizados en contra de él, tanto cuando era arzobispo de Munich, como cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, más el apéndice de Ratisbona, durante los años en que el hermano del Papa, Georg, dirigía el coro de niños de la catedral.Los seis campos de acusación contra Benedicto XVI, hasta aquí mencionados, plantean una pregunta.¿Por qué este Papa es atacado de este modo, desde afuera de la Iglesia pero también desde adentro, a pesar de su evidente inocencia respecto a las acusaciones? Un principio de respuesta es que él es atacado sistemáticamente precisamente por lo que hace, por lo que dice, por lo que es.

Traducción al español José Arturo Quarracino, Buenos Aires, Argentina. ROMA, 7 de abril de 2010. Autor – Sandro Magíster.

18/04/2010. Europa Press.

Referencia: El Arzobispo de Madrid compara los ataques al Papa con la persecución sufrida por Pedro, y critica la violencia de estos ataques y pone de manifiesto las virtudes que se necesitan para sobrellevar los mismos.

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