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Historia criminal – El petiso orejudo, asesino serial (página 3)

Enviado por Roberto Yrago


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El informe médico de los Dres. Feinman y Emiliani es una página que roza lo político, con un profundo análisis sociológico del contexto histórico, negando el condicionamiento exclusivamente biologista de Lombroso.

Dicen: ¨En nuestro sujeto, una degeneración congénita orgánica le hizo una deficiencia humana, proveniente en gran parte de la displicencia con que el estado asiste al fenómeno de la infancia abandonada e indiferente a los peligros del alcoholismo, dando así razón a Quetelet, en su terrible anatema del cual Godino parece ser la comprobación más elocuente: La sociedad prepara el crimen y el delincuente lo ejecuta¨.

El caso Godino tiene las características de los asesinatos seriales.

El criminólogo Robert Ressler fue quien acuñó el término ¨asesinos seriales¨. En su libro ¨Woever fights monster¨ (Quien luche contra los monstruos) resume su experiencia de 30 años en el FBI, al compartir con el público más de cien perfiles de homicidas. El autor afirmaba que este tipo de criminal siempre tiene un motivo sexual, aunque no sea evidente. El culpable no necesariamente viola a la víctima y su erotismo puede ser disparado por la tortura o el desmembramiento del cadáver. Por otra parte, esta clase de asesino prevé cada aspecto de su crimen, salvo a quién va a matar.

Ressler se parece más a un psicoanalista que a un detective tradicional, un duro al estilo novelístico de Raymond Chandler.

Su personalidad fue una de las fuentes de inspiración para el novelista Thomas Harris al escribir el guión de la película ¨El silencio de los inocentes¨.

Ressler impulsó desde adentro del FBI un sistema de computación donde se cargan los miles de asesinatos cometidos en los Estados Unidos, conocido como Programa Nacional de Perfiles Psicológicos de Delincuentes.

El sistema permite a la policía disponer de un patrón de conducta de los asesinos a partir de sus víctimas y a través de esos estudios los detectives procuran salvar vidas estudiando a los muertos.

Ressler y su gente han entrevistado a los asesinos en serie que están presos para analizar el funcionamiento de esa particular mentalidad criminal.

Con esos métodos han logrado descubrir grandes semejanzas entre homicidios separados entre sí por décadas, por grados de educación o ambiente social.

Osvaldo Raffo, reconocido especialista argentino en medicina legal, criminología y criminalística, consideraría a Godino como una personalidad psicopática, del tipo esquizo-paranoide-perverso en estado puro. Es decir, aquellos que matan por el simple placer de hacerlo, sujetos a pulsiones incontrolables, en estallidos periódicos que se guían por un ritmo interno.

Utilizando a las investigaciones de Ressler, Godino tendría todas las características del asesino serial, y si no se hubiera procurado su detención, seguramente el número de víctimas hubiese sido aún mayor.

Los prejuicios

En el procesamiento llevado a cabo con Godino se desnudaron de manera significativa los prejuicios de los intervinientes, reflejos de los existentes en la sociedad de la época, y es por eso que consideramos necesario recordar el origen y aplicación de esta conducta que afecta a los seres humanos.

La palabra ¨prejuicio¨, como así casi todas las palabras han ido sufriendo modificaciones en su significado a través del tiempo.

La definición actual de prejuicio la podemos sintetizar así: ¨Juicio previo, sin fundamento válido (incertidumbre) tomado con una actitud emocional (valoración subjetiva) favorable o desfavorable¨.

Podríamos agregar a esta definición, que el objeto del prejuicio puede ser una persona o cosa. Es decir, que no es necesario que el juicio sea sobre un ser humano, sino que puede serlo sobre cualquier objeto del universo.

En algunas otras definiciones se hacen extensiones de los conceptos enunciados a diferencia de la definición adoptada por nosotros.

Por ejemplo, decir que es un juicio anterior a una experiencia real, o no basada en ella, o juzgar las cosas antes del tiempo oportuno, no serían más que recreaciones o aclaraciones sobre la elegida.

Existe una diferencia esencial entre el prejuicio y el error de juicio, que es deseable y oportuno aclarar.

Si una persona es capaz de rectificar sus juicios erróneos a la luz de nuevos datos, no alienta prejuicios.

Los pre-juicios se hacen prejuicios cuando no son reversibles bajo la acción de conocimientos nuevos.

¨Todos saben que es muy difícil para un ex presidiario conseguir un puesto seguro, en el que puedan alcanzar una posición desahogada y respetable. Los empleadores desconfían, por regla general, al conocer los antecedentes del individuo.

Pero a menudo son más desconfiados de lo que los hechos los autorizan a serlo. Si estuvieran mejor dispuestos a conocer la verdad podrían descubrir, tal vez, que el hombre que tiene delante se ha reformado totalmente, o inclusive puede ser que su condena haya sido injusta.

Cerrarle la puerta a un hombre solamente porque tiene antecedentes criminales es una actitud que cuenta con alguna probabilidad de acierto, puesto que muchos presidiarios no se reforman jamás; pero hay en ello también un elemento de juicio inmotivado. Tenemos aquí un verdadero ejemplo límite¨.[18]

El autor Allport hace referencia a las probabilidades, debido a que la sociología americana está enrolada básicamente en el positivismo y le da extrema importancia a la frecuencia relativa de los estudios estadísticos.

El concepto de probabilidad surge en la estadística, rama de la matemática.

Según la definición de Laplace es el cociente del número de casos favorables sobre el número de casos igualmente posibles.

En el caso precedente sobre el ejemplo del ex presidiario la probabilidad que estima el autor es condicionada., es decir que se busca la probabilidad de que el individuo delinca habiendo antes delinquido.

Se puede observar un reconocimiento taxativo sobre la historicidad del hombre, que hace repugnante la idea de un determinismo organicista, que permita medir al ser humano sobre la base de probabilidades estadísticas y frecuencias relativas.

En su misma definición está la irracionalidad del aserto.

Tomar decisiones sobre un ser individual basado en frecuencias estadísticas resulta prima facie tan prejuicioso como hacerlo por condicionamientos emocionales.

Las técnicas estadísticas, especialmente en el caso de la demografía, son eficaces auxiliares de las ciencias sociales, pero éstas han acudido en su auxilio para explicar cualitativamente las cualificaciones matemáticas de los hechos sociales.

La sociología empírica tiende a la fragmentación de la realidad, y establece implícitamente variables que tienen todas las características de fundamentos para la demostración de sus construcciones generales.

Cuando es necesario demostrar algo, es usualmente utilizada la estadística, porque el manejo tendencioso de los resultados matemáticos permite inferir el resultado deseado.

Con relación al ejemplo enunciado, habría que preguntarse si los empleadores conocen del mismo modo que la probabilidad de la reincidencia criminal, la probabilidad objetiva sobre una persona que nunca delinquió lo haga por primera vez. De la comparación de esas dos magnitudes podrían tomarse decisiones razonables.

Prejuzgamos que ello no es así. Intuitivamente, es decir emocionalmente, toman sus decisiones basados en estereotipos, que no son más que creencias exageradas unidas a una categoría, en este caso los ex presidiarios.

La función de los estereotipos es justificar –racionalizar- nuestra conducta con relación a esa categoría.

Estereotipo es un aspecto adicional de un proceso mental, que por definición es complejo, y por lo cual se hacen generalizaciones exageradas acerca de un concepto, y sirven a su vez para justificar la aceptación o rechazo de la sociedad.

También sirve como excusa para evitar la búsqueda de argumentos racionales que justifiquen o rechacen la idea que se tiene sobre la categoría.

Es más fácil y cómodo generalizar que investigar la verdad.

Es por supuesto, más cómodo decir: ¨todos los negros son borrachos¨o ¨todos los villeros son vagos y ladrones¨ o casos por el estilo, describiendo los estereotipos que se perpetúan históricamente, y que tanto influencian en la conciencia social.

Tal es así que se siguen utilizando como acicate político, como argumento y pieza inamovible de los discursos de barricada.

Empero, y con honestidad intelectual debe decirse que estas consideraciones, según los expertos criminólogos y psiquiatras a los cuales hemos hecho referencia coinciden en que no pueden ser aplicadas a los asesinos seriales ni a los pedófilos

Pero consideramos válidas y aplicables las figuras del prejuicio y del estereotipo con respecto a la categorización de Godino como bestia humana.

Sin embargo no fue juzgado como tal sino como al más preclaro e inteligente universitario.

El concepto de bestia está profundamente arraigado en la estructura cultural del hombre de hoy porque lo bestial es la figura de la violencia, de la fuerza agresiva, del primario instinto degradado hacia lo destructivo.

Cuando la palabra se aplica al ser humano, es para asimilarlo automáticamente a un ser feroz, que ataca sin ley ni razón.

Esa referencia ominosa sobre la figura de Godino conlleva un juicio de valor implícito en el concepto de bestia.

Ello ha sido una constante para los delitos sexuales en todas las épocas y países del mundo.

Un médico que escoge el estudio de alguna fase de expresión sexual anormal debe sufrir el riesgo del escudriñamiento de sus colegas y la repugnancia por parte de los pacientes a se revisados por ese médico, ante el temor de ser considerados ellos también como casos de mala adaptación sexual.

La condena sexual sobre las perversiones alcanza todo lo que a ello concierne.

Estamos tan enceguecidos por nuestras reacciones hacia las palabras usadas para clasificar pervertidos, que casi nunca nos enteramos mucho acerca de la persona acusada o de las circunstancias que la llevaron a su conducta delictuosa.

¨La sociedad ha reaccionado siempre con horror frente al delincuente sexual, sin tratar de comprenderlo y menos aún de curarlo¨.

La reacción más común de los adultos frente a la conducta sexual aberrante de los niños suele ser de disgusto, por considerarlos degenerados más allá de toda posibilidad de redención o de inacción, en la piadosa esperanza de que lograrán superar el problema.

Como las víctimas son por lo general criaturas, la comunidad quiere que el castigo sea severo y de aplicación rápida, aún cuando el daño inferido a la sociedad no tenga mayor importancia.

Los delincuentes sexuales están más expuestos que los demás criminales a ser mal juzgados, y esto es consecuencia del prejuicio y de los tabúes sexuales de la sociedad.

Cuando se comete un crimen sexual, de características especialmente aberrantes el público insiste en que se aumente la severidad de las penas, y muchos de ellos se inclinan por la pena de muerte.

Muchos de los mecanismos observables en los delincuentes sexuales pueden también encontrarse en las personas que se consideran normales, que logran dominarlos gracias a una fuerte represión.

Por ello se produce siempre una marcada reacción emocional frente a los delitos sexuales, ya que cada miembro de la comunidad proyecta sus mecanismos represivos sobre el criminal.

La rapidez con que se despiertan las reacciones coercitivas en casos de delitos sexuales refleja temor y hostilidad.

Cuando los delitos sexuales van acompañados por la violencia, el daño físico o el asesinato ofenden a toda la comunidad y provocan un clamor general, que pide la creación inmediata de instituciones especiales para este tipo de delincuentes.

Las actitudes que se adoptan frente a los crímenes sexuales se desarrollan, generalmente, en una atmósfera de histeria.

Estas actitudes son casi siempre inútiles y muchas veces peligrosas.

Es realmente abrumadora la coincidencia de los especialistas sobre la reacción provocada en la sociedad por los crímenes sexuales. Hemos visto desfilar palabras como horror, temor hostilidad, histeria.

El deseo colectivo es el castigo con penas severísimas, ya que para esos casos parecen no alcanzar nunca las legisladas por el Código Penal.

La adopción de estereotipos por parte de la sociedad se produce por la necesidad de proyectar los sentimientos de odio y agresión, los cuales en sí mismos no dejan de ser impulsos normales, aunque no deseados.

De ningún modo puede presumirse que en la sociedad hay una cantidad irreductible de agresión, porque nos sería imposible hablar de su canalización. Esta canalización no sería más que el desvío de la agresión de unos objetivos hacia otros.

Fromm efectúa una distinción en el odio, clasificándolo en dos tipos: el primero racional y el segundo caracterológico.

El odio racional cumpliría una importante función biológica, pues el ser humano odia todo aquello que amenaza su propia libertad, vida y valores, y en el individuo socializado idénticamente, para todo aquello que de algún modo amenace a los individuos de su sociedad.

El odio caracterológico es un sentimiento que guarda poca relación con la realidad misma, sino que es el reflejo temperamental de una persona.

Esta necesita odiar algo, escapándosele las verdaderas razones de su odio, y concluye buscando la víctima propiciatoria que sirva para proyectar y canalizar todo el odio gestado a través de agresiones injustificadas.

Esta víctima de sus odios constituye el chivo emisario o expiatorio.

Esto explica, al menos parcialmente, la persistencia de la sociedad para mantener indemne el odio por el criminal sexual, aún a sabiendas del diagnóstico de irresponsabilidad, emanado de peritos médicos, tal como fue el caso de Godino.

La condena a sufrir internación en un asilo psiquiátrico debería satisfacer las exigencias de la sociedad, presentándose como desconcertante la persistencia del odio, y subyacentemente el deseo de muerte para el delincuente sexual.

Se explicaría, quizás con mayor relevancia que la reacción fuese de compasión, pero no es lo habitual.

Allport orienta la respuesta en varias direcciones.

Dice que estas conductas conciernen al monto de frustraciones y a las penurias con que la vida persigue a los seres humanos. A causa de las frustraciones es fácil que la cólera recurrente se transforme en odios racionalizados.

Otra fuente provendría de la íntima relación del odio con el proceso de aprendizaje de los niños, que son educados en hogares rechazantes, expuestos a prejuicios ya elaborados y que son transmitidos por la enseñanza.

Luego contempla la posibilidad de la simplificación puesto que la economía producida en el hecho de adoptar un enfoque excluyente en las relaciones humanas o adoptar una posición negativa acerca de grandes grupos humanos o agrupaciones de categorías, en cierta manera simplifica los interrogantes de la vida.

Bibliografía citada y utilizada

Allport W. La naturaleza del prejuicio. Eudeba. 1968

Florencio Escardó. El hombre y la bestia. Diario La Nación.

Doshay Lewis. El niño delincuente sexual y su evolución posterior. Americalee. 1945

Karpman Benjamín. El crimen sexual y sus motivaciones. Horme. 1978

Fromm Erich. El miedo a la libertad.

El Positivismo

Su influencia en la sociedad de la época

Nos extenderemos, reiterándonos en algunos conceptos ya expuestos anteriormente, en una introducción sobre el positivismo como doctrina y el acercamiento que hacen los intelectuales argentinos hacia la misma, porque consideramos necesario un conocimiento algo avanzado para comprender su influencia en las sociedades, como así las inconsistencias al contrastarla con la realidad, del que el caso Godino es un claro ejemplo.

Desfilarán conceptos de reconocidos filósofos, intelectuales tanto argentinos como extranjeros, que incluso resultan alguna vez confusos o difíciles de comprender para los lectores legos.

Estos intelectuales nativos, la flor y nata de la sociedad argentina de fin del siglo pasado y principios del siglo XX, los preclaros exponentes del Siglo de las Luces, reaccionaron ante el caso Godino con sus vísceras, con su odio y frustraciones, con sus prejuicios y estereotipos.

Con esto no queremos subvalorar las construcciones intelectuales que han forjado, sino que simplemente queremos expresar la realidad de las reacciones del ser humano, que llevado a su desnudez intelectual, ratifica que ¨el hombre es el lobo del hombre¨.

A mediados del siglo XIX aparecen dos construcciones histórico-universales, que son el positivismo y el marxismo.

Como todas las doctrinas, aparecen en determinados contextos históricos y sus conceptos están unidos a la ideología de una clase social, respondiendo a sus intereses.

El positivismo nace como una concepción del orden burgués, mientras que el marxismo se realiza a partir del positivismo, oponiéndosele como arma ideológica de una nueva clase, surgida como consecuencia de la revolución industrial, que es el proletariado.

El enfrentamiento entre las doctrinas mencionadas, dará lugar a arduas polémicas y ambas tratarán de menoscabar o desestimar la rigurosidad del sistema adversario.

Emile Durkheim dirá: ¨Enfrente de las doctrinas prácticas, nuestro método permite y exige la misma independencia. Entendida de esta manera, la sociología no será ni individualista, ni comunista ni socialista, en el sentido que vulgarmente se da a estas palabras. En principio, la sociología ignorará estas teorías a las cuales no podrá reconocer ningún valor científico, puesto que tienden directamente, no a expresar los hechos sino a reformarlos.

Si se interesa en su desarrollo es en la medida en que percibe en ella hechos sociales que pueden ayudarle a comprender la realidad social, al manifestársele las necesidades que trabajan en la sociedad¨.[19]

Las similitudes entre ambos sistemas es que ambos son construcciones histórico-universales de origen naturalístico. Es decir que aceptan el conocimiento natural de las cosas, desestimando el divino.

Son concepciones del mundo, y como tales, estos sistemas de ideas contienen una doctrina, que responde y explica todas las cosas; son totalizadoras del ser humano, comprendiendo íntegramente al devenir social.

Exceden la definición clásica de filosofía, ya que ¨toda concepción del mundo implica una acción, es decir, algo más que una actitud filosófica¨.

El positivismo está basado fundamentalmente en la filosofía cartesiana, explicitada a través de los cuatro conceptos del Discurso del Método.

De ellos emana el concepto de que todo punto de partida para el conocimiento de las cosas debe sustentarse exclusivamente en el pensamiento; su raíz es eminentemente racionalista, derivándose de ella una de las piedras angulares de la sociología positivista: la noción de objetividad.

La objetividad consistirá en evidenciar una separación radical entre el sujeto y el objeto. La realidad exterior tiene una lógica de funcionamiento, que es aprehendida por el pensamiento del hombre, ayudado por la utilización del método científico.

Contemporáneamente se ha reivindicado este concepto, lo que observamos en el pensamiento de Julián Marías: ¨En el estado positivo la imaginación queda subordinada a la observación: La mente humana se atiene a las cosas.

El positivismo busca sólo hechos y sus leyes. No causas y principios de esencias o sustancias. Todo esto es inaccesible. El positivismo se atiene a lo positivo, a lo que está puesto o dado: es la filosofía del dato.

La mente en su largo proceso, se detiene al fin ante las cosas. Renuncia a lo que es vano, intenta conocer y busca sólo las leyes de los fenómenos¨.[20]

En el capítulo anterior hemos hecho mención a los prejuicios y ellos no tienen cabida en el positivismo, ya que las ciencias sociales deben estar libres de prejuicios o valoraciones subjetivas.

Peter Heinz expresará: ¨No se apoya en la supuesta incompatibilidad lógica entre el estudio objetivo de los hechos y la valoración de estos hechos, sino en la convicción respaldada por la teoría moderna de la percepción, según la cual resulta sumamente difícil sustraerse al influjo de las ideas preconcebidas y cargadas con valores afectivos, que se refieren a los mismos objetos de cuya investigación se ha encargado la sociología¨.

La utilización de la objetividad como método surge como reacción, diametralmente opuesta, al principio de subjetividad del Cristianismo, que juzgaba al mundo de los hechos como una situación preestablecida, con un grado de necesidad inmodificable, no pudiendo el ser humano cambiar la realidad más allá de su cotidianeidad.

La realidad está determinada a cumplir un ciclo absoluto e inmodificable.

La doctrina cristiana se define por la afirmación de una jerarquía estática donde la máxima jerarquía está representada por Dios, como ser supremo.

Esta reacción ¨ha contrarrestado en forma eficaz la amenaza que, gracias a su irracionalismo y subjetivismo fatales, se cernía sobre la cultura occidental¨.

La utilización del método científico en las ciencias naturales había proporcionado conocimientos nuevos, y de su utilización surgen enormes progresos técnicos, destruyendo la concepción filosófica del orden feudal y la concepción de inmutabilidad queda borrada.

Los supuestos fundamentales serán que la sociología es una ciencia positiva o sea empírica e inductiva y luego que la presunción de aplicabilidad a esta nueva ciencia de los métodos, que mostraron su fecundidad en la construcción de otras ciencias: observación, experimentación y comparación.

Los elementos esenciales del método científico fueron aplicados a las ciencias sociales, anulando la noción de subjetividad y ausencia de juicios de valor.

La consecuencia extrema de esta concepción es que ¨el mundo es como es¨.

La extensión de este concepto da lugar a generalizaciones aberrantes por cuanto consideramos que el estudio de la realidad social impone siempre una valoración.

La acción de efectuar una analogía entre la sociedad y los organismos biológicos define al pensamiento funcionalista, que responde a la concepción de un mundo racional, pasible de explicación por el pensamiento individual del investigador.

Se produce la cosificación de la sociedad, concepto que proviene directamente de Durkheim, quien anuncia que la regla fundamental del método sociológico es ¨tratar a los hechos sociales como cosas¨.

La utilización de la cosificación ha sido seguida de la búsqueda del factor predominante de los hechos sociales, y ha sido hallado en la política, la economía, la raza, la geografía, el clima, la antropología y muchas de las sociologías resultantes no son más que apologías de determinadas tendencias sociales y políticas, en última instancia justificatorias de la ideología de la clase dominante, que en el nacimiento de la sociología era la burguesía.

La concepción sociologista de la sociología positivista , y valga la redundancia, nos dirá que sólo el individuo es real y el hecho social está constituido por el conjunto de relaciones abstractas que se establecen entre los individuos particulares. El individuo será lo que las relaciones sociales le hacen ser.

Durkheim (sociologista) dirá: ¨Es hecho social toda manera de actuar, fija o no, susceptible de ejercer sobre el individuo una coacción exterior¨.

Esta palabra coacción será la definitoria, ya que se extenderá diciendo que los hechos sociales constituyen ¨una fuerza imperativa y coercitiva, en virtud de la cual se imponen a él, lo quiera o no¨.

La coacción consistirá, entonces, una obligatoriedad, que en caso de ser violada provoca una sanción, apareciendo por primera vez la concepción de la pena y el castigo, basada en la necesidad vital de los hombres para constituirse en sociedades.

Como derivación lógica con el principio expuesto, se podrá ya decir que las sociedades son como son, porque las necesidades las han llevado a ser de ese modo y no de otro.

La ruptura del equilibrio por el conflicto, considerado una anomia, tendrá como solución el ajuste a través de una normativa que corrija el desajuste.

El conflicto será considerado patológico y la normatividad de las ciencias sociales es un instrumento de la élite dominante para mantener el orden social o status quo existente.

Esta consecuencia obra por considerar al ser humano aislado de su contexto histórico, olvidando que no es un sujeto pasivo determinado por lo social, sino que los dos elementos sujeto-sociedad se determinan dialécticamente.

El conflicto social no es una disfunción sino un síntoma de los problemas de la sociedad, y ella no se autobalancea sino que el conflicto evoluciona para adaptarse a la nueva situación.

El último concepto del positivismo y de la sociología positivista, que hemos extendido como introducción a la comprensión de los hechos sociales, el conflicto que subsume al delito y el castigo correspondiente, necesita incluir el concepto de institución.

Se podría definir como tipos de acciones estandarizados en base a un contenido de propósitos. No hay acción humana sin intencionalidad, sea percibible u oculta, conciente o inconsciente. También decimos que sus propósitos están estandarizados – o institucionalizados- cuando esta conducta responde a una conducta tipo, aceptada por la sociedad.

Precisamente, la existencia de conflictos en las instituciones es esencial y la razón de ser del Derecho Penal.

El derecho positivo regula normas específicas, en nuestro caso penales, que garantizan la existencia del hecho social, las relaciones interindividuales.

Pero muchas veces, como fue el caso Godino, las normas jurídicas se muestran anacrónicas, mientras que las relaciones reales y concretas en que se manifiesta el hecho social difieren de la normativa.

El camarista Dr. González Roura, al fundamentar el voto contrario a la absolución de Godino dirá: ¨Si la ley no está conforme con los adelantos científicos, carecen éstos de importancia al tratar de aplicarla, siendo su alcance claro¨.

Otro camarista, el Dr. Vázquez tendrá conceptos similares: ¨Los Sres Jueces de Instrucción y la defensa, apoyados en las opiniones científicas de renombrados médicos alienistas y forenses, y otros argumentos de orden psiquiátrico, sostienen que el caso encuadra en la eximente definida en el inciso 1º del artículo 81, declarando que se trata de un loco moral¨ El mencionado declarará que los tres informes médico-legales coinciden en el diagnóstico de imbécil, degenerado, loco, totalmente irresponsable, alienado mental, alcohólico, onanista sistemático y crónico, etc.

Pero redoblará su apreciación diciendo que ¨admitido ese estado de deficiencia mental no afecta el conjunto de la cerebración y permite juicios¨. ¨Resulta pues, de todas maneras, que la enajenación mental o la imbecilidad no tienen el mismo concepto en medicina que en la ley penal. Resumiendo, a mi juicio, el acusado podrá ser un retardado, un débil mental y será para la medicina un irresponsable, pero no lo es para nuestra ley penal, cuyos fundamentos reposan en motivos sociales que obligan a no detenerse entre este término medio de la responsabilidad surgido entre la bestia y lo humano; como así también por motivos prácticos, como acertadamente lo hace el Sr. Fiscal¨.

La oposición de los factores, que el profesor Marí definió como el mito de la uniformidad semántica, sintetiza irrefutablemente la situación planteada en el caso.

Todo el bagaje teórico del positivismo, con logros evidentes para la sistematización de esa ciencia nueva que era la sociología, no alcanza para destrabar las contradicciones de este hecho concreto, donde la condena es la resultante de la oposición de diversos factores, a su vez combinados, con mayor peso de unos sobre otros.

La condena no es la resultante de una racionalización a ultranza. Los grupos de poder y los factores de presión inclinan la balanza de acuerdo a la ideología predominante, los prejuicios de clase de una sociedad en un determinado momento histórico.

La escuela positivista argentina

Brevemente nos acercaremos al pensamiento de algunos hombres de ciencia argentinos, que abrevaron en el positivismo, cada uno de ellos con su matiz diferencial.

En la obra del Dr. Ramos Mejía afirma la unidad de la naturaleza, con la misma especialización progresiva de los órganos y las funciones, colocando al animal en el punto más bajo de la escala hasta llegar al ser humano y a la sociedad humana, todo desde sus orígenes hasta la actualidad de su época.

Ramos Mejía afirma: ¨En el mundo físico, como en el mundo moral e intelectual no hay nada contingente y arbitrario. Todo está sometido a leyes fijas y fatales, que se desarrollan y rigen los fenómenos con inexorable regularidad. Nadie – ni el genio– crea nada. La naturaleza es siempre la misma y así como nada se aniquila, nada se crea en el reino de la naturaleza¨.[21]

Tales principios conducen a un inexorable determinismo donde la libertad no existe.

Ramos Mejía, al igual que José Ingenieros están adscriptos al monismo naturalista (de un solo origen que reconocen en la naturaleza) y crean una sociología genética.

Cierra este terceto el Dr. Carlos Octavio Bunge, que ingresa a la sociología a través de la psicología, por lo cual su esquema es biopsíquico.

Los principios de su obra pueden resumirse en a) cada pueblo tiene una psicología social propia, que es la de la raza dominadora; b) la psicología colectiva de cualquier sociedad, aunque susceptible de transformaciones evolutivas, es relativamente neta y estable y las cualidad típicas que constituyen la psicología social de un pueblo no son privativas de él, sino en cuanto a su intensidad y forma.

Los rasgos que encuentra Bunge en las razas latinoamericanas son ¨pereza, tristeza y arrogancia¨. Definitivamente, su estructura mental es la de un darwinista social.

Estos hombres de ciencia, referentes de la sociedad de la época eran un paradigma de la ideología imperante, que era la oligarquía y que José Luis Torres definió como la oligarquía maléfica.[22]

Dice Torres: ¨Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua (edición 1947), la palabra oligarquía tiene tres acepciones, a saber: 1) Gobierno de pocos, 2) Forma de gobierno en que el poder supremo es ejercido por un reducido grupo de personas que pertenecen a una misma clase social, 3) (fig) Conjunto de algunos poderosos negociantes que se aúnan para que todos los negocios dependan de su arbitrio. Los gobiernos oligárquicos que tuvo la República Argentina están comprometidos en las tres acepciones, pero más que ninguna le cabe la tercera¨.

¨La oligarquía no es, pues, odiosa, ni siquiera criticable, por el simple hecho de ser oligarquía, sino por la forma en que se conduce en el gobierno de los pueblos. Siempre gobernaron pocos en el mundo, pero no gobernaron siempre con indecencia, pues la oligarquía no lleva implícita la destrucción del sentido moral en quienes la componen. Acepto yo de buen grado que nunca pueblo alguno fue gobernado por una mayoría, como asimismo que pocos pueblos han sido dichosos hasta el punto de que la mayoría de sus ciudadanos hayan sido los mejores. La regla general es la contraria. La excelencia moral e intelectual es siempre escasa y las leyes se han hecho en todos los pueblos para que los hombres buenos puedan vivir sus vidas tranquilos ante una posible oligarquía maléfica. Y a veces, ha bastado un hombre solo para salvar una república¨.

Esta ideología oligárquica es retomada por su contemporáneo Martínez Estrada, sociólogo y ensayista, fallecido en 1964, en su obra Radiografía de la Pampa Los trabajos de Martínez Estrada se evidencian en sus elecciones: Nietzsche, Montaigne, Kafka, pero su compromiso se vislumbra sobre todo en su inigualable y necesaria visión sobre Argentina y Latinoamérica toda. En sus escritos sobre Domingo Faustino Sarmiento, él rescata el tema de "civilización y barbarie" desde un agudo análisis sobre la dudosa virtud de la civilización. Escribiendo acerca del naturalista del s. XIX Guillermo Enrique Hudson, Martínez Estrada sostenía una idea particular sobre el retorno a un mundo natural paradisíaco, además de describir, en otros trabajos, la creciente e imparable civilización como ultrasalvajismo, y las políticas liberales del siglo XIX como aberraciones que llegan a su cúspide con la conquista del desierto que él nombra como "holocausto".[23]

Otro exponente de aquella época fue Eugenio Cambanceres, escritor y político.

En 1885 dio a conocer su novela más significativa, llamada Sin rumbo, donde ofreció buenas descripciones de paisajes e interesantes anécdotas en torno a un asunto de patología sexual. El año antes de morir (1887) publicó En la sangre, historia de un hijo de inmigrantes italianos que busca abandonar su humilde origen y fuerza al matrimonio a la hija de un estanciero adinerado, para luego derrochar su fortuna y arruinar su vida. A través de sus escritos patentizó los problemas a que dio origen la llegada de extranjeros a Argentina y los cambios sociales de su época, pero enalteció a la alta burguesía de la que formaba parte y criticó a las clases humildes y a la baja inmigración europea, cuya perspectiva no quiso asumir.

También fueron formadores de ideologías, que justificaron el proyecto político y económico de la clase dominante de la generación del ´80, basándose en una filosofía adecuada y en una doctrina positiva afín a sus intereses de clase.

La visión de los positivistas argentinos estuvo sujeta al pensamiento europeo, en una actitud dependiente no crítica.

Se autotitularon los portavoces de un nuevo Iluminismo, donde la idea del progreso indefinido por la utilización de la ciencia, podía incluso con la realidad misma.

A través de sus obras expresan de sí mismos el convencimiento de ser los interpretadores de la sociedad en que viven y los líderes naturales de la multitud.

El sentimiento de orgullo de pertenecer a una clase predestinada y al grupo más brillante de los últimos tiempos del país, hace volver a sus integrantes, constantemente sobre sí mismos.

Hay un sentimiento de ¨exclusividad¨ de la clase dominante, en contraste con la multitud indiferenciada.

El concepto de multitud es tomado por Ingenieros directamente de su guía Gustavo LeBon (Psicología de las multitudes).

Ambos estudian sus creencias, opiniones, su ¨alma¨, utilizando un perfil psicologista dentro de la sociología evolucionista de raíz positiva.

De esta ¨cosa exclusiva¨ nos dice Mallea: ¨De poco sirve la cultivación de un espíritu cuando ese espíritu no es culto en su origen, culto en su primera célula, esto es, constitucionalmente¨.[24]

Esta superioridad intelectual no se diferencia al fin de una superioridad racial hereditaria, de una especie natural. Cierta ¨nobleza vital¨ de la que habla Max Scheller, que otorga a las élites, a las minorías selectas, a los iniciados, el pleno derecho de convertirse en jefes, justificando la rigurosa jerarquización de la sociedad.

Múltiples factores entran en juego para provocar contradicciones en la idílica sociedad argentina de 1880 y hacia el siguiente decenio se produce un rápido deterioro, que entre otras cosas trae la xenofobia, en especial hacia el aluvión inmigratorio.

La repugnancia al contacto con los inmigrantes y los problemas que ellos traen, como el hacinamiento en conventillos y sus consecuencias de falta de higiene, de alimentación y de trabajo, el elevamiento de la tasa de enfermedad y los problemas sociales como el alcoholismo y la criminalidad, es su característica.

Todo va cambiando para la mentalidad de los hombres del ´80.

Se difunde un sentimiento de fracaso que hay que rastrear en niveles afectivos o expresivos, en la relación con la realidad. Y comienza un retorno al campo, con su secuela de nativismo y criollismo, que indica que la idea de la oligarquía acerca de sí misma se profundiza hasta el desprecio por lo popular, el inmigrante, el obrero y todo elemento que insinúe alguna forma de progreso.

Hacia 1890 existen tensiones tales, que las salidas se harán imprevisibles hasta cambiar las posturas fundamentales, hasta tornar en actitud defensiva lo que antes era seguridad; en exclusividad lo que era apertura y reconciliación; en rigidez lo que antes se presentaba como plasticidad; en dependencia lo que antes era integración.

En esa sociedad contradictoria, hijo de padres inmigrantes, fruto del conventillo, con un padre alcohólico y violento y una madre ama de casa y lavandera, nace Godino.

La fobia al crisol de razas tuvo su institución señera con la Liga Patriótica, fundada en 1919, que fue una organización paramilitar de ultraderecha.

Su fundador, Manuel Carlés, nacido en 1872, en una familia aristocrática, gustaba que lo destacaran como ¨un romántico pregonero de la nacionalidad¨.

Este se sentía amenazado y posiblemente algo asqueado por los centenares de miles de inmigrantes que habían arribado a nuestro país, contándose entre ellos socialistas y anarquistas, amén de obreros y campesinos semianalfabetos, que poblaban los conventillos conformando una turba bulliciosa y sucia.

La Liga Patriótica tuvo oportunidad para su bautismo de fuego en lo que la historia llamó ¨la Semana Trágica¨ donde sepultaron a sangre y fuego los reclamos de los operarios de los Talleres Vasena.

Organizada a nivel nacional, logró nuevos galardones con la masacre de campesinos sublevados en la Patagonia durante la represión de las huelgas exigiendo mejoras en el régimen de explotación y que se le dio como título ¨La Patagonia Trágica¨, recordando que el poder estaba el gobierno democrático radical de Hipólito Yrigoyen, quien en el segundo levantamiento ordenó el aniquilamiento de los subversivos.

Godino fue juzgado en aquellos años de crisis de la sociedad, con normas del derecho positivo que no contemplan la realidad histórica, con una raigambre positivista, de extrema derecha e interpretada por hombres influidos por una ideología que sobrevivía a sus contradicciones.

La condena será coherente con el sistema de valores imperante y con el espíritu de quienes lo juzgaron.

Desconocemos que actitud se tomaría ante un caso semejante en la actualidad. Al menos estamos seguros de la instalación de la polémica, y para ello sólo hace falta ver los debates sobre ¨la mano dura¨, la ¨maldita policía¨, ¨el gatillo fácil¨ y hasta el intento de reinstauración de la pena de muerte para los crímenes aberrantes.

Bibliografía complementaria utilizada:

Lefevre Henry. El Marxismo. Eudeba. 1966

Primer Seminario Colombiano sobre la enseñanza de las ciencias sociales en el nivel universitario. Bogotá .1957

Juan Medina Echeverría. Sociologia, Teoría y Técnica. México. 1941

Juan José Sebrelli . BsAs, vida cotidiana y alienación. Siglo XX. 1964

Noé Jitrik El 80 y su mundo. J.Alvarez. 1968

La ciencia médica y sus opiniones

Los criminalistas más destacados han estudiado con detenimiento casos similares al de Godino, y sus opiniones han sentado doctrina dentro de la ciencia médica.

El eminente especialista Jiménez de Asúa hace la siguiente referencia sobre el diagnóstico psiquiátrico de Pieter Kuerten (a) El vampiro de Dusseldor, procesado por nueve homicidios consumados y siete en grado de tentativa: ¨Todos esos asesinos de mujeres, que precisan ver como la sangre corre para saciar su anormal impulso genético, son clientes de la clínica psiquiátrica. Los médicos especialistas en enfermedades mentales reclamaron hace ya tiempo estos atroces seres para sus manicomios y declararon la incompetencia de los jueces y las penas¨.

En 1929 un psiquiatra y un jurista austríacos Franz Alexander y Hugo Staub dieron a conocer una monografía titulada: ¨El delincuente y sus jueces. Una ojeada psicoanalítica en el mundo de los artículos legales¨.

En una de las categorías de criminalidad crónica encajan rigurosamente los homicidios obsesivos por impulsión sádica. Estos crímenes pertenecen a la clase de acciones delictivas neuróticamente condicionadas.

Lo decisivo radica aquí en la existencia de esos mecanismos neuróticos particulares y aparecen como ejemplos más demostrativos los llamados delitos de coacción y de síntoma, tales como la cleptomanía y la piromanía.

Recordemos que Godino tiene cinco casos de piromanía comprobados.

En este grupo deben ser incluidas las obsesiones criminales con impulsos sádicos.

Otro experto en el campo criminológico, Philip Roche, considera que el estudio de los motivos masoquistas y sádicos que intervienen en la conducta criminal, nos permitirá comprender uno de los componentes del fenómeno de la delincuencia.

El delito –afirma- constituye la manifestación superficial de un conflicto interior no expresado verbalmente, algo que tiene características de necesidad fatal.

Roche hace algunas observaciones con respecto al tratamiento psiquiátrico, el cual debe estar encaminado a capacitarlo para comprender las fuentes de su angustia; a proporcionarle una salida catárquica de los factores emocionales profundamente arraigados que lo impulsan a fines autodestructivos y a favorecer una adecuada sublimación, que le permita dar una expresión aceptable a sus tendencias instintivas.

La reforma del criminal solo se produce cuando consigue obtener seguridad en sí mismo, contra la ansiedad producida por su soledad, su impotencia y su insignificancia.

Así como en otros países se reclamaba a esos criminales como destinados a ser tratados por la ciencia médica, en Argentina, en cambio, eran reclamados por los fiscales para ser pasto de sus respectivos discursos, en aras de ideologías que no se compadecían del individuo y se ajustaban a las necesidades políticas del contexto social de la época.

Ingenieros decía: ¨Mientras la ley penal no se reforme en sus fundamentos, los nuevos criterios científicos son prácticamente inaplicables. Su aplicación es nociva. La sociedad necesita defenderse. Las doctrinas modernas no deben ser explotadas en beneficio de los criminales para arrancarlos de la justicia y largarlos de nuevo a que prodiguen su obra funesta en el seno de la sociedad. Eso es esencial y evidente¨.

La sociedad en crisis reclama una doctrina defensista y lo hace aún, renegando de las doctrinas modernas, porque pueden favorecer al criminal sustrayéndolo del régimen positivo penal vigente, evitando su encarcelamiento para incorporarlo al campo de las ciencias médicas…y de sus manicomios.

El llamado de Ingenieros es un canto al verdugo.

El análisis del artículo 81 del Código Penal por parte de Ingenieros es tendiente a justificar sus dichos, basado en su excluyente ideología de clase. Se referirá a ese artículo donde se detallan taxativamente los eximentes de culpabilidad en los delitos.

¨El inciso 1º del artículo 81 del Código Penal vigente en Argentina consta de dos partes. Dice la primera: El que ha cometido el hecho en estado de locura, sonambulismo, imbecilidad absoluta o beodez completa involuntaria. Sería interminable la tarea de discutir definiciones para interpretar el ¨estado de locura¨a que el Código se refiere. Es indudable que su expresión es indeterminada y poco científica.

Sólo algunas implican trastornos intensos de toda la personalidad y determinan una inadaptación de la conducta al ambiente, constituyendo un peligro para el sujeto mismo o para los demás miembros del agregado social.

Son estas formas intensas, que inadaptan la conducta individual a las condiciones objetivas del ambiente, las que poseen fisonomía clínica determinada y representan el concepto jurídico con que debe interpretarse el concepto de estado de locura a que alude el Código Penal¨.

En definitiva, en el pensamiento de Ingenieros, la conjunción de la ideología, los intereses de clase, la xenofobia ante la inmigración que no respondía al perfil que había soñado Sarmiento –no fueron sajones sino latinos y eslavos los que concurrieron a Argentina, escapados de las hambrunas europeas- provocan en consecuencia el que se haga caso omiso de las definiciones del Código Penal; o en todo caso se las interpreta conforme a sus necesidades justificatorias.

Lo importante era defender a la sociedad, barrer a esa escoria que no era ¨gente como uno¨ porque el ideario indica que todos son iguales, pero algunos son más iguales que otros.

El Juzgado en Primera Instancia, acorde con el progreso de las ciencias, e históricamente independiente de los demás poderes del estado se inclina a los dictados de la ciencia médica y halla a Godino inimputable.

Esta instancia judicial se atiene a lo explicitado taxativamente por el Código Penal, se atiene a la juridicidad, excluyéndose de las especulaciones más afines con las instancias superiores.

En Primera Instancia tampoco prestan atención y les resta entidad a las especulaciones ideológicas y políticas porque la razón de Estado no entra en sus considerandos.

Por lo tanto el fallo de inocencia para Godino es la lógica consecuencia.

Ello no implica desconocer lo horroroso de sus crímenes, ni deja de comprender la angustia de la sociedad, del desconsuelo de los padres de las víctimas.

Estas consideraciones no fueron valoradas de igual manera por la Fiscalía ni por la Corte Suprema.

El objetivo final era condenar formalmente al que ya estaba condenado de facto.

El artículo 81 del Código Penal eximía a Godino de culpa, desde cualquier ángulo que fuera abordado y su destino final estaba en el manicomio.

Las manifestaciones del reo abrevaban en este aserto. En sus declaraciones el imputado afirma que no le parece mal lo que ha hecho, no se arrepiente y lo volvería a hacer. Afirma que no tiene conciencia de su acto criminal, lo cual es una contradicción en sí misma. Es notorio que el abogado defensor pretendió que la obnubilada mente del insano Godino pudiera contribuir a su defensa, pero los frutos de su mente extraviada hacían imposible tal objetivo.

La investigación oficial expresa: ¨En los primeros interrogatorios, Godino negó tener responsabilidad, pero ante los elementos materiales secuestrados que les fueron exhibidos y el reconocimiento de los menores que lo habían visto con Giordano, instantes antes del hallazgo del cadáver, y ante la resolución del Juez de enviarlo a la morgue donde se encontraba el cuerpo de la víctima, en el trayecto dijo al oficial Torres, que él era el único autor del homicidio, confirmando después su declaración ante el Sr.Juez de Instrucción¨.

En la morgue vió el cadáver de Giordano con la mayor indiferencia y quedó registrado el interrogatorio, según el siguiente extracto de la primera declaración: ¨Relató estos hechos con la mayor indiferencia, afirmando que sentía placer al matar y maltratar a las criaturas y a los animales. No demuestra ningún arrepentimiento, conserva la mayor lucidez y demuestra satisfacción al narrarlos. Refiere que es onanista y que nunca ha tenido tratos con mujeres, pero la vista de ellas le es agradable. Es bebedor de alcoholes fuertes. No tiene instrucción, es de buena memoria. Tiene varias manifestaciones de degeneración física y resulta un tipo interesante para estudios antropológicos y conexos.

Preguntado sobre cuáles fueron los móviles que le indujeron a cometer el crimen, contestó que lo cometía bajo la influencia de un ataque que le da periódicamente y que se traduce en deseos de matar, y que se manifiesta desde hace cinco años y medio, más o menos. Preguntado en qué época experimenta ese ataque. Contestó que semanalmente y que casi siempre los sábados porque ese día toma bebidas y ellas le producen ese efecto, a tal extremo que cuando regresa a su casa por la noche, le pide a su madre que le ponga vinagre en la frente.

Preguntado si el declarante abusa de la bebida y desde cuándo, contestó que casi todos los días toma alrededor de tres copas de whisky puro o de grappa, excepto en los días en que no tiene dinero, lo que ocurre muy pocas veces, pues continuamente hace changas, que abusa de la bebida desde hace u n año en que salió de la correccional de Marcos Paz, donde estuvo recluido cuatro años y medio, hasta la Navidad próximo pasada.

Preguntado si el padre y la madre viven, y si en caso afirmativo abusan de la bebida contestó que: viven y que su madre no bebe sino absolutamente agua y que su padre Floro Godino ha sido un ebrio consuetudinario hasta hace un año en que dejó de beber.

Preguntado si el padre del declarante tenía, cuando estaba en su estado normal o ebrio, tendencia al crimen, contestó: que cuando estaba ebrio golpeaba a su esposa, pero cree que no ha cometido ningún delito.

Preguntado sobre que objeto se proponía el declarante al dar muerte a sus v´ctimas, dijo: que mataba a sus víctimas porque sentía el deseo de hacerlo y que después de haberlas muerto se retiraba a su domicilio, o a cualquier otro lugar, donde al recordarlas se masturbaba¨.

Se ha acotado en algunos análisis de este hecho criminal histórico, que Godino pone de manifiesto una memoria sorprendente en la declaratoria de sus hechos, recordando punto por punto todos sus actos, las fechas, los lugares en que lleva a cabo sus actos delictivos.

De hecho constituyó una dificultad para establecer su verdadera condición y ubicarlo dentro de un cuadro clínico que comprende a los anormales, pues lo que supuestamente caracteriza a estos últimos es la amnesia parcial o total que se apodera de ellos a poco de realizar determinados actos.

Es menester desestimar esta aseveración, debido a que actualmente hay abundante bibliografía científica, que acredita como perfectamente posible la memorización personalizada de hechos y actos, sin enervar el diagnóstico de incapacidad mental.

Pitres y Regis expresan que el enfermo tiene conciencia del acto y de su carácter morboso, pero no puede sustraerse al mismo, debido a que no tiene conciencia de su inmoralidad o ilegalidad. Esta es una característica de los degenerados hereditarios (locos morales, locos razonadores).

Otra definición contemporánea expresa que la cordura o la psicosis se prueban conforme el grado de conjunción o disyunción entre dos personas, cuando una de ellas es cuerda por consenso universal.

Nadie se muestra o resulta calificado de loco aisladamente; la psicosis, la locura es algo que se puede percibir o no, pero sólo en una relación, en la interacción entre dos personas, en la cual una es el patrón de medida.

El loco, fuera de sus accesos, recuerda y razona perfectamente, y sólo al tocar la nota discordante es que se da o provoca su delirio.

Se ha destacado la atrocidad de los crímenes, pero así de evidente es la profunda anormalidad que albergaba el criminal Godino.

Ingenieros, como referente de esa época, admite la perturbación, debido a que no puede sustraerse a la evidencia científica, a pesar de haber intentado desestimarla.

Primero dice que el estado de locura es una expresión indeterminada y poco científica. Luego agregará que los adelantos científicos son inaplicables.

Pero irremediablemente deberá aceptar que ¨una perturbación cualquiera de los sentidos o de la inteligencia no imputable al agente, existe y debe existir, en la gran mayoría de los delincuentes en el momento de cometer el delito.

Podría faltar, solamente, en los caos de ausencia congénita o adquirida del sentido moral – propia respectivamente de los criminales natos y de los delincuentes por hábito- pero en ellos esa ausencia prueba perturbaciones psicológicas intensas y estables, que afectan principalmente su moralidad hasta el punto de suprimir los sentimientos sociales que existen en el hombre adaptado a vivir en sociedad.

¨La función de la Justicia Penal consiste en defender a las sociedades civilizadas contra la peligrosa actividad de los delincuentes; ya fundándose como hasta ahora e ideas abstractas de culpabilidad y castigo, ya fundándose en el porvenir, en el criterio concreto de la temibilidad del delincuente y la necesidad de la defensa social.

Ningún hombre puede sustraerse a las circunstancias biológicas y sociales, que hacen de él un imbécil o un genio, un filósofo o un desvergonzado; la ley no tiene por función analizar el determinante del hecho delictuoso, sino defender a la sociedad reprimiendo el delito, o lo que es mejor, previniéndolo¨.

En definitiva, esta cita de Ingenieros sirve como confirmación de lo expresado con respecto a los positivistas argentinos, que fueron deterministas en lo social, concluyendo que ningún hombre se sustrae a su destino.

De tal modo explicaron la superioridad de ciertas clases sociales sobre otras, de ciertas razas sobre otras.

Este convencimiento, esta ideología fue sustento de todos los movimientos fascistas que aparecieron en el mundo, y el arquetipo de la aplicación práctica a ultranza de esta ideología fue Hitler, el genocida por antonomasia.

No olvidemos que esta doctrina ha sido de usos múltiples, en una enormidad de sociedades y épocas. No es un ejemplo menor que esta doctrina ha permitido la existencia de la esclavitud de la raza negra, para la utilización como mano de obra barata. Sólo costaba algo de alimento; el equivalente al gasoil que mueve a la máquina.

De cualquier modo, este concepto de ¨dentro de la ley todo, fuera de la ley nada¨, tomada en sentido estático, sirve como defensa retórica para el inmovilismo, lo que está, precisamente, en contra de la esencia del positivismo, que acude a los pragmatismos necesarios como medio para mantener el dinamismo social, esencia de su pensamiento.

Con respecto al desorden psíquico, llamado locura moral (término acuñado por Pritchard-moral insanity) ha sido definido de varias formas.

Maudsley habla de desorden del espíritu, sin delirio ni alucinaciones, cuyos síntomas consisten principalmente en la perversión de las facultades mentales denominadas comúnmente activas y morales: los sentimientos, las afecciones, las inclinaciones, el carácter, las costumbres y las conductas.

Si insensibilidad moral no impide la sutileza para justificar sus actos, ya que todas sus facultades intelectuales las tiene aplicadas a la justificación y satisfacción de sus instintos.

Dice Pritchard: ¨sería, no obstante, incierto afirmar, que la inteligencia es, entonces, perfectamente lúcida y sana¨.

Este ser amoral y no inmoral, está condicionado por su instinto para destruirse y destruir en nombre de una libido superlativa, la cual afecta todas sus voliciones.

Las doctrinas de Lombroso, hoy superadas, tuvieron esta evolución: primero concibieron al delincuente nato como un degenerado atávico.

Posteriormente lo asimiló con el loco moral de Pritchard, entrando en el terreno de la psicopatología criminal.

Sostuvo luego que no se trataba de un atavismo físico, sino moral.

Creyó posteriormente que el delincuente nato era un epiléptico.

Todas esas etapas pueden reducirse a una sola: degeneración. Lo cual trae como consecuencia el fracaso de la teoría lombrosiana.

Hoy, nuestro Código Penal, para beneficiar al criminal con la eximente psíquica del artículo 34 se atiene a los siguientes criterios, basados fundamentalmente en los tres tipos de delincuente perverso congénito establecidos por el penalista Altavilla:

El primero, el impulso tiene cierta fatalidad electiva, relacionada unívocamente con un acto delictuoso, cuyo ejemplo es el sádico.

El segundo, de moralidad media, la tendencia criminal es espontánea, de grandes proporciones y que no guardan relación entre la causa y el efecto. Este sería el caso del homicida por impulso de perversidad brutal.

El tercer caso, la falta de moral existe por carencia de frenos inhibitorios, con actos delictuosos leves, hasta que aparece un acto de carácter gravísimo.

En los casos mencionados, la perversión es síntoma de otra forma psiquiátrica como demencia, imbecilidad, etc, en cuyo caso el diagnóstico correspondiente es el de estas últimas enfermedades.

Los perversos instintivos, con inteligencia levemente comprometida, sin alcanzar la imbecilidad, y que preferentemente tiene como destino la delincuencia, tampoco deben calificarse como locos morales.

Podemos afirmar que Godino cae dentro de la caracterización de ¨asesino serial¨ utilizando el término acuñado por el criminólogo Robert Ressler.

Consideraba que este tipo de criminal siempre tiene un motivo sexual, evidente o encubierto, y no necesariamente viola a la víctima, sino que su erotismo es disparado por la tortura infligida, por el sadismo que acompaña al acto criminal. Su comportamiento es planeado por anticipado, sin dejar detalles al azar.

El perfil de Godino encaja perfectamente en dichas definiciones de Ressler.

El médico forense argentino Dr.Osvaldo Raffo arriesgaba un perfil posible para este tipo de delincuentes, tipificándoles como personalidades psicopáticas del tipo esquizo-paranoide-perverso.

Otra característica de este tipo de criminal es que trabaja con un calendario interno, es decir que no mata en cualquier momento del año, sino a períodos estrictamente determinados, que muchas veces se acelera. Haciendo una comparación diríamos que a una mayor intoxicación el umbral de abstinencia se hace más corto.

Lo más preocupante es el estallido periódico de violencia inusitada en este tipo de criminales.

Nuevamente vemos reflejadas las características de Godino en esta descripción, de rasgos comunes y en la aceptación de una psicopatía profunda por parte de estos criminales.

Cuando las perversiones instintivas –locura moral- no es de forma constitucional pura, sino combinada con alienación mental, histeria, epilepsia, imbecilidad, demencia, manía adquirida, en todos los casos podría llegar a afirmarse el diagnóstico accesorio a la perversión instintiva (moral insanity) y le cabría al delincuente la eximente de condena en razón de su inimputabilidad.

Podríamos presumir que hoy Godino sería absuelto.

¿Sería absuelto?

Bibliografía

Jiménez de Asúa Crónica del Crimen. Ed.Sudamericana.1945

Gagliardi, La Terza y Manrique. El Museo del Crimen. Ed.Policial. 1946

Pitres y Regis. La obsesión y los impulsos.

Jorge Tizón. La locura, compañera repudiada. Ed.La Gaya Ciencia

P.Maudsley. El crimen y la locura.

Ressler-Raffo. Artículos periodísticos. Diario Clarín.1993.

La influencia de los medios

El fallo de 1ra.instancia, dictado por el Juez Juan A de Oro y el del Juez de Sentencia Dr.Ramos Mejía fueron mal recibidos por la sociedad de la época.

Exacerbada por la prensa escrita sensacionalista, que había difundido con amplitud la foja criminal y sus características morbosas había sembrado una opinión unánime en contra del fenómeno Godino, y aspiraban a la pena de muerte, La cárcel de por vida no les alcanzaba.

Los episodios violentos, con ribetes extravagantes, aún hoy son captados y diseminados rápidamente a todo el mundo por todos los amplios medios de comunicación existentes; porque si algo no ha variado desde aquellas épocas a la actualidad es la curiosidad y en algunos casos por la morbosidad del público ante estos sucesos.

Por comparación podemos apreciar que no sucede lo mismo para acontecimientos pacíficos, habituales, no truculentos.

La balanza de la información entre agradable-desagradable, paz-guerra, placer-dolor, pacifismo-agresividad, podemos presumir que en su mayoría se inclinará hacia la segunda variable. Debe reconocerse que el padre del periodismo, cuando expresó que ¨si un perro muerde a un hombre no es noticia, pero si un hombre muerde a un perro, si lo es¨ sigue en su plena vigencia.

Padecemos una saturación de noticias violentas, que induce a considerar como cierto el supuesto reinado del crimen, a veces sin parámetros objetivos en que fundarse. La sensación de inseguridad, que se instala en la sociedad surge muchas veces de prejuicios instalados; sin por ello dejar de reconocer, en el caso de Buenos Aires y el suburbano, que ha sufrido una escalada en la criminalidad a la cual no estábamos ni remotamente acostumbrados. Obviamente que, si comparamos con otras ciudades del mundo estamos mejor, lo que de cualquier manera no ofrece ningún consuelo.

El crimen siempre ha sido un tema atractivo al interés general de la humanidad y cantera de sucesos apropiados para los medios de difusión, desde la prensa hasta internet.

No es menos cierto que hay profesionales abocados a la psicopatología criminal, interesados en la repercusión social del crimen, sus orígenes y sus consecuencias sobre la sociedad. Pero las más de las veces, la persona común se siente interesada por el suspenso, la excitación morbosa que forma parte de la personalidad básica del ser humano.

La persistencia de los estereotipos también tiene parte de su razón de ser en el refuerzo efectuado por los medios de comunicación de masas, que los utilizan constantemente, acicateando la curiosidad vulgar.

En el caso Godino, los medios gráficos predominantes en la época fueron verdaderos agitadores, estimulando el odio y la hostilidad y el miedo subconsciente contra el criminal.

El tema de Godino, que hoy es una circunstancia histórica por los largos años transcurridos fue tan revulsivo, que hasta la generación que no fue testigo de esos hechos, conoce al menos de oído la leyenda del petiso orejudo.

Se puede presumir que en el seno de toda institución periodística existe la tentadora posibilidad de obtener provecho económico, político, de status, por medio de la explotación deliberada de noticias sobre determinados hechos o personas.

Un importante principio surge de los innumerables estudios del comportamiento humano, aún en hechos considerados racionales, tales como la conducta comercial.

Ese principio consiste en que algunos eventos son intrínsecamente más prominentes que otros; que ellos son los que producen una mayor y profunda impresión en la mente humana, amén del papel que juegan en la totalidad del sistema.

Los niños muertos a manos de Godino suscitan la piedad y la zozobra de todo el país y en él son noticia de primera plana.

También hoy los actos criminales del petiso orejudo harían estremecernos, provocándonos posiblemente las mismas reacciones que a los espectadores de principio de siglo. ¨El que mata tiene que morir¨ no es más que el reclamo subconsciente de una vasta proporción de la sociedad que comulga con ese llamado actual, pero que es un remedo, una versión renovada de la antigüa Ley del Talión de ¨ojo por ojo, diente por diente¨.

El profesor Enrique Marí, citado en esta obra es filósofo, docente de las cátedras Teoría del Derecho y Epistemología del Conocimiento Social en ls Facultades de Derecho y Sociología. En una entrevista hecha por Clarin, abordaron temas como las reacciones de la sociedad frente a la locura u otras enfermedades consideradas malditas, la situación planteada con Angel ¨Chapita¨ Velázquez , psicópata y enfermo de sida, y la forma de segregación actuales y sus antecedentes históricos.

Reproducimos el diálogo textualmente:

– ¿El caso del ¨El petiso orejudo¨ tiene semejanzas con el de ¨Chapita¨?

– Si, porque ambos casos nos hablan de las deficiencias estructurales del sistema carcelario o de los neuropsiquiátricos. En 1912 se discutía dónde internar a Godino ¿qué era lo que prevalecía, la locura o el crimen? Ahora nos estamos preguntando lo mismo con ¨Chapita¨. Por supuesto que con algunas diferencias. Está internado en el Borda porque es un psicópata, un demente, pero tiene otra enfermedad maldita, el sida. Además, su mal lo lleva a agredir a sus congéneres. Cuál es su destino? Habrá que preguntarse si en este caso prevalece en la decisión el concepto de enfermedad u orden social. Y en estos problemas saltan a la luz otros males profundos de todas las sociedades, como lo son el temor, la preservación del orden y la culpa.

– ¿Porqué se llaman enfermedades malditas a la locura y el sida?

– La conjunción de ambas es justamente lo que hace complejo el caso ¨Chapita¨ como lo fue el de ¨El Petiso Orejudo¨. Ambas enfermedades son en sí mismas productos culturales que se relacionan con el llamado mal moral. Al loco se lo instituye , se lo fabrica en un proceso donde lo biológico es materia prima ya trabajada. Esta fábrica pertenece a un tipo especial de economía: aquella en que se produce, transporta, circula y consume la culpa humana. La sociedad atraviesa el cuerpo del loco, haciéndose de él un cuerpo deudor. Así, en el gran libro de las deudas, la sociedad encuenta la posibilidad de cobrarse algo.

– ¿La sociedad segrega a los enfermos por miedo o ve en ellos la consumación de un castigo?

– Son distintos niveles de análisis. Como dije, en las enfermedades malditas concurren el miedo, la culpa, el concepto de moral. El demente o el enfermo sería el punto final del proceso de transferencia del mal de la sociedad. Cuando el loco habla, los oídos se cierran; el loco pierde los tonos de la comunidad. En ¨Chapita¨ sus enfermedades actúan como un castigo; su locura lo aísla y el sida lo convierte, a los ojos de la sociedad, en alguien impuro.

– Existe entonces una suerte de transferencia de los males de la sociedad?

– Sobre el loco se proyectan las culpas y los males de la sociedad, y como punto final del proceso es inevitablemente impotente para descargar en otros la culpa que recibe. La grieta o la fisura en el cerebro del loco recubre, en realidad oculta, una grieta o fisura social. Es el miedo a esta última grieta que desata el desplazamiento de la falta y el mal hacia el loco. Toda sociedad conecta la locura con el delito, el pecado y la falta. La locura es así interpretada con el código teórico del delito y, a su vez, con el código teórico de la sinrazón. (…)[25]

En las palabras del Profesor Marí encontramos un camino de entendimiento para comprender la reacción adversa de la sociedad hacia el loco Godino, exacerbada por los medios.

Hay ciertos hechos que son intrínsecamente trágicos y se apropian de nuestra atención, aún cuando en términos cuantitativos representen una leve fracción de la totalidad del sistema. La cantidad de víctimas fatales en accidentes de tránsito no producen una misma respuesta.

No sabemos decir si es razonable pero la mayoría de la gente va a perseguir lo interesante antes que lo importante. Si se llegase a considerar que lo interesante es por definición importante habría que determinar si tal respuesta daría como conclusión que el consumidor siempre tiene razón.

En relación al fallo absolutorio del Juez de Sentencia Ramos Mejía no decía el diario La Razón del 02-11-1914:

¨La absolución de Godino. El tipo repugnante de criminal refinado y precoz cuyos crímenes horrorizaron a la opinión tiempo atrás, acaba de ser absuelto por la justicia del crimen.

Cierto es que el fallo absolutorio se atenúa con la internación prolongada del sujeto en una casa de salud. Pero aún así, La Justicia Pública se manifiesta en notoria y generalizada discrepancia con la sentencia del juez Ramos Mejía.

La bestia que hizo presa de sus instintos a inocentes criaturas; cuyo relato cínico y brutal de fechorías espanta a los más avezados investigadores policiales, que llevó a los hogares una nota de angustiosa zozobra y que obligó a los diarios a simplificar sus informaciones para no herir con su crónica el sentimiento popular, mortificado por el horror de su obra; el ¨niño¨ que si carecía de facultades deliberantes para medir su acción y responsabilidad, las tenía sobradas para borrar los rastros del delito que condujeran a su descubrimiento; que elegía sus víctimas en seres incapacitados para la defensa; que rodeaba sus actos de lujuriosa perversidad; que agotó, en fin, todos los recursos de su inteligencia rudimentaria para escudar la persecución y repetir aquellos; ese pequeño monstruo por su edad, pero grande por la clase y magnitud de los excesos que cometiera, ha sido perdonado por la ley.

El informe médico legal favorece la causa del pequeño pero temible homicida; en estos antecedentes se ha fundado la absolución.

Como se ve, la ciencia y el derecho ofrecen puertas demasiado amplias, por las que se escapa la sanción social. Pero se nos ocurre que la pena no es solo castigo, sino para atemorizar a los que se sienten inclinados al mal. La justicia criminal tiene una doble misión: castiga y previene.

En este caso ni castiga ni previene. La simple reclusión por tiempo indeterminado no es pena para el sujeto infecundo y pernicioso que aloja en un hospicio; en cambio enseña que su rigor suele ser tan benevolente, que aún los engendros mayores del delito pueden ser eximidos de castigo y tolerados sin violencia en los institutos oficiales de evolución psíquica, de donde se puede regresar con presteza a la libertad y a la redención moral.

No es buen ejemplo ni es un detalle propiciatorio del temor, más que del respeto que la ley criminal debe merecer a los presuntos sujetos de su estudio y aplicación. El delincuente no respeta, teme.

Por eso ha violentado al público sentir la sentencia liberatoria donde más que los preceptos humanos de la justicia, parecería aplicada la máxima cristiana: ¨Perdónalos porque no saben lo que hacen¨.

Nos explicamos el precepto evangélico como la expresión de una perfecta y serenísima piedad que no reconoce límites para el sacrificio, pero es inaceptable ante el juicio de la sociedad humana.

Si para el Cristo es más grande la religión del perdón misericordioso, que la de la justicia implacable, para la sociedad, en casos como éste, se invierten los términos de predilección. Prefiérese la justicia al perdón.

Es de esperar que la Cámara de Apelaciones en lo Criminal convierta en presidio la reclusión, para castigo del sujeto y temor de los que pudieran sucederle en la perpetración de crímenes similares, cualesquiera que sean los años y aptitudes del agente que los realice.

No hay que olvidar el dicho popular, que tanta y tan buena sabiduría encierra: ¨el loco por la pena es cuerdo¨.

Los sentimentalismos, las interpretaciones benévolas en base a literatura científica, no cuadran en temas y sujetos como el presente; por lo menos el concepto público lo rechaza, tanto más cuanto que esa misma ley, aplicada por el mismo Tribunal y en el mismo día, agrava en seis años y medio de presidio, la sentencia de un hermano ofendido, a quien el Tribunal de 1ª Instancia había absuelto en obsequio a la causa pasional y al motivo de honor que ocasionó el drama¨.

Es elocuente por sí mismo el libelo relatado, que desprecia el fallo del Tribunal y la opinión de los expertos forenses, que reputa de interpretaciones benévolas, reclamando seguidamente para el pueblo que pretende representar, ni más ni menos que venganza; sin cabernos duda alguna que hubiera pedido la sangre de la ejecución, sólo evitada por la minoría de edad de Godino al momento de cometer los delitos.

Otra nota publicada en ¨La Patria degli Italiani¨, de la misma época hace hincapié en todos los agravantes que podrían achacarse al homicida, desestimando seguidamente todos los atenuantes. Se desprende del artículo publicado una suerte de vergüenza ajena, teniendo en cuenta la nacionalidad italiana de los padres de Godino, provocando una sobrerreacción al negar todo sentimiento exculpatorio.

Era un órgano representativo de los inmigrantes italianos, partes del ¨aluvión zoológico¨ detestado por la aristocracia criolla, que no estaba comprendido en los deseos imaginarios de sus precursores, como Alberdi y Sarmiento. No eran provenientes de la Rubia Albión sino de los descastados de la península itálica.

George Clemencau en 1910 había expresado en sus Notas de Viaje por América del Sur ¨¿Porqué se detiene toda esa multitud italiana en Buenos Aires, llena ya de emigrados, en lugar de dirigirse de una vez a la pampa, hasta el punto, según me han dicho, que se ven pudrir las cosechas a falta de brazos para recogerlas, a pesar del ofrecimiento de salarios que suben a veces hasta 20 francos al día?¨

El tercer censo argentino, iniciado en 1914, arrojaría que el mayor aporte inmigratorio provenía de los italianos con 929.863 habitantes, seguidos por los españoles con 829.701. También había en cantidades menores, rusos, judíos, uruguayos, franceses.

La sumatoria de austríacos, suizos, alemanes, belgas, montenegrinos, sirios, portugueses y griegos daban un total de 338.905. La totalidad de los inmigrantes ascendía a 2.357.952 almas.

Los conventillos del barrio de La Boca estaban repletos de italianos, que en conjunto con los barrios pobres de la Capital Federal daban un total de 1.750.000 habitantes.

La crisis desatada por la guerra provocó un alza de precios que obligaba a los pobres al hambre, llegando a tal extremo que la Municipalidad de Buenos Aires repartía 5.000 raciones de sopa y puchero por día para paliar la hambruna.

El resto de los periódicos nacionales y en especial Crítica del inefable Natalio Botana, tomaron y publicaron la noticia rebuscando en la insignificancia más aberrante.

La manera de exponer la opinión en los periódicos, sea en forma sensacionalista o moderada, benevolente o acusadora crea corrientes de opinión adversas o favorables ante los hechos sociales. La moderación en el discurso, la opinión prudente de los profesionales atenúan el impacto negativo que el miedo subyacente por los hechos criminales provoca a la sociedad.

La obra ¨Psicología del miedo¨ del Dr. Kurtz Riezler nos dice: ¨La inseguridad colectiva, la pesadilla de la moderna sociedad industrial es un fenómeno psicológico de cierta complejidad. No es sólo la inseguridad económica causada por la desocupación de las masas. En un artículo del Social Research (setbre..1943) sobre la psicología de la revolución moderna, llama ¨miedo a lo desconocido¨ al tipo de miedo que en épocas de crisis padece el ciudadano común. El miedo del hombre es miedo de algo o por algo. La relación entre ambos y sus respectivas características determinan el tipo peculiar y la intensidad de nuestro miedo¨.

Debemos mantener en cuenta que el momento histórico en que se produce el fallo de absolución es en los inicios de la Primera Guerra Mundial, que sobrecogía a todo el mundo occidental.

El asesinato en junio de 1914 del archiduque austríaco Francisco Fernando a manos de un anarquista fue la chispa que desató la guerra, involucrando a los estados más poderosos, implicando a la población civil que fue militarizada.

Argentina también estaba barrida por tiempos de cambio.

El canciller Murature proclamó nada menos que ocho veces la neutralidad argentina en la Gran Guerra a pesar del fusilamiento del vicecónsul argentino en Bélgica.

La opinión pública pedía al presidente Victorino de la Plaza que se plegara a los aliados, pero a pesar de tal reclamo mantuvo una estricta neutralidad.

Su sucesor, Hipólito Yrigoyen mantuvo la política de neutralidad a pesar de incidentes como el hundimiento de buques mercantes argentinos por submarinos alemanes; la presencia naval de la flota inglesa en aguas del Río de la Plata o las presiones internas y externas para involucrarse en el conflicto bélico.

La guerra en Europa y los crímenes locales participaban diariamente de las noticias de los periódicos y la ciudad les daba argumentos. Para esa época el crimen de Livingstone impactaba y apasionaba a la sociedad. En esa época histórica angustiante, poblada de carencias y conflictos, con una guerra que involucraba a las principales potencias, incluyendo a Italia, acompañada por movimientos sindicales y anarquistas que reivindicaban derechos desconocidos para los criollos, haciendo uso de la violencia física y de la propaganda instauraban un clima nuevo para la sociedad, con una perspectiva distinta a momentos anteriores.

Por ejemplo, el tratamiento del Caso Mondaque, difundido por Clarín en 1984 contempla un perfil diferente al que se acostumbró con el Caso Godino.

Veamos. El albañil salteño, de 19 años, José María Escobar, imputado por el secuestro, violación y asesinato de los hermanitos Mondaque en Valeria del Mar, fue considerado insano por los médicos psiquiatras que lo examinaron en el Instituto Melchor Romero.

Este medio recabó la opinión de dos penalistas autorizados. El Dr. Víctor Guerrero Laconte expresó: ¨Todo proceso penal se hace no para penar sino para saber qué hay que penar; los códigos procesales son códigos de garantía para el hombre honesto y aún para el delincuente. La sociedad no pretende que una pena caiga sobre cualquier cabeza, sino sobre la del efectivamente culpable¨.

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