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La representatividad y el gobierno de Hipólito Yrigoyen

Enviado por aeropagus2003


    1. Algunos problemas
    2. Orígenes
    3. Advenimiento y consolidación del yrigoyenismo
    4. Impasse, cambios de hábitos y segundo gobierno
    5. Conclusiones
    6. Bibliografía consultada

    Introducción

    El periodo 1915 – 1930 en Argentina se caracteriza por una crisis de representatividad como consecuencia de las contradicciones propias del capitalismo tardío en sus modos de manifestación política, cuyo desarrollo trajo aparejada una distinción social muy marcada, propiciada por la distribución desigual de los medios de subsistencia.

    En efecto, la conformación de un esquema productivo en torno a la dependencia económica unilateral, en el sentido de un intercambio que involucraba primordialmente sólo a Gran Bretaña, determinó un estado particular de relaciones sociales, lo que también derivó en la conformación de una cultura coherente, pero referida a Francia, en la medida en que se la definía como árbitro cultural de la modernidad tardía que asumió la clase social dominante del país.

    Partiendo del axioma que la representatividad es un fenómeno inherente al parlamentarismo occidental y que la misma depende de los grados de desarrollo que experimenta una sociedad, es factible postular que la crisis de representatividad del periodo aludido es una con-secuencia lógica de las contradicciones propias al modelo económico dependiente y de la organización social que del mismo deriva.

    Con atención a lo expresado, este trabajo se funda metodológicamente en el modelo hipotético-deductivo sustentado en el materialismo histórico. De acuerdo con esto, se analizarán las causas y el desarrollo del fenómeno en el marco de las condiciones en las cuales adquiere objetividad. En función de ello, se aplicará la técnica de indagación bibliográfica en documentos pertinentes, cuyos datos se analizarán dialécticamente. Este trabajo aspira a aportar un nuevo enfoque para el abordaje del objeto.

    Algunos problemas

    En primera instancia, resulta necesario definir algunos aspectos propios de este trabajo, a saber: capitalismo tardío y representatividad, categorías operativas que sirven para marcar estadios específicos en las relaciones productivas y sociales en las que se halla un sujeto dado.

    Efectivamente, capitalismo tardío define el estado concreto de un aparato productivo en un entorno, el capitalismo mundial, cuyo desarrollo implica fases desiguales y heterogéneas. Al hacer lugar a estas consideraciones, se tiene en cuenta que este modelo de producción no se impuso homogéneamente en el mundo, sino que su implantación fue el resultado de un proceso histórico que tuvo como sujeto activo principal a una clase social específica: la burguesía. Por lo mismo, esta clase social, y su consolidación como factor económico y políticamente hegemónico, comportó un desarrollo ligado a una paulatina transferencia y desarrollo de los medios de subsistencia.

    Si se aceptan estas postulaciones, la modernidad implicada en este proceso se desarrolló asimétricamente, razón por la cual todas las sociedades no accedieron al mismo tiempo a las prácticas implicadas en ella, lo que produjo obviamente desarrollos desiguales.

    Las Provincias Unidas del Río de la Plata, como configuración económica y social, derivaron de Virreinato y su conformación como estado-nación comenzó a producirse recién en 1853, al final de la guerra civil que comportó factores económicos y políticos contrapuestos. La cristalización de la dominación de uno de esos factores, los unitarios, implicó la institucionalización de un modelo económico específico y una organización política al efecto. De acuerdo con el año citado y los sucesivos hasta la constitución concreta del estado, la incorporación de la República Argentina al concierto mundial se produjo tardíamente respecto de los países europeos, dentro de cuyos límites venía consolidándose un modelo productivo que, posterior-mente, fue mundializado y dio como resultado una nueva configuración de la división del trabajo, pero a escala mundial.

    De esta asunción retrazada del capitalismo, surgieron: el desarrollo y consolidación de un sujeto identificado a partir de una acumulación histórica de los medios de producción: la oligarquía terrateniente, cuya prosapia se ubica en la praxis colonial del latifundio; y otro, conexo a este modo de producción, en la medida en que su crecimiento económico estuvo en función del comercio portuario, la burguesía.

    El retrazo en el desarrollo del capitalismo en Argentina fue consecuencia de la existen-cia de elementos residuales –coloniales– y tradicionales –dependientes–, cuya confrontación imposibilitó la cristalización de un modo particular de capitalismo vernáculo. La asimilación histórica del país a la división internacional de trabajo configuró la institucionalización del modelo tradicional de relaciones, basadas en relaciones asimétricas con Gran Bretaña, cuyo capitalismo ya tenía casi cien años de antigüedad.

    De acuerdo con el axioma citado, la representatividad constituye un fundamento objetivo de la conformación del contrato social. Por ello, comporta la existencia de sujetos ya definidos por su ubicación dentro de una distribución social fundada en su capacidad de apropiación de medios de producción. Esta composición preexiste al contrato y se configura como statu quo, es decir, un estado de cosas particularmente dado, donde los sujetos asumen las características que los definen con relación al resto de los implicados en un modo de producción.

    Estos sujetos colectivos constituyen clases o formaciones sociales dentro de las cuales se nuclear individuos, según grados de afinidad derivados por la asunción de una pertinencia a la clase o formación. Dentro de la organización que presupone el orden democrático, la representatividad implica un proceso de delegación de autoridad del conjunto a determinados sujetos, los cuales asumen la responsabilidad de investirse con los requerimientos y expectativas de quienes le confieren tal capacidad de representar. Así, un sujeto adquiere una representatividad que se expresa en grados relativos, en la medida en que puede darse en un espectro que va desde la total hasta la nula, o irrepresentatividad, respecto de cierto sujeto individual o colectivo.

    Según lo expresado, la representatividad comporta la existencia de un plural de sujetos dentro de un entorno dado, los cuales, en el caso de la práctica parlamentaria, poseen un composición interna igualmente plural, derivada de la intersección de una diversidad de intereses. Ello define la naturaleza dialéctica de las relaciones que se tejen dentro de cada espacio y, a su vez, dentro del entorno, en la medida en que éste se erige como lugar relacional en el que convergen sujetos representados, lo que impone una dinámica particular al conjunto de relaciones que se ponen en funcionamiento en el proceso de representar. En la medida en que tanto los contextos, como el entorno, se hallan sometidos a relaciones dialécticas, las vinculaciones sistémicas, que se fundan en la acumulación de renta, operan la dinámica de la movilidad social, lo que relativiza la representatividad, como lo prueban las diversas migraciones de sujetos que, habiendo sido representativos de una clase o formación social, su acumulación rentística determinó mutaciones en su ubicación dentro del esquema productivo y, consecuentemente, de identificación social.

    Uno de los aspectos que da cuenta de la contingencia en la que se encuentra la represen-tatividad se expresa en las colusiones o alianzas estratégicas de clase respecto de la hegemonía dentro de un orden dado, o la revolución del mismo. La experiencia histórica pone de relieve la transitoriedad de tales formaciones, con ejemplos tales como: La Revolución Francesa y la alianza entre jacobinos y sans cullotes; la Revolución Soviética y la colusión entre bolcheviques y mencheviques.

    Orígenes

    En 1880 existía un sistema político restringido, autoritario y orientado a maximizar los beneficios de un grupo de familias, cuyos negocios estaban relacionados con el rol de país exportador de materias primas, en el mercado mundial.

    Los reclamos por la modificación de este sistema político, fueron canalizados por la Unión Cívica, de la que sobresalieron Bartolomé Mitre y Leandro Alem. En al década de 1890 la Unión Cívica impulsó la denominada "Revolución del Parque" o "Revolución del 90", levantamiento armado contra el gobierno de Juárez Celman que tuvo, entre sus consecuencias políticas, la renuncia del Presidente de la Nación y su reemplazo por Carlos Pellegrini. El levantamiento del 90 movilizó cambios en el sistema político, en la medida en que se abría a la participación de los sectores de la pequeña burguesía urbana.

    Con posterioridad, se produjo un pacto entre el sector de la Unión Cívica que respondían a Mitre y sectores oficialistas cercanos a Roca, sobreviniendo la fractura del partido y el advenimiento de la Unión Cívica Radical, calificativo de autoría de Leandro Alem. El 2 de Julio de 1891 la mayoría del Comité Nacional de la Unión Cívica lanzó un manifiesto anunciando la ruptura de la agrupación y el repudio al acuerdo Roca-Mitre. En 1902 se aplicaba, por primera vez, el "Estado de sitio", que conculcaba los derechos constitucionales e individuales. Ese mismo año se dictó, además, la denominada Ley N° 4.144 (de Residencia). La misma permitiría a la oficialidad la deportación de todo extranjero indeseable a sus intereses.

    En 1904, se llevó a cabo elecciones bajo la nueva ley que preveía sufragios por circuito. En aquella oportunidad, resultó electo por el distrito La Boca Alfredo Palacio, primer diputado socialista argentino.

    Al año siguiente, la UCR retomó las armas, en su Manifiesto indicaba que "… ante la evidencia de una insólita regresión que, después de 25 años de transgresiones a todas las instituciones morales, políticas y administrativas, amenaza retardar indefinidamente el restablecimiento de la vida nacional; ante la ineficacia comprobada de la labor cívica electoral, porque la lucha es la opinión contra gobiernos rebeldes alzados sobre las leyes y respetos públicos; y cuando no hay en la visión nacional ninguna esperanza de reacción espontánea, ni posibilidad de alcanzar normalmente, es sagrado deber de patriotismo ejercitar el supremo recurso de la protesta armada…" Ese año, la respuesta programática la dio el V Congreso de la FORA, a partir del cual la lucha obrera se radicalizó aún más. Solamente "… en 1906 hubo en Buenos Aires 39 huelgas, en las que participaron 137.000 trabajadores. Las estadísticas señalaban que un promedio de 600 obreros estaban constantemente en conflicto con la burguesía."

    De lo expresado puede inferirse aspectos sustanciales: en primer lugar, el proceso de in-tegración de las masas de inmigrantes al esquema socio-productivo argentino por medio de diversas medidas, especialmente la aplicación de la Ley N° 1420, de enseñanza obligatoria, lo que permitió, mediante la transmisión de la lecto-escritura española, la comprensión de los derechos civiles, ignorados por gran parte de la población; en segundo lugar, y como consecuencia de ello, la aparición de formaciones sociales que se atribuyen representatividad de ciertos sectores de la sociedad, opuestos al dominante, y la asimilación de formas de lucha respecto a la composición de fuerzas sociales.

    En este sentido, resulta relevante el accionar de diversas asociaciones y gremios, desarrollados a partir de la importación de postulados por medio de la inmigración, muchos de cuyos integrantes portaban la tradición de lucha de los levantamientos populares europeos de 1848, y que se expresaron mediante las diversas huelgas desarrolladas a finales del siglo XIX. Sin embargo, aunque la actividad de estas formaciones contribuyen al proceso de emergencia de nuevos sujetos en la política argentina, se debe reconocer que resulta un fenómeno colateral y ajeno a la conformación de la UCR, porque, aunque si bien es cierto que compartían aversión por el sujeto dominante, el propio Manifiesto de constitución de la Unión Cívica establecía que ésta "…fue desde el principio la coalición de los hombres de bien, vinculados para destruir el sistema de gobierno imperante que ha producido tan graves perturbaciones en la República…", calificación impensada para los militantes anarquistas y sólo asequible a un determinado tipo de sujeto social con un ejercicio cívico relativo, que no era el caso del proletariado urbano y rural.

    Advenimiento y consolidación del yrigoyenismo

    En 1912, durante el gobierno de Roque Sáenz Peña se sancionó la ley de voto secreto y obligatorio, la cual abrió posibilidades electorales a la pequeña burguesía; También, en ese periodo fue electo diputado nacional Juan B. Justo. Mientras en Santa Fe se produjo la revuelta de los chacareros de la pampa gringa, que protestan los altos precios de los arrendamientos rurales y los altos intereses por los créditos que solicitan para producir. La protesta pasó a la historia como el "Grito de Alcorta", en referencia a la localidad santafecina epicentro de los acontecimientos y primera sede la recién fundada Federación Agraria Argentina.

    En el manifiesto sometido a la ciudadanía ante los comicios, el 30 de marzo de 1916, el radicalismo expresaba los fines de su acción política: "La UCR es la Nación misma bregando hace veintiséis años para libertarse de gobiernos inspiradores. Es la Nación misma y, por serlo, caben dentro de ella todos los que luchan por los elevados ideales que animan sus propósitos." La moral como principio conductor en la acción política.

    El 12 de octubre de 1916 asumió como presidente, y buscó a sus funcionarios entre la clase media, hasta entonces poco vinculada a las grandes corporaciones de capital internacional. Sustituidos los gobiernos oligárquicos de "régimen" en 1916, pareció abrirse una nueva e-tapa para los trabajadores; el nuevo gobierno, defensor de la democracia y el sufragio universal, sustentado políticamente en la pequeña burguesía y la clase media, promulgó algunas mejoras para los obreros industriales. En lo sustancial, sin embargo, las cosas no variaron. Durante su primera presidencia, Yrigoyen encontró hostilidad en el Senado con mayoría conservadora, que lo llevó a ordenar la intervención a las provincias por decreto, dentro de las cuales, diez recayeron sobre gobiernos radicales. De este modo, trabado sus movimientos por el ordenamiento legal subsistente del "Régimen", no pudo realizar sino parcialmente su obra de "reparación".

    "No fue, por cierto, un gobierno revolucionario. No modificó el régimen de tenencia de la tierra, ni atacó las bases económicas de la oligarquía, ni produjo cambios en la estructura económica o en la relación con los países centrales. Pero es obvio que ni el radicalismo estaba animado por una concepción revolucionaria ni el país necesitaba en ese momento un cambio total en el esquema que venía funcionando pasablemente bien desde 1880… En cambio, la presencia radical en el poder aparejó una mayor democratización de la sociedad argentina. Hijos de inmigrantes participaban en los cuerpos representativos o desempeñaban cargos importantes en la administración pública, acentuando el igualitarismo en la vida nacional. Una intensa vida política se desarrollaba a lo largo del país (…) Crecía la sensación de que existía en las alturas del poder una mayor preocupación por la suerte de la gente común. En algunas provincias de características especialmente feudales, el radicalismo operó en un sentido de apoyo decidido por los humildes, desatando la ira de las clases poseedoras…"

    Su gobierno se enmarca en las condiciones internacionales del desarrollo de la Primera Guerra Mundial, frente a la cual Argentina mantuvo su histórica postura neutralista, y Revolución Soviética de 1917. Las repercusiones de esta última se patentizan en el levantamiento de estudiantes universitarios en la Universidad de Córdoba, en 1918, cuyo Manifiesto, conocido como Reforma Universitaria, exigía: revisar los planes de estudio, renovar sus métodos, jerarquizarse culturalmente y enrolarse en las inquietudes progresistas del quehacer contemporáneo. Pero también repercute en las organizaciones sindicales proletarias, cuyas medidas de fuerza afectaron a la economía nacional: ferroviaria, portuaria, metalúrgica. Entre ellas, se destacó la iniciada en 1919 por demandas salariales y horarios de trabajo en los talleres metalúrgicos Vasena, la "Semana Trágica", que puso en peligro la estabilidad del gobierno. Otro hecho fue el llamado "drama patagónico", en Río Gallegos, donde los obreros de la lana se alzaron con similares reivindicaciones, en 1920. Intervinieron fuerzas del Ejército al mando del teniente coronel Varela, quien impuso la ley marcial sin haberlo dispuesto los poderes públicos. En tres meses sometió a los huelguistas.

    Estos hechos también pusieron de manifiesto la emergencia de grupos parapoliciales, como es el caso de la Liga Patriótica Argentina, financiados por la oligarquía terrateniente y la burguesía ligada al capital transnacional.

    Impasse, cambios de hábitos y segundo gobierno

    La conclusión del primer mandato se llevó a cabo en 1922 y lo sucedió Marcelo T. de Alvear. Al año siguiente, Leopoldo Lugones denostó la acción de los extranjeros, propició el control de la inmigración, la expulsión de los extranjeros indeseables y el fortalecimiento del Ejército, lo que puso en evidencia la emergencia de las primeras logias militares, que se constituyeron por separado y se fusionaron con el nombre de Logia General San Martín, en 1921, logrando el control del Círculo Militar y posteriormente, a través del mismo, impusieron al Presidente Alvear al entonces coronel Agustín P. Justo, como ministro de Guerra.

    Este gobierno se diferenció del anterior por la influencia europea respecto del concepto de gobierno y de partido. Dio más importancia a los ministros, mostrando figuras relevantes del "antipersonalismo", en lugar de los "ilustres desconocidos" que rodearon a Yrigoyen. Según Félix Luna, el gobierno "… de Alvear fue una presidencia suertuda, deslizada suavemente en años de gran prosperidad, sin sobresaltos ni dificultades. El periodo 1922-1928 estuvo ubicado cómodamente entre dos crisis: la de posguerra, y la que afligió al mundo desde 1929… Durante su administración… no hubo grandes alteraciones económicas, ni en el país ni en el mundo. Moneda estable, ocupación plena, abundancia de vivienda, afluencia de capitales… No hubo grandes conflictos sociales y se pudieron solucionar algunos entredichos como el de los cañeros… Si hubiera que calificar su administración, el adjetivo que le cuadraría sería el de ‘correcta’."

    Desde 1926 el yrigoyenismo se lanzó a la reconquista del gobierno, centrando su campaña en la figura del lider y la promesa de prosperidad general. Contando con el apoyo de la sociedad contraria a los intereses norteamericanos de Standard Oil, proponía la nacionalización del petróleo, nueva fuente para impulsar la industria. Ante el crecimiento del yrigoyenismo, muchos conservadores apoyaron a la UCR antipersonalista (Frente Único). También los grandes diarios hicieron una campaña para desprestigiarlo. Apoyado por los sectores medios y obreros, y con 76 años y su salud comprometida, asumió por segunda vez la presidencia de la Nación, el 12 de Octubre de 1928. Luego del triunfo electoral, Hipólito Yrigoyen llegó al gobierno precedido no sólo de la simpatía popular, sino de una fama y un poder de convocatoria como ningún gobernante había poseído.

    Sin embargo, el radicalismo comenzó a girar cada vez más en torno a los sectores me-dios urbanos. El centro de la acción política recayó en los profesionales de la clase media y hombres salidos de los comités y el gabinete contuvo a varios provincianos en representación de todas las regiones argentinas, cosa que el espíritu portuario no perdonó. La lentitud de su primer gobierno se volvió desesperante en el segundo. El personalismo excesivo, que lo llevaba a resolver solo los problemas, paralizaba la administración. Se extendió así la idea de un gobierno integrado por ministros y legisladores genuflexos, incapaces de decirle la verdad al presidente.

    El creciente clima opositor dentro de un conglomerado de grupos democráticos y nacionalistas aportó al clima conspirativo. Mientras tanto, el ejercito era recorrido por una ola de ad-miración con respecto al ejercito alemán y su particular ideología, además del vicio de presionar al poder político. Entonces, parecía fácil adaptar la forma en que se desarrollaron los hechos en Europa a la Argentina ; la acción propagandística de los conspiradores apuntaba a demostrar que el clima de desorden creado por el gobierno era intencional y beneficiaba a los sectores maximalistas o revolucionarios. La complicidad, según ellos, estaba simbolizada en la falta de una mayor represión sobre los trabajadores y que fue suplantada por grupos paramilitares que se dedicaban a romper huelgas, apalear obreros y judíos, como fue el caso de La Liga Patriótica. A esto se agregaron todos los partidos políticos y hasta los sectores universitarios reformistas beneficiados anteriormente por la política radical. La prensa jugó un papel fundamental en el derrocamiento de Yrigoyen, posteriormente muchos de los medios que tan duramente castigaban al gobierno, fueron clausurados por el gobierno militar.

    A los 76 años, afrontó la crisis mundial de 1929, en la que la recesión económica norteamericana repercutió en los mercados europeos y sudamericanos, con el consecuente retorno de los capitales extranjeros a sus orígenes y el gran deterioro de la dependiente economía nacional. Las consecuencias de crack provocaron una profunda conmoción y acarrearon reajustes que intentaron contener el colapso y acomodar las nuevas relaciones económicas con el resto del mundo, aunque el excesivo personalismo del presidente, que ocasionaba la lentitud de su administración, pronto mostró los efectos de la dependencia económica del país a través de la exacerbación de las contradicciones sociales con la consecuente profundización de la distinción de los sujetos sociales.

    La incapacidad del gabinete de clase media puso en movimiento la colusión estratégica de la oligarquía, la gran burguesía portuaria y la logia General San Martín, ligada históricamente a la los sectores tradicionales de la economía argentina. Al desgaste político se sumaron los cambios ideológicos en la sociedad argentina. El miedo al comunismo instaurado en Rusia, la decepción de ciertos sectores con los partidos por la disminución de calidad de los elencos gobernantes y el ejemplo de los movimientos totalitarios europeos, especialmente el fascismo italiano y el falangismo español, dieron origen a corrientes totalitarias cobijadas bajo el rótulo de nacionalismo, con el denominado ‘revisionismo histórico’ como mascarada cultural.

    El 6 de septiembre de 1930, un grupo de civiles armados y cadetes del Colegio Militar depusieron y encarcelaron al presidente, inaugurando el periodo de golpes militares que caracterizarían a la vida política del país en años sucesivos. Esta alianza prontamente mostró la relatividad de tales asociaciones, porque, una vez depuesto el gobierno, "…dos líneas se definieron rápidamente entre los vencedores: mientras los viejos sectores políticos rodearon a al general Agustín P. Justo, los reducidos pero muy activos grupos nacionalistas apoyaron al presidente José Félix Uriburu, que propugnaban una renovación profunda de los moldes institucionales del país, con la intención de convertirlo en una réplica del estado corporativo de inspiración mussoliniana…"

    En realidad, hubo "… dos intentos: el de Agustín Justo, que buscó una solución institucional, como en el 90, con la asunción del vice o un senador… ya que los personalismos llevaban a la anulación de las capacidades políticas. El otro intento fue el de Félix Uriburu, que pretendió algo más que derrocar a Yrigoyen. En realidad, quiso terminar con la democracia; y la audacia del aventurero logró derrocar a un gobierno que no atinó a ordenar la represión a los once mil soldados leales a la Constitución concentrados en el Arsenal de Guerra. El del treinta, más que un derrocamiento, fue una abdicación.

    Estas manifestaciones concretas pusieron en evidencia las maniobras de la burguesía mundial para conservar los fundamentos de su hegemonía, desarrollando formaciones sociales de nuevo tipo, que apuntaban a superar la crisis económica, frenar el desarrollo del comunismo y garantizar un orden dado. La condición dependiente de la economía argentina y la referencia cultural hacia Europa facilitaron la cristalización de formas conspirativas en el seno de las clases dominantes argentinas, a lo que contribuyó la orfandad del gobierno, como consecuencia de su rápido divorcio con el proletariado y la pequeña burguesía que habían apoyado entusiasta-mente su ascensión en 1926.

    Conclusiones

    Los sucesivos gobiernos que se desarrollaron desde los primeros años del siglo XX hasta la caída del segundo gobierno de Hipólito Yrigoyen pusieron de relieve la dinámica que desplegó el modelo de producción capitalista a nivel mundial, como consecuencia de sus propias coyunturas. En efecto, como pudo comprobarse, el paulatino abandono de una economía basada en la exportación exclusivamente agrícola y la asunción de los procesos de industrialización subordinados a la producción de materias primas con arreglo al mercado internacional y principalmente al británico, trajo como consecuencia la necesidad de un aumento demográfico, lo que derivo en la llegada de sujetos con determinadas capacidades adquiridas en sus países de origen.

    La "diversificación" de la producción económica argentina trajo consigo el desarrollo de nuevos sujetos sociales que, con la cristalización de sus posiciones dentro del esquema productivo, asumieron un tipo particular de identificación, razón por la cual, articularon relaciones sociales determinadas por una ubicación específica dentro del tal esquema socio productivo. El desarrollo de formaciones sociales, como el caso de las asociaciones mutuales y los gremios, puso de manifiesto la presencia de este nuevo sujeto, el proletariado, y su devenir histórico definió líneas complejas de asociación interna y externa, de modo tal que, su emergencia fue el resultado de prácticas materiales y sociales concretas.

    La Argentina y su complejo de relaciones políticas otrora excluyente sufrió cambios inherentes a su propia condición dependiente, lo que favoreció el advenimiento de una heterogeneidad social exigente de un espacio donde expresarse políticamente. La divergencia con las políticas del régimen congregaron diversas expresiones sociales que se fueron articulando conforme cristalizaban nuevas formas de representatividad. De esta manera, la pequeña burguesía desarrolló una política de acercamiento al proletariado montada en reivindicaciones materiales, institucionalistas y moralistas, lo que le permitió acceder a la presidencia de la nación.

    Si bien es cierto que el primer gobierno de Hipólito Irigoyen respondió a necesidades proletarias reivindicadas por largo tiempo, consiguiendo el apoyo de esta clase social y redefiniendo su valor en cuanto sujeto político, también es cierto, que su segundo gobierno rápidamente migró hacia una identificación con los sectores de la pequeña y mediana burguesía, lo que derivó en el desmembramiento de la base social que lo ungiera como el primer presidente con un apoyo popular inusitado. Sin lugar a dudas, esto no es sólo consecuencia de la constitución social que el propio radicalismo comportó desde su origen, eminentemente pequeño burgués, sino también, y fundamentalmente, de las condiciones históricas en la que tuvo lugar su emergencia.

    Efectivamente, el proceso de emergencia y consolidación de la UCR se halla determinado por las condiciones históricas en la que las prácticas socioproductivas mundiales inciden en la constitución del campo de relaciones políticas nacionales, lo que se expresa en las convulsiones propiciadas por el advenimiento de nuevos sujetos surgidos de la reconfiguración del entorno argentino. Al mismo tiempo, la presencia del radicalismo como formación social representativa de cierto sector de la población pone en evidencia dos aspectos básicos: primero, la asunción definitiva por un sujeto de una ubicación dentro de relaciones productivas dinámicas, con lo cual se define respecto de los demás miembros del sistema; segundo, tal sunción se lleva a cabo dentro de un marco de relaciones sociales, cuya lógica define posiciones y necesidades de un sujeto, lo que le permite practicar diversos grados de asociación contingente como res-puesta dentro de un conjunto específico de prácticas sociales.

    Ambos aspectos sirven para explicar por qué el radicalismo tuvo grados diversos de representatividad dentro del periodo histórico estudiado, los cuales fueron consecuencia lógica de las necesidades de la clase social que hegemonizó la conducción del partido. El propio proceso de descrédito del segundo gobierno y la orfandad de su final dan cuenta de la consolidación de la pequeña burguesía como factor dominante dentro del partido y marcan la separación del mismo del proletariado urbano y rural, el cual habría de retornar a sus antiguas prácticas hasta el advenimiento de otra formación política que diera organicidad a su lucha.

    Bibliografía consultada:

    Luna Félix.Todo es Historia. 3 . Los grandes cambios. Taurus. Madrid, 2002.

    Romero, José Luis. Breve Historia Contemporánea de la Argentina 2°Ed. FCE. México 2001.

    Luna, Félix. Revista Todo es Historia. N° 289. Buenos Aires, s/f.

    Varios. La gran historia de Latinoamérica. César Civita –comp.– Abril. Buenos Aires, 1974.

    Páginas de internet

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    Eduardo Daniel