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Enajenación y neurosis

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    La enajenación constituye el problema clave en el que se sustentan las diversas manifestaciones de la irracionalidad de la vida social contemporánea, el cúmulo de absurdos en que se desenvuelve. Superar la enajenación significa superar esencialmente dicha irracionalidad y, por tanto, acceder progresivamente a una nueva dimensión -hasta ahora desconocida- de las relaciones entre los seres humanos.

    La praxis -la acción humana, que es objetiva en su movimiento– plasma esta objetividad en sus productos. De esa manera, los productos tienen una existencia independiente del movimiento que los ha creado, entrando en relación no sólo con su productor sino también con otros hombres, quienes pueden usar o consumir dichos productos. La sociedad, surgida de esa base, significa el intercambio de los productos de unos por los de otros, la cooperación. Con el desarrollo y la variedad de los productos las formas de intercambio se hacen cada vez más complejas; los productores satisfacen las necesidades de consumidores no inmediatamente reconocidos, como, a su vez, consumen los productos de otros hombres sin obtenerlos directamente de ellos. La misma organización productiva cada vez más se desarrolla sobre la base de la cooperación entre individuos que no mantienen una relación inmediata. Se establece así una sociedad compleja basada en un modo de producción que define las formas de la cooperación entre los hombres y abarca todas las dimensiones de su vida.

    Marx explicó la manera en que evolucionan las diferentes formas históricas de la producción y también la forma en que el mismo desarrollo de las fuerzas productivas, producto de los hombres, ha originado determinadas formas de cooperación en la producción y de propiedad de los productos. Lo que nos importa ahora es que la propiedad privada de los medios productivos significa por sí misma que los productores no sólo pierdan la dirección y el contacto con sus propios productos, sino que incluso progresivamente dejen de considerar tales productos como obra suya destinada al intercambio social, y que, por lo mismo, olviden que sus propias necesidades son satisfechas con el esfuerzo de otros hombres que han producido lo que ellos consumen.

    El capitalismo surgió en nombre de la libertad, contra la esclavitud y la servidumbre, en pos de la igualdad de todos. Esos eran los anhelos de la burguesía revolucionaria que se basaban en la necesidad del "mercado libre" inherente a la producción industrial. Supuestamente cada individuo sería libre de desarrollarse en la medida de su esfuerzo personal, la libre competencia. Pero al abolir la propiedad de unos hombres por otros, no se abolía la propiedad privada de los productos sociales, subsistiendo así las relaciones de dependencia. Los productores no producen con intenciones sociales, sino que se relacionan con otros hombres mediante la venta de su fuerza de trabajo para que sean ellos los que definan su uso. Los propietarios no dirigen la producción a la satisfacción de las necesidades sociales sino a la satisfacción de sus propias necesidades. La necesaria cooperación social ocurre en términos invertidos, cada quien sólo se preocupa por sí mismo, satisface las necesidades de otros sólo como medio para satisfacerse a sí mismo. El egoísmo y no la fraternidad es lo que prevalece.

    El trabajo enajenado constituye una permanente insatisfacción consigo mismo, un constante no querer ser lo que se es. Muchos luchan individualmente y hasta se corrompen para pasarse del lado de la clase dominante o por lo menos acercarse a su status, a cuyos miembros envidian porque disfrutan de todo y no tienen que trabajar, como por suerte. En la mayoría de éstos a la frustración por el trabajo se añade la frustración de sus anhelos. Mientras esto dura se vive en permanente contradicción, en tensión emocional, en irritación contra el mundo y contra sí mismo, se entra a la vida neurótica; y, en algunos casos extremos, se llega a la psicosis: la pérdida de la noción de realidad, la pérdida de sí mismo. A partir de esa neurosis-psicosis también se forma por lo menos una parte de la cultura.Erich Fromm (1987) dice lo siguiente:

    "Entendemos por enajenación un modo de experiencia en que la persona se siente a sí misma como un extraño. Podría decirse que ha sido enajenado de sí mismo. No se siente a sí mismo como centro de su mundo, como creador de sus propios actos, sino que sus actos y las consecuencias de ellos se han convertido en amos suyos, a los cuales obedece y a los cuales quizás hasta adora. La persona enajenada no tiene contacto consigo misma, lo mismo que no lo tiene con ninguna otra persona. él, como todos los demás, se siente como se sienten las cosas, con los sentidos y con el sentido común, pero al mismo tiempo sin relacionarse productivamente consigo mismo y con el mundo exterior. El antiguo sentido en que se usó la palabra “enajenación“ significaba tanto como locura: aliené, en francés, y alienado, en español, son viejas palabras que designan al psicótico, a la persona total y absolutamente desequilibrada. (Todavía se usa en inglés la palabra alienist para designar al médico que trata a locos)" (p. 105).

    Para Freud (1986) el elemento fundamental que permite una actuación racional sobre la realidad por parte de un individuo es el yo, la autoimagen de cada quien, que se forma precisamente a partir de la interacción con el mundo. Dice Freud:

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