Esta lógica de relación de poder siempre se ha manifestado en el Estado, en las distintas formas de crear partidos políticos, militarizados o no, es la estructura del pensamiento que ha predominado en la dirigencia y la militancia, es un estado de subordinación y alienación que continua después y de manera más acentuada cuando se toma el poder del Estado. Desde el presidente, los ministros, diputados, gobernadores, alcaldes, concejales, pasando por los Congresos y Asambleas o cualquier otra forma de organizar el Estado. Su estructura jurídica-política, su plano ideológico cultural y la forma de organizar la economía, manifiesta esta relación perversa y negadora de la libertad, igualdad, fraternidad, solidaridad y bien común, puesto que la relación de poder está presente en cada lugar, en todos los partidos, tanto de la derecha como de la llamada izquierda, participe o no de los procesos electorales. Esa relación de poder se encuentra presente en todo momento, es parte de la cotidianidad y por ello nos impide la construcción de una sociedad distinta y alternativa. Y por mucho que se predique la igualdad, la solidaridad, la fraternidad y la democracia, si se hace desde esta perspectiva, de la relación de poder, los mismos no se podrán materializar y terminaran siendo letra muerta, porque se queda solamente en el plano formal, enunciativo, declarativo y demagógico. Es una endemia que contamina todo lo que toca, tanto al de arriba como el de abajo. Al respecto Holloway (2005) nos refiere: "Así, la idea de cambiar la sociedad por medio de la conquista del poder culmina logrando lo opuesto de lo que se propone alcanzar. El intento de conquistar el poder implica (en lugar de un paso hacia la abolición de las relaciones de poder), la extensión del campo de relaciones de poder al interior de la lucha en contra del poder, lo que comienza como un grito de protesta contra el poder, contra la deshumanización de las personas, contra el tratamiento de los hombres como medios y no como fines, termina convirtiéndose en su opuesto, en la imposición de la lógica, de los hábitos y del discurso del poder en el corazón mismo de la lucha en contra del poder. Lo que está en discusión no es quien ejerce el poder sino como crear un mundo basado en el mutuo reconocimiento de la dignidad humana, en la construcción de relaciones sociales que no sean relaciones de poder". HOLLOWAY, John. "Cambiar el Mundo sin Tomar el Poder". Edit., Vadell Hermanos. (2005).pp. 36)
Ese poder del Estado desconoce la dignidad humana, entendida esta como la cualidad que tenemos todos los seres humanos, de merecer estima y respeto, incluyendo el valor humano, su importancia, su valía y el significado de ser seres humanos, ya que desconoce a hombres y mujeres como una entidad ontológica y su condición moral que todo ser humano posee de manera única. Si todos los seres humanos tenemos una dignidad innata e irreducible, simplemente traduce que todos merecemos el mismo respeto y trato, por lo tanto, si somos honestos con lo que se dice, ningún ser humano debería estar excluido de la sociedad en que vive y en igualdad de condiciones. Pero ese poder de Estado niega en su ejecutoria todo esto, lo rechaza de plano y de allí que tampoco soporta, ni sustenta con seriedad el concepto de justicia social.
El tener la supremacía y el control del Estado, los que lo administran, tratan de confundir, disfrazar, enredar la concepción de justicia social a través de leyes, normas, reglamentos, que sólo desencadenan en regular la conducta humana e imponer los intereses de la clase que se encuentra en el poder, invocando incluso el espíritu de la misma justicia social. Es entonces cuando el Estado a través de sus leyes, hacen que los seres humanos acepten el sometimiento, la disciplina impuesta y es allí cuando la sociedad convalida la vigilancia que sobre ellos se ejerce y acepta esa subordinación, incluso el castigo que cuando alguien la incumple, la clase que está en el poder les impone.
Es por eso que los procesos insurreccionales y hablo de procesos insurreccionales convertidos en hechos constituyentes, no deben estar orientados a la toma del poder del Estado. ¿Entonces hacia dónde hay que dirigir y orientar la acción y el pensamiento revolucionario?, desde luego que lo primero que hay que hacer es destruir ese poder cualquiera sea su manifestación, sus relaciones sociales, su concepto de trabajo, desarrollo, progreso, civilización, su forma de producir, su modo de producir, ir más allá de las relaciones de poder, superar su concepción, para dignificar al ser humano, que se reconozca la dignidad humana y la igualdad de todos los seres humanos
Ese poder, que en la mayoría de los casos se expresa en liderazgos autoritarios, caudillismo, culto a la personalidad y que muchas veces se ve con absoluta normalidad y su perversidad se esconde en la cotidianidad, siempre está por encima de los colectivos, de los pueblos y donde se impone los intereses de lo que sustentan ese poder. En otras palabras mandan sometiendo al pueblo.
Se trata entonces de eliminar la verticalidad del poder y cuando hablo de la verticalidad del poder, esta pasa por eliminar la figura presidencial, la de los ministros, la de los gobernadores, alcaldes, los partidos políticos, es decir, todo lo que implique jerarquías de estar unos por encima de otros, valiéndose de esa relación de poder vertical, que humilla y veja la dignidad de los seres humanos y que se expresa en los modelos socio- económicos conocidos hasta ahora.
Eliminar la verticalidad del poder, pasa por un proceso de hechos constituyentes, donde las masas dejan de ser manipuladas, porque toman conciencia de su responsabilidad histórica, dejan de ser objeto y pasan a ser sujetos, para convertirse en muchedumbres capaces de librar luchas prolongadas, en un proceso emancipatorios que necesariamente debe desencadenar en la búsqueda de un nuevo proyecto de sociedad distinto a los conocidos hasta ahora, llámese socialismo o capitalismo.
Semejante tarea, trae consigo un hermoso desafío, es la utopía creadora y la ruptura con todo lo que representa la vieja civilización. Es la búsqueda de unos Terceros Caminos, con un pueblo insurreccionado, en la calle, acompañado de vientos de libertad y democracia auténtica, un camino que va a quién sabe dónde y que aceptamos los que todavía no hemos perdido la capacidad de soñar, porque no hay alternativa. No es difícil ver que el planeta se está destruyendo y no podemos abandonar la esperanza, pero la única esperanza concebible, en estos momentos, es la esperanza que va más allá de la ilusión estatal, más allá de la ilusión del poder.
De esta manera estamos definiendo a nuestro parecer, el carácter de las revoluciones latinoamericanas, donde la insurrección es un componente de pueblo, militares patriotas, iglesias que ven en el cristianismo un proceso de emancipación. Se trata de la insurrección cívico-militar-religiosa, donde las muchedumbres tomen las calles para conquistar la libertad de los pueblos y crear un nuevo poder sin privilegios de clase y que el mismo tenga una dirección horizontal, que sea capaz de convocar al colectivo a una Constituyente Originaria, para que desde ese colectivo generemos el nuevo proyecto civilizatorio que ha de conducirnos a romper el continuismo histórico de la dominación
IDEOLOGÍAS VS UTOPÍAS
Comencemos aquí diciendo que los partidos políticos, en cualquier parte del planeta se han definido como organizaciones con una estructura que tiene carácter piramidal jerárquica, cuyas bases son los militantes y los que controlan su dirección es la élite, estableciéndose esa relación de sometimiento donde unos poquitos mandan y la mayoría obedece, tienen como objetivo el gobierno que a su vez representa el llamado Estado.
En el marco de esta definición, no existe diferencia alguna entre la llamada derecha y la llamada izquierda, ambos factores asumen en la praxis esta forma de organizarse y desde luego, la misma reproduce por analogía la organización piramidal de lo que es el Estado, dentro del modelo de dominación imperante, llámese socialismo o capitalismo.
Los discursos de ambos sectores se diferencian de forma, pero no de fondo, ambos factores hablan de lo importante de la democracia, de la solidaridad, fraternidad, bien colectivo, perfectibilidad de la sociedad, respeto a la condición humana, trabajo, vivienda, empleo, educación, salud, ecología, deporte y todo termina en vanas promesas, donde la demagogia no tiene límite. El discurso se disfraza de utopía, por aquello de que en una verdadera democracia no pueden haber relaciones de poder, no puede existir una estructura piramidal que favorece a las minorías, dejando excluidas a las mayorías, no puede haber Estado porque representa una estructura que puntualiza y consolida las relaciones de poder. Es aquí donde el capitalismo y el socialismo real se dan la mano, el primero descansa sobre la propiedad privada individual y el segundo sobre la propiedad privada del Estado.
En el planeta tierra, las viejas civilizaciones (capitalismo o socialismo), le han querido imponer al mundo su pensamiento, no han querido reconocer, producto de su práctica e interés colonialista, que existen otras latitudes, otros espacios, otras naciones y pueblos, donde se establecen diferencias culturales, otras formas de pensar, de vivir, de soñar, de crear, que poseen otra cosmovisión del mundo y que hay que respetar por formar parte de la identidad que desde su génesis se dio a través de los procesos ontocreadores de los pueblos, situación que los imperios no respetaron en sus ambiciones por dominar el planeta, de allí que su ambición hegemónica de poder, intenta enterrar, desde todo punto de vista la identidad de las naciones que quiere dominar: "Una de las características fundamentales del proceso de dominación colonialista o de clase, sexo, todo mezclado, es la necesidad que tiene el dominante de invadir culturalmente al dominado. Por tanto, la invasión cultural es fundamental, porque ésta piensa en el poder, ora a través de métodos violentos, tácticos, ora por medio de métodos cavilosos. Lo que en la invasión cultural se pretende, entre otras cosas, es exactamente la destrucción, lo cual felizmente no se logra en términos concretos. Es fundamental, para el dominador, triturar la identidad cultural del dominado". (FREIRE, Paulo. (2006). "Pedagogía de la tolerancia". Edit., FCE. México. Pp. 33.).
Estos dos sistemas, del cual hablamos, históricamente han demostrado que no han sido capaces de emancipar al hombre, de respetarle su libertad, su condición humana, su forma de ser, su conocimiento y saberes colectivos de la realidad que les rodea, su interpretación del mundo en el marco de su medio ambiente natural, en otras palabras, le han querido borrar su memoria histórica, para que asuma un modo de vida y una ideología divorciada de su génesis natural, triste historia que viene desde la colonia, a imponerle modelos eurocentristas que nada tiene que ver con lo que realmente somos como latinoamericanos.
Permanentemente el socialismo real y el capitalismo están hablando de la democracia como gobierno del pueblo, pero valdría la pena preguntarse cuál es la interpretación que ambos sistemas tienen de la democracia, cuál es su práctica real, su accionar y su conducta. En los gobiernos llamados "democráticos", bien sean socialistas o capitalistas, se refuerza el llamado ESTADO, se hacen leyes divorciadas de la voluntad popular para fortalecerlo, se persigue en su nombre, se encarcela, se condena, se asesina y se impone una "autoridad", "autoridad" que no surge de la justicia social, como la planteaba Platón, tampoco del conocimiento ni de la sabiduría, tal y como la expresaba Aristóteles, ni de la teología, basada en un ser supremo. La "autoridad", que hemos conocido en ambos regímenes del socialismo real y del capitalismo, en sus diferentes formas de manifestarse, ha surgido de la relación vencedor-vencido, dominante-dominado, colonizador-colonizado. Son las leyes que se establecen en las relaciones de poder, donde unos mandan y otros obedecen, es la lógica de la dominación, donde los que poseen el poder establecen estructuras jurídicas, militares y políticas para evitar ser desalojados del mismo.
Hemos venido sosteniendo, que el poder que actualmente conocemos y que se "legitima", se acobija, se legaliza, está dado bajo el argumento, que ese poder es expresión de procesos electorales donde el pueblo participa, surgido por lo tanto de una democracia, llámese representativa o participativa, pero que realmente no es otra cosa que un espejismo que aliena, cuya interpretación se sustenta en una falsa moral donde se esconde una cotidianidad enajenada, que establece las relaciones de dominación que una clase política y económica ejerce sobre la población.
La democracia que conocemos, está muy lejos de lo que realmente significa y más si la referimos desde el punto de vista conceptual y etimológico de lo que realmente es y representa. Nuestra democracia, no es otra cosa que una triste caricatura, que oculta su verdadero rostro represivo y alienante, en una suma de perversidad que libera sus más oscuros intereses, haciéndolos aparecer como libertarios, pero que en el fondo sólo se manifiestan los intereses de clase de los que poseen el poder. La llamada democracia participativa del socialismo o la democracia representativa del capitalismo, ponen a la gente a votar, pero no a elegir, elige el partido y vota la población por el que elige el partido. A través del partido se controla todo, el que no milite en él, queda excluido de la llamada movilidad social y donde las llamadas constituciones quedan relegadas, por los intereses del partido que tiene sus jefes, sus reyezuelos e incluso algunos tienen autoridad de por vida, al elegirse como autoridades vitalicias.
Los procesos electorales que son convocados en ambos sistemas, nos ponen a votar por un Presidente de la nación que elige la cúpula del PARTIDO, por unos representantes al Congreso o a la llamada Asamblea, que elige el PARTIDO, por un gobernador que elige el PARTIDO, por unos alcaldes que elige el PARTIDO, por unos concejales que elige el PARTIDO, por unas juntas comunales o asociaciones de vecinos que propone y elige el PARTIDO y al pueblo se le convoca a elecciones para que vote por los que elige el PARTIDO. ¿A esta cosa tan perversa y absurda se le puede catalogar de democracia?
Sobre ese concepto de PARTIDO, nuestro Bolívar sostenía que: "Los acontecimientos de la tierra firme nos han probado que las instituciones perfectamente representativas no son adecuadas a nuestro carácter, costumbres y luces actuales. En Caracas el espíritu de partido tomó su origen en las sociedades, asambleas y elecciones populares; y estos partidos nos tornaron a la esclavitud". (BOLIVAR, Simón. "Obras Completas" Volumen I, Contestación de un americano meridional a un caballero de esta Isla. Pp159).
La palabra DEMOCRACIA, viene del griego demokratia, se concierta de demos, que significa pueblo y de kratos, que quiere decir poder. Por tanto, traducida o interpretada al castellano tiene su significado, que no es otro que poder del pueblo. Si reconocemos estos niveles de significación, las democracias donde quiera que se presenten, tienen que ser lo que encarna la palabra, que en criollo representa simplemente sistemas y regímenes políticos donde EL PUEBLO ES EL QUE MANDA.
Qué lejos estamos, dentro de estas conceptualizaciones, donde se utiliza la palabra democracia, simplemente para enmascarar sistemas de opresión, que sólo favorecen a los grupos despóticos en regímenes que conllevan a que una simple minoría disfrute las riquezas de los pueblos.
En medio de éste quehacer político hecho cotidianidad, esto nos parece normal, pero lo cierto es que tales prácticas forman parte de las manifestaciones colonizadoras que hemos tenido, porque hasta el momento no existe en nuestros procesos históricos, una ruptura creadora, que rompa la relación dominante-dominado. Nos impusieron un modo de vida, nos inventaron la sociedad en que vivimos y crearon una "democracia" en el marco de una estructura jurídico-político, que sólo ha servido para encadenar y condicionar la libertad, atrapando el libre pensamiento, el derecho a disentir a crear y estableciendo claros privilegios entre los que conforman la sociedad en donde se desarrolla. Se formó en medio de esta "democracia" una clase política llena de prerrogativas económicas, nos entramparon y nos crearon partidos políticos, que sólo han servido para consolidar los beneficios de la clase dominante y "legitimar" y fortalecer los intereses de esa misma clase, a nombre del progreso, desarrollo, civilización y libertad. Partidos políticos que surgieron para tener el control ideológico y político de la población, son espacios panópticos que sirven para amarrar el pensamiento y evitar los procesos descolonizadores y la rebelión de los saberes que buscan la emancipación de los pueblos. La crueldad de los dueños de los partidos llega a tal extremo, que con el acto del voto, le hacen creer a las masas, la ilusión de ser el amo de sus amos. Es por eso que el "elegido" parece así investido, coronado de una autoridad divina, porque es "creación del pueblo" y es allí donde esa clase política aprovecha las circunstancias para que las masas acepten sin protesta alguna, la tiranía cubierta de democracia por parte de sus "líderes electos".
Esta situación de relaciones de poder, que los grupos dominantes establecen, donde unos mandan y otros obedecen, obliga a los pueblos, a que le rinda obediencia, ejecuten ciegamente y sin comentarios o intentos de desobediencia las ordenes que ellos dictan en forma deliberada, tanto en el partido, como en las también llamadas instituciones democráticas, llámese alcaldía, gobernación, consejos legislativos, ministerios, asamblea nacional, etc.
Estos partidos, mal llamados democráticos, que tanto el socialismo, como el capitalismo aúpan, llevan en su seno la antidemocracia, el condicionamiento, se roban los espacios sociales y la organización del pueblo, degenerando de esta manera el contenido real del deber ser de la democracia. En toda organización partidista surgen las mafias con sus respectivos caudillos, los indispensables, los todopoderosos, los abadejos, imponiendo un "liderazgo" autoritario por la relación de poder que poseen, por su habilidad para manipular y engañar, sus intereses que siempre esconden están por encima del colectivo, donde sólo se salvan los allegados del jefezuelo a los cuales les da su mesada, premiando de esta manera la incondicionalidad. Donde existan relaciones de poder tal y como las
conocemos y existan partidos políticos, nunca podrá haber democracia, porque la misma, en su génesis, su espíritu, su esencia, su deber ser, su filosofía y teoría política se define como gobierno del pueblo y no de sectores privilegiados o de castas políticas que a nombre de las misma, se toman el poder, se llenan de riquezas a costa del hambre y la miseria de los excluidos que dicen gobernar.
La democracia supone, la igualdad de todos los seres humanos y su derecho igualitario, para ejercer la soberanía popular, hasta la declaración incluso de la independencia de los Estados Unidos se estableció: "… Todos los hombres nacen iguales; a todos les confiere su Creador ciertos derechos inalienables entre los cuales están la vida, la libertad y la consecución de la felicidad…" desde luego que todo esto lo convirtieron las clases económicas de ese país, en una estatua llamada libertad, que en el fondo recuerda lo que pudo ser y no fue, la democracia norteamericana.
En una verdadera y auténtica democracia sobran los partidos políticos y por lo tanto, en la democracia no pueden existir los partidos políticos, los mismos fueron impuestos en los procesos colonizadores que hasta el momento hemos conocido. Los partidos tienen metas muy concretas a nivel de sus cuadros de dirección, la felicidad y el bienestar individual del dirigente por el poder que adquiere, para sustituir y evitar la felicidad colectiva. Estos partidos políticos convierten al ESTADO en instrumento para legalizar la acumulación de privilegios para la clase política y económica que domina la sociedad. De esta manera el ESTADO cumple funciones reguladoras para garantizar el orden establecido.
En Venezuela, como en cualquier país de América Latina y el mundo, los partidos políticos han jugado un rol fundamental en aprisionar y mutilar las democracias, independientemente de su posición ideológica. Las mismas se dan en sociedades domesticadas, alienadas, para dividir y justificar las clases sociales, mantener los privilegios que dan las relaciones de poder y de esta manera ocultar la dominación que ejercen sobre la población.
Desde luego, que toda esta situación es generada en el marco de una complejidad nada fácil de entender dentro de la atmósfera política, pues allí juegan factores de orden
sociológico, sicológico, comunicacional e incluso pedagógico que sumando todo este conocimiento a las teorías de la comunicación produce el efecto necesario que da como resultado el control de la colectividad para hacer aparecer sus ideologías como parte y efecto de una sociedad libre y democrática.
En medio de estas apreciaciones, alguien me diría, que sin partidos políticos no puede existir la democracia, que ellos son impulsores de la misma, pero que además son promotores de elecciones para que la gente elija y se den los gobiernos que las mayorías decidan.
Esa es la gran falacia que las cúpulas de los partidos políticos promueven a través de sus ideologías, pues no hay institución más antidemocrática que la conducta que expresan en su comportamiento cotidiano, en las sociedades que dominan.
La experiencia política de los pueblos, cuando se habla de la democracia, donde los partidos políticos la impulsan como bandera de sus programas -se ven como sistemas de ideas- para defender el orden político y económico existente, busca como objetivo final el control del poder.
Es bueno aclarar, que cuando me refiero a la ideología, me estoy refiriendo a la que siempre se ha manifestado en los partidos políticos, como un continuo permanente de la falsa conciencia. La que se refiere a un conjunto de propuestas que de manera intencional alienan la sociedad y cuyos programas representan un combinación de ideas para defender sus intereses como clase dominante, con el firme objetivo, propósito y fin de ejecutar en la práctica el encubrimiento de las relaciones reales de poder y desde ese poder justificar la supremacía existente.
De allí, que las ideologías, en función de ocultar la realidad existente, que en todo caso son estados de injusticia social, se cubren en muchas oportunidades de utopías, para consumar sus objetivos inicuos y hacer aparecer sus ideas como renovadoras e impulsar los cambios sociales e incluso revoluciones, en tiempos sobre todo de campaña electoral.
Partiendo de esta generalidad, los partidos políticos niegan la posibilidad de que la gente adquiera y desarrolle su conciencia social, conciencia social, que le dan al individuo y por lo tanto a la sociedad en que vive: una identidad, una explicación de la realidad que el mundo tiene, de sus relaciones sociales con el objetivo de mejorar las niveles de vida en colectivo -en otras palabras- para contribuir de alguna manera a optimizar las condiciones materiales de existencia de la población.
Cuando señalo que la ideología se disfraza de utopía, estoy indicando simplemente, que la misma se utiliza para esconder la realidad, por lo tanto se manifiesta como falsa conciencia, se utiliza para justificar la injusticia social junto a la realidad existente.
La utopía es expresión de algo distinto, es contraria a la ideología, pues cuando los pueblos se alzan contra los que sustentan el poder para exigir mejores condiciones de vida, simplemente se están revelando frente a las ideologías, por eso se dice y se señala que toda utopía es contrapuesta a la ideología, porque la misma es expresión de la rebeldía de los oprimidos y por lo tanto para los que poseen el poder la utopía es subversiva.
Si la utopía es contraria a la ideología, tal y como lo he venido planteando y como muchos la han planteado, soy de los que cree al igual que otros pensadores que se vienen saliendo del entrampamiento ideológico eurocentristas, que el saber popular, la necesidad de reencontrarnos con nuestra propia identidad, nuestra propia cultura, la cosmovisión latinoamericana de la indianidad del amor y el cuidado del medio ambiente natural, nuestros valores autóctonos -entre otras variables– irán reemplazando poco a poco las ideologías, que domesticaron y colonizaron nuestro continente en el siglo pasado, donde ni el socialismo real, ni el capitalismo, volverán a tener espacio en nuestro continente Abya Yala. La experiencia histórica, que ha vivido y vive la humanidad, en ambos modelos, sólo ha dejado una estela de injusticia y desigualdad social, producto de que ambos sistemas profundizaron e impulsaron el Estado para mantener sus relaciones de poder.
Ese volver a reencontrarnos con nosotros mismos, en el marco de nuestra propia identidad, para muchos es imposible y les resulta una especie de herejía, pues la herejía también es utópica y los utópicos pensamos que la utopía niega la intolerancia, el individualismo, el pragmatismo, el hedonismo, niega el fundamentalismo, el fanatismo, la incapacidad y cree profundamente en el proceso ontocreador de los seres humanos, que como colectivo y sujetos históricos, entraremos en el diálogo comprensivo de hermandad, fraternidad, solidaridad y profundo amor por la humanidad, para aplastar toda forma de colonización imperante, las nuevas y viejas relaciones entre opresor y oprimido y así, poco a poco ir construyendo el nuevo modelo civilizatorio para poder alcanzar y realizar en concreto, la justicia y la libertad tan anhelada a lo largo de nuestra historia. La utopía es eso y no otra cosa, es sinónimo de pluralismo, tolerancia, convivencialidad y es en esencia una convocatoria a rebelarse frente a los mercaderes del poder que ven en el planeta tierra una mercancía.
La utopía, es el vuelo del Cóndor de los Andes tomando el cielo, más allá de lo infinito, tomando la dirección del sol, para encontrar la luz, que alumbre el sendero de los caminos en búsqueda de los espacios que lleven a la libertad plena de la humanidad, libre de las relaciones de poder y entender que si es posible una nueva civilización para dignificar la vida en comunión. La utopía es creación colectiva de los pueblos, es la rebelión del presente contra los sistemas de dominación imperantes y poder ver en el futuro la patria emancipada, la utopía subversiva es como la definiera Argimiro Gabaldón, es la fe y la alegría en tremenda lucha contra la tristeza y la muerte.
"Llegó el tiempo ya de echar a los bárbaros que nos oprimen, y de romper el cetro de un gobierno ultramarino. Acordaos de que sois descendientes de aquellos ilustres Indios, que no queriendo sobrevivir a la esclavitud de su patria, prefirieron una muerte gloriosa a una vida deshonrosa". (Francisco de Miranda. "Proclamación a los pueblos del Continente Colombiano". Londres 1801.").
CAPÍTULO III
El híbrido capitalismo-socialismo
Dónde iremos a buscar modelos?… -La América Española es original = i ORIGINALES los medios de fundar uno y otro. O Inventamos o Erramos.
Simón Rodríguez
Si algo requiere de una discusión seria, no en el campo ideológico, sino filosófico- político es el llamado socialismo real, porque hasta el presente, ese socialismo real, apareció en América Latina y el Caribe, como algo distinto, opuesto al capitalismo, en ese claro oscuro de verdad y falsedad, donde se ha querido copiar manuales de revoluciones que en la práctica fracasaron y sus propuestas "teóricas" terminaron siendo una irracional mezcla o una especie de híbrido del positivismo, funcionalismo, estructuralismo y marxismo, para terminar como aliado incondicional del orden establecido por la clase y la ideología de quien domina, en ese nuevo paradigma de la economía del neoliberalismo globalizado.
Permítanme nuevamente retomar en éste espacio parte de la cita del antropólogo Francisco Prada Barazarte con fines pedagógicos, porque creo que es uno de los intelectuales más explícitos en Venezuela y además por su condición de militante revolucionario, quien ha caracterizado en una justa dimensión, lo que se ha dado en llamar el socialismo real y muy particularmente lo que el gobierno "bolivariano" llama socialismo del siglo XXI: "No se puede hablar de socialismo, cuando el modo de producción capitalista permanece incólume y más cuando se entregan los recursos de un país a las trasnacionales bajo la figura de empresas mixtas, cuando la banca se encuentra en manos de emporios extranjeros, cuando se establecen relaciones de poder, donde unos mandan y otros obedecen, cuando se crea un partido único que no permite la libertad de pensamiento y recreación de las ideas en el marco de la utopía, cuando los que administran el poder se enriquecen robando y saqueando a la nación, cuando se acrecientan las diferencias entre ricos y pobres, cuando los dirigentes se convierten en caudillos y encarcelan el poder popular; en fin, no se puede hablar de socialismo en momentos en que el modelo económico que se desarrolla es un capitalismo de estado con características globalizantes.
(…)
Todos los modelos societarios, que nacieron alrededor del "marxismo" o bajo la influencia de éste, sencillamente fracasaron y fracasó producto de que tales "revoluciones", fueron "revoluciones" atrapadas y dependientes de quienes pretendían repartirse el mundo, en nombre de un socialismo que nunca existió y que terminó sin argumentos y razones para seguirse justificando.
Esos modelos llamados "socialismos" -continua Prada- derribaron el capitalismo privado, pero pasaron en la práctica a un capitalismo de estado, dejando en la estructura social y productiva las mismas contradicciones entre ricos y pobres, los mismos privilegios para una clase gobernante, que se burocratizó y corrompió en el ejercicio del poder.
La experiencia del mal llamado "socialismo", mostró que aunque desprovisto de un mercado competitivo y de propiedad privada individual, funcionó en la práctica con los mismos mecanismos del capitalismo, -la acumulación originaria del capital se daba en la misma forma-, extrayendo incluso plusvalía del trabajo asalariado y reservando la propiedad privada de los medios de producción, a una burocracia estatal colectivista". (www.ruptura.org).
Tales apreciaciones, del antropólogo Francisco Prada, coinciden con muchos analistas europeos y latinoamericanos, que han venido revisando el llamado socialismo real, sobre todo el de Europa y particularmente el de Venezuela, hoy día profundamente cuestionados al igual que el capitalismo y de esta situación, podemos ver como los pueblos se han alzado frente a ambos modelos.
El propio Ludovico Silva (1970), cuando escribió su libro "La Plusvalía Ideológica" a pesar de su marxismo, giro alrededor de una reflexión muy interesante y planteada a manera de interrogante indicaba lo siguiente: "Sí toda ideología es "engañosa", si las ideologías son "formaciones nebulosas" en la que "aparecen invertidos" los procesos reales de vida; si, en suma, no se puede acudir a lo que los hombres piensan de sí mismos para explicar la historia y no se puede confiar en esas "representaciones" para intentar romper el statu quo capitalista, entonces ¿para qué recomendar como el mejor de los caminos la "toma de conciencia ideológica" del proletariado? ¿Para qué predicar una "ideología revolucionaria", si toda ideología es por definición reaccionaria? Hemos tratado de hacer estas preguntas como las podría hacer cualquier recién llegado al marxismo; como alguien a quienes son presentadas una tesis y, naturalmente, se hace preguntas lógicas acerca de ellas. Sabemos que tales preguntas caerían mal a algunos que inmediatamente, reclamarían nuestra falta de Fe y Razón, sino que damos por sentado el carácter autoritario del nisi, credideritis, non intelligetis, nos tendría perfectamente sin cuidado que nos acusasen por falta de "fe" en el marxismo, entre otras razones, porque consideramos un irrespeto a un científico "creer" en él como si se tratara del Mago Merlín o la Virgen del Cobre". SILVA, Ludovico. (2011). "La plusvalía Ideológica". Editorial Fundarte, Caracas, 2011. Pp. 61-62)
Si a esto agregamos, como el marxismo se viene institucionalizando en formas de poder compartido, con la economía globalizada neoliberal, FORMÁNDOSE UNA ESPECIE DE HÍBRIDO en pleno desarrollo, tenemos entonces en éste socialismo real lo que se hizo en la llamada Unión Soviética, con la PERESTROIKA (Reforma iniciada por Gorbachov en la URSS a finales de la década de 1980, caracterizada por la "apertura democrática", la liberalización económica y la "transparencia informativa".).
La clase política y económica de ambos modelos, hoy prácticamente fusionados en el marco del neoliberalismo globalizado, siguen disfrazando sus discursos ideológicos de utopías, que sólo impulsan el reformismo, que nada tienen que ver con las soluciones a los problemas estructurales de la sociedad, por el contrario, dejan intacto el orden del sistema en la cual actúan, su lenguaje captura al desinformado, en medio de un discurso sin fuerza moral. Fuerza moral, que sale de la conducta honesta y recta de lo que es realmente un ser humano, que siente, piensa, se rebela y sobre todo se indigna frente a la opresión del que tiene el poder y que establece en la sociedad tanta injusticia, acompañada del crimen político y del crimen social.
Tanto en el socialismo real, como en el capitalismo, llámese como se le quiera llamar, utiliza el llamado Estado como instrumento para legalizar el poder que sustenta y desde ese poder jamás se podrá impulsar una verdadera revolución, es totalmente falaz creer que desde ese poder se puede cambiar la sociedad, simplemente porque dentro de ese Estado existen relaciones de poder, y donde hay o existen relaciones de poder, nunca, pero nunca podrá existir la democracia como gobierno del pueblo, nunca habrá igualdad social y por lo tanto permanecerá desde ese poder la injusticia social de manera incólume y la lucha de clases se hará presente y de manera constante.
EL PODER DEL ESTADO
Desde el poder no se pueden hacer revoluciones y hablamos del poder vertical, el que se ejerce a nombre de un ESTADO que permanentemente reproduce la lógica de la dominación, un ESTADO que tiende hacer de hombres y mujeres un instrumento al servicio de sus intereses, intereses que se manifiestan en los que controlan ese ESTADO, olvidando ese ESTADO de manera intencional, que la sociedad, el colectivo por su condición humana, aspira y lucha por su libertad, de allí que ese ESTADO, se manifiesta profundamente contrario al ser humano. Es un ESTADO, que promueve las diferencias de clase y por lo tanto establece relaciones de poder de forma vertical, desde la presidencia de la república, hasta un simple alcalde de pueblo, expresan en el ejercicio de ese poder, niveles de "superioridad" frente a los súbditos que dicen gobernar, pues a nombre de ese ESTADO se convierten en reyezuelos, manejando cada quien su cuota de poder a nivel individual a nombre del ESTADO y de una democracia amputada, que sólo ha servido para acentuar las diferencias entre ricos y pobres y llenar de privilegios a una clase política y económica que asalta el tesoro público a consta del hambre y las necesidades de la población.
Un ESTADO que promueve instituciones, unos a nombre del socialismo real y otros a nombre del capitalismo, que sólo han servido para cercenar la libertad de pensar, decidir, actuar, escoger, opinar, soñar, porque se valen de la penuria que tienen los pueblos con respecto al trabajo, la alimentación, la vivienda, la educación, la salud -entre otras variables necesarias para la conservación de la vida humana- para generar dependencia de las migajas que reparten a los pobres del campo y la ciudad. Es aquí donde se manifiesta la esclavitud y alienación salarial, la jerarquía como principio generador de una "autoridad" y un "liderazgo" impuesto y retorcido, expresado en ese poder que da el ESTADO que chantajea y aplasta la dignidad de las gentes.
El propio Bolívar en su Carta de Jamaica, acerca del tema señalaba lo siguiente: "Los Estados son esclavos por la naturaleza de su constitución o por el abuso de ella; luego un pueblo es esclavo, cuando el gobierno por su esencia o por sus vicios, holla y usurpa los derechos del ciudadano o súbdito. Aplicando estos principios, hallaremos que América no solamente estaba privada de su libertad, sino también de la tiranía activa y dominante". (Carta de Jamaica. 1815).
Ese poder, que se adquiere a través de esa figura cruel y tramposa llamada ESTADO, genera de manera alienante el llamado poder pastoral, yo soy el pastor, ustedes son mi rebaño, yo soy el rey y ustedes son mis súbditos, yo soy el amo y ustedes mis esclavos, yo soy el patrón y ustedes mis empleados, yo soy el presidente y ustedes mis gobernados, yo soy el que hago la ley y ustedes me obedecen y semejante perfidia la ha venido asumiendo la humanidad en forma sumisa, resignada, alienada, pues la misma cotidianidad no les ha permitido ver a los pueblos, que se desenvuelve en la lógica del dominado, cuestión que no le permite ver la sumisión en que lo han sumergido, porque para ese pueblo, todo se enmarca en el panorama de la "legalidad" y "normalidad", ya que nacieron, crecieron, se desarrollaron y viven en este mundo que nos inventaron desde la colonia hasta nuestros días. Se actúa y se muere en la lógica del dominado. Ese poder pastoral del cual nos habla Michel Foucault, es un poder que establece diferencias entre las clases sociales, donde unos mandan y otros obedecen, se manifiesta en todos los renglones de nuestra sociedad, llámese capitalismo o socialismo real, se puede ejemplificar en la escuela, cuando el niño, el adolescente, el estudiante universitario, ve en el maestro su "superior", y al mismo tiempo éste ve en el supervisor su "superior" y así sucesivamente se sigue la cadena de mando, de superioridad por el lugar que se ocupa, que se ejerce, cada uno de ellos expresa la "verdad" que da el poder, lo mismo pasa en cualquier ministerio, alcaldía, fuerza armada, Instituciones, etc., se reproduce cada instante la ideología y la lógica del que tiene el poder. Aquí no hay posibilidad de tomar decisiones en colectivo, del dialogo, de la solidaridad y menos cuando se trata del camino que han de seguir los pueblos para mejorar el bienestar social de las naciones. Es el poder vertical, que promueven las clases dominantes, para mantenerse en la cresta de la ola y desde allí controlarlo todo y el que se atreva a romper esa lógica del dominado, es utópico, subversivo, disociado, peligroso, terrorista -entre otros calificativos- y por lo tanto hay que salir de él, a través de leyes que ellos mismos hacen y de esta manera aplicar la "justicia" que a veces implica el asesinato por encargo por rebelarse ante el orden establecido. Todo esto bajo la ilusión, el espejismo de que la democracia y la libertad existen, es parte de la retórica del que domina frente al dominado, en otras palabras esa "libertades" civiles hay que combinarlas con la "seguridad pública" y para ello, el que se salga de las normas hay que reprimirlo, con todo el peso y el poder que da el ESTADO. De esta manera se entrampa a la población para que viva resignada, sometida y alienada, bajo la influencia de un contradiscurso libertario, que lleva como intención desarmar a las muchedumbres de los sueños que lo puedan conducir a procesos emancipadores de sus respectivos pueblos.
Hoy más que nunca, los nuevos paradigmas de la economía, llámese globalización o mundialización, requieren de una humanidad, donde el capital imponga el sendero con su doctrina neoliberal, de manera que el planeta y todo lo que en él se encuentre, incluyendo la vida humana y el propio ecosistema, se convierta en simple mercancía.
Así, impone modelos sociales, políticos y económicos, que le hagan ver a los pueblos que se vive en plena libertad y que la misma se traduce en "democracia", "democracia" que permite que "el pueblo elija su propio destino y sus propios gobernantes".
Para tales fines, utilizan la figura del ESTADO y hablan del ESTADO DEMOCRÁTICO, DEL ESTADO COMUNERO y de las elecciones, de la soberanía, de la democracia participativa y protagónica, de la libertad, del desarrollo, de la justicia, del bien común y de esta manera van escondiendo, ocultando el propósito real de ese ESTADO, los que lo dirigen, disfrazan la ideología del ESTADO con propuestas que dentro de ese ESTADO, por irrealizables son utópicas ya que el mismo las impide.
Semejante falacia, se repite hasta el cansancio y para ello la publicidad es el instrumento ideal para engañar la población, que le hace creer al pueblo que la "democracia" en que vivimos, permite el disfrute pleno de la libertad y más cuando se le dice a la población que los procesos electorales tal y como los organizan las clases dominantes que participan del mismo, es un reflejo de la libertad y democracia que para el capitalismo es representativa y para el llamado socialismo participativa y protagónica.
Desde luego, que la democracia que ellos pregonan, debe estar dirigida por sus instituciones, entre las cuales se encuentran los partidos políticos, donde los partidos llamados de "izquierda" juegan su papel celestino a cambio de cuotas que le permiten gozar al igual que la derecha, de las mieles que da ese poder, además de contribuir a legalizar el sistema. Partidos políticos que sólo reflejan la antidemocracia, donde se imponen líneas, conductas, normas, que regulan, controlan el comportamiento y el pensamiento de los que allí militan y el que las viola es sometido a un proceso de "justicia" que termina con su respectiva expulsión. Partidos políticos en los cuales se obliga a la gente a militar y que le roba los espacios a la organización social del pueblo. Partidos políticos, que en cada elección sus clases dominantes se reparten el poder a espaldas de la población. Partidos políticos que invitan a votar, pero no a elegir, pues ellos son los que imponen y eligen los candidatos.
Ese "poder", esa "democracia" y esa "libertad", que dicen darle al pueblo, no es otra cosa que un espacio panóptico, donde se vigila a la población: ¿dónde vive?, ¿qué hace?,
¿dónde milita?, ¿dónde trabaja?, ¿dónde estudia?, ¿cuál es su número telefónico?, ¿casado o soltero?, ¿cuál es su cedula de identidad?, ¿cuál es su No de RIF?, ¿está registrado en el CNE?, ¿dónde vota?, -entre otras cosas- a las cuales nos han acostumbrado y vemos esta situación como normal y en el fondo sólo van dirigidas a mantener una vigilancia sobre la población, que según el ESTADO, es para mantener el orden institucional y evitar el delito. Es una sociedad controlada a las que se le impone reglas de juego, leyes, normas, reglamentos que hacen que hombres y mujeres regulen su conducta y comportamiento, tal y como lo dictamine el ESTADO y sus clases dominantes.
En el socialismo real y en el capitalismo: ¿dónde queda el poder del pueblo, su democracia y su libertad? No olvidemos, que todo aquello que no surja y nazca de la libertad de elección de los seres humanos, no pertenece a él, a su verdadero ser, de allí que todo lo impuesto directa o indirectamente, es ajeno a su condición de hombres y mujeres libres y por lo tanto ajeno a su naturaleza humana y auténtica.
Estamos ante un proceso y modelos civilizatorios (capitalismo-socialismo) deshumanizados, que sólo buscan el control absoluto de la población y que trata de quebrar la moral de los pueblos, deshumanización que en el inconsciente de las naciones, alimenta la desesperanza, para poder aplastar la capacidad de soñar, reír, conversar, discutir acerca del futuro, recitar, amar, jugar, imaginar y pensar con rostro propio, para poder abatir cualquier rebelión que labre el camino hacia la utopía, entendiendo ésta como expresión subversiva frente al orden establecido por las clases dominantes, donde se busque cambios radicales, que pasan necesariamente por una verdadera y autentica emancipación, que nos pueda llevar a construir en colectivo un nuevo proyecto civilizatorio, que sea alternativo frente al socialismo real y el capitalismo, pues hasta el momento estos modelos sólo han demostrado que a medida que avanzan esclavizan a la humanidad, negando toda posibilidad de encontrar la verdadera justicia social.
EL ESTADO EXPRESIÓN DE LA CLASE DOMINANTE
En la lógica del poder, tal y como lo conocemos, siempre se ha manifestado a través del Estado y sus instituciones su presencia represiva, represión que se expresa en forma psicológica o física -tal y como lo hemos venido diciendo- es la expresión de quienes lo dominan, subordinando, alienando y sometiendo a la gente en un marco jurídico y político que dentro de la cotidianidad se revela como normal, sin percatarse la población de la telaraña que le tienden, en función de lograr sus objetivos.
Desde el presidente, los ministros, diputados, gobernadores, alcaldes, concejales, pasando por los congresos y asambleas o cualquier otra forma de organizar el Estado, representan la manifestación de una estructura jurídica-política donde permanentemente se manifiesta la negación de la libertad, igualdad, fraternidad. solidaridad y bien común, puesto que la relación de poder está presente en cada lugar, Esa relación de poder se encuentra presente en todo momento, es parte de la cotidianidad y por ello nos impide la construcción de una sociedad distinta y alternativa. Y por mucho que se predique la igualdad, la solidaridad, la fraternidad y la democracia, si se hace desde esta perspectiva, de la relación de poder, los mismos no se podrán materializarse y terminaran siendo letra muerta, porque se queda solamente en el plano formal, enunciativo, declarativo y demagógico. Es una endemia que contamina todo lo que toca, tanto al de arriba como el de abajo. Al respecto Holloway (2002) nos refiere: "Si analizamos los hechos acontecidos en el último siglo, los gobiernos revolucionarios de Rusia, China y Cuba, aunque en el caso de Cuba la situación sea un poco más complicada, o si examinamos los gobiernos reformistas o los gobiernos que han llegado al poder gracias a un sistema electoral, podremos comprobar que no sólo constituyen una terrible decepción a escala mundial, sino también una terrible desilusión. No existe constancia de que ningún gobierno de izquierdas haya podido poner en práctica los cambios anhelados por todos aquellos que han luchado por conseguirlos. En la mayoría de los casos, el resultado no ha sido otro que la reproducción de las relaciones de poder, quizás ligeramente modificadas, pero sin dejar de ser relaciones de poder que excluyen al pueblo, reproducen injusticias materiales y promulgan una sociedad que no potencia la autodeterminación. Este sistema reproduce una sociedad en la que los individuos no participan en el desarrollo de la sociedad. Este argumento se podría analizar históricamente: los motivos de la reproducción de las relaciones de poder han sido diversos en Rusia, China, Albania, Cuba, Brasil, etcétera. No obstante, no podemos comprender las causas únicamente mediante una mera alusión a casos históricos concretos. Como es lógico, debemos tender a generalizar. La conclusión más obvia es que el intento de transformar una sociedad a través del estado parte de un razonamiento erróneo. Este razonamiento erróneo que consiste en transformar la sociedad a través del estado, está muy emparentado con la naturaleza del propio estado, con la idea de que el estado no es una mera institución neutral, sino más bien un sistema concreto de relaciones sociales, que surge del desarrollo del capitalismo. Este sistema de relaciones sociales se asienta sobre un principio que mantiene al pueblo al margen del poder y fomenta la separación y división del pueblo". (HOLOWAY, John. "Cambiar el mundo sin tomar el poder". Editorial: Ediciones Herramienta. Buenos Aires. PP., 103).
Ese poder del Estado desconoce la dignidad humana, entendida esta como la cualidad que tenemos todos los seres humanos, de merecer estima y respeto, incluyendo el valor humano, su importancia, su valía y el significado de ser seres humanos, ya que desconoce a hombres y mujeres como una entidad ontológica y su condición moral que todo ser humano posee de manera única. Si todos los seres humanos tenemos una dignidad innata e irreducible, simplemente traduce que todos merecemos el mismo respeto y trato, por lo tanto, si somos honestos con lo que se dice, ningún ser humano debería estar excluido de la sociedad en que vive y en igualdad de condiciones. Pero ese poder de Estado niega en su ejecutoria todo esto, lo rechaza de plano y de allí que tampoco soporta, ni sustenta con seriedad el concepto de justicia social.
El tener la supremacía y el control del Estado, los que lo administran, tratan de confundir, disfrazar, enredar la concepción de justicia social a través de leyes, normas, reglamentos, que sólo desencadenan en regular la conducta humana e imponer los intereses de la clase que se encuentra en el poder, invocando incluso el espíritu de la misma justicia social. Es entonces cuando el Estado a través de sus leyes, hacen que los seres humanos acepten el sometimiento, la disciplina impuesta y es allí cuando la sociedad convalida la vigilancia que sobre ellos se ejerce y acepta esa subordinación, incluso el castigo que cuando alguien la incumple, la clase que está en el poder les impone.
DEMOCRATIZACIÓN DEL PODER
De allí que los procesos insurreccionales y hablo de procesos insurreccionales, convertidos en hechos constituyentes, no deben estar orientados a la toma del poder del Estado. ¿Entonces hacia dónde hay que dirigir y orientar la acción y el pensamiento revolucionario?, desde luego que lo primero que hay que hacer es destruir ese poder, cualquiera sea su manifestación, sus relaciones sociales, su concepto de trabajo, desarrollo, progreso, civilización, su forma de producir, su modo de producir, ir más allá de las relaciones de poder, superar su concepción, para dignificar al ser humano, que se reconozca la dignidad humana y la igualdad de todos los seres humanos.
Ese poder, que en la mayoría de los casos se expresa en liderazgos autoritarios, caudillismo, culto a la personalidad y que muchas veces se ve con absoluta normalidad y su vileza se esconde en la cotidianidad, siempre está por encima de los colectivos, de los pueblos y donde se impone los intereses de lo que sustentan ese poder. En otras palabras mandan sometiendo al pueblo.
Se trata entonces de eliminar la verticalidad del poder y cuando hablo de la verticalidad del poder, esta pasa por eliminar la figura presidencial, la de los ministros, la de los gobernadores, alcaldes, sus instituciones y los partidos políticos y donde los miembros del llamado Congreso o Asamblea Nacional se les elimine los privilegios económicos y políticos, un ejemplo de esta situación podría ser lo siguiente: si un maestro de escuela llega a ser elegido para integrar ese Congreso o esa Asamblea, éste deberá ir con el sueldo de maestro y sus gastos de representación (pasaje, comida y hotel) deberá cubrirlos la institución, de manera que el que vaya a tener esa representación popular éste al servicio realmente de la población.
Esto sería parte de un comienzo del verdadero ejercicio democrático en un proceso, donde todo lo que implique jerarquías de estar unos por encima de otros, se va eliminando y dando paso a los verdaderos caminos de igualdad y libertad, es pasar de ese poder vertical a la horizontalidad y colectivización de un nuevo poder hasta ver una sociedad humanizada y viviendo en profunda armonía con la naturaleza. De eso se trata la utopía, de cambiar una sociedad injusta por una más justa que dignifique la vida humana. La utopía es la ruptura definitiva con el orden establecido porque el modelo social en que vivimos y que nos han inventado, aspira a que dejemos nuestros sueños, que nos conformemos con las migajas que ellos conceden, que permanezcamos indiferentes con la cultura y la droga que nos venden, que seamos seres integrados a su completo dominio. La utopía consiste entonces en crear una sociedad diferente, es desafiar las reglas del que domina por injustas, estrechas, negadoras de la libertad y la justicia y porque aplasta la condición humana.
Es por eso que eliminar la verticalidad del poder, pasa por un proceso de hechos constituyentes, donde las masas dejan de ser manipuladas, porque toman conciencia de su responsabilidad histórica, dejan de ser objeto y pasan a ser sujetos, para convertirse en muchedumbres capaces de librar luchas prolongadas, en proceso emancipatorios que necesariamente deben desencadenar en la búsqueda de un nuevo proyecto de sociedad distinto a los conocidos hasta ahora, llámese socialismo o capitalismo.
Semejante tarea, trae consigo un hermoso desafío, es la utopía creadora y la ruptura con todo lo que representa la vieja civilización. Es la búsqueda de unos Terceros Caminos, con un pueblo levantado, en la calle, acompañado de vientos de libertad y democracia auténtica, un camino que va a tratar de encontrar la luz del sol y que aceptamos los que todavía no hemos perdido la capacidad de soñar, porque no hay alternativa y como dice Matteo del (EZLN): "Cuando el frío llega a la tierra de los patos, de repente, sin que nadie diga nada, sin que se dé una asamblea que lo decida, un pato, uno cualquiera, se levanta en vuelo. El pico dirigido hacia el sur y las alas batiendo con la fuerza de las ganas de estar mejor. Este primer pato se levanta en vuelo y sin que se voltee a decirlo, los demás se levantan en vuelo y lo siguen. Nunca preguntarán porque saben la razón del vuelo. Cuando el primer pato se cansa, se hace a un lado y aquél que sigue, lo sustituye en frente. Y así hasta llegar a la meta. Al final del viaje, todos habrán guiado al grupo y nadie podrá decir que hay un jefe, un dirigente. Todos habrán participado, todos habrán dirigido en común acuerdo". (Matteo Dean. "Hacer Comunidad" cita tomada de www.ruptura.org.).
No es difícil ver que el planeta se está destruyendo y no podemos abandonar la esperanza, pero la única esperanza concebible, en estos momentos, es la esperanza que va más allá de la ilusión estatal, más allá de la ilusión del poder.
De esta manera estamos definiendo a nuestro parecer, el carácter de las revoluciones latinoamericanas, donde la insurrección es un componente de pueblo cívico-militar- religiosa, para conquistar la libertad de los pueblos y crear un nuevo poder sin privilegios de clase y que el mismo tenga una dirección horizontal, que sea capaz de convocar al colectivo, para que desde ese colectivo generemos el nuevo proyecto civilizatorio que ha de conducirnos a romper el continuismo histórico de la dominación.
LA UTOPÍA COMO PROPUESTA
A veces la utopía aparece, como un ejercicio literario donde los poetas, escritores, intelectuales, constructores y arquitectos de la palabra, moldean un lugar imaginario donde la humanidad pueda ser feliz. Pero la utopía siempre parte de una realidad a transformar de manera radical, de allí que la utopía es por naturaleza subversiva y creadora, muchas veces tiene que ver con las cosas "simples" de la vida, pero que en el fondo plantea la subsistencia de la humanidad.
Cuando señalo que la utopía a veces parte de las cosas más "simples", me refiero a que cuando un pueblo tiene hambre, no tiene trabajo, vivienda, vestido, alimentos, tierra, salud, educación, en otras palabras futuro -entre otros factores- nacen allí las contradicciones que la propia historia va marcando y dentro de sus propias categorías (espacio, tiempo, sociedad) se generan las luchas para conquistar y lograr lo que le hace falta, es decir, lo que nunca ha tenido.
Es en medio de estas cosas "simples" donde las ideologías tienden la trampa, se disfrazan de utopías, para poder engañar, manipular, generar esperanza, aparentes soluciones, promesas y donde la demagogia toma protagonismo hecha palabra, a través del
discurso, la promesa que siempre huele a mentira y la movilización pasiva de los alienados para aplaudir y contemplar en una plaza, calle y en los propios medios de "comunicación", al verdugo o verdugos como sus redentores, para luego desde los gobiernos establecer relaciones de poder entre dominantes y dominados, opresor-oprimido y desde ese poder crear sus propios imperios y manejar a los países como si fueran feudos particulares.
Hemos dicho que la utopía es un proceso en construcción colectiva, de allí que a lo largo de su desarrollo se pueden presentar diferentes niveles, en cambio las ideologías, por presentarse como ideas dominantes en un tiempo y espacio, representan las ideas de la clase que domina y que si revisamos con cuidado, es una clase también alienada, pues en su marco ideológico se pone de manifiesto-además de su interés de clase-presentando el bien de la clase como el bien absoluto en la cual debe estar la humanidad.
Las ideologías mismas "lo son siempre en sí de la clase dominante" y por ello justifican también siempre la situación social dada, negando sus raíces económicas, encubriendo la explotación. Esas ideologías convertidas en poder por quienes las predican, sostienen y las impulsan, sólo han servido para consolidar una clase en el poder, independientemente de sus sistemas económicos que desarrollen. De ese poder, que de manera alienada las masas están acostumbradas a obedecer, no se puede esperar que se promuevan cambios para dignificar la vida en comunión y menos impulsar revoluciones, pues los que ejercen el mismo, están conscientes que de darse esos cambios estructurales, quedarían desalojados del control que tienen y que a nombre de un "Estado" ejercen, manteniendo sus intereses hegemónicos.
"Karl Mannheim distingue con buen tino entre utopía e ideología. La primera está cifrada en el sueño, en la esperanza en un cambio, en la creación de un hombre nuevo, sin las miserias del viejo. La ideología a veces se apropia de estos discursos para cimentar un poder que puede llegar a convertirse en un terrorismo de Estado, en nuevas formas de discriminación y opresión, algo que se parece más a una involución humana que a una evolución. Las ideas, de hecho, se convierten en ideología cuando se sostienen más en una forma de poder que en su propia racionalidad y fuerza de convicción, es decir, en todo aquello que motiva la libre adhesión a las mismas.
Por eso dice Mannheim, las ideologías son siempre reaccionarias, mientras que la utopía es lo que cuestiona y se opone a ese poder arbitrario. En la medida en que tiende a destruir total o parcialmente el orden de cosas dominante, la utopía es un dinámico motor del progreso humano, que puede cristalizar incluso en rupturas radicales." (COLOMBRES, Adolfo. "América como Civilización Emergente". Edit. Arte. Pp.35).
En los espectros ideológicos las masas, cuando militan, lo hacen sin que estas tengan conciencia de hacerlo. Esto sucede sobre todo cuando militan en los partidos políticos, no saben si es bueno o es malo, lo importante es "entender" que a través del partido a lo mejor puedan tener movilidad social si hay suerte y si se gira alrededor de los que poseen en la práctica decisión de poder.
De igual manera, cuando se asume una posición ideológica, se asume una actitud que no es de uno mismo, siempre es la visión de otro, de los demás, es siempre el pensamiento de ellos y no de nosotros y en la lógica del poder, tal y como está planteado, no existe el nosotros, porque el nosotros es un constructo en colectivo que partiendo de una realidad concreta social y económicamente, trata de cambiarla por lo injusta y deshumanizada en función del bienestar de ese colectivo, independientemente de la complejidad que la misma tenga y cuando hablamos de la complejidad es porque esa ideología, no importando el matiz que se le quiera dar, bien sea de derecha o de izquierda, la misma siempre se presenta como un proyecto de emancipación, cuando en su verdadera praxis las ideologías convertidas en poder por quienes las impulsan y las sustentan, siempre se encuentran en esa constante de mantener ese poder. Ahora bien, ese poder crea conflictos en la sociedad, porque lo que es de todos, ellos se lo apropian y como se lo apropian generan problemas, porque los de abajo sufren al no poseer recursos para cubrir sus necesidades, desde allí, de estos escenarios nace la promesa del que domina, promesa para buscar solución a una situación que la hacen aparecer transitoria y dentro de esa promesa aparece el discurso político, mentiroso, tramposo y alienante y dibujan la pobreza como un estado transitorio que pronto pasara, porque el que gobierna indica que se está trabajando para ello. Es el discurso de la esperanza, que sirve para manipular y engañar al que sufre y padece la pobreza que para el colmo de los colmos es una pobreza material acompañada de pobreza intelectual y espiritual, cuyo responsable es el modelo de dominación, que impulsan desde ese poder.
Ese poder se expresa en ese socialismo real(capitalismo de Estado) y desde luego en el modelo capitalista de producción (capitalismo privado), ambos hoy fusionados en ese nuevo paradigma llamado globalización, esos modelos socio-económicos que promueven la PROPIEDAD PRIVADA, una individual y otra del llamado Estado, intentan implantar por la fuerza en ese marco manipulador que acostumbran las ideologías, imponer sus respectivas plantillas socio-económicas y culturales para organizar las sociedades y los procesos sociales tales y como ellos los conciben, sin detenerse a revisar si sirven o no a la realidad de los pueblos que colonizan ideológicamente. De esta manera surge la "autoridad", la "legitimación" de un "liderazgo" que ejerce el poder de manera vertical y es de esta manera que ese proceso ideológico hace posible la dominación. Es así como las ideologías se manifiestan y se expresan, no como un constructor de la existencia social, ni como un instrumento en el campo político para mejorar las condiciones materiales de existencia de la humanidad, por el contrario, se convierten en deformadores de la realidad y la ocultan a través del discurso de la sociología de la esperanza, proyectando el deber ser de la sociedad, utilizando la utopía para ello y así poder permanecer en el tiempo como una opción real de cambio y transformación para mejorar el bienestar de las gentes.
Se elaboran discursos y se utiliza la palabra para disfrazar realidades, el lenguaje para ellos es un instrumento que constituye en términos publicitarios, la variable ideal, para que la demagogia se presente como una verdad que llena las esperanzas de los humildes que siempre esperan soluciones de parte de sus gobernantes. Al respecto Julio Barrero en la presentación del libro "La Educación como Práctica de la Libertad" de Paulo Freire señala lo siguiente: "En una época como las que nos toca vivir, en que se menosprecia de tantas formas el ministerio de la palabra humana y se hace de ella máscara para los opresores y trampa para los oprimidos, nos sorprende -a la manera socrática-el valor que Paulo Freire da a la palabra. "No puede haber palabra verdadera que no sea un conjunto solidario de dos dimensiones indicotomizables, reflexión y acción. En ese sentido, decir la palabra es transformar la realidad. Y es por ello también por lo que decir la palabra no es privilegio de algunos, sino derecho fundamental y básico de todos los hombres." (FREIRE, Paulo. "La Educación Como Práctica de la Libertad". Edit., Siglo XXI. México. Pp. 15-16).
Para muchos "intelectuales" de derecha o de la llamada izquierda, portavoces del capitalismo o del socialismo real, lo que digo les parecerá una herejía, una forma de negarse a ver la realidad, un disociado, una simple locura, pero dentro de mi locura, hoy sostengo que las ideologías habitúan a la humanidad a no pensar, a ver una única "verdad", a creer en que sólo hay un pensamiento único y desde ese pensamiento único, uno se cree con la "autoridad" para agredir, silenciar e imponer su forma de pensar y de esta manera amordazar al que no comparte nuestra óptica ideológica de ver el mundo.
Las ideologías asumen el papel del llamado fundamentalismo, que niega otro enfoque distinto a la que ellas asumen, es un fanático que no admite otros criterios y por lo tanto con él no se puede hablar o asumen su posición con carácter apologético puesto que su visión ideológica es sagrada e incólume. De esta manera podemos definir la situación que en nuestra civilización se esconde quienes asumen semejantes prácticas producto de esos procesos alienantes.
Entiendo que las "verdades" del capitalismo o del socialismo real, forman parte de la lógica de la dominación que arropa al mundo, pero ese mundo, esas civilizaciones dentro de esa lógica de la dominación comienzan a reaccionar y para ello se manifiestan en revueltas populares que surgen de cada lugar de la tierra. Los indignados de Europa, el movimiento indigenista latinoamericano, los movimientos estudiantiles y obreros del mundo, comienzan a señalar que las civilizaciones conocidas hasta ahora, no fueron capaces de emancipar la humanidad, que el socialismo y el capitalismo, como modelos económicos-sociales se agotaron y quienes ejercieron el poder desde esa óptica se corrompieron allí, hasta el punto de que por mantener esos privilegios han sido capaces y continúan haciéndolo de asesinar, perseguir, torturar, engañar a sus propios pueblos.
Hoy, quienes nos atrevemos a afirmar y sostener, que la rebelión de los saberes de nuestros pueblos, se empieza a manifestar con gran fuerza, la identidad cultural de los pueblos, comenzara en el presente siglo a desplazar las ideologías que se impusieron en el pasado. Se empieza a desbaratar las ideologías que sólo sirvieron para colonizar a nuestras
sociedades, el pensamiento único como razón dominante no tiene cabida en la diversidad cultural de nuestros continentes y se comienza de esta manera a hundir cualquier forma de dominación, para poder alcanzar la libertad y la justicia. Se comienza en nuestros pueblos a buscar un Tercer Camino, o Terceros Caminos que tenga como meta el respeto a la identidad del otro.
Tomas Moro, en el año 1516, hablo por primera vez de la utopía, más que el creador de la palabra, en el fondo fue un deseo, una aspiración del hombre, de sus inquietudes por ver una sociedad distinta a las que se conocían, en la realidad fue y es una propuesta, un proyecto, QUE NO TIENE PLANTILLA PARA PODER CALCARLA, NI SE TRATA DE ESPECULAR EN MEDIO DE LA FANTASÍA POLÍTICA, la utopía de la que estoy hablando deja el yo para que aparezca el nosotros y pueda elevarse al infinito para poder crear, inventar, asumir, imaginar y soñar con proyectos de sociedades que reivindiquen la dignidad de los pueblos, la justicia, el bienestar colectivo y de allí que hoy la UTOPÍA surge como un ente subversivo dentro del pensamiento que domina. Esa utopía es una invitación a rebelarse frente a lo establecido, frente a la lógica del pensamiento que domina. Permítanme, culminar esta parte del presente ensayo, citando a Bertolt Brecht: "Quien quiera hoy día combatir la mentira y la ignorancia y escribir la verdad, tiene que vencer, por lo menos, cinco obstáculos. Deberá tener el valor de escribir la verdad, aun cuando sea reprimida por doquier; la perspicacia de reconocerla, aun cuando sea solapada por doquier; el arte de hacerla manejable como un arma; criterio para escoger a aquellos en cuyas manos se haga eficaz; astucia para propagarla entre éstos. Estos obstáculos son grandes para aquellos que escriben bajo la férula del fascismo, pero existen también para aquellos que fueron expulsados o han huido, e incluso para aquellos que escriben en los países de la libertad burguesa". (Bertolt Brecht, "Cinco obstáculos para escribir la verdad", Editorial Nueva Nicaragua, Managua, 1985, pp. 222-223).
IDEOLOGÍA Y ALIENACIÓN
La situación que estamos viviendo en el planeta, sólo está demostrando que estamos ante una de las peores crisis o quizá la peor, que jamás haya conocido la humanidad, ante la voracidad de unos modelos civilizatorios que han convertido la tierra, en una simple mercancía, incluyendo a la humanidad, que trae como resultado la indigencia y la infelicidad de los pueblos.
Las clases políticas y económicas de nuestros países, solamente obedecen a los lineamientos del gran capital, con tal de conservar las relaciones de poder, que cada sector posee en su respectiva nación, es en ese mundo de la geopolítica de los intereses económicos y políticos, que han sumergido a nuestros pueblos.
Ese mundo del capital, que hoy día perdió la nacionalidad o la pertenencia, le da la vuelta al planeta para retroalimentarse y crecer como bola de nieve, para dejar a lo largo y ancho de la tierra, una estela de caos social, económico y político que la inmensa mayoría de los pueblos se ve incapacitado de interpretar, por los procesos de desinformación que se trasmite hacia nuestras gentes y que trae consigo formas de resignación que conlleva a que nuestras sociedades siembren EXPECTATIVAS en un discurso político, cuando refleja parte del sentimiento popular y que los grupos económicos y políticos utilizan a través de la sociología y la sicología de la esperanza, trayendo consigo un proceso de alienación en las masas, para INFLUIR la conducta de quienes lo siguen y que muchas veces, esas masas creen que lo que está pasando es simplemente mandato divino, en ese escenario de la cotidianidad del engaño.
Es allí, donde se encuentra parte del problema de los pueblos, pues los gobiernos del mundo, cabalgan sobre esa sociología o sicología de la ESPERANZA, para alienar y poder manejar a su antojo, la voluntad de las personas.
Esa categoría(alienación), que el viejo Marx utilizó, para explicar la forma en que se podía manejar la voluntad del individuo sin que este se diera cuenta, es la que han puesto en práctica las clases políticas y económicas en el mundo. Entendiendo la alienación, como la condición a la que está sometida la clase oprimida en las sociedades de explotación, como las conocidas hasta ahora. Es la situación que vive el individuo, que lo anula y lo hace convertirse en otra cosa diferente, en una especie de objeto que se puede utilizar, cuando nos venga en gana. La alienación implica, una especie de escisión manifiesta, una pérdida de la posesión de sí mismo, de la personalidad, de su yo real y por lo tanto asume un comportamiento ajeno a su propia voluntad, pues al estar alienado pierde su voluntad y su capacidad de razonar, es un comportamiento contrario a su propio ser, asumiendo de esta forma conductas inducidas a través del subconsciente, que le impide verse a sí mismo y por lo tanto haciendo cosas que otros le inducen hacer.
Esa alienación puede manifestarse de manera individual o colectiva, es individual, cuando la persona, "sufre" una alteración o perturbación mental, se le anula su personalidad, entra en un proceso que los psiquiatras llaman excitación psicomotora, pierden su racionalidad propia y manifiestan incoherencia en su forma de hablar, repiten como loros y aplauden como focas el "discurso" de quienes los manipulan y por lo tanto presentan confusión del raciocinio e incluso llegan a manifestar perplejidad, alucinaciones y locura.
De otro lado, la alienación social está dada en formas de manipulación, que se pueden expresar en la dominación política, militar, cultural, ideológica, es la opresión de la persona o colectivo enajenado, alienado. Es una especie de entrenamiento, adiestramiento que convierte a las aptitudes del ser humano en algo independiente de este y que lo doblega, pierde su propia voluntad, quedando en una relación que se expresa entre dominante y dominado, opresor-oprimido, sin que el dominado se percate de su situación.
A manera de conclusión pudiéramos decir que la alienación o enajenación es un fenómeno que suprime la personalidad, es una disposición psicológico-mental como forma de adaptación, aceptación, separación y enajenamiento (extrañamiento). Es una circunstancia a la que están sometidos aquellos que no son dueños de sí mismos y por tanto, no son responsables por sus pensamientos y acciones.
Marx, consideraba, que la alienación, es una situación, donde los oprimidos no pueden visualizar su condición de enajenado y por lo tanto lo hace convertirse en otra cosa diferente, implica una pérdida de la posesión de sí mismo y por consiguiente, expresa una conducta que es inducida por quien lo manipula y lo hace asumir un comportamiento contrario a su propio ser.
Todas estas formas manifiestas de conducta, expresadas en el marco de un análisis que aborda el carácter científico, producto de la aplicación de variables que da el conocimiento para manejar las conductas humanas, conlleva a que en el campo político, religioso, económico -entre otras situaciones- se exprese en el fanatismo como expresión de un estado enajenado-alienado, donde se manifiestan conductas exacerbadas, desmedidas y tenaces. Es por eso que el fanatismo se presenta como una forma apasionada e incondicional, servilismo a una causa, un espejismo desmedido y ceguera persistente hacia determinados temas, de modo porfiado, algunas veces confuso y violento. El fanatismo puede referirse a cualquier creencia afín a una persona o grupo. En casos extremos en los cuales el fanatismo supera la racionalidad, puede llegar a extremos peligrosos, como matar a seres humanos o encarcelarlos, y puede incluir como síntoma el deseo incondicional de imponer un dogma, considerada buena para el fanático o para un grupo de los mismos.
Todo este conocimiento, que descodifica la conducta alienada de las masas, expresada en ese fanatismo, se manifiesta cuando los candidatos, junto a sus partidos políticos, grupos económicos y agencias publicitarias, se ponen de acuerdo para doblegar la voluntad popular y hacer de ella que los obedezcan en cada campaña electoral que aprovechan las clases políticas y económicas para mantener el status quo y sus respectivas relaciones de poder.
Es así, como los que sustentan el poder se valen de la ignorancia, el analfabetismo funcional y la desinformación de los pueblos, para convertirse en cazadores y mercaderes del voto -a través de esos procesos electorales- donde construyen la gran trampa para que los fanáticos se desborden y caigan en ella – y ellos- los de la clase política, tanto de la izquierda electorera como de la derecha se deleiten y sientan un raro placer, al verlos caer en el engaño, dejando como resultado un pueblo que se inmoviliza mentalmente de manera transitoria, dispuesto a servirles, sin percatarse -por el momento- que esa esclavitud la llevan en la mente.
CAPITULO: IV
"Al que no sabe, cualquiera lo engaña. Al que no tiene, cualquiera lo compra".
SIMÓN RODRIGUEZ
Permítanme en éste caleidoscopio de opiniones de la geopolítica Latinoamericana y especialmente la de Venezuela, indicar algo que para muchos resultaría anormal, disociado o como quieran llamarme, al decir que lo que llama la clase dominante ESTADO y que no es otra cosa, que el instrumento que las CONSTITUCIONES legalizan, Constituciones que siempre hacen los de arriba para poder dominar a los de abajo, pues es a través de ese ESTADO donde se esconden la responsabilidades de los que gobiernan y de esta manera ocultar el crimen, la tortura y el peculado y donde el lenguaje jurídico y político creado por su condición de clase dominante, les permite tender la telaraña de la injusticia social a nombre de la justicia y de esta manera justificar toda su operatividad, donde sólo el pueblo es la victima de siempre.
John Holloway, al referirse al Estado sostenía: "El Estado no sólo es monopolio de la fuerza; es también monopolio en el espacio de la palabra". Algún alienado me diría, pero el Estado no te prohíbe hablar y yo le respondería, no se trata de eso, se trata que los que están escondidos y gobiernan detrás del Estado, pretenden que los de abajo asuman la conducta y el lenguaje que ellos quieren – es decir- asumir el discurso de los que manejan el poder, legitimarlo, aceptarlo sin objeciones, pues se trata de la retórica de los poderosos y los que dominan -en otra expresión- hay que asumir la relación dominante-dominado junto a la ideología de la clase que domina.
Todo gobierno tiene un doble objetivo -nos dice Miguel Bakunin- "Uno el dominio sistemático y legalizado de la clase dirigente. El otro es la conservación de sus privilegios estatales exclusivos y de su personal".
El entrampamiento permanente que el capital y los grupos dominantes -en el orden ideológico y político- le hacen a la población, es de manera constante, su discurso es como la piel de los camaleones, adaptándolo a las circunstancias socio-políticas y económicas, para seguir sustentando el poder y la explotación de los recursos naturales de los pueblos a costa de lo que sea. Se trata de ese proceso de disfrazarlo todo, ponerle mascaras de justicia a la injusticia, al nepotismo y opresión, de libertad y democracia, al atraso, pobreza y miseria de los pueblos los llaman en vías de desarrollo y es a través de la palabra que se encargan de dibujar ese espejismo, esa ilusión para consolidar la relación dominante- dominado. De esta manera surge en la Venezuela del "Socialismo del siglo XXI" el llamado "ESTADO COMUNAL". Ese ESTADO COMUNAL, no es otra cosa que una especie de antinomia con el propio marxismo, pues éste ve al gobierno del llamado ESTADO, como expresión clara de los intereses de la burguesía. El Estado, dentro de la concepción marxista, se manifiesta producto de la lucha de clases donde se impone el sector social económicamente más poderoso -es decir- la clase económicamente dominante.
Entonces ¿cómo explicar, eso del ESTADO COMUNAL?, hasta el momento, ningún portavoz del gobierno "bolivariano" lo ha hecho y sincerando semejante perversión, no es otra cosa que la depravación e inmoralidad de los que sustentan las políticas neoliberales para hacer lo de siempre: manipular a la masa desinformada.
En el texto de Engels, "El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado", escribió: "[…] el Estado no ha existido eternamente. Ha habido sociedades que se las arreglaron sin él". De igual manera Lenin, en la conferencia dada en la Universidad de Sverdlov en el año 1919, indicaba que: "[…] no siempre ha existido el Estado. Hubo un tiempo en que el Estado no existía. Este aparece en el lugar y en la época en que surge la división de la sociedad en clases, cuando aparecen los explotadores y los explotados". (Subrayado nuestro).
En un artículo de Joachin Hirsch reproducido por la revista "CHIAPAS" No 16 referido al poder y antipoder, acerca del libro de Jhon Holloway "Cambiar el Mundo sin Tomar el Poder" y refiriéndose al ESTADO indica lo siguiente: "El Estado es, de la misma manera que la mercancía y el dinero, expresión de la fetichización de las relaciones sociales. No es el espacio de poder sino la manifestación de las divisiones que caracterizan la sociedad capitalista. Para decirlo en términos de la teoría materialista, el Estado es parte de las relaciones de producción capitalistas y no externas a ellas; por lo tanto no puede ser un instrumento neutral. Cristaliza las divisiones e identificaciones que forman parte del poder instrumental. Entonces hay que deshacerse del fetiche del Estado en vez de adoptarlo. De esta manera se llega al cuestionamiento de la tradición del marxismo "científico" que, al positivizar la teoría marxista, cae en el fetichismo de la sociedad burguesa. Al quedar atrapado en el concepto instrumental de poder, lo reproduce en la teoría y en la práctica: la liberación se transforma en acción de vanguardias, no a través sino "para" los oprimidos, como espectáculo de un partido que lleva la etiqueta de "revolucionario" sin merecerlo en lo más mínimo". (Hirsch, Joachin. Revista "Chiapas" No. 16. Traducción del alemán por Katharina Zinsmeister. Pp. 146).
Es con esa piel del camaleón que la clase dominante (hoy boliburgueses) impulsan el Estado Comunal y encubrir el neoliberalismo y sus políticas hambreadoras, como enunciado del socialismo del siglo XXI.
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