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Del sentimiento complejo del pensar. Ideas sobre la cognición y la política

Enviado por Escamilla, Alex

Partes: 1, 2

    1. La imaginación: raíz común de nuestras facultades cognitivas
    2. La imagen como tecnoestética: emoción y discurso político
    3. Bibliografía

    "Naturaleza humana es el nombre de un proceso abierto,

    de un devenir, a la vez biológico y cultural, fisiológico y simbólico.

    Nuestra interioridad más profunda no está poblada de razones en bruto,

    ya sean benignas o malignas. Está poblada de razones simbólicas,

    mitológicas y mágicas."

    Edgar Morin

    Si como parece inevitable, la imaginación deviene indispensable para todo acto cognoscitivo, la imagen se convierte en pensamiento reflexivo –pre-lingüístico- conectándonos con las disposiciones somatosensoriales que, junto al resto de las capacidades cognitivas, componen una primera aproximación a esta extraordinaria emergencia evolutiva del pensar como homo sapiens sapiens. En esta apasionada búsqueda de respuestas sobre nuestra espontánea capacidad de comprender, las neurociencias están asumiendo el papel de toda la tradición fenomenológica, y permiten situarnos justo en el lugar exacto donde se produce la experiencia. El lugar de encuentro entre sujeto y objeto. Donde la mente piensa en (y con) el cuerpo la experiencia de estar vivos.

    Con el descubrimiento de los aprioris kantianos podemos dar por iniciada la propia teoría moderna del conocimiento. El giro fenomenológico necesario para pensar en las condiciones de posibilidad de la experiencia, que se producen al compartir un sensus communis. Una misma forma de sentir. Con el tiempo, la tradición fenomenológica ha ido influyendo a las distintas disciplinas humanas, y ahora, con los avances de las nuevas tecnologías, podemos hacernos las mismas preguntas sobre una realidad a la que nos aproximamos con mayor riqueza de detalles. Las neurociencias, gracias a su abanico interdisciplinar, permiten entender mejor nuestras acciones cognoscitivas dentro de una homeostasis biológica que incluye también lo social y su entorno. Porque pensar es un producto biológico, con un coste energético, y contextualizado en un ambiente que nos permite hacerlo. Más aún, en palabras del biólogo chileno Humerto Maturana, todo operar orgánico es conocimiento. Desde esta perspectiva hemos de considerar nuestra particular forma de conocer como un ejemplo más de otras formas de estar vivo. De igual manera, la estrategia de lo social, o incluso el lenguaje – aunque con distintos usos-, son técnicas de la naturaleza en las que se inscribe también lo humano, sin por ello restarle singularidad al linaje de los homínidos al que pertenecemos.

    Conocer algo significa interesarse por algo. Enfocar un objeto con la atención necesaria, movilizando toda nuestra biología para incorporarlo, comprenderlo esquemáticamente o incluso ser capaces de determinar sus reglas. Ese conjunto de notas que completan su definición. El interés nos traslada al dominio del sentir. Emociones y sentimientos, reguladores biológicos que nos conectan al mundo –interno y externo-, son los mecanismos que movilizan nuestro interés hacia algo. Y a la vez, son también los que reciben los estímulos producidos por toda actividad cognoscitiva – y por extensión, del vivir- que, necesariamente resulta indispensable para sobrevivir y alcanzar bienestar.

     

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