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La "década perdida" de la Unión Europea (página 10)

Enviado por Ricardo Lomoro


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(*) La progresión y el impacto de la crisis en estos cinco años, sigue la misma pauta que la de América Latina de los 80. Las causas son similares (aumento de liquidez que degenera en préstamos irresponsables y burbujas especulativas), las medidas adoptadas son similares (recorte del gasto público, aumento de la presión fiscal sobre las clases medias y bajas, e impunidad de los gestores irresponsables) y, lamentablemente, las consecuencias van en la misma dirección: más pobreza y más desigualdad.

Elogio de la clase media

"Prejuicios fósiles mantienen el desprecio por la clase media. Se la menciona con cierto pudor, porque no tiene límites claros y se la vincula con los rasgos mezquinos, crueles e insensibles de la burguesía y pequeña burguesía bien descriptos en poderosos textos de la literatura universal. Sin embargo, la realidad no es tan esquemática ni rígida. Ahora sabemos que la clase media no se reduce a sus defectos, porque defectos tienen todos los niveles.

Ya es hora de enaltecer sus virtudes, especialmente las de la clase media argentina, que llegó a ser la más importante y fértil de toda América latina. Nuestro país la desarrolló de forma excepcional. No hay otro donde haya alcanzado tanto desarrollo y gravitación en brevísimo tiempo, sobre un territorio distante y bastante desertificado…

De una generación a otra, la clase media no sólo acrecentaba su volumen, sino su protagonismo. Tanto en el campo como en las ciudades empezó a consolidar valores que operaron como semillas. Esos valores dieron sustento a tres culturas: la cultura del trabajo, la cultura del esfuerzo y la cultura de la honestidad. Había consenso en que nada llegaba gratis. Ningún derecho se obtenía sin la correlativa obligación. Era posible prosperar, pero sólo mediante la actividad intensa y correcta. La deshonestidad era tan mal vista que una familia dejaba de asomarse a la vereda si alguno de sus miembros cometía un delito.

No se estableció un paraíso bíblico, porque abundaron las excepciones. Pero predominaban las tres culturas mencionadas. En el optimista clima que reinaba dentro y fuera del hogar flotaba el anhelo del progreso. Una "sana" ambición, como se dice ahora, porque la ambición a secas ha comenzado a sonar como una disonancia. Era común la ambición de tener una vida digna, constituir familias sólidas, educar a los hijos, gozar de la cultura, ascender. No se aspiraba a fortunas enormes, sino a las que permitiesen lograr los objetivos irrefutables (maravillosos) de la vida digna, la familia sólida, la buena educación de los hijos y un razonable progreso. Los menciono con insistencia, porque son los caminos que deberíamos recuperar.

Por desgracia, esas tres culturas empezaron a ser derruidas en la primera mitad del siglo XX. La cultura del trabajo fue reemplazada por la de la mendicidad, la cultura del esfuerzo por la del facilismo y la cultura de la honestidad por la de la corrupción. Lo revela con una elocuencia insuperable el tango "Cambalache", compuesto en 1935, hace casi ochenta años. Tiene una estremecedora vigencia.

Todavía resuena la burla que entonces se hacía a los inmigrantes analfabetos que se apuraban por tener un "hijo dotor". Pese a las dificultades de todo orden, los tuvieron, y en gran cantidad. El estudio era un dato cotidiano, infaltable, obligatorio. Todos los niños debían ir a la escuela y una gran parte luego pasaban a establecimientos técnicos o colegios secundarios. Hasta en el servicio militar se debía educar a los conscriptos. Al mismo tiempo, crecieron las universidades con profesionales, docentes e investigadores que asombraron al planeta y hasta obtuvieron el premio Nobel. Era un ejército de gente admirable que, en su inmensa mayoría, por supuesto, se originaba en la clase media.

En aquella época de predominante clase media se aplaudía el mérito, se elogiaba la tenacidad. No se concebía consolar al que quedaba abajo haciendo descender al que llegaba arriba, porque significaba igualar hacia la fosa y quitar incentivos (nefasta política establecida más adelante). No se le tenía miedo ni desconfianza a la competencia, porque movilizaba los resortes del esfuerzo y mejoraba los resultados del conjunto. Era una mirada opuesta a la que vino después.

Los docentes estaban bien pagados. Eran "maestros" de verdad, no simples y aburridos "trabajadores de la educación". Se esmeraban por mejorar la calidad educativa. Recibían un gran respeto por parte de los alumnos y sus padres (no era concebible que sufrieran las agresiones de los últimos tiempos). Desempeñaban roles centrales en la vida social. Como parte de esa obsesión por el estudio brotaron centenares de bibliotecas públicas, pagadas, cuidadas y ensalzadas por la misma gente. En ese ámbito circulaban los fermentos del empeño y la decencia que caracterizaban a una clase media que no dejaba de crecer. Se multiplicaban los escritores, periodistas, dramaturgos y talentos artísticos en las bellas artes, la música y el teatro. Era una primavera larga, con los altibajos de la adolescencia que caracteriza a ese período, por supuesto.

En lugar de descalificarla -como hacen ideólogos arcaicos-, deberían desplegarse los proyectos que contribuyeran a convertir la clase media argentina en el lugar hacia donde se afanen por integrarse quienes sufren pobreza y desconsuelo. No es la clase media la que tiene que achicarse, sino la clase pobre y desposeída, que ya supera la mitad de nuestra población.

Los profesionales no obtienen una retribución equitativa a sus méritos o empeños. La educación declina. Ni una sola de nuestras universidades se menciona en el ranking de las cien mejores del mundo. Las certeras bofetadas del tango "Cambalache" no son tenidas en cuenta para superarlas. A la inversa, parecieran haberse convertido en una guía de mucha gente, en especial los versos que dicen "el que no roba es un gil" y "todo es igual". No todo es igual, aunque hacia allí impulsa un igualitarismo utópico que descalifica el trabajo, no honra el esfuerzo, calumnia la competencia y defiende a los corruptos…

Un grueso sector de la clase media está compuesto por las pymes. No es frecuente escuchar que se las tenga debidamente en cuenta. Son las proveedoras de muchísimos puestos de trabajo y esa virtud no es objeto de halagos entusiastas. En ellas se ejercen la imaginación y el músculo. No viven de la limosna ni de los subsidios. Funcionan en las ciudades grandes y pequeñas, en el campo y en los lugares más alejados del país. Pero sufren una impiadosa extorsión impositiva. El dinero que se les quita no se dirige a obras de infraestructura ni a una mayor eficiencia del Estado, sino para mantener un Estado elefante, voraz, ciego, irracional y caprichoso, que desperdicia sus riquezas en burocracia, amigos, ñoquis y punteros.

La clase media parece condenada hoy en día. Durante el "Rodrigazo" se publicó en el entonces diario La Opinión un artículo cuyo título se hizo famoso: "Réquiem para la clase media". Fue acertado. La clase media declinó tanto que ya ni es atractiva para los que buscan conseguir votos"…

De un "bi-bis", a los "ni-nis" ("¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?" – Cicerón – 55 AC)

Mi experiencia "bi"-nacional, está en camino de "doblar" la frustración, el dolor y el espanto, en un patético "bis". Por eso, y porque mis fuerzas ya flaquean, deseo dejarle a los ni-nis algunos interrogantes, con la esperanza que sean ellos los puedan dar respuesta (y si es posible -también, deseable- el debido escarmiento).

¿Por qué este engaño, práctica generalizada en (casi) todos los países avanzados, en (casi) todos los sectores económicos (transables y no transables), y en (casi) todas las mayores corporaciones globales?

¿Por qué dicen flexibilización y/o productividad y/o competitividad, cuando quieren decir mano de obra de usar y tirar y/o despido libre y/o salarios tercermundistas?

¿Cómo se le explica a alguien a quien se le permitió vivir aceptablemente bien y que ahora vive muy parcamente o simplemente mal, que nunca va a volver a vivir cómo vivió?

Esta crisis es la primera en la que las expectativas para su después no son las de volver a una situación mejor a la existente antes de que esta crisis comenzase.

En esta hora de post burbuja (antes que formen otra, y tengamos que volver a pagar sus pérdidas), ¿no habrá llegado la hora de hacer un acto de justicia y responsabilidad, y que cada palo aguante su vela?

¿Se puede salir de la crisis haciendo más grande el problema?

¿No han sido ya, demasiado los "polvos" (en todas sus acepciones), para estos lodos (en su interpretación más cenagosa)?

¿Cuánto tiempo más puede durar el asalto a la clase media y a los pobres por los intereses especiales de los ricos (procurando hacer sostenible lo insostenible)?

¿Puede ser que la "nueva pobreza" no tenga contestación social?

¿Es posible esperar de aquellos que "ni" estudian "ni" trabajan, alguna forma de reacción social? ¿Para cuándo el "estallido" social (esperable y deseable)?

¿O al final (como antes en Argentina y ahora en Europa, EEUU, o Japón), ganarán aquellos que los han condenado a No estudiar y No trabajar, volviendo a ganar logrando, esta vez (para mayor escarnio), que No piensen? IPhone, twists, drinks…

"Antes que sea demasiado tarde", vuelvan los jóvenes a releer al Maestro Sábato: "Tengamos en consideración entonces las palabras de María Zambrano: "No se pasa de lo posible a lo real sino de lo imposible a lo verdadero". Muchas utopías han sido futuras realidades"… luego, por favor, "piensen"… y "actúen" en consecuencia. Eso espero.

Paper Los "nuevos" pobres, de los países ricos (un relato trágico de la crisis) (II) (15/5/14)

Obertura

Los "nuevos" pobres son aquellos que no vieron venir la cachetada. Aquellos que se creyeron "predestinados" a ser más ricos que sus padres. Aquellos que "hipotecaron" la mitad de los ingresos familiares (o más) para vivir en una casa, muy por encima de sus posibilidades. Aquellos que "confiaron" en el empleo continuo y el ingreso creciente.

Dicen Alberto Minujin y Gabriel Kessler, en su libro "La nueva pobreza en la Argentina" – Temas de Hoy – 1995) que, "los "nuevos" pobres se parecen a los no pobres en algunos aspectos socioculturales, como el acceso a la enseñanza media y superior, el número de hijos por familia -más reducido que entre los pobres estructurales- etc.; y a los pobres de veja data, en los aspectos asociados a la crisis: el desempleo, la precariedad laboral, la falta de cobertura de salud, entre otros"…

No es fácil captar en toda su extensión las consecuencias que la pauperización de una parte considerable de la clase media (norteamericana o europea, en el caso que nos ocupa) tiene para aquellos que la sufren en carne propia como en la sociedad en su conjunto. Es que este hecho marca un punto de no retorno, el fin de un tipo determinado de sociedad.

Hasta no hace muchos años, los ciudadanos de Estados Unidos y los países miembros de la Unión Europea, habían formado una sociedad relativamente integrada, en la que una importante clase media había surgido como resultado de un proceso de movilidad social ascendente cuya continuidad no se ponía en cuestión. Desde 1989 (caída de muro de Berlín) en adelante, y ahora, luego de algo más de seis años de empobrecimiento masivo de la clase media, no hay duda de que estos países ya no son los mismos países.

El empobrecimiento de una parte importante de las clases medias de estos países (antes considerados "avanzados") no fue un acontecimiento natural ni una catástrofe inexorable, ni tampoco un hecho que pueda ser analizado en forma aislada. Fue el resultado de una serie de factores de orden externo e interno; un proceso para cuya comprensión sería necesario referirse a la poderosa transferencia de recursos del sector público hacia el sector privado, al endeudamiento público y privado, la pérdida de derechos sociales y la falta de una intervención estatal eficaz dirigida a los sectores más vulnerables.

Simultáneamente, se conformó la contracara indisociable del empobrecimiento masivo: la globalización, la privatización, la desregulación, la deslocalización, el libre movimiento de capitales y mercancías… la "nueva" riqueza, que alcanza su apogeo en gran medida en individuos y grupos económicos muy vinculados con el poder político.

En suma: el empobrecimiento fue (y sigue siendo) un hecho económico, un hecho social y un hecho político…

(Agosto 2013) Cuando el pasado se repite, y una gota de agua vuelve a pasar por el mismo sitio del río

Desde finales del año 2004 (cuando fue escrito el Paper anterior) hasta agosto de 2013 (cuando estoy redactando el nuevo Paper) han pasado casi 9 años (que se dice fácil)… y la situación del Estado de Bienestar Europeo ha ido a peor (aunque en aquel momento, hubiera parecido imposible). Ni en mis proyecciones más "conspirativas" lo suponía.

Al embate de la globalización, desregulación, privatización, libre movimiento de capitales, librecambio, deslocalización, se le ha unido (desde el año 2008, en adelante) el impacto de la crisis financiera (deuda privada), que luego se transformó en crisis económica (recesión, depresión), para volver a ser crisis financiera (deuda pública)… y componer un bucle depresivo en el que el Estado del Bienestar Social se transformó en un Estado del Malestar Ciudadano en el que los "únicos" beneficiados resultan ser los causantes de la crisis (sector financiero) y los gobiernos (serviles, lacayos y genuflexos), que los amparan, auxilian y sostienen, contra toda razón y justicia.

Aunque el "concepto" se insinuaba en los documentos neoliberales anteriores al 2005, el "fantasma" (espectro, fantoche, monigote, espantajo, mamarracho, esperpento…) de la "sostenibilidad" ("factor de sostenibilidad", como lo llaman los presuntuosos insensibles), ha tomado carta de ciudadanía durante el año 2013.

Ahora sí: en nombre de la "competitividad", se despide, se reducen los sueldos, se precariza el empleo, se impone el salario del miedo, se humilla, se paraliza a la sociedad y, en el nombre de la "sostenibilidad" se laminan la educación, la sanidad y el sistema de pensiones públicos. Hay que "tranquilizar" a los mercados. Lo demás es pecata minuta.

En la "guerra civil fría" ya sabemos quiénes han ganado y quienes pagarán la cuenta.

"Manos libres" (mi versión "conspirativa" de la historia, con los debidos respetos)

Después de veinticinco años residiendo en Europa, con toda humildad y respeto, me animo a decir que el Estado de Bienestar ha sido un "placebo" que EEUU y las grandes corporaciones multinacionales norteamericanas "prescribieron" a la sociedad europea occidental en 1945, para "evitar" el avance del comunismo por la vía electoral.

En la etapa posterior a la Segunda Guerra Mundial, en una Europa devastada y hambrienta, había que evitar que la URSS ampliara sus fronteras de cualquier manera. Plan Marshall (1947-1952), OTAN (1949)… y de ser necesario una política "socialdemócrata" (falsa), que no sentían como propia, ni los EEUU (que de hecho nunca aplicó en su territorio), ni los políticos de Europa Occidental (débiles y sumisos), ni sus empresas (desbaratadas y sin mercados), dispuestos a "postrarse" ante el amigo (y salvador) americano. En el simulacro participó hasta el Vaticano (Italia, DC, mafia).

El Estado del Bienestar (en alemán Wohlfahrtsstaat), Estado Benefactor o Estado Providencia (en inglés The Welfare State), es un concepto de las ciencias políticas y económicas con el que se designaba a una propuesta política o modelo general del Estado y de organización social, según la cual el Estado provee ciertos servicios o garantías sociales a la totalidad de los habitantes de un país.

Según Claus Offe, "El Estado de Bienestar ha sido el resultado combinado de diversos factores (…) El reformismo socialdemócrata, el socialismo cristiano, élites políticas y económicas conservadoras ilustradas, y grandes sindicatos industriales fueron las fuerzas más importantes que abogaron en su favor y otorgaron esquemas más y más amplios de seguro obligatorio, leyes sobre protección del trabajo, salario mínimo, expansión de servicios sanitarios y educativos y alojamientos estatalmente subvencionados, así como el reconocimiento de los sindicatos como representantes económicos y políticos legítimos del trabajo…". Bajo ese concepto -y comenzando en 1945- se implementaron en Europa Occidental las políticas socio económicas que llegaron a ser conocida como Estado del Bienestar moderno.

Karl Popper describe -en 1956- los logros de esa propuesta en los siguientes términos: "En ningún otro momento, y en ninguna parte, han sido los hombres más respetados, como hombres, que en nuestra sociedad. Nunca antes los Derechos Humanos y la dignidad humana, han sido tan respetados y nunca antes ha habido tantos dispuestos a hacer sacrificios por otros, especialmente por aquellos menos afortunados que ellos. Esos son los hechos"…. "quiero enfatizar que estoy al tanto de otros hechos. El poder todavía corrompe, incluso en nuestro mundo. Empleados públicos todavía se comportan a veces como amos descorteses. Todavía abundan dictadores de bolsillo… pero todo eso no se debe tanto a falta de buenas intenciones como a la falta de habilidad e incompetencia".

Popper continua: "Pero volvamos nuestra atención a asuntos más, importantes. Nuestro mundo libre a casi, si no completamente, eliminado los grandes males que han con anterioridad asediado la vida social de los hombres"… "Veamos lo que se ha logrado, no solo aquí en Gran Bretaña a través del Estado del Bienestar sino con algún método u otro en todas partes en el mundo libre"… y da la siguiente lista de lo que él considera -desde el punto de vista liberal – "los males que pueden ser resueltos o remediados por la cooperación social" ("The History of Our Time: an optimist"s view"):

La pobreza

Desempleo y formas similares de Inseguridad Social.

Enfermedad y dolor.

Crueldad penal.

Esclavitud y otras formas de servidumbre.

Discriminación racial y religiosa.

Falta de oportunidades educacionales.

Diferencias rígidas de clase.

La guerra.

El "lamento" de Popper

Si Popper resucitara en la Europa del 2013, constaría alarmado que de "los males que pueden ser resueltos o remediados por la cooperación social", solo se podría acreditar el haber evitado la guerra (y eso está por verse…). Lo demás, ha dejado de existir. Se terminó… No va más… Kaputt. Papá Estado ha sido asesinado por su hijo empresario.

A partir de 1989 (caída del Muro de Berlín y posterior "implosión" de la URSS) todos esos "derechos y garantías" sociales, han dejado de ser "útiles y necesarios" para el sistema capitalista occidental. A partir del "fin de la historia", según Fukuyama, el Estado de Bienestar deja de ser una barrera sanitaria europea "sostenible". Entonces, se instaura un capitalismo de "manos libres", flexible, competitivo, sin sobre costos.

Los europeos, después de dos (casi tres) generaciones de creer que su vida estaba resuelta desde la cuna hasta la tumba (aunque sea a costa de mantener una resignación bovina, pastueña, apesebrada, sumisa, borreguil… ¿quieren que siga?), ahora, tarde y mal, descubren que son unos pobres habitantes del Tercer Mundo, sin derechos sociales y sin asistencia de ningún tipo. La "teta" presupuestaria solo amamanta a Europa S.A..

Ni las empresas, ni los gobiernos, los necesitan más… se acabó la "sopa boba" asistencialista. El Welfare se "privatiza". El único Wohlfahrtsstaat que interesa es el del Estado (la casta política), y eso, pura y exclusivamente, para procurar el bienestar de las empresas (los amos del universo), que es de lo que se trata. Caen el "muro" y la máscara.

Los demás, en la puta calle… al pairo… y que cada cual aguante su vela. O sea. Lamento decirlo, pero aquel que no se haya preparado para esto, lo va a pasar muy mal…

Bye bye middle class (la ausencia de futuro)

En su libro, "El fin de la clase media y el nacimiento de la sociedad de bajo coste", Massimo Gaggi y Edoardo Narduzzi (Ed. Lengua de Trapo – 2006), sostienen:

Que la clase media está desapareciendo. Desde el siglo XIX fue la clase social que mantuvo el dique contrarrevolucionario y desempeñó un papel central en el desarrollo y sostenimiento del crecimiento económico. La clase media ha sido el caldo de cultivo de los profesionales y de aquéllos que con su esfuerzo y sus virtudes cívicas han contribuido al desarrollo de la sociedad industrial. Señalan Máximo Gaggi, subdirector del "Corriere della Sera", y Edoardo Narduzzi, ensayista y empresario en el sector de la alta tecnología, que el Estado moderno es fruto de la voluntad política de la clase media. Dicha clase encarna el espíritu del Estado de Bienestar cuyos primeros pasos son fruto del empeño de Bismarck a finales del siglo XIX. Sin embargo, es a finales de la Segunda Guerra Mundial cuando el gobierno conservador de Winston Churchill se adhiere al Plan Beveridge y crea una red de servicios sociales que van desde la educación a la sanidad pasando por el subsidio de paro y las pensiones. Esta red constituye el gran triunfo de una clase media que legitima el espacio democrático para su desarrollo y una perspectiva política que va más allá de los nacionalismos y que prepara el terreno para lo que con los años será la Unión Europea.

Tal como van mostrando Gaggi y Narduzzi a lo largo de estas páginas, "en apenas medio siglo el mercado ha creado una situación sustancialmente distinta". La presencia ostentosa de nuevos ricos es cada vez mayor, y mayor es también la sospecha de que su ingente dinero no es únicamente fruto del funcionamiento del mercado sino también de la evasión fiscal. A la par que aumenta el número de millonarios se detecta un aumento de los trabajadores no especializados y los pensionistas. Pero ni ricos ni pobres son la causa del progresivo debilitamiento que está sufriendo la clase media en Europa. El fenómeno es más complejo, y para exponerlo al lector, Gaggi y Narduzzi comienzan por trazar los cuatro rasgos más característicos que jalonan la pérdida de densidad de la clase media.

El primero de ellos se concreta en la aparición de "una aristocracia muy patrimonializada y acaudalada". Gran consumidora de bienes, sus miembros serían los vencedores de la ruleta de la innovación capitalista. El segundo rasgo radica en la consolidación de una elite de tecnócratas del conocimiento con rentas altas y con una notable capacidad de consumo. Dicha elite sería altamente inestable, casi nunca alcanzaría a la aristocracia acaudalada y con frecuencia caería hacia la clase baja. La tercera característica del nuevo fenómeno social se apreciaría en la aparición de "una sociedad masificada de renta medio-baja", a la que los servicios de bajo coste proporcionarían un acceso a bienes y servicios antes reservados a clases más acomodadas. Ikea o los vuelos a bajo coste ilustran a la perfección el consumo de esta nueva sociedad masificada e indiferenciada. Por último, el escenario de la desaparición de la clase media que plantean Gaggi y Narduzzi se completa con una clase "proletarizada" cuyo poder adquisitivo no iría más allá de los bienes de primera necesidad. Maestros, funcionarios de bajo nivel o divorciados formarían un grupo cada vez más próximo a poblaciones emergentes del Tercer Mundo.

La transformación social jalonada por las cuatro señales que para los autores marcan el desleimiento de la clase media, no sería, a pesar de todo, decisiva si no fuera porque el doble papel que jugaba la clase media no se hubiera ido al garete. Por un lado, su papel moderador, tanto del comunismo como del capitalismo más brutal y competitivo. Un capitalismo, añadamos nosotros, que ya no sería el del modelo renano sino el de ciertas prácticas anglosajonas. Por otra parte, habría que añadir la incapacidad de la clase media para mantener un nivel óptimo de demanda adicional de bienes de consumo capaces de garantizar economías de escala. Desaparecida la lucha de clases y globalizado el mercado, los productos se hacen infinitos e interclasistas. De este modo las empresas pueden recuperar en los mercados de Brasil o China las ventas perdidas en Alemania o Italia

En opinión de Gaggi y Narduzzi, el contraste entre una economía en plena expansión y la expansión de amplias masas de gente empobrecida no significa una contradicción sino una muestra más de lo que está ocurriendo. Cada vez son más numerosas las enfermeras a domicilio en Estados Unidos que cobran ocho dólares a la hora o cocineros que ganan siete, lo que viene a sumar mil o mil doscientos euros al mes. Cifra con la que se puede sobrevivir si no se tienen hijos, se vive en una población barata o se goza de una excelente salud que no requiera, por ejemplo, gastos de dentista. (En Estados Unidos, el número de personas sin cobertura sanitaria, excepto la básica y gratuita asegurada por el servicio público, sigue creciendo. En 2005 era de cuarenta y cinco millones de ciudadanos). Si a ese sueldo le añadimos un poco más, entonces ya se puede entrar en los servicios de bajo coste. Skype, Wal-Mart o Ryanair ejemplifican las nuevas empresas que coronan al consumidor de nueva generación y que nada tiene que ver con el comprador de Ferrari, Bang and Olufsen, Versace o Cartier.

El progresivo adelgazamiento de la clase media no ha seguido, para nuestros autores, un proceso homogéneo. Su transformación se ha adaptado a tres modelos. El primero estaría representado por la sociedad norteamericana. Un ámbito caracterizado por una considerable movilidad social y por la polarización de rentas y patrimonios. El segundo correspondería al modelo escandinavo. Alta calidad del servicio público y formas de flexibilidad del mercado de trabajo, en un ámbito social en el que la distancia entre las rentas más altas y más bajas no resulta desmesurada. El tercer modelo se incardina en las sociedades asiáticas emergentes. Singapur, Taiwán y algunas ciudades chinas ilustran espacios sociales caracterizados por sus élites poderosas, tan bien descritas por Charles Wright Mills, superpuestas a una clase "unificada y conforme" espacios en los que las reglas se imponen desde arriba respetando, eso sí, la tradición. Para los autores en ninguno de estos tres contextos existe la clase media. El desarrollo económico es intenso y va acompañado de una reorientación de valores y de estilos de vida nuevos.

Tras describir un mundo en el que la clase media se derrumba -la Unión Europea resiste a la baja el desmoronamiento de lo que fue su columna vertebral-, Gaggi y Narduzzi tratan de plantear un boceto de lo que será el gobierno de la sociedad posclase media. Tarea que ellos mismos reconocen difícil porque con una realidad social cada vez más magmática mejorar para todos las condiciones de vida y la igualdad de oportunidades es de enorme complejidad. Lo cierto es que tanto el consumidor como el elector se orientan cada vez más en las sociedades occidentales por los deseos de lo que los autores denominan las aspiraciones de la "clase de masa", una amalgama en la que los intereses del votante son móviles, abiertos y tienden a interpretar el presente y el futuro a través de su propia agenda. En esta sociedad "desclasificada", la sostenibilidad del llamado modelo social europeo plantea una pregunta que este libro no acaba de responder: ¿Durante cuánto tiempo se podrá mantener un modelo que tiene una evidente dificultad para generar desarrollo económico e innovación tecnológica al ritmo que marcan China o Estados Unidos?…

Paper La crisis del empleo de los jóvenes (una generación -tal vez, dos- entre paréntesis) Parte II (15/5/14)

¿Será posible que el único futuro sea el presente?

¿Cómo decirlo sin ofender?… Les están engañando. Les llevan engañando décadas.

(…)

Ustedes eligen…

Formar parte del porcentaje descendente de jóvenes empleados o luchar.

Formar parte del porcentaje creciente de jóvenes desempleados o luchar.

Seguir compartiendo la persistencia de la pobreza entre casi el 56 por ciento de los trabajadores jóvenes o luchar.

Formar parte de los jóvenes desempleados (85 millones), o de los jóvenes trabajadores pobres (300 millones a nivel de US$ 2 al día), o de los jóvenes desalentados (estimado grosso modo en 20 millones), o luchar.

Formar parte de más de la tercera parte de la población juvenil que sufre de un déficit de oportunidades de trabajo decente o luchar.

Conseguir un puesto de trabajo donde las condiciones laborales tienden a estar por debajo de lo que se considera "decente y productivo" o luchar.

Estar más expuestos a largas jornadas de trabajo, a contratos temporales o informales con bajos salarios, una protección social escasa o inexistente, y a no tener voz en el trabajo o luchar.

Aceptar la sensación de vulnerabilidad, inutilidad y ociosidad que la incapacidad de encontrar trabajo genera o luchar.

Continuar aceptando que la posibilidad de estar desempleado triplique a la de los adultos o luchar.

Ser uno de cada tres integrantes de la población juvenil mundial (de 1,1 mil millones de personas entre 15 y 24 años) que está buscando trabajo sin éxito o luchar.

Ser de los jóvenes desempleados que conforman casi la mitad (43,7 por ciento) del total de los desempleados del mundo, a pesar que son sólo 25 por ciento de la población en edad de trabajar o luchar.

Ser alguno de los 125 millones de jóvenes trabajadores pobres (lo que significa que más del 20 por ciento de los jóvenes empleados vivían en un hogar donde había menos de US$ 1 al día por persona en el 2005) o luchar.

Seguir tolerando que se les ignore en las estrategias nacionales para reducir la pobreza y en la promoción del desarrollo sostenible o luchar.

Prolongar el desaliento y la vulnerabilidad que produce el estar desempleado por un largo tiempo, así como el difícil proceso de reintegrarse a la fuerza laboral, con el peligro de sentirse inútil y de distanciarse de la sociedad o luchar.

Formar parte del porcentaje de los jóvenes que se retirarán del mercado de trabajo y ni siquiera buscarán trabajo más o luchar.

Formar parte del porcentaje de jóvenes que ni trabajan ni estudian, inutilizando una buena parte del potencial laboral de la población o luchar.

Soportar una posición de debilidad no solamente como trabajadores, sino también como agentes de cambio; no poder ejercer sus derechos de ciudadanos porque tienen derechos limitados como trabajadores o no tienen derechos; no poder darle a sus hijos y dependientes un mejor futuro porque no ganan lo suficiente para levantarse de la pobreza junto con su familia; no poder esperar una seguridad de ingreso a medida que ejercen porque no tienen acceso a la protección social o luchar.

Consentir que la vulnerabilidad de los jóvenes en el mercado de trabajo pueda resultar en la pérdida de su autoestima, la exclusión social, el empobrecimiento, el ocio, la potencial atracción hacia actividades ilegales y finalmente sentimientos de frustración con su situación y al apuntamiento de sus frustraciones a la sociedad que las creó o luchar.

Formar parte de los jóvenes que trabajan en condiciones insatisfactorias, determinadas por cualquier número de características cualitativas (horas, remuneración inadecuada, mal uso de sus habilidades, falta de seguridad, falta de beneficios…), y caer bajo la muy amplia categorización de "jóvenes subempleados" y, por lo tanto constituir una parte de los jóvenes que caen dentro del déficit de oportunidades de trabajo decente o luchar.

Ser alguno de los jóvenes trabajadores pobres -125 millones de jóvenes al nivel de US$ 1 al día en 2005, o 22,7 por ciento de los jóvenes empleados- quienes debido al rendimiento remunerativo inadecuado de su trabajo fácilmente clasificarían como jóvenes que no tienen oportunidades de trabajo decente o luchar.

Regresar a la Edad Media "entonando" la "Oda al despido libre" según la música del Club de Bilderberg, la Trilateral Commission, el Council of Foreign Relations o el Foro Económico Mundial (Davos) y la letra de la OCDE, el FMI, el BM, o la OMC o luchar.

Aceptar la hipocresía (incluida en la música y letra de la Oda al despido libre) de que una legislación de protección del empleo menos estricta facilita el que los empresarios contraten a más trabajadores, mejorando las oportunidades laborales de aquellos grupos que tienen dificultades de acceso al mercado laboral, tales como los jóvenes o las mujeres o luchar.

Consentir la falsedad (incluida en la música y letra de la Oda al despido libre) de la necesidad de incrementar la "flexibilidad laboral" y el uso de horarios laborales "no normalizados", incluidos el aumento del empleo a tiempo parcial, el trabajo fuera de los horarios laborales usuales y horarios laborales variables o luchar.

Tolerar la ficción (incluida en la música y letra de la Oda al despido libre) de que las políticas de estimulación en el mercado laboral serían más eficaces si se atacasen los obstáculos a la demanda, por ejemplo, creando un entorno de apoyo a la política macroeconómica, estimulando la competencia en el mercado de bienes o flexibilizando las normativas de empleo excesivamente rígidas o luchar.

Soportar la afrenta (incluida en la música y letra de la Oda al despido libre) de que una forma de fomentar la motivación laboral consiste, simplemente, en recortar las prestaciones y su duración o luchar.

Admitir las medidas (incluidas en la música y letra de la Oda al despido libre) que potencien horarios de trabajo flexible y el trabajo a tiempo parcial -aplicados mediante convenios entre empresarios y trabajadores- en la "ridícula fantasía" de que pueden contribuir a crear una mayor elección para los trabajadores en relación con los horarios laborales y a promover la participación de ciertos grupos, tales como los padres jóvenes o los viejos trabajadores o luchar.

Conformarse con el dogma (incluido en la música y letra de la Oda al despido libre) de que una legislación demasiado estricta obstaculizará la movilidad laboral, reducirá la eficacia dinámica de la economía y restringirá la creación de empleo o luchar.

Transigir con la doctrina de la "flexiseguridad" (incluida en la música y letra de la Oda al despido libre) como un enfoque que facilita la contratación y el despido al tiempo que proporciona servicios de reinserción laboral eficaces y rentas de ayuda a quienes pierden su empleo o luchar.

Resignarse a que las negociaciones salariales tanto centralizadas como descentralizadas (incluidas en la música y letra de la Oda al despido libre) dan mejores resultados en términos de empleo que las negociaciones a escala sectorial o luchar.

Aceptar que el crecimiento económico mundial no se traduzca en la generación de empleos de calidad necesarios para avanzar en la reducción de la pobreza o luchar.

Admitir que la mitad de los trabajadores no obtengan suficientes ingresos para superar, ellos y sus familias, el umbral de la pobreza, que se cifra en dos dólares de los Estados Unidos al día o luchar.

Consentir que la cuestión de la seguridad en el empleo y de los ingresos de los trabajadores del mundo no haya sido una prioridad en el momento de diseñar las políticas o luchar.

Tolerar que para millones de trabajadores, los nuevos empleos apenas proporcionen ingresos que permitan superar el nivel de pobreza, o bien se encuentren muy por debajo de lo que cabría calificar de trabajo satisfactorio y productivo o luchar.

Convivir con la inseguridad personal que genera la relocalización o luchar.

Admitir el argumento de que la globalización traerá beneficios a largo y corto plazo para todos, mientras se acaba de perder el trabajo a causa de la globalización o luchar.

Aceptar que los mediáticos gurúes les impongan las tendencias decidiendo por ustedes cómo tienen que vestirse, dónde invertir, qué y dónde comer, cómo deben vivir, pensar, sentir y votar o luchar.

Resignarse a que el mercado -a través de la seducción publicitaria asociada a esa caja amplificadora que son los medios de comunicación– mande, asuma una verdad, imponga ideas y tendencias sobre cómo se debe pensar, sentir y vivir o luchar.

Ser cómplice (por acción u omisión) de la proyección de las tendencias actuales, que anticipan que para el año 2050 la humanidad estará usando dos veces el valor de los recursos naturales del planeta, en caso de que estos recursos siguieran existiendo o luchar.

Ser colaborador (por acción u omisión) en el robo de los recursos del planeta a nuestros descendientes, consumiendo mucho más de lo que podemos, o luchar.

Continuar con la actividad humana (por acción u omisión) que está desencadenando cambios sin precedentes en varios millones de años o luchar.

Acelerar (por acción u omisión) el cambio climático que podría reducir el crecimiento económico mundial en una quinta parte o luchar.

Encubrir (por acción u omisión) el riesgo de que hasta 200 millones de personas puedan convertirse en refugiadas en la medida que sus hogares sean golpeados por las sequías o las inundaciones o luchar.

Seguir bailando en la cubierta del Titanic hasta que choque con el iceberg, creyendo que los botes salvavidas alcanzaran para alguien más que los ricos y los hijos de los ricos o luchar.

Ser hijos de la televisión, entrenados para contemplar la vida en lugar de hacerla, y encogerse de hombros o luchar

Convencerse de que la servidumbre es vuestro destino y la impotencia vuestra naturaleza: admitir de que "no se puede" decir, "no se puede" hacer, "no se puede" ser o luchar…

(Günter Grass, Mi siglo, 1999, Alfaguara): "1932. Tenía que ocurrir algo. En cualquier caso, las cosas no podían seguir así, con decretos de urgencia y elecciones continuas. Sin embargo, en principio, hasta hoy no ha cambiado mucho. Bueno, estar sin trabajo entonces y parado ahora no es exactamente lo mismo. En aquella época no se decía "estoy sin trabajo", sino "voy a que me estampillen". Por alguna razón, eso parecía más activo. La verdad es que nadie quería reconocer que no tenía trabajo. Se consideraba una vergüenza. En cualquier caso, cuando en el colegio o en la catequesis me preguntaba el reverendo Watzek, yo decía: "Mi padre va a que lo estampillen", mientras que mi nieto dice ahora tranquilamente: "Vivo del subsidio". Es verdad, cuando Brüning estaba en el poder, eran unos seis millones, pero ahora estamos otra vez en cinco, bien contados. Por eso hoy se escatima el dinero y se compra sólo lo más necesario. En principio, las cosas no han cambiado. Sólo que en el treinta y dos, cuando llevaba ya tres inviernos yendo a que lo estampillaran, a Padre hacía tiempo que lo estaban descontando, y le reducían la asistencia social cada dos por tres. Tres marcos con cincuenta a la semana cada vez. Y como mis hermanos iban los dos a que los estampillaran, y sólo mi hermana Erike, vendedora en Tietz, traía a casa un verdadero salario, Madre no llegaba a reunir siquiera doscientos marcos semanales para la casa. Eso no bastaba en absoluto, pero en nuestra vecindad ocurría lo mismo en todas partes. ¡Ay de quien agarraba la gripe o lo que fuera! Sólo por el certificado había que apoquinar cincuenta pfennigs. Echar medias suelas a los zapatos abría un agujero en las finanzas. El carbón comprimido costaba unos dos marcos el quintal. Sin embargo, en las cuencas los montones aumentaban. Naturalmente, estaban vigilados, estrictamente además, con alambre de espino y perros. Y el colmo eran las patatas de invierno. Tenía que ocurrir algo, porque el sistema entero estaba podrido. En principio, hoy ocurre lo mismo. También las esperas en la oficina de empleo…

Bueno, las cosas no son ahora tan malas, aunque pueden empeorar. En cualquier caso, entonces había algo así como el servicio social para los llamados desempleados de la beneficencia. En nuestro caso, en Remscheid, tenían que apencar en la presa, construyendo caminos. Padre también, porque vivíamos de la beneficencia. En aquella época, como los caballos eran demasiado caros, enganchaban a unos veinte hombres a una apisonadora de no sé cuántos quintales y, a la voz de "¡arre!", arrancaban. A mí no me dejaban ir a mirar, porque Padre, que en otro tiempo fue maquinista jefe, se avergonzaba ante su hijo. Sin embargo, en casa lo oía llorar cuando en la oscuridad, estaba echado junto a Madre. Ella no lloraba, pero al final, poco antes de la toma del poder, no hacía más que decir: "Peor no puede ser". Una cosa así no puede pasarnos hoy, he dicho a mi nieto, para tranquilizarlo, cuando se dedica como siempre a hablar mal de todo.

-Tienes razón -me respondió el rapaz-, por muy mal que esté lo del trabajo, las acciones en la Bolsa no hacen más que subir".

Paper – El adiós europeo al Estado del Bienestar: la "sociedad participativa", el "gasto social privado", la "gran sociedad", y demás experimentos de laboratorio (¿otra vez el triunfo de la ideología sobre la razón?) (Parte I) (17/7/14)

El eclipse de la razón (…y la ignorancia obstinada es ideología)

"Sin duda, la Segunda Gran Recesión -el nombre que damos a la crisis financiera que a finales de la década pasada se propagó prácticamente por todo el mundo- tendrá un profundo efecto sobre la economía, en particular sobre el estudio de las relaciones entre mercados financieros y economía real"… (Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, autores del libro "Esta vez es distinto" – El País – 5/6/11)

"Toda sociedad se aferra a un mito y vive por él. El nuestro es el del crecimiento económico. Las últimas cinco décadas la persecución del crecimiento ha sido el más importante de los objetivos políticos en el mundo. La economía global tiene cinco veces el tamaño de hace medio siglo. Si continúa creciendo al mismo ritmo, será 80 veces en el año 2100. Este extraordinario salto de la actividad económica global no tiene precedentes en la historia. Y es algo que no puede estar más en desacuerdo con la base de recursos finitos y frágil equilibrio ecológico del que depende para su supervivencia. Y ya ha venido acompañado de una degradación estimada de un 60% de los ecosistemas del mundo.

La mayor parte del tiempo, evitamos la realidad de estos números. El crecimiento debe continuar, insistimos. "¡Acumulad!, ¡acumulad!, es lo que dicen Moisés y todos los profetas", como dijo Karl Marx… Las razones por esta ceguera colectiva son fáciles de encontrar. El capitalismo occidental se basa de forma estructural en el crecimiento para su estabilidad. Cuando la expansión se tambalea, como ha pasado recientemente, los políticos entran en pánico. Los negocios batallan por sobrevivir. La gente pierde sus trabajos y en ocasiones sus viviendas. La espiral de la recesión es una amenaza. Cuestionar el crecimiento se toma como un acto de lunáticos, idealistas y revolucionarios.

Ahora, cuestionarlo es un deber. El mito del crecimiento infinito ha fracasado, ha fracasado para 2.000 millones de personas que viven con menos de US$2 al día. Ha fracasado para el frágil sistema ecológico de cuya supervivencia depende. Ha fracasado, espectacularmente, en sus propios términos, para proveer estabilidad económica y asegurar la vida de las personas. La prosperidad para unos pocos, basada en la destrucción medioambiental y la persistente injusticia social, no es fundamento para una sociedad civilizada"… "El mito del crecimiento económico infinito es un fracaso" (Tim Jackson – Universidad de Surrey – BBCMundo – 29/9/11)

"Pensar es aprender de nuevo a ver, dirigir la propia conciencia, hacer de cada imagen un lugar privilegiado. No queremos ver más allá de nuestra necesidad inmediata, como solucionarla, sin meditar las consecuencias. Consecuencias a menudo desconocidas porque nos hemos negado a aprender, a asimilar conocimientos existentes, experiencias vividas, a sacar lógicas conclusiones y a actuar al calor de ellas. Es significativo que el pensamiento de nuestra época sea a la vez uno de los más impregnados de una filosofía de la no significación del mundo y uno de los más desgarrados en sus conclusiones. Desgarro producido por esa incapacidad de la sociedad en encontrar su camino.

Es de nuevo el mito de Sísifo. El legendario rey condenado a subir la empinada ladera del monte, empujando cuesta arriba con sudor y sufrimiento permanente el pesado pedrusco, el cual acababa rodando de vuelta hasta el llano antes de alcanzar la cumbre. No tenía más remedio que hacerlo remontar una y otra vez, para volverse a despeñar siempre, una vez tras otra, hasta el fin de los tiempos. Tiempos finales a los que nos vamos aproximando cada vez más rápidamente con cada escalada.

No hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza. Una parábola de esta sociedad absurda donde vivimos para trabajar, incapaces de trabajar para vivir, y menos para gozar. Donde el objetivo es producir más, a menudo no mejor, acumular más bienes absurdos y consumir absurdamente cultura basura, tanto o más que comida basura u ocio basura, sin más placer que la mera engullición y el disfrute basura.

Tengo, pues, mis motivos para decir que el sentimiento de lo absurdo no nace del simple examen de un hecho o de una impresión, sino que brota de la comparación entre un estado de hecho y cierta realidad, entre una acción y el mundo que la supera. Lo absurdo es esencialmente un divorcio entre nuestros actos y sus consecuencias, entre lo que nos gustaría y lo que nos ocurre, entre el pensamiento económico que parece y no es, y el que debería ser"… El suicidio filosófico de la economía según Camus (José M. de la Viña – El Confidencial – 10/11/11)

Recordando a Pablo Neruda podría decirles que: "puedo escribir los versos más tristes esta noche".

Si algo "envidiaba" de Europa, hace, tal vez, cuarenta años (cuando aún vivía en la lejana, remota, falaz, y fugaz Argentina, era su "socialdemocracia", su "estado del bienestar", su justa y razonable "distribución de las riquezas", su "equilibrio social", su "igualdad de oportunidades", su "paz social"…

Si algo me "inspiró a emigrar" a Europa (exilio voluntario), hace ya veinticinco años, fue ese modelo de socialdemocracia, comunitario, responsable, participativo, amplio, generoso, solidario, equilibrado, incluyente, redistributivo, ético, justo… donde deseaba ver crecer a mis hijas y ver nacer a mis nietos, en un espacio de unión económica con un desarrollo armónico, previsible y sostenible…

Creía haber visto el futuro, y que funcionaba. Estaba en el corazón de la vieja Europa.

Que equívoco más grande. Hoy (octubre 2013) el sueño europeo se ha transformado en una pesadilla (desastre económico) y el despertar, en un infierno (catástrofe social). El sufrimiento humano derivado de la crisis es tanto o mayor que en los Estados Unidos, donde nunca existió (ni se le espera) un estado del bienestar equivalente. Hoy, al riesgo de colapso, podemos agregar un desastre impecable. Más que un proyecto acabado de Unión, podemos decir (con gran dolor), que estamos presenciando el final anunciado de un proyecto comunitario.

Todo eso ha quedado barrido por el tsunami de la mayor crisis económico-financiera vivida por EEUU, con réplica en Europa, desde los años 30. Ahora (seis años después del inicio de la depresión) estamos viviendo la post guerra de una guerra librada con armas financieras de destrucción masiva, disparadas desde frentes instalados en lujosos despachos de bancos, agencias bursátiles, fondos de inversión, fondos de cobertura,… por audaces aventureros especulativos, que han utilizado el capital de los ahorristas desprevenidos e incautos, para abatirlos con su propio fuego.

La Real Academia define el término "recuperación" como la acción y efecto de recuperar o recuperarse. Obvio. Pero precisa en una segunda entrada que algo se recupera cuando vuelve a tomar o adquirir "lo que antes tenía". Sería absurdo pensar que la recuperación de la economía europea va a devolver a los países miembros a los niveles previos a la crisis.

En el mejor de los casos, Europa saneará su economía, ajustará sus grandes desequilibrios y volverá al crecimiento, incluso de una manera robusta. Hasta la devastada Europa de 1945 salió de la tragedia. Pero los países que salgan de esta crisis serán muy distintos. Muy parecido a lo que Ulrich Beck denominó -ya en 1986- la sociedad del riesgo. Y todavía el muro no había caído.

¿Y qué es la sociedad del riesgo? Pues aquella en la que lo relevante ya no es la distribución de la riqueza, sino la producción de bienes y servicios de forma suficiente para financiar un determinado nivel de vida. Algo que, en última instancia, dependerá de su capacidad de adaptación en una economía globalizada.

Lo que se ha roto son las certezas y el mundo previsible. El mundo de la seguridad, del que hablaba Stefan Zweig. Hasta hace bien poco, se pensaba que los avances técnicos -y su corolario en términos de productividad- serían suficientes para lograr el progreso social. Hoy ya no es así.

Mientras que en la sociedad industrial o de clases la cuestión social giraba en torno a cómo repartir la riqueza producida de forma colectiva (y la historia del siglo XX refleja hasta qué punto la lucha entre los diferentes agentes económicos fue encarnizada), en la nueva sociedad del riesgo se seguirá produciendo de una manera desigual, pero su volumen ya no estará garantizado. Y es aquí cuando surge lo que ha venido a definirse como los "nuevos pobres". O la nueva pobreza, como se prefiera. Un fenómeno en el que se ven envueltos nuevos colectivos que antes se consideraban protegidos contra las inclemencias económicas: profesionales, empleados públicos, pensionistas, parados de larga duración o estudiantes con dificultades para su inserción laboral.

Antes el trabajador era necesario para que algunos ganaran, ahora hay gente que gana sin necesidad de que nadie trabaje para ellos. El resultado de esta situación es una profunda desigualdad. Que no solo alcanza a los parados, sino también a una gran parte de los trabajadores asalariados.

"Aparentemente, cuando el banco de inversión estadounidense Lehman Brothers colapsó en 2008 y detonó la peor crisis financiera desde la Gran Depresión, se formó un amplio consenso sobre la causa de la crisis. Un sistema financiero inflado y disfuncional había asignado incorrectamente el capital y, en vez de gestionar el riesgo, lo creó. La desregulación financiera -junto con el dinero barato- contribuyó a una excesiva toma de riesgos.

Cinco años más tarde, mientras algunos se felicitan a sí mismos por evitar otra depresión, nadie en Europa o Estados Unidos puede afirmar que la prosperidad ha regresado. La Unión Europea recién está emergiendo de la recaída en la recesión (y, en algunos casos, de una doble recaída), mientras que algunos estados miembros están en depresión. En muchos países de la UE, el PBI se mantiene por debajo, o insignificantemente por encima, de los niveles previos a la recesión. Casi 27 millones de europeos están desempleados.

Algo similar ocurre en Estados Unidos: 22 millones de personas que desean un empleo a tiempo completo no logran encontrarlo. La tasa de actividad en la fuerza de trabajo estadounidense ha caído a niveles que no se veían desde que las mujeres comenzaron a ingresar al mercado laboral en forma masiva. El ingreso y la riqueza de la mayoría de los estadounidenses se encuentran por debajo de niveles que habían registrado mucho antes de la crisis. De hecho, el ingreso típico de un trabajador masculino a tiempo completo es menor que hace más de cuatro décadas…

Otros problemas continúan sin ser tratados y algunos han empeorado. El mercado hipotecario estadounidense aún sigue conectado a un respirador: el gobierno ahora asegura más del 90% de las hipotecas y la administración del presidente Barack Obama ni siquiera ha propuesto un nuevo sistema que garantizaría préstamos responsables con términos competitivos. El sistema financiero se ha concentrado aún más, algo que exacerbó el problema de los bancos que no solo son demasiado grandes y están demasiado interconectados y correlacionados para caer, sino que también son demasiado grandes para ser gestionados y responsabilizados. A pesar de un escándalo tras otro, desde lavado de dinero y manipulación del mercado hasta discriminación racial en los créditos y ejecuciones ilegales de hipotecas, ningún funcionario de alto nivel ha sido responsabilizado; cuando se impusieron sanciones financieras, fueron mucho menores de lo necesario, no fuera a ser que las instituciones sistémicamente importantes pudieran verse en peligro.

Las agencias de calificación de crédito han sido declaradas responsables en dos juicios privados. Pero también en este caso lo que pagaron fue una fracción de las pérdidas que causaron sus acciones. Algo más importante aún, el problema subyacente –un sistema de incentivos perversos en el que reciben dinero de las empresas a las que califican– aún debe cambiar.

Los banqueros presumen de haber pagado totalmente los fondos de rescate del gobierno que recibieron cuando comenzó la crisis. Pero nunca parecen mencionar que cualquiera que hubiera recibido enormes créditos gubernamentales a tasas de interés cercanas a cero podría haber ganado miles de millones con el mero hecho de prestar nuevamente ese dinero al gobierno. Tampoco mencionan los costos impuestos al resto de la economía -una pérdida acumulada del producto en Europa y EEUU que supera largamente los $ 5 billones.

Mientras tanto, resultó que quienes sostuvieron que la política monetaria no sería suficiente estaban en lo cierto. Sí, todos fuimos keynesianas, pero por demasiado poco tiempo. El estímulo fiscal fue reemplazado por la austeridad, con efectos adversos predecibles -y predichos- sobre el desempeño de la economía.

Hay en Europa quienes están contentos porque la economía puede haber tocado fondo. Con el regreso del crecimiento del producto, la recesión -definida como dos trimestres consecutivos de contracción económica- oficialmente ha terminado. Pero, sin importar cómo se la mire en busca de resultados significativos, una economía en la cual los ingresos de la mayoría de la gente se encuentran por debajo de sus niveles previos a 2008, aún está en recesión. Y una economía en la cual el 25 % de los trabajadores (y el 50 % de los jóvenes) están desempleados -como ocurre en Grecia y España– continúa deprimida. La austeridad ha fracasado y no hay perspectivas de un pronto regreso al pleno empleo (no sorprende que las perspectivas para Estados Unidos, con su versión más limitada de la austeridad, sean mejores).

El sistema financiero puede ser más estable que hace cinco años, pero eso implica un bajo listón: en ese momento, se tambaleaba al borde del precipicio. Quienes se felicitan a sí mismos en el gobierno y el sector financiero por el regreso de los bancos a la rentabilidad y las tibias -aunque difíciles de conseguir- mejoras regulatorias, deben centrarse en lo que todavía resta por hacer. Solo un cuarto del vaso está, como mucho, lleno; para la mayor parte de la gente, las tres cuartas partes están vacías". Cinco años en el limbo (Joseph E. Stiglitz – Project Syndicate – 8/10/13)

En nombre de una austeridad unilateral (aplicada sobre los sectores más débiles de la sociedad), proclamada y no practicada por la casta política (amoral y corrupta), las grandes corporaciones (subvencionadas y protegidas por el estado), los bancos quebrados (rescatados con dinero público) y sectores ricos de la sociedad (que han salido beneficiados con la crisis), han "denunciado" el contrato social, con total frialdad, indiferencia, arrogancia, ignominia, imprudencia, insensibilidad y osadía.

El pago de la deuda soberana se ha garantizado con la expropiación de los fondos necesarios para atender la deuda social, bajo la bendición de los acreedores, previamente rescatados de la quiebra con dinero de los contribuyentes, que vuelven a ser expoliados (reiteradamente), para "salvar" la crisis de la deuda.

Para preservar el "cielo" de la deuda han condenado al "infierno" a los grupos más vulnerables de la sociedad. Se ha asegurado la "tranquilidad" de los mercados, con la "paz" de los cementerios (donde ha sido enterrado el Estado del Bienestar). Sin haber celebrado su funeral, siquiera. Eso es lo que sucede cuando se desprecia el pensamiento. Eso es hacer un pan como unas hostias.

Europa (y ya no digamos los EEUU) ha dejado de ser una "comunidad" autogobernada y responsable frente a los deseos de sus ciudadanos, para transformarse en un imperio incontrolable dominado por banqueros y corporaciones, y los políticos que les pertenecen. Los ciudadanos (contribuyentes) están siendo tratados como meros siervos de la gleba y los gobiernos se han convertido en simples sirvientes del poder económico.

La deuda excesiva de los gobiernos ha sido causada por el rescate de los bancos quebrados (pretendidamente sistémicos), y no por políticas de gasto público para sostener un sistema de bienestar social exagerado o demagógico. Y ahora se quiere resolver (garantizar) su pago (sin juzgar y condenar, al menos, a los culpables de la quiebra privada y pública, ni crear los mecanismos necesarios para evitar la repetición de la crisis), desarmando un estado de bienestar (justo y necesario) que ha costado más de medio siglo de luchas sociales y sacrificios a los trabajadores.

De la "socialización" (estatalización) de las perdidas privadas (bancos y otros especuladores financieros quebrados), pasamos a la "mutualización" de la amortización de la deuda soberana (devenida del rescate) por la vía del "expolio" de los sistemas de pensiones, salud y educación pública.

A los líderes políticos que "padecemos" podría llamarles inmorales, deshonestos, corruptos, arrogantes, irresponsables, vanidosos, frívolos, sectarios… pero vamos a dejarlo en "imprudentes" (porque son incapaces de intentar -al menos- salvar su propia supervivencia de casta). Están tratando a los ciudadanos como súbditos, y eso es muy grave, y puede tener consecuencias catastróficas imprevisibles (animosidad en aumento, conflictividad social y rebelión cívica). Sin descartar el paso previo (y merecido) de una rebelión fiscal en toda regla, que vaciaría las arcas del estado plutocrático, prebendario y venal. Fin del juego.

Por ahora, ya llevan cosechado el fruto más perverso de una democracia: la fractura social. Y me extraña que tenga que ser un "invitado" extranjero (con 25 años de residencia en Europa) quien les deba recordar los peligros de dividir a la sociedad. Se está jugando con la familia, con la seguridad, con el futuro, y eso es peligrosísimo, porque esos sentimientos son muy sensibles al radicalismo.

No hay otra salida para Europa que volver a establecer un consenso en torno al cumplimiento de los Derechos Humanos contenidos en el Preámbulo y los 30 artículos de la solemne Declaración de 1948 y demás documentos que los desarrollan. Esa opción exige hacer de los planteamientos económicos puros conceptos instrumentales sometidos al desarrollo de la gran opción descrita.

Ni que decir tiene que la lógica de los mercados supuestamente independientes debe dejar paso a la centralidad de la política como impulso y evaluación de los procesos puestos en marcha para el fin acordado. La democracia, entendida como convenio entre seres libres e iguales para seguir conviniendo sobre el estado de su contrato social, exige de por sí el control sobre la macroeconomía dejando en todo caso partes de la microeconomía al juego de la oferta y la demanda.

A los que no miran más allá del PIB, el déficit fiscal, la sostenibilidad de la deuda o la competitividad de las empresas, les propongo (humildemente) que sustituyan alguna (o tal vez, todas) de esas grandes magnitudes que son usadas para calibrar la eficacia económica por el Índice de Desarrollo Humano, aunque ello les implique un inmenso dolor y esfuerzo de parto que, sin duda, será mucho menor que el de la agonía del actual sistema que como decía Schumpeter se muere de éxito.

Cuando el pragmatismo se convierte en cinismo

De ser cierta la propuesta de la "sociedad participativa" (a la holandesa), o de la "big society" (al british style), o de la "reinvención del Estado del bienestar" (según el modelo sueco), para "acostumbrar" a la gente a no ver al Estado como una "maquinita de la felicidad", en un alarde de pragmatismo, tal vez, sería bueno empezar por limitar la "hipocresía" de esas propuestas o similares, dejando de cobrar tan altos impuestos y cargas sociales al contribuyente para financiar unos servicios menguantes y dejar "que cada santo aguante su vela" (empezando por la administración del estado y todos los que "maman" del presupuesto).

Fuera máscaras, basta de cinismo, y si vamos a imponer el "darwinismo social", que sea en toda regla, y se apliquen la misma receta los miembros de la casta política, sus patrocinadores y beneficiarios, dejando de disparar con pólvora del contribuyente. Podrían hacer suyo aquello de "La bien pagá": na te debo na te pido… Aunque me sospecho que esas "economías"… no llegarán al río.

Paper – El desencanto de Europa (impotencia, melancolía y suicidio económico) (15/11/14)

Introducción – Una sociedad indeseable (¿es este el modelo a seguir?)

¿Qué le pasa a la Unión Europea?… Le pasa, que no sabe lo que le pasa.

¿Cuándo se "jodió" la Unión Europea?… El "invento" se jodió cuando Europa dejó de ser útil a los intereses estratégicos (geopolíticos) de los Estados Unidos (caída del Muro de Berlín, implosión de la Unión Soviética, globalización, desregulación, privatización, deslocalización, financierización de la economía…). La unidad dejó de hacer la fuerza.

¿Habrá supuesto la crisis financiera el fin del "sueño europeo"?… Después del "too big to fail" (demasiado grandes para dejarlos quebrar), vino el "too big to jail" (demasiado grandes para ponerlos en la cárcel), y esto ha "cabreado" mucho (y con razón) al contribuyente europeo. El rescate de los bancos gusta a los mercados, no a las personas.

¿"Capitalismo" cuando se gana y "socialismo" cuando se pierde?… Nos pueden meter la mano en el culo, pero no pueden obligar que nos guste. Los abusos de poder generan que la reacción social sea brutal, porque es el poder quien rompe las formas (y harían bien en reconocerlo las autoridades políticas).

Mientras Estados Unidos intenta resolver el "dilema imperial tardío", la Unión Europea no sabe cómo vivir más allá del "síndrome de Estocolmo", sin complejo de inferioridad.

¿Por qué es tan difícil "desencallar" a Europa? ¿Cuál es la vida después del colapso? ¿La economía del "statu quo"? ¿El mantenimiento de los "privilegios devengados"? ¿El "buenismo inane", el "relativismo vacuo"? ¿Museo con travestis, drogas y prostitución?…

"Charlando" las noticias (entre la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser)

En los 45 años que llevo como economista (los últimos 25 años, residiendo en Europa), nunca me imaginé teniendo que comentar una situación tan esperpéntica y surrealista, en el, supuestamente, "Primer Mundo" (ahora, sin duda, "en vías de subdesarrollo").

El "fenómeno" Conchita Wurst, representa una "metáfora perfecta" de esta Europa postmoderna; una sociedad asexuada, amorfa, ni del todo hombre, ni del todo mujer; la "mujer barbuda" del circo europeo. Un triste espectáculo de indignidad y decadencia.

¿Este relativismo, permisivismo, voluntarismo, buenismo, idiocia, ignorancia, incultura, tontería, memes, simpleza, habría sido lo que esperaban de la Unión Europea sus Padres Fundadores (Adenauer, Monnet, Schuman y de Gasperi)?

¿Podrían haber imaginado un futuro en el que se tuviera que computar la prostitución y el tráfico de drogas, para "mejorar" el cálculo del Producto Bruto Interno?

En tren de "estimular" el cómputo económico ¿por qué no incorporar también el crimen organizado?… Y ya que estamos, el contrabando, el blanqueo de dinero, y la corrupción. Es probable que de hacerlo (en especial la corrupción de la casta política), la Unión Europea pueda superar el PIB de los EEUU y China ya no juegue los "play off".

Puedo adivinar a los "burócratas" europeos, procurando "estimular" el aumento de la productividad del "business" de la siguiente manera: ¡"Follen", muchachos, "follen"!… ¡Hagan "patria", métanse una raya!… ¡La "corrupción" engrandece Europa! …

¿Hasta dónde puede llevar la "ficción" estadística o la "voracidad" fiscal? ¿Oportunismo superficial o desesperación recaudatoria? ¿Ingeniería contable o cirugía plástica del déficit y la deuda pública? Todo esto, me resulta inmoral, obsceno, indignante. Un casino demente, con complicados sistemas de apuestas. Un mal radical.

Es un fracaso europeo estruendoso que el último refugio de la desindustrialización, la precariedad laboral, el desempleo, la desigualdad y las carencias sociales, sea el alcoholismo, con el aumento de las probabilidades de muertes prematuras de la población (efecto Glasgow: donde los residentes tienen aproximadamente 30% más probabilidades de morir joven, y el 60% de esas muertes prematuras son debido a cuatro cosas: drogas, alcohol, suicidio y violencia).

Y mientras los ciudadanos europeos se "mueren" a las puertas del paraíso o entran "caminando hacia atrás" en el futuro, la "humanista" Europa (¿cínica, hipócrita, pigmea, ignominiosa, mediocre?) deja que los inmigrantes "islamicen" sus instituciones.

Cuando los nacionales no retiran a sus mayores dados de alta en los hospitales, para no hacerse cargo de su mantención, o donan sus muertos a las facultades de medicina para no tener que pagar el entierro, o se alcoholizan, drogan, mueren jóvenes o se suicidan, los inmigrantes imponen su religión, lengua, usos y costumbres, a la "inerte" Europa.

Si ha fracasado la "integración" (modelo francés) y el "multiculturalismo" (modelo inglés), ¿hay que continuar abriendo las fronteras a una inmigración indiscriminada?

¿Justicia social? ¿Dignidad humana? ¿Cuál es la libertad de escoger? ¿Hasta dónde puede llegar la codicia, la explotación y el fracaso?

El libre camino de la libertad de empresa ¿ofrece a la gente oportunidad de elegir? ¿es el mercado libre la mejor forma de lograrlo?

El sistema no parece estar contribuyendo al bienestar de la gente. Europa no es una democracia. La plutocracia europea gobierna para el 1% de la población (como en EEUU). Intentan convencer a la gente que la propiedad privada, la motivación de la ganancia y el mercado, son compatibles con las Leyes de Dios y las enseñanzas de la Biblia. ¿Es esta la verdad moral o la verdad de los poderosos?

"La marea está cambiando" (como decía la canción de "Pink Floyd" en The Wall)

El "aviso" electoral del 25 M (2014) me permite presentir que "the game is over". No estoy manifestando que la batalla haya sido ganada, señores del dinero, pero "la marea está cambiando".

¿Quién es el más fuerte? ¿Quién es el ganador? ¿Una persona un voto? La aristocracia (los señores del dinero) no lo va a permitir más (ahí reside el principal riesgo a sus riquezas y poder).

Allí debe comenzar la rebelión de los "ciudadanos". Exigiendo que se cumpla "The Second Bill of Rights" (propuesta por Franklin D. Roosevelt en su discurso sobre el Estado de la Nación, el 11 de enero de 1944)

  • Employment, with a living wage

  • Food, clothing and leisure

  • Farmers" rights to a fair income

  • Freedom from unfair competition and monopolies

  • Housing

  • Medical care

  • Social security

  • Education

Nota: también los ciudadanos de los EEUU se pueden unir a la "rebelión cívica" europea, porque (después de 70 años) tampoco allí se han puesto en práctica los "postulados" de Roosevelt.

(…)

Aunque quede pendiente de probar el hecho cierto, el libre comercio, podrá resultar un tópico cuya vigencia es muy difícil de remover, pero cuya injusticia sigue siendo flagrante.

¿Qué pueden decir los cómplices de los sospechosos habituales?

¿Cómo pueden negar lo evidente?

¿Cómo ocultar -por más tiempo- que los ganadores de la globalización son recompensados mediante una prima adicional aportada por los perdedores?

¿Cómo seguir engañando con que todos seremos trabajadores del conocimiento cuando la única alternativa cercana es ser trabajadores de McDonald"s?

¿Cómo justificar el paso del american dream al american downsizing?

¿Cómo pretender continuar con el pensamiento único (el imperio del mercado) cuando los resultados no parecen justificar el sacrificio?

¿Cómo continuar silenciando la concentración de poder en unidades económicas en gran medida incontrolables?

¿Cómo negar que la idea de un mercado libre al margen de las leyes y decisiones políticas que el mismo genera es pura fantasía? ¿O que la renuncia del gobierno a asumir responsabilidades en la creación del mercado puede tener costosas consecuencias?

Lo diga Agamenón o su porquero (en este caso asumimos este último papel): Existe -y hemos intentado presentarlos- una larga sucesión de hechos contumaces que pueden valer por experimentos repetidos…

Epílogo (escrito en abril de 2002)

El libre comercio, podrá resultar un tópico cuya vigencia es muy difícil de remover, pero cuya injusticia sigue siendo flagrante (se reitera).

Los puristas del libre cambio nos aplastan con el rodillo económico y nos imponen un darwinismo económico cainita y fatal (se denuncia).

La liberación, la desregulación y la privatización castigan a la sociedad, avasallan la dignidad humanan, amenazan el hábitat, debilitan progresivamente la autoridad gubernamental, y provocan el crepúsculo de la piedad (espera haberse demostrado).

Epílogo (escrito en junio de 2014)

Han pasado 12 años desde el Paper citado, estoy más viejo y contenido (con varias operaciones y enfermedades a cuestas), con más pasado que futuro, aunque tengo cuatro nietos (europeos), que me comprometen a seguir preocupándome por el porvenir (de los que lo deben tener), más releyendo lo escrito en abril de 2002, no puedo dejar de revivir -con melancolía- mis viejas y queridas causas perdidas o la amargura de la victoria.

De esa "telaraña" nostálgica, quiero enhebrar algunos pensamientos finales:

Europa repta en el fracaso. En el fracaso de la corrupción, en el fracaso de la desigualdad, en el fracaso escolar, en el fracaso institucional… en un conjunto de fracasos que hacen que el sistema fracase en comandita. Y la reacción de sus elites es igualmente, un fracaso: eluden la cita con la dificultad amparándose en el inmovilismo; atribuyen al adversario los vicios propios cuando les son descubiertos; se enrocan en sus posiciones sin solucionar los problemas; carecen de empatía con los ciudadanos que les reclaman unidad y eficiencia; niegan la realidad para sortearla y mienten para librarse de las consecuencias de sus torpezas.

En Europa estamos ante un caso de suicidio anómico ("El suicidio" – Émile Durkheim -1897) que se da en sociedades cuyas instituciones y cuyos lazos de convivencia se hallan en situación de desintegración o de anomia. En las sociedades donde los límites sociales y naturales son más flexibles, sucede este tipo de suicidios.

Aunque hay derrotas que tienen la "dignidad de una victoria" (como escribió Jorge Luis Borges), los políticos europeos tienden a crearse sus propios infiernos y se niegan a triunfar en equipo; hacer de la victoria un patrimonio colectivo; olvidarse de uno mismo para pensar en el conjunto. Y cuando se omite que tras una forma de hacer hay una determinada manera de pensar y de comportarse, la consecuencia es que llega el desconcierto ante el fracaso y la ineptitud para manejarlo.

(Ayer, hoy y… ¿mañana?) En enero del 2000 (Ensayo: Contestando a la teología de mercado), hacía las siguientes preguntas: ¿Es el presente el único futuro? ¿Podremos volver a esperar la prosperidad general o deberemos resignarnos a la continua decadencia?

Las "taras económicas" sujetas por las "cadenas de papel" niegan la influencia de las instituciones en la riqueza y el poderío de una nación.

¿Por qué Europa quiere copiar el "sueño americano" y su aparente fracaso?

Limitados a aplicar el "manual" de hipocresía económica el conformismo niega la memoria. La resignación lleva al detritus económico.

Los "cínicos" modelos económicos de "gente teórica" inducen a la "triste situación en Europa", antesala de la necesaria declaración de independencia económica.

Desear, proponer, pedir que Europa vuelva a confiar en su propia experiencia, vuelva a confiar en su historia, no significa buscar otras formas de totalitarismo o el retorno a la servidumbre.

El impersonal y anónimo mercado, no educa, no cura, y no da de comer.

El impersonal y anónimo mercado pone al hombre -en soledad y angustia- ante la fuerza del destino -que hoy se le presenta hostil- y la incertidumbre de un futuro que lo condena.

¿Es esto lo único que podemos ofrecer a los jóvenes europeos de cara al siglo XXI?

Para esa carga no hacían falta semejantes alforjas.

La Europa del siglo XXI no puede significar para los jóvenes únicamente el mercado, la tarjeta de crédito, el consumismo, la especulación, la corrupción, el tráfico de influencias, la televisión, el futbol, la droga y el alcohol.

No podemos ofrecerles una Europa de "avestruces" y "agujeros".

¿Es posible que Europa no quiera "asumirse"?

El claudicar europeo, su resignación a ser "solo" mercado anula las posibilidades de crecer (como Estados Unidos) y neutraliza las posibilidades de competir (como Estados Unidos o Japón).

Ni corredores de fondo, ni velocistas…….solo avestruces y agujeros.

¿Habrá llegado el momento de pasar de la "subvención" a la "subversión"?.

¿Puede una comprensión de los errores cometidos en la última crisis ayudar a que la Unión Europea evite otra catástrofe?

El desarrollo de estos eventos debería servir como una advertencia sobre que la Unión Europea no puede, al mismo tiempo, evitar la verdad e impedir el desastre.

(El regreso de los sonámbulos) "En 1914, los líderes europeos, al no encontrar concesiones satisfactorias que zanjaran sus diferencias, se resignaron a la inevitabilidad de la guerra (algunos con más entusiasmo que otros). Como el historiador Christopher Clark dijo, ellos "caminaron cual si fueran sonámbulos" hacia la guerra. Si bien, el año 2014 aparentemente tiene poco en común con el año 1914, comparte una característica fundamental: el riesgo de que un entorno político y de seguridad que cada vez se complejiza más vaya a abrumar a líderes que son nada excepcionales. Antes de que dichos líderes despierten y vean los riesgos, la situación podría salirse de control"… (Dominique Moisi – Project Syndicate – 25/6/14)

Paper – Europa pierde la III Guerra Mundial (una batalla económico-financiera) (15/5/15)

Recuento de daños (lo que la crisis se llevó)

Cada año, la OCDE da a conocer una perspectiva económica que incluye estimaciones de la producción económica potencial de sus miembros, el nivel de producción más alto que cada economía factiblemente sostendría sin encender la inflación.

Esto se calcula con base en las tendencias a largo plazo en la inversión, el crecimiento de la fuerza laboral y la productividad de trabajadores y capital, y más de cada uno significa que una economía posee una mayor capacidad económica.

Un nuevo informe elaborado por Laurence Ball, de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore, suma sus costos al comparar las estimaciones del potencial económico, antes y después de la crisis, publicadas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

Ball extrapola la tendencia en el potencial de 2000 a 2009 y se adelanta a 2015, luego compara esa línea de tendencia con las cifras más recientemente publicadas por la OCDE, dadas a conocer en mayo.

Antes de la crisis, algunas economías estaban operando un poco por encima de su verdadero potencial, gracias al crecimiento insostenible del crédito. En el alboroto que siguió, el mundo rico perdió ese terreno y mucho más.

Unos cuantos países ricos, como Australia y Suiza, pasaron los últimos siete años en gran medida ilesos, pero la mayoría pagó el equivalente macroeconómico de un brazo o una pierna. El año 2013, la producción potencial estuvo 4.7 por ciento por debajo de la tendencia previa a la crisis en Estados Unidos y 11 por ciento por debajo de la tendencia en Gran Bretaña.

La periferia europea ha obtenido resultados aún peores, con la producción potencial en Grecia aproximadamente 30 por ciento por debajo de la tendencia. Para 2015, se proyecta que la pérdida promedio ponderada entre los países ricos en general alcanzará un 8.4 por ciento, como si toda la economía alemana se hubiera evaporado.

En muchas economías ricas, el descenso en la producción potencial es casi tan grande como la caída en la producción real. Si Francia cumpliera su potencial actual, el PIB sería 2.7 por ciento más alto que en la actualidad, pero seguiría 7.5 por ciento por debajo de lo que habría sido posible si no fuera por la crisis.

Las cifras sugieren que muchas economías, en Europa especialmente, han sufrido un daño estructural que solo puede corregirse a través de una reforma ambiciosa y una inversión en auge, y ninguna de las dos cosas parece estar en el horizonte.

En forma más bien desagradable, la crisis debilitó el crecimiento a través de múltiples canales. En otro informe nuevo, Robert Hall, de la Universidad de Stanford en Palo Alto, California, disecciona el "desastre macroeconómico" de Estados Unidos para comprender mejor sus elementos.

Desde fines de 2007 hasta 2013, escribe, la producción estadunidense cayó en un acumulativo 13.3 por ciento por debajo de la tendencia previa a la crisis, y la mayor parte de ese déficit -con valor de 12.4 puntos porcentuales- ocurrió para fines de 2010. Sin embargo, las causas del subdesempeño han cambiado con el tiempo, reflejando un padecimiento que pasó de lo grave a lo crónico.

Hall identifica cuatro factores principales que contribuyeron al desalentador crecimiento: desempleo, participación de la fuerza laboral, inversión de capital y productividad.

El desempleo importó más entre 2007 y 2010, cuando los efectos graves de la recesión fueron más severos. El empleo tambaleante y las reducidas horas laborales representan aproximadamente 41 por ciento de la declinación en el PIB en relación con la tendencia en ese periodo. Estos factores se han vuelto menos importantes con el tiempo, sin embargo, y durante 2013 fueron responsables de solo 22 por ciento del déficit.

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