En el resto de los grandes países europeos la situación también es alarmante. Políticos, expertos y, por supuesto, aseguradoras y bancos llevan años advirtiendo que los sistemas públicos de pensiones no podrán garantizar el pago de prestaciones equivalentes a ese 70% del último salario. Por este motivo, asumen que será necesario un mayor esfuerzo ahorrador por parte de los ciudadanos. El informe Un déficit significativo, elaborado por la aseguradora Aviva junto con la consultora Deloitte, pone precisamente de manifiesto esta realidad y cuantifica a qué cifra debe ascender ese mayor ahorro.
El informe calcula que los 25 millones de españoles que se jubilarán entre 2017 y 2057 necesitarán ahorrar en su conjunto nada más y nada menos que 191.500 millones de euros al año para complementar su futura pensión de jubilación y asegurar de ese modo un nivel de vida similar al que tenían cuando estaban en activo al retirarse.
Un problema que acosa a todos los grandes países europeos
El estudio revela que el desajuste entre las pensiones y el dinero necesario para mantener el nivel de vida también ha crecido en el conjunto de la Unión Europea.
En concreto, harían falta más de dos billones de euros anuales en toda la zona para completar las rentas de los distintos sistemas públicos de pensiones, cifra que es un 6% superior a la que era necesaria en 2010. No obstante, la situación varía según el país. Mientras algunos Estados han logrado, pese a la crisis, reducir sus desajustes, como Alemania, Gran Bretaña, Francia o Polonia; otros han protagonizado aumentos, como Italia, Irlanda o Lituania, además de España. En todos los casos, las razones son prácticamente idénticas: el aumento en la esperanza de vida, la disminución de las pensiones o su menor aumento frente al de los salarios y a unos tipos de interés en mínimos.
En la comparación por países destaca que los ciudadanos británicos son los que necesitan ahorrar más dinero de media, unos 13.400 euros al año, seguidos de los alemanes, con 11.500 euros y de los irlandeses, cuyo ahorro medio requerido se eleva a 11.400 euros. De esta forma, España, con los citados 7.700 euros, ocupa la cuarta posición entre las naciones analizadas, por delante de Francia, con 7.300 euros y a gran distancia de los italianos, que apenas necesitarían guardar cada año unos 3.900 euros de promedio para mantener su poder adquisitivo. El informe también sitúa a España como el país europeo en el que el desajuste de las pensiones supone un mayor porcentaje de su PIB. Esos 191.500 millones que habría que guardar entre todos suponen un 17% del PIB, frente al 15% de Alemania, el 13% de Gran Bretaña o el 11% de Francia.
Los helicópteros ya han estado volando en enormes formaciones en EEUU, Japón y ZE (Fuente: The Wall Street Journal – 13/9/16)
– Los grandes bancos son igual de peligrosos ahora que cuando quebró Lehman Brothers (El Economista – 15/9/16) Lectura recomendada
Los profesores de la Universidad de Harvard, Lawrence H. Summers y Natasha Sarin, argumentan en un documento publicado por el think tank Brookings que los grandes bancos son a día de hoy igual de peligrosos que en 2008. Según estos economistas, los cambios en la regulación, aunque han sido positivos, no han servido para hacer a estas entidades más seguras y robustas antes los posibles shocks de lo que lo eran antes de la quiebra de Lehman Brothers.
Aunque se ha extendido la creencia de que las grandes entidades financieras son más seguras después de la última crisis, lo cierto es que los cambios en la regulación no han sido suficientemente fuertes "para compensar la pérdida de valor de estas firmas. Esto hace que los bancos sean vulnerables a futuros shocks. Como evidencia de esto se puede observar la caída del valor de mercado".
Según el documento, este descenso del valor se puede "deber a varios factores, entre los que se incluyen los bajos tipos de interés, una curva de rentabilidad plana, restricciones regulatorias sobre la actividad bancaria, mayor competencia de la banca en la sombra y la incertidumbre sobre futuras acciones regulatorias".
A pesar de todo, el paper concluye que esto no quiere decir que las medidas implementadas desde 2008 no hayan servido para nada, es más, sin esas disposiciones "la banca sería hoy mucho más frágil".
"Hay que estar preocupado"
No obstante, "los indicadores de riesgo se encuentran en el mismo nivel que antes de la crisis. Esto, sin duda, es un motivo de preocupación por la probabilidad de que se puede producir una mayor pérdida del valor de mercado de estas instituciones en los próximos años. De hecho, el ratio valor de mercado sobre activos es actualmente inferior que antes de la crisis".
Aunque en EEUU se realizan duras pruebas de estrés sobre los bancos (caída de la bolsa del 60% y una tasa de paro del 13%) y parece que los bancos logran superarlas con relativa facilidad, "creemos que en semejante escenario y ante la ausencia de apoyo público y nuevas ampliaciones de capital, las acciones podrían caer hasta valer cero", según expresa el paper.
"Es tentador creer que la política puede compensar los retrasos en la movilización de capital, a través de grandes reservas de capital e imponiendo restricciones en la toma de riesgos, pero la experiencia sugiere que esto podría ser una ilusión. Por ello, es necesario dar más peso a los precios de mercado como indicadores del valor de los activos, imponiendo de forma automática la reparación del capital cuando los precios caigan", concluye el informe.
– De izquierdas y de derechas… ¿Alientan los bancos centrales el populismo? (El Confidencial – 17/9/16) Lectura recomendada
(Por Juan Cruz Peña)
"La política monetaria también ha contribuido a la desigualdad y el consiguiente aumento del populismo político tal y como se ha visto en los sondeos de los países desarrollados". Esta es una de las aseveraciones con las que inicia su informe de septiembre ETF Securities. Para justificarlo, muestra un gráfico que correlaciona la desigualdad creciente en los principales países de la zona euro y la expansión monetaria llevada a cabo por el Banco Central Europeo.
Fuente: ETF Securities
"La flexibilización cuantitativa parece estar exacerbando la desigualdad", señala este análisis. Y toma cuatro países donde se está agrandando la diferencia entre ricos y pobres (Austria, Francia, Italia y España) como ejemplos donde los populismos tienen un apoyo notable.
La desigualdad y la expansión monetaria parecen ir de la mano ¿Son causa o efecto? "Aún no lo sabemos", dice ETF Securities. Sin embargo, apunta una realidad: "El QE ha sido muy beneficioso para las acciones y los bonos, a los cuales sólo tienen acceso los más ricos". Tanto las acciones como los bonos aumentan de valor en la medida en que los bancos centrales deciden inundar el mercado con liquidez.
Camino que puede generar aún más desigualdad
Tanto el Banco Central Europeo como la Reserva Federal, el Banco de Inglaterra o el Banco de Japón han aplicado sus medidas de estímulo en momentos de dificultades económicas y con la idea de reactivar la economía. Sin embargo, todo ello podría volvérseles en contra si atendemos a la argumentación de ETF Securities. En la medida en que los partidos populistas, cada vez más en auge en sus distintas versiones, lleguen al poder, las consecuencias económicas podrían ir a peor. Cabe destacar que cada vez cuentan con más adeptos.
El partido 5 Estrellas en Italia ya gobierna en lugares importantes. Podemos no para de crecer en apoyo y poder territorial. El Reino Unido se decantó por la salida de la Unión Europea que defendía el partido eurófobo U-Kip. La ultraderecha de Austria a punto estuvo de ganar las últimas elecciones generales del país y Le Pen lidera las encuestas en Francia. La lista no acaba ahí, el fenómeno Trump en Estados Unidos y la merma de poder de Merkel en Alemania son dos ejemplos más de la desafección de los más desfavorecidos hacia los partidos establecidos en las últimas décadas.
ETF Securities se fija en los partidos populistas que ya consiguieron gobernar en el pasado, sobre todo en países emergentes. Allí, sus victorias también estuvieron acompañadas de políticas monetarias ultraexpansivas. "Cuando los populistas han ganado en los mercados emergentes, a menudo ha habido un aumento en el gasto en infraestructuras que eleva temporalmente el crecimiento de la producción, los salarios reales y el empleo. No obstante, esto rápidamente da paso a la hiperinflación que erosiona las ganancias iniciales". La hiperinflación tiene un impacto muy directo entre las capas más bajas de la sociedad, dado que provoca una merma considerable en el poder adquisitivo de los consumidores.
Si bien esto ha sucedido en países emergentes como Venezuela o Argentina, la expansión cuantitativa no está levantando la inflación en Europa por ahora. Tampoco lo ha hecho durante muchos años en Japón.
Pero para ETF Securities en el contexto europeo actual no es descartable un fuerte repunte de la inflación: "Más allá del éxito del populismo en las elecciones, el impulso populista puede ser un poderoso catalizador para las reformas, debido a que los partidos en el poder buscarán contrarrestar este fenómeno. El resultado final es por lo general un aumento en el gasto en infraestructuras para estimular el crecimiento económico y en iniciativas sociales para combatir la desigualdad.
Mientras el gasto en infraestructuras genera un aumento de la demanda, es probable que las iniciativas sociales conduzcan a un aumento del gasto del consumidor, lo que probablemente genera una mayor inflación". Este informe publicado para el mes de septiembre coincide en el tiempo con la propuesta del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, de ampliar la duración y capacidad de su plan de inversión, el denominado "Plan Juncker". Así, el presidente europeo ha propuesto duplicar la duración y capacidad del fondo de inversión hasta alcanzar los 630.000 millones de euros para 2022.
¿Cómo actuar?
Ante este panorama de mayor liquidez y apoyo a los populismos que genera un mayor gasto y puede provocar un repunte de la inflación, ETF Securities recomienda aprovechar para invertir en productos que consigan protegerse del riesgo hiperinflacionista. Así, su apuesta es por los bonos indexados a la inflación. Por otro lado, piensan que los problemas de desigualdad no pueden erradicarse de la noche a la mañana y que el auge de los populismos seguirá llevando a los inversores hacia los activos refugio, que seguirán elevándose de precio en el próximo año. De esta forma, su apuesta también es por activos como el oro y otros valores seguros que aunque ya han vivido un rally alcista seguirán esa tendencia en el corto plazo.
Informe demoledor de la asociación Deutscher Paritätischer Wohlfahrtsverband
"La exclusión social en la tercera edad amenaza con convertirse en un fenómeno masivo en la locomotora económica europea. Medio millón solicitaron la ayuda de subsistencia mínima en 2015" Jubilado, pobre y alemán (El Confidencial – 20/9/16)
Joseph H. tiene 75 años. Trabajó hasta los 71 como enlosador. Actualmente recibe 416 euros mensuales por su renta pública de jubilación. Paga 400 de alquiler por su apartamento de una sola habitación en Múnich. Para llegar a fin de mes, se ve obligado a pedir la ayuda de subsistencia básica al Estado alemán. Un ayuda insuficiente para comprar los medicamentos que necesita y poder comer todos los días. Por eso acude de vez en cuando a una cocina comunitaria de su barrio, donde, además de comer caliente, recibe alimentos de forma gratuita.
Harry N. también tiene 75 años. Trabajó hasta los 41 como funcionario del Ministerio de Finanzas, hasta que una enfermedad lo incapacitó. Su pequeña jubilación no le da para llegar a fin de mes, por eso hasta ahora hizo trabajos a tiempo parcial para complementarla. Desde que perdió su último empleo busca envases retornables en papeleras y contenedores de basura para sacarse unos euros diarios. Lo hace cuando cae la noche o bien temprano, antes de que salga el sol: le da vergüenza ser visto por vecinos o conocidos.
Además de la edad, Joseph y Harry comparten tres características: son jubilados, son pobres y son alemanes. Son parte de más del 15% de jubilados de la mayor economía europea afectados por la pobreza, según datos de la Oficina Federal de Estadística de Alemania. Una pobreza que se refleja en las peticiones de ayudas públicas: más de medio millón de jubilados solicitaron la ayuda de subsistencia mínima el pasado año. Una cifra que se ha doblado en la última década y que seguirá creciendo en los próximos años si algo no cambia en Alemania, un país muy envejecido y en el que la familia juega un papel prácticamente residual.
El caso de Harry está extraído del último informe anual sobre la pobreza en Alemania de la asociación Deutscher Paritätischer Wohlfahrtsverband. La conclusión de apartado dedicado a la exclusión social en la tercera edad en Alemania es simplemente demoledor: "La pobreza en la vejez amenaza con convertirse en un fenómeno masivo en los próximos años, pues sabemos que el precio de la vida, como la vivienda y la energía, sube, mientras que el valor de las jubilaciones no deja de bajar". ¿Cómo ha podido llegar uno de los países más ricos del mundo a esta situación?
"Se trata de un problema creado en casa. Hace 15 años se decidió debilitar el sistema público de pensiones, con distancia el principal pilar de la seguridad en la vejez para más de 90% de la población alemana. Se tomó esa decisión para mantener bajas las aportaciones al sistema estatal de pensiones", asegura a El Confidencial Joachim Rock, autor del informe. "Al mismo tiempo, se apostó por fondos de jubilación privados, que hoy apenas aportan una solución para los jubilados pobres o amenazados por la pobreza, y que en fases como la actual, de tipos de interés muy bajos, apenas arrojan dividendos".
Como muchos otros críticos de la política económica de los últimos gobiernos federales, Joachim Rock responsabiliza directamente a la Agenda 2010, el paquete de reformas y recortes sociales introducido en 2003 por el Gobierno rojiverde del excanciller socialdemócrata Gerhard Schröder. "La Agenda 2010 mantuvo una política de reducción de las cuotas al sistema público de pensiones a costa de su eficiencia. El fomento de minijobs y de la precariedad laboral también aumenta la pobreza en la vejez", apunta Rock.
La estabilidad del sistema público de pensiones es un viejo debate en Alemania. La grave crisis demográfica que sufre el país, generada por la baja tasa de natalidad y el envejecimiento poblacional debido a la creciente esperanza de vida, no sólo pone en jaque el propio modelo productivo germano, sino también su sistema de seguridad social y su Estado del bienestar. El Gobierno de Schröder decidió en su momento reducir las aportaciones al sistema público de pensiones y fomentar seguros de jubilación privados (complementarios de las jubilaciones públicas) a través de subvenciones estatales. Lo que parecía una decisión previsora se ha revelado más de una década después como un sistema fallido, como reconoció recientemente el actual gobierno de Gran Coalición formado por democristianos y socialdemócratas.
Alemania, año 2030: más de un tercio de los jubilados vive por debajo del umbral de la pobreza; hay prisiones especiales para personas mayores de 65 años debido a la creciente criminalidad en la tercera edad, como por ejemplo los asaltos a farmacias en busca de medicamentos impagables; la cifra de suicidios crece escandalosamente entre la población mayor; y un grupúsculo denominado Comando de Ancianos Iracundos protagoniza ataques, atracos y acciones reivindicativas en un país que ha dejado en la cuneta a buena parte de su vejez.
Es el panorama que dibuja el documental en clave de ficción "2030. Rebelión de los ancianos", emitido en 2007 por la televisión pública alemana ZDF. La película proyecta el posible futuro cercano de un país marcado por una política de pensiones fracasada. Un futuro ficticio, pero perfectamente verosímil atendiendo a las proyecciones que hacen expertos e institutos económicos. "Todavía no ha ocurrido, pero esto o algo parecido podría llegar pronto". Con esta frase termina el docudrama de tintes preapocalípticos.
La pobreza en la tercera edad ha dejado de ser un fenómeno minoritario en Alemania. La de ancianos en busca de botellas retornables se ha convertido en una imagen habitual en sus paisajes urbanos. La exclusión social en la vejez está lejos de ser una ficción en la locomotora económica europea, sino que es más bien un fenómeno cada vez más visible. "Hay que tener ojo para darse cuenta. Cuando sales bien temprano de casa, es normal ver a jubilados caminando por las calles, algo en principio atípico. Pero si uno se fija bien, verá cómo muchos de ellos buscan botellas reciclables en contenedores de basura. Y eso asusta".
El que habla es Hans-Jürgen Scheibe, un trabajador del sector de la construcción jubilado que ahora dedica parte de su tiempo a denunciar la creciente pobreza en la tercera edad. No ha visto la película "2030. Rebelión de los ancianos"; por eso, el nombre que él y sus colegas decidieron darle a la asociación que los representa tiene algo de premonitorio: "Seniorenaufstand" ("Levantamiento de jubilados"). Scheibe denuncia la alarmante pérdida de poder adquisitivo de los jubilados alemanes: "Las pensiones crecieron de 2003 a 2013 un 8,8%, mientras que los precios aumentaron un 19,3 y los salarios, un 18,95% en el mismo periodo", declara Scheibe a El Confidencial citando estadísticas del sistema público de pensiones alemán.
Hace años que economistas apuntan que las reformas de corte neoliberal que consiguieron sacar a la economía alemana de la profunda crisis de principios de siglo está creando una sociedad de dos velocidades: mientras un sector de población mantiene contratos laborales estables con buenas cotizaciones a la seguridad social, la precariedad laboral y los contratos de trabajo con pocas perspectivas ganan terreno en la primera economía del Viejo Continente. Esta sociedad de dos velocidades se proyecta también en las condiciones de vida en la tercera de edad. La vejez germana tampoco escapa la desigualdad.
Una de esas voces críticas es Marcel Fratzscher, presidente del Instituto para la Investigación Económica (DIW). Su último libro, "Lucha por la distribución. Por qué Alemania es cada vez más desigual", apunta que Alemania es uno de los países más desiguales de la OCDE y advierte de lo que se le viene encima al país en materia de jubilaciones: "Debido al envejecimiento poblacional, el Estado alemán tendrá que aumentar hasta 2030 su crecimiento anual en más de un 2 por ciento para poder hacer frente a los costes adicionales en pensiones y sistema de salud". Un avance del PIB poco realista a la vista del débil crecimiento de la economía mundial, de la que Alemania depende profundamente debido al fuerte peso de sus exportaciones.
Mientras, la creciente pobreza en la tercera edad impulsa paradójicamente a la punta de lanza de la nueva extrema derecha germana, el joven partido Alternativa para Alemania (AfD), que con toda seguridad obtendrá representación en el Bundestag en las próximas elecciones federales. Y paradójicamente, porque AfD presenta propuestas económicas de marcado corte neoliberal que están lejos de pretender fortalecer el sistema público de pensiones. Ello demuestra que AfD se ha convertido, sin duda, en el gran partido protesta de Alemania, capaz de capitalizar políticamente buena parte del descontento social de las clases medias y bajas del país pese a no ofrecer recetas económicas de corte social.
El profesor Joachim Rock cree que Alemania todavía está a tiempo de evitar un futuro como el proyectado por el filme "2030. Rebelión de los ancianos". Pero para ello ve necesaria la introducción inmediata de medidas que den un vuelco a las proyecciones más apocalípticas: la estabilización y el aumento del nivel de las jubilaciones por encima del 50%, el reforzamiento de los elementos de solidaridad en el sistema público de pensiones, el fin al fomento público, financiado con el dinero de todos los contribuyentes, de planes de pensiones privados, y, sobre todo, la creación de empleo de calidad que aporte ingresos a la caja pública de pensiones. "Necesitamos una lucha decidida contra la pobreza. Y para ello, la política de pensiones del Gobierno alemán tiene que dar un giro de 180 grados", sentencia Rock.
– Las herramientas de los bancos centrales están perdiendo el filo (The Wall Street Journal – 22/9/16) Lectura recomendada
¿Se han quedado las entidades centrales sin margen para cumplir sus objetivos de crecimiento e inflación?
(Por Greg Ip)
Los bancos centrales han demostrado su voluntad de alcanzar sus metas de crecimiento e inflación. ¿Pero disponen de los medios necesarios para hacerlo?
La pregunta ha cobrado mayor relevancia luego de que el Banco de Japón anunciara el miércoles que incursionaría en dos terrenos que son absolutamente nuevos para los bancos centrales. La entidad no sólo quiere que la inflación alcance la meta de 2%, sino que la supere. Además, no se dedicará exclusivamente a las tasas a corto plazo, sino que atacará los rendimientos de los bonos a largo plazo.
Las medidas confirmaron la reputación del gobernador del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda, como un hombre que no tiene miedo de experimentar, pero también plantearon dudas inquietantes sobre la insuficiencia de sus innovaciones anteriores.
Los problemas del banco central japonés son importantes para todos los bancos centrales puesto que una gran cantidad de economías se empiezan a parecer a Japón, es decir que sufren de un crecimiento modesto y una inflación excesivamente baja, lo que dificulta las condiciones para que toleren tasas de interés muy por encima de cero.
Horas después del anuncio del Banco de Japón, la Reserva Federal de Estados Unidos no modificó su tasa de interés de referencia, aunque dijo que había muy buenas razones para subirla. Aunque el empleo sigue creciendo en forma saludable, la inflación sigue por debajo de la meta de 2% de la Fed y los inversionistas no prevén que salga de ahí.
La zona euro padece la misma condición. El Banco Central Europeo redujo las tasas por debajo de cero con el fin de elevar la inflación, que está por debajo de 1%, incluso si se excluyen los precios de los alimentos y la energía.
La situación de Japón es parecida, aunque peor. La economía promedió un crecimiento de 0,2% entre junio de 2015 y junio de 2016, la inflación es ligeramente negativa y, lo que es más preocupante, las expectativas inflacionarias del público y del mercado han caído en forma constante. Los inversionistas de bonos prevén una inflación levemente por encima de cero en los próximos años.
El yen se debilitó ligeramente el miércoles, pero luego cerró con un alza en una señal de escepticismo sobre el éxito de las políticas del banco central. La divisa cerró el jueves con un alza de 0,45% frente al dólar.
Kuroda dio el puntapié inicial a las agresivas políticas de estímulo del banco central japonés en 2013 cuando se comprometió a elevar la inflación a 2% en dos años, realizando cuantiosas compras de bonos soberanos y de empresas y de acciones aprovechando la nueva impresión de dinero. El organismo decidió en enero acudir a las tasas negativas.
Las medidas lograron un éxito inicial. La inflación salió de territorio negativo con la ayuda de la depreciación del yen. Desde entonces, los avances se han estancado.
El Banco de Japón atribuyó a tres factores la incapacidad de la inflación de alcanzar la meta de 2%: el desplome de los precios del petróleo, el alza de un impuesto al consumo en 2014 y la desaceleración de las economías emergentes.
Las expectativas de inflación cayeron de la mano de los precios al consumidor. Eso presenta un dilema. Mientras la inflación siga baja, lo mismo ocurrirá con las expectativas de las personas formando un círculo vicioso que, a su vez, dificulta el cambio de los hábitos de fijación de salarios y precios.
El banco central espera que al prometer que permitirá que la inflación exceda la meta de 2% eleve las expectativas inflacionarias, pero reconoce que eso se "podría demorar" tomando en cuenta el bajo nivel de los precios al consumidor.
El organismo también reconoció los límites sobre su capacidad para adentrar las tasas en territorio negativo y advirtió que "un declive excesivo" de las tasas puede perjudicar la economía al plantear dudas sobre la salud de largo plazo del sistema financiero.
Tampoco hay que exagerar los problemas económicos de Japón. El desempleo está en su nivel más bajo de los últimos 20 años y aunque el crecimiento de la economía es casi nulo, eso se debe en parte a la disminución de la fuerza laboral y el magro crecimiento de la productividad.
Por el mismo motivo, las diferencias entre Japón y otros países no son tan grandes. El desempleo en EEUU es de 4,9% y está cerca de lo que la Fed considera su nivel natural, pero el crecimiento ha sido flojo durante años. La inflación y las expectativas de inflación siguen deprimidas.
Lo más notable acerca del anuncio de la Fed no fue el indicio de que subirá pronto las tasas, que era ampliamente aguardado, sino que los aumentos posteriores serán menos de los previstos.
La noticia más aleccionadora fue que el banco central estima que el crecimiento de largo plazo de EEUU es de 1,8%, frente a una proyección de 2% en junio y de 2,5% en 2011. "Tenemos problemas para abordar la nueva realidad en esta economía y en la economía global, lo que explica por qué seguimos revisando a la baja el camino de las tasas", reconoció Yellen ante un grupo de periodistas.
Las fuerzas detrás de esta combinación de crecimiento bajo y tasas de interés bajas van más allá de los factores que puede influir un banco central. Una de ellas es la demografía.
El envejecimiento de las poblaciones está reduciendo la fuerza de trabajo y la base de clientes, lo que disminuye los incentivos para la expansión del capital. Los economistas del banco de inversión británico Barclays recalcan que el giro de Japón desde los trabajadores de mayor edad a los más jóvenes; desde las manufacturas a los servicios, que son menos productivos, y del empleo permanente al temporal están deprimiendo los salarios.
En segundo lugar, el crecimiento de la productividad se ha estancado por razones que no son del todo claras. Un tercer motivo es el ajuste de cinturón fiscal, es decir, los esfuerzos de los gobiernos para reducir los déficits que se dispararon después de la recesión.
Tomando todo esto en cuenta, ¿qué pueden hacer los bancos centrales? Es muy posible que la respuesta sea nada o, al menos, nada más de lo que ya están haciendo.
Aunque sus políticas han sido menos efectivas de lo esperado, tampoco han sido inútiles y, si nada descarrila la economía global, los sueldos y la inflación deberían proseguir su repunte. Los beneficios de seguir reduciendo las tasas en territorio negativo pueden ser esquivos, pero esa no es razón para subir las tasas, lo que podría desatar una salida de capitales que desestabilice a los mercados emergentes.
También hay signos de que los gobiernos del mundo empiezan a abrir sus billeteras. En tal sentido, la decisión del Banco de Japón de fijar una meta de rendimiento cero en los bonos soberanos podría darle garantías al gobierno japonés de que puede registrar un déficit fiscal más alto sin generar un alza de las tasas de interés. La Fed hizo algo parecido en los años 40 para ayudar al Tesoro a financiar la Segunda Guerra Mundial.
El esfuerzo bélico produjo un gigantesco auge en EEUU. El trabajo de la Fed era mantener las tasas bajas en medio del enorme endeudamiento del Departamento del Tesoro y las presiones inflacionarias reprimidas.
Hoy, no existe una presión similar sobre los rendimientos ni por el lado de la deuda, ni por el de la inflación. En realidad, la meta del Banco de Japón de un rendimiento cero es más alta que las tasas negativas que los bonos tenían hasta hace poco. La lección es que si bien los bancos centrales tienen herramientas a su disposición, lo que pueden conseguir por su cuenta es limitado.
La tercera ola de la recesión: puede ser la crisis definitiva del capitalismo globalizado, el deceso de la ortodoxia del libre mercado promovida en los últimos 40 años
Según la ONU los peor puede estar por venir (¿de qué color serán los cisnes?)
"Un informe de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo advierte sobre los problemas que puede desencadenar una nueva crisis de deuda" La tercera ola de la recesión: la ONU alerta de que viene la crisis definitiva (El Confidencial – 23/9/16)
Aunque pensábamos que la situación económica había mejorado y que los peores años de la crisis habían quedado atrás, es posible que lo peor aún esté por venir. Es lo que sugiere un demoledor nuevo informe sobre comercio publicado por el principal órgano de la Asamblea General de la ONU en el que advierte sobre los peligros que acechan a la vuelta de la esquina. Como ocurrió en 2010, se trata de una crisis de deuda, pero el alcance puede ser mucho mayor, puesto que afecta a un gran número de los países en vía de desarrollo, cada vez más económicamente vulnerables.
"Durante los últimos años se ha planteado la preocupación sobre la fragilidad financiera en las economías emergentes debido a una avalancha de flujo financiero y crédito barato desde 2009, alimentado hasta un punto considerable por programas de expansión cuantitativa en los países desarrollados", señala el informe "Trade and Development Report 2016". "Las señales de alarma se han disparado desde hace un tiempo por la explosión de deuda corporativa en las economías emergentes del mercado".
Este informe ha llamado la atención de medios de comunicación globales. El editor de economía de "The Telegraph", Ambrose Evans-Pritchard, explicaba que "la tercera ola de esta depresión global sin cura aún está por venir". La escala, esta vez, será mucho mayor que en anteriores ocasiones (lo de Lehman Brothers o Grecia es una broma a su lado): "Puede ser la crisis definitiva del capitalismo globalizado, el deceso de la ortodoxia del libre mercado liberal promovida durante los últimos 40 años por las instituciones de Bretton Woods, la OCDE y la fraternidad de Davos".
El documento publicado por la UNCTAD, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, se sumerge en un panorama global "frágil", en el que las economías desarrolladas se recuperan mucho más lentamente de lo esperado y el comercio global se ha ralentizado, lo que ha detenido el crecimiento de muchos países pobres, excesivamente dependientes del capital extranjero. "A medida que el capital empieza a manar, hay un verdadero peligro de entrar en una tercera fase de la crisis financiera que comenzó en el mercado inmobiliario americano a finales del año 2007". Ya ha empezado en Brasil, Rusia y Sudáfrica, países al borde de la recesión en los cuales puede producirse "una dañina espiral deflacionaria".
El informe señala como culpable a la trampa económica que la globalización ha creado, y que se ha acentuado en la última década. Son más de 25 billones de dólares los que deben las empresas privadas de los países en vías de desarrollo (a finales de 2008, la cifra se encontraba en 9 billones), y la mayor parte de esta deuda probablemente nunca se pague. "No se puede descartar una dañina espiral deflacionaria", añade el documento. "Nuestra experiencia pasada nos muestra que si gran parte de la deuda del sector privado es grande y está emitida en moneda extranjera, como en Latinoamérica, termina en las cuentas de balance públicas, con el riesgo una crisis de deuda externa soberana".
Como ocurre en una economía globalizada, un estornudo en un rincón del mundo puede terminar contagiando al planeta de gripe. Solo que en este caso, a juzgar por los términos empleados en el informe, puede tratarse de una enfermedad mortal. "El mediocre rendimiento de los países desarrollados desde la crisis económica de 2008-2009 y la crisis financiera va a durar, con el riesgo añadido que supone la pérdida de impulso en los países en vías de desarrollo durante los últimos años, que será mayor de lo que se pensaba", explica el documento.
La amenaza es clara: "Sin un cambio de dirección en este aspecto, el entorno externo al que se enfrentan estos países será peor, con consecuencias potencialmente dañinas para su prosperidad y estabilidad a corto y medio plazo". No solo para la de los países pobres y en desarrollo, sino también a escala global: "No se puede descartar un contagio más amplio por los "shocks" imprevistos que golpeen de manera más fuerte el crecimiento global". El documento se refiere explícitamente al "brexit", que provoca maremotos en una corriente ya bastante turbulenta de por sí.
Como recuerda Evans-Pritchard, este escenario es la consecuencia previsible en los países en vías de desarrollo de las medidas de estímulo en EEUU, Europa y Japón: "Una inundación de crédito barato que descompone su química y los conduce a una trampa". Sin embargo, a pesar de que se pensaba que ello podía ocurrir, no se sospechaba que los efectos fuesen tan devastadores. El informe es un tirón de orejas a "una cultura de recompra de acciones y una incansable extracción de beneficios" en la cual las ganancias obtenidas por las empresas no se reinvierten en puestos de trabajo o crecimiento sostenible.
Si el informe resulta relevante, señala el economista, es porque contradice muchas de las visiones populares sobre los beneficios de la globalización, "las que llevan enseñándose en universidades y escuelas de negocios desde hace dos generaciones". La justificación moral a la que recurren las naciones desarrolladas es que las inversiones extranjeras "han mejorado el estándar de vida de miles de millones de personas en Asia". Sin embargo, el documento de la ONU señala que, en realidad, esta relación económica no ha funcionado en muchos países, que se enfrentan a una posible "desindustrialización prematura".
En los últimos años, muchos países han visto cómo su sector industrial se estancaba y dejaba de producir puestos de trabajo. Es lo que ha ocurrido en India, México y muchos países del sureste asiático. Aún peor ha sido en el África subsahariana, donde el desarrollo de las manufacturas se ha detenido incluso antes de la industrialización del país. Pero aún más grave es la desindustrialización, acompañada por una caída de la productividad, en países como Sudamérica o los del norte de África desde los años 80. En muchos casos, este proceso está ligado a "drásticos cambios hacia políticas macroeconómicas más restrictivas y una reducción de la intervención del Estado para apoyar las transformaciones estructurales".
"En las economías más pobres, los beneficios de las iniciativas para el alivio de deuda de los 90 y principios de los 2000 y de la rápida integración en los mercados financieros después de 2008 se están evaporando rápidamente", advierte el informe. La situación ha cambiado en apenas un par de años, cuando la deuda emitida por los países en vías de desarrollo en forma de bonos parecía infinita (de 2.000 millones en 2009 a 18.000 millones en 2011). Sin embargo, factores como una peor proyección de crecimiento han provocado que su financiación salga mucho más cara.
En caso de que la economía global se ralentice aún más, "una gran parte de la deuda de los países en vías de desarrollo acumulada desde 2008 puede convertirse en impagable y ejercerá una considerable presión en el sistema financiero". Además, el informe añade que "si eso ocurre, la comunidad internacional necesita prepararse para renegociar las deudas de una manera más rápida, más justa y más ordenada de como se ha hecho hasta ahora".
¿Nos van a quitar las máquinas de trabajar? (Fedea – 4/10/16) Lectura recomendada
(Por Samuel Bentolila y Juan F. Jimeno)
En 1956 Herbert Simon, premio Nobel de Economía en 1978, escribió: "las máquinas serán capaces de hacer cualquier trabajo que un ser humano pueda hacer". Esta previsión parece ahora mucho más cercana. "Cualquier cosa que puedas hacer, la inteligencia artificial puede hacerla mejor", titula una reciente monografía de The Economist sobre el futuro del trabajo. Y los vehículos autodirigidos, por ejemplo, parecen darle la razón (aunque quizá no siempre… o sí). Si las máquinas hacen el trabajo, ¿qué harán los humanos?
Una respuesta optimista es que podremos disfrutar de más ocio, consumiendo la producción de las máquinas mediante la percepción de una renta básica sin trabajar; o sea, que nunca más estaremos condenados a ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente.
La visión pesimista la avivó un libro superventas de 2014, "The Second Machine Age" (ya traducido), de Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee. Estos autores ven los efectos positivos pero también sostienen que las empresas solo emplearán a los (pocos) trabajadores que no puedan ser reemplazados por máquinas, lo que reducirá los salarios y creará mucho paro. La creencia ludita en la eliminación de las oportunidades de empleo por el progreso tecnológico resucita de forma recurrente y anunciar el "fin del trabajo" ha servido a menudo para capitalizar predicciones totalmente equivocadas ¿hasta ahora? ¿Serán los efectos sobre el empleo de las futuras innovaciones tecnológicas diferentes de los observados en el pasado y tendrán razón al final los luditas?
Para responder a esta pregunta, conviene empezar sintetizando lo que hemos aprendido acerca del impacto de los desarrollos tecnológicos en el empleo durante las últimas décadas. Lo vamos a hacer de la mano de un trabajo divulgativo reciente de David Dorn. Por suerte, la realidad no es blanca ni negra, sino que hay tonos de gris.
Comencemos señalando que el progreso tecnológico puede aumentar el paro en el corto plazo, pues provoca que los trabajadores se desplacen de las ocupaciones y los sectores obsoletos a los viables. La transición puede ser costosa y larga, lo que en parte depende de instituciones laborales como la negociación colectiva, la protección de los empleados (costes de despido) y los parados (prestaciones por desempleo) o la intermediación laboral. La cuestión que nos ocupa aquí, no obstante, es el efecto del progreso tecnológico en el largo plazo, es decir una vez que los trabajadores se han adaptado al cambio.
Una primera razón para ser escéptico acerca de la visión neoludita es que, a pesar de todo, estamos en un periodo de crecimiento de la productividad relativamente bajo. Por ejemplo, en EEUU el PIB per cápita ha crecido un 1.6% anual desde 1973, mientras que en 1950-1973 creció un 4% (y en Europa es aún peor). Robert Gordon argumenta en un libro reciente que en el periodo 1870-1970, que llama de la "Gran Innovación", hubo grandes avances como la electricidad, el motor de combustión interna, el desarrollo de los plásticos y muchos otros. Por el contrario, ahora las innovaciones se dan sobre todo en las nuevas tecnologías (informáticas) y por ello el crecimiento económico seguirá cayendo. Este bajo crecimiento de la productividad, junto con un menor crecimiento de la población y su envejecimiento, son las principales causas del renacimiento de la hipótesis del estancamiento secular que anuncia de forma vehemente Larry Summers, entre otros.
Supongamos no obstante que la producción se mide mal o que Gordon se equivoca. Incluso así, si observamos la tasa de empleo desde la mitad del siglo XIX, periodo en que ha habido muchísimas innovaciones tecnológicas, la proporción de la población empleada es muy estable, como se observa en este gráfico del Banco de Inglaterra para el Reino Unido, reproducido por Dorn:
Algo parecido, con más oscilaciones cíclicas, se observa en la tasa de paro. O sea, que no hay una tendencia secular de caída del empleo o de aumento del paro. ¿Cómo puede ser? Sobre todo porque el progreso técnico, por un lado, deja obsoletos algunos sectores y ocupaciones, pero hace surgir otros y, por otro lado, permite reducir los costes de producción de los bienes y por tanto sus precios, con lo que se eleva el poder adquisitivo de la población y su demanda de otros bienes.
En suma, lo que ha hecho el progreso técnico no ha sido reducir el empleo, sino cambiar su composición. En efecto, en el desarrollo económico mundial hay un patrón bien conocido de traslación del empleo de la agricultura a la industria y después de esta a los servicios (la llamada transformación estructural).
Cómo cambia la composición del empleo depende de la naturaleza de las innovaciones tecnológicas. Desde el lanzamiento del primer ordenador personal hace 35 años se reavivó el debate sobre la incidencia del paro tecnológico. Primero se desarrolló la teoría del cambio técnico sesgado hacia la cualificación, que favorece el empleo de los trabajadores con un nivel educativo más alto, en la medida en que las nuevas tecnologías elevan más la producción de este tipo de trabajadores que la de otros.
Más recientemente, indagando en el mecanismo por el que se produce esto, se ha generado una teoría del cambio técnico sesgado hacia las tareas. Resulta que los ordenadores son mucho mejores que los humanos en tareas repetitivas o rutinarias (pensemos en una cadena de montaje), pero no se les da bien producir nuevas ideas, ni reaccionar a situaciones inesperadas, ni tratar con seres humanos. Es decir, que los trabajadores que llevan a cabo tareas abstractas (gestores, ingenieros, investigadores) o manuales (camareros, cuidadores, peluqueros) tienen menor probabilidad de ser reemplazados por máquinas (aquí el artículo clásico de Autor, Levy y Murnane).
Hace poco hablamos aquí de la caída de la participación en la renta de las ocupaciones rutinarias. Los tres tipos de tareas se alinean bastante bien con la distribución de ocupaciones por nivel de salarios, estando los trabajadores que desempeñan tareas manuales más frecuentemente en el tercio inferior de salarios, los de tareas rutinarias en el tercio intermedio y los de tareas abstractas en el superior. Se ha dado en casi todos los países una polarización ocupacional (de la que ya nos habló Florentino Felgueroso), en favor de las ocupaciones en los dos extremos, perdiendo empleo las intermedias:
En EEUU este fenómeno se ha dado a la vez que han aumentado los salarios de los trabajadores de los servicios menos cualificados. David Autor y David Dorn defienden que esta evolución solo puede explicarse por la existencia de un aumento de la demanda de esos servicios, posiblemente gracias a la caída de precios de los bienes en cuya producción las máquinas han pasado a realizar las tareas rutinarias. Así que no todo está perdido para los menos cualificados.
No obstante, parece claro que la frontera entre lo que pueden y no pueden hacer las máquinas se está desplazando, y futuros avances de la inteligencia artificial pueden dar lugar a que también queden dentro de su ámbito de actuación las tareas manuales y las no rutinarias.
¿Cómo deberían reaccionar los trabajadores para mejorar su situación ante este panorama, en especial los jóvenes? Como dice Dorn, lograr un mayor nivel educativo es una receta fácil de dar. Pero hace falta una educación distinta, orientada a adquirir habilidades en áreas en que las capacidades humanas sigan superando a las de las máquinas. Una educación memorística y de cálculo mental no sirve. Fomentar las capacidades de resolver problemas y de comunicación, mediante el estudio de casos y el trabajo en equipo -usando métodos pedagógicos modernos, o como diría Antonio Cabrales, arrumbando la educación viejuna– puede favorecer complementariedades con las máquinas, que permitan crear nuevas oportunidades de empleo.
Y para las ocupaciones intermedias en declive, puede ser útil una mayor atención a la interacción individualizada con el cliente y a la resolución de problemas. Dice Dorn: "Un operario que tenga un conocimiento profundo de cómo funciona una máquina, y del proceso productivo en que se integra, es más difícil de sustituir que un operario que solo está familiarizado con unos cuantos botones del cuadro de mandos de una máquina.
(…) De forma parecida, un vendedor que aconseja de forma experta y responde cuidadosamente a las peticiones de cada consumidor es menos fácil que pierda su empleo que un compañero que se limita a pasar tarjetas de crédito por el terminal de una caja. Estos trabajos que tienen una combinación virtuosa de tareas no requieren una educación universitaria pero sí se beneficiarían de un sistema de formación profesional de alta calidad, que combine la experiencia práctica en el trabajo con una educación adaptada a las necesidades de una ocupación concreta". O sea, que se trata de adquirir habilidades para las interacciones personales, versatilidad y sentido común, cosas que, ciertamente, son difíciles de infundir a los seres humanos pero, probablemente, todavía más difíciles de incorporar a una máquina.
De la "tercera" ola recesiva (ONU) a la "nueva" ola proteccionista (FMI): "E la nave va"
"Los bajos salarios y el aumento de la desigualdad, junto al fenómeno de las migraciones, amenazan con desembocar en una nueva ola proteccionista. Eso es lo que piensa el FMI" El FMI alerta de una ola proteccionista por los bajos salarios y la desigualdad (El Confidencial – 4/10/16)
Lo dice con rotundidad el último informe del FMI. "En el mundo entero se observa un aumento de las medidas comerciales proteccionistas". ¿La causa? El impacto que tiene la competencia externa en los puestos de trabajo y en los salarios de millones de trabajadores en un contexto de frágil crecimiento y baja productividad. O lo que es lo mismo, la competencia exterior está avivando lo que el Fondo Monetario denomina "espíritu proteccionista", lo cual podría tener, sostiene, ramificaciones para los flujos de comercio mundial.
Otro factor influye en este neoproteccionismo, del que la economía mundial se había salvado hasta ahora pese a la intensidad de la crisis. Las inquietudes en torno a la "creciente desigualdad" de la distribución de los ingresos se multiplican, lo que alimenta el temor a la competencia exterior.
La incertidumbre es máxima. Y el FMI alerta que estas tendencias podrían llevar a las empresas a "postergar" la inversión y la contratación, enfriando la actividad a corto plazo, al mismo tiempo que una "tendencia al aislacionismo" podría avivar las desavenencias políticas internacionales.
Detrás de este comportamiento del comercio mundial se encuentra lo que el propio Fondo Monetario denomina "fuerzas políticas centrífugas". Y que tienen que ver con el Brexit o las elecciones presidenciales en EEUU. En particular, por el candidato Trump. Pero también con la respuesta política que se está dando algunos países avanzados a fenómenos como la inmigración a través de respuestas nacionales a problemas globales. Lo que temen los economistas del Fondo es que vuelvan a florecer los aranceles y otras barreras no estrictamente arancelarias.
El FMI parte de una premisa. Una de las principales causas del moderado avance del PIB mundial -el 3,1% este año y el 3,4% el próximo- es la menor tasa de aumento de la demanda agregada, sobre todo de la inversión, que es especialmente eficaz para generar flujos comerciales internacionales de bienes de capital e consumos intermedios.
También ejercen una función central la "pérdida de impulso de las medidas de liberalización comercial, la reaparición de medidas proteccionistas y el repliegue de las cadenas mundiales de valor". Su conclusión es que aunque parte de la desaceleración del comercio puede obedecer a la maduración natural de las tendencias que impulsaron el crecimiento del comercio exterior en el pasado, también parece probable que estén influyendo "presiones más preocupantes que podrían, a su vez, reducir el dinamismo empresarial y la tasa de crecimiento de la productividad".
De hecho, tanto los factores demográficos como las expectativas de un menor crecimiento futuro de la productividad (y, por ende, de las rentas de los consumidores) están ejerciendo presión a la baja sobre las tasas de inversión actuales, ya que se necesita menos inversión para mantener una relación capital/producto estable.
Política monetaria ultraexpansiva
En particular, en las economías avanzadas. En este caso, las brechas del producto (lo que la economía deja de crecer) aún son negativas, las presiones salariales en general son moderadas, y el riesgo de una inflación persistentemente baja (o una deflación, en algunos casos) se "ha recrudecido". Por lo tanto, su conclusión es que la política monetaria debe seguir siendo acomodaticia, apoyándose según sea necesario en estrategias no convencionales. Es decir, prolongando en el tiempo la expansión monetaria a través de diferentes programas de compras de activos, tanto públicos como privados.
El análisis el FMI va más allá de lo estrictamente económico y recuerda que la acogida de migrantes también crea dificultades para las economías avanzadas, en especial en un contexto de crecimiento económico débil. "Las inquietudes acerca del impacto en los salarios", asegura, y el posible desplazamiento de los trabajadores locales y los costos fiscales a corto plazo "pueden acentuar las tensiones sociales". Su conclusión es que esas inquietudes pueden dar lugar a reacciones políticas, como lo demuestra la actual campaña presidencial en Estados Unidos y la campaña previa al voto por el Brexit en el Reino Unido.
Los economistas del Fondo, sin embargo, recuerdan que la inmigración tiene a largo plazo efectos positivos sobre los ingresos per cápita y sobre la productividad de la mano de obra, y poco efecto sobre las tasas de desempleo y los salarios de los trabajadores locales.
Sin embargo, admite, algunos estudios "sí distinguen efectos negativos sobre los grupos de salarios más bajos". Es decir, los empleos no cualificados, cuya inserción laboral es más difícil.
El proteccionismo, en todo caso, está en el punto de mira. Y el informe del FMI realiza un supuesto en el que a nivel mundial se produce un encarecimiento de los bienes importados del 10% durante tres años. Las consecuencias son inmediatas. Según sus estimaciones, el mayor costo de los bienes comerciados reduce el producto mundial casi 1,75% después de cinco años, y casi 2% a largo plazo.
El consumo mundial, de la misma manera, se reduciría en una tasa similar, en tanto que la inversión internacional decrecería incluso más. El comercio mundial, sin embargo, es el rubro más perjudicado, registrándose reducciones de las importaciones y exportaciones de 15% después de cinco años y de 16% a largo plazo.
El planeta de los "ninis"
"España fue el país de la OCDE donde más cayó el empleo juvenil entre 2007 y 2015 al reducirse a algo menos de la mitad, debido en parte por el lastre que supone contar con una de las tasas más elevadas de fracaso escolar y por la dualidad del mercado de trabajo"… El fracaso escolar y el mercado laboral convierten a España en un nido de "ninis" (El Economista – 5/10/16)
Así figura en el informe "Panorama de la Sociedad" publicado (5/10) por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que en esta edición pone su foco en los alrededor de 40 millones de jóvenes de 15 a 29 años que se encuentran sin empleo y fuera del sistema educativo en los 34 países miembros de este club.
Eso supone un 14,6% de ese grupo de edad en 2015, porcentaje de los llamados "nini" que ponen de manifiesto las enormes diferencias entre los mínimos del 6,2% en Islandia y del 7,8% en Holanda y los máximos del 29,8% en Turquía, del 26,9% en Italia, del 24,7 % en Grecia, del 22,7% en España, del 22,1% en México y del 18,8% en Chile.
En España, los "nini" experimentaron un aumento de 10 puntos porcentuales durante la parte más cruda de la crisis, desde 2007 hasta 2013, cuando se alcanzó un máximo del 26 %, a causa de una destrucción masiva de puestos de trabajo que afectó muy en particular a jóvenes que no tenían estudios y trabajaban en sectores como la construcción.
El hecho es que la tasa de "ninis" descendió en los dos años siguientes hasta el 23 % en 2015 (el último año con datos disponibles), una evolución que el responsable del informe, Stéphane Carcillo, vinculó con los vaivenes extremos que se producen en el mercado laboral español por su "dualidad".
Carcillo precisó que esa dualidad permite una rápida destrucción de puestos de trabajo en momentos de crisis, que perjudica sobre todo a las personas con contratos temporales (en buena medida jóvenes), muy flexibles, donde también se crean rápidamente en tiempos de bonanza, y añadió que a largo plazo ese modelo no contribuye a consolidar el empleo.
Como en otros países, el porcentaje de "ninis" es netamente superior (32% en 2015) entre los jóvenes nacidos en el extranjero, es decir, esencialmente inmigrantes.
La OCDE señala que España fue el único de sus Estados miembros en los que el empleo juvenil cayó más del 50% entre 2007 y 2014, seguido de Grecia e Irlanda (en ambos más del 40%) y luego Portugal, Eslovenia e Italia (más del 30%).
Los que tenían un nivel de instrucción bajo (no habían superado el primer ciclo de secundaria) supusieron alrededor de 25 puntos porcentuales de esa caída, es decir en torno a la mitad del total, mientras el resto se lo repartieron a partes iguales los que tenían estudios superiores y los de nivel de instrucción medio.
El fracaso escolar
Una parte de la explicación reside en que España aparece en la cola del conocido como "club del mundo desarrollado" por su tasa de fracaso escolar en el grupo de entre 25 y 34 años: un 39% entre los hombres (frente a una media ligeramente superior al 15% en la OCDE) y un 28 % entre las mujeres (frente al 12-1%) no habían completado el segundo ciclo de secundaria.
Los autores del estudio hicieron notar que los resultados de los jóvenes españoles son "relativamente mediocres" si se comparan con el conjunto de la OCDE en lo que se refiere a competencia en lectura (18%) y en matemáticas (23%).
Y eso pese a que ha habido progresos respecto a las personas de las generaciones anteriores con edades de entre 30 y 54 años.
Carcillo estimó que el elevado nivel de pobreza juvenil en España (casi el 20%) tiene que ver sobre todo con el paro en ese grupo de edad. En el conjunto de la población española, la pobreza es del 16%, casi cinco puntos más que la media de la OCDE.
La peculiaridad española a ese respecto es que la fractura entre la pobreza de los niños (23,4%) y la de las personas mayores (5,5 %) es superior a la de cualquier otro miembro.
Para afrontar el problema del desempleo juvenil, la organización de países desarrollados recomienda en primer lugar luchar contra el fracaso escolar con las recetas que ofrecen países nórdicos donde hay intercambios intensos entre los servicios sociales y los centros escolares para actuar cuando se detecta absentismo escolar y evitar que acabe en abandono de estudios.
El objetivo es situar a los jóvenes que corren el riesgo de descolgarse en proyectos de empleo o de aprendizaje. Carcillo indicó que un 15% de los jóvenes en Alemania están cubiertos por el aprendizaje, cuando en España son sólo el 4%.
No se alegra el que no quiere: gracias a la mayor pobreza de los países avanzados hay menor pobreza en los países de desarrollo ("un pan como unas tortas"). No comment
– ¡Hurra! Menos pobreza y menos desigualdad en el mundo (El Confidencial – 7/10/16)
Nunca en la historia han vivido más personas fuera de la extrema pobreza ni tampoco el porcentaje de ciudadanos castigados por la extrema pobreza ha sido más pequeño
(Por Juan Ramón Rallo) Lectura recomendada
El ciudadano medio de cualquier país desarrollado probablemente crea que vivimos en una era de estancamiento y decadencia: los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres, esto es, la pobreza y la desigualdad están experimentando una época dorada. El auge de los populismos, de hecho, atestigua ese sentimiento de protesta, frustración e insatisfacción entre buena parte de la población. Sin embargo, la realidad es que, en términos generales, el mundo nunca ha sido un mejor lugar que en la actualidad: no ya para los ricos, sino especialmente para los pobres. En este sentido, el último informe del Banco Mundial, dentro de su serie "Poverty and Shared Prosperity", proporciona datos verdaderamente iluminadores sobre la coyuntura global actual.
Primero: nunca en la historia han vivido más personas fuera de la extrema pobreza ni tampoco el porcentaje de ciudadanos castigados por la extrema pobreza ha sido más pequeño. En apenas un cuarto de siglo, y desde que empezaran a reducirse las barreras políticas al comercio internacional (la tan famosa como odiada "globalización"), las cifras absolutas de miseria han caído a menos de la mitad (desde 1.850 millones de pobres extremos en 1990 a 767 en 2013) y las cifras relativas, a menos de un tercio (de comprender al 35% de la población mundial en 1990 al 10,7% en 2013).
Conviene resaltar que las cifras absolutas minimizan el impacto de la reducción de la pobreza: es verdad que el número total de pobres extremos solo ha caído en unos 1.100 millones de personas desde 1990, pero es que desde entonces la población mundial ha aumentado en 2.000 millones. O dicho de otra forma: si en 2013 tuviéramos la misma tasa de pobreza extrema que en 1990 (el 35%), hoy el número de pobres extremos sería de 2.500 millones en el conjunto del planeta, pero lo es de 770, de modo que la reducción efectiva de la miseria ha beneficiado a casi 1.800 millones de personas en los últimos 25 años.
Para muchos, sin embargo, tan espectacular reducción de la pobreza no es relevante, por cuanto las desigualdades globales se están ensanchando: puede que los pobres no sean cada vez más pobres, pero los ricos se enriquecen proporcionalmente mucho más que los pobres. No obstante, esta es una visión, de nuevo, completamente torcida de la realidad: desde 1990, la desigualdad mundial ha caído, y con fuerza, por primera vez desde la Revolución Industrial.
El principal motor de esta reducción de la desigualdad global es que las diferencias de renta entre países se han reducido gracias al fuerte crecimiento económico que han experimentado las sociedades menos desarrolladas: en 1988, esas diferencias explicaban el 80% de toda la desigualdad global, mientras que hoy el 65%.
Nótese que es perfectamente posible que las desigualdades dentro de los países aumenten con que las desigualdades globales caigan por efecto de los menores diferenciales de renta entre países. Por ejemplo, si el país A está compuesto por dos individuos con unas rentas de 10.000 y 20.000 y el país B por otros dos individuos con rentas de 100 y 200, las desigualdades globales se reducen si el país A pasa a tener unas rentas de 10.000 y 20.100 y el país B unas rentas de 1.000 y 5.000: y ello es así porque las desigualdades entre ambos países menguan mucho más de lo que crecen las desigualdades dentro de cada país. Por eso, en parte de Occidente no queremos enterarnos de que el mundo es hoy un lugar mucho menos desigualitario que hace dos décadas: como la desigualdad de nuestro entorno más inmediato ha aumentado durante los últimos años, tendemos a imaginar que eso mismo ha tenido que suceder en el conjunto del planeta.
A su vez, que la desigualdad global caiga como consecuencia de la menor desigualdad entre países tampoco significa que solo los más acaudalados del Tercer Mundo se estén beneficiando del crecimiento económico y que, en consecuencia, la menor desigualdad global se explique por la minoración de los diferenciales entre los ricos de los países pobres y los pobres y clases medias de los países ricos. Es enormemente interesante constatar cómo, especialmente en los países en vías de desarrollo, quienes más se están beneficiado del crecimiento económico son los más pobres dentro de cada país. En el siguiente gráfico, las columnas blancas representan el crecimiento medio de la renta (o del consumo) del conjunto de la población en el periodo 2008-2013; por su parte, las franjas azules nos indican la evolución del crecimiento medio de la renta (o del consumo) del 40% más pobre de esa sociedad. Resulta sencillo observar que en la práctica totalidad de Asia Oriental, de Asia del Sur, de Latinoamérica y en muchos países de Europa del Este, Asia Central y el África subsahariana, la renta (o el consumo) de los más pobres crece por encima de la media.
A tenor de todos estos datos, acaso se replique que, si bien el Tercer Mundo se está desarrollando enormemente gracias a la globalización -incluso beneficiando a los más pobres entre los más pobres-, todo ello se produce a costa de incrementar la pobreza y la desigualdad en el Primer Mundo, en especial a raíz de la crisis económica. Por eso, de hecho, estamos viendo un rearme del discurso proteccionista en muchos países ricos, siendo tal vez el caso más sonado el de Donald Trump en EEUU. Empero, al respecto, dos puntos merecen ser resaltados.
El primero es que constituiría una canallada coaccionar con aranceles y trabas comerciales a los ciudadanos del Primer Mundo para empobrecer a unos ciudadanos del Tercer Mundo que apenas están comenzando a levantar cabeza desde una situación de cuasi-subsistencia a la que, en parte, los abocó el disruptor imperialismo occidental. El segundo es que esa narrativa es falaz: la desigualdad no está creciendo en la mayoría de países industrializados y, de hecho, en agregado se ha reducido para el periodo 2008 y 2013. En concreto, de los 20 países industrializados analizados por la OCDE, en ocho ha caído la desigualdad desde 2008, en seis se ha mantenido y en otros seis ha aumentado, disminuyendo el índice Gini conjunto de 32 a 31,8. Con respecto a 1993, el índice aumenta, pero menos de un punto.
Es verdad que la desigualdad de la renta ha aumentado en España con la crisis, pero aun así sigue estando al mismo nivel que en 1995 (un índice Gini de 34) y, sobre todo, debemos recordar que el 80% de ese aumento de la desigualdad se debe a la enorme destrucción de empleo vivida a raíz del pinchazo de la burbuja inmobiliaria y, sobre todo, a raíz de la pésima legislación laboral que padecemos. O dicho de otro modo, el problema de España no es la globalización y la prosperidad del Tercer Mundo, sino nuestro marco institucional interno que magnifica los efectos de las crisis sobre los estratos más pobres de la sociedad.
En suma, el mundo es hoy un lugar más rico y más igualitario que en los noventa, los ochenta o los setenta. Los populistas de izquierdas y de derechas mienten con descaro cuando describen un planeta en el que únicamente un puñado de millonarios (el 1%) se está enriqueciendo a costa de unas masas cada vez más depauperadas (el 99%). Solo pretenden construir un relato dirigido a reforzar el poder arbitrario del Estado a costa de cargarse el marco económico que ha permitido la creación más intensa y extensa de riqueza en toda la historia de la humanidad. Su ambición de poder contra las esperanzas de prosperidad de miles de millones de personas.
Aunque hay algunos "nuevos pobres" de los países ricos, que no se muestran tan felices con los "nuevos ricos" de los países pobres
– La incertidumbre política alimenta temores sobre el crecimiento global (The Wall Street Journal – 9/10/16) Lectura recomendada
Las autoridades económicas están nerviosas por que los acontecimientos políticos reduzcan el crecimiento al desatar una reacción contra el libre comercio, reprimir la inversión y provocar la volatilidad de los mercados
(Por Ian Talley)
Washington.- Si se le pregunta a cualquier ministro de Hacienda o presidente de un banco central sobre los principales riesgos que afronta la economía global, la respuesta es una sola: la política.
Desde las elecciones en Estados Unidos hasta la salida británica de la Unión Europea, un proceso conocido como brexit, pasando por la lentitud de las reformas en China, las autoridades económicas se han vuelto cada vez más nerviosas por que los acontecimientos políticos reduzcan el crecimiento global al desatar una reacción contra el libre comercio, reprimir la inversión y provocar la volatilidad de los mercados.
Algunos líderes populistas están aprovechando el descontento del electorado para resucitar medidas proteccionistas que no se habían visto desde los años 30. Además, el incierto desenlace de una serie de elecciones, plebiscitos y cambios de liderazgo parece deprimir la actividad de negocios alrededor del mundo.
La incertidumbre en torno a la dirección de la política económica en los próximos años dominó las preocupaciones de los ministros de Hacienda y banqueros centrales congregados en Washington durante el fin de semana para asistir a los encuentros semestrales del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. "Las incertidumbres y riesgos que enfrenta la economía mundial han aumentado conforme algunas de las principales economías han entrado en temporada de elecciones generales", dijo el ministro de Finanzas chino, Lou Jiwei, quien preside este año el Grupo de los 20, que reúne a las principales economías del mundo.
Los retos políticos podrían descarrilar la economía global en un entorno donde la deuda asciende a máximos históricos, los bancos son vulnerables y el crecimiento es anémico. Las autoridades advierten que la débil economía global, que ya es señalada como responsable de crear las condiciones políticas conducentes a un renacimiento del proteccionismo, podría sufrir un retroceso de medio siglo de integración comercial.
"Demasiados políticos apoyan barreras comerciales en un esfuerzo miope para aumentar el crecimiento nacional a corto plazo", dijo Roberto Azevedo, director general de la Organización Mundial del Comercio. "La medicina que a menudo se receta es el proteccionismo y es exactamente el tipo de medicina que va a perjudicar al paciente, en vez de ayudarlo".
El FMI advierte que se puede gestar un ciclo peligroso: un crecimiento más débil engendrado por el proteccionismo podría producir una reacción populista más fuerte contra el libre comercio, lo que deprimiría aún más la actividad económica.
Al estimar el potencial impacto, el FMI calcula que un alza brusca de los aranceles y otras barreras comerciales elevaría los precios de las importaciones en 10% a nivel global. Eso se traduciría en una caída de 15% de las exportaciones durante los próximos cinco años. El consumo retrocedería 2% y la economía global crecería dos puntos porcentuales menos, según la entidad. Un golpe de esta naturaleza dejaría la economía global por debajo de lo que algunos economistas consideran una recesión técnica.
El peor escenario previsto por el FMI es desalentador. Los mercados financieros tendrían una reacción negativa al aumento del proteccionismo. Esta combinación podría provocar un derrumbe de 18% de la inversión en algunos países, mientras que el Producto Interno Bruto mundial caería entre 3 puntos porcentuales y 6 puntos porcentuales. Muchos países entrarían en deflación, vaticina el organismo.
La volatilidad de los mercados aumenta de la mano de la incertidumbre, según indicadores que miden ambos fenómenos. La incertidumbre en torno a la dirección de la política económica alcanza niveles no vistos desde la crisis financiera global y la crisis de la deuda soberana europea. El alza de la volatilidad de los mercados sigue un rumbo a casi idéntico.
Uno de los temas que preocupa a los inversionistas es el brexit. Un divorcio conflictivo entre el Reino Unido y la UE en los próximos tres años es considerado una de las principales amenazas a la región.
Las elecciones en Francia y Alemania también han generado interrogantes sobre el futuro de la política económica en dos de las mayores economías del mundo ante el avance de los partidos de extrema derecha. Italia enfrenta un referendo constitucional en diciembre que, en opinión de numerosos economistas, es fundamental para la reforma de la economía.
Señales de que la inversión está siendo impactada por la ansiedad han surgido en los índices de gerentes de compras, un indicador de actividad económica, de muchos países europeos. El índice alcanzó en septiembre niveles que no se veían desde 2014 a medida que muchas empresas postergan sus gastos.
Las elecciones estadounidenses, en tanto, golpean a la economía mexicana. El peso se ha movido violentamente en la dirección opuesta al desempeño en las encuestas del candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump. Cerca de 80% de las exportaciones mexicanas se dirigen a EE.UU., lo que equivale a un tercio del PIB, por lo que el deterioro de la confianza de los consumidores mexicanos es atribuido a las amenazas de Trump de imponer aranceles punitivos.
Los inversionistas también siguen con cautela lo que pasa en China, donde el gobierno está demorando la liberalización de la economía hasta después de un cambio de liderazgo que comienza en 2017. El retraso está provocando una peligrosa acumulación del crédito y exceso de capacidad industrial que ha afectado los precios globales de las materias primas. El FMI advirtió que si las autoridades no aceleran el ritmo de las reformas, se podría producir un colapso financiero y una drástica caída del crecimiento de la segunda economía del mundo.
Aunque las preocupaciones políticas se centran en las principales economías, también se extienden a otros países. Los colombianos acaban de rechazar un acuerdo de paz entre el gobierno y el grupo guerrillero Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), lo que podría poner en riesgo la salud de largo plazo de la economía. El gobierno de Nigeria, en su intento por abordar la pérdida de ingresos generada por el derrumbe de los precios del petróleo, ha demandado a varias empresas a las que acusa de exportar ilegalmente crudo por cerca de US$ 13.000 millones.
"Hay muchas compañías sentadas en una montaña de efectivo", dijo Stanley Fischer, vicepresidente de la Reserva Federal de EEUU. "Hay una especie de aire de incertidumbre acerca de la situación y creo que no estimula la inversión".
– Qué hay detrás de la nueva ola de ataques contra la globalización y el libre comercio (BBCMundo – 9/10/16) Lectura recomendada
Muchos ciudadanos de EEUU, Europa o Japón, no han visto aumentar la renta de sus hogares en los últimos 10 años.
El cambio tecnológico y económico ha afectado a zonas geográficas específicas que tuvieron problemas para desarrollar nuevas industrias y crear nuevos empleos.
El sentimiento de agravio es evidente: el sector perdió seis millones de puestos de trabajo entre 1999 y 2011, según la Oficina de Estadísticas de Empleo de EEUU.
Los estudios han demostrado que el declive del país se ha visto acompañado de ganancias en China.
Las importaciones chinas explican el 44% de la pérdida de empleo en manufacturas en Estados Unidos entre 1990 y 2007, según un informe del Instituto de Estudios del Trabajo en Bonn, Alemania.
Parte del descenso se debe al traslado de puestos de trabajo a otros países, pero también han jugado un papel la automatización y la puesta en marcha de procesos más eficientes.
"En todos los países hay quien ha perdido por el desarrollo tecnológico, sea operadores telefónicos o empleados bancarios", dice Gary Hufbauer, experto en comercio del Instituto Peterson de Economía Internacional.
"El problema en EEUU es que no hacemos demasiado para ayudar a aquellos que han perdido, a través de apoyo del sistema de seguridad social o de formación laboral", dice Hufbauer.
El aumento de la oposición política a la globalización ha coincidido y contribuido también a un periodo de reducción del comercio mundial desde la crisis financiera de 2008.
Entre 1986 y 2008, el comercio global aumentó a un ritmo del 6,5%, según la Organización Mundial de Comercio.
Entre 2012 y 2015, esa tasa se ha ralentizado hasta situarse en un promedio del 3,2%, y se espera que crezca solo un 1,7% este año.
La ralentización, si continuara, convertiría este periodo de relativo estancamiento comercial en el mayor desde la Segunda Guerra Mundial.
Desde la crisis financiera, la ralentización de la economía china y el estancamiento político y económico en la Eurozona han contribuido a este estancamiento del comercio mundial.
Al mismo tiempo se ha producido un aumento constante en la aplicación de medidas proteccionistas en todo el mundo.
En un intento de proteger a las empresas y los sectores domésticos, los políticos han acudido a los aranceles y las restricciones a las importaciones de otros países.
"Los gobiernos de todo el mundo han casi doblado su utilización de distorsiones comerciales en los últimos dos años", dice el profesor Simon Evenett, experto comercial de la Universidad de San Gallen.
"El aumento reciente de la actividad de buscar tu beneficio propio a costa de empobrecer al vecino es anterior a Trump y al Brexit, lo que sugiere que las presiones populistas pueden exacerbar el proteccionismo", añade.
Los economistas alertan de que aunque el proteccionismo pueda resultar atractivo para los políticos presionados por enfadados trabajadores, en realidad su efecto es aumentar los precios para los consumidores.
En 2012 hubo una oleada de indignación cuando neumáticos baratos producidos en China inundaron el mercado estadounidense, poniendo en peligro la viabilidad de los productores domésticos.
El presidente Barack Obama respondió con aranceles correctivos, para hacer que China "cumpla las reglas".
Las medidas proteccionistas fueron bien recibidas en Estados Unidos, pero un estudio del Instituto Peterson estableció que los aranceles implicaron que los consumidores estadounidenses pagaron US$ 1.100 millones más por sus neumáticos en 2011.
Cada puesto de trabajo salvado costó en la práctica US$ 900.000 y muy poco de eso alcanzó los bolsillos de los trabajadores.
Batalla por el libre comercio
Con los beneficios económicos y sociales del libre comercio siendo cada vez más atacados, los defensores de la globalización han intentado lanzar un contraataque.
"Durante seis décadas tras la Segunda Guerra Mundial, el crecimiento sin precedentes del comercio de bienes y servicios y la expansión espectacular de la inversión extranjera directa fueron impulsores poderosos del mejor medio siglo de la historia humana", dice Gary Hufbauer.
El Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio y el Fondo Monetario Internacional han convertido este tema en una parte central de sus reuniones en Washington durante esta semana.
Para enfatizar este argumento, el Banco Mundial ha publicado un estudio en países desarrollados que muestra que los ingresos promedio del 40% más pobre de la sociedad aumentaron entre 2006 y 2013, a pesar del impacto de la crisis financiera.
Reduciendo la desigualdad
1,1 billones de personas salieron de la pobreza extrema desde 1990
100 millones salieron de la pobreza extrema entre 2012 y 2013. Esto es equivalente a:
250.000 personas al día
200 personas por minuto
Banco Mundial
También parece que los políticos se están dando cuenta de que la desigualdad y el estancamiento económico, sean cuales sean sus causas, deben remediarse.
"Creo que hay una toma de conciencia en países ricos y entre las élites de que la globalización tiene problemas", dice Branko Milanovic, un economista cuyo trabajo sobre la desigualdad de ingresos ha potenciado gran parte del debate. "Se dan cuenta de que para su propia supervivencia tienen que ocuparse de ellos".
Puede ser que los problemas que surgen de este descontento hayan sido diagnosticados, pero las soluciones no son obvias ni fáciles de aplicar.
"Muchos de los beneficios de la globalización los ha disfrutado un grupo relativamente pequeño dentro de cada país", afirma Andrew Lang, de la London School of Economics. "La pregunta no es si hay beneficios en la globalización, porque es evidente que sí. La pregunta es sobre quién se está beneficiando de esos beneficios", dice Lang.
Parte del enfado puede disiparse si el crecimiento económico deja de situarse de manera obcecada en esa trayectoria plana, aumentado los ingresos en todo el mundo.
"Para ayudar a solventar esos problemas, hay que activar la economía mundial. Los gobiernos tienen que comprometerse a aprobar paquetes de estímulo fiscal para hacer que sus economías marchen de nuevo", afirma Gary Hufbauer.
Branko Milanovic apunta al éxito de políticos en el pasado cuando intentaron dar la vuelta a economías débiles que parecían intratables. "No es imposible hacerlo", opina. "Thatcher y Reagan consiguieron cambios en periodos de tiempo relativamente pequeños: un periodo presidencial de cuatro años debería ser suficiente para empezar a marcar la diferencia".
Críticas de la izquierda y la derecha
Los oponentes de la globalización y el comercio mundial creen que sus movimientos están provocando avances. Las negociaciones del TTIP parecen estar detenidas, las elecciones en Estados Unidos cuestionan el futuro del Acuerdo Transpacífico y el número de acuerdos de libre comercio ha caído.
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