Sin embargo, el Fondo enfatiza que las condiciones actuales en Europa (bajos tipos de interés, alto desempleo y output gap negativo) son las más favorables posibles, por lo que el aumento de la inversión no sólo generaría crecimiento y empleo (alejando por tanto el riesgo de deflación), sino que se financiaría a sí misma, ya que el mayor crecimiento futuro compensaría sobradamente el mayor gasto presente, sobre todo con costes de financiación históricamente bajos.
El cambio de dirección en el policy mix europeo desde la obsesión con la austeridad fiscal y la ortodoxia monetaria hacia una aplicación más flexible de las reglas fiscales, la inversión pública al nivel europeo y la política monetaria no convencional, aspira a recuperar la mermada credibilidad de las instituciones europeas ante una ciudadanía cada vez más desencantada que permita frenar el auge de los partidos eurocríticos y eurofóbicos. La preocupación mayor es el auge de Marine Le Pen en Francia, ya que si el Frente Nacional (que obtuvo más del 25% de los votos en las elecciones al Parlamento Europeo del pasado mayo) ganara las elecciones en 2017 el proyecto de unión monetaria (y con él la propia UE) se vería todavía más cuestionado.
¿Dará resultado?
Sin embargo, la pregunta es hasta qué punto es realista que esta combinación de políticas se pueda llevar adelante y, si se consigue, si será suficiente para generar crecimiento. El diseño parece adecuado, pero la puesta en marcha de las medidas es complicada y sus efectos inciertos.
Existen dudas importantes en los tres campos: el de las reformas estructurales, el fiscal y el monetario. Una de las cosas que la crisis de la deuda en la zona euro nos ha enseñado es que los gobiernos sólo hacen reformas de calado y ajustan las cuentas públicas cuando tienen presión de los mercados y ven cómo sus costes de financiación se disparan. Sin embargo, desde que Draghi sentenció que haría lo que fuera necesario para salvar el euro, la presión de los mercados ha desaparecido (hoy Francia se financia más barato que EEUU) y, con ella, los incentivos para reformar. Las normas europeas "animan" a los países a hacer cambios estructurales en sus economías, pero no pueden obligarles con la misma fuerza como lo hacen los mercados. Por ello, a pesar del liderazgo de Renzi en Italia y de las intenciones reformistas del nuevo gabinete de Hollande, las perspectivas de cambio en Francia e Italia (los dos países clave que han hecho poco o nada en términos de reformas desde el principio de la crisis) son dudosas.
El tema del ajuste fiscal es también complicado. Aquí el dilema es el siguiente: ¿se deben respetar las normas del Pacto Fiscal para ganar credibilidad aunque ello implique recortes de gasto a corto plazo que tendrán un impacto negativo sobre el crecimiento? Por una parte, es claro que hay que tener una estrategia de largo plazo para reducir los altos niveles de deuda pública en Europa. Y eso exige cumplir las reglas, con la esperanza de generar confianza y atraer inversión para generar crecimiento y empleo. Este es el argumento de los defensores de la austeridad expansiva, que de momento parece no haber funcionado, ya que la confianza y la inversión, en caso de haberse recuperado (como en España), responden más a las acciones del BCE y a las reformas adoptadas al nivel nacional en los mercados de trabajo o las pensiones que a la evolución de las políticas fiscales (los ratios de deuda sobre el PIB son mayores ahora que al comienzo de la crisis y, sin embargo, las primas de riesgo son menores).
Por otra parte, nos encontramos ante un momento crucial para la credibilidad del nuevo marco de gobernanza fiscal europea que se ha construido durante la crisis. Antes de final de año se comprobará si Francia e Italia, que ya han recibido más tiempo para ajustar sus cuentas públicas del inicialmente previsto, cumplen con los niveles a los que se habían comprometido con la Comisión. Italia ya ha dicho que lo hará y Francia que no. Ahora habrá un arduo debate para evaluar en qué medida el incumplimiento de Francia -si finalmente se produce- lleva o no a sanciones. Lo que está en juego es decidir si merece la pena destruir la credibilidad del nuevo pacto de estabilidad nada más aprobarlo (como ya ocurriera en 2003 cuando Alemania y Francia incumplieron sus compromisos de déficit y evitaron ser sancionados) para evitar la desaceleración de Francia, y con ella el aumento de apoyo al Frente Nacional.
Por el lado del impulso fiscal, que se debe instrumentar a través de inversiones públicas del Banco Europeo de Inversiones (BEI) y de aquellos países como Alemania que tienen margen de maniobra para aumentar el gasto, también hay dificultades. El BEI se resiste a aumentar su cartera de créditos de forma indiscriminada porque para financiarlos tiene que emitir una enorme cantidad de bonos, lo que podría poner en peligro su rating AAA. Además, en la medida en la que el BEI estudia propuestas de inversión una por una, y normalmente se trata de proyectos relativamente pequeños, será muy difícil poner sobre la mesa cantidades que se acerquen a los 300.000 millones de euros del discurso de Juncker.
Alemania, por su parte, evita comprometerse a aumentar el gasto escudándose en que un aumento de su inversión, aunque útil para aumentar su potencial de crecimiento, tendría un efecto muy limitado en dinamismo del conjunto de la economía de la zona euro. El argumento es probablemente falaz, pero el crecimiento del partido anti-euro Alternativa por Alemania, que aboga por salir de la moneda única, está haciendo girar las políticas gubernamentales hacia posiciones más conservadoras (y menos europeístas), por lo que es poco probable que Alemania, que ya ha aumentado el salario mínimo y subido las pensiones, decida iniciar un auténtico programa de inversión pública. La obsesión sigue siendo mantener en equilibrio el presupuesto público y reforzar la competitividad del sector exportador.
Por lo tanto, a nivel de reformas estructurales y política fiscal, Europa está en un peligroso inmovilismo provocado por las divergentes culturas económicas, los intereses opuestos y la falta de confianza entre el norte y el sur. El gobierno alemán, dominado por el partido conservador CDU, sostiene que una política keynesiana de estímulo de la demanda no es la solución a los problemas. De ahí que Berlín exija de París y Roma reformas estructurales que dinamicen el crecimiento desatascando los cuellos de botella que existen por el lado de la oferta. Mientras Francia e Italia no lleven a cabo reformas, la canciller Merkel no estará dispuesta a intentar convencer a su electorado de que cierta flexibilidad en el ajuste fiscal y un plan de inversiones europeo, financiado con la contribución proporcional de Alemania, son necesarios o deseables.
Por su parte, los líderes socialistas de Francia e Italia, Hollande y Renzi, están convencidos de que el problema de la deflación está causada fundamentalmente por la falta de demanda, y por lo tanto no encuentran gran atractivo en seguir la senda de los ajustes en España, que ha conseguido recuperar parte de su competitividad externa sobre todo mediante la reducción de los costes laborales unitarios a través de la moderación salarial. La sensación en París y Roma es que la población española ha experimentado un sufrimiento excesivo, sin que tal sacrificio haya traído una recompensa suficiente: los niveles de desempleo siguen siendo mucho más altos que en Francia e Italia, el crecimiento es bajo y la deuda pública sigue aumentando.
En este sentido, el gobierno alemán y el español están desaprovechando los esfuerzos macroeconómicos de España, y de los otros países más pequeños como Irlanda y Portugal, que también han hecho reformas de calado. Si Berlín ha aceptado que, en ausencia de la presión de los mercados, las reformas estructurales deben ser incentivadas y recompensadas con una mayor laxitud fiscal (dentro de la flexibilidad de los tratados) y un aumento de la inversión pública de fondos europeos, países como España deberían ser los primeros en recibir tal ayuda. De esta manera, las poblaciones de Italia y Francia verían que sus futuros esfuerzos van a ser recompensados, y eso ayudaría a Hollande y Renzi a implementar las reformas con mayor determinación y confianza.
Forjar un gran pacto en el que se intercambien flexibilidad y solidaridad por reformas y ajustes, y que cuente con los incentivos adecuados, sería clave porque, a pesar de las diferencias culturales y económicas entre países, se está forjando un cierto consenso sobre en qué áreas hay que concentrar la inversión pública a nivel europeo. Tras años diagnosticando las causas del bajo crecimiento en Europa, hoy existe acuerdo en que habría que concentrar tanto la inversión como las reformas en: investigación, desarrollo e innovación (I+D+I); la creación de un espacio digital común integrado a través de redes de fibra óptica; y el establecimiento de una unión energética (lo que conlleva la construcción de las interconexiones que unan la Península Ibérica con el resto del continente). Además sería necesario invertir en mejores infraestructuras sociales (escuelas, hospitales y centros de apoyo a la tercera edad) y en políticas activas de empleo. Por último, en algún momento habrá que establecer un seguro de desempleo europeo, lo que requerirá un pacto político que en estos momentos no parece posible. En todo caso, para que esta inversión sea eficiente tiene que asentarse en la confianza y tener unos mecanismos de control que aseguren su efectividad.
Los acuerdos que se logren en materia de reformas estructurales e inversión pública, tienen que ser apoyados con una política monetaria agresiva. En este campo, aunque es de esperar que los bancos europeos estén más dispuestos a aumentar el crédito una vez que a finales de octubre se complete el proceso de evaluación de sus balances que dará lugar a la entrada en funcionamiento del mecanismo único de supervisión, también persisten importantes nubarrones en el horizonte. Bien podría ser que los bancos, aún dispuestos a dar más crédito, no encontraran suficiente demanda solvente. El alto nivel de deuda de las empresas y los hogares europeos restringe su apetito por el crédito y el consumo, lo que supone que nos podamos encontrar no tanto ante un problema de insuficiente oferta de crédito, sino de limitada demanda.
En última instancia, quizá sea necesario diseñar una estrategia europea para reestructurar las deudas de hogares y empresas, un tema políticamente tan delicado que nadie lo quiere plantear abiertamente. Asimismo, existen dudas sobre la capacidad del BCE de adquirir una cantidad suficientemente grande de activos como para tener un impacto significativo en la inflación sin adentrarse en el delicado terreno de las compras de deuda pública, a las que se oponen frontalmente los países del norte liderados por Alemania. Draghi ha afirmado que elevará el balance del BCE en 1 billón de euros mediante la compra de ABS (asset backed securities) y covered bonds, pero tal vez no haya suficientes títulos en el mercado con alta calidad crediticia para llevar a cabo el plan de estímulo monetario.
En general, los efectos de la expansión monetaria son inciertos ya que el sistema financiero europeo es muy diferente al estadounidense o al británico. La mayoría de la financiación para las empresas llega de la mano de los bancos y no del mercado de capitales. A esto hay que añadir que el efecto riqueza que pueda venir de la subida de los precios de los activos provocada por la expansión monetaria se va a limitar a un reducido número de hogares (pocos europeos tiene sus ahorros invertidos en bolsa), que ya de por sí son ciudadanos de renta alta, lo que aumentaría todavía más las desigualdades, y a su vez reforzaría los argumentos de los movimientos populistas. La política monetaria de Draghi, por lo tanto, está llegando a sus límites. Puede intentar limpiar los balances de los bancos lo máximo posible para que den más crédito y puede amenazar verbalmente con la compra de activos públicos para mantener los tipos de interés de los soberanos lo más bajos posibles para apoyar la inversión pública antes mencionada, pero no puede hacer milagros.
La parte de la estrategia que ya está funcionando es la de la depreciación del euro, que desde su máximo de 1,40 dólares de mayo de 2014 ha caído con fuerza hasta tocar el 1,25 en octubre. La depreciación del euro permite tanto acelerar las exportaciones europeas fuera de la zona euro como la reducción de las presiones deflacionistas (los bienes importados son más caros, lo que eleva los precios). Sin embargo, mantenerla depende tanto de las acciones del BCE como de lo que haga la Reserva Federal estadounidense, que no endurecerá su política monetaria (y por lo tanto no apreciará el dólar) si la economía norteamericana muestra algún síntoma de debilidad, circunstancia que no sería inverosímil si la economía de la zona euro entrase de nuevo en recesión.
Conclusiones: En definitiva, tras una crisis financiera y bancaria, que posteriormente mutó en una crisis de deuda, la zona euro se enfrenta ahora a una crisis de crecimiento. Es esencial resolverla antes de que mute en una crisis política de consecuencias impredecibles. No será fácil hacerlo. Mario Draghi, el actor con una visión más europeísta de esta crisis, ha sugerido que ha llegado el momento de utilizar todas las capacidades que tiene Europa para evitar daños irreparables. La solución propuesta combina reformas estructurales, política fiscal más activa y política monetaria más agresiva. Pero el éxito de la estrategia requiere de un entendimiento entre los países más importantes de la zona euro: Alemania, Francia, Italia y España, al que se puedan unir los otros países. España -junto con Irlanda y Portugal- ha demostrado que se pueden realizar reformas estructurales de calado, y que éstas son efectivas, pero para consolidar la recuperación se necesita que estos esfuerzos se vean recompensados para servir así de incentivo a que Francia e Italia lleven a cabo las reformas que han prometido. Una vez que se supere la fase de impasse político en la que nos encontramos, hay cierto consenso en qué es necesario aumentar la inversión en la UE para incrementar su productividad, la competitividad de sus empresas y su atractivo hacia el exterior.
(Federico Steinberg Investigador principal de Economía Internacional del Real Instituto Elcano y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid. Miguel Otero-Iglesias Investigador principal de Economía Europea y los Mercados Emergentes del Real Instituto Elcano e investigador asociado a la Escuela de Negocios ESSCA de París)
¿Será 2016 el año de inflexión para Europa? (Real Instituto Elcano – 29/3/16)
(Por Salvador Llaudes)
Apenas llevamos tres meses y ya nos damos cuenta de que este no es un año más. Tras un 2015 que se ha visto lleno de elecciones que han determinado el rumbo de numerosos Estados miembros (Grecia, Reino Unido, Finlandia, Polonia, Portugal o España) y al que le ha acompañado el comienzo de una crisis de refugiados sin parangón desde el fin de la II Guerra Mundial, nos encontramos con un 2016 que va a determinar en gran medida si los cimientos del proyecto europeo son lo suficientemente sólidos.
Crisis. Tenemos tanta experiencia con la palabra que no nos debería asustar verla escrita otra vez. Es más, debería ser considerada como lo que verdaderamente es: sí, un problema, pero también una oportunidad. No obstante, la concatenación y la, cada vez, mayor rapidez y profundidad de las crisis en la UE, está poniendo en serio riesgo el futuro de la Unión. Si difícil fue la resolución -parcial, no completa- de la crisis económica, con una desunión cada vez mayor entre los Estados acreedores y los deudores, y con la figura de Alemania por encima de todos ellos, más aún lo está siendo la crisis de refugiados, que está poniendo en riesgo incluso algo que pensábamos era intocable hace muy poco, el espacio Schengen.
Europa tiene muchos problemas
El problema es que la UE tiene muchos problemas. A la crisis económica general le siguió la crisis del euro, a esta la crisis de refugiados, y luego una crisis abierta a principios de año con Polonia por la situación del Estado de Derecho en dicho país. Además, corremos el riesgo de la que puede venir en caso de que se acabe produciendo el Brexit. No es menor la crisis de desafección ciudadana respecto de las instituciones comunitarias, que se ha visto acompañada a lo largo de todos estos últimos años de una crisis del propio proyecto en sí mismo: ni quienes creen en él tienen claro del todo hacia dónde debe caminar la UE.
Las cifras muestran que la credibilidad está en entredicho incluso en opiniones públicas tan, a priori, europeístas, como la española. Así, un reciente estudio de la Universidad de Edimburgo señalaba que hasta un 47% de los españoles estaría a favor de un referéndum por la salida de España de la UE. Pero no sólo España. También pedían un plebiscito el 53% en Francia, el 49% en Suecia, el 45% en Alemania, el 39% en Polonia y el 38% en Irlanda. Números inimaginables hace apenas unos años. Se ha abierto la veda tras las negociaciones británicas; ahora todos quieren "su" Brexit. No extraña por tanto que la presencia de los euroescépticos sea cada vez mayor en los distintos parlamentos nacionales, donde tienen la posibilidad de marcar la agenda, al margen ya de si logran vencer electoralmente o no.
Así, en países como Suecia, Dinamarca, Finlandia o Hungría están presentes y son muy activos. Por no hablar de Polonia, donde el partido-gobernante, Ley y Justicia (PiS, por sus siglas en polaco), está ensayando un iliberalismo incipiente, o del oscuro futuro que se avecina en las elecciones generales de los Países Bajos de este mismo año, donde las encuestas señalan la victoria de Geert Wilders. Aunque el escenario más preocupante para Europa en estos momentos es el de un triunfo electoral de Marine Le Pen en las presidenciales francesas de 2017.
Lo último electoralmente es el resultado de los recientes comicios regionales en Alemania. En ellas, Alternativa por Alemania (AfD, por sus siglas en alemán), partido anti-euro en sus orígenes y con una clara evolución anti-inmigración al calor de la crisis de refugiados y la política de Merkel al respecto, ha logrado un resultado espectacular, situándose en una tercera posición general e incluso en la segunda, solo por detrás de la CDU, en la región de Sajonia-Anhalt. Esta deriva es preocupante, tanto más porque Alemania formaba parte hasta la fecha de un reducido grupo de países europeos en los que el populismo xenófobo no tenía una representación política importante. Apenas quedan España, Portugal o Irlanda en esa lista.
Ausencia de ambiciones
En un ambiente así no parece que ejercicios ambiciosos, como debería ser la elaboración de una nueva estrategia global europea que afronte los retos a los que se enfrenta la Unión Europea, vayan a tener un recorrido demasiado destacado, a pesar del impulso que le está dando la Alta Representante Federica Mogherini, que tiene como objetivo aprobarla en junio de este año. En la misma, se tratarán numerosas cuestiones, como el rol de la UE como potencia normativa en el mundo, la situación en el vecindario oriental europeo, o el vínculo de seguridad interior-seguridad exterior, que no debe disociarse. Pero es difícil que tenga un claro impacto. O al menos será así hasta que no haya un compromiso claro para resolver el desafío principal al que se enfrenta la UE: la crisis de refugiados. Hasta entonces, no habrá posibilidad de enfrentarse a otros retos de forma eficaz. Y, para ello, será esencial dejar la cortedad de miras y pensar en clave europea y no nacional.
La reimposición de fronteras no puede solucionar un conflicto que necesita, al menos, de una verdadera política de asilo común, de acuerdos con Turquía (a pesar de las dudas que plantea desde la legalidad internacional lo negociado con el país otomano) y que cese el conflicto en Siria. La UE ha de centrar sus esfuerzos en lograr una solución estable a una cruenta guerra civil que ha dejado ya casi cinco millones de refugiados. Ya llega la primavera.
En el horizonte está el verano. Pronto, como cada año, habrá un incremento de la presión migratoria. El 23 de junio sabremos, además, la solución al rompecabezas británico. Estos dos serán los hitos que marquen la primera parte del año, pero la respuesta a los mismos por parte de la Unión será al menos tan importante. La UE puede demostrar una vez más que, a pesar de los pesares, su existencia sigue cimentándose sólidamente y que, incluso, el proyecto podría verse reforzado si un grupo de países europeístas de la eurozona decidiese dar un paso adelante en la construcción comunitaria. Conviene no descartar nada. Aunque para eso habrá que esperar al menos hasta 2017.
(Salvador Llaudes Investigador, Real Instituto Elcano)
Alemania, Europa y el auge de las nuevas potencias emergentes: los desafíos de un mundo multicéntrico (Real Instituto Elcano – 14/10/16)
(Por Heinrich Kreft)
Tema
¿Qué retos ha de afrontar la UE en general y Alemania en particular ante el proceso de globalización que está cambiando el orden político y económico mundial?
Resumen
En los últimos años la globalización está modificando de manera paulatina pero inexorable el statu quo geopolítico y económico imperante desde el final de la Segunda Guerra Mundial, desplazándose el centro de gravedad del Norte al Sur y de Occidente a Oriente. Los países emergentes difieren notablemente entre sí e incluso recelan unos de otros, si bien comparten cierto escepticismo hacia el pluralismo occidental y el capitalismo de mercado. En este contexto multicéntrico, la UE, liderada por Alemania, debe impulsar su dinamismo económico e integración política para adquirir el peso necesario que le permita influir en la configuración de un nuevo orden lo más liberal posible. Junto a la estabilización de la zona euro, una política europea exterior fuerte se presupone fundamental para integrar de manera constructiva a las nuevas potencias emergentes, y así no tener que renunciar a las mayores cotas de bienestar, seguridad y libertad alcanzadas en nuestra historia.
Análisis
Vivimos una época de cambios acelerados. La globalización, que conlleva el ascenso de nuevas potencias y a su vez el declive relativo de EEUU, Europa y Japón, constituye el fenómeno más relevante de nuestro tiempo. El triunfo de Occidente sobre la Unión Soviética en la Guerra Fría, junto con el desarrollo tecnológico, ha acelerado enormemente la globalización, provocando un proceso de rapidísimos cambios.
El "momento unipolar" de la única superpotencia restante, EEUU, apenas duró unos 20 años hasta que el final del orden de posguerra y los contornos de un nuevo mundo multicéntrico se hicieron innegables. El arrollador auge económico y político de China lleva a unos a hablar ya de una nueva bipolaridad "G-2", mientras que otros auguran un siglo asiático con China y la India ("Chindia") a la cabeza.
El centro de gravedad de la economía y la política mundiales se desplaza sin duda del espacio noratlántico hacia Asia; del Oeste y el Norte hacia el Este y el Sur. Además de los dos países más poblados del mundo -China y la India-, más de la mitad de los países emergentes de segundo orden ("próximos 11") -Corea del Sur, Indonesia, Filipinas, Pakistán, Bangladesh y Vietnam- se encuentran en el continente asiático.
Pero con Sudáfrica, Egipto y Nigeria también ascienden como potencias emergentes los países más poblados de África y lo mismo ocurre con Brasil y México en América Latina, con Arabia Saudí, gracias a su riqueza petrolera, en Oriente Próximo y con Kazajistán en Asia Central. Todos estos países se han alzado como potencias regionales y por tanto forman parte del nuevo multicentrismo.
Pero la globalización también ha propiciado el auge de actores no gubernamentales. Éstos, sobre todo las empresas multinacionales y las organizaciones no gubernamentales, ejercen una influencia cada vez mayor en la agenda internacional, reduciendo al mismo tiempo el margen de actuación de los Estados y las organizaciones internacionales.
El grupo de los grandes países emergentes -Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica, también conocido como BRICS, alberga aproximadamente el 43% de la población mundial. Su aportación a la producción global ya ha alcanzado el 20% y sigue creciendo, pese a las dificultades que están pasando Brasil y Rusia. La dinámica económica de este grupo de Estados, especialmente de China y la India, se mantiene elevada desde hace años y ha arrastrado entretanto a los países de segundo orden, quienes se han ido convirtiendo asimismo en nuevos centros de la economía mundial. El aumento del poder económico va unido también, en la mayoría de los casos, al ascenso político.
Sin embargo, el desplazamiento de poder a nivel global no se produce de un modo brusco, sino más bien como un proceso que probablemente aún va a durar muchos años, pero que a la vez será imparable.
A pesar de su relativa pérdida de poder, EEUU continuará siendo a largo plazo primus inter pares, es decir, la mayor de las grandes potencias. Pero no es en absoluto seguro que pueda conservar su posición actual en las próximas dos décadas.
A diferencia de lo sucedido en la época de apogeo de la Pax Americana, la influencia de EEUU en el mundo disminuye de manera continuada desde hace algunos años, un fenómeno para todos patente en la actual retirada de Afganistán y antes de Iraq, y en la no intervención en Siria.
Con ello, el período de la hegemonía de EEUU y del viejo orden mundial, marcado por las dos Guerras Mundiales, la crisis económica mundial y la Guerra Fría, llegan a su fin. El auge de China y las otras nuevas potencias emergentes simboliza el principio de un nuevo orden, cuyos rasgos van perfilándose, no obstante, sólo poco a poco. China podría convertirse para finales de esta década en la mayor economía del mundo e igualar de aquí a 2025 a EEUU también en gastos de defensa.
Hasta ahora el ascenso de las nuevas potencias emergentes no se ha producido en absoluto de forma homogénea y tampoco en el futuro sucederá de este modo. Los países emergentes no sólo se diferencian sustancialmente en cuanto a población y recursos se refiere, sino también en su renta per cápita, su poder de mercado, su dinámica económica y su constitucionalidad interna.
El modelo chino
Con China asciende en la jerarquía económica y política mundial un Estado no democrático y no liberal que podría convertirse, compitiendo con Occidente, en un modelo de ordenación política para otros Estados. China ha creado en los últimos 35 años un modelo de desarrollo y modernización muy exitoso que combina un sistema de gobierno autoritario con un capitalismo de control estatal.
Sin embargo, con Brasil, la India, Indonesia y Turquía, pertenecen cuatro Estados constitucionalmente democráticos al grupo de países emergentes que cuentan con una creciente influencia no sólo regional. No obstante, incluso en estos países el pluralismo occidental y el capitalismo de mercado son vistos con un cierto escepticismo, igual que las normas y los valores occidentales y el actual orden mundial liberal.
En vez de apostar por la economía de mercado muchos de los países emergentes se decantan por un capitalismo dirigido por el Estado. Su política industrial se caracteriza por el dominio de empresas estatales y campeones nacionales. Los fondos soberanos de inversión, las subvenciones, los controles de los movimientos financieros y las manipulaciones de los tipos de cambio son los medios más importantes de esta estrategia.
Este tipo de política económica no sólo muestra resultados positivos en China, sino también en algunos otros países de régimen autoritario, por lo que se crean pocos incentivos para la democratización y la participación política ciudadana. No es probable que de estos países surjan impulsos para renovar el orden mundial liberal imperante, más bien al contrario. Cada vez hay más indicios que apuntan en esta dirección.
Así, por ejemplo, las protestas en algunos países árabes a principios de 2011 que llevaron a la caída de Ben Ali en Túnez y de Mubarak en Egipto tuvieron un eco muy moderado en muchos países emergentes, mientras que en los países occidentales fueron celebradas y apoyadas en la medida de lo posible. También en 2011 Brasil y Turquía aspiraron conjuntamente, muy a pesar de EEUU y Europa, a frustrar la política occidental para con Irán, aunque fracasaron en el intento. En repetidas ocasiones Rusia y China han utilizado su veto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para influenciar considerablemente la política internacional hacia Siria e impedir desde un principio una intervención humanitaria.
Aunque la mayoría de las nuevas potencias emergentes compartan un reflejo antiimperialista y anticolonialista con vistas a Occidente, muchas de ellas también se observan con cierto recelo. Estos países no están demasiado interesados en vincularse de forma duradera a un socio poderoso como, por ejemplo, EEUU o China. Por eso sería un error considerar a los BRICS, a pesar de sus cumbres y la reciente creación de un banco de desarrollo, como un nuevo bloque coherente, ya que las diferencias de intereses son demasiado profundas. Éstas dieron lugar en el pasado a conflictos armados entre Rusia y China y entre China y la India. Un incidente en la frontera entre China y la India en abril del año en curso puso de manifiesto una vez más que este potencial conflictivo sigue existiendo.
En el transcurso de su ascenso económico casi todas las nuevas potencias emergentes aumentaron su presupuesto de defensa y modernizaron sus ejércitos. Sobre todo en Asia el incremento de gastos militares podría deberse a las rivalidades regionales ya existentes o crecientes y ser asimismo una respuesta a la percibida pérdida de influencia de EEUU y a las consiguientes dudas sobre su capacidad de proteger a sus aliados.
Muchas de las nuevas potencias emergentes actúan guiadas por estrechos intereses nacionales y, como máximo, también regionales. Así, por ejemplo, la asociación estratégica con China y la pertenencia común al grupo de los BRICS no impidió a Brasil unirse a EEUU y a la UE en cuestiones de comercio global para poner a China en la picota de la OMC acusándola de dumping.
A pesar de la creciente interdependencia global, la creación de instituciones y la integración política sólo se llevan a cabo a nivel regional. En América del Sur, Brasil -actualmente en crisis- promueve un nuevo proyecto de integración a través de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), mientras que los Estados miembros de la ASEAN intentan equilibrar su cada vez mayor dependencia económica de China fortaleciendo la cooperación entre sí y con EEUU, Japón y la India.
A pesar de su empuje, muchas de las nuevas potencias emergentes siguen conservando rasgos típicos de países en desarrollo. Algunas se centran solamente en la producción y el procesamiento de materias primas (por ejemplo, Brasil y Sudáfrica), otras han desarrollado hasta ahora sólo unos pocos núcleos industriales competitivos (como la India, entre otros). Sin embargo, los países emergentes contribuyen en su conjunto al declive del orden mundial de posguerra dominado por Occidente, aunque por sus intereses opuestos no estén en situación o no quieran participar de manera constructiva en la configuración de un nuevo orden.
A pesar de todo, es de suponer que tengan un interés común y la suficiente fortaleza para evitar un nuevo orden jerárquico. Por eso, el futuro probablemente se caracterice por un mundo multicéntrico, cuya estabilización tiene que constituir también el objetivo de la política exterior alemana y europea.
La visión alemana
A principios de la segunda década del siglo XXI la República Federal de Alemania, y con ella la canciller federal, se encuentran en la cúspide de su prestigio internacional. De ningún otro país deseaban una mayor presencia internacional los encuestados de un sondeo mundial de la BBC. Alemania ha alcanzado un nivel de bienestar, seguridad y libertad como nunca antes en su historia.
Alemania es uno de los países que ha sacado un mayor provecho de la globalización, el orden mundial liberal y la integración europea. Este hecho implica a la vez que sea uno de los países más dependientes del mantenimiento de un orden mundial libre asentado en la cooperación (mercados y vías comerciales abiertos y libre acceso a las materias primas) y de una UE intacta. Por consiguiente, la superación de la crisis en los Estados miembros meridionales de la UE constituye un interés vital de Alemania.
Alemania mantiene unas estrechas relaciones con todos sus vecinos basadas en la confianza mutua, con lo que ha quedado solucionada la "cuestión alemana", que arrastró a casi toda Europa a dos sangrientas guerras el siglo pasado.
A largo plazo seguramente ni siquiera Alemania podrá conservar su posición económica mundial sin una Europa competitiva. Incluso en el caso óptimo de que se supere rápidamente la crisis, Alemania y Europa perderán en el futuro peso económico y, por consiguiente, también político. El porcentaje europeo en la generación de valor añadido a nivel mundial podría reducirse del 26% en 2010 al 17%-18% en 2030 ya que sobre todo los grandes países emergentes, pero también EEUU, crecerán mucho más rápido que Europa.
Entre 2002 y 2007 el porcentaje de los países emergentes en el crecimiento económico global se situó por primera vez por encima del de los Estados de la OCDE y en el período comprendido entre 2012 y 2017 está previsto que los países emergentes produzcan el 75% del crecimiento económico global. En el mismo período el porcentaje de Europa se reducirá al 5,7%, un descenso acelerado por la crisis de la zona del euro, y ningún país europeo, tampoco Alemania, se contará entre los 10 mayores motores de crecimiento.
Sin embargo, Europa continúa siendo actualmente el mayor espacio económico del mundo y su declive relativo no implica necesariamente una pérdida del bienestar absoluto en Europa. En cuanto a renta per cápita y a productividad se refiere, Europa sigue muy por delante de China, el país con el mejor rendimiento de todas las nuevas potencias emergentes. Pero el talón de Aquiles de Europa es su débil dinamismo económico. La UE no ha logrado alcanzar su objetivo establecido en el año 2000 en la Estrategia de Lisboa de convertirse hasta 2010 en la "economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica del mundo".
Hoy la UE se encuentra sumida en la crisis más profunda de su historia, marcada por el descenso demográfico (precisamente también en Alemania), una elevada deuda pública, un crecimiento débil y desigual, una productividad descendiente, un desempleo estructural (sobre todo un elevado paro juvenil) y crisis políticas en importantes países miembros. Mientras que la UE ha carecido siempre de poder duro, a consecuencia de la crisis ha perdido también poder blando.
Entre las potencias en auge, Europa se percibe menos que nunca como modelo o socio fuerte sino como un continente ensimismado que va envejeciendo y perdiendo poder. Este hecho influye en socios tradicionales en África, América Latina y Asia Central, que se orientan cada vez más hacia China y otros países emergentes.
El orden internacional liberal de posguerra, al cual Alemania debe la consecución de su bienestar y libertad, está sometido a una gran presión, pero uno nuevo apenas se vislumbra a grandes rasgos. Mientras que el viejo orden ha demostrado ser bastante estable, al menos la transición a uno nuevo va unida a grandes imponderables y al peligro de inestabilidad.
No se sabe si surgirá realmente un nuevo orden estable, ni cuándo aparecerá, ni cuáles serán sus características. En cambio sí es seguro que las piezas importantes del orden global para Alemania y Europa -las Naciones Unidas, la OTAN y la UE- se encuentran en proceso de transformación y también que EEUU, el garante del viejo orden liberal, va perdiendo influencia.
Reacción europea
En vista del auge de las nuevas potencias, Europa debe recobrar sin demora su capacidad de actuación. Para ello es necesario que la UE supere la crisis de la deuda y asegure la competitividad de sus empresas o vuelva a recuperarla allí donde se ha perdido. De lo contrario, Europa corre el riesgo de perder el tren, quedar al margen del orden económico global y, por consiguiente, también de la política internacional. Sólo fortaleciendo su fundamento económico y prosiguiendo con la integración política, acabando también con sus déficits democráticos, la UE podrá adquirir el peso necesario para contribuir a configurar un nuevo orden futuro en nuestro sentido y desempeñar un papel esencial en el mismo.
A consecuencia de la pérdida de su poder, Alemania dependerá en el futuro aún más de una UE fuerte que le permita llevar a cabo su idea de un nuevo orden global. La política europea de Alemania debe, por tanto, tener como objetivo fortalecer la Comunidad y asegurar por consiguiente la capacidad de actuación de la Unión incluso bajo las condiciones de un nuevo orden global en proceso de formación. La estabilización y el desarrollo de la zona del euro y de la UE en su conjunto sigue siendo una prioridad de la política europea alemana. La unión monetaria tiene que completarse con una unión económica y fiscal. Se necesitan grandes inversiones no sólo en las infraestructuras físicas, sino también en el ámbito de la educación y la investigación si Alemania y Europa quieren continuar siendo competitivas en el futuro.
El mundo del siglo XXI está marcado por grandes Estados, densamente poblados y a la vez dinámicos, como EEUU, China, la India y también Brasil. Para continuar siendo un mercado atractivo en la competencia con estos Estados es imprescindible culminar el mercado interior europeo. Mediante un mercado laboral europeo más uniforme, entre otros, Europa podría mejorar su atractivo para inmigrantes cualificados y ralentizar así su inminente declive demográfico.
La respuesta de Europa y Alemania sólo puede ser un enfoque coordinado para superar los desafíos del cambio global. "Hoy por hoy Europa todavía representa el siete por ciento de la población mundial. Si no cerramos filas, nuestra voz y nuestras convicciones apenas se oirán", afirmó la canciller federal Angela Merkel en una entrevista a seis periódicos europeos.
La política exterior de la Unión
Si Europa quiere continuar desempeñando también en el futuro un papel configurador en el mundo necesita una política exterior y de seguridad común (PESC) fuerte, así como una política común de seguridad y defensa (PCSD). En este contexto se incluye asimismo el fortalecimiento del Servicio Europeo de Acción Exterior y de la posición de la alta representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Federica Mogherini.
En un primer plano debe figurar en este sentido la política de vecindad. La UE tiene que asumir su papel natural de potencia ordenadora regional para con sus vecinos del Este y del Sur. Alemania y Europa tienen un interés propio fundamental en la estabilización y democratización duradera de Europa del Este y de los Estados del Magreb y el Mashrek, así como en un encaje europeo durable de Turquía. El fomento de la democracia, el pluralismo, la buena gobernanza y el Estado de Derecho, así como el respeto de los derechos humanos, ocupan un lugar preponderante en la agenda de la UE en sus relaciones a nivel mundial y en especial con sus países vecinos.
También es preciso armonizar más la actuación de los Estados miembros y de la UE en el seno de las instituciones internacionales -Naciones Unidas, Fondo Monetario Internacional (FMI) y Grupo del Banco Mundial– para limitar la inminente pérdida de poder en estas organizaciones a causa de la creciente reivindicación de representación de las nuevas potencias emergentes.
Aunque no pueda evitarse el desplazamiento de poder global hacia las nuevas potencias emergentes, sí existe la posibilidad tanto para Alemania como para Europa de contribuir a configurar el nuevo orden que va surgiendo en este proceso, solo perceptible a grandes rasgos y caracterizado por la multicentralidad.
Es el objetivo estratégico de la política exterior alemana y europea que este período de transición transcurra pacíficamente y que el nuevo orden se configure lo más liberal posible, esté basado en normas y se oriente hacia la cooperación. La política exterior alemana y europea debe enfocarse a conseguir socios con cuya ayuda se asegure y se siga ampliando en lo posible el conjunto de normas desarrolladas en las pasadas décadas en Occidente. Por lo tanto, el objetivo de Alemania y la UE debe ser fortalecer las relaciones con los países que compartan las mismas ideas (like-minded). Entre ellos no sólo se cuentan los socios tradicionales en Europa y los socios de la OTAN no europeos EEUU y Canadá, sino también Japón y Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda, Brasil, México y Chile, así como Israel.
Pero también debe ser objetivo de Alemania y Europa ampliar y profundizar las relaciones con los países emergentes en la política mundial, especialmente con aquellos más cercanos a nuestros valores y normas. Entre ellos se cuentan sin duda los Estados latinoamericanos y la India, y algunos miembros de ASEAN como Indonesia. Con estos países, así como con Rusia y China, la UE mantiene asociaciones estratégicas a las que debe dotarse de sustancia o que deben ser profundizadas.
Pero también hay que continuar ampliando las relaciones con las potencias de segundo orden ("próximos 11"): entre otros, Egipto, Sudáfrica y Nigeria, Indonesia y Vietnam, así como Pakistán, Arabia Saudí y Kazajistán, países que se han convertido en actores regionales. De cara a ampliar las relaciones con estos países es necesario apoyar su adecuada representación en organizaciones internacionales para mantener o despertar su interés en las mismas. De lo contrario existe el riesgo de que estas organizaciones pierdan influencia en favor de instituciones regionales.
La política exterior alemana y europea debe estar enfocada a que las nuevas potencias emergentes asuman una mayor responsabilidad, en relación con su aumento de poder, para con el orden internacional. Esto también implica marcar los límites a quienes desafían dicho orden, como por ejemplo Corea del Norte e Irán, y contribuir a impedir la desintegración de estructuras de Estado y sus consecuencias, como es el caso de Somalia, convertida en cuna y refugio de terroristas y piratas.
Conclusiones
Liderazgo alemán
Desde la reunificación y la superación progresiva de las consecuencias de la división en Alemania y Europa, la República Federal de Alemania ha ido adquiriendo un liderazgo político en Europa y en la vecindad europea. Asumir dicho liderazgo y actuar como tal es reclamado por unos, como por ejemplo el ministro de Relaciones Exteriores polaco Sikorski, pero temido por otros, especialmente en el sur de la zona del euro, también como consecuencia de la crisis de deuda pública en los países del sur de Europa. Alemania tiene que aceptar este liderazgo, pero desempeñarse en este papel con mucho tacto, paciencia y la disposición a equilibrar intereses.
A causa de su pérdida relativa de poder y la refocalización de EEUU a sus propios intereses claves y a regiones prioritarias -a las que pertenecen cada vez menos Europa y la vecindad europea-, Alemania y Europa deben comprometerse más a fondo para evitar un vacío de poder en su vecindad -por ejemplo, en el norte de África- y la inestabilidad que ello conlleva.
Nunca antes fue mayor la posibilidad, pero también la urgencia, de una verdadera asociación entre Alemania, Europa y EEUU dentro del "Occidente" global. Se trata ni más ni menos de mantener el orden internacional liberal al que debemos nuestro bienestar, nuestra seguridad y nuestra libertad, o dotarlo de un nuevo fundamento bajo las nuevas condiciones marco de la política mundial y garantizarlo de cara al futuro.
(Heinrich Kreft Ex ministro consejero de la Embajada de la República Federal de Alemania en España entre 2014 y 2016 y actualmente embajador alemán en Luxemburgo)
La Comisión Europea en el diván: "el día que Nietzsche lloró" (¿un psicoanálisis de la crisis?)
¿Por qué se produjo la crisis? (Asuntos Económicos y Financieros – Comisión Europea – Última actualización: 09/Abril/2014
La crisis de la deuda europea se desencadenó por una serie de acontecimientos en el sector bancario de Estados Unidos.
Cuando la ralentización de la economía de los Estados Unidos impidió a gran número de propietarios americanos reembolsar sus hipotecas, bancos de todo el mundo que tenían inversiones relacionadas con esas hipotecas empezaron a perder dinero.
Lehman Brothers, el cuarto banco de inversiones más importante de ese país, se hundió bajo el peso de sus inversiones desacertadas, alarmando a otros bancos e inversores con los que había hecho operaciones comerciales.
El temor de que pudieran quebrar más bancos hizo que inversores y banqueros llevaran al extremo las precauciones. Los bancos dejaron de prestarse dinero entre sí, poniendo en graves dificultades a los que dependían de los préstamos.
Los bancos europeos que habían hecho grandes inversiones en el mercado hipotecario estadounidense sufrieron un duro golpe. Para evitar la quiebra de algunos bancos, los gobiernos de muchos países acudieron en su ayuda: Alemania, Francia, Reino Unido, Irlanda, Dinamarca, Países Bajos y Bélgica. Pero el coste del rescate resultó ser muy elevado. En Irlanda, casi provocó la quiebra del gobierno hasta que intervinieron otros países de la UE con ayuda financiera.
En 2009, cuando Europa entró en recesión, el problema, que al principio afectaba a los bancos, empezó a extenderse a los gobiernos, pues los mercados temían que algunos países no lograran rescatar a los bancos en dificultades.
Los inversores empezaron a observar más detenidamente las finanzas estatales. Grecia fue objeto de especial atención ya que su economía se encontraba en muy malas condiciones y los gobiernos sucesivos habían acumulado deudas equivalentes a casi el doble del volumen de la economía.
La amenaza de quiebra de los bancos significaba que la salud de las finanzas públicas era más importante que nunca.
Los gobiernos, que se habían acostumbrado a pedir prestadas grandes cantidades cada año para financiar sus presupuestos y que de ese modo habían acumulado deudas enormes, se encontraron de repente con un mercado menos dispuesto a conceder préstamos.
Lo que empezó como una crisis bancaria se convirtió en una crisis de la deuda soberana.
¿Por qué se extendió la crisis?
En varios países, los gobiernos se vieron atrapados por los problemas del sector bancario cuando los bancos en dificultades empezaron a pedirles ayuda. El elevado coste de los rescates a los bancos hizo que los mercados financieros se preguntaran si los gobiernos podían realmente permitirse apoyar al sector bancario. Cuando la recesión empezó a sentirse en Europa, el estudio de la situación de las finanzas públicas reveló que desde hacía algunos años varios gobiernos de la zona del euro se habían endeudado considerablemente para financiar sus presupuestos. Se disponía de dinero fácil porque los inversores hacían la vista gorda a las señales de alarma sobre la salud de la economía y no prestaban la atención suficiente a los riesgos que suponía dar préstamos cada vez mayores.
Una de las razones por la que los gobiernos dependían de la deuda era que sus economías llevaban perdiendo competitividad desde hacía mucho tiempo porque no habían conseguido seguir el ritmo de las reformas económicas en otros países.
Los gobiernos de algunos países habían permitido el desarrollo de burbujas inmobiliarias y otros desequilibrios económicos dañinos. Por último, habían hecho caso omiso de las normas de funcionamiento del euro y no habían hecho mucho para coordinar sus políticas económicas después de acordar compartir una moneda común con una política monetaria única.
En un número cada vez mayor de países se formó un círculo vicioso: la inestabilidad financiera ahogaba el crecimiento económico, que a su vez hacía descender los ingresos fiscales y aumentar la deuda pública. El aumento de la deuda incrementaba el coste de los préstamos a los gobiernos, alimentando así la inestabilidad financiera. Todo esto suscitó dudas sobre si la estructura institucional de la Unión Económica y Monetaria era adecuada en tiempos de crisis.
La crisis puso de relieve diversas deficiencias del sistema de gobernanza económica de la UE.
Excesivo énfasis en los déficits: la vigilancia de las finanzas públicas de los países se había centrado en los déficits presupuestarios anuales, y no suficientemente en el nivel de la deuda pública. Sin embargo, una serie de países que habían respetado las normas de la UE y registraban bajos déficits anuales o incluso superávits experimentaron dificultades financieras durante la crisis financiera mundial debido a sus elevados niveles de deuda. Por ello, se hizo necesario hacer un seguimiento más riguroso de este indicador.
Insuficiente vigilancia de la competitividad y los desequilibrios macroeconómicos: en la labor de vigilancia de las economías de la UE no se prestó suficiente atención a una evolución insostenible de la competitividad y del aumento del crédito, que acarrearon la acumulación de deuda del sector privado, la fragilidad de las entidades financieras y una inflación del mercado de la vivienda.
Deficiente control de la observancia: el control de la observancia no fue suficientemente riguroso en lo que atañe a los países de la zona del euro que incumplían las normas. Se necesitaba un mecanismo sancionador más estricto y creíble.
Lenta capacidad de decisión: con demasiada frecuencia, la debilidad institucional llevó a posponer la adopción de decisiones difíciles con respecto a una preocupante evolución macroeconómica. De este modo, tampoco se prestó suficiente atención a la situación económica desde la óptica de la zona del euro en su conjunto.
Financiación de emergencia: cuando estalló la crisis, no existía ningún mecanismo de ayuda financiera a los países de la zona del euro que se hallaron repentinamente en dificultades financieras. La ayuda financiera era necesaria no solo para hacer frente a los problemas de países concretos, sino también como «escudo protector» para evitar que los problemas se contagiaran a otros países en riesgo.
Como consecuencia, Grecia y, posteriormente, Irlanda, Portugal, España y Chipre dejaron de poder obtener préstamos en los mercados financieros a tipos de interés razonables. Al solicitarse la intervención de la UE, se crearon un mecanismo de resolución de crisis y mecanismos de protección, esto es, grandes fondos contingentes a los que puedan recurrir en caso de emergencia los países que atraviesen dificultades financieras.
Respuesta a la crisis financiera
Para evitar el colapso total del sistema bancario, los gobiernos europeos rescataron a sus bancos. La ayuda de emergencia alcanzó una cifra sin precedentes: 1,6 billones de euros. Esta cantidad equivale al 13 % del PIB anual de la UE y fue asignada entre 2008 y 2011. Además, la UE lanzó un programa coyuntural a nivel europeo para asegurar puestos de trabajo y la protección social, y para apoyar las inversiones en la economía. De esta forma se evitaron los pánicos bancarios y se protegieron los ahorros europeos. En general, el euro mantuvo su valor y protegió a los países de la Zona Euro de las peores consecuencias. Ofreció a las empresas de la UE un terreno de juego entorno estable para las inversiones y el comercio internacional. Pero todo tiene un precio, sobre todo si la mayoría del dinero es prestado.
La crisis económica y financiera ha demostrado que el sistema bancario de la UE es vulnerable. Los problemas de un banco pueden propagarse rápidamente a otros y afectar a depósitos e inversiones y a todos los aspectos de la economía. Frente a esa situación, la UE y sus Estados miembros han tomado medidas para fortalecer la supervisión del sector financiero Una de las reformas consistió en la creación de tres autoridades europeas de supervisión para coordinar el trabajo de los reguladores nacionales y garantizar que las normas de la UE se aplican de manera coherente.
Autoridad Bancaria Europea (ABE): se ocupa de la supervisión bancaria, incluida la supervisión de la recapitalización de los bancos.
Autoridad Europea de Valores y Mercados (AEVM): se ocupa de la supervisión de los mercados de capitales y lleva a cabo una supervisión directa respecto de las agencias de calificación crediticia y los registros de operaciones.
Autoridad Europea de Seguros y Pensiones de Jubilación (AESPJ): se ocupa de la supervisión de los seguros.
En segundo lugar, se ha intensificado la supervisión financiera europea para que los bancos estén capitalizados, actúen con responsabilidad y puedan prestar dinero a empresas y privados. Esto facilita una unión bancaria que protegerá los ahorros y evitará que los contribuyentes paguen por los errores de los bancos.
La Unión Bancaria, complemento natural de la Unión Económica y Monetaria, corrige las insuficiencias puestas de manifiesto por la crisis. En breve, los bancos de todos los países que utilizan el euro tendrán un supervisor común: el Banco Central Europeo. Además, las decisiones sobre la manera de gestionar un banco en dificultades se adoptarán de forma centralizada, con arreglo a un conjunto de normas comunes pensadas para reducir al mínimo el coste para el contribuyente. Los depositantes de toda Europa también estarán mejor protegidos. Con estas medidas y otra treintena más, la UE se esfuerza por conseguir un sector financiero más eficaz, basado en entidades más fuertes y resistentes, y sometido a una regulación y supervisión más sólida.
En su calidad de autoridad monetaria independiente de la zona del euro, el Banco Central Europeo (BCE) ha desempeñado un papel importante para contener la crisis con políticas innovadoras. Su decisión de préstamo ilimitado a los bancos, a bajos tipos de interés y durante un máximo de tres años, garantizando la cobertura de sus necesidades a corto plazo, contribuyó a calmar los mercados. Cuando la disfunción de los mercados financieros los llevó a exigir rentabilidades excesivas en sus préstamos a los Estados, el BCE concibió su programa de operación monetaria de compraventa (OMC). Por él accedía a comprar bonos de los países en dificultades, garantizando así unos tipos razonables, a condición de que estos también se comprometieran con el Mecanismo Europeo de Estabilidad (fondo de ayuda de la zona del euro) en la aplicación de un programa de reformas económicas. Aunque ningún Estado ha llegado a solicitar la activación del programa OMC, el mero hecho de su existencia ha contribuido a apaciguar los mercados financieros.
Respuesta a la crisis de la deuda
Desde finales de 2009 y comienzos de 2010, algunos países de la eurozona empezaron a tener problemas para financiar su deuda. La incertidumbre reinante en los mercados hizo que las operaciones normales de empréstito de los gobiernos nacionales adquirieran un coste muy elevado y resultaran, en última instancia, insostenibles. En ese momento, los países de la UE reaccionaron rápidamente, aplicando los denominados "cortafuegos", es decir, medidas que generaran confianza para ayudar a financiar la deuda de los países que estaban teniendo problemas pasajeros para pedir dinero prestado en los mercados financieros.
Respuesta inmediata
Los mecanismos de financiación para países de la zona del euro con graves problemas financieros se establecieron con una celeridad considerable. Cuando Grecia dejó de tener acceso a una financiación asequible en los mercados, la UE acudió rápidamente en su ayuda, creando un fondo de préstamos bilaterales de los Gobiernos europeos con la Comisión Europea. A continuación, se crearon dos fondos temporales: el Mecanismo Europeo de Estabilización Financiera (MEEF) y el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), con una capacidad total de préstamo de 500.000 millones de euros. La creación de estos instrumentos es testimonio de la voluntad de solidaridad por parte de los Estados miembros de la zona del euro y la UE.
Como estos dos mecanismos de apoyo financiero se habían concebido como medidas de carácter temporal, en otoño de 2012 los países de la eurozona crearon un nuevo mecanismo permanente: el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), piedra angular del sistema de cortafuegos europeo y parte integral de la estrategia global de la UE para garantizar la estabilidad financiera en la eurozona. Su capacidad de préstamo se ha fijado actualmente en 500 000 millones de euros. Podrán disponer de la ayuda financiera condicionada los países que hayan ratificado el tratado sobre estabilidad, coordinación y gobernanza. De esta manera el MEDE complementa la vigilancia reforzada al ofrecer la posibilidad de proporcionar ayuda financiera condicionada a los países de la eurozona cuando la necesiten. Estos mecanismos «cortafuegos» no solo han resuelto las dificultades inmediatas experimentadas por algunos países para saldar las deudas contraídas, sino que también han generado confianza en los mercados financieros y han contribuido a garantizar la estabilidad financiera de la eurozona en su conjunto.
La ayuda de la UE también se extiende a los Estados no pertenecientes a la zona del euro que se enfrentan a graves dificultades o problemas para obtener financiación internacional. Los Estados que recurren a los 50.000 millones de euros del fondo de asistencia para la balanza de pagos de la UE también deben comprometerse a realizar reformas para superar sus problemas económicos.
Respuesta a largo plazo
La UE introdujo leyes más duras para controlar los déficits y las deudas públicas, y garantizar que los países no gasten por encima de sus posibilidades. Se firmó un nuevo pacto fiscal para fortalecer la confianza. Se limitó el déficit estructural anual a un 0,5 % del PIB. La crisis ha demostrado que una economía basada en deuda no es sostenible. La Comisión Europea limitará los niveles de deuda y déficit y que los presupuestos nacionales no pongan en riesgo a otros países. Este es el objetivo de la unión fiscal.
Garantizar unas finanzas públicas saneadas
El euro tiene muchas ventajas potenciales, pero solo si los países participantes tienen unas políticas económicas sólidas. Esta es la razón por la que la pertenencia a la zona del euro, desde el principio, ha llevado consigo la clara obligación de evitar excesivos déficits presupuestarios y mantener la deuda pública en niveles sostenibles. Este compromiso con unas políticas fiscales saneadas se controla a través de un marco denominado Pacto de Estabilidad y Crecimiento.
Este pacto se ha reforzado considerablemente como consecuencia de la crisis económica. Ahora, los Gobiernos deben presentar sus proyectos de presupuestos para su control por la Comisión y otros países de la zona del euro. Se han establecido rigurosos mecanismos de vigilancia para comprobar que se cumplen realmente los objetivos presupuestarios que todos los países de la zona del euro se han comprometido a alcanzar, y se pueden imponer sanciones en caso necesario.
Garantizar la competitividad y fomentar el crecimiento
Unas finanzas públicas saneadas no bastan para garantizar la prosperidad en la zona del euro. La crisis ha puesto también de manifiesto la necesidad de un nuevo enfoque para la regulación de los servicios financieros y un seguimiento riguroso de la evolución de los mercados financieros. Se han creado también nuevos instrumentos de vigilancia con el fin de asegurarse de que los países de la zona del euro adopten las políticas económicas que garanticen la competitividad y fomenten tanto el crecimiento como el empleo. Más vale prevenir que curar, y estos nuevos instrumentos de vigilancia pretenden también evitar burbujas perjudiciales en el mercado de la vivienda.
en la vertiente macroeconómica
Además de reforzar las normas presupuestarias, la UE ha introducido un nuevo marco cuya finalidad es vigilar y corregir oportunamente los desequilibrios macroeconómicos. El propósito es hacer frente a situaciones de riesgo, por ejemplo, burbujas de activos y una competitividad en retroceso, antes de que representen una amenaza para la estabilidad de un país de la UE, de la zona del euro o del conjunto de la UE.
De este modo, la Comisión realiza un seguimiento periódico con el fin de detectar potenciales desequilibrios macroeconómicos (en ámbitos como los costes laborales, el precio de la vivienda o el desempleo). Los países de la UE que revelan tendencias potencialmente preocupantes son sometidos a un análisis en profundidad. Si se detecta un desequilibrio, se insta al país en cuestión a tomar medidas para evitar que la situación empeore. Si se observa un desequilibrio excesivo, el país debe tomar medidas para corregir la situación. En el caso de los países de la zona del euro, el cumplimiento de las normas está reforzado por un mecanismo sancionador.
en la vertiente del crecimiento
Europa 2020 es la estrategia de crecimiento de la UE para llegar a ser, en este decenio, una economía inteligente, sostenible e integradora. Estas tres prioridades, que se refuerzan mutuamente, se considera que ayudarán a los países de la UE a alcanzar niveles elevados de empleo, productividad y cohesión social. Para medir los avances en el logro de estos objetivos, la UE ha fijado ambiciosos objetivos en materia de empleo, innovación, educación, inclusión social, cambio climático y energía, que han de alcanzarse de aquí a 2020. Cada país ha adoptado sus propios objetivos nacionales en cada uno de estos terrenos. La estrategia se sustenta en medidas adoptadas a nivel nacional y de la UE, y en los Fondos Estructurales.
sobre las reformas económicas
El Semestre Europeo es un ciclo de coordinación anual de las políticas dentro de la UE (se centra en los primeros seis meses del año) durante el cual los países de la UE tienen la oportunidad de realizar una revisión recíproca de sus políticas económicas y presupuestarias antes de su aplicación. Al final del ciclo, la EU formula recomendaciones de reformas específicas para cada país. A lo largo del año se realiza un seguimiento de la aplicación de dichas reformas. Asimismo, los países de la zona del euro tienen hasta el 15 de octubre para publicar sus proyectos del presupuesto previsto para el ejercicio siguiente, a fin de que la Comisión evalúe su presupuesto conforme a los requisitos acordados.
Ayudar a los países en dificultades (Última actualización: 12/Diciembre/2014)
Los países europeos han unido sus fuerzas para crear el mayor fondo de asistencia financiera del mundo. La Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo colaboran para ayudar a los gobiernos que lo necesitan a elaborar programas de ayuda para estabilizar las economías frágiles y hacer frente a los problemas económicos más arraigados.
Grecia
Cuando los inversores internacionales dejaron de prestar al gobierno griego el dinero del que dependía, los ministros de finanzas de la zona del euro y el Fondo Monetario Internacional (FMI) aunaron sus esfuerzos. El 2 de mayo de 2010, se destinaron 110.000 millones de euros para apoyar al gobierno griego a realizar las reformas necesarias para sanear la economía. La Comisión desembolsó ese importe, del cual 80.000 euros procedían de socios de la zona del euro, en varios pagos entre mayo de 2010 y junio de 2013, a medida que Grecia aplicaba satisfactoriamente las reformas prometidas.
El 14 de marzo de 2012, los ministros de finanzas de la zona del euro y el FMI aprobaron un segundo tramo de asistencia económica para Grecia de 164.500 millones de euros. Esta vez los demás países de la zona del euro contribuyeron con 144.700 millones de euros mediante un fondo de rescate creado en agosto de 2010, el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera. Se llegó también a un acuerdo con inversores financieros para reducir en al menos 200.000 millones de euros la abrumadora deuda griega.
La entrega de los fondos se dividió en tramos para ser abonados entre marzo de 2012 y diciembre de 2014, al tiempo que se realizaban las reformas esenciales para la recuperación de la economía griega.
En noviembre de 2012 los ministros de finanzas de la zona del euro y el FMI acordaron ayudar más a Grecia mediante la reducción del coste de sus préstamos y la concesión de más tiempo para reembolsarlos.
Irlanda
Entre diciembre de 2010 y diciembre de 2013, los fondos de rescate europeos, el Fondo Monetario Internacional, el Reino Unido, Suecia y Dinamarca prestaron a Irlanda 85.000 millones de euros para sanear sus finanzas nacionales y reparar su economía tras el hundimiento de los principales bancos del país.
Las profundas reformas emprendidas por Irlanda para restaurar sus finanzas y fortalecer su economía dieron sus frutos. En enero de 2014, Irlanda se convirtió en el primer país de la zona del euro en aplicar con éxito un programa de asistencia macroeconómica. Ya no depende de la ayuda financiera internacional y se espera que su economía crezca un 4,6 % en 2014, con un superávit por cuenta corriente del 5,5 %.
Portugal
Cuando los inversores financieros empezaron a pedir intereses cada vez más elevados por conceder préstamos a los gobiernos, Portugal se vio incapaz de pagarlos. El 17 de mayo de 2011, los ministros europeos de finanzas y el Fondo Monetario Internacional acordaron prestar a Portugal 78.000 millones de euros para financiar su déficit presupuestario, reducir la deuda pública, reparar el sector bancario y financiar reformas para impulsar el crecimiento económico y la creación de empleo. Portugal ya ha recibido más de 71.000 millones de euros y a mediados de 2014 habrá recibido el resto. A pesar de la difícil situación, las reformas han mejorado significativamente las finanzas y la economía de Portugal. El año pasado el gobierno consiguió un superávit presupuestario y la economía debería volver a crecer este año.
España
Después del estallido de la burbuja inmobiliaria, el sector bancario español se encontró con préstamos por valor de miles de millones de euros que los deudores no podían ya reembolsar. Los países de la zona del euro recurrieron a los fondos de asistencia financiera, al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera y al Mecanismo Europeo de Estabilidad para ayudar a la recuperación del sector bancario, poniendo a disposición de España hasta 100.000 millones de euros. Los préstamos se abonaron entre julio de 2012 y diciembre de 2013. La ayuda europea y el asesoramiento del Fondo Monetario Internacional permitieron a España financiar a los bancos solventes para que empezaran a dar préstamos otra vez y cerrar en condiciones seguras aquellos que no tenían futuro.
Chipre
Tras ser golpeado por la grave recesión de Grecia y por un accidente en una importante central eléctrica, además de estar debilitado por un sector bancario sobredimensionado, Chipre pidió ayuda a sus socios de la zona del euro. El 24 de abril de 2012, los gobiernos de la zona del euro y el Fondo Monetario Internacional acordaron prestar a Chipre 10.000 millones de euros para reestructurar el sector bancario, restaurar las finanzas públicas e invertir en una economía más equilibrada y sana. Los fondos, de los que 9.000 millones de euros proceden del fondo de rescate del Mecanismo Europeo de Estabilidad de la zona del euro, se están abonando en tramos, paralelamente a la aplicación de las reformas, hasta 2016.
Fuera de la zona euro
La UE también concede asistencia financiera a los países que no utilizan el euro mediante el programa de asistencia para la balanza de pagos, dotado con 50.000 millones de euros. Tres países han recibido un total de 16.000 millones de euros: Hungría, Rumanía y Letonia(este último antes de adoptar el euro).
Cómo supervisamos (Última actualización: 14/Octubre/2015)
La Unión Europea supervisa las políticas económicas y la evolución de la economía en sus Estados miembros de manera sistemática y coordinada. Para ello se basa en análisis independientes de la Comisión y en revisiones inter pares de los gobiernos nacionales.
Gobernanza económica de la UE
Ciclo anual
La supervisión de las políticas económicas y de la evolución de la economía se organiza en un ciclo anual que se divide en dos partes, llamadas Semestre Europeo y Semestre Nacional. Durante el Semestre Europeo, la Comisión analiza la evolución en los Estados miembros y formula recomendaciones sobre las políticas económica y fiscal que luego deben debatir los gobiernos. Durante el Semestre Nacional, los gobiernos aplican las políticas que han acordado.
Dentro del proceso, cada Estado miembro explica a los demás y a la Comisión la manera en que piensa cumplir sus compromisos de sanear las finanzas públicas y todas las reformas económicas que tiene previsto introducir para impulsar el crecimiento y el empleo. La Comisión analiza los planes de los Estados miembros y formula recomendaciones para cada uno de ellos. Los gobiernos debaten luego estas recomendaciones entre sí y con la Comisión y, a continuación, las integran, de acuerdo con los parlamentos respectivos, en sus políticas nacionales.
Los países del euro comunican sus proyectos de presupuesto a la Comisión y a los demás países del euro para revisión.
Seguimiento de los problemas
Con vistas al comienzo de cada Semestre Europeo, la Comisión elabora dos informes para detectar y abordar los problemas económicos: el Estudio Prospectivo Anual sobre el Crecimiento y el Informe sobre el Mecanismo de Alerta.
El Estudio Prospectivo Anual sobre el Crecimiento analiza los avances de la UE hacia sus prioridades estratégicas a largo plazo y evalúa pormenorizadamente el empleo y las tendencias macroeconómicas. Ofrece un planteamiento integrado del crecimiento económico y subraya las prioridades en sentido amplio, sentando las bases para las posteriores recomendaciones específicas de la Comisión a cada país.
El Informe sobre el Mecanismo de Alerta es un sistema de alerta rápida ante posibles problemas y desequilibrios económicos. Se basa en un cuadro de indicadores económicos como el precio de la vivienda, el endeudamiento del sector privado o la competitividad, para detectar desequilibrios económicos, como las burbujas inmobiliarias, que pueden hacer que aumente la vulnerabilidad de los países frente a las perturbaciones económicas. Las tendencias preocupantes se investigan más a fondo y se tratan de resolver mediante el procedimiento de desequilibrio macroeconómico.
Dentro de las normas
Las políticas económicas saneadas solo son eficaces si se aplican bien. La UE supervisa el cumplimiento de las normas acordadas por parte de los gobiernos y, en caso necesario, puede imponer sanciones para garantizarlo.
La Comisión efectúa una evaluación independiente de ese cumplimiento y los gobiernos deciden qué sanciones deben imponerse.
Qué supervisamos (Última actualización: 28/Octubre/2014)
La Unión Europea supervisa un amplio abanico de cambios, políticas e indicadores económicos relacionados con el crecimiento, el empleo, las reformas y la hacienda pública. También supervisa el cumplimiento, por parte de los Estados miembros, de las normas económicas de la UE, pensadas para fomentar el desarrollo económico sostenible, la responsabilidad de la hacienda pública y la estabilidad financiera.
Con el fin de crear las condiciones correctas para un desarrollo económico sostenible, el Pacto de Estabilidad y Crecimiento exige que los gobiernos respeten el límite del déficit presupuestario del 3% del PIB y garanticen que la deuda pública no sobrepase el 60% del PIB.
Si se rebasa alguno de estos límites, la Comisión Europea pide a los gobiernos que presenten un plan e indiquen en él de qué manera piensan volver a encarrilarse. Los gobiernos que no cumplan sus compromisos de abordar estos problemas, poniendo así en peligro la estabilidad financiera de otros países, pueden ser multados por los otros gobiernos.
Los países del euro también pueden inspeccionar de cerca los proyectos de presupuesto de sus homólogos a partir de una evaluación de la Comisión.
El Pacto de Estabilidad y Crecimiento
Para prevenir la aparición de tendencias económicas incorrectas que puedan repercutir en otros países, la Comisión se basa en una serie de indicadores económicos como las cuotas de mercado de exportación, los costes laborales, la deuda del sector privado y los precios de la vivienda, entre otros. Las tendencias preocupantes, como las burbujas inmobiliarias o la bajada de los índices de productividad, se analizan en profundidad dentro del procedimiento de desequilibrio macroeconómico de la UE. Una vez más, los gobiernos que no hacen lo suficiente para solucionar esos problemas pueden ser multados por sus homólogos.
Procedimiento de desequilibrio macroeconómico (solo está publicado en inglés)
Macroeconomic imbalances in one Member State, such as a large current account deficit or a real estate bubble, can have detrimental effects on other Member States. This eventuality became evident after the financial crisis. For this reason, the Macroeconomic Imbalance Procedure (MIP), which aims to identify, prevent and address the emergence of potentially harmful macroeconomic imbalances that could adversely affect economic stability in a particular Member State, the euro area, or the EU as a whole, was introduced in 2011. The MIP foresees the possibility of enhanced surveillance for countries identified with excessive imbalances named the Excessive Imbalance Procedure. The MIP is also endowed with an enforcement mechanism, under which euro area Member States under the EIP face the possibility of sanctions
Últimos resultados (Última actualización: 23/Junio/2015)
Recomendaciones de política económica
Para estimular la creación de empleo y el crecimiento económico sostenible, la Comisión Europea tiene tres tipos de recomendaciones de política económica y social.
Están recogidos en el Estudio Prospectivo Anual sobre el Crecimiento de 2015 y son los siguientes:
Fomento de la inversión. En la UE la inversión ha bajado desde la crisis y sigue siendo demasiado baja. Necesitamos inversión para modernizar nuestros sistemas de bienestar y financiar la educación, la investigación y la innovación, conseguir una energía más eficaz y respetuosa del medio ambiente, modernizar nuestra infraestructura de transporte y disponer de una banda ancha más rápida y de mayor alcance.
Plan de Inversiones para Europa
Para ello, la Comisión Europea ha puesto en marcha un Plan de Inversiones ambicioso que movilice al menos 315.000 millones de euros de inversión pública y privada adicional en 2015, 2016 y 2017 (véase IP/14/2128).
El Plan de Inversiones se basa en tres capítulos que se refuerzan mutuamente:
-movilizar fondos para inversiones sin crear nueva deuda
-apoyar proyectos e inversiones en sectores clave como las infraestructuras, la educación, la investigación y la innovación
-eliminar las barreras sectoriales y otras barreras financieras y no financieras que dificulten la inversión.
Compromiso renovado con las reformas estructurales. La profundización del mercado único impulsaría a todas las economías de la UE a modernizarse y a ser más competitivas y atractivas para los inversores. Es prioritario eliminar las barreras reglamentarias y no reglamentarias que quedan en los sectores de la energía, las telecomunicaciones y el transporte, además de los bienes y servicios. Los Estados miembros de la UE deben centrarse en reformar sus mercados laborales, los sistemas de pensiones y bienestar social, los mercados de productos y servicios, las condiciones de inversión de las empresas y los sistemas de apoyo a la investigación y la innovación, y en aumentar la eficacia de sus administraciones públicas.
Continuidad de la responsabilidad presupuestaria. El control a largo plazo del déficit público y la reducción de la deuda pública son fundamentales para el crecimiento sostenible. Cada Estado miembro debe mantener unas políticas presupuestarias adecuadas, responsables y propicias al crecimiento, de acuerdo con el Pacto de Estabilidad y Crecimiento.
En el Estudio Prospectivo Anual sobre el Crecimiento de 2015 la Comisión expone su plan para racionalizar el proceso de coordinación de la política económica en la UE y aumentar su eficacia.
Recomendaciones específicas por países (para ver en detalle ir la página web: http://ec.europa.eu/europe2020/making-it-happen/country-specific recommendations/index_es.htm)
Estudio Prospectivo Anual sobre el Crecimiento: informe de situación (Última actualización: 23/Junio/2015)
El Estudio Prospectivo Anual sobre el Crecimiento de 2015 demuestra que los Estados miembros han avanzado notablemente en la consolidación de las finanzas públicas: el déficit presupuestario medio en la UE ha bajado en solo tres años del 4,5% del PIB en 2011 a cerca del 3% en 2014. El número de países sometidos al procedimiento de déficit excesivo se ha reducido más de la mitad, de 24 en 2011 a 11 en 2014.
El Informe Conjunto sobre el Empleo, adjunto al Estudio Prospectivo Anual sobre el Crecimiento, que analiza la situación del empleo en Europa y las políticas de los Estados miembros, indica que las reformas estructurales sustanciales dan su fruto.
El Estudio Prospectivo Anual sobre el Crecimiento va acompañado también del Informe sobre el Mecanismo de Alerta, cuyo propósito es localizar y atajar los desequilibrios económicos que puedan obstaculizar el funcionamiento de las economías nacionales, de la zona del euro o de la UE en conjunto.
Este informe señala que, si bien los Estados miembros de la UE han avanzado en la corrección de los desequilibrios y ha aumentado la competitividad de algunas economías, los desequilibrios macroeconómicos y sus principales consecuencias sociales siguen siendo un grave motivo de preocupación. La lentitud de la recuperación y la muy baja inflación están siendo un obstáculo a la hora de reducir en mayor grado los desequilibrios y los consiguientes riesgos macroeconómicos.
Estudio Prospectivo Anual sobre el Crecimiento (para ver en detalle ir la página web:http://ec.europa.eu/europe2020/making-it-happen/annual-growth-surveys/index_es.htm)
Perspectivas económicas europeas (Última actualización: 11/Mayo/2016)
Las previsiones económicas europeas se publican tres veces al año coincidiendo con el ciclo anual de la UE de procedimientos de supervisión económica, conocido como Semestre Europeo.
La economía europea entra ya en su cuarto año de recuperación, y el ritmo de crecimiento, principalmente impulsado por el consumo, sigue siendo moderado. Al mismo tiempo, gran parte de la economía mundial afronta grandes desafíos, lo que aumenta los riesgos para el crecimiento europeo.
Las previsiones de invierno de la Comisión indican que las cifras globales de crecimiento no han cambiado mucho desde otoño, si bien aumenta el riesgo de que sean peores de lo previsto, debido sobre todo a factores externos. En la zona del euro, se prevé que el crecimiento suba este año al 1,7% (1,6% el año pasado) y al 1,9% en 2017. En la UE, este año el crecimiento se mantendrá en un 1,9% para aumentar el próximo al 2,0%.
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