El credo de la desigualdad (las cifras y las fechas dan contexto histórico y dimensión de la desigualdad)
En los últimos 30 años ésta se incrementó en 24 de los 26 países que tienen datos para este período que analizó Oxfam.
En la máxima potencia planetaria, Estados Unidos, un salario medio equivalía en 1978 a US$ 48.000 dólares en valores actuales y el 1% ganaba unos US$ 390.000.
En 2010 el sueldo medio había caído a US$ 33.000 mientras que el del 1% ganaba más de US$ 1 millón.
Este período coincide con la hegemonía del credo neoliberal que promovieron el general Augusto Pinochet en Chile, el presidente estadounidense Ronald Reagan y el primer ministro británica Margaret Thatcher entre la segunda mitad de los 70 y los 80.
Esta ideología que emergió triunfante con la caída del muro de Berlín, reivindica una regulación mínima, libertad absoluta al mercado, retiro del estado de la actividad económica y una disminución de la carga impositiva para los más ricos a fin de promover el crecimiento económico. (BBCMundo – 22/1/14)
La globalización financiera, la desregulación, la capacidad de mover la producción de un país a otro han convertido a este poder económico en una fuerza capaz de torcer el brazo de los gobiernos. "La élite mundial está imponiendo políticas de estado que los favorezcan. Esto está produciendo una deslegitimación de la democracia y el estado", indicó a BBC Mundo Ricardo Fuentes-Nieva. En una encuesta de seis países –España, Brasil, India, Sudáfrica, Reino Unido y Estados Unidos- la mayoría de los entrevistados opinó que las leyes favorecían a los ricos. En el caso de España, la proporción fue abrumadora: 8 de cada 10 personas pensaban así. (BBCMundo – 22/1/14)
La preocupación por la desigualdad económica está en el aire, casi en todas partes. El problema no es la desigualdad entre países, que en realidad ha disminuido durante las últimas décadas, en gran parte gracias a las mayores tasas de crecimiento y expectativas de vida en muchos países emergentes (especialmente en China e India). Por el contrario, el foco hoy día está en la desigualdad -a veces llamada disparidad del ingreso- al interior de los países. Un motivo es que el problema de la desigualdad es real, y está empeorando en muchos lugares. En las últimas décadas, la riqueza y el ingreso se han concentrado más en la cima -el así llamado 1 %- mientras que los ingresos reales y niveles de vida de los pobres y la clase media se han estancado o han caído en muchos países desarrollados. Esto era así antes de la erupción de la crisis financiera mundial en 2008, pero la crisis y sus repercusiones (incluidos los elevados y prolongados niveles de desempleo) han empeorado las cosas. A pesar de unas pocas excepciones notables en el norte de Europa y partes de Latinoamérica, el aumento de la desigualdad ha afectado tanto al mundo desarrollado como a los países en desarrollo La desigualdad es real. Pero solo puede ser enfrentada eficazmente con políticas y programas que fomentan el crecimiento y crean oportunidades significativas para aprovecharlo. Hay mucho en juego, ya que el crecimiento económico y la cohesión social dependen de que logremos una solución satisfactoria. Pero para ello hay que entender que la desigualdad no es tanto la causa como la consecuencia de nuestros pesares. (Project Syndicate – 24/1/14)
¿Por qué algunos gobiernos gastan más que otros? La pregunta es más compleja de lo que parece, sobre todo en el caso de los gobiernos europeos. La respuesta puede parecer obvia al comparar, por ejemplo, Dinamarca (donde el gasto público, excluyendo los pagos de intereses de la deuda, alcanzó el 58% del PIB en 2012) y Estados Unidos (donde la misma cifra fue de un 35%). No hay duda de que la explicación está en la amplitud de los servicios públicos y el alcance del estado de bienestar. Los datos parecen reivindicar la famosa frase de la canciller alemana, Angela Merkel, de que el problema de Europa es que tiene el 7% de la población, produce el 25% del PIB y debe financiar el 50% del gasto social del planeta. Desde esta perspectiva, los gobiernos europeos se enfrentan a una elección incómoda. La mayoría está buscando maneras de limitar el endeudamiento público, recortar los déficits y reducir el gasto sin perjudicar a sus ciudadanos más pobres. Pero, a juzgar por la experiencia de EEUU y otros países no europeos, es posible que se vean ante la disyuntiva de elegir entre la insolvencia y la desigualdad. Tras haber alcanzado el punto en que apenas pueden seguir aumentando los impuestos, les resulta imposible pagar sus deudas manteniendo en simultáneo el gasto social en los niveles actuales. (Project Syndicate – 30/1/14)
Una regla económica de oro, conocida como la Ley de Okun, sugiere que la tasa de desempleo debería caer medio punto porcentual por cada punto que la economía crezca por encima de su tendencia a largo plazo. Según esa máxima, la tasa de desempleo no debería haber caído mucho en medio de una recuperación económica inusualmente anémica. En cambio, ha bajado más de tres puntos porcentuales desde su cénit más reciente. Una razón para esta caída se halla en el éxodo de millones de personas de la fuerza laboral. En junio de 2009, cuando comenzó la recuperación, 81 millones de estadounidenses dijeron que no se encontraban en la fuerza laboral, lo que significa que no estaban empleados o buscando trabajo activamente. En diciembre, esa cifra subió a 92 millones. La gente deja la fuerza laboral por razones diferentes: se jubilan, vuelven a la universidad, pasan a recibir asistencia por discapacidad, dejan de buscar empleo o hacen otras cosas, reduciendo así el número de personas consideradas como desocupadas. (The Wall Street Journal – 3/2/14)
"Esta es la primera generación que vivirá peor que la de sus padres". Todos hemos oído esta afirmación con relativa frecuencia durante el último lustro, desde que la crisis económica comenzó a golpear las expectativas de las generaciones más jóvenes, que ahora mismo se enfrentan a tasas de paro que superan el 50%. Sin embargo, apenas existen estudios que demuestren una tesis que necesita atender a variables muy diferentes para ser demostrada. Por primera vez, una investigación británica ha sido capaz de responder en una encuesta a dicha cuestión y afirmar que los nacidos durante los años sesenta y los setenta tienen unas expectativas de futuro mucho peores que las de sus padres, especialmente en lo que concierne a la jubilación. El estudio, realizado por el Instituto de Estudios Fiscales (IFS) inglés, recuerda que la tendencia instaurada tras la Segunda Guerra Mundial por la cual cada generación esperaba vivir mejor que la precedente puede haberse revertido. El estudio señala que la generación analizada, la de los nacidos en los sesenta y los setenta -es decir, lo que en Estados Unidos equivaldría a los baby boomers-, que ahora tienen entre 43 y 53 años, necesitarán apoyarse en la herencia familiar si quieren disfrutar de una jubilación más relajada que la de sus padres. El cambio se ha producido durante la última década, ya que aquellos un poco más mayores no se han visto perjudicados en el mismo grado que estas generaciones. (El Confidencial – 3/2/14)
En una eurozona estancada, la locomotora alemana parece haber encontrado la fórmula para repetir el milagro de la posguerra: baja tasa de desempleo, crecimiento económico y aumento de las exportaciones. Pero este brilloso escaparate esconde una realidad social impensable para la cuarta economía mundial y segundo exportador del planeta. Unos 7,4 millones de trabajadores sobreviven con miniempleos que ofrecen un máximo de 15 horas semanales y remuneraciones que no pasan de los 450 euros mensuales (US$ 607). Este mercado laboral flexibilizado explica una aparente paradoja reflejada en el Informe Social de 2013 publicado por la Oficina Federal de Estadística alemana. Según el informe, el nivel de empleo alcanzó en 2012 un récord histórico de 41,5 millones de personas, pero el número total de horas trabajadas estaba por debajo del alcanzado en 1991. "Cada vez hay más gente que trabaja a medio tiempo sea voluntariamente o porque no le ofrecen otra cosa", señalaba el informe. Esta precariedad laboral se ha visto acompañada por un aumento del "riesgo de pobreza". Según el indicador oficial "se considera precaria la situación de una unidad familiar cuando sus ingresos no superan el 60% de los ingresos medios de todo el país". En moneda constante y sonante se trata de todo el que se encuentre por debajo de 848 euros por mes (equivalente a US$ 1.158) A los índices de pobreza, hay que añadir una crisis que está golpeando muy fuerte a los jubilados. El cálculo oficial es que un 30% recibe una pensión de 688 euros por mes (US$ 928). La intervención de la seguridad social ayuda a complementar este ingreso, pero la actual flexibilización del mercado laboral pasará a la sociedad una cuenta sombría. Según un reciente informe del Ministerio de Trabajo las cotizaciones de las personas con miniempleos a los fondos de pensiones públicas les darán un derecho de unos 3,11 euros al mes (US$ 4,19) por año trabajado. (BBCMundo – 5/2/14)
En su último libro publicado en España, ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos? (Paidós), Zygmunt Bauman refuta esas tesis populares según las cuales vivimos en un mundo mejor porque hay más riqueza global. "Podemos valorar cómo está el mundo haciendo una media, pero el ser humano medio no existe, es una ficción estadística. Una investigación muy iluminadora, realizada por Richard Wilkinson y Kate Pickett (editada por Turner en España con el título Desigualdad), muestra cómo la calidad de vida de una sociedad no se mide a través del ingreso medio, sino mediante el grado de desigualdad en los ingresos. El alcoholismo, la violencia, la criminalidad y demás patologías sociales aumentan cuando lo hacen las desigualdades aunque la riqueza global se incremente". No nos encontramos en un buen momento, asegura el sociólogo, porque estamos de repliegue, regresando a cotas de desequilibrio que creíamos haber abandonado para siempre. Bauman señala que en los treinta años posteriores a la Segunda Guerra Mundial las políticas estatales intentaron que aumentase la riqueza total, pero también que su distribución alcanzase al mayor número de gente posible, de modo que cada vez más personas pudieran incorporarse a una situación de bienestar. Sin embargo, a partir de los 70, esa tendencia cambió de sentido, acelerándose ahora de modo preocupante. Bauman recurre a palabras del Papa Francisco para señalar cómo esas diferencias en los ingresos se han hecho demasiado evidentes: "las ganancias de una minoría están creciendo exponencialmente, lo que provoca que también crezca la brecha que separa a la gran mayoría de la prosperidad que disfrutan esos pocos felices". Las consecuencias sociales de esa separación son notables. En primera instancia, porque construyen una perspectiva vital radicalmente distinta. Según el autor de La posmodernidad y sus descontentos, en las sociedades de mediados de siglo XX existía una clase media que miraba confiada hacia el futuro, en el cual se veía viviendo mejor, y un menguante proletariado integrado por personas que vivían muy cerca o por debajo de la línea de pobreza. Pero hoy "esa distinción se está borrando. La clase media y los proletarios forman parte ya de una clase conjunta, el precariado, gente que no está segura de su futuro. Las leyes del mercado implican que tu compañía pueda ser devorada por otra y tú te vayas a la calle, perdiendo de pronto todo lo ganado en una vida. Nadie se siente seguro hoy. Nadie confía en el porvenir". Un ejemplo significativo de esa pérdida de horizonte vital aparece en las nuevas generaciones "que son las primeras desde 1950 que no inician su trayectoria a partir de lo logrado por sus padres, sino que están preocupadas tratando de alcanzar y recrear las condiciones bajo las que han vivido. No miran al futuro, están replegadas y a la defensiva, y ese es un cambio muy poderoso". (El Confidencial – 5/2/14)
Poco después de que estallara la crisis financiera mundial en el año 2008, Joseph E. Stiglitz advirtió sobre que a menos que se adopten políticas adecuadas, se podía asentar un malestar al estilo japonés – es decir, un crecimiento lento e ingresos casi estancados durante muchos años. Si bien los líderes a ambos lados del Atlántico afirmaron que habían aprendido las lecciones de Japón, rápidamente procedieron a repetir algunos de los mismos errores. Ahora, incluso un ex funcionario clave de Estados Unidos, el economista Larry Summers, realiza advertencias sobre el estancamiento secular. El punto básico que planteó hace media década fue que, en un sentido fundamental, la economía de EEUU se encontraba enferma, incluso antes de la crisis: fue sólo una burbuja de precios de los activos, creada a través de regulaciones laxas y tasas de interés bajas, la que hizo que la economía aparentara estar robusta. Debajo de la superficie, numerosos problemas supuraban: una creciente desigualdad; una insatisfecha necesidad de reforma estructural (la necesidad de un desplazamiento desde una economía que se basa en la manufactura a una que se base en los servicios y que se adapte a las cambiantes ventajas comparativas a nivel mundial); persistentes desequilibrios a nivel mundial; y, un sistema financiero que está más en sintonía con la especulación que con la realización de inversiones que crearían puestos de trabajo, aumentarían la productividad, y redistribuirían los superávits con el objetivo de maximizar la rentabilidad social. (Project Syndicate – 5/2/14)
EL gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, sorprendió a su audiencia en una conferencia el año pasado cuando especuló que los activos de la banca en Londres podrían crecer hasta más de nueve veces el PIB británico para 2050. Su pronóstico representó la simple extrapolación de dos tendencias: la continua profundización financiera en el mundo (esto es, un mayor crecimiento de los activos financieros que de la economía real), y la continuidad de la participación londinense en los negocios financieros mundiales. Puede tratarse de supuestos razonables, pero la estimación resultó profundamente inquietante para muchos Dos escritos recientes suman dudas al asunto. En "El crecimiento de las finanzas modernas", Robin Greenwood y David Scharfstein, de la Escuela de Negocios de Harvard, muestran que la participación de las finanzas en el PIB estadounidense casi se duplicó entre 1980 y 2006, justo antes del comienzo de la crisis financiera (del 4,9 % al 8,3 %). Los dos factores principales que impulsaron ese aumento fueron la expansión del crédito y el rápido aumento de los recursos dedicados a la administración de activos (asociados, no casualmente, con el crecimiento exponencial del ingreso en el sector financiero). Greenwood y Scharfstein sostienen que la financialización tuvo sus pros y sus contras: puede haber habido más oportunidades de ahorro para los hogares y fuentes de financiamiento más diversas para las empresas, pero el valor agregado de la actividad de administración de activos fue ilusorio. En gran parte, implicó una costosa y excesiva rotación de las carteras, mientras que el aumento del apalancamiento implicó fragilidad para el sistema financiero en su conjunto e impuso grandes costos sociales cuando los hogares sobre endeudados quebraron. Stephen G. Cecchetti y Enisse Kharroubi, del Banco de Pagos Internacionales -el banco central de los bancos centrales-, van más lejos todavía. Sostienen que el rápido crecimiento del sector financiero reduce el aumento de la productividad en otros sectores. Utilizaron una muestra de 20 países desarrollados y encontraron una correlación negativa entre la participación del sector financiero en el PIB y la salud de la economía real. (Project Syndicate – 24/2/14)
La tesis de que las economías avanzadas se recuperarán gradualmente ha sido blanco de críticas en sus dos partes. Por el lado de la demanda, hace poco Larry Summers (economista de Harvard y alto funcionario estadounidense durante las presidencias de Bill Clinton y Barack Obama) indicó que es posible que los problemas de las economías avanzadas sean producto del estancamiento secular. Summers considera que el endeudamiento anterior a la crisis no fue una anomalía exógena, sino la consecuencia de una insuficiente demanda global. La distribución global del ingreso se había modificado, con transferencia de ingresos de las clases medias de los países avanzados hacia los ricos y hacia las economías emergentes, lo que dio lugar a un exceso de ahorro a escala mundial. El único modo de evitar el estancamiento era que la clase media se endeudara cada vez más, con la ayuda de bajos tipos de interés y grandes facilidades para el crédito. Dicho de otro modo, la sobreabundancia de ahorro (como la denominó el ex presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Ben Bernanke) ya existía antes de la crisis y puede seguir afectando la demanda global, a menos que las clases medias de los países emergentes se conviertan en el nuevo consumidor de última instancia de la economía global. Aunque es probable que eso suceda en algún momento, los esfuerzos de Estados Unidos y del Fondo Monetario Internacional en el contexto del G-20 para lograr dicho proceso de redistribución de la demanda todavía no han sido suficientes. Por el lado de la oferta, las dudas surgen de una nueva disputa entre los economistas y los expertos en tecnología en relación con el ritmo del avance tecnológico. Para Robert Gordon, de la Universidad Northwestern, las tecnologías de la información y las comunicaciones ya dieron la mayor parte del aumento de productividad que podía esperarse de ellas, y no hay a la vista una nueva gran ola de innovación que pueda compensar la desaceleración del crecimiento potencial. Los países rezagados todavía podrán cosechar los dividendos de la modernización, pero los países que ya están en la frontera tecnológica deberán aceptar que a partir de ahora, un crecimiento anual per cápita muy bajo, apenas superior al 1%, será lo normal. (Project Syndicate – 27/2/14)
Especial hincapié se hace en el espectacular aumento de las desigualdades económicas, a causa de la masiva concentración de los recursos económicos en manos de una minoría y su incidencia en la sociedad y, particularmente, en determinados sectores de ella. Los datos son muy elocuentes, y hablan por sí solos: la mitad de la riqueza mundial está en manos del 1% de la población, y buena parte de esa riqueza está a buen resguardo en paraísos fiscales. La riqueza de 85 individuos es la misma que la de los 3.570 millones de personas que forman la mitad más pobre de la población mundial. Un alto directivo en una gran empresa puede llegar a ganar hoy unas 900 veces más que un empleado medio de esa misma empresa. Pero, aparte de estos datos, diariamente muchas noticias nos confirman cómo y a qué velocidad ascienden los niveles de pobreza sobre todo en los países más pobres, o en qué cuotas están las cifras de paro juvenil… ¿Qué hacen los centros de decisión europeos, Bruselas o Berlín? A la vista de todo esto, ¿se puede seguir hablando todavía, con alguna credibilidad, de "comunidad europea" y de "modelo social europeo"? Es evidente que una desigualdad de esta naturaleza es destructiva, pues socava la sociedad desde dentro. Rompe el contrato social, y no es extraño, por tanto, que provoque desórdenes, conflictos sociales e inestabilidad. Una forma de orden social aceptable para la mayoría sólo puede ser la que se basa en un consenso que reúna, exprese y realice, en cierta medida, la aspiración común a que unos valores y unas ideas ampliamente compartidos configuren el proyecto conjunto y el sentido de ese orden social. Hoy ya no se impone el orden tradicional y las creencias del pasado automáticamente para organizar una sociedad. La socialización de los individuos y su coexistencia pacífica se producen cuando la incorporación de unos valores, creencias y significados representan una cierta instancia normativa efectiva y mayoritaria a la que poder recurrir, en situaciones de conflicto, a modo de legitimación. Si esto no se da, si en vez de promoverlo y potenciarlo se ignora o directamente se socava, la sociedad deja de existir como sociedad y se convierte en una masa informe de individuos a la que es preciso controlar y dominar. La burocracia administrativa y gubernamental se vuelve autónoma. La sociedad tal vez funcione, pero no satisface las exigencias de sentido de los individuos que estallan, sobre todo, en situaciones de conflicto. El Estado, la Administración, aparece como una fuerza externa hostil y enemiga que amenaza con abatirse sobre los individuos y aplastar sus aspiraciones de libertad y de realización personal. Esa es la razón de la ruptura social abierta, o, como mínimo, de la desimplicación y la huida fuera de la sociedad de individuos que se ven así relegados a la marginalidad. (El Confidencial – 2/3/14)
La brecha entre ricos y pobres en el Reino Unido ha aumentado hasta tal punto que las cinco familias más adineradas concentran más riqueza que un quinto de toda la población del país, según un informe de la ONG Oxfam. En otras palabras, las cinco familias más acaudaladas del país son más ricas que 12,6 millones de ciudadanos británicos. "El Reino Unido se está convirtiendo en una nación profundamente dividida, con una élite rica que está viendo aumentados sus ingresos, mientras que millones de familias están luchando para llegar a fin de mes", dijo Ben Phillips, director de campañas de Oxfam en el Reino Unido. La fortuna estimada de las cinco familias asciende a 28.200 millones de libras (US$ 46.908 millones), cifra que supera los 28.100 millones de libras (US$ 46.741 millones) que concentran más de 12 millones de personas. El autor del informe, titulado "Historia de dos Gran Bretañas", el economista mexicano Ricardo Fuentes-Nieva, jefe de investigación de Oxfam, dijo a BBC Mundo que la concentración de la riqueza creció considerablemente en las tres últimas décadas. "El 10% del 1% más rico ha duplicado su proporción del ingreso desde 1993, o sea, en un período relativamente corto, lo cual dice que su ingreso ha estado aumentando de una manera brutal". (BBCMundo – 17/3/14)
No parece arriesgado afirmar que Capital in the Twenty-First Century (El capital en el siglo XXI), la obra magna del economista francés Thomas Piketty, será el libro de economía más importante del año (y tal vez de la década). Piketty, posiblemente el mayor experto mundial en desigualdad de rentas y patrimonio, hace algo más que documentar la creciente concentración de la riqueza en manos de una pequeña élite económica. También defiende de forma convincente el argumento de que estamos volviendo al "capitalismo patrimonial", en el que las altas esferas de la economía están dominadas no solo por los ricos, sino también por los herederos de esa riqueza, de modo que el nacimiento tiene más importancia que el esfuerzo y el talento. Por supuesto, Piketty reconoce que todavía no hemos llegado a eso. Hasta ahora, la opulencia del 1% superior de Estados Unidos se ha debido principalmente a los sueldos y las primas de los ejecutivos más que a las rentas procedentes de las inversiones y más aún que a la riqueza heredada. Pero seis de los diez estadounidenses más ricos son ya herederos, más que emprendedores hechos a sí mismos, y los hijos de la élite económica de hoy parten de una posición de inmenso privilegio. Como señala Piketty, "el riesgo de un giro hacia la oligarquía es real y da pocos motivos para el optimismo". (El País – 30/3/14)
La desigualdad económica crece rápidamente en la mayoría de los países. La riqueza mundial está dividida en dos: casi la mitad está en manos del 1% más rico de la población, y la otra mitad se reparte entre el 99% restante.
Casi la mitad de la riqueza mundial está en manos de sólo el 1% de la población.
La riqueza del 1% de la población más rica del mundo asciende a 110 billones de dólares, una cifra 65 veces mayor que el total de la riqueza que posee la 3 mitad más pobre de la población mundial.
La mitad más pobre de la población mundial posee la misma riqueza que las 85 personas más ricas del mundo.
Siete de cada diez personas viven en países donde la desigualdad económica ha aumentado en los últimos 30 años.
El 1% más rico de la población ha visto cómo se incrementaba su participación en la renta entre 1980 y 2012 en 24 de los 26 países de los que tenemos datos.
En Estados Unidos, el 1% más rico ha acumulado el 95% del crecimiento total posterior a la crisis desde 2009, mientras que el 90% más pobre de la población se ha empobrecido aún más.
El FMI asegura que la desigualdad en varios países avanzados, como Estados Unidos, ha vuelto a niveles que no se registraban desde antes de la Gran Depresión de la década de 1930.
Según los datos del FMI, desde mediados de los 80 hasta principios del año 2000, la mitad de la riqueza que se ha generado ha ido a parar a las manos del 20% de los más ricos.
La desigualdad va en aumento en muchas regiones del mundo
Las políticas fiscales pueden ayudar a los países a reducir la desigualdad
Se pueden diseñar políticas redistributivas teniendo en mente la eficiencia
Para respaldar un crecimiento económico sostenible, la redistribución del ingreso debe basarse en instrumentos fiscales que permitan alcanzar los objetivos de distribución con el menor costo posible en términos de eficiencia económica.
Según la OCDE: "Los episodios de recortes de la desigualdad, normalmente no duran lo suficiente como para atenuar el distanciamiento entre las rentas altas y bajas abierto durante los años precedentes".
Educación: "Las consecuencia del menor gasto público en educación tardarán en notarse pero se sentirán en una menor inscripción estudiantil, rentas más bajas y menor ascenso social para los hijos de los padres más pobres"
Sanidad: "El desempleo y los sistemas de copago recortan el recurso a la Sanidad".
El FMI aboga por subir los impuestos y redistribuir la riqueza, entre otras medidas, para reducir la brecha entre ricos y pobres.
De acuerdo con el estudio del FMI (13/3/14), la concepción de una política fiscal redistributiva eficiente abarca cuatro dimensiones clave:
Primero, una política fiscal redistributiva debe ser coherente con los objetivos de la política macroeconómica. El nivel de gasto en redistribución, por ejemplo, debería estar acorde con la estabilidad macroeconómica; además, es necesario comparar los beneficios de un gasto adicional en redistribución con los beneficios de un gasto adicional en otros ámbitos prioritarios, como la infraestructura.
Segundo, los impuestos y los gastos deberían evaluarse conjuntamente. Por ejemplo, un aumento de la recaudación del impuesto al valor agregado (IVA) utilizado para financiar más gastos en enseñanza primaria podría resultar progresivo en términos netos.
Tercero, las políticas de redistribución deben estar concebidas de manera que equilibren los objetivos de redistribución y de eficiencia. Algunas políticas redistributivas, como las que fortalecen el capital humano, de hecho pueden promover la eficiencia. Pero en otros casos quizás haya que sacrificar algo.
Cuarto, las políticas deben diseñarse teniendo en cuenta la capacidad administrativa.
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Duelos y quebrantos: últimas "fotos" de la familia europea
España no está entre los países europeos con una mayor concentración de riqueza en los escalones más altos de la sociedad, según un informe publicado el 2/10/14 por el banco Julius Baer: el 1% de los hogares acapara el 20% de la riqueza del país, cifra inferior a la media europea del 27% y superior, por ejemplo, a la de Reino Unido, Grecia u Holanda. Alemania o Austria dominan, por el contrario, la concentración de patrimonio, con un 40% y 35%, respectivamente.
Para estar en este selecto club, y tomando la cifra del 1%, popularizada en las protestas en Estados Unidos hace no demasiado, los hogares deben tener una riqueza de 712.000 euros. Como riqueza se entiende la suma de activos financieros y activos reales (incluyendo vivienda) descontando las deudas alcanza el millón de euros. Para estar en el 10% más privilegiado (que acapara el 43% de la riqueza), el umbral es de 435.000 euros.
Así, 168.000 hogares españoles, menos del 1% del total, son millonarios. Solo Eslovenia, Eslovaquia y Grecia tienen un porcentaje inferior de millonarios, de acuerdo con el informe. En Alemania y Francia hay varias veces más millonarios que en España (1,4 y 1,3 millones, respectivamente, el 3,5% y 4,5% del total).
En Bélgica, Austria y Holanda el porcentaje de millonarios está entre el 6% y el 9%. Incluso la pequeña Austria tiene más millonarios, en valor absoluto, que España. Las diferencias son tan abultadas que el miembro menos rico de la elite española, con un patrimonio de 712.000 euros, no llegaría a estar en el 10% si tuviese un pasaporte alemán.
Así, la riqueza media de un hogar español está en los 92.300 euros, solo por encima de Portugal, Eslovenia, Grecia y Eslovaquia, frente a los 167.000 de los 17 países analizados, y cuatro veces menos que la media en Suiza o Luxemburgo.
Además, ha sido, con gran diferencia, el país donde más se ha reducido la riqueza: nada menos que un 28% entre 2007 y 2013, debido a la caída de los salarios y, también, al desplome del valor de los activos inmobiliarios, que obviamente no se ha correspondido con el descenso en el valor de las deudas ligadas a estos activos.
En total, en España se han destruido 1,4 billones de riqueza durante la crisis, más que en la suma del resto de países que han perdido riqueza: Holanda, Reino Unido, Italia, Eslovaquia, Eslovenia, Grecia y Chipre. Suiza ha aumentado riqueza en un 68%, más de un billón de euros, y Alemania en un 18%, más de dos billones.
Julius Baer recurre al Coeficiente Gini para medir la distribución de ingresos y dónde se están produciendo las mayores desigualdades, y el resultado es demoledor para nuestro país, ya que España aparece a la cabeza de las estimaciones de la firma sobre qué países soportan una mayor brecha, como puede verse en el siguiente gráfico.
La propia Julius Baer alerta de que la concentración de la riqueza vuelve a aumentar en Europa, después de que buena parte de la riqueza europea quedara destruida en el s. XX por las dos Guerras Mundiales y la Gran Depresión de 1929.
En los últimos días, buena parte del discurso macro se ha centrado en lo que está sucediendo en Reino Unido, donde el gobernador de su banco central anticipó el pasado jueves que la primera subida de tipos de interés en años "podría producirse antes de lo esperado" debido a la positiva evolución de crecimiento y empleo en territorio inglés. Como telón de fondo, la situación del mercado inmobiliario local -con el término "burbuja" en boca de muchos analistas- y una preocupante expansión del crédito que ahora se quiere cercenar. Actuaría como contrapeso el enorme déficit por cuenta corriente, al que afectaría negativamente la apreciación de la libra. Al calor de estas noticias, uno podría pensar que las Islas se encuentran en el mejor de los mundos y que, a fin de evitar males mayores, se toma una decisión que va a beneficiar a la mayoría de los residentes en aquel país. Nada más lejos de la realidad. De materializarse -antes de final de año o a comienzos del 2015, como se prevé- pondrá de manifiesto lo que venimos denunciando en estas líneas desde hace ya años: que todo el ejercicio de represión financiera desarrollado por los supervisores durante esta crisis ha beneficiado casi exclusivamente a la economía financiera (más en la medida en que los bancos no han hecho circular el dinero) y a quienes tenían capacidad de ahorro (no por rentabilidad, sino por disponibilidad para comprar bienes en liquidación), sin que sus efectos se hayan trasladado de forma definitiva ni a la actividad real ni a un sector privado hiperendeudado. Al contrario, el "gap" entre ricos y pobres ha crecido exponencialmente. La sociedad se ha polarizado.
Una afirmación taxativa, cierto, que podría admitir matizaciones, pero cuya proposición principal se ve refrendada por los siguientes ejemplos:
Ayer conocimos los datos de coste de la vida en UK. Las casas suben, los activos financieros también, pero el colapso en los precios de alimentación, transporte y textil llevan a la inflación a su nivel más bajo en los últimos cuatro años y medio, un 1,5%. Desde 2009 Reino Unido no vivía seis meses consecutivos de precios por debajo del "target" del BoE del 2%. Según recoge Bloomberg de analistas especializados, son el exceso de oferta y la presión en renta disponible de los ciudadanos los que se encuentran detrás del mal dato. No hay que olvidar la sensibilidad de las rentas más bajas a estos tres componentes del IPC.
Lo extraño es que el dato haya podido pillar por sorpresa a alguien. No en vano, los resultados de dos de los "food retailers" señeros de Inglaterra, Tesco y Sainsbury's, anticipaban lo que finalmente ha sucedido cuando fueron dados a conocer a principios de junio. Ambos atribuyeron "su peor trimestre en décadas" a la guerra de precios en la que había entrado el sector y que situaba a los "discounters", las tiendas de barrio y las ofertas "online" como opción preferida de los consumidores. No sólo eso, anticipaban que la situación tenía un carácter más estructural de lo que podía parecer y que no sería reversible a corto plazo. Vaya, efecto riqueza generalizado, como que no.
Por si hubiera alguna duda de cuál es la realidad en la que se desenvuelve una parte sustancial de la población británica, lean el siguiente artículo: "UK poverty on par with former Eastern bloc". Publicado en la edición online del Financial Times del pasado lunes, se hace eco de un estudio elaborado por un "think tank" local e independiente en el que se afirma que las condiciones de vida del 20% de los habitantes de Inglaterra con menos recursos son las peores de toda Europa occidental, mientras que el 1% más rico lo es mucho más que en cualquier otro estado de la OCDE. Cosas de la City.
Esto de la City es importante ya que buena parte del mencionado efecto riqueza se está concentrando en Londres y sus alrededores, mientras que el resto del país está a verlas venir. La emergencia de la actividad financiera, la atracción de fortunas de otras partes del mundo y los bajos tipos de interés han generado una bonanza en la capital que, al menos en el ámbito inmobiliario, no es compartido en la misma medida por el resto de las regiones. Pese a los buenos datos estadísticos, la actividad industrial y de servicios del centro y norte de su territorio no participa ni mucho menos de tal euforia. Y, aunque es verdad que se crea empleo, es de baja calidad y con magros salarios.
Son apenas cuatro pinceladas de lo que podríamos llamar la "paradoja británica", cuyas circunstancias son fácilmente extrapolables a buena parte de las economías desarrolladas. Las finanzas vuelan, mientras se produce una destrucción masiva de la clase media europea, esa a la que se vendió un sueño de prosperidad construido sobre crédito que se ha transformado en pesadilla, a la que se presiona vía impuesto, tasas y contribuciones por ser la vía más rápida para captar recursos para las arcas públicas y cuya renta disponible es el instrumento preferido de devaluación interna de muchos Gobiernos. La misma que ahora va a ver cómo se incrementan sus costes de financiación sin haberle dado tiempo a sacar la cabeza del hoyo en el que se encuentra.
Es verdad, el elemento demográfico es, sin duda, esencial para aventurar el potencial de riqueza de un país. Pero es este segmento social el que con su consumo, inversión e iniciativa construye las bases firmes sobre las que ha de consolidar su futuro. Sin ella, el retroceso económico y social será inimaginable. Al tiempo. La gran conquista de buena parte del siglo XX en muchas naciones, desmantelada en una década por quienes estaban llamados a protegerla: políticos y supervisores. Esta es la sociedad de locos en la que vivimos. Y que estamos obligados a cambiar. O, al menos, a intentarlo. Sirva esta columna para ello. (El Confidencial – 18/6/14)
Seis años después del estallido de la Gran Recesión, la crisis también golpea Bélgica y su Estado de Bienestar. Pese al repunte del paro desde 2010 o a los primeros recortes en diciembre de 2011, que elevaron la edad mínima de jubilación de 60 a 62 años y, paulatinamente, hasta los 65, el país permanecía tranquilo y destacaba, en Europa y el mundo, por su bajo nivel de desigualdad.
Y ahí sigue. El último informe de Credit Suisse sobre la riqueza, The Global Wealth Report 2014, expone que, tras Japón, Bélgica es el país con menores diferencias entre la media de los sueldos más altos y los más bajos de las economías desarrolladas. Su sociedad sería la segunda menos desigual del mundo. Pero sólo en teoría, porque este "paraíso" está cambiando: comienza a mostrar una realidad oculta ahora convulsionada por los recortes.
El nuevo Gobierno del francófono Charles Michel lanzó, tras llegar al poder hace poco más de un mes, medidas de austeridad por 11.000 millones de euros que afectarían principalmente a la clase media. Además, pese a la amplia protección de sus servicios públicos, la pobreza afecta a más de un 15% de los belgas, lo que le sitúa en la cola de la UE
Paper – ¿Se ha perdido la confianza en la "economía de mercado", en los países avanzados? (el costo de la desigualdad y la falta de oportunidades) (15/6/16)
Los europeos son ahora más críticos con la economía de mercado
En 2007, antes de la crisis, la sociedad europea era una de las que más confiaba en la economía de mercado. Según un estudio de Pew Research Center realizado en el año 2014 el 45% de los ciudadanos rechaza este sistema, siendo España el país más crítico con el capitalismo, por encima de otros estados europeos también castigados, como Grecia o Italia.
"El divorcio entre las élites y la ciudadanía en el ámbito institucional se ha traducido también en una revolución en los hábitos de compra"
"El consumidor se ha vuelto contestatario Es más activo, más exigente con las marcas. Como, gracias a las redes sociales, tiene más información y conoce lo que hacen las compañías, se ha vuelto más vigilante"…
"La sociedad ha adquirido una mayor cultura de información sobre asuntos que antes le eran ajenos El consumo se ha adaptado a la situación económica. Los compradores son más cautos, escépticos y críticos. Tratan de entender los fenómenos políticos y económicos que están ocurriendo a su alrededor para adecuar su situación económica y familiar a los mismos"
Esta subversión comercial "sí está más presente entre quienes consideran que la crisis les ha empobrecido que entre los que dicen que su posición no ha variado"
El ciudadano tampoco se ha vuelto más apático, sino que "está más activo que nunca. Se aleja de las grandes corporaciones, pero busca soluciones en forma de trueque o consumo colaborativo"
Son las compañías que han "incurrido en malas prácticas empresariales", las que se constituyeron en la era analógica "y no han sabido adaptarse a las demandas de los consumidores", las más penalizadas y juzgadas. Se salvan las nacidas en la era digital porque "están más protegidas, tienen un discurso que llega mejor y se las juzga con otros estándares" (Vozpópuli – 27/1/15) (elmundo.es – 15/2/15)
Esto ocurre, porque estos usuarios críticos con la economía de mercado han modificado también su escala de valores. Ya no aprecian a las empresas por lo que ofrecen sino también por el rol que desempeñan en la sociedad. Uno de cada cuatro encuestados cree que no es suficiente con hacer buenos productos, sino que hay que ir más allá. Hoy el consumidor exige a una marca que también tenga un comportamiento ético. Examina su papel en la sociedad, premia a las empresas que se comportan bien y penaliza a las que tienen prácticas negativas. Es algo que va más allá de la Responsabilidad Social Corporativa. El nivel de exigencia es mayor
La crisis económica ha disparado la aversión de los españoles ante muchas grandes empresas y multinacionales. Un significativo porcentaje de los ciudadanos siente rechazo por las grandes corporaciones a raíz de la crisis económica, pero muy especialmente aquellos que se han empobrecido, o que consideran que han bajado en su clase social desde 2008.
El rechazo a las grandes empresas es incipiente porque es nuevo, pero nace como algo grande y detrás de él no hay cuatro radicales o antisistema. El "consumidor rebelde" no es necesariamente un radical. Su mayor incidencia se produce en el centro del espectro político. Puede ser rebelde por dos motivos: por necesidad, es aquel se rebela porque la crisis le ha puesto en una situación muy dura; y por ética, el que no se ha visto azotado por la crisis pero se solidariza con los ciudadanos o se rebela por la situación que vive su país. El consumidor rebelde es especialmente sensible ante las buenas o malas prácticas. No juzga tanto a las empresas por la calidad de sus productos y servicios sino por cómo se comportan en sociedad, el compromiso que mantienen con ella. Y amenazan con abandonar a las marcas legendarias que no sepan reaccionar a tiempo.
Aunque los hay más a la izquierda, el consumidor rebelde no es un fenómeno de radicales. Más bien al contrario, hay un porcentaje por encima de la media en el centro, entre los ciudadanos moderados. Es transversal en términos ideológicos. Lo realmente importante es su situación económica.
No sorprende saber que el sector financiero (banca y seguros, con mayor importancia de la primera) es el más rechazado por los ciudadanos encuestados. Un alto porcentaje lo ve con malos ojos, consecuencia implacable de años de rescates financieros, de sueldos astronómicos, de indemnizaciones autoimpuestas y de muchas tropelías más cometidos por los bancos. En términos generales, hay una división entre las empresas analógicas que están mal vistas y las de la sociedad digital, porque se adaptan mejor en términos de comunicación a las exigencias de esta sociedad, que son muy elevadas. Las empresas nuevas (el estudio no nos señala quienes son aunque lo podemos intuir: Google, Facebook, Amazon…) se mueven mejor y se protegen mejor.
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El asalto a la ilusión: nunca antes tan pocos habían engañado a tantos durante tanto tiempo (una "libertad de mercado" que jamás existió)
¿Por qué los ciudadanos de los países avanzados, que se las prometían tan felices, hasta que estalló la crisis de las hipotecas sub-prime, ya no creen en la economía de mercado?
Se le exigió al mundo entero que cambiara su modo de vida en base a la fantástica invención de un grupo de políticos con ansias de "salvar" a la humanidad de una imaginaria catástrofe económica. Decían tener la Verdad en sus manos (en general, aconsejo a mis amigos que confíen siempre en quienes están buscando la verdad, pero desconfíen siempre de aquellos que dicen haberla encontrado).
Aseguraban que la desregulación, la privatización y el libre movimiento de capitales, servicios y mercancías (el de personas, nunca llegó, ni se lo espera) harían entrar a la humanidad en una era de progreso exponencial y continuado, como nunca se había vivido. Y además, desaparecerían los ciclos económicos (¿verdad, grandes bonetes del FMI?). Algunos profetas, hasta llegaron a proclamar el "fin de la Historia" (¿verdad, Profesor Fukuyama?).
"La globalización igualará el terreno de juego la Tierra es plana los Gobiernos y sus normas para el mundo laboral han perdido importancia en marcha hacia una nueva civilización contratamos a nuestra gente por ordenador, trabajan en el ordenador y son despedidas también por el ordenador" Para los creadores de estas "genialidades" (dogmas, mantras), la visión de un ejército de parados, inimaginable hasta entonces, era una obviedad.
Ninguno de los altamente remunerados creadores de estos paradigmas (de los sectores de futuro y países de futuro) creía en la existencia de suficientes puestos de trabajo, decentemente pagados, en los tecnológicamente costosos mercados en crecimiento de los que hasta entonces fueron países del bienestar no importa en qué sector.
"Los pragmáticos del "turbo capitalismo" reducen el futuro a un par de números y un concepto: "20 a 80" y tittytainment" , decían Hans-Peter Martin y Harald Schumann, en su libro La trampa de la globalización – Taurus 1998), y además, reseñaban:
(Las escenas que siguen corresponden a una reunión mantenida por 500 políticos de primera línea, líderes económicos y científicos de los cinco continentes, efectuada en el año 1995 en el Hotel Fairmont de San Francisco, EEUU)
"En el próximo siglo (XXI), el 20% de la población activa bastará para mantener en marcha la economía mundial. No se necesitará más fuerza de trabajo
Una quinta parte de todos los que buscan trabajo bastará para producir todas las mercancías y aportar las valiosas prestaciones de servicios que la sociedad mundial pueda permitirse. Ese 20% participará, por tanto, activamente en la vida, el beneficio y el consumo, no importa en qué país. Se puede añadir a ellos un 1 o un 2%, admiten los participantes en el debate, por ejemplo contando con los herederos acomodados.
¿Y los demás? ¿El 80% de los dispuestos a trabajar que no tengan trabajo? "Sin duda", dice el escritor norteamericano Jeremy Rifkin, autor del libro "El fin del trabajo", "el 80% tendrá grandes problemas"
El esbozo de un nuevo orden social: países ricos sin una clase media digna de mención En el futuro, la cuestión será "to have lunch or be lunch" (comer o ser comido)
La expresión "tittytainment" (que ha hecho famosa Zbigniew Brzezinski, consejero de seguridad Nacional del presidente norteamericano Jimmy Carter y que desde entonces se dedica a cuestiones de geoestrategia), es una combinación de "entertainment" y "titis" (entretenimiento aturdidor y alimentación suficiente).
En marcha hacia una nueva civilización. El modelo del mundo del futuro sigue la fórmula 20 a 80. Se perfila una sociedad de una quinta parte, en la que los excluidos tendrán que ser calmados con "tittytainment". ¿Es esto una exageración desmedida?"
Esa es la sociedad que hoy se está construyendo por encargo. Se les proporciona Ritalin, se les da una X-box con juegos de violencia e insinuaciones sexuales, mientras Facebook, You Tube, Twitter y los "sms" hacen el resto (a veces con la "inapreciable" colaboración del alcohol y las drogas). Zombis felices Todos en la "nube"
¿Por qué quiere alguien deliberadamente una sociedad idiotizada? Por una parte es mucho más fácil de controlar a alguien que no tiene conciencia de lo que sucede a su alrededor. Se ofrece fútbol (u otros deportes) cinco noches a la semana para mantener a todos ocupados mientras que el saqueo de su riqueza continúa convenciéndoles que hacer hamburguesas en McDonald"s cobrando el salario mínimo es "empleo".
Hay quien busca explicaciones más rocambolescas que aseguran que un movimiento sin precedentes como éste en tiempos sin precedentes como éstos puede llevar a una conclusión sin precedentes.
La Gran Recesión aceleró una tendencia que comenzó hacía tres décadas: deslocalización al extranjero, automatización del trabajo, conversión de empleos a jornada completa en temporales y contratas, debilitamiento de los sindicatos y obtención de reducciones de salarios y prestaciones de los trabajadores actuales. Internet y la informática lo han hecho más fácil.
La economía de EEUU es el doble de lo que era en 1980 mientras que el salario medio real apenas se ha movido. La mayor parte de los beneficios del crecimiento ha ido a parar a los niveles altos. A finales de los 70, el 1 por ciento de los estadounidenses más ricos cobraba el 9 por ciento de los ingresos totales. A principios de la Gran Recesión, esa cifra sobrepasaba el 23 por ciento. La riqueza está más concentrada.
Ése es el meollo del problema. La mayoría de estadounidenses ya no tiene el poder de compra suficiente como para que la economía vuelva a andar. Cuando estalló la burbuja de la deuda, se quedaron encallados.
Los beneficios empresariales están en alza, pero los empleos y salarios siguen estancados.
Las personas con activos financieros o cuyo talento es tenido en cuenta por las grandes corporaciones están disfrutando de una fuerte recuperación. Mientras tanto, la mayoría de los estadounidenses se esfuerza por ir tirando.
Las empresas no tienen la culpa, pues su objetivo es obtener beneficios. Ni tampoco es culpa de los ricos, que sólo han jugado según las reglas. El problema es que hay que cambiarlas.
Un futuro sin trabajo o con contratos basura para la mayoría de los estadounidenses es insostenible, también para las propias empresas del país, cuya rentabilidad a largo plazo depende del resurgimiento de la demanda nacional.
La solución es ofrecer al americano medio un trato económico mejor. Por lo tanto, deberíamos aceptar que los países puedan propugnar reglas nacionales -políticas fiscales, regulaciones financieras, normas laborales o leyes de salud y seguridad de los consumidores- y que puedan hacerlo levantando barreras en la frontera si fuera necesario, cuando el comercio ostensiblemente amenaza las prácticas domésticas que cuentan con un amplio respaldo popular. Si los impulsores de la globalización tienen razón, el clamor por protección no cundirá por falta de evidencia o apoyo. Si están equivocados, habrá una válvula de seguridad destinada a asegurar que los valores en pugna -los beneficios de economías abiertas frente a los réditos derivados de implementar regulaciones domésticas- sean escuchados de manera apropiada en los debates públicos.
(Si el lector desea cambiar el término EEUU por el de Unión Europea, todo parecido con la realidad no será mera coincidencia)
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Cuentas y cuentos: no están todos los que son pero sí, son todos los que están
¿Se ha perdido de confianza en la "economía de mercado", en los países avanzados?
El escepticismo de las clases medias es, probablemente, la consecuencia política más palmaria de la crisis económica. La cohesión social que ha permitido mantener a las clases medias dentro del "sistema de economía de mercado" ha saltado por los aires.
Está acreditado que a medida que se produce un ensanchamiento de las desigualdades salariales o un deterioro creciente de las condiciones laborales (empleo de usar y tirar), la polarización social tiende a aumentar. La identificación con el sistema económico se evapora. No hay interés para permanecer dentro.
Si el modelo económico y social no es capaz de proteger a los hogares, parece evidente que no hay ninguna razón para creer en él. Sobre todo cuando en paralelo el sistema fiscal se ha apoyado fundamentalmente en los asalariados al tiempo que privilegiaba a quienes obtienen sus rentas de fuentes no salariales.
Hasta hace muy poco tiempo se entendía que la erradicación de la pobreza dependía fundamentalmente de la creación de empleo, pero el nuevo orden económico internacional lo que ha provocado es, en realidad, un deterioro sin parangón de las condiciones salariales en los países occidentales, lo que explica que ya no basta con tener una ocupación para escapar de la pobreza. De ahí que muchos gobiernos se vean obligados a echar mano de los impuestos para asegurar un mínimo de supervivencia.
El problema es que esos recursos salen, precisamente, de otros asalariados con ingresos insuficientes, lo que provoca un círculo vicioso. Una especie de socialización de la pobreza. Se ha quebrado la creencia de que la historia es una progresión continúa -con altibajos en determinados procesos históricos- en pos de mayores cotas de libertad y educación.
Millones de hogares que antes tenían sentido de pertenencia a las clases medias se ven hoy muy cerca de la pobreza relativa. Sin duda, por la eclosión de eso que se ha venido en denominar "trabajadores pobres", y que afecta no sólo a los empleados de baja cualificación, sino también a ciudadanos bien formados atrapados por una frustración creciente.
Anteriormente, el sistema se basaba en que los empresarios pagaban a los trabajadores lo suficiente para que éstos pudieran comprar lo que sus empresas vendían. Ese pacto social es el que se ha quebrado, y de ahí la radicalización de las clases medias, que progresivamente se han visto amenazadas y han ido abandonando su papel de ciudadanos para convertirse en espectadores de una realidad que se cuenta en la televisión como un producto de entretenimiento.
El costo de la desigualdad y la falta de oportunidades, han acabado por demostrar a las clases medias de los países avanzados, que esa "realidad" que se cuenta por televisión es pura propaganda, y como lo resumió muy bien George Orwell: "Toda propaganda es mentira, incluso cuando dice la verdad".
La crisis de las clases medias en los países avanzados es anterior al estallido de la burbuja del crédito. Su origen hay que encontrarlo en la insuficiencia de puestos de trabajo (los altos niveles de desempleo estructural en muchos países) y el deterioro de algunos servicios públicos esenciales (deficiencias de los sistemas educativos y sanitarios) que antes servían de pararrayos social, Como consecuencia de ello, un número cada vez más relevante de ciudadanos se siente extraño al sistema económico.
Lo que se ha roto son las certezas y el mundo previsible. El mundo de la seguridad, del que hablaba Stefan Zweig. Hasta hace bien poco, se pensaba que los avances técnicos -y su corolario en términos de productividad- serían suficientes para lograr el progreso social. Hoy ya no es así.
Mientras que en la sociedad industrial o de clases la cuestión social giraba en torno a cómo repartir la riqueza producida de forma colectiva (y la historia del siglo XX refleja hasta qué punto la lucha entre los diferentes agentes económicos fue encarnizada), en la nueva sociedad del riesgo se seguirá produciendo de una manera desigual, pero su volumen ya no estará garantizado. Y es aquí cuando surge lo que ha venido a definirse como los "nuevos pobres". O la nueva pobreza, como se prefiera. Un fenómeno en el que se ven envueltos nuevos colectivos que antes se consideraban protegidos contra las inclemencias económicas: profesionales, empleados públicos, pensionistas, parados de larga duración o estudiantes con dificultades para su inserción laboral.
Antes el trabajador era necesario para que algunos ganaran, ahora hay gente que gana sin necesidad de que nadie trabaje para ellos. El resultado de esta situación es una profunda desigualdad. Que no solo alcanza a los parados, sino también a una gran parte de los trabajadores asalariados.
Vamos, total, al fin "nada" es cierto (aria di bravura)
No es cierto que los pobres sean los culpables de la crisis (créditos subprime).
No es cierto que las reformas estructurales se deben limitar al sector trabajo.
No es cierto que para mejorar la competitividad los trabajadores deban aceptar contratos basura y despido libre.
No es cierto que para resolver el problema del déficit público haya que limitar el gasto en sanidad, educación, pensiones y otros gastos sociales.
No es cierto que el problema de la deuda en la eurozona sea más grave que en los Estados Unidos o en el Reino Unido.
No es cierto que no se puedan restablecer el crecimiento en el corto plazo y, al mismo tiempo, abordar los problemas de la deuda en el mediano y largo plazo, como respuesta válida a la crisis.
No es cierto que los países que manejan su política monetaria necesiten del mercado para financiar su deuda.
No es cierto que el poder lo tenga el "mercado". En los países soberanos el poder lo tiene el Estado a través de su banco central y Ministerio de Hacienda. Nunca el "mercado".
No es cierto que (únicamente) con "rigor fiscal" se sale de la crisis. Es mucho lo que está en juego. Sin una acción audaz, Europa (me animaría a decir que EEUU también) podría verse arrastrada a una espiral bajista de deterioro de la confianza, de estancamiento del crecimiento y de menor empleo. Y ninguna región quedaría inmune ante semejante catástrofe.
Es aritméticamente imposible que todos los países en la eurozona se escapen simultáneamente de la crisis de la deuda a base de deflación. ¿Vamos a morir juntos?
Coda: puede pasar lo peor o lo mejor (viejas y queridas causas perdidas)
Estos "relatos" (de cabotaje), intentan de una manera "sencilla" responder la pregunta sobre ¿por qué se ha perdido de confianza en la "economía de mercado", en los países avanzados? Se trata de resaltar el poder del dinero frente a la fuerza de la verdad. Denunciar que reinan los principales por encima de los principios. Afirmar que la economía (y la justicia) queda(n) huérfana(s) de esperanza.
Las mías son "advertencias", no "predicciones". Puedo estar equivocado (probablemente), pero no soy "interesado" (cómplice), ni "pluma mercenaria" (lacayo), con absoluta seguridad. A partir de esta confesión, ustedes mismos
Paper – La nueva normalidad: una economía desigual, dominada por la pobreza, la exclusión social y la marginalidad (15/7/16)
El enigma del "crecimiento futuro": entre todos lo mataron y él solito, se murió (el nuevo paradigma de la alquimia financiera: "burbujas" y "burbu-giles")
¿Cómo salir de la "realidad de la nada": cero crecimiento, cero inflación y cero esperanza?
Ya tenemos suficiente experiencia empírica para decir que la cura monetaria es inadecuada cuando ayuda a la "oferta" (banca y bolsa), en vez de a la "demanda" (trabajadores, pensionistas y familias) y a la inversión productiva.
Mientras que las acciones suben y suben, producto de la política monetaria, el desempleo y la desigualdad siguen aumentando y no hay crecimiento, no hay productividad, no hay cambios políticos y no hay esperanza.
Hay razones por las que la esperanza está en cero. El fracaso sistemático de los políticos para entender y revertir el peor experimento monetario desde 1929, ha creado una situación en la que es necesario un cambio profundo que sacuda o agite el manto de esta realidad de la nada.
En la era del "estancamiento secular": la economía es un sonámbulo que marcha hacia una salida accidental y desastrosa. Políticas macroeconómicas terribles y una clase dirigente que está interesada principalmente en mantener el statu quo, mientras que el bienestar de la gente y el desarrollo de la economía es algo secundario, siempre y cuando ellos mantengan su posición.
La desigualdad se incrementará porque la financierización de la economía tiende a la concentración de la renta y de la producción; y sí: la clase media tiende a mucho menos, porque en el escenario resultante de todas estas transformaciones no será necesaria.
La "nueva normalidad", después de casi una década de destrucción económica, está matando la productividad, la innovación, la libertad personal, y los sueños por una pobre asignación de capital y recursos, y mediante la limitación de ideas y expresión. Una sociedad rica crece desde abajo, no desde arriba.
La economía productiva (real) se ha deslocalizado (del primer mundo al tercer mundo), dejando a casi un 80% de los trabajadores manufactureros de los países avanzados, sin perspectivas de un empleo estable, con una remuneración digna, que le permita mantener el nivel de vida habitual y ahorrar para su retiro. Se han sustituido trabajo e ingresos, por créditos impagables.
¿Puede considerarse esta situación de precariedad y pobreza en los países avanzados (como no se había visto desde el fin de la II GM), como un "daño colateral" de la "nueva normalidad"? ¿Podemos estar ante un caso de "externalidades negativas" del nuevo paradigma de la alquimia financiera? (Como dirían los insensibles escribas, políticamente correctos.)
¿Seguiremos creyendo a las "serpientes encantadoras de hombres", que nos dicen que una aplicación para contratar transporte de viajeros que compite con los taxis tradicionales (Uber), tiene un valor de mercado de 50.000 millones de dólares (12/5/15)?
¿Seguiremos creyendo a los "borradores de cabeza", que nos dicen que una plataforma online de alquiler de vivienda vacacional (Airbnb), tiene un valor de mercado de 24.000 millones de dólares (18/6/15)?
¿Hasta dónde puede llegar esta economía de "burbujas"? ¿Hasta cuándo se puede sostener esta "nueva realidad de la nada"? ¿Por cuánto tiempo más seguiremos siendo los "burbu-giles" de esta economía de casino?
Durante los últimos años, las ideas económicas innovadoras, lejos de ayudarnos a encontrar una solución, han sido parte del problema. Las "pseudomatemáticas" y la "charlatanería financiera", se han apoderado de Wall Street. Minería de datos, Algorithmic Trading, High Frequency Trading Kolm, el científico de la Universidad de Nueva York, advierte que las computadoras no están cerca de ser omniscientes. "En el caso de la mayoría de los modelos de predicción financiera, el grado de certeza es mucho, mucho más débil" que incluso los pronósticos del clima. (The Wall Street Journal – 2/4/15)
Desde que estalló la crisis financiera global en 2008, la deuda del mundo aumentó 57 billones de dólares, superando el crecimiento del PIB. La deuda gubernamental se incrementó 25 billones de dólares de los cuales 19 billones de dólares están en manos de las economías avanzadas -una consecuencia directa de la recesión severa, los programas de estímulo fiscal y los rescates bancarios-. Mientras que los hogares norteamericanos redujeron su deuda de manera considerable (principalmente a través de incumplimientos de pagos de hipotecas), la deuda de los hogares en muchos otros países siguió creciendo rápidamente. En todas las economías principales, el ratio deuda-PIB (incluida la deuda pública y privada) hoy es más alto que en 2007. Gran parte de esta acumulación de deuda fue generada por los esfuerzos destinados a respaldar el crecimiento económico frente a los vientos deflacionarios en contra luego de la crisis de 2008. (El dilema de la deuda – Project Syndicate – 19/4/15)
Los efectos riqueza y monetarios no sólo no sirvieron para alentar una recuperación económica significativa tras la recesión, sino que además engendraron nuevos desequilibrios desestabilizadores que amenazan con mantener la economía global atrapada en una serie continua de crisis.
Tomemos por caso a Estados Unidos, el más vivo ejemplo de la nueva receta de recuperación. Aunque la Reserva Federal incrementó su balance desde menos de un billón de dólares a fines de 2008 hasta 4,5 billones en el último trimestre de 2014, el PIB nominal sólo aumentó 2,7 billones. Los otros 900.000 millones de dólares se derramaron sobre los mercados financieros y alentaron una expansión del mercado accionario estadounidense al triple de su volumen. Entretanto, la economía apenas consiguió exhibir una recuperación claramente deficiente, con el crecimiento real del PIB estancado en una trayectoria del 2,3%, exactamente dos puntos porcentuales por debajo del 4,3% que había sido la norma en ciclos anteriores.
De hecho, y a pesar de la enorme inyección de liquidez por parte de la Reserva Federal, el consumidor estadounidense (que se llevó la peor parte en la violenta recesión de balances de 2008 y 2009) no se recuperó. El gasto real en consumo personal creció a un ritmo de apenas el 1,4% anual en los últimos siete años. Como era previsible, los efectos riqueza de la flexibilización monetaria los sintieron sobre todo los ricos, quienes concentran la mayor parte de las tenencias de acciones. Pero para la agobiada clase media, los beneficios fueron insignificantes.
El deficiente desempeño económico de Estados Unidos no impidió a otros imitar sus políticas. Por el contrario, ahora Europa lanzó su propio programa de FC. Incluso Japón, punto de partida de toda esta historia, encaró una nueva forma intensiva de FC, muestra de su aparente deseo de aprender las "enseñanzas" de sus propios errores (tal como los interpreta Estados Unidos).
Pero más allá del impacto de esta metodología sobre una u otra economía, están los riesgos sistémicos más amplios que surgen del alza de las bolsas y la debilidad de las divisas. Conforme los bancos centrales se pasan el testigo en la carrera de inyecciones excesivas de liquidez, el peligro de burbujas globales de activos y devaluaciones competitivas se hace mayor. Entretanto, un falso sentido de seguridad adormece a los políticos y les quita incentivos para confrontar los desafíos estructurales que tienen por delante.
En Estados Unidos y otros países, el debate de políticas después de la crisis se tornó del revés, y las consecuencias pueden ser devastadoras. Confiar en la ingeniería financiera y eludir la difícil tarea de hacer cambios estructurales no es receta para una recuperación sólida. Por el contrario, es promesa de más burbujas de activos, más crisis financieras y un estancamiento secular a la japonesa. (La política económica al revés – Project Syndicate – 29/4/15)
La propia Fed alerta de que la economía crece muy por debajo de su potencial. Seis años de estímulos no han llevado a un aumento relevante ni de las inversiones productivas ni de los salarios reales. Tras 22 billones de dólares de estímulos, todavía habrá alguno que diga que el problema es que no se hizo suficiente. (Un invierno difícil en EEUU -El Confidencial – 3/6/15)
Estamos viviendo lo que muchos denominan una "no capex recovery", esto es, una supuesta recuperación económica que no está siendo acompañada por la inversión en la economía real. Las empresas estadounidenses han dejado de invertir en la economía real para centrarse en las inversiones financieras. Esta práctica podría ser muy perjudicial en el largo plazo.
El sector empresarial ha perdido de vista la creación de valor en el largo plazo, para apuntarse a la especulación y aprovecharse de las intervenciones provocadas por los bancos centrales. Si en los últimos tiempos hemos hablado de las distorsiones provocadas por las políticas monetarias, añadamos una más: han matado el largo plazo. (Las empresas ya no invierten, especulan – El Confidencial – 4/6/15)
Cuando la crisis económica más profunda de nuestra vida continúa en su séptimo año, la mayoría de los países de la OCDE siguen obteniendo resultados insuficientes. En este año, se espera que el crecimiento del PIB de las economías avanzadas del mundo ascienda por término medio a un dos por ciento, frente al 3,2 por ciento a escala mundial, y 2016 no se presenta mejor, con un aumento de la producción de la OCDE de 2,5 por ciento, mientras que la tasa de crecimiento del PIB del resto del mundo es de 3,8 por ciento, próxima a la media del período anterior a la crisis.
Pero las perspectivas económicas a largo plazo de la economía mundial en conjunto parecen sombrías. Cuando las sociedades de muchos de los países de la OCDE envejecen y se espera que el crecimiento convergente se reduzca de su media anual de 3,6 por ciento en el período 2010-2020 al 2,4 por ciento, aproximadamente, en el período 2050-2060.
Ese bajón puede ser inevitable, pero se puede mitigar. La aplicación de políticas encaminadas a facilitar y recompensar las inversiones a largo plazo será decisiva para salir de la crisis actual e impulsar el potencial de crecimiento mundial. (El imperativo de la inversión a largo plazo – Project Syndicate – 10/6/15)
Durante milenios, el comercio internacional se ha centrado en el intercambio de bienes físicos (incluidas las personas durante la esclavitud). En los últimos años, los servicios se han convertido en un componente cada vez más importante de las economías avanzadas y el comercio mundial. Esta tendencia continuará y traerá consigo una mayor complejidad para el establecimiento de reglas y la negociación de acuerdos. El comercio refleja los cambios en la estructura de poder global (The Wall Street Journal – 3/6/15)
El libre flujo de ideas será fundamental; pero ¿cuáles serán las normas? y ¿quién dictará las pautas? ¿Cómo responderá la sociedad a un mundo que recompensa generosamente a los innovadores educados e ignora la creciente desigualdad de ingresos? La simple verdad es que la proliferación de las tecnologías disruptivas no creará muchos puestos de trabajo bien remunerados. Las destrezas de alta tecnología serán más valoradas y les darán más poder a algunos, pero muchos puestos de trabajo de alta calificación serán más automatizados.
Mientras las personas que perdieron sus empleos manufactureros en los países avanzados (ahora en vías de subdesarrollo) esperan el tsunami de inversiones productivas que prometieron los líderes de plastilina y jalearon los palmeros del "nuevo paradigma", para volver al mercado de trabajo, lo único constatable es el tsunami digital (que no alcanza para muchos -ni siquiera para los más cualificados) y de inversiones especulativas (que solo sirven para incrementar la brecha social).
Según un sondeo de la Fed realizado en 2013, el 10 por ciento de la población cuenta con un valor medio de 282.000 dólares invertidos en bolsa mientras que la clase media sólo llega a los 14.000 dólares. En el caso del 20 por ciento de la población con menos ingresos, la media expuesta a la renta variable ronda los 6.000 dólares. De ahí que el rally bursátil de los últimos años haya beneficiado enormemente a una pequeña parte de la sociedad estadounidense. ¿Burbuja? El valor de los activos en manos de los estadounidenses alcanza los 99 billones de dólares (El Economista – 11/6/15)
Una moraleja de la "nueva normalidad": a los que "perdieron la fe" en Detroit, se unen los que "entierran la esperanza" en Silicon Valley. Entre secretos y mentiras, ni las manufacturas han regresado (des-deslocalización), ni las nuevas tecnologías alcanzan para todos (factoría de ficciones).
Un "mundo de fantasías" (chucherías, aplicaciones triviales, juegos insignificantes, mensajitos frívolos, "streappers" caseros, pérdidas de privacidad, inseguridad, manipulación, siervos voluntarios, nuevos esclavos de la era digital ). Desnudos en la red (la civilización del espectáculo): un "declinismo" feliz. Mientras los "Zucks" se forran de lo lindo y los "Goldmans", repiten la jugada. Del planeta web, a agarrados por los web. ¡Tonto el último!
No Comment (Si esto pide el FMI, ¡cómo estará el patio!; el que quiera entender que entienda)
Bruselas.- "La directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, pidió el miércoles a los dirigentes de todo el mundo que modifiquen los regímenes fiscales, que controlen la corrupción y adopten medidas para reducir la desigualdad de los ingresos, que están lastrando el crecimiento mundial"… El FMI hace un llamado a los gobiernos para que reduzcan la desigualdad (The Wall Street Journal – 21/6/15)
"Las clases baja y media son los principales motores del crecimiento", afirmó Lagarde durante un discurso en Bruselas. "Lamentablemente, estos motores se han parado".
Lagarde responsabilizó al sobredimensionado sector financiero en las grandes economías como Estados Unidos y Japón, así como al acceso desigual a la tecnología y la educación, y a la baja movilidad social en todo el mundo de llevar a una "economía de exclusión", citando un término utilizado por el papa Francisco.
Aumentar la proporción de recursos que se destina a las clases baja y media en un punto porcentual puede acelerar el crecimiento económico de un país en hasta 0,38 puntos porcentuales en cinco años, mientras que incrementar la proporción de la clase alta parece reducir ligeramente el crecimiento local, dijo Lagarde citando datos del FMI.
"No hay que ser un altruista para apoyar políticas que aumenten los ingresos de la clase media y baja", dijo. "Reducir la desigualdad excesiva no es solo moral y políticamente correcto, sino que es una buena economía".
Los países deben adoptar primero medidas para asegurar un crecimiento estable con una corrupción mínima para que los menos ricos tengan la posibilidad de luchar, dijo.
En cuanto a la política fiscal, los gobiernos deberían eliminar desgravaciones fiscales populares que principalmente benefician a los ricos, como las deducciones de los intereses de las hipotecas, o las ventajas fiscales en las plusvalías y las opciones sobre acciones, dijo. Los países europeos deberían reducir los impuestos relacionados con los trabajadores, incluidas las contribuciones a la seguridad social, para ayudar a crear más empleos a jornada completa. Además, deberían invertir más en educación y salud, agregó
Una montaña de deuda mundial amenaza con derrumbarse sobre la economía
"El monto total de deuda en el mundo ha alcanzado niveles históricos. Y es que hasta países que en las últimas décadas habían destacado por su bajo nivel de endeudamiento, como es el caso de China, ahora presentan endeudamientos similares al de EEUU (una de las economías más endeudadas). Los elevados niveles de deuda convierten a los agentes económicos (familias, empresas y gobiernos) en dependientes de los mercados financieros, por lo que una "chispa" podría prender una nueva crisis, según publica el Instituto McKinsey"… (El Economista – 5/2/15)
"Siete años después de que estallara la burbuja crediticia en algunos de los países más ricos del planeta, desatando con ello la peor crisis desde la Gran Depresión de los años 30, el nivel de endeudamiento, lejos de reducirse, ha seguido aumentando debido, sobre todo, al brutal incremento de la deuda pública. Y ello, gracias, en gran medida, a los inéditos estímulos monetarios y a la política de bajos tipos de interés que han impuesto los grandes bancos centrales"… (Libertad Digital – 10/2/15)
El mundo está más endeudado que en 2007. La deuda total sube 57 billones de dólares, hasta alcanzar el 286% del PIB.
La deuda total que acumulan las principales economías del mundo no ha dejado de crecer desde que comenzó la crisis financiera internacional, a mediados de 2007. El mundo está más endeudado que en 2007. La deuda total sube 57 billones de dólares, hasta alcanzar el 286% del PIB.
Siete años después de que estallara la burbuja crediticia en algunos de los países más ricos del planeta, desatando con ello la peor crisis desde la Gran Depresión de los años 30, el nivel de endeudamiento, lejos de reducirse, ha seguido aumentando debido, sobre todo, al brutal incremento de la deuda pública. Y ello, gracias, en gran medida, a los inéditos estímulos monetarios y a la política de bajos tipos de interés que han impuesto los grandes bancos centrales
Tal y como desvela el reciente informe elaborado por McKinsey Global Institute, en el que se analiza un total de 47 países, la deuda global se situaba en 142 billones de dólares a finales de 2007, equivalente al 269% del PIB, pero a mediados de 2014 esta cifra ascendía ya a 199 billones (a precios constantes de 2013), el 286% del PIB.
Así pues, el endeudamiento mundial ha crecido en 57 billones de dólares durante la crisis, un 40% más respecto a 2007 y 17 puntos extra sobre el PIB. "Esto plantea nuevos riesgos para la estabilidad financiera y puede socavar el crecimiento económico global", advierte el informe.
La inmensa mayoría de países analizados se han apalancado aún más, siendo Irlanda, Singapur, Grecia, Portugal, China y España los países que más han aumentado su deuda total
Dicho incremento se concentra, sobre todo, en deuda pública (25 billones adicionales), tras subir a un ritmo del 9,3% anual, y en empresas no financieras (18 billones extra), creciendo al 5,9% desde 2007. En este sentido, la firma alerta de que la deuda pública es "insosteniblemente alta en algunos países".
Por un lado, el aumento del gasto público, a través de los distintos planes de "estímulo" fiscal aprobados durante los primeros compases de la crisis, junto a los graves efectos de la recesión, han disparado el endeudamiento de los estados, especialmente en las economías más avanzadas (19 billones extra).
Como consecuencia, la deuda pública en los países ricos ha pasado del 69% del PIB (tomando como base el año 2000) al 104% durante la crisis, 35 puntos extra, mientras que la deuda privada de familias y empresas apenas ha bajado desde el 158% al 156% del PIB
El problema, además, es que esta ratio seguirá creciendo hasta 2019, según las proyecciones que recoge el estudio. En España, por ejemplo, subirá del 132% actual hasta el 162% del PIB en el próximo lustro.
El desafío para estos países será cómo reducir estos elevados niveles de deuda estatal. De hecho, para los seis países con mayor endeudamiento público -entre los que se encuentra España-, completar ese necesario proceso de desapalancamiento requerirá "inverosímiles aumentos en el crecimiento del PIB o extremadamente profundos ajustes fiscales", advierte la entidad
Para concluir, el estudio vuelve a destacar los peligros de padecer un endeudamiento elevado: "Las economías avanzadas poseen un nivel de endeudamiento demasiado elevado, que podría afectar al crecimiento futuro y ser la "chispa" que prenda nuevas crisis financieras y vulnerabilidades".
Además, los elevados niveles de deuda complica más la labor de los bancos centrales. Cuanto estas instituciones monetarias intenten normalizar sus políticas será muy complicado no trastornar y distorsionar la economía real. Un buen ejemplo se podrá observar cuando la Reserva Federal decida elevar los tipos de interés se podría ver como "los altos niveles de endeudamiento son un signo de los problemas estructurales"
(Junio 2015) Mientras las "apuestas perdidas" se continúan saldando con "vidas robadas"
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