Todos mis sentimientos son los que les manifiesto a mi familia, por eso es muy grande mi alegría cuando mi hija, Laura Tomaselli, con su apellido italiano, demuestra felicidad en su carita en cada clase de baile en el Circulo Social Valle Miñor (Villa Luro – CABA). Creo que es una de las cosas mas lindas que le puedo dejar ya que va conociendo los orígenes de su familia, aunque no lo vivió desde dentro de mi panza, no sucedió lo mismo con mis otros dos hijos biológicos que ya deben tener sus cerebros cargados con mis comentarios de Galicia, y hasta escuchan todo el tiempo, en el automóvil, el Himno Gallego pues lo tengo grabado en un CD.
Pero la alegría hubiese sido completa si pudiese haberles contado a mis abuelos:
-"Sabes, abuelo (Pedro)? Lo logré, estuve en tu aldea (Guitiriz-Pigara- Villalba- Lugo), caminando por tus calles, viendo el hórreo donde seguramente te trepabas, caminando por ese verde parque, y lo mas importante, estuve en tu casa, dormí en tu cama y a la mañana vi por la ventana el paisaje de tu Galicia tan amada.
Desayune chocolate en esas tazas inmensas llamadas cuncas, y comí queso hecho con leche de vaca rubia recién ordeñada, luego cachelos y nabiza, pero aunque no te conocí personalmente, me hubiera gustado que me acompañaras".
"¡Que lindo hubiese sido que vos, abuela Carmen (San Juan de Alba – Villalba – Lugo), me pudieras mostrar donde se conocieron, por donde caminaban!, pero igual conocí tu casa; no entré por que ya los dueños no son de la familia pero te prometo que si alguna vez regreso a tu tierra tan amada, hare lo imposible para visitar tu casa, y estar en los lugares donde de chiquita seguramente jugabas.
Igual llevo el recuerdo de las ganas con que esperaba el día de ir a verte a lo de las tías, mi abuelita, bajita, siempre con el cabello muy tirante, peinado con un rodete, tus polleras oscuras largas y te veo en la cocina, sentada tomando mate. Mi Galleguita gaucha!! ¡Que celosa estaba porque vivías con mis primos y no con nosotros!"
Bueno, nadie es reemplazable pero nosotros teníamos al abuelo Martin (Cebreiro – O Pino – A Coruña), "eras un abuelazo, grandote, grandote, con unas manazas, caminabas ayudado por tu bastón, muy despacito o te veo sentado en el patio de casa atento cuidándonos cuando jugábamos mi hermano menor y yo. Después, tuviste que ir a un geriátrico y qué tristeza, qué tristeza que sentí ese día que mamá y papá nos dijeron que habías fallecido. ¿Sabes? Te precise mucho, tan poco pude disfrutarte… Es el día de hoy que te recuerdo y se me caen varios lagrimones. ¿Por qué no pudiste estar para contarme de tu vida, tu aldea, tu casa?, esa casa de dos plantas que conocí en ruinas. Cómo me hubiera gustado que vos me la mostraras! abajo guardaban los animales y arriba la vivienda. Estaba tan destruida que pude subir la escalera pero no caminar por su piso superior por temor a que se derrumbara. Trate de fijar en mi mente, cada centímetro de ella, cada lugarcito y hasta me lleve el recuerdo mas preciado, dos trozos de pizarra, guardados en una caja porque para mi, están entre mis cosas mas amadas".
Me hubiera encantado poder decirles: "Vamos, abuelitos, viajemos a Galicia, a conocer los lugares donde fueron tan felices hasta que las circunstancias de la vida los arrancaron de su terruño". Pero aunque no tengo relatos de ustedes, me han dejado algo muy importante, un gran cariño por Galicia que paso de generación en generación, el cual transmito a mis hijos con todo mi amor y estén seguros que si tuviese que elegir un lugar, ése seria Galicia.
Me gustaría que algún día pudiésemos ir con nuestros tres hijos, pero el tema económico no se si lo permitirá. Quisiera ver sus caritas al estar con sus tíos, primos segundos, terceros. Aunque allí no hay familia directa si queda un sentimiento muy fuerte, pero ahora entrando con pasaporte español ya que el próximo mes, será mi segundo nacimiento, ahora como gallega, bueno…española!!
Pasan los años, y con mi padre de setenta y nueve años, sobre esos bellos temas continúo hablando.
Por eso siempre llevaré orgullosa mis dos apellidos gallegos: González Rouco".
Cuando mira una foto, Elsa Carballeda imagina el viaje de su abuela "con sus tres primeros hijos en la bodega del barco (tres meses viajando en condiciones precarias y los sueños intactos)" (15).
Aún hoy perviven las recetas de la abuela. En su restorán, los hermanos Morales hacen la empanada gallega tal como la hacía Manuela Eiras en Padrón, según la receta que trajeron de La Coruña hace cuarenta y tres años (16).
"¿Quién puede decir con seguridad que su receta de empanada gallega es la auténtica? –pregunta Alicia Delgado. Hay tantas empanadas como abuelas gallegas, y todas son válidas mientras no transgredan ingredientes y técnicas básicas (que no a todos les importan si el resultado es rico). La empanada gallega de Doña Tere, un restaurante con pocos meses de vida y antecedentes en Cariló, lleva una masa de pan crocante, la que preparaba la abuela de Héctor Rodríguez, muy apropiada para contener el relleno, en este caso una mezcla de diversos pescados desmenuzados más cebolla, ajíes y otros aromas; por cierto sabrosa, bien presentada con hojas frescas aderezadas" (17).
María de los Angeles Hernández escribe: "Mi abuela Josefina Seoane, se conocio con mi abuelo Francisco Hernandez Prieto, trabajando juntos en la casa del General Racedo, uno de los que hizo la campaña al desierto con Roca, claro que ya era viejito para cuando mi abuela trabajaba alli, bueno el capturo a la hija del cacique Calfucurà, padre del que luego llamariamos Ceferino Namuncura, y esa hija capturada estaba en la cocina, y no sabia pelar papas y era una princesa en el real sentido de la palabra, le cambiaron el nombre y le pusieron Mercedes a la hija del cacique, y mi abuela conto que se llamaba Nube azul. Luego derrocaron a Yrigoyen en el 30, mi abuelo asmatico tenia que ir a Córdoba, y mi abuela gallega y piola penso en volverse a España".
Silvia Puente recuerda a sus mayores y la herencia espitirual que le dejaron:
"Mi abuelo paterno era carpintero; mi abuelo materno editaba un periódico titulado Galicia. Por suerte para mí, vivían con nosotros. El domingo era el día más bello de la semana. En primer lugar, porque era el único en el que nos permitían dormir hasta tarde. En segundo lugar, porque era el más inquietante: ese día aprendíamos más que en la escuela.
Para cuando mi hermana y yo estábamos bañadas y bien vestidas, ya se había armado la ronda de hombres presidida por mis abuelos, en el patio, bajo la sombra del naranjo. Allí estaban sus amigos, y los hombres más jóvenes: mi padre y mis tíos.
¿Qué edad tendría yo entonces, si sentada en un sillón de jardín mis pies no llegaban a tocar el piso?
¿Qué decían esos hombres?, ¿qué hacían? Leían los diarios y los comentaban en voz alta. A veces discutían acaloradamente, y ya sabíamos que entonces aparecerían mi madre o mis tías para decir que bajaran la voz. La orden se cumplía, pero la discusión seguía. Era apasionante, y aunque mi hermana y yo aparentemente no entendiéramos nada, entendimos todo.
Era una época en la que las mujeres estaban en la cocina y sólo los hombres leían el diario. Le agradezco a mi madre el habernos permitido elegir entre la cocina y el patio. Le agradezco esa libertad cuidadosa, la misma que mi hija me agradece hoy a mí.
Elegido nuestro camino, y aun cuando pasaron muchos años antes de que pudiéramos usar medias de seda, seguimos los domingos, junto a esos hombres, la Guerra de Vietnam, la Guerra Fría, las primeras aventuras espaciales, los golpes de Estado, el peronismo y el antiperonismo. Compartimos también las etapas en que a algunos de ellos les tocó la cárcel por elegir que iban a seguir leyendo y opinando según sus propias convicciones" (18).
"Con estas obras Néstor Goyanes, artista gráfico argentino, cierra una etapa que empezó hace algunos años con la serie del "Arbol de la Identidad".
Todo comenzó en un viaje a Galicia, esa tierra de los abuelos que lleva en el alma, con las cartas que su madre celosamente guardaba de "los parientes" que vivían allá, con las estampillas, con los sobres, con esas piedras que formaban el "Puente de la Abuela Petra", su primera litografía de gran tamaño. De allí en más siguieron unas series de obras sobre el "Arbol de la Identidad", donde la figura de la madre y el abuelo se repetían constantemente en una especie de danza profunda y sentimental, enlazados por cartas de torpes caligrafías y de errores gramaticales, pero llenas de algo que jamás se encontrará en un diccionario o enciclopedia: el amor y el sentimiento" (19).
En "Mis recuerdos de Gardel", escribe Rodolfo Alvarez Russó:
"(…) conocí a doña Berta. Si se puede decír que la conocí por sólo haberla visto y contemplado en el momento quizá, más penoso de su vida. Era una viejecita, de cuerpo menudo, enjuto, sus cabellos eran blancos y vestía de negro en riguroso luto.
Vivía en la calle Jean Jaures (Juan Jaures) en una casa con un zaguán cerrado con una puerta de hierro pintada de negro. Mi abuelo paterno(de Ourense-Galicia) vivía en la casa contigua donde un pariente (gallego)tenía un negocio de venta de productos lácteos.
Cuando la vi, fue allá para fines del 1935, yo apenas tenía seis años de edad y recuerdo como ella con un pañuelito blanco enjugaba sus lágrimas mientras pasaba sus manos acariciando un mueble (baúl) en el que había llegado la ropa que su hijo envió desde Medellín-Colombia, antes del fatal desenlace.
Cuando al fín repatriaron las cenizas del zorzal criollo, la avenida Corrientes se convirtió en un mar de gente que en un cortejo fúnebre de dolientes sin distingos de raza,color o edades acompañaba el antiguo carruaje azabache tirado por caballos de pelo oscuro y brilloso en el trayecto hacia su última morada en el Cementerio de la Chacarita.
Tomado de la mano de mi abuelo, apenas pude alcanzar a divisar la cruz que adornaba la cúpula del carruaje, pero pude sin embargo, a pesar de mi corta edad, percibír el sentimiento y la congoja que el pueblo exteriorizaba ante el dolor por la irreparable pérdida del ídolo abatido en las trágicas circunstancias de aquel triste día 24 de junio de 1935" (20).
La cantante Naty Cortez es nieta de una coruñesa, una "gallega maravillosa", que llegó a la Argentina a los seis años, y nunca pudo volver a Galicia.
Me escribe la actriz y cantante Marcela Fernández Señor:
"Soy nieta de cuatro gallegos y como me gusta aclarar, 'gallegos' de Galicia, ya que en argentina, suele llamársele gallego a todos los españoles…
Desde pequeña me crié entre inmigrantes y no solo con los gallegos de mi familia ya que nací en un barrio de Temperley donde confluían varias colectividades.
A la vuelta de mi casa paterna está el club La Puebla del Brollón de niña escuchaba a los gaiteros y veía como se bailaban la jota y la muñeira y guardé en mi memoria los cantos de mis abuelos en esa "lingua tan doce", como din os galegos.
Me acerqué a mis raíces y a mi galeguidade, cuando perdí a mis ancestros, fuí hace unos años a aprender lengua galega al colegio Santiago Apóstol y allí me reeencontré con el mundo que imaginaba de pequena…
Además tuve la suerte de viajar y conocer los pueblos de mis abuelos y ver con mis propios ojos la tierra de la que falaban".
Al presentar el dúo "La Quinta" en la 35° Feria Internacional del Libro, Gabriel Lage contó que cuando su abuelo llegó a la Argentina, se empleó en la editorial que publicaba el diario "El Mundo", y tenía francos rotativos. Cuando le tocaba franco el domingo, era una fiesta. Entonces, se reunía con su amigo, y cantaban canciones de su tierra. Otro tanto hacía, años después, el padre de Gabriel con quien luego sería el padrino del director de coro. Ahora, es Gabriel quien canta con su amigo, Jorge Spector.
Notas
- 1 Schoo, Ernesto: "Mis aprendizajes Memorias", en La Nación, Buenos Aires, 13 de noviembre de 2005.
- 2 Freire, Susana: "Lolita Torres. Una voz que le cantó a los corazones", en La Nación, Buenos Aires, 15 de septiembre de 2002. Imagen: www.lastfm.es.
- Foto: http://www.iceberg-nocturno.org/2.1.%20Cati-Gavi-CRONICAS.htm
- 3 Cortez, Alberto: "El abuelo", en www.albertocortez.com.ar. Reproducido en www.galespa.com.
- Foto: http://www.albertocortez.com/Galeria/home.asp
- 4 Barros, Julio César: "AL CONTRARIO DE LO QUE DICEN El abuelo de Cortez", en La Unión digital, Edición Número 2572, Lunes 1 de Marzo de 2004, www.launion.com.ar.
- 5 novela inédita
- 6 Ruiz, Mariana: "ENTREVISTA CON GRACIELA PEREIRA. PRESIDENTA Y FUNDADORA DE LA ASOCIACIóN CULTURAL "OS GROMOS" "Las instituciones gallegas tuvieron un signo machista, como era la sociedad de la época" ", en Galicia en el mundo, http://www.cronicasdelaemigracion.com/article.php?article_id=2657&category=2&action=read.
- 7 Chiaravalli, Verónica: "Un corazón tomado por la memoria", en La Nación, Buenos Aires, 15 de agosto de 1999.
- 8 Garzón, Raquel: "ENTREVISTA CON MARIA G. HENESTROSA Bajo el signo del folletín". (Foto: David Fernández), en Clarín, Buenos Aires, 19 de noviembre de 2002.
- 9 Guerriero, Leila (texto) y Lucesole, Martín (fotos): "Cuentos de gallegos", en La Nación Revista, 17 de abril de 2005.
- 10 Muleiro, Vicente: "El mirador", en Clarín, Buenos Aires, 27 de septiembre de 1998.
- 11 Madrazo, Cecilia: "Martín Seefeld: 10 cosas que sé", en La Nación Revista, Buenos Aires, 29 de diciembre de 2002.
- Vidal, Mario: "Colaboraciones", en http://www.elortiba.org/colabora13.html. Buenos Aires, 2001.
- 12 Demare, Silvina: "Cecilia Figaredo METIDA EN EL BAILE", Fotos: Alejandra López, en Clarín Viva, Buenos Aires, 18 de diciembre de 2005.
- 13 Savoia, Claudio: "El equipaje de los sueños", en Clarín, Buenos Aires, 14 de enero de 2000.
- 14 Ferrer de Carrau, Margarita: "CONVERSACIONES EN EL FILO DEL MILENIO, Entrevista a María González Rouco", en El Tiempo, Azul, 3 de septiembre de 2000.
- 15 Carballeda, Elsa: "El altillo de Elsa", en Floresta y su mundo. Año 9, N° 106. Febrero de 1999.
- 16 En La Capital de Mar del Plata.
- 17 Delgado, Alicia: "Otra cocina española en Palermo", en La Nación Revista, Buenos Aires, 30 de abril de 2005.
- 18 Puente, Silvia: "En domingo aprendí a pensar", en La Nación Revista, Buenos Aires, 25 de marzo de 2007.
- 19 Gil, Rafael: en "de Cartas, Barcos y Trenes", catálogo de la muestra de Néstor Goyanes en Ática Galería de Arte, mayo de 2008.
- 20 Alvarez Russó, Rodolfo: "Mis recuerdos de Gardel", en http://inmigracionyliteratura.blog.arnet.com.ar/archive/2009/03/04/mis-recuerdos-de-gardel.html.
Argentinos de otras colectividades
Según lo que comían, Santiago de Estrada podía reconocer la procedencia de los habitantes de los conventillos: "Encienden carbón en la puerta de sus celdillas los que comen pucheros: esos son americanos. Algunos comen legumbres crudas, queso y pan: esos son los piamonteses y genoveses. Otros comen tocino y pan: esos son los asturianos y gallegos. El conventillo es el reino de la ensalada cruda" (1).
La historia de un café tiene que ver con un inmigrante: "Tan cheto, tan cheto, pero La Biela empezó siendo, en 1850, una pulpería de un gallego que le quiso poner La Veredita, pero le salía "viridita" " (2).
García Meróu destaca la importancia de los Juegos Florales del Centro Gallego: "Los Juegos Florales, en que obtuvieron premios Andrade, Oyuela, Castellanos, García Velloso, etc., produjeron un pequeño movimiento literario que debe ser estudiado y apreciado por todo el que quiera reflejar, aunque sea de una manera superficial, las manifestaciones del intelecto argentino en la época contemporánea" (3).
José Navarro y Humberto Sánchez fundaron la conocida tienda marplatense "Los gallegos". "Con poca mercadería y muchas ganas de ganar dinero, los dos gallegos dormirían muchas noches sobre los dos únicos mostradores de la tienda vencidos por el cansancio de largas horas de trabajo y temerosos que un desborde del arroyo se llevara rápidamente las ganancias del mes". A ellos se sumaron más tarde los empleados Enrique Martínez y José Vicario. "Recuerda doña "Conce", la esposa de José Vicario que "cuando ellos (Vicario, Martínez y Navarro) iban al campo a hacer propaganda y vender, nosotras las mujeres, preparábamos las viandas. Es que estaban afuera varios días y debían llevar la comida. Sí, claro que con la señora de Martínez tratábamos de ayudar. Hubo épocas muy malas, como aquella de la crisis del 30… bueno, nosotras confeccionábamos ropa interior, camisetas y todas esas prendas para ser vendidas en la tienda…" (4).
Cerca de Médanos abrieron la Proveeduría "El Progreso" los hermanos Martínez y la esposa de uno de ellos. "Tanto Paco como Pepe –relata Isaías Leo Kremer- eran medio duros de entendederas, pro nunca dejaron de pagar sus cuentas, ni de tener preparados los billetes para los proveedores, cuando estos presentaban sus facturas. (…) Los gallegos, no sólo eran muy trabajadores, sino que hacían todo solos, no contrataban personal alguno; esto, unido a una vida austera, hizo que pronto cimentaran su posición" (5).
Otros gallegos viajaban a Ushuaia. " "El Gallego Penitenciario" ocupó un rol tan destacado en la historia de los primeros penales que fue honrado días atrás con una estatua recordatoria, ubicada en un lugar central del Museo del S.P.F. "A principios de siglo los primeros guardias eran gallegos o yugoslavos, traídos a la Argentina para trabajar en las cárceles. Muchos llegaban al puerto de Buenos Aires y seguían viaje al penal de Ushuaia; otros paraban en el Hotel de Inmigrantes y eran destinados a unidades de acá", recuerda el alcaide mayor retirado Horacio Benegas, asesor del museo y jefe de visitas de la Unidad 16 en los 60" (6).
Daniel Yarmolinski y Graciela Pesce relatan una anécdota que tiene como personajes a Discépolo, Tania y un gallego: "Nos cuenta Francisco García Giménez que alguna vez escuchó junto con otras oersonas, el siguiente relato de boca de don Enrique Santos Discépolo (Discepolín): En los días que nos llegaban mal barajados por la suerte contraria, un 24 de diciembre estábamos en casa solos, secos y amargados. De repente, llamaron a la puerta. Tania, mi mujer, fue a abrir… ¡Era el gallego del almacén de enfrente con una canasta repleta!… Desde la avellana al turrón, desde las pasas de uva a la sidra: "como ustedes no me hicieron ningún pedido, me atreví a traerles esto. No se preocupen me lo pagarán cuando puedan". ¡Lo machuqué de un abrazo! Tania, emocionada se puso a llorar" (7).
Francisco Gil nació en Vilar, Pontevedra, en 1915 y llegó a la Argentina a los cinco años. Fue "un gallego que se sintió argentino y organizó durante décadas encuentros entre autores y lectores, que son el antecedente más cercano a la Feria del Libro". "En 1960, Don Francisco sintió nostalgias de su tierra natal y quiso visitarla. Sus amigos se ocuparon de cumplir su deseo. Agustín Pérez Pardella, escritor y capitán de navío, lo llevó en su barco hasta Pontevedra. El dinero para la estada provino de una rifa de una obra que donó Berni" (8).
En Mar del Plata, en noviembre de 2000, el diario La Capital publicó una nota de Esteban Turcatti titulada "El gaucho que conquistó el mundo". En ella leemos: "Bernaldo Souto, poeta gallego, había traducido el Martín Fierro a ese idioma en el año 1980. Establecido en la Argentina desde hace muchos años, regresó recientemente de su tierra natal, Galicia, donde es muy conocido por su obra literaria y periodística. Allá brindó una serie de conferencias y presentó tres libros de poesías bajo el título "Luz y sombras". Pero su mayor satisfacción fue enterarse que en fecha próxima, su traducción gallega del Martín Fierro será publicada por la Xunta de Galicia, en una edición bilingüe de lujo" (9).
"Hacia la época del Centenario –destacan Marcelo Alvarez y Luisa Pinotti- cuando la ola española supera a la italiana, los "gallegos" (y especialmente los auténticos hijos de Galicia), asomarán tras los mostradores de almacenes, hoteles, restaurantes, bares y confiterías. La política de la "amalgama" triunfará en el lugar menos previsto por sus ideólogos: la cocina (en todo caso, la cocina del conventillo se presenta como primer espacio de reconocimiento, negociación e integración). La gastronomía italiana será adoptada, resignificada y servida por cocineras y cocineros españoles en lugares públicos y en casas particulares. Se estaba produciendo, en todo caso, el fin de las "islas culinarias" de los grandes contingentes migratorios: la revolución "que acaba estructurando las características esenciales del menú porteño. El menú porteño se define: no es otra cosa que los platos más emblemáticos de la gastronomía italiana junto con la carne criolla y algunos manjares españoles (tortilla de papas) y franceses (omelettes), cocinados y servidos por hijos de la península… ibérica. Las salsas tendrán una condimentación distinta (la "pomarola" se olvidará del aceite de oliva), los tiempos de cocción serán otros, los ingredientes serán alterados, subvertidos u omitidos. (…)" (10).
En España, un gallego que retornó sin haber podido "hacer la América" encontró en los manjares argentinos un medio de vida. Lo cuenta Norma Morandini: "como la patria es la infancia, el tiempo se evoca con los sabores que se perdieron. En una pastelería de la calle Menéndez y Pelayo, cerca de la plaza Cavia, se forma una fila para comprar. Un pequeño negocio donde se pueden conseguir medialunas, tarta de acelga, yerba, vinos argentinos y esa delicia que se arma como exclusividad nuestra, los sandwiches de miga. (…) lejos de lo que podría pensarse, el negocio no pertenece a ningún argentino. Su dueño, un gallego que vivió veinte años en la Argentina, al regresar encontró la prosperidad que le fue esquiva como inmigrante. Gracias a los sabores que se trajo del Río de la Plata, su negocio crece cada día" (11).
Algunos descendientes de inmigrantes se dedicaron al tango. No es muy amable la impresión que tenía Carlos Gardel sobre el tango ejecutado por españoles, ya que le dijo a Astor Piazzolla: "Mirá pibe, el "fueye" lo tocás fenómeno, pero al tango lo tocás como un gallego" (12).
En casa de los Villafañe trabajó "una señora española", de la que dice Javier, el titiritero: "tenía una memoria extraordinaria y decía romances antiguos españoles –aprendí de ella el Romance del cebollero-. Pablo Medina destaca: "La insistencia con que Javier Villafañe vuelve de tanto en tanto en sus conversaciones sobre la figura de aquella gallega Rosa, la cuentacuentos, poemas, romances y otros decires, es significativa no sólo por su evocación sino también porque la califica como imagen formadora" (13).
" "Si cantan, es ti que cantas; si choran, es ti que choras; i es marmurio de rio, i es a noite, i es a aurora". Estos versos de Rosalía de Castro, así como muchos otros de tantos poetas gallegos pudieron oírse durante décadas en los labios de Lita Soriano (…) la actriz del decir gallego por excelencia y aquella intérprete de carácter que supo descollar en teatro, TV y radio, principalmente. (…) "Lita fue una trabajadora total de la actuación. Sufría mucho cuando no estaba activa. Su vida eran el teatro y sus sobrinos", cuenta Roberto Trespando, que fue su esposo durante 40 años" (14).
Refiriéndose a quienes debían actuar como inmigrantes, dijo la actriz María Rosa Fugazot, en un reportaje: "Me crié entre actores capaces de hacer un italiano perfecto, un gallego, un turco, un judío perfecto. Actores que no imitaban un acento; sabían penetrar una psicología. Los personajes del sainete eran simples en apariencia, pero con nostalgia por su tierra y un gran amor al lugar que los había acogido. Eran seres complejos, que había que saber observar" (15).
La actriz Rita Cortese recuerda la presencia inmigrante en la sociedad: "Cuando yo era chica, los inmigrantes europeos eran algo vivo y cercano. Tanos y gallegos, como decíamos, estaban allí, al lado nuestro, en la calle, en el barrio. Pesaba su manera de ser y de hablar, sus costumbres, comidas, espectáculos. Formaban parte de nuestra vida cotidiana" (16).
Carlos Gorriarena evoca su infancia cosmopolita: "Mis primeros recuerdos son los de un barrio de casas bajas, espaciadas, deplorables; frescas en el verano por las enredaderas, los vastos espacios de las quintas que entonces, donde ahora también se levantan deplorables edificios altos, proveían de verduras a la pueblerina capital. Calles de tierra, con puentecitos que las separaban de las zanjas de las aguas servidas; también de las aguas de lluvias torrenciales, de las veredas también meadas por los perros y cubiertas por tramos de pastizales cortos. (…) Una población poco indígena, compuesta de inmigrantes armenios que por las noches se reunían en manadas para rememorar los asesinatos cometidos por los turcos… Polacos, italianos y gallegos" (17).
La confluencia de inmigrantes de distinta procedencia y de criollos permite que confraternicen y que conozcan sus cocinas típicas. En una calle porteña vivió doña Catalina, la madre de Miriam Becker. En una sentida evocación que escribe poco después de la muerte de la rumana, comenta que la anciana "De sus vecinos -españoles, italianos, argentinos del interior-, había descubierto que el mejor arroz con pollo lo hacía doña María, la gallega, pero sin panceta; lo rico que eran el grelo, la nabiza y la achicoria como los preparaban los Brunetta –los italianos saben comer verduras-, y que las empanadas con la carne cortada a cuchillo de doña Pepa eran mejores que con la picada común" (18).
Maximiliano Matayoshi es el autor de Gaijin, novela que ganó en 2002 el premio Primera Novela Alfaguara – UNAM.
El expresó: "Me fascina la cultura celta, los irlandeses y los escoceses. La primera atracción que tuve fue su rebeldía, su estar en contra del Imperio. Después hay un montón de miradas que tienen los celtas que son tan poco occidentales y tan ricas de por sí. Estudié inglés en Edimburgo y en Dublín. Me encantan. Son una cultura que se quiso acallar pero que peleó para salir a la superficie. Los irlandeses pelearon hasta el final, los escoceses pelearon hasta el final, los gallegos la pelearon yéndose, emigrando. Porque no siempre irse es escapar. Lo celta quedó como símbolo de la rebeldía" (19).
En "A Coruña, con sugestivos semblantes", escribe Horacio de Dios: "don Amancio Ortega, que nació y sigue viviendo aquí, lanza los modelos que se extienden en todo el planeta al compás de sus tiendas Zara y marcas anexas que lo han convertido en uno de los diez hombres más ricos del mundo, según la revista Forbes. (…) Lo que ocurre es que su historia de éxito espectacular tiene mucho más que ver con la actualidad que el antiguo sueño de hacerse la América y volver a la patria chica para construir una mansión que demostrara a los vecinos qué bien les había ido. Los gallegos dejaron de emigrar y hoy son un ejemplo para seguir sin salir de su casa" (20).
John Argerich se refiere a algunos inmigrantes: "recordé una copla que cantaban los mozos gallegos del Munich que hay frente al Rosedal: "De Cádiz a Vigo/ de un salto llegué…/ Tan sólo por verte/ La punta del pie" " (21).
En "El gueto de Villa Crespo", Alberto Benchouam escribe: "También se cuenta la graciosa historia de una gallega, encargada de un inquilinato que al ver aparecer a un niño llorando por un insulto, exclamó extrañada: pobre niño… qué culpa tiene de ser judío y se dice que en ese mismo mes increpó a un compadrito: Mire usted hace tres meses que me debe el alquiler de la pieza… sepa que aquí hay muchos que aunque son judíos y no los saca usted de esa por perdidos que estén… pagan puntualmente" (22).
En 2006 se vio en la Argentina la miniserie Vientos de agua, una coproducción del canal Telecinco de España, Pol-Ka y Cien bares (la sociedad de Campanella y el autor Eduardo Blanco. La dirigen Juan José Campanella, Sebastián Pivotto, Paula Hernández y Bruno Stagnaro (23).
Entrevistado por Sandra Russo, manifestó Campanella: "La coproducción argentino-española, una historia de exilios cruzados entre inmigrantes de las primeras décadas del siglo XX y los argentinos que huyeron en el 2001 admite, según Campanella, una clara connotación: "Tenemos la fantasía de ser "apolíticos", pero hacemos política permanentemente, hasta cuando miramos televisión".(…) Cuenta Campanella que para los trece capítulos de Vientos de agua trabajaron dos años y medio. "Escribimos los dos primeros guiones cuatro autores juntos: Aída (Bortnik), Juan Pablo (Domenech), Aurea (Martínez) y yo. Fueron ocho meses. No sólo había que recrear la génesis de los personajes, sino el modelo de estructura sobre el que descansaría la historia. Mucho ida y vuelta, mucha reescritura. El resto de los guiones se llevó adelante desde marzo de 2004." La idea de entrecruzar a un inmigrante asturiano analfabeto que abandona su tierra natal perseguido por la Guardia Civil con la de su propio hijo, un arquitecto que en 2001 cruza el Atlántico hacia España buscando cómo rearmar su vida y mantener a su familia, se le ocurrió al director mientras vivía en EE.UU., donde residió 18 años. "Un día, en Nueva York, me desperté a las cinco de la mañana para leer todos los diarios argentinos antes de ir a filmar, y pensé "pobre el abuelo, que no podía hacer esto", pero después, destruido por la realidad argentina, me dije: "bueno, qué suerte que el abuelo pudo olvidarse de todo y empezar de cero". O sea, el desarraigo, antes y ahora, es tremendo." Y sobre el desarraigo cabalga Vientos de agua, porque tanto en el barco "Aquitaine", que trae al asturiano Andrés Olalla a la Argentina, como en el piso madrileño en el que se hospeda muchas décadas más tarde su hijo, hay cubanos, húngaros, franceses, italianos, gente que por un motivo u otro tuvo que dejar su tierra y se hace mutuamente una compañía precaria pero al mismo tiempo férrea: la compañía que se hacen los desesperados. Allí nacen esas amistades que se mantendrán de por vida y los roces inevitables de los que intentan permanentemente mantener algún tipo de equilibrio".
"¿Por qué Andrés es asturiano y no gallego? De las corrientes inmigratorias, la más identificable para los argentinos es la gallega. Quienes trabajaban en la miniserie dudaban. Hubo un par de elementos que inclinaron la balanza hacia Asturias. "La idea siempre fue serles fiel a todos los idiomas y dialectos. Se habla italiano, pero también genovés o comasco, por ejemplo. Y el bable, que es el dialecto asturiano, es menos cerrado y más parecido al castellano", cuenta Campanella. "Pero además, Asturias es España, el resto es tierra reconquistada. Y hubo revueltas mineras en el "34, que fueron la mecha que encendió la Guerra Civil. Así que tomamos el mundo minero de Asturias" (24).
En noviembre de 2006, me escribió Nisa Forti Glori, italiana radicada en la Argentina: "Yo estuve en Vigo-Nigrán-Bayona en abril-mayo y volví embelesada por la belleza de las rías y por la serenidad y 'honestidad' de los lugareños. Con decirte que cuando llegué, creo que a Santiago de Compostela, un empleado o funcionario en el aeropuerto me saludó así: 'Bienvenida a esta ciudad. Aquí no debe preocuparse por nada. Nadie la va a asaltar, ni a robar,ni hacerle daño. Dediquese a disfrutar su estadía. Queremos que vuelva'. Me sonaron a palabras celestiales".
El tenor Darío Volonté recuerda una anécdota que tuvo como personaje a un inmigrante:
"Trabajó para varias agencias de fletes y algunas empresas. "Cargué heladeras, bolsas de cemento, pianos, lo que fuera", cuenta. Y empezó a tomar clases de canto con José Crea, su "único maestro". Quien le hizo comprender que contaba con una voz de tenor que podía ser su instrumento. Una tarde, cuando se estaba yendo a su clase, otro fletero lo paró:
– ¿A dónde vas?
– A Temperley, a estudiar canto.
– ¿Se come de eso?
– Si a uno le va bien, sí.
El Gallego lo despidió con un mensaje "bien de inmigrante que se rompió el traste", que Volonté no olvidaría jamás: "Entonces, estudiá" " (25).
Rolando Hanglin evoca a una mucama gallega: "Mi cuñada María José Ordóñez tiene una mucama de 80 años llamada Ricarda. Llevan juntas algo más de 50 años. No son muchas las tareas que Ricarda cumple hoy: es una señora mayor. Pero nunca será despedida. Jamás será sancionada. No piensa entablar litigio laboral. Porque María José y Ricarda pertenecen a la vieja alianza. Patrona y mucama, dos mujeres unidas en la riqueza y en la precariedad, la salud y la enfermedad, la suerte y la desgracia. Para siempre. La patrona (en este caso) paga la jubilación, algunos pesos para gastos y el plan médico privado. Uno de los buenos. Y la mucama vive en su casa de siempre, la casa de la patrona. Allí tiene su habitación, sus cuadros, sus fotos, su ropa, sus recuerdos. Así será, hasta que llegue la hora final para alguna de las dos. Naturalmente, Ricarda tiene sus hijos y sus nietos.Y los visita regularmente. Pero ya se sabe: es ley de vida, los hijos tienen, cada uno, su propia historia. Hoy por hoy, cada uno tiene que contar –para la vejez– con un puñado de seres queridos que ha elegido uno mismo. Su pareja, tal vez un hermano, algún amigo entrañable… ¡Y eso es todo! Así era antes. Mi tía Cándida Braga tuvo durante 50 años a doña Carmen García, oriunda de La Coruña. Y mi abuela Matilde contó con la morenísima Lucía, a quien poco y nada pudo pagar en los últimos años. Hasta que las dos murieron de viejas. En esa íntima alianza incondicional, cada una tenía su papel. La mucama era mucama. La patrona era señora. "La señora." Había códigos de respeto sacrosanto. Una daba las órdenes (nunca como una tirana caprichosa; eso no es de señora), la otra obedecía ligerito, pero sin servilismo. Cocinando y barriendo con un nivel profesional que ya no existe. Había jerarquías diferentes, pero al mismo tiempo solidaridad, ternura, afecto, compañía, decencia" (26).
Desde Madrid, escribe Silvia Pisani: "A los alcaldes españoles les ha dado por cuestionarse. No por chanchullos inmobiliarios -¿qué es eso?- sino por banalidades tales como las últimas causas aristotélicas. Ahí va un ejemplo: "Madrid, ¿qué pasaría si nunca pasara nada?", interroga -campaña publicitaria mediante- el ascendente regidor madrileño, Alberto Ruiz Gallardón.
Por pasar, pasa de todo. Incluso que la población rota, cambia, hace la valija, viene y se va a ritmo de vértigo. Hoy, según datos oficiales y a caballo de la fuerte corriente migratoria, uno de cada seis habitantes de la capital española es extranjero. Vienen de todos lados, de todas las lenguas y con una fuerte posibilidad de empezar su nueva vida como camarero.
Ellos llegaron y otros se van, desaparecen, se transforman o, como corresponde a la época, se reciclan. Y el cambio ahora se devora al mozo gallego, convertido en especie en extinción, en beneficio de la nueva camada de camareros que llegan sobre todo de América latina, y que, en vez del áspero "¿qué le pongo?" cuando uno se acerca a la barra, ofrecen, con voz temerosa, un "agüita" después de comer.
Se acaban los mozos gallegos. Y es posible que los últimos se encuentren en Buenos Aires, como una especie para proteger. Una estirpe que desciende de aquellos otros inmigrantes que llegaron cuando la ciudad no era una "actitud" sino una poderosa esperanza. Una mano servicial y entrañable que, como casi todo, un día crece. Y se va" (27).
"En febrero de 2008, comenta José Enrique:
"No soy gallego ni descendiente de ellos, quizá el hecho de haber nacido en la Quinta Provincia Gallega, Buenos Aires, me otorgue algun derecho sobre el tema, era apenas un hablante y estudioso del habla de nuestros vecinos brasileños hasta encontrame con una nasa cuya carnada era un escrito en Gallego Reintegracionista, entré en la nasa. Los gallegos saben que esas nasas de Normas Gramaticales tienen muchos agujeros y centolla o rodaballo que en ella entre sólo se queda adentro si le alcanza algun hechizo. Pues al diablo con las normas, Dónde están las palabras genuinas de los hombres de la tierra? Así este argentino que había navegado de la Bahía de San Salvador hasta las costas portuguesas, seguido el viaje hasta Angola, Timor y siempre más allá, acabó en las Villas de Corme y Laxe y raspando las piedras de la costa arrancando los frutos del mar con los perceberos de El Roncudo. Vivo en Australia y más allá del Tango y el Mate, aprender buen Gallego es la manera de dejaros bien claro que sois mucho mucho más que el blanco de nuestros "Chistes de Gallegos". Sólo una cosa, estos gallegos de Galicia no son ni la sombra de los gallegos de ultramar, no tienen el aliento ni el arrojo de los gallegos de Buenos Aires. Le cabe a Ustedes cuidar el idioma y enfrentar a la Xunta en la obstinada defensa de lo que les corresponde y gallego que se atreva a la pedante intención de negaros tal derecho, también se llevará una hostia de este neofalante. Mis tangos australianos en el URL http://www.unsigned.com/tangobarquartet, mi regalo y homenaje final. Apertas" (28).
Notas
- 1. Estrada, Santiago: Viajes y otras páginas literarias. 1889. Citado por Jorge Páez en El conventillo, Buenos Aires, CEAL, 1970.
- 2. S/F: "Programa de Domingo", en Clarín Viva, Buens Aires, 9 de noviembre de 2003.
- 3. García Merou, Martín: Recuerdos literarios. Prólogo y notas de Julia Elena Sagaseta. Buenos Aires, Rudeba, 1973.
- 4. S/F: "El baratillo", en La Capital, Mar del Plata, 25 de mayo de 2000.
- 5. Kremer, Isaías Leo: "Proveeduría "El Progreso" ", en Mundo Israelita. Buenos Aires, 8 de agosto de 2003.
- 6. Messi, Virginia: "Los últimos días de la vieja cárcel de Caseros", en Clarín, Buenos Aires, 8 de noviembre de 2000.
- 7. Yarmolinski, Daniel y Pesce, Graciela: Bulebú con soda: tangos para chicos. Con prólogo de Horacio Ferrer. Buenos Aires, Corregidor, 2005. 256 pp.
- 8. Marabotto, Eva: "La esquina del librero, barro y pampa", en Clarín, 5 de noviembre de 2000.
- 9. Turcatti, Esteban "El gaucho que conquistó el mundo", en La Capital, Mar del Plata, 5 de noviembre de 2000.
- 10. Alvarez, Marcelo y Pinotti, Luisa: op. cit.
- 11. Morandini, Norma:
- 12. S/F: "Astor Piazzolla. Alma de bandoneón", en La Capital, Mar del Plata, 25 de mayo de 2000.
- 13. Medina, Pablo: "Historias de ida y vuelta", en Villafañe, Javier: Antología. Obra y recopilaciones. Buenos Aires, Sudamericana, 1990.
- 14. Gorlero, Pablo: "Lita Soriano: una actriz de carácter", en La Nación, Buenos Aires, 28 de marzo de 2004.
- 15. Cosentino, Olga: "Cosecharás tu siembra", en Clarín, Buenos Aires, 18 de octubre de 2000.
- 16. Gaffoglio, Loreley: "Me acordé de un viejo amor", en La Nación, Buenos Aires, 21 de julio de 2002.
- 17. Gorriarena, Carlos: "gorriarena por gorriarena "Un cuadro tiene que romper la pared" ", en www.pagina12.com.ar, 26 de Junio de 2005.
- 18. Becker, Miriam: "La última idische mame", en La Nación Revista, 23 de marzo de 1997.
- 19. Giuffré, Mercedes: "En busca de la identidad argentina", en Sitio al margen, Diciembre de 2003, www.almargen.com.ar.
- 20. Dios, Horacio de: "A Coruña, con sugestivos semblantes", en La Nación, Buenos Aires, 12 de septiembre de 2004.
- 21. Argerich, John: "El amasijo ARRIBA Y ABAJO (Donde se habla de lo que dijo el finado Pestolini en cierta oportunidad), en Argentina Universal, Wahington D. C., Septiembre de 2005.
- 22. Benchouam, Alberto: "El gueto de Villa Crespo", en Feierstein, Ricardo y Sadow, Stephen (comp.): Crecer en el gueto Crecer en el mundo. Buenos Aires, Milá, 2005.
- 23. Lamazares, Silvina: "DETRÁS DE ESCENA DE LA GRABACION DE "VIENTOS DE AGUA" Una historia de inmigrantes en dos tiempos", en Clarín, Buenos Aires, 2 de setiembre de 2005.
- 24. Russo, Sandra: "Vientos de agua", la miniserie dirigida por Juan Jose Campanella "Antes y ahora, el desarraigo es tremendo", en www.pagina12.com.ar, 11 de Junio de 2006.
- 25. Slusarczuk, Eduardo (texto) y Rosito, Enrique (fotos): "La voz del barrio", en Clarín Viva, Buenos Aires, 26 de noviembre de 2006.
- 26. Hanglin, Rolando: "PENSAMIENTOS INCORRECTOS Las mucamas", en La Nación Revista, Buenos Aires, Domingo 31 de diciembre de 2006.
- 27. Pisani, Silvia: "El mozo gallego, en extinción", en La Nación, 18 de marzo de 2007.
- 28. http://inmigracionyliteratura.blog.arnet.com.ar/archive/2008/01/19/noticias-argentinas-en-anosacosta.html
Inmigrantes de otras colectividades
En 1944, escribe Constancio C. Vigil en El Maíz, fabuloso tesoro (1):
"Pero una vez más les ocurrió a los españoles, y luego a los restantes europeos, lo mismo que le ocurre a cada hombre en particular: lo de mirar y no ver, lo de tener y no saber lo que se tiene, lo de menospreciar lo ya alcanzado para desear otra cosa.
Sólo hubo una excepción y correspondió a los de Galicia, porque poseen mucho de aquello que se llama 'sentido común'. Los gallegos advirtieron que el maíz superaba al oro, puesto que era oro comestible, lo valoraron en todos sus quilates, lo sembraron con amor, lo cosecharon con entusiasmo y lo aderezaron a la manera de los indios. Aún hoy se come en Galicia un pan de maíz que es manjar difícilmente superable. La planta del maíz o su mazorca están allí siempre presentes, como si estas provincias fueran una prolongación de América. Más aún lo parecen porque su gente vive con el pensamiento allá y aquí a la vez, y físicamente viene y regresa de contínuo, y no cree cambiar de patria cuando llega al Nuevo Mundo" (1).
Vigil, Constancio C.: El maíz, fabuloso tesoro. Buenos Aires, Atlántida, 2007. 120 pp.
Gallegos no inmigrantes
José Luis Baltar Pumar, presidente de la diputación de Orense, se refirió en 1998 al sentimiento de los gallegos emigrantes: "Los gallegos han colaborado en la realización de la Argentina, pero nunca se han olvidado de su madre patria, cuando podría existir un sentimiento de rencor por no haberles dado la posibilidad de progresar en su lugar de nacimiento. Ellos saben que si Galicia no les ha dado oportunidades es porque no ha podido" (1).
En una entrevista, afirma Carlos Rodríguez Brandeiro, Coordinador del Area de Lengua Gallega del Colegio Santiago Apóstol, de Buenos Aires: "muchos de los padres de los niños, aunque son gallegos o descendientes de gallegos no tienen conciencia de ello e incluso a veces lo niegan. Tengo la sensación de que dejan lo gallego un poco de lado. Creo que el ambiente global de Buenos Aires, aunque por la cantidad de gallegos y descendientes que hay aquí le decimos la quinta provincia gallega, no es de galleguidad" (2).
Entre los gallegos emigrantes, la gaita era un instrumento muy difundido. El gaitero Carlos Núñez, de paso por nuestro país, dijo en un reportaje que "los mejores gaiteros no permanecieron en Galicia sino que la mayoría vino a Buenos Aires, muchas veces exiliada". En la Argentina y en Cuba, entraron en contacto con otros ritmos, al punto que "La música gallega se benefició de estas influencias, de estas tradiciones más abiertas" (3).
Arturo Lezcano me escribe que la madre de José María Martín trajo desde Galicia un cuadro titulado "La abuela y el niño", de Fernando Alvarez de Sotomayor. Pensaba procurarse con su venta algún dinero para establecerse en América.
Notas
- 1 Estévez, Paula: "Buenos Aires es nuestra 5° provincia de ultramar", en La Prensa, 7 de noviembre de 1998.
- 2 Ruiz, Mariana: "Carlos Rodríguez Brandeiro, Coordinador del Area de Lengua Gallega del Colegio Santiago Apóstol "Con nuestro trabajo queremos conseguir que el Colegio irradie galleguidad en Buenos Aires" ", en Galicia en el mundo. Buenos Aires, 5-11 de julio de 2004.
- 3 Monjeau, Federico: "Carlos Núñez. En la cresta de la ola celta", en Clarín, Buenos Aires, 11 de mayo de 1998.
Foto: http://www.agrileira.com/images/fotoscarlosn.htm.
Foto de A L: http://www.lavozdegalicia.es/hemeroteca/2001/04/28/536219
Españoles inmigrantes
Sergio Pujol cita el testimonio de un inmigrante asturiano famoso: "en los ambientes copados por inmigrantes, quien desee tutearse de vez en cuando con el tango deberá aceptar el espectáculo de otras danzas; la jota hace furor en el Velódromo y en el Pabellón se bailan todos los ritmos, según ordene el maestro de turno. Escribirá años más tarde el dibujante Alejandro Sirio en su libro De Palermo a Montparnasse: "Bajo hileras de banderitas españolas, en medio de una babélica algarabía de baladros "iujujús" y "aturuxos" y al son de la jeremíaca gaita, la gimiente chirimía, la zumbona guitarra, del insistente bombo, el redoblante tambor y la intermitente pandereta, brincan y saltan estos romeros sus jotas, zortzicos, sardanas, muñeiras y seguidillas, hasta quedar extenuados. Bailan para descansar del agobiador trabajo cotidiano" (1).
Notas
1. Pujol, Sergio: Historia del baile. Buenos Aires, Emecé, 1999. 440 pp.
Españoles no inmigrantes
En febrero de 2005, el Presidente de España, Don José Luis Rodríguez Zapatero, escribió al Centro Gallego de Azul. En esa misiva expresó: " (…) Estuve encantado de visitar el país hermano que ha acogido a tantos ciudadanos españoles, que en muchas ocasiones y por las dolorosas circunstancias que todos conocemos, no tuvieron más remedio que dejar España para refugiarse en otros países, de entre los que cabe destacar muy especialmente la República Argentina, en donde fueron recibidos con tanta solidaridad y cariño. (…) " (1).
Entrevistado por Marina Aizen, dijo Julio Iglesias, madrileño hijo de un orensano: "Argentina es un país que no puedo entender. ¿Cómo un país hecho por inmigrantes se convierte en un país de emigrantes en el mismo siglo? Un país donde llegaron los bisabuelos con tanta visión, con tanto cariño, tantas fuerzas, se montaban en aquellos barcos, si vieran que después de 80 años esos bisnietos, nietos, tuvieran la necesidad de irse" (2).
Notas
1 S/F: "El Centro Gallego de Azul recibió el agradecimiento del Presidente de España", en El Tiempo, Azul, 27 de febrero de 2005.
2 Aizen Marina (texto), Canero, Jesús (fotos): "Si me dejas no vale", en Clarín, Viva, 8 de abril de 2007.
Antología
Memorias
En Juvenilia, Miguel Cané se refiere a inmigrantes de ese origen:
"Recuerdo una revolución que pretendimos hacer contra don José M. Torres, vicerrector entonces y de quien más adelante hablaré, porque le debo mucho. La encabezábamos un joven Adolfo Calle, de Mendoza, y yo. Al salir de la mesa lanzamos gritos sediciosos contra la mala comida y la tiranía da Torres (!las escapadas habían concluido!) y otros motivos de queja análogos. Torres me hizo ordenar que me le presentara, y como el tribuno francés, a quien plagiaba inconscientemente, contesté que sólo cedería a la fuerza de las bayonetas. Un celador y dos robustos gallegos de la cocina se presentaron a prenderme, pero hubieron de retirarse con pérdida, porque mis compañeros, excitados, me cubrieron con sus cuerpos, haciendo descender sobre aquellos infelices una espesa nube de trompadas. El celador, que, como Jerjes, había presenciado el combate de lo alto de un banco, corrió a comunicar a Torres, plagiando el a su vez a Lafayette en su respuesta al conde de Artois, que aquello no era ni un motín vulgar, ni una sedición, sino pura y simplemente una revolución" (1).
En sus Memorias, Lucio V. Mansilla describe las condiciones en las que los gallegos realizaban el viaje hacia América: "El italiano no había comenzado aún su éxodo de inmigrante. De España, en general del Ferrol, de La Coruña, de Vigo sobre todo, sí llegaban muchos barcos de vela, rebosando de trabajadores, aprensados como sardinas (…) En cierto sentido eran como cargamento de esclavos" (2).
En 1992, el diario Crónica editó la colección Nuestro Siglo – Historia de la Argentina, dirigida por Félix Luna. En uno de esos volúmenes, titulado "El vigor de las colectividades 1914-1930", se incluyen fragmentos del Diario, inédito hasta entonces, de un gallego. El inmigrante escribe:
"De los cinco hermanos yo era el más chico, y allá en aquellas aldeas cuando se tienen tres años y pico ya hay que salir a llevar los chanchos al campo, cuando uno es más grande debe salir con las ovejas, luego sale con las vacas. El monte quedaba bastante retirado del pueblo; me acuerdo que cuando salía con las ovejas o los chanchos volvía a casa cuando ya era de noche. Pasaba todo el día con un pedazo de pan y otro de panceta, cuando llegaba la cosecha de castañas éstas se asaban y se comían con papas y maíz. Era por eso que en las cosechas no se pasaba hambre.
Con los 19 años de edad arribé a la Argentina; a esa edad en que los mozos gallegos se ven obligados a elegir un destino: por un lado la emigración, la gran aventura donde uno juega sus posibilidades y da rienda suelta a sus ansias; por el otro, la entrega de la propia vida a un poder central servil y omnipotente, como auténticos desheredados, muchas veces obligados a defender con las armas el bienestar o el acrecentamiento de los bienes materiales de los señoritos. Elegí la aventura, la misma aventura que habíamos sido obligados a acometer tantos paisanos y mis propios hermanos mayores. Emigré entonces a la Argentina. Algún tiempo después tambien vino mamá.
El barco que me trajo no era de lujo ni ofrecía mucha seguridad. Finalmente, y luego de un sin fin de peripecias, llegó al lugar de destino que fue la ciudad de Bahia Blanca. Desde esa ciudad al sur de Buenos Aires, y junto con los cinco primos que hicieron el viaje conmigo, viajamos en un tren que nos trajo a Constitución, en la Capital Federal. Llegamos allí sin un centavo, asombrados pero llenos de ilusiones. Era el dia 3 de junio del año 1911, a las diez de la mañana exactamente .
Si bien en esa época el trabajo no sobraba, no faltaba tampoco para un gallego dispuesto y voluntarioso. Luego de encontrar a los hermanos, volver a ver a los paisanos que habían venido anteriormente y comenzar a relacionarme con tantos otros que se hallaban en Buenos Aires, ciudad a la que Castelar llamó "la quinta provincia gallega", comenzó mi primer tarea. Mi hermano Antonio trabajaba con don Marcelino Gayol vaciando pozos negros con baldes y a esa tarea me agregué yo. Tenían un carro con tanque.
En el año 1914 fui a hacer una temporada en la cosecha, trasladándome con otros amigos y mi primo Pedro al pueblo de Baradero en la provincia de Buenos Aires. Ese era un trabajo que se realizaba por contrato y por temporada en el interior del pais, y una actividad que desarrollaban muchos paisanos aun no independizados económicamente.
En el año 1920 trabajé en el frigorífico La Negra, pero yo andaba en los movimientos de reivindicaciones obreras y quedé afuera tras la primera huelga, que por aquellos tiempos eran muy violentas e intervenia un organismo policíaco de represión, especializado y de a caballo, al que Ilamaban "Ios cosacos" que más que vigilantes nuestros eran como la guardia civil española.
Prácticamente había completado la formación que me acompañaría toda la vida. Agradecí siempre mucho a los hombres que fueron solidarios conmigo en aquella época y que tanto influyeron en mi vida, como don Benigno Vilanova, la primera mano tibia que encontré en eI pais, eI citado Rouco (dirigente socialista), que ennobleció mi vida, y don Gabriel López, tan generoso que, si algo de estudio tengo, confieso que se lo debo a él" (3).
Luis Varela, octavo de catorce hijos, recuerda en De Galicia a Buenos Aires: "En aquella época las familias gallegas eran casi todas así de numerosas, y como nuestros padres sólo nos enseñaban a labrar las tierras y luego, de mayores, no alcanzaban las tierras para todos, era habitual mandar a algunos para el convento, otros para curas, uno se quedaba en la casa con los padres y los demás veníamos para América. Muchas veces yo le reproché a mi padre por tener tantos hijos, porque habiendo nacido en la casa de un gran labrador, nos dejó a todos en la ruina. Y él me contestaba que si tuviera tres o cuatro, yo no hubiera nacido y la mejor riqueza sería no tener que luchar con un truhán como yo".
"A la Argentina –señala en otro pasaje- no se podía emigrar sin un contrato de trabajo, pero se hacía responsable de nosotros mi tío José, hermano de mi madre, que nos estaba esperando en el puerto, acompañado de la hija, mi prima Norma, que lucía un gorrito de punto muy blanco, y con una sonrisa y un beso nos levantó un poco el ánimo, sintiéndonos ya amparados en casa de nuestra familia americana, mis tíos habían emigrado hacía ya 30 años y, por supuesto, los hijos eran criollos. (…) La habitación también estaba lista para los dos huéspedes. Dos camitas plegables entre la pila de cajones de cerveza en la cocina del bar, que era además depósito de mercadería. Desfilaban las cucarachas de 5 ó 6 en fondo, pero yo ya desfilare varias veces con otros bichos, y si bien estaba familiarizado con las pulgas, había que acostumbrarse a convivir con todo bicho viviente" (4).
Gladys Onega escribió Cuando el tiempo era otro. Una historia de infancia en la pampa gringa (5), convencida de que "todos tenemos derecho a escribir nuestra historia" (6).
Su historia se inicia en Acebal, provincia de Santa Fe, donde nace en 1930, y continúa en Rosario, ciudad a la que se mudan en 1939. Sus primeros años transcurren en el seno de una familia integrada por un gallego tan esforzado y ahorrativo como autoritario; una criolla apasionada por la hija mayor, la lectura y la costura; y dos hermanos, que acaparan la atención que la pequeña reclamará para sí. Junto a ellos encontramos la familia de la casa da pena –los gallegos que quedaron en su tierra-, los parientes gallegos que emigraron y los parientes criollos de la madre, y los inmigrantes –en su mayoría italianos- que viven en el pueblo.
"Todo parte de un hecho real –dijo en un reportaje-, pero hay ficción en cuanto hay una creación lingüística muy grande. Nunca junté papeles ni documentos, pero en mi casa todo el tiempo se estaban contando cosas. No había otra manera de conectarse con la gente de España; no los conocíamos. Sì hablè mucho con mi hermana y con mis primas, quienes me ayudaron a reconstruir todo. Todas estas cosas, igualmente, siempre estuvieron presentes en mì. Incluso digo, con muy poca caridad, que en la familia de mi madre eran "faltos", porque no era que repetìan historias interesantes, sino que repetìan siempre las mismas. Y èstas, de cualquier modo, aunque no eran interesantes, se fueron fijando. Y del lado de los gallegos siempre contaban historias diferentes y muy amenas, y completamente extrañas sobre el viento, el frío, la nieve, y las contaban en todo el pueblo".
El padre de Gladys Onega "Llegó solito, y cuando fue a la casa de su tío Agapito Vega, hermano menor de mi terrible abuela Carmen, esa noche lo pusieron a dormir en la cochera y no en la cama más blanda, como aquella que le reservaban siempre al tío Agapito en la casa da pena de Galicia". La escritora se pregunta: "¿El tío que lo encandiló en Galicia con la ilusión de América fue el primero que empezó la destrucción de la ilusión?".
Acerca de la abuela gallega de Gladys Onega, "contaban que cuando servía el caldo, los cachelos y las coles, al levantar el brazo en ademán inminente de servir la segunda vuelta, las más de las veces se detenía arrepentida y devolvía ese segundo cucharón intacto al pote; ella sabía que cada bocado de más que hartaba a su prole era un día que restaba para comprar o muiño velho e o prado d"arriba y escriturar la tierra que faltaba para unir los pequeños retazos del minifundio en una propiedad mayor".
El inmigrante echaba de menos a su familia: "Ignoraba y lo ignoré por mucho tiempo cuánto había llorado desde aquel día en que se fue de junto al señor Manuel y la señora Carmen, sus padres, mis abuelos. (…) mi padre choraba por él y por sus padres que sí eran de Galicia, se habían quedado allí sin moverse, clavados en un cruceiro, secándose las lágrimas con un desmesurado pañuelo a cuadros orlado de negro quién sabe por qué luto de una muerte ya ocurrida o por el duelo de ellos mismos que morían viendo la partenza de sus hijos, debajo de un enorme paraguas también negro que los protegía de la chuvia que nunca había escampado desde el día en que mi padre dejó de ser de allá y se convirtió en extranjero aquí, en un mundo que no había visto".
Una promesa hace viajar a su aldea al gallego Onega. Cuenta Gladys, su hija: "Cuando mi hermana tenía dos años mi padre decidió ir a Galicia en un viaje que él había prometido a sus padres en aquel día de la partenza y que ahora cumplía, para mostrarles que había hecho la América, en la medida en que América se lo había permitido y él la había podido. Mi madre no lo acompañó porque tenía miedo de enterrarse en una aldea que para ella estaba tan llena de peligros y de misterios como para mis abuelos aldeanos el lugar remoto donde ella había nacido y adonde había ido a parar su hijo. Y más miedo le daba vivir en la casa de su suegra, mi terrible abuela Carmen. Ya conocía historias de la señora da pena que, con justicia, no la alentaban a emprender ese viaje. Allá se fue papá a hacer las mejoras en su casa natal y allá se quedó dos años que mi madre aprovechó para pasar a su hija de la cuna a la cama matrimonial. Cuando volvió, José era un desconocido que sacó a la hijita de cuatro años de esa cama para acostarse él y para engendrar otra hija. A los nueve meses nací yo".
Ya adulta, la escritora viaja a la tierra de sus mayores, y advierte que la Galicia de la añoranza de su padre era muy distinta de la real: "Cuando finalmente llegué a Galicia –escribe Gladys Onega- sólo reconocí y sólo recuerdo el olor ácido a estiércol y la moscas ennegreciendo los cuencos, de lo que nunca me había hablado. Los trabajos eran más aliviados, las penurias menos pesadas, y las nieblas tan vagorosas y pobladas de brujas temibles como las inventadas por los hermanos Grimm, que allí se llamaban as meigas".
Los días de la infancia son descriptos con nostalgia y visión crítica. Las peleas entre los padres, los accesos de tos convulsa, las comidas inmigrantes y nativas, el aprendizaje de las primeras letras, los internados católicos para varones y mujeres, la tolerancia ante la conducta infantil y los castigos que imponía cada uno de los progenitores, son recordados por esta hija dècadas despuès.
Haberse casado con alguien con una historia distinta, puede volver difícil la convivencia: "otro dolor eran las peleas entre mis padres, y que además los chicos magnificábamos. Estaba el choque de culturas entre un gallego y una criolla que nunca pudo entender la cultura gallega". No entendìa la cultura, pero la obligaron a cocinar comidas tìpicas: "Mi madre no sabía nada de la cocina gallega pero, ante nuestra insistencia, había aprendido a hacer fillohas, delgadísimos discos de harina y huevo cocinados en la sartén con una cucharadita de manteca, que comíamos espolvoreados con azúcar".
Muchos inmigrantes no sabìan castellano, o querìan perfeccionarlo. Casi todos aprendían el idioma por las suyas, ayudándose algunos con el diccionario.
De uno de sus tíos dice Gladys Onega: "Claro es que Eliseo poca escuela tenía, era un autodidacta de aldea y de pueblo como todos los gallegos de mi familia, siempre tratando de pulirse con la lectura del diccionario y de los buenos diarios que a sus manos llegaban, sin desdeñar los más sensacionalistas, por eso de su afición a la grandilocuencia. (…) El Quijote y el diccionario educaron a ese autodidacta, quien los citaba con exactitud pero con exceso pues no había adquirido los moldes que impone la educación formal, por eso no calibraba el uso y abuso de los epítetos ni percibía la risa que provocaban en oyentes que no los habían leído o que ni siquiera tenían referencia de su existencia".
Los avatares de la vida en la Argentina son el marco de la evocaciòn de esta familia integrante de la comunidad acebalense. El fraude político en Santa Fe es un episodio evocado con detenimiento, asì como la reacciòn de los inmigrantes italianos ante el fascismo, y la poca fortuna de quienes no habìan cumplido su sueño de "hacer la Amèrica".
La finalización de los contratos ocasionaba que familias enteras se trasladaran en busca de otro campo para trabajar. En un viaje por Santa Fe, Gladys Onega y su padre ven a "los expulsados de la tierra": "vimos un carrito del que tiraban una mujer y un hombre, cada uno de su vara; en ese carrito pequeño y angosto llevaban su casa. Allí habían cargado los muebles, los hierros de labranza, un baúl, atados de ropa y todavía cabía una cama donde unos chicos y la nona se amontonaban y se tapaban del sol con la colcha blanca de algodón ahora ennegrecido, que había formado parte del ajuar europeo y que tantas veces había visto en las casa de chacareros, atada por sus cuatro puntas al respaldo y a la piesera de hierro de la cama. Debajo de ese toldo trataban de salvarse del terrible castigo del sol y del bochorno de la tarde con el aire que debía soplar por los costados libres. Detrás del carrito venían unos muchachos que empujaban aliviando el esfuerzo de sus padres".
Un conflicto bèlico es recordado en estas pàginas, relacionado con la vida cotidiana de los inmigrantes y sus hijos: "nunca he dudado de que la Guerra Civil también se libró en mi casa. El día del cumpleaños de mi hermana Chichita, el 17 de julio de 1936, Franco declaró el estado de guerra en las Canarias y ésa fue la señal para que el 18 se extendiera a toda España. El 1° de abril de 1939, a los veinte días de mudarnos a Rosario, terminó. En esos tres años, mientras yo estaba viva en Acebal, la mitad de España moría, muerta por la otra mitad. No sabíamos que había comenzado la matanza y ese día, como siempre, mis hermanos, mis primos y los chicos tomamos chocolate. Cuando hubo pasado tres años, Bebo, Chichita y yo supimos el día final porque entró Justo Vega y llorando lo dijo, ya no en mi casa natal sino en el departamento alquilado de Rosario donde vivíamos y yo, la niña que era entonces y hoy evoco, sé que sentí dolor por las lágrimas de Justo, por el silencio de mi padre y porque no pude aliviarlo con juegos en las calles del pueblo, que ya no estaban, y todavía yo no tenía con quién jugar".
Desde la Argentina, durante la Guerra Civil, se enviaban encomiendas. Los Onega, como tantos otros inmigrantes "respondían con la acción: armaban, envolvían en lienzo, rotulaban con grueso tinta espesa, ataban con cuerdas, lacraban con sellos y aseguraban con sunchos los paquetes de ropas de abrigo y de alimentos que cruzaban el mar y quién sabe cuándo llegarían y si llegarían hasta a pena. La familia esperaba, y para protegerla acudían a Dios y al diablo". Los niños participaban en los envíos: "Los chicos también éramos leales y creíamos que ayudábamos juntando papel plateado de cigarrillos, chocolate y chocolatines, que despegábamos del papel blanco que lleva adherido y con el que íbamos haciendo bolas de papel de plomo que mandábamos a Negrín para que hiciera las balas para la República".
Hasta en los hechos mìnimos estaba presente el sufrimiento de los españoles en su tierra: "Después de haberme ofrecido el néctar, la leche y la miel, mi padre me alzaba y tomaba la posta en la continuación del rito nutricio; con él las acciones eran lentas y alentadoras, él no estaba agotado de cocinas y de chicos, venía de estar horas con hombres resolviendo problemas de hombres y con su hija menor le cundía la paciencia, que con el correr de las horas a mi madre se le había ido al diablo. Inflexible era sin embargo en darme de comer una cucharadita de sopa por los abuelos de España, otra por los abuelos de Melincué, otra por los huérfanos de la Guerra Civil, otra por el ángel de la guarda dulce compañía y por todos los personajes queridos y sagrados que se le ocurrían".
"Los hermanos Longueira, emigrados a Buenos Aires en la década de los cuarenta del siglo XX, serán los primeros hijos predilectos de la historia de Abegondo. Lo aseguró esta semana el propio alcalde de la localidad, José Antonio Santiso Miramontes, quien precisamente acaba de regresar de un viaje institucional al país austral. (…) Genaro Longueira fue condecorado con la Cruz de Caballero de la Orden del Mérito Civil, concedida por el rey Juan Carlos I. Recientemente fue distinguido con la medalla de la Hispanidad 2009.
(…) Genaro Longueira, autor del los libros de corte autobiográfico Testemuños dun neno y Testemuños dun home. A diferencia de su hermano, Genaro visita España casi con una periodicidad anual. «La visita del alcalde para nosotros es una sorpresa muy grande», explica Pedro, quien recuerda con nostalgia las fiestas de San Marcos, que este domingo volverá a celebrarse con la presencia de más de mil vecinos de Abegondo" (7).
En "Mínima autobiografía de la exiliada hija", María Rosa Lojo se refiere a su vida como hija de un gallego y una madrileña exiliados en la Argentina. Sobre su padre, exiliado gallego, escribe: "El auto exiliado abandona un mundo donde cree que ya no podrà crecer humanamente, donde la violencia ha cambiado todas las reglas del juego para instalar un nuevo orden al que se siente ajeno. No lo sabe aùn, pero de todas formas quedarà cautivo de la tierra que deja. Antonio Lojo Ventoso, mi padre, era uno de esos exiliados. Para èl ya habìa pasado lo peor: el riesgo de fusilamiento, la càrcel, la "redenciòn de penas por el trabajo". Sin embargo, se despidiò de los castañares centenarios y los caminos de piedra. Cediò a un hermano sus derechos sobre las fincas que le tocaban –magras por cierto, como miembro de una familia numerosa-, hizo las valijas y cruzò el ocèano. Dejaba negocios equivocados y proyectos irrealizables. Dejaba también (aunque de eso me enteré después de su muerte: era un hombre pudoroso) una cierta reputación juvenil de "mala cabeza", y de playboy coruñés, que fascinaba a las muchachitas y escandalizaba a sus madres. Dejaba una España que para sus ojos había retrocedido siglos en el tiempo, donde no cabía la dimensión de su deseo. El futuro estaba afuera. Había resuelto que en las nuevas tierras haría otra cosa, y sería, casi, otra persona" (10).
Desde su madurez, y desde Israel, Mito Sela evoca en Babilonia Chica un tiempo entrañable en San Martín, Provincia de Buenos Aires. Los padres, la hermana, las tías, los compañeros y maestros de escuela pública y de escuela judía, los vecinos, son los personajes de estas memorias que tienen por objeto rescatar hechos y situaciones: "Las imágenes surgen ocasionalmente cuando los recuerdos se agudizan y se detienen en alguien o en algo que, supongo ahora, tuvieron influencia en ese período de mi vida y, a pesar del tiempo, como si lo hiciera con un simple soplido, disperso el polvo que cubre esos recuerdos que, como si fuese hoy, continúan intactos. Por eso me apresuro a escribirlos, antes que la memoria me traicione".
Aunque vive en Israel desde hace décadas, su libro está escrito en castellano: "Me preguntan hijos y nietos, me pregunto yo: ¿por qué en castellano? No lo puedo explicar. Es posible un argumento del subconsciente: recuerdos de la niñez se puedan relatar en el idioma materno. Además, en estos últimos años el castellano me tiene atrapado. Y me resulta más cómodo dejarme atrapar".
Rinde homenaje a una época: "No me autoengaño idealizando el pasado. Pero quiero ser sincero: lo extraño. Extraño la risa de los niños de entonces. Los de hoy son excitados, irritables y pálidos. Antes se estimulaba leer la enciclopedia. Hoy se vanaglorian los conocimientos de la cibernética". El pasado es visto con sus luces y sus sombras por este escritor que no deja de destacar, en todo momento, el cariño y la contención que le brindaba su familia, inserta en el marco de la inmigración que llegó a la Argentina huyendo de guerras y hambre, y se afincó, entre otras muchas localidades, en el barrio en el que vivió Sela, en el que día y noche se escuchaban los telares.
Mito Sela evoca, en Babilonia chica, a un inmigrante pintoresco: "Creo que su nombre era Fermín o Félix o Fernández. O algo parecido. No queda ya nadie que pueda proporcionarme la información. Era gallego, viudo, con una hija fea y petisa como el padre, cuya función principal era servirle mate mientras él cortaba el pelo a un cliente. Recuerdo al peluquero no sólo porque era muy feo y su cara arrugada que daba miedo, sino por el hedor del cigarro que siempre, siempre estaba en su boca y las bocanadas de humo que despedía y yo recibía en plena cara. Mis recuerdos, la verdad sea dicha, se basan más en el olfato que en la persona" (11).
Acerca de De ayer a hoy: La actuación profesional de un dirigente de empresa con principios (12), por Manuel Cao Corral, afirma Alicia Regoli de Mullen: "Este ser extraordinario relata, con una extraña mezcla de objetividad y sentimiento, las múltiples vicisitudes y las regocijantes experiencias que le fue dado vivir a lo largo de varias décadas de labor incesante. (…) Una fuerza ancestral que Manuel Cao Corral con gran afecto pretende deberle a sus antepasados gallegos, lo ha llevado al éxito en empresas que parecían un sueño imposible. Estas páginas se recorren siempre con admiración, y en ocasiones con una sonrisa de complicidad" (13).
Aunque el título sugiera lo contrario, el autor no se propone escribir su autobiografía, sino la historia de la ortopedia en la Argentina. Así la pensó, y luego las circunstancias hicieron que se refiriera a otros aspectos de su vida no menos importantes que su destacada trayectoria en la especialidad. El manifiesta: "La intención original de este libro, que había sido el rastreo de las ortopedias argentinas, fue ampliándose sin que yo me lo propusiera, hasta encerrar entre sus páginas una vida y una actuación de casi cuarenta años, repartidas en innumerables y disímiles actividades. Sin embargo, de ningún modo puede considerárselo como una autobiografía o unas memorias. No lo es, por cuanto siempre he considerado que no es bueno ni conveniente fomentar los personalismos. Ha sido ésta una norma permanente, de manera que mal obraría si hiciera ahora lo contrario".
La Primera Parte, publicada en 1992, se inicia con la inmigración de sus padres. El autor nace en 1924, el mismo año en el que el Dr. Valls viaja para especializarse. A la ilustre personalidad del médico estará unido el destino del hijo de inmigrantes, ya que el gallego Cao Turnes, figura señera de la colectividad de nuestro país, trabaja en la clínica que el galeno dirige en la ciudad de Buenos Aires. Fallece la madre y el padre enferma. Para ese entonces, Cao Corral había comenzado a trabajar en el depósito, donde organizó el material a su cargo, aplicando con creatividad un criterio que facilitaba la labor del encargado. Poco después, y como su padre no mejora, se le ofrece pasar a ser secretario. Deja sus estudios de Medicina para emprender una carrera exitosa en la Administración.
Años más tarde lo encontramos dirigiendo IOA, una empresa que no se limitó a varias ramas de la ortopedia, sino que creó asimismo varias empresas –imprenta, publicidad, transporte, etc- que la abastecían. Cuando evoca esas epócas, la mirada de Cao es abarcadora, ya que menciona a quienes tuvieron que ver con la firma, desde el más importante traumatólogo hasta el personal de maestranza; nativos, inmigrantes y visitas ilustres desfilan por estas páginas, en las que se ha incluido numerosas fotografías. Para todos ellos tiene una palabra de agradecimiento. Recuerda la capacitación constante, la exigencia en materiales y procedimientos, las muestras de arte, las fiestas de fin de año, los desfiles de moda, los premios que se le daba al personal, todo lo que hizo de IOA una firma que marcó un camino. Y a medida que va recordando, da su opinión acerca de las obras sociales y la actitud del gobierno frente a la cuestión; una opinión con la que se podrá o no coincidir, pero que hay que conocer.
En la Segunda Parte, agregada en 2007, Cao Corral se ocupa de su relación con la educación -tan importante para las familias inmigrantes-, evidenciada en el tomo anterior cuando se refiere a sus maestras de la primaria y al Colegio Santa Rosa, al que asistieron sus hijas. El escribe: "esta reedición conlleva mi posterior actuación en dos importantes entidades educativas. En efecto, al salir el libro comenzaba mi actuación en la Asociación Dirigentes de Ventas (ADE), (…) Posteriormente, al ingresar como presidente en la ADE, el Dr. Horacio O'Donnell, impulsa la creación de una universidad que, finalmente se concreta con la aprobación por parte del Ministerio de Educación que encabezaba, en aquel entonces, el Dr. Antonio Salonia". Cao Corral fundó la Cátedra España. Pensada como "Cátedra Galicia", en honor a sus mayores, abarcó finalmente la cultura de toda la península: "Hace once años propuse al Rector Dr. Horacio O'Donnell la creación de una cátedra España -la cual dirijo- como intercambio cultural entre España y la Argentina, que lleva adelante una importante actividad con ciclos de conferencias de interés general. La asistencia es amplia y en ciertas ocasiones debe utilizarse auditorios con capacidad para 150 personas. Me acompaña Jorge Alonso, como Co-Director y contamos con el asesoramiento cultural de María del Pilar Berzosa, la Prof. Emilia Puceiro de Zuleta y el Dr. Víctor Massuh". La UCES cuenta también con la Cátedra Asia Pacífico, la Cátedra Italia y la Cátedra Nórdica.
Aunque el tema tratado en este libro podría ser interesante sólo para cierto público, Cao lo vuelve de interés general, ya que, con estilo llano y comprensible, describe técnicas, enumera logros, relata anécdotas (algunas de ellas, divertidas). Quien conozca a Don Manuel, sentirá que lo escucha hablar. Su inteligencia y elegancia en el trato aparecen en estas páginas.
Prologó el Dr. Salomón Schächter. Alicia Regoli de Mullen y Patricia Mullen de Vigliano tuvieron a su cargo la corrección de las primeras dos partes del libro. La primera es autora del texto publicado debajo de la foto de Cao Corral.
Correrías en Celeiros (15), de José María Pérez Feijóo, fue prologado por Cristina Pizarro. En esa página, titulada "La búsqueda del Paraíso Perdido", ella afirma:
"Novela autobiográfica, libro de memorias de una infancia transcurrida en el terruño gallego de Celeiros, que constituye el universo total en donde un niño atento, curioso y observador irá demostrando su capacidad intelectual, frente a las adversidades de la vida pueblerina.
La narración realista se despliega en interesantes cuadros de costumbres que describen el humilde lar, donde bulle la vida.
Un centenar de personajes atraviesan este periplo iniciático del niño amedrentado por la ausencia de su padre, que habiendo sobrellevado los avatares de la guerra civil española, se fue a Cuba sin despedirse de su mujer y de sus hijos.
La interacción con su familia, integrada por la madre, la hermana, abuelos, tíos y vecinos, le permite al protagonista ir explorando, descubriendo y conquistando su identidad en el plano de lo afectivo.
Podemos observar escenas sumamente pintorescas descriptas con precisión, utilizando una prosa ágil, con tintes de humor, así como también, con un tono de melancolía.
En 1963, un niño de trece años, etapa en que se va anunciando la pubertad, llega a bordo del Laennec. Cada espacio recorrido es un despliegue de sensaciones y sentimientos. El fuego de la "lareira" simboliza el abrigo y la iluminación de la esperanza. Aún en la precariedad de la subsistencia, el afán por vencer el frío, en los crudos inviernos de la región, el amor y la solidaridad se erigieron en los ejes vertebrales que favorecieron el crecimiento de este niño obediente y a veces, taciturno, que sentía enorme placer estando en contacto con la naturaleza impregnada de aromas inolvidables. El paisaje del campo y del bosque aparece como cuna y sostén en donde se entretejerán travesuras con otros niños.Las costumbres domésticas en la limpieza de la casa, el cuidado de los animales, la preparación de los alimentos se comparten en una aldea del monte gallego.
En los diálogos se incluye la lengua coloquial gallega que pone de relieve su musicalidad y dulzura, para exaltar los aspectos de rica sensorialidad que se plasman a los largo de todo el libro.
La experiencia de la guerra, contada por su padre, los primeros duelos, el despertar de la sexualidad se amalgama al tesón y perseverancia por la afición al estudio. Las enseñanzas del maestro son dignas de figurar como modelos pedagógicos,en estos tiempos de la Postmodernidad, ya que los v alores y principios ocupan un primerísimo plano.
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