Me parece maravillosa la sensibilidad con que María González Rouco ha evocado la trayectoria de sus abuelos, forjando los relatos como realistas y fantásticos a un tiempo. Con prosa ágil, con versos claros, ilumina los miedos, carencias, ilusiones, certezas y decepciones que dan a la vida del emigrante una dimensión de epopeya porque ha intentado construír un mundo mejor para sí y los que ama. Con valentía, con victorias y derrotas pero sobre todo, con dignidad. La nieta ha recogido esa siembra. ¡Enhorabuena!
MARIA ROSA IGLESIAS
Yendo más allá de la frialdad de las cifras o de los indicadores de su integración, el mérito del libro es el de, a través de sus cuentos y poemas, recuperar la experiencia -a la vez individual y general- de algunas de las personas que protagonizaron ese doble fenómeno. En lo personal, algunas de sus historias, párrafos o frases (expresiones de las esperanzas, temores o desilusiones que encarnan los personajes de María), se conectaron, espontánea y naturalmente, con las cavilaciones que formaron y continúan formando parte de las vidas y azares de mi propia familia inmigrante.
RUY FARIAS
Prólogo
Manos sensibles tocan la tierra. Es un campesino, un hombre que habla del nacimiento, del misterio del mar, de los mitos. El árbol, el pájaro, la humedad de la tierra son los verdaderos dioses lares que enseñaron y guiaron los pasos en la sabiduría natural, en la realeza del espíritu. Su mundo nutre el sentir, el pensar. Hesíodo sabía el nombre y las cualidades de los frutos, el color del bosque, su relación con los astros, el itinerario de las voces peregrinas.
Descubrimos en la introducción -donde la autora recuerda nombres y lugares, el exilio y el destierro- zonas interiores de seres que viajaron o se quedaron en Galicia. Ellos desplegaron su magia ante nuestros ojos. La infancia, la evocación de la infancia, la esperanza, la ilusión, la falsa justicia, la fantasía. Con estos símbolos llegaron a nosotros esos seres, enriqueciendo y aportando nuevos valores. Introducción breve que nos presenta el contexto de historias intimas.
Luego los cuentos. Islas cordiales de galleguidad, puertos serenos, climas y categorías de la emoción. La palabra es fundamento de la condición del ser humano, desde ella elevamos el sueño y el recuerdo, aquello que fuimos o quisimos ser, una parte del otro, las raíces que suelen llamarnos en la soledad. Sus cuentos tienen nostalgia, ternura, honestidad. Nos hablan desde nuestro interior, desde la voz ancestral que los protege. María González Rouco protege a sus personajes con sencillez, los cobija.
Hay en sus cuentos y en sus poesías recatada ternura. " La Poesía aspira a expresar lo universal; la Historia lo particular", escribió Aristóteles. En su prosa, impregnada de lirismo, vemos la simbiosis perfecta entre una aldea de Galicia y Buenos Aires. Interioridad que se vuelve emblema del mundo; un mundo con injusticias sociales que dejan ver solidaridad, amor, esperanza. Nos descubre universos ricos en matices, levedad, contradicción. Aquí las pequeñas epopeyas cotidianas, la fuerza moral que nos obliga a sobrellevar la injusticia y la miseria. Un homenaje a los gallegos que tuvieron que abandonar su tierra y llegaron a estas costas para generar sueños, mitos; otro tiempo sensible a la mirada, a las fotografías, a las correspondencias. Necesario testimonio de vida desde la narración clara y precisa de González Rouco.
Carlos Penelas / Buenos Aires, mayo de 2009
Introducción
Alberto Sarramone, quien ha escrito varios libros sobre la historia de la inmigración en nuestro país, afirma que "La noción exacta y actual de emigración, en general, tiene dos referentes direccionales: emigración en un sentido estricto, cuando se busca significar la salida de personas o grupos de un país o región. Inmigración, noción relacionada con la recepción de población externa en un país o región determinado", y señala que "ambas tienen su origen en el régimen de libertad instaurado a partir de la revolución francesa, con el reconocimiento de los derechos del hombre y del ciudadano y entre ellos el de emigrar, consagrados en la constitución del 31 de octubre de 1791. Con anterioridad, no se podía hablar de las formas modernas de emigración, que requieren como notas definitorias para la existencia plena del fenómeno, estar en un marco aunque sea imperfecto de libertad" (1).
Marcelo Bazán Lascano señala que la Ley Avellaneda, de 1876, proporciona la definición de inmigrante. Distingue "entre los inmigrantes "sensu stricto", o sea los que venían con pasaje de segunda o tercera clase por cuenta del gobierno u otras entidades, y los que entre el 25 de Mayo de 1810 y el presente han arribado a nuestro territorio a su costa, como polizones o en cualquier otra forma clandestina o ilegal. Podría sostenerse, pues, que los segundos son, prima facie, definibles como inmigrantes "lato sensu", aunque hubieran venido en primera clase y aunque lo hubiesen hecho con bienes de fortuna y hasta con títulos nobiliarios" (2).
"Desde la época de Rosas se anota una constante pero limitada inmigración española, procedente del País Vasco, Galicia y las Islas Canarias –afirman Marcelo Álvarez y Luisa Pinotti. Recién la última década del siglo será testigo de un desembarco masivo, especialmente de gallegos, vascos, asturianos y catalanes"(3). Diversas causas contribuyeron al aumento de la emigración. Andrés Solla las enumera: la introducción de la navegación a vapor, las políticas de las repúblicas americanas que favorecen la entrada de emigrantes, la irrupción de fuertes compañías navieras inglesas, francesas y alemanas en el negocio, y la comunicación epistolar con los que ya emigraron (4).
"A lo largo de la historia de la humanidad –escribe Solla– hubo múltiples causas "próximas" (guerras, persecuciones religiosas o políticas, huidas de los reclutamientos militares, pestes, etc.) que dieron lugar a las migraciones humanas, pero detrás de todas ellas subyace siempre el factor económico. (…) los gallegos emigraron forzados por la situación económica y porque no se conformaban con seguir siempre lo mismo; querían mejorar y les sobraba voluntad para hacerlo" (5).
Gran parte de los gallegos establecidos en nuestro país, sólo pensó en hacerlo por un tiempo. "Galicia es casi sinónimo de inmigración —agrega Solla—, porque de Galicia, por emigrar, emigraron: trabajadores, intelectuales, energía eléctrica y capitales. El gallego emigraba bajo dos signos: uno, que lo empujaba fuera de su tierra en procura de una mejor situación económica y otro que lo hacía volver. Así tenemos que, siendo el país que da mayor porcentaje de emigración, también somos, curiosamente, el que mayor índice de retornados tiene por número de emigrantes. En el fenómeno migratorio puede establecerse una correlación: padres y mujer quedaban en Galicia, hijos y marido en la emigración. Esta constante quizás sea el factor más importante que favoreció tan elevado número de retornados, además del apego que los gallegos tenemos a nuestra tierra" (6).
Otros jamás podrán regresar, y morirán añorando el retorno.
Aurora Alonso de Rocha destaca que "La voz del pueblo —voz del cielo— llamó gallegos a todos los españoles inmigrantes y gringos a los otros extranjeros. De ese modo dejaba dos mensajes para el futuro: primero, que los españoles no eran extranjeros comunes; eran, sí, los "otros", pero los otros del idioma común y la tradición que ya formaba parte y sustento de lo criollo, y segundo, que los gallegos habían sido, entre los españoles, los más en número y los más conspicuos. ¿Qué nos mueve a hacer el esfuerzo de reconstruir pueblo por pueblo, grupo por grupo, el fenómeno inmigratorio? Porque fue el más significativo del siglo pasado y determinante del presente siglo, porque vivimos en comunidades migratorias, porque nos reconocemos en nuestras singularidades nacionales y en la amalgama irrepetible que somos los argentinos. También porque buscamos, racionalmente, las raíces que sentimos en el corazón" (7).
Notas
- 1 Sarramone, Alberto: Los abuelos inmigrantes. Historia y sociología de la inmigración. Azul, Biblos Azul, 1999. Mención en el concurso de la Fundación El Libro, de la Feria Internacional de Buenos Aires.
- 2 Bazán Lazcano, Marcelo: "Carta de Lectores", en La Nación, Buenos Aires, 19 de diciembre de 1999.
- 3 Alvarez, Marcelo y Pinotti, Luisa: A la mesa. Ritos y retos de la alimentación argentina. Buenos Aires, Grijalbo, 2000.
- 4 Solla, Andrés: "A emigración galega a América", en http://www.arcanaverba.org/cedofeita/emigraga.htm. Trad. de MGR.
- 5 ibídem
- 6 ibídem
- 7 Alonso de Rocha, Aurora: "Los gallegos en Olavarría", en El Tiempo, Azul, 30 de octubre de 1994.
Testimonios
Inmigrantes y exiliados
A Entre Ríos se traslada el gallego Francisco Izquierdo, quien escribe en 1882: "Los primeros días que pisamos la playa de Colón formado en ese entonces por un verdadero bosque salvaje, sin más habitantes que los nativos de semejantes sitios, sin entrar en los detalles de las especies porque creemos que el lector se dará cuenta de la clase de habitantes, y puede imaginarse cuál sería la primera impresión después de un viaje terrible en el mar, y los trasbordos cuando se navegaba puramente en buques de vela, teniendo para calmar nuestra primera mala impresión que recurrir al librito o contrato lleno de ofertas por el General Urquiza, en vista de los cuales nos resignábamos en parte pues el tiempo pasaba y nos encontrábamos como tribus salvajes, apiñados bajo los árboles, con nuestros hijos, sin más techo que el de la naturaleza, y ni una visión de simples ranchos en una estancia de algunas leguas a nuestro alrededor, teniendo de voz solo cuando la visita de uno que otro poblador de los alejados contornos" (1).
Arturo Cuadrado Moure evoca su exilio: "En el año 1936 sube Franco, aquella tremenda traición en donde los hombres tuvieron que matar a los hombres. Surge la famosa guerra civil que duró tres años y donde han muerto casi dos millones de españoles. Nosotros, el ejército republicano, que dominábamos Madrid, Valencia y Barcelona, no teníamos fuerzas, teníamos la canción y teníamos a América. Era nuestro guía espiritual, nuestro árbol intocable, profundo y alto, don Antonio Machado. (…) desde México a Buenos Aires realizamos todos nuestros sueños, todas nuestras esperanzas, todas nuestras ilusiones, con el convencimiento de que habíamos triunfado… Ortega y Gasset nos había enseñado el camino de amar más que luchar" (2).
Daniel Artola entrevista a Salvador de la Calle, periodista del diario Crítica: "Es diciembre de 1923. Estefanía es una pasajera más del vapor Alba que viene de Vigo, España, rumbo a la Argentina. El barco está cargado de inmigrantes con sus esperanzas a cuestas. Ella sabe que el destino está cerca y le habla a su bebé, Salvador, que extiende las manos debajo de la manta que lo cubre. Tiene la convicción de que ésta será una gran tierra, donde el trabajo y la felicidad no serán una utopía. A su esposo Rafael lo espera el campo. Después de unos días en el Hotel de Inmigrantes marchan a El Socorro, un lugar intermedio entre San Nicolás y Pergamino. Allí necesitan brazos fuertes para sembrar la tierra: el futuro para ellos se cosechará recogiendo bolsas de maíz. (…) Salvador se ha dado el gusto de volver a la tierra que lo vio nacer. En 1989 visitó a una tía en su pueblo natal: "Estaba en la campña y me la pasaba comiendo sardina, quesos de cabra y trozos de jamón crudo, porque allí no lo cortan en fetas como acá" " (3).
Darío Lamazares, representante legal del Instituto Santiago Apóstol, llegó a la Argentina a los catorce años: "Fui un autodidacta –dijo-, me formé en la calle, y como la mayoría de mis compatriotas sufrí la falta de instrucción. Este país nos dio todo, los mismos derechos que sus hijos, y la escuela es una forma de pagar esa deuda" (4).
Francisco Lores, presidente de la Federación de las Asociaciones Gallegas de la República Argentina, recuerda: "Llegué en 1952 desde O Grove. Trabajé como mecánico, pasé los desarraigos al igual que muchos. Fui mecánico y ahora estoy jubilado, dedicado a esta pasión que es conservar nuestro patrimonio" (5).
Jesús Amorín Varela relata: "Mis padres eran gallegos y fueron a Cuba. Ahí nací yo. A los dos años me llevaron a Galicia y me dejaron al cuidado de mis abuelos maternos. Estuve con ellos hasta los diecisiete y en 1929 me vine para la Argentina" (6).
Francisco Coira nació en 1906 en Catoira. "Me vine en 1925 –cuenta-, como vienen todos los inmigrantes, para buscar algo mejor… y en realidad, escapando del servicio militar, que se hacía en Africa…(…) lo que significaba, con las pestes, la guerra y todo, casi ir a morirse… a gatas tenía el sexto grado, así llegué, y aquí logré todo lo que soy, un trabajo, una familia, una vida" (7).
No puede regresar Fermín Alvarez, mozo de la confitería La Ideal. "Su rancia estirpe gallega se ablanda un poco cuando confiesa que le gustaría volver a España, después de tantos años sin pisar la tierra que lo vio nacer. "Pero no hay plata: acá se gana muy poquito, apenas las propinas. Y la jubilación, para qué hablar", cuenta. Su hija le está gestionando una jubilación en España para que su vida sea menos empinada" (8).
María Mercedes Arias "se recuerda a sí misma como una campesina de Porto, una aldea de la comarca gallega de Valdeorras donde todavía se ve a lo lejos el río Sil y el Castillo del Conde de Rivadavia, construido en el siglo XV. "Araba el campo con mis dos hijos porque mi marido se había ido a la Guerra Civil que estalló en 1936. Llenábamos un carro con las castañas que había en el bosque, las comíamos asadas y con un vaso de leche. Yo tenía 38 años y como la posguerra era muy dura, nos vinimos a la Argentina", cuenta" (9).
Entrevistada por Débora Campos, relata María Rosa Iglesias: "Mi padre nos había prohibido a mi hermano y a mí hablar gallego, actitud que siempre sentí arbitraria y descalificadora. Perder mi idioma fue una mutilación. Cuando más grande quise volver a hablarlo, no me atreví porque me avergonzaba hacerlo mal. (…) Escribo en gallego pero con menor capacidad expresiva que en castellano. La conciencia de estas limitaciones me ha impedido hasta ahora encarar una obra literaria en gallego ya que el lenguaje literario requiere de mayor destreza que el informativo. Tengo la ilusión de poder superar estas trabas en los próximos años. La sordera me dificulta escuchar conversaciones o seguir audiciones de radio donde se hable un lenguaje coloquial o figurado muy propio de la literatura y esto lógicamente, dificulta mi ejercicio del gallego que sólo practico en lecturas. En suma, siento que aún me faltan herramientas para expresar adecuadamente mi pensamiento. Si bien el gallego fue mi primer idioma y conservo sus estructuras básicas, no hay que olvidar de que es un gallego practicado y hablado hasta los 5 años, demasiado elemental como para hacer literatura" (10).
Manuel Corral Vide llamó Morriña a su restorán, nombre que nos habla sin duda del sentimiento que aúna a chef y comensales: "A través de Morriña (palabra entrañable para nosotros) el nombre de Galicia llega a miles de personas que, sin ser gallegas, se interiorizaron de las características de nuestra cocina, lo peculiar de nuestras tradiciones y nuestra milenaria cultura. En cuanto a los paisanos, me consta que se enorgullecen de tanta difusión" (11).
El publica sus recetas en Galicia en el mundo; en una de las entregas de "Cocina gallega", leemos: "En Buenos Aires, siempre que se podía en casa, nos agasajábamos con una buena paella en la que difícilmente faltaba el conejo (mi abuela los criaba en nuestros primeros años en la Argentina" (12).
José Cameán Parcero recuerda: "Yo también fui gallego de m… y también colorado", porque así es mi color de cabello. Y más de una vez tuve que escuchar a mis compañeros decir que me habían cambiado por un cuero. Pero no me molestaba, quizás porque yo al venir a los cuatro años me sentía uno más. No sabía mi conciencia la diferencia de ser gallego o argentino". Cuenta que su padre "como buen gallego, era músico, tocaba la gaita y le enseñó a él a tocar la caja. Como esto resultó ser de su gusto tocó con Los Celtas de Vigo y con Los Chavales de España. En estos conjuntos tocaba la tumbadora. Estos instrumentos todavía los conserva en su taller de autos antiguos" (13).
Un inmigrante tiene un bar en la Isla Maciel: " "Esto era la calle Florida, entre el frigorífico, las areneras, los astilleros –dice el Gallego-. Y ahora… ya ni comidas damos. Es una pocilga. Me dan ganas de largar todo pero no puedo". Su bar quedó varado en algún cierre mpreciso, ese día último en que la heladera despachó la porción final para uno de crudo y queso. Y pensar que el bar del Gallego hasta tenía un reservado, con manteles y todo. Al Gallego le dan ganas de llorar. La enorme mesa de billar tapada con una tela parece meterle más luto al que ya tiene. Sólo el comensal de siempre va por su vasito de vermú, antes del almuerzo. Pero ya no se dicen nada" (14).
En un bar de Gaona y Concordia, en Buenos Aires, transcurre probablemente el cuento "Hombre de la esquina rosada", de Jorge Luis Borges. En ese bar trabaja un mozo gallego: "Pepe "Galleguito" Castro (62 años, vecino desde hace 34), único mozo del Gaona, acredita: "Se inauguró en 1908". Y otra cosa más. Casualidad de la vida o no, hoy está pintado de rosa, dato que no aparece en el texto pero que sí remite al título del cuento. "Borges sabe que, en aquella época, los almacenes eran de ese color, lo cuenta en Fundación mítica de Buenos Aires", apunta Sorrentino. Ajeno a los análisis literarios, Pepe pone cara de circunstancia al nombrarle a Borges. "Me dolió cuando dijo que no quería morir en la Argentina", apunta el hombre que nació en Santiago de Compostela y por nada del mundo quiso salir en las fotos" (15).
Julio Méndez Iglesias se presenta: "A mí me dicen el otro Julio Iglesias. Porque además de vender flores, toco música gallega, celta, religiosa y folklore de todo el mundo con mi guitarra y mi armónica. Pero ni Dios me dio el don de hacer lo que hace él, ni a él le dio el don de hacer lo que hago yo. (…) También soy poeta, tengo como 500 hermosos poemas para editar. (…) Otro amor que tengo son las palomas. (…) Nací en España, en Santiago de Compostela, por eso firmo mis poemas como El Compostelano. Tengo 63 años. Me casé en 1985 con una argentina y tengo dos hijos, un nene y una nena. Hace 35 que vine a la Argentina, tenía 25 años. A los pocos meses me puse esta florería. Me gusta mi vida, mi trabajo. Lo hago con agrado, a pesar de que es muy ingrato, porque en la calle se sufre mucho, se sufre la intemperie, la gente" (16).
"Pedro Fernández, español, y de Orense, como corresponde a un afilador que se precie de tal, dado que esta ciudad gallega se conoce como la tierra de los afiladores por excelencia, con ochenta años de edad, recuerda cuando recorría más de cien cuadras por día: "Si uno se sacrificaba podía ganar un pesito más. Después, todo cambió, con la industrialización el trabajo desapareció". Don Pedro cuenta que aprender el oficio no es fácil, y que hasta puede ser riesgoso. Como certificando sus palabras muestra el dedo índice de su mano derecha con la impronta de una herida producto de la inexperiencia inicial. Con su bicicleta roja y sus piedras anduvo por muchos rincones del país, pregonando su máxima fundamental: "La comida sabe mejor cuando el cuchillo corta bien" " (17).
"A partir del año 1918 don José Loureiro, un simpático gallego, trabajó en la Costanera Sur, con la fuente de Lola Mora como fondo. "Los domingos con buen tiempo hacía hasta cincuenta fotos a cuarenta centavos, las tres postales con la misma pose, las coloreadas a mano, cincuenta" " (18).
Ramón Suárez "O Muxo" tiene presente a su padre cuando hace el balance de su Camino de Santiago:
"'Mi Camino', fue todo espiritualidad, sentí desde el mismo inicio que brotaban en mi los mejores sentimientos, que no reconocía: al automovilista prepotente que a diario conduce por Buenos Aires, al intolerante hincha de Racing de Avellaneda y del Celta de Vigo, al que pocas veces tiene tiempo para tomar un café con un amigo, al que nunca quiere ceder. Se me llenó el espíritu; con la alegría y alborozo de la juventud; con la persistente y observadora marcha del japonés Ken; con la calma y sapiencia del belga Jak, que cuando le pregunté como estaba me contestó: "de los pies mal, del cuerpo regular, pero lo importante, la cabeza muy bien"; con la fidelidad y amistad a sus dueños, de las perras Sasha y Queen; con el conocimiento que el irlandés Gerald tiene de nuestro gaitero Carlos Nuñez; con la alegría de los andaluces; con lo que hablé de nuestra historia y cultura con los jóvenes gallegos; con el Burgalés hijo de un gallego que no estaba muy de acuerdo en que usemos un idioma distinto del castellano, y que entendió y aceptó mi larga disertación sobre el tema; con el compañerismo de todos; con el cariño y respeto que todos mostraron por Galicia y su gente; CON EL RECUERDO DE MI PADRE QUE NO PUDO VOLVER A LA TIERRA" (19).
Leila Guerriero reúne, en su nota "Cuentos de gallegos", diversos testimonios:
El de Susi Rodríguez: "-los gallegos éramos lo más despreciado de España –dice Susi-. Estaba prohibido hablar en gallego. A las aulas había que entrar saludando "viva España" y "viva Franco", y las maestras te castigaban si no usabas el castellano. (…) –Cuando nos fuimos de mi pueblo, La Guardia, aquello fue un entierro –dice Susi, sentadita y rubia en su casa del barrio de Lanús Oeste junto a Cari, su marido–. Yo tenía 12 años y vine porque me trajeron. Primero vino mi padre, y al año llegamos con mi madre y mi hermano. Ella trajo once baúles con cosas. (…) –Hacía calor y tenía una tristeza enorme. Fuimos a vivir a Fiorito. Yo venía de una casa con pozo de agua pura, un cuarto para cada uno, el baño adentro. En Fiorito teníamos que recoger el agua del tren, el baño era un agujero en el fondo. Papá se compró un taller mecánico, mamá trabajaba en una fábrica, y yo tenía que cuidar a mi hermano de 5 años. No me dejaron estudiar. Hubiera querido estudiar medicina, pero no pude hacer siquiera el colegio secundario" (20).
Aucario Pérez Cartoy afirma: "-Vine por la desesperación. Mi padre era herrero y mi madre agricultora, y la verdad es que no había comida. Las papas las sacábamos antes de que maduraran, por el hambre" ". Volvió en 1994: "–Fue la desilusión de mi vida –dice Cari–. Habían pasado 32 años. Quería ver a mi amigo Antonio. Corrí para darle un abrazo y me dice "hola, cómo estás". Así, frío. Le digo "bien, tengo una mujer, dos hijos". Y me dice "tú estás mejor, tú puedes venir aquí, y yo no puedo ir a la Argentina" (21).
José Campos Barral manifiesta: "-Yo me siento gallego, y luego, si me queda un rato libre, soy español. Pero en el "49, en España, se pasaba mucha miseria. Yo he llevado bofetadas del maestro por hablar gallego. Me decía: "Hable cristiano". Mi padre era republicano, y tenía la libertad condicional. Estaba harto. Primero vino mi hermano mayor, luego mi padre, mi madre, la abuela. Y luego yo. Tenía 16 años. El 24 de marzo de 1949 llegué a Buenos Aires. Lo primero que te decían era "¿a qué viniste acá, gallego?, ¿a matarte el hambre?". Cuando caminaba por este país y veía cómo estaban los tachos de basura llenos de comida pensaba "ay, mi madre, con esto se alimenta toda Galicia" " (22).
José Manuel Castelao Bragaña, abogado y presidente del Consejo General de la Emigración relata: "Vi la multitud en el puerto y busqué, entre todos esos rostros, el de mi padre. El me había dejado niño y se encontró frente a un hombre. Pasada la primera alegría del encuentro, yo lloraba todos los días. Pero mi padre dijo algo que por entonces tenía sentido: "Les dejo más futuro a mis hijos en la Argentina sin nada que en España con todo". Si me dijeran ahora para siempre España o para siempre Argentina, yo digo para siempre Argentina. Aquí nadie me preguntó dónde había nacido, no pagué un peso por mi título universitario de abogado. En Buenos Aires soy un gallego morriñoso y en Galicia soy un porteño nostálgico. Yo creo que el emigrante gana algo único, y es el espíritu de libertad. Es él solo, todo depende de él. Por eso a los emigrantes no les gusta que los manejen, porque han pagado muy caro el precio de esa libertad. Todo lo que ha hecho lo construyó sobre el dolor y la nada" (23).
Manuel Fajardo, dueño de la pizzería La Continental, brinda su testimonio: "A los tres días de estar aquí, me empleé en el Ferrocarril del Sur como peón de cocina. El cocinero me puso una bolsa de patatas de 40 kilos y me dijo: 'Pélelas'. Le pregunté: 'Cuántas'. Y me contestó: 'Pélelas todas'. (…) -Lo que más orgullo me da es que les he dado trabajo a más de 700 argentinos –dice Manuel, que vive en una casona de Parque Centenario seis meses al año y los otros seis meses los pasa en España-. El secreto es trabajo, trabajo y más trabajo" (24).
Jesusa Pérez Iglesias se refiere a la falta de comida: ""–Nos estafaron: dos sinvergüenzas se quedaron con el dinero para comprar la casa de nuestra vejez. El ahorro de 48 años de trabajo. Ahora tengo 71, artrosis, dedo martillo, juanetes. Menos suerte y plata para comprarme mi casa, tengo de todo. Yo me vine a los 18, para tratar de mandar dinero. Allá se pasaba hambre. Ibamos al matadero a buscar la sangre de la vaca. La hervíamos, la cortábamos en pedazos, si había aceite se freía y si no se comía hervida" (25).
"Acabo de leer las historias contadas en la nota Cuentos de gallegos –afirma Ana Varela-. Historias casi iguales a la mía y a las de tantos de mis conocidos. Pero hay un punto que quiero aclarar. En Galicia no estaba prohibido hablar gallego. Todos lo hablábamos libremente, pero, con muy buen criterio, en las escuelas de toda España se obligaba a los alumnos a hablar y escribir castellano. Era el lugar adecuado para aprenderlo y practicarlo. Yo aprendí mis primeras palabras en castellano a los 5 años. Aún agradezco a quien me enseñó, sabiendo que al llegar a Buenos Aires iba a necesitarlo" (26).
Escribe a La Nación, María Dolores Bermúdez: "Gracias por habernos hecho tener esos momentos llenos de emoción en la nota que dedicó a nosotros, los tantísimos gallegos que vinimos a hacer la América, allá por la primera parte del siglo pasado. ¡Cómo nos identificamos, cuántas historias similares! Primero, el papá; luego, algún hermano mayor, y finalmente mamá con el resto de la familia: éramos seis con mamá; aquí ya estaba papá con sus dos hijos mayores y, para afianzar nuestro amor por esta querida Argentina, nació el noveno hijo" (27).
Escribe Franco Varise: "Cuando la calle Sarmiento todavía se llamaba Cuyo y los sombreros aún lucían entre los caballeros de Buenos Aires, la casa The Brighton era el lugar predilecto de aquella estirpe "angloporteña" para elegir sus prendas de vestir.
El local donde estaba ubicada la sastrería resistió como pudo el paso del tiempo. Por fortuna los biselados y esmerilados permanecieron casi intactos, incluso después de que la renombrada marca surgida en 1908 desapareció definitivamente en 1976.
Ahora, Fermín González, un empresario gastronómico del microcentro, decidió recuperar The Brighton en la dirección original (Sarmiento 645), aunque en lugar de zurcir finos trajes y sombreros abrió un restaurante con la intención de devolverle su brillo tradicional a este rincón porteño. Las tareas de restauración ocuparon nueve meses y tuvieron especial atención en recuperar los detalles de la época.
"Fue un amor a primera vista; siento veneración por ese estilo en el trabajo de la madera y lo veo como algo viviente que regresa a la ciudad", señaló González, un ciudadano español que llegó al país a principios de la década del setenta. "El gallego", como él mismo se define, tuvo mucho éxito con un local de venta de sandwiches (los mejores de Buenos Aires, dicen), llamado Café Paulin, a pocos pasos de The Brighton. "El destino me llevó a esperarlo", comentó González, pues, entre 1978 y 2002 funcionó allí otro clásico, Clark s II. "Estoy satisfecho por restaurarlo y ponerlo de nuevo a funcionar; algunas personas me acercaron viejas prendas de The Brighton y me agradecen por haberlo recuperado", explicó el empresario" (28).
Notas
- 1. Izquierdo, Francisco: en Vernaz, Celia: La Colonia San José. Santa Fe, Colmegna, 1991.
- 2. S/F: "Esa magnífica legión de viejos", en Revista Mayores, Año II, N° 11, 1994. Foto: Jorge Navós, en SICE.
- 3. Artola, Daniel: "Salvador de la Calle lleva tres cuartos de siglo residiendo en Saavedra "En 1929 el barrio estaba lleno de quintas" ", en El Barrio Periódico de Noticias, Buenos Aires, Año 6, N° 67, Octubre de 2004.
- 4. Beltrán, Mónica: "La primera escuela gallega que enseña a chicos argentinos", en Clarín, Buenos Aires, 25 de abril de 1999.
- 5. Urfeig, Vivian: "Un nuevo museo rescata la historia de inmigrantes gallegos", en Clarín, Buenos Aires, 13 de diciembre de 2005.
- 6. S/F: "Pérez Millán", en Revista Mayores, Año II, N° 11, 1994.
- 7. Ceratto, Virginia: "Gris de ausencia. Volver a empezar en un mundo nuevo", en La Capital, Mar del Plata, 26 de noviembre de 2000.
- 8. Commisso, Sandra: "Un marinero que eligió ser mozo y quedarse en tierra", en Clarín, 16 de julio de 1998.
- 9. Pogoriles, Eduardo: "Volver a las raíces", en Clarín, Buenos Aires, 13 de agosto de 2001.
- 10. Campos, Débora: "Follas Novas", en Fios invisibles http://fiosinvisibles.blogspot.com/2006/02/follas-novas.html, 8 de febrero de 2006.
- 11. Corral Vide, Manuel: "Cocina gallega", en Galicia en el mundo, Edición Mercosur. Buenos Aires, 3-9 de septiembre de 2001.
- 12. Corral Vide, Manuel: "Cocina gallega", en Galicia en el mundo, Edición Mercosur. Buenos Aires, 14-20 de febrero de 2000.
- 13. S/F: "José Cameán Parcero. Un vecino de Bembibre, Parroquia de Buxán", en El mensajero gallego, N° 2, Abril de 1998.
- 14. Piotto, Alba: "La Isla Maciel por dentro". Fotos: Rubén Digilio, en Clarín Viva, Buenos Aires, 27 de junio de 2004.
- 15. Tagtachian, Magdalena: "Entre la Avenida Gaona y Juan B. Justo. Borges dejó su huella en el barrio", en Clarín, Buenos Aires, 11 de diciembre de 2002.
- 16. S/F: "Click. El otro Julio Iglesias", en Clarín Viva, Buenos Aires, 12 de octubre de 2003.
- 17. Spinetto, Horacio: "Los Oficios – Entre el Olvido y el Rescate – El Afilador", en www.dgpatrimonio.buienosaires. gov.ar.
- 18. Spinetto, Horacio: "Los Oficios – Entre el Olvido y el Rescate – El fotógrafo de plaza", en www.dgpatrimonio.buienosaires. gov.ar.
- 19. Suárez, Ramón: "Mi camino", en http://www.galiciaconvos.com.ar/convos_camino_cast.htm.
- 20. Guerriero, Leila (texto) y Lucesole, Martín (fotos): "Cuentos de gallegos", en La Nación Revista, 17 de abril de 2005.
- 21. ibídem
- 22. ibídem
- 23. ibídem
- 24. ibídem
- 25. ibídem
- 26. Varela, Ana: "Gallegos", en La Nación Revista, 30 de abril de 2005.
- 27. Bermúdez, María Dolores: "Gallegos (II)", en La Nación Revista, Buenos Aires, 8 de mayo de 2005.
- 28. Varise, Franco: "La ciudad recupera el encanto de Brighton De sastrería inglesa a fino restaurante", en La Nación, 28 de enero de 2007.
Hijos
En una entrevista realizada por Ana Da Costa en 2000, Juan Flloy evoca a su padre: "Mi madre fue una francesa que vino en una de las promociones de inmigración del siglo pasado, en una inmigración de labriegos franceses que se afincaron en Pigüé, en la provincia de Buenos Aires. (…) se casó aquí, en la Argentina, con un español nativo de Galicia y formaron un hogar en el cual fuimos cuatro hermanos. Pero mi madre había tenido primero relaciones matrimoniales con un belga que la abandonó con tres hijos, los cuales fueron acogidos por mi padre. Los siete crecimos y fuimos educados aquí, en la ciudad de Córdoba. Papá y mamá se conocieron en Tandil, cerca de la Piedra Movediza, que es una figura que se hizo sumamente popular en casa, porque mi padre tuvo dos hijos en las proximidades de la Piedra Movediza" (1).
En La Coruña murió en 1979, el pintor Luis Seoane, quien, nacido en Buenos Aires en el seno de una familia gallega, vivió muchos años en España. El escribió: "Soy y seré siempre un desarraigado permanente. Lo seré aunque decida volver a mi país. Es el destino del exiliado" (2).
"Hija de Gaudencio, un uruguayo descendiente de franceses, y Josefa, una española viuda y con siete hijos de su previo matrimonio, Libertad Lamarque fue la cuarta de una seguidilla de hijos que sus padres habían concebido y que no sobrevivieron. (…) Su infancia se desarrolló en un hogar humilde en el que sonaban las coplas y nostálgicas canciones gallegas entonadas por su madre y las palabras de su padre anarquista" (3).
Dijo Manuel Cao Corral, Director de la Cátedra España de la UCES:
"Soy hijo de padre gallego, nacido en Santiago de Compostela; que ya en el país llegó a fundar la Federación de Sociedades Gallegas de la República Argentina, hoy ubicada en la calle Chacabuco 955 de esta Capital.
Nuestro padre desde pequeños nos inculcó el amor a Galicia. En nuestro hogar se respiraba un permanente aire de galleguidad y recuerdo que festejábamos en los barcos que llegaban de España, las fiestas de la colectividad.
Nos inculcaron el amor y el respeto a nuestros padres y a nuestra galleguidad" (4).
Antonio Pérez-Prado expresó: "Yo también soy gallego, nacido en Buenos Aires –en Monserrat- porque Galicia es una nación histórica (las otras dos son Euzkadi y Cataluña, que también tienen idioma propio y son mucho más antiguas que la España consolidada en un Estado)" (5).
Afirma: "Yo, si he tenido una impronta… ha sido la de mi madre. Si mi galleguidad tiene un sello, ha sido el de ella. Puedo cantar horas de canciones gallegas. Todas me las cantaba mi mamá, y contaban la misma historia. Que el cura embarazaba a la criada y nacían los niños con cara de cura" (6).
Adolfo Pérez Esquivel "parte para Galicia en breve a dejar él también su huella escultórica. "Voy a hacer un monumento a la memoria en Combarro, el pueblo donde nació mi padre, en un parque al que le van a poner mi nombre", comentó" (7).
Rodolfo Alonso dice que nunca olvidará el "legítimo entusiasmo" con que su padre gallego les relataba "anécdotas para él imborrables de su infancia. Anécdotas que no eran sólo de hombres y de hechos, como las inefables ocurrencias de Novás, el cantero de su pueblo, cachaciento y mordaz, sino también el reiterado recuerdo de ese ruiseñor cantando en lo alto de un pino o la nutria cazada a escondidas, de noche, sobre el lomo del río" (8).
Gladys Onega habla sobre los distintos idiomas que escuchó en su infancia: "A mí lo que más me atrajo, y me metí en un trabajo muy arduo y gratificante, fue el de la escritura adulta que tiene que crear un narrador niño pero con una escritura adulta. Esta fue una gran tensión que se produjo en mí con el lenguaje; y además tratar de encontrar las voces que me rodeaban en aquel momento, ya que tenía la de mi padre que hablaba en gallego con sus parientes, pero no en mi casa porque mi madre era criolla, y también la de todos los italianos que en ese tiempo hablaban realmente el italiano. Para mí era maravilloso tener todos estos sonidos. Eran todas palabras misteriosas. Los chicos que iban al colegio en el 35 y provenían del campo hablaban en italiano, y en la escuela era donde verdaderamente se nacionalizaban. Ese fue el gran factor unificador de la escuela pública" (9).
En "El misterio del cuarto amarillo", escribe Carlos Penelas:
"En mi infancia escuchaba hablar de todo. Se tomaba la sopa y se discutía sobre el peronismo, la demagogia, la corrupción. O del dictador Franco, nacido en Ferrol. Siempre había un tema de conversación en la sobremesa o en las caminatas con mi padre. El honor, el individualismo, lo grotesco de la existencia, la perversidad de las instituciones, el maquillaje de las mujeres, la rutina del matrimonio, las escenografías eclesiásticas, la barbarie y el libertinaje, la banalidad…
Mis hermanos participaban con sus monólogos y sus puntos de vista. Cada uno de ellos aportaba un dato, una secuencia, un lenguaje diferente. Aparecía la ópera, la pintura, el cine, las revistas de humor, las historietas, la fisonomía de la ciudad. Todo era un aporte para intentar cultivar la inteligencia y las manifestaciones artísticas. Se hablaba de despojos, del engaño sistemático del Estado, de las fachadas familiares, de la improvisación, del mal gusto de una época en crisis. De la frivolidad y la imbecilidad humana. Temas que vengo repitiendo desde distintas ópticas en cada uno de mis columnas" (10).
En una entrevista, manifestó Horacio Vázquez-Rial: "Yo vengo de una familia absolutamente definida históricamente, como una familia gallega con por lo menos ocho generaciones de permanencia registrada en Galicia. Es decir donde no entraron ni siquiera asturianos en la historia. Ni nadie de Zamora ni de ningún país limítrofe ni de León. Por lo tanto no hay cruce en el sentido étnico del mestizaje. Yo soy tan mestizo como cualquier habitante de grandes ciudades en el orden cultural. El mestizaje de Buenos Aires, el mestizaje de Barcelona, ahora el mestizaje de Madrid es el mío pero es el mío en la medida en que es mestizaje de gran ciudad. Lo mismo sería en Madrid, lo mismo sería en Nueva York. Es decir está uno en medio de una serie de corrientes, de lenguas, de libros, de periódicos, no es muy distinto el funcionamiento de un intelectual en una gran ciudad o en otra. Yo no creo que mi producción hubiera sido muy diferente en Londres de lo que es en Barcelona, salvo por lo que hace al oído, al idioma en mi oído. Yo acepto esto porque además me da igual, realmente me da igual" (11).
Acerca de sus padres, dice María Rosa Lojo: "Mis padres me legaron el amor por su tierra, pero yo también aprendí a amarla a través de sus grandes escritores. Soy la primera generación argentina nacida de una pareja de exiliados durante la guerra civil; en casa se hablaba de España como del "paraíso perdido", al que mis padres siempre quisieron regresar" (12).
Manuel Castro es hijo de gallegos. "Soy un coleccionista de gaitas", dice Castro y cuenta orgulloso que tiene siete de esos instrumentos. "La primera gaita me la compré en un viaje que hice a Londres. Aprendí a tocar con parientes y gaiteros escoceses. La cultura celta me fascina" (13).
Gabriel Deus – hijo de un gaitero inmigrante, y gaitero él mismo de la Agrupación Folklórica Baixo Miño- escribe:
"Las cosas de la vida hicieron de que yo naciera en Argentina, aunque dentro de mi siento sin dudas de que llevo esa mezcla de sangre gallega por parte de mi padre y madrileña por parte de mi madre. Ellos se conocieron y se casaron en este país y ya de muy pequeño me llevaban a las corales y conjuntos gallegos en los cuales han participado en aquel entonces, tomando contacto con el canto y con los instrumentos de percusión.
Durante mi adolescencia intente aprender a bailar gallego hasta que desistí por ser muy "pata dura". Pasaron muchos años hasta que un día tome una de las gaitas que mi padre tenía guardadas en una habitación de la casa. Sin conocimiento alguno la arme recordando la forma en la cual el lo hacia, comencé a soplar y luego de un gran esfuerzo logre hacerle sonar algunas notas, seguí insistiendo hasta que sin aire y muy agotado por el esfuerzo decidí tomar un descanso. En eso llego mi padre que justamente regresaba de una actuación y al verme me pregunto con sorpresa ¿qué estas haciendo con esa gaita? Estoy intentando tocar algo pero hay que soplar tanto que hasta me duele la cabeza ¿Y cómo no te va a doler la cabeza si esa gaita está pinchada, no te diste cuenta de que pierde aire? Fue a partir de ese momento que comenzó a despertar en mi cierto interés por ese extraño instrumento, interés que luego me ha conectado con inmigrantes gallegos de los cuales, al ir escuchando los relatos de sus vivencias relacionadas con la diaria lucha a la cual se han tenido que enfrentar para poder seguir subsistiendo en una tierra que cada vez amenazaba con ser mas pobre, tomando por ello la dura decisión de dejar a sus afectos en la búsqueda de un nuevo horizonte que les diera un porvenir mucho mas digno, partiendo hacia otras tierras, no solo con el afán de mejorar la situación de vida, sino también para ayudar a sus pares que apostaron a quedarse en sus aldeas y pueblos.
Todas esas historias, todos esos recuerdos contados por sus protagonistas, han puesto ante mis ojos una realidad que hasta entonces desconocía, en gran parte, por esas cosas de la edad que hacen que no le demos importancia.
Hoy, con el transcurso de los años, cuanto mas escucho sobre ellos más respeto siento por aquellos hombres y mujeres, respeto por el cual y no por casualidad, son el motivo por el que los dos grupos que actualmente integro como músico, son los que poseen un mayor caudal de emigrantes que han comenzado con toda esta historia, gente que a pesar de su edad y de todo lo vivido todavía tienen fuerzas para seguir manifestando y transmitiendo ese amor que sienten por su tierra gallega, expresándolo con una pequeña parte de su cultura que es la música, esa música que durante un tiempo les ha servido de remedio para mitigar el dolor del desarraigo, el dolor del esfuerzo por tanto trabajo y del dolor que se siente en lo más profundo cuando la inmensa distancia hace que solamente los familiares, todos esos seres queridos que han quedado en Galicia, pudieran ser vistos solamente en los recuerdos" (14).
María Nieves, bailarina de tango, "proviene de una familia humilde –ella reafirma- "más que pobre"-. Fue criada en el barrio de Saavedra. Sus padres eran de Lugo, España y aquí tuvieron cinco hijos. A los 8 ó 9 años María comenzó a ir a las milongas con su hermana mayor y de tanto ir a ver bailar tango, un día la invitaron a la pista y bailó. De chica la humildad familiar no la marcó. Asegura que eran muy felices y que eso es imborrable. (…) A veces me dicen, "sos demasiado humilde, sos una tonta". Así me hizo mi mamá, eso me legó. Me enseñó a andar derecha por la vida y no hacerle daño a nadie". Esa misma mamá –"la gallega"- cuando era niña le cantaba tangos y valsecitos en vez de una canción de cuna" (15).
Victor Hugo Ghitta evoca el baile en el carnaval de la colectividad gallega. Recuerda "las largas mesas familiares del Centro Lucense, en una Buenos Aires cuyos esplendores y apego por las fiestas populares irían menguando con los años, en bulliciosas noches de carnaval en las que nos peleábamos por una falda con fervor e inocencia mientras nuestros padres batían palmas y meneaban caderas al ritmo del pasodoble o la muñeira, después de haberse atragantado con las sardinas españolas y las morcillas vascas y las batatas asadas al carbón y los jamones tan perfumados como las señoras que atiborraban la pista, atraídas por una estridencia de trompetas y por las toreras de luces y las fabulosas charreteras y los zapatos y los pantalones blancos de los Gavilanes de España, que era el conjunto musical que animaba las tertulias y las verbenas" (16).
En una conferencia dictada en 1994, afirma Aurora Alonso de Rocha que un recuerdo de 1978 le da "a la tarea de investigar, una cuota mayor de entusiasmo". Se refiere a su viaje a Galicia: "de pronto, estuvimos en la mítica tierra. A terra, la de los cuentos mil veces recreados. (…) ¿Cómo pudieron irse? –preguntó mi hija de quince años. ¿Cómo, de un lugar mágico? Era el lugar del encantamiento, recibido en los relatos y los silencios dolidos, el lugar donde el mar era la mar y había puertos de tierra" (17).
María Aurora Barbeito escribe acerca de sus orígenes:
"Te cuento que soy hija de padre gallego (Pontevedra, As Neves) y de madre asturiana (Oviedo, Cerredo). Estuve educada en ambiente gallego-asturiano, lo que me valiò que en la escuela me llamaran la gallega; elegì este ambiente porque me siento màs cómoda y creo que soy una gallega nacida en la quinta provincia, Buenos Aires.
En una oportunidad, estando en la peluquerìa Manolo y Pepe, en Talcahuano y Marcelo T. de Alvear -asturianos-, comenzamos a hablar del Puerto Pallares y comenté algunos detalles de cómo se colocaban las cadenas para llegar arriba cuando había mucha nieve. El señor me preguntò: ¿cuànto hace que vino?. No podìa creer que yo no conocìa ese lugar, porque todavía no había viajado a España.
En el año 1999 realicè mi viaje tan soñado; parè unos dìas en Madrid, y luego tomé el òmnibus hacia Pontevedra y me iba dando cuenta de que yo esos lugares ya los conocía, aunque no había estado físicamente allí. La descripción del pueblo, las fuentes, las carreteras, ya las conocìa, asì como los vecinos y las casas donde habían nacido mis padres. En ambos lugares la descripción fue exacta. ¿Cómo me hicieron amar a Galicia y Asturias? Las Fiestas Patronales, La Fiesta de la Virgen de las Nieves, la procesión de San Roque, la Vìrgen del Carmen, la empanada gallega,los feisulos… Bueno,todo lo tengo en mi memoria con el mismo amor que mis padres me lo contaron" (18).
Los Goris, inmigrantes gallegos, regresaron a su tierra. "De chica –afirma la hija, Esther-, escuché tanto a mis padres añorar su tierra gallega, que, a fuerza de ser tan nombrada, Galicia se convirtió para mí en una región mítica. (…) Recién al disfrutar de cerca de esa belleza incomparable entendí por qué a mi padre lo ponía triste la inmensa llanura de la Argentina. (…) Ahora hace unos meses que mis padres volvieron a radicarse en Galicia. Sólo falta que vuelva yo, para estar los tres juntos, en ese suelo soñado" (19).
"El origen de los negocios de Alfredo Coto –escribe Alfredo Sainz- está ligado a la carne, que aún continúa siendo una de sus principales fuentes de ingresos, ya que cuenta con tres frigoríficos propios que abastecen a sus supermercados y también exportan parte de su producción. Joaquín Coto, el papá de Alfredo, era un inmigrante gallego que tenía una pequeña carnicería en un mercado municipal que funcionaba en Retiro y desde chico Coto acompañaba a su padre en sus recorridas por el Mercado de Liniers. Con su esposa, Gloria, en 1970 fundó la primera carnicería, aunque desde antes estaban en el negocio de la compra de hacienda y el reparto de carne en pequeños comercios" (20).
Graciela González, hija de un gallego emigrante, relata que en los años en que llegó a la Argentina su padre, "Los sueños eran pocos, pero duraban toda la vida: comprar una casita, educar a los hijos y, quién sabe, volver a la patria algún día. Papá nunca lo hizo". La entrevistada recuerda que en una valija, que las hijas pequeñas no podían abrir, el hombre guardaba "cartas, cuadros, que todos los emigrantes traían porque no sabían si podrían volver a ver a sus familiares. Había de todo. Era su historia" (21).
Beatriz Pérez Leiro, marplatense que en 1999 viajó a España, dijo: "Desde pequeña escuchaba a mi madre hablar de un extraño camino, que siempre se llamó "francés", senda única y concreta hacia un sepulcro milagroso. Su voz se apagó y puse su sueño en mi mente y en mi corazón" (22).
Antonio D"Argenio testimonia la nostalgia de su madre: "Cuando era yo un chiquillo de ocho o nueve años, mi madre, que había llegado a nuestro país en 1920 desde su Lugo natal, en Santiago de Compostela, escuchaba todas las tardes por la desaparecida Radio Prieto, una audición llamada "Por los caminos de España". En esos momentos yo no entendía cómo el rostro de mi madre se cubría de lágrimas cada vez que sintonizaba aquel programa y escuchaba, por ejemplo, el sonido de una gaita" (23).
Ruben Servia recuerda el viaje a la tierra de sus mayores: "en 10 minutos llegamos a A Coruña… Noia… Lousame… baje del auto… y lo que camine desde ese auto hasta los brazos de mi tía… no puedo explicarte, no podré expresarte, que me pasaba, era como caminar volando… liviano… sin nada adentro… ahogado… alegría… La abrace, llore como hacia mucho no lo había hecho recordé a mi papa a mis abuelos estaban ahí, en medio de nosotros dos…" (24).
José Luis Noya escribe: "En las aldeas de Berdía y Vilar do Rey, en Galicia, nacieron mis viejos que, como muchos gallegos, vinieron a radicarse a nuestro país. Este año tuve la suerte de conocerlas y fue una experiencia única. El momento del encuentro familiar es difícil de describir. Comprobé que esa familia, desconocida para mí, tenía gestos similares a la que se encuentra del otro lado del Atlántico" (25).
Daniel Míguez recuerda: "Viví en la casa de San Lázaro donde nació mi padre, enfrente de la iglesia donde él, como monaguillo, enloquecía con travesuras al cura y dormí en la cama de mi abuela, Gloria, que murió sin conocer a sus nietos argentinos. También caminé a orillas del río donde lavaba la ropa y soñaba mi abuela Concepción, que me crió en Buenos Aires, y besé al viejito de 97 años que fue el hermano que ella más quiso. Y toqué las herramientas de zapatero que mi abuelo Manuel dejó en un taller en la casa de Labacolla en 1912, para venirse a la Patagonia, a los 16 años, con aires de anarquista. Fue mucho más que cumplir un deseo profundo. Fue como saldar una deuda metafísica" (26).
Fabián Tarrío recuerda a su padre, hijo de inmigrantes gallegos: "Mi viejo sabía vivir y hacer de cada momento con los demás, un tiempo grato. Lo que me viene a la cabeza es el espíritu que tenía de buena vida. Divertido, atrevido; era de disfrazarse para los carnavales o para fin de año, y viajar disfrazado en un colectivo a los corsos de la Boca. A nosotros nos daba un poco de vergüenza, pero hoy reconozco que lo hacía porque tenía un espíritu muy lindo" (27).
Un sombrerero es hijo de españoles: "En Gaona al 1200, se encuentra la tradicional sombrerería "Winter", que funciona allí desde hace 63 años bajo la batuta de don José "Pepe" Ferro, porteño de casi "90 pirulines", hijo de padre gallego, de Lugo, y de madre leonesa. Eduardo, su hijo se da una vuelta todos los días para ayudar en todo lo que haga falta. "Aquí de los 40 hasta el 60, había un trabajo bárbaro, los sábados la gente hacía cola en la puerta del local, es que los muchachos tenían que ir a bailar al vecino Club Buenos Aires (y sin sombrero era una vergüenza). También tenía una importante clientela de la colectividad israelita. Pero hoy la actividad está muerta, a lo sumo se vende alguna que otra gorra". En las vitrinas los elegantes orión lucen junto a los chambergos de fieltro "de primera calidad", negros, marrones y grises, "los negros siempre con forro, los de otro color no". Junto a ellos vemos la horma, con la que se tomaban las medidas de la cabeza del cliente y así poder hacerle su sombrero. "En verano se usaba panamá, y también ranchos", recuerda don José, y agrega: "Muchas veces los muchachos que iban al hipódromo, a las carreras, y acertaban una fija, revoleaban su sombrero por el aire". Esto situación de euforia, le venía muy bien al negocio, porque los apostadores volvían a comprar nuevos sombreros. Ferro conoció el oficio siendo joven, desde los 18 años hasta los 23 trabajó en la fábrica de sombreros "Dominoni", que quedaba en Monroe 1683/ 87, entre Montañeses y Arribeños, con salida también por Blanco Encalada. "Recuerdo una casa que continúa, como yo en esta lucha tan despareja, "Maidana", en Rivadavia al 1900. En fin, cosas de la vida, -murmura mientras acaricia a su perro Colita-. Pasa todo tan rápido…" (28).
Horacio Spinetto se refiere a un paragüero inmigrante: "En Independencia y Colombres funciona desde hace más de cuarenta años la paragüería "Víctor", propiedad de don Elías Fernández Pato, un español que llegó a los 18 años desde su tierra gallega y se dedicó a vender y arreglar paraguas por las calles porteñas. En 1957 abrió su local, al que puso el nombre de su hijo recién nacido" (29).
"Felicitaciones por la nota Cuentos de gallegos –escribe Marta Eijo a La Nación-. Las historias de los entrevistados bien pueden coincidir con la de mis padres. Algunos participantes en ella han dejado sus huellas de esfuerzo e idoneidad en el Centro Gallego de Buenos Aires, mutualidad de la que soy socia y que, sorteando as dificultades de la economía pendular en estos últimos años, sigue cobijando a esos inmigrantes, a sus hijos y nietos mediante la prestación médica y el acceso al Instituto Argentino de Cultura Gallega" (30).
En el Museo de la Inmigración, sito en el ex Hotel de Inmigrantes de Buenos Aires, se relata en un panel la historia del matrimonio Mosquera López-Alvarez Marante, emigrados desde Orense.
En otro panel, en ese mismo museo, se relata la historia del pontevedrés Martínez Padín.
En agosto de 2006, al crear esta página web, recibí este mail de Antonio Britti Valcárcel:
"Estimada María, pasear por sus textos tan placenteramente, no sólo agiganta la morriña que acompañó siempre a mis mayores, sino también, evoca el dulce, maravilloso e inolvidable recuerdo, de su sencillez, su don de gente, ese inconfundible y contagioso amor por la música y la alegría de su espíritu, dones heredados, que me acompañarán toda mi vida.
María, su obra, refresca almas y devuelve lozanía a los recuerdos. Que Dios la bendiga por lograr algo tan maravilloso y tan simple como la vida misma. Vaya a través de su hermosa obra, el más cariñoso recuerdo a mi querida madre, Angelita Valcárcel de Britti, y mis abuelos.
Cuánto me alegra que tamaña obra suya, haya sido publicada en ese sitio WEB. Es un hermoso acontecimiento. La felicito de corazón. Cuánto me alegro por usted y por el homenaje que representa a todos nuestros queridos recuerdos, pero también me alegro por todos aquellos gallegos y demás españoles, los cuales podrán acceder a tan provechosa y amena lectura".
En su blog "Poeta viajero", escribe Roberto César Hermida: "Mi familia, ambas ramas, vinieron a la Argentina en 1930, por la rama paterna mis abuelos solos, dejaron a sus tres hijos en España, estas cosas que hacian los emigrantes y que hoy nos resultan inexplicables. Mi padre pudo reencontrarse con los suyos recién en 1939, al término de la guerra civil, y le permitieron salir de la península,con lo puesto, via portugal, y por reencuentro familiar. Viajó con su hermana de 13 años, él tenía 15. Su hermano mayor recién vino a la Argenina diez años después. Mi madre emigró con sus padres y su hermana mayor, llegó a la Argentina con solo tres meses de edad. Quiso la casualidad que las dos ramas de la familia terminaran viviendo en el mismo Barrio de Buenos Aires, Villa Devoto, donde se conocieron mis padres y se casaron en 1950; tuvieron tres hijos mi hermano Daniel(1953), yo (1955)y Alejandra(1958). La rama paterna es natural de Barros y de O Casar de Cangues,ambas en Irixo, Ourense y la rama materna de Rodeiro, Riobó, Pontevedra. La rama paterna de mi madre eran de Betanzos en Coruña. Como veran tengo raíces en tres de las cuatro provincias Gallegas. Fui el primer hombre de la familia en regresar en los últimos setenta años, viajé en octubre del 2000. Solo mi abuela paterna en 1953 y mi madre en 1979 y 1998 y la hermana de mi papá, habían podido viajar antes" (31).
Cuando fue a visitar la aldea donde nació su madre, en Pontevedra, escribió el periodista Roberto Neira: "Un vecino se acercó a nosotros, intercambiamos saludos, y al darnos a conocer, en poco menos de una hora, toda la aldea había sido alertada de nuestra presencia. Una comitiva se organizó inmediatamente, casa por casa , algunos vecinos y hasta amigas de mi madre que todavía estaban con vida y que la recordaban como si nunca se hubiera ido, nos abrazaban con lágrimas en los ojos. ¿Patético, nostálgico…?. Quizás… Pero cuánta emoción nos embargaba" (32).
"Su abuela materna marchó de polizón de Vigo a Buenos Aires y logró eludir la orden de expulsión tras escribirle una carta personal a Eva Perón. Su padre dice haber emigrado de O Grove a Argentina 'porque me gustaban os tangos' ".
Lorena Lores canta "Alecrín: 'É a nana que a miña nai me cantaba de nena en Bos Aires. Aínda que hai varias versións sobre o que significa alecrín, para min, como di a letra, é a flor do toxo'. En otros temas, como Duas beiras, compuesto por Lorena, la cantautora reflexiona sobre ese ir y venir ambas orillas del Atlántico, entre Galicia y Buenos Aires, donde siguen viviendo sus padres" (33).
Silvia Ramos, la autora de la obra teatral Para Angustias … Consuelo, es hija de gallegos, ambos de Lugo. Ella escribe:
"No es necesario que explique cuanto de ellos nos atraviesa desde nuestra infancia.
Pasaron muchos años, hasta que pude darme cuenta de lo que significa ser hija de inmigrantes…darme cuenta que es ser inmigrante.
Soy actriz, y a veces me atrevo a escribir…me gusta escribir, sin ser dramaturga.
En el año 2001, viví un año es España y tuve la felicidad de conocer la aldea donde nacieron mis padres…San Vitorio, Monforte, Lugo. España….esa era la dirección donde desde pequeña envíaba las cartas.
Fue una experiencia mágica…reconocer lo desconocido…sentir el lugar como propio…entender de que me estaban hablando…
Fue a partir de esta experiencia, cuando comienzo a garabatear algunas lineas, que hablaban de anécdotas contadas por mis padres, tiosy abuelos…a las que se sumaron las de amigos…y alguna de cartas que pude rescatar.
En tanto escribía, me sorprendí, llorando, como reconociendo un dolor…o morriña…cuanto había detras de aquellas historias, que son las mias, porque son las únicas que tuve, hasta que me fuí insertando en la escuela…
Mi casa era una pequeña Galicia…con huerta, gallinas, música española…y donde las papas eran patatas!!!
Despues de tirar muchos borradores…quedó una estructura…y ahí empezó el sueño de poder mostrar todo esto…"
Marita Tuero me escribe: "He nacido en Buenos Aires, pero mi madre es gallega y mi padre hijo de asturianos, y siempre, desde niña, viví las tradiciones españolas en mi casa y en las de mis abuelos: las comidas, las celebraciones, y por supuesto la música…" .
Notas
- 1 Da Costa, Ana: "Entrevista a Juan Filloy", en www.bibnal.edu.ar, 2 de marzo de 2000.
- 2 Seoane, Luis, en el video de la muestra "Luis Seoane. Pinturas, dibujos y grabados", en el Museo de Arte Moderno, junio 2000.
- 3 S/F: "BIOGRAFIAS. Libertad Lamarque (1908-2000)", en Miradas, Multicanal, septiembre de 2007.
- 4 http://www.nucleo-ortopedico.com.ar/modules.php?name=News&file=article&sid=108
- 5 Pérez-Prado, Antonio: "Recuerdos de la América pródiga", en Clarín, 19 de noviembre de 2000.
- 6 Guerriero, Leila (texto) y Lucesole, Martín (fotos): "Cuentos de gallegos", en La Nación Revista, 17 de abril de 2005.
- 7 Zacharias, María Paula (texto); Roll, Mauro (fotos): "La vidriera cultural", en La Nación Revista, 22 de agosto de 2004. Foto: www.pagina12.com.ar.
- 8 Alonso, Rodolfo: Entrevista en Historia de la Literatura Argentina. Buenos Aires, CEAL, 1980. (Capítulo).
- 9 Duche, Walter: "Todos tenemos derecho a escribir nuestra historia", en La Prensa,Buenos Aires, 18 de julio de 1999.
- 10 Penelas, Carlos: "El misterio del cuarto amarillo", en http://inmigracionyliteratura.blog.arnet.com.ar/archive/2008/08/07/escribe-carlos-penelas.html
- 11 Espinosa Viale, Sara: "Señoras y Señores, con Todos Ustedes… Horacio Vázquez Rial".
- 12 González Rouco, María: "María Rosa Lojo: la inmigración gallega", en El Tiempo, Azul, 17 de marzo de 1991.
- 13 S/F: "Un periodista loco por la gaita", en Clarín, 26 de septiembre de 1997.
- 14 Deus, Gabriel: e-mail enviado a MGR
- 15 Pacheco, Carlos: "María Nieves: la princesa del Plata baila hoy", en La Nación, Buenos Aires, 7 de marzo de 2004. Foto: http://www.todotango.com/Spanish/creadores/mnieves.asp.
- 16 Ghitta, Víctor Hugo: "Elegía a Paco Rabal dormido en Aguilas", en La Nación, Buenos Aires, 2 de septiembre de 2001.
- 17 Alonso de Rocha, Aurora: "Los gallegos en Olavarría", en El Tiempo, Azul, 30 de octubre de 1994.
- 18 mail 2009
- 19 Goris, Esther: "Galicia, tierra añorada", en Clarín, Buenos Aires, 5 de diciembre de 1999.
- 20 Sainz, Alfredo: "PERFILES Un imperio tras las góndolas", en La Nación, Buenos Aires, 30 de octubre de 2005.
- 21 Savoia, Claudio: "El equipaje de los sueños", en Clarín, Buenos Aires, 14 de enero de 2000.
- 22 S/F: "Gozo y sacrificio en el camino de Santiago", en La Capital, Mar del Plata, 30 de julio de 2000.
- 23 D"Argenio, Antonio: en "El regreso a la tierra de uno", en Clarín, Buenos Aires, 17 de octubre de 1999. Nota de la ed.: ¿Lugo o Santiago de Compostela?
- 24 Servia, Rubén: e-mail enviado a M. G. R.
- 25 Noya, José Luis: "Aldeas de Galicia", en "La vuelta al origen", en Clarín, Buenos Aires, 27 de septiembre de 1998.
- 26 Míguez, Daniel: "El tío Pedro", en "Testimonios", en Clarín, Buenos Aires, 27 de septiembre de 1998.
- 27 Piotto, Alba (Texto y producción); Rosito, Enrique y Digilio, Rubén (fotos): "Mi papá", en Clarín Viva, Buenos Aires, 20 de junio de 2004.
- 28 Spinetto, Horacio: "El sombrerero", en "Los oficios. Entre el olvido y el rescate", en www.dgpatrimonio.buenosaires.gov.ar.
- 29 Spinetto, Horacio: "El Paragüero y el Bastonero", en "Los oficios. Entre el olvido y el rescate", en www.dgpatrimonio.buenosaires.gov.ar.
- 30 Eijo, Marta: "Gallegos", en La Nación Revista, Buenos Aires, 8 de mayo de 2005.
- 31 Hermida, Roberto: "Presentarme, Gallego", en "Poeta Viajero" http://rorberthermida.blogspot.com/, 27 de abril de 2008.
- 32 Neira, Roberto: Como aquella vieja foto…", en http://viajeseincentivos.blogspot.com/2008_01_30_archive.html.
- 33 Lugilde, Anxo: "La galaico-argentina Lorena Lores lanza 'Alecrín', disco de los retornados", en La Voz de Galicia, http://www.lavozdegalicia.es/hemeroteca/2003/12/19/2265664, 19 de diciembre del 2003.
Nietos
Ernesto Schoo recuerda a su abuelo gallego: "En la estancia de mi abuela materna, en Pergamino, hay una vasta biblioteca, en parte heredada de su marido, mi abuelo gallego, y en parte formada por sus hijos. Allí está todavía la famosa Biblioteca de La Nación, con mis lecturas favoritas, Julio Verne y Conan Doyle (las aventuras de Sherlock Holmes, que me llenaban de terror y a las que intentaba exorcizar dibujándolas como historietas) y Alejandro Dumas y H. G. Wells. En otros estantes relucían los lomos dorados de colecciones enteras de revistas españolas, que le mandaban a mi abuelo y que él hacía encuadernar: La Ilustración Artística, el Album Salón, Blanco y Negro. De 1896, 1898 (el año de la pérdida de las últimas colonias españolas, Cuba y las Filipinas), 1900, 1902…Yo leía ávidamente esos mamotretos, enterándome de las alternativas de la guerra de Cuba, o la de los boers en Sudáfrica. No había disciplina o rubro que no me interesara: los comienzos del cinematógrafo, el estreno de La Boheme de Puccini en el Liceo de Barcelona (casi todas esas revistas se editaban, lujosamente, en la capital de Cataluña), la evocación de los bailes de carnaval en el Madrid de 1850. En otra habitación, en un enorme mueble con puertas vidriadas estaba la inabarcable, interminable Enciclopedia Espasa. Por ahí descubrí también los Artículos de costumbres de Mariano José de Larra (Fígaro), modelo para todo aspirante a cronista, aún hoy" (1).
Lolita Torres manifestó: "No puedo explicar el por qué del acento español. No sé, me viene de adentro, y eso que mis padres eran argentinos. Mis abuelos paternos eran navarros y los de mamá eran gallegos. Por un tiempo, todos creyeron que yo era española y eso provocó el estallido en la comunidad hispana. Cuando se enteraron de que era argentina no tuvieron el menor prejuicio y me siguieron apoyando" (2).
Alberto Cortez es el autor de la letra y música de la canción "El abuelo". El cuenta la historia de ese tema: "De alguna manera esta canción que viene es una historia de ida y vuelta. ¿Por qué?, pues simplemente porque mi abuelo se fue de emigrante y después de casi una vida yo, su nieto mayor recorrí el camino de regreso, ese camino que él no pudo realizar a lo largo de su larga vida, a pesar de su inmensa nostalgia. Murió a los ochenta y algunos años. (…) La Argentina en aquellos años de principio de siglo era una esperanza que ofrecía amplios horizontes para los jóvenes con ganas de trabajar y hacer fortuna. Los hermanos García habían dejado España y especialmente Galicia ya que esta "sua terriña" natal no podía ofrecerles más que una vida azarosa bastante cercana a la miseria. Germán, Eladio y David, los tres hermanos García, se embarcaron en Vigo, como todos los gallegos emigrantes con destino a Buenos Aires (…)" (3).
En "Al contrario de lo que dicen El abuelo de Cortez", escribe Julio César Barros: "Mi abuelo era un gaita nacido en Monforte de Lemos y llegado a estas comarcas cuando tenía un poco más de 18 años. Como otros tantos millones de españoles, se abrió camino aprovechando honestamente las oportunidades que ofrecía el país, en aquellos mejores días. Se casó con una argentina, aumentó cuanto pudo la prole, compró su chalecito y se jubiló despues de haber cinchado no sé cuantos años en el Roca. Una vida tan modesta, que mal hubiera podido despertar la curiosidad de nadie" (4).
Escribió Gloria Pampillo: "Lo que van a hacer ahora es lo mismo que hizo mi abuelo cuando llegó a la Argentina en 1870. Van a agruparse en cofradías. Que esas cofradías formen un ejército o una Sociedad de Socorros Mutuos, poco importa. Lo que tienen en común es que lejos de la tierra, "da mía terra", como dijo una mujer en el seminario con un dolor que me volvió de barro el corazón, van a buscarse entre ellos" (5).
Entrevistada por Mariana Ruiz, la cantante y docente Graciela Pereira recuerda: "Yo siempre fui la nieta más mimada de mi abuelo gallego, Manuel, y con quien tenía más comunicación. Cuando mi abuelo se fue haciendo más viejito, perdió la vista, y yo lo empecé a acompañar a las reuniones en los centros de la colectividad y a las conferencias, etc. Cuando murió —en el 70— sentí un terrible vacío y cuatro años después (en 1974) me incorporé al coro del "Centro Gallego" de Buenos Aires. Allí empecé a encontrarme con esos amigos mayores de mi abuelo. Yo era para ellos la nieta de Pereira" (6).
Me escribe Stella Maris Latorre: "mi abuelo, que nació en 1881, se llamaba Juan Latorre y era el papá de mi padre Manuel Angel Latorre. Mi abuelo nació en Soria, pero no se sabe la aldea. No pudimos averiguar; buscaron por las parroquias pero no, sólo que él siempre dijo que nació en Soria. Era comerciante de cueros. Tengo un pariente que vive en Aragón -es Miguel Angel Latorre, el de las galerías fotográficas-; él está permanentemente haciendo trabajos importantes para el Reino de Aragón y muchas galerías muy famosas. El me dijo que no se sabía lo de la aldea y averiguamos mucho por los sacerdotes y en Santiago por el archivo también; además, él pertenecería a Castilla La Vieja, no? Yo, en realidad, la nacionalidad la tendré en breve por ser viuda de español (gallego de Lugo), pero hacía las averiguaciones de mi abuelo por conocer más de mis raíces. Mi abuelo inmigró en el año 1914; él había enviudado, así que al venir aquí se casó nuevamente con mi abuela, Paula Luján de Villa Garcia de Arousa y en 1920 nació aquí mi padre".
Guillermo Saccomanno relató en un reportaje:
"Mi abuela era una presencia muy fuerte. Trabajó de sirvienta y de lavandera de familias bien de la época. Con todo, acá la pasaba mucho mejor que en su aldea, donde estaban muy sometidos. Yo recuerdo cuando fui a España por primera vez, en el setenta y pico. En la casa de los parientes, en Santiago de Compostela, un familiar me mostraba emocionado el baño: había llegado a tener sanitarios y después de trabajar en el campo, podía pegarse una ducha. Si esto era así en los años setenta, pensá lo que sería en 1910, 1920. Aquellos tanos y gallegos que venían con una mano atrás y otra adelante también eran segregados. Por eso me indigna cuando se discrimina a los peruanos y a los bolivianos. Ahora la casa de al lado de la de mi vieja está llena de peruanos y bolivianos, parece una sucursal de El cóndor pasa. Y se matan laburando.
(…) A mi abuela le gustaba mucho escuchar y contar historias, y me hablaba de una parienta de ella, que entonces vivía enfrente de mi casa. En su aldea en España, esa mujer había tenido un hijo con el cura, y el chico se le había ahorcado a los 33 años. Cuando yo tenía 7 u 8 años, a la tardecita me cruzaba a la casa de esta otra gallega, que me contaba la historia de San Jorge y el dragón mientras me daba pan mojado en vino con azúcar. Imagináte a esa edad, que te cuenten eso mientras te dan vino, ¿sabés adónde te mandan?" (7).
Guadalupe Henestrosa afirmó: "Desde hacía años venía pensando en el tema del desarraigo. Me interesaba especialmente el caso de las mujeres jóvenes, el testimonio personal, los sentimientos que se tejen en un apuesta vital tan fuerte. En parte se vincula con la experiencia de mis propias abuelas, ambas inmigrantes españolas. Una de ellas, Carmen Oliveros, cuyo nombre usé como seudónimo para el Premio, llegó a los 19 años, sola, en el año 20. Hoy suena sencillo pero en esa época cruzar el mar implicaba casi irse a otro planeta, no volver a ver a la familia, vivir a una carta por año, en un contexto de gente prácticamente analfabeta. Y tener que cargar además con la gran pregunta: irse para qué. Al sentarme a escribir, todo eso estaba sobre la mesa. (…) María Cruz, mi otra abuela, llegó a la Argentina con sus hermanas. Ese recuerdo fue el puntapié inicial" (8).
"En Internet, decenas de páginas promueven la búsqueda y el encuentro con familiares de antaño, (…). Casi todos los que buscan, más que los hijos, son los nietos. –Es normal –dice Pablo Cirio, musicólogo, investigador de la música tradicional gallega en prácticas espontáneas y profesionales en la Argentina-. La capa de gallegos nativos está jubilada. Los hijos hoy tienen entre 40 y 50 años , y son los que se llevaron la peor parte. Pagaron el resentimiento de sus padres, que querían insertarse como argentinos y no les interesaba mantener sus raíces. Como muchos eran analfabetos, querían posicionar a su descendencia en mejor lugar. Entonces no les enseñaron el idioma. ¿Para qué va a hablar gallego? Que hable inglés, que sea abogado. Ahora los nietos son los que están interesados en la vida de sus abuelos, el idioma, la música. Y, claro, en el pasaporte" (9).
Acerca de su abuela, nacida en Piteira, Orense, escribió el periodista Vicente Muleiro: "Como decía Gila, mi abuela era una solterona… Tan solterona era doña Francisca Muleiro que a sus hijos les puso su apellido.(…) Murió cuando yo era un adolescente y se llevó el secreto de su infancia gallega y la íntima épica de su inmigración" (10).
En un reportaje, Martín Seefeld evoca a su abuela inmigrante: "Aprendí todo de mi abuela Lala. Era gallega y me enseñó a disfrutar de todo, desde un plato de lentejas hasta bailar" (11).
Escribe Mario Vidal: "La población de Wilde estaba compuesta en su mayoría por inmigrantes tanos, gallegos y turcos. Había mucha gente de otros países que venía huyendo de las guerras y entonces uno aprendía idiomas y dialectos casi sin querer; a mi me daba risa oir hablar a los tanos en su media lengua y mi viejo los imitaba muy bien. Mi abuela era gallega y solía hablarme en su idioma. Esos inmigrantes instalaron aquí sus costumbres de origen y algo muy común era la quinta; casi todas las casas tenían quinta y gallinero. Entonces la gallega me mandaba a la forrajería a comprar afrecho y rabacillo para las gallinas, también maíz. Yo tenía que agarrar un balde, ponerle agua hasta la mitad y echarle afrecho, revolver hasta que espese y darle a las gallinas" (12).
Cecilia Figaredo "Habla con voz fuerte y remite a sus orígenes: "Figaredo es español; mi abuelo era de Oviedo y mi abuela, de Galicia. Por parte de mamá son italianos, así que en mi casa cada vez que nos reunimos es hablar a los gritos, todos juntos. Es un bardo y nadie se escucha" " (12).
"En 1886 –escribe Claudio Savoia-, mucho antes de convertirse en el apellido de un polémico dirigente del fútbol, Lalín era sólo un pequeño pueblo de Pontevedra, en la provincia española de Galicia. Desde allí, al igual que otros miles de esperanzados con dejar atrás su desesperanza –como los antepasados del polémico dirigente- Nieves Barcala partió hacia Buenos Aires. El mismo año, desde el mismo pueblo, zarpó el barco que sacaba de España al niño Manuel Miranda, alejado de su patria por su abuela para protegerlo –a él y a su madre- de la vergüenza de ser hijo natural. En La Boca, en un conventillo, Nieves se empleó como doméstica. Su dueña, Paca, era tía de Manuel, a quien Nieves conoció… en una reunión de inmigrantes de la sociedad Hijos del Partido de Lalín. Se casaron. Compraron el conventillo" (13). Esta es la historia que Daniel Miranda, uno de los nietos, relata al periodista.
"Las historias de mis abuelos eran, en mi infancia, un "cuento" interesante para mí –dije en una entrevista-. Ese tipo de narración familiar sin duda me marcó. Cada vez que se juntaban, mis parientes tenían dos temas de conversación, a saber: cómo cambió su vida al llegar a América y cuándo iban a ir de visita a su tierra" (14).
Escribe María Inés González Rouco, mi hermana menor:
"No tuve la suerte de disfrutar las vivencias y recuerdos comentados por mi hermana ya que soy algunos años menor y sólo conocí a dos de mis abuelos, que fallecieron cuando yo tenía cinco y seis años, por lo tanto no recuerdo ninguno de los comentarios realizados respecto de su tierra.
Desde chiquita, siempre me intereso mucho todo lo que estuviese relacionado a Galicia, por eso mi gran cariño es por lo que mi padre me contaba, y cuenta, cosas que a su vez le transmitían sus padres. Luego también, disfrutaba mucho viendo las diapositivas de sus viajes. Fue así como, sin recordar desde cuando, fui admirando y teniendo un gran cariño por todos los gallegos. Siempre me llamó la atención que a pesar de haber tenido que soportar condiciones muy duras de vida, luego haber tenido que decidir dejar su tierra, sus cosas, su familia y tener la fuerza y entereza para emigrar y buscar una vida mejor, mantuvieran tanta alegría.
Muchos de ellos ni conocían cómo era realmente a donde iban, aunque tuvieran la propuesta de algo más próspero, siempre recordarían a Galicia. Eso fue lo que les paso a mis abuelos, uno vino a trabajar en el tranvía, ella como ama de casa y el otro en una carnicería, pero nunca olvidaron su Galicia y sus costumbres, por eso recuerdo los relatos de mi papá sobre las fogatas de San Pedro y San Pablo, las mesas interminables de gallegos para las fiestas, tratando de tapar esa tristeza del emigrante con la alegría de sus bailes, las famosas muiñeiras. Varias veces papá me llevo a los clubes gallegos a disfrutar de sus fiestas.
Este cariño fue que me hizo empezar a tener contacto por medio de carta con algunos de mis familiares en Galicia, en los últimos días por medio de internet conocí a cinco familiares más con sus respectivas familias, pasando mi árbol genealógico a estar integrado por 1093 personas.
Con mis ahorros obtenidos gracias a la colaboración de mi papa, ya que estudiaba y no trabajaba, en el año 1991 a la edad de veinticinco años, pude viajar a cumplir mi tan ansiado sueño: conocer Galicia. La alegría habría sido mayor si hubiera podido ingresar con pasaporte español, documento que me fue imposible obtener por la reglamentación vigente en ese momento: sólo pude lograr que mi padre lo tramitase gracias a las partidas de nacimiento que tan amablemente me enviaron.
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