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Volver a Galicia – Libro de María González Rouco (página 4)


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La galería de personajes nos muestra diferentes facetas de la condición humana, virtudes y pecados de hombres y mujeres que viven en una comunidad que gira alrededor de los ritos litúrgicos del catolicismo y las fiestas patronales.

La espontaneidad del relato en los juegos tradicionales y las muiñadas merecen destacarse como piezas de antología.

La voz del narrador se instala en la perspectiva de un niño que conoce a fondo las tipologías de lo femenino y lo masculino, de una sociedad de mediados del siglo XX en la que predominan los roles paternalistas y autoritarios.

Correrías en Celeiros se inscribe en el marco de la literatura de la inmigración española en Buenos Aires, con el hechizo de la morriña y la añoranza de las meigas.

Damos la bienvenida a esta ópera prima de Pérez Feijóo, que seguramente deleitará a los lectores más exigentes" (16).

Un cuento de gallego (17), de Ernesto Ordoñez, es la obra acerca de la cual se afirmó: 

"Con clara espontaneidad se desgranan los recuerdos del autor, que se inicia en las letras con ésta, su opera prima. Ernesto Ordoñez emprende un interesante recorrido que abarca desde su Galicia natal y sus recuerdos más lejanos, hasta los días de la actualidad.una privilegiada memoria le ha permitido conservar infinidad de detalles que contagian a su relato, un clima que va desde la suave nostalgia hasta el humor más delicado.sus ojos captaron en aquellos momentos, variados aspectos de la vida cotidiana desde ese lugar irrepetible que son los ojos de un niño. Y así, van desgranándose sus recuerdos, como en una cascada, saltando por encima del tiempo y conservándolos con la misma ternura y emoción que cuando sucedieron.un vistazo que llega hasta los días actuales.por eso, este libro encierra mucho más que una autobiografía, porque más allá de los hechos, el autor ha podido captar la resonancia que el correr de la vida tuvo en la mente de Ernesto – niño. y ha sido capaz de transmitirla con toda la calidez de su personalidad"(18).

En abril de 2012 se publicó la Primera Antología del C. C. Rosalía de Castro en homenaje a la poeta. En ella se incluyó "Esa mujer", páginas en las que la artista Gladys Semillan Villanueva recuerda una visita a la casa de Rosalía, en Padrón (19).

edu.red

Un puente azul (20), de Consuelo Bermúdez, fue presentado en el Salón Arturo Cuadrado de la Federación de Asociaciones Gallegas. 

"De reciente aparición, 'Un puente azul' es un intenso trabajo escrito en primera persona, que revisa los cajones de los recuerdos para dar cuenta de testimonios e historias íntimas que no merecen quedar en el olvido. 

"En la contratapa de su libro, Consuelo Bermúdez subraya que 'si yo no hubiera atravesado este puente azul que para mí es el Océano, no habría extrañado tanto el mundo de mi infancia gallega ni habría conocido mi destino americano que me esperaba con experiencias tan sorprendentes' " (21).

Una experiencia tan fuerte como la de la inmigración tenía que reflejarse en la literatura. Algunos inmigrantes y exiliados recurren a periodistas que les ayudan a dar forma a su historia; otros, la escriben adoptando nombres ficticios que ocultan a los verdaderos protagonistas; unos más – entre los que se cuenta Consuelo – la ofrecen a los lectores tal cual la recuerdan.

Para qué escribir memorias? Hubo quienes, en los albores de nuestra vida como nación, las escribían para justificarse. Más tarde, los hombres del 80 las escribieron para mostrarse como miembros de una elite y para marcar las diferencias entre la sociedad de antaño y la que veían con mirada reprobadora.

Consuelo escribe para sus hijos, nietos y sobrinos, para sus hermanos, para sus paisanos, para que no queden en el olvido tantos hechos tan íntimos y tan ejemplares de esta gallega que empezó a trabajar a los ocho años, que debió abandonar su tierra, y que sin embargo, es tan alegre… Escribió en español y en su idioma, en prosa y en verso, y siempre logrando en el lector la misma emoción.

Si tuviera que elegir una página que condensara toda la obra, sin duda escogería el poema "Adiós", emblema de este libro pleno de amor, de afán de superación, de esperanza, como lo es la inmigración que desde Galicia llegó a la Argentina. 

Notas

  • 1. Cané, Miguel: Juvenilia. Buenos Aires, CEAL, 1980. (Capítulo).
  • 2. Mansilla, Lucio V.: Mis memorias. París, Casa Editorial Garnier Hermanos, 1904.
  • 3. "El vigor de las colectividades 1914-1930", Crónica, 1992.
  • 4. Varela, Luis: De Galicia a Buenos Aires –Así es el cuento-. Buenos Aires, el autor, 1996.
  • 5. Onega, Gladys: Cuando el tiempo era otro. Una historia de infancia en la pampa gringa. Buenos Aires, Grijalbo-Mondadori, 1999.
  • 6. Duche, Walter: "Todos tenemos derecho a escribir nuestra historia", en La Prensa, Buenos Aires, 18 de julio de 1999.
  • 7. Longueira, Genaro: Testemuños dun neno. 
  • 8.Longueira, Genaro: Testemuños dun home.
  • 9. Silva, Toni: "De Abegondo para el mundo El Concello estrenará su lista de hijos predilectos con los hermanos Longueira, emigrantes que triunfaron en Argentina", en La Voz de Galicia, 23 de abril de 2010.
  • 10. Lojo, María Rosa: "Mínima autobiografía de una "exiliada hija" ", en Sitio Al Margen Revista Digital. Noviembre de 2002.
  • 11. Sela, MitoBabilonia chica. Buenos Aires, Milá, 2006. 112 pp. (Imaginaria). 
  • 12. Cao Corral, Manuel: La actuación profesional de un dirigente de empresa con principios. Buenos Aires, 2007. 432 pp.
  • 13. Regoli de Mullen, Alicia: en Cao Corral, Manuel: op. cit.
  • 14.
  • 15. Pèrez Feijóo, José María: Correrías en Celeiros. Buenos Aires, Xunt.ar, 2009
  • 16. Pizarro, Cristina: "Prólogo" a Pèrez Feijóo, José María: op. cit.
  • 17. Ordoñez, Ernesto: Un cuento de gallego. Buenos Aires, Dunken, Diciembre de 2011.
  • 18. S/F: en Editorial Dunken. www.dunken.com.ar.
  • 19. Semillan Villanueva, Gladys: "Esa mujer", en Primera Antología del C. C. Rosalía de Castro "Homenaje a Rosalía de Castro". Buenos Aires, De los cuatro Vientos, 2012.  
  • 20. Bermúdez, Consuelo: Un puente azul. Buenos Aires, Ediciones El Escriba, 2013.
  • 21. S/F: gacetilla de prensa de Federación de Asociaciones Gallegas.

Biografías

Félix Luna evoca, en Soy Roca, a Gumersindo García, mayordomo del presidente. En esa obra, afirma el protagonista: "Si pienso bien la cosa, hablando de amigos tendría que decir que el mejor que tengo hoy es Gumersindo García. Varias veces lo he mencionado y conviene ahora que aclare quién es. Gumersindo es gallego y entró a trabajar en mi casa de la calle San Martín cuando recién me instalé allí, en los finales de mi primera presidencia. Tenía entonces 28 años. A fuerza de honradez y fidelidad, fue ocupando una posición muy diferente a la de su original oficio de mucamo; hoy es mi hombre de confianza, el que manda y resuelve, el que se ocupa de mi dinero y mi bienestar. (…) Cuando los alborotos por la unificación de la deuda, después que yo me acostaba tiraba un jergón en la puerta de mi dormitorio para pasar la noche allí, armado con un revólver. Yo me he dejado ganar poco a poco por este hombre que es el arquetipo de la lealtad y el servicio prestado con cariño y devoción. Hace unos días me mostró su tesoro más preciado: un puñado de cartas que le he ido escribiendo a través de los años. Noté que son bastantes: creo que es la persona a la que me he dirigido epistolarmente con más asiduidad. (…) Es curiosa esta parábola que ha dado Gumersindo y lo ha convertido en mi confidente. La vida política me acostumbró a no entregarme demasiado, cuidar mis palabras y administrar mis sentimientos. (…) Con Gumersindo es distinto: está dotado de inteligencia natural, después de un cuarto de siglo de convivencia conoce mis cosas mejor que yo, y no tiene ningún interés que no esté asociado a mi persona. Sé que algunos de los que me rodean –incluso mis hijas- critican esta confianza que brindo a quien, después de todo, es un servidor. Sin embargo, yo encuentro en Gumersindo todas las cualidades que permiten hacerlo depositario de lo más escondido y reservado, en la seguridad que jamás traicionará la fe que he puesto en él. Y no dudo que Margarita y él serán los que me lloren con más sinceridad cuando abandone este mundo" (1).

María Esther Vázquez se refiere, en Victoria Ocampo (2), al remoto origen gallego de la directora de Sur: "Legendariamente, se supone que los Ocampo descienden de un paje de Isabel la Católica, nacido en Galicia, que fue uno de los primeros habitantes de la isla de Santo Domingo. En realidad, don Manuel José de Ocampo, tatarabuelo de Victoria, llegó del Perú en los últimos años del siglo XVIII".

En Un día más de vida, La odisea de David Galante, biografía escrita por Martín Hazan, se recuerda al empresario Morgade, de quien fue socio el exiliado griego (3).

Hace años, leí "Los trasterrados". Me impactó, por su sencillez y su belleza. Porque sabía decir todo con las palabras exactas. Hoy, esa misma cualidad la encuentro en el nuevo libro de Carlos Penelas, un escritor al que sigo y admiro. 

En su Retratos (4), evoca a inmigrantes y argentinos, a personalidades y a gente común. Todos ellos merecen su lugar en estaE galería que está ubicada temporalmente, en su mayoría, en la adolescencia y la juventud del escritor. Es en esa época en la que pudo atesorar los testimonios que prodiga en estas páginas.

Hay inmigrantes –dije- gallegos y de otras nacionalidades. Entre los gallegos, el mozo que lo atendía en el bar Astral ("Alegre y generoso, un corazón que todo lo ocupaba"); el gallego que regresa a la aldea, después de treinta años, con zapatos nuevos, porque allá siempre había andado descalzo; Dionisia López Almada, fundadora y ex presidente de la Comisión de Familiares de Desaparecidos en la Argentina; la encargada del edificio (nacida en Trasparga, la tierra de mi abuelo), a la que lloró como a su madre. Entre los que no eran gallegos, merece comentarse especialmente la semblanza de Boleslao Lewin, el historiador venido de lejos, de una nación que vivía un presente aciago, al que reconoce muchos méritos, entre ellos, el de ser tan generoso como para ofrecer al joven Penelas el abrigo del que el autor carecía en invierno. 

Si de argentinos se trata, destacamos la semblanza de Alejandra Boero ("Jubilosa, rebelde, apasionada"), Enrique Palazzo, Roberto Santoro, Jorge Brandi, y Juan Bautista Bioy Lanusse, entre otros. También en este orden de evocaciones, nos encontramos con las espléndidas páginas acerca de Max Dickman, retratado en todas sus facetas con comprensiva pluma.

La lectura de estos retratos nos hace reflexionar acerca de diversos temas. El primero -y el más obvio-, la capacidad del escritor para rodearse, en sus años mozos, de gente valiosa, una capacidad que nuestra juventud –y no es por ser negativa- no cultiva demasiado. Luego, pienso en qué importante ha sido para él esa impronta, que puede evocarla con tal lujo de detalles en la madurez. Y, por último, disfruto de su talento al escribir, que lo hace capaz de trazar una emotiva semblanza, o una irónica caricatura digna del mismísimo Mujica Láinez, pero más severa.

De Lalín a Buenos Aires, BENITO BLANCO, un gallego emprendedor (5), se titula la biografía escrita por Mariana Vicat. Leer esta obra es un placer por varios motivos.

Porque está escrita con oficio y cariño por una periodista que tiene una trayectoria valiosa, y los contenidos fueron revisados por el biografiado y el Dr. José Manuel Castelao Bragaña, Director de la Fundación Galicia Emigración.

Porque la vida de Benito Blanco daba, sin duda alguna, tema para un libro; tan sorprendente y variada es su historia, que cuesta creer que un sólo hombre haya sido capaz de tanto. Un hombre que, además de ser un empresario exitoso, es -como bien lo resaltan los numerosos entrevistados que aparecen en las páginas-, generoso y honesto, que ha encarado negocios en su tierra de origen y en la que ha adoptado, que vino llamado por un familiar, un poco al azar, y aquí se quedó, brindando a la Argentina su aporte no sólo en el trabajo (en los ramos gastronómico, petrolero, frutihortícola e inmobiliario) sino también en proyectos como la restauración del Plus Ultra ("Blanco contrató a un ingeniero naval, un carpintero, y siete peones para desarmar la aeronave. Luego lo embalaron pieza por pieza y, a continuación, un camión de dieciocho metros de largo, que Blanco hizo venir desde una de sus bases mineras en Comodoro Rivadavia, y previo permiso de Vialidad Nacional, transportó el aparato al aeropuerto de Ezeiza. De allí se lo trasladó a España en un avión de Iberia".), la reconstrucción del Teatro Avenida ("El fuego había causado daños muy graves en la estructura y eso había obligado a su clausura. En 1986 se anunció un proyecto de reconstrucción elaborado por una sociedad anónima, denominada Reconquista del Teatro Avenida, compuesta por nueve miembros. Siete de ellos eran empresarios españoles radicados en la Argentina desde hacía muchos años (Benito Blanco, Ramón Mourente, Ramón Berdullas, José María Doeyo, Luis Pereira Castro, Alvaro Campos y Florencio Aldrey Iglesias), y dos eran hijos de gallegos (Manuel Pérez Amigo y la actriz y cantante Lolita Torres). (…) poco tiempo después, (Lolita Torres) les anunció que se retiraba, pues no contaba con el dinero suficiente. Benito Blanco invitó en su lugar, a su amigo Manuel Jamardo, quien fue el que más dinero aportó a la sociedad") y el hermanamiento de una ciudad española y una argentina ("Benito Blanco siempre se preocupó por fortalecer los vínculos entre su patria de nacimiento y su patria adoptiva. En 1988, junto con sus paisanos Marcial Sánchez y José Luis López Garra, decidió hermanar a Lalín con Chascomús, ciudad natal del entonces presidente Raúl Alfonsín, cuyos abuelos eran de Ribadumia, Pontevedra").

La edición, de tapa dura y con muchas fotos en un papel de primerísima calidad, es el fruto del viaje de la escritora junto a su biografiado, por Galicia y por la Patagonia, recabando testimonios y convocando recuerdos.

Pensado para todo público, el volumen informa no sólo acerca del "gallego emprendedor", sino también acerca de los celtas, la vida en Galicia, la colectividad española de nuestro país y muchos otros asuntos.

Ha sido declarado de Interés Cultural por la Comisión de Cultura de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación y lo que se recaude de su venta, será destinado a UNICEF.

A leerlo, entonces, en estos días en los que la cercanía del Bicentenario nos invita a volver la mirada hacia nuestro pasado y a conocer los hacedores de nuestro presente.

Marcelo González Táboas es el autor de Florencio, el vuelo del galleguito (6). 

" "Florencio nace de la resonancia de la voz de mi padre en mi memoria, contando historias ocurridas entre el 1900 y 1984 que conforman el relato de su vida. Historias, siempre adornadas con detalles, citas textuales de dichos y diálogos, e incluso ruidosas onomatopeyas, que transmitían, en una suerte de realismo mágico, imágenes vívidas y coloridas de cada suceso. Esta narración las hilvana cronológicamente, reproduciendo las exageraciones, el lenguaje y las formas de construcción del discurso original". 

La obra, en efecto, recrea, con precisión biográfica y estilo literario a la vez, toda esa sucesión de episodios que describen el itinerario vital de Florencio, el protagonista, y la evolución de su familia, pero en su desarrollo se explaya también, con el mismo rigor histórico y vocación literaria, en la ambientación geográfica, histórico-política y socio-económica, incluyendo de esta forma referencias a la vida cultural de los lugares por los que transcurre y al clima de época mundial que los va enmarcando. Ello, pues, resalta a la obra y le da una coloratura e interés universal adicional. 

Así, la narración transita las circunstancias del flujo migratorio gallego; el clima de época de la Cuba de principios del Siglo XX; la geografía urbana del Buenos Aires de 1920, con su vida nocturna en los teatros y cabarets del centro, y sus arrabales aún impregnados de resabios del paisaje pampeano. A partir de 1930, siendo Florencio propietario de panadería y dirigente gremial, la historia comienza a imbricarse con la vida pública argentina, y desde 1945, con la irrupción del peronismo y su omnipresencia, entrama intensamente con el fenómeno político. Por entonces, Florencio alcanza su apogeo, pero de repente cae cuando la cárcel le pone un límite a su albedrío. A la caída de Perón, a través de los sucesivos gobiernos, el protagonista resurge, va concluyendo su misión y finalmente se retira. En la última vejez, con mirada serena va registrando la explosión de la vida nueva, a través de sus hijos, y las instancias dramáticas que entonces envuelven a una patria que aún no encuentra su camino" (7). 

Notas

  • 1. Luna, Félix: Soy Roca. Buenos Aires, Sudamericana, 1991. Pp. 446-447.
  • 2. Vázquez, María Esther: Victoria Ocampo, por María Esther Vázquez. Buenos Aires, Planeta, 1991. 239 páginas.(Colección Mujeres Argentinas, dirigida por Félix Luna). Foto de tapa: Man Ray, 1930. Investigación y edición fotográfica: Marisel Flores, Graciela García Romero Felicitas Luna. Reproducciones: Filiberto Mugnani.
  • 3. Hazan, Martin: Un día más de vida, La odisea de David Galante, 2009. 
  • 4. Penelas, Carlos: Retratos. Bs. As., Centro Betanzos Ediciones/Xunta de Galicia, 2008. Ilustración de tapa: "Retrato de Rocío", por Juan Manuel Sánchez.
  • 5. Vicat, Mariana: De Lalín a Buenos Aires, BENITO BLANCO, un gallego emprendedor. Abey Ediciones, 2009. 192 páginas.
  • 6. González Táboas, Marcelo: Florencio, el vuelo del galleguito. Buenos Aires, 2012.
  • 7. S/F: información de prensa.

Periodismo

Las Aguafuertes gallegas de Roberto Arlt aparecieron en 1997, por primera vez quizás, reunidas en un libro. La edición, prólogo y notas estuvieron a cargo de Rodolfo Alonso, quien tuvo un destacado papel en la publicación de estos artículos en un volumen: "por gentil mediación de Jorge Raúl Pérez –relata Alonso en el prólogo-, pudimos enterarnos de que durante ese mismo viaje, Roberto Arlt había visitado Galicia y enviado desde allí una nueva serie de crónicas: nada menos que sus Aguafuertes gallegas. Cuidadosamente recortadas y pegadas, sin duda por el fervor de algún paisano, esas páginas de hace más de medio siglo me llegaron ahora fraternalmente fotocopiadas, salvadas del olvido".

La difusión de estas crónicas tiene gran importancia. Primeramente –comenta el prologuista-, "Estas Aguafuertes gallegas no son solamente un nuevo ángulo de enfoque para enriquecer nuestra visión, cada vez felizmente más compleja y fecunda, de uno de los más originales escritores de nuestro tiempo". Esta posibilidad, de por sí, justificaría sobradamente la lectura de las crónicas, pero –continúa- "También nos sirven, además, como auténtico lazo de ligazón entre ambas orillas, entre ambos mundos, no sólo para conocer mejor a esa realidad porteña y argentina donde lo gallego se halla tan profundamente entremezclado, como una sutilísima levadura, sino también para recordar cómo era aquella Galicia de hace más de sesenta años, que quizá no sabía que estaba a punto de anegarse (como toda España) en la tragedia heroica de la guerra civil".

Otro de los motivos de interés de los textos –agrega Alonso- tiene que ver con la condición social de Arlt -lo recordamos muy lejano de aquel Mujica Láinez que por esos años escribió sus "crónicas andariegas" para La Nación.

Alonso se refiere a la condición social del escritor en relación con sus artículos: "siendo el mismísimo Roberto Arlt, como ya dije, también hijo de inmigrantes, estaba en inmejorables condiciones de comprender, fraternizar y valorar a este otro pueblo al que sólo las más difíciles circunstancias económicas y sociales –como él mismo bien señala- habían obligado a la emigración. Y que, sin embargo, sabía amar tan profundamente y como propia a su patria de adopción".

En estos artículos de Arlt son frecuentes las comparaciones: entre dos localidades gallegas, entre los gallegos y los andaluces, entre los gallegos y los argentinos. De esta última, no salimos bien parados, ya que el periodista advierte que nuestra inferioridad en cuanto a capacidad de sacrificio y laboriosidad es la que hace que un sector de nuestro pueblo desestime al gallego. El cronista nos habla de las duras condiciones en que se desenvuelve la vida en el noroeste español y le resulta lógico que para el gallego inmigrante todo sea sencillo en las Américas: "No se siembra sobre piedras. La tierra es tan tierna que en verano se la cruza en ferrocarril entre grandes nubes de polvo. Aquí, en España –agrega-, la tierra es tan dura, que en pleno verano, cruzando la llanura de la Mancha, que no es llanura sino una sucesión de suaves colinas, después de seiscientos kilómetros de travesía, conservamos la ropa limpia. (…) ¿Qué significa el esfuerzo en la gran llanura –se pregunta-, comparado con la lucha en la mar traidora o en la montaña empinadísima?"

Al respecto, son particularmente interesantes los artículos en los que se refiere a la pesca del pulpo y al trabajo de las campesinas gallegas. De estas últimas comenta que se han quedado solas, pues los maridos están en América o en el mar. Los que están en América, faltan de sus hogares desde hace años, y sólo envían cartas y "escasas pesetiñas". Arlt transcribe un poema de Rosalía de Castro, incluido en Follas Novas (que el lector podrá apreciar en la versión original y en la traducción de Rodolfo Alonso); es aquel que comienza: "Se va éste y se va aquel:/ y todos, todos se van, / Galicia, sin hombres quedas/ que te puedan trabajar".

Sobre aquellos que emigraron reflexiona Arlt en tierra gallega: "-Cómo se les ha de encoger el corazón cuando, en un momento de soledad, se acuerdan de estas aldeas tan bonitas, tan envueltas en cortinados verdes, y cuando se acuerdan de la caída de la tarde, del sol en el río, y de las voces de las gaitas, y de los bailes en los calveros, y de las vacas que atadas con una cuerda llevaban a beber a un río, y de los viñedos tan tupidos, y de sus casonas suspendidas sobre los abismos…" Comprende cabalmente la morriña que agobia a estos hombres de dos continentes, y la comprensión hace que se vuelvan para él más dignos de encomio.

El cronista destaca, asimismo, la seriedad de los gallegos, y la explica en una de sus notas: "he insistido en que me llamaba la atención la seriedad del gallego, pero la seriedad a que me refiero, no es la del ceño fruncido, sino a esa gravedad reflexiva, disuelta en la expresión del semblante, por el hábito de la meditación".

En la crónica dedicada a la ciudad de Vigo, transmite sus impresiones acerca de la urbe moderna, muy limpia, con mujeres bonitas y una atmósfera "naturalmente contenida y mesurada". Elogia en estas páginas la honradez de los gallegos, que adquirirá fama proverbial en América: "La gente es ferozmente honrada" –asevera. Como prueba de ello, comenta que "Las casas de pensión dejan la puerta abierta, de modo que por la noche, uno puede entrar a la hora que llega sin necesidad de cuestionar con el sereno".

La relación entre España y América se evidencia, asimismo, en las donaciones que filántropos del nuevo continente hacen a su madre patria, como "la llamada Biblioteca América, obra de un patriota gallego residente en Buenos Aires, don Gumersindo Busto, quien tuvo la feliz idea de fundar la Universidad Libre Hispano Americana" y la obra de los hermanos Juan y Jesús García Naveira, dos comerciantes ya fallecidos en el año en que se escriben las crónicas, enriquecidos en la República Argentina, cuyas donaciones "son asombrosas por la cifra en metálico que representan".

Pero, más allá del aporte económico de los emigrantes, los vínculos entre las dos patrias se patentizan una vez más para Arlt en Betanzos, donde observa que "Si se conversa con la gente os sorprende de hallaros en una de las ciudades más argentinizadas de Galicia. Se habla aquí de Buenos Aires como si fuera el pueblo de enfrente –afirma. Circulan modismos argentinos: "no seas globero", "macaneador", "ché". El tango para sorpresa mía, además de bailarse se canta con la letra. No en balde, cerca de tres mil habitantes de Betanzos trabajan en la República Argentina".

Así vio Roberto Arlt la inmigración, desde Galicia; sus crónicas surgieron plenas de admiración por un pueblo del que muchos argentinos descendemos.

José González Carbalho escribió en diarios y revistas. En varios artículos se refirió al viaje a Galicia que realizara en abril de 1955. Escribe Antonio Requeni, a propósito de los mismos: "González Carbalho fue poeta y periodista. Esa doble actividad lo ayudó a comprender mejor la realidad gallega. En muchas de las páginas que dejó escritas resalta la observación sutil, el registro de detalles que contribuyen a una captación más profunda. Esa capacidad para detenerse a inventariar los elementos de la realidad debe ser don o virtud de periodista. Y González Carbalho lo fue, ininterrumpidamente, durante muchos años. Pero además era poeta y sus antenas sensibles estaban siempre prontas para sintonizar el alma de las cosas y traducir ese mensaje en palabras. Mallarmé dijo que todas las luchas del hombre, las victorias o las derrotas de la humanidad, terminan convertidas en palabras, existen para las palabras, son el pretexto y la justificación, tal vez, de un hermoso libro o de una página imperecedera. González Carbalho, periodista y poeta, acertó a ver y sentir Galicia. Y aquella realidad geográfica y humana justifica hoy unas palabras que, como las de todo poeta verdadero, nacidas del asombro o del fervor y acuñadas al calor de la ternura, se inscriben para siempre en el Tiempo".

En "Temas de la patria anterior", el viajero escribe: "Quienes fueron antes que yo en mi sangre, partieron por donde yo entré en España. Recuerdo que en algún coloquio de lembranzas, hablóme mi padre de cuando se echaba a nadar en la radiante bahía de Vigo. Eran intentos para irse. Estaba haciendo la práctica para la gran travesía. El alma navegante se estaba familiarizando con la onda, el yodo, la brisa que blanquea de sal la cara. Así partió siendo niño. Y yo volví por donde él partió, siendo ya varias veces hombre. Es decir: hombre y experiencia, hombre y afán de indagar en la raíz, de sentirme en la fuente de la savia. Hombre que necesita respirar los aires de su patria anterior".

"La emoción de su primera caminata por Santiago quedó documentada en otro artículo": "Dejo mis maletas en el hotel y salgo, ansioso de caminar por Santiago de Compostela. La Rúa Nova me acoge con el monacal señorío de sus recias casas. Piedra, Severidad. Noble arquitectura neoclásica y barroca. Rúa donde el rumor de los pasos sobre las antiguas losas se apaga oscuramente y el paseante piensa que transcurre hacia dentro del tiempo. Ya estoy andando bajo soportales. Había hablado de ellos sin verlos. Son los mismos. Como también la lluvia es la misma que soñara. La capital religiosa de España –la ciudad que reza, como suele llamársela- es ciudad de lluvias. ¿Puede uno imaginarse a Santiago sin ese ámbito de recogimiento? ¿Quién no ha sentido, en algún instante, esa caricia menuda y tenaz que llaman calabobos? Esta lluvia no moja, bautiza. Es la bienvenida. Tiendo a ella las manos y la llevo a mi cuarto. Huele a aire, a nube. En mi interior, como una blanda hierbecita del campo, crece la sonrisa".

En un artículo publicado en la revista El Hogar, manifiesta su impresión al visitar Padrón: "La primera evidencia de Rosalía la tuve al acercarme a la iglesia de Santa María la Mayor de Iria Flavia. A la vista de su aguja hubiera querida apaciguar la marcha del coche. Descendí despacio y fui andando hacia el templo, cuyo pórtico data del siglo XII, de modo que la presencia de la alondra fue tan real como cuando ella acudía a rezar por sus deudos y servidores. En el atrio, como es tradicional en toda Galicia, el cementerio. El de Adina tiene un valor emocional distinto: en él recibieron sepultura, por espacio de cinco años, los restos de la escritora. Al desenterrarlos para su traslado a la iglesia de Santo Domingo de Bonaval, en Santiago de Compostela, hallóse el cuerpo y las violetas que tenía en su pecho, como si la muerte no hubiera pasado para ellos".

Fue crítico literario. Manuel Mujica Láinez guardaba en sus cuadernos las reseñas que se hacían sobre su obra; entre ellas, encontramos el recorte de un comentario bibliográfico firmado por González Carbalho, acerca de Vida de Aniceto el Gallo. En ese texto, Carbalho destaca el sentimiento del autor hacia su biografiado; hay –a su entender- una evidente simpatía y una constante intención de resaltar las virtudes y justificar los defectos: "La simpatía que el autor del libro experimenta por su héroe es transportada a cada una de las palabras, con matices de piedad y ternura, de comprensión de las virtudes y los errores, de lirismo nacido de episodios memorables –el del sauce de la tumba de Musset, por ejemplo-, de delicada ironía ante el hoy incomprensible romanticismo de ciertos sucesos".

En prosa y en poesía evocó González Carbalho a Galicia, la "patria anterior" que pudo ver antes de morir.

Costumbrismo

En "Carnavalesca", Fray Mocho desliza la crítica social, al afirmar que a la doméstica gallega, la patrona la explota. De la abusadora señora dice el personaje: "se aprovecha de que sos d"España para sacarte el jugo por unos cuantos centavos". El retrato que hace del temible gallego hermano de la joven, es despectivo, ya que pone en boca de la doméstica este concepto: "Yo lo conozco a mi hermano y sé que a bruto y terco no le han de ganar muy fácil…" (1).

Félix Lima es el autor de "Otra vez en la milonga, trágico doblete", artículo en el que incluye su "Carta pra alá" (2), la cual manifiesta una actitud negativa hacia los gallegos:

"Señora Guesusa Pérez de Jarcía y Jrejores.

"Viju.

"Querida prima:

"Por aquí con a jerra, nos ponemus jordus, pues o que no suben os mayoristas, os subimus nosotros, por más que el jobiernu aprieta el torniquete a los especuladores y el hornu no está para janancias desmesuradas, pero tú sabés que aquí como en Lojroñu, en Londón como en Juacintón, en Hamburju comu en Ríu de Ganeiro, echa a ley, echa a trampa.

"Te comunico una noticia que te llenará de gubilu: primu Jabriel ya sentó plaza de rentadu en el ayuntamiento, pues el concegale Iñiju, pariente leganu de tíu Jaspare, le consijió esa canonjía, 160 pesiñus mensuales, con gubilación y otros previleguius, con a única condición de votar siempre por los amijotes del susodichu Iñiju.

"Primo Jabriel Sánchez Jerra ya maneja el escobillón edilicio con jarbu y empuga a carretilla con donaire, y en cuantu al uniforme, llévalo con elejancia que se la envidiaría Eduardu de Juinsur, ese tipo yoni que para mí tein guente en a azotea.

"Deseamus que a jerra sea larja para convertir nuestra actual despensiña en almacén por mayore, con siete camiones de repartu.

"Cariñus pra ti y para todos de tu prima que gamás te olvida-

Benita Fuentes de Sanjrador'

Un galleguito aparece en un texto costumbrista (3) de Ricardo Lorenzo (Borocotó), sosteniendo este diálogo:

"-Uno debe cantar bajo y otro alto –aconsejó El Galleguito".

"-¿Alto como las montañas de tu aldea? -¿Te juego a quién las tiene más altas?… El día que vengas a mi provincia te vas a agarrar un empacho de montañas… –interrumpió Rompehuesos, que jamás transaba en que hubiera montañas más altas que las de sus pagos. Hasta decía que las de la geografía estaban mal medidas".

Notas

1 Alvarez, Sixto A. (Fray Mocho) Cuentos. Buenos Aires, Huemul, 1966.

2 Lima, Félix: "Otra vez en la milonga, trágico doblete", en Caras y Caretas, Año XLII, N° 2137, Buenos Aires, 23 de septiembre de 1939.

3 Lorenzo, Ricardo (Borocotó): "El Diario de Comeuñas", en R. Arlt, R. Gache, Borocotó y otros: El costumbrismo (1910-1955). Buenos Aires, CEAL, 1980. Pág. 37. (Capítulo, vol. 68).

Historietas

En "La historia del comic en la Argentina", trabajo "realizado por Néstor G. Giunta, en el año 2004, basándose en un texto original del profesor Oscar De Majo, quien autorizó las modificaciones y agregados efectuados aquí sobre el artículo aparecido en "Signos Universitarios" (Bs. As., Universidad del Salvador, Año XV N° 29, en el año 1996)", el autor se refiere a una inmigrante: "La historieta pasa a la prensa diaria recién en 1920, cuando el diario La Nación empieza a publicar tiras, con gran enojo de muchos de sus lectores, que pensaban que con estas "frivolidades" se desmerecía la "seriedad" de la publicación. (…) debuta con sus personajes, en los periódicos, Lino Palacio, que crea a "Ramona" (…), en 1930, para "La Opinión" " (1).

"Cuenta la anécdota que Palacio se inspiró en una mucama gallega que trabajaba en la casa de su abuelo para crear a Ramona. Observador como todo humorista, el autor crea un personaje que es un estereotipo derivado de la inmigración poco instruida que llegó a Argentina a principios de siglo. Como tantos otros inmigrantes, Ramona es empleada doméstica. Ignorante y algo bruta, inocente y demasiado sincera, tales las características que detonan la comicidad de este personaje. Ramona es el primero de los grandes personajes de Lino Palacio, al que seguirían Don Fulgencio, Avivato y Cicuta, entre otros. Estos personajes, como los de otros autores de la época, se caracterizan por basar su humor en una cualidad que produce el efecto cómico, recurso que se repite de tira en tira. En el caso de Ramona, su ignorancia produce todo tipo de malentendidos. La interpretación literal de lo que le dicen, su incapacidad para el doble sentido, provocan las situaciones que sufren sobre todo sus patrones. Su inocencia y simpleza la llevan a una sinceridad extrema, que desemboca en algo parecido a la insolencia. Pero Ramona no tiene malicia, todo lo que hace es sólo consecuencia de lo bruta que es. Ramona fue el primer gran personaje argentino que apareció en los diarios. Comenzó a publicarse en 1930, en La Opinión, diario oficialista que salió apenas por un año. A partir de 1938 se publica en el diario La Razón, donde se hace exitosa. Varios autores se hicieron cargo de la tira: Toño Gallo, Guillermo Guerrero, Dobal y Faruk (hijo de Lino Palacio). A partir de 1958 Ramona es continuada por Cecilia, hija de Lino Palacio" (2).

En Locuras de Isidoro, historieta de Dante Quinterno, aparece un mayordomo gallego. "Quién no disfrutó alguna vez –pregunta Marcelo Benini- de los enredos protagonizados por Isidoro, ese porteño de vida disipada que rehuía a cualquier esfuerzo físico, incluido el trabajo, y pasaba sus horas en casinos, hipódromos y boites? Imposible olvidarlo: casi siempre vestía saco cruzado, polera, mocasines y tomaba whisky importado. Vivía disgustando a su pobre tío, el coronel Urbano Cañones, quien sólo confiaba en él cuando estaba acompañado por Cachorra Bazuka, una hermosa rubia de aparente compostura que en realidad era su compañera de juergas. Su otro aliado era Manuel, el mayordomo gallego, que lo apañaba ante el severo militar cuando Isidoro metía la pata. Autos deportivos, ruletas, cartas de póker, cigarrillos y noche componían la iconografía de Locuras de Isidoro, la popular revista que el inolvidable Dante Quinterno (1919-2003) publicó entre 1968 y 1976, año en que empezó a reeditarse" (3).

Quino creó al almacenero don Manolo y su hijo Manolito, personajes de Mafalda. Escribe Sylvina Walger: "Al cabo de dos semanas de publicar en "El Mundo" advierte que necesita más personajes para enriquecer la tira, y el 29 de marzo de 1965 aparece Manolito –Manuel Goreiro- inspirado en el padre de Julián Delgado, propietario en Buenos Aires de una panadería situada en Cochabamba y Defensa, en el histórico barrio de San Telmo" (4).

En "La vida es un dibujo Cómo les fue de grandes a los verdaderos Felipe, Guille y Manolito", Andrea Rodríguez relata la historia del inmigrante español que inspiró el personaje: "Sólo tres de los personajes de Mafalda estuvieron inspirados en la vida real. Guille es hoy flautista de la Orquesta Sinfónica de Chile. Felipe adhirió a la revolución cubana y es funcionario del gobierno de Fidel. Manolito vendió la panadería poco antes de morir. Su hijo es uno de los 82 periodistas desaparecidos durante la dictadura. Por primera vez hablan los verdaderos personajes que Quino inmortalizó en la tira más célebre que dio la Argentina. A Manolito, lo cuentan sus familiares" (5).

Notas

  • 1. Giunta, Néstor G.: "La historia del comic en la Argentina", en www.todohistorietas.com.ar
  • 2. S/F: "Ramona", en www.historieteca.com.ar.
  • 3. Benini, Marcelo: "Isidoro Cañones era de Villa Pueyrredón", en El barrio. Periódico de noticias, Agosto de 2003.
  • 4. Walger, Sylvina: "Explicación", en Quino: Mafalda Inédita. Buenos Aires, Ediciones de la Flor, 1988.
  • 5. Rodríguez, Andrea: "La vida es un dibujo Cómo les fue de grandes a los verdaderos Felipe, Guille y Manolito". Veintidós, Año 2, N° 71; Buenos Aires, 18 de noviembre de 1999.

Novelas

En la novela En la sangre (1), de Eugenio Cambaceres, el protagonista y su madre "se detuvieron frente a la Universidad en cuya puerta, mostrando un grueso manojo de llaves colgado de la cintura, estaba de pie el portero, un gallego ñato de nariz y cuadrado de cabeza".

En La gran aldea, Lucio V. López presenta gallegos trabajando junto a los criollos: "daban las cuatro y, no bien había entrado el gallego cotidiano con las viandas, don Narciso se engolfaba en los antros profundos de la trastienda". Lucio V. López menciona otro gallego relacionado con la tienda: "Caparrosa, el cadete de Bringas, un galleguito ladino y vivaracho" (2).

En El casamiento de Laucha, escribe Roberto Payró:

"Bueno, pues, anduve de tienda en tienda queriendo vender el poncho y sacar boleto con la platita, pero sin suerte porque no encontraba ningún aficionado

-No compro ropa usada -me gritó furioso un tendero gallego que no tenía más que clavos del tiempo de ñaupa" (3). 

A criterio de Delfín Garasa, "Una de las más cumplidas descripciones de un heterogéneo desembarco es la que ofrece Luis Pascarella en su novela-alegato documental, El conventillo. Llega el Christoforo Colombo y primero bajan los hombres de negocio con su apoplética cerviz, con el paso resuelto de los acostumbrados a dar órdenes y ser obedecidos, los turistas ingleses con sus máquinas fotográficas y algunas señoras un tanto perplejas por no ver en el muelle indios con plumas y taparrabos. Por ese entonces, el viaje a Europa empezaba a otorgar prestigio social, y los argentinos que regresan cambian opiniones en alta voz sobre los modelos de París, el mobiliario inglés o la sinfonía escuchada en la Opera de Viena. Y, finalmente, aparecen los inmigrantes, tan fustigados en los azares de las proclamas políticas, un "enorme hormiguero" que había viajado en el mayor hacinamiento. Rostros curtidos, exhaustos, azorados. En todos se presiente la pregunta: ¿Qué les deparará esta nueva tierra? De pronto, una mirada se ilumina o un brazo se agita en alto porque se ha reconocido a alguien en la muchedumbre que espera. Van bajando los hebreos de desgreñadas barbas y gastados levitones, los "turcos" con sus espaldas combadas, los nórdicos enjutos, los napolitanos pequeños y retorcidos como raíces, los andaluces gárrulos, los gallegos pacientes, los holandeses esponjosos, los genoveses de músculo recio e insaciable voracidad. Una mujer besa la tierra que los acoge y tras su actitud ritual se adivina un pasado de penurias y recelos. Y agrega Pascarella: "La gran ciudad de calles dirigidas hacia el Oeste recibe en su seno aquella semilla que purificada en un ambiente de libertad (…) se reproducirá en su inmensidad desierta" (4). 

Escribe Manuel Gálvez, en Nacha Regules (1919): "Monsalvat imaginó que sus palabras engendrarían entusiasmo y agradecimiento. Pero no fue así. Unos torcieron el rostro, otros cuchichearon. Una vieja se puso a hacer pucheros, y un gallego protestó contra el abuso de querer echarles de la casa para después subir los alquileres". El gallego decía que "Si ellos se encontraban bien, ¿por qué obligarles a aceptar lo que no pedían? ¿Qué vivían como los cuerpos? ¡Bah! Acaso vivieron antes de otra manera? Eso que decía el patrón: la higiene y el aire, era bueno para los ricos. ¡Los pobres estaban tan conformes sin aire! Y respecto de la higiene, maldita la falta que les hacía. Además, si la vida de los pobres era dura, no correspondía a los ricos pretender mejorarla. Y que no les dijeran que sus ofrecimientos eran desinteresados, porque no lo creerían. Ya conocían demasiado a los ricos. Todos iguales. Si a veces cedían por un lado, era para reventarlos por otro. Podía, pues, el patrón marcharse con sus rebajas de alquiler y la reforma del conventillo. No aceptaban la rebaja, no. ¡Ellos no se moverían de allí!" (5). 

En La pampa gringa (1936), de Alcides Greca, un gallego llega a la Argentina: "No salía de su asombro. Había creído que la América era un país maravilloso, de comarcas cubiertas por selvas de árboles gigantes, entoldadas con lianas, en las que se abrían flores prodigiosas y se guarecían pájaros de vivos plumajes. Se había imaginado que sus pobladores habitaban en palacetes muy blancos, rodeados de jardines, situados en los claros del bosque o a orillas de ríos anchurosos. La indumentaria de los europeos debía ser, necesariamente, un impecable traje de caza, casco inglés y voluminoso revólver en la cintura; los indígenas irían cubiertos con calzones a rayas, de colores chillones. Antoñico había presentido la América a través de alguna historieta de plantaciones antillanas o de las tapas policromas de una novela de Salgari" (6). 

En un conventillo reúne a sus discípulos José Luna, personaje de Megafón, novela de Leopoldo Marechal publicada póstumamente en 1970: "En la sala única del púgil se juntaban sin armonizar el comedor, el dormitorio y una cocina de leña, cuyo tiraje pésimo fue un manantial de humo que, sin embargo, nunca molestó en adelante ni a José Luna ni a sus tres discípulos, en las discusiones que mantuvieron sobre las metáforas del Apocalipsis. Los tres discípulos eran Juan Souto, llamado "el gaita", Vicente Leone, o "el tano", y Antenor Funes, conocido por "el salteño" " (7). 

En Una sombra donde sueña Camila O'Gorman (1973), escribe Enrique Molina: "Berón de Astrada pierde la vida en la batalla de Pago Largo, y Echagüe, su vencedor, hombre de aristocrática cuna, ordena, con una delicadeza de tiburón, que se le extraiga al cadáver una lonja de piel de la espalda, para hacer con ella una manea que envía al general Urquiza como presente. Esos obsequios, tan caros entre compadres, exaltan la cortesía de la época y el vals de los murciélagos. El mismo Urquiza, en carta a su hermano, después de una batalla, le anuncia: 'El gallego Navarro cayó prisionero y lo degollamos: te mando sus orejas' " (8). 

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En Hacer la América (9), Pedro Orgambide evoca, entre otros inmigrantes, a una familia gallega.

Manuel Londeiro junta trabajosamente el dinero para traer de Galicia a su familia. En la fonda "pide pan y tocino. Después, una sopa con carne, porotos y papas. Se promete ir al almacén de su primo, y firmar una letra, un documento, lo que sea a cambio del dinero para los pasajes. Si comes tanto no podrás ahorrar, dice su primo, si sólo piensas en comer, si El pan de Manuel Londeiro no llega a la boca. Lo coloca en un pañuelo y lo anuda. Ya tiene su cena".

Al gallego, "El albanés lo desafía a una pulseada. Uno es fuerte como un caballo, piensa Manuel, pero uno no tiene ganas de pulsear. El albanés ha puesto su dinero sobre la mesa. No, yo no juego por plata. No me importa que mis amigos piensen que el albanés es más fuerte que yo. Yo no me juego el jornal". Sin embargo, lo hace: "Manuel Londeiro le dobla el brazo contra la mesa y caen las monedas en el suelo entre el jolgorio y el griterío de los estibadores".

Al fin, reúne el dinero que posibilita tan ansiado encuentro. Su mujer, Carmen, viajando con los hijos, piensa: "Es como si nunca hubiera tenido una casa, Manuel. Como si nunca más pudiera pisar la tierra firme y Dios nos condenara a vagar por el mundo en este barco. No pienses que estoy loca, Manuel. A otras mujeres que viajan aquí les ocurre lo mismo. Extrañan el olor de sus cocinas y el calor de sus camas. Una vieja me contó que todas las noches soñaba con su corral y sus puercos; otra, con un jardín de Andalucía. En América ¿tú sueñas con la casa, Manuel? Los hombres se ríen de esos sueños, son cosas de hembras, dicen, haremos otras casas allí, sembraremos el trigo, cuidaremos las viñas, vamos a trabajar en los aserraderos, en los muelles… Es que los hombres son más parecidos al mar, les gusta andar de un lado a otro. Algunos, sin embargo, se asoman al océano como si trataran de ver o que dejaron. Una les ve las caras de viudos de la tierra, caras de hombres como tú, Manuel, trabajadas por el sol y el granizo, por los días de labranza ¿no se extraña la tierra, Manuel? ¿el olor de la tierra?"

Llegan Carmen y los hijos, Paco y María. En el patio del conventillo, la niña juega a las estatuas con las hijas del árabe: "se quedaba inmóvil con un pie en el aire. (…) -¡Míralas! Se creen unas reinas… pero tarde o temprano van a parir como nosotras –vaticina la Carmen y apoya su mano en el hombro de Magdalena".

Paco, que no quiso sufrir lo que su padre sufrió por motivos políticos, se dedicó a la música. María, en cambio, inspirada en el espíritu paterno, fue líder en el movimiento de las costureras. 

En La crisálida, de Nisa Forti Glori, dice uno de los personajes: "No es cierto que las clases humildes son las más sanas. ¿Acaso los pobres son más bondadosos entre ellos? ¡Qué esperanza! Observen a las personas de servicio. Deberían mostrarse solidarias. Todas son trabajadores, ¿no? Una mano lava la otra, ¿no? Y no. Se mueven el piso. Se odian. Son capaces de correrse con el cuchillo. ¿No vimos en nuestra propia casa, cómo Rita corría a María la gallega? La corrupción está siempre en los extremos. Con la diferencia que a los muy ricos se les perdona todo y a los muy pobres, nada. Sobre mojado, llovido. Cuando no posees nada, hasta los amigos se evaporan" (10). 

La piedra madre (11), por Néstor Tirri, "narra los desvelos de un grupo de vecinos de Tandil, empeñados en una empresa descomunal: restaurar la fabulosa Piedra Movediza, un prodigio de la naturaleza que en el siglo XIX atrajo a viajeros de todo el mundo, y cuya ausencia (después de su caída en 1912) sumió a la ciudad en la nostalgia por la perdida gloria. En una narración ágil, en clave irónica y naïve, la novela recorre cuarenta años de aventuras y represiones sexuales y políticas. Y, con humor hiperbólico, registra la presencia de figuras reales, personajes notables que en verdad transitaron por Tandil.

A principios de los años ochenta La piedra madre resultó finalista del Premio Internacional de Novela Plaza & Janés (cuyo jurado fue presidido por Ángel J. Battistessa) y fue publicada poco después. Hoy se erige en una "novela de anticipación" (o profética) a raíz del emprendimiento turístico que 25 años después plasmó, en la realidad, una variante del proyecto de ficción de la delirante 'Comisión Vecinal Pro Restauración de la Movediza' " (12). 

María Rosa Lojo define a Canción perdida en Buenos Aires al oeste -novela premiada por el Fondo Nacional de las Artes en 1986-, como "la historia de una familia narrada a través de siete personajes, de siete voces: la voz central es la de Irene, que en sus treinta años rescata ese nudo de vidas que conforma sus propios orígenes, como quien canta una canción. Una canción perdida porque es la de la infancia y la adolescencia, la de la vida tramada por el amor, la dicha, la desdicha, la enfermedad, la muerte, los extravíos y las recuperaciones que constituyen el tiempo irrestañable e incorruptible, como el agua fluyente, que la palabra, por un momento, crea la ilusión de retener" (13).

Después de muchos años de exiliados, los padres de Irene sufrían el mismo desarraigo que los acompañaría hasta el final de sus días. En su hogar del oeste, "era el sol de la casa nativa que iluminaba sus rostros. Los rasgos de mi madre, silenciosos y bellos, como una estampa antigua; los ojos de mi padre, tristes de mar, empañados de tiempo recorrido. La mesa del domingo, cuando comíamos callados y mi padre, sólo mi padre recitaba, tácitamente, como para sí: "Donde yo me he criado…" Y ya no escuchábamos; lo demás se perdía en la bruma nebulosa de un mito siempre repetido, desesperado y patético como una plegaria inútil. La única plegaria que papá se permitía decir" (14). 

Mempo Giardinelli escribió Santo oficio de la memoria, obra galardonada con el VIII Premio Internacional "Rómulo Gallegos" en 1993. En esa obra -a la que Carlos Fuentes se refiere como a una "saga migratoria tan hermosa, tan conmovedora, tan importante para estos tiempos de odio, racismo y xenofobia"-, habla de un oficio que desempeñaban algunos españoles. En 1886, "Había muchos policías, allí. Casi todos asturianos, gallegos. No sé por qué. También usaban bigote de manubrio y llevaban pistolas al cinto, capote invernal, quepís duro y alzado y linterna en mano. Cuando se hizo la noche, los policías se movían como luciérnagas nerviosas" (15). 

Horacio Vázquez-Rial es el autor de Frontera Sur. "Prostitutas, fantasmas, jugadores, gallos de riña, socialistas primitivos, héroes del trabajo, anarcosindicalistas o músicos que se cruzan en la vida de tres generaciones de emigrantes gallegos, van tejiendo la trama de Frontera Sur y la historia de Buenos Aires, entre 1880 y 1935. Roque Díaz Ouro, que llega viudo y con un hijo a la capital argentina, que se enamora de una prostituta de alto vuelo y que recibe en su carrera ascendente la ayuda del espectro de un compadrito degollado, es protagonista de este relato épico, junto al alemán Hermann Frisch, portador de un bandoneón y de los principios de la organización obrera. Pero también aparecen en él figuras legendarias como Yrigoyen, Durruti o el propio Gardel, que definieron el espíritu de una época y de una ciudad apasionantes" (16).

El narrador describe, en esa obra, uno de los tantos desembarcos de inmigrantes, en la década del 80: "Los buques anclaban muy lejos de la costa, y viajeros, equipajes y mercancías pasaban, o eran arrojados, a una gabarra o a varios botes pequeños, que lo llevaban todo a los carros en que, finalmente, salía del agua. Si el calado no resistía una quilla, por escasa que fuese, las irregularidades del fondo lo hacían en algunos puntos excesivo par alguna de las ruedas de los vehículos, que encallaban o volcaban, arrastrando su carga al desastre. Padre e hijo presenciaron un desembarco, pendientes del bamboleo y los sobresaltos de los carros, del griterío de los que temían ahogarse en aquel tramo de su odisea, que imaginaban último, y de las voces de quienes, de pie en los pescantes, guiaban a las bestias. Ramón abandonó la contemplación de las inmundicias que las llantas arrancaban del limo y sacaban a la superficie cuando su padre fue a reunirse con un mayoral de mirada torcida" (17). 

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Graciela Cabal, en Secretos de familia (18), recuerda su aprendizaje de muñeira: "A mi amiga Rodríguez tampoco la dejan estudiar baile, pero ella igual sabe bailar la muñeira, porque la muñeira se la enseñó la madre. (La madre de Rodríguez es de un lugar donde todos saben bailar la muñeira desde que nacen, sin que nadie se la enseñe). Me da mucha vergüenza, pero igual voy y le digo a la mamá de Rodríguez si por favor, por favor, me enseña a mí a bailar la muñeira. La mamá de Rodríguez dice que ella con mucho gusto me enseñaría, pero hace tanto tiempo que no baila… "Sea buena, mamita", le dice Rodríguez a la madre, y la arrastra al patio. Y entonces la madre empieza a cantar bajito mmmmm mmmmm mmmmm y a dar unos pasos. Y después se ve que se anima porque se pone a cantar fuerte y se mueve rápido y hasta se saca las chancletas y el delantal, y sigue, sigue, sigue. Y justo llega el papá del trabajo y primero se asusta y pregunta qué es lo que está pasando en esa casa, y después se ríe y se pone a bailar enfrente de la madre. Y yo ya no aguanto y le digo a Rodríguez si quiere bailar, porque algo aprendí, de mirar. Y todos bailamos, cantamos y nos reímos, hasta la mamá de Rodríguez, que nunca se ríe. A la mamá de Rodríguez, cuando baila la muñeira ni se le notan los bigotes". 

En Agua de nadie –novela distinguida con el Premio "Dr. Alfredo A. Roggiano" de la Municipalidad de Chivilcoy, 1993-, Mabel Pagano evoca a dos sastres gallegos: "Porque era muy chico y recién se iniciaba en el oficio junto a los gallegos López y García, propietarios de un gran taller, no tuvo ocasión de conocer a don Hipólito, aunque quizás Yrigoyen no hubiera gastado en un traje lo que él llegó a cobrar, decían que era tan raro el Peludo… (…) La tarde anterior, los gallegos habían insistido en su intento de llevarlo a Mar del Plata para la inauguración de la tan soñada sucursal y nuevamente él rechazó la invitación, hablando de compromisos impostergables, aunque sin aclarar sobre la naturaleza de los mismos y tratando de que no se ofendieran, ya que era forzoso que lo reconociera, él les debía mucho a los dos. Esa noche, cuando estaba a punto de retirarse del taller, los patrones lo invitaron a comer en un restaurante de Sarandí, donde había ido varias veces acompañándolos. Quiso negarse diciendo que estaba muy cansado de la tarea de toda la semana, cosa que era rigurosamente cierta, pero López insistió, vamos hombre, nos comemos la paella y regresamos temprano, al mismo tiempo que García lo palmeaba empujándolo hacia la puerta" (19). 

En Latas de cerveza en el Río de la Plata –novela de Jorge Stamadianos distinguida con el Premio Emecé 1994/95- aparece un padre gallego que oculta a su hijo, desertor en la Guerra de las Malvinas. Relata el protagonista: "Aunque no podía verle la cara al gallego porque me había quedado esperando en la planta baja, oía su voz retumbando a través de la escalera y me imaginaba la vena saltándole en la frente como una lombriz que no quiere subirse al anzuelo" (20). 

En Virgen (21), novela de Gabriel Báñez que resultó finalista en el premio Planeta, aparece un titiritero gallego: "Sara lo había encontrado deambulando medio muerto de hambre a los costados de la aduana, sin documentación y con unas pocas pesetas en el bolsillo que guardaba como rezago de un viaje de cuarenta días desde su Pontevedra natal hasta Santos, donde desembarcó. En Brasil se había dedicado al incipiente negocio de refinar aceite de coco, pero por muy poco tiempo, ya que en apenas tres meses tuvo la fulminante certeza de que su arte jamás se adaptaría al portugués. No por él, sino por sus títeres, que extrañaban horrores el castellano y no se adaptaban a ese idioma pegajoso y transpirado. Filadelfio Pérez era un trotamundos infatigable, aunque en su juventud se había dedicado al deporte de los guantes sin mayor fortuna, (…) Durante las representaciones se hacía llamar Maese Pérez, y se valía de su arte para desbocar argumentos y acomodarlos a su pasión republicana con ogros franquistas y brujas de la Falange. Pero las mejores obras las escribía él, y resultaban de una belleza conmovedora, lo mismo que sus muñecos, enormes y con ojos siempre idénticos: de foca o de mujer intensa y húmeda, tristísmos, los más hermosos del mundo". 

En "Noticias secretas de América", Eduardo Belgrano Rawson evoca a los inmigrantes gallegos: "Cantabas un himno más light, como regía desde principios de siglo. Lo habían lijado un poco. ¿Qué otra cosa podían hacer? Necesitaban cortarla con los insultos, como explicó en su momento un operador del Ministro. "Tigres sedientos de sangre" y todo eso. Culpa del himno el embajador no pisaba la presidencia, sobre todo los 9 de julio. A decir verdad, tampoco mostraban mucho aspecto de tigres los vascos y los gallegos que desembarcaban todos los días frente al Hotel de Inmigrantes, pero ésta era otra cuestión" (22). 

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Guillermo Saccomanno es el autor de El buen dolor –novela distinguida con el Premio Nacional de Literatura en 2002-, obra en la que escribe sobre su abuela gallega, la que le contaba cuentos de su tierra: "Aunque la abuela era madrugadora y de acostarse temprano, sufría de insomnio. Por la noche ella y vos, acostados en su pieza, en la oscuridad, escuchaban Radio Porteña, que transmitía desde los teatros. La obra predilecta de la abuela era La Malquerida, interpretada por Lola Membrives. Ay, esa madre, se desgarraba la Membrives en la oscuridad de la pieza. Ay, repetía la abuela. Apenas terminaba la obra, la abuela apagaba la radio. Y como no podía dormir, te contaba un cuento" (23). 

En La fuga, distinguida con el Premio Emecé 1998/99, Eduardo Mignogna presenta a Adela y Angel Villalba, una pareja de carboneros que tiene un sobrino en Mendoza: "En la esquina de Coronel Díaz y la avenida Las Heras había un bar y al lado un corralón y después una ferretería. El barrio se llamaba, o le decían, Tierra del Fuego, y en el sitio donde estaba la ferretería había en 1928 una casa de venta de carbón y leña atendida por un matrimonio mayor de españoles petisitos y reservados, oriundos del pueblo gallego de Betanzos. El comercio era angosto y con piso de tierra, y en el aire flotaba eternamente un polvillo oscuro que emanaba de las bolsas de arpillera" (24). 

En Moira Sullivan, de Juan José Delaney, la protagonista escribe una carta fechada en 1932, en la que expresa: 

"Debo decir que pese a que los hijos de Erín se jactan de haberse integrado con el resto de la población, la verdad no es exactamente así. Tienen sus propios colegios, sus propios templos y clubes, y quien comete la osadía de casarse con un "nap" (¿napolitano y por extensión italiano?) o con un "gushing" (derivado, probablemente, del verbo inglés to gush, que significa hablar con excesivo entusiasmo y que es un neologismo para aludir a los gallegos y también por extensión a los españoles), se aíslan o son lenta pero inexorablemente segregados. En verdad esto ocurre con casi todas las comunidades extranjeras que se han radicado acá: árabes, armenios, ucranios y, muy especialmente, judíos. Para no hablar de los británicos que a su injustificado desdén agregan cierto cinismo ancestral" (25). 

Ochoa, uno de los personajes de Hotel Edén, de Luis Gusmán, "recuerda entonces la iglesia de San Nicolás de Bari. La historia de su familia materna está escrita en esa iglesia. Su abuelos, inmigrantes, primos hermanos casados con primos hermanos, provienen de Galicia. Ochoa dispone de poca información, y por lo tanto ignora por qué terminaron viviendo en la calle Carlos Pellegrini. Su abuelo administraba una casa, que nunca quedó claro si era de inquilinato, a la que llamaba "las oficinas" " (26). 

En Agatha Galiffi La Flor de la Mafia, novela de Esther Goris, los municipales quieren llevar el carro de un piamontés, por tener verdura en mal estado: "Un hombre de traje oscuro y bombín, con papeles en la mano, daba instrucciones a otros dos, mientras un tercero sostenía el caballo por las bridas que, intranquilo ante la muchedumbre que lo rodeaba, golpeaba los cascos contra el suelo embarrado. Saremba era de los que habían dominado la tierra pero no la lengua, de modo que trataba de dar explicaciones al del bombín utilizando una jerigonza extraña". Lo que quería explicar era que "La verdura podrida no era para la gente, era verdura para los chanchos del gallego" (27). 

Jorge Torres Zavaleta, en La noche que me quieras, presenta a un gallego. Este es evocado como un trabajador, en su clásica ocupación de dueño de bar, desconfiado ante los pedidos de sus clientes sin dinero: "era como si todos nosotros fuéramos miembros de una barra y los mayores solamente aquellos a los que teníamos que engañar. Como el gallego que nos dará un whisky o un café a cuenta, mirándonos de reojo por debajo de las cejas pobladas mientras se ocupa de asuntos serios" (28). 

En La logia del umbral, Ricardo Feierstein recuerda a algunos de los gallegos que vivían en Villa Pueyrredón, a mediados del siglo pasado: "Cruzando la avenida Mosconi estaba la farmacia (…) Luego el negocio de medias del gallego Alvarez, cuya hija sería directora de televisión; (…) Después del bar, ya en esta vereda, venía mi casa y, siguiendo el recorrido, el almacenero González (gallego de ley), (…) Por las mañanas, en la escuela pública donde todos concurríamos, conviví (…) con el galleguito Pérez" (29). 

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La casa de Myra (30), de Aurora Alonso de Rocha, fue distinguida en 2001 con el Segundo Premio para Autores Inéditos, en el "Concurso organizado por la Fundación El Libro, en el marco de la 27ª Exposición Feria Internacional de Buenos Aires "El libro del Autor al Lector" ". En esa obra, protagonizada por una gallega tomada cautiva por los indígenas, narra un personaje: "En unos meses se le puso la piel del color del cuero sobado, se le hicieron unos manchones del solazo debajo de los ojos y como no los tiene oscuros como las otras se ven como gemas transparentes. En lo que se ve del descote es pura mancha y peca y tiene el pelo cerdoso, enrulado y reseco de tanta agua e intemperie. Igual que las chinas va mexclada de cristiana y de india: le cuelgan unas ajorcas pesadas, se ata las clinas con seda trenzada y las botas son las de media caña, de pata de potro pero finísima, muy retobada (¡Que las quisiera para mí!), con lazos de colorines y bordados. Por arriba usa un vestidito de percal que ha de ser el que traía cuando la encontré en el puerto, según recuerdo, así que va medio disfrazada pero tan cargada de lazos y joyas como una princesa". 

En Los gallegos, una novela inédita, Gloria Pampillo evoca la inmigración de sus mayores. El abuelo de Gloria Pampillo era comerciante, y había elegido el mismo nombre para todos sus negocios: "Celta, como el nombre que mi abuelo le ponía a cada uno de los bienes que acá se iba ganando, desde su barco hasta los toros. Un toro negro, morrudo, que ahora le dibujo en su escudo de comerciante, como tantos otros dibujaron una espiga en el almacén o en la panadería: La flor de Galicia". Gloria Pampillo recuerda la voluntad de unión de los emigrantes gallegos: "Lo que van a hacer ahora es lo mismo que hizo mi abuelo cuando llegó a la Argentina en 1870. Van a agruparse en cofradías. Que esas cofradías formen un ejército o una Sociedad de Socorros Mutuos, poco importa. Lo que tienen en común es que lejos de la tierra, "da mía terra", como dijo una mujer en el seminario con un dolor que me volvió de barro el corazón, van a buscarse entre ellos". 

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Guadalupe Henestrosa ganó en 2002 el V Premio Clarín de novela, con Las ingratas (31), novela en la que evoca la inmigración de cinco hermanas españolas y la hija de una de ellas. Seis gallegas, recién bajadas del barco, llegan a una pensión en la que la mayor se empleará como cocinera. Allí las asalta la nostalgia: "Esa noche entre esas paredes húmedas, escuchando las palabrotas que venían desde el patio, las chicas extrañaron la casa de piedra en las montañas. Por primera vez desde aquella madrugada cuando dejaron a su padre, Vicente, solito junto al fogón, se sintieron lejos de todo, perdidas, a merced de unas gentes desconocidas, con quién sabe qué costumbres. ¿Cómo encontrar el alma en una tierra donde todas las cosas tenían otro olor?". 

En Un recuerdo para Raquel… o cómo tus padres llegaron a América, Walter Duer relata la insólita anécdota de la gallega que hizo el papel de madre de la novia en un casamiento civil entre sirios (32). 

En Los jardines del Carmelo, escribe Ana María Guerra: "El campo se subdividió; la casa y unas parcelas quedaron en manos de los Ruiz, tres hermanos venidos de Galicia, que aconsejados por Marga, establecieron un burdel. Las dificultades de los primeros tiempos fueron incontables; los carros se empantanaban, los jinetes entraban con barro hasta en las fajas, y apenas caían unas gotas la gente se acobardaba, quedando el prostíbulo vacío. Finalmente, los Ruiz decidieron deshacerse de él" (33). 

En Amor migrante, de Stella Maris Latorre, un empleado del Hotel de Inmigrantes agrede a un gallego. Le dice: "-Ya te oí, crees que soy sordo gallego sucio, muerto de hambre. Avelino, Manuel y todos cruzaron sus miradas: "Este era el recibimiento que le hacían los habitantes de ese país que prometía tanto, todos apretaron los labios y endurecieron sus puños, todos… para no responder a esa provocación; pero a todos también se les partió el corazón y quisieron estar en Galicia aunque no encontraran el oro tan prometedor, pero ya era tarde, ahora había que ser fuerte, apechugar ya estaban en el tablao, había que zapatear. Avelino tomó su pequeña valija, un bolsito pequeño también Manuel hizo lo propio, juntos lentamente recorrieron ese largo pasillo, jurando no voltear la cabeza para no ver a sus paisanos, que realmente si estaban mal presentados; pero eran honrados, y venían a trabajar, a poner la espalda para que este país al cual recién llegaban floreciera a fuerza del sacrificio de ellos, que en ese momento necesitaban; la guerra, la mala situación de su país los llevó a cruzar el mar en busca de un futuro mejor, pero en el interior de esos hombres, de esas mujeres de rostros sufridos, existía un rubí en bruto, sí, en bruto, como lo siguieron llamando y muchas veces se mofaron de ellos, haciendo bromas de mal gusto, chistes donde siempre, el tonto, el bruto era el gallego; pero si de algo no podían mofarse era de su honradez, de su fortaleza para el trabajo y la voluntad a pesar de a veces tragarse las lágrimas que estaban prestas a salir de sus pupilas, pero las sujetaban, no fueran a pensar que eran débiles, no, no lo eran, eran más fuertes que un roble" (34). 

En 2004 se editó Las libres del Sur, Una novela sobre Victoria Ocampo (35), de María Rosa Lojo. En esa obra, aparecen varios gallegos. Los principales son Carmen Brey Moure y su hermano Francisco. Acerca de Carmen, escribe: "El casquito de fieltro con un capullo de gasa, las mejillas redondas, el tailleur liso y el talle bajo acentuaban su aspecto cándido de colegiala en vacaciones. Un toque de rouge y de polvo Arlette sobre la nariz no la cambiaron mucho. Se encontró ligeramente similar (aunque más delgada, y más joven) a una poetisa de moda: Alfonsina Storni". Francisco era "un hombre robusto y curtido, en quien Carmen fue reconociendo, a medida que se acortaba la distancia, y como quien despeja las capas superficiales de un palimpsesto, los rasgos de su hermano". 

En Lunas eléctricas para las noches sin luna, escribe Belén Gache: "Bordeando el convento, la calle Viamonte se extiende alternando fondas llenas de marineros con casas de remates, regenteadas por catalanes, gallegos o andaluces que venden objetos dorados por oro fino y piedras transparentes por diamantes" (36). 

En Jueves para siempre (2005), Laura Nicastro presenta a un personaje gallego: el dueño de un bar (37). 

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En 2005 apareció Finisterre, también de María Rosa Lojo. Rosalind Kildaire Neira, nacida en Galicia, llega a la Argentina en 1832. Ella recuerda: "Buenos Aires era entonces una ciudad blanca y baja, quizá sólo atractiva desde la lejanía. Ilusionaba los ojos a la distancia pero a medida que los barcos iban acercándose a la entrada del río ancho y playo, donde resultaba imposible fondear, cedía el encantamiento. (…) Las calles eran irregulares y sucias, pantanosas de a trechos. Animales muertos y montones de desperdicios se acumulaban en algunas esquinas" (38). 

En El infierno prometido, de Elsa Drucaroff, el Loco va a la pensión en que vivía Vittorio. "La desconfianza de la dueña se esfumó cuando el Loco le contó que era periodista de Crítica. Le convidó con mate, bizcochitos de grasa, y contó con marcado acento gallego que el señor Comencini no vivía más en esa pensión". La gallega se entusiasma: "¡Ayudar a la prensa! (…) anote mi nombre y apellido: María Dolores Pontevedra, con ve corta. Pensión Pontevedra. ¿Va a venir un fotógrafo?" (39). 

Cristina Bajo es la autora de La trama del pasado (40). "1840, Vigo, Galicia. Una joven aristócrata, Ignacia Arias de Ulloa, abandona a su marido y huye con una criada llevándose muy poco: su estuche de esgrima, y el halcón preferido de aquél. Al llegar a la casa solariega de su madre se encuentra con que ésta ha decidido regresar a las provincias del Río de la Plata, su tierra de nacimiento, para ajustar viejas cuentas. Sin pensarlo, Ignacia se embarca con ella. Mientras el país se desangra en la guerra civil, don Fernando Osorio y Luna, descendiente de un antiguo linaje, emprende con sus hombres un viaje a caballo desde la Córdoba americana hacia Buenos Aires con un mensaje secreto para don Juan Manuel de Rosas, jefe de los federales. A mitad de camino, y en una de las batallas más cruentas de la historia argentina, Ignacia y Fernando se encontrarán, sin saber que sus lazos provienen del pasado, de trágicos misterios familiares que, desde los orígenes de su estirpe, parecen alcanzarlos como una maldición. Acechado por enemigos desconocidos que atacan salvajemente a su mujer y a su hijo, involucrado en venganzas y reencuentros, amenazado con la expropiación de sus tierras, Fernando encontrará que la mayoría de los privilegios que los suyos mantuvieron por siglos han desaparecido; que los Osorio han caído en desgracia, y que aquella joven del halcón, Ignacia, pertenece al círculo de los enemigos de su familia. ¿Podrá un hombre de acción como él, valiente, fiel a sus ideas y a su gente, permanecer indiferente ante la matanza y las injusticias a que todos los días se ve sometida su ciudad, por aquellos que se decían sus aliados? En esta nueva entrega de la saga de los Osorio, no será una mujer de la familia la protagonista, sino un hombre: Fernando, el Payo, hermano de Luz y primo de Laura. Junto a él, personajes históricos y ficcionales desentrañarán una trama urdida con sangre, secretos y ausencias: La trama del pasado, una novela vibrante, estremecedora, que confirma una vez más el talento narrativo y la pluma avezada y mágica de Cristina Bajo" (41). 

Para dar hijos sanos, aseguraba la madre de Leonor, Ana Maria del Corral, "los conyuges deben andar higiénicos por la vida y acostarse limpios en la cama matrimonial". Como mi madre, tenia hundidas las mejillas a ambos lados de la nariz, y era lo que se dice una militante de la limpieza. En su panaderia no entraban las "moscas asquerozas" que perseguian en su pocilga de Jerusalen a la Monalisa de Musrara, la novia cada vez mas platonica del indeciso Ernest Kolman. La madre de Leonor no las dejaba entrar a la sombra en su local ni en los mas pesados dias del verano, cuando el betún negro y blando del asfalto sobre los antiguos adoquines de la avenida Entre Rios reverberaba caliente en las calles y parecia amenazar con un incendio de la ciudad. 

Ana Maria del Corral era una mujer imponente y empolvada desde la papada hasta los aretes. Le pendian con cierto esplendor de unas orejas rosadas e impecables. Adheridas a las vitrinas donde exhibia sus deliciosos postres y tartas, esas moscas argentinas – como aquel desdichado esquiador del sello postal, el que espera dia y noche suspendido en el aire sin caer nunca a la pista de la nieve – pasaban horas agarradas con sus patas a un minusculo punto en el vidrio calcinado. Esperaban para abalanzarse sobre los dulces con voluntad de hierro y sin desviar la vista hasta que dejasen de girar las temibles y gigantescas paletas de los ventiladores negros, colgados del pulcro cielo raso que la viuda hacia pintar cada vez que llegaba la primavera. 

'La limpieza goza de todas las ventajas, la quien puede gustarle la suciedad?', se ufanaba delante de los clientes que, elogiandola por lo limpia que era, la alegraban y, no menos importante, la salvaban de la soledad. En la balanza junto a la caja registradora, decorada con minusculos corazones rojos finamente entrelazados, sobre una superficie de cartón, se leia: "Hoy no se fia, manana sí"; firmado, "La Casa". 

Con el boligrafo en la perilla, cuando iba alguna vez por el pan, y si estabamos solos, me preguntaba sobre los judios. 'Es una raza inteligente, eso no se puede discutir', afirmaba convencida. No obstante, la intrigaba saber si era cierto, como habia oido en su pueblo y tambien en Buenos Aires, que creen en la divinidad del cerdo. '¿Es verdad que por eso no comeis la carne del puerco?', arremetia vivaz y jugosa, con una alegria que contagiaba mientras, obsesivamente, al parecer avergonzada de su gordura, se estiraba hacia abajo el corse elastico que le ceñía la barriga. La buscaba deslizando las dos manos sobre el delantal de servicio y fingiendo que lo que hacia era palpar y estirar las arrugas del vestido, pero la denunciaba la pequeña satisfaccion que le proporcionaba saber que habia logrado dar con las ballenas del corse. Para disimular, sin dejar de hablar se ocultaba detras de la balanza o de la caja registradora y con dos dedos de cada mano, sujetando las invisibles ballenas, se lo bajaba de un tiron seco y se veia mas delgada. A la madre de Leonor le resultaba inconcebible que los judios, con lo inteligentes que son, pudieran depositar su fe en 'un animal que pasa comiendo porquerias'. Toda ella respondia a la imagen que teniamos de las rozagantes y siempre vivas matronas españolas los hijos de madres judias, más insatisfechas y con el labio amargado. Las idealizabamos al contemplar a la nuestra lavando la ropa, con la melena que le temblaba al fregar energicamente contra una tabla acanalada de madera, sin hacer caso del sudor que le corria de la frente a las mejillas. La mia lavaba en una pileta debajo de un techo de zinc hirviente, pensando en las obligaciones de mañana, mientras el sol en toda su redondez caia entero sobre la tierra reseca que mi padre pensaba cultivar algun dia. 

Ademas de su gracejo, me atraia en Ana Maria del Corral su fantastica pronunciación de las letras ce, ese y zeta. Habia llegado a los años en los que se asientan como el polvo las obsesiones que creíamos falsas o pasajeras en los de la juventud, y se ofendia si algun cliente, por pereza o simplemente ensimismado, le tocaba el honor olvidandose de saludarla al entrar o salir de la panaderia. Confundia sus pretensiones con un supuesto derecho que se arrogaba para exigir a los demas que satisfagan sus deseos. Era el mismo derecho que servia de blindaje a su autoritario maternalismo. Aunque viuda, y quiza porque no dependia de la pensión jubilatoria de su marido para vivir, era moderadamente feliz y estaba siempre perfumada en publico. Leonor le obsequiaba los talcos que le absorbian la transpiración de los pies para que no se le formaran hongos y Tito la halagaba asegurandole que nunca habia comido tartas con fruta abrillantada como las suyas. 'Pensad en mis nietos', les decía con una sonrisa picara al concluir la visita dominical y acompañarlos hasta el Fiat que les habia ayudado a comprar en sesenta cuotas. 

Tampoco la suegra de Tito entendia por que me iba. '¿Qué te falta en este pais de promisión, muchacho?', preguntaba reteniendo las crocantes y jamas recuperadas medias lunas saladas. Envueltas en un papel blanco que rapidamente conquistaban unos lamparones de grasa, desde el otro lado del mostrador Ana Maria del Corral las sostenia con una de sus manos sólidas y carnosas, con las uñas siempre pintadas de rojo bermellón, y con la otra me señalaba e insistia: '¿Qué? Dime por Dios, ¡¿qué te falta en esta tierra para que te marches?!'. 

¿No decia mi madre polaca que los argentinos nos enloquecemos debido los mimos de una vida regalada? " (42).

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"La historia de un sastre, El Sastre de Lugo,(43) forma parte de la intensa producción cultural y artística gallega en Argentina.

La obra se presentó en la sede de la delegación del gobierno de Galicia en Argentina. Es la última novela de la escritora Stella Maris Latorre, editada por Gárgola Ediciones/Ed. Cuatro Vientos. El conductor fue Christian David Esquivel; la delegada y anfitriona, María Xosé Porteiro, destacó esta obra, que forma parte de una intensa producción cultural y artística gallega en Argentina. Por su parte, el secretario de actas de la Sociedad Argentina de Escritores, Rubén Darío Gasparini, se refirió en detalle a El Sastre de Lugo.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
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