La misión, una tarea que nos transforma, empodera y envía (página 2)
Enviado por Manuel Ismael León Limache
Otro elemento a tomar en cuenta, y que marcó profundamente el momento posterior al congreso de Edimburgo fue la explosión de la I Guerra Mundial. Para los europeos las consecuencias fueron tan serias, al punto de trabajar más en procura de contribuir a la pacificación. Por lo mismo, las preocupaciones misioneras pasaron a segundo plano. Oldham pensó que la guerra dañaba profundamente el testimonio evangélico, y por lo mismo habló de la necesidad de redescubrir el sentido de Iglesia en términos "de la emancipación y vitalización de la verdad de que la vida humana es mucho más valiosa que las cosas materiales"[28].
Se destaca como un nexo inmediato respecto a lo que vendría después la creación del Comité de Continuación, cuyo protagonista principal será John Mott. Posteriormente emergerán otras figuras emblemáticas como la de Robert Speer por ejemplo, quien en su condición de delegado decía que la exclusión de América latina de la agenda de trabajo era una pastilla difícil de tragar.
A propósito, uno de los que destaca tal desilusión fue John Mackay, quien en su momento consideró a Speer como un mentor. En palabras del propio Mackay se dice:
Estuvo profundamente en desacuerdo cuando la primera gran reunión ecuménica rechazó considerar los países bajo el dominio de la Iglesia Católica Romana como esferas legítimas de la actividad misionera protestante[29]
En consecuencia, Speer se dedicó a visitar América latina para verificar la crisis religiosa. Como resultado escribió su libro titulado South American Problems (Problemas de América Latina). Pero, en la línea de continuidad con Edimburgo, al poco tiempo se hace realidad un congreso para y desde América latina. Nos referimos al congreso misionero de Panamá del cual procederemos a destacar lo siguiente:
Congreso misionero de Panamá
Como decíamos, casi como una reacción inmediata a lo ocurrido en Edimburgo. El Congreso Protestante de Latinoamérica de 1916 en Panamá y los de Montevideo (1925) y La Habana (1929) comenzaron a formar la conciencia del movimiento evangélico latinoamericano. El Congreso de Panamá hizo especial hincapié en la labor social de la Iglesia en América. A pesar de que en la Conferencia de Edimburgo de 1910 habían desestimado América latina como campo misionero del cristianismo. Más adelante, el desacuerdo de la exclusión por parte de los norteamericanos, encabezados por John R Mott, fomentó la evangelización protestante de América Latina.
Los Congresos de Montevideo y la Habana nacieron en un momento de crisis social y política. La revolución Mexicana[30]y el aumento de la inmigración hacia buena parte de los países latinos, produjeron rápidos y fuertes cambios sociales. En 1925 se calcula que había unos 712 mil protestantes en América Latina y un número igual de simpatizantes.
A partir de los años 40 empezó un movimiento protestante destinado a la evangelización de los indios, que hasta el momento habían sido descuidados por las misiones protestantes, pero el fenómeno más importante para el futuro del protestantismo latinoamericano fue los primeros albores del protestantismo de carácter pentecostal. Chile fue uno de los países pioneros dentro del movimiento pentecostal, siguiéndole de cerca Brasil y México. El movimiento pentecostal con sus peculiaridades fue extendiéndose poco a poco por todo el continente de una manera espontánea, criolla[31]y sin fuertes apoyos extranjeros. Es de destacar el crecimiento numérico sin precedentes, al punto de advertir que lo que en principios fue una especie de "movimiento sectario" en el interior del protestantismo clásico, con el tiempo llegó a ser el movimiento de vanguardia en cuanto a igle-crecimiento.
Aquél movimiento que significó una aparición "avivada" en la 312 de la calle Azuza en Los Ángeles, California es el referente de un pentecostalismo que llegó a ser más corporativo[32]distinto al "criollo" que emerge en Chile, Brasil y México.
De cara a nuestra lectura de los propósitos de la presencia protestante en el continente, más allá de las "intenciones evangelisticas" o "misioneras" de los misioneros se siguen identificando intenciones comunes entre proyectos liberales y protestantes. Para tales efectos, el congreso de Panamá será determinante. Edgar Alan Perdomo, señala en esta misma línea que generalmente se acepta la asociación entre protestantes y liberales en la segunda mitad del siglo XIX[33]Es en cuanto a los compromisos y alcances de esa alianza en donde las opiniones divergen. Jean Pierre Bastián analiza las distintas teorías: desde la "hipótesis conspirativa", es decir que el protestantismo es parte de una conspiración imperialista dirigida por Estados Unidos, hasta la "hipótesis asociativa", según la cual la asociación se da debido a:
la confrontación entre una cultura política autoritaria y estas minorías que buscan fundar una modernidad burguesa basada en el individuo redimido de su origen de casta y por lo tanto igualado en una democracia participativa y representativa esperando con eso poner fin a los privilegios pluriseculares.[34]
Lo que sugiere Bastián es, como dice Míguez Bonino, "una convergencia de intereses más que una similitud de ideas".[35] En otras palabras, en el momento histórico que vivía América Latina, las metas liberales de la libertad personal, la secularización de la sociedad y la promoción de las minorías coincidían con los objetivos protestantes de libertad de culto y consiguiente disminución del poder católico, interpretación individual de la Biblia y la prosperidad espiritual y material para los pueblos.
Aun más, los intereses protestantes también concordaron con los de otras sociedades como los masones, quienes buscaban libertad y tolerancia como parte de sus tres principios fundamentales: ecumenismo religioso, integración en sus grupos de todas las clases sociales y pacifismo.[36] Fueron varios los gobernantes latinoamericanos los pertenecientes a las filas de la masonería. Algunos colportores y misioneros protestantes recibieron colaboración de los masones y aun llegaron a usar las logias como puntos de predicación. Un símbolo de esa cooperación es el relato del misionero presbiteriano John Boyle, quien, cuando andaba en Minas Gerais, Brasil, y sin conocer a nadie que lo hospedara, preguntó si había en la ciudad algún masón. "De hecho, sí lo había y fue hospedado por él".[37]
El investigador brasileño David Gueiros Vieira opina que la idea que hizo que concurrieran los intereses de los liberales, los protestantes y los francmasones en el continente fue la del progreso. Él dice que este concepto "era una de las ideas más importantes de Occidente, más aún que las ideas de igualdad, justicia social y soberanía popular" y que "con el tiempo estas ideas vinieron a incorporarse a aquello que se llamaba "progreso".[38] Para los liberales, la prosperidad material y política venía de países protestantes, mientras que para los misioneros protestantes los gobiernos liberales constituían la oportunidad de alcanzar las condiciones prácticas—libertad de culto, separación de Iglesia y Estado—que permitían su establecimiento. En otras palabras, si los liberales deseaban cambiar la sociedad para ajustarla a la modernidad, los protestantes ofrecían una buena alternativa para romper los patrones tradicionales e implantar nuevos.
Tanto la teología protestante, como sus valores intrínsecos en lo que hace a los culturales, representaban un caldo de cultivo para la irrupción de un nuevo modelo de vida en todas las dimensiones. El conservadurismo político estaba fuertemente arraigado al catolicismo, entre tanto que el protestantismo encontraba un fuerte respaldo entre los liberales.
Como puede verse, sí hubo compatibilidad de metas—aunque no de métodos—entre protestantes y liberales a finales del siglo XIX. Hay que aclarar, sin embargo, que los liberales veían a los protestantes solo como heraldos de progreso. El mensaje evangélico no era recibido por ellos. A la vez, la oposición de las élites gobernantes hacia la Iglesia católica no era por razones religiosas, puesto que los países y sus líderes siguieron siendo católicos. La enemistad se derivaba de ver el catolicismo como símbolo de la antigua sociedad y freno para el progreso y la libertad individual.
En un esquema de cruce de intereses y perspectivas, es de suponer que el protestantismo será influenciado por las ideas del progreso y la ciencia provenientes de los liberales. En tal sentido, la misión será también sinónimo de "acto civilizador". Es decir, promoción de un nuevo modelo de vida, y "enseñanza" o "alfabetización" en clave extranjera.
Con este trasfondo, Haymaker anunciaba que su meta era "aplastar el romanismo…el cual somete a las masas a la pauperidad[39]el analfabetismo, superstición y bestialidad".[40] A continuación, expresa su deseo de "civilizar" bajo modelos que en lo religioso eran protestantes y en lo social norteamericanos.
Debido a estas conexiones entre la fe evangélica y las ideas liberales, el movimiento protestante fue visto como parte de la vanguardia espiritual y social del continente. Para los evangélicos ello representaba "un elocuente testimonio de la identificación del protestantismo con causas que resultaban en beneficio de la sociedad en la que se movía".[41] Es conocida, por ejemplo, la relación de los protestantes con las causas abolicionistas de la esclavitud. Un ejemplo notable de ello es Robert Reid Kalley, considerado un pionero en cuanto a la lucha contra la esclavitud en Brasil.
El misionero presbiteriano Emmanuel Vanorden opinaba que el abolicionismo era producto de la influencia de las Biblias distribuidas entre los estadistas brasileños.[42] Características protestantes tales como la ética de trabajo, la libertad de conciencia y la educación científica eran muy apreciadas. Debido a estas cualidades, muchos protestantes comenzaron a mejorar su nivel de vida y, por lo tanto, a ascender en la escala social del continente. En resumen, los evangélicos eran signo de progreso.
Es por todo lo dicho anteriormente que muchos protestantes llegaron a identificar el estilo de vida y los intereses liberales anglosajones con las convicciones cristianas. Se produjo así todo un marco teológico—incluido el evangelio social—que, consciente o inconscientemente, justificaba y acompañaba el colonialismo británico y el expansionismo de los Estados Unidos. Ejemplos de esta actitud son las dos citas siguientes que vienen de prominentes líderes y misioneros evangélicos de la época:
Me parece…que Dios con su infinita sabiduría y habilidad, está aquí entrenando a la raza anglosajona para el momento, que seguro ha de venir en el futuro del mundo…de la responsabilidad, así lo esperamos, de la más amplia libertad, de la más pura cristiandad, de la más avanzada civilización… ¿No es razonable, entonces, creer que esta raza está destinada a desposeer a muchas que son débiles, asimilar a otras y moldear el resto hasta que, en un sentido verdadero, haya transformado en anglosajona a la humanidad?[43]
Centroamérica es nuestra responsabilidad. Otros no la van a evangelizar, América debe hacerlo. El espíritu de la doctrina Monroe gobierna más que los ejércitos europeos, desalienta los esfuerzos misioneros europeos y los mantiene a distancia.[44]
Como puede verse, muchos evangélicos, siguiendo la mentalidad de la cultura de la que procedían, cometieron un error similar al de la Iglesia católica colonial, al justificar las empresas expansionistas de las nuevas potencias mundiales, sin hacer una crítica desde el evangelio[45]
Por supuesto, esta no fue la actitud de todos. Robert Kalley dice que "los liberales brasileños son unos infieles, que apenas utilizan el protestantismo para herir a la Iglesia católica".[46] El Congreso de Panamá, aunque se mostró amistoso hacia los Estados Unidos, cita a autores que lo llaman "esa otra América, desdeñosa del materialismo violento y de la codicia inmoral de los hombres prácticos" y afirman que "el término yankee es sinónimo…de comercio agresivo, despiadada desconsideración de los derechos de las minorías".
El congreso de Panamá como un hito trascendental en América latina
Sin duda, el Congreso de Panamá marca un hito en la historia del movimiento evangélico latinoamericano.[47] Ahí los líderes evangélicos misioneros adquieren conciencia de su propia identidad y sus propias fuerzas. Podría decirse, además, que el Congreso representó el clímax de las aspiraciones, el pensamiento y aun las inconsistencias misioneras protestantes de esta época y marca el inicio de otra etapa en la historia evangélica del continente. Es uno de esos eventos que funciona como una bisagra en el desarrollo histórico de la región.
La reunión se llevó a cabo en la zona del Canal de Panamá, del 10 al 20 de febrero de 1916. Se contó con la asistencia de 481 personas, incluyendo 230 delegados, de los cuales solamente 9 eran latinoamericanos de nacimiento. El presidente fue el uruguayo Eduardo Monteverde, y los misioneros John R. Mott y Robert E. Speer fueron vicepresidentes. Samuel Guy Inman fue secretario ejecutivo. La agenda fue desarrollada por ocho comisiones de trabajo, las cuales cubrían temas muy variados, desde exploración y métodos hasta cooperación y trabajo femenino.[48]
Podría decirse que este cónclave fue una anticipación del camino que el movimiento protestante seguiría. En primer lugar, marca el inicio de los esfuerzos de unidad y cooperación que estimularían diversas clases de reflexión teológica a distintos niveles en el continente. Su influencia puede verse en el hecho innegable de que una de las rutas más evidentes en la teología evangélica latinoamericana en el siglo XX fue la búsqueda de acuerdos en cuanto a una variada cantidad de temas concernientes a teología, ministerio y misión en el contexto del continente. Esos intentos ayudarían a la emersión del movimiento ecuménico latinoamericano.[49]
En segundo lugar, el Congreso es una especie de cumbre en relación con la preocupación social de los evangélicos. La razón principal era la afinidad en varios niveles entre la obra evangélica y el movimiento liberal modernista. Claras muestras de esta confianza del impacto social del protestantismo son las siguientes palabras provenientes de la descripción del Congreso hecha por Erasmo Braga:
Si la influencia evangélica, ausente del origen de la América latina, en la conquista, se hubiese definitivamente implantado aquí con ocasión de la independencia de las Colonias, probablemente otra sería la historia de las democracias ibero-americanas.[50]
Sin embargo, surge una contradicción en cuanto a la labor social. Existen en Panamá evangélicos que abogan y apuestan por un mayor involucramiento social en el continente, pero, a la vez, existe una sospecha hacia el llamado "evangelio social". Esa desconfianza lleva a muchos a "eliminar la extensión social de sus objetivos expresos".[51] Míguez Bonino le llama a esta dicotomía una postura "conservadoramente progresista".[52] Por otra parte, los grupos evangélicos que luego llegarían a ser mayoritarios, como los pentecostales y las iglesias provenientes de las misiones de fe, no se involucraron ni estuvieron conscientes de las discusiones teológicas de Panamá, Montevideo o La Habana, los congresos siguientes.[53] Debido a ello, desde el Congreso, y aun antes, existe una tensión permanente dentro de la teología y la acción de las iglesias latinoamericanas: ¿deben los evangélicos involucrarse en tareas de acción social como parte de la misión, o no? La pregunta ha dado lugar a divisiones, sospechas, ataques y hasta condenas dentro del movimiento, y determina, en buena medida, qué clase de evangélico es cada individuo.
En tercer lugar, la educación recibe una gran atención y promoción. Con ello, los delegados reafirman la confianza casi ciega que el sistema liberal le tiene a la educación como medio para escalar socialmente. El Congreso hace seis observaciones al respecto. 1) El alto porcentaje de analfabetismo en América Latina demuestra su necesidad educativa. 2) La educación evangélica debe ser técnicamente igual a la educación estatal. 3) Se debe procurar alcanzar a los latinoamericanos cultos. 4) Los líderes latinoamericanos necesitan una visión educativa distinta a la ya abandonada perspectiva católica. 5) La preparación educativa de los líderes latinoamericanos es inferior. 6) Las escuelas misioneras deben enseñar técnicas industriales y agrícolas para mejorar la economía de los pueblos.[54] Resultados indirectos de este énfasis en la educación son el movimiento juvenil en la década de los años treinta y el movimiento estudiantil universitario unos años después.[55]
En cuarto lugar, el Congreso aumenta la confianza y le da un gran impulso al movimiento evangélico como un todo. Ahora, las misiones tenían un "cuadro general de la labor protestante en América Latina",[56] la cual, a pesar de sus defectos—como la falta de aplicación misionera a las necesidades del contexto y la falta de reconocimiento de las diferencias entre misiones—sería un magnífico punto de partida y referencia por muchos años. Ese impulso daría origen, junto con otros factores, al crecimiento inusitado del movimiento protestante en esta región del planeta.
Otros congresos misioneros
Sin lugar a dudas, lo que ocurrió primero en Edimburgo, y luego en Panamá entre los años 1910 y 1916, movilizó al mundo evangélico en procura de expandir más y más el evangelio. Por las particularidades misiológicas para nuestro continente, es de vital importancia mencionar el congreso de Lausana; dicho sea de paso, del mismo surgirá una conciencia más social[57]del evangelio. Además que tendrá implicaciones mundiales.
Congreso de Lausana
David D. Ruiz[58]propone un resumen interesante de lo que supusieron algunos momentos importantes; entre ellos el congreso de Lausana. Según él la campaña de Billy Graham en Inglaterra 1953, promovida por la Alianza de Evangélicos de Inglaterra, que generó tanta crítica en Estados Unidos, dio la oportunidad a Billy Graham de ganar la admiración, aun de sus críticos, cuando puso de nuevo el evangelicalismo de regreso en el mapa de la generación inglesa de aquel tiempo.
A partir de entonces, los evangélicos de Inglaterra se comenzaron a interesar por saber lo que estaba haciendo su contraparte en Norte América. Billy Graham continúo trabajando en la cooperación internacional desde 1960, esfuerzo que culminó con el Congreso Mundial en Berlín, en 1966. El congreso de Berlín fue seguido por conferencias regionales en Singapur (1969. Bogotá (1969), Mineapolis (1969 y Amsterdam (1971). Convencido por los resultados del congreso, Billy Graham escribe a los líderes de la iglesia alrededor del mundo preguntándoles: "¿Hay necesidad de otro congreso mundial de evangelización?" La respuesta afirmativa y entusiasta de la mayoría de los líderes abre la oportunidad de un nuevo congreso, sin embargo, el sentimiento que prevalece es de no repetir otro Berlin 1966, sino que este debería de ser un congreso enfocado a trabajar con asuntos y estrategias prácticas respondiendo a las preguntas de ¿qué? ¿Cómo? y ¿Por qué? de la evangelización mundial.
El congreso se llamó "Primer Congreso Internacional para la Evangelización Mundial" (ICOWE) celebrado Lausana, Suiza en 1974. El obispo anglicano de Australia que fungió como el presidente ejecutivo del congreso mencionaría que la diferencia ente Berlín 1966 y Lausana radicaba que el primero había sido un congreso de evangelismo, pero en Lausana, la iglesia se unió en un congreso de evangelización. Él dijo: "Estamos aquí, un representativo grupo de líderes de la iglesia, buscando tener una mejor visión del mundo en que vivimos y de aquellos fuera del alcance del evangelio". Emerge, entonces, como resultado de este congreso en 1974 lo que se ha dado en llamar el movimiento Lausana como otro cuerpo de conexión entre los evangélicos del mundo, aunque con una diferente función.
Este cuerpo ha sido liderado por el comité de Lausana para la evangelización mundial (LCWE "Lasane Comitee for the World Evangelization": Comité de Lausana para la Evangelización del Mundo) Ya Lausana tuvo un efecto masivo entre el pensamiento evangélico, reflexionando acerca de la evangelización mundial. Lo interesante fue que se realiza en un momento en el cual algunas voces clamaban por una moratoria en la actividad misionera preguntándose si no era ya el tiempo para que los misioneros occidentales volvieran a casa. Lausana identificó miles de grupos humanos alrededor del mundo que aún no tenían testimonio cristiano lo que redefinió la tarea de la iglesia y su enfoque en los grupos no alcanzados[59]
Lausana también llega en un momento en el cual los evangélicos estaban enfrentando problemas con su responsabilidad con la acción social, tanto como con el evangelismo. El Pacto de Lausana, hace una afirmación clásica de este intento evangélico:
"Afirmamos que Dios es tanto el Creador como el Juez de todos los hombres. Por lo tanto, debemos compartir su preocupación por la justicia y la reconciliación en toda la sociedad humana, y por la liberación de todos los hombres de toda clase de opresión. La humanidad fue hecha a la imagen de Dios; consecuentemente, toda persona, sea cual sea su raza, religión, color, cultura, clase, sexo o edad tiene una dignidad intrínseca, en razón de la cual debe ser respetada y servida, no explotada. Expresamos además nuestro arrepentimiento, tanto por nuestra negligencia, como por haber concebido, a veces, la evangelización y la preocupación social como cosas que se excluyen mutuamente. Aunque la reconciliación con el hombre no es lo mismo que la reconciliación con Dios, ni el compromiso social es lo mismo que la evangelización, ni la liberación política es lo mismo que la salvación, no obstante afirmamos que la evangelización y la acción social y política son parte de nuestro deber cristiano. Ambas son expresiones necesarias de nuestra doctrina de Dios y del hombre, de nuestro amor al prójimo y de nuestra obediencia a Jesucristo. El mensaje de la salvación implica también un mensaje de juicio a toda forma de alienación, opresión y discriminación, y no debe temer el denunciar el mal y la injusticia dondequiera que existan. Cuando la gente recibe a Cristo, nace de nuevo en Su Reino y debe manifestar a la vez que difundir Su justicia en medio de un mundo injusto. La salvación que decimos tener, debe transformarnos en la totalidad de nuestras responsabilidades, personales y sociales. La fe sin obras es muerta"[60].
LCWE ha convocado nuevos congresos con diferentes y significativos enfoques que han marcado la evangelización como la conocemos ahora:
1976 en Pasadena fue estudiado el "principio de unidades homogéneas".
1978 en Bermuda "evangelio y cultura".
En 1980 en Tailandia se celebra una consulta internacional sobre la evangelización mundial con la participación de 650 representantes de 87 países. Los siguientes encuentros imitaron este ejemplo:
En Abril de 1982, en Panamá unos 200 líderes latinoamericanos se reúnen en la consulta de evangélicos en Latinoamérica que da pie a la formación de la Confraternidad Evangélica Latinoamericana con las mismas siglas, CONELA. Lo mismo sucede dos años más tarde en el Caribe con CONECAR 84, 1982 en Grand Rapids "consulta sobre la relación entre el evangelismo y la responsabilidad social".
1984 en Oslo "Consulta sobre el Espíritu Santo" y 1986 "Consulta sobre la conversión" en Hong Kong.
Muchos otros comités han surgido como resultado de su labor. Por ejemplo en Julio de 1989, se realiza el segundo congreso Lausana en Manila, Filipinas, con el tema de "proclamar a Cristo hasta que Él venga" el propósito de este congreso fue tanto celebrar los que Dios había hecho en el mundo, como pensar, orar y planificar juntos como la iglesia podría ser más efectiva en llevar a cabo la tarea de proclamar y vivir el evangelio frente al mundo. Para algunos líderes, este congreso representó el momento de pérdida de relevancia de Lausana como movimiento de unidad hacia la evangelización.
Conclusión
Retomando las palabras de Ruiz[61]al examinar la historia de los grandes movimientos de unidad alrededor del mundo, concluimos en que estamos en una nueva etapa en la evangelización en la cual, el acceso a la información, la globalización de la iglesia y los cambios políticos en la fisonomía del gobierno en el mundo ha puesto a prueba la organización de coordinación mundial existentes. Por lo mismo, son dignos de tomar en cuenta los siguientes hechos relevantes:
Que la evangelización mundial no es un producto que pueda mercadearse o definirse como un asunto aislado desde una oficina en algún punto del globo con representantes nacionales en las demás latitudes.
Que la nueva fisonomía del mundo en lo que hace a su realidad actual hace inoperantes las estructuras creadas con una mentalidad occidental y basadas en el hemisferio norte, tanto como aquellas que surgieron en década anteriores.
Que los planes y programas basados en una mentalidad occidental o con una ausencia de participación activa y balanceada del aún llamado "Tercer Mundo" están condenados al fracaso en sus resultados y alcances.
Que los esfuerzos por hacer prevalecer primero que el evangelio de vida, las organizaciones eclesiásticas como instituciones o las agencias para-eclesiásticas están condenadas a repetir los fracasos del pasado.
Que los activismos, masificaciones del evangelio, ofertas de "prosperidad" material, o construcción de ilusiones a modo de "ofertas de salvación" no son más que caldos de cultivo para la alienación mental y espiritual. Hoy, es muy importante buscar que el evangelio sea respuesta y trascendencia en todos los órdenes de la vida.
Que todos los esfuerzos personales o individualistas para liderar procesos de evangelización global, han pasado a la historia y ahora, tenemos la demanda de esfuerzos coordinados desde las bases y realidades sociales.
CAPÍTULO II
A CIEN AÑOS DE EDIMBURGO
A continuación, queremos que el presente capítulo sea el entronque entre nuestro análisis de los momentos históricos relativos a la tarea misionera en perspectiva ecuménica, de impronta cristiana[62]y la iluminación bíblica que pretendemos[63]Esperamos que dicha iluminación permita perfilar directrices prácticas en áreas específicas.
Para tal propósito, nuestro presente capítulo, enfatizará los desafíos contextuales, a partir del llamamiento común que surge en Edimburgo en 2010, en ocasión del centenario de tan célebre e importante congreso misionero. Queremos, más que precisar el "status questionis" de la misión, entender lo que supone cada uno de los puntos del acuerdo común de los/as participantes. Sépase que ésta vez la representación fue mucho más amplia y diversa en comparación a lo que fue el primer congreso.
Insistimos en que el referente más cercano para identificar una visión de conjunto y en perspectiva ecuménica, es el reciente congreso en cuestión. No sería justo obviar dicho momento histórico, sabiendo que el primer congreso supuso todo un movimiento organizacional misionero. A continuación, destacamos los nueve puntos del acuerdo común, con fecha: 06 de junio de 2010[64]
Llamados a encarnar y proclamar la buena noticia de salvación
El acuerdo dice:
Confiando en el Dios uno y Trino y con un renovado sentido de urgencia, somos llamados a encarnar y proclamar la buena noticia de la salvación, del perdón de los pecados, de la vida en abundancia y de la liberación para todos los pobres y oprimidos. Somos interpelados al testimonio y a la evangelización de tal manera que mostremos con nuestra vida el amor, la rectitud y la justicia que Dios quiere para el mundo entero.
Este primer punto contiene dos aspectos esenciales a tomar en cuenta:
La identidad trinitaria
En toda teología cristiana y sistemática, es fundamental afirmar la doctrina trinitaria que implica la participación activa del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo en el proyecto redentor.
No cabe duda, que la Trinidad es un punto de unidad de los cristianos, ya que más allá de la elucubración de las banderas denominacionales, el fondo de todo radica en la creencia y en la fe en un Dios en Tres Personas. El peligro latente gira en torno a una elaboración conceptual doctrinal estrecha en desmedro de otras líneas confesionales. Por lo mismo, nos parece muy importante la acentuación alrededor del renovado sentido de urgencia. Entendemos que se trata de la apertura amorosa y misericordiosa del Dios Trino. En otras palabras la creencia en el Dios Trino no debe ser un factor de exclusión o de separación, sino de unidad entre los beneficiarios de la acción y el proyecto de salvación.
Justamente, una visión renovada, supone un llamado a encarnar y proclamar la buena noticia de salvación, que además de significar perdón de pecados, es también vida abundante y liberación de quienes padecen miseria y exclusión en el mundo.
Las nuevas realidades socio-históricas, en países como los nuestros reflejan panoramas desoladores, traducidos en un incremento galopante de la pobreza, el desempleo, la indigencia, la muerte prematura de niños/as, y un deterioro de los sistemas de salud. A ello se suman los escándalos de corrupción, e insensibilidad por parte de los sistemas gubernamentales. Ante ello, una renovada concepción trinitaria en medio del pueblo del Señor, contribuirá a hacer posible la palabra de esperanza y de paz que contiene el evangelio.
Importancia del testimonio
La coyuntura histórica, hoy no solamente impresiona y conmueve, sino también interpela y reta. Ante ello, el mecanismo de respuesta se manifiesta por medio del testimonio y la evangelización. El llamado que hace el documento, supone una concepción distinta de evangelización y testimonio. Vale decir que la tarea evangelizadora no será más la afirmación y práctica de proselitismos, sino recuperando el sentido original del término; proclamación de la buena nueva de paz y amor en plenitud.
La evangelización es considerada como sinónimo de testimonio. Es decir, que la misma no se reduce únicamente a la tarea de proclamación o catequética, sino a la predicación o proclamación práctica por medio de la manera de vivir cada día. El documento hace un llamado a mostrar con la vida el amor, la rectitud y la justicia que Dios no quiere sólo para unos cuantos, sino para todo el mundo.
En tal línea, uno de los criterios prácticos sugeridos tiene que ver con un llamado al testimonio en una actitud de diálogo (Mathhey 2010: 80). Lo anterior en virtud del fenómeno del pluralismo religioso, que hoy por hoy supone uno de los desafíos más serios para la misión. El mismo, ya no es tema de preocupación, únicamente para contextos como África y Asia. Hoy, debido a la migración en crecimiento, el pluralismo religioso implica una realidad global. La preocupación radica en torno a lugares donde aún existe intolerancia religiosa. Hacemos énfasis en que testimonio es sinónimo de diálogo. En tal línea, un reporte sobre misión y proselitismo, practicado por una consulta de la Iglesia Ortodoxa de Rusia dice que "proselitismo es sinónimo de corrupción del testimonio"[65]
Llamados a re-descubrir la singularidad de Jesucristo
El acuerdo dice:
Recordando el sacrificio de Cristo en la cruz y su resurrección para la salvación del mundo, e impulsados por el Espíritu Santo, estamos llamados al diálogo auténtico, al compromiso respetuoso y al testimonio humilde de la singularidad de Cristo entre las personas de otras religiones y entre quienes no se confiesan creyentes. Nuestra actitud está marcada por la confianza audaz en el mensaje del evangelio que crea amistad, busca la reconciliación y practica hospitalidad.
Clásicamente, la Iglesia se reconoce como Cristo-céntrica, en el entendido de que el sacrificio y la muerte en la cruz son acciones únicas, hechas una sola vez y para salvación de todos y de todas. En virtud de los conflictos y de las realidades globales, hoy se perfila un imperativo a partir de la singularidad de Jesucristo. El mismo puede tener las siguientes facetas:
Diálogo, compromiso y testimonio humilde
Iluminados por la concepción trinitaria de un Dios de amor; un Hijo, Señor del camino y de la vida; y un Espíritu Santo, Parakletos guía y consolador, hay una invitación a des-centrarse de posturas mezquinas, y a volver a la raíz de nuestro ser Iglesia por medio del reconocimiento de que en la cruz comienza un peregrinaje de fe. Puesto que es ahí donde muere la vieja humanidad, y a la vez nace una nueva. La salvación del mundo, también depende de la acción portentosa del Espíritu de Dios dador de vida.
Recopilando una serie de testimonios y argumentos pastorales, dice Matthey que entre las personas involucradas en misión, existe un marcado desafío en relación a la acción de Dios fuera de la Iglesia. Aunque ello supone una imposibilidad en cuanto a definir cómo Dios se mueve, no hay duda acerca de los destellos de la actividad de Dios en medio de las personas de otras religiones (Mathhey 2010: 81). Tales experiencias contemporáneas, son sin duda una invitación a considerar los trabajos teológicos de algunos teólogos como Justino Martir quien habló de "las semillas del verbo" entre las culturas del mundo.
La invitación del documento contiene los dos paradigmas praxiológicos. Es decir, por un lado está el cristológico, en relación a la muerte, y la resurrección de Jesucristo. Su señorío implica compasión y acompañamiento. Por el otro está el paradigma pneumatológico que es sinónimo de movimiento continuo, y rebasamiento de fronteras y barreras temporales, dando cuenta de la acción de Dios inclusive más allá de la Iglesia.
La invitación radica entonces en la invitación a discernir los signos de la presencia del Espíritu más allá de nuestras propias percepciones humanas y confesionales. Dicho sea de paso, que la singularidad de Jesucristo no es una especie de patrimonio eclesiástico, sino un modo de presencia en la Iglesia y en el mundo.
Por mucho tiempo, una concepción sesgada y cerrada en relación a la deidad de Jesucristo, ha servido para legitimar afirmaciones de tipo conceptual, reduciendo su trascendencia únicamente a los espacios cristianos denominacionales.
Está claro que la postura del documento invita de modo especial a descubrir la singularidad de Jesús, lejos de las verdades conceptuales. Si en el pasado, la persona de Jesús ha sido en cierto modo motivo de distanciamientos, dadas las condiciones históricas de la actualidad, la invitación implica concebir la singularidad de Jesús entre personas de otras religiones; e incluso entre quienes no se confiesan como creyentes.
El evangelio como base
El re-descubrimiento de la singularidad de Jesús, está debidamente fundamentado por una nueva exégesis del evangelio, entendido como "buena noticia". Tal noticia tiene necesariamente que ver con una era de paz, de justicia, y de salvación para todos y todas. El evangelio no sería buena nueva, si no estuviese orientado hacia todos y todas.
Asumimos entonces, que el evangelio no es imposición de verdades o de doctrinas, sino apertura, respeto y diálogo, al mejor estilo del propio Jesús en su encuentro con la mujer samaritana según (Juan 4. 1-26).
Hoy escuchamos recurrentemente que misión y reconciliación es en cierto modo como un paradigma emergente. El amor reconciliador de Dios es un tema bíblico, y además es también un elemento central para la misión de la Iglesia hoy. De ahí que se afirma que el Espíritu Santo está llamando a un ministerio de reconciliación en el mundo.
Uno de los factores principales, para la emergencia de dicho ministerio es la actual era de globalización post-moderna que ha hecho que muchas comunidades de seres humanos se acerquen más que nunca. Lo dicho supone una oportunidad para atravesar fronteras que por mucho tiempo han dividido a las personas. Por otro lado, está también claro que ello implica riesgos porque de por medio están las cuestiones culturales, las visiones de mundo, y aún las identidades de género.
Desarrollar un ministerio de reconciliación significa; confrontar las desigualdades y los desbalances de poder, así como plantear alternativas ante los actuales mecanismos de mercado global que promueven la consecuente fragmentación de las sociedades. Es claro, que a raíz de la globalización muchas personas han perdido sus raíces familiares y locales. Migración y exclusión son las señales de muerte más visibles en un mundo fragmentado.
El rol del Espíritu es determinante para el ministerio de la reconciliación, ya que su presencia es sinónimo de koinonía (comunión) entre quienes se sienten desafiados a vivir según los valores del evangelio (2 Cor. 13.13). El Espíritu que llena de unción a Jesús (Lucas 4.18ss), es el que dirige todo proceso redentor.
Construyendo comunidades de compasión y de sanación
El acuerdo dice:
Conscientes de que el Espíritu Santo sopla sobre el mundo como quiere, reuniendo a la creación y generando una vida auténtica, estamos llamados a ser comunidades de compasión y de sanación, donde los jóvenes participen activamente en la misión, y mujeres y hombres compartan de manera justa el poder y las responsabilidades, donde haya un nuevo afán por la justicia, la paz y la protección del medio ambiente, y donde una liturgia renovada refleje la belleza del creador y de la creación.
El acuerdo refleja un marcado interés en destacar una de las características más peculiares del Espíritu, cual es la de construir. El trasfondo bíblico muestra que el punto de partida del Espíritu es el caos (Gen 1.2). Tinieblas y profundidad llena de oscuridad son las realidades desde donde comienza su actuar portentoso. Por lo mismo, nos parece diametralmente importante tipificar la acción del Espíritu como creadora y dadora de vida.
Construyendo relaciones de equidad
Si hay algo que fragmenta a la humanidad es justamente la desigualdad por cuestiones de sexo, color, religión, y clase social. Por lo mismo qué mejor que el Espíritu y su acción reconciliadora. El texto opta de manera especial por los jóvenes, las mujeres, y los hombres como participantes activos y responsables de la misión.
De por medio existe un llamado a la conversión; entendida como arrepentimiento y obediencia, y además, dirigida a familias y naciones. Ante ello se hace imperativo proclamar la necesidad de convertirse de la guerra a la paz; de la injusticia a la justicia; del racismo a la solidaridad; del odio al amor; de la intolerancia al respeto y al diálogo; de la práctica de la desigualdad a la búsqueda de la armonía.
La experiencia de la conversión, les da sentido a las personas en todas las esferas de la vida diaria, fortalece y anima para resistir y superar las opresiones y desigualdades. También provee la certeza de que ni aun la muerte tiene el poder final sobre la vida humana porque Dios en Cristo ha tomado ya la vida de los suyos. En otras palabras, como dice (Col 3.3) "nuestras vidas están escondidas con Cristo en Dios".
Interesantemente, la Biblia muestra que la vida religiosa no es un hecho limitado al templo, o desligada de la vida cotidiana (He 6.4-6; Is 58.6-7). Es más, la enseñanza de Jesús sobre el reino de Dios es una clara referencia al amor de Dios sobre toda la historia humana. Por lo mismo, no se puede limitar el testimonio a un área privada de la vida.
Por tanto, los ideales de conformar comunidades de compasión y de sanación, en nuestra opinión sólo serán realidades si se produce previamente un proceso de conversión como exigencia.
Buscando signos de justicia y de paz
A la luz de los nuevos desafíos contextuales en el mundo, existe uno que marca la cotidianidad de todos los seres humanos, indistintamente de su estatus religioso, social, étnico o geográfico. Hoy más que nunca es tema cotidiano de conversación la situación del clima, del estado del tiempo y del deterioro medioambiental. Ante ello, una nueva forma de práctica de la justicia y de la paz tendría que ser el cuidado de nuestra burbuja azul, o planta tierra.
Los problemas ambientales no se pueden analizar ni entender si no se tiene en cuenta una perspectiva global, ya que surgen como consecuencia de múltiples factores que interactúan. Nuestro modelo de vida supone un gasto de recursos naturales y energéticos cada vez más creciente e insostenible. Las formas industriales de producción y consumo masivos que lo hacen posible suponen a medio plazo el deterioro y quizás la destrucción del planeta.
Algunos efectos de la crisis ecológica ya son claramente perceptibles: aumento de las temperaturas, agujero en la capa de ozono, desertificación, acumulación de residuos radiactivos, extensión de enfermedades como el cáncer o la malaria, insalubridad del agua dulce, inseguridad alimentaria, agotamiento de los recursos renovables y no renovables, etc. El despilfarro de unas sociedades repercute directamente en la pobreza de otras y contribuye al deterioro ambiental general. Es sabido que con sólo el 23% de la población mundial, los países industrializados consumen el 80% de la producción mundial de energía comercial, el 79% del acero, el 85% del papel y el 86% de los metales no ferrosos.
Celebrando la presencia del Creador
El acuerdo pone énfasis en una liturgia renovada. Para nuestra comprensión implica re-creación de la misma a partir de una ruptura del dualismo Iglesia-mundo. Lo anterior para superar el aislamiento de la Iglesia con respecto a su participación en la sociedad, y para dejar de lado su actitud condenatoria, siendo luz y sal en el mundo.
Dicha renovación, también significa ruptura con algunos modelos pastor-céntricos, los cuales se basan en esquemas de poder y no tanto de servicio. Entendemos que tales rupturas son necesarias para una nueva práctica litúrgica que afirme la vida y la presencia del Creador.
Con miras a su renovación, valdrá la pena tomar en cuenta la cuestión semántica del término "liturgia" que no fue tomado del lenguaje religioso, sino del lenguaje común para entrar a formar parte del léxico cristiano. La palabra viene de dos raíces muy importantes: leitos que significa pueblo y ergon obra. Entonces, por definición la palabra liturgia significa "obra del pueblo" u "obra comunitaria". En otras palabras, se trata de una obra hecha a favor del pueblo; por lo mismo, a todas aquellas personas que realizaban obras a favor del pueblo se les decía liturgos. En Romanos 13 Pablo llama liturgos a las autoridades, es decir, servidores del pueblo.
Nos preguntamos entonces a cerca de sus implicaciones con el ambiente cultico o celebrativo. Quienes introdujeron tal palabra en el cristianismo fueron el grupo de especialistas y traductores, conocidos como los Setenta en su versión de la Biblia al griego (La Septuaginta). Al ir haciendo la traducción se encontraron con tantos términos para retirarse al culto, que buscaron unificar su sentido usando la palabra "liturgia".
Según la eclesiología primitiva, los cristianos primitivos tomaron el término liturgia no sólo como una palabra más, sino que la llevaron a la práctica. Ellos sabían que liturgia originalmente se refería al servicio comunitario, a la obra del pueblo. Por lo tanto, la liturgia, o el culto pasa por toda la visa en un espíritu de entrega y compromiso hacia los demás, especialmente los más necesitados.
En consecuencia, si la acepción de la palabra es "obra comunitaria" hay toda una propuesta comunitaria de cara a la renovación del hecho litúrgico o celebrativo. Hoy entonces, una liturgia renovada contribuirá no solamente a la animación y participación comunitaria a favor del servicio, sino también a la conservación de la creación. No es lo mismo evocar cánticos que comprometen con la historia y la vida toda, a aquellos que inducen a la tendencia a ausentarse del inmediato y diario vivir.
Llamados a vivir como cuerpo de Cristo
El acuerdo dice:
Preocupados por las asimetrías y los desequilibrios de poder que nos dividen y perturban en la iglesia y en el mundo, estamos llamados al arrepentimiento, a la reflexión crítica sobre los sistemas de poder y al uso responsable de las estructuras de poder. Estamos llamados a encontrar formas prácticas de vivir como miembros de un mismo Cuerpo, con plena conciencia de que Dios resiste a los soberbios, Cristo acoge y fortalece a los pobres y afligidos, y el poder del Espíritu Santo se manifiesta en nuestra vulnerabilidad.
Llamados al arrepentimiento y a la reflexión crítica
Una de las actitudes básicas de la vida espiritual, tiene que ver con la búsqueda de armonía. De ahí que suena muy importante la invitación a considerar los desequilibrios y las asimetrías como signos de muerte que perturban y quitan la paz y la armonía. Para ello es importante ponernos en el lugar de los promotores de las asimetrías y de los desequilibrios y buscar arrepentimiento.
Será entonces importante trabajar en tres niveles para erradicar las prácticas de los esquemas de poder que muchas veces dan lugar a asimetrías. El primer nivel será el de la vida privada, personal y familiar. Es decir que los tan perjudiciales "machismos" y "patriarcalismos" a los cuales estamos a veces habituados deben ir siendo superados por una vida personal y familiar de equidad y de armonía. Es sabido, que tal tarea será un tanto más difícil en culturas donde pesan las tradiciones y las prácticas generacionales. Sin embargo, seguiremos afirmando que los contenidos del evangelio, lejos de eclipsar, anular, o quitar del camino las costumbres y las tradiciones generacionales, lo que hace es iluminarlas para darles un nuevo sentido.
El segundo nivel, tendría que ver necesariamente con los esquemas y prácticas de poder en las congregaciones locales. Lamentablemente, existen estilos y modelos pastorales verticalistas, y además muy androcéntricos. Tales prácticas contribuyen a la legitimación de autoritarismos que menoscaban el protagonismo de otros sectores de las congregaciones locales, como son las mujeres, los jóvenes o los niños/as.
Las congregaciones locales no pueden de ningún modo llegar a ser espacios para la conformación de pequeños "reinos". Siendo llamados por el Dios del reino a cumplir una misión de amor y de paz en el mundo, lejos estará de nuestras prácticas la reproducción de esquemas clasistas o proselitistas. Hoy el desafío mayor es buscar una nueva era de misión al estilo de Jesús, enriquecida por todos y todas los/as protagonistas de la misión, y alimentados por el Espíritu Santo: "Como tú Padre en mí y yo en ti, que ellos también puedan ser en nosotros, de modo que el mundo pueda creer que tú me enviaste. La gloria que tú me has dado, les he dado a ellos, de manera que ellos puedan ser uno, como nosotros somos uno, yo en ellos y tú en mí, para que ellos sean uno, así que el mundo pueda saber que tú me enviaste y que los has amado, así como tú me has amado" (Juan 17.20-23).
La oración de Jesús representa un vínculo de unidad entre el Padre, el Hijo y nosotros. Un esquema de amor y de unidad, donde se superan los privilegios especiales, o las aspiraciones personales de algunos/as que quieren detentar y desarrollar algún tipo de poder.
El tercer nivel debería ser el de la vida pública y social, donde a diario vemos y palpamos esquemas y prácticas de poder corrompidos por el egoísmo, el legalismo, o por algunas ideologías que muchas veces tienen inclusive trasfondos o argumentos religiosos.
La vida social cotidiana debiera ser el espacio en el cual, por medio del testimonio cristiano se desarrolle un nuevo modelo de vida acorde con el reinado de Dios. La práctica de la justicia, la vida comunitaria, el servicio diligente y desinteresado, así como el respeto a la vida, debieran ser algunas señales y propuestas de una vida alternativa y diferente. Ya que tanto se oye hablar de la globalización de todas las cosas, bien podríamos comenzar por globalizar el amor, la justicia, y la armonía.
Llamados a encontrar formas de vivir como Cuerpo de Cristo
Uno de los desafíos más cruciales del momento, radica en torno a la necesidad de convivir pacífica y armónicamente. Es sabido que la era de globalización ha traído como corolario la soledad y el individualismo de las personas; lo dicho quizás se explica por la marcada inseguridad, el temor y la desconfianza de las personas. Ante ello, emerge la preocupación personalista de protegerse, alejándose a veces de las personas "desconocidas".
Los seres humanos somos por naturaleza sociales, y no podemos renunciar al derecho de cultivar vida comunitaria. Si el ser humano del tercer milenio está marcado por el egoísmo y el individualismo, quienes conformamos parte del cuerpo de Cristo necesitamos cultivar estrategias que nos permitan volver a vivir como seres humanos en armonía. Dejar de intentarlo, sería como dar lugar a toda una propuesta de vida colectiva que únicamente busca el bienestar de quienes pueden "asegurar" sus vidas, pensando únicamente en ellos, despreocupándose por los demás.
El evangelio es una invitación a vivir comunitariamente. El libro de los Hechos relata la experiencia de las primeras comunidades cristianas, donde primaba el factor social por medio de la koinonia, (comunidad). Al lado de otros baluartes eclesiológicos, la koinonía permitía la cohesión de sus integrantes, al punto de vivir y sentirse identificados como familia. Según (Hech 2.40-42), no se permitía que haya desigualdades o desniveles en cuanto a derechos y deberes.
Testigos de la manifestación del Espíritu desde la vulnerabilidad
Hoy requerimos con urgencia la participación activa del Espíritu Dador de Vida, que como actuó en el principio insuflando vida, hoy también lo haga en momentos en que asistimos a una agonía planetaria. Dice el texto de (Gen 11.7) que descendió Yahvé para "confundir" el lenguaje de quienes actuaban en función de la ambición, del egoísmo y de la maldad desmedida.
Hoy necesitamos con urgencia que sean desbaratados los proyectos y los planes de quienes no aman la vida. En contraste con el texto de Génesis, en el libro de los (Hech 2.8), y en el contexto de la llegada del Espíritu Santo en el día de Pentecostés, el relato dice que los allí reunidos, siendo de distintos lugares podían oír en su propia lengua. Más que darse un milagro de "hablar en otras lenguas", se produce uno de "oír". En Babél, los constructores dejaron de comunicarse porque ya no se oían mutuamente; ahora el Espíritu Santo eclosiona para acercar a las comunidades humanas, reconciliarlas entre ellas, y acompañarlas.
Dios por su Espíritu, permite salir de las prisiones del egoísmo para optar por la vida. Dios llamó en el día de Pentecostés a los apóstoles para confortarlos e involucrarlos en un discipulado redentor. La fuerza del viento y del fuego de vida del Espíritu puede sacar de la cultura del silencio, de la violencia y de la muerte para impulsar a hablar un nuevo lenguaje.
Hoy hace falta dejar el lenguaje de los colonizadores, de los emperadores, de los egoístas, y de los depredadores y aniquiladores de la vida para no solamente oír un nuevo mensaje de Buena Nueva en un idioma vernáculo. El Pentecostés permite recuperar el lenguaje perdido en la torre de la codicia de Babél. Hoy, entre quienes aman la vida, existe una polifonía de voces que deben ser oídas y valoradas, porque por medio de ellas el Espíritu desea mantener viva la esperanza y la necesidad de trabajar apasionadamente por una nueva creación.
Hacia una nueva iluminación bíblica
El acuerdo dice:
Afirmando la importancia de los fundamentos bíblicos de nuestro compromiso misionero y valorando el testimonio de los apóstoles y los mártires, somos llamados a alegrarnos en las expresiones del Evangelio en muchas naciones del mundo. Celebramos la renovación experimentada a través de los movimientos migratorios y la misión en todas las direcciones, la forma en que todos están preparados para la misión con los dones del Espíritu Santo, y el llamamiento continuo de Dios a los niños y a los jóvenes a diseminar el evangelio.
Descubriendo nuevas claves bíblicas
Uno de los aportes a las ciencias bíblicas, desde América Latina, ha sido desde hace algunas décadas la re-lectura bíblica, a partir de situaciones específicas. Dicha re-lectura supone toda una propuesta metodológica y hermenéutica. Tradicionalmente, el procedimiento siempre ha comenzado con una lectura de la Palabra de Dios, para luego llevarla a determinadas realidades.
La nueva metodología significa partir de realidades concretas, para desde ahí interrogar al texto bíblico. De tal modo, se descubren momentos, sujetos, y mensajes siempre dinámicos y nuevos. Lo anterior no únicamente por la polisemia del texto bíblico, sino fundamentalmente por su relevancia con el momento histórico.
Por lo mismo, parece interesante el acuerdo de Edimburgo, especialmente por hacer un llamado a descubrir las variadas expresiones que tiene el evangelio según los contextos diversos. Eso significa que cada nación tiene su forma de concebir la buena nueva de salvación, y además, de expresarla desde sus raíces culturales.
Asistimos entonces, a la irrupción de nuevos sujetos en todos los campos. La irrupción de los nuevos sujetos está haciendo posible la ampliación del lugar tradicional desde el cual se ha venido haciendo la lectura bíblica en América latina.
Por ejemplo, las mujeres están "mirando la Biblia con nuevos ojos, los de mujer-mujer al interior del proceso de liberación femenina y de los empobrecidos en general, replanteando (des construyendo y reconstruyendo) la comprensión y la autoridad ejercida sobre la Biblia". Son los caminos, ya amplios, de la hermenéutica bíblica feminista.
Por su parte, los pueblos negros plantean una hermenéutica bíblica que los tome en serio en cuanto sujetos y "que ayude a desenmascarar y liberar a la Biblia de interpretaciones que justifican el racismo (la esclavitud y la inferioridad de los negros y las negras) y que aborde de manera diferente los textos bíblicos" a partir de sus propias raíces culturales y religiosas. Es la "mirada ennegrecida" de la Biblia para "verla más clara".
También la lectura infantil de la Biblia busca que las/os niñas/os puedan leerla "desde su propia situación, percepción (sentir) y comprensión (pensar) que tienen de la realidad, permitiendo rescatar experiencias y valores que están aún presentes en sus vidas.
Por otra parte, desde el mundo simbólico familiar y comunitario del campesinado "se ha comenzado a destacar varias dimensiones que de alguna manera han quedado por fuera de la lectura "tradicional" de la Biblia. Lo pequeño, los detalles, lo familiar, los sueños y la imaginación; los afectos y lo lúdico; lo ecológico y lo ecuménico; la contemplación y el diálogo". Es la lectura que "campesiniza" la Biblia y al Dios de la Biblia.
Las comunidades indígenas, igualmente, están planteando el desafío de una lectura bíblica desde sus diversas identidades culturales.
La ampliación del sujeto en la lectura comunitaria de la Biblia introduce nuevos elementos en su constitución y perspectivas, así, ésta va adquiriendo "un rostro más femenino, indio, negro, campesino e infantil", los que "están colocando las bases para superar (des construir) los métodos racionales tradicionales, recreándolos muy profundamente; y para plantear (construir) nuevas maneras de comprensión del texto".
Identificando nuevas realidades
El documento señala de modo interesante una nueva realidad social, que lejos de ser conflictiva o perjudicial, es más bien promotora de nuevos procesos de renovación. Se trata de los movimientos migratorios.
Por la complejidad que se registra con frecuencia en los fenómenos del movimiento migratorio, se hace necesario, para la orientación de la acción pastoral, la participación de instituciones complementarias destinadas a seguir tales fenómenos y a dar valoraciones objetivas de los mismos. Por lo mismo, se requerirán centros pastorales para grupos étnicos, pero sobre todo de centros de estudio interdisciplinarios que reúnan las materias necesarias para la elaboración y la realización de posteriores tareas concretas. Estas investigaciones deberían también orientar los estudios en los seminarios, en los institutos de formación y en los centros pastorales.En la acción pastoral y misionera con los inmigrantes, será importante construir puentes que permitan la comunicación entre los inmigrantes y la comunidad receptora. Por eso será determinante conocer, respetar y apreciar la diversidad cultural de quienes no vienen para diluir o suplantar las culturas locales. El documento asume, entre líneas, que entre los componentes de los movimientos migratorios, existe también un pueblo de Dios que trae consigo todo un bagaje de fe y experiencia de vida con Dios. La misma debe enriquecer y contribuir a la renovación litúrgica.
Quienes desde su vocación de servicio, asuman el reto, han de saber que su trabajo se basará en el aspecto étnico o lingüístico. La atención a los inmigrantes debe traducirse también en la construcción de una Iglesia con una aspiración ecuménica y misionera.
Entre las tareas principales, aparecen como urgentes las siguientes:
– La tutela de la identidad étnica, cultural, lingüística y ritual del inmigrante, ya que para él/ella será impensable una acción pastoral eficaz que no respete y valorice el patrimonio cultural de los inmigrantes, y que debe naturalmente entrar en diálogo con la Iglesia y la cultura local para responder a las nuevas y futuras exigencias.- La guía en el camino de una justa integración que evite el gueto cultural y que al mismo tiempo, evite una simple asimilación de los inmigrantes a la cultura local. Lo importante será encontrar elementos útiles de la cultura, y de los estilos de vida.- La encarnación de un espíritu misionero y evangelizador que comparta las situaciones y condiciones de los inmigrantes, con capacidad de adaptación y de contactos personales, en un ambiente de auténtico testimonio de vida. La unidad como práctica.- Un constante acompañamiento en las sesiones de estudio en materia social, ética, litúrgica y pastoral, condición sine qua non para realizar una auténtica pastoral dentro de una mutua colaboración, solidaridad y corresponsabilidad.
– Será necesaria una unidad en la acción, para que tenga eficacia entre los inmigrantes y los autóctonos. Dicha solidaridad de intenciones y de obras ofrecerá así un óptimo ejemplo de adaptación y de colaboración y se obtendrá, de tal modo, un conocimiento recíproco y el respeto por el patrimonio cultural de cada cual.
La misión de todos/as y con todos/as desde el evangelio
El documento dice:
Oyendo el llamamiento de Jesús a hacer discípulos de todas las personas – pobres, ricos, marginados, ignorados, poderosos, discapacitados, jóvenes y ancianos – somos llamados como comunidades de fe a la misión de todas partes a todas partes. Sentimos con gozo el llamamiento a recibir los unos de los otros en nuestro testimonio de palabra y de obra en las calles, en el campo, en las oficinas, los hogares y las escuelas, ofreciendo reconciliación, mostrando amor, irradiando la gracia y diciendo la verdad.
El evangelio cuenta la historia de Jesús a la luz de toda la Biblia
El evangelio es un relato de los sucesos de la muerte y resurrección de Jesús a la luz de las Escrituras del Antiguo Testamento. Como dice Pablo mismo:
Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras (1 Co. 15.1-4). (Ver también Gálatas 1.11-2.10)
El evangelio está arraigado en la Biblia, modelado por el reino de Dios y constituido por el logro de Jesús como el Mesías, quien cumplió las Escrituras y encarnó el reino de Dios como rey (comparar Hch 28.23, 30-31).
La definición de Pablo del evangelio incluye tanto los hechos históricos centrales (Cristo murió por nuestros pecados, fue sepultado y resucitó al tercer día), además de su contexto y marco de significado bíblicos ("conforme a las Escrituras"). Por lo tanto, nuestra comprensión de "todo el evangelio" debe incluir ambos aspectos. Al tomar de toda la Biblia nuestra comprensión de todo el evangelio, evitaremos reducir el evangelio a unas pocas fórmulas para facilitar la comunicación y el "marketing", y nos recuerda que en última instancia es el Espíritu de Dios quien atrae e incluye a personas de todas las culturas y lugares en esta historia.
La naturaleza narrativa del evangelio, basado en la historia completa de la salvación de Dios en la Biblia, significa que personas de diferentes culturas a veces "entran" en la historia en puntos distintos que responden a sus necesidades particulares o inmediatas y son más inmediatamente importantes en su comprensión cultural, para luego avanzar hacia los hechos y afirmaciones centrales que rodean a Cristo. Lo importante es que, no importa cuál sea el "punto de entrada", las personas son invitadas a entender y confiar en esta historia: la revelación bíblica del Dios vivo y su obra salvadora en Cristo.
El evangelio crea una nueva humanidad reconciliada en la única familia de Dios
El plan de Dios, anunciado a Abraham, siempre había sido traer bendición a través de Israel a todas las naciones del mundo (Ef. 2.11-12). De su condición de alienados de Dios, los gentiles pueden ingresar, "por medio del evangelio", a la misma posición con Dios que la que disfrutaba hasta ese momento el Israel del Antiguo Testamento, de modo que a través de la sangre de Cristo los judíos y gentiles creyentes pueden convertirse en una nueva humanidad en el Mesías, reconciliados entre sí y con Dios a través de Espíritu Santo (Ef. 2.13-18)
Esta obra de pacificación de la cruz –reconciliando a judíos y gentiles, y creando una nueva humanidad– no es un mero subproducto del evangelio, sino que es parte de la esencia misma del evangelio (Ef. 3:6). Pablo la incluye en la obra de la cruz.
La iglesia, como la comunidad de los que han sido reconciliados entre sí y con Dios es, por lo tanto, la encarnación del evangelio. "Por medio de la iglesia", Dios proclama la sabiduría divina del evangelio a los principados y potestades (Ef. 3:10). La iglesia no es un mero mecanismo de entrega del evangelio, sino evidencia en sí misma del poder reconciliador del evangelio.
El evangelio proclama el mensaje salvador de la cruz y la resurrección
La naturaleza misma del "evangelio" es la de ser buenas nuevas que tienen que ser anunciadas a todas las naciones como la "palabra de verdad" (Ef. 1.13; Col. 1.5, 23; 1 Ts. 2.13). Hay una dimensión intrínsecamente verbal en el evangelio. Es una historia que necesita ser contada para que su verdad y significación puedan ser entendidas. El mensaje de la cruz se plantea como buenas nuevas frente al trasfondo sombrío de destrucción y muerte causado por la rebelión humana y satánica a cada dimensión de la vida y la cultura humanas y a la creación de Dios.
El evangelio declara que, en la obra combinada de la cruz y la resurrección de Cristo, Dios asumió en forma integral el juicio que merece nuestro pecado y realizó la derrota y destrucción última de Satanás, de la muerte y los poderes malignos, la reconciliación de los creyentes con Dios y entre sí atravesando toda frontera y enemistad, y la redención final de toda la creación. Todas las bendiciones del evangelio son regalos de la gracia de Dios, que recibimos exclusivamente por fe en Cristo.
La cruz fue el acto supremo de entrega de sí mismo por parte de Dios. Por lo tanto, cuando el evangelio es comercializado o sus beneficios son vendidos para obtener una ganancia, se opone completamente al mensaje de la cruz. El sufrimiento es una dimensión esencial de dar testimonio del evangelio; el Nuevo Testamento lo enfatiza repetidamente. En consecuencia, una de las principales razones por la que rechazamos y denunciamos gran parte del denominado "evangelio de la prosperidad" como un falso evangelio es precisamente porque omite la teología de la cruz y del sufrimiento.
El evangelio produce una transformación ética
Jesús dijo: "Arrepentíos, y creed en el evangelio" (Mr. 1.15). Un cambio radical de vida va de la mano de la fe en las buenas nuevas; no puede haber separación entre ellos. El mensaje del evangelio exige no un mero asentimiento mental sino obediencia. El evangelio habla de una salvación que es por gracia y para buenas obras. "Si bien no podemos ser salvados por buenas obras, tampoco podemos ser salvados sin ellas. Las buenas obras no son el camino de la salvación, sino su evidencia correcta y necesaria. Una fe que no se expresa en obras está muerta". La transformación ética que logra el evangelio es obra de la gracia de Dios. Es la gracia de Dios que nos salva y nos modela para vivir en la luz escatológica de la segunda venida de Cristo (Tit 2.11-14), y nos permite obedecer, aun cuando esta obediencia fiel al evangelio es sacrificial (2 Co 9.12-13).
Esta comprensión del evangelio como una cuestión de obediencia y no sólo de creencia, es compartida por Pedro (Hch 5.32; 1 Pe 4.17), Santiago (Stg 2.14-26), Juan (1 Jn 2.3; 3.21-24; 5.1-3) y el escritor de Hebreos (He 5.9) y, por supuesto, se retrotrae a Jesús mismo (ej: Mt 7.21-27; Lc 11.28; Mt 28.20; Jn 14.23-24). El evangelio que es intrínsecamente verbal es intrínsecamente ético en la misma medida. No hay evangelio donde no hay ningún cambio.
El evangelio declara la verdad y expone el mal ante el juicio de Dios
El evangelio es también verdad que necesita ser defendida contra el rechazo o la distorsión. Así que existe una dimensión polémica del evangelio. Existe en contraste y en conflicto explícitos con otras cosmovisiones, así como con distorsiones y falsas enseñanzas dentro de la iglesia misma. Ser un siervo del evangelio involucra necesariamente una lucha costosa y una batalla espiritual. Esta fue la experiencia de Pablo, y su advertencia (Gá 1.6-9; 2.5, 14; Fil 1.7, 27; 4.3; 1 Ti 1.11; 2 Ti 1.8; Flm 13).
El evangelio se planta contra el mal como una parte integral de su postura a favor de las bendiciones de la salvación eterna y la esperanza de la nueva creación de Dios. El mensaje de salvación implica también un mensaje de juicio a toda forma de alienación, opresión y discriminación, y el imperativo es denunciar el mal y la injusticia dondequiera que existan, en cualquiera de sus formas.
El evangelio es el poder cósmico de Dios obrando en la historia y en la creación
Para Pablo, el evangelio parecía tener vida propia, al punto que él podía personificarlo como algo que obra, actúa, difunde y lleva fruto en todo el mundo (Col. 1:6). Todas las cosas en el universo han sido creadas por Cristo, están siendo sostenidas por Cristo y serán reconciliadas a Dios por Cristo a través de la sangre de su cruz. Este es el alcance impresionantemente universal del evangelio (Col. 1:15-23). Por lo tanto, no es sorprendente que el evangelio sea proclamado "en toda la creación que está debajo del cielo" (v. 23), ya que es buenas nuevas para toda la creación.
El evangelio es el poder de Dios en Cristo y a través del Espíritu. No existe un evangelio completo sin la persona, la obra y el poder del Espíritu Santo. Él es el Espíritu misionero del Padre misionero y el Hijo misionero, insuflando vida y poder a la iglesia misionera. Sin el testimonio del Espíritu de Cristo, nuestro testimonio es inútil; sin la convicción del Espíritu, nuestra predicación es en vano; sin el poder del Espíritu, nuestra misión es mero esfuerzo humano; y sin el fruto del Espíritu, nuestras vidas poco atractivas no dan testimonio de la belleza del evangelio. Oramos por un mayor despertar a esta verdad bíblica y realidad experimentada en todas las partes del cuerpo de Cristo de todo el mundo.
Nuevas formas de educación teológica
El acuerdo dice:
Reconociendo la necesidad de formar una nueva generación de líderes que vivan con autenticidad la misión de un mundo de diversidades en el siglo XXI, estamos llamados a trabajar juntos en nuevas formas de educación teológica. Puesto que todos somos hechos a imagen de Dios, éstas se basarán en los carismas propios de cada uno, nos interpelarán mutuamente a crecer en la fe y en la comprensión, compartirán recursos de manera equitativa en todo el mundo, involucrarán a toda la persona y a toda la familia de Dios, y respetarán la sabiduría de nuestros mayores al tiempo que fomentarán la participación de los niños.
Revisión de los contenidos curriculares
El documento, en la versión que llegó a nuestras manos, pone un énfasis especial al punto seis del acuerdo. Entendemos nosotros, porque implica un proceso educativo de formación teológica de quienes aspiran a servir con una mentalidad renovada y abierta a los cambios contextuales.
Con tristeza, hoy somos testigos de la existencia de contenidos curriculares, que por su naturaleza, únicamente responden a intereses de tipo institucional. Es decir, las propuestas académicas pecan de ser excesivamente institucionalistas, doctrinalistas[66]y cerradas en posturas denominacionalistas[67]Es más, muchas de ellas aun siguen fungiendo según las elaboraciones misioneristas[68]Por lo mismo, muchas de ellas ya no son actuales.
Con contenidos inamovibles, el riesgo que se corre, es el de formar personas con mente cerrada a esquemas y patrones caducos. Por lo mismo, en virtud de haber cambiado mucho el mundo, algunas lecturas y materias ya no son relevantes. No nos referimos al riesgo permanente de caer en las falsedades que el mundo corrompido ofrece, sino al hecho de responder evangélica, y contextualmente a los desafíos que dicho mundo pretende imponer como única alternativa de vida.
Características de una nueva educación teológica
7.2.1 Debe ser bíblica
En las Sagradas Escrituras está el fundamento de la fe y el quehacer de la Iglesia. En ella encontramos la fuente inspiradora de nuestra fe en Jesucristo y nuestro quehacer como pueblo de Dios. Asimismo, encontramos la voluntad del Padre y las enseñanzas de Jesucristo, que puede resumirse de la siguiente manera: "Buscad primero el Reino de Dios y su justicia…" (Mateo 6.33).
Los fundamentos de nuestra acción deben partir de una lectura y re-lectura de la Biblia junto con las experiencias de nuestros pueblos. Nuestra fe, también debe partir de nuestra experiencia cotidiana con Dios y con el prójimo. De ahí que la opción por los excluidos y marginados es una re-lectura del mensaje bíblico en respuesta a los mecanismos de muerte y de opresión que vive nuestro continente latinoamericano.
La idea es que por su propia naturaleza, la palabra de Dios vaya abriendo caminos en medio de las tinieblas, como dice el salmo: "Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino" (Salmos 119:105). En ese sentido, la característica bíblica concebida con seriedad y responsabilidad es fundamentalmente transformadora y tiene los gérmenes de una permanente renovación para la Iglesia en su misión.
Un trabajo bíblico serio no permite un acercamiento meramente emotivo a la Escritura, sino una aproximación razonada y reflexiva, que es propia de la capacidad de pensamiento del ser humano. Por último, una educación bíblico-teológica supone confrontar las Escrituras con el aporte de todos los elementos científicos a la mano, para poder interpretar le realidad.
7.2.2 debe ser constructivista
La filosofía de la educación ha descubierto que la misma no puede consistir en un traspaso de conocimientos de alguien que enseña a otros que aprenden, sino que es fruto de un intercambio entre los distintos participantes en el proceso de educación y de un intercambio que no se limite a los conocimientos, sino también el compartir de experiencias vivenciales. Se dice en nuestro continente que "nadie educa a nadie, sino que las personas se educan en comunidad"
Esto implica que toda reflexión y su quehacer teológico, por ser un proceso educativo, debe tener en cuenta esta actitud abierta. Más aún, la Iglesia debe tener presente esta actitud dialogal y no sólo dialogar con otras iglesias, sino también con diversas corrientes de pensamiento y con el pueblo sufriente, siguiendo la práctica de Jesús. En este sentido, el diálogo y la actitud dialogal son profundamente evangélicos; el mensaje bíblico y el mensaje de Jesús no recorren una sola vía: no hay un emisor y un receptor, sino que los roles se intercambian. En su práctica, Jesús evangeliza a partir de auténticos diálogos que parten de situaciones concretas, vividas y sentidas por el interlocutor o interlocutores de Jesús; tal es el caso del diálogo con la mujer samaritana en el pozo (Juan 4:1-42) y otros más.
En síntesis, la Iglesia está llamada a promover una actitud dialógica en toda su misión en el mundo. No se puede suponer que el ser humano, especialmente pobre y marginado, esté "vacío", sin nada que compartir. El recoger sus experiencias y expectativas enriquecerá todo el ministerio de la Iglesia y le dará nuevos horizontes en su misión. La ausencia de una actitud abierta, de diálogo y de construcción, implica una lucha de poderes que buscan vencer a quienes tienen una opinión distinta y esto significa la destrucción y la muerte y no la construcción de una obra común: el Reino de Dios.
La educación debe también promover una cultura de encuentro y enriquecimiento continuo. Toda reflexión y propuesta educativa debe estar al servicio de los menos favorecidos, así como de los nuevos sujetos teológicos emergentes. Pero sin duda, éste quehacer debe tener en cuenta la identidad cristiana y la afirmación de la identidad cultural de los pueblos.
7.2.3 Debe dar cuenta de su identidad
La identidad cristiana, debe estar presente en todo el quehacer de las comunidades de fe, y no diluirse entre las diferentes disciplinas científicas y sociales de nuestro tiempo. Somos cristianos porque nos hemos convertido a Cristo, obedecemos su Palabra y seguimos sus huellas. No somos meramente "instrumentos" o "agentes" de cambio que estamos influenciados por alguna doctrina de turno, sino que somos hacedores de las Buenas Nuevas de Jesucristo para toda la humanidad. Que el mundo no nos confunda con algunos seguidores de doctrinas por ser fieles al Evangelio en nuestra opción preferencial, en este caso, por los pobres y marginados de nuestra sociedad. Cualquier otra apreciación, escapa ya de nuestra responsabilidad.
El enfatizar nuestra identidad cristiana no significa decir que el cristianismo es la exclusividad en materia de liberación de nuestro pueblo, sino que significa identificarnos con la Palabra de Dios en medio de un proceso de liberación. En el Antiguo Testamento podemos hallar el caso de Ester, que no pudo ocultar su identidad para liberar a su pueblo (Ester 4:14).
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