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Literatura hispanoamericana del Siglo XX (página 3)

Enviado por Eugenia Sol


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Integrante, igual que José Gorostiza, del grupo de los "Contemporáneos", es Xavier Villaurrutia (México, 1903-1950) una de las voces más sobresalientes de la poesía de su país. De 1923 datan sus primeros poemas. Nocturnos se publica en 1933 y Nostalgia de la muerte en 1938. La angustia y la muerte representan los dos temas capitales de su obra, la cual, a pesar de la honda emoción que late en sus fundamentos, se libera de caer en el sentimentalismo gracias al rigor intelectual que gobierna su forma.

"La gran preocupación de la poesía debe ser la expresión del drama del hombre, y este drama ha de ser verdadero. Toda poesía no es sino un intento para el conocimiento del hombre".

"La muerte no es, para mí, ni un fin, ni un puente tendido hacia otra vida, sino una constante presencia, un vivirla y palparla segundo a segundo…, presencia que sorprende en el placer y en el dolor". Xavier Villaurrutia

INVENTAR LA VERDAD

Pongo el oído atento al pecho,

como, en la orilla, el caracol al mar.

Oigo mi corazón latir sangrando

y siempre y nunca igual.

Sé por qué late así, pero no puedo

decir por qué será.

Si empezara a decirlo con fantasmas

de palabras y engaños al azar,

llegaría, temblando de sorpresa,

a inventar la verdad:

¡Cuando fingí quererte, no sabía

que te quería ya!

Sin lugar a dudas el poeta más leído del orbe hispanoamericano, Pablo Neruda (Chile, 1903-1973) ha desarrollado a lo largo de su extensa producción series de libros que, a manera de ciclos, presentan constantes tanto temáticas como procedimentales. De esta manera se pueden distinguir sucesivamente las siguientes etapas: Primero, el posmodernismo neorromántico correspondiente a su iniciación juvenil y cuyo máximo exponente será Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924).

Una segunda etapa, de sesgo desesperado y pesimista y centrada en Residencia en la tierra (I y II) (1933 y 1935), se aboca a la representación de un mundo sentido como caos, desintegración y muerte.

Hay cementerios solos,

tumbas llenas de huesos sin sonido,

el corazón pasando un túnel

oscuro, oscuro, oscuro,

como un naufragio hacia adentro nos morimos,

como ahogarnos en el corazón,

como irnos cayendo desde la piel al alma.

Hay cadáveres,

hay pies de pegajosa losa fría,

hay muerte en los huesos,

como un sonido puro,

como un ladrido sin perro,

saliendo de ciertas campanas, de ciertas tumbas

creciendo en la humedad como el llanto o la lluvia. […]

El tercer período marca la salida del poeta de su ensimismamiento y el creciente compromiso con la realidad histórica de la que forma parte. Poesía de resonancias épicas y a veces hasta panfletaria, el amor por América y la solidaridad con el hombre universal constituirán sus cimientos temáticos. Canto general (1950) será el libro destacado dentro de esta vertiente.

El siguiente ciclo parte de la misma base estética -el realismo socialista- pero apela a formas expresivas de una mayor simplicidad. Tal es el caso de las sucesivas series de Odas elementales (1954, 1955, 1957).

"Hablar con sencillez. América o la claridad deben ser un solo nombre equivalente". Pablo Neruda

Por último, habrá de retornar a un lirismo íntimo, personal, que retoma y sintetiza todas sus preocupaciones éticas previas apelando para ello a una rica variedad de registros que van de la melancolía a un festivo tono risueño. Estravagario (1958) constituye un ejemplo acabado en lo que respecta a los perfiles de este ciclo final.

ESTACIÓN INMÓVIL

Quiero no saber ni soñar.

Quién puede enseñarme a no ser,

a vivir sin seguir viviendo?

Cómo continúa el agua?

Cuál es el cielo de las piedras?

Inmóvil, hasta que detengan

las migraciones su apogeo

y luego vuelen con sus flechas

hacia el archipiélago frío.

Inmóvil, con secreta vida

como una ciudad subterránea

para que resbalen los días

como gotas inabarcables:

nada se gasta ni se muere

hasta nuestra resurrección,

hasta regresar con los pasos

de la primavera enterrada,

de lo que yacía perdido,

inacabablemente inmóvil

y que ahora sube desde no ser

a ser una rama florida.

Miembro destacado también él del grupo de los "Contemporáneos", Salvador Novo (México, 1904-1974) expresará, a través de una poesía de acentos elegíacos, sentimientos de decepción ante el fracaso de los ideales revolucionarios en su país y, en un aspecto mucho más general y trascendente, de desolación, dolor y vacío ante la situación del hombre moderno arrojado a un mundo absurdo e implacable. Su primer libro, XX poemas, está fechado en 1925. Novo también fue un brillante ensayista y escritor teatral.

JUNTO A TU CUERPO TOTALMENTE ENTREGADO AL MÍO…

Junto a tu cuerpo totalmente entregado al mío

junto a tus hombros tersos de que nacen las rutas de tu abrazo,

de que nacen tu voz y tus miradas, claras y remotas,

sentí de pronto el infinito vacío de su ausencia.

Si todos estos años que me falta

como una planta trepadora que se coge del viento

he sentido que llega o que regresa en cada contacto

y ávidamente rasgo todos los días un mensaje que nada contiene sino una fecha

y su nombre se agranda y vibra cada vez más profundamente

porque su voz no era más que para mi oído,

porque cegó mis ojos cuando apartó los suyos

y mi alma es como un gran templo deshabitado.

Pero este cuerpo tuyo es un dios extraño

forjado en mis recuerdos, reflejo de mí mismo,

suave de mi tersura, grande por mis deseos,

máscara

estatua que he erigido a su memoria.

Puntal del grupo formado alrededor de la revista Vanguardia, le cupo en suerte a José Coronel Urtecho (Nicaragua, 1906-1994) sepultar definitivamente los anacrónicos resabios de la estética modernista en la patria de Rubén Darío, abriendo a Nicaragua a las corrientes artísticas de la nueva sensibilidad. Su obra, propia de un continuo experimentador, ha transitado los terrenos de la vanguardia, el folclore, las formas clásicas, el subconsciente…, mientras que, parejamente, su expresión optó tanto por el decir llano como por el hermetismo.

"Coronel Urtecho cambia casi totalmente de modo de pensar cada dos años". Ernesto Cardenal

Con posterioridad a la etapa vanguardista, Manuel del Cabral (República Dominicana, 1907-1999) se inició en el cultivo de una vertiente popular y nativista de resonancias sociales y políticas. No obstante, pronto evolucionaría a registros de una mayor universalidad temática: el amor, el sentir inabarcable del artista frente a los límites propios de la expresión y el destino del ser en el mundo.

"La poesía encierra dos direcciones: es espectáculo de la naturaleza y es universo oculto del hombre". Manuel del Cabral

LETRA

Letra:

esqueleto de mi grito,

pongo mi corazón sobre tu muerte,

pongo mis más secretas cualidades de pétalo,

pongo

la novia que he guardado entre el aire y mi cuerpo,

mi enfermedad de ángel con cuchillo,

mi caballero ausente cuando muerdo manzanas,

y el niño que hay en mí, el niño

que sale en cierto día,

el día en que la mano casi no trabaja,

el día en que sencillos

mis pies pisan los duendes que están en el rocío

haciendo el oro joven del domingo.

Todo lo pongo en ti,

y tú siempre lo mismo:

estatua de mis vientos,

ataúd de presencias invisibles,

letra inútil.

Todo,

todo lo pongo en ti, sobre tu muerte.

La tierra no me entiende.

Sin embargo…

La obra poética de Emilio Ballagas (Cuba, 1908-1954) consta de tres fases indisolublemente ligadas a tres momentos claves del desarrollo creativo del escritor: la fase juvenil, asociada al deleite verbal puro; la zona neorromántica, signada por matices dolorosos que dicta la elegía y, finalmente, el neoclasisimo de hondo contenido religioso, vía de aceptación del destino final del hombre. También fue, como Palés Matos y Guillén, un eximio cultivador de la modalidad negra o afroamericana. Su libro Cielo de rehenes (1951) obtuvo el Premio Nacional de Poesía.

ELEGÍA DE MARÍA BELÉN CHACÓN

María Belén, María Belén, María Belén.

María Belén Chacón, María Belén Chacón, María Belén Chacón,

con tus nalgas en vaivén,

de Camagüey a Santiago, de Santiago a Camagüey.

En el cielo de la rumba,

ya nunca habrá de alumbrar

tu constelación de curvas.

¿Qué ladrido te mordió el vértice del pulmón?

María Belén Chacón, María Belén Chacón…

¿Qué ladrido te mordió el vértice del pulmón? […]

Aunque poco conocido fuera de su patria, la indudable calidad de la obra de Herib Campos Cervera (Paraguay, 1908-1953) lo señala dentro de su país como la figura más importante en lo que a la transición del modernismo hacia las formas nuevas se refiere. Si bien ha sido asociado al surrealismo, la temática de su obra lo acerca más a las formas de un existencialismo poético: la disolución del ser en la nada o la angustia del hombre ante su muerte inevitable.

"Es un paisaje gris, sombrío y desolado el de esta poesía llena de angustia y desamparo." Hugo Rodríguez Alcalá

Sin embargo, esa desesperación solitaria del ser no ahoga sentimientos humanistas hacia el dolor del prójimo. Ceniza redimida (1950) es su obra principal.

ENVÍO

Hermano:

te buscaré detrás de las esquinas.

Y no estarás.

Te buscaré en la nube de los pájaros.

Y no estarás.

Te buscaré en la mano de un mendigo.

Y no estarás.

Te buscaré también

en la Inicial Dorada de un Libro de Oraciones.

Y no estarás.

Te buscaré en la noche de los gnomos.

Y no estarás.

Te buscaré en el aire de una caja de músicas.

Y no estarás.

(Te buscaré en los ojos de los Niños.

Y allí estarás.)

Las cuestiones más angustiosas ligadas a la existencia humana y reductibles en última instancia en el perturbador interrogante de la muerte, serán el fundamento sobre el que se edificará la poesía de Humberto Díaz Casanueva (Chile, 1908-1992). Por lo demás, el sistema de imágenes del que se vale para expresarse responde a vivencias tan oscuras e íntimas que, muchas veces, hace que esta poesía bordee el hermetismo más absoluto. No obstante, la desolación nacida del imperio de la técnica y la consecuente deshumanización del mundo suelen ser motivo de reflexión por parte de su poesía.

"Díaz Casanueva es una de las voces más inquietantes y originales en toda la poesía hispanoamericana del siglo XX." José Olivio Jiménez

Aunó la poesía de Miguel Otero Silva (Venezuela, 1908-1986) dos inquietudes a primera vista ajenas entre sí: el compromiso social y los interrogantes de sesgo existencial. Ello no es extraño si se piensa que su obra surge, hacia 1928, de la amalgama operada entre la rebeldía política y las libertades expresivas propias de la vanguardia. Lejos del esteticismo puro o de la experimentación hueca y cerca de las formas tradicionales, la temática honda e inmediata que aborda su obra la sitúa, según José Luis Cano, en la corriente del humanismo poético.

"Yo soy un poeta esencialmente español en mis medios de expresión, una consecuencia de la evolución de la poesía española y latinoamericana y del reflejo legítimo de los poetas de otras lenguas sobre el verso castellano".

Miguel Otero Silva La obra de Juan Cunha (Uruguay, 1910-1985) semeja un territorio donde tendencias antagónicas se encuentran y se complementan: experimentación formal con esquemas tradicionales, influencias ajenas con registros puramente personales, llaneza expresiva y barroquismo, transparencia y hermetismo. Su temática se vinculó a sentimientos de nostalgia por la niñez perdida y al encuentro -siempre riesgoso, siempre difícil- entre la vivencia originaria del campo con la hostilidad presente de la ciudad. Sus preocupaciones han adoptado paulatinamente una perspectiva más universalista: el paso del tiempo a manera de camino hacia la soledad y la muerte, la evocación como instrumento de la poesía a fin de mitigar el dolor por las cosas perdidas, etc.

"La poesía de Juan Cunha se define por su cualidad proteica y elusiva. Además, este poeta junto con Liber Falco inicia hacia 1940 un nuevo estadio en la poesía uruguaya". Emir Rodríguez Monegal

La lírica de Sara de Ibañez (Uruguay, 1910-1971) conjuga a la perfección el rigor intelectual con la libertad imaginativa. Ello se aprecia en el gusto por las formas clásicas del verso castellano asimiladas a una expresión musical que no desdeña la metáfora sorprendente propia de la poesía contemporánea. Temas recurrentes en su obra han sido la angustia del hombre ante un mundo sentido en términos de desolación y disolución, la poesía como trascendencia del espíritu dominado por el dolor, la omnipresencia de la muerte, etc.

"Esta mujer recoge de Sor Juana Inés de la Cruz un depósito hasta ahora perdido: el del arrebato sometido al rigor, el del estremecimiento convertido en duradera espuma". Pablo Neruda

Capítulo XII

Cuestiones genéricas: El cuento

En líneas generales, la reacción hacia el costumbrismo dominante llega en la década de 1930 con la aparición de escritores formados bajo el influjo de las vanguardias. Un ejemplo notable lo constituyen las Leyendas de Guatemala (1930) de Miguel Ángel Asturias, conjunto de textos que, sin desdeñar la omnipresencia del indio, apelan a un lenguaje y unos procedimientos que obran de hito dentro del devenir de la narrativa breve. A manera de temprano iniciador de este proceso, no puede eludirse mencionar a Rafael Arévalo Martínez (Guatemala, 1884-1975), autor de cuentos que cruzan lo grotesco, el delirio y la fantasía con la crítica social a la manera de Swift. El mundo de los maharachías (1938) y Viaje a Ipanda (1939) se ubican en esa vertiente.

En el área abarcada por Colombia y Venezuela se observan desarrollos similares en lo que respecta al relato breve: sobre una base que amalgama formas de la narrativa de la tierra con aprontes modernistas -como sucede en la escritura de Rómulo Gallegos y José Osorio Lizarazo (Colombia, 1900-1964), quien en El hombre bajo la tierra denuncia las atrocidades sufridas por los mineros según el estilo de La vorágine de Rivera-, recién se habrán de percibir vientos renovadores hacia las décadas de 1920-1930 de la mano de escritores como José Félix Fuenmayor (Colombia, 1885- 1966), temprano precursor de los logros formales del boom, Julio Garmendia (Venezuela, 1898-1977), considerado el iniciador del relato fantástico en su país, Arturo Uslar Pietri (Venezuela, 1906-2001), cuyo primer libro, Barrabás y otros relatos, es de 1928 y Guillermo Meneses (Venezuela, 1911-1978) –La balandra Isabel llegó esta tarde, 1934-. Otros cuentistas ineludibles son: Álvaro Cepeda Samudio (Colombia, 1926-1972), quien perteneció al "grupo de Barranquilla" -liderado por Fuenmayor y del que formó parte García Márquez– y publicó Todos estábamos a la espera (1954) y Los cuentos de Juanito (1972), y Luis Britto García (Venezuela, 1940), quien en 1970 ganó el Premio Casa de las Américas por sus cuentos de Rajatabla; su primer libro se tituló Los fugitivos y otros cuentos (1964).

En Nicaragua el poeta José Coronel Urtecho contribuirá a la renovación de la narrativa con sus "noveletas" (1934). En tanto que a Rogelio Sinán (Panamá, 1904) le tocará ser el introductor de la vanguardia en su país. Además de poeta, es autor de libros de relatos: Los pájaros del sueño (1957), La boina roja y cinco cuentos más (1961), Cuna común (1963) y Saloma sin salomar (1969). Asimismo, Tomás Hernández Franco (República Dominicana, 1904-1952) apeló a técnicas de vanguardia tanto en sus poesías como en sus relatos.

Juan Bosch (República Dominicana, 1909) comenzó su actividad literaria en 1933 y sobre todo se preocupó por reflejar en sus cuentos la realidad del campesino antillano mediante modos de representación sintéticos y novedosos. Camino real (1933), Indios (1935), Dos pesos de agua (1944), Cuentos escritos en el exilio y apuntes sobre el arte de escribir cuentos en el exilio (1962) y Cuentos escritos antes del exilio (1974) agotan su obra breve. Fue elegido presidente de su país en 1963.

Descendiendo al Río de la Plata, ya en la década de los 30" sobresale la figura de Roberto Arlt como esmerado cultor del género breve. Cuentos como "La luna roja", "El jorobadito", "Ester primavera" o "El traje del fantasma" no desmienten la afirmación anterior. Asimismo, sus narraciones de ambiente africano están siendo actualmente revalorizadas por la crítica. Otro particularísimo maestro del género fantástico fue Santiago Dabove (Argentina, 1889-1951).

Por su parte, Felisberto Hernández (Uruguay, 1902-1964) constituyó un caso atípico: aunque produjo incomparables cuentos y nouvelles desde la década de 1920, sólo comenzó a ser gradualmente reconocido y valorado después de su muerte. Su obra, rica en figuraciones oníricas, bordea lo fantástico y el absurdo. La visión fragmentada de la realidad, la personificación de las distintas partes del cuerpo, una radical irrealidad espacio-temporal y la apelación recurrente a los perturbadores territorios de la memoria, son marcas privativas de su escritura. Libro sin tapas (1929), Por los tiempos de Clemente Collins (1942), Tierras de la memoria (1944), El caballo perdido (1943) y La casa inundada (1960) son algunos títulos detacables de su autoría.

En algunos aspectos equiparables a la de Felisberto Hernández, la narrativa inclasificable de Juan Emar (Chile, 1893-1964) tampoco desdeña relevar mundos nacidos del delirio o la pesadilla.

Pablo Palacio (Ecuador, 1906-1947) representa otro caso de escritor atípico. Inclasificable y ajeno a cualquier tendencia, desarrolló en sus relatos temáticas vinculadas con el absurdo, lo grotesco y la crueldad. Un hombre muerto a puntapiés está fechado en 1927, igual que Débora. Vida del ahorcado se publicó en 1932. Por haber roto ostensible y tempranamente con los procedimientos de la literatura realista la crítica lo considera precursor de la narrativa moderna.

"Hay en la obra inicial de Palacio algo que obliga a leerla con la misma inquietud con que se atiende en la oscuridad al menor de los ruidos. Apenas sí nos atrevemos a respirar, temerosos de confirmar todos los horrores que se adivinan en sus páginas; por lo que tampoco es ilógico suponer que han sido escritas como una defensa en el pánico". Francisco José López Alfonso

"La obra de Pablo Palacio se integra a un brillante período de la literatura ecuatoriana que en los años treinta logra realizar la quiebra del sistema literario vigente desde el siglo XIX, desde dos perspectivas: la de la escritura vanguardista y la de la escritura del realismo social. El acercamiento a su obra a partir del concepto de ruptura, permite recuperarla del improductivo aislamiento en que la colocó tradicionalmente una crítica más atenta al canon dominante, que a los recorridos secretos que realizaban sus textos y otros producidos entonces en América Latina". Celina Manzoni

Paralelamente, el tránsito desde los esquemas de un realismo superficial de sesgo costumbrista a formas narrativas mucho más elaboradas y políticamente comprometidas tuvo lugar en Bolivia y Paraguay merced a un hecho doloroso: la contienda armada que ambas naciones sostuvieron entre 1932 y 1935, conocida como Guerra del Chaco. Augusto Céspedes (Bolivia, 1904) se inicia en 1936 con los relatos de Sangre de mestizos y Gabriel Casaccia (Paraguay, 1907-1980) publica El guahjú (1938) y El pozo (1947). Otros nombres a tener en cuenta son los de Oscar Cerruto (Bolivia, 1912-1981) y Renato Prada Oropeza (Bolivia, 1936). Durante la década de 1940 se opera una profunda renovación del relato breve en Argentina sobre todo por obra de Jorge Luis Borges: sus mayores contribuciones al género se agrupan en Ficciones y El Aleph, textos respectivamente fechados en 1944 y 1949. La obra cuentística de Borges mantendrá en lo sucesivo una inusitada calidad: El informe de Brodie (1970) y El libro de arena (1975) completan lo fundamental de su narrativa. Los efectos que esta singularísima literatura ha provocado en las letras occidentales del siglo XX todavía es imposible de evaluar a causa de su magnitud.

"Un libro es una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre los volúmenes que pueblan el indiferente universo, hasta que da con su lector, con el hombre destinado a sus símbolos. Ocurre entonces la emoción singular llamada belleza, ese misterio hermoso que no descifran ni la psicología ni la retórica. La rosa es sin por qué, dijo Ángelus Silesius; siglos después, Whistler declararía El arte sucede". Jorge Luis Borges

En lo que atañe al sistema hispanoamericano, nos conformaremos con mencionar a dos brillantes -y exiguos- cultores del género breve, indudablemente influenciados por el argentino: Juan José Arreola (México, 1918), autor de Varia invención (1949), Confabulario (1952, pero sucesivamente reescrito), Bestiario (1959) y la ¿novela? La feria (1963), y Augusto Monterroso (Guatemala, 1921), responsable de Obras completas (y otros cuentos) (1959), La oveja negra y demás fábulas (1969), Movimiento perpetuo (1972) y la ¿novela? Lo demás es silencio (1978). Ambos autores hacen literatura de la literatura: la alusión, la cita, la ironía y el plagio son constantes en ella y la sustraen de todo atisbo "realista". Tampoco ocultan su preferencia por situaciones donde el absurdo -a la manera kafkiana- suele ganar la partida.

"Que yo sepa, Arreola no trabaja en función de ninguna causa y no se ha afiliado a ninguno de los pequeños ismos que parecen fascinar a las cátedras y a los historiadores de la literatura. Deja fluir su imaginación, para deleite suyo y para deleite de todos". Jorge Luis Borges

"A los doce años leí a Baudelaire, a Whitman y a los principales fundadores de mi estilo: Papini y Schwob. Desde 1930 a la fecha he desempeñado más de veinte oficios. No he tenido tiempo de ejercer la literatura. Pero he dedicado todas las horas posibles para amarla. Amo el lenguaje y venero a los que, mediante la palabra, han manifestado el espíritu, desde Isaías a Franz Kafka". Juan José Arreola

También la contundente presencia de Adolfo Bioy Casares (Argentina, 1914- 1999) contribuye por aquellos años de manera indudable al desarrollo del cuento: "La trama celeste" (1944) y "El perjurio de la nieve" (1948) presuponen inéditas experimentaciones con la ciencia ficción y el policial, géneros hasta entonces casi inexistentes en la literatura argentina. A este respecto, bien vale agregar que, escudados bajo el seudónimo de Honorio Bustos Domecq, Borges y Bioy Casares publican en 1942 Seis problemas para don Isidro Parodi, serie de relatos donde tensan hasta la parodia los códigos del policial provenientes de la escuela inglesa. Magistrales exponentes del género fantástico, los cuentos de Bioy Casares se agrupan en: Historia prodigiosa (1956), El lado de la sombra (1962), El gran Serafín (1967), Historias Desaforadas (1986) y Una muñeca rusa (1991).

"Una vez soñé algo tan complicado como un relato que lo conté y nadie me creyó que era un sueño: entraba en una especie de pequeño cine. Yo estaba en última fila y me molestaban enormes cabezas de uno personajes que eran los dioses que estaban mirando una película que era la vida de los hombres. Y entonces yo comprendí por qué un dios benévolo puede hacernos sufrir y pasar una vida horrible: porque esa vida no es real, es simplemente un espectáculo para divertir a los dioses". Adolfo Bioy Casares

Perteneciente también al grupo Sur, Silvina Ocampo (Argentina, 1903-1993) es una de las mayores y más finas cultivadoras del género fantástico en su país. Dueña de una prosa magníficamente elaborada, las referencias a perturbadoras atmósferas de la infancia unidas a la inquietante pervivencia de lo cruel y lo extraño en situaciones cotidianas acercan su obra a la de otra cuentista excepcional y también inclasificable: Armonía Somers (Uruguay, 1917), cuyos textos tampoco desdeñan construirse a partir de la alusión indirecta a lo monstruoso.

"En los relatos de Silvina Ocampo hay un rasgo que no alcanzo a comprender, ese extraño amor por cierta crueldad inocente u oblicua; atribuyo ese rasgo al interés, al interés sorprendido que el mal inspira en las almas nobles. El presente, dicho sea de paso, acaso no sea menos cruel que el pasado, o que los distintos pasados, pero sus crueldades son clandestinas". Jorge Luis Borges

José Bianco (Argentina, 1910-1986) es autor de una obra exigua pero deslumbrante, ubicada en los límites entre el cuento y la novela: en Sombras suele vestir (1941), Las ratas (1943) y La pérdida del reino (1972) apela a la ambigüedad para cuestionar los alcances representativos del lenguaje. Sus textos, de muy difícil lectura, constituyen un quiebre certero en cuanto al saber integral del narrador realista. En Aquí vivieron (1949) y Misteriosa Buenos Aires (1950), dos libros estupendos, Manuel Mujica Láinez (Argentina, 1910-1984) amalgamó el pasado nacional con atmósferas extrañas y psicológicamente enfermizas de neta ascendencia modernista.

"Cada escritor siente el horror y la belleza del mundo en ciertas facetas del mundo. Manuel Mujica Láinez los sintió con singular intensidad en la declinación de grandes familias antaño poderosas".

Jorge Luis Borges edu.redAsimismo, es ubicable en este contexto la exquisita prosa de Virgilio Piñera (Cuba, 1912-1979). Su narrativa, cruzada por un hondo pesimismo, no ahorra excesos ni crudezas. En Cuentos fríos (1956) y El que vino a salvarme (1958) se encuentra lo mejor de su obra breve.

El poeta y cuentista Alfredo Cardoña Peña (Costa Rica, 1917) también promueve el ingreso de técnicas procedimentales inéditas en sus libros de cuentos La máscara que habla (1944), El secreto de la reina Amaranta (1946), La muerte cae en un vaso (1962) y Fábula contada: narrativa fantástica (1972). En tanto Virgilio Díaz Grullón (República Dominicana, 1924), se despega del mero costumbrismo en las historias de Un día cualquiera (1958), Crónicas de Altocerro (1968) y Más allá del espejo (1975). Infatigable recopilador de cuentos populares fue Samuel Feijoó (Cuba, 1914-1992).

La renovación narrativa en la otra banda del Plata se gesta en torno a la revista Marcha. La llamada "Generación Crítica" contará, entonces, con al menos dos nombres relevantes: cuentista, novelista y poeta, Mario Benedetti (Uruguay, 1920) comienza a publicar en la década del "40. Sus cuentos, de neto corte urbano, representan una elocuente reacción hacia la tendencia nativista dominante hasta entonces en su país. Esta mañana (1949), Montevideanos (1959), La muerte y otras sorpresas (1968) y Geografías (1984) son sus principales libros de cuentos. De Juan Carlos Onetti, la otra gran figura, nos ocuparemos más adelante. De todas formas consignemos que sus Cuentos completos, virtuosos interrogantes en torno a la posibilidad de narrar y a los alcances representativos del lenguaje, fueron publicados en 1974. También formó parte de esta generación Mario Arregui (Uruguay, 1917-1985), autor de Noches de San Juan y otros cuentos (1956) y El narrador (1972).

"El efecto del cuento es la sorpresa, el asombro, la revelación; el de la nouvelle es una excitación progresiva de la curiosidad del lector".

"El cuento es siempre una especie de corte transversal efectuado en la realidad. Corte que puede mostrar un hecho, un estado espiritual, o algo aparentemente estático: un rostro, una figura, un paisaje". Mario Benedetti

Originalísimos exponentes de la fantasía rioplatense en sus múltiples vertientes son Augusto Mario Delfino (Uruguay, 1906-1961), Enrique Anderson Imbert, Juan Jacobo Bajarlía (Argentina, 1914), Marco Denevi (Argentina, 1922-1999), Alberto Vanasco (Argentina, 1925-1995), Angélica Gorodischer (Argentina, 1928), Eduardo Goligorsky (Argentina, 1931), Mario Levrero (Uruguay, 1940), Fernando Sorrentino (Argentina, 1942), Elvio E. Gandolfo (Argentina, 1942), Carlos Gardini (Argentina, 1947), etc.

Capítulo XIII

Indigenismo

La narrativa llamada "de la tierra" o regionalista que floreció en el subcontinente entre 1915 y 1930 aproximadamente, llegará a adquirir en el área andina unas características muy particulares al entrar en contacto con una problemática sociohistórica privativa de la región: la presencia del indio. De esta manera es como se conforma en el campo cultural de, básicamente, Perú, Bolivia y Ecuador, un movimiento de perfiles ideológicos, políticos y literarios bastante homogéneo que, en líneas generales, puede ceñirse bajo el rótulo de "indigenismo".

Un antecedente de esta tendencia puede ser rastreado, ya avanzado el siglo XIX, en los exponentes más sobresalientes de la llamada "narrativa indianista": Clorinda Matto de Turner (Perú, 1854-1909), autora de la novela Aves sin nido (1889), y Juan León Mera (Ecuador, 1832-1894), responsable de Cumandá o un drama entre salvajes (1879). Marcadamente influidos por la prosa de Chateaubriand y la estética romántica, los textos indianistas transmiten una visión sumanente idealizada del indio. Esto no ocurrirá con el indigenismo.

Elaboradas a la luz de las estéticas realista y, sobre todo, naturalista, las novelas indigenistas se caracterizarán por presentar una perspectiva directa, cruda y no pocas veces truculenta de la realidad aborigen. Asimismo, su propósito se centra en la denuncia comprometida de las injusticias que padecen los miembros de esas comunidades relegadas por parte de los grupos de poder (ya sean los dueños de las tierras, las fuerzas gubernamentales, etc.).

Más arriba hemos citado al escritor boliviano Alcides Argüedas a propósito de su libro Pueblo enfermo (1909), ensayo que, bajo una óptica cientificista, intentaba una explicación -por cierto que insuficiente- de las causas del problema social del indio. El mismo autor despliega en la novela Raza de bronce (1919) concepciones similares: los personajes carecen de voz propia, de espesor interior y el narrador parece incapaz de concluirlos como no sea superficial y exteriormente. De todos modos la novela vale por la presencia y el tratamiento que se hace del imponente paisaje andino.

Dueño de un estilo depurado y poseedor de una refinada formación intelectual, Ventura García Calderón (Perú, 1885-1959) fue un eximio divulgador de la cultura americana. Su texto más relevante, La venganza del cóndor (1924), está integrado por cuentos que responden claramente a la estética indigenista.

El historiador y narrador Luis E. Valcárcel (Perú, 1891-1965) se interesó vivamente por los pasados esplendores de la cultura incaica –Cuentos y leyendas incas data de 1933-. No obstante acometió una potente denuncia de la situación presente del indio con su libro Tempestad en los Andes.

Con Huasipungo (1934), Jorge Icaza (Ecuador, 1904-1978) se convierte en uno de los exponentes fundamentales de esta corriente. La novela cuenta desde una perspectiva realista los avatares de una rebelión indígena brutalmente reprimida. La narrativa de Icaza constituye una riquísima y precisa galería tipológica de la sociedad ecuatoriana. Huairapamushcas (1948) y El chulla Romero y Flores (1948) son otras novelas destacadas de su producción. Otro nombre insoslayable es el de Ciro Alegría (Perú, 1909-1967), quien supo imbricar magistralmente los postulados del realismo con recursos propios de la narrativa contemporánea. Por ejemplo, en la novela Los perros hambrientos (1938) no dejan de llamar la atención los vaivenes a los que está sometido el punto de vista narrativo, alternativamente fluctuante entre la perspectiva animal y la humana. Pero la obra más ambiciosa de Alegría es El mundo es ancho y ajeno (1941), novela que a través de la descripción de una comunidad indígena a lo largo de casi dos décadas, intenta una panorámica de la realidad peruana.

Jesús Lara (Bolivia, 1898-1980) conoció íntimamente la cultura quechua. La explotación del indio unida a la penosa experiencia de la Guerra del Chaco son marcas centrales de su narrativa. También fue investigador, lingüista y ensayista. La crítica que se le podría efectuar a la primera etapa del indigenismo apunta, paradójicamente, a la carencia de una comprensión profunda de los problemas del indio; falencia esta que, en el plano estrictamente literario, habrá de traducirse en ausencia de una expresión genuina -esto es: nacida del interior- de aquéllos.

"La literatura indigenista no puede darnos una versión rigurosamente verista del indio. Tiene que idealizarlo y estilizarlo. Tampoco puede darnos su propia ánima. Es todavía una literatura de mestizos. Por eso se llama indigenista y no indígena." José Carlos Mariátegui

Sin embargo, a partir de la década de 1950, una segunda fase de esta serie intentará un acercamiento sincero, un cambio de perspectiva radical y, por ende, una elaboración artística mucho más meditada y compleja.

Poeta y narrador fue Gamaliel Churata (Perú, 1894-1969). Renovó la poesía andinista en su país y colaboró asiduamente en la revista Amauta. Por sus actividades en favor de los derechos de los indios debió exiliarse en Bolivia. En El pez de oro (1957) fusiona prosa y poesía al tiempo que combina la lengua castellana con el aymará, obteniendo resultados artísticos de una elevada sugestividad.

Pero es con José María Arguedas (Perú, 1911-1969) que la corriente indigenista alcanza su punto cenital. De origen mestizo, Arguedas habló antes el quechua que el castellano. La experiencia vital del bilingüismo, central en lo que respecta a su proyecto narrativo posterior, lo vincularía además con esa categoría de escritor tan propia del siglo XX: el extraterritorial.

"La terminación quechua yllu es una onomatopeya. Yllu representa en una de sus formas la música que producen las pequeñas alas en vuelo; música que surge del movimiento de objetos leves. Esta voz tiene semejanza con otra más vasta: illa. Illa nombra a cierta especie de luz y a los monstruos que nacieron heridos por los rayos de la luna. (…) Illa no nombra la fija luz, la esplendente y sobrhumana luz solar. Denomina la luz menor: el claror, el relámpago, el rayo, toda luz vibrante. Estas especies de luz no totalmente divinas con las que el hombre peruano antiguo cree tener aún relaciones profundas, entre su sangre y la materia fulgurante". [Los ríos profundos, frag.]

El cometido de su literatura es por demás ambicioso y puede resumirse en términos de "traducción". Así, lo que se intenta traducir es la complejidad de la cosmovisión indígena a las formas de pensamiento propiamente occidentales. Este hecho, en el plano estricto del lenguaje, se comprueba mediante la incorporación de estructuras sintácticas del quechua al idioma castellano. Por otra parte, aquí radica el peculiarísimo carácter de una prosa sin equivalentes. En contraposición con la narrativa indigenista previa, la mirada de Arguedas parte genuinamente "desde adentro" de la cultura aborigen. Los ríos profundos (1959) es su novela más importante. También los cuentos de Agua (1935) y la novela Yawar Fiesta (1940), aunque anteriores, operan según las técnicas del hibridaje lingüístico-cultural.

"José María Arguedas no sólo ha sido, en los últimos treinta años, un escritor, sino toda una literatura, un modo integral de ver, sentir y expresar la realidad peruana." José Miguel Oviedo

Si El zorro de arriba y el zorro de abajo (1971), la novela póstuma de Arguedas, significó un intento por acercar esta literatura a formas más experimentales, le tocará a Manuel Scorza (Perú, 1928-1983) conjugar la tradición indigenista con los procedimientos narrativos propios del boom de la literatura latinoamericana de los años "60. Redoble por Rancas (1970), Garabombo, el invisible (1972), El jinete insomne (1976), El cantar de Agapito Robles (1976) y La tumba del relámpago (1978), integran el ciclo denominado "La guerra silenciosa".

También un narrador como Nestor Taboada Terán (Bolivia, 1929) incursiona en la serie con la novela Indios en rebelión (1968).

Por último, y aunque no pertenezca al área andina, es un caso curioso el del antropólogo Ricardo Pozas (México, 1912). Autor de un texto notable que cruza la biografía, la investigación cultural y la novelística, Juan Pérez Jolote, biografía de un tzotzil (1948) bien puede encuadrarse dentro de esta vertiente por ser un valioso testimonio de la cultura chamula de Chiapas a la vez que una denuncia de las injusticias sufridas por su protagonista.

"Libros como La vorágine, Doña Bárbara, El mundo es ancho y ajeno, Don Segundo Sombra, Raza de bronce o La bahía del silencio, honrarían a cualquier literatura, pero mucho más honran a la de nuestra América, porque expresan fielmente su realidad y su espíritu, sus hombres y su paisaje, todo ello visto con sinceridad y dicho con lisura, sin pretender ocultar hipócritamente las lacras sociales y morales que entorpecen su vida sin agobiar, sin embargo, la confianza. Y acaso sea éste el modo más legítimo, más dinámico, más sabio, de ese americanismo callado que no sabemos si estará más aquí o más allá de las conferencias internacionales, de los tratados, del empaque que tanto agrada al periodismo comercial, pero que está sin duda en la esperanza virtual de cada uno". Mario Benedetti

Capítulo XIV

Se renueva la novela

En el lustro comprendido entre 1945 y 1950 ve la luz una serie de novelas destinadas a establecer un antes y un después en el devenir de la narrativa hispanoamericana. Las condiciones que determinaron su producción pueden ser resumidas en los siguientes términos:

* Sus autores pertenecen todos a la llamada "Generación del "24, es decir, que nacieron entre 1894 y 1924.

* Su experiencia literaria inicial corresponde al auge de las vanguardias en la década de 1920.

* Las influencias principales que sobre ellos pesan son James Joyce, Marcel Proust; Franz Kafka, Sigmund Freud y André Bretón, entre otros.

* Las novelas resultantes tuvieron un larguísimo período de gestación y elaboración.

* El rasgo que las distingue es lanzarse a recrear referentes históricos o sociales más o menos inmediatos, pero de manera concientemente distorsionada o "desrealizada" mediante recursos tales como la parodia, el grotesco, la elipsis, la alusión indirecta, la recurrencia al valor puramente significante de la lengua y un afán representativo de corte globalizador.

Miguel Ángel Asturias (Guatemala, 1899-1974) publica El Señor Presidente en 1946, aunque venía trabajando en ella desde la década de 1920. La novela presenta sus dos puntos fuertes en los juegos con la pura sonoridad de las palabras y el recurso de la elipsis en lo que atañe a la representación del personaje que le da título. Esta obra, además, inicia en Hispanoamérica una serie literaria de mucha importancia, la denominada "novela de los dictadores". Asturias vuelve a trabajar sobre la base del extrañamiento lingüístico (mediante invenciones de palabras y como técnica para representar la enigmática cultura maya) en Hombres de maíz (1949).

Al filo del agua data de 1947 y sitúa temporalmente su acción en los momentos previos al estallido de la revolución mexicana. Agustín Yáñez (México, 1904-1980), su autor, apuesta a "recrear" en sus páginas los pormenores de un pueblito mexicano: sus costumbres, rituales y creencias. El efecto que el libro consigue es el de un mundo cerrado y autónomo en el que el lector vive, de alguna manera no mediada, los sucesos y sus causas. El objetivo perseguido por Yañez está claramente orientado al logro de un texto que se cuente como por sí mismo. Esta novela, coronación del ciclo narrativo de la revolución, preanuncia la compleja literatura de Juan Rulfo, con la que aquél se clausura.

En Adán Buenosayres (1948) Leopoldo Marechal recrea el mundo de la vanguardia porteña de la década de 1920. Personajes destacados del ámbito de las letras y la cultura aparecen en la novela distorsionados mediante procedimientos de sesgo paródico. Con posterioridad, Marechal volverá a revisar la historia contemporánea edu.redargentina en clave simbólica en El banquete de Severo Arcángelo (1965) y Megafón o la guerra (1970, póstuma).

Por último, Alejo Carpentier (Cuba, 1900-1980) acomete a través de El reino de este mundo (1949) un audaz intento de mitificación histórica basado en sus postulados relativos a lo real maravilloso: la acción se sitúa en Haití y se prolonga por décadas; los hechos narrados son en verdad históricos, al igual que los personajes, pero la forma de representar a unos y a otros es lo que cuenta. La impronta maravillosa de raíz africana obra de factor desrealizador por antonomasia. Sin embargo, la gravitación de Carpentier en la literatura hispanoamericana supera ampliamente la influencia de esta novela en particular. Asociada de manera indisoluble al concepto de lo real maravilloso, su dilatada producción narrativa se extenderá por treinta años más.

"Y es que, por la virginidad del paisaje, por la formación, por la ontología, por la presencia fáustica del indio y del negro, por la Revelación que constituyó su reciente descubrimiento, por los fecundos mestizajes que propició, América está muy lejos de haber agotado su caudal de mitologías (…) ¿Pero qué es la historia de América toda sino una crónica de lo real maravilloso?" Alejo Carpentier

Las novelas y relatos de Alejo Carpentier suelen presentar algunas características más o menos estables: los personajes se mueven en un espacio dual, articulado según la dicotomía que contrapone el acá americano al allá europeo o, en otros términos, el ámbito signado por la ilogicidad propia de lo mágico, lo onírico o lo primordial, frente al mundo determinado por criterios racionales y modernos. Éste es el caso de novelas como Los pasos perdidos (1953) y El siglo de las luces (1962). El tratamiento que se hace del tiempo en el relato a su vez dista bastante de los criterios cronológicos propios de los códigos del realismo. Experimentaciones orientadas a narrar según los dictados de la acronología, la anacronología, las series temporales paralelas e, incluso, la temporalidad invertida, no son extrañas a su obra. Los cuentos agrupados en Guerra del tiempo (1958) y novelas como Concierto barroco (1974) y El arpa y la sombra (1979) constituyen evidencias al respecto. En cuanto a los aspectos discursivos, es claro que la narrativa de Carpentier gusta contraponer la versatilidad y el barroquismo propio de la crónica -territorio privilegiado de lo real maravilloso- a la pobreza significativa y el seco autoritarismo típico del decir de la Historia. También escribió El recurso del método (1974), novela adscripta a la serie de los dictadores y La consagración de la primavera (1978).

Capítulo XV

El Club de los Poetas Vivos: En búsqueda de la trascendencia perdida

El grupo de poetas integrantes de este apartado ha nacido con posterioridad a 1910 y publicó sus primeros libros hacia 1940. Del todo superados para ese entonces los multifacéticos y asistemáticos avatares de las vanguardias, estos escritores se concentrarán en dar forma poética a meditaciones personalísimas en torno a cuestiones que el pensamiento contemporáneo ha asediado una y otra vez, como, por ejemplo, aquellas que atañen a los alcances y límites del lenguaje en tanto herramienta válida para acometer la representación de la realidad.

La poética de José Lezama Lima (Cuba, 1912-1976), por poner un caso paradigmático, despliega el gesto de contraponer, en tanto vía de conocimiento de la realidad del mundo, la eficacia de la figura del discurso en su estado puro a las construcciones intelectuales que, nacidas de la lógica racional, intentan otro tanto. En distintos términos: la exploración de las posibilidades inauditas de la lengua inaugura una forma alternativa (directa, sin mediaciones lógicas ni sentimentales de ningún tipo) de expresar -o apresar- la realidad. Ésta es en el idioma y el idioma es la manifestación verbal de su inasible presencia.

AH, QUE TÚ ESCAPES

Ah, que tú escapes en el instante

en el que ya habías alcanzado tu definición mejor.

Ah, mi amiga, que tú no querías creer

las preguntas de esa estrella recién cortada,

que va mojando sus puntas en otra estrella enemiga.

Ah, si pudiera ser cierto que a la hora del baño,

cuando en una misma agua discursiva

se bañan el inmóvil paisaje y los animales más finos:

antílopes, serpientes de pasos breves, de pasos evaporados,

parecen entre sueños, sin ansias levantar

los más extensos cabellos y el agua más recordada.

Ah, mi amiga, si en el puro mármol de los adioses

hubieras dejado la estatua que nos podía acompañar,

pues el viento, el viento gracioso,

se extiende como un gato para dejarse definir.

Muerte de Narciso (1937), Enemigo rumor (1941), Aventuras sigilosas (1945), La fijeza (1949), Dador (1960) y Órbita de Lezama Lima (1966) integran la totalidad de su producción poética. Además, el nombre de este escritor se halla indisolublemente ligado al de la revista Orígenes, aparecida entre 1944 y 1956, y de la que fue uno de sus editores. Junto con la Revista de Avance (1927-1930) y Casa de las Américas (1960), Orígenes está considerada una de las publicaciones literarias más relevantes de Cuba y Latinoamérica. En sus páginas se publicaron numerosos poemas de Lezama Lima como así también los capítulos iniciales de su monumental novela Paradiso, que sería publicada en 1966. La revista nucleó a un grupo descollante de artistas conocidos más tarde como "los origenistas". Entre los poetas no se puede dejar de mencionar a Cintio Vitier (Cuba, 1921), Octavio Smith (Cuba, 1921), Eliseo Diego (Cuba, 1921-1994), Fina García Marruz (Cuba, 1922) y Gastón Baquero (Cuba, 1918), entre otros.

La lírica de Pablo Antonio Cuadra (Nicaragua, 1912) fusiona los motivos de la infancia con los matices más entrañables de su país, aunque sin caer nunca en el mero pintoresquismo de sesgo folklórico. Sus temas predilectos tienen que ver con la defensa de los humildes y desposeídos, la recreación de los mitos precolombinos o bien le cantan a un genuino nacionalismo rebelde a toda injerencia imperialista. La ideología de Cuadra entronca con un humanismo esencial de raíz cristiana y de auténtica estirpe hispánica: por esos carriles transita su personal americanismo. Junto a José Coronel Urtecho encabezó la generación que, tras los tardíos estertores del modernismo, abrió a Nicaragua a las nuevas influencias poéticas. Entre 1984 y 1986 se editó su obra poética completa que consta de ocho volúmenes.

EL NACIMIENTO DEL SOL

He inventado mundos nuevos. He soñado

noches construidas con sustancias inefables.

He fabricado astros radiantes, estrellas sutiles

en la proximidad de unos ojos entrecerrados.

Nunca, sin embargo,

repetiré aquel primer día cuando nuestros padres

salieron con sus tribus de la húmeda selva

y miraron al oriente. Escucharon el rugido

del jaguar. El canto de los pájaros. Y vieron

levantarse un hombre cuya faz ardía.

Un mancebo de faz resplandeciente,

cuyas miradas luminosas secaban los pantanos.

Un joven alto y encendido cuyo rostro ardía.

Cuya faz iluminaba el mundo.

Una vez acalladas las inauditas libertades nacidas de las vanguardias, hacia 1935 – Canciones para iniciar una fiesta es de 1936, Seis elegías y un himno, de 1939- la poesía de Eduardo Carranza (Colombia, 1913-1985) vino a significar en el contexto artístico de su país un retorno a la contención medida propia del orden clásico. Las profundas huellas de lo humano, lo nacional y lo hispánico cruzan su obra. Así, apelando a formas tradicionales cultas y populares como el soneto, las canciones o los romances, y optando por un tono general no desprovisto de tintes elegíacos, suele transformar experiencias vividas en genuina materia poética. Acaso haya sido el americano que más sutilmente captó el modelo poético "esencialista" del español Juan Ramón Jiménez.

"Lo clásico es equilibrio entre lo vital y lo formal, la perfecta correspondencia entre el impulso creador y la expresión artística: lo sentimental ciñéndose exactamente al modelado de lo intelectual". Eduardo Carranza

HABITANTES DEL MILAGRO

Se enamoró mi muerte de tu muerte

cuando ciegos bajábamos por la torrentera

de la sangre y el alma, desterrados del tiempo.

Cuando, unidos, enlazados, subíamos muy alto

como dos alas en el mismo vuelo:

diciendo hasta-el-final-y-más-allá:

Los astros nos oyeron.

Y en los labios tuvimos

el sabor del misterio y de la eternidad,

el sabor del azahar y las galaxias,

el sabor de la vida y de la muerte,

dorados, milenarios o instantáneos,

inmortales, extáticos,

guerreando a amor partido, compartido,

y, por instantes, puros y hermosos como dioses

nimbados de un fulgor relampagueante

y luego de un silencio enternecido…

Un ángel o demonio con su espada llameante

vigilaba la puerta de nuestro Paraíso.

¡Éramos habitantes del milagro!

Poeta contemplativo y dueño de una afinada visión interior, Vicente Gervasi (Venezuela, 1913-1992) surge hacia 1938 del seno de la revista Viernes, fundada en Caracas por Miguel Ángel Queromel. Su obra fluctúa entre una permanente búsqueda de lo trascendente y una inclinación solidaria hacia el dolor y la injusticia de la realidad exterior. De esa dualidad constitutiva entre lo simbólico ideal y lo concreto real surge la plasticidad de su decir poético. Los tonos melancólicos, nostálgicos y tiernos que dictan los recuerdos, o bien las previsiones angustiantes de la inexorable muerte, no son ajenas a su obra.

"La poesía de Vicente Gervasi tiene un ámbito prolongado y libre, de lontananzas calladas. Tiende a una soledad para conseguir el desgarramiento místico, pero jamás se exacerba; por el contrario, su sentido de la armonía y su mitología natural lo salvan continuamente" . Humberto Díaz Casanueva

EN EL FONDO FORESTAL DEL DÍA

El acto simple de la araña que teje una estrella en la penumbra,

el paso elástico del gato hacia la mariposa,

la mano que resbala por la espalda tibia del caballo,

el olor sideral de la flor del café,

el sabor azul de la vainilla,

me detienen en el fondo del día.

Hay un resplandor cóncavo de helechos,

una resonancia de insectos,

una presencia cambiante del agua en los rincones pétreos.

Reconozco aquí mi edad hecha de sonidos silvestres,

de lumbre de orquídea,

de cálido espacio forestal,

donde el pájaro carpintero hace sonar el tiempo.

Aquí el atardecer inventa una roja pedrería,

una constelación de luciérnagas,

una caída de hojas lúcidas hacia los sentidos,

hacia el fondo del día,

donde se encantan mis huesos agrestes.

El nombre de Nicanor Parra (Chile, 1914), uno de los creadores sobresalientes de la moderna poesía chilena, aparece indisolublemente asociado al concepto de antipoesía. Sus "antipoemas" se sustentan en tres o cuatro premisas fundamentales: contundencia verbal, impronta de la experiencia vivida, renuncia a las abstracciones metafóricas y abandono de todo tipo de hermetismo.

"La función del poeta consiste en expresar rigurosamente sus experiencias sin comentarios de ninguna especie".

"La función del idioma para mí es la de un simple vehículo". Nicanor Parra

En síntesis, su poesía anárquica y fragmentaria se lanza impiadosa a desmantelar el complejo ideológico que conforman la suma de los distintos discursos sociales, fundados en la mentira, la charlatanería o la rutina, a través del sarcasmo y la ironía.

EPITAFIO

De estatura mediana,

con una voz ni delgada ni gruesa,

hijo mayor de un profesor primario

y de una modista de trastienda;

flaco de nacimiento

aunque devoto de la buena mesa;

de mejillas escuálidas

y de más bien abundantes orejas;

con un rostro cuadrado

en que los ojos se abren apenas

y una nariz de boxeador mulato

baja a la boca de ídolo azteca

-todo esto bañado

por una luz entre irónica y pérfida-

ni muy listo ni tonto de remate

fui lo que fui: una mezcla

de vinagre y de aceite de comer

¡un embutido de ángel y de bestia!

Originariamente vinculada al quehacer de la revista Taller (heredera en el sistema literario mexicano de Contemporáneos) y asociada en sus inicios al movimiento surrealista, la poesía de Octavio Paz (México, 1914-1998), semejante a otros casos de poetas americanos pertenecientes a la misma generación, no tardaría en encaminarse hacia ámbitos signados por la reflexión en torno a preocupaciones de índole personalísima y por la búsqueda de una expresión propia. Aparecen así temáticas vinculadas a la dimensión existencial más honda del ser humano: el tiempo, lo indefinido e inaprehensible del ser, la deshumanización del hombre contemporáneo, la especulación en torno al lenguaje en su carácter de instrumento -válido o no- de comunicación y, por ende, la búsqueda de un sentido durable, estable, a través del lenguaje poético.

PUEBLO

Las piedras son tiempo

El viento

Siglos de viento

Los árboles son tiempo

Las gentes son piedra

El viento

Vuelve sobre sí mismo y se entierra

En el día de piedra

No hay agua pero brillan los ojos

La poesía representa para Paz el estadio más acabado de la crisis del lenguaje social y comunicativo en lo que tiene su decir de fragmentario, hermético y extraño. De ahí, de esa tentación de definirse como incomunicable propia del lenguaje poético, es que se haya caracterizado a Octavio Paz como "poeta de la soledad". El meditado trabajo sobre la forma lo ha llevado a conjugar en su poesía el testimonio subjetivo de sus vivencias con una suerte de especulación lúcida de la escritura orientada hacia su propio hacerse: auténtica metapoesía sin equivalentes en la lírica hispanoamericana moderna. Sus libros principales: Luna silvestre (1933), ¿Águila o sol? (1951), A la orilla del mundo (1942), La estación violenta (1958), Salamandra (1962), Viento entero (1965), Ladera Este (1969), Versiones y diversiones (1974), Vuelta (1976).

EL FUEGO DE CADA DÍA

Como el aire hace

y deshace

sobre las páginas de la geología,

sobre las mesas planetarias,

sus invisibles edificios:

el hombre.

Su lenguaje es un grano apenas,

pero quemante,

en la palma del espacio.

Sílabas son incandescencias.

También son plantas:

sus raíces

fracturan el silencio,

sus ramas

construyen casas de sonidos.

Sílabas:

se enlazan y se desenlazan,

juegan

a las semejanzas

y las desemejanzas.

Sílabas:

maduran en las frentes,

florecen en las bocas.

Sus raíces

beben noche, comen luz.

Lenguajes:

árboles incandescentes

de follajes de lluvias.

Vegetaciones de relámpagos,

geometrías de ecos:

sobre la hoja de papel

el poema se hace como el día

sobre la palma del espacio.

Capítulo XVI

De los Andes al mar

Hacia 1950, y al mismo tiempo que la narrativa indigenista comenzaba a tomar giros decisivos con la obra de José María Arguedas, la realidad eminentemente dual y contradictoria del área andina hizo que algunos escritores enfocaran su interés hacia las problemáticas propias de los sectores sociales asimilados a los modos de vida urbanos, es decir, aquellos afincados en las grandes ciudades de la costa. Las valoraciones que se hacen de esta realidad híbrida de tradición y modernidad distan mucho de ser complacientes.

"Lima y la costa son el anti-Perú." Luis E. Valcárcel

Así, el ensayista y narrador Sebastián Salazar Bondy (Perú, 1924-1965) criticará acerbamente en Lima la horrible (1964), quizá su libro más polémico y recordado, la tradición cultural limeña de sesgo colonialista que, sólo en apariencia, busca disimularse detrás del escenario caótico de una ciudad en proceso de transformación.

En 1953, Julio Ramón Ribeyro (Perú, 1929-1993) publica en El Comercio de Lima un artículo de título más que significativo: "Lima, una ciudad sin novela", donde se pregunta por las causas que determinaron la carencia de una novelística que se propusiera como tema el ambiente y los tipos de la capital peruana. Lo mejor de su posterior narrativa se abocará a suplir esa carencia. Además de sus numerosos cuentos, es fundamental la novela Cambio de guardia (1964-1966), en la que escenarios, clases sociales y personajes característicos de Lima constituyen el verdadero protagonista colectivo.

El mismo ámbito plagado de paradojas culturales no resueltas intentan reflejar los cuentos de Los jefes (1959), el primer libro de Mario Vargas Llosa, como así también La ciudad y los perros (1963), su novela inicial.

Centrando su mirada casi exclusivamente en la vida de la alta sociedad limeña, los relatos de Alfredo Bryce Echenique (Perú, 1939) tampoco ahorran cuestionamientos críticos hacia la moral hipócrita de las clases dominantes. En Un mundo para Julius (1970), su principal novela, bucea en el mundo de la infancia con notoria sensibilidad.

Aunque menos conocido, constituye un referente central en este movimiento narrativo de orientación ciudadana Enrique Congrains Martín (Perú, 1932). Su volumen de cuentos titulado Lima, hora cero (1954) y la novela No una sino muchas muertes (1957) apelan al realismo y, en cuanto al lenguaje, al rescate de las jergas populares urbanas. Sobre la producción de este escritor en gran medida descansan los intentos posteriores de Ribeyro, Vargas Llosa y Bryce Echenique.

Capítulo XVII

El Club de los Poetas Vivos: En la ruta de Babel

Los itinerarios seguidos por la poesía hispanoamericana con posterioridad al año 1940 en modo alguno son fáciles de trazar. Las más diversas tendencias, propuestas y experimentaciones conviven dentro de un panorama que amenaza con tornarse, igual que el sentido de la palabra poética, inagotable. No obstante, intentaremos un somero -léase: parcial, incompleto, vacilante- bosquejo de ese intrincado sistema.

En primer lugar, puede ser agrupado bajo la denominación genérica de "posvanguardistas" un conjunto de creadores que, a primera vista, quizá tengan en común la actitud de lanzarse a indagar ámbitos subjetivos aunque sin renunciar a los logros formales de las vanguardias. Casi todos ellos, además, se hallan muy influidos por la corriente filosófica existencialista que dominó el pensamiento occidental a partir de la segunda posguerra.

Efraín Huerta (México, 1914-1982) constituye un exponente acabado de esta tendencia: el profundo compromiso social de sus mejores textos acaso deba ser entendido no en un sentido meramente político, sino a manera de compasiva trasposición en términos de poesía de los dolores inherentes a la condición humana.

Dentro de la denominada Generación del "40 sobresalen en el Río de la Plata Vicente Barbieri (Argentina, 1903-1956) y Juan Rodolfo Wilcock (Argentina, 1919- 1978). Asimismo, entre los influidos por la Generación del "27 española y la lírica avasallante de Pablo Neruda sobresalen Elvio Romero (Paraguay, 1926) y Manuel J. Castilla (Argentina, 1918-1980). En ambos se destaca la preocupación por el rescate y la representación de tradiciones, paisajes y costumbres de sus respectivas regiones de origen.

"La poesía de Elvio Romero es única por su sabor a tierra, a madera, a agua, a sol, el rigor con que trata sus temas, no abandonándose ni un solo momento a la facilidad del verso, y el querer interpretar el drama de su país joyoso de naturaleza y triste de existencia". Miguel Ángel Asturias

Aunque por su edad debería haber pertenecido a la generación vanguardista, el personalísimo sesgo de su poesía sumado a un tardío reconocimiento -fines de la década de 1950-, hacen de Juan L. Ortiz (Argentina, 1896-1978) un posvanguardista solitario e inclasificable. Su obra, de inigualable hondura metafísica e influida por modos de pensamiento propios de la tradición china, apela al simbolismo en una búsqueda de integración cósmica de la naturaleza con el hombre a través del puente de la palabra. Agrupó su abundante obra (iniciada en 1933 con El agua y la noche) en un solo libro al que tituló El aura del sauce (1970) Una segunda agrupación de poetas prominentes de mediados del siglo XX puede ser efectuada teniendo en cuenta los efectos, sin duda profundos, que la escuela surrealista francesa ejerció sobre sus creaciones.

Así, aunque casi no hubo en Hispanoamérica cultores puros del surrealismo -a excepción de Aldo Pellegrini (Argentina, 1903-1972) y Cesar Moro (Perú, 1903- 1956)-, sí, en cambio, son numerosos los poetas marcadamente influenciados por sus procedimientos más notorios (renuncia a todo tipo de lógica racional, predilección por las imágenes perturbadoras, creación de atmósferas oníricas, etc.): Xavier Abril (Perú, 1905-1990), Enrique Molina (Argentina,1910-1996), Emilio Adolfo Westphalen (Perú, 1911), Braulio Arenas (Chile, 1913-1988), Teófilo Cid (Chile, 1914-1964), Juan Liscano (Venezuela, 1915), Gonzalo Rojas (Chile, 1917), Olga Orozco (Argentina, 1920-1999), Juan Antonio Vasco (Argentina, 1924-1984), etc.

Por lo demás, también se destacan figuras como la de Alberto Girri (Argentina, 1919-1991), quien se sustrae a cualquier corriente específica merced a lo singular de sus búsquedas y al carácter impersonal, despojado y abstracto de su decir.

"Busco que la palabra se manifieste lo menos posible como palabra".

"La poesía debe ser básicamente un medio de conocimiento, una forma de indagación de la realidad, un juicio sobre el mundo". Alberto Girri

EN LA LETRA, AMBIGUA SELVA

El ritmo de lo escrito

es el ritmo del que escribe,

y el texto del poema,

en parte mecanismo verbal,

en parte sistema de correspondencias,

es con el mundo una sola entidad.

La década de 1950 será rica en propuestas diversísimas y nombres de probado valor artístico: Ernesto Cardenal (Nicaragua, 1925), Carlos Germán Belli (Perú, 1927), Roberto Fernández Retamar (Cuba, 1930), Pablo Armando Fernández (Cuba, 1930), Fayad Jamís (Cuba, 1930-1985), Luis Rogelio Nogueras (Cuba, 1944- 1985), etc.

En tanto que con posterioridad a 1960 resulta imposible eludir los siguientes nombres:

Edgar Bayley (Argentina, 1919-1990), Mario Benedetti, Álvaro Mutis (Colombia, 1923), Roberto Juarroz (Argentina, 1925-1995), Mario Trejo (Argentina, 1926), Francisco Madariaga (Argentina, 1927), Raúl Gustavo Aguirre (Argentina, 1927-1983), Enrique Lihn (Chile, 1929-1988), Gonzalo Arango (Colombia, 1931- 1976), Juan Gelman (Argentina, 1930), Francisco Urondo (Argentina, 1930-1976), Efraín Barquero (Chile, 1931), Rodolfo Alonso (Argentina, 1934), Jorge Teillier edu.redChile, 1935-1996), Alejandra Pizarnik (Argentina, 1936-1972), José Emilio Pacheco, Jotamario Arbeláez (Colombia, 1940) y Alberto Szpunberg (Argentina, 1940), entre muchísimos otros.

Capítulo XVIII

Cuestiones genéricas: El ensayo

A partir de mediados de la década de 1950, y con seguridad motivada por el advenimiento del llamado boom de la literatura latinoamericana como así también por la influencia progresiva de las nuevas corrientes de la teorización literaria, la reflexión acerca del hecho artístico obrará de estupenda vía para pensar, asimismo, la realidad hispanoamericana en sus aspectos sociales, políticos, económicos e históricos. Surgen así a lo largo y ancho del subcontinente una serie de ensayistas de nota que, en mayor o menor medida, operan una suerte de síntesis de las dos vertientes básicas sobre las que se articulaba el ensayo modernista.

Discípulos de Pedro Henríquez Ureña y Amado Alonso son Enrique Anderson Imbert (Argentina, 1910-2000) y Ana María Barrenechea (Argentina, 1913). La contribución más eminente del primero a los estudios literarios fue la monumental Historia de la literatura hispanoamericana (1954). Por su parte, la labor difusora llevada a cabo por Barrenechea en relación a los postulados del formalismo y el estructuralismo habría de resultar fundamental para que el desarrollo de la lingüística y la crítica literaria contemporáneas en Hispanoamérica fuera posible. Como ensayista cabe recordar La expresión de irrealidad en la obra de Jorge Luis Borges (1967) y Textos hispanoamericanos. De Sarmiento a Sarduy (1978).

De ideología cosmopolita e intelectualista a ultranza, Emir Rodríguez Monegal (Uruguay, 1921-1984) rechazó toda forma de compromiso político e intentó, por medio de una copiosa y meditada obra, integrar la literatura latinoamericana a la gran tradición occidental. Los dos tomos titulados Narradores de esta América (1962) agrupan la suma de sus estudios sobre los más descollantes escritores latinoamericanos.

De objetivos semejantes aunque de intereses más amplios, la obra de Jaime Rest (Argentina, 1926-1979) se enrola en la tradición anglosajona. Excelente traductor y fino conocedor de los textos centrales de la literatura contemporánea, tampoco desdeñó interesarse en los géneros populares. El laberinto del universo. Borges y el pensamiento nominalista (1976) se encuentra entre lo mejor de su escritura. Asimismo, los trabajos de Rafael Gutiérrez Girardot (Colombia, 1928) representan una ambiciosa propuesta crítica superadora de estrechas perspectivas regionales. Profundo conocedor de la lírica hispanoamericana, publicó en 1983 Modernismo. Supuestos históricos y culturales.

Por su parte, Ángel Rama (Uruguay, 1926-1984) aprovechó aportes del marxismo, el psicoanálisis y la filosofía para desarrollar una obra tendiente a cimentar las bases de una crítica literaria continental. Uno de sus aportes fundamentales consiste en haber dividido el territorio en áreas culturales que exceden las fronteras nacionales. Las máscaras democráticas del Modernismo (1973) y La novela latinoamericana (1980), son apenas dos de una serie de obras ineludibles.

Surgido a principios de los años cincuenta del seno de la polémica revista Contorno (1953-1959) y dueño de un pensamiento desaforadamente lúcido, David Viñas (Argentina, 1927) se abocó en sus ensayos a desentrañar el proceso histórico de su país a través de las constantes de su literatura, de los motivos centrales que la edu.redaniman y de la utilización que de la misma hace el poder. Su obra principal es Literatura argentina y realidad política (1964 y 1995).

Contorno es una lectura de la totalidad de la novela argentina, que se extiende desde sus comienzos hasta la incorporación de Roberto Arlt y la revisión de la obra marechaliana. Lectura que tendrá como puntos de referencia valorativos: en primera instancia, un cuestionamiento permanente del problema de la lengua en su relación con la literatura y como objeto social; en segundo término, la ampliación del universo representado hacia zonas marginales (el sexo, lo escatológico, el cuerpo, lo prohibido); y, la reunión de esos dos términos en una forma literario-ético-estética que supere al realismo tradicional. Carlos Mangone y Jorge Warley

Del seno de la revista Contorno habrán de surgir ensayistas destacados como Rodolfo Kush (Argentina, 1922-1979), Ramón Alcalde (Argentina, 1922), León Rozitchner (Argentina, 1924), Noé Jitrik (Argentina, 1928), Adolfo Prieto (Argentina, 1928), Carlos Correas (Argentina, 1930-2000), Oscar Masotta (Argentina, 1930- 1979), y Juan José Sebreli (Argentina, 1930).

El intento por integrar géneros marginales (como el policial) o bien las narrativas regionales a circuitos literarios dominantes, sumado a un permanente cuestionamiento en torno a manifestaciones textuales de carácter "fronterizo" (básicamente el periodismo literario), ha signado la profusa labor ensayística y editorial de Jorge Lafforgue (Argentina, 1935). Asesinos de papel (1977 y 1996) -escrito en colaboración con el crítico Jorge B. Rivera (Argentina, 1935)- y Textos de y sobre Rodolfo Walsh (2000), son apenas dos de una dilatada serie de trabajos. También Eduardo Romano (Argentina, 1938) ha producido sólidos estudios orientados al rescate de la cultura popular.

En su rol de genuino continuador de la tradición iniciada por José Carlos Mariátegui, Antonio Cornejo Polar (Perú, 1936-1997) se propuso sistematizar las heterogéneas y muchas veces encontradas manifestaciones de la cultura peruana articulándolas en un marco continental. Sobre literatura y crítica latinoamericana, una de sus obras centrales, data de 1982.

Los valiosos aportes de Leopoldo Zea (México, 1912), Roberto Fernández Retamar (Cuba, 1930), Josefina Ludmer (Argentina, 1939), Arcadio Díaz Quiñones (Puerto Rico, 1940) y Beatriz Sarlo (Argentina, 1942), integran elementos provenientes de disciplinas diversas (sociología, literatura, filosofía, crítica histórica, psicoanálisis, teoría literaria, antropología, etc.) contribuyendo, cada uno a su modo, a develar la compleja incógnita que inquiere por la identidad del ser americano.

Capítulo XIX

El imperio de los procedimientos

A partir de la década de 1960 y hasta bien entrados los años "70, se desarrolla en la totalidad del orbe hispanoamericano un proceso vinculado a la creciente producción y consumo de obras literarias -sobre todo novelas- de autores oriundos del subcontinente. Este fenómeno cultural se conoce como "boom de la literatura latinoamericana". Los acontecimientos extraliterarios que rodearon -y fomentaron- ese interés son dignos de ser tenidos en cuenta: la reorganización cada vez más patente del público receptor según los parámetros que dicta el mercado, propios de una cultura de masas; la revolución cubana, que atrajo la atención mundial sobre el continente de forma inesperada; las políticas económicas de signo desarrollista que, una vez comenzadas a aplicar en diversos países de latinoamérica, fomentaron el crecimiento de la industria editorial; el interés creciente hacia la literatura hispanoamericana por parte de las universidades europeas y estadounidenses ligado, en algunos casos, a planteos concernientes a un "agotamiento" de las literaturas de los países centrales; la aparición y multiplicación en aquellos años de innumerables órganos difusores -diarios y revistas- de probada calidad y, por qué no, el surgimiento de varias figuras de la crítica literaria de relevancia continental -Ángel Rama, Emir Rodríguez Monegal, Antonio Cornejo Polar, etc.-, quienes contribuyeron a modificar los modos de lectura tornándolos menos "inocentes".

"El "boom" debe ser discriminatorio. Si partimos de la base de que es un fenómeno bien organizado por revistas y editoriales, creo que forzosamente se va a tender a prestigiar a determinados autores. Esto es muy evidente en Buenos Aires. Se nota la facilidad con que se erige a fulano de tal como el más grande novelista de América. Y fulano de tal puede ser un desconocido. Lo imponen, venden sus libros y luego lo dejan caer. La gente termina desilucionada, pero no sabe si el tipo fue malo desde el principio." Juan Carlos Onetti

El boom fue un fenómeno polémico por naturaleza y no resultará extraño encontrar las opiniones más diversas y hasta antagónicas vinculadas a su acontecer. No obstante, y a fin de resumir las posturas, digamos que los argumentos de signo negativo lo reducen a un mero fenómeno de mercado hábilmente instrumentado por los grandes editores; mientras que los de signo positivo postulan el intento loable de integrar variables culturales, dialectales y geográficas en pos de una literatura continental unificada: algo impensado desde los tiempos del Modernismo.

Una de las figuras centrales del boom a partir de la publicación de su novela La ciudad y los perros (1963) fue Mario Vargas Llosa (Perú, 1936). Habilísimo narrador, no desdeñó técnicas atinentes a la fragmentación y discontinuidad temporal, a la variabilidad en la construcción de los personajes y a la distorsión del nivel discursivo operada sobre la base de la fusión de voces narrativas distintas. La Casa Verde (1966), Los cachorros (1967) y Conversación en la catedral (1969) son novelas cargadas de recursos experimentales. Posteriormente atenúa esos énfasis en obras como Pantaleón y las visitadoras (1973), La tía Julia y el escribidor (1977) y La guerra del fin del mundo (1977), monumental novela inspirada en Los sertones (1902), la atípica ficción testimonial del escritor brasileño Euclides De Cunha (1866-1909). Historia de Mayta (1985) y ¿Quién mató a Palomino Molero? (1986) siguen apelando a registros alejados de toda innovación formal, pero con Lituma en los Andes (1993) retoma los caminos de su producción inicial. Vargas Llosa también escribió libros de ensayos y obras teatrales. En 1989 fue candidato a la presidencia de su país.

"Lo que se llama boom y que nadie sabe exactamente qué es -yo particularmente no lo sé- es un conjunto de escritores, tampoco sé exactamente quiénes, pues cada uno tiene su propia lista, que adquirieron más o menos de manera simultánea en el tiempo, cierta difusión, cierto reconocimiento, por parte del público y de la crítica. Esto puede llamarse, tal vez, un accidente histórico. Ahora bien, no se trató en ningún momento de un movimiento literario vinculado por un ideario estético, político o moral." Mario Vargas Llosa

Discípulo de un ensayista de la talla de Alfonso Reyes y amigo en su juventud de Octavio Paz, la influencia de estos escritores/pensadores sobre la matriz ideológica de la obra de Carlos Fuentes (México, 1928) debió de haber sido determinante. A fin de responder la pregunta constante por la esencia del ser mexicano, la narrativa de Fuentes se lanza a desmontar y resignificar los componentes de la novela de la revolución para conjugarlos con procedimientos del relato norteamericano de la "generación perdida" (léase: Hemingway, Dos Passos, etc.). Su primer libro, Los días enmascarados (1954), está integrado por una serie de cuentos magistrales. Le siguieron las novelas La región más transparente (1959); La muerte de Artemio Cruz (1962); Zona sagrada (1967); Cambio de piel (1967) y Terra Nostra (1975), entre otras. Como ensayista es de destacar su libro La nueva novela hispanoamericana (1969), donde a manera de balance del período del boom, acomete una lectura e intenta una definición de este complejo fenómeno. La reelaboración de mitos universales provenientes de tradiciones diversas en el marco de la cultura latinoamericana, sería, a su entender, una de las marcas particulares de esta novelística.

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