Esto no pretende denigrar al capitalismo. Fue, y es, un sistema magnífico para superar la escasez. Al organizar la producción de manera eficiente, y dirigirla a la búsqueda del bienestar y no del poder, sacó a una gran parte del mundo de la pobreza.
Sin embargo, ¿qué le pasa a un sistema así cuando la escasez se convirtió en abundancia? ¿Sigue produciendo más de lo mismo, estimulando apetitos hastiados con nuevos artilugios, entusiasmos y emociones? ¿Cuánto tiempo más puede continuar esto? ¿Nos pasamos el próximo siglo regodeándonos en la trivialidad?
Durante gran parte del siglo pasado, la alternativa al capitalismo era el socialismo. Pero el socialismo, en su forma clásica, falló -como debía suceder-. La producción pública es inferior a la producción privada por un sinnúmero de razones, sobre todo porque destruye la elección y la variedad. Y, desde el colapso del comunismo, no hubo ninguna alternativa coherente para el capitalismo. Más allá del capitalismo, parece ser, se extiende un paisaje de… capitalismo.
Siempre hubo enormes interrogantes morales sobre el capitalismo, que podían dejarse a un lado porque el capitalismo siempre fue exitoso a la hora de generar riqueza. Ahora, cuando ya tenemos toda la riqueza que necesitamos, está bien que nos preguntemos si vale la pena incurrir en los costos del capitalismo.
Adam Smith, por ejemplo, reconoció que la división de la mano de obra volvería más tonta a la gente al robarles las habilidades no especializadas. Sin embargo, pensaba que éste era un precio -posiblemente compensado por la educación– que valía la pena pagar, ya que la ampliación del mercado aumentaba el crecimiento de la riqueza. Esto lo convirtió en un ferviente defensor del libre comercio.
Los apóstoles del libre comercio de hoy defienden el caso más o menos de la misma manera que Adam Smith, ignorando el hecho de que la riqueza se expandió enormemente desde los tiempos de Smith. Suelen admitir que el libre comercio cuesta empleos, pero arguyen que los programas de recapacitación ubicarán a los trabajadores en nuevos empleos, de "mayor valor". Esto implica decir que aunque los países (o las regiones) ricos ya no necesitan los beneficios del libre comercio, deben seguir padeciendo sus costos.
Los defensores del sistema actual responden: les dejamos esas elecciones a los individuos para que ellos decidan por sí mismos. Si la gente quiere bajarse de la cinta transportadora, es libre de hacerlo. Y, de hecho, cada vez son más los que "desertan". La democracia, también, implica libertad para poner fin al mandato del capitalismo.
Esta respuesta es fuerte pero ingenua. La gente no forma sus preferencias en una situación de aislamiento. Sus elecciones están enmarcadas por la cultura dominante de sus sociedades. ¿Se supone realmente que la constante presión para consumir no tiene ningún efecto en las preferencias? Prohibimos la pornografía y restringimos la violencia en televisión, con la idea de que afectan a la gente de manera negativa; sin embargo, ¿deberíamos creer que una publicidad irrestricta de bienes de consumo afecta sólo la distribución de la demanda, pero no el total?
Los defensores del capitalismo a veces sostienen que el espíritu de adquisividad está tan arraigado en la naturaleza humana que nada lo puede desplazar. Pero la naturaleza humana es un manojo de pasiones y posibilidades en conflicto. Siempre fue la función de la cultura (incluida la religión) la de fomentar algunas y limitar la expresión de otras.
De hecho, el "espíritu del capitalismo" se metió en los asuntos humanos bastante tarde en la historia. Antes de eso, los mercados para comprar y vender estaban plagados de restricciones legales y morales. Una persona que dedicaba su vida a hacer dinero no era vista como un buen modelo a seguir. La ambición, la avaricia y la envidia estaban entre los pecados mortales. La usura (hacer dinero del dinero) era una ofensa contra Dios.
Recién en el siglo XVIII la ambición se volvió moralmente respetable. Ahora se consideraba saludablemente prometeano transformar la riqueza en dinero y ponerlo a trabajar para ganar más dinero, porque al hacerlo uno estaba beneficiando a la humanidad.
Esto inspiró el estilo de vida estadounidense, donde el dinero siempre habla. El fin del capitalismo significa simplemente el fin de la necesidad de escucharlo. La gente empezaría a disfrutar de lo que tiene, en lugar de siempre querer más. Uno puede imaginar una sociedad de tenedores de riqueza privados, cuyo principal objetivo es llevar una buena vida, no convertir su riqueza en "capital".
Los servicios financieros se achicarían, porque los ricos no siempre querrían volverse más ricos. A medida que más y más gente empezara a sentir que tiene lo suficiente, uno podría esperar que el espíritu de ganar perdiera su aprobación social. El capitalismo habría hecho su trabajo y la motivación de ganar recuperaría su lugar en la galería de los canallas.
La deshonra de la ambición es factible sólo en aquellos países cuyos ciudadanos ya tienen más de lo que necesitan. Y aún allí, mucha gente todavía tiene menos de lo que necesita. La evidencia sugiere que las economías serían más estables y los ciudadanos más felices si la riqueza y el ingreso estuvieran distribuidos de manera más equitativa. La justificación económica para las grandes desigualdades de ingresos -la necesidad de estimular a la gente para que sea más productiva- colapsa cuando el crecimiento deja de ser tan importante.
Tal vez el socialismo no fue una alternativa para el capitalismo, sino su heredero. Heredará la tierra peor no quitándoles a los ricos sus propiedades, sino ofreciendo motivos e incentivos de comportamiento que no estén conectados con la mayor acumulación de riqueza.
(Robert Skidelsky, miembro de la Cámara de los Lores británica, es profesor emérito de Economía Política en la Warwick University, autor de una biografía galardonada del economista John Maynard Keynes y miembro de la junta de la Escuela de Estudios Políticos de Moscú. Copyright: Project Syndicate, 2011)
Por qué las sociedades más igualitarias casi siempre lo hacen mejor
Decía Henry Ford que sus trabajadores tenían que cobrar lo suficiente para poder comprar los coches que fabricaban. Mucho ha cambiado el mundo desde aquel entonces, provocando que la parte más rica de la sociedad aumente porcentualmente sus retribuciones por encima de la parte más pobre. Es decir, provocando que las desigualdades aumenten.
¿Es esto algo negativo? Hay ideas y argumentos para todos los gustos. Creo que una primera idea de consenso podría ser que lo más importante no es que la desigualdad aumente o no, sino que la parte más pobre pueda conseguir un mejor nivel de vida: educación, sanidad y demás servicios generalmente considerados básicos. Según esta idea de consenso da lo mismo cuanto aumente su retribución el porcentaje más rico de la población, lo que se debe luchar por conseguir es que los más pobres lo sean menos aunque salgan perdiendo si los comparamos con "la cúspide de la pirámide".
Por lo general la mayoría de gobiernos apuntan en esa dirección, no se meten en la empresa privada pero tratan de conseguir ese objetivo loable de generalizar lo básico. De hecho muchas de estas cuestiones se consideran indicadores de "desarrollo" luego creo que existe consenso en ello. Lo que no está tan claro es por una parte cómo conseguirlo y por la otra hasta qué grado es deseable seguir.
Esto no se trata de capitalistas frente a comunistas ni mucho menos. Hablemos de EEUU, Japón o del estado de bienestar europeo, donde unas personas cobran más que otras y creo que ese hecho en sí mismo a nadie le molesta. Las personas somos distintas, hay gente que trabaja más otra menos, variaciones de productividad, y por regla general nos gustan los incentivos. Por tanto creo que no hay dudas en calificar al capitalismo como vencedor.
Pues bien, en los últimos años los objetivos de bienestar por regla general fueron de mínimos, la regla imperante fue la de dejar que cada cual ganase lo que buenamente pudiese, siguiendo esa máxima de que quien genera dinero gana dinero (se merezca o no). El objetivo de la igualdad quedó aparcado a un lado como una idea arcaica, como algo asociado al socialismo de antaño.
La pregunta que quiero trasladar no es relativa a los bonus que tan de moda están, sino a qué tipo de sociedad debemos aspirar. ¿Es mala la desigualdad o con los objetivos de mínimos llega? ¿Debemos perseguir un modelo más ecuánime?
"Es un momento adecuado para plantearse estas preguntas, estamos en crisis y las crisis deben ser momentos de cambio y reflexión", señala Kike Vázquez, en su artículo publicado en "El Confidencial", del 28/1/11, presentando un libro llamado "Why More Equal Societies Almost Always Do Better", para dar un enfoque a la mentada cuestión. El texto analiza ciertos aspectos de las sociedades tratando de establecer correlaciones entre las más desiguales y las menos. Los resultados son sorprendentes.
El primer gráfico muestra que cuanto más desigual es un país mayor problemas de salud y problemas sociales presenta. Lo más curioso es que esta correlación no se repite si analizamos simplemente la renta, es decir, no hay relación entre que un país sea rico o pobre y el índice de salud y problemas sociales, pero si la hay con la desigualdad en la muestra analizada.
Aún más llamativo resulta el hecho de que los efectos negativos no se restringen a la clase menos favorecida. Si bien cuanto más rico se es, menos enfermedades o muertes se sufren, comparando países todas las clases sociales se ven perjudicadas al comparar un modelo capitalista con otro en donde predominan mayores desigualdades.
Es cierto que podríamos buscar multitud de causas para estas relaciones, desde la casualidad a una relación espuria. No obstante el libro no ahorra en comparaciones y se producen efectos tan sorprendentes como que cuanto más igualitaria es una sociedad menos adolescentes quedan embarazadas, se cometen menos homicidios, etcétera. Y quizá, aunque pueda no parecerlo a simple vista, una realmente importante: la confianza.
¿Por qué Suecia tiene mejor calidad de vida que México? ¿Por qué España sale mal parada si la comparamos con Noruega? Es difícil de decir la causa principal, pero aunque no se lo crean hay numerosos estudios que trabajan en la hipótesis de que la confianza es el factor determinante. Desde luego no hay duda alguna de que cuanto más confiamos en nuestros semejantes mejor irán las relaciones personales, mejor irán los negocios y mejor nos irá a todos en general. Otra cosa es que haya otros factores que sean aún más decisivos, en cualquier caso la variable que tratamos es clave.
En el gráfico pueden ver en un eje el porcentaje de gente que dice "sí" a la pregunta de si confía en la mayoría de la población de su país, en el eje contrario se muestra la desigualdad. Nuevamente cuanto más equitativo es un país mejor parado sale en la comparación, en este caso sus ciudadanos confían más los unos en los otros.
Hay más ejemplos, pero simplemente quería transmitirles algunos datos curiosos sobre los aparentes beneficios que tienen las sociedades más igualitarias en la cuestión que planteaba al principio. Quizá no solo debamos aspirar a una solución de mínimos, quizá ser más iguales debe ser un objetivo. De ser así la mayor dificultad sería cómo conseguirlo. Desde luego no esquilmando a las clases productivas porque entonces las ventajas se perderían, los países que así actuasen saldrían muy mal parados comparándolos con cualquier otro pues generar riqueza es fundamental. Pero quizá sí llegando a un consenso entre todos, viendo en qué falla el capitalismo que tenemos para no ser lo suficientemente igualitario y trabajando en mejorarlo. Productivo sí, pero también ecuánime.
– Diseño económico inteligente (Project Syndicate – 27/1/11)
(Por J. Bradford DeLong) Lectura recomendada
Berkeley.- Sthepen Cohen, con quien escribí, The End of Influence: What Happens When Other Countries Have the Money, suele decir que las economías no evolucionan, sino que son el resultado de un diseño inteligente. También añade que, aunque detrás de ese diseño hay una inteligencia, ello no quiere decir que el diseño sea acertado en ningún sentido.
La primera afirmación es en mi opinión indiscutible. Desde mucho antes de que Creso, Rey de Lidia, tuviera la idea innovadora de estandarizar la acuñación de la moneda, lo que los gobiernos han hecho o dejado de hacer para estructurar, impulsar y manipular ha tenido una importancia decisiva en el desarrollo económico.
Sólo hay que mirar a nuestro alrededor. Podemos observar innumerables divergencias en los niveles relativos de productividad y prosperidad económica entre las distintas jurisdicciones políticas. Apuesto a que nadie se atrevería a decir que la apabullante magnitud de esa disparidad surge de causas distintas a la historia y al estado actual de la gobernanza.
También pienso que la segunda afirmación es cierta. Decir que las economías son el resultado de un diseño inteligente sólo quiere decir que alguna inteligencia o inteligencias humanas están detrás del diseño. No quiere decir que el diseño sea inteligente u óptimo.
Por un lado, el proceso a través del cual se toman las decisiones relacionadas con el diseño se parece a un trabajo de comité: la mayoría de las personas desean un caballo, pero el estira y afloja de las negociaciones produce un camello. Además, los funcionarios gubernamentales, los cabilderos y los grupos de interés que participan en el diseño pueden no considerar el interés público -o incluso no saber cuál es ese interés público.
En los Estados Unidos la mayoría de las veces el proceso de diseño inteligente de la economía ha salido bien: por esa razón los estadounidenses son relativa y absolutamente ricos ahora. Después de todo, los padres fundadores estaban muy interesados en rediseñar la incipiente economía del país. Alexander Hamilton expresaba con claridad la primacía del comercio y la industria.
En particular, Hamilton estaba convencido de la importancia de un sistema bancario sofisticado para apoyar a la economía creciente. Él y sus colegas federalistas, incluido John Adams, creían firmemente en ofrecer a las jóvenes industrias oportunidades de crecimiento -incluso con recursos del Departamento de Guerra para financiar experimentos en la industria de alta tecnología.
Cuando los demócratas-republicanos, encabezados por Thomas Jefferson y James Madison, sustituyeron a los federalistas, decidieron rápidamente que sus principios de gobierno pequeño eran un lujo que sólo podían darse cuando no tenían el poder. Las guerras de conquista, la adquisición territorial, la exploración continental, los subsidios a los canales y después a los ferrocarriles fueron benéficos para los electores, inmigrantes y para casi todo el mundo excepto para los nativos, superados en número y en armas, que se pusieron en medio.
En efecto, cualquier gobierno que construya infraestructura y reparta títulos de propiedad de tierras en la escala a la que lo hizo el gobierno estadounidense en el siglo XIX es la encarnación del "gobierno grande". Si agregamos los elevados aranceles a los bienes manufacturados -aprobados a pesar de las airadas protestas de los agricultores y dueños de plantaciones del sur- tenemos las políticas que diseñaron inteligentemente la mayor parte de los Estados Unidos del siglo XIX -y principios del XX.
Después de la Segunda Guerra Mundial, nuevamente fue el gobierno el que encabezó el rediseño de la economía estadounidense. Las decisiones de construir un sistema de carreteras interestatales (y de gastar casi todo ese dinero en caminos suburbanos para el transporte a los lugares de trabajo) y de poner en marcha el mercado hipotecario de largo plazo -lo que reflejaba la creencia generalizada de que los intereses de General Motors eran idénticos a los de los Estados Unidos- literalmente reconfiguraron el paisaje. Si combinamos eso con el desarrollo a gran escala de las universidades de investigación más importantes del mundo, que a su vez formaron a decenas de millones de personas, y con la tradición de utilizar los recursos de la defensa para financiar investigaciones y desarrollo de altas tecnologías, tenemos la economía estadounidense de la posguerra.
Cuando ha habido problemas económicos graves, el gobierno de los Estados Unidos incluso ha devaluado deliberadamente el dólar en aras de la prosperidad económica. Franklin Roosevelt lo hizo durante la Gran Depresión, y Richard Nixon y Ronald Reagan lo hicieron también.
Vale la pena repasar la historia porque en los Estados Unidos está por dar inicio otro debate sobre si su economía evoluciona o se diseña; los opositores al Presidente Barack Obama sostienen que lo que es bueno para la economía estadounidense siempre ha evolucionado sin directrices y que lo que es malo siempre ha sido diseñado por el gobierno.
Por supuesto, esta afirmación es absurda. Los gobiernos estadounidenses seguirán planificando y diseñando el desarrollo de la economía como siempre lo han hecho. La pregunta es cómo y si el diseño será inteligente en algún sentido.
Pero existen dos peligros en el próximo debate estadounidense. El primero tiene que ver con el término que probablemente se utilizará para enmarcar el debate: la competitividad. La "productividad" sería mucho mejor. La "competitividad" tiene una connotación de juego de suma cero en el que los Estados Unidos sólo pueden ganar si sus socios comerciales pierden.
Esa es una insinuación engañosa y peligrosa. En lugar de ello, si todo lo demás se mantiene igual, tener socios más ricos es benéfico para los Estados Unidos: hacen más productos de calidad que los estadounidenses pueden comprar y vender más barato y su demanda más fuerte significa que están dispuestos a pagar más por los productos que los estadounidenses venden. Todo el mundo gana.
El segundo peligro es que la "competitividad" sugiere que lo que es benéfico para las empresas localizadas en los Estados Unidos -esto es, benéfico para sus inversionistas, ejecutivos y financieros- es bueno para el país en su conjunto. En la época en que el candidato al gabinete de Dwight D. Eisenhower, Charlie Wilson, declaró que lo que era "bueno para los Estados Unidos era bueno para General Motors -y viceversa", GM incluía no sólo a los accionistas, ejecutivos y financieros, sino también a los proveedores y a los miembros del Sindicato de Trabajadores Unidos de la Industria Automotriz. En contraste, el director ejecutivo de General Electric, Jeffrey Immelt, a quien Obama acaba de nombrar para que dirija el Consejo del Presidente sobre el Empleo y la Competitividad, encabeza una empresa que desde hace mucho se reduce a los ejecutivos, inversionistas y financieros.
Esperemos que el debate salga bien. Lo que está en juego es que los Estados Unidos sean más prósperos y crezcan más rápido -algo que es de importancia vital para el resto del mundo.
(J. Bradford DeLong, ex secretario asistente del Tesoro de los Estados Unidos, es profesor de economía de la Universidad de California en Berkeley e investigador asociado en la Oficina Nacional de Investigación Económica. Copyright: Project Syndicate, 2011)
Un país de "manos libres": el delirio de Paul Romer (¿un mundo feliz?)
"Durante el último par de años Paul Romer ha recorrido el planeta en busca de un país lo suficientemente desesperado como para intentar poner en práctica su audaz idea: fundar una "ciudad modelo", un enclave libre de viejas leyes y prácticas"… (The Wall Street Journal – 2/2/11)
Romer piensa que encontró en Honduras el lugar perfecto para construir una ciudad que podría ser tan próspera como Hong Kong o Shenzhen.
Honduras es un país de 7,5 millones de habitantes, de los cuales un creciente número emigra a Estados Unidos. Su reputación internacional fue dañada por la caótica expulsión de su presidente electo en 2009. Su tasa de homicidios está subiendo mientras se transforma en una estación en la ruta del narcotráfico.
Pero Honduras está interesada en la idea de Romer. El Congreso aprobó en la segunda semana de enero (2011), con un solo voto en contra, modificar la Constitución para permitir una "ciudad modelo".
"Este es un país en el que la mayoría de la gente quiere ir detrás del Sueño Americano", dice Octavio Sánchez Barrientos, ministro de staff de la presidencia de Porfirio Lobo. "Y tienen que dejar el país y trasladarse a Estados Unidos. Esto ofrece la posibilidad de que, a largo plazo, tendrán la oportunidad aquí", agregó.
Romer, profesor de la Universidad de Nueva York, dejó su huella en el mundo académico hace 20 años al postular que las ideas o "recetas", como prefiere llamarlas, son más importantes para el crecimiento de lo que se creía.
Hace una década, Romer abandonó el mundo académico, formó una empresa de enseñanza en Internet, la vendió y luego se volcó a su siguiente gran idea: crear empleos para sacar a millones de personas de la pobreza. Su idea es tomar un espacio de unos 1.000 kilómetros cuadrados, el tamaño aproximado de Hong Kong, preferentemente en manos del Estado. Luego escribiría un código que establezca las reglas de juego; permitiría entrar o salir a quien quisiera; Invitaría a inversionistas extranjeros para que construyeran infraestructura y firmaría un tratado con un país bien gobernado, digamos Noruega o Canadá, para que sirva de "garante" y le asegure a los inversionistas y habitantes que se respetarán las reglas, algo parecido a lo que los británicos hicieron en Hong Kong y, con la supervisión del Congreso hondureño, gobernar la ciudad.
"Es una combinación de gran creatividad y gran ingenuidad", dice William Easterly, un economista de la Universidad de Nueva York especializado en desarrollo. Easterly duda que la ciudad pueda soportar la presión si el gobierno hondureño se vuelve hostil. "Sería muy bueno si ocurriera para que pudiéramos observar el experimento" agrega Ricardo Hausmann. El profesor de la Universidad de Harvard también tiene dudas y recuerda el fracaso de Fordlandia, la creación de Henry Ford que se iba a convertir supuestamente en un oasis para el capitalismo estadounidense en Brasil.
Cuando Romer intentaba captar el interés de países africanos, un grupo de hondureños se preguntaba cómo mejorar las perspectivas de su país. Una idea, una especie de versión extrema de las zonas de libre comercio existentes, era atraer inversionistas a una especie de súper embajada, un área gobernada por las leyes de otro país. Luego vieron un video en línea de una presentación de Romer. "En cuanto la vimos, supimos que era de lo que estábamos hablando", cuenta Xavier Arguello.
En noviembre (2010), Arguello, que fue asesor de un anterior presidente hondureño y ahora trabaja en una empresa inmobiliaria de Estados Unidos, llamó a Romer. Su grupo, en el que figuraba Juan Orlando Hernández, presidente del Congreso hondureño, se reunió con Romer en Washington. Unas semanas después, Romer se encontró con Lobo y sus colaboradores en un hotel de Miami. Cuando las abstractas explicaciones de Romer no eran convincentes, alguien sugirió a Lobo que viera la conferencia. Lo hizo y se convenció.
Romer viajó a Tegucigalpa a comienzos de enero (2011) y se reunió en privado con varios grupos y luego hizo su planteamiento en una reunión pública. "No pueden cambiar las reglas en el medio del partido", aseveró, mientras detrás de él aparecía una fotografía de un partido de fútbol en una pantalla. "Hay que crear un nuevo campo de juego y ver si alguien quiere jugar". Hay que pensar en grande, señaló. Pidió la construcción de un aeropuerto lo suficientemente grande como para ser un centro hemisférico de conexiones.
El próximo paso es que el Congreso reafirme la reforma constitucional y redacte escriba una especie de código para la nueva ciudad. Abundan los escépticos. "Es una buena idea desde un punto de vista económico", dice Antonio Tavel Otero, un empresario hondureño. "Pero no creo que se pueda promocionar la idea diciendo a los hondureños que nuestras leyes son tan malas que hay que adoptar las de otro país", sostiene.
El propio Arguello reconoce que "a estas alturas hay muchas más preguntas que respuestas y requerirán un debate público".
Romer no se amilana. Está buscando un gobierno que sirva de garante.
-Un retorno ecológico al crecimiento europeo (Project Syndicate – 18/2/11)
(Por Carlo Jaeger and Roland Kupers) Lectura recomendada
La Haya.- La mitigación del cambio climático se presenta a menudo como la imposición de un "toma y daca" entre la economía y el medio ambiente. Por demasiado tiempo el debate se ha enmarcado en el concepto de "reparto de la carga". Sin embargo, los nuevos análisis de un equipo formado por investigadores procedentes de seis importantes institutos y universidades europeas arroja nuevas luces sobre este debate, y demuestra que Europa puede tomar decisiones que van en su propio interés económico y ambiental.
El análisis que figura en nuestro nuevo informe, A New Growth Path for Europe – Generating Prosperity and Jobs in the Low-Carbon Economy (Una nueva senda de crecimiento para Europa – Generar prosperidad y empleo en la economía de bajas emisiones de carbono), se basa en una exhaustiva evaluación de las perspectivas de crecimiento en Europa tras la crisis financiera. Su publicación es oportuna, porque la Unión Europea decidirá este año si eleva su objetivo de reducción de gases de efecto invernadero.
El aumento del objetivo de emisiones actuales de -20% a -30% en 2020 respecto a 1990 representaría una importante oportunidad para revitalizar la economía europea, independientemente de lo que haya hecho el resto del mundo en términos de política climática. Aprovechar esa oportunidad aumentaría considerablemente el tamaño de la economía europea, en hasta en un 5% a lo largo de la próxima década. Esto se traduce en seis millones de nuevos empleos y un aumento del PIB de hasta 800 mil millones de euros para 2020.
La razón de estos resultados es sencilla: el aumento de los esfuerzos europeos en torno a políticas del clima eleva las inversiones, lo que induce el aprendizaje en la práctica, especialmente cuando estos esfuerzos se canalizan hacia nuevas tecnologías como la energía renovable y materiales avanzados de construcción. "Aprender haciendo", a su vez, aumenta la competitividad y estimula el crecimiento económico, mejorando así las expectativas de los inversores e estimulando una mayor inversión.
Desafortunadamente, los estudios del impacto económico de un objetivo del -30% se han basado en modelos de equilibrio tradicionales que pasan por alto estos efectos multiplicadores. Sus estimaciones de las consecuencias económicas de aumentar la cifra objetivo indican costes adicionales moderados que varían entre el 0 y el 2% del PIB en 2020.
El nuevo estudio utiliza un enfoque similar al de sirve de apoyo al objetivo de reducción de emisiones del 40% de Alemania para 2020. En la Conferencia sobre el Cambio Climático patrocinada por las Naciones Unidas y realizada el año pasado en Cancún, México, el ministro alemán federal de Medio Ambiente, Norbert Röttgen, señaló que "en Alemania, se ha producido un cambio de mentalidad en los últimos años en la industria, la política y la sociedad, Ahora vemos la política climática como una oportunidad y un reto, no como una amenaza".
Röttgen tiene razón. Imagínese una reunión de empresarios textiles en 1800 en que se debatiera la posibilidad de introducir máquinas de vapor para mecanizar sus fábricas de algodón. Uno de ellos calcula que los costos serían prohibitivos en cada una de sus cientos de plantas. Si el resto aceptara el cálculo de abajo hacia arriba, la sociedad habría perdido el impulso del 0,5% al crecimiento anual que esta innovación radical provocó en última instancia. El beneficio para toda la economía fue mayor que la suma de los beneficios para las plantas individuales.
No fue la invención de la máquina a vapor por sí sola la que merece todo el crédito. Entonces, como ahora, los avances tecnológicos generan una cascada de aprendizaje e innovación a medida que proveedores, contratistas y clientes se adaptan a una nueva forma de operar. Cada nueva idea tecnológica importante -la máquina a vapor, el ferrocarril o la computadora personal– significa un impulso adicional al crecimiento.
Una nueva senda de crecimiento para Europa muestra cómo la inversión en eficiencia energética y energías limpias tiene el mismo potencial de revitalizar la Europa de hoy. De hecho, Josef Ackermann, presidente del Deutsche Bank, dijo recientemente que estas inversiones auguran "una nueva revolución industrial: una revolución que transformará la forma en que vivimos".
El análisis muestra cómo crecerán los principales sectores económicos, incluidas muchas industrias que hacen alto intenso de energía. Por ejemplo, los edificios de bajo consumo son una bendición para la industria cementera y química. Obviamente, el sector de los combustibles fósiles se reducirá para el año 2020 a medida que el sistema energético se descarboniza, en un escenario en que el carbón va siendo desplazado por combustibles bajos en emisiones de carbono, principalmente el gas y las energías renovables (la captura y almacenamiento de carbono y la energía nuclear no pueden marcar una gran diferencia para el año 2020). Los nuevos países de la UE, que tienen una menor eficiencia energética, son los que más se beneficiarán, aunque será necesario superar obstáculos importantes mediante mecanismos de apoyo adicionales.
Puesto que la crisis financiera ha reducido las emisiones de gases de efecto invernadero, el objetivo de reducción del -20% establecido antes de la crisis ya no representa un reto suficiente para catalizar un cambio estructural en la economía europea. Y, a medida que los científicos adoptan una perspectiva más sombría y subrayan la urgencia de hacer frente al cambio climático, los economistas son cada vez más optimistas sobre las oportunidades que implica un futuro con bajas emisiones de carbono.
Una nueva senda de crecimiento para Europa apoya ese optimismo y llama a la UE a actuar en consecuencia.
(Carlo Jaeger es el fundador del Foro Europeo del Clima y director de investigación del Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto Climático. Roland Kupers es profesor visitante en la Universidad de Oxford y ex ejecutivo de Royal Dutch Shell. Copyright: Project Syndicate, 2011)
¿Puede el dólar ser destronado como la moneda de reserva mundial de referencia?
"Lo más asombroso sobre el mercado internacional de divisas no es el elevado volumen de transacciones, por increíble que haya sido el crecimiento, ni la volatilidad de los tipos de cambio, por extrema que sea en estos días. Lo verdaderamente extraordinario es que estamos hablando de un mercado que sigue siendo sumamente dólar-céntrico", dice Barry Eichengreen, profesor de Economía y Ciencia Política en la Universidad de California en Berkeley, en un artículo publicado por The Wall Street Journal, el 1/3/11.
"El 85% de las transacciones de divisas en todo el mundo son operaciones de otras monedas por dólares. Y lo que es válido para las transacciones de divisas también lo es para otros negocios internacionales. La Organización de Países Exportadores de Petróleo fija el precio del crudo en dólares. El billete verde es la moneda de denominación de la mitad de los valores internacionales de deuda. Más del 60% de las reservas de divisas de los bancos centrales y gobiernos están en dólares.
El dólar, en otras palabras, no es sólo la moneda de Estados Unidos, sino la del mundo. Su reinado, sin embargo, está llegando a su fin. Creo que en los próximos 10 años, vamos a ver un cambio profundo hacia un mundo en el que varias monedas competirán por el predominio. Este cambio tiene importantes repercusiones para, entre otras cosas, la estabilidad de los tipos de cambio y los mercados financieros, la facilidad de EEUU para financiar sus déficits fiscal y en cuenta corriente y la capacidad de la Reserva Federal para seguir adelante con su política de negligencia benigna respecto al dólar", señala Eichengreen.
Para entender el futuro del dólar, es importante entender por qué llegó a ser tan dominante en primer lugar. Permítanme ofrecer tres razones, prosigue:
En primer lugar, su atractivo refleja la excepcional profundidad de los mercados de valores denominados en dólares…
En segundo lugar, está el hecho de que el dólar es el refugio seguro del mundo…
Por último, el dólar se beneficia de la escasez de alternativas…
¿Qué está cambiando?, se pregunta:
Pero los tres pilares que apuntalan el dominio internacional del dólar se están deteriorando.
Los cambios tecnológicos están socavando el monopolio del dólar…
El dólar, asimismo, está a punto de tener verdaderos rivales en el ámbito internacional por primera vez en 50 años. Pronto habrá dos alternativas viables: el euro y el yuan…
Por último, existe el riesgo de que el dólar pierda su estatus como refugio seguro", sostiene Eichengreen.
Un mundo más complicado
La crisis financiera -junto con la problemática situación fiscal a largo plazo del gobierno de EEUU- ha planteado esa posibilidad. Pero para muchos economistas, al menos por ahora, las especulaciones son sólo palabras.
"No hay, insisto, ningún candidato plausible" para reemplazar al dólar, argumentó el profesor Peter Kenen, de la Universidad de Princeton, en un ensayo presentado en enero (2011) ante la Asociación Económica Estadounidense.
Esa también es la visión que prevalece en los mercados. "Intentamos pensar en las alternativas, y no existe ninguna que tenga trascendencia", afirma Tony Crescenzi, un estratega de mercado y administrador de portafolio de Pacific Investment Management Co., de Allianz SE. La participación del dólar en las reservas en moneda extranjera era de 61,3% a fines del tercer trimestre del año 2010, según el Fondo Monetario Internacional.
Pero eso no ha contenido un creciente alboroto entre las autoridades de todo el mundo de que la posición dominante del dólar debería ser reevaluada. Se preveía que el presidente francés Nicolas Sarkozy hiciera del tema una prioridad durante la presidencia de Francia en las reuniones del Grupo de los 20 (noviembre 2011). Incluso funcionarios estadounidenses han admitido que es inevitable reconsiderar el mundo dólar-céntrico.
"Habrá un intento, creo, en el próximo año o el siguiente… de decir: Sí, esto es un problema, y deberíamos contemplar una reforma en un sentido más amplio en el sistema monetario internacional", sostuvo el ex presidente de la Reserva Federal de EEUU, Paul Volcker, durante una presentación en Washington en diciembre (2010).
Pero hay poco consenso sobre quién o qué reemplazaría o compartiría el poder con EEUU y el dólar. Los partidarios ven una variedad de posibilidades, desde un mundo multipolar con un puñado de monedas dominantes y un billete supranacional emitido por un cuerpo global, a un papel de más peso para China y el yuan.
El mayor interrogante involucra a China. ¿Soportaría Beijing la responsabilidad económica global que vendría de la mano de una reserva con estatus de favorita? Hasta ahora, China ha resistido la presión internacional para evitar que se aprecie el yuan y su sistema financiero, en términos comparativos, sigue siendo subdesarrollado.
El economista de Harvard Kenneth Rogoff cree que el yuan y el dólar podrían encaminarse a convertirse en las dos mayores monedas del mundo, un estatus que ambas podrían compartir hasta durante dos décadas, pronostica. Pero durante semejante lapso, agrega, EEUU probablemente experimentaría un debilitamiento gradual de los amplios beneficios que recibe debido a que otros países vinculan sus monedas al dólar. Entre estos beneficios se destacan la confianza en sus mercados, las bajas tasas de interés y una menor volatilidad en los precios de las importaciones y exportaciones.
Lo más seguro es que cualquier transferencia de estatus de reserva del dólar al yuan llevaría la mayor parte de este siglo, señala. En tanto, agrega, el dólar "se mantendrá como la moneda de referencia durante un tiempo".
Muchos expertos en divisas rechazan la idea de una moneda supranacional o global. Los Derechos Especiales de Giro (DEG) del FMI y otras medidas discutidas como potenciales sustitutos para el dólar históricamente no han sido adoptadas, con la suficiente amplitud, lo que sugiere una falta de confianza en la idea por parte de los mercados financieros. Establecer una política monetaria internacional de forma rápida y unificada podría resultar una meta muy difícil, señalan los economistas.
Los problemas actuales de la Unión Europea ponen de manifiesto los riesgos que plantearía una moneda supranacional. Los temas de deuda y las peleas de política económica que ahora plagan a Europa probablemente se verían magnificados en momentos de estrés en cualquier unión monetaria. "Es imposible que haya una moneda que no esté identificada con un gobierno", sostiene Rogoff.
Los partidarios del dominio del dólar apuntan a su historia como un refugio seguro para los bancos centrales durante la reciente crisis global. Su supremacía durante un período tan perjudicial demuestra su capacidad de recuperación.
"Si llegara a votarse sobre el sistema del dólar, eso pondría fin a la discusión", señala Michael Dooley, un economista de la Universidad de California en Santa Cruz.
El FMI propone crear una moneda de reserva mundial bajo su control,
"El Fondo Monetario Internacional (FMI) celebró una importante reunión a puerta cerrada el pasado 8 y 9 de marzo, a la que sólo se pudo asistir previa invitación, en su cuartel general de Washington bajo el título Macro and Growth Policies in the Wake of the Crisis"… El FMI impulsa su plan para imponer una nueva moneda mundial (Libertad Digital – 4/4/11)
La principal conclusión es la intención del FMI de crear una moneda de reserva mundial bajo su control, en forma de los ya existentes SDR -Special Drawing Rights, Derechos Espaciales de Giro (DEG, en español)-, una antigua aspiración de esta institución, formados por una canasta de diversas monedas y materias primas.
Ya en 1944, durante los acuerdos de Bretton Woods, el ideólogo y creador del FMI, el economista John Maynard Keynes, quería crear una moneda mundial que se impusiera a todos los países y sus ciudadanos,
Sin embargo, el FMI no ha perdido la esperanza de obtener el control de todo el sistema monetario, como queda reflejado en las palabras del economista Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía. Y es que, Stiglitz considera que una de las recetas para evitar grandes crisis como la actual en el futuro consiste, precisamente, en imponer dicha divisa mundial.
Pese a todo, la implementación de tal propuesta no es tarea fácil. La capacidad de influencia del FMI para imponer una moneda mundial bajo su control no está asegurada, sobre todo después de que sus intervenciones en muchos países en desarrollo hayan causado más daños que beneficios, incrementando así la desconfianza hacia esta institución. Las recientes reuniones del FMI con dirigentes y personalidades influyentes de casi todos los países buscan, precisamente, recuperar esa influencia política perdida para poder seguir avanzando en sus objetivos.
En este sentido, Stiglitz parece encontrarse en plena campaña para promocionar una nueva divisa internacional, bajo el control del FMI, y en sustitución del dólar ya que, sin ir más lejos, la última semana de marzo (2011) publicó un artículo en el Financial Times sobre esta materia.
El sistema monetario necesita una reforma fundamental. No es la causa de la crisis actual, pero sí ha sido inefectivo a la hora de evitarla.
Esta opinión contrasta frontalmente con el consenso de que la política de bajos tipos de interés aplicada por Alan Greenspan al frente de la Reserva Federal de EEUU (FED) fue la causa principal de las burbujas, tanto puntocom como inmobiliaria. De hecho, Stiglitz en su propio libro, publicado en enero de 2010, afirma lo siguiente:
"Una regulación laxa sin una política monetaria expansiva probablemente no habría creado la crisis".
Así, Stiglitz considera que la actual crisis financiera internacional ha puesto de manifiesto el fallo de los modelos macroeconómicos en los que muchos economistas y burócratas se basaban para tomar decisiones políticas, un punto compartido, en general, por la gran mayoría de sus colegas. Destaca que los modelos no fueron capaces de prever la crisis ni de proveer un estructura teórica valida.
Una crítica, cuanto menos sorprendente, ya que, por ejemplo, los modelos en los que se basó la Reserva Federal para ejecutar sus políticas monetarias, desarrollados por McCarthy y Peach, se basaron explícitamente en las teorías del propio Stiglitz. Estos modelos fueron usados por la FED para asegurar que no había ninguna burbuja inmobiliaria y, así, poder seguir incentivando la expansión crediticia a base de tipos históricamente bajos.
No es la primera vez que las teorías de Stiglitz se equivocan de pleno, especialmente en lo que respecta a la burbuja inmobiliaria. En 2007, el Nobel aún dudaba sobre la posibilidad de una crisis. Pero quizá el caso más vergonzoso fue en 2002 cuando, junto con Jonathan y Peter Orzag, publicó un informe sobre las agencias hipotecarias semipúblicas Fannie Mae y Freddie Mac, en el que aseguraba lo siguiente:
"En base a la evidencia histórica, el riesgo para el Gobierno de una quiebra de la deuda de estas entidades es efectivamente cero".
A pesar de todo, Stiglitz sigue creyendo que sus teorías son adecuadas para explicar cómo funciona la economía. De hecho, afirma convencido que existe un amplio consenso acerca de la efectividad que tiene el aumento del gasto público para combatir la crisis. Algo que, sin duda, contrasta con las declaraciones de los economistas alemanes e, incluso, algunos miembros del Banco Central Europeo (BCE). Pero, sobre todo, su afirmación choca frontalmente con el resultado que han obtenido los denominados "planes de estímulo", tanto en la presente crisis como en Japón durante cerca de dos décadas.
Soluciones
Stiglitz está últimamente centrado en promocionar la idea de traspasar al FMI el control monetario mundial. Un sistema muy similar al actual, pero sustituyendo al dólar por la moneda del FMI, el SDR. El objetivo parece consistir en lograr así más inflación monetaria, y para ello aboga por aumentar el volumen de SDR's por valor de 390.000 millones de dólares durante cada uno de los próximos tres años. Las subidas de precios, principalmente de los alimentos y la energía, que se han dado a finales del año 2010 y principios del 2011, no parecen preocupar en exceso al economista, más bien al contrario.
De llegar a aplicarse este plan, el FMI se encargaría de decidir qué política monetaria debe seguir el mundo entero. El problema es que, dada la experiencia de los sistemas monetarios de control centralizado y la propia ideología del FMI, se trata de una propuesta claramente inflacionaria, tal y como explica el propio Stiglitz. Sin embargo, aún está por ver la influencia internacional del FMI para imponer un sistema monetario de estas características bajo su control. Por el momento, el G-20 acordó la pasada semana incluir la moneda china, el yuan, en la cesta divisas del Fondo (SDR), lo cual es un paso más hacia la internacionalización del yuan y la futura e hipotética sustitución del dólar.
Por último, según Stiglitz, también es necesario seguir aumentando el gasto público en todo el mundo, a pesar de los problemas de endeudamiento que presentan numerosos países desarrollados. En este sentido, el economista está en línea con el banco Goldman Sachs y el también Nobel Paul Krugman, que defienden igualmente incrementar el gasto de los gobiernos.
FMI: donde dije digo, digo Diego (el fin de otra Historia: a buena hora, mangas verdes)
"El denominado "Consenso de Washington", que orientó la política económica de países en vías de desarrollo durante décadas "ya es historia". Los efectos de la crisis han sido tan devastadores que todo lo que ha defendido el Fondo Monetario Internacional durante los últimos 20 años ha dado un vuelco, según ha denunciado hoy el director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn"… La teoría del FMI da un vuelco: "El consenso de Washington ya es historia" (El Economista – 4/4/11)
Bajo el Consenso de Washington se promueven políticas económicas basadas en la austeridad, la liberalización y las privatizaciones, con el objetivo de eliminar la inflación, preservar el tipo de cambio, incrementar la tasa de crecimiento de la productividad y crear puestos de trabajo estables. "Todo esto se ha derrumbado con la crisis", ha asegurado Strauss-Kahn durante un discurso pronunciado en la universidad George Washington de la capital estadounidense (abril 2011).
Tras la crisis financiera de 2008, el FMI ve necesario ahora que el Estado ejerza un mayor papel y controle los excesos del mercado. "Al designar un nuevo marco macroeconómico para un nuevo mundo, el péndulo oscilará -al menos un poco- del mercado al Estado, y de lo relativamente simple a lo relativamente más complejo", explica Strauss-Kahn.
Ante la imposición de países emergentes como nuevos motores del crecimiento mundial, ese consenso debe ser superado, mediante una nueva política económica, con acento en la cohesión social y el multilateralismo, ha explicado.
"Claramente, la política monetaria debe ir más allá de la estabilidad de precios, y velar por la estabilidad financiera", propone Strauss-Kahn. En su opinión, eso no debe hacerse mediante el uso de los tipos de interés, sino con otros instrumentos como la liquidez.
"No me malinterpreten: la mundialización dio muy buenos resultados, y sacó a centenares de millones de la pobreza", ha indicado, "pero la crisis y sus consecuencias han alterado fundamentalmente nuestra percepción", ha advertido.
"Necesitamos una nueva forma de mundialización, una mundialización con un rostro más humano", ha exigido. Los países ricos y emergentes deben proseguir con su cooperación en el seno del G20 para asegurar que se superan los intereses nacionales, ha pedido Strauss-Kahn.
A su juicio, es necesaria una globalización "más justa" en la que no haya "unos pocos privilegiados" que acaparan los beneficios.
Siguen las "novedades" en el FMI: "los controles de capital son aceptables"
""Quién te ha visto y quién te ve" pensarán algunos del cambio que estamos viendo en el FMI. No sabemos si es fruto de la insostenibilidad de las viejas recetas o de la conciencia, esa que dice que algo malo pasa cuando los incentivos no se ponen al servicio de crear algo mejor en este mundo. Y es que no vamos a negar que para muchas personas, e independientemente de su ideología económica y política, este organismo internacional no ha conseguido solucionar todo lo bien que debería su cometido. De hecho la crisis que atravesamos es la más grave desde su creación allá por los años cuarenta en el período final de la destructiva Segunda Guerra Mundial y está directamente relacionada con algunos de sus ámbitos de actuación, por lo que podríamos dar rienda suelta a la crítica. No obstante han sido tantos los errores, tantas las conductas "grises" de muchos, que el FMI no deja de ser un velero en medio de un tsunami"… El FMI "se cae del guindo"; los controles de capital son aceptables (El Confidencial – 7/4/11)
Su pasado es como mínimo controvertido, acusados de estar al servicio de Estados Unidos o de aplicar medidas, especialmente en países pobres, que difícilmente pueden calificarse de beneficiosas para el porvenir del enfermo. ¿Confianza ciega en el dogma o simples intermediarios de intereses más elevados?
Así todo (tarde y mal, como siempre) se perciben algunos cambios de filosofía en el organismo financiero, o al menos, hay ciertos mensajes que distan mucho de parecerse a lo que se escuchaba en el pasado a través de sus miembros.
Un ejemplo claro de lo que comento son las directrices que el organismo ha lanzado nuevas directrices para controlar los flujos de capital por parte de los gobiernos, algo otrora impensable y en donde se ha posicionado en contra durante casi setenta años. Lo comenta el FT:
The guidelines -which are not yet official Fund policy-, say that countries can control capital inflows when their currency is not undervalued, when they already have enough foreign exchange reserves, and when they are unable to use monetary or fiscal policy instead.
Los flujos internacionales pueden ser muy beneficiosos y en muchos casos lo son, llevan fondos de donde hay excedentes a donde son necesarios, si se invierten bien crearán prosperidad y todo el mundo saldrá ganando. En caso contrario, si el país receptor no consigue la rentabilidad necesaria para pagar lo que debe, empezarán los problemas ¿Pero han tenido la oportunidad y de eso se trata, no? Esa idea era la mayoritaria y por tanto existía una voz oficialista que defendía la libertad de flujos como positiva y justa, voz que defendían entre otros organismos como el FMI.
Es posible que fuese así, como tantas otras cosas del liberalismo dogmático que fallan en la vida real, si el sistema no estuviese de alguna forma "pervertido". En este mundo real en el que vivimos las cosas no son idílicas, en el caso que tratamos existe una cantidad inmensa de liquidez que corre por el mundo adelante, una cantidad tan ingente y volátil que en lugar de ayudar consigue empobrecer aún más a quien la sufre.
Y por si fuese poco suelen ser determinantes en países con desequilibrios en la cuenta corriente, esto es, que invierten más de lo que su ahorro permite para crecer y que por tanto acaban la jugada endeudados. En resumen estamos ante cuantiosos fondos que se mueven sin pensárselo demasiado, que provocan burbujas y errores de inversión por su volumen e inmediatez y que un día se van de repente dando la puntilla y dejando a la economía endeudada y tocada.
El gráfico que sigue no es de ninguna web conspirativa, sino del FMI, que lleva tiempo dándose cuenta de que algo falla en la teoría porque no se ajusta a la práctica. Quizá el mayor problema esté ahora en determinar en qué casos existe un exceso de "hot money" y en qué casos se produce una simple mala gestión por parte del país.
Para poder aplicar controles de capital el FMI se centra en tres condiciones, son países que: no tienen su divisa devaluada, consiguen almacenar reservas y la política monetaria o fiscal no funciona. Por supuesto las medidas deben ser de corto plazo y no destinadas a bloquear fondos a largo plazo.
El procedimiento sería el siguiente, en un primer momento el país debe dejar su tipo de cambio subir (que normalmente no funcionará casi nunca desde mi punto de vista) o expandir su política monetaria y endurecer su política fiscal (lo que resulta "neutro" para el país pero desincentivará a los inversores foráneos por los menores tipos, luego creo que es la opción adecuada). En caso de no funcionar se admiten los controles de capital, siempre que no sean discriminatorios.
Surge inmediatamente el debate sobre lo hecho por Brasil, el imponer una tasa del 6% a la adquisición de deuda por parte de extranjeros, lo que según el FMI "debe ser la última línea de defensa". A regañadientes pero parece que lo aceptan, y lo comparto. Más controvertidas son aún sus nuevas medidas, idéntica actuación pero ahora con préstamos foráneos, y van más allá subiendo los aranceles a China. ¿Dónde acabarán?
Es difícil sobrevivir en un mundo con quantitative easing, carry trade feroz y dumping comercial, hemos tenido que llegar a esto para que el FMI se diese cuenta, pero rectificar es de sabios. Por si alguien cree que van de farol, lo cual es debatible como siempre, lean también su última propuesta, si Basilea III no es suficiente hay que cobrar impuestos por los riesgos. Dará que hablar, o al menos esperemos que así sea y no haga falta otro desastre para darse cuenta que lo de ahora no puede seguir así.
El patrón de los patrones (el Callejón de Oro)
"EEUU podría restaurar el patrón oro en los próximos cinco años, según Steve Forbes, el editor de la revista Forbes"… Forbes prevé el regreso del patrón oro en cinco años (Libertad Digital – 13/5/11)
Así lo ha afirmado el millonario editor de Forbes y candidato republicano a la presidencia americana en 1996 y 2000 en una entrevista concedida a Human Events. Según Forbes, "un retorno al patrón oro por parte de los Estados Unidos en los próximos cinco años ahora resulta verosímil porque esa decisión ayudaría a la nación a resolver una variedad de problemas económicos, fiscales y monetarios".
Dice que "lo que hoy parece chocante podría convertirse en la opinión generalmente aceptada dentro de poco tiempo", ya que "un cambio así ayudaría a estabilizar el valor de dólar, devolver la confianza en los bonos del Gobierno americano entre los inversores extranjeros y desincentivaría el gasto federal insensato".
Forbes recuerda que "los Estados Unidos usaron con éxito el oro como base de valor del dólar americano durante unos 180 años hasta que el presidente Richard Nixon se embarcó en un experimento para acabar con esa práctica en 1970 que ha contribuido a una serie de problemas que el país está padeciendo ahora". Por este motivo, considera que "si el patrón oro hubiese estado vigente durante estos últimos años, el valor del dólar americano no se habría debilitado como lo ha hecho y se habría contenido el gasto federal excesivo".
El influyente editor se suma así al creciente número de figuras públicas que reclaman la convertibilidad del billete verde desde hace unos años. El congresista republicano Ron Paul, que lleva décadas defendiendo el regreso al patrón oro, ha sido uno de los más destacados divulgadores de esta propuesta que ahora está ganando adeptos. También el candidato al senado y gestor de fondos Peter Schiff. Y otros más insospechados como el ex presidente Bill Clinton, que vinculó el abandono del patrón oro a diversos problemas económicos actuales. En España, el patrón oro ha sido defendido por el Instituto Juan de Mariana.
El mes de abril (2011), James Grant, editor de Grant"s Interest Rate Observer y autor de Money of the Mind (1992), afirmó que Estados Unidos finalmente resolverá sus problemas de déficit y deuda "necesariamente dando el paso de restablecer la convertibilidad del dólar en oro". Y añadió que "lo que este país necesita es una tarjeta de débito, lo que tiene es una tarjeta de crédito y la tarjeta de crédito es el privilegio de ser la divisa de reserva". Así, Estados Unidos "se encaminarían hacia algo parecido al dinero honesto y la virtud, la virtud fiscal".
A principios de mayo (2011), Grant volvió a defender el patrón oro (aclarando que el de 1920 no fue un patrón oro auténtico) en una conferencia organizada por la New York Historical Society, centrándose en 6 puntos:
• Con el patrón oro los déficits de los últimos 40 años no habrían sido posibles.
• No se habría podido mantener los tipos de interés tan bajos que, a su vez, han propiciado la explosión del endeudamiento.
• Con el patrón oro, las burbujas eran mucho menos severas y, sin dinero barato, no alentaban la avaricia especuladora como ahora.
• La única forma de que el sistema bancario sea seguro es con reserva del 100% o con patrón oro.
• Como los déficits resultaban carísimos de mantener, se fortalecía la democracia al evitar la crisis de deuda soberana.
• El ciudadano común estaba mejor protegido frente a las burbujas originadas en el sector financiero.
En cuanto a los que se oponen al patrón oro por los costes de reajuste que supondría, Grant les comparó con los que dicen "detesto la música porque no me gusta Lady Gaga". Otro de los participantes en la conferencia afirmó que el euro es "una divisa imperfecta" y siguiendo con las comparaciones pintorescas aclaró que "todo el papel moneda" es "moneda papel de váter", aunque, en ese sentido, el dólar americano es, de vez en cuando, "de doble capa".
Pero no todos los partidarios del oro son partidarios acérrimos del patrón oro. Según el inversor Jim Rogers, "el patrón oro nunca ha funcionado realmente bien a largo plazo, ni el patrón plata, porque los políticos siempre encuentran una forma de esquivarlo. Lo devalúan, cambian las reglas o lo que sea. Basta con que te fijes en Roma". Por lo que su "solución sería no dictarle a la gente lo que debe usar como dinero. Una vez les das a los políticos el derecho a monopolizar el dinero, pueden hacer lo que les plazca".
– ¿Estamos preparados para una economía mundial multipolar? (Project Syndicate – 2/6/11)
(Por Justin Yifu Lin and Mansoor Dailami) Lectura recomendada
Washington, DC.- En un momento en que la economía global se ve afectada por una crisis de confianza, desequilibrios estructurales y perspectivas de crecimiento apagado, mirar diez años para adelante para predecir el curso del desarrollo exige un trabajo cuidadoso y algo más que sagacidad. Lo que se necesita es una estrategia multifacética que combine un sentido de la historia con un análisis meticuloso de las fuerzas actuales, como el cambio en el equilibrio del crecimiento global hacia el mundo emergente.
Un pronóstico de esta naturaleza también exige entender cómo las economías avanzadas aceptan ese cambio, y cómo el sistema monetario internacional se ajustará en consecuencia. Tras haber estudiado estos factores, creemos que la economía mundial está al borde de un cambio transformador -la transición hacia un orden económico mundial multipolar.
A lo largo de la historia, se trazaron y se volvieron a trazar paradigmas de poder económico de acuerdo con el ascenso y la caída de aquellos países mejor equipados para impulsar el crecimiento global y ofrecer estímulo a la economía global. La multipolaridad -vale decir, más de dos polos de crecimiento dominantes- a veces fue una característica clave de la economía mundial. Pero en ningún momento en la historia moderna los países en desarrollo estuvieron a la vanguardia de un sistema económico multipolar.
Todo está dado para que este patrón cambie. Para 2025, seis economías emergentes -Brasil, China, India, Indonesia, Corea del Sur y Rusia– en conjunto representarán aproximadamente la mitad del crecimiento global. El sistema monetario internacional probablemente deje de estar dominado por una moneda única a lo largo del mismo período. A medida que persigan oportunidades de crecimiento en el exterior y se vean alentadas por políticas mejoradas a nivel nacional, las corporaciones de los mercados emergentes desempeñarán un papel cada vez más prominente en los negocios globales y en las inversiones transfronterizas, mientras que grandes concentraciones de capital fronteras adentro les permitirán a las economías emergentes convertirse en actores elementales en los mercados financieros.
Conforme las economías emergentes dinámicas evolucionan para ocupar su lugar al timón de la economía mundial, se necesita repensar la estrategia convencional frente a la gobernancia económica global. El enfoque actual descansa en tres premisas: el vínculo entre el poder económico concentrado y la estabilidad; el eje Norte-Sur de flujos de capital, y la centralidad del dólar estadounidense.
Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, el orden económico global centrado en Estados Unidos se construyó en base a un conjunto complementario de acuerdos económicos y de seguridad tácitos entre Estados Unidos y sus socios principales, mientras que las economías emergentes desempeñaban un papel periférico. A cambio de que Estados Unidos asumiera la responsabilidad de mantener el sistema, actuara como mercado de último recurso y aceptara el papel internacional del dólar, sus socios económicos clave, Europa occidental y Japón, consintieron en los privilegios especiales de los que gozaba Estados Unidos -ganancias del cuño de monedas, autonomía doméstica en materia de políticas macroeconómicas y flexibilidad de la balanza de pagos.
En líneas generales, hoy este acuerdo todavía sigue en pie, aunque hace un tiempo se pudieron ver indicios de su erosión. Los beneficios que obtuvieron las economías emergentes a partir de expandir su presencia en el comercio y las finanzas internacionales son sólo un ejemplo de ello.
Una economía global cada vez más multipolar probablemente cambie la manera en que el mundo lleva a cabo los negocios internacionales. Una cantidad de firmas de los mercados emergentes dinámicos van camino a dominar sus sectores industriales a nivel global en los próximos años -de la misma manera en que lo hicieron las compañías basadas en las economías avanzadas en los últimos cincuenta años-. En el futuro, estas firmas probablemente presionen para que se implementen reformas económicas a nivel nacional, y actuarán como una fuerza que impulse una mayor integración de sus países de origen en el comercio y las finanzas globales.
De modo que tal vez llegó el momento de avanzar con el tipo de marco multilateral para regular las inversiones transfronterizas que tantas veces descarriló desde los años 1920. A diferencia de las relaciones comerciales y monetarias internacionales, no existe ningún régimen multilateral para promover y gobernar la inversión transfronteriza.
Por ahora, el dólar estadounidense sigue siendo la moneda internacional más importante. Pero este dominio se está desvaneciendo, como quedó demostrado por su uso menguante como moneda de reserva oficial, así como para facturar bienes y servicios, denominar reclamos internacionales y anclar tipos de cambio.
El euro representa el mayor competidor del dólar, siempre que la eurozona resuelva exitosamente su actual crisis de deuda soberana a través de rescates y de reformas institucionales de más largo plazo que salvaguarden los réditos de un proyecto de mercado único en vigencia desde hace mucho tiempo. Pero las monedas de los países en desarrollo sin duda se volverán más prominentes en el más largo plazo.
El volumen y dinamismo de la economía de China, y la rápida globalización de sus corporaciones y bancos, hacen que el renminbi muy probablemente asuma un papel internacional más importante. En Horizontes de Desarrollo Global 2011, el Banco Mundial presenta lo que considera el escenario monetario global más probable en 2025 -un acuerdo de múltiples monedas centrado en el dólar, el euro y el renminbi-. Este escenario está respaldado por la probabilidad de que Estados Unidos, la eurozona y China constituyan los tres polos de crecimiento más importantes de ese momento.
Finalmente, la comunidad financiera internacional debe asumir su responsabilidad de asegurar que la agenda de desarrollo siga siendo una prioridad. Los países con influencia económica global tienen la responsabilidad especial de aceptar que sus acciones políticas tienen importantes efectos de derrame en otros países. Por lo tanto, deberían acoger en particular todas aquellas iniciativas de política monetaria que hagan hincapié en una mayor colaboración entre los bancos centrales a fin de alcanzar una estabilidad financiera y un crecimiento sostenible en la liquidez global.
A pesar del considerable progreso que hicieron los países en desarrollo a la hora de integrarse en los canales comerciales y financieros internacionales, todavía hay mucho trabajo por hacer para asegurar que compartan el peso de mantener el sistema global en el que tienen una participación cada vez mayor. Al mismo tiempo, es esencial que los principales países desarrollados diseñen políticas que tomen en cuenta su creciente interdependencia con los países en desarrollo. Cada vez más, la gobernancia global dependerá de apalancar esa interdependencia para fortalecer la cooperación internacional y fomentar la prosperidad a nivel mundial.
(Justin Yifu Lin es economista jefe del Banco Mundial. Mansoor Dailami es uno de los autores principales de Horizontes de Desarrollo Global, y gerente del Equipo de Tendencias Globales Emergentes del Grupo de Perspectivas de Desarrollo del Banco Mundial. Copyright: Project Syndicate, 2011)
– El optimismo excesivo y otros prejuicios económicos de nuestros líderes (The Wall Street Journal – 3/8/11)
(Por Henry Kaufman) Lectura recomendada
Necesitamos de manera urgente nuevas formas de pensar el comportamiento del mercado de parte de nuestros pensadores económicos y líderes políticos. Es lamentable que sigua siendo muy difícil que quienes han dominado el pensamiento económico y la vida política en las últimas décadas piensen de formas completamente nuevas.
Mi propia profesión, la economía, no se ha distinguido en las últimas décadas. Monetaristas clásicos han perdido su equilibrio en tanto la definición del dinero se volvió escurridiza a raíz de la cambiante estructura de los mercados financieros. Los keynesianos no alcanzaron sus objetivos ya que las respuestas de política fiscal quedaron rezagadas ante las necesidades económicas. El mayor fracaso ha sido la moderación fiscal a tiempo para prevenir excesos económicos y financieros.
Las expectativas racionales constituyen otra teoría económica con aceptación en el mundo académico. Fue descripta recientemente por Roman Frydman y Michael Goldberg en su libro "Más allá de los mercados mecánicos" como que parte de una premisa de que el mundo está "conformado por reglas mecánicas totalmente especificadas que se supone que capturen la toma de decisiones individual y los resultados del mercado en todo momento". Las expectativas racionales alentaron los modelos matemáticos del comportamiento económico y financiero, y llevaron a la comunidad académica a minimizar la importancia de los cambios estructurales en el comportamiento económico y financiero.
Académicos y economistas del sector privado por igual están muy influenciados por los sesgos de comportamiento. En conjunto, tales sesgos desalientan a los analistas y participantes del mercado a aceptar la probabilidad de pánicos, crisis y otros contratiempos financieros. Consideremos, por ejemplo, la muy humana propensión a minimizar el riesgo y evitar el aislamiento. Es reconfortante correr con la multitud. Hacerlo reduce la probabilidad de ser el único equivocado.
Cuando se trata de mirar hacia delante, es inevitable que miremos al pasado como referencia. Sin embargo, es importante tener en cuenta que la historia nunca se repite de manera exacta, sino que más bien rima (como se dice que dijo Mark Twain). El verdadero reto es identificar lo que es diferente en la actualidad en relación al pasado. Las ecuaciones matemáticas basadas en los datos históricos no son capaces de hacer tales juicios.
Otro importante sesgo cognitivo es que a la mayoría le resulta muy difícil cambiar de parecer. Es poco probable que un economista que ha ganado reconocimiento a través de los años escribiendo y desarrollando una teoría económica y financiera cambie sus conclusiones a la luz de la evidencia contraria.
También hay un claro sesgo contra las predicciones negativas. Hasta donde yo sé, ningún presidente estadounidense, presidente del Consejo de Asesores Económicos, secretario del Tesoro de EEUU o titular de la Reserva Federal ha pronosticado alguna vez una recesión económica. Además, las grandes empresas e instituciones financieras evitan hablar de las dificultades a corto plazo.
La última crisis financiera no fue la excepción. Pocos meses antes de que la crisis reciente alcanzara su punto más profundo en 2008, muchos funcionarios señalaron que los problemas en el mercado inmobiliario estaban bien contenidos.
Hay muchas razones para este sesgo, en particular el hecho de que las proyecciones económicas y financieras negativas traen consecuencias negativas. Tales pronósticos pueden acortar las carreras de líderes políticos, interferir con las aspiraciones de líderes de negocios y finanzas, y poner en peligro el historial de desempeño de los administradores financieros. ¡E incluso cuando dan en el blanco!
Los economistas y analistas de negocios, en especial aquellos empleados por instituciones que aconsejan a inversionistas -aquellas involucradas en actividades como corretaje y banca de inversión- se enfrentan a la difícil tarea de mantener la objetividad. Sólo la denominación de asesores de inversionistas sugiere que sus análisis deberían ayudar a promover una operación de corretaje o la distribución de nuevos valores.
Para reducir al mínimo la posibilidad de un sesgo, los jefes de investigación de instituciones financieras involucradas en una amplia variedad de actividades deberían ser miembros de la alta gerencia y no reportar -como ocurre en la actualidad- a quien está al frente de una unidad operativa, como transacciones, ventas o banca de inversión.
A pesar de todos los avanzados modelos econométricos y otras técnicas nuevas a disposición de los economistas de hoy, simplemente no observan el mundo de forma tan confiable y predecible como los expertos en ciencias físicas, y no pueden ejecutar el mismo tipo de experiencias controladas. La suya es una ciencia humana moldeada a menudo por acciones humanas impredecibles.
Por desgracia, todavía no veo ninguna nueva conciencia o iluminación en el campo económico y financiero. En medio de los intentos por dejar atrás las secuelas de las conmociones recientes, todavía enfrentamos fuertes vientos en contra. Aún son demasiados los activos financieros que no aparecen con precios razonables en los libros. Tanto en EEUU como en Europa, una supervisión gubernamental efectiva sigue siendo dudosa.
Por un lado, hay economistas que instan a continuar la fuerte estimulación de la política fiscal. Se supone que eso aumentará el gasto y la solicitud de financiamiento por parte del sector privado. Pero difícilmente eso logre que la deuda de los hogares y el crecimiento total de la deuda se alineen de forma sustentable.
Otros economistas impulsan un endurecimiento de la política monetaria y la desaceleración de la expansión de la política fiscal. Eso bien puede poner en riesgo de estancamiento a una economía ya en estado anémico.
El problema intratable es una deuda excesiva. ¿Cómo podemos lidiar efectivamente con eso? Las respuestas de ayer ya no parecen relevantes. Es casi seguro que los nuevos paradigmas surgirán, no de la mente de los funcionarios actuales, sino más bien de las filas de los líderes del mañana.
(Kaufman es presidente de Henry Kaufman & Company Inc. y autor de "The Road to Financial Reformation: Warnings, Consequences, Reforms" – 2009)
– La economía de la felicidad (Project Syndicate – 29/8/11)
(Por Jeffrey D. Sachs) Lectura recomendada
Nueva York.- Vivimos en una época de vértigo. A pesar de la riqueza total sin precedentes del mundo, existe una gran inseguridad, un gran malestar y una gran insatisfacción. En Estados Unidos, una amplia mayoría de los norteamericanos cree que el país está "en el camino equivocado". El pesimismo se disparó. Lo mismo es válido en muchos otros lugares.
Frente a este contexto, llegó la hora de volver a considerar los motivos básicos de felicidad en nuestra vida económica. La búsqueda implacable de un mayor ingreso está conduciendo a una desigualdad y a una ansiedad sin precedentes, y no a una mayor felicidad y satisfacción en la vida. El progreso económico es importante y puede mejorar marcadamente la calidad de vida, pero sólo si es un objetivo que se persigue junto con otros.
En este sentido, el reino de Bután en el Himalaya viene liderando el camino. Hace cuarenta años, el joven y flamante cuarto rey de Bután hizo una elección notable: Bután debía perseguir la "felicidad nacional bruta" (FNB) en lugar del producto interno bruto. Desde entonces, el país ha experimentado una estrategia alternativa y holística para el desarrollo que hace hincapié no sólo en el crecimiento económico, sino también en la cultura, la salud mental, la compasión y la comunidad.
Decenas de expertos recientemente se reunieron en la capital de Bután, Thimphu, para analizar la experiencia del país. Fui uno de los anfitriones junto con el primer ministro de Bután, Jigme Thinley, un líder en materia de desarrollo sustentable y un gran defensor del concepto de FNB. Nos reunimos tras una declaración de la Asamblea General de las Naciones Unidas del mes de julio que instó a los países a examinar de qué manera las políticas nacionales pueden promover la felicidad en sus sociedades.
Todos los que nos reunimos en Thimphu coincidimos en la importancia de buscar la felicidad en lugar del ingreso nacional. La cuestión que analizamos es cómo alcanzar la felicidad en un mundo que se caracteriza por la rápida urbanización, los medios masivos, el capitalismo global y la degradación ambiental. ¿De qué manera nuestra vida económica se puede reordenar para recrear una sensación de comunidad, confianza y sustentabilidad ambiental?
He aquí algunas de las conclusiones iniciales. Primero, no deberíamos denigrar el valor del progreso económico. Cuando la gente tiene hambre, carece de las necesidades básicas como agua potable, atención médica y educación, y no tiene un empleo digno, sufre. El desarrollo económico que alivia la pobreza es un paso vital para fomentar la felicidad.
Segundo, la búsqueda incesante del PIB sin tener en cuenta otros objetivos tampoco conduce a la felicidad. En Estados Unidos, el PIB aumentó marcadamente en los últimos 40 años; no así la felicidad. Por el contrario, la búsqueda inquebrantable del PIB llevó a grandes desigualdades en materia de riqueza y poder, alimentó el crecimiento de una vasta subclase, sumergió a millones de niños en la pobreza y causó una seria degradación ambiental.
Tercero, la felicidad se logra a través de una estrategia equilibrada frente a la vida tanto de parte de los individuos como de las sociedades. Como individuos, no somos felices si se nos niegan nuestras necesidades elementales, pero tampoco somos felices si la búsqueda de mayores ingresos remplaza nuestra dedicación a la familia, los amigos, la comunidad, la compasión y el equilibrio interno. Como sociedad, una cosa es organizar las políticas económicas para que los niveles de vida aumenten, y otra muy distinta es subordinar todos los valores de la sociedad a la búsqueda de ganancias.
Sin embargo, la política en Estados Unidos cada vez más permitió que las ganancias corporativas dominaran todas las demás aspiraciones: imparcialidad, justicia, confianza, salud física y mental y sustentabilidad ambiental. Los aportes corporativos a la campaña cada vez socavan más el proceso democrático, con la bendición de la Corte Suprema de Estados Unidos.
Cuarto, el capitalismo global plantea muchas amenazas directas a la felicidad. Está destruyendo el medio ambiente natural a través del cambio climático y otros tipos de contaminación, mientras que una corriente implacable de propaganda de la industria petrolera hace que mucha gente desconozca esta situación. Está debilitando la confianza social y la estabilidad mental, mientras que la prevalencia de la depresión clínica aparentemente está en aumento. Los medios masivos se han convertido en lugares desde donde transmitir los "mensajes" corporativos, muchos de ellos manifiestamente en contra de la ciencia, y los norteamericanos padecen un creciente rango de adicciones de consumo.
Consideremos de qué manera la industria de la comida rápida utiliza aceites, grasas, azúcar y otros ingredientes adictivos para crear una dependencia poco saludable de alimentos que contribuyen a la obesidad. Un tercio de los norteamericanos hoy son obesos. En definitiva, el resto del mundo seguirá sus pasos a menos que los países restrinjan las prácticas corporativas peligrosas, entre ellas la publicidad de alimentos adictivos y poco saludables para los jóvenes.
El problema no es sólo la comida. La publicidad masiva contribuye a muchas otras adicciones de consumo que implican grandes costos para la salud pública, entre ellas un tiempo excesivo frente al televisor, apuestas, consumo de drogas, tabaquismo y alcoholismo.
Quinto, para promover la felicidad, debemos identificar los muchos factores más allá del PIB que pueden aumentar o reducir el bienestar de la sociedad. La mayoría de los países invierten para medir el PIB, pero gastan muy poco para identificar las causas de la mala salud (como la comida rápida y el tiempo excesivo frente al televisor), la caída de la confianza social y la degradación ambiental. Una vez que entendamos estos factores, podremos actuar.
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