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Economías Fallidas

Enviado por Ricardo Lomoro


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

  1. ¿Nuevos paradigmas? (Adagio)
  2. ¿Políticas económicas globales? (Poco piú animato)
  3. ¡El casino aún sigue abierto! (Marcha fúnebre)
  4. Economías Fallidas (Finale)
  5. La amargura de la victoria (después de tantas viejas y queridas causas perdidas)

"Tenemos suficiente para las necesidades de todos, pero no para la codicia de unos pocos"

Gandhi

edu.red

Manifestación en Atenas contra las políticas de austeridad. En la pancarta pone: "La gente está sufriendo". /Simela Pantzartzi (EFE)

Estado Canalla (Rogue State) es un controvertido término aplicado por algunos teóricos internacionales a los estados que ellos consideran como una amenaza a la paz mundial. Esto resulta de la aplicación de determinados criterios como el estar dominados por un régimen autoritario que restrinja severamente los derechos humanos, que financia el terrorismo y busca la creación y proliferación de armas de destrucción masiva. El término es usado sobre todo por los Estados Unidos aunque también ha sido aplicado por otros países.

Noam Chomsky escribió un libro con ese título (Estados Canallas: el imperio de la fuerza en los asuntos mundiales – 2002, edición española). La mayor parte del mismo está dedicado principalmente a demostrar la culpabilidad de Estados Unidos en los crímenes más horrendos de las últimas décadas.

El carácter terrorista de los gobiernos estadounidenses alcanza el grado más escandaloso mediante el análisis del autor sobre la verdadera condición del Estado canalla que pretende declarar así a los estados desobedientes, mientras se erige como jefe absoluto de los que se consideran por encima de toda ley internacional debido a su poderío.

Usar a las Naciones Unidas cuando le conviene y realizar todo tipo de agresión directa de resultarle posible ha sido y es, de manera confesa, la canallada mayor de nuestro tiempo. Arrogarse ese derecho con los instrumentos de la fuerza y el engaño, sin el menor respeto a nada ni nadie, aspirando al aplauso, parece ser el destino que Estados Unidos pretende imponer en todo el mundo.

El estudio de los hechos desde el final de la II Guerra Mundial, el carácter público e interno de ellos, así como la comprobación fehaciente que permite la reciente desclasificación de documentos, hacen indudable cada afirmación de Chomsky sobre la típica doble moral de los gobiernos estadounidenses. Lo trágico de esas historias es que tienen como denominador común las masacres de seres humanos de muchas partes del mundo y la manipulación informativa que las justifique ante la opinión pública y, en especial, orientada principalmente a alcanzar el apoyo del pueblo norteamericano.

Estados Canallas deja al desnudo cada justificación imperialista para sus agresiones y demuestra con sólidos argumentos la complicidad de Estados Unidos en toda acción genocida y terrorista, fundamentalmente desde la década del 60. Millones de víctimas en todo el mundo, sean indonesios, vietnamitas, serbios, palestinos, nicaragüenses y cubanos, por solo citar algunos de la gran cantidad de países agredidos, perdieron sus vidas por el derecho que se arroga Estados Unidos de estar por encima de toda ley internacional y carecer de la más elemental ética. Pareciera que aquel pensamiento filosófico de que entre los poderosos y los débiles la libertad es la que suprime y la ley la que libera, es hoy el dilema que vive la humanidad.

El término Estado Fallido es empleado por periodistas y comentaristas políticos para describir un Estado soberano que, se considera, ha fallado en la garantía de servicios básicos. Con el fin de hacer más precisa la definición, el centro de estudio "Fund for Peace" ha propuesto los siguientes parámetros:

-Pérdida de control físico del territorio, o del monopolio en el uso legítimo de la fuerza.

Erosión de la autoridad legítima en la toma de decisiones.

-Incapacidad para suministrar servicios básicos.

-Incapacidad para interactuar con otros Estados, como miembro pleno de la comunidad internacional.

Por lo general, un Estado fallido se caracteriza por un fracaso social, político y económico, caracterizándose por tener un gobierno tan débil o ineficaz, que tiene poco control sobre vastas regiones de su territorio, no provee ni puede proveer servicios básicos, presenta altos niveles de corrupción y de criminalidad, refugiados y desplazados, así como una marcada degradación económica. Sin embargo, el grado de control gubernamental que se necesita, para que un Estado no se considere como fallido, presenta fuertes variaciones. Más notable aun, el concepto mismo de Estado fallido es controvertido, sobre todo cuando se emplea mediante un argumento de autoridad, y puede tener notables repercusiones geopolíticas.

En un sentido amplio, el término se usa para describir un Estado que se ha hecho ineficaz, teniendo sólo un control nominal sobre su territorio en el sentido de no tener grupos armados desafiando directamente la autoridad del Estado, no poder hacer cumplir sus leyes debido a las altas tasas de criminalidad, a la corrupción extrema, a un extenso mercado informal, burocracia impenetrable, ineficacia judicial, interferencia militar en la política.

He querido utilizar el titulo de Economías Fallidas en este Paper con la intención de destacar (y debatir) el fracaso del modelo económico globalizador, librecambista, privatizador, desregulador, deslocalizador, financiero y especulativo, que se ha venido aplicando en las últimas décadas y que ha tenido su eclosión (implosión) en el año 2008 (y continúa). Adicción al crédito, ficción y quiebra. La era de la codicia autodestructiva.

Economías fallidas son aquellas que han sustituido a la economía real por la economía especulativa.

Economías fallidas son aquellas donde se han socializado las perdidas y privatizado las ganancias.

Economías fallidas son aquellas donde se ha destruido empleo.

Economías fallidas son aquellas donde ha habido un reparto desigual de la riqueza.

Economías fallidas son aquellas donde ha crecido la pobreza.

Economías fallidas son aquellas donde los jóvenes han sido condenados a ser más pobres que sus padres.

Economías fallidas son aquellas donde se ha "parado" el ascensor social.

Economías fallidas son aquellas donde se ha "robado" el futuro.

Economías fallidas son aquellas donde se han "transformado" los sueños en pesadillas.

Economías fallidas son aquellas donde se han facilitado los crímenes corporativos.

Economías fallidas son aquellas donde se ha promovido la trampa de la globalización.

Economías fallidas son aquellas donde se ha destruido la confianza.

Economías fallidas son aquellas que han originado la nueva era de las desigualdades.

Economías fallidas son aquellas que han dejado al mundo sin rumbo…

Tres años después del casi colapso de la economía mundial, la débil recuperación se agotó en la mayoría de los países desarrollados, y la inercia económica de la misma arrastrará al resto. A noviembre de 2011, los expertos vaticinan una recesión de "doble caída", pero en algunos países -aún- la primera caída no ha finalizado.

Mientras el mundo se espanta con WikiLeaks, se entretiene con Facebook y confía en guardar sus secretos en la "nube"… en el hemisferio norte (otrora desarrollado, civilizado, democrático, previsible…) se empeñan, una y otra vez, en "africanizarse", en "latinoamericanizarse"… en fin, en llevar al Primer Mundo hacia el Tercer Mundo. Y lo más grave, es que lo están logrando. Pronto los países "emergentes" (antes "sumergentes"), terminarán donando el 0,7% de su PIB (¿remember?), para ayudar al desarrollo de los países antes "ricos". Entonces la ONU propondrá aplicar las Metas del Milenio (¿remember?) para erradicar la pobreza de los países avanzados… Una limosnita por el amor de Dios… ¡Joder!

Algunos "twits" sobre "Economías Fallidas" (un pequeño aperitivo, después hay más):

Estados Unidos firma un tratado con Taiwán por el cual protegerá a Taiwán si es invadida por los chinos. Hay sólo un problema con eso: ¡EEUU tiene que tomar prestado el dinero de China para hacerlo! (noviembre 2011)

La Unión Europea envía un representante de alto nivel para mendigar a China que compre deuda del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, que ella misma no compra; también se arrodilla en las alfombras de los déspotas petroleros de Oriente Medio, con el mismo propósito, e igual penoso resultado -además de la indignidad. (noviembre 2011)

El Reino Unido se humilla antes los oligarcas rusos con tal que mantengan activo el mercado inmobiliario británico y gasten parte de su fortuna en Knightsbridge.

El presidente de Angola, Jose Eduardo Dos Santos, señala que su país está listo para ayudar a Portugal, su ex potencia colonial, a luchar contra la crisis financiera. Diversos analistas esperan que la economía de Portugal se contraiga en 2,8% el próximo año, mientras que los pronósticos para Angola indican que crecería un 12%. Las inversiones de Angola en Portugal aumentaron considerablemente en los últimos años y los analistas esperan que esa tendencia siga con el proyecto de privatizar varias empresas portuguesas. (18/11/11)

El cuarto disco del ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi, titulado "El verdadero amor" y realizado en colaboración con el compositor Mariano Apicella, ha salido a la venta en todas las tiendas italianas, dos semanas después de que "Il Cavaliere" anunciara su dimisión como primer ministro de Italia. Entre los títulos que contiene el disco están "Si se acabara el mundo", "No lo sabrás más", "No te darás cuenta" y "Estoy muriendo". Las canciones, cantadas por Apicella, han sido escritas por "Il Cavaliere". (22/11/11)

Ante este "patético" panorama (del cual les adelanto una mínima muestra, aunque bastante representativa), la primera reflexión (para la "Obertura") es que lo único que podemos dejar a nuestros hijos y nietos es un legado repugnante de años de excesivo endeudamiento y apalancamiento. El crepúsculo económico de Occidente.

Lo único que se escucha son más alarmas sobre la crisis del déficit en EEUU, la crisis de la deuda en Europa, y elecciones o cambios de liderazgo, que actúan como factores de distracción, en EEUU, Europa y China. Las palabras "inestabilidad" y "contagio" abren los telediarios y encabezan los periódicos.

Eufemismos, farsas y absurdos: quantitative easing (USA), bonos de estabilidad (UE), línea de liquidez preventiva (FMI)… la FED que no se baja del helicóptero, el BCE que no se anima a subirse al helicóptero (Alemania no lo deja) y que le presta dinero al FMI, para que este, a su vez, se lo preste a los países europeos quebrados (en vez de hacerlo directamente, como la FED, el BoE, o el BoJ)… Entre el surrealismo y la hipocresía.

Todos perplejos ante la "prima de riesgo"; pero, para qué preocuparse por la "prima", si ya han "violado" a la madre, a la hija, a la hermana y hasta a la abuela. Puro cinismo.

La crisis se va llevando por delante la credibilidad de los bancos centrales, de los gobiernos y el proyecto Europeo; en tanto se espera el desenlace del "duelo al sol" que protagonizaban legisladores demócratas y republicanos en Estados Unidos sobre el límite de la deuda pública y un plan de reducción del déficit (22/11/11). Cada vez resulta más difícil tratar de enderezar la situación (cuando no, imposible).

Para cerrar la "obertura", e invitarlos a seguir adelante con la lectura (y el debate) les ofrezco un gráfico muy sugerente y profético, publicado por The Wall Street Journal, el 21/11/11):

edu.red

Para esto ha servido la "danza macabra" de los adictos al crédito. Para eliminar la clase media americana y europea, y promover el surgimiento de la clase media china e india.

¿Serán los mismos líderes (?) de las "economías fallidas" los que nos saquen del modelo de "capitalismo unilateral" (cara, gano yo; cruz, tú pierdes) en que nos han metido? Mientras continuamos bailando al borde del precipicio, les dejo con una cita de Ortega y Gasset, a modo de respuesta preliminar:

"No podemos pedir el retorno de lo que fue la causa del trastorno"…

¿Nuevos paradigmas? (Adagio)

(Aunque el "personaje" no me merece ningún respeto, lo cito como comunicador del pensamiento del Fondo Monetario Internacional, en ese momento; luego, vaya a saber.)

– Nuevos paradigmas normativos para un mundo nuevo (Project Syndicate – 13/12/10)

(Por Dominique Strauss-Kahn) Lectura recomendada

Washington, DC.- A lo largo del último cuarto de siglo, la economía mundial ha disfrutado de un notable período de crecimiento estable y baja inflación. La llamada "gran moderación" dio a las autoridades una falsa sensación de seguridad sobre su capacidad para gestionar la economía y abordar las crisis financieras, pero, cuando la gran moderación experimentó la metástasis de la gran recesión, salieron a la luz los errores fatales del pensamiento establecido. Uno de los más notables fue el de lo deficientemente que entendíamos las vinculaciones entre el sistema financiero y la economía en sentido más amplio, además de las vinculaciones entre los países.

Hoy, cuando las autoridades buscan nuevos paradigmas para gestionar la economía en 2011 y más adelante, una mejor comprensión de esas vinculaciones será esencial para fomentar el crecimiento económico y reducir el riesgo de crisis. Igualmente importante es entender que mediante la cooperación podemos forjar una economía mundial más estable y más lograda para beneficio de todos los países.

Voy a intentar explicar lo que eso significa para tres objetivos normativos: crear un sector financiero más fuerte y más seguro, lograr un crecimiento más equilibrado y más estable y gestionar grandes corrientes de capitales inestables.

Un sistema financiero más fuerte y más seguro es la base de una economía lograda, lo que requiere una sólida reglamentación, con una normativa sensata para los mercados y las entidades financieros y, para velar por que todo el mundo se atenga a las reglas del juego, se deben supervisar intensamente las entidades financieras.

Ahora bien, incluso con las mejores normas y supervisión, seguirá habiendo crisis y ésa es la razón por la que necesitamos mecanismos eficaces de resolución para actuar con las entidades que se encuentren con dificultades y, por último, dadas las intensas influencias mutuas dentro del sector financiero y en toda la economía en sentido más amplio, necesitamos un marco global para gestionar los riesgos en el sistema financiero en conjunto.

Ya se ha hecho mucho para hacer avanzar la reforma reglamentadora, en particular el reciente acuerdo para fortalecer el capital de los bancos (Basilea III). Aun así, distamos de contar con la supervisión necesaria para una aplicación idónea de las normas. Todavía no se han conseguido unos eficaces mecanismos de resolución y marcos sistémicos y sigue siendo una tarea incluso más difícil.

Pasando a la economía en sentido más amplio, hemos aprendido que, para ser sólido, el crecimiento debe ser equilibrado. En el nivel nacional, requiere instrumentos para prevenir la posibilidad de que los excesos en un sector derriben toda la economía. En el nivel mundial, requiere una mejor distribución del crecimiento en todos los países, para prevenir desequilibrios desestabilizadores.

¿Cuáles son las consecuencias para la política macroeconómica?

La política monetaria debe dejar de estar exclusivamente centrada en una inflación baja y estable y prestar una atención mucho mayor a la estabilidad financiera. Lo que ahora está en debate es cómo exactamente incluir ese imperativo en la política monetaria y cómo coordinar la labor de las autoridades monetarias y reglamentadoras.

En el caso de la política fiscal, la crisis demostró el valor del mantenimiento de una deuda pública y unos déficits bajos durante los buenos tiempos: los países con haciendas públicas más sólidas tienen más margen para amortiguar las repercusiones económicas de las crisis, pero la gran recesión ha hecho que la deuda pública y los déficits se dispararan en muchas economías avanzadas.

La rapidez con que se deba lanzar la reducción fiscal -y el equilibrio adecuado entre mayores impuestos y menor gasto- variará según los países, al reflejar factores como la solidez de la recuperación económica, el interés de los mercados por la deuda y los coeficientes iniciales entre gasto e ingresos, pero el objetivo común de la política fiscal debe ser el de apoyar un crecimiento y una creación de empleo duraderos a medio plazo.

Otra cuestión importante es la de la distribución de la renta. En los años inmediatamente anteriores a la crisis, la desigualdad aumentó en muchos países, con consecuencias preocupantes para la cohesión social. La desigualdad cada vez mayor puede haber aumentado también la vulnerabilidad a la crisis: al haber menos personas con capacidad para recurrir a los ahorros en malos tiempos, la repercusión en el crecimiento es aún mayor.

Pasando a la dimensión internacional, resulta decisivo entender mejor cómo influyen indirectamente en otras economías las políticas adoptadas en un país. Ese es el enfoque que ha inspirado las medidas del G-20 para lograr un crecimiento mundial fuerte, estable y equilibrado. También el Fondo Monetario Internacional está intensificando su labor en ese sector, mediante "informes sobre las influencias indirectas" relativos a China, la zona del euro, el Japón, el Reino Unido y los Estados Unidos.

También es importante obtener una comprensión mejor de las vinculaciones financieras entre los países. Durante la crisis, hemos visto lo rápidamente que el capital abandonó los países antes considerados apuestas seguras. Hoy muchos de esos países se tambalean a consecuencia de un auténtico tsunami de dinero que regresa.

Las autoridades de muchos países con mercados en ascenso están preocupadas porque un aumento repentino de las entradas de capitales aprecie el valor de su divisa, desestabilice los mercados financieros y alimente un recalentamiento económico. Sus reacciones van desde comprar el dinero extranjero para prevenir una apreciación de la divisa hasta la adopción de controles de capitales y, en casos extremos, impedir enteramente la entrada del dinero. La situación ha llegado a ser muy tensa y se ha hablado de "guerras de divisas" y de un riesgo real de proteccionismo financiero.

Es evidente que debemos conseguir entender mejor las causas de esas corrientes de capitales. También debemos determinar las políticas mejores para abordarlas, teniendo presentes sus repercusiones en la economía mundial en conjunto, y debemos examinar la posible utilidad de un sistema de normas mundiales encaminadas a reducir la inestabilidad de las corrientes de capital.

Una importante cuestión conexa es la de lograr la seguridad financiera mundial. Así como una familia protege sus ahorros con seguros, los países deben poder recurrir a una red de seguridad financiera mundial. Ya se ha logrado mucho desde que comenzó la crisis mediante el aumento de los recursos del FMI y nuevos instrumentos de financiación, pero hace falta más, por lo que el Fondo está estudiando la cooperación con mecanismos financieros regionales, además de nuevas formas de utilizar sus instrumentos en una crisis sistémica.

Voy a ensamblar todo esto.

Una fallo normativo principal en el período inmediatamente anterior a la crisis fue una muestra de falta de imaginación: no comprendimos lo intricada que había llegado a ser la red financiera y económica mundial. Debemos procurar que nuestro próximo fallo no sea consecuencia de la falta de cooperación. Debemos superar las antiguas líneas divisorias -tanto dentro de las economías como entre ellas- y cooperar para forjar una economía mundial más sólida y más resistente.

(Dominique Strauss-Kahn es Director Gerente del Fondo Monetario Internacional. Copyright: Project Syndicate, 2010)

– La búsqueda oficial de la felicidad (Project Syndicate/Institute for Human Sciences, 2011 – 4/1/11)

(Por Derek Bok) Lectura recomendada

Cambridge.- En un momento de presupuestos ajustados y crisis financiera, los políticos hoy miran al crecimiento económico como la pieza central de sus programas de políticas internas. Se considera al producto bruto interno como el indicador principal del bienestar nacional. Pero, si analizamos el año 2011 y más allá, deberíamos preguntarnos: ¿es realmente acertado asignarle tanta importancia al crecimiento?

Es cierto, muchos estudios confirmaron que las naciones más solventes tienden a ser más felices que las pobres, y que la gente rica normalmente está más satisfecha que sus compatriotas menos adinerados. Sin embargo, otros hallazgos de varios países a los que les va relativamente bien, como Corea del Sur y Estados Unidos, sugieren que la gente allí básicamente no está más feliz hoy que hace 50 años, a pesar de que se duplicó o se cuadruplicó el ingreso promedio per cápita.

Es más, en un reciente estudio canadiense, se determinó que la gente más feliz residía en las provincias más pobres, como Newfoundland y Nova Scotia, mientras que los ciudadanos en las provincias más ricas, en particular Ontario y British Columbia, figuraban entre los menos felices. Como la felicidad, en definitiva, es lo que más quiere la gente, mientras que la riqueza es sólo un medio para alcanzar ese fin, la prioridad que hoy se le adjudica al crecimiento económico parecería ser un error.

Lo que parece claro a partir de esta investigación es que la gente no sabe predecir acertadamente qué la hará feliz o la pondrá triste. Las personas se concentran demasiado en sus respuestas iniciales a los cambios en sus vidas y pasan por alto lo rápido que se desvanece el placer de un auto nuevo, un aumento de sueldo o un traslado a climas más soleados, cosas que nos las hacen más felices que antes. Es peligroso, entonces, que los políticos se confíen simplemente en las encuestas de opinión y los grupos de enfoque para descubrir qué es lo que verdaderamente mejorará la felicidad de la gente.

En los resultados obtenidos hasta la fecha, sin embargo, surgieron dos conclusiones que parecen especialmente útiles para que evalúen los planificadores de políticas. Primero, la mayoría de las cosas que sí generan una satisfacción duradera para los individuos también son buenas para otra gente -matrimonios sólidos y relaciones estrechas de todo tipo, ayudar a los demás, participar en asuntos cívicos y un gobierno efectivo, honesto y democrático-. En consecuencia, las políticas que promueven el bienestar individual tienden a beneficiar también a la sociedad.

Segundo, las experiencias que aportan placer duradero o infelicidad no siempre tienen una alta prioridad en los círculos gubernamentales. Por ejemplo, tres aflicciones médicas que crean un malestar especialmente agudo y duradero –depresión clínica, dolor crónico y trastornos del sueño- son enfermedades que normalmente se pueden tratar con éxito, para gran alivio de quienes las padecen. Pero esta gente frecuentemente no recibe el tratamiento adecuado por parte de los sistemas de atención sanitaria.

La respuesta natural a todo esto es preguntar si la investigación sobre la felicidad es, en verdad, lo suficientemente confiable para ser utilizada por los planificadores de políticas. Los investigadores le prestaron particular atención a esta cuestión y, después de muchas pruebas, descubrieron que las respuestas que la gente da a preguntas sobre su bienestar parecen corresponder bastante bien con evidencia más objetiva.

La gente que dice ser feliz tiende a vivir más, suicidarse y consumir drogas y alcohol con menos frecuencia, ser ascendida con más asiduidad por sus empleadores y disfrutar más de buenos amigos y matrimonios duraderos. Las evaluaciones que hacen de su bienestar también concuerdan bastante con las opiniones de amigos y familiares.

De modo que, en general, las estadísticas sobre la felicidad parecen ser tan precisas como muchas de las estadísticas utilizadas regularmente por los políticos, como las encuestas de opinión pública, las tasas de pobreza o, para el caso, el crecimiento del PBI –que, en su totalidad, están plagados de imperfecciones.

Por supuesto, la investigación sobre la felicidad todavía es reciente. Aún quedan muchos interrogantes por explorar, algunos estudios carecen de suficiente evidencia confirmatoria y otros, como aquellos que involucran el crecimiento económico, arrojaron resultados contradictorios.

En consecuencia, sería prematuro basar nuevas políticas audaces exclusivamente en la investigación sobre la felicidad, o seguir el ejemplo del pequeño reino de Bután y adoptar la Felicidad Nacional Bruta como el principal objetivo de la nación. Sin embargo, los hallazgos pueden resultarles útiles a los legisladores incluso hoy -por ejemplo, para analizar las prioridades entre varias iniciativas plausibles o para identificar nuevas posibilidades de intervenciones en políticas que merecen un mayor estudio.

Al fin y al cabo, los gobiernos deberían seguir el ejemplo de Gran Bretaña y Francia y considerar la publicación de estadísticas regulares sobre tendencias en el bienestar de sus ciudadanos. Estos hallazgos seguramente estimularán una discusión pública útil al mismo tiempo que arrojarán datos valiosos para que utilicen los investigadores.

Más allá de esto, ¿quién sabe? Una mayor investigación sin duda ofrecerá información más detallada y confiable sobre los tipos de políticas que le aportan felicidad a la gente. Algún día, quizá, los funcionarios públicos incluso puedan utilizar la investigación para documentar sus decisiones. Después de todo, ¿qué podría importarles más a sus electores que la felicidad? En una democracia, al menos, eso seguramente debería significar algo.

(Derek Bok, decano de la Universidad de Harvard entre 1971 y 1991 y entre 2006 y 2007, es el autor de The Politics of Happiness (Princeton University Press, 2010) (La política de la felicidad). Copyright: Project Syndicate/Institute for Human Sciences, 2011)

– Nuevas reglas para la economía global (Project Syndicate – 10/1/11)

(Por Dani Rodrik) Lectura recomendada

Cambridge.- Supongamos que los principales estrategas políticos del mundo se volvieran a reunir en Bretton Woods, New Hampshire, para diseñar un nuevo orden económico global. Naturalmente estarían preocupados por los problemas de hoy: la crisis de la eurozona, la recuperación global, la regulación financiera, los desequilibrios macroeconómicos internacionales y demás. Pero abordar estas cuestiones exigiría que los líderes reunidos se elevaran por encima de ellas y consideraran la solidez de los acuerdos económicos globales en general.

He aquí siete principios lógicos de gobernancia económica global sobre los que podrían llegar a un acuerdo (los analizo con más detalle en mi nuevo libro, The Globalization Paradox).

1. Los mercados deben estar profundamente incorporados a los sistemas de gobernancia. La idea de que los mercados se autorregulan recibió un golpe mortal en la reciente crisis financiera y se la debería enterrar de una vez por todas. Los mercados requieren que otras instituciones sociales los respalden. Se basan en tribunales, marcos legales y reguladores para establecer e implementar reglas. Dependen de funciones estabilizadoras que ofrecen los bancos centrales y la política fiscal contracíclica. Necesitan el compromiso político que la tributación redistributiva, las redes de seguridad y el seguro social ayudan a generar. Y todo esto es válido también para los mercados globales.

2. Para el futuro previsible, la gobernancia democrática quizá se organice básicamente dentro de comunidades políticas nacionales. El estado nacional vive, si no del todo bien, y sigue siendo esencialmente la mejor alternativa. La búsqueda de gobernancia global es algo absurdo. Es improbable que los gobiernos nacionales cedan un control significativo a instituciones trasnacionales, y las reglas armonizadoras no beneficiarían a sociedades con necesidades y preferencias diversas. La Unión Europea puede ser la única excepción para este axioma, aunque su crisis actual tiende a demostrar que es así.

Con demasiada frecuencia derrochamos la cooperación internacional en objetivos excesivamente ambiciosos, produciendo en definitiva resultados débiles que son el denominador común más bajo entre los principales estados. Cuando la cooperación internacional sí "tiene éxito", genera reglas que o son ineficaces o reflejan las preferencias sólo de los estados más poderosos. Las reglas de Basilea sobre los requerimientos de capital y las reglas de la Organización Mundial del Comercio sobre los subsidios, la propiedad intelectual y las medidas de inversión tipifican este tipo de extralimitación. Podemos mejorar la eficiencia y legitimidad de la globalización respaldando y no entorpeciendo los procedimientos democráticos en casa.

3. Prosperidad pluralista. Reconocer que la infraestructura institucional medular de la economía global debe construirse a nivel nacional libera a los países para desarrollar las instituciones que más les convienen. Estados Unidos, Europa y Japón produjeron cantidades comparables de riqueza en el largo plazo. Sin embargo, sus mercados laborales, la gobernancia corporativa, las leyes antimonopólicas, la protección social y los sistemas financieros difieren considerablemente, y siempre hubo una sucesión de estos "modelos" –uno diferente cada década- a los que se ungía con el gran éxito a ser emulado.

Las sociedades más exitosas del futuro dejarán espacio para la experimentación y permitirán una mayor evolución de las instituciones. Una economía global que reconoce la necesidad y el valor de la diversidad institucional alentaría y no sofocaría esa experimentación y evolución.

4. Los países tienen derecho a proteger sus propias regulaciones e instituciones. Los principios previos pueden parecer inocuos. Pero conllevan fuertes implicancias que chocan con la opinión general de los defensores de la globalización. Una de esas implicancias es el derecho de los países individuales a salvaguardar sus elecciones institucionales internas. El reconocimiento de la diversidad institucional no tendría sentido si los países no tuvieran los instrumentos a su disposición para forjar y mantener -en una palabra, "proteger"- a sus propias instituciones.

Por lo tanto, deberíamos aceptar que los países puedan propugnar reglas nacionales -políticas fiscales, regulaciones financieras, normas laborales o leyes de salud y seguridad de los consumidores- y que puedan hacerlo levantando barreras en la frontera si fuera necesario, cuando el comercio ostensiblemente amenaza las prácticas domésticas que cuentan con un amplio respaldo popular. Si los impulsores de la globalización tienen razón, el clamor por protección no cundirá por falta de evidencia o apoyo. Si están equivocados, habrá una válvula de seguridad destinada a asegurar que los valores en pugna -los beneficios de economías abiertas frente a los réditos derivados de implementar regulaciones domésticas- sean escuchados de manera apropiada en los debates públicos.

5. Los países no tienen derecho a imponerles sus instituciones a los demás. Utilizar restricciones al comercio o a las finanzas transfronterizos para defender valores y regulaciones en casa es muy diferente de usarlas para imponer esos valores y regulaciones a otros países. Las reglas de la globalización no deberían obligar a norteamericanos o europeos a consumir bienes que son producidos con métodos que la mayoría de los ciudadanos en esos países consideran inaceptables. Pero tampoco deberían permitirles a Estados Unidos o a la UE usar sanciones comerciales u otras presiones para alterar las reglas del mercado laboral, las políticas ambientales o las regulaciones financieras de países extranjeros. Los países tienen derecho a la diferencia, no a una convergencia impuesta.

6. Los acuerdos económicos internacionales deben establecer reglas para administrar la interacción entre instituciones nacionales. Basarse en los estados nacionales para que proporcionen las funciones de gobernancia esenciales de la economía mundial no implica que debamos abandonar las reglas internacionales. El régimen de Bretton Woods, después de todo, tenía reglas claras, aunque eran limitadas en su alcance y profundidad, Una discusión general completamente descentralizada no beneficiaría a nadie.

Lo que necesitamos son reglas de tráfico para la economía global que ayuden a los vehículos de diferente tamaño, forma y velocidad a navegar uno junto al otro, en lugar de imponer un auto idéntico o un límite de velocidad uniforme. Deberíamos esforzarnos por alcanzar una máxima globalización que sea coherente con un espacio para la diversidad en los acuerdos institucionales nacionales.

7. Los países no democráticos no pueden contar con los mismos derechos y privilegios en el orden económico internacional que las democracias. Lo que les otorga atractivo y legitimidad a los principios previos es que se basan en una deliberación democrática –donde ésta realmente ocurre, al interior de los estados nacionales-. Cuando los estados no son democráticos, este andamiaje colapsa. Ya no podemos suponer que sus acuerdos institucionales reflejan las preferencias de sus ciudadanos. De manera que las no democracias tienen que actuar con reglas diferentes, menos permisivas.

Estos son los principios que los arquitectos del próximo orden económico global deben aceptar. Más importante aún, deben comprender la máxima paradoja que cada uno de estos principios resalta: la globalización funciona mejor cuando no se la empuja demasiado lejos.

(Dani Rodrik es profesor de Economía Política en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la Universidad de Harvard y autor de One Economics, Many Recipes: Globalization, Institutions, and Economic Growth. Copyright: Project Syndicate, 2011)

La búsqueda desesperada de nuevas fórmulas de la felicidad para continuar engañando a la "manada"

El PIB no da felicidad… ¿y el empleo?… ¿y la distribución de los ingresos?…

"Los líderes políticos expresan un descontento cada vez mayor con el Producto Interno Bruto -una medida monetaria de todos los bienes y servicios que produce un país- como forma de medir el éxito de un país para mejorar los estándares de vida"… Los países buscan el éxito más allá del PIB (The Wall Street Journal – 14/1/11)

Mientras muchos están insatisfechos con la medida como indicador del progreso, para otros sigue siendo la más confiable.

El dinero no lo es todo. Pero para medir el éxito de los países, no es fácil encontrar un sustituto.

Los líderes políticos expresan un descontento cada vez mayor con el Producto Interno Bruto -una medida monetaria de todos los bienes y servicios que produce un país- como forma de medir el éxito de un país para mejorar los estándares de vida.

En noviembre (2011), el primer ministro británico David Cameron anunció planes de diseñar medidas de bienestar nacional que tomen en cuenta factores como la satisfacción de la gente, siguiendo una iniciativa similar del presidente francés Nicolas Sarkozy.

Sus esfuerzos apuntan directamente al núcleo de lo que se supone que debe tratar la economía: ¿qué nos coloca en mejores circunstancias? ¿cómo podemos todos tener más de eso? Sin embargo, cualquiera que espere una respuesta directa, saldrá desilusionado.

"La vida va más allá del PIB, pero será difícil idear una medida única para reemplazarlo y no estamos seguros de que una medida única sea la respuesta", indicó Paul Allin, director del Proyecto para el Bienestar Nacional de la Oficina Nacional de Estadísticas del Reino Unido. "Quizás vivimos en un mundo multidimensional y tenemos que acostumbrarnos a manejar una cantidad razonable de piezas de información".

Luego de una sesión sobre cómo crear un indicador de éxito nacional durante la reunión anual de la Asociación Económica Estadounidense (2011), Carol Graham, investigadora de la Brookings Institution, resumió la situación de esta forma: "Es como una ciencia nueva. Aún hay mucho trabajo por hacer".

Durante gran parte de las últimas cuatro décadas, los economistas han rumiado una paradoja que sembró dudas sobre el PIB como el principal indicador mundial de éxito.

La gente de países más ricos no parecía ser más feliz que la gente en países pobres. En investigaciones que comenzaron en la década de 1970, Richard Easterlin, economista de la Universidad de Pensilvania, no encontró evidencias de que hubiera una conexión entre los ingresos de un país -como se mide en el PBI per cápita- y los niveles de felicidad de la gente.

Estudios más recientes sugieren que el PIB no es tan malo como vara medidora. Utilizando más datos y diferentes técnicas estadísticas, tres economistas de la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania (Daniel Sacks, Betsey Stevenson y Justin Wolfers) descubrieron que un incremento porcentual del PIB por persona tiende a coincidir con un aumento similar en el bienestar reportado. La correlación se mantuvo a través de distintos países y a lo largo del tiempo.

De todos modos, para medir el éxito de las políticas, el PIB está lejos de ser ideal.

Hacer que todo el mundo trabaje 120 horas por semana podría impulsar de forma radical el PIB per cápita, pero no haría que la gente fuera más feliz. Eliminar los límites de polución podría impulsar el PIB por hora trabajada, pero no necesariamente llevaría a un mundo en el que quisiéramos vivir.

Una propuesta consiste en fortalecer el PIB con otros factores objetivos como desigualdad, ocio y expectativa de vida. En un artículo presentado recientemente en la reunión de la Asociación Económica Estadounidense, los economistas de la Universidad de Stanford Peter Klenow y Charles Jones plantean que hacerlo puede tener un gran impacto.

Según sus cálculos, tener en cuenta una mayor expectativa de vida, más tiempo de ocio y menores niveles de desigualdad hace que los estándares de vida en Francia y Alemania parezcan casi los mismos que en Estados Unidos, que de otra forma lidera el ranking por un amplio margen.

Con el propósito de comparar el bienestar en distintos países, preguntarle a la gente cómo se siente puede ser mejor que las medidas monetarias.

Angus Deaton, un economista de la Universidad de Princeton, señala que asignarles valores a los bienes y servicios extremadamente distintos que se consumen en EEUU y, por ejemplo, en Tayikistán, para luego comparar a ambos países puede ser imposible. Sólo preguntarle a la gente por su situación podría ser mucho más fácil y no menos preciso.

Como parte de su esfuerzo por medir el bienestar, el Reino Unido planea agregar más preguntas subjetivas a sus encuestas que realiza en los hogares.

Pero los sondeos también pueden arrojar resultados confusos. "Si usted mide sólo una parte de lo que hace que una vida sea completa terminará por dañar las otras partes", señala Wolfers.

– La vida después del capitalismo (Project Syndicate – 20/1/11)

(Por Robert Skidelsky) Lectura recomendada

Londres.- En 1995, publiqué un libro llamado The World After Communism (El mundo después del comunismo). Hoy, me pregunto si habrá un mundo después del capitalismo.

Esa pregunta no está motivada por la peor crisis económica desde los años 1930. El capitalismo siempre sufrió crisis, y las seguirá sufriendo. Más bien, surge de la sensación de que la civilización occidental es cada vez más decepcionante, al cargar con un sistema de incentivos que son esenciales para acumular riqueza, pero que socavan nuestra capacidad para disfrutarla. El capitalismo puede estar cerca de agotar su potencial para crear una vida mejor -al menos en los países ricos del mundo.

Por "mejor", me refiero a mejor éticamente, no materialmente. Las ganancias materiales pueden continuar, aunque la evidencia demuestra que ya no hacen más feliz a la gente. Mi disconformidad es con la calidad de una civilización en la que la producción y el consumo de bienes innecesarios se convirtieron en la principal ocupación de la mayoría de la gente.

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