Cuando estalló la crisis mundial en 2008 no existía un marco regulatorio que protegiese las redes internacionales, y quedaron expuestas grandes vulnerabilidades en forma de excesivos apalancamientos y tasas de cambio. Mucho se ha logrado desde entonces: se fortalecieron los balances y se ajustaron los modelos de financiamiento. Junto con las reformas institucionales europeas -en especial la creación del Consejo Europeo de Riesgos Sistémicos y la Autoridad Bancaria Europea- se han reforzado la regulación y la supervisión en los países donde las filiales se instalaron.
Parte de esto puede encarecer las finanzas, pero también reduce el riesgo de las operaciones bancarias. En definitiva, es algo bueno.
Aún así, la amenaza a la estabilidad financiera es posiblemente más grave hoy que en 2008, ya que la capacidad de la red de protección de los gobiernos de Europa Occidental para el sistema bancario claramente está encontrando sus límites. Permitir que las filiales de los bancos extranjeros queden huérfanas en medio de una crisis que empeora en sus países de origen debilitaría la confianza en los mercados financieros europeos emergentes, lo que podría disparar caídas en los precios de los activos y tremendas contracciones en el crédito. En última instancia, esto se comportaría como un búmeran que golpearía a los bancos de Europa Oriental, dada su profunda vinculación y vínculos reales con la región.
En 2008 se evitó por poco ese tipo de escenario catastrófico gracias a una intervención de políticas, incluido el esfuerzo de coordinación según la Iniciativa de Viena (en la que participó, entre otros, el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo). Se necesita con urgencia un nuevo pacto para garantizar los logros de la integración financiera. Las autoridades de los países receptores y de origen de los bancos deben sentarse a la misma mesa.
Como sucedió en la iniciativa de Viena, una "Viena 2.0" requerirá compromisos de todas las partes involucradas. Al responder a los mayores requisitos de capital impuestos por las autoridades y elegir entre obtener capital o vender activos, los bancos deben considerar el importante rol que juegan sus filiales en muchos países. Para muchos bancos esto se da en forma natural: sus filiales son importantes creadoras de valor y como tales resultan críticas para sus modelos de negocios. Para algunos, sin embargo, las filiales son pequeñas en relación a sus casas matrices y, por lo tanto, menos centrales para sus estrategias.
Los países de origen también deben contribuir. Dentro de la zona del euro, las recapitalizaciones, garantías y demás fondos ofrecidos a las casas matrices deben ofrecerse por igual a sus filiales. Toda reestructuración solicitada como contraprestación por asistencia de capital debe considerar la naturaleza internacional de los grupos y no discriminar contra sus filiales en el extranjero.
Los países receptores de las filiales, por su parte, deben asegurar a las casas matrices que su normativa financiera será predecible. Algunas de las abruptas -y algunas veces excesivamente ambiciosas- medidas recientes para grabar la industria o redistribuir el peso de los créditos en moneda extranjera han socavado las reservas de capital y retrasado la recuperación del crédito y el crecimiento.
Todo esto exige coordinación. La Autoridad Bancaria Europea tiene la posibilidad de afianzarse. Debe garantizar que los intereses locales no socaven la integridad de los grupos bancarios internacionales. En última instancia, necesitamos un seguro de depósitos y una autoridad de resolución bancaria europeos que puedan hacerse cargo de los bancos que fracasen y reestructurarlos.
Así como la zona del euro ha impulsado el desarrollo financiero y económico entre sus miembros, la crisis actual genera el riesgo de graves daños colaterales que exceden sus fronteras. Cualquier solución sostenible a la crisis debe garantizar la integridad de los grupos bancarios y respetar los intereses de los países de origen y destino de esos bancos. En última instancia, es la banca internacional que pende de un hilo.
(Erik Berglof es economista en jefe del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo. Copyright: Project Syndicate, 2011)
Y subiendo… (la crisis no pasa por ellos)
"Un informe de la consultora Wealth-X, afincada en Singapur y que trabaja para empresas y entidades financieras que tienen a los ultrarricos como objeto de negocio, revela que unos 25 billones de dólares están en manos de apenas 185.795 personas, y afirma que dicho volumen de dinero continuará aumentando de la mano de Asia, cuyo crecimiento económico le hará ser el continente con más multimillonarios del mundo. En 2024 superará a Europa en el segundo peldaño y en 2032 hará lo propio con Estados Unidos"… 25 billones de dólares, en manos de 185.000 megarricos (Cinco Días – 15/11/11)
Esos 25 billones equivalen al 40% del Producto Interior Bruto mundial, y multiplica por siete, por ejemplo, el PIB alemán.
De esos más de 185.000 mega ricos, al menos 1.235 de ellos son milmillonarios, y acaparan una fortuna de 4,18 billones de dólares -tocarían a 3.300 millones cada uno-, mientras que el 97,5% del total poseen entre 30 y 500 millones. La última lista Forbes situaba a Carlos Slim como el hombre más rico del planeta, con 63.300 millones de dólares de riqueza, seguido por Bill Gates (59.000) y Warren Buffet (39.000).
Pese a que el informe alerta a las empresas, administradores de riquezas o marcas de lujo de que no pueden ignorar la coyuntura actual, con una galopante crisis de deuda en Europa, el miedo a una doble recesión en Estados Unidos o la situación política en el norte de África, la realidad es que los hábitos de los ricos continúan inamovibles, tanto en su gasto como en estilo de vida, ya que su realidad está aislada de las tendencias macroeconómicas. Viven en su propia burbuja. Pero quienes les tienen como objeto de negocio tienen el reto de salvar los obstáculos que presentan las economías clásicas, como Estados Unidos y Europa, a través de la búsqueda de nuevos mercados y de la identificación de las grandes fortunas, que ya se reparten por todo el mundo.
Pero pese a la diversificación, Norteamérica, y concretamente Estados Unidos, continúan acaparando el mayor número de grandes fortunas. En este país se encurtan 57.860 de ellas, que representan 7,6 billones de dólares, el 30% del total. Sin embargo, Wealth-X advierte una tendencia más conservadora de los ricos estadounidenses, más centrados en conservar sus fortunas que en invertir para multiplicarlas. Para los gestores de riqueza, todavía existen oportunidades en los negocios familiares, liderados en su mayor parte por empresarios cercanos a la jubilación, por lo que se cree que en los próximos años se producirá la mayor transmisión generacional de riqueza.
En Europa, 54.325 personas poseen fortunas superiores a los 30 millones de dólares, 1.875 de ellos en España. En total, reúnen 6,8 billones, mantienen su ritmo de vida pese a la crisis europea y miran al Este por su mayor "flexibilidad" impositiva para realizar sus inversiones. En el continente europeo hay 360 milmillonarios, que manejan 1/5 de los casi 7 billones que controlan las grandes fortunas europeas. El informe recomienda a quienes administran sus riquezas el buscar oportunidades fuera de Europa, dada la situación en el continente.
Pero el futuro -en realidad, ya el presente- es Asia, que reúne a 42.525 megarricos con un total de 6,2 billones de dólares. Con un crecimiento para este año por encima del 8%, frente a las pesimistas previsiones en Europa y Estados Unidos, y que se espera sea continuado en los años próximos, Asia se convertirá en el continente que reunirá el mayor número de grandes fortunas, y ahora mismo es el lugar ideal para aquellos con dinero de sobra para invertir. En especial, el informe destaca Indonesia e India. En el primero, los ultrarricos verán multiplicadas sus fortunas si su presidente, Susilo Bambang Yudhoyono, consolida su plan de duplicar el gasto en infraestructuras a 140 mil millones de dólares para alcanzar un crecimiento del 6,6% hasta el fin de su mandato, en 2014.
En India, 8.200 personas se reparten 945.000 millones de dólares, y su prosperidad, al menos para las grandes rentas, queda demostrada por el hecho de que sus empresas cierran continuamente importantes acuerdos de compra de empresas extranjeras. Por ejemplo, la adquisición del 70% del fabricante surcoreano de vehículos Ssanyong por parte de Mahinddra por 378 millones. Según el informe, cada día nacen nuevos millonarios en este país, y no tardan mucho en convertirse en multimillonarios.
En cuanto a China, se destaca el gran potencial que tiene en el apartado de Internet, con 450 millones de usuarios, y el hecho de que sean las empresas chinas las que vayan a desarrollar todo lo relacionado con las redes sociales. Las 11,475 grandes fortunas chinas se reparten 1,6 billones de dólares.
Rusia, Brasil y el área de los Emiratos Árabes también son destacados, en éste último caso con Arabia Saudí al frente, con 227 mil millones en manos de 1.225 personas.
En cuanto a África, el dato es de 320.000 millones en manos de 2.410 personas, localizados principalmente en la zona oriental y norte del continente, y según el informe, "no es un mercado a ignorar".
Norteamérica y Europa continúan siendo las zonas con el mayor número de megarricos, pero la crisis económica provocará que, en unos años, Asia se convierta en el paraíso de las grandes fortunas, cada vez más numerosas y poderosas.
Esos 25 billones equivalen al 40% del Producto Interior Bruto mundial, y multiplica por siete, por ejemplo, el PIB alemán.
De esos más de 185.000 mega ricos, al menos 1.235 de ellos son milmillonarios, y acaparan una fortuna de 4,18 billones de dólares -tocarían a 3.300 millones cada uno-, mientras que el 97,5% del total poseen entre 30 y 500 millones. La última lista Forbes situaba a Carlos Slim como el hombre más rico del planeta, con 63.300 millones de dólares de riqueza, seguido por Bill Gates (59.000) y Warren Buffet (39.000).
Pese a que el informe alerta a las empresas, administradores de riquezas o marcas de lujo de que no pueden ignorar la coyuntura actual, con una galopante crisis de deuda en Europa, el miedo a una doble recesión en Estados Unidos o la situación política en el norte de África, la realidad es que los hábitos de los ricos continúan inamovibles, tanto en su gasto como en estilo de vida, ya que su realidad está aislada de las tendencias macroeconómicas. Viven en su propia burbuja. Pero quienes les tienen como objeto de negocio tienen el reto de salvar los obstáculos que presentan las economías clásicas, como Estados Unidos y Europa, a través de la búsqueda de nuevos mercados y de la identificación de las grandes fortunas, que ya se reparten por todo el mundo.
Las máquinas que mueven las bolsas y el arma financiera de destrucción masiva
Para finalizar este Apartado he seleccionado dos aspectos que permiten confirmar que "el casino sigue abierto". No resultan novedosos (ya han sido tratados en anteriores Papers), pero me ayudan a sostener la presunción. Ambas pueden hacer mucho daño.
"Adam Smith apostó por una mano invisible; otros, por el criterio de corredores de bolsa calculadores. En la actualidad, ni la invisibilidad ni la frialdad humana parecen ser las fuerzas que rigen los mercados: muchas de las operaciones bursátiles están a cargo de computadoras"… La tecnología que mueve las bolsas (BBCMundo – 17/11/11)
En la búsqueda de la productividad y la eficiencia en el sector financiero, varias bolsas en el mundo realizan un significativo porcentaje de sus operaciones a través del llamado algorithmic trading.
Se trata de un método que se base en los algoritmos, los cuales como explica Javier Santomá, profesor de Gerencia Financiera de IESE Business School, no son más que métodos matemáticos de resolución de problemas.
Funcionan como programas de cómputo que han sido diseñados para enviar órdenes de compra y de venta de acciones.
"Se introduce una serie de reglas en una computadora y se deja que se ejecuten automáticamente de acuerdo con parámetros que previamente se han establecido", explica Luis Raúl Rodríguez, director de análisis de la Casa de Bolsa Finamex.
Las reglas pueden ser, por ejemplo, que si el precio de una acción X cae al nivel Y, hay que vender, o que si el precio del petróleo subió 3% hay que comprar 100.000 acciones de Z.
La consigna es delegar las operaciones bursátiles a modelos informáticos en vez de a personas. "Estos algoritmos son capaces de escuchar, analizar y entender gran cantidad de información y pueden automáticamente responder a eventos del mercado en tiempo real en forma instantánea y continua", señala en su página web Casa de Bolsa Finamex.
De acuerdo con Rodríguez, con el uso de este tipo de métodos se eliminan los factores emocionales que pudieran afectar las transacciones. "Normalmente, las personas -incluso los inversionistas de valores más profesionales- están muchas veces guiadas por sus emociones. Un error muy típico que cometemos los traders es que dejas que el precio (de una acción) siga cayendo con la esperanza de que va a rebotar (que se va a recuperar). Algunos llegan al extremo de que meten más dinero con la esperanza de que (el precio) va a rebotar", indica el economista. Ese "error muy típico" al que hace alusión Rodríguez puede llevar a que se pierda el doble.
También hay circunstancias que aunque puedan parecer una tontería, como reflexiona el profesor Santomá, son fundamentales."Este tipo de software te permite salir de la oficina e ir a comer y si durante tu ausencia se producen las condiciones, la orden se ejecuta. Antes, estábamos acostumbrados a que cuando llegaba la información, la mirabas, la discutías con el jefe y tomabas la decisión a las 2:05 mientras que otros lo hacían a las 2:10", indica el docente.
Hasta el 70% de los intercambios de Wall Street son ejecutados por las llamadas black box (cajas negras) o algo-trading.
En el mundo financiero, el algorithmic trading ha ganado miles de seguidores.
Uno de los beneficios de ese método, es que se pueden hacer muchísimas más operaciones en cuestión de segundos. "Es mucho más barato poner un algoritmo a funcionar que tener a cuatro o cinco personas trabajando y analizando qué va a pasar, qué comprar, cómo vender", explica Rodríguez.
Una de las razones por las cuales surgen sistemas automatizados en las bolsas es porque se busca utilizar la información que llega de diferentes fuentes financieras de la forma más eficiente posible. "Y ser el más eficiente es ser el primero", dice Santomá. "Si soy el primero en usar esa información, seré el primero en comprar o en vender y probablemente tendré más margen en el cambio de precio".
Una desventaja evidente es que las máquinas no tienen criterio.
"Si llegas a programar un error, lo van a ejecutar, o si se cae la red o el sistema, te dejan muy vulnerable", señala el economista mexicano. "Ha llegado a pasar que, por ejemplo, por alguna razón no se actualizan los tipos de cambio o algún dato básico para que se lleve a cabo el algoritmo, las operaciones se siguen ejecutando y puedes llegar a perder dinero", enfatiza Rodríguez.
Por eso, es clave que alguien lo esté revisando constantemente.
De hecho, las operaciones bursátiles ejecutadas por computadoras han sido vinculadas a algunas de las crisis bancarias, como por ejemplo la de 1987. "Efectivamente en aquellos momentos, estábamos hablando más del automated trading (comercio automatizado) que del algorithmic trading", recuerda Santomá.
"Cuando el Dow Jones bajó 500 puntos, había muchos programas de software que decían que si eso pasaba había que vender. De forma automática, hubo una avalancha de órdenes tremenda que lo único que hicieron fue producir otra caída de 500 puntos, con lo cual volvieron a reaccionar los software", dice el experto.
Fue así como para algunos, el famoso Viernes Negro tuvo sus orígenes en un proceso de cómputo, mientras que para otros, hubo otras variables más importantes que intervinieron en la estrepitosa caída.
Más recientemente, en el llamado Flash Crash (Desplome Repentino) del 6 de mayo de 2010, una caída de cinco minutos en los mercados generó un momento de caos generalizado. Un operador fue acusado de una caída del 10% en el índice Dow Jones, pero en realidad el culpable fue un programa informático que el operador estaba utilizando. En sólo 20 minutos el algoritmo vendió 75.000 acciones por un valor de US$ 4.300 millones, haciendo que otros algoritmos lo siguieran.
"Cuando apagaron los pilotos automáticos y frenaron los sistemas, se restauró el orden y el mercado se recuperó en cuestión de media hora", señala el experto en Economía de la BBC Richard Anderson.
Pero ¿es positivo que se deshumanicen las bolsas de esta manera?
"Es uno de los mercados más opacos que existen, pero tiene la capacidad de crear el caos financiero y de orquestar rescates a su imagen y semejanza. El BIS ha cifrado su volumen: 2,14 billones de euros brutos en cobertura de deuda soberana"… Dos billones de "CDS soberanos" ponen en jaque al mundo (Cinco Días – 17/11/11)
El lenguaje coloquial ha cambiado mucho de un tiempo a esta parte. Deuda soberana, prima de riesgo, diferencial o bono alemán a diez años son expresiones que se han colado en las conversaciones diarias de millones de europeos cada vez más preocupados. Los CDS no están tan a la orden del día, pero después de la caída de Lehman Brothers y el casi colapso financiero mundial que se produjo por el efecto en cascada de la activación de los seguros de cobertura contra impagos (eso son los CDS) sobre hipotecas subprime y el rescate público de la aseguradora AIG que esto provocó, han ganado mucha popularidad.
Y es que los CDS tiene la capacidad de multiplicar de forma exponencial el riesgo. De ahí su peligro…, y su leyenda negra. AIG fue nacionalizada porque tenía una exposición a derivados de más un billón de euros, según sus propias cifras, lo que significa que su quiebra hubiera repartido números rojos multimillonarios entre todos los inversores que hubieran asegurado con ella algún riesgo. A su lado, Lehman parece casi inofensivo: solo dejó en el aire derivados por valor de 400.000 millones de dólares y todavía están recientes en la memoria los efectos de esa caída. AIG, por tanto, simplemente no podía caer.
Los credit default swaps (de ahí las siglas con las que se los conoce) vuelven ahora a condicionar el futuro de Europa y a hacer mundiales las ramificaciones de lo que pueda suceder en el Viejo Continente. Y es que igual que las hipotecas subprime tenían CDS como cobertura y el poseedor de casi cualquier activo puede tener un seguro contra su impago, también la deuda soberana puede estar cubierta frente a la amenaza de pérdidas.
El Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas en inglés) acaba de poner cifras a estas coberturas en su informe de noviembre (2011). El volumen bruto nominal de CDS comprados y vendidos para asegurar impagos en deuda soberana alcanzaba a cierre del primer semestre los 2,9 billones de dólares (el equivalente a 2,14 billones de euros). Esta cifra no es muy elevada con respecto al total de CDS que hay en el mundo (32,4 billones de dólares), pero es la partida que más crece dentro de esa amalgama total. Frente a un alza del 8% en estos contratos desde 2010, los CDS soberanos (por así llamarlos) habrían crecido cerca de un 15%, aunque el BIS no da cifras totalmente comparables de cierre de 2010.
Tampoco hay datos desagregados por naciones o zonas geográficas. Es decir, esos CDS pueden estar en manos de inversores estadounidenses con deuda japonesa en su cartera o en manos de fondos taiwaneses con exposición a bonos griegos. Lo que sí se sabe es que el riesgo está muy concentrado en zonas muy sensibles del mundo. Según cifras oficiales del Departamento del Tesoro de EEUU, cinco bancos controlan el 95% de los riesgos en derivados asumidos por la banca de Estados Unidos.
Y hay otro condicionante más. Nadie se pone de acuerdo en cómo hay que computar los CDS, si por el nominal (los contratos vendidos más los comprados) o intentar llegar a una cifra neta, porque unos contratos se dan contrapartida a otros.
El caso griego es el mejor ejemplo de esta paradoja. Los líderes de Europa han orquestado un rescate para la deuda helena con una quita del 50% diseñado de forma voluntaria y que no afecte a todos los acreedores para evitar que la reestructuración active los CDS. Es decir, serán los dueños de la deuda los que asuman las pérdidas, porque el seguro contra impagos que tengan contratado no les va a cubrir, puesto que acudirían al canje de deuda de forma voluntaria.
La razón de este esquema es el temor a que una activación de los CDS dañe a los bancos y a las aseguradoras que tengan que responder por las coberturas y se cree otro momento Lehman. Pero la ISDA, la asociación que regula los CDS, asegura que el volumen efectivo de CDS sobre deuda griega no supera los 3.700 millones de dólares (unos 2.740 millones de euros), una cifra que en modo alguno puede poner en peligro nada. Mientras, otros números dicen que el volumen bruto total de seguros sobre deuda helena alcanzaría los 75.000 millones de dólares, así que se podría deducir que el riesgo real de un CDS es una vigésima parte de su volumen bruto nominal, lo que reduciría muchísimo el peligro de este tipo de coberturas.
Pero no todos están de acuerdo en esta reducción, ya que no todos los CDS tienen colateral. Además, por mucho que el riesgo pueda reasegurarse, siempre habrá un pagador al final. Por ejemplo, un banco vende un CDS a un inversor y cubre el riesgo con un tercero, que a su vez contrata una cobertura con un cuarto y así sucesivamente. De ahí que un CDS original de 100 se convierta en uno mucho más alto, aunque el riesgo subyacente siga siendo 100. Pero si se produce la quiebra, siempre habrá un eslabón que tendrá que pagar y en caso de que no pueda responder a la cobertura perjudicará a todos los que forman la cadena.
Otra vez, Grecia es la referencia. Todos los involucrados han hecho malabarismos para que no se activaran los CDS en el rescate. Y eso sólo tiene una explicación: el riesgo que entrañan es muy alto.
Por todo ello, la realidad es que los dos billones largos de euros en CDS que planean sobre la deuda soberana actúan como una losa ahora que media Europa tiene los diferenciales disparados. En caso de que algún país además de Grecia (¿Italia? ¿Portugal? ¿España? ¿Francia?), incumpla sus pagos y se activen efectivamente los CDS, las ramificaciones serían incalculables. El resultado es una bomba de relojería de la que nadie conoce el tamaño, pero a la que todos temen.
Economías Fallidas (Finale)
El toro, protegido
Varios policías protegen al toro de Wall Street, ante el avance de los manifestantes. Mario Tama (AFP)
– Necesidad contra codicia (Project Syndicate – 28/2/11)
(Por Jeffrey D. Sachs) Lectura recomendada
Nueva York.- El gran líder moral de la India Mohandas Gandhi dijo la famosa frase de que hay suficiente en la Tierra para las necesidades de todos, pero no suficiente para satisfacer la avaricia de todos. Hoy la visión de Gandhi se está poniendo a prueba como nunca antes.
El mundo está alcanzando límites globales en su uso de los recursos. Estamos sintiendo los golpes cada día en forma de inundaciones, sequías y tormentas catastróficas y en el consiguiente aumento de los precios en el mercado. Nuestro destino depende ahora de si cooperamos o somos víctimas de una codicia autodestructiva.
Los límites a la economía mundial son nuevos y se derivan del tamaño sin precedentes de la población mundial y la expansión nunca antes vista del crecimiento económico en casi todo el planeta. Hoy siete mil millones de personas habitan la Tierra, en comparación con sólo tres mil millones hace medio siglo. Hoy en día, el promedio de ingreso per cápita es 10.000 dólares; en mundo desarrollado es de alrededor de 40.000 y 4.000 en los países en desarrollo Eso significa que la economía mundial está produciendo alrededor de 70 billones de dólares por año, en comparación con alrededor de 10 billones en 1960.
La economía de China está creciendo en torno al 10% anual. La India está creciendo casi a la misma velocidad. África, por largo tiempo la región de crecimiento más lento del mundo, muestra ahora un promedio de crecimiento de aproximadamente el 5% del PIB anual. En general, los países en desarrollo están creciendo en torno al 7% anual y las economías desarrolladas en torno al 2%, lo que da un promedio mundial de alrededor del 4,5%.
Esta es una muy buena noticia en muchos aspectos. El rápido crecimiento económico en los países en desarrollo está ayudando a aliviar la pobreza. En China, por ejemplo, la pobreza extrema se ha reducido de más de la mitad de la población hace 30 años a alrededor del 10% o menos en la actualidad.
Sin embargo, hay otra cara de la historia de crecimiento global que debemos entender con claridad. La economía mundial crece a un 4,5% por año y, a ese ritmo, se encamina a duplicar su tamaño en menos de 20 años. La economía mundial de 70 billones de dólares de hoy llegará a los 140 billones de dólares antes de 2030 y a 280 billones antes de 2050 si extrapolamos a partir de la tasa de crecimiento actual.
Nuestro planeta no podrá sustentar físicamente este crecimiento económico exponencial si dejamos que la codicia tome la delantera. Incluso hoy, el peso de la economía mundial ya está aplastando la naturaleza, agotando rápidamente los suministros de recursos energéticos de combustibles fósiles creados hace millones de años, mientras que el cambio climático resultante ha conducido a una gran inestabilidad en términos de precipitaciones, temperatura y tormentas extremas.
Vemos estas presiones todos los días en el mercado. Los precios del petróleo han subido a más de $ 100 por barril, a medida que China, India y otros países importadores de petróleo se unen a los Estados Unidos en una lucha masiva por comprar suministros, especialmente de Oriente Próximo. También los precios de los alimentos se encuentran en máximos históricos, lo que contribuye a la pobreza y la inestabilidad política.
Por un lado, hay más bocas que alimentar, y con mayor poder adquisitivo en promedio. Por otro lado, las olas de calor, sequías, inundaciones y otros desastres provocados por el cambio climático están destruyendo cultivos y reduciendo la oferta de cereales en los mercados mundiales. En los últimos meses, las regiones productoras de cereales de Rusia y Ucrania se han visto afectadas por graves sequías y enormes inundaciones han afectado Brasil y Australia. Otra sequía amenaza la zona productora de cereales en el norte de China.
Hay algo más, muy peligroso y que no se advierte con facilidad. En muchas áreas populosas del mundo, incluidas las regiones productoras de cereales del norte de la India, el norte de China y el Medio Oeste estadounidense, los agricultores están recurriendo a aguas subterráneas para el riego de sus cultivos. Los grandes acuíferos que abastecen de agua para el riego se están agotando. En algunos lugares de la India, el nivel freático ha descendido varios metros al año en los últimos años. Algunos pozos profundos se están acercando al punto de agotamiento y se prevé un aumento de la salinidad a medida que el agua del océano se infiltre en el acuífero.
El desastre es inevitable, a menos que cambiemos. Y aquí es donde Gandhi entra en juego. Si nuestras sociedades se rigen por el principio de la avaricia, con los ricos haciendo todo lo posible para enriquecerse aún más, la creciente crisis de recursos producirá una brecha cada vez mayor entre ricos y pobres, y muy posiblemente a una lucha, cada vez más violenta por la supervivencia.
Los ricos intentarán utilizar su poder para obtener más tierras, agua y energía para sí mismos, y muchos de ellos apoyarán medios violentos para hacerlo, si es necesario. EEUU ya ha seguido una estrategia de militarización en Oriente Próximo con la ingenua esperanza de que este enfoque pueda garantizar un abastecimiento seguro de energía. Ahora se intensifica la competencia por los suministros, a medida que China, India y otros compiten por los mismos recursos que, además, se están agotando.
Una toma de poder similar se intentó en África. El aumento de los precios de los alimentos está llevando a la apropiación de tierras, a medida que políticos poderosos venden a inversionistas extranjeros grandes extensiones de tierras de cultivo, dejando de lado los derechos tradicionales de tierras de los pequeños agricultores pobres. Los inversionistas extranjeros esperan utilizar grandes explotaciones mecanizadas para generar productos destinados a la exportación, dejando poco o nada para las poblaciones locales.
En los países de mayor peso -EEUU, Reino Unido, China, India y otros- los ricos han disfrutado de cada vez más altos ingresos y un creciente poder político. La economía de EEUU es rehén de los multimillonarios, la industria petrolera y otros sectores clave. Las mismas tendencias amenazan a las economías emergentes, donde la riqueza y la corrupción van en aumento.
Si la codicia prevalece, el motor del crecimiento económico agotará nuestros recursos, marginará a los pobres y nos llevará a una profunda crisis social, política y económica. La alternativa es un camino de cooperación política y social, a nivel nacional e internacional. Habrá recursos suficientes y prosperidad para todos si convertimos nuestras economías para que hagan uso de fuentes de energía renovables, prácticas agrícolas sostenibles y un régimen tributario razonable para los ricos. Este es el camino a la prosperidad para todos a través de tecnologías mejoradas, justicia política y conciencia ética.
(Jeffrey D. Sachs es profesor de Economía y Director del Earth Institute de la Universidad de Columbia. También es Asesor Especial del Secretario General de las Naciones Unidas sobre las Metas de Desarrollo del Milenio. Copyright: Project Syndicate, 2011)
– Cómo hacer que la política industrial funcione (Project Syndicate – 10/3/11)
(Por James Zhan) Lectura recomendada
Ginebra.- Ha vuelto la política industrial -o mejor dicho, ha vuelto a ponerse de moda. Por supuesto, nunca fue realmente abandonada incluso en los países que aplicaban los principios del libre mercado. Sin embargo, será más frecuente en el mundo de la postcrisis -en el que la intervención del gobierno ha adquirido una mayor legitimidad. Del mismo modo, el éxito de China y la tentación de copiar su modelo de desarrollo ha reforzado el atractivo de la política industrial, al que también han contribuido mejores herramientas de política y una mayor experiencia de qué es lo que funciona y qué no –un argumento bien presentado por Justin Lin del Banco Mundial.
En efecto, al término de un debate en el Economist, dirigido por los profesores Josh Lerner y Dani Rodrik de la Universidad de Harvard, el 72% de los votantes expresó creer en los méritos de la política industrial. Los encargados del diseño de política parecen compartir esa opinión, y no sólo en los países en desarrollo, a juzgar por el lanzamiento el año pasado de la iniciativa insignia 2020 de la UE y por la política de energía verde de los Estados Unidos.
No obstante, para los países en desarrollo, los viejos peligros de la política industrial siguen presentes. En primer lugar, los encargados del diseño de políticas a menudo se equivocan, tanto al elegir qué industrias apoyar como al implementar mecanismos de apoyo. En segundo lugar, los encargados del diseño de políticas están expuestos a que los "atrapen" los grupos de interés, especialmente en ambientes con políticas débiles, lo que conduce al favoritismo, la ineficiencia y el desperdicio.
Además, en comparación con la Edad de Oro de la política industrial, ahora hay varios riesgos nuevos. El primero tiene que ver con la tentación de seguir incondicionalmente el ejemplo de China. Los encargados del diseño de políticas deben darse cuenta de que el modelo chino tiene características propias derivadas de su introducción gradual de los mecanismos del mercado -que, en comparación con los nuevos conversos de la política industrial, representa un paso en la dirección ideológica contraria.
En efecto, en las últimas dos décadas, la tasa de crecimiento de China ha recibido un impulso de sus ventajas demográficas y de extensión de tierras, que le permitieron aprovechar al máximo los beneficios de la globalización. Muchos otros países en desarrollo simplemente no pueden emular este éxito en todos sus aspectos; deben formular planes específicos que correspondan a sus recursos naturales, instituciones y ambientes empresariales.
El segundo riesgo se deriva del carácter globalizado de prácticamente cualquier industria que se considera comúnmente como candidata para recibir apoyos. Mientras que el concepto original de la política industrial era proteger a las industrias de la competencia internacional, el mundo actual exige integrar la capacidad productiva local a las cadenas de valor globales. Para ello es necesario contar con políticas que se basen en exponer a las industrias a la competencia internacional.
El tercer riesgo es que las políticas industriales choquen con los compromisos y obligaciones internacionales. Eso incluye no sólo las normas de la Organización Mundial del Comercio, sino también los acuerdos comerciales y de inversión regionales y bilaterales que proliferan -todo lo cual ha reducido en gran medida el margen para la formulación de la política industrial al limitar las opciones encaminadas a proteger y apoyar selectivamente a industrias y empresas.
A pesar de estos peligros adicionales, ninguna de las principales instituciones multilaterales de desarrollo podría sostener que los países en desarrollo no deben diseñar una estrategia que contemple sectores específicos como fuentes de crecimiento económico, prioridades para el desarrollo industrial y apoyo del gobierno a ese desarrollo mediante medidas fiscales, financieras y de reglamentación. Así pues, ¿qué deben hacer los encargados del diseño de políticas de los países en desarrollo?
Elegir bien a los ganadores. Las políticas industriales deben basarse en los factores con que cuente un país y aprovechar oportunidades concretas de integrar industrias y empresas a las cadenas de valor globales -por ejemplo, estrechando los vínculos existentes con las redes internacionales de producción y los mercados de exportación- y al mismo tiempo evitar la inversión excesiva en sectores que retrasan el crecimiento internacional.
Además, los encargados del diseño de políticas deben considerar qué industrias son más eficientes en términos de desarrollo por unidad de inversión: las industrias que generan exportaciones no siempre son las que tienen mayor impacto en el empleo y el valor agregado. No se debe ignorar a las industrias nacionales, incluyendo al sector de los servicios, que frecuentemente representan más de la mitad del valor agregado incluso en las economías en desarrollo.
Estar dispuestos a deshacerse de los perdedores. Incluso los candidatos más evidentes para recibir apoyo de la política industrial a veces tendrán resultados desalentadores en el incierto ambiente económico actual. Los gobiernos deben reconocer los errores y retirar el apoyo antes de que se consolide o se haga demasiado caro.
Las políticas de inversión deben abarcar tanto a la interna como a la extranjera directa. En particular, eso significa promover la competitividad internacional concentrándose en la productividad de la industria, no sólo en el apoyo a los actores nacionales. De igual modo, las políticas relativas a la tecnología deben incluir tanto el desarrollo interno como la transferencia de tecnología. Y las políticas de desarrollo empresarial deben abordar los vínculos con las firmas transnacionales. En el mundo actual, los objetivos de desarrollo pueden alcanzarse de manera realista mediante el apoyo al crecimiento industrial, no sólo al crecimiento industrial interno.
Puesto que los regímenes internacionales de comercio e inversiones aseguran el acceso a los mercados e inversionistas extranjeros, son un requisito previo para la política industrial. Aun así, los encargados del diseño de políticas de los países en desarrollo pueden incluir cierta medida de libertad en los acuerdos comerciales y de inversión nuevos. Al mismo tiempo, deben concentrarse en aquellas medidas de política industrial que conlleven el menor riesgo de entrar en conflicto con las obligaciones internacionales: facilitación reglamentaria en lugar de restricciones, inversiones en infraestructura, más que en actividades económicas específicas, e incentivos fiscales accesibles para todos.
Por último, los encargados del diseño de políticas tanto de los países en desarrollo como de los desarrollados deben reconocer que las discusiones sobre la gobernanza económica global no pueden centrarse exclusivamente en cuestiones monetarias y de tipo de cambio. A medida que más países apliquen la política industrial, la competencia y los conflictos se intensificarán. A fin de evitar una carrera global para reducir las normas de reglamentación, una carrera para aumentar los incentivos y un regreso al proteccionismo, será necesaria una mejor coordinación global.
(James Zhan es Director de la División de la Inversión y el Fomento de Empresa de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD). Copyright: Project Syndicate, 2011)
– Empleos y estructura en la economía global (Project Syndicate – 16/3/11)
(Por Michael Spence and Sandile Hlatshwayo) Lectura recomendada
Nueva York.- La economía global está en una encrucijada a medida que los mercados emergentes (y de modo más amplio los países en desarrollo) cobran cada vez más importancia, tanto para la estabilidad macroeconómica y financiera como por su impacto sobre otras economías, incluidos los países avanzados.
Consideremos por ejemplo lo que ha sucedido en los últimos 20 años en los Estados Unidos. En algunas partes del sector comercializable (las finanzas, los seguros y el diseño de sistemas de cómputo) el valor agregado y el empleo crecieron, mientras que en otras (la electrónica y los automóviles) creció el valor agregado pero el empleo disminuyó a medida que los puestos de menor valor agregado salieron al extranjero. El efecto neto fue un aumento insignificante del crecimiento en el sector comercializable.
La economía estadounidense no tenía un problema notorio de desempleo hasta la crisis de 2008 porque el sector no comercializable absorbía la mayor parte de la expansión de la fuerza laboral. Ahora ese ritmo de crecimiento del empleo parece insostenible. El gobierno y la atención a la salud por sí solos representaron casi el 40% del aumento neto del empleo en toda la economía desde 1990 hasta 2008. La debilidad fiscal, el reajuste del valor de los bienes inmobiliarios y la disminución del consumo indican que existe la probabilidad de un desempleo estructural de largo plazo.
Una respuesta posible es afirmar que los resultados de los mercados siempre favorecen a todos a la larga. Pero ni la teoría ni la experiencia apoyan ese argumento. Por ejemplo, en los Estados Unidos si bien muchos bienes y servicios son más baratos de lo que serían si el país estuviera aislado de la economía global, no podemos dar por sentado que estos ahorros en los costos necesariamente compensen la reducción de las oportunidades de empleo. La gente podría estar dispuesta a sacrificar los precios bajos de las mercancías a cambio de la garantía de que habría amplias opciones de empleos productivos y bien remunerados ahora y en el futuro.
Una segunda respuesta es reconocer las implicaciones en términos de la distribución, pero aceptarlas como el precio de la eficiencia y la apertura. Según este punto de vista, la alternativa -no tener un sistema de mercado eficiente que opere en una economía global relativamente abierta- sería mucho peor.
Probablemente sí haya que elegir entre los niveles de ingreso y la distribución por un lado y la gama de oportunidades de empleo por el otro. No es realista definir el reto en términos de resistir o de vencer a las poderosas fuerzas de mercado que operan en la economía global. Más bien, el desafío radica en cómo reorientar de la mejor manera los incentivos marginales para mejorar los efectos en la distribución.
Hay varias dimensiones en las que se puede actuar. Por el lado de la oferta, el Estado puede invertir o hacer inversiones conjuntas con el sector privado en capital físico (infraestructura), instituciones, capital humano y los soportes de conocimientos y tecnológicos de la economía. Estas inversiones generalmente tienen el efecto (tanto en países avanzados como en países en desarrollo) de elevar los rendimientos de la inversión privada, con lo que ésta se expande en magnitud y alcance e impulsa el empleo. Reformar el sistema impositivo para favorecer la inversión y eliminar la complejidad y la ineficiencia ayudaría.
Los empleos de alto valor agregado con salarios elevados, especialmente en el sector comercializable, generalmente exigen personas altamente calificadas. Por supuesto, el que haya más y mejor educación no garantiza que el número de esos empleos se pueda ampliar de manera significativa debido al alcance del sector comercializable. Pero una mayor cantidad de titulaciones en ciencias e ingeniería podría promover el crecimiento del empleo y -junto con inversiones del sector público en tecnologías prometedoras-también podría aumentar el alcance del sector comercializable.
Dicho eso, los incentivos privados y los objetivos sociales no están perfectamente alineados. Tampoco son diametralmente opuestos. Las empresas multinacionales tienen acceso a una abundante oferta global de mano de obra relativamente barata en múltiples categorías de capacitación, por lo que no hay muchos beneficios para las inversiones que aumentan la productividad de la mano de obra en los sectores comercializables de los países de ingresos altos. No obstante, las coinversiones del sector público, si se orientan de manera adecuada, podrían reorientar estos incentivos mediante la disminución del costo de la inversión privada en tecnología.
De forma análoga, las inversiones en infraestructura añadirían empleos directamente y mejorarían la competitividad y la eficiencia en una amplia gama de sectores. Dada la difícil situación fiscal actual, también se deberían explorar las operaciones conjuntas entre el sector público y el privado, aprovechando la larga experiencia que existe sobre inversiones en infraestructura para apoyar el crecimiento en los países en desarrollo.
Restablecer los elementos de la competitividad en las manufacturas es complicado. Una vez que se han perdido la mano de obra calificada, los programas de capacitación y las instituciones técnicas en industrias específicas, es difícil recuperarlas. La política de largo plazo debería incluir una evaluación dinámica de la fuerza competitiva y el potencial de empleo en todos los sectores y a todos los niveles de capital humano, con el objetivo de promover resultados de mercado que cumplan objetivos sociales.
La mayoría de los países invierten recursos públicos en activos que tengan por efecto aumentar su capital humano y su base tecnológica y, por lo tanto, su competitividad. Eso continuará y debe continuar. Es una forma benigna de competencia global que aumenta la productividad en todas partes, siempre que los mercados para los productos terminados e intermedios permanezcan abiertos.
Para que un sistema global abierto sobreviva en un mundo en el que los Estados nación son los principales encargados de la toma de decisiones, será necesario administrarlo y guiarlo no sólo para que logre la eficiencia y la estabilidad (por importantes que sean estos objetivos), sino también para que garantice que sus beneficios se distribuyan de manera equitativa entre los países y dentro de ellos.
Si el empleo en los países avanzados, como los Estados Unidos, logra una recuperación firme junto con el crecimiento, será más fácil obtener apoyo político para una economía global abierta. Pero, en vista de las tendencias adversas en el sector comercializable y del agotamiento del sector no comercializable como fuente de creación de empleos, el escenario más probable es que el desempleo siga siendo pertinazmente elevado a pesar de un regreso al crecimiento normal. En ese caso, las posturas políticas se dividirán y se polarizarán y aumentará la inclinación por las "soluciones" proteccionistas, lo que pondrá en peligro la apertura económica global.
No es buena idea suponer que los mercados solucionarán por sí solos estos problemas de distribución; la evolución de la estructura y de la distribución del ingreso es en gran medida el resultado de los incentivos del mercado. Todos los países, los avanzados y los emergentes, deben abordar cuestiones de inclusión, distribución y equidad como parte central de sus estrategias de crecimiento y desarrollo.
Paul Samuelson dijo alguna vez que toda buena causa merece algo de ineficiencia. Tenía razón moral, pragmática y políticamente.
(Michael Spence es profesor de Economía de la Stern School of Business de la Universidad de Nueva York e investigador en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Sandile Hlatshwayo es investigadora de la Stern School of Business. Copyright: Project Syndicate, 2011)
– La falsa panacea de la flexibilidad del mercado laboral (Project Sindícate – 22/3/11)
(Por Heleen Mees) Lectura recomendada
Ámsterdam.- La competitividad se ha convertido en una de las palabras económicas de moda en nuestros tiempos. Barack Obama la pregonó a los cuatro vientos durante su discurso sobre el Estado de la Unión en enero, y los líderes europeos desde el conservador David Cameron en Gran Bretaña hasta el socialista José Luis Zapatero en España y el nuevo ministro de Economía de Japón Kaoru Yosano la abrazaron como una prioridad. Ahora bien, ¿qué tipo de competitividad tienen en mente?
Cuando se le preguntó durante una entrevista en septiembre de 2007 si los gobiernos europeos deberían liberalizar los códigos laborales de sus países, Alan Greenspan, el ex presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, respondió que las leyes de protección del empleo de Europa inhibían significativamente el desempeño económico y resultaban en un desempleo crónicamente alto en todo el continente. En Estados Unidos, a la gente se la puede despedir más fácilmente que en cualquier otro país, y la tasa de desempleo en aquel momento estaba entre las más bajas del mundo.
Pero ya no estamos en septiembre de 2007 y el desempleo estadounidense es del 9,4%, no del 4,5%. Y, según el sucesor de Greenspan, Ben Bernanke, no hay motivos para suponer que la tasa de desempleo alcance el 5% -normalmente considerada la tasa de desempleo natural- en el futuro cercano.
En los años 2000, Estados Unidos perdió dos millones de empleos en el sector privado en general -el total cayó de 110 millones en diciembre de 1999 a 108 millones en diciembre de 2009, a pesar del gasto masivo del consumidor-. Esa caída del 1,4% se produjo en una década en la que la población de Estados Unidos creció aproximadamente el 9,8%.
Para entender lo que está sucediendo, consideremos el caso de Evergreen Solar, el tercer fabricante más grande de paneles solares en Estados Unidos, que anunció en enero que cerraría su principal fábrica estadounidense, despediría a sus 800 empleados en el lapso de dos meses y trasladaría la producción a China. La gerencia de Evergreen mencionó el mayor respaldo gubernamental que existe en China como su razón para el traslado.
Evergreen es sólo uno de muchos casos que sugieren que Estados Unidos podría encontrarse en medio de lo que el economista de Princeton Alan Blinder en 2005 definió como la Tercera Revolución Industrial. Según Blinder, entre 42 y 56 millones de empleos estadounidenses -aproximadamente un tercio de todos los empleos en los sectores privado y público en el país- son vulnerables de terminar en el exterior. Blinder también predijo que el mercado laboral flexible y fluido de Estados Unidos se adaptaría mejor y más rápido a la globalización que los mercados laborales europeos.
En todo caso, recién estamos en las primeras etapas de esa revolución, y el resultado sigue siendo incierto. Pero una comparación preliminar entre Alemania, la mayor economía de Europa, y Estados Unidos sugiere que la primera está mejor equipada para arreglárselas en la era de la globalización.
Multinacionales alemanas como Siemens y Daimler están aumentando la inversión para satisfacer la demanda tanto de los mercados emergentes como del mercado interno. Las compañías planean incorporar cientos de miles de empleos en todo el mundo sólo este año. Mientras que muchos de estos empleos estarán en Asia, ambas compañías dicen que también sumarán empleos altamente calificados en Alemania.
¿Hay que agradecerle por esto a la rigidez del mercado laboral de Alemania? En realidad, podría ser parte de la explicación. Un estudio reciente de la Oficina de Planificación Central en Holanda muestra que los trabajadores con un contrato permanente reciben más capacitación financiada por el empleador que los trabajadores con un contrato temporario.
A los empleadores estadounidenses les resulta mucho más fácil eliminar trabajadores de su plantilla -o, como dice Robert Gordon de la Northwestern University, desechar todas las sillas de playa- que a los empleadores alemanes. El código laboral de Alemania prohíbe este tipo de despidos, pero los empleadores alemanes, a su vez, supuestamente son menos proclives que los empleadores estadounidenses a despedir empleados, porque han invertido más en el capital humano de sus compañías. Con menos capacidades específicas vinculadas a la empresa que sus pares alemanes, los trabajadores norteamericanos son más susceptibles a los despidos.
De hecho, Siemens, aparentemente consciente de los beneficios de la rigidez del mercado laboral, adoptó la medida inusual de prometerles a sus empleados un trabajo de por vida. El año pasado, la compañía selló un acuerdo con el sindicato IG Metall que incluye una promesa de no despido para su fuerza laboral alemana compuesta por 128.000 trabajadores.
Una explicación más importante para el actual éxito económico de Alemania tal vez sea el sustancial apoyo del gobierno que las industrias alemanas reciben sobre una base estructural, especialmente la industria automotriz. La economía estadounidense, por otra parte, está empantanada en el persistente énfasis que ponen sus responsables de políticas en el consumo y los recortes impositivos (muy notablemente para los súper ricos) por sobre la inversión.
Estados Unidos necesita cambiar el curso de su política económica. Una década de tasas de interés históricamente bajas derivó en desequilibrios económicos a favor de sectores que están altamente apalancados: el sector financiero, el mercado inmobiliario y el capital riesgo. Esto se produjo a expensas de sectores que son más dependientes de la financiación mediante la emisión de acciones. Ahora que la burbuja inmobiliaria estalló, Estados Unidos se encuentra falto de capacitación, falto de educación y falto de maniobra en la competencia global por empleo.
Ahora sabemos que la desregulación del mercado laboral no asegura una resiliencia económica y una rápida creación de empleos. Por el contrario, la mejor solución probablemente sea una diversidad de contratos laborales. Una cierta dosis de rigidez del mercado laboral puede tener sentido económico para aquellos empleos que requieren capacidades y capacitación específicas vinculadas a la empresa, junto con una mayor flexibilidad para los empleos que requieren menos capacidades.
(Heleen Mees es una economista y abogada holandesa. Su libro más reciente, Weg met het deeltijdfeminisme!, examina el feminismo de tercera generación. También es autora de un libro sobre derecho de la Unión Europea y fundadora del comité de acción de mujeres Women on Top. Copyright: Project Syndicate, 2011)
¿Cuán riesgosa es la economía global? (el arte de la fuga)
Después de tres años de haber estallado la crisis financiera global, la economía mundial continúa en una zona incierta, pero las multinacionales siguen "aplanando" la Tierra…
"Estados Unidos reabre el debate sobre si el fenómeno de la globalización -en términos de deslocalización- beneficia o no a la economía del país, concretamente por la debacle que conlleva en materia de empleo. Los datos del Departamento de Comercio pertenecientes a la primera década del siglo XXI muestran que las multinacionales estadounidenses -que dan trabajo al 50% de la población ocupada del país- redujeron en 2,9 millones los puestos laborales en territorio nacional, mientras emplearon a 2,4 millones de personas más en el extranjero"… Las multinacionales de EEUU recortan empleo nacional, pero contratan en el extranjero (El Confidencial – 22/4/11)
Los datos fueron recogidos en el periódico estadounidense The Wall Street Journal en un artículo publicado en la tercera semana de abril (2011). Las cifras contrastan con las relativas a la década de los 90, cuando el número de trabajadores que constituían dichas compañías experimentó un aumento en el total de empleados que ejercían tanto en el interior como en el exterior del país. De este modo, durante los últimos diez años del siglo XX, el incremento acumulado de empleados dentro de EEUU fue de 4,4 millones, mientras en el exterior se produjo un aumento de 2,7 millones de personas empleadas.
En este sentido, The Wall Street Journal señala que la tendencia subraya la creciente importancia que están adquiriendo otras economías, con los países asiáticos al frente, para las multinacionales estadounidenses, mientras queda en evidencia la vulnerabilidad de Estados Unidos para el propio país en una época de estancamiento en la creación de empleo y salarios congelados. Los analistas más críticos apuntalan que los datos podrían reflejar una pérdida de atractivo de Estados Unidos como territorio en el que las grandes compañías puedan invertir y contratar.
De acuerdo a los últimos datos del Departamento de Empleo de Estados Unidos, su tasa de desempleo descendió en marzo (2011) con respecto al mes de febrero por cuarto mes consecutivo, desde el 8,9% al 8,8%. Sin embargo, pese al avance, la cifra continúa siendo elevada teniendo en cuenta el 4% de tasa de paro registrada en enero del 2000. El economista Matthew Slaughter señaló en los años 90 que, en las grandes compañías, "por cada empleo que creaban en el extranjero… generaban cerca de dos trabajos en EEUU para sus filas". Su teoría era válida en el contexto de la época -tal y como se refleja en los datos-, pero no tiene nada que ver con la tendencia que ha tenido lugar en los últimos diez años donde el empleo exterior ha crecido en detrimento del nacional.
Fijando la atención en las cifras de 2009, un año recesivo con frenos en las ventas y en los gastos de explotación, las multinacionales del territorio recortaron 1,2 millones de empleos -equivalentes al 5,3%- en el interior del país, mientras la reducción en el extranjero fue de 100.000 trabajadores -un 1,5%-. Muchas de las empresas que integran el panorama empresarial estadounidense no son claras a la hora de expresar a cuántas personas emplean fuera de sus fronteras. Otras, incluso, se niegan a ofrecer los datos exactos en relación a esta cuestión.
La deslocalización ha dado lugar a que muchas empresas hagan uso de trabajadores en el exterior para reducir los costes en mano de obra. Sin embargo, los Gobiernos pretenden obtener detalles a partir de noviembre sobre las estrategias que están manteniendo las empresas en este sentido, para detectar cuáles de ellas recortan más trabajos dentro del territorio nacional y los añaden en el exterior del país. Al mismo tiempo, pretenden detectar cuáles son los motivos que conducen a esta tendencia.
En la mayor parte de las empresas consultadas por The Wall Street Journal -entre las que se encuentran General Electric, Cisco, Oracle, Carterpillar y Microsoft-, sus directivos hacen referencia a que este aumento en el número de empleados de fuera del país responde a una estrategia de internacionalización de la empresa y no a un método para recortar gastos. La tecnológica Microsoft es la única de ellas que, durante los últimos cinco años, añadió más empleos en Estados Unidos (15.300) que en el exterior (13.000). Aproximadamente el 60% de los empleados de la compañía trabajan en el interior del país.
Cuando la alquimia cuantitativa no alcanza (el fracaso de las "facilitaciones")
"La aplicación de recetas mágicas para controlar los ciclos, defendida por los expertos hasta 2007, se ha revelado inútil en la actual crisis"… Adiós a la "economía vudú": las medidas clásicas no sirven (El Economista – 23/4/11)
En la película Todo en un día, un profesor de economía, interpretado por Ben Stein, se lanza a un soliloquio improvisado. "¿Alguien sabe qué es esto? Chicos? ¿Nadie lo sabe? ¿Nadie lo ha visto antes? Es la curva de Laffer. ¿Alguien sabe lo que significa? Significa que, en este punto de la curva de ingresos, obtenemos exactamente la misma cantidad de ingresos que en este otro punto. Es muy controvertido. ¿Alguien sabe cómo lo llamó el vicepresidente Bush en 1980? ¿Nadie? Economía vudú".
En el siglo pasado, Ronald Reagan descubrió la economía vudú aunque, en sus respuestas políticas a la crisis financiera internacional, los banqueros centrales y gobiernos han adoptado formas más exóticas de vudú. Desde principios del siglo XX, a la economía le ha preocupado el ciclo empresarial. Economistas como John Maynard Keynes o Milton Friedman han desarrollado teorías que explican los ciclos de altibajos. Y, lo que es más importante, trataron de desarrollar herramientas para manejar los ciclos, fomentando el progreso y la creación de la riqueza mientras reducían los trastornos y el elevado coste de las crisis periódicas.
Pese a sus complejas distinciones doctrinales, los seguidores de Keynes y Friedman creían que las medidas políticas "correctas" permitían un alto grado de control sobre las economías. Durante la belle époque de finales de los años ochenta hasta 2007 más o menos, los economistas y políticos se han deleitado con la creencia de que casi todos los grandes problemas de la economía y la gestión económica eran perfectamente comprensibles, por no decir del todo previsibles y controlables. Pero la crisis financiera internacional sacó a la luz las grandes lagunas del conocimiento económico humano y la incapacidad para controlar los acontecimientos.
Los políticos cuentan con dos grandes mecanismos para influir en la economía. Mediante la política fiscal, los gobiernos pueden ajustar el nivel de gasto relativo a los flujos de impuestos. Con la política monetaria, los estados o, en los últimos tiempos, los bancos centrales "independientes" pueden ajustar los tipos de interés y la oferta del dinero para gestionar la disponibilidad y el coste del crédito, además de la inflación. En último término, ambos mecanismos están pensados para influir sobre el grado de la demanda de la economía, creando un nirvana económico sobre el nivel "correcto" del crecimiento, el paro y la inflación.
Al inicio de la crisis financiera internacional, los políticos recurrieron a antiguos remedios, aumentando los déficits presupuestarios y recortando los tipos de interés. La única salida al problema del exceso de deuda era un crecimiento sólido e inflación.
El crecimiento aumentaría los ingresos y los flujos de efectivo de los ciudadanos, empresas y países endeudados, permitiéndoles pagar las deudas con mayor facilidad. La inflación ayudaría a reembolsar la deuda, reforzando un aumento en los ingresos y los flujos de efectivo, al menos en términos nominales. La inflación también reduciría el nivel real (con ajuste de la inflación y el poder de compra) de los créditos, reduciendo el grado de apalancamiento dentro del sistema financiero.
Era la solución menos dolorosa. Los bancos e inversores que habían prestado imprudentemente no se verían penalizados. Los prestatarios que habían aceptado más deuda de la que eran capaces de devolver, serían recompensados. Los ahorradores prudentes perderían, ya que el valor de sus ahorros caería en poder de compra. Pese a reconocer que los niveles de consumo tenían que reducirse para aumentar los ahorros y rebajar la dependencia de los préstamos, se apuntalaría el gasto para restaurar el crecimiento económico.
No se debatieron la moralidad y la ética a largo plazo de las medidas y sus efectos. Se impusieron las exigencias del corto plazo mientras los políticos invocaban conjuros económicos conocidos como que no hay otra alternativa o cualquier alternativa es peor.
Por desgracia, tres años después, la apuesta heroica del crecimiento y la inflación no parece estar funcionando. Un crecimiento letárgico y unos índices bajos de inflación, sobre todo si no se tienen en cuenta los precios de los alimentos y la energía, prolongan el ajuste y retrasan la recuperación prevista de la prosperidad precrisis
Ahora, las opciones políticas económicas son limitadas. La política fiscal implica gravar y gastar o pedir prestado y gastar. A medida que los ingresos fiscales caían a resultas de una actividad económica ralentizada, casi todos los gobiernos recurrieron en un principio a los préstamos para financiar sus amplios déficits fiscales. La crisis de la deuda europea subrayó los límites de la capacidad de los gobiernos para pedir prestado y gastar. Los tipos oficiales de interés, rondando el cero en Estados Unidos, la zona euro y Japón, limitan la capacidad para estimular la economía mediante la política monetaria.
Los políticos han recurrido a medidas nada ortodoxas, siguiendo los consejos del escritor inglés de ciencia ficción Arthur C. Clarke, que decía que "los límites de lo posible sólo se definen traspasándolos hacia lo imposible". Un elemento clave de esta estrategia es la "facilitación cuantitativa", otra clase de "economía vudú". No obstante, la facilitación cuantitativa podría no tener más éxito que las estrategias previas y plantear otros riesgos.
La facilitación cuantitativa suele describirse como la impresión de dinero pero, en realidad, es algo más compleja.
Normalmente, los bancos centrales regulan la cantidad de dinero de una economía cambiando los tipos de interés, o el precio del dinero. Esos cambios de los tipos deben afectar a la demanda del crédito y la oferta de dinero. Cuando los tipos de interés ya están cerca del cero, hacen falta otros medios para aumentar la oferta de dinero en la economía.
Si la economía estuviera basada totalmente en el efectivo, significaría sólo imprimir más dinero. En la Alemania de Weimar, el gobierno se apoderó de las imprentas de los periódicos para imprimir más dinero, dada la demanda de billetes.
En una economía moderna, basada en los créditos, los bancos centrales compran bonos del estado, que se mantienen en la hoja de balance de la entidad. El efectivo pagado por los bonos, por lo general en reservas o depósitos con un tipo de interés bajo o cero en el banco central, puede intercambiarse por los bancos para obtener activos de mayor rendimiento, como préstamos a los clientes. Las compras también aumentan el precio de los bonos del estado, reduciendo los tipos de interés. En teoría, la facilitación cuantitativa reduce el coste de tomar prestado y crea liquidez, aumentando la oferta de dinero y, con un poco de suerte, también estimula la demanda y la inflación.
La facilitación cuantitativa se puede producir de cuatro formas distintas. Puede implicar que el banco central amplíe su hoja de balance, compre bonos del estado, modifique sus criterios de adquirir títulos menos líquidos y más arriesgados, o una combinación. En todas sus formas, la preocupación subyacente es la monetización de la deuda, es decir, que el banco central compre bonos del estado con dinero creado artificialmente para financiar recortes fiscales o gasto del gobierno, provocando una hiperinflación.
A finales de los años treinta, Japón echó mano de la facilitación cuantitativa a una escala considerable, en un intento de revivir su economía estancada. Con los tipos de interés a cero desde 1999, el Banco de Japón empleó la facilitación cuantitativa para ofrecer más dinero a los bancos comerciales para préstamos privados. Desde 2007, Estados Unidos, el Reino Unido y la zona euro han recurrido, todos ellos, a estrategias similares.
El Banco de Inglaterra adquirió 175.000 millones de libras en activos a finales de octubre de 2010, principalmente de títulos del estado británico y pequeñas cantidades de deuda de alta calidad del sector privado. En noviembre de 2010, el Comité británico de Política Monetaria (MPC) votó a favor de incrementar el total de compras de activos a 200.000 millones de libras. El Banco Central Europeo (BCE) se ha servido de operaciones de financiación (una forma de facilitación cuantitativa) para inyectar efectivo en las economías de la zona euro. Ha ampliado los activos que pueden usar los bancos como colateral en préstamos denominados en euros del BCE.
La Reserva Federal (Fed) estadounidense ha sido la más agresiva a la hora de emplear la facilitación cuantitativa, lanzando varias series de compras. La escala de la operación del Fed puede calcularse a partir del incremento en tamaño del porfolio. De 700.000/800.000 millones de dólares de notas del Tesoro en 2007, el Fed aumentó el tamaño de su cartera de títulos a 2,1 billones de dólares en junio de 2010. Los pronósticos a abril de 2011, indicaban que seguiría incrementándolo hasta llegar a casi 2,5 billones de dólares.
Entre noviembre de 2008 y marzo de 2010, el Fed compró alrededor de 1,25 billones de dólares en deuda bancaria, títulos respaldados por hipotecas (MBS) y notas del Tesoro. Tras un breve descanso, reanudó las compras en agosto de 2010, cuando el crecimiento económico cayó por debajo de las expectativas. En un principio, el Fed se comprometió a reinvertir los reembolsos de su cartera MBS en facilitación cuantitativa, por un valor aproximado de 30.000 millones de dólares al mes. En noviembre de 2010, el Fed anunció más medidas de facilitación cuantitativa, comprometiéndose a comprar 600.000 millones de dólares en títulos del Tesoro antes de finales del segundo trimestre de 2011.
Su presidente, Ben Bernanke, ha intentado en repetidas ocasiones diferenciar entre las medidas del Fed y la facilitación cuantitativa, prefiriendo referirse a ellas como "facilitación crediticia". En defensa de su política, sobre todo en un artículo de opinión publicado en Washington Post (abril 2011), ha asegurado a los críticos que la facilitación cuantitativa no es inusual y encaja perfectamente en la serie de medidas políticas a la disposición de los bancos centrales. Como respuesta, una serie de economistas de renombre publicaron una carta abierta en la que instaban al Fed a reconsiderar y suspender sus planes de compra de activos a gran escala.
Los defensores de la facilitación cuantitativa creen que rebajará los tipos de interés, fomentará el gasto y el crecimiento, y recortará el paro. Sostienen que, además, la facilitación cuantitativa permite a los bancos aumentar los préstamos, reduce los tipos hipotecarios, animando a la refinanciación, e impulsa los precios de los activos, fomentando todavía más el gasto gracias al efecto de una mayor riqueza.
En realidad, sin embargo, sus ventajas podrían ser inaprensibles puesto que, de por sí, unos tipos más bajos y una mayor oferta de dinero podrían no impulsar la actividad económica.
En Estados Unidos, muchos hogares están paralizados por los altos niveles actuales de deuda, bajos precios de la vivienda, perspectivas laborales inciertas y salarios estancados. Por ello, recortan los préstamos, y no al contrario. Para las empresas, la ausencia de demanda y, en algunos casos, el exceso de capacidad hace improbable que los tipos bajos de interés fomenten los préstamos y las inversiones.
En lugar de prestar a los clientes, las reservas creadas por la facilitación cuantitativa han permanecido directamente en las hojas de balance de los bancos o se han reciclado en títulos del estado. Las entidades comerciales estadounidenses disponen de unos volúmenes de efectivo y títulos del estado que superan los préstamos a los clientes. Y eso fue, precisamente, lo que se observó Japón cuando se implantó la facilitación cuantitativa.
El crecimiento esclerótico de los créditos refleja las restricciones de capital de los bancos en diversos grados, por las pérdidas y también incrementos previstos de los requisitos oficiales de reservas de capital. El sistema financiero frágil y el riesgo de conmociones de financiación implican que los bancos estén gestionando bien la liquidez. Las previsiones económicas inciertas también han vuelto a los bancos más precavidos a la hora de ofrecer crédito a las entidades, aparte de los bancos "demasiado grandes para quebrar".
Los efectos generales sobre la actividad económica real han sido limitados. Hasta abril de 2011, los programas de facilitación cuantitativa del Fed han reducido los tipos de interés a largo plazo pero el crédito bancario se ha contraído, el mercado inmobiliario sigue débil y la recuperación económica, vacilante. La experiencia coincide con la de Japón, donde un periodo prolongado de facilitación cuantitativa no resultó en la recuperación económica, el crecimiento ni la reducción del paro o la inflación.
– La ola de crímenes corporativos en la economía global (Project Syndicate – 30/4/11)
(Por Jeffrey D. Sachs) Lectura recomendada
Nueva York.- El mundo se está ahogando en el fraude corporativo, y probablemente los problemas son de mayores dimensiones en los países ricos, los que supuestamente gozan de "buena gobernanza". Es posible que los gobiernos de los países pobres acepten más sobornos y cometan más delitos, pero son los países ricos los que albergan las empresas globales que cometen los mayores delitos. El dinero habla, y está corrompiendo la política y los mercados de todo el mundo.
Apenas pasa un día sin que salga a la luz una nueva historia de malversación. Cada firma de Wall Street ha pagado significativas multas durante la última década por contabilidad falsa, uso de información privilegiada, fraude de valores, esquemas de Ponzi, o malversación de plano por parte de los directores ejecutivos. En la actualidad se está realizando un juicio en Nueva York a un masivo círculo de venta de información privilegiada que ha implicado a algunos protagonistas del sector financiero. Y antes de eso, los mayores bancos de inversión de EEUU debieron pagar una serie de multas para resolver cargos por diferentes delitos relacionados con valores.
Sin embargo, es escasa la rendición de cuentas. Dos años después de la mayor crisis financiera en la historia, impulsada por el comportamiento sin escrúpulos de los mayores bancos de Wall Street, ni un solo líder financiero ha enfrentado penas de cárcel. Cuando las empresas son multadas por malversación, sus accionistas, no sus directores ejecutivos ni gerentes, pagan el precio. Las multas son siempre una pequeña fracción de las ganancias mal habidas, lo que da la señal a Wall Street de que las prácticas corruptas tienen una sólida tasa de retorno. Incluso hoy en día, el lobby bancario hace caso omiso de las entidades normativas y los políticos.
La corrupción paga también en la política estadounidense. El actual gobernador de Florida, Rick Scott, fue director ejecutivo de una importante empresa del área de la sanidad conocida como Columbia / HCA. La compañía fue acusada de defraudar al gobierno de Estados Unidos por la sobrefacturación de reembolsos y, finalmente, se declaró culpable de 14 delitos que le significaron el pago de una multa de 1,7 mil millones de dólares.
La investigación de la FBI obligó a Scott a dejar su empleo. Sin embargo, una década después de las declaraciones de culpabilidad de la compañía, Scott está de vuelta, esta vez como político republicano pro "libre mercado".
Cuando Barack Obama quería a alguien que le ayudase con el rescate de la industria automotriz de EEUU, se dirigió a un "operador" de Wall Street, Steven Rattner, a pesar de que sabía que estaba bajo investigación por ofrecer sobornos a funcionarios del gobierno. Una vez terminado su trabajo en la Casa Blanca, se resolvió el caso con una multa de unos pocos millones de dólares.
Pero ¿por qué detenerse en los gobernadores o asesores presidenciales? El ex vicepresidente Dick Cheney llegó a la Casa Blanca después de desempeñarse como director ejecutivo de Halliburton. Durante ese periodo, la empresa se dedicó al soborno ilegal de funcionarios nigerianos para obtener acceso a yacimientos de petróleo de ese país, un acceso a miles de millones de dólares. Cuando el gobierno de Nigeria acusó a Halliburton de soborno, la compañía resolvió el caso fuera de tribunales, pagando una multa de 35 millones de dólares. Por supuesto, no hubo ningún tipo de consecuencias para Cheney. La noticia apenas apareció en los medios de EEUU.
La impunidad es generalizada; de hecho, la mayoría de los crímenes corporativos pasan inadvertidos. Los pocos que salen a la superficie generalmente terminan con una leve reprimenda, por la que la compañía -es decir, sus accionistas- debe pagar una modesta multa. Los verdaderos culpables en la cima de estas empresas rara vez tienen que preocuparse. Incluso cuando las firmas pagan mega-multas, sus directores ejecutivos permanecen. Los accionistas se encuentran tan dispersos y sin poder que ejercen poco control sobre la gestión.
La explosión de la corrupción -en los EEUU, Europa, China, India, África, Brasil, y más allá- plantea una serie de difíciles preguntas acerca de sus causas, y sobre cómo controlarla ahora que ha alcanzado proporciones epidémicas.
La corrupción corporativa está fuera de control por dos razones principales. En primer lugar, las grandes empresas son hoy multinacionales, mientras que los gobiernos siguen siendo nacionales. Las grandes empresas son tan poderosas económicamente que los gobiernos tienen miedo de enfrentárseles.
En segundo lugar, las empresas son los principales financiadores de las campañas políticas en lugares como los EEUU, mientras que los políticos mismos son a menudo copropietarios, o por lo menos beneficiarios silenciosos, de los beneficios empresariales. Aproximadamente la mitad de los congresistas estadounidenses son millonarios, y muchos tienen estrechos vínculos con empresas incluso antes de llegar al Congreso.
Como resultado, los políticos suelen mirar hacia otro lado cuando el comportamiento de las empresas cruza el límite. Incluso cuando los gobiernos tratan de hacer cumplir la ley, las empresas cuentan con ejércitos de abogados para hacer olas a su alrededor. El resultado es una cultura de la impunidad, con base en la expectativa bien demostrada de que el crimen corporativo paga.
Dada la estrecha relación de la riqueza y el poder con la ley, poner freno a la delincuencia empresarial será una lucha enorme. Afortunadamente, el flujo rápido y generalizado de la información hoy en día podría actuar como una especie de elemento disuasivo o desinfectante. La corrupción florece en la oscuridad, y hoy más información que nunca sale a la luz a través del correo electrónico y los blogs, así como Facebook, Twitter y otras redes sociales.
También será necesario un nuevo tipo de líder político que encabece una forma distinta de campaña política, basada en medios en línea gratuitos en lugar de aquellos de pago. Cuando los políticos se puedan emancipar de las donaciones corporativas, recuperarán la capacidad de controlar los abusos de las empresas.
Más aún, vamos a necesitar alumbrar los rincones oscuros de las finanzas internacionales, especialmente los paraísos fiscales como las Islas Caimán y los secretos bancarios suizos. La evasión de impuestos, sobornos, comisiones ilegales y otras transacciones reñidas con la legalidad fluyen a través de estas cuentas. La riqueza, el poder y la ilegalidad hechos posible por este sistema oculto son ahora tan grandes que amenazan la legitimidad de la economía mundial, especialmente en momentos en que padecemos una desigualdad de ingresos sin precedentes y un inmenso déficit presupuestario, debido a la incapacidad política -y a veces hasta operativa- de los gobiernos para imponer una fiscalidad justa a los ricos.
Así que la próxima vez que escuche acerca de un escándalo de corrupción en África o en otra región pobre, pregunte dónde se inició y quién es el corruptor. Ni los EEUU ni ningún otro país "avanzado", debería apuntar con el dedo a los países pobres, ya que a menudo son las empresas mundiales más poderosas quienes han creado el problema.
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |